Gobierno Abierto - Una Concepción Ética para La Educación Democrática

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Revista del CLAD Reforma y Democracia

ISSN: 1315-2378
[email protected]
Centro Latinoamericano de Administración para el
Desarrollo
Venezuela

Pallarés Domínguez, Daniel


Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática
Revista del CLAD Reforma y Democracia, núm. 73, 2019
Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo
Venezuela

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=357559582003

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abierto
Gobierno abierto: una concepción ética
para la educación democrática

Daniel Pallarés Domínguez


Daniel Pallarés Domínguez
Investigador postdoctoral y profesor part-time
en el Departamento de Filosofía y Sociología de
la Universitat Jaume I de Castellón (España). Se
unió al Centro de Investigación en Ética y Bioética
de la Universidad de Uppsala (Suecia) en enero de
2019 como parte del equipo de investigación en
neuroética y neurofilosofía. Su Máster en Ética
y Democracia (2012) presenta una aproximación
crítica al tratamiento de las emociones en la
neuroética. Su proyecto de doctorado se centró
en la relación entre la neurociencia y las ciencias
sociales, específicamente desde la neuroética
y la neuroeducación. Es licenciado en Humanidades
(Universitat Jaume I) y en Pedagogía del Piano
(Conservatorio Superior de Música Salvador Seguí).
Recibió su doctorado en Filosofía Moral (Universidad
Jaume I, 2016) sobre las bases neuroéticas para
la educación moral: neuroracionalidad basada en
el diálogo y la práctica. La tesis ganó un premio
extraordinario de doctorado en 2017 y fue
calificada como excelente Cum Laude por un comité
internacional. Como estudiante de doctorado
ha realizado investigaciones en el Centro de
Investigación en Ética y Bioética de la Universidad de
Uppsala y en el Centro de Investigaciones Filosóficas
de Buenos Aires, Argentina.

Las comunicaciones con el autor pueden dirigirse a:


Área de Filosofía Moral
Departamento de Filosofía y Sociología
Universitat Jaume I de Castellón
Av. Sos Baynat s/n, E-12071
Castellón de la Plana, España
E-mail: [email protected]
Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019, pp. 81-110, ISSN 1315-2378

Gobierno abierto: una concepción ética


para la educación democrática*
La noción de gobierno abierto se ha ido instaurando en las democracias
representativas desde los años 70 del siglo XX. Sin embargo, el mayor acceso
a la información de carácter público y político por parte de la sociedad
civil se ha aplicado de forma asimétrica, haciendo mucho hincapié en el
marco legal pero poco en el marco moral. El objetivo de este estudio es
analizar desde el punto de vista de la filosofía política la concepción de open
government y sus principales problemáticas. Entre ellas se destacarán
algunas contradicciones en las leyes de transparencia en el panorama
español y en el europeo; el tipo de información que se transmite; y la
concepción de sociedad civil que debería promover una mayor cultura de
la transparencia en sentido ético.

Palabras clave: Gobierno Abierto; Participación Ciudadana; Democracia;


Transparencia; Sociedad Civil; Ética

Open Government: an Ethical Conception for Democratic


Education

The notion of open government has been established in representative


democracies since the 70s of the XXst century. However, the greater
access to public and political information by civil society has been applied
asymmetrically, placing great emphasis on the legal framework but little on
the moral framework. This study aims to analyse the conception of open
government and its main problems from a political and philosophical
point of view. Among these we highlight some contradictions in the laws
of transparency in the Spanish and European panorama; the type of
information that is transmitted; and the conception of civil society that
should promote a greater culture of transparency in an ethical sense.

Key words: Open Government; Citizen Participation; Democracy;


Transparency; Civil Society; Ethics

Introducción

L as nociones de transparencia y buen gobierno han permanecido


obviadas durante mucho tiempo y en las pocas ocasiones en que
se han abordado -como a través de la gestión 2.0 o Nueva Gestión
Pública- casi siempre ha sido bajo una perspectiva estratégica o

Recibido: 08-08-2018 y 10-01-2019 (segunda versión). Aceptado: 21-01-2019.


(*) Este estudio se inserta en los objetivos del proyecto de investigación “El potencial
de las éticas aplicadas en las herramientas de participación del gobierno abierto y de
la sociedad civil” (Ref. UJI-A2016-04), de la Universitat Jaume I de Castellón (España).

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Se han tratado instrumental. Sin embargo, en los últimos años la propia sociedad
de dar solucio-
nes jurídicas a civil ha manifestado la necesidad de instaurar en la gestión pública
problemas que nociones como la transparencia, la confianza, la cooperación, la acce-
son en gran
parte éticos, ju- sibilidad o la rendición de cuentas. Conceptos que, lejos de pretender
ridificando los responder a un buen “lavado de cara” de las administraciones y las
marcos de la
transparencia instituciones públicas, son el reflejo de una demanda y una necesidad
o la rendición social que clama por salir no sólo de la crisis socioeconómica, sino
de cuentas.
también de la crisis de valores y de la desafección democrática en
la que está sumergida.
Estas demandas de mayor transparencia y participación demo-
crática no han estado formadas por un solo proceso sino que han
sido el resultado de una conjunción de múltiples fenómenos de
origen social, político y tecnológico. Los más destacables se han
hecho notar en mayores demandas de democracia participativa
y en el mayor protagonismo de la sociedad civil, así como en el
acceso a la información pública a través de plataformas digitales
(Cotino, 2013).
Los diferentes tratados y leyes que se han dado con respecto a
la necesidad de una mayor transparencia, confianza y rendición de
cuentas -lo que se conoce conceptualmente como “gobierno abier-
to” u open government- son necesarios, pero no suficientes, pues se
necesita también la perspectiva ética. Es decir, se han tratado de
dar soluciones jurídicas a problemas que son en gran parte éticos,
juridificando los marcos de la transparencia o la rendición de cuen-
tas. Por tanto, se necesitan paralelamente mecanismos y recursos
morales que ayuden a desarrollarlos.
De esta forma, la principal hipótesis de este trabajo es que existe
una falta de perspectiva ética en las definiciones que se han dado so-
bre “gobierno abierto”. Para ello, y siguiendo una metodología crítica
y argumentativa, el documento se dividirá en tres partes. En primer
lugar, se reflexionará críticamente sobre la evolución de la definición
de “gobierno abierto” para justificar esa falta de perspectiva ética.
En segundo lugar, se analizarán las problemáticas principales, tanto
en el marco nacional, tomando como ejemplo la Ley 19/2013, de 9
de diciembre, de Transparencia, Acceso a la Información Pública y
Buen Gobierno (España), así como ejemplos del marco internacional.
En tercer lugar, se justificará la necesidad de repensar el concepto
de gobierno abierto bajo una concepción más allá de la jurídica que
integre los conceptos de participación y transparencia dentro de la
sociedad civil en su concepción radical (García-Marzá, 2008).

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1. Gobierno abierto: marco conceptual


En España, desde 2009, los datos del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) evidencian -al igual que en otras democracias
representativas consolidadas- una fuerte desafección ciudadana.
Esta desafección se define por un sentimiento de cinismo hacia el
funcionamiento del proceso político representativo, así como por
su distanciamiento con respecto a sus instituciones básicas (Alonso,
2014). Paralelamente a esta tendencia están proliferando nuevas
formas de expresión y participación política fomentadas tanto des-
de los espacios de la sociedad civil -consumo político, procesos de
monitorización ciudadana, iniciativas legislativas populares, espacios
de auto-organización, etc.- como también, de forma paulatina pero
progresiva, desde las instituciones del Estado a través de iniciativas
de open government o gobierno abierto. Esta última se fomenta, como
se verá a continuación, con el objetivo de frenar la desafección ciu-
dadana a través de la participación, aunque no siempre ha sido así.
A pesar de que la expresión open government se consolida a fina-
les de los años 70 del siglo XX, su aparición es anterior, surgiendo
ya en los años 50 (Parks, 1957). Nace para dar respuesta a diversas
cuestiones que se plantean con el escrutinio público, la responsabi-
lidad política y la libertad de información (Chapman y Hunt, 1987).
Es decir, es una idea que se complementa con la monitorización de
la sociedad civil hacia la clase política y el escrutinio público de la
primera para pedirle responsabilidades a la segunda, en el entorno
de la comunicación digital (Feenstra y Casero-Ripollés, 2014).
La transparencia y la rendición de cuentas han sido los dos
conceptos base en la noción de gobierno abierto. Sin embargo,
este concepto ya no sólo implica un debate sobre el acceso a la
información pública y política por parte de la ciudadanía, sino que
también engloba temas como la protección de datos, el open data, y
la legislación para informar públicamente sobre las actividades del
gobierno, de los partidos y de las instituciones públicas.
Antes de pasar a estudiar las diferentes definiciones que se han
dado de gobierno abierto desde el panorama internacional, es preciso
hacer hincapié en cómo deberían concebirse los dos conceptos que
forman la base de este término, no sin antes diferenciar también entre
los términos ética y moral dado un estudio de estas características.
Desde el punto de vista etimológico, y siguiendo la tradición
filosófica española, el vocablo Êthos designa la residencia o lugar
donde se habita. A partir de la época aristotélica pasa a designar

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una actitud interior, el lugar interno que el ser humano porta en sí


mismo (Aranguren, 1997: 22). La palabra “moral” en cambio, pro-
viene del latín mos, mores, y significa costumbre o carácter. Para los
latinos se refería a un conjunto de reglas adquiridas por hábitos y
que configuraban la personalidad y la manera de actuar de cada
persona (Cortina y Martínez, 1996: 14-21).
Desde el punto de vista práctico “ética” se refiere a una ciencia que
reflexiona sobre diferentes concepciones morales y las diferentes
formas de justificar la vida moral de una manera racional, guiando
las acciones humanas gradualmente. Por otro lado, “moral” es un
conocimiento no necesariamente reflexivo cuyos componentes
principales -sentimientos, valores y normas- se han configurado
social e históricamente. Los seres humanos adoptan la moral libre
y conscientemente por convicción personal, y no de forma mecánica
o impuesta. Estos contenidos de la dimensión moral -normas, senti-
mientos y valores- regulan las relaciones entre las personas y entre
las personas y las instituciones a las que pertenecen (García-Marzá,
2005; Gómez, 2007; Camps y Cortina, 2007).
Sin embargo, en un estudio de estas características no es suficiente
con señalar las diferencias entre ética y moral desde el punto de vista
analítico y etimológico, sino que además es necesario saber cómo se
complementa con la política y el derecho, dado que la concepción de
gobierno abierto remite a estos tres elementos tal y como se quiere
plantear aquí. Es decir, el gobierno abierto es una herramienta políti-
ca que cuenta con el respaldo del derecho, pero que se fundamenta
en valores morales que sostienen el ethos democrático.
La consideración general sobre el estatuto y función de la ética
es, como se ha apuntado más arriba, la de filosofía o reflexión sobre
el fenómeno moral. Sin embargo, dentro del ámbito moral existen
otros aspectos a considerar. Desde una perspectiva deontológica -de
raíz kantiana pero transformada por la ética discursiva (Apel, 1985;
Habermas, 1985)- la tarea principal de la ética es la de fundamen-
tar un principio moral desde el cual podamos juzgar la justicia de
nuestras acciones, normas e instituciones. Desde esta perspectiva
la racionalidad práctica tiene que ver exclusivamente con la posibi-
lidad de fundamentar intersubjetivamente las normas morales, los
procedimientos de acción. Es preciso distinguir entre los problemas
de fundamentación y los problemas de aplicación. Tal y como explica
D. García Marzá, por un lado se encuentra el nivel de justificación
del principio moral, consiguiendo así un concepto procedimental de

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razón práctica que justifique el carácter democrático de una socie-


dad abierta y pluralista, de lo que se encarga la ética. Por otro lado,
como nivel diferente pero no independiente, tenemos el análisis de
las condiciones de posibilidad de su realización, de lo que se encarga
la política (García-Marzá, 2000: 31).
Pasando ahora a revisar los dos conceptos que forman el término
“gobierno abierto”, hay que considerar, por un lado, que la noción de
“apertura” es un proceso dual y recíproco. No debe darse solamente
en una dirección desde el gobierno hacia los ciudadanos, sino que
también debe tener en cuenta las demandas sociales, escuchar a
la ciudadanía para ir cambiando a medida que esta le exige más
transparencia. Es decir, para que haya verdaderamente una apertura
es necesario que primero los ciudadanos se pronuncien, es decir,
participen de los asuntos públicos. Pero no hay que olvidar que, fo-
mentar la participación no se consigue solo con mecanismos jurídicos
o legales -con ellos solo se garantiza- sino también con mecanismos
éticos que conduzcan hacia una educación política.
Por otro lado, a pesar de que el término open government contem-
pla la palabra “gobierno”, se debería hablar más bien de “gobernan-
za”. Es decir, implica una necesidad social de traspasar los modelos
de decisión jerárquicos de gobierno de antiguos escenarios (Ramírez
Alujas, 2011: 204). Antiguos escenarios se refiere a las concepciones
democráticas más estrechas, como las concepciones mercantilistas,
elitistas y mínimas que reducen la democracia al voto (Schumpeter,
1994). Es preciso entender que solamente aportando una perspectiva
jurídica de la democracia, se vuelve inevitablemente a una concep-
ción de democracia mínima en la que los votantes son consumidores,
los políticos se convierten en empresarios y los partidos políticos en
empresas que ofertan sus productos (García-Marzá, 2000: 99-102).
Estos antiguos escenarios políticos se han visto superados a medida
que ha crecido el anhelo de participación ciudadana (Tormey, 2015a).
Esta ampliación del espectro político de la participación se ha dado
como mínimo bajo dos formas. En primer lugar, el descrédito del pro-
ceso político de la votación como único elemento que define la vida
política (Crouch, 2004; Dalton, 2004; Hay, 2007). En segundo lugar, el
potencial político de las herramientas de comunicación digital que altera
las dinámicas de intermediación política (Subirats, 2011; Shirky, 2009).
El reclamo de un mayor acceso a la información, y una mayor
claridad y transparencia de la misma, ha tenido como principal con-
secuencia la creación de las plataformas de análisis y recopilación

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Las herramien- de datos por parte de la sociedad civil. En este ámbito, existen nu-
tas digitales no
solo mejoran merosos estudios sobre el papel de las herramientas digitales para
potencial- la organización eficaz de amplios grupos de activistas o voluntarios
mente la
organización, mediante procesos que alteran las clásicas formas de intermedia-
coordinación, ción política dominada tradicionalmente por partidos políticos y
agregación y
movilización sindicatos (Van Laer y Van Aelst, 2010; Casero-Ripollés, 2015; Flesher
de las acciones Fominaya, 2014). El repertorio político de los actores de la sociedad civil
de la sociedad
civil, sino que -reducido con frecuencia por parte de la ciencia política a actos como
también ge- votar, manifestarse, afiliarse o contactar con políticos (Verba y Nie,
neran nuevas
modalidades 1972)- se ve ahora aumentado y se facilitan nuevas vías de experi-
de actuación mentación política (Rathnayake, 2015; Su y Xu, 2015). Al mismo tiempo,
política.
se incorporan nuevas tipologías y dinámicas de participación en red a
través de online-petitions (con plataformas como Change.org), platafor-
mas de auto-organización colectiva (Plataforma de Afectados por la
Hipoteca), procesos de monitorización ciudadana (15MpaRato), buzones
de denuncia (Xnet; Fíltrala), fundaciones ciudadanas pro-transparencia
(Civio.org; OpenKratio, hacktivismo, Anonymous), entre otras. Final-
mente, la organización colectiva de protestas ciudadanas, siguiendo
nuevas y heterogéneas pautas de intermediación política, se ha
consolidado en países como Islandia, España, México, Brasil y Hong
Kong (Della Porta, 2013; Castells, 2012; Flesher Fominaya, 2014).
En definitiva, las herramientas digitales no solo mejoran potencial-
mente la organización, coordinación, agregación y movilización de
las acciones de la sociedad civil, sino que también generan nuevas
modalidades de actuación política (Casero-Ripollés, 2015). Sin em-
bargo, también estas nuevas formas de participación ciudadana
generan amplios dilemas y retos en los diferentes grupos sociales
(Dekker y Feenstra, 2015: 7).
Se puede observar una evolución del término open government
si se consideran las definiciones que la OCDE ha dado en los úl-
timos quince años. En 2003 ya se puede observar cierta falta de
perspectiva ética. En el abstract del documento se establece que
para hacer una política más abierta son necesarios: “robust legal,
institutional and policy making contributes to better public policy, the
fight against corruption, and greater public trust in government” (OCDE,
2003: 8). ¿Cómo se puede pretender un objetivo ético, como es la
transparencia, solamente hablando de sólidos marcos jurídicos? Por
supuesto estos son necesarios, pero no suficientes. La transparencia
es un recurso para generar otro recurso moral como es la confianza
(García-Marzá, 2008 y 2015).

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Hoy en día, y Siguiendo con la OCDE, en 2005 el término se definió como: “the
desde el ámbi-
to institucio- transparency of government actions, the accessibility of government
nal, las iniciati- services and information, and the responsiveness of government to new
vas de gobierno
abierto se vin- ideas, demands and needs” (OCDE, 2005), entendiendo el término
culan en gran como la unión de tres características que debían poseer los gobier-
medida con
la aplicación nos: transparencia, accesibilidad, capacidad de respuesta. Se observa
concreta del ya aquí un primer cambio con respecto a 2003, pues en lugar de
potencial de las
herramientas apertura (openness) se optó esta vez por capacidad de respuesta
digitales. (responsiveness), entendiéndose como la capacidad que tienen los
gobiernos no sólo de escuchar las necesidades y demandas de sus
ciudadanos cuando diseñan e implementan políticas públicas, sino
de actuar en consecuencia (OCDE, 2003: 10).
Este organismo volvió a definir el término en 2010, entendiéndolo
ahora como: “Open government is about how government can work
with society and individuals to co-create public value” (OCDE, 2010: 3).
La noción de valor público cobra ahora protagonismo y se refiere
en este caso a la información que se hace visible a la ciudadanía.
No hay que olvidar que la sociedad de la información -sociedad en
red, nuevas tecnologías, sociedad del conocimiento, desarrollo tec-
nológico, redes sociales, Web 2.0 (Castells, 2006)- ha producido un
cambio radical en la forma en que se relacionan los agentes públicos,
basados ahora más en los principios de transparencia, apertura y
colaboración (Ramírez Alujas, 2011: 102). Sin embargo, como se
verá en el siguiente apartado, también han provocado una mayor
desinformación en algunos casos (Aranda Ávarez, 2013: 217). Para
algunos el gobierno abierto implica solamente una serie de cambios
en la tecnología y no en los valores (Calderón y Lorenzo, 2010), sin
embargo el concepto va más allá, dando lugar a una serie de cambios
en la mentalidad sobre cómo se concibe la administración pública
y su forma de relacionarse con la sociedad civil y de transformar la
sociedad (Ramírez Alujas, 2011: 103).
Hoy en día, y desde el ámbito institucional, las iniciativas de go-
bierno abierto se vinculan en gran medida con la aplicación concreta
del potencial de las herramientas digitales (Lathrop y Ruma, 2010;
Perritt, 1997; Bossewitch y Sinnreich, 2012). Es decir, el concepto
de open government se vincula a una nueva forma de relacionarse
entre la Administración Pública y la ciudadanía (Coleman ...[et al],
2015), buscando establecer nuevos canales de comunicación di-
recta y fomentando los principios de transparencia, colaboración
y participación. La filosofía tras estas iniciativas se vincula también

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con una comprensión ampliada del papel de la ciudadanía en la


democracia, que se considera debe trascender el voto esporádico
en las urnas para fomentar especialmente el vínculo con las deci-
siones más cercanas a su localidad. Además, la apertura de datos,
así como la promoción de la participación, se fomenta con el fin de
recuperar la confianza en la política y las instituciones. Las iniciativas
de Gobierno Abierto sitúan las herramientas digitales como una
parte fundamental en el intento por transformar administraciones
-de diversos niveles- hacia formas más innovadoras y participativas
de democracia.
En este terreno existen numerosas iniciativas entre las que se
pueden destacar, por ejemplo, Recovery.org, una web oficial del go-
bierno estadounidense que informa al público que busca fomentar
la transparencia en materias medioambientales, presupuestarias
o educacionales. También podemos encontrar el proyecto Open
Government (2018) de la Unión Europea, la iniciativa Open Government
Partnership (2018) de carácter global desarrollada con el apoyo de
Naciones Unidas en la que participan sesenta y nueve países, o
la plataforma India.gov que ha extendido el uso de herramientas
similares en la India.
Se podrían citar como ejemplos también una serie de procesos
de colaboración entre actores de la sociedad civil y actores insti-
tucionales a la hora de fomentar procesos de participación digital.
En este sentido, se destacan experiencias como Open Ministry
en Finlandia, proyecto puesto en práctica en 2012. La acción de
gobierno abierto que impulsaron las instituciones finesas supuso
una reforma constitucional promovida por el Estado en la que, con
la colaboración de empresarios, activistas y plataformas ciudada-
nas, se pusieron en práctica iniciativas legislativas populares que
con el apoyo de 50.000 firmas ciudadanas pasaban obligatoria-
mente a ser votadas en el parlamento (Gaber y Mojskerc, 2014).
También Better Reykjavik constituye un ejemplo paradigmático
de participación ciudadana a través de la colaboración del ayun-
tamiento de la capital islandesa con The Citizens Foundation, una
organización sin ánimo de lucro cuya finalidad es promocionar
una democracia colaborativa (Lackaff, 2015; Landemore, 2015;
Jonsson, 2014; Åström ...[et al], 2013; Lackaff y Grímsson, 2011).
Esta iniciativa ha permitido consolidar un espacio de participación
digital donde la ciudadanía puede proponer, debatir y priorizar
políticas municipales.

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Si la adminis- 2. Discusión: ventajas y problemáticas en la aplicación del


tración pone
los datos en gobierno abierto
abierto de for- Son muchas las ventajas que proporciona el gobierno abierto. Por
ma transparen-
te no tendrá ejemplo, en España el Observatorio Regional de la Sociedad de la
que desarrollar Información (ORSI, 2010) destaca, en primer lugar, que la adminis-
plataformas
informáticas tración sería mucho más cercana a la ciudadanía, y que esta a su
para dar ser- vez se implicaría más en los asuntos públicos, fomentando no solo
vicio al ciuda-
dano, sino que la participación en sentido político sino también en sentido civil -el
serán otras proceso dual de apertura mencionado en el apartado anterior. En
empresas o
ciudadanos -in- segundo lugar, la administración se beneficiaría de los ciudadanos en
formediarios- la misma medida que estos de la administración, pudiendo encontrar
quienes desa-
rrollarán estas soluciones a problemas con menor coste económico y humano. Si la
aplicaciones.
administración pone los datos en abierto de forma transparente no
tendrá que desarrollar plataformas informáticas para dar servicio al
ciudadano, sino que serán otras empresas o ciudadanos -informedia-
rios- quienes desarrollarán estas aplicaciones. Así, como recuerdan
A. Cortina y D. García-Marzá, la ética es más rentable a largo plazo
a nivel económico, ya no sólo para las empresas sino también para
las administraciones (García-Marzá, 2004; Cortina ...[et al], 2000).
En efecto, una mayor confianza en el gobierno conduce a mejores
resultados y a un menor coste; elevar las exigencias de cumplimiento
conduce a asegurar la equidad en el acceso a la información, aprove-
chando mejor los recursos ciudadanos (Ramírez Alujas, 2011). Pero
la implantación del gobierno abierto también cuenta con potenciales
dificultades, debido a las problemáticas que surgen de su aplicación
práctica. Estos problemas pueden agruparse en tres tipos: aquellos
que afectan a las propias leyes de transparencia; los que afectan a
la calidad e inteligibilidad de la información que se hace accesible;
y aquellos que afectan a la transformación de la sociedad civil y de
la participación democrática.

2.1 Sobre las leyes de transparencia


En las diferentes aplicaciones de los sistemas de buen gobierno es
preciso hacer una distinción o clasificación espacial y funcional de
su alcance. Tomando como referencia la nomenclatura espacial de
micro, meso y macro (García-Marzá, 2016), se pueden diferenciar:
a) Nivel micro: todas aquellas aplicaciones de gobierno abierto a
nivel institucional y empresarial, dentro del marco legal vigente de
cada país. Se trata de aplicaciones concretas a las que no se hará
referencia en este estudio, pero que enmarcan las dinámicas de

91 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática

comunicación interpersonal en instituciones de la sociedad civil. No


se refiere a la esfera de la empresa privada, sino también al ámbito
de las actividades espontáneas y libres, basadas en acuerdos volun-
tarios e independientes del poder político -pero no del marco legal.
b) Nivel meso: todas aquellas aplicaciones estatales y nacionales
de gobierno abierto. Se tratará especialmente la Ley 19/2013 de
transparencia en España.
c) Nivel macro: referido a los convenios y tratados internacionales.
En este estudio se tratarán en su mayoría los europeos. La principal
problemática que se destacará serán las relaciones entre este nivel
macro y el anterior meso, especialmente en la aplicación concreta
de los convenios internacionales de buen gobierno al marco legal
nacional de cada país.
Con respecto al nivel macro, uno de los antecedentes directos para
la concepción actual de gobierno abierto fue el Memorando sobre
Transparencia y Open Government, del gobierno de Barack Obama en
2009, siendo uno de los primeros en utilizar un portal que facilitó no
solo la transparencia sino también la participación ciudadana (Data.
gov). Además de un portal de transparencia se trata también de una
iniciativa de crowdsourcing1 que buscaba aprovechar la inteligencia
colectiva de los ciudadanos para solucionar demandas y problemas
sociales de la comunidad (Barquero, 2016: 12).
Sin embargo, a nivel internacional han sido muchos los tratados
que se han sucedido hasta hoy. En el ámbito internacional se podrían
destacar, entre otros, el Tratado de Maastrich, en su declaración Nº
17 relativa al derecho de acceso a la información (Consejo de las
Comunidades Europeas, 1992: 229); el tratado de Ámsterdam en su
artículo 255 (Comunidades Europeas, 1997); la declaración conjunta
de la ONU, OECE y la OEA de 2004; el Reglamento (CE) 1049/2001
del Parlamento del Consejo, de 30 de mayo de 2001, que regula el
acceso a los documentos al parlamento, consejo y comisión euro-
peos (DOCE, 2001); el Tratado de Lisboa (DOUE, 2007); La Carta de
los Derechos Fundamentales de la Unión Europea en su artículo 41
(DOCE, 2000); o el Acuerdo Interinstitucional del Parlamento Europeo
y la Comisión, art. 27, de 23 de junio de 2011 sobre la creación del
registro de transparencia (DOUE, 2013).
Con respecto al nivel meso en el ámbito nacional español destaca
la actual Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la
información pública y buen gobierno (BOE, 2013). Es curioso que en Es-
paña se haya aprobado la Ley 19/2013 de transparencia sin que todavía

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se haya ratificado el convenio del Consejo de Europa sobre el acceso a


documentación pública de 2009. ¿Supone esto una contradicción? ¿Si
se apuesta por la transparencia desde el ámbito nacional, por qué no
se hace también desde las organizaciones o tratados internacionales?
Esta ley cuenta con algunas problemáticas para la implantación
de un verdadero gobierno abierto. La principal problemática es que,
a pesar de anclarse constitucionalmente diciendo que “todas las
personas tienen derecho a acceder a la información pública en los
términos previstos en el artículo 105.b de la Constitución española”
(Administración General del Estado, 1978) renuncia así ajustarse
al derecho internacional que lo reconoce como un derecho funda-
mental. Pero cuidado, no se está diciendo aquí que ajustarse a la
Constitución española sea un problema, sino que lo es solo si se
contempla el marco constitucional y no un marco más amplio (Gui-
chot, 2014). En otras palabras, como expresa E. Aranda Álvarez: “Si
se sitúa el acceso a la información y transparencia en el marco de
los derechos fundamentales se abre la puerta de forma clara para
que esa forma de comportamiento público sea extensible a todos los
poderes públicos y que su reclamación por parte de los ciudadanos
ante incumplimientos tenga una máxima protección” (2013: 226).
Teniendo en cuenta estas palabras, el derecho al acceso a la
información no se reconoce como un derecho fundamental, de
acuerdo con lo que se estipula en la Carta sobre los Derechos Hu-
manos, por lo que no están totalmente sujetas a ella las entidades
privadas que prestan algún servicio de interés general en España
-telecomunicaciones, electricidad, gas o servicio postal, por ejem-
plo. Si se hubiera considerado como un derecho fundamental, se
debería haber regulado mediante Ley Orgánica, como competencia
exclusiva del Estado, y de esa forma habría una ley a nivel nacional y
no con una multiplicidad de leyes a nivel autonómico -entre las que
destaca como una de las más recientes la Ley 2/2015, de 2 de abril,
de Transparencia, Buen Gobierno y Participación Ciudadana de la
Comunitat Valenciana (DOGV, 2015). En otras palabras, el hecho de
no reconocerse como un derecho fundamental y regularse mediante
una ley orgánica ha producido una multiplicidad de leyes en las co-
munidades autónomas, también sobre transparencia (Blanes, 2016:
135). A pesar de la cada vez más abundante normativa de carácter
autonómico y local sobre gobierno abierto, gestión pública y trans-
parencia, al final lo que resulta determinante es la normatividad
estatal (Cotino, 2013: 65).

93 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática

Para combatir Se destacan también otros problemas como, por ejemplo, que
la corrupción,
el clientelismo tampoco se contempla una entidad encargada de resolver las recla-
y la cleptocra- maciones que no tiene independencia política, ni se adoptan medidas
cia, no solo
se necesita la para mejorar la protección jurisdiccional; y mientras que sí que se
transparencia pena como falta grave la obligación de resolver en plazo aquellas
en el ethos de
las organizacio- demandas que se han aceptado, no se pena la negativa injustificada
nes políticas, a facilitar o entregar la información (Blanes, 2016: 131).
sino también
en el seno de Y, por último, la responsabilidad sancionadora hacia altos cargos
todas aquellas del gobierno y partidos políticos es prácticamente inexistente. Pues
asociaciones
que forman esta Ley de Transparencia atribuye la competencia sancionadora,
parte de la so- en el ámbito de la Administración General del Estado, al Consejo de
ciedad civil y la
administración Ministros o el Ministro de Hacienda, por lo que será muy difícil que
pública.
estos sancionen al partido que está en ese momento en el gobierno
(Blanes, 2016: 134).
La transparencia no solo es un presupuesto básico de la demo-
cracia sino del Estado de derecho, en cuanto posibilita la rendición
de cuentas en la gestión pública. Sin embargo, el exceso de leyes
sin llegar a cumplir ninguna de ellas conduce a una cultura de la
sospecha en lugar de a una cultura de la transparencia (Alcaraz
Ramos, 2016). Las leyes de transparencia son una de las principales
armas contra la corrupción política e institucional, que siempre
ha sido uno de los grandes males endémicos de la democracia,
que se esconde detrás de la falta de transparencia. Sin embargo,
también es preciso matizar que los nuevos sistemas de corrupción
están cambiando y adaptándose a esa sociedad red o sociedad del
conocimiento. La corrupción de la que hablaba Caciagli (1996) en
posiciones de superioridad e inferioridad se ha cambiado por un
clientelismo de relaciones entre iguales que se benefician mutua e
ilegítimamente en busca de un fin a menudo mercantilista, donde el
intercambio de favores y de recursos predominan en favor de una
“cleptocracia” (Haya de la Torre, 2002; Durand, 2004), produciendo
así la principal fuente de desconfianza hoy en día en el panorama
político (García-Marzá, 2015: 96).
Para combatir la corrupción, el clientelismo y la cleptocracia, no
solo se necesita la transparencia en el ethos de las organizaciones
políticas, sino también en el seno de todas aquellas asociaciones que
forman parte de la sociedad civil y la administración pública (Aranda
Álvarez, 2013: 222; Transparencia Internacional España, 2016). Desa-
fortunadamente, el Groupe of States Against Corruption (GRECO) del
Consejo de Europa ha publicado en enero de 2018 la cuarta ronda

94 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Daniel Pallarés Domínguez

evaluadora del Interim Compliance Report en España, donde concluye


que: “none of the eleven recommendations contained in the Fourth
Round Evaluation Report has been implemented satisfactorily or
dealt with in a satisfactory manner by Spain” (GRECO, 2018: 12). Es
decir, las leyes de transparencia en España no han sido de momento
suficientes para paliar la corrupción política.
Con todo, la multiplicidad y el carácter de las leyes de transpa-
rencia no han sido el único problema para la implantación de un
verdadero gobierno abierto, también lo es el tipo de información.

2.2 Sobre el tipo de información y la accesibilidad


Tal y como indica J. Adell (2001: 112), los medios de comunicación son
a la vez causa y consecuencia de las coyunturas socioculturales. La
sociedad cambia como resultado de los cambios en las tecnologías
de la comunicación y la información, pero dichas tecnologías también
son consecuencia de los cambios sociales.
La teoría y la filosofía política contemporánea se enfrentan al reto
de plantear modelos de democracia y mecanismos de participación
capaces de reducir el creciente distanciamiento entre sociedad civil
e instituciones representativas. Desde la filosofía política, así como
también desde las éticas aplicadas, este reto ha llevado a la reciente
aparición de heterogéneas propuestas de democracia que pretenden
trascender las comprensiones minimalistas de democracia (Schum-
peter, 1994; Sartori, 1992; Dahl, 1993). El objetivo de estos modelos
de democracia consiste en apuntalar la práctica democrática; esto es,
entender la democracia como algo más que la legitimación a través
del voto en período electoral para que, mediante diversos canales
de participación, se avance hacia la recuperación de la confianza
en la política y en las instituciones por parte de la ciudadanía. Entre
estos modelos destacan propuestas como: democracia deliberativa
y democracia de doble vía (Habermas, 1998; Cortina, 1993; Gutmann
y Thompson, 1996; Nino, 1997; Bohman y Rehg, 1999; Elster, 2000;
García-Marzá, 2013), contrademocracia (Rosanvallon, 2008), demo-
cracia monitorizada (Keane, 2009 y 2013; Schudson, 1998; Gutiérrez
Rubí, 2011; Feenstra, 2012), democracia post-representativa (Tormey,
2015a y 2015b) o e-democracy (Chadwick, 2003; Fang, 2002; Dalisay
…[et al], 2016).
Dentro de estos modelos de democracia existe un interés cre-
ciente por el potencial que acompaña a las nuevas herramientas
de comunicación digital para facilitar o dinamizar los heterogéneos

95 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática

El gobierno procesos de participación que postula cada modelo: deliberación,


abierto es más
un carácter, monitorización, voto, auto-organización, etc. La innovación tecno-
formado por lógica ha potenciado la capacidad de fomentar nuevos espacios de
un conjunto de
hábitos, que autonomía (Castells, 2009; Jenkins, 2006). En el escenario digital, y
una mera apli- al margen de todos los problemas que sin duda también le pueden
cación tecnoló-
gica. Por tanto, acompañar (Sunstein, 2007; Hindman, 2009), la abundancia de
lo fundamental información predomina frente a la escasez, la difusión de noticias
no residirá en
sus componen- de muchos-a-muchos frente a la transmisión de uno-a-muchos,
tes tecnológi- la transparencia frente a la opacidad, la accesibilidad frente a la
cos sino en los
éticos. exclusividad y la interactividad frente a la pasividad (McNair, 2006).
Aplicado al contexto que ocupa aquí, el gobierno abierto ha sido
posible sin duda gracias a la evolución de las tecnologías y su relación
con la administración pública, especialmente en la transparencia y
la participación ciudadana: “la información y la comunicación son
la esencia de todo proceso participativo y las TIC son el medio idó-
neo. Es más, estas fases son prácticamente las mismas que ahora
se predican en la implantación del Gobierno Abierto” (Cotino, 2013:
54). A pesar de las enormes posibilidades, el primer problema que
puede apreciarse en la implantación de las nuevas tecnologías es
de concepción. En efecto, no se debe caer en el error de pensar que
las TIC constituyen la base del gobierno abierto. Para algunos solo
supone la evolución al gobierno 2.0 o la implantación de la web 2.0 a
las Administraciones Públicas (Fumero ...[et al], 2007). Pero el gobier-
no abierto es más un carácter, formado por un conjunto de hábitos,
que una mera aplicación tecnológica. Por tanto, lo fundamental no
residirá en sus componentes tecnológicos sino en los éticos.
El segundo problema, que forma parte del hilo conductor de
este trabajo, es la visión estratégica de la transparencia y la falta
de perspectiva ética -casi toda es legal- que han provocado que
durante mucho tiempo que la rendición de cuentas haya tenido un
carácter formal, o meramente estratégico, restándole efectividad y
transparencia (Aranda Álvarez, 2013: 216). La perspectiva estratégica
de la transparencia produce que se confunda la transparencia con la
inteligibilidad de los datos. Es decir, el mayor acceso a la información
no significa transparencia si no se realiza un uso adecuado de ella.
Lo que diferencia el acceso a la información de la transparencia es
la claridad de acceso a los datos (Aranda Álvarez, 2013: 215).
Cabe recordar que la noción de open government pretende crear
espacios de contacto directo con la ciudadanía y plataformas para el
debate informado y el trabajo común. Intenta ofrecer datos públicos

96 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Daniel Pallarés Domínguez

de primera mano -open data- sin transformarlos ni interpretarlos


para que, en teoría, sea la sociedad la que saque sus conclusiones.
Podrían entenderse los datos en este contexto como un bien público,
ya que su consumo por parte de un individuo no reduce su disponi-
bilidad para otros y además contribuye a una mejora de la sociedad.
Sin embargo, no se trata solo de ofrecer datos sino de proporcio-
nar plataformas para trabajar conjuntamente con ellos, pasando del
open data al linked data (Tauberer, 2011 y 2014). También podrían
implantarse algunas medidas en referencia al tipo de información
que se tiene en cuenta en la noción de gobierno abierto y en cómo
se gestiona dicha información. Por ejemplo el ejercicio electrónico
del derecho y la difusión activa de la información a través de las TIC,
reutilización de los open data, o una mayor penalización respecto al
silencio o negativa de una administración ante la solicitud de infor-
mación ciudadana (Cotino, 2013: 72-74).
En este sentido, son interesantes algunas propuestas sobre aná-
lisis de datos masivos o big data que normalmente se utilizan para
monitorizar aspectos globales o bastante concretos en la respon-
sabilidad social empresarial (Calvo y Osal, 2018: 179). Programas
como Kaushik, Asomo, Klout y Peerindex o Swotti y Twits Observer, por
poner algunos ejemplos, sirven para que la organización conozca en
tiempo real los intereses de todos sus grupos de interés -stakeholders.
Todavía no hay propuestas de traslación de estos programas a las
administraciones públicas para recoger datos de forma masiva sobre
los intereses y preocupaciones políticas y sociales de los ciudadanos,
pero sin duda podrían resultar muy útiles si, además, se incluyeran
sistemas de monitorización y cumplimiento para una gestión efectiva
y responsable (Calvo, 2018: 164-165).
El tercer problema con respecto a la información y a su accesibi-
lidad está constituido precisamente por el exceso de esta. El gigan-
tismo de los procesos de las administraciones públicas y la excesiva
burocratización de las relaciones entre ciudadanos y poderes “han
llevado al desarrollo de instrumentos de ‘protección’ de los órganos
públicos que, con el tiempo, han situado al ciudadano al pie de una
posición de avasalladora inferioridad” (Aranda Álvarez, 2013: 220). En
efecto, como ya anunciaba M. Weber (1984: 289), la racionalización
de un Estado depende de un irremediable y constante proceso de
burocratización. Es decir, un conjunto de instituciones reguladas por
normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar
los asuntos que le son propios. Pero la excesiva burocratización

97 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática

La desafección puede ser peligrosa. De hecho, una de las acepciones de “burocra-


se ha dejado
sentir en dos cia” de la RAE es “Administración ineficiente a causa del papeleo, la
aspectos. Por rigidez y las formalidades superfluas”. El peligro para el gobierno
un lado, el
desencanto abierto es que la transparencia acabe por convertirse en un exceso
con las es- de información, alargando los procesos de burocratización cuando
tructuras de
representación los ciudadanos demanden esa transparencia.
parlamenta-
ria, y, por otro
lado, la mayor 2.3 Sobre la sociedad civil
demanda de Teniendo en cuenta los dos apartados anteriores, tanto en el análisis
participación
cívica entre di- crítico de las leyes de transparencia como en el del tipo de informa-
versos estratos ción y su procesamiento, se puede concluir que impulsar un gobierno
de la población.
abierto no es un proceso estratégico que responda solamente a
un desafío de carácter jurídico o legal, ni tampoco consiste en un
impulso tecnológico sobre la gestión de la información pública. Si
se entiende desde ese prisma, se estarían reduciendo ampliamente
sus posibilidades (Ramírez Alujas, 2011: 122).
La idea de open government remite nuevamente al protago-
nismo de la sociedad civil en relación con la administración y
el Estado, y, en definitiva, invita a una reflexión moral sobre la
democracia a través de valores como la transparencia, la con-
fianza, la justicia y el diálogo. Para frenar la actual desafección
democrática no basta solo con la implantación de medidas que
contribuyan al open government desde el derecho o desde las TIC,
sino que es necesaria una nueva educación democrática dentro
de la sociedad civil de forma que esta pueda desarrollar todo su
potencial en la autonomía y la participación. Y es que la desafección
afecta a la democracia como institución política, pero no como for-
ma de organización de la vida en común (García-Marzá, 2015: 94).
Más concretamente, y como ya se ha expresado anteriormente, la
desafección se ha dejado sentir en dos aspectos. Por un lado, el des-
encanto con las estructuras de representación parlamentaria, y, por
otro lado, la mayor demanda de participación cívica entre diversos
estratos de la población (Dekker y Feenstra, 2015: 10).
Muchas veces la necesidad de implementar exigencias morales
en el diseño institucional se ve reducido a la regulación de carácter
jurídico-administrativo (García-Marzá, 2008: 28). La participación se
va reduciendo cada vez más hasta alcanzar -y no siempre- al ámbito
político, perdiendo gran parte de su capacidad de convicción. Sin
embargo, en las democracias de carácter deliberativo cada vez se
hace más patente la exigencia moral de participar plenamente en

98 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Daniel Pallarés Domínguez

los asuntos públicos, como sociedad civil de la que se forma parte.


Una exigencia moral que muchas veces no puede positivarse en
forma de ley.
En efecto, de los tres elementos que han sido claves en las defi-
niciones de gobierno abierto -la transparencia, la colaboración y la
participación- solo se puede obligar legalmente a uno de ellos: la
transparencia. Los otros dos, sin embargo, no se consiguen ampliar
mediante leyes, pues no se puede obligar a participar democrática-
mente porque la democracia perdería parte de su esencia2, sino que
se consiguen fomentar mediante mecanismos éticos.
Y es que la transparencia hoy en día no se debe realizar solamente
en el gobierno, sino que está ampliada a todas las administracio-
nes públicas y organismos institucionales. En definitiva a todas las
esferas sociales, ya sean públicas o privadas, que acaban teniendo
el funcionamiento del Estado democrático. Un diseño institucional
que contemple la ética de las diferentes esferas de la sociedad civil
significa, entre otras cosas, crear espacios públicos de participación
-consejos escolares, comités de bioética asistencial y clínica, comités
de responsabilidad en las empresas, etc.
Se hace necesario, por tanto, pensar las condiciones de aplicación
de la transparencia y la participación y también reflexionar sobre el
tipo de sociedad civil que puede amparar un verdadero gobierno
abierto. Teniendo en cuenta las diferentes concepciones de socie-
dad civil (Feenstra, 2012), en este estudio se optará por aquella que
abarca todas las formas no estatales de articulación y de organización
social (García-Marzá, 2008: 31). En otras palabras: “Se trata de una
esfera, legalmente reconocida y garantizada por el Estado, pero que
cuenta con recursos propios, con valores y normas independientes
de los recursos del Estado y que permiten su autoorganización y su
independencia” (García-Marzá, 2008: 36).
Teniendo en cuenta estas palabras, frente a diferentes concepcio-
nes como las de J. Habermas, J. Keane o M. Kaldor, D. García-Marzá
defiende una concepción radical de la sociedad civil, en el sentido de
que posee una serie de condiciones que posibilitan su participación
libre e igual, un trasfondo moral. Dentro de esta concepción radical
de la sociedad civil el derecho es una condición necesaria pero no
suficiente. El objetivo principal de esta es la resolución de conflictos
de intereses desde una perspectiva dialógica en cualquier ámbito
de institucionalización social. No se trata solamente de llegar a
negociaciones con una visión estratégica para garantizar el propio

99 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019


Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática

La transpa- interés, sino de una lógica comunicativa donde debe conjugarse el


rencia sería,
al igual que la propio bien dentro del bien común. Para ello es importante incor-
confianza, un porar recursos más allá del ámbito del derecho, es decir, recursos
recurso moral
básico para morales como la confianza o la transparencia, la solidaridad o el
alcanzar una diálogo. Estos recursos poseen la característica de que cuanto más
ética pública
que oriente se cultivan, más aumentan, pero que en cuanto dejan de utilizarse
a la consecu- desaparecen (García-Marzá, 2008: 43). La transparencia sería, al igual
ción del bien
común. que la confianza, un recurso moral básico para alcanzar una ética
pública que oriente a la consecución del bien común (Canales, 2002).

Conclusiones
A lo largo de este trabajo se ha justificado la necesidad de superar la
excesiva juridificación del concepto de open government y de adoptar
una mayor perspectiva ética. No se trata de obligar a ser transpa-
rentes a gobiernos e instituciones, sino a educar en una verdadera
cultura de la transparencia. Para llegar a crear el valor público que
expresa la OCDE en su última definición de open government, no
solo son necesarias unas iniciativas de participación ciudadana que
superen los conceptos estrechos de una democracia mínima, sino
que deben darse otros factores. En este trabajo se han analizado
tres de ellos.
En primer lugar, el marco legal de la transparencia, con ejemplos
en España y en el panorama internacional. El principal problema
sigue siendo que el derecho a la información no está mayorita-
riamente reconocido como un derecho fundamental en el marco
constitucional nacional.
En segundo lugar, el tipo de información que se hace transparente.
Esta información debe superar la visión estratégica para que, más
allá de los datos en abierto, la sociedad comparta esa información
en beneficio de objetivos y bienes comunes.
Una de las consecuencias de las nuevas tecnologías de la informa-
ción y de la comunicación ha sido el redescubrimiento de la propia
sociedad civil en las instituciones públicas o privadas (Calvo, 2018:
157). Por ello la sociedad civil constituye el tercer objeto de análisis.
La creciente desmoralización democrática como consecuencia de
escándalos políticos, corrupción financiera, presiones de lobbies,
etc., ha provocado una cultura de la irresponsabilidad. Se hace
necesario no solamente contar con un marco jurídico fuerte, sino
cultivar otro tipo de recursos. Los recursos morales como la transpa-
rencia, la confianza o la credibilidad, tienen la característica de que

100 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019
Daniel Pallarés Domínguez

La concep- cuanto más se utilizan más crecen (García-Marzá, 2008). Por tanto,
ción ética
de la noción la transparencia en el contexto del open government debe incluir
de gobierno una mayor perspectiva moral que complemente las leyes que se
abierto pone a
disposición una hagan para su implementación en una democracia deseable en el
herramienta contexto del siglo XXI.
o mecanismo
que va más allá A nivel internacional -nivel macro- son cada vez más las iniciativas
del marco legal que, conscientes de la necesidad de recuperar el ethos democrático,
y que requiere
de cooperación trabajan en la promoción e implantación de sistemas de gobierno
y participación abierto. Entre ellas, se pueden encontrar el proyecto de la Unión
para la buena
gestión de los Europea Open Government (https://ec.europa.eu/digital-agenda/
conflictos. en/open-government), la iniciativa de carácter global desarrollada
con el apoyo de Naciones Unidas Open Government Partnership
(https://www.opengovpartnership.org), en la que participan sesenta
y nueve países, o la plataforma India.gov que ha extendido el uso de
herramientas similares.
Sin embargo, no se debe pensar por ello que una mejor cultura
democrática se vaya a alcanzar “de arriba abajo” -o desde el nivel
macro al micro-, es decir desde las iniciativas y convenios internacio-
nales como guía para que los Estados nacionales regulen legalmente
estas medidas. Se ha visto en este estudio los problemas que han
surgido en países como España a este respecto. Debe haber un
sistema paralelo y complementario que vaya de “abajo a arriba”
-desde el nivel micro al macro-, otra vía o, mejor dicho, una doble
vía (García-Marzá, 2015). Es decir el desarrollo de mecanismos de
ética aplicada a la participación y transparencia democrática, espe-
cialmente vinculadas al gobierno abierto, pero que tengan su anclaje
en el seno de la sociedad civil.
Por ello, y para enfrentarse a la desafección recuperando la fuerza
de la democracia, es preciso entender la noción de gobierno abierto
desde un mecanismo de doble vía, desde la complementación entre
Estado -marco legal- y la sociedad civil -marco moral. La concepción
ética de la noción de gobierno abierto pone a disposición una herra-
mienta o mecanismo que va más allá del marco legal y que requiere
de cooperación y participación para la buena gestión de los conflic-
tos. La concepción del gobierno abierto desde una perspectiva ética
complementaria a la perspectiva legal permite establecer un control
de la responsabilidad política.
En este proceso desde “abajo hasta arriba” y que configura una
visión de carácter ético del gobierno abierto, se pueden destacar
iniciativas como Decidim (http://decidim.org). Se trata de una

101 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019
Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática

plataforma digital de participación ciudadana construida por el


ayuntamiento de Barcelona, en España, en la que los usuarios
-tanto visitantes como registrados- pueden participar en espacios
democráticos a través de comentarios, encuentros, propuestas,
votaciones y seguimiento de las iniciativas, procesos, órganos
políticos y consultas ciudadanas (Barandiaran, ...[et al], 2017). Sin
duda, es un ejemplo de gobierno abierto a nivel micro que utiliza
las nuevas tecnologías aplicadas a la transparencia y regeneración
democráticas. Pero son necesarios más proyectos de este tipo para
frenar la desmoralización democrática.

Notas
(1) El crowdsourcing se define como una colaboración ciudadana a
gran escala sobre la apertura del gobierno para que las decisiones que
afectan a todos los grupos de interés sean tomadas en conjunto, apro-
vechando las capacidades e ideas ciudadanas con el fin de mejorar la
labor pública (Ramírez Alujas, 2011).
(2) En referencia aquí a la esencia de todas aquellas concepciones
democráticas y que contemplen, como diría B. Constant (1988: 257-285),
no sólo la “libertad de los modernos” sino la “libertad de los antiguos”.
Es decir, aquellos modelos democráticos más exigentes en cuanto a la
participación ciudadana (Barber 2004; García-Marzá, 2013; Habermas,
1999: 231-258).

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