Etica Experimental Indice e Introduccion

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Una introducción a la ética experimental

Book · June 2020

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3 authors, including:

Fernando Aguiar Hugo Viciana


Spanish National Research Council University of Malaga
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Una introducción a la ética experimental
Problemas, enfoques y métodos
Colección Teorema
Serie mayor
Fernando Aguiar, Antonio Gaitán y Hugo Viciana

Una introducción
a la ética experimental
Problemas, enfoques y métodos

CÁTEDRA
TEOREMA
1.ª edición, 2020

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido


por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las
correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para
quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren
públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística
o científica, o su transformación, interpretación o ejecución
artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada
a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

© Fernando Aguiar González, Antonio Gaitán Torres


y Hugo Viciana Asensio, 2020
© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2020
Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid
Depósito legal: M. 8.707-2020
ISBN: 978-84-376-4144-7
Printed in Spain
Índice

Agradecimientos ...............................................................................11

Introducción ....................................................................................13
Teoría moral, datos empíricos .................................................... 15
Ética práctica, ética experimental ............................................... 15
Este libro .................................................................................... 17

Capítulo 1. La complejidad de la conducta moral ..............................21


Lo que decimos y lo que hacemos .............................................. 22
La lógica evolutiva de la cooperación .......................................... 25
De la cooperación al estatus: la coevolución de nuestra disposi-
ción valorativa ..................................................................... 28
El prototipo del juicio moral y su temprana adquisición ............. 33
Las condiciones materiales de la moral: del cotilleo a las grandes
religiones moralistas ............................................................. 37
De los valores de Agraria a los valores de Industria... ¡Y más allá! .40
Allá vamos ................................................................................. 44

Capítulo 2. La cooperación moral ......................................................45


Los primates y los niños primero ............................................... 47
La cooperación intencional ........................................................ 50
Normas sociales, normas morales .............................................. 51
Vigilar y castigar: reciprocidad débil y reciprocidad moral .......... 56
Las dinámicas de la cooperación moral ....................................... 62
Conclusión ................................................................................ 64

7
Capítulo 3. El sentido y las circunstancias de la justicia .....................67
La justicia y sus circunstancias .................................................... 68
De nuevo niños y primates ......................................................... 70
Intuiciones morales y sociedades de mercado ............................. 72
Imparcialidad experimental ........................................................ 76
Justicia como proporcionalidad: esfuerzo y mérito ...................... 81
La justicia y los límites de la desigualdad .................................... 85
Conclusión ................................................................................ 87

Capítulo 4. Desacuerdos y diversidad moral ......................................89


Buscando las diferencias morales ................................................ 91
¿Un menú variado a partir de ingredientes comunes? ................. 94
¿Y si las diferencias no son morales? ............................................ 98
¿Desacuerdos profundos? ........................................................... 104
Los huidizos desacuerdos profundos ........................................... 106
Más y mejor evidencia ................................................................ 108
Comprensión empírica y explicaciones desactivadoras ................ 110
Conclusión ................................................................................ 112

Capítulo 5. Metaética experimental ...................................................115


Intuiciones metaéticas ................................................................ 116
Midiendo nuestras intuiciones metaéticas .................................. 120
Factores predictivos, ¿y alguna causa? ........................................ 127
El impacto ecológico de las creencias metaéticas ......................... 133
Conclusión ................................................................................ 137

Capítulo 6. Creencias filosóficas ordinarias y agenda pública .............139


La filosofía popular .................................................................... 140
¿Cambiando el mundo o solo interpretándolo? .......................... 143
Creencias filosóficas populares: tres hipótesis alternativas ........... 147
El libre arbitrio popular: ¿epifenomenalismo?, ¿motivacionismo?,
¿revisionismo? ...................................................................... 152
El concepto de suerte y las políticas públicas ............................. 157
Conclusión ................................................................................ 163

Capítulo 7. Utilitarismo y filosofía experimental ................................165


La revolución utilitarista ............................................................. 165
¿Por qué seguimos reglas morales? .............................................. 168
La cara oculta del utilitarismo .................................................... 171
Dilemas del tranvía y deontologismo .......................................... 173

8
La tranviología en el mundo real ................................................ 176
Midiendo el utilitarismo ............................................................ 181
Conclusión ................................................................................ 186

Capítulo 8. ¿Es útil enseñar ética? ......................................................189


Nuevos retos para una vieja pregunta ......................................... 189
El anillo de Giges y los ensayos controlados aleatorizados ........... 194
¿Qué sabemos? Entre el meta-análisis y los paneles de expertos ..... 196
El pasmo moral y la transmisión de saberes ................................ 199
El saber común como fuente de normas sociales ......................... 202
¿De verdad es inane el razonamiento? ......................................... 205
¿Qué saberes transmitidos pueden ser disruptivos? ..................... 210
Conclusión ................................................................................ 217

Apéndice. Argumentos filosóficos contra la naturalización (y una coda


metodológica) ................................................................................219
¿Podemos naturalizar la ética? ..................................................... 220
Algunas orientaciones metodológicas ........................................ 230

Bibliografía .......................................................................................239

9
Agradecimientos

Escribir estas páginas ha sido una empresa cooperativa desde el


principio. Cooperativa en sentido pleno: aunque hay que poner un
orden de autoría bajo el título (en nuestro caso el orden es alfabético),
queremos remarcar aquí que esce es un libro a seis manos, donde codos
los autores han contribuido en la misma medida, implicándose en cada
uno de los capítulos.
Cuando este libro no era más que un proyecto, organizamos un
seminario para explorar algunas de nuestras intuiciones sobre la estruc­
tura, los temas y el enfoque general. A esa primera reunión asistieron
Félix García Moriyón, Luis Miller, Blanca Rodríguez y Jesús Zamora.
A ellos les corresponden los primeros agradecimientos. Durante el largo
periodo que siguió a esa primera y lejana reunión hemos pedido conse­
jo a numerosas personas, buscando una perspectiva distinta y tratando
de minimizar olvidos y errores. También hemos aprovechado los co­
mentarios y sugerencias que sobre este material se nos han hecho en
seminarios y congresos varios, sobre capítulos concretos o sobre argu­
mentos o secciones. Estamos en deuda con Fernando Broncano, Rafael
Cejudo, Francisco Garrido Peña, Iván González-Cabrera, Javier Gon­
zález de Prado, lvar R Hannikainen, Francisco Herreros, Pedro Fran­
cés, Marta García-Alonso, Toni Gomila, María Jiménez Buedo, Roxa­
na Kreimer, Miguel Moreno, Manuel de Pincdo, David Rodrígucz­
Arias, Alejandro Rosas, Sergi Rosell, Manuel Sánchez, Arancha San Ginés,
Eva Sotomayor, David Teira, Jesús Vega y Neftalí V illanueva.

11
Este libro se ha redactado durante el disfrute de varios proyectos de
investigación. Fernando Aguiar, Antonio Gaitán y Hugo Viciana han
disfrutado de financiación desde el proyecto del Plan Nacional de In­
vestigación «CONSTISUJE- La constitución del sujeto en la interac­
ción social. Identidad y normas desde la Epistemología, la Filosofía de
la Acción y la Filosofía Experimental», FFI2015-67569-C2-2-P. Re­
cientemente se ha constituido la Red de Excelencia <<APPLY - Nuevas
tendencias en filosofía aplicada. De la filosofía teórica a los retos de la
sociedad» (RED2018-102695-n, de la que formamos parte los eres
autores de este libro y con cuya orientación y metodología nos identifica­
mos plenamente. Los autores también forman parte de la Red de Exce­
lencia en Ciencias Sociales Experimentales (RED2018-1032385-T).
De manera más reciente, Fernando Aguiar y Hugo Viciana han dis­ Introducción
frutado también de financiación desde el proyecto del Plan Nacio­
nal «Filosofía experimental y nuevas tecnologías: las consecuencias
éticas, sociales y normativas de la robótica y la mejora humana» ¿Estaría dispuesto a matar a un inocente? ¿Robaría usted a un ami­
(RTI2018-098882-B-100). Antonio Gaitán desde el proyecto del Plan go? ¿Trataría con crueldad a sus seres queridos? Incluso las organizacio­
Nacional «EPISTEPOC - Epistemología política y patologías del co­ nes criminales -piratas, mafiosos, narcotraficantes- se han regido
nocimiento» FFI2019/00397/001. siempre por normas muy rígidas que apelan al sentido del deber, la
justicia y el honor. En una de las escenas más famosas de El Padrino,
Vito Corleone afea a uno de sus protegidos, durante la boda de su hija,
que le pida asesinar a un hombre. «Vienes a la boda de mi hija y me pides que
mate a un hombre», le espeta, entre contrariado y triste por el giro que las
costumbres mafiosas están tomando. Aunque este tipo de peticiones po­
drían resultar normales para la mafia cuando se hacen en la trastienda de
un restaurante, hacerlas durante una boda, en la que codas las familias
están reunidas en torno al vino y la música, resulta claramente inadecua­
do. Incluso para los gustos morales de don Vito.
¿Qué haría don Vito si encontrara una cartera abandonada repleta
de billetes? Quizá la devolviera, el dinero le sobra. ¿Y qué haría usted?
El comentario desde la barra del bar resuena nítido: «¿Quién no se
quedaría con el dinero de una cartera perdida, eso sí, devolviendo los
documentos?». Según un estudio publicado en 2019, casi.nadie se que­
daría con el dinero (Cohn eta!., 2019). Se trata de un interesante expe­
rimento en el que se dejaron abandonadas 17 000 carteras, con distintas
cantidades de dinero, en 355 ciudades de 40 países de todo el mundo.
En todos los países lo más frecuente fue que la gente devolviese la car­
tera, especialmente cuanto más dinero tenía. La gente se comportó de
manera cooperativa, casi nadie quería sentirse como un ladrón. Lo in-

12 13
teresante es que cuando se preguntaba a los participantes en una en­
cuesta qué haría la gente en esas condiciones, casi todos predecían que TEORÍA MORAL, DATOS EMPÍRICOS
serían devueltas muchas menos carteras. Tenían muchas dificultades
para predecir que cuanto mayor fuera la cantidad de dinero, más carte­ En las últimas décadas una ingente cantidad de trabajo experimental
ras se devolverían. se ha sumado, desde diversas disciplinas, al esfuerzo de entender mejor el
Una de las lecciones que emergen con más fuerza de las ciencias del componamiento, los juicios y las intuiciones morales. El surgimiento de
comportamiento y de la mente en estas últimas décadas es que predeci­ una rama experimental dentro de la füosofla es quizás una de las princi­
mos mal nuestra conducta. Cuando nos guiamos solo por nuestras in­ pales novedades dentro del variado y complejo ámbito filosófico. El giro
tuiciones o la pura introspección, solemos errar más al predecir cómo experimental ha tocado también la reflexión ética o lo que se conoce
actuaremos o cómo reaccionaremos emocionalmente, cómo nos senti­ como filosofía moral. Dentro de la filosofía moral hay dos actitudes
remos &ente a determinados escenarios, en particular aquellos que son consistentes con la imagen científica del mundo. Una es la del filósofo o
algo distintos de los que hemos vivido. No nos conocemos tan bien filósofa que consume de manera crítica y reflexiva los resultados de
como suponemos, tampoco desde un punto de vista moral. otros trabajos empíricos provenientes de otras disciplinas, con el objetivo
E.sea intuición se puede elaborar un poco más. En el terreno de la de informar su campo y repensar sus conceptos. Otra es la actitud del
moral, el contraste entre lo que el filósofo Wilfrid Sellars denominó «la füósofo o filósofa experimental, que además de incorporar hallazgos
imagen manifiesta» y la «imagen científica» es enorme y sin duda tiene científicos de otros dominios también busca producir resultados a partir
unas consecuencias prácticas ineludibles. Por c<imagen manifiesta» en­ de métodos de observación, experimentos controlados u otros tipos de
tendemos toda una serie de ideas comunes y cotidianas que la gente input donde es el propio filósofo el que ha participado en su recolección
suele tener sobre qué es la moral, cómo suele actuarse en situaciones o análisis. Desde hace décadas contamos con excelentes estudios empíri­
moralmente cargadas, cómo evoluciona o degenera moralmente el cos sobre utilitarismo y deontología, sobre normas morales y convencio­
mundo, la existencia del mal, la naturaleza de la corrupción, la forma nales, sobre egoísmo y altruismo, sobre las bases morales de la coopera­
f
de las normas sociales, etc. Por «imagen cientí ica» entendemos la vi­ ción, sobre justicia e igualdad, sobre desacuerdo moral, sobre metaética,
sión particular que va emergiendo poco a poco, a partir de los estudios sobre creencias e intuiciones morales, etc. ¿Quiénes los realizan? Psicólo­
de conducta, la toma de decisiones, la ética de las organizaciones y el gos, economistas, sociólogos y antropólogos... pero también filósofos.
escrutinio y filosófico de las instituciones morales. Este libro defiende ambas vías a la hora de integrar la evidencia y re­
Como filósofos experimentales que somos, en este libro nos con­ flexión moral: que los filósofos morales estén abiertos a la evidencia expe­
centraremos muy especialmente en ese abismo que separa la imagen rimental cuando sea preciso y que los filósofos morales sean capaces de
manifiesta y la imagen científica. Creemos que centrarnos en la brecha colaborar con otras disciplinas para obtener evidencia experimental sobre
entre lo que se piensa y cómo se actúa, entre lo que se denuncia y lo que cuestiones moralmente controvertidas o sobre aspectos concretos de nues­
se hace, entre los conceptos de la gente y los que emergen de la teoriza­ tro pensamiento y conducta morales. Que sepan lo que dice la mejor cien­
ción basada en los mejores datos empíricos disponibles, centrarnos en cia, pero que también sean capaces de proponer experimentos que testen
esas discontinuidades, insistimos, puede aportar muchos frutos. Nues­ nuestros conceptos e intuiciones y que contribuyan, como vimos arriba, a
tras capacidades predictivas mejoran mucho cuando, en v� de confiar una mejor comprensión de nuestra vida moral y nuestras teorías éticas.
solo en nuestras intuiciones y en la pura introspección, nos apoyamos
en estudios sistemáticos sobre la conducta real de la gente en determi­
nadas situaciones (Sycsma y Livengood, 2015). Nuestra comprensión ÉTICA PRÁCTICA, ÉTICA EXPERIMENTAL
de dichas situaciones aumenta. Nuesuas teorías sobre la realidad del
bien y del mal y sobre cómo promover conductas virtuosas mejoran. Las cuestiones prácticas no son ajenas a la filosofía. La llamada
c<ética práctica», por ejemplo, es una de las disciplinas más boyantes en

14 15
su empeño por arrojar luz sobre problemas morales acuciantes. La in­ pues, de atenerse a los datos y realizar análisis empíricos que permitan
geniería genética, la ética de los robots autónomos, el tratamiento que encender lo que los agentes morales hacen en situaciones de desacuer­
les debemos a los animales, nuestra responsabilidad y obligaciones fren­ do, también lo que piensan, ofreciendo en ambos casos información
te al cambio climático, codos ellos son desafíos que han ocupado a valiosa para responder a las cuestiones éticas o los dilemas que•nos pre­
multitud de filósofos en las últimas décadas. Algunas propuescas surgi­ ocupan. Así pues, cualquier recomendación normativa sobre cuestiones
das de la ética práctica son alcameme innovadoras y alumbran posibili­ moralmente cargadas proveniente de cualquier institución o agente social,
dades de progreso humano. incluidos los que proceden de la füosofla aplicada y la ética práctica, de­
La ética práctica pretende resolver problemas sociales moralmente bería tener presente lo que ya comenzamos a saber sobre nuestra con­
cargados. Esto quiere decir que en última instancia su objetivo es faci­ ducca moral gracias a los experimencos y otras fuentes empíricas, evi­
litar orientación o consejo, medidas que puedan aplicarse en determi­ tando así que se propongan medidas basadas en supuestos irreales.
nados contextos que codos reconocemos como problemáticos. La ética
práctica es, pues, una disciplina con un fuerce componente normativo:
su aspiración es dilucidar qué debe hacerse en una determinada situa­ ESTE LIBRO
ción o rango de situaciones.
La ética experimencal guarda relación con la ética práctica, pero La ética experimental abraza un compromiso metodológico muy
bien entendida ofrece un enfoque complementario al adoptado por la general. Pero, como suele decirse, «el diablo reina en los detalles» y «la
ética práctica. Por ejemplo, anees de buscar el principio moral que prueba está en el pudin» y lo que parece plausible o sensato de modo
sustentará nuestras recomendaciones en varios ámbitos, quizás con­ general debe sustantivarse y concretarse, de modo que seamos capaces
venga conocer las opiniones efectivas de la gente sobre ciertas dispu­ de evaluar en qué consiste «atender a la mejor evidencia experimental
tas morales. ¿Es verdad que las omisiones son siempre consideradas sobre nuestra conducta moral» y qué utilidad tiene. El propósito de este
como menos gravosas que las acciones? Esca intuicióh tiene una rele­ libro es concretar este compromiso metodológico general, atendiendo
vancia tremenda en algunos debates aplicados (como el de la eutana­ para ello a varios ámbitos que resultan centrales para conformar nuestra
sia), así que parecería conveniente saber cómo se articulan las intuicio­ conducta y personalidad morales.
nes de las personas sobre escas materias antes de proponer un principio El contexto social más general que enmarca nuestra conducta mo­
moral resolutorio que supuestamente acomode nuestras «intuiciones ral será el foco del capítulo l. Aunque la virtud moral o la integridad
morales». suele presentarse como un rasgo personal, lo cierto es que nuestra vida
Cuando se propone una recomendación normativa, o una inter­ moral solo se entiende si la ubicamos en la interacción, en el contexto
vención concreta, ya sea legislativa o institucional: ¿no es imprudente social. Asumiendo ese contexto interactivo en su sentido más amplio,
ignorar que esta distinción entre acción y omisión -para algunos filó­ en este capítulo nos ocuparemos de señalar dos grandes disposiciones,
sofos irrelevante- quizás sea abrazada de hecho por un porcentaje que servirán de marco a gran parce de los temas que se abordan des­
muy elevado entre los profesionales de la salud? Encender las intuicio­ pués. Por un lado, nuestra disposición a enunciar nuestra posición mo­
nes efectivas de los profesionales en estos contextos es vital. ¿Queremos ral y a denunciar la posición moral de los demás. Una parce del primer
que la ética práctica sea la aplicación de teorías morales o queremos que capítulo se ocupa de desentrañar el componente lingüístico que en la
contribuya a resolver cuestiones prácticas? Si queremos lo segundo, las discusión filosófica se ha colocado bajo el paraguas general de losjuicios
intuiciones efectivas importan. Por lo que conviene suplementar la éti­ moraks. Por otro lado, esbozaremos los rasgos generales de una disposi­
ca práctica con la ética experimental. ción práctica, que nos orienta hacia la conducta. La moral implica emi­
La ética experimental, por canto, aspira a recopilar la mejor eviden­ tir juicios morales y también actuar de acuerdo con ciertas normas mo­
cia empírica antes de hacer recomendaciones encaminadas a resolver rales. Son dos disposiciones que resulta fundamental tener presentes si
desacuerdos con un fuerce componente moral (Appiah, 201 O). Se trata, no queremos perdernos en el frondoso bosque de la moral.

16 17
A partir de esa disposición práctica o conductual abordamos el sur­ los relativistas morales, que piensan que la moral c�mbia y que en últi­
gimiento de la cooperación moral en contextos sociales, siendo esce el ma instancia es un asunto subjetivo, o los objetiviscas morales, que creen
foco del capítulo 2. Gran pane de nuestra conducta y sensibilidad que la moral es una y que no depende en absoluto de nuestra sensibili­
morales surgen como una respuesta compleja, a veces adaptativa, ante dad? ¿Y qué explica que alguien sea un objetivista o un relativista mo­
cienos dilemas cooperativos muy básicos, dilemas que se repiten en múl­ ral? ¿Cómo podemos disfrutar al máximo de los aspectos constructivos
tiples contextos y de cuya larga sombra no podemos escapar. En este del compromiso moral sin sufrir sus consecuencias más perniciosas? ¿Es
capítulo presentamos evidencia empírica relacionada con nuestra dis­ esto siquiera posible?
posición cooperativa. Un aspecto que conviene resaltar de este libro -y que creemos que
Cooperamos para conseguir entre todos un premio mayor. Ahora lo separa de otros libros recientes de temática similar, aunque más cenera­
bien, una ve:z. que hemos conseguido el premio, ¿cómo lo repartimos? dos en la biología o en la psicología de nuestra conducta moral- es su
Las demandas de justicia que surgen en diferentes contextos sociales, interés por las creencias que la gente abraza en su vida cotidiana. Como
demandas centradas en el reparto de recursos entre los miembros de dijimos antes, nos interesa sobremanera «la imagen manifiesta del mun­
una comunidad, unificarán la evidencia experimental que se discutirá do» en el terreno de lo moral. Es en este nivel manifiesto el mismo en d
en el capítulo 3. Desde los albores de la filosoBa moral, la justicia ha que el influyente filósofo Peter Scrawson siruó las llamadas actirudes reac­
ocupado una plaza predominante entre las preocupaciones éticas. Por si tivas. El nivel de lo cotidiano. En el capítulo 6 atendemos a algunas de
fuera poco, en el actual contexto político, caracterizado por una des­ las creencias que aparecen en ese nivel, en especial a un grupo peculiar
igualdad creciente y una fuerte demanda de igualdad, conviene tener que ha recibido una larga elaboración filosófica. Nos referimos a nuestras
presente lo qm: sabemos sobre nuestras intuiciones de justicia. También creencias populares sobre el libre albedrío, la responsabilidad o el mérito.
sobre la relación de esas intuiciones con otras que tienen que ver con el Strawson será importante en este capítulo, por su atención a este ámbito
mérito o el esfuerzo. cotidiano, como hemos apuntado, pero también por ofrecer tm marco
El capítulo 4 aborda el tema de la variación moral. ¿Cómo enten­ general que nos obliga a pensar la relación entre creencias populares y
der el debate en torno al relativismo y el universalismo a la luz de la elaboraciones o teorizaciones filosóficas. Una importante conclusjón de
mejor evidencia empírica? En este capítulo revisamos esa evidencia y este capítulo es que nuestras creencias populares sobre la libertad o el
distinguimos entre diferentes tipos de desacuerdos, separando aquellos mérito tienen un asiento mucho más estable en nuestra psicología de lo
que son más o menos rracables a partir de métodos deliberativos comu­ que se suponía. Conocer ese sustrato podría resultar determinante para el
nes a otros dominios (fucruales) de aquellos otros (desacuerdos morales diseño y la implementación de soluciones para algunos de los problemas
profundos) que escapan a las soluciones propias de esos dominios. Los que nos preocupan en la actualidad.
desacuerdos profundos o fundamentales Uevan aparejados reros especí­ Si de implementar políticas se trata, seguramente ninguna teoría
ficos para nuestra convivencia democrática. Dichos desacuerdos pue­ moral haya sido más citada, pero también más incomprendida, que el
den incidir de modo crucial en algunos debates meta-éticos, como el utilitarismo. Politólogos, sociólogos, economistas, y en general tertulia­
referido al relativismo moral y sus variedades o la perspectiva que de­ nos varios, han incorporado variantes más o menos articuladas de utili­
fiende un meta-escepticismo moral general como resultado de esa va­ tarismo a su discurso. El utilitarismo también ocupa un lugar destacado
riación fundamental. en el reciente movimiento experimencalista y el capítulo 7 presenta
En el capítulo 5 nos ocuparemos de la incidencia que tiene nuestra alguna evidencia empírica reciente que nos puede ayudar a comprender
tendencia a moralizar u objetivar nuestra posición moral para ciertas mejor los límites y posibilidades del utilitarismo como moral pública.
dinámicas y procesos sociales -<iesacuerdo, deliberación, negociación, ¿Pensamos como utilitaristas? ¿Lo hacemos en cualquier contexto?
etc.-. Este capítulo se centrará en lo que empieza a conocerse corno ¿Hay dominios donde la deliberación utilitarista resulta impensable?
«metaécica experimental», es decir, en nuestras creencias de segundo Muchos problemas morales requieren intervenciones cuidadosas,
orden sobre nuestras propias opiniones morales. ¿Son más tolerantes pequeños «empujoncitos» (nudges) que pareen de la mejor evidencia

18 19
empírica sobre nuestra conducta moral para proponer medidas realistas
y efectivas. Pero en ocasiones los problemas morales parecen exigir que
enseñemos a la gente lo que está bien y lo que está mal, que seamos
capaces, en suma, de enseñar ética y hacerlo de modo efectivo. ¿Pero se
puede ensefiar la ética? ¿O estamos siendo guiados engañosamente por
nuestra imagen manifiesta de la moral? En el capítulo 8 nos pregunta­
mos precisamente eso. Se asume con demasiada facilidad que la ética
puede enseñarse, pero no está claro cuál sea el mejor modo de acometer
esa enseñanza. Este capítulo repasa la mejor evidencia empírica dispo­
nible en torno a esa importante cuestión. Al hilo de ese repaso surgirán
cuestiones interesantes sobre nuestra deliberación moral y sobre algu­
nas de las funciones que tiene esa deliberación a la luz de la evidencia
empírica. CAPÍTULO 1
En varios capítulos se intercalan una serie de «cuadros», separados
del cuerpo de texto principal. El propósito de esos «cuadros» es presen­ La complejidad de la conducta moral
tar al lector temas que resultan tangenciales o curiosos, también llama­
tivos, o con una relevancia práctica clara. Lo que los unifica es difuso,
pero por diversos motivos esos temas no han podido tratarse en detalle Si la moral fuera una cosa se asemejaría a un gran ovillo. Un ovillo
en el grueso del libro. Su inclusión pretende decirle al lector que están antiguo compuesto de hilos de diferentes colores y grosores, enrollados en
ahí, que son interesantes y que deben ser tenidos en cuenta. Los cua­ momentos diferentes por gente muy distinta. Este ovillo tiene una larga
dros abren nuevas vías y matizan algunas de las cosas que se dicen en el historia, o eso sospechamos, pero también parece que «siempre ha estado
cuerpo de texto principal. Si los hemos colocado bien, cada uno de ellos ahí», listo para usarse de las más diversas formas: algunos lo han usado para
debería alumbrar alguna cuestión interesante al hilo de la narrativa unir, otros para separar. Algunos corcaron trozos y se sirvieron de ellos
principal de cada capítulo. para propósitos loables, ocros usaron el ovillo para fines más oscuros y tris­
tes. Algunos de esos usos hoy nos parecen abominables. Esca variedad de
usos y su potencial peligrosidad ha empujado a algunos a sugerir que lo que
deberíamos hacer de una v� por codas es deshacemos del ovillo. Dejemos
de moralizar en nuestra vida cotidiana, pero también en la política y el de­
bate público. Como el lector habrá adivinado, el ovillo sigue corriendo de
un lado a otro entre nuestras vidas a pesar de estas admoniciones, está
siempre rodando y aunque nos empeñemos en esconderlo o ignorarlo apa­
rece en los momentos y en las situaciones más insospechadas.
Nadie sabe a ciencia cierta para qué sirve el ovillo de la moral. Lo
único que parece claro es que sus hilos enmarañados resultan más útiles
para unas cosas que para otras. Como nadie acaba de tener claro si no nos
iría mejor sin él, se sigue usando para múltiples propósitos, con desigual
fortuna. Este libro quiere contribuir a desenrollar ese ovillo. Queremos
sacarlo de debajo del sillón y ponerlo sobre la mesa de disección, a la luz
de todos. El ovillo tiene muchos hilos, así que no vamos a tratar de tirar

20 21
de todos ellos. Nuestro objetivo es tirar de los más gruesos y de algunos de ceros con la Agencia Tributaria, pese a sus compromisos públicos con
los más largos. También diremos algo acerca de la utilidad de esos gran­ las políticas redistributivas; un senador estadounidense dimite tras co­
des hilos del oviUo enmarañado de la moral ¿Para qué podemos usarlos? nocerse que animó a su amante a abortar pese a votar repetidamente
¿Por qué se han embrollado? Responder a escas preguntas nos permitirá contra medidas que facilitaban la interrupción del embarazo; el direc­
saber mejor qué cosas pueden sujetarse con dichos hilos y qué cosas es tor general de una gran compañía, que ha recibido numerosos premios
preferible no tratar de arreglar con ese peculiar material. y que es considerado como el perfecto ejemplo de buena gestión por los
Evidentemente, no somos los primeros que intentan desenrollar el demás directivos, es investigado por falsificar las cuencas y apropiarse de
ovillo de la moral. La ética es una disciplina añeja con más de 2000 ingentes fondos de su empresa; trasciende otra historia de ocultamiento
años de historia y durante este largo periodo muchos filósofos han in­ y protección de casos de pederastia dentro del sacerdocio católico; un
tentado arrojar un poco de luz sobre nuestras prácticas y costumbres ex primer ministro socialista portugués es investigado por haber llevado
morales. Aunque nuestro libro bebe también de esas influencias clási­ una vida de lujo pasando la factura a posibles testaferros amigos de la
cas, su novedad radica en que trata de desembrollar el ovillo de la moral infancia. ¿Les suena? Seguro que sí. Pero no traemos a colación estos
atendiendo principalmente a lo que la ciencia nos dice sobre alguno de ejemplos para señalarlos con el dedo y quedarnos ahí. Aunque nos pa­
los hilos que componen la maraña. Para ello vamos a empezar identifi­ recen casos muy graves, conviene reparar en que desde una perspectiva
cando eres grandes hilos, en torno a los cuales se ofrecerá evidencia científica más general su interés es bastante limitado: son ejemplos de
empírica en los capítulos que siguen. No pretendemos ser sistemáticos dinámicas y procesos más generales, que son mucho más relevantes y
en este capítulo, por lo que muchas pregunt as quedarán pendientes. que conviene encender.
Nuestro objetivo es modesto: queremos que el lector renga un marco ¿Qué dinámicas y procesos nos interesa resaltar al reparar en estos
general que le ayude a anticipar algunas de los temas que serán tratados casos? La investigación empírica sobre el juicio moral y la conducta
de modo más detallado en los capítulos siguientes. cooperativa subraya que hay dos vértices fundamentales en nuestra vida
En lo que sigue vamos a identificar un primer hilo, que tiene que ver moral: uno relacionado con la actitud de aprobación o condena de las
con nuestra disposición a actuar de acuerdo con normas morales. Tam­ conductas de los demás, el otro con la conducta propia: lo que decimos
bién nos ocuparemos de un segundo hilo, centrado en nuestra disposi­ y lo que hacemos. Por un lado, aquellas disposiciones evaluativas (enun­
ción a evaluar moralmente. Expresamos opiniones morales, criticamos a ciaciones valorativas que a menudo tienen carácter de denuncias) que
los demás por comportarse de modo inmoral y pasamos gran parte de expresan nuestros compromisos con ciertas normas y de las que hace­
nuestra vida social inmersos en este discurso moralizante. Finalmente, mos gala al evaluar moralmente en la arena pública, condenando o
comenzaremos a desenrollar un tercer hilo largo y grueso, que ilustrará alabando una acción («Pepito actuó mal con Teresa» o «Ayudar a los
las bases materiales de nuestra vida moral y las situaciones que envuelven pobres es un deber moral»). Por otro lado, aquellas disposiciones y con­
el contexto de nuestra conducta. Separar estos tres hilos es el paso pre­ ductas (generalmente cooperativas) que implican el seguimiento efecti­
vio para poner un mínimo de orden en este gran ovillo. La moral tiene vo de normas sociales y morales y que ejemplificamos, pongamos por
que ver con lo que hacemos, con lo que decimos y con el contexto caso, cuando cumplimos una promesa importante o cuando sacrifica­
material en el que interactuamos con otras personas. mos nuestro interés más inmediato en pos de nuestra familia, nuestra
empresa o nuestra comunidad.
Si empezamos subrayando esta distinción elemental entre disposi­
Lo QUE DECIMOS Y LO QUE HACEMOS ciones evaluativas y disposiciones cooperativas es porque a menudo las
mezclamos cuando hablamos de·la moral. Sin embargo, no solo las ca­
El conocido fiscal que impulsó la investigación judicial por abusos tegorías son distintas en el plano de la distinción abstracta, también
sexuales en Hollywood es investigado a su vez por varias acusaciones de están sometidas a regularidades y procesos diferentes. Si hay una con­
violación; un conocido actor es condenado por un desliz de muchos clusión sólida que emerge de las investigaciones en las distintas ciencias

22 23
del comportamiento durante las últimas décadas esta es que las dos yo y mi circunstancia» re-L.a la famosa cica de José Ortega y Gasset. «Y si
disposiciones mencionadas operan de modo distinto, con limitaciones no la salvo a ella, no me salvo yo,., prosigue el filósofo madrileño (Onega
distincas, ancladas como están probablemente en sistemas cerebrales y Gasset, 1914/2005). ¿Cuáles son, pues, las circunstancias más relevan­
que evolucionaron para cumplir funciones distintas. tes para la ética? Se trata de una cuestión empírica además de teórica.
Cuando el niño de dos años, que apenas ha aprendido a utilizar los
primeros rudimentos dd lenguaje, nos cuenca lo que le ha hecho otro
niño, estamos asistiendo a los primeros pasos de la disposición evalua­ U LÓGICA EVOLUTIVA DE LA COOPERACIÓN
tiva moral. Si todo va bien, en poco tiempo el nifto será un auténtico
virtuoso de la denuncia que disfrutará chivándose de lo que hacen otros
niños. Por el contrario, cuando se trata de conduccas tales como com­
parw, no quitar juguetes a otros niños o no empujar, las habilidades
necesarias para su sostén suelen desarrollarse más despacio. Una dispo­
sición valoraciva que explota una determinada norma («no se debe an­
dar a empellones por un juguete,.), y cuya finalidad es básicamente co­
municativa, depende de sistemas cerebrales específicos que tienen un
desarrollo más temprano que las capacidades para la comprensión y el
autoconcrol necesario para seguir esa misma norma.
En general, expresar una evaluación moral con la que te identificas te
da buenos motivos para actuar conforme a ella. Nuestra capacidad para Imagen adaptada a partir de un original deJeffrey Northcy, con permiso del autor.
expresar compromisos morales y para sustentar conductas que vayan en
la dirección de esos compromisos resulta clave. Pero también conviene
no perder de vista que, cuando nos ident.ificamos públicamente con cier­ En las aguas azules de la costa sur de la isla de Lembata (Indonesia),
tos valores, algunos concouos son más propicios para su realización efec­ a poco más de un kilómetro de la orilla, varias barcazas se agrupan
tiva que otros. Puede ser útil, por canto, conocer en qué circunstancias donde los vigías han creído avistar un cachalote. Es la temporada seca y
cenemos más papeletas para comportarnos de acuerdo con aquellos com­ la salida estaba prevista desde la noche anterior. Siguiendo una comple­
promisos morales que abrazamos en público. Aquí «circunstancia• debe ja organización, el dueño de la bararza (miembro de uno de los subcla­
encenderse en sentido amplio. Puede referirse a los diferentes contextos nes que controlan la caza tradicional) ha reunido a una tripulación de
en los que se ejemplifica (o no) una conducta moral, acentuando, por ocho hombres. Destacan el timonel y el arriesgado arponero. Los otros
ejemplo, aquellos factores situacionales que afectan negativamente al tripulantes se encargan de remar y achicar el agua. Cuando no hay que
cumplimienco de una norma moral (Doris, 2006). Y también puede re­ faenar, en tierra también es necesario coordinar los esfuerzos de los ar­
ferirse a contextos más amplios, en los que esraríamos interesados en tesanos que supervisan el mantenimiento de la barcaza, el arpón de
describir las condiciones materiales que enmarcan un determinado con­ bambú o las velas. También hay que negociar con otros miembros del
junco de normas morales, un determinado universo moral. clan que guardan y mantienen la embarcación durante el año. Para la
La ética erara de cómo actuar en condiciones en las que el obrar de caza mayor, como la del cachalote, no es raro que varias embarcaciones
cierto modo en beneficio de otros puede ser contrario a consideraciones cooperen, afrontando juntas el peligro de acechar a la ballena y ayudan­
de interés propio o allí donde intereses dispares entran en juego. La do cuando alguien cae al agua. Si hay suerte, al llegar a la playa, se
ética bulle y se agita en el terreno del conflicto de intereses. Pero ¿qué procede a trocear al animal en un complejo ritual que varía según el
terreno es ese? Aquel en el que esas circunstancias y el contexto desem­ subclan. Cada pieza del cetáceo va a su dueño siguiendo las reglas del
peñan un papel determinante a la hora de obrar correctamente. «Yo soy mérito de este pueblo a los pies del volcán (Alvard y Nolin, 2002).

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La caza de los Lamalera ilwnina la creciente complejidad y diversidad Para explicar las especiikidades del comporcamiemo de cooperación hu­
de la cooperación humana. También nos ilustra sobre lo frágil y precaria mano más allá de la selección de parentesco no han faltado las propuestas
de modelos matemáticos que dan cuenta de cómo la conducta costosa de
��e es r� empresa coof>e':1�� (Hardin, 1968). A cada paso en la descrip­
aon d� :1"1ba se abre la pos1b1Udad de que alguien deje de hacer su trabajo, ayuda podía persistlr en el tiempo evolutivo (frente a conductas más in­
beneiiaandose del crabajo de los demás. El problema de la cooperación teresadas que se beneficiaban de la ayuda sin incurrir en costes). Por lo
puede condensarse en la extrañeza que produce reparar en que los cazadores general, esw propuescas giran en torno a la idea de cosechar los �efi­
de Lamalera cooperan la mayor parte dd tiempo cuando, de hecho, se les cios que la cooperación permite producir-y que suelen ser superiores a
presentan caneas y tan variadas situaciones para beneficiarse <le! esfuerzo <le los que la condueta individual obtiene-- sin que los gorrones abusen
l�s demás. ¿Qué explica la cooperación en ese contexto?¿Por qué la evolu­ de los demás y los exploten hasta el punco de que el comportamiento de
ción ha favorecido a los individuos generosos y abnegados frente a los go­ ayuda no merezca la pena. La cooperación ha evolucionado porque pro­
rrones que buscan su propio beneficio? (Axelrod y l Iam.il con, 1981). duce un mayor pastel en el que hay más que repartir 1.
Ayudar a los demás, o no dañarlos cuando podemos beneficiarnos Aunque las soluciones dadas por los teóricos de la evolución al
de ese daño, arricula gran parte de nu�tra conducta moral. Un antro­ puzle de la cooperación recurren con frecuencia a modelos matem� ci­
pólogo extrat �rrestre podr ía apuntar a los insectos social es, entre los que cos complejos, no resulta difícil comprender las intuiciones y corolanos
. que recogen algunas de estas propuestas. Por ejemplo, ,,hoy por ti y ma­
se cuentan diversas espeoes de abejas, termicas u hormigas, así como
otros organismos de nuestro planeta que han resuelto el problema de la ñana por mí» sinceóza como lema una de las bases del altruismo recípro­
cooperación social que parece acechar a los Lamalera. Y lo han hecho co. En su modelo más sencillo, d individuo comienza ayudando y luego
del modo más frecuente en que la evolución por selección natural ha ayuda solo si el otro individuo también ha ayudado (Trivers, 1971). De
resuelto este problema en la ya larga historia de la vida. En el caso de los manera crucial, el éxito de esta reciprocidad a la hora de explicar la evo­
insectos sociales, cooperar con los demás pasa por ayudar a quienes lución de la cooperación depende de un factor relacionado con la pro­
comparten acervo genético. El altruismo extremo de los insectos socia­ babilidad de que el individuo que ayuda se encuentre con otro indivi­
les pu�de expü�e, en �urna, apelando a lo que el biólogo Richard duo que coopera y no hace trampa. Esto quiere decir que si los individuos
Dawkins denominó ••egotSmo genético» (Dawkins, 1976). que cooperan de modo recíproco son relativamente nW11erosos dentro
El egoísmo genético se conoce más técnicamente como selección de de un grupo, el comportamiento se estabilizará denuo de ese grupo.
parentesco. Esta teoría sobre el surgimiento de las conductas altruistas Por d contrario, si el individuo que sigue una estrategia de reciprocidad
vincula la proximidad genética dentro de un grupo con la probabilidad no puede encontrar otros cooperadores, entonces d comportamiento
de que evolucione la ayuda altruista entre individuos. La seleccí6n de cooperativo tiende a desap arecer (Fehr y Gachter, 2002).
parentesco pem1ite, corno apuntamos arriba, soslayar de modo di recto El tamaño de los grupos puede ser un factor importante. Lo extraor­
el proble�a �olucivo dd gorrón: los c0stes de cooperar en los que in­ dinario de la cooperación humana, sin embargo, es que tiene lugar en
. grupos a menudo muy numerosos, donde la posibilidad de controlar
curre el md1v1duo que ayuda son aprovechados por otros individuos
. quién cooperó en d pasado resulta bastante remota. Y esto supone una
genéticamence emparentados con él. De modo sucinto, cuando ayuda­
mos a nuestros hijos favorecemos la pervivencia de nuestros genes (in­ importante limitación para el modelo basado en el altruismo recíproco.
_ Aunque la lógica de este modelo es impecable, resulta poco probable su
cluidos los «genes» de la ayuda a los hijos) y eso explica la mayor parte
del compon:amiento prosocial o de cooperación en el reino animal. Y tam­
bién muchas de las conductas cooperativas que observamos en nuestra 1
Esto distingue los comporramicnros de cooperación que pueden haber evolucio­
especie (Hamilton, 1964). nado por selección narural de aqudlos que no. Por cjc_mplo, el pájaro que da �e comer
La selección de parentesco predice comportamientos de cooperación al cuco parasitario que se ha infiltrado en su nido emí cooperando con � en oerto sen­
y co iyücto en el interior de la familia genética. No obstante, podemos ser tido. Sin embargo, d comportamiento que ha evolucionado por selección narural en el
altrumas (¡y a menudo lo somos!) con gente que no es de nuestra familia. pájaro anfiuión no es d de coopcr:ar con el cuco, sino con sus crías.

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generalización a grupos más nwnerosos y en los que muchas interaccio­ debemos contar con un mecanismo de detección o señalización relati­
nes se produc.en de modo único o poco freruence. Para paliar esta dificul­ vamente fiable que nos permica identificar y comunicar la presencia de
tad se han propuesto modelos como los de reciprocidad indirecta O repu­ conductas y disposiciones cooperativas (o anti-cooperativas) ¿Posee el
tación (Nowak y Sigmand, 2005). Como veremos en el capírulo 2, en otro mi gen cooperativo? (Parentesco) ¿Cooperó el otro individuo en
estos �oddos d surgimiento de la cooperación se explica por las ventajas ocasiones recientes? (Reciprocidad) ¿Está en disposición de cooperar o
que nene la co�dueta cooperativa para atraer potenciales cooperadores, es, por el contrario, un abusador? (Reputación y mercados biológicos).
tanto entre qwenes observan nuestra conducta generosa como entre La disponibilidad de esca información resulta en general un elemento
aquellos q� se enceran de la misma por d testimonio de esos agentes que crítico para que surja y posteriormente se estabilice la cooperación den-
fueron tesagos de nuesrra generosidad. Ser altruista conlleva beneficios tro de un grupo.
para el individuo en la medida en que lo ayuda a establecer una buena .
La señalización de las disposiciones y de la conducta cooperaova
reputación dentro de w1 grupo, a tener buena fama, facilitando los bene­ nos acerca al segundo gran hilo de la madeja moral. Nos referimos a la
ficios ligados a esa buena fama: más gente querrá cooperar contigo, por­ omnipresente disposición humana a evaluar a los demás púbücamen�e,
que sabe que eres fiable. Esta explicación general rambién se repite en los a la arraigada coscumbre comunicativa de juzgar la conducta y el carac­
llamados «moddos de mercados biológiCOS>t (Baumard et al, 2013), don­ ter moral de los demás1• Dedicamos una ingente cantidad de tiempo a
de lo � individuo � tien �en a satisfacer su demanda de cooperadores según
!ª �e!or oferta disporuble. En una dinámica de mercado biológi co cienos
hablar, claro está, pero lo que queremos subrayar aquí es que una pro­
porción muy importante de ese tiemp<> lo empleamos evaluando y
mdiv1duos escogen a otros en función de determinadas caracceósticas aconsejando moralmente a los demás (Dunbar a aL, 1997). Parece,
costosas, en este caso, su habilidad para cooperar (Viciana, 2014). pues, evidente que para encender la moral convendría detenerse en esca
<?3da uno de los modelos anteriores tiene un ámbito de aplicación disposición evaluativa.
propio, de forma que las explicaciones basadas en el parentesco dan Cuando describimos nuestra disposición evaluativa, conviene huir
cuenca �e modo elegante de nuestras conductas cooperativas hacia de dos extremos. En uno de estos extremos hallamos un tipo de discur­
otros miembros de nuestra familia, mientras que el mecanismo basado so sociológico que, cual muerto viviente, se resiste a morir. � este
en la reciprocidad directa se circunscribe a grupos pequeños con con­ discurso, basado en una idea funcionalista simple de la evoluc16n cul­
tacto regular entre sus miembros. Para grupos más numerosos los mode­ tural como aquello que beneficia al grupo, la moral sería el rcsulcado de
los bas�dos en la re�ipr�cidad in?irecca o en los «mercados biológicos• una adaptación del grupo a su enromo, y por consigu iente los juicws
ofreccnan una explicaoón plausible. Todos son ejemplos de mecanis­ morales serían d resulcado o el precipitado de ese sistema de pensa­
mos evolutivos que han sido utilizados para explicar la evolución del miento que produce condenas o elogios que benefician al grup<>.
comportamiento cooperativo en seres vivos tan dispares como el li­ El problema de este planteamiento es que confunde el resulcado
quen, las gacelas o los primares, además de nuestra especie. En el capí­ _
_ . (que a menudo las aseveraciones morales frecuentes en una sociedad
tulo s1gu1ente veremos cómo también en la evolución cultural de la coinciden con cierto interés mayoritario en d grupo) con el proceso (el
cooperación se dan estos mecanismos y otros (Wrighc, 1995). modo en que las aseveraciones morales que son mayoritarias llegan a ser
mayoritarias). Además, efectúa una generalización exagerada al identi­
Üe LA COOPERACIÓN AL ESTATUS:
ficar lo moral con lo socialmente útil. Pero en muchos casos las evalua­
ciones morales habituales en el grupo no repercuten en absoluto posici­
LA COEVOWCIÓN DE NUESTRA DISPOSICIÓN VALORATIVA
vameme en su bienestar ni tienen p<>r qué facilitar la convivencia, la
�s moddos que explican d surgimiento de la conducta cooperati­ 2 Aunque debe quedar claro que la publicidad o la expresión e un juicio es
� n­
va difieren en algunos detalles. Todos coinciden, sin embargo, en algo _ �
daria en relación con la valoración, que como acritud puede ocumr de modo 1mplíc1ro.
fundamental: para que se establezca de modo estable la cooperación Debemos a Toni Gomila esta precisión.

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