Gobierno Abierto - Una Concepción Ética para La Educación Democrática
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ISSN: 1315-2378
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Centro Latinoamericano de Administración para el
Desarrollo
Venezuela
Introducción
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Gobierno abierto: una concepción ética para la educación democrática
Se han tratado instrumental. Sin embargo, en los últimos años la propia sociedad
de dar solucio-
nes jurídicas a civil ha manifestado la necesidad de instaurar en la gestión pública
problemas que nociones como la transparencia, la confianza, la cooperación, la acce-
son en gran
parte éticos, ju- sibilidad o la rendición de cuentas. Conceptos que, lejos de pretender
ridificando los responder a un buen “lavado de cara” de las administraciones y las
marcos de la
transparencia instituciones públicas, son el reflejo de una demanda y una necesidad
o la rendición social que clama por salir no sólo de la crisis socioeconómica, sino
de cuentas.
también de la crisis de valores y de la desafección democrática en
la que está sumergida.
Estas demandas de mayor transparencia y participación demo-
crática no han estado formadas por un solo proceso sino que han
sido el resultado de una conjunción de múltiples fenómenos de
origen social, político y tecnológico. Los más destacables se han
hecho notar en mayores demandas de democracia participativa
y en el mayor protagonismo de la sociedad civil, así como en el
acceso a la información pública a través de plataformas digitales
(Cotino, 2013).
Los diferentes tratados y leyes que se han dado con respecto a
la necesidad de una mayor transparencia, confianza y rendición de
cuentas -lo que se conoce conceptualmente como “gobierno abier-
to” u open government- son necesarios, pero no suficientes, pues se
necesita también la perspectiva ética. Es decir, se han tratado de
dar soluciones jurídicas a problemas que son en gran parte éticos,
juridificando los marcos de la transparencia o la rendición de cuen-
tas. Por tanto, se necesitan paralelamente mecanismos y recursos
morales que ayuden a desarrollarlos.
De esta forma, la principal hipótesis de este trabajo es que existe
una falta de perspectiva ética en las definiciones que se han dado so-
bre “gobierno abierto”. Para ello, y siguiendo una metodología crítica
y argumentativa, el documento se dividirá en tres partes. En primer
lugar, se reflexionará críticamente sobre la evolución de la definición
de “gobierno abierto” para justificar esa falta de perspectiva ética.
En segundo lugar, se analizarán las problemáticas principales, tanto
en el marco nacional, tomando como ejemplo la Ley 19/2013, de 9
de diciembre, de Transparencia, Acceso a la Información Pública y
Buen Gobierno (España), así como ejemplos del marco internacional.
En tercer lugar, se justificará la necesidad de repensar el concepto
de gobierno abierto bajo una concepción más allá de la jurídica que
integre los conceptos de participación y transparencia dentro de la
sociedad civil en su concepción radical (García-Marzá, 2008).
Las herramien- de datos por parte de la sociedad civil. En este ámbito, existen nu-
tas digitales no
solo mejoran merosos estudios sobre el papel de las herramientas digitales para
potencial- la organización eficaz de amplios grupos de activistas o voluntarios
mente la
organización, mediante procesos que alteran las clásicas formas de intermedia-
coordinación, ción política dominada tradicionalmente por partidos políticos y
agregación y
movilización sindicatos (Van Laer y Van Aelst, 2010; Casero-Ripollés, 2015; Flesher
de las acciones Fominaya, 2014). El repertorio político de los actores de la sociedad civil
de la sociedad
civil, sino que -reducido con frecuencia por parte de la ciencia política a actos como
también ge- votar, manifestarse, afiliarse o contactar con políticos (Verba y Nie,
neran nuevas
modalidades 1972)- se ve ahora aumentado y se facilitan nuevas vías de experi-
de actuación mentación política (Rathnayake, 2015; Su y Xu, 2015). Al mismo tiempo,
política.
se incorporan nuevas tipologías y dinámicas de participación en red a
través de online-petitions (con plataformas como Change.org), platafor-
mas de auto-organización colectiva (Plataforma de Afectados por la
Hipoteca), procesos de monitorización ciudadana (15MpaRato), buzones
de denuncia (Xnet; Fíltrala), fundaciones ciudadanas pro-transparencia
(Civio.org; OpenKratio, hacktivismo, Anonymous), entre otras. Final-
mente, la organización colectiva de protestas ciudadanas, siguiendo
nuevas y heterogéneas pautas de intermediación política, se ha
consolidado en países como Islandia, España, México, Brasil y Hong
Kong (Della Porta, 2013; Castells, 2012; Flesher Fominaya, 2014).
En definitiva, las herramientas digitales no solo mejoran potencial-
mente la organización, coordinación, agregación y movilización de
las acciones de la sociedad civil, sino que también generan nuevas
modalidades de actuación política (Casero-Ripollés, 2015). Sin em-
bargo, también estas nuevas formas de participación ciudadana
generan amplios dilemas y retos en los diferentes grupos sociales
(Dekker y Feenstra, 2015: 7).
Se puede observar una evolución del término open government
si se consideran las definiciones que la OCDE ha dado en los úl-
timos quince años. En 2003 ya se puede observar cierta falta de
perspectiva ética. En el abstract del documento se establece que
para hacer una política más abierta son necesarios: “robust legal,
institutional and policy making contributes to better public policy, the
fight against corruption, and greater public trust in government” (OCDE,
2003: 8). ¿Cómo se puede pretender un objetivo ético, como es la
transparencia, solamente hablando de sólidos marcos jurídicos? Por
supuesto estos son necesarios, pero no suficientes. La transparencia
es un recurso para generar otro recurso moral como es la confianza
(García-Marzá, 2008 y 2015).
Hoy en día, y Siguiendo con la OCDE, en 2005 el término se definió como: “the
desde el ámbi-
to institucio- transparency of government actions, the accessibility of government
nal, las iniciati- services and information, and the responsiveness of government to new
vas de gobierno
abierto se vin- ideas, demands and needs” (OCDE, 2005), entendiendo el término
culan en gran como la unión de tres características que debían poseer los gobier-
medida con
la aplicación nos: transparencia, accesibilidad, capacidad de respuesta. Se observa
concreta del ya aquí un primer cambio con respecto a 2003, pues en lugar de
potencial de las
herramientas apertura (openness) se optó esta vez por capacidad de respuesta
digitales. (responsiveness), entendiéndose como la capacidad que tienen los
gobiernos no sólo de escuchar las necesidades y demandas de sus
ciudadanos cuando diseñan e implementan políticas públicas, sino
de actuar en consecuencia (OCDE, 2003: 10).
Este organismo volvió a definir el término en 2010, entendiéndolo
ahora como: “Open government is about how government can work
with society and individuals to co-create public value” (OCDE, 2010: 3).
La noción de valor público cobra ahora protagonismo y se refiere
en este caso a la información que se hace visible a la ciudadanía.
No hay que olvidar que la sociedad de la información -sociedad en
red, nuevas tecnologías, sociedad del conocimiento, desarrollo tec-
nológico, redes sociales, Web 2.0 (Castells, 2006)- ha producido un
cambio radical en la forma en que se relacionan los agentes públicos,
basados ahora más en los principios de transparencia, apertura y
colaboración (Ramírez Alujas, 2011: 102). Sin embargo, como se
verá en el siguiente apartado, también han provocado una mayor
desinformación en algunos casos (Aranda Ávarez, 2013: 217). Para
algunos el gobierno abierto implica solamente una serie de cambios
en la tecnología y no en los valores (Calderón y Lorenzo, 2010), sin
embargo el concepto va más allá, dando lugar a una serie de cambios
en la mentalidad sobre cómo se concibe la administración pública
y su forma de relacionarse con la sociedad civil y de transformar la
sociedad (Ramírez Alujas, 2011: 103).
Hoy en día, y desde el ámbito institucional, las iniciativas de go-
bierno abierto se vinculan en gran medida con la aplicación concreta
del potencial de las herramientas digitales (Lathrop y Ruma, 2010;
Perritt, 1997; Bossewitch y Sinnreich, 2012). Es decir, el concepto
de open government se vincula a una nueva forma de relacionarse
entre la Administración Pública y la ciudadanía (Coleman ...[et al],
2015), buscando establecer nuevos canales de comunicación di-
recta y fomentando los principios de transparencia, colaboración
y participación. La filosofía tras estas iniciativas se vincula también
Para combatir Se destacan también otros problemas como, por ejemplo, que
la corrupción,
el clientelismo tampoco se contempla una entidad encargada de resolver las recla-
y la cleptocra- maciones que no tiene independencia política, ni se adoptan medidas
cia, no solo
se necesita la para mejorar la protección jurisdiccional; y mientras que sí que se
transparencia pena como falta grave la obligación de resolver en plazo aquellas
en el ethos de
las organizacio- demandas que se han aceptado, no se pena la negativa injustificada
nes políticas, a facilitar o entregar la información (Blanes, 2016: 131).
sino también
en el seno de Y, por último, la responsabilidad sancionadora hacia altos cargos
todas aquellas del gobierno y partidos políticos es prácticamente inexistente. Pues
asociaciones
que forman esta Ley de Transparencia atribuye la competencia sancionadora,
parte de la so- en el ámbito de la Administración General del Estado, al Consejo de
ciedad civil y la
administración Ministros o el Ministro de Hacienda, por lo que será muy difícil que
pública.
estos sancionen al partido que está en ese momento en el gobierno
(Blanes, 2016: 134).
La transparencia no solo es un presupuesto básico de la demo-
cracia sino del Estado de derecho, en cuanto posibilita la rendición
de cuentas en la gestión pública. Sin embargo, el exceso de leyes
sin llegar a cumplir ninguna de ellas conduce a una cultura de la
sospecha en lugar de a una cultura de la transparencia (Alcaraz
Ramos, 2016). Las leyes de transparencia son una de las principales
armas contra la corrupción política e institucional, que siempre
ha sido uno de los grandes males endémicos de la democracia,
que se esconde detrás de la falta de transparencia. Sin embargo,
también es preciso matizar que los nuevos sistemas de corrupción
están cambiando y adaptándose a esa sociedad red o sociedad del
conocimiento. La corrupción de la que hablaba Caciagli (1996) en
posiciones de superioridad e inferioridad se ha cambiado por un
clientelismo de relaciones entre iguales que se benefician mutua e
ilegítimamente en busca de un fin a menudo mercantilista, donde el
intercambio de favores y de recursos predominan en favor de una
“cleptocracia” (Haya de la Torre, 2002; Durand, 2004), produciendo
así la principal fuente de desconfianza hoy en día en el panorama
político (García-Marzá, 2015: 96).
Para combatir la corrupción, el clientelismo y la cleptocracia, no
solo se necesita la transparencia en el ethos de las organizaciones
políticas, sino también en el seno de todas aquellas asociaciones que
forman parte de la sociedad civil y la administración pública (Aranda
Álvarez, 2013: 222; Transparencia Internacional España, 2016). Desa-
fortunadamente, el Groupe of States Against Corruption (GRECO) del
Consejo de Europa ha publicado en enero de 2018 la cuarta ronda
Conclusiones
A lo largo de este trabajo se ha justificado la necesidad de superar la
excesiva juridificación del concepto de open government y de adoptar
una mayor perspectiva ética. No se trata de obligar a ser transpa-
rentes a gobiernos e instituciones, sino a educar en una verdadera
cultura de la transparencia. Para llegar a crear el valor público que
expresa la OCDE en su última definición de open government, no
solo son necesarias unas iniciativas de participación ciudadana que
superen los conceptos estrechos de una democracia mínima, sino
que deben darse otros factores. En este trabajo se han analizado
tres de ellos.
En primer lugar, el marco legal de la transparencia, con ejemplos
en España y en el panorama internacional. El principal problema
sigue siendo que el derecho a la información no está mayorita-
riamente reconocido como un derecho fundamental en el marco
constitucional nacional.
En segundo lugar, el tipo de información que se hace transparente.
Esta información debe superar la visión estratégica para que, más
allá de los datos en abierto, la sociedad comparta esa información
en beneficio de objetivos y bienes comunes.
Una de las consecuencias de las nuevas tecnologías de la informa-
ción y de la comunicación ha sido el redescubrimiento de la propia
sociedad civil en las instituciones públicas o privadas (Calvo, 2018:
157). Por ello la sociedad civil constituye el tercer objeto de análisis.
La creciente desmoralización democrática como consecuencia de
escándalos políticos, corrupción financiera, presiones de lobbies,
etc., ha provocado una cultura de la irresponsabilidad. Se hace
necesario no solamente contar con un marco jurídico fuerte, sino
cultivar otro tipo de recursos. Los recursos morales como la transpa-
rencia, la confianza o la credibilidad, tienen la característica de que
100 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 73, Feb. 2019
Daniel Pallarés Domínguez
La concep- cuanto más se utilizan más crecen (García-Marzá, 2008). Por tanto,
ción ética
de la noción la transparencia en el contexto del open government debe incluir
de gobierno una mayor perspectiva moral que complemente las leyes que se
abierto pone a
disposición una hagan para su implementación en una democracia deseable en el
herramienta contexto del siglo XXI.
o mecanismo
que va más allá A nivel internacional -nivel macro- son cada vez más las iniciativas
del marco legal que, conscientes de la necesidad de recuperar el ethos democrático,
y que requiere
de cooperación trabajan en la promoción e implantación de sistemas de gobierno
y participación abierto. Entre ellas, se pueden encontrar el proyecto de la Unión
para la buena
gestión de los Europea Open Government (https://ec.europa.eu/digital-agenda/
conflictos. en/open-government), la iniciativa de carácter global desarrollada
con el apoyo de Naciones Unidas Open Government Partnership
(https://www.opengovpartnership.org), en la que participan sesenta
y nueve países, o la plataforma India.gov que ha extendido el uso de
herramientas similares.
Sin embargo, no se debe pensar por ello que una mejor cultura
democrática se vaya a alcanzar “de arriba abajo” -o desde el nivel
macro al micro-, es decir desde las iniciativas y convenios internacio-
nales como guía para que los Estados nacionales regulen legalmente
estas medidas. Se ha visto en este estudio los problemas que han
surgido en países como España a este respecto. Debe haber un
sistema paralelo y complementario que vaya de “abajo a arriba”
-desde el nivel micro al macro-, otra vía o, mejor dicho, una doble
vía (García-Marzá, 2015). Es decir el desarrollo de mecanismos de
ética aplicada a la participación y transparencia democrática, espe-
cialmente vinculadas al gobierno abierto, pero que tengan su anclaje
en el seno de la sociedad civil.
Por ello, y para enfrentarse a la desafección recuperando la fuerza
de la democracia, es preciso entender la noción de gobierno abierto
desde un mecanismo de doble vía, desde la complementación entre
Estado -marco legal- y la sociedad civil -marco moral. La concepción
ética de la noción de gobierno abierto pone a disposición una herra-
mienta o mecanismo que va más allá del marco legal y que requiere
de cooperación y participación para la buena gestión de los conflic-
tos. La concepción del gobierno abierto desde una perspectiva ética
complementaria a la perspectiva legal permite establecer un control
de la responsabilidad política.
En este proceso desde “abajo hasta arriba” y que configura una
visión de carácter ético del gobierno abierto, se pueden destacar
iniciativas como Decidim (http://decidim.org). Se trata de una
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Notas
(1) El crowdsourcing se define como una colaboración ciudadana a
gran escala sobre la apertura del gobierno para que las decisiones que
afectan a todos los grupos de interés sean tomadas en conjunto, apro-
vechando las capacidades e ideas ciudadanas con el fin de mejorar la
labor pública (Ramírez Alujas, 2011).
(2) En referencia aquí a la esencia de todas aquellas concepciones
democráticas y que contemplen, como diría B. Constant (1988: 257-285),
no sólo la “libertad de los modernos” sino la “libertad de los antiguos”.
Es decir, aquellos modelos democráticos más exigentes en cuanto a la
participación ciudadana (Barber 2004; García-Marzá, 2013; Habermas,
1999: 231-258).
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