Morfof 1

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MORFOFONOLOGÍA DEL ESPAÑOL DE SANTO DOMINGO.

UNA PERSPECTIVA DE CINCO SIGLOS

Micaela Carrera de la Red


Universidad de Valladolid (España)

En recuerdo de María Beatriz Fontanella de Weinberg, quien creyó


firmemente en la trascendencia del estudio de la evolución de la lengua
española trasplantada a América y puso un enorme esfuerzo personal en
la consctrucción de la lingüística hispánica con un trabajo serio y duradero
y una vida entregada hasta el último aliento.

1. INTRODUCCIÓN

Al abordar las causas que influyen en la conformación de la categoría de


número en el verbo del español de la actual República Dominicana, Max Jiménez
Sabater (1984:147) afirma: „nos enfrentamos a un problema que atañe a la
morfofonología‟. A pesar de que en su trabajo no entresaca el nivel morfofonológico
como distinto del fonológico y del morfosintáctico, Jiménez Sabater es consciente de
la „estrechísima interrelación que en toda lengua existe entre las estructuras
fonológica y morfológica‟ (ibíd.). Asímismo se muestra partidario de tomar en cuenta
los aspectos sincrónicos y diacrónicos en el análisis de los procesos morfofonológicos.
Hay dos principios teóricos que debemos tomar en cuenta: (a) la naturaleza
misma de los llamados procesos morfofonológicos, (b) los acercamientos un tanto
diferentes que mantienen los lingüistas sobre la dicotomía sincronía y diacronía en la
descripción y explicación de los cambios lingüísticos.
Está suficientemente reconocido que la frontera entre la fonología y la
morfología no puede trazarse con facilidad ni desde la sincronía ni desde la
perspectiva de la lingüística histórica,1 pero el principio (a) se refiere al hecho de si la
morfofonología conforma un nivel de análisis diferente de los otros reconocidos:
fonológico, morfológico, sintáctico y semántico. Coincidimos con Wolfgang Dressler
1985 en la concepción de la morfonología como un subcomponente gramatical no
autónomo, resultado de las interacciones entre los componentes fonológico y
morfológico y que puede tratarse de manera independiente de cada uno de ellos. 2 No
obstante, según una buena parte de los lingüistas de la órbita generativista, muchos de
los procesos del componente morfológico encuentran su explicación en motivaciones
de tipo sinctáctico, léxico y semántico.3 Esta imbricación de niveles gramaticales será
la perspectiva que adoptemos en más de una ocasión a lo largo de este trabajo.
En lo que afecta al principio teórico (b), hay que hacer referencia a las
concepciones divergentes de generativistas y variacionistas, al mostrar los primeros la
validez de esta distinción sincronía/ diacronía y la acción interrelacionada de ambas
en la explicación del cambio,4 en tanto que los segundos parten de la negación de esta
dicotomía en favor de una concepción de la lengua como realidad dinámica y
pancrónicamente cambiante.5
Creemos justificado un estudio de cuarquier aspecto morfofonológico de una
lengua a través del tiempo y con punto de llegada en el momento actual, por la
semejanza que existe entre los procesos sincrónicos y los diacrónicos. Sanford A.
Schane ([1973]1979:117-129), en el marco de las primeras teorías de la fonología
generativista, estudia el nivel morfofonológico y concluye el análisis de las
alternancias morfológicas actuales con la afirmación de que éstas son los vestigios de
un cambio fonológico histórico. El sentido de los avances de la investigación
lingüística desde aquellos años hace muy acertada la intuición de Sanford A. Schane:
„Hay una interesante relación entre el cambio diacrónico y la alternancia sincrónica, y
gran parte de la investigación actual tiene que ver con este
problema‟([1973]1979:129).

2. POSIBILIDADES DE UN ANÁLISIS MORFOFONOLÓGICO:


ALTERNANCIAS VERBALES EN ESPAÑOL DOMINICANO.

El estudio de la morfofonología atiende a dos tareas principales:


(1) las alternancias en las realizaciones fonológicas de determinados lexemas,
(2) la variación en el uso de determinados morfemas.
En la presente ocasión, trataremos sólo de los procesos morfofonológicos
del tipo (1), en concreto, del impacto que los otros niveles de la lengua —de forma
primordial la morfología y la sintaxis— tienen sobre la fonología en la presencia de
determinados rasgos de la conjugación verbal mediante la revisión de documentación
de índole muy variada a lo largo de los cinco siglos de vida de la lengua española en la
isla caribena que hoy comparten Haití y la República Dominicana.
Nuestro análisis de la variación fonológica de los lexemas en las
alternancias verbales del español dominicano se va a centrar en las formas alternantes
de pasado, en la alternancia de los futuros y condicionales, en algunos casos concretos
de alternancia del tiempo presente y en las representaciones lexemáticas del infinitivo
con pronombre átono en enclisis.
La variación en el uso de determinados morfemas, es decir la tarea de tipo
(2), abarcaría procesos morfofonológicos que afectan a categorías gramaticales
diferentes de las que se relacionan con la conjugación verbal, como podrían ser: las
variantes del artículo, las variantes nominales (el análisis de los derivativos fruto de la
prefijación o de la sufijación), las variantes del género, la formación de plurales, las
formas de creación del adjetivo, etc. Todos estos procesos actúan de forma
extraordinaria a lo largo de los cinco siglos de evolución de la lengua española en la
isla caribeña, sin embargo, alguno de ellos muy importantes —como la especial
manera de pluralizar de los dominicanos— cuenta con un punto de arranque muy
tardío en el tiempo.

3. FORMAS ALTERNANTES „VIDE~VI‟,‟VIDO~VIO‟


Ya en el primer documento de nuestro corpus —los autos de un proceso
penal contra un encomendero de la Isla Española llevados a cabo entre los años 1509 y
1510— encontramos casos de alternancias entre formas del perfecto simple del verbo
actual „ver‟ con d intervocálica y formas sin ella:
e que este testigo le vio muerto en el bohio del capitan (fol.6v)
e que vido q le dicho françisco de solis se aRemango el braço (fol.6r)
En 1535 —en una carta enviada al Emperador desde Santo Domingo por el
obispo de Venezuela Rodrigo de Bastidas— se registra en dos ocasiones la forma
vide. En otro documento de 1562 hemos podido documentar más formas del pasado
del verbo ver con -d- intervocálica. En 1604, en un traslado de documentos de
información sobre el secretario eclesiástico Pedro de Bardeçi, encontramos
permanentemente utilizada la fórmula jurídico-administrativa de interrogatorio „si
saue e bido‟.
De 1624 son las informaciones que se dan sobre vida y méritos de Luis
Jerónimo Alcocer para poder optar a una canongía de la catedral de Santo domingo.
Lo más ilustrativo de este documento es que se conserva el traslado con un duplicado;
los dos documentos confrontados entre sí y cada uno en su interior ofrecen una
auténtica eclosión de variantes que denotan el abandono de un tipo de lengua escrita y
la creación de una nueva norma en estas primeras décadas del siglo XVII, como
hemos
tenido ocasión de mostrar en trabajos anteriores en lo que se refiere a las variantes
grafémicas y fonético-fonológicas (Carrera 1993, 1996). Una de las variantes
morfofonológicas que se transcribe sin mayor dificultad en las dos copias se refiere a
la forma del pasado de ver con -d-: bido, uido, al lado de la forma del pasado sin -d-:
uio.
Desde la primera parte del siglo XVII hemos de dar un salto hasta el siglo
XVIII, para registrar formas como bido, bide en la Historia de la conquista de la Isla
Española de Santo Domingo de L.J. Peguero (1763).6
La presencia de estas formas en la obra del historiador dominicano L.J.
Peguero han sido interpretadas por Mercedes Román como „arcaísmo representativo
del habla de un conquistador español‟, esto es, como un mero recurso estilístico en un
contexto de historiografía dieciochesca con afanes de rememoración lingüística de
épocas pretéritas del género cronístico, concretamente del siglo XVI (Román
1995:198). La idea de que la presencia de estas formas en una de las obras señeras de
la literatura de la Isla Española en la segunda parte del siglo XVIII obedezca
estrictamente a arcaísmo literario no puede darse por válida sin un análisis de los
pasos que siguieron estas alternancias verbales en la diacronía anterior y ulterior a este
momento concreto.
Las alternancias vide ~ vid ~ vi, vido ~ vio fueron consagradas por Y.
Malkiel ([1960]1972:335-413) como prototipo de resistencia paradigmática al cambio
fonético en el transcurso de los siglos medievales de la lengua española, de forma que
desde los orígenes se ha constituido en una alternancia morfológica que pervive hasta
la actualidad con el carácter de rasgo dialectal del español peninsular, del español de
las Islas Canarias (cf. ALEICan III, 1189, cit. por Alvar y Pottier (1983:261)) y como
elemento constitutivo del habla rural y popular en amplias zonas del otro lado del
Atlántico.
En cuanto a la pervivencia de esta alternancia en etapas posteriores a
Peguero en la isla caribeña puede confirmarse al observar cómo estas formas verbales
(vido ~ vide) se incorporan en el siglo siguiente a nuevos ámbitos de la literatura
dominicana,7 concretamente aparecen en versos de las décimas de los poetas
dominicanos, la manifestación literaria más representativa de la época de gran
convulsión social que se vivía en torno a la segunda y definitiva independencia del
domino español de la República Dominicana:8
Yo vide un querebebé
calzándose unos zapatos
y un ratón con un cuarto
tocando un carabiné.
(…)
Y un día por la mañana
yo vide un perro cantar (…)

Henríquez Ureña (1940:88 y 91) recoge la presencia del infinitivo veder


entre las formas verbales del habla rural campesina dominicana de fines del siglo XIX,
así como la existencia de vide, vido y formas relacionadas entre los arcaísmos
morfológicos y fonéticos del habla popular tanto rural como urbana de esa misma
época.
En las cuatro primeras décadas del siglo XX perduran estas formas vide,
vido —como arcaísmos— de la conjugación del español dominicano (Henríquez
Ureña 1940:176). De nuevo la literatura dominicana popular de las primeras décadas
de este siglo aporta casos de este uso:
Ei dia que yo la vide
no se lo que jué de mi:
ai cosa que ei cueipo pide
no debiéndola pedí.

—Uté e dei pueblo


¿veidá mi amigo?
—Sí, señorita, y de Jacagua
quisiera sei…
y yo le vide
que me aquietaba
con lo sojaso…9

Ahora bien, la pervivencia —al menos hasta la banda cronológica de las


cuatro primeras décadas de este siglo— de la alternancia vide ~ vi, vido ~ vio en
República Dominicana sólo es explicable desde el punto de vista morfofonológico, ya
que desde un punto de vista estrictamente fonético choca frontalmente con la
tendencia del habla popular del español dominicano a perder la [-d-] intervocálica,
sobre todo en posición de margen prenuclear de sílaba postónica, de manera preferente
en las terminaciones -ada, -ede, -ado, -eda, -ida, -ido, -uda, -udo de palabras llanas
(tipo nada > na, vida > vía, comida > comía), según señala Henríquez Ureña
(1940:145).10
La regla fonológica de /d/ intervocálica camino del grado cero en el español
dominicano de índole popular debería haber eliminado la -d-11 y destruido la
alternancia de vide, vido ~ vi, vio, cosa de la que no tenemos constancia haya
sucedido hasta la fecha.

4. OTRAS FORMAS DEL VERBO „VER‟ (~ „VEDER‟): „BEIMOS‟ Y „VIAN‟


Aparecen en la obra de L.J. Peguero citada, de 1763, formas de la primera
persona del plural del perfecto simple del verbo „ver‟ (o „veder‟):
y le beimos bender a quatro pesos la onza
y asi creo de la Española que beimos un Corriano
Así como la alternancia morfofonológica vide ~ vi, vido ~ vio existe por la
preservación de la consonante dental, la forma alternante de esta persona beimos,
aparece con pérdida de esta consonsnte pero con la conservación de la secuencia
vocálica e ~ i. Se trata de ver por qué se conservan estas dos vocales sin fusión y,
como consecuencia de esta presencia de vocal radical e y temática de pasado i, qué
tipo de silabización hemos de suponer: una forma trisilábica (be$i$mos) o bisilábica
(bei$mos) y dónde debe ir el acento.
La regla de colacación del acento en español general en el caso de la forma
de pasado que nos ocupa sería la siguiente: 12 el acento debería recaer en un principio
sobre la vocal temática de pasado -í; las dos vocales formarían una unidad entonativa
hasta que en un momento dado la fuerza acentuativa se trasladaría sobre la vocal
morfemática de tiempo solamente, con la aplicación ulterior de la regla de reducción
vocálica en posición no acentuada: [be$dí$mos] > [be$í$mos]> [béí$mos] >
[bí$mos].13
La conservación de la secuencia vocálica e-i sin que se llegara a aplicar en
esta forma del texto de Peguero la regla fonológica de reducción vocálica de átona
resulta difícil de explicar. Dos posibilidades explicativas son: (a) situar esta forma en
el ámbito concreto paradigmático del verbo al que pertenece y tratar de aplicar las
reglas fonológicas de tipo acentuativo que puedan haber actuado a la hora de la no
realización de la fusión de vocales; (b) tomar en cuenta el comportamiento de
secuencias vocálicas en otros tiempos del paradigma verbal y otros verbos.
La explicación del tipo (a) nos lleva a proponer en lugar de be-í-mos una
pronunciación bé-i-mos desde un bé-di-mos subyacente, en un contexto paradigmático
en que existe una primera persona de perfecto simple bí-de y una tercera persona bí-
do, y podría proponerse un participio *béido14 e incluso un infinitivo *béder (*ve-er).
Sólo suponiendo un tipo de acentuación en hiato, con el acento recayendo sobre la
más abierta, se puede entender el mantenimiento de la secuencia de dos vocales
anteriores
—media y alta— sin reducción vocálica.15 Hasta la actualidad, en el habla subestándar
—rural y urbana— de la República Dominicana existe el rasgo de acentuar en hiato:
infinitivos (cáer, cáir o quéir), participios (cáido, tráido), formas de presente de
subjuntivo en la persona „nosotros‟ (háyamos, háyanos, váyamos, váyanos, etc.).
Aunque Henríquez Ureña (1940:175). lo pone como propio de la lengua vulgar de
toda la República Dominicana, no es menos cierto que después lo restringe a la región
del Cibao. No obstante, estudios recientes de las acentuaciones anómalas de las
formas verbales en los difrentes dialectos hispánicos hacen pensar que no es un
fenómeno ni tan escaso ni tan extraño (cf. Núñez Cedeño 1985 y Harris 1991).
Jiménez Sabater, con relación a los infinitivos terminados en -ear, apunta que „lo
normal es que se confundan siempre con los acabados en -iar, inclusive en el habla
espontánea de las clases más intruidas‟ (1984:58).
La explicación (b) unida a la descripción de las peculiaridades acentuativas
del español dominicano nos lleva a considerar la acentuación ve-í-mos difícil de
mantener en un verbo que nos ofrece en otros tiempos verbsles: (1) los presentes de
subjuntivo de la segunda conjugación adelantan el acento en la primera persona de
plural a la vocal del radical (véamos o véanos, probablemente),16 (2) los imperfectos
de indicativo de algunos verbos que también ofrecen la secuencia e-í ofrecen bien
documentada la reducción de la vocal átona en contacto con la tónica: vía, frente a
veía.
La alternancia de las formas de imperfecto veían y vían que arranca de la
etapa medieval de la lengua española se mantiene a lo largo de los siglos XVII y
XVIII. En la Relación sumaria del estado presente de la isla Española , una obra
historiográfica del criollo dominicano Luis Jerónimo Alcocer compuesta en 1650 17 —
y que no puede tomarse como obra de corte popular no por contenido ni por expresión
— se registran casos de esta última forma:
todos acudían como a la corte a esta Ciudad y se vian muchos forasteros y
mucha gente desta ysla que todos venían al trato (fol. 68v)
El siglo XVIII registra también el uso de esta forma de imperfecto con
reducción de la vocal átona del radical en otros verbos: en la obra historiográfica de
L.J. Peguero aparece la forma rian(se) por reíanse.

Lo curioso es que la lengua de los más cultos en los siglos XVII y XVIII y
la lengua espontánea y popular dominicana actual coinciden en la evolución de estas
dos formas de acuerdo con reglas morfofonológicas exactamente contrarias a las que
terminarán por imponerse en la lengua española estándar: beimos ~ vían sustituidas
por vimos ~ veían.

5. LAS FORMAS DEL PERFECTO FUERTE DE „TRAER‟ CON RADICAL „TRUX-‟


La alternancia morfofonológica trax- ~ trux- aparece con gran vitalidad en
los primeros documentos de nuestro corpus (truxeron y traxo, en 1509). Los dos
alomorfos prolongan su uso durante todo el siglo XVII. En 1604 se encuentraa la
forma trujo.18 En la mencionada Relación de Alcocer se recogen múltiples casos de
truxo y de truxeron, en contraste esta última forma con un caso de formación débil,
con <y>, trayeron.
con lo demas y otras muchas limosnas que hiço se truxeron seis monjas de
España para fundadoras
y truxo un Maestro de obras nombrado Po. fr. Portillo con otros oficiales
consta que la trayeron a esta Ysla dos hidalgos naturales de Placencia en
Estremadura
En 1677, una carta —esta vez de un militar, el capitán de origen portugués
Manuel Gonzales Pallano, trasliterada de manera clara por un escribano— ofrece la
primera persona de singular truje:
y en el camino encontre vn nauio nro q venia de canaria a dar en las manos
del enemigo y lo truje conmigo con los demas
En 1679, el capitán Ferrer informa de un asalto de que fue objeto su navio
por parte de corsarios ingleses y franceses:
y los yngleses con el fueron admitidos a venir y trujeron consigo copias
auténticas
Ya en el siglo XVIII, la Historia de la conquista de L.J.Peguero conserva la
alternancia morfofonológica trajeron ~ trujero(n):
fueron y em breve tiempo trujero(n) de seis a siete marcos de perla Aljofar y
menuda sin taladro, como los indios las pescavan
Henríquez Ureña (1940:89 y 176). destaca la presencia de truje, trujieron,
trajieron y demás formas entres las características del habla popular, tanto urbana
como campesina, del Santo Domingo de fines del XIX y primeras décadas del XX.19
Elercia Jorge Morel (1975:108-109), en el apartado de la morfología que
dedica al verbo, entresaca un epígrafe dedicado al „Pretérito de traer‟ en el que dice:
„Respecto al pretérito de traer, solamente encontramos 5 sujetos de baja instrucción
que usaron la forma trajieron y traímos‟. Un epígrafe tan explícito con unos resultados
tan escasos nos dan la clave para pensar que han fracasado las expectativas de hallar
mayor abundancia de formas alternantes.
En este punto concreto de la morfofonología del español popular de Santo
Domingo se podría hablar de reducción del paradigma lexemático, en lo que se refiere
a la regla fonológica que permite alternar la vocal lexemática: u ~ a (truj- ~ traj-).
Quizás se pueda hablar de alternancia esporádica de dos alomorfos, según la
terminología de Hockett ([1958]1979:275), que se lleve a cabo en el habla de los
dominicanos de forma accidental e impredecible.

6. LAS FORMAS DEL FUTURO Y DEL CONDICIONAL CON METÁTESIS


Los verbos tener, venir y sus compuestos se documentan aún de manera
muy abundante con formas de futuro y condicional metatizadas en textos anteriores a
1560: terna en 1509; terna, ternja y converna en 1517; converna y convernia en 1531;
ternya y verna en 1547-1548; terna en 1558. Desde esa fecha debemos llegar a
comienzos del siglo XVII, concretamente a 1604, para volver a encontrar una forma
de futuro con metátesis:
con lo qual se terna aca la misma quenta para que no cause ynconbiniente…
En 1624, en los documentos —copia y duplicado— de la petición de
canongía por parte de L.J. Alcocer, en los que frente al panorama de escasez de
representación de formas con referencia al tiempo de futuro observada en los
documentos precedentes —y cuando éstas aparecen lo hacen con la forma de la
hipótesis pura, es decir, futuro de subjuntivo— aparece un número muy elevado de
formas de futuro de indicativo simple (tipo auisareys, dareys, servira, estara, se
empleara, rresiuiran, admitiran ), conviven las dos variantes alomórficas de futuro del
verbo „tener‟: terna y tendra
se terna aca la misma
quenta tendra con la dha
prebenda
En 1641, en carta al rey de D. Juan Bitrián, el tiempo de futuro tiene
también una presencia relevante y entre las formas localizadas se encuentra la forma
sin metátesis conbendra:
yo asiguro que dexara el de hacer muchas [visitas] y no aura tantos
enfermos…
y lo que conbendra se haga para que visto, mande tomar la Ressolucion que
mas convenga…lo que conbendra…
De 1675 es una carta de un militar, el Capitán de origen portugués Manuel
Gonzales Pallano, obra de un escribano, en la que aparecen de nuevo las formas sin
metátesis, tanto de futuro como de condicional: conbendria, convendra, tendra.
Otro verbo, perder(se) nos ofrece dos varariantes bien distintas de su futuro
de indicativo conviviendo en un mismo texto de 1517: una con la síncopa de la vocal
pretónica —perdra— y otra con el esquema medievalizante de futuro con clítico más
adverbio relativo locativo interpuesto entre el infinitivo y el auxiliar —perderseyan—
pero essa poca q ay se perdra todos esos ynconvinjentes çesan
e(n)comendandose de la man. que agora estan
porque no tenjendo yndjos njnguno q(ue)daria y p(er)derseyan las çibdades
y las villas…
Este esquema se repite con cierta frecuencia en la documentación de las
primeras décadas del siglo XVI:20
1517 e dexandolos de debaxo de la mano bivjrian oçiosos syn hazer njngund fruto
e tornarseyan a sus viçios e bestialjdades en que antes beujan…
porq sy algunos se fuesen yrseyan a los otros caçiques q estan mas
juntos…y hallarseyan luego…
1531 ponersea la ygla. en muy buen estado y terna con q hedeficarse…
En 1677 el mismo capitán Pallano dictó otra carta que en el orden de
fenómenos que afectan al futuro de indicativo ofrece una forma sin metátesis del
verbo tener (tendre) y la forma con haplología satisfare.
En el condicional del verbo haber de un documento de las primeras
décadas del siglo XVI (1517) se deja ver la tendencia silábica contraria: la forma
plena del infinitivo más el morfena -ia :
porq estando desta mana. allj serian mas vesytados de las personas a quje(n)
estan encomendados y averia cljgo. que las pudiese allj dotrinar
Los condicionales adoptan también con mucha facilidad la forma sincopada,
un fenómeno que llega hasta la segunda parte del siglo XVIII, ya que L.J.Peguero
ofrece ejemplos de este tipo:
con Razon debrian estar quejosos de mi los criadores de ganado…debria yo
hazer memoria de ellos…
A lo largo de la primera parte del siglo XVIII los escasos futuros y
condicionales localizados ofrecen la variante que se convertirá en general en la lengua
éstandar: en 1715, valdra; en 1721 —pleito contra el francés Francisco Valer—,
pondra, pondran, vendria; en 1733, vendra, dispondre.
La complejidad de resultados observables de los siglos XVI al XVIII
pervive hasta la actualidad en el español subestándar o popular dominicano, como
recoge Henríquez Ureña (1940:90-91 y 176), aunque en escasa medida porque él
mismo habla ya de casos „aislados‟ en formas del tipo saliré, saliría, quedré, quedría,
haberé, habiría. De su carácter popular habla el hecho de que en la poesía criollista de
uno de los autores más reconocidos por su reflejo del habla popular y campesina de la
segunda mitad del siglo XIX, Rafael Damirón, construye un verso con un futuro
analógico adré, en boca de una campesina del Sur del país.21
Como formas esporádicas, características del habla de no instruidos e
incluso en franca decadencia, introduce Elercia Jorge Morel (1974:108) el cuadro de
las formas de futuro y „futuro potencial‟ en su estudio del verbo del español de Santo
Domingo: hadré (9), haberán (8), habería (6), valerá (4), valería (8), caberemos (5).
La acción analógica es la explicación que ofrece esta lingüista dominicana.
La misma motivación que aportan M.Alvar y B.Pottier (1983:249-250) ante la gran
cantidad de variantes de futuro y condicional que representa a lo largo de los cinco
siglos no sólo el español dominicano sino el resto del dominio hispánico —con
metátesis, con síncopa, con infinitivo pleno y sin fundirse con el auxiliar, las formas
con consonante „anaptítica‟, etc.—, muy difícilmente reducibles a una solución
unitaria.
Desde un punto de vista estrictamente fonológico, Joan L. Bybee [Hooper]
(1976:220-221) trata de explicar cada una de las variantes de futuro —tipo venirá,
venrá, verná, verrá, vendrá— en el marco de la teoría de „escala de fuerza y condición
de la estructura silábica del español‟. La necesidad de refuerzo de la posición inicial
de sílaba está en la base del cambio en estas formas: la síncopa vocálica en veniré
provocó la aparición de un resultado venré que, según la condición de fronteras
silábicas y reforzamientos de sílabas, es inaceptable „porque la /r/ en la secuencia /nr/
y /lr/ no era suficientemente fuerte para empezar una sílaba‟. Soluciones aportadas por
la fonología a lo largo de la historia: metátesis (verná), asimilación (verrá) y, por fin,
la alternativa aceptada definitivamente por el dialecto estándar: „mantener los
segmentos existentes en elmismo orden y forma y hacer la segunda sílaba aceptable
añadiendo una obstruyente en la posición inicial‟ (ibíd.): epéntesis (ven-rá > ven-d-rá
), que es la ley de mayor naturalidad fonológica. En español, y casi como un universal
de todas las lenguas, el estudio de la estructura silábica coloca la secuencia -dr-
(obstruyente más líquida) (tipo vendrá ) como una de las primordiales y más
aceptadas.22

5. FORMAS DE PRESENTE: LA ALTERNANCIA „(H)AYGA~HAYA‟


Después de una ausencia total en la documentación que hemos consultado
del siglo XVI, la forma analógica haiga por haya se registra con cierta vitalidad a lo
largo de todo el siglo XVII y llama la atención que aparezca, precisamente, en los
contextos más formales:
1624 (ordenanzas )
adbirtiendo a que en ninguna manera no ayga descuido en el cumplimiento
de lo que aqui mismo esta hordenado
1675 (carta del capitán Pallano)
Que puerto o ciud. a quedado en lo maritimo q no aygan saqueado…
1984 sobre este punto escriuo lo mismo al capitan Don Rodrigo aybar çapata con
quien buesas merçedes se daran la mano para el Mejor efecto sin que sobre
ello ayga ningun embaraso=Don Andres de Robles=
E invade el primer tercio del siglo XVIII y, aunque con una representación no muy
numerosa,23 volvemos a encontrarlo en un documento de la Sección Justicia, un pleito
de 1721-1723 contra un ciudadano de la colonia francesa de la isla pasado de forma
ilegal al Santo Domingo español. Este texto muestra la alternancia aya ~ aiga :
pido y supl.co aya por presentada
muy sres. mios estrañado mucho en que no aigan dado cumpli.to a las reales
provisiones
Henríquez Ureña (1940:89 y 176)recoge haiga y formas relacionadas entre
los rasgos del sistema verbal popular dominicano, tanto rural como urbano. Elercia
Jorge Morel (1978:108) cuantifica las apariciones de la alternancia aiga ~ aya de la
muestra de su encuesta: haiga (26) / haya (44), haigamos (14) / hayamos (56), las
primeras consideradas analógicas con las formas del presente de subjuntivo de otros
verbos como: traiga y caiga.

6. FORMAS DE INFINITIVO MÁS PRONOMBRE ÁTONO


La regla morfofonológica de asimilación de sonantes en las terminaciones
de infinitivo con la r asimilada a la l del pronombre enclítico y posterior palatalización
en [] se da desde los primeros documentos:24 boluelle, matallo, dalle (1509),
ponellos (1517), ayudalles (1540), sostenella (1547), etc.
En la primera mitad del siglo XVII contamos con testimonios muy
numerosos de este tipo de formas asimiladas: en 1604 —en la información pedida
sobre Pedro de Bardeçi, secretario del cabildo eclesiástico que fue de Santo Domingo
— aparece pretendello, presentallo, conosello; data de 1608 un documento en que
se registran dehalle (=dejarle) —en contraste con la forma no asimilada deharle que
aparece también en el mismo texto— y obedesella (= obedecerla); en un documento
fechado en la ciudad de Santiago de los Caballeros de 1638 se encuentran nombralle,
ordenalle. En 1641, en carta al rey de parte de D. Juan Bitrián, encontramos el
siguiente ejemplo:
Y los salarios que el dexa de tener por no pidillos, o no darselos…

No obstante, la segunda parte del siglo XVII nos sorprende con la erradicación de esta
variante morfofonológica: 1675, absorberlos; 1676, ponerles, obligarles; 1677,
representarlo; 1699, efectuarle, darle, emplearla. Esta misma tendencia continúa
durante el siglo siguiente: 1721, tenerlas, averla, aprehenderlos, justificarle; 1733,
haberla, sembrarlo.
En 1763, en la Historia de la conquista de la isla Española de L.J.Peguero,
en un estilo de lengua que se ha planteado como literaturizante, con imitación de los
rasgos de lengua de los cronistas del XVI en que se inspira en autor, nos encontramos
con que las formas de infinitivo con pronombre átono en asimilación no se utilizan: al
resevirlo, habian hido ábisarle, el cortarlas, para tenerlos habiles.
En la segunda mitad del XIX hemos podido comprobar que la tendencia a
conservar la vibrante y líquida diferenciadas sigue presente. Un escritor dominicano,
Juan Antonio Alix (1833-1917), cuya característica literaria más importante es la de
recrear el habla de su región de origen, el Cibao, escribe este poema:
Mientra el pleito no se bé
concluido definitibo,
ni una coplita escribo,
pero al que beo bamboliai
para ayudarlo a rempujai
yo sí entro en rifa de chibo.25
En este poema tenemos: ayudarlo, pero rempujai (=rempujar) y bamboliai
(=bambolear), con la vocalización de la vibrante. Este fonómeno está presente en otros
poemas del mismo autor: poneino (=ponernos), y en otros poemas populares de esta
misma época de autores tanto de la zona del Cibao como de la región del suroeste del
país, en que aparecen formas como veite (=verte), hablaite(=hablarte), encontraite
(=encontrarte) (Rondas de coplas domincanas del siglo XIX), posei (=poseer) (Coplas
viriles y de lucha del siglo XIX)(cf. Lebrón Saviñón 1982).
La documentación de la vocalización de vibrante en posición final de sílaba
de las formas verbales de infinitivo nos coloca en una nueva persepctiva de análisis de
este rasgo. Se trata de que la alternancia entre formas con vibrante y lateral alveolar y
formas con fusión de líquidas y resultado de palatalización —perdida en fecha
temprana (segunda mitad del siglo XVII), como hemos mostrado— ha sido
desplazada en esta variedad dominicana del español por otras formas alternantes con
procesos diversos que afectan a las consonantes líquidas (r y l ) en contacto.
Henríquez Ureña (1940:148-194) no dedica un apartado específico al
comportamiento de la -r de los infinitivos, pero al tratar de las alteraciones que la r y
la l ofrecen en el habla popular dominicana, ejemplifica con esta forma del verbo: (1)
en posición final, la -r puede sufrir la vocalización (comer > comei), (2) en verbos con
enclíticos, se da la desaparición de la -r (dominame por dominarme), pero también es
posible la asimilación a la consonante siguiente (traerle > traelle, hartarse > jartasse).
Rafael Núñez Cedeño (1980:123) expone hasta seis posibilidades de
realización de estas formas verbales y las analiza en los contornos de sílaba y palabra
en español. Las posibilidades de realización que se toman en cuenta son: (1)
conservación de la vibrante [komprárlo], (2) articulación relajada [komprá lo], (3)
igualación con [l] [komprállo], (4) vocalización [komprájlo], (5) aspiración
[kompráhlo], (6) supresión [komprálo]. Si se toma como unidad fonológica la sílaba,
el análisis de estas formas sería del tipo: tenerlos /te$ner$los/; pero los clíticos que
acompañan a los infinitivos son conmutables en español y por eso puede aplicarse la
frontera de palabra detrás del infinitivo: /yebár#le/.

1
Malkiel, lingüista ejemplar en el análisis de puntos concretos de la fonética iberrománica que
obeceden a factores de causalidad múltiple, en una de sus monografías (Malkiel 1976:757-778) da los
datos necesarios para fijar las décadas de entreguerras como fecha de inicio de investigación sistemática
de la zona fronteriza entre fonología y morfología desde un punto de vista histórico en el marco de la
lingüística románica. Pero este lingüista no se plantea en ningún momento la existencia de la
morfofonología como nivel independiente.
2
Dressler (1985), en el capítulo inicial, hace una exposición muy completa de lo que desde sus orgíenes
(Trubetzkoy [1931]1973) se pensaba podría comprender como nivel separado del sistema lingüístico la
“morfonología” —forma con haplología tomada de la lengua inglesa— o la “morfofonémica”, en
terminología de Hockett ([1958]1971) y otros estudiosos americanos (Matthews 1972). El denominador
común de prácticamente todos los trabajos citados es la interrelación entre fonema y morfema.
3
Como “sintaxis de la palabra” se define precisamente „morfología‟ por parte de D‟Introno, Guitart y
Zamora (1988:154): “Las reglas de formación léxica no son propiedad de cierto módulo sino de la
gramática”, afirman estos autores siguiendo la huella de Morris Halle (1973), que fue el primero en
entresacar reglas morfológicas explícitas que integran un componente de formación léxica
independiente tanto de la fonología como de la sintaxis.— Bybee (1985), como había hecho con
anterioridad con el componente fonológico (Bybee [Hooper] 1976), propone un modelo de universales
morfológicos en el marco de la NGG (Natural Generative Grammar); los principios en los que se basa
son la relevancia y la frecuencia de las unidades semánticas, que permiten distinguirlas con facilidad
desde el plano cognitivo.— Un excelente estudio de la evolución de la morfología como componente
independiente en el marco del generativismo lo ofrecen Hammond y Noonan (1988:1-19).
4
Joseph y Janda (1988:193-210) dedican las primeras páginas de su colaboración a aportar argumentos
sobre la importancia de la dicotomía diacronía/sincronía en los estudios de corte generativista: „the
diachronic aspect: the manner in which earlier synchronic states give way, across time, to new and
somewhat-altered later synchronic states‟ (1988:193-194). Esta importancia concedida a la diacronía
por parte de maestros del generativismo (Halle 1962; Chomsky y Halle 1968; King 1969; Kiparsky
1965, 1982 y 1989) se centraba con carácter exclusivo en el nivel fonológico; sin embargo, a estas
alturas también se han estudiado los niveles morfológico, sintáctico y léxico (Givon 1971;
Klausenburger 1976 y 1979; Matthews 1972 y 1974; Lightfoot 1979; Culicover 1984; Kiparsky 1983;
Janda 1980, 1981, 1984; Joseph 1980).
5
Cf. Bailey (1973); Guy (1991).—Labov (1994:9-112) dedica una primera parte a fijar los puntos
decisivos de su concepción del cambio: 1. el uso del presente para explicar el pasado, 2. el estudio del
cambio en marcha: observaciones en tiempo aparente, 3. el estudio del cambio en marcha:
observaciones en tiempo real. Destaca el siguiente epígrafe: The fundamental paradox of historical
linguistics que termina con un párrafo destacado en letra negrita por el autor: „The task of historical
linguistics is to explain the differences bettween the past and the present, but to the extent that the past
was different from the present, there is no way of knowing how different it was‟ (Labov 1994:21).
6
La referencia completa de esta obra es: Luis Joseph Peguero: Historia de la conquista de la Isla
Española de Sto.Domingo, 1763, Biblioteca Nacional (Madrid), Sección Manuscritos y Raros, nº 739, 2
tomos (edición de Pedro Julio Santiago Canario, Santo Domingo, Casas Reales, 1975).
7
La validez de este tipo de testimonios en lingüística histórica la defendió de facto Fontanella de
Weinberg (1986 y 1987) en otra zona hispanoamericana, la región bonaerense, en un contexto similar
de habla popular recogida por literatos de la época (en su caso, se trata de la literatura gauchesca).
8
Lebrón Saviñón (1982:269) sitúa el lapso cronológico de producción de los decimeros entre las fechas
de la Independencia dominicana (1844) y la de la Restauración española (1875).
9
Estos son dos fragmentos de poemas de la corriente literaria criollista que utiliza —tanto en narrativa
como en poesía— rasgos de lengua que se consideraban próximos a los campesinos y gente urbana pero
de ascendencia rural de zonas como el Cibao o la zona sudoeste de la isla (Baní, Barahona, San Juan de
la Maguana, etc.). Los autores son Rubén Suro y María Díaz de Stern. Los reproduce Lebrón Saviñón
(1982:393 y 396).
10
La literatura popular dominicana corrobora la mayor facilidad de estos contextos para la pérdida de -
d-: rimas del tipo lao ~ enamorao (-ado>-ao), enfermedá ~ clavá ~ ná (-ada>-a), debía ~ medía (-ida>-
ia), nío ~ florecío (-ido>-io), abeitía (por advertida) ~ prendía (-ida >-ia) están presentes en el género
de la copla dominicana, tal como las recoge Lebrón Saviñón (1982:293-299).
11
En contraste con esto, los porcentajes de elisión de la consonante /d/ en posición intervocálica, o los
procesos de sustitución —por ejemplo, en posición final de sílaba o de palabra— por otras consonantes
o vocales a lo largo del siglo pasado y del siglo XX ofrecidos en el trabajo de Henríquez Ureña pueden
servir de punto de referencia, pero se han visto modificados por las investigaciones ulteriores camino de
un porcentaje mayor de pérdida.— Jorge Morel (1978:69), cuando trata de la consonante /d/ en
posición intervocálica, ejemplifica en primer lugar con un grupo de terminaciones, concretamente con
los finales -edo, -ada, -odo de términos como dedo [déo], nada [ná], todo [tó:], que ofrecen porcentajes
de pédida muy elevados en niveles populares y bastante inferiores en niveles cultos; después se refiere a
las terminaciones -ado, -ido, -ida, -udo (tipo soldado [soldáo], perdido [perdío], desnudo [dehnú],
comida [komía]), cuyo nivel de pérdida es sustancialmente superior a los casos anteriores en los niveles
populares y también es más elevado en los niveles cultos.— De su estudio sobre la fonética popular de
Santo Domingo concluye Jiménez Sabater (1984:73) que el desgaste de la consonante [-d-] es mayor de
lo que suponía Henríquez Ureña tanto en sílaba postónica (tipo lodo [ló]) como en sílaba tónica (tipo
maduro [m˜ aúro]), aunque en su caso no especifica los contextos fonéticos de mayor tendencia a la
pérdida.
12
Siguiendo, entre otros, a D‟Introno, E. del Teso y Rosemary Weston (1995:414).
13
Frente a esta cadena evolutiva que parte de una raiz ved-, Alvar y Pottier (1983:259-260), para la
evolución de vimos desde el latín para saldar el problema de la vocal radical vid-, apuntan la siguiente
explicación:‟vidïmus da el dialectal viemos y el analógico vimos, como viestes y visteis’.
14
Las formas con asterisco se corresponden con formas no documentadas, pero posibles en su
realización fonética en el contexto de lengua en que la regularización de paradigma era una tendencia
muy activa: veído por visto, o en otros verbos resolvido por resuelto, que documenta Fontanella
(1987:68).
15
Los cambios de la posición del acento y la resilabización consiguiente es un rasgo de la fonética del
español históricamente considerado y del registro coloquial y vulgar actual, como indica Alarcos
(1994:47-48).— Un amplio panorama de los cambios acentuativos en las diferentes zonas de la
América hispánica la ofreció Alonso (1930). En el análisis de la evolución histórica de la variedad
bonaerense, Fontanella (1987:93 y 153) indica en los siglos XVIII y XIX la persistencia de
desplazamientos acentuales en secuencias vocálicas (tipo óido), en las que intervienen de forma
preferente las vocales medias /e/ y /o/, así como la contracción de dos vocales del mismo timbre (tipo
les por lees).
16
Según la clasificación de Harris (1991:184-185), el español dominicano encajaría en el grupo B de
dialectos hispánicos, que ofrecen alteraciones acentuativas respecto a los dialectos estándar en el
presente de subjuntivo de las segunda y tercera conjugaciones (pasémos, pero cómamos, vívamos).
17
Existe edición de esta obra debida a Emilio Rodríguez Demorizi (ed.), Relaciones históricas de Santo
Domingo, Ciudad Trujillo [Santo Domingo], Archivo General de la Nación, 1945 (t.II).
18
La misma alternancia de radical se da en otros tiempos de este mismo verbo: en 1608, truxesen, y en
el texto que transcribe las actas de un Sínodo, de 1610, aparece traxere.
19
El morfema desinencial con diptongación -ieron aparece en otros verbos de fechas tempranas: 1555,
dixieron; 1581, podieron, etc., pero en nuestro corpus no hemos encontrado ninguna forma diptongada
del perfecto de „traer‟.
20
Según la „escala de relevancia‟ de la teoría de Bybee (1985), el orden de afirjos depende de su grado
de gramaticalización. En estas formas de futuro con clíticos insertos entre verbo y auxiliar lo que se
observa es la mayor relevancia de éstos frente a la categoría de tiempo incorporada al auxiliar, no
gramaticalizada del todo aún en estas fechas, según ejemplifica Enrique-Arias (1993:54-55).— En el
marco de los procesos de „cliticización‟, Fernández Soriano (1993:20-25) habla de un cambio de tipo
de
„cliticización‟ en el paso del español antiguo al moderno para explicar que en el español antiguo los
clíticos pudieran unirse a categorías diversas —se trata de los „clíticos simples‟— mientras que en el
español moderno puedan unirse sólo al verbo, fusión que „se produce en la fonología en el caso de la
enclisis y en la sintaxis en la proclisis‟, pasando a ser morfemas de concordancia con el objeto.
21
Lebrón Sabiñón (1982:390) recoge este poema de Rafael Damirón, en el cual un verso es: „yo me
adré de cuenta‟.
22
La distribución de „cadena de fuerza‟ de las consonantes del español de América supuesta por Bybee
[Hooper] (1976:195-198) no es aceptada por todos los estudiosos de la fonología del español americano
(cf. O.Alba (1988)).— Harris (1991:37) afirma: „Sólo los grupos de obstruyente más líquida
constituyen ataques bisegmentales bien formados en español‟. Más adelante (ibíd.:48-49) precisa que
en las secuencias de elementos de los ataques bisegmentales del español „sólo coaparecen ciertos
miembros de estas clases primordiales‟ (obstruyentes + líquidas): pr/pl, br/bl, fr/fl, tr/tl, dr/*dl, kr/kl…
23
La escasez de representación de la forma alternante del presente de subjuntivo haiga en la
documentación dominicana de los siglos XVIII y XIX contrasta con la abundancia con que documenta
en la región bonaerense Fontanella de Weinberg (1986:18-19) no solamente en la documentación
archivística sino también en la literatura popular gauchesca, en la que es la variante más utilizada.
24
Lapesa (1981:211 y 391-392) lo coloca como fenómeno de „fonética de la frase‟ presente en el
español desde su etapa arcaica y que llega hasta la primera parte del siglo XVII en la lengua oral,
relegándose su aparición a la lengua literaria de la segunda parte de este mismo siglo.
25
Lebrón Saviñón (1982:369) dice del estilo de este autor: „La mayoría de sus décimas y coplas están
escritas en el habla pintoresca de los cibaeños. Reproduce en ellas las actitudes, los hábitos, los
sentimientos y los refranes de nuestros hombres del campo‟.

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