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La única verdad es la
realidad : la sociología y el
discurso dominante en la
Argentina.
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“La única verdad es la realidad”: la sociología y el discurso dominante en
la Argentina
INTRODUCCIÓN
El segundo período nos remonta a mediados del siglo XX. En 1957 nace la ca-
rrera de Sociología de la UBA, y su creador, Gino Germani, domina la escena
intelectual de esos años gracias a sus escritos sobre los orígenes del peronis-
mo y su rol como investigador y director de la carrera. El país es regido por la
dictadura militar que había derrocado a Perón en 1955. El ferviente clima
intelectual de esos años se interrumpe en 1966 con la “noche de los bastones
largos”, inaugurando una época de resistencia. En esos años, los alumnos de
Germani Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero reeditan el tópico de los
orígenes del peronismo en un clima político totalmente distinto al de aquellos
años, surcado por el peronismo de izquierda y los movimientos guerrilleros.
Hay un concepto que atravesará el trabajo, con el objeto de medir los discursos
con la misma vara: el “orden”. Siendo un tópico tan caro a la historia argentina
desde la época de la Colonia, en torno de él giran muchas veces los debates
en el campo intelectual. Como en este trabajo se analizará el rol del Estado en
cuanto aparato privilegiado de reproducción del discurso dominante (a través
de la escuela, de la prensa, etc), el “orden” será un objetivo muy importante pa-
ra los gobiernos de turno. Veremos, igualmente, que en cada período la ame-
naza al orden se presentó desde lugares distintos, y a veces contradictorios.
“Paz y administración”
Luego de la Campaña al Desierto se constituyó definitivamente el Estado mo-
derno argentino. El general Roca, héroe del genocidio de los pueblos origina-
rios, fue premiado con la presidencia de la Nación, adoptando el lema del enca-
bezado. Los años entre 1880 y 1886 fueron vividos por la oligarquía como una
merecida recompensa de su trabajo. Ya no había más generales a quienes
obedecer; estaban solos y tranquilos.
Ramos Mejía influyó en esta época tanto como intelectual (especialmente dos
de sus obras, Las multitudes argentinas y Los simuladores del talento en las
luchas por la personalidad y la vida) como en su rol de funcionario del Estado:
fundó la Asistencia Pública, el Departamento de Higiene, el Círculo Médico y la
cátedra de Neuropatología en la Facultad de Medicina. Desde estos puestos
aplicó, o intentó aplicar, sus ideas sobre la sociedad en crisis que le tocó vivir.
Ramos Mejía venía de una familia patricia y era miembro de la élite. A pesar de
esto, sus respuestas al problema de la inmigración fueron críticas hacia sus
propias filas (la Generación del 80) y, podríamos decir, “progresistas”. Donde
Cané proponía mandar a los inmigrantes de vuelta a sus países, él entendió la
importancia de estas “multitudes” para la construcción de una nacionalidad
argentina.
Los dos temas más importantes de la sociología en esos años eran, entonces,
la “cuestión nacional” y la “cuestión social”, ambas en estrecha relación con la
inmigración. La primera fue tratada por Quesada por el lado del idioma nacio-
nal. Había básicamente dos teorías: la nativista, que se inclinaba a buscarlo en
las lenguas de los pueblos originarios, y la derivativista, que proponía buscarlo
como resultado de alguna mezcla. La primera había sido dejada de lado desde
los tiempos de Alberdi y Echeverría, por ser claramente poco glamorosa (“no
descendemos de los pampas”). La segunda teoría fue la que guió la confección
del programa de incentivo de la inmigración que la élite formuló en la década
de 1870. Como mencionamos antes, esta se basaba en el deseo de “transplan-
tar Europa en América” para así imbuirnos de su espíritu moderno y de progre-
so. Pero cuando vieron que no vinieron los que esperaban y que eran muchos
más de los que esperaban, esta teoría entró en discusión nuevamente. El dile-
ma era entonces “cómo mezclar sin mezclarse” (Terán, 2000: 229). Los compo-
nentes serían el criollo y el inmigrante, pero el idioma corría peligro de corrom-
perse. “Más que „crisol de razas‟”, dice David Viñas, “hay un caos de razas
cuya velocidad resulta directamente proporcional al crecimiento demográfico
más rápido producido en la historia de Buenos Aires, producido (...) entre 1887
y 1890” (Viñas, 1964: 178).
A principios del siglo XX, fue un discípulo de Ramos Mejía el que encarnó con
exactitud y retomó teóricamente su concepto de simulación. José Ingenieros
nació en 1877 en Italia como “Ingegnieros”, y construyó su propio camino
intelectual como el más claro representante del positivismo en Argentina. Aun-
que este positivismo presenta algunas particularidades, alimentadas por su
militancia juvenil en el anarcosocialismo, pasando luego hasta el final de sus
días a un socialismo moderado e institucionalista.
Los hijos pródigos: Murmis y Portantiero ante los orígenes del peronismo
En 1966 Germani fue uno de los cientos de intelectuales que abandonó el país
durante la dictadura de Onganía, a partir de la sistemática persecución acadé-
mica y política que sufrieron luego de la “noche de los bastones largos”. Pasó
su exilio en Estados Unidos hasta que murió en 1979. Sin embargo, varios ex-
alumnos suyos se quedaron y siguieron produciendo una rica obra. Entre los
exponentes de la izquierda cultural de esos años estaban Eliseo Verón, Silvia
Sigal y José Aricó.
El segundo estudio, “El movimiento obrero en los orígenes del peronismo”, fue
más importante por el quiebre que introdujo en el discurso sociológico. Discute
con Germani sobre varios temas. Primero, sobre la heteronomía de los obreros
en el período, postulando que los sindicatos, tanto “viejos” como “nuevos”, se
incorporaron autónomamente al movimiento (en especial al Partido Laborista).
Segundo, que la distinción de intereses entre obreros “viejos” (vinculados a po-
siciones conscientes de clase y reclamos duraderos) y “nuevos” (ingenuos, cor-
toplacistas y carentes de tradición sindical) no basta para explicar los orígenes
del peronismo, pues sus reclamos se unieron. En tercer lugar, que los obreros
y los sindicatos “viejos” apoyaron efectivamente al peronismo en su mayoría, a
pesar de contar con cuadros comunistas y socialistas en sus filas. Por último,
un aspecto absolutamente ignorado por el maestro italiano, Murmis y Portantie-
ro basan toda su teoría en el hecho de que durante la década del 30 se había
construido una pujante industria nacional, había aumentado el PBI, pero sin
embargo los reclamos sindicales no habían sido oídos por la oligarquía gober-
nante, conservadora en lo político. Esta acumulación de reclamos hacia 1943
causó que el movimiento sindical en pleno apoyara al gobierno militar, y luego
a Perón, al encontrarlo permeable a sus reclamos, al igual que los industriales
que gozaban de una bonanza extraordinaria por la Segunda Guerra Mundial.
Para Germani, el peronismo había sido una equivocación, pero sus alumnos le
mostraron que en esa situación todo el arco obrero, incluyendo los sectores
“viejos” de tradición reformista, encontró adecuadas las respuestas del gobier-
no. El artículo mencionado en la sección anterior es de 1973, y le responde ex-
plícitamente a este y otros trabajos que hacían tambalear su teoría fundacional.
Comienza así: “En los últimos tiempos se han publicado varios trabajos...” (Ger-
mani, 1973: 435), y una nota remite a más de 11 artículos. El tercer peronismo
ya estaba en el poder y el clima era muy distinto. Perón no estaba ni en Vene-
zuela ni en Puerta de Hierro, como en 1962, sino en el sillón de Rivadavia de la
Casa Rosada.
El tema del “orden” presenta un recorrido casi circular en estos 20 años. Con la
Revolución Libertadora, el enemigo eran los partidarios del “tirano prófugo”.
Bajo esta etiqueta tan heterogénea, a lo largo de los años se fue separando la
paja del trigo, de tal manera que en los sucesos de Ezeiza de 1973 el enfrenta-
miento se dio entre las facciones “izquierda” y “derecha” del propio movimiento.
Cuando la guerrilla había cobrado fuerza, en los primeros 70, el discurso domi-
nante instaló la idea de que ellos impondrían el orden “limpiando” la “subver-
sión apátrida”, y adquirió una fuerte legitimidad, probada por las escasas voces
contrarias al golpe de 1976, tanto en la prensa como entre la sociedad civil.
En el tercer período de análisis nos encargaremos de los años en que las con-
quistas que el Estado social había garantizado para los trabajadores, en forma
de “propiedad transferida” según la noción de Castel, fueron quitadas siguiendo
una tendencia mundial, tanto a nivel político como discursivo y simbólico, de
liberalización y desregulación.
Pero fue durante los gobiernos de Carlos Menem que el neoliberalismo caló
hondo en la sociedad argentina. Una manifestación fue a nivel del redimensio-
namiento del Estado. Se culpaba al “Estado elefante” de los desequilibrios
fiscales, por ser ineficiente y derrochador, aunque al momento de recibir
exenciones impositivas, mercados preferenciales o combustibles subsidiados,
el Estado siempre era bienvenido. Se procedió a privatizaciones de empresas
estatales en rubros como los teléfonos, los combustibles, la aviación comercial,
la electricidad, el gas natural, el espacio radioeléctrico y los ferrocarriles. Si
bien durante el gobierno de Alfonsín existió la voluntad de privatizar en los
sectores del gabinete más cercanos al neoliberalismo, no se pudo lograr por
presiones de asociaciones del trabajo. Pero con el fantasma de la hiperinflación
resultó posible a partir de 1989.
Las consecuencias nefastas de los gobiernos de Menem son conocidas por to-
dos: alta desocupación, precarización del empleo, crecimiento de la pobreza,
aumento de la deuda externa en 80.000 millones de dólares, desigual reparto
de la riqueza, destrucción de la industria nacional que quedaba por la apertura
indiscriminada a la competencia extranjera, escándalos de corrupción millona-
rios y descrédito de la Justicia, entre otros. Este panorama culminó con los su-
cesos de diciembre de 2001, luego de una espectacular fuga de capitales y una
represión que causó más de 20 muertos en todo el país.
¿Qué papel jugaron las ciencias sociales? En el período que se inició con la
dictadura ocurrió un vaciamiento intelectual importante: algunos fueron secues-
trados y asesinados, otros se escondieron y otros se exiliaron. A partir de me-
diados de la década del 90, aparecen nuevos trabajos de sociólogos que nos
merecerán la atención de aquí en adelante. En su mayoría realizaron estudios
de posgrado en el exterior y algunos actualmente siguen allí: Javier Auyero vive
y da clases en la Universidad de Nueva York, Denis Merklen trabaja en la cáte-
dra de Robert Castel en París. Son profesores universitarios reconocidos y
relativamente jóvenes, de alrededor de 45 años. Sus preocupaciones teóricas
apuntan hacia las transformaciones sociales producidas en la sociedad argenti-
na en los últimos años por el neoliberalismo, que causó un astillamiento de las
clases bajas, otrora homogéneas, una disociación entre las clases medias que
“ganaron” (profesionales liberales, ligados a las finanzas o a sectores del dere-
cho) y que “perdieron” (los “nuevos pobres”), frente a una creciente homogenei-
dad de las clases altas fruto del proceso de concentración económica.
En cuanto al desarrollo teórico, estos autores se enmarcan en los debates de la
“nueva cuestión social” y la “modernidad tardía” o posmodernidad. La biblio-
rafía de sus libros acusa lecturas de Lash, Giddens, Beck, Castel y Bourdieu,
entre otros. En el aspecto metodológico, hay un cambio en relación a la socio-
logía argentina anterior: aquí las técnicas son entrevistas en profundidad e his-
torias de vida, para de esta manera “meterse en la cabeza” de los sujetos, ver
cómo piensan y así comprender mejor su situación en una sociedad periférica
en que las redes de protección de la sociedad salarial se han quebrado, lo cual
ha sido provechoso para los que pudieron sumarse al proceso y devastador
para la gran mayoría que se quedó atrás..
Denis Merklen (Montevideo, 1966) al día de hoy sigue trabajando con el partido
de La Matanza. Introduce en su análisis social una distinción teórica entre la
“lógica del agricultor”, aquel que puede planear hoy cómo se va a desenvolver
su futuro más o menos próximo, y la “lógica de cazador”, el que tiene que estar
cada día pendiente de sobrevivir con lo que sea. Esta última es la que encuen-
tra en sus experiencias con jóvenes, incapaces de insertarse plenamente en el
mundo del trabajo como lo estuvieron sus padres. En ocasiones no pueden
estudiar porque no les alcanza para el boleto o porque no se sienten cómodos
en ese ambiente extraño (Svampa, 2000: 93).
Como última pata de nuestro análisis de este período, tenemos a Javier Auyero
(Buenos Aires, 1966), hijo del político del Frente Grande Carlos Auyero, que
trabaja el clientelismo. Su análisis parte del “cliente”; es decir, del que recibe
bienes o favores a cambio de otros hacia el puntero o dirigente político, gene-
ralmente de tercera o cuarta línea. La relación no es percibida como “antidemo-
crática” por los vecinos de los asentamientos, sino que lo explican porque el
que trabaja en la “unidad básica” y les da los medicamentos “es bueno” o “nos
ayuda cuando puede”. Auyero establece así una diferenciación entre la manera
en que es tratado el tema por los medios o por políticos opositores y la que su-
pone un estudio sistemático (como el que realizan él y sus colegas) del tema,
en la cual se comprenden mejor las motivaciones subjetivas lógicas que acarre-
a este beneficio para el “cliente”. La retribución es vista en términos de gratitud,
no requerida explícitamente como contraparte de la colaboración.
La frase que da título a este trabajo fue popularizada por el ex presidente Juan
Domingo Perón y se convirtió en una especie de dogma para sus seguidores –
y no tanto – hasta hoy. El argentino de a pie aplaude esta frase tanto para
apoyar alguna medida del gobierno como para criticarlo por la misma medida,
para deschavar algún secreto o para desacreditar a un enemigo. ¿Cómo se
explica esto? Evidentemente ni hay una sola verdad ni una sola realidad.
Tomemos dos ejemplos empíricos. Primero, cuando uno lee algún aviso de un
libro sobre Cuba, siempre se publicita diciendo que el autor “fue a Cuba”, estu-
vo un tiempo considerable, “habló con la gente”, en fin, diciendo que “vio la
realidad”. Pero entonces todos los libros sobre Cuba tendrían que decir lo mis-
mo: “la verdad”, y no es así. Lo que nos lleva a una aproximación con el segun-
do ejemplo: un famoso y premiado comercial del diario Folha de Sao Paulo 1.
En él un narrador nos habla de un hombre que tomó una nación destruida y en
4 años bajó el desempleo casi 10 veces, aumentó el PBI el 102%, disminuyó la
hiperinflación hasta el 25% anual y demás maravillas. La cámara se aleja, se
forma la imagen de Adolf Hitler y sentencia: “Es posible contar un montón de
mentiras diciendo solo la verdad”.
El concepto que desliza es, entonces, que no existe una sola realidad, sino
fragmentos, trozos de realidad, y que la verdad consiste en contarlos todos.
Más allá del caso del diario, es obvio que esta idea nunca puede regir sin más
el discurso sociológico. Este siempre es restringido, aunque su mayor o menor
validez estribaría en cuán en cuenta se tengan las variables pertinentes para el
caso que se analiza.
La hipótesis que tratamos de demostrar con este trabajo es que el discurso
sociológico se desenvuelve según la relación que entabla con el discurso do-
minante. En el primer período iban de la mano: a pesar de que la élite política
tenía más poder que la intelectual, se cruzaban en ciertas partes coincidiendo
diagnósticos y medidas. En el segundo período la coincidencia fue más velada,
pero a fin de cuentas el discurso de Germani sirvió para legitimar la situación
de proscripción del peronismo, en medio de un ferviente clima intelectual. Al
acabarse la época de oro, los estudiantes, antes archienemigos de Perón, pa-
saron a apoyarlo desde los claustros y desde las armas, y el libro de Murmis y
Portantiero se gestó en ese ambiente de pensamiento más abierto. En el tercer
período, queda la incertidumbre, por las limitaciones de este trabajo, acerca de
si esos trabajos tan críticos hubieran aparecido en caso de que la cultura, la
educación y la investigación hubieran estado entre las áreas privilegiadas por el
modelo económico (lo cual, por otro lado, puede ser una ucronía inútil).
Bibliografía:
Nota:
1
Se puede ver en http://www.youtube.com/watch?v=xmbM8XGMZxI