La Jerarquia Del Tambor
La Jerarquia Del Tambor
La Jerarquia Del Tambor
Resumen Abstract
Este artículo reflexiona sobre el significado y lugar que tambores y This article ponders on the meaning and place that drums and
tamboreros alcanzan en la cultura popular de Cuba, teniendo en drummers reach in the popular culture of Cuba, taking into account
cuenta los resultados de los estudios organológicos realizados por la the results of the organological studies carried out by Cuban
musicología cubana y el conocimiento alcanzado sobre instrumentos musicology and the knowledge obtained on musical instruments
musicales sustentados en una larga práctica constructiva-artesanal y sustained in a long constructive-artisanal practice and musical
de interpretación musical. Son membranófonos que preservan la interpretation. They are membranophones that preserve the
memoria histórica de culturas africanas diversas y en su historical memory of diverse African cultures and, in their socio-
funcionalidad socio-musical son generadores de múltiples narrativas musical functionality, they are generators of multiple sound
sonoras dentro del contexto histórico y cultural de la música cubana. narratives within the historical and cultural context of Cuban music.
El artículo aborda como ejemplos de interés los tambores asociados The article addresses as examples of interest the drums associated
a la regla de ocha o santería, las fiestas arará, las sociedades abakuá with the santeria, the arará ceremonial, the abakuá society and the
y las celebraciones de congos y paleros. Valora la significación de celebrations of the congos and paleros. It values the significance of
técnicas y conceptos de interpretación desarrolladas por los interpretation techniques and concepts developed by traditional
tamboreros tradicionales y su contribución a los nuevos entornos de drummers and their contribution to the new environments of popular
la creación popular, donde la percusión cubana se ha convertido en creation, where Cuban percussion has become a valuable cultural
valioso acervo cultural de la Nación. heritage of the Nation.
Introducción
A la memoria de Ricardo Suárez,
tamborero mayor.
1
CIDMUC: Instrumentos de la música folclórico popular de Cuba, Atlas (1997). El colectivo de autores fue liderado por
Victoria Eli Rodríguez, e integrado por Jesús Guanche Pérez, Carmen María Sáenz Coopat, Laura Vilar Álvarez, Ana
Victoria Casanova Oliva, Zobeida Ramos Venereo y María Elena Vinueza González, junto a un nutrido grupo de
colaboradores temáticos, consultores científicos, especialistas y asistentes de investigación.
2
Como perspectiva metodológica, el Atlas aplicó un criterio materialista histórico-dialéctico, con énfasis en la
reconstrucción de los procesos culturales desde una perspectiva que permitiera explicar el pasado desde el presente.
Se planteó el conocimiento integral del instrumento musical a partir de la aplicación del modelo de estudio propuesto
y estandarizado por el organólogo alemán Erich Stockmann, quien asesoró directamente al equipo de investigación en
la primera etapa del trabajo. En la obra, cada especie instrumental quedó registrada a partir de los parámetros de:
descripción y clasificación, terminología, construcción, ejecución y caracterización acústica, función musical y social e
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historia. La clasificación de los instrumentos tomó como base la apropiación crítica y abierta de la Sistemática de los
instrumentos de la música de Hornbostel y Sachs (1914), teniendo en cuenta la observación de las especies
instrumentales cubanas para la ampliación de los criterios clasificatorios realizada por la musicóloga cubana Ana Victoria
Casanova Oliva y publicado en su libro Problemática organológica cubana… (1989).
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adelante, en apretada síntesis resumiremos las consideraciones del etnólogo Jesús Guanche (1997:
17-23) sobre la entrada a la Isla de:
• Africanos reconocidos con la denominación metaétnica de congos, procedentes del área
etnolinguística bantú desde la parte norte del río Congo hasta el sur de Angola,
correspondientes al subgrupo lingúistico benué-congo: bacongo, loango, bafiote, macuba,
mayombe o yombe, mondongo, musundi, musoso, ambundu, cambaca, entre otros.
• Africanos procedentes del margen oeste de la desembocadura del río Níger, actual Nigeria,
con predominio de población del subgrupo lingüístico kwa y significativa presencia de
yoruba, reconocidos en Cuba bajo la denominación multiétnica de lucumí: eyó u oyó, egbado
o egguado, iyesá o ilechá, entre otros. Como lucumí también se introdujeron en Cuba
africanos de otros pueblos vecinos del subgrupo lingüístico kwa y de las etnias edo, nupe,
mosi, ywani, entre otras.
• Africanos reconocidos en Cuba como carabalí, traídos del área que abarca desde la margen
este del río Níger al sur de Nigeria, hasta la desembocadura del Río de la Cruz en el Viejo
Calabar. Entre ellos se registran ibibio, de lengua efik; los ekoi que se identifican como berún
y atam; los ibo o igbo (subgrupo kwa); los isuama, isuche, oru; y a los iyo, denominados bran
o bras.
• Del subgrupo kwa son también los ewe y fon, procedentes del centro y sur de la actual
República de Benin, antiguo reino de Dahomey, que fueron reconocidos con la
denominación étnica de arará, seguido de un segundo término como sabalú, dahomé o
dajome, mahino, mají o majino.
• A estos cuatro grandes grupos se sumaron en número más reducido: los mina, procedentes
de la Costa de Oro; los achanti y los fanti del etnos akán; los mandinga, término que agrupó
a los mandé y también a bambará, fulbe, gola, malinqué, susú, entre otros; los gangá de
Sierra Leona y Liberia y que, como denominación, también incluye a los pepel, quisi y wolof;
los macua que provienen por excepción del área oriental de África.
En consecuencia, los africanos y sus descendientes se convirtieron en un componente
heterogéneo, multiétnico y multicultural esencial para la integración del pueblo y la identidad
nacional, proceso al que se incorporaron en necesario y desventajoso vínculo económico y social
con el resto de los componentes etnoculturales asentados en la Isla: pueblos originarios que
sufrieron el etnocidio de la conquista española; europeos, que de igual modo representan un
complejo universo multicultural (andaluces, canarios, gallegos, germanos, vascos; lusitanos,
ingleses y franceses); asiáticos (chinos, filipinos, japoneses, indostanes) traídos como mano de obra
asalariada a fines del siglo XIX; inmigrantes caribeños (haitianos, jamaicanos, caimaneros,
barbadenses) y de otras zonas cercanas como Yucatán y el sur de los Estados Unidos, entre otros.
Ese crisol de culturas devino en intenso proceso de transculturación y síntesis que se materializa en
todas las esferas de la cultura material y espiritual del pueblo cubano.
Como contexto social, el palenque de cimarrones, la plantación, el barracón, los antiguos
cabildos de nación y luego las casas templo y las sociedades de recreo, fomentaron las relaciones
interculturales de los africanos y de su descendencia cubana. Festividades como el carnaval y las
celebraciones rituales festivas de la religiosidad popular, fueron el escenario más favorable para la
preservación de su memoria histórica, la reconstrucción de sus imaginarios y la reintegración de
modelos de elaboración melódica, rítmica, tímbrica, de organización estructural y organológica, que
hasta el presente se asocian con las diversas culturas africanas que le dieron origen.
La jerarquía del tambor. 5
De ese modo, hasta nuestros días mantienen plena vigencia los complejos músico-danzarios
de la santería cubana, el palo monte, los cultos arará, gangá3 y las conmemoraciones de las
sociedades abakuá. A lo anterior deben sumarse los espacios de la rumba, las congas de carnaval y
otras expresiones del entorno afrocaribeño, como los bailes de tahona y las fiestas de la tumba
francesa, resultantes de la primera migración franco-haitiana ocurrida desde el XVIII; o el vodú y
gaga de los haitianos asentados en el pasado siglo. En todos esos casos, tambores y tamboreros se
convierten en protagonistas esenciales del entramado sociocultural de lo cubano en una larga
travesía de la que, a continuación, mostraremos solo algunos fragmentos:
3
Este caso no será detallado en este artículo, pero puede consultarse la monografía realizada por Ana V. Casanova en
el Atlas (1997: 362-368) y el excelente ensayo Los gangá en Cuba de Alessandra Basso Ortiz (2005).
4
Por ejemplo, Yemayá se asocia con la Virgen de Regla, Oshún con la Virgen de la Caridad del Cobre, Obatalá con la
Virgen de las Mercedes, Orula con San Francisco de Asís, Changó con Santa Bárbara, Babalu Ayé con San Lázaro. Estas
son las deidades más queridas por el pueblo de Cuba y sus fiestas públicas se realizan según el calendario católico en
los días 7, 8 y 24 de septiembre, 4 de octubre y 4 y 17 de diciembre respectivamente.
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[…] Una vez construidas las cajas de los tres instrumentos continúan las prácticas ceremoniales de lavado del
juego e imprecaciones a los orichas, y se efectúan las consultas a través del dialoggun – caracoles para adivinar–
o del okpelé u opelé –cadena de Ifá, también con fines adivinatorios. Con tales recursos, por intermedio del
osainista y del babalawo, quedarán definidos los signos y marcas que ostentará cada tambor, el nombre del
trío o conjunto de batá y otros preceptos religiosos que han de tenerse en cuenta una vez consagrados.
Entre los creyentes se encuentra muy generalizado que Aña los defiende y protege; aún más, se le atribuye el
poder de «hacerlos hablar», todo lo cual intensifica la práctica de ritos especiales dedicados a los tambores
batá.
Este poder mágico –representado en materiales naturales diversos, según dicte el oráculo– está oculto en una
pequeña bolsita de piel o tela que puede quedar clavada en la pared interior de la caja o también suelta […]
Una vez preparados los Aña de cada instrumento y hechas las marcas correspondientes en el interior de las
cajas, se les ofrenda comida […]
Una vez terminado el nuevo juego, ha de ser presentado, reconocido por otro existente que lo apadrina. La
consagración o nacimiento del trío de batá deben hacerla quienes, según la religión, tienen los poderes de Aña
y de Osain […] (Eli 1997: 336-337).
En adelante, los olubatá serán los encargados de atender a los tambores: les guardarán
colgados en lugar seguro, alejados del suelo; tensarán sus membranas y prepararán la fardela
(sustancia viscosa que se coloca sobre los parches para modificar la afinación); cubrirán las cajas con
un banté o bandel, especie de paño o delantal profusamente decorado que se ajusta a cada tambor
para las celebraciones; y cuando sea necesario colocarán los tambores sobre una estera y les "darán
de comer" antes de iniciar una ceremonia.
A los tambores batá también corresponde el oru de ibogdu u oru seco, serie de toques sin
canto, dedicados a cada oricha, que se realiza como saludo al inicio de la fiesta5. De igual modo,
ante estos tambores sagrados deberán ser presentados los iyawo recién iniciados. En la fiesta
pública, tambores y tamboreros también reciben el saludo de todos los presentes. Llamados por el
toque o por el canto del apkuón, cada santero debe bailar para el oricha "dueño de su cabeza", y en
ese momento saluda y ofrenda dinero para "pagar el derecho del tambor".
Al igual que ocurre con los demás conjuntos instrumentales, la principal función de los
tamboreros es acompañar el canto y el baile. El canto, con una estructura alternante entre el apkuón
y el coro, se integra a la relación de franjas tímbricas y funcionales que, en interrelación e
interdependencia, definen el desempeño rítmico del conjunto instrumental.
Cuando se trata de los tres tambores batá, el pequeño (okónkolo u omelé) y el mediano
(itótele) sientan la base para la improvisación virtuosa que realizará el tambor de mayor tamaño
(iyá), guiado por el pulso rítmico de una sonaja o atcheré y el sonido acompañante de los chaworó
(campanas y cascabeles que se atan alrededor del tambor). Si se emplean otros tambores como los
de bembé, de igual modo se tocan tres instrumentos de similares características y diferentes
5
Una amplia muestra de los cantos y toques de la santería cubana aparecen recogidos en la Antología de la música
afrocubana (EGREM 1981), colección discográfica producida por María Teresa Linares a partir de sus grabaciones in situ
realizadas desde 1948: Viejos cantos afrocubanos, vol. 1 (LD 3325); Oru de Igbogdu, vol. 2 (LD 3995), Fiesta de Bembé.
vol. 6 (LD 3997), Toque de güiros, vol. 8 (LD 4483). Se recomiendan también los discos Cantos y toques de Santería (CD
ARTEX 1994) y la serie Oricha Aye, liderados por el apkuón cubano Lázaro Ros para el sello Unicornio, de Producciones
Abdala (2001).
La jerarquía del tambor. 7
Aquellos veintiún babalaos fundadores eran todos negros de nación, que la trata esclavista había arrancado de
sus tierras Iyesa Moddú, reuniéndolos la suerte, siendo ya libres. Y se encontraron y reunieron en Matanzas,
en otro cabildo, que venía desde antes agrupando a los hombres que llegaban de la región yoruba: el cabildo
de Santa Teresa. Fue este cabildo el que bautizó la bandera del que así nacía y reunía negros iyesá en este
cabildo de San Juan Bautista.
Tan valiosos como esos instrumentos centenarios son los tambores iyesá del Cabildo Santa
Bárbara de Sancti Spíritus, donde la presencia de los africanos es evocada en los nombres de "Ma
Salomé Valle y Octavio Carrillo, Taita Vale, ambos de nación lucumí iyesá, perteneciente a la
dotación de esclavos de la familia Valle y a quienes mencionan como sus fundadores", así lo afirma
en su estudio la musicóloga cubana Analeese Brizuela (1997: 355).
Los Olokun constituyen un único conjunto instrumental integrado por cuatro hermosos
tambores tubulares en forma de copa y con la membrana atada con aros y estacas de tensión. Están
dedicados al culto a Yemayá Olokun, se relacionan con tradiciones eggbado y en todos los aspectos
de su existencia y funcionalidad musical y ritual son respetados y hasta temidos dentro de las
prácticas santeras. Identificados con los nombres de las deidades Olokun, Oddua y dos como Yewa,
estos tambores protagonizan una de las historias más interesantes en la genealogía de lo popular.
6
Loa cantos y toques iyesa grabados por Argeliers León en el Cabildo Iyesa Modúe de la ciudad de Matanzas en julio de
1977 fueron editados en el disco Música Iyesa vol.3 (LD 3747), Antología de la música afrocubana (EGREM 1981)
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En las últimas décadas del pasado siglo los instrumentos pertenecían a los descendientes de
la santera matancera Fermina Gómez, muy mencionada en los libros de Fernando Ortiz. Ella recibió
esos tambores de Ña Monserrate, la esposa de Ña Julián, jefes ambos de un cabildo lucumí en la
localidad habanera de Guanabacoa y amigos de Ño Filomeno García, Atandá y Ño Juan, Añabí,
afamados constructores de tambores batá, a quienes se atribuye la consagración de los primeros
instrumentos "de fundamento" y la fundación del cabildo habanero Yemayá, en el pueblo marítimo
de Regla (Ortiz 1952-1955, vol IV: 315). Atandá, también tallaba ídolos de madera y, según dice
Ortiz, hizo la careta de madera que perteneció a Ña Matilde Zayas, Langueni "una negra libre de
nación egguado" que celebraba la fiesta de Olokun en la localidad de Regla (Ortiz 1981: 453).
A la muerte de Fermina, ocurrida en los años sesenta del siglo XX, los tambores quedaron
bajo la responsabilidad de sus hijos, nietos y ahijados, y aunque estos conservan su buen estado
físico, sus toques fueron cada vez más escasos hasta quedar limitados a una breve ceremonia donde
solo se ratifica la condición sagrada de estos objetos y "se le pasa la mano al tambor".
En los años ochenta pudimos asistir a un toque de los tambores Olokun y registrar el valioso
repertorio de cantos eggbado que acompañaba al toque. Ya entonces era notable el olvido de
aquellos comportamientos observados por Ortiz en cuanto al baile con caretas de madera,
vestuarios policromados, complejas pantomimas y actitud reverencial que, según escribió, eran de
"impresionante efecto estético" (1981: 453). Aun así, a pesar de la pérdida de tales
comportamientos, el toque del tambor Olokun por su cualidad acústica y modo de ejecución, seguía
siendo para quien lo escuchara, una experiencia sonora y artística extraordinaria.
Por su parte, el juego de cuatro tambores dundún se distingue por la diversidad morfológica
de los componentes, tal y como registró la musicóloga cubana Carmen María Sáenz (1997) en
núcleos rituales de diversas localidades de Cienfuegos. Dos de los tambores, denominados caja y
umelé son tubulares cilíndricos con dos parches útiles que se tocan de modo independiente, atados
por tirantes de cáñamo y tiras transversales de tensión. El otro tambor, reconocido como ganga o
guengue, es un bimembranófono de caja tubular en forma de reloj de arena y dos membranas de
igual diámetro que se tocan en juego, atadas con una cuerda de cáñamo y tensadas de tal modo
que se puede modificar la tensión de la membrana al regular la presión de los tirantes contra la caja,
de ese modo en el instrumento se logra una diversidad de tonos que los tamboreros más hábiles
aprovechan para hacer "hablar al tambor". Y el cuarto tambor es el requeté o cazuela, un raro
ejemplo de tambor semiesférico con membrana atada y tensada por cuerdas de cáñamo que forman
un rodete y se ajustan con cuñas parietales de tensión (Sáenz 1997: 357).
Aunque en la actualidad solo se conserva un juego completo en el Cabildo la Divina Caridad
de Cienfuegos, resulta significativo el hecho de que, por el valor ritual de estos tambores de dundun,
entre los santeros de esa región del país, es innecesario el uso de otros tambores "de fundamento"
–como los batá–, para cumplir con los ritos consagratorios y de iniciación.
Desarrollado primero en el contexto social de los cabildos arará de grandes ciudades como
La Habana y Matanzas, y luego en la dinámica de resistencia cultural que tuvo lugar dentro de la
plantación azucarera, el acervo material y espiritual de los dahomeyanos y sus descendientes se
materializó en expresiones culturales diversas pero signadas por la profunda autoconsciencia étnica
y la memoria histórica que sus portadores trataron de preservar. Ese sentido de pertenencia al lugar
de origen contribuyó a que los arará se diferenciaran entre otros grupos étnicos africanos mucho
más numerosos. A esto se agregó el criterio selectivo en la integración de las familias rituales, la
discreción con la que se manejan los procesos de iniciación, y la reserva o secreto sobre los saberes
ancestrales. Todo ello son factores que contribuyen al respeto y prestigio que distinguen a los
santeros de arará, aunque también es cierto que eso limita el alcance de esta religiosidad entre los
cubanos.
Son aspectos muy significativos en la identidad de estos núcleos rituales festivos el uso de
tambores arará y el dominio de cantos y rezos que guardan claros remanentes de las lenguas ewe y
fon (Brice 1998). Los cantos arará destacan por la elaboración melódica y rítmica con que se entona
el texto, y por eso han trascendido no solo a otros repertorios rituales, sino también a la música
popular contemporánea7.
El conjunto instrumental está integrado por un mínimo de tres tambores consagrados, un
idiófono de hierro denominado oggán y una o más sonajas. Los tambores son reconocidos con
nombres propios como Ojun, Dajun, Asojun, Junga, donde la presencia del término jun o hun indica
que el tambor ha sido debidamente preparado y consagrado para las funciones que ha de
desempeñar en el rito y lograr la comunicación entre los humanos, los voduns o foduns y los
antepasados sagrados o kutotó. El tambor mayor o caja se toca combinando la percusión de un palo
y de la mano, en tanto los demás se percuten con uno o dos palos, según su función.
En estos tambores se observa como característica morfológica fundamental el sistema de
tensión de sus membranas, atadas con aros y cuerdas ajustados al cuerpo del tambor por medio de
tirantes y estacas de madera que atraviesan perpendicularmente la caja. Son unimembranófonos
tubulares cilíndricos o en forma de copa, cuidadosamente decorados en la superficie exterior. A
través del tallado de figuras geométricas, imágenes o pintura de las cajas se identifican los tambores
de un mismo juego.
De esa habilidad artística de los artesanos para decorar sus tambores aún se puede ver una
muestra en la hermosa colección de tambores arará muy antiguos que conserva el Museo Nacional
de la Música. Uno de esos instrumentos, el gran tambor de talla zoomorfa, fue estudiado durante
el proceso de restauración realizado por el investigador cubano Dennis Moreno (1988), quien
comprobó que en las sucesivas capas pictóricas aplicadas al instrumento habían quedado ocultas
incisiones talladas en la madera, líneas y figuras geométricas, así como otros detalles referentes al
imaginario y a la vegetación africana, como la imagen de la hoja de un árbol que ahora ha quedado
expuesta en el resultado final de la restauración.
De igual modo, durante las investigaciones de campo, pudimos observar ese interés por el
tallado, el color y la decoración que se mantiene en los tambores arará de Matanzas, incluso uno de
esos ejemplares conservado en la pequeña localidad de Agramonte está pintado con los colores y
la imagen de la enseña nacional cubana.
7
Cantos y toque arará grabados in situ, según la tradición de la familia Baró de Jovellanos se registran en el disco Música
Arará, vol. 4 (LD 3996), Antología de la música afrocubana (EGREM 1981).
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y con la membrana atada mediante un peculiar modo de "enjicar" o anudar el cáñamo hasta rodear
la zona media alta de la caja y que se ajusta con cuñas parietales de tensión.
Es oportuno señalar que este sistema de tensión tan característico de lo carabalí en Cuba se
hace notar en otros membranófonos como los que corresponden a los tambores de las tonadas
trinitarias, y en los tambores del Cabildo Congo de San Antonio, por lo que tal marca cultural llevó
al musicólogo cubano Rolando Pérez a indagar en la presencia de ese componente etnocultural en
el centro de la Isla, aportando valiosas conclusiones sobre los procesos de interrelación bantú-
carabalí que se produjeron en esa área, en particular en la localidad costera de Trinidad (Pérez
1986).
La estructura sintáctica de lo bantú a base frases cortas y entrecortadas se repite en la estructuración melódica
de sus cantos, elaborada a partir de motivos breves y giros melódicos apoyados en sonidos muy fijos que obran
como apoyos de giros melódicos que se resuelven en los mismos (1974: 63).
9
Se reconoce como prenda o nganga el recipiente mágico que contiene la representación simbólica de todos aquellos
objetos, fenómenos y procesos de la realidad que el palero debe controlar. A través de los años, se van sumando nuevos
sujetos y elementos a este importante objeto de culto y se hacen los rituales necesarios para fortalecer su poder mágico.
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Para acompañar el canto se puede utilizar cualquier elemento percusivo: desde simples palmadas o
golpes sobre el suelo hasta instrumentos como el pequeño tambor de nganguleros o el conjunto de
tambores de palo, integrado por dos o tres tambores ngoma, una campana y un sonajero. Desde el
punto de vista morfológico y funcional, esos ngoma son herederos de una larga tradición
organológica de tambores clavados, también representada en los tambores de la yuka, el kinfuiti y
la makuta, frecuentes hasta la primera mitad del siglo pasado.
Las fiestas de yuka —al igual que los bailes pugilísticos del maní— eran toques, cantos y
bailes públicos propios de los momentos de descanso de las antiguas plantaciones coloniales, y
luego caracterizaron las "fiestas de domingo" en las conguerías y otras barriadas humildes, donde
los africanos compartieron su vida junto a otros sectores de la población hasta mediados del siglo
XX.
Hasta hoy día podemos encontrar esta tradición festiva entre los pobladores de las
localidades de El Guayabo y de San Luis, en la región montañosa de Pinar del Rio, la provincia más
occidental de la isla. Allí mantienen vigencia estos grandes tambores cilíndricos, con membranas
clavadas que se tensan al calor del fuego y se percuten solo con las manos, así como la costumbre
de tocar guagua o nkoko, golpeando con palos sobre la madera en la parte inferior de la caja o
tambor mayor10.
De igual manera, en Quiebra Hacha, un pequeño pueblo relativamente cercano a La Habana,
el tambor de kinfuiti ha sobrevivido como raro testigo de lo que en el pasado fueron las fiestas que
congos y descendientes celebraban el día de San Antonio en honor a Ta Makuende Yaya. Ese es el
único ejemplar que se conserva de los tambores de fricción que fueron muy utilizados en el
occidente de Cuba (Ortiz 1952-1955; León 1974; Lay 1985). Es una suerte que en manos de
tamboreros más jóvenes este instrumento, ya centenario, aún se toque acompañado por la
percusión de una guataca y de tres pequeños membranófonos de caja cilíndrica (o abarrilada) y
cuero clavado que sus tocadores aún reconocen como ngomas11.
Por otra parte, la fiesta de makuta tuvo un carácter más ceremonial y caracterizó el ambiente
y la dinámica social de los antiguos cabildos congos de nación. Su propósito era reunir a los
miembros, honrar a las autoridades (rey y reina, abanderado, tesorero) y conmemorar, según el
calendario católico, el día de su santo patrón —San Antonio de Padua o San Francisco de Asís—,
imagen pública sincretizada con las divinidades ancestrales veneradas por el culto popular.
Los cabildos de nación formalmente desaparecieron hace mucho más de un siglo, pero
algunas de sus prácticas rituales quedaron arraigadas en la memoria cultural de núcleos
descendientes localizados en el centro de la isla y que se identifican como agrupación bajo el
nombre de cabildo. Ese es el caso de las celebraciones rituales y las presentaciones públicas del
Cabildo de Congos Reales de Trinidad, el Cabildo San Antonio en la localidad de Palmira y el Cabildo
Congo de Lajas12.
10
Los cantos y toques de yuka realizados por la familia Rivera y otros pobladores, guiados por Perfecto Rivera Caraballo,
de 98 años, fueron grabados in situ y quedaron registrados en el disco Tambores Yuka (LD 3994), vol. V, Antología de la
música afrocubana (EGREM 1981).
11
En 2013 el repertorio de cantos y toques de kinfuiti fue registrado nuevamente, por la musicóloga cubana Sonia Pérez
Casola para la producción de Ta Makuende Yaya. La fiesta de San Antonio y el kunfuiti (CD-DVD 049), editado por Bis
Music.
12
Una muestra del repertorio conservado en los cabildos de la región occidental puede encontrarse en las grabaciones
in situ que integran los discos: Congos, vol. 9 (LD 4493) de la Antología de la música afrocubana y Cantos de congos y
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pareja rumbera. El bongó, por su parte, será imprescindible en las agrupaciones y repertorios
cubanos como por ejemplo en el son, donde el músico aprovecha la naturaleza tímbrica de su sonido
agudo y aporta con mucho ingenio, los elementos rítmicos discursivos que caracterizan la
expresividad sonera, a la que suma el sonido metálico del cencerro (campana) percutido en el
momento justo en que la dinámica musical del grupo necesita llamar la atención del bailador.
Por tanto, en cualquier ámbito de la creación popular es en ese modo de pensar y hacer la
música cubana donde ha quedado plasmada la huella más profunda de saberes y destrezas
acumuladas por los tambores y tamboreros precedentes; es ahí donde se ha hecho valer la
capacidad generadora de los modelos tímbricos, rítmicos y expresivos originales para multiplicarse
en las más diversas naturalezas sonoras y dar cauce a la creatividad. A través de la historia cultural
de nuestro pueblo, el secreto sagrado del tambor, más que guardado, ha sido compartido en las
manos, el desempeño virtuoso y la maestría artística de varias generaciones de tamboreros que han
hecho de la percusión cubana uno de los más valiosos acervos de la Nación.
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DISCOGRAFÍA
Antología de la música afrocubana (EGREM 1981): vol. 1. Viejos cantos afrocubanos (LD 3325); vol. 2 Oru de
Igbogdu (LD 3995); vol. 3 Música Iyesa (LD 3747), vol. 4 Música Arará (LD 3996); vol. 5 Tambores Yuka (LD
3994); vol. 6 Fiesta de Bembé (LD 3997); vol.7 Tumba francesa (LD 3606); vol. 8 Toque de Güiros (LD 4483);
vol. 9 Congos (LD 4493); vol. 10 Abakuá (CD 0744). [Antología de la música afrocubana, COL 0011, EGREM,
2006]
Cantos y toques de Santería (CD 090), Artex, 1994.
Cantos de congos y paleros (CD 091), Artex ,1994.
Lázaro Ros, Orisha Aye. Colección discográfica. Unicornio. Producciones Abdala, 2001.
Ta Makuende Yaya. La fiesta de San Antonio y el kunfuiti (CD-DVD 049), Bis Music, 2013.
María Elena Vinueza González: Musicóloga y pedagoga ecuatoriana radicada en Cuba desde 1962. Máster en Música,
mención Musicología por la Universidad de las Artes, ISA. Desde 1996 es Directora de Música de la Casa de las Américas
y de su revista Boletín Música. Profesora titular de la Universidad de las Artes, ISA y de la Maestría en Gestión del
patrimonio documental de la música del Colegio Universitario San Gerónimo, Universidad de La Habana.
Cita recomendada
Vinueza, María Elena. 2021. “La jerarquía del tambor en la narrativa sonora de Cuba”. TRANS-Revista Transcultural de Música/Transcultural Music
Review 25 [Fecha de consulta: dd/mm/aa]
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