Ius Commune, I, Derecho Romano y Canónico

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Tema 4. IUS COMMUNE, I.

LOS DERECHOS ROMANO Y


CANÓNICO.

Sumario.
I. El Derecho romano. 1. La formulación justinianea del Derecho romano. 2.
Redescubrimiento de los libros del Corpus Iuris Civilis en el Alto Medievo. 3. La
Escuela de los Glosadores o Escuela de Bolonia (siglos XII y XIII). 3.1. Textos. 3.2.
Finalidad. 3.3. Método. 3.4. Los principales glosadores. 4. La escuela de Orleans (siglo
XIII). 5. La escuela de los Comentaristas o Posglosadores o Bartolistas (fin del XIII,
XIV y XV): el “mos italicus”. 5.1. Método. 5.2. Principales juristas. 6. La escuela
humanista o histórica: el “mos gallicus”. 6.1. Método. 6.2. Juristas principales. 7. La
Escuela histórica del Derecho. 8. La Pandectística.
II. El Derecho canónico. 1. Las fuentes del Derecho canónico. 1.1. El “ius
divinum”. 1.2. La legislación canónica. 1.3. La costumbre. 1.4. Préstamos del Derecho
romano. 1.5. Compilaciones y codificaciones de Derecho canónico. 2. El método en el
Derecho canónico: decretistas y decretalistas.
III. Ius commune, utrumque ius.

I. EL DERECHO ROMANO

1. La formulación justinianea del Derecho romano

El Derecho romano del Bajo Imperio se desarrolla entre el siglo IV y el VI,


desde Constantino a Justiniano. Período de decadencia política e intelectual, de
regresión económica, de crisis y abandono de la red urbana. El cristianismo, bajo la
influencia de ideas morales y religiosas que venían de Oriente, transformó numerosos
principios de Derecho privado. Aparecen instituciones nuevas que anuncian la
feudalidad. El centro vital del Imperio pasa de Roma a Constantinopla; tras la caída de
Roma el año 476, sólo subsiste el Imperio de Oriente.

Al Derecho romano clásico, que sobrevive en los escritos de los


jurisconsultos y en las constituciones imperiales, y que aparece como un derecho
erudito, se opone el Derecho vivido, el Derecho vulgar, nacido de costumbres nuevas y
a menudo fijado por los legisladores.

La legislación, obra de los emperadores, queda como la fuente principal del


Derecho. En esta época se producen los primeros esfuerzos de codificación. Las
recopilaciones más importantes de leyes son obras privadas, probablemente redactadas
en Beirut: el Codex Gregorianus, compuesto hacia el 291, contiene constituciones de
entre los años 196 a 261; el Codex Hermogenianus se elaboró poco después, el 295.

La primera recopilación oficial fue el Codex Theodosianus. Redactado en


Oriente por orden del Emperador Teodosio II, estaba destinado a recoger el texto
íntegro de todas las constituciones imperiales, pero la obra que se publicó al final fue
mucho más modesta: comprende sobre todo constituciones publicadas a partir de
Constantino (312). El Código fue publicado el 438, más o menos simultáneamente por
Teodosio en Constantinopla y por el Emperador de Occidente Valentianiano III en esta

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parte del Imperio. Las constituciones promulgadas a partir del 438 recibieron el nombre
de novelas post-teodosianas.

La influencia del Código Teodosiano fue más duradera en Oriente que en


Occidente. En efecto, en Constantinopla, Justiniano (527-565) encomendó a una
comisión de diez miembros (singularmente a Triboniano y a Teófilo) una amplia
compilación de todas las fuentes antiguas del Derecho romano y su armonización con el
Derecho vigente. El conjunto de recopilaciones publicadas por Justiniano, al que más
tarde se dio el nombre de Corpus Iuris Civilis, comprende cuatro partes:

a) El Código (Codex Justinianus), recopilación de las leyes imperiales que


pretendía reemplazar al Código Teodosiano. Hubo un primer Código de Justiniano,
publicado en el año 529 –y cuyo texto se ha perdido–, al que le sucedió un segundo
Código en el 534.

b) El Digesto (Digesta o Pandectas), vasta compilación de extractos de más


de 1.500 libros escritos por jurisconsultos de la época clásica. El total conforma un texto
de más de 150.000 líneas. El Digesto constituye la fuente principal para el estudio del
Derecho romano. Una tercera parte del Digesto procede de las obras de Ulpiano, una
sexta parte de Paulo. Ya el año 426 una Ley de citas, dio fuerza de ley a los escritos de
cinco jurisconsultos de la época clásica: Gayo, Papiniano, Paulo, Ulpiano y Modestino.

c) Las Instituciones (Institutiones Justiniani) forman un manual elemental


destinado a la enseñanza del Derecho. Es una obra mucho más clara y sistemática que el
Digesto, y fue redactada por dos profesores, Doroteo y Teófilo, bajo la dirección de
Triboniano. Justiniano aprobó el texto y le dio fuerza legal el año 533.

d) Las Novelas (novellae o nuevas leyes): Justiniano continuó promulgando


numerosas constituciones –más de 150– tras la publicación de su Codex. Aunque no
existen recopilaciones oficiales de ellas, existen tres colecciones reunidas por
particulares: el Epitome del profesor Juliano, el Authenticum, y una recopilación de
Tiberio II.

2. Redescubrimiento de los libros del Corpus Iuris Civilis en el Alto


Medievo

En Europa oriental, es decir en el Imperio bizantino, el Derecho romano


continuó aplicándose durante toda la Edad Media. Algunas partes de Italia se
mantuvieron en contacto con Bizancio durante la Alta Edad Media, singularmente la
Italia meridional y la región de Rávena y Venecia.

En Europa occidental el estudio y la enseñanza del Derecho eran casi


inexistentes durante la Alta Edad Media. En efecto, apenas hay muestras de aplicación
ni de conocimiento del Derecho romano en los diversos reinos hispánicos, en Francia o
en Alemania en los siglos X y XI. La situación es algo diferente en Italia. Allí subsistió
la tradición romana, tanto bajo los reyes lombardos como con los carolingios francos.
El estudio del Derecho romano se perpetuó en las escuelas, primero de Roma y más
tarde de Rávena. Pavía, capital del reino de los lombardos, después del reino de Italia y
sede del Palatium –tribunal supremo del reino–, fue en los siglos X y XI un centro de
estudio del Derecho lombardo; el Derecho romano no era desconocido allí: en una

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Expositio, comentario de Derecho lombardo del siglo XI, se hace referencia a menudo
al Derecho romano como a un “Derecho general” (lex omnium generale).

No hubo sin embargo escuelas de Derecho como en la época del Imperio


romano. La enseñanza se efectuaba en los monasterios y en las catedrales.
Comprendía dos ciclos: el Trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el Quadrivium
(aritmética, geometría, música y astronomía). Los elementos de Derecho se enseñaban
en el marco de la retórica y de la dialéctica, con una finalidad esencialmente práctica.

Las escuelas italianas, sobre todo la de Rávena, conocieron la codificación


del Derecho romano de la época de Justiniano, singularmente las Institutiones y el
Codex. Se escribieron entonces comentarios sobre las Instituciones bajo la forma de
glosas (ejemplo: la “Glosa de Turín”); se resumió el Codex en “Summae” (ejemplo: la
“Summa perusina”).

Pero si el estudio del Derecho romano nunca desapareció del todo en Italia, es
necesario sin embargo hablar del “renacimiento” del Derecho romano en relación con
la obra llevada a cabo por los profesores de Bolonia, sobre todo Irnerio, a partir del
siglo XII. La novedad reside principalmente en la naturaleza de los textos estudiados, la
finalidad científica de los trabajos y el método de los estudios jurídicos.

Este renacimiento del Derecho romano se sitúa en un movimiento general de


renacimiento intelectual al final del siglo XI en Italia: renacimiento del pensamiento
filosófico, renacimiento de la literatura latina.

Por otra parte el desarrollo comercial de las ciudades del Norte de Italia
pudo también haber contribuido a incrementar el interés por el estudio de un sistema
jurídico mucho más desarrollado que el de las leyes y de las costumbres lombardas.

3. La Escuela de los Glosadores o Escuela de Bolonia (siglos XII y XIII)

El fundador del método de los glosadores, Irnerio, aparece citado en


documentos datados entre 1110 y 1125. Quizás enseñó en Pavía y Rávena; pero fue en
Bolonia donde desarrolló la enseñanza del Derecho romano fundándose sobre todo en
el Digesto. Se han perdido la mayor parte de sus trabajos: sólo se conocen algunas
glosas.

Sus discípulos fueron numerosos. Entre ellos, los más famosos son los
conocidos comúnmente como los “Cuatro doctores”: Bulgarus, Martinus Gosia, Hugo,
Jacobus.

3.1. Textos

La escuela de Bolonia estudió casi exclusivamente textos de Derecho romano


de las épocas clásica y bizantina: las Instituciones, el Codex, las Novelas y también –e
incluso sobre todo– el Digesto. Abandonan completamente las colecciones de la Alta
Media y retornan a los textos del siglo VI. El texto del Digesto habría sido descubierto
en Pisa; en realidad era ya conocido antes, aunque poco utilizado. Es probable que los
profesores de Bolonia solo conocieran al principio una parte del Digesto, y que después
descubrieran sucesivamente las otras dos partes. Así se explica la división clásica

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(aunque no lógica) de los 50 libros del Digesto en: Digestum vetus (libros 1 a 24, título
2); Infortiatum (libro 24, título 3 al fin del libro 38); Digestum novum (libros 39 a 50).

En cuanto a las Novelas –es decir, las constituciones posteriores a la obra


codificadora de Justiniano–, los juristas de Bolonia utilizaron sobre todo la colección
llamada Authenticum. Más tarde (siglo XIII) completaron esta colección con leyes
(constitutiones) de los emperadores del Santo Imperio romano-germánico, que ellos
consideraban como sucesores de los emperadores romanos.

Añadieron incluso al Corpus Iuris Civilis una colección lombarda de Derecho


feudal, los Libri feudorum.

3.2. Finalidad

Los juristas de la escuela de Bolonia fueron los primeros, en la Edad Media, en


estudiar el Derecho romano como una ciencia. Abandonaron los antiguos marcos del
Trivium, con lo que el estudio del Derecho ya no se incorporaba al estudio de la retórica
y de la dialéctica. Al analizar el conjunto de la codificación de Justiniano, estudiaron el
Derecho romano como un sistema jurídico coherente y completo, independiente del
Derecho propio de su tiempo. Contribuyeron así al desarrollo de una ciencia del
Derecho, cuya enseñanza fue asegurada en escuelas (más tarde llamada facultades)
exclusivamente reservadas a los estudios jurídicos.

Sus trabajos no estuvieron desprovistos de interés práctico en el caso de Italia.


Allí se admitía el Derecho romano, en el siglo XII, como un ius commune, el Derecho
común, supletorio del ius propium, es decir, de los numerosos derechos
consuetudinarios y legislativos de los distintos principados.

3.3. Método

La escuela de Bolonia generalizó –si no introdujo– y sistematizó el método de


la glosa. La glosa (del griego glosse, es decir, palabra, voz) es originalmente una breve
explicación de una palabra difícil; era de uso frecuente en la enseñanza de la gramática
en el Trivium. Los juristas extendieron este tipo de explicación a una frase completa, e
incluso a un texto jurídico. Estas explicaciones llegaron a ser cada vez más largas y
complejas, pero esencialmente se mantuvieron como interpretaciones textuales, se
limitaban a la exégesis de los textos.

Las glosas muy cortas se escribían entre las líneas del manuscrito –“glosas
interlineares”–; lo más corriente era que, al ser muy largas, se colocaran al margen de
los textos, –“glosas marginales”–.

Los juristas que aplicaron este método fueron llamados glosadores. A menudo
colocan sus iniciales después de sus glosas (ejemplo: Az= Azzo; Ac=Accursio, etc.).
Los glosadores escribieron también comentarios más o menos sistemáticos de Derecho
romano, llamados summa. El examen amplio de una cuestión de Derecho se presentaba
con el nombre de quaestio. Pero en su conjunto el método era esencialmente analítico,
exegético; la síntesis desempeña un papel muy accesorio.

3.4. Los principales glosadores

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Hay dos nombres que dominan la ciencia del Derecho en el sigjo XIII: Azzo y
Accursio. Azzo profesó hacia 1230 en la Universidad de Bolonia. Además de
numerosas glosas, redactó una Summa sobre el Codex y las Instituciones, que superó la
obra de todos sus predecesores. Supo elevarse por encima de la simple exégesis. Su
obra tuvo una gran influencia, no solamente en Italia, sino también en Francia y en
Inglaterra (singularmente sobre Bracton).

Accursio (hacia 1182-1260) fue el último de los grandes glosadores. Discípulo


de Azzo, profesor destacable que enseña en Bolonia, reunió las glosas de sus
predecesores y las suyas propias formando con ellas lo que se llamó la Glossa
ordinaria, la Magna o Gran glossa; adquirió rápidamente ante los ojos de los
glosadores el mismo valor que el mismo Corpus iuris civilis. A ello obedece una de las
causas de la decadencia de la escuela de los glosadores: al haber extraído de los trabajos
de sus predecesores lo que tenían de más útil para la comprensión del texto, la glosa de
Accursio, en cuya autoridad se fundan las glosas futuras, impidió en adelante cualquier
progreso del espíritu científico. Sus sucesores se limitaron habitualmente a glosar su
glosa.

4. La escuela de Orleans (siglo XIII)

La escuela de Bolonia había dominado la ciencia del Derecho en el siglo XII.


Su influencia disminuyó en el siglo XIII, mientras que se multiplicaron las
universidades, no solamente en Italia (Módena, hacia 1182; Padua, 1222; Nápoles,
1224), sino también en Francia (París, siglo XII; Montpellier, fines del siglo XII;
Toulouse, 1228; Orleans, comienzo del siglo XIII), en Inglaterra (Oxford), en Castilla
(Salamanca, Palencia) y en la Corona de Aragón (Lleida).

En casi todas estas universidades, los primeros profesores de Derecho


fueron discípulos de la escuela de Bolonia; por ejemplo, Placentino que profesó en
Montpellier, y Vacarius, autor lombardo de una Summa sobre el comienzo del Codex y
de un curioso Liber pauperum (libro para los estudiantes pobres), que emigró a
Inglaterra hacia 1150 y contribuyó ampliamente al desarrollo de una escuela de Derecho
en Oxford.

Pero fue sobre todo en la Universidad de Orleans donde se produjo,


particularmente en la segunda mitad del siglo XIII, una renovación del método de los
romanistas. Al atacar el método obsoleto de los italianos, los profesores de Orleans,
llamados ultramontanos, efectuaron una crítica severa de las glosas de Accursio. Los
juristas franceses aplicaron mucho más que los italianos el método dialéctico de la
Escolástica; se apartan con mayor facilidad del análisis puramente textual; su
argumentación es más fina.

Todos los profesores de Orleans eran eclesiásticos y su Universidad era


fundamentalmente una escuela de enseñanza superior para el clero. Formó a numerosos
legistas que llegaron a desempeñar un importante papel en la Administración del rey de
Francia y el Parlamento de París, y en las tierras de Bélgica.

Las dos figuras dominantes entre los profesores de Orleans fueron Jacques de
Revigny (1235-1296) y Pierre de Belleperche (1250-1308). Del primero, denominado

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en latín Jacobus de Ravanis, se han conservado principalmente cursos –lecturae,
repetitiones– sobre diversas partes del Corpus Iuris. El segundo, conocido en latín
como Petrus de Bellapertica, era obispo de Auxerre y fue autor igualmente de
importantes repeticiones; llegó a ser Canciller de Francia con el rey Felipe el Hermoso
(Philippe le Bel). Asistió a su monarca en la lucha contra el papa Bonifacio VIII. Fue
consultado a menudo sobre cuestiones de Derecho.

5. La escuela de los Comentaristas o Posglosadores o Bartolistas (fin del


XIII, XIV y XV): el “mos italicus”

En los siglos XIV y XV, el centro de los estudios jurídicos se sitúa de nuevo
en Italia. Al reaccionar contra el método excesivamente analítico de los glosadores, los
profesores italianos buscan a partir de la segunda mitad del siglo XIII nuevos métodos
de interpretación de los textos romanos. Se les llamará posglosadores o comentaristas,
o incluso bartolistas, nombre que deriva de su principal representante. Su método
domina en las universidades, sean italianas o no, hasta comienzos del siglo XVI.

5.1. Método

Inspirada en la dialéctica escolástica, método utilizado entonces en teología y


en filosofía bajo el impulso de Santo Tomás de Aquino, la nueva escuela puso el acento
en la necesidad de examinar los textos de Derecho romano en su conjunto y de extraer
de ellos principios generales con objeto de aplicarlos a los problemas concretos de la
vida real. El nuevo método reside fundamentalmente en la discusión y en el
razonamiento lógico, construido sobre las reglas jurídicas romanas consideradas como
principios no discutibles: se procede mediante la división y la subdivisión de la materia;
se establecen premisas de las que se deducen inferencias; se someten las conclusiones a
severa crítica mediante el examen de casos particulares (casus), a menudo insolubles; se
plantean objeciones, que se combaten con nuevos argumentos.

Desde el punto de vista de la ciencia del Derecho era evidente el progreso del
nuevo método. Ejerció una influencia considerable sobre el Derecho vigente de
diversas áreas de Europa occidental, sobre todo en Italia. Los comentaristas romanistas
no dudaron en incorporar el “Derecho vigente” –y particularmente el ius propium
italiano– en las discusiones de los textos de la época romana. Construyeron así una
explicación –falsa generalmente, aunque aparentemente científica– de los problemas
jurídicos del Derecho consuetudinario de la Baja Edad Media. Y fue también
considerable la influencia de los comentaristas sobre la jurisprudencia y sobre la
doctrina consuetudinaria.

Los defectos del método de los comentaristas se pusieron de relieve desde el


comienzo, pero sobre todo se acentuaron al final del siglo XIV y en el XV: 1) Respeto
excesivo por los escritos de sus predecesores, incluso de los glosadores, pero
singularmente de los comentaristas italianos del siglo XIV. 2) Utilización de los textos
de Derecho romano fuera de su contexto y sin tener en cuenta la estructura política,
social y jurídica del Imperio romano. 3) Ignorancia de la historia romana y de la
literatura latina. 4) Estilo pesado y lengua bastardeada, etc.

5.2. Principales juristas

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Puede considerarse a los juristas de la escuela de Orleans como los
predecesores de los comentaristas. Pero fue en Italia donde la escuela de los
comentaristas conoció el mayor despliegue en el siglo XIV, en las universidades de
Bolonia, Pavía y Pisa. Había sido introducido allí por Cino de Pistoia (1270-1336),
discípulo de Jacques de Revigny, profesor en Bolonia, autor de un importante
comentario sobre el Codex.

El jefe de la escuela fue Bártolo de Sassoferrato (1313-1357), discípulo de


Cino. Tras haber practicado el Derecho, enseñó en Perusia y en Pisa. Aunque murió
joven, redactó numerosos comentarios y tratado relativos al Derecho romano, en los que
siguió el mismo método que sus predecesores, pero con mucha mayor finura.

De esta manera elaboró numerosas e ingeniosas teorías, singularmente la


célebre teoría de los estatutos en virtud de la cual el Derecho debe aplicarse a los
extranjeros según su estatuto, pero distinguiendo el estatuto real y el estatuto personal;
este sistema está en la base del Derecho internacional privado. Se le debe también la
distinción entre dominio útil (dominium utile) y dominio directo (dominium directum),
explicando así, mediante un curioso recurso a una distinción del Derecho romano entre
diversos tipos de acciones, la diferencia entre los derechos del señor feudal y los
poseedores de la tierra, detentadores de feudos o de censos. Bartolo contribuyó más que
nadie a la utilización del Derecho romano para el estudio del Derecho de su tiempo.
Durante mucho tiempo se dijo: Nemo jurista nisi sit bartolista (‘Nadie es jurista si no es
Bartolista’).

Entre sus discípulo, el más famoso fue Baldo de Ubaldo (c. 1327-1400),
profesor sucesivamente en cinco universidades italianas. Entre otros numerosos
Bartolistas citemos a Lucas de Penna (1343-1382), Paulo de Castro (1394-1441),
Alexander Jason del Maino (1435-1519), Felipe Decio (1454-1536).

El método de enseñanza de los Bartolistas italianos, llamado el mos italicus,


fue adoptado en numerosas universidades europeas. Su influencia fue innegable en el
Sacro Imperio romano-germánico y en la Monarquía Universal española.

6. La escuela humanista o histórica: el “mos gallicus”o escuela de París

En el discurrir de los últimos siglos de la Edad Media, el estudio del Derecho


romano tendió cada vez más hacia finalidades prácticas; los Bartolistas pretendían
adaptar el Derecho romano al Derecho medieval, que era profundamente diferente. En
consecuencia, el Derecho romano propiamente dicho había quedado envuelto con
innumerables teorías, unas más sutiles que otras.

A finales del siglo XV y sobre todo a comienzos del XVI, los métodos de
estudio y enseñanza del Derecho romano fueron objeto de vivas críticas. Se asiste
entonces a un segundo “renacimiento” del Derecho romano: bajo la influencia del
Humanismo, los romanistas se esfuerzan por estudiar el Derecho romano por sí mismo,
con una finalidad puramente científica y prescindiendo de cualquier aplicación al
Derecho moderno.

6.1. Método

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El nuevo método tiende a:
1. Estudiar el Derecho romano con la sola ayuda de los textos romanos y
bizantinos sin los añadidos (singularmente las glosas) de la ciencia romanista medieval;
bajo la influencia de la filología naciente se intenta encontrar y editar los textos
jurídicos antiguos de la manera más científica posible. Entre los documentos nuevos que
fueron difundidos gracias a la imprenta citemos el Epítome Gaii, las Regulae de
Ulpiano, las Basílicas.
2. Explicar los textos de Derecho romano con ayuda de otros textos romanos,
singularmente de los textos históricos y literarios romanos; los estudios sobre la historia
romana y las lenguas de la Antigüedad fueron entonces objeto de grandes progresos
(ejemplo: el Colegio de las Tres Lenguas en Lovaina: latín, griego, hebreo) y
contribuyen a un mejor conocimiento de las instituciones jurídicas romanas.
3. Establecer el sentido original y el alcance verdadero de las reglas jurídicas
romanas, en el marco de la evolución del mismo Derecho romano.
4. Desentrañar el espíritu y la filosofía del Derecho romano, sintetizándolo y
reconstruyendo el sistema.
5. Expresarse en un latín pulido y elegante, inspirado en los autores clásicos,
sobre todo en Cicerón. Los juristas abandonan así el “latín bárbaro” que habían
utilizado los Bartolistas.

Se forma por tanto a comienzos del siglo XVI una nueva escuela de Derecho
romano generalmente denominada escuela humanista o escuela histórica –que no
debe confundirse con la Escuela Histórica del Derecho creada en el siglo XIX por
Savigny y otros autores alemanes–. Habida cuenta de que el nuevo método fue
desarrollado sobre todo en Francia, recibe a menudo la denominación de mos gallicus,
por oposición al mos italicus de los Bartolistas.

6.2. Juristas principales

Los juristas principales de esta escuela fueron el francés Guillaume Budé, el


alemán Ulrich Zasius, y el italiano Alciato.

El representante más importante de la escuela fue Jacques Cujas (1522-


1590), de Toulouse. Tuvo una gran influencia en los juristas de su tiempo, a pesar de la
violencia de sus ataques contra los escritos de sus adversarios bartolistas. De entre sus
numerosos trabajos, los más importantes son los 28 libros de las Observationes et
emendationes y de los comentarios sobre Papiniano; se esforzó por restituir el estado
antiguo de los textos, buscando en el Digesto los diversos extractos de un mismo autor.
Consiguió restituir en parte las obras de Papiniano, de Paulo, de Modestino y de otros
juristas romanos.

Pero Cujas se mantuvo demasiado a menudo confinado en el análisis. Es lo


que le reprochó el jurista borgoñón Hugues Doneau (Donellus, 1527-1591). Este
último, tan humanista como Cujas, buscó en los textos de Derecho romano lo que creían
que eran los principios generales del Derecho, después dedujo de ellos las
consecuencias lógicas y reconstruyó un Derecho romano teórico, a menudo muy alejado
del Derecho efectivamente aplicado por los romanos. Así al método analítico de Cujas,
opuso un método dogmático. Es autor de una vasta síntesis, Commentaria iuris civilis
en 24 libros, que tuvo un gran éxito, sobre todo en los Países Bajos y en Alemania
(Heidelberg) donde Doneau hubo de refugiarse después de San Bartolomé.

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En el siglo XVII el estudio del Derecho romano declina en Francia y en
Bélgica. Va a florecer en las Provincias Unidas, sobre todo en la Universidad de
Leyden. Continuando las tradiciones humanistas, la escuela holandesa de los juristas
elegantiores se caracteriza sobre todo por la búsqueda de la expresión exacta del
pensamiento jurídico y por la adaptación de la enseñanza del Derecho romano a los
problemas del Derecho holandés, sin caer en los excesos de los Bartolistas.

7. La Escuela histórica del Derecho

Ya en el siglo XVII, pero sobre todo en el XVIII, Alemania se convierte en el


centro principal del estudio del Derecho romano, en lo que se vendrá a denominar la
Escuela histórica del Derecho. En Alemania, más que otros lugares, el Derecho romano
es el Derecho supletorio de las leyes y de las costumbres territoriales; se enseña con el
propósito de aplicarlo en la Corte y en los tribunales. El mos italicus bartolista fue
reemplazado por el usus modernus, el uso moderno de las Pandectas, con vistas a su
aplicación práctica. Bajo la influencia de Doneau, el método es fundamentalmente
dogmático.

Los principios generales de la Escuela histórica del Derecho forjada en Alemania


no eran nuevos. Ciertamente, poseían notorios puntos de semejanza con nociones que
habían establecido los humanistas galos. Esencialmente sus seguidores sostenían que el
derecho cambiaba o evolucionaba, y se modificaba continuamente por circunstancias de
tiempo y lugar. Lo que hizo que su pensamiento fuera importante en la jurisprudencia
europea fue su rechazo del método esquemático y universal de los iusnaturalistas –de los
que trataremos al ver la Ilustración–, que había dominado en los dos siglos precedentes. El
contraste con los iusnaturalistas no podía ser más radical, porque el iusnaturalismo
moderno era ahistórico: sus teorías eran consideradas verdades científicas válidas para
todo tiempo y lugar.

Efectivamente, para estos “historicistas” la fuente exclusiva del derecho no es


la ley, sino el llamado espíritu del pueblo. Según estos autores, existe una conciencia
jurídica común del pueblo (sentimientos, principios compartidos, etc.), a la que el
Estado da forma, pero en ningún caso crea. El derecho surge del Estado, precisamente
de la mano de la “voluntad de la nación” o “espíritu del pueblo” (Volkgeist). Esa
voluntad no es realmente un querer expreso, sino una especie de mentalidad dominante
de modo natural en un pueblo; como es la base del derecho, en cierto modo puede ser
considerado un derecho natural de base comunitaria (aunque ellos no utilicen estos
términos). El origen último de las normas está en la voluntad común del pueblo que es
la fuente última de todas las manifestaciones culturales y en consecuencia del derecho.
De ahí derivan las normas jurídicas. Éstas pueden ser consuetudinarias o legisladas.

La costumbre tiene especial importancia en la Escuela Histórica por razones


obvias: nace del comportamiento de la gente, sin necesidad de que intervenga ninguna
autoridad pública; en ellas el espíritu del pueblo se manifestaría directamente. Por otra
parte, la legislación es producto del Estado, órgano constitucional de la voluntad
colectiva: es uno de los que están legitimados para expresar esa voluntad. En la
elaboración de las normas también intervienen los juristas. Sistematizan las normas, las
interpretan y expresan los principios jurídicos que las sustentan: conceptualizan y
racionalizan la conciencia jurídica del pueblo.

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El principal representante de la Escuela histórica es Friedrich Carl von
Savigny (1779-1861), profesor que ayudó a la fundación de la Universidad de Berlín.
Conviene destacar que al lado de las referencias al espíritu del pueblo, que tenía una
relevancia práctica más bien escasa, Savigny ofrece reflexiones interesantes sobre el
concepto de derecho.

Savigny parte de un concepto que considera básico: la institución jurídica.


Consiste en un entramado de relaciones jurídicas ordenadas de acuerdo con un bien o
fin determinados. Un ejemplo podría ser el contrato, compuesto de diversas formas
contractuales. Esas formas se componen de diversas relaciones jurídicas, como la
constituida entre comprador y vendedor en el contrato de compraventa.

Según este jurista alemán, las fuentes del derecho son los fundamentos desde
los que se origina el derecho general, es decir las instituciones y las reglas que las
componen. La fuente básica es la conciencia del pueblo. Pero esa conciencia suele ser
desarrollada y perfilada por la labor de la ciencia jurídica y la creación de leyes por
parte de los legisladores. Todo ese conjunto forma el derecho positivo. Savigny niega
que exista un derecho ideas, eterno, inmutable... Sin embargo, también niega que todo el
derecho positivo sea producto de la casualidad histórica: hay elementos permanentes
como la naturaleza moral del derecho, el reconocimiento de la dignidad y la libertad
humanas, la equidad, la utilidad pública, la protección del tráfico jurídico, etc.

Se da así importancia al Derecho nacional, que es el producto de su volksgeist y


refleja las distintas influencias que han actuado en su historia. Los juristas desempeñan un
papel especial en el desarrollo del Derecho y en dotarlo de la necesaria expresión técnica.
Pero su trabajo debe tener en cuenta el carácter del volksgeist, no ir en contra. Este último
punto explica la razón por la que Savigny mantuvo, en contra de los juristas de la Escuela
Natural que ningún sistema de Derecho podía ser de aplicación universal.

Como romanista, Savigny sostenía que la gran época del Derecho Romano
había sido el período clásico, y que tal grandeza fue debida al trabajo de los juristas. No
había duda de que el Derecho Romano se recibió ampliamente en Alemania durante el
siglo XVI, y que se desarrolló a través del Derecho común. Pero mientras el Derecho
Romano difícilmente puede describirse como un producto del volksgeist alemán, Savigny
argüía que en el período de la Recepción, los juristas, como representantes del pueblo con
competencia científico-técnica, habían cubierto una necesidad del volksgeist al recibir el
Derecho Romano. El Derecho Romano del mos italicus había llegado así a ser parte del
Derecho alemán y de la tradición legal germánica. El Derecho Romano tenía todavía
mucho que ofrecer, aunque sólo fuera con la aplicación de los principios del Derecho
clásico: el desarrollo ulterior del Derecho alemán debería fundamentarse en el Derecho
Romano de la gran época clásica. Las adherencias del medievo al sistema clásico podían
descartarse si no valían para la creación de un sistema moderno mejorado. Era una de las
tareas de la ciencia legal histórica el determinar lo que valía o no en la tradición legal.

Savigny no rechazó de una manera explícita el Derecho germánico como


materia merecedora de estudio. Uno de los logros de la Escuela histórica estuvo en hacer
del Derecho germánico una disciplina con título propio, y la base de un desarrollo
científico ulterior.

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Savigny pretendía que tanto el Derecho romano como el germánico constituyeran
los fundamentos de una nueva ciencia legal en Alemania. Pero para algunos de los
miembros más jóvenes de la Escuela, Savigny y sus seguidores romanistas eran adalides
del Derecho Romano a expensas de la tradición autóctona. A mediados del siglo XIX se
había producido una división entre Romanistas y Germanistas. Algunos de estos
últimos alegaban que la Recepción había sido poco menos que un desastre nacional; otros
la reputaban simplemente innecesaria.

No obstante, el trabajo de los germanistas y de los romanistas representa las


dos caras de la misma moneda. Unos y otros se comprometieron en la investigación
histórica de la evolución del Derecho con objeto de hacer progresar el Derecho en la
Alemania del siglo XIX. Los germanistas roturaban un terreno nuevo. Los romanistas
aportaron nuevas técnicas de erudición para aplicarlas al estudio de fuentes en su mayor
parte ya conocidas; sin embargo, se descubrieron algunas nuevas fuentes.

Al concluir el siglo XIX, cuando la elaboración eventual de un Código alemán se


convirtió en una certidumbre, los romanistas quedaron libres de la necesidad de pensar el
Derecho romano como un sistema a aplicar.

8. La Pandectística

La importancia que Savigny reservó a la ciencia jurídica llevó al origen de


toda una escuela denominada Pandectística. El nombre procede de las Pandectas o
Digesto, ya que sus representantes están muy influidos por el Derecho romano. Esto
puede parecer una paradoja: los juristas alemanes defensores de un derecho basado en
las peculiaridades históricas de un pueblo, se basan en el Derecho romano. En realidad,
no hay tal paradoja, porque desde el siglo XVI el Derecho común era Derecho aplicable
en muchos Estados alemanes. La Pandectística es la sistematización del derecho a partir
de principios y conceptos supremos desde los que se deducen las instituciones más
concretas.

A pesar de las iniciales referencias a una elaboración orgánica del derecho, a


partir del espíritu del pueblo, los Pandectistas acabaron diseñando un derecho
considerablemente formalista, basado en conceptos más o menos rígidos que engloban
supuestamente todas las peculiaridades de la realidad jurídica y dominada por la ciencia
jurídica. Efectivamente, las instituciones jurídicas se plasman en conceptos elaborados
por los juristas, que encontrarán acogida en las leyes, y que serán aplicadas
mecánicamente a los problemas concretos. En esa tarea aplicadora está excluida la
intervención de elementos ajenos al texto legal, que a su vez recoge el concepto
jurídico.

Los pandectistas tomaron los textos romanos más importantes para su


aplicación a la realidad alemana de aquel tiempo mediante la modificación conveniente
de aquellos. Estaban en cierta manera influidos por los iusnaturalistas racionalistas de la
Ilustración, en el sentido de que aspiraban a un método rígidamente esquemático.
Intentaron también crear un sistema interrelacionado de normas legales y de conceptos,
con los que podrían deducirse o resolverse lógicamente nuevos problemas legales. Eran así
positivistas legales, en el sentido de que explicaban los principios del Derecho observado
como algo desprovisto de cualquier vínculo con la justicia moral. Una vez recogidos los

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datos, el análisis determinaría sus causas y efectos; la clasificación y la definición eran
también partes esenciales del método científico. Era posible, e incluso habitual, que un
pandectista comparara el descubrimiento de los principios legales con el método analítico
de la Química.

Su representante más acreditado fue Georg Friedrich Puchta (1798-1846), un


discípulo de Savigny que consiguió la cátedra de la Universidad de Berlín en 1842.

12
II. EL DERECHO CANÓNICO

1. Las fuentes del Derecho canónico

El Cristianismo nació y se desarrolló en el marco geográfico del Imperio


romano. Los conceptos del Derecho romano influyeron desde entonces en la formación
de la doctrina y canonística cristiana, si bien, cabe indicar que hasta Graciano (siglo
XII), el Derecho canónico no aparece separado de la Teología. A partir del Decreto de
Graciano (1140) y hasta el Concilio de Trento (segunda mitad del siglo XVI), se fue
perfilando la ciencia canónica. El período transcurrido entre Trento y el Codex Iuris
Canonici de 1917 estuvo marcado por las Institutiones Canonicae de diferentes autores.
Tras la promulgación del Codex se desarrolló una intensa doctrina, que sigue hoy, con
el Código de Derecho Canónico promulgado en Roma por Juan Pablo II, el 25 de enero
de 1983.

Como en otros Derechos religiosos, la principal fuente del Derecho canónico


es la voluntad de Dios revelada en los libros sagrados, en concreto en la Sagrada
Escritura. Este Derecho divino se completa con los actos de carácter legislativo que
emanan de las autoridades constituidas en la Iglesia católica (concilios y papas), y por la
costumbre. Finalmente, el Derecho romano ha desempañado un papel capital como
fuente supletoria del Derecho canónico.

1.1. El “ius divinum”

El Derecho divino es el conjunto de reglas jurídicas que se pueden derivar de


las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento), así como de los escritos de los
Apóstoles y de los Padres de la Iglesia (sobre todo San Ambrosio, San Jerónimo, San
Agustín, San Gregorio Nacianceno). La doctrina patrística (= doctrina de los Patres, 'de
los Padres') constituye la explicación autorizada de la Sagrada Escritura.

El Antiguo Testamento fue redactado por los hebreos entre el siglo XV y el V


antes de Cristo [véase el tema dedicado al Derecho hebreo]. Como se ha visto en ese
tema, el antiguo Derecho hebraico constituye una de las fuentes históricas del Derecho
canónico. El Nuevo Testamento y los Escritos de los Apóstoles reflejan la doctrina de
Jesucristo, y estaban ampliamente influenciados por la evolución de las religiones, y de
la filosofía y del Derecho del mundo helénico del siglo IV al siglo I antes de Cristo. De
ahí que, a través del ius divinum, el Derecho oriental y el Derecho griego hayan ejercido
una gran influencia en la formación del Derecho canónico.

1.2. La legislación canónica

Está constituida por las decisiones de las autoridades eclesiásticas. Estas


decisiones son la fuente viva del Derecho canónico, y han conocido un desarrollo
considerable, al menos desde el siglo XVI. Estas decisiones fueron a menudo reunidas
en forma de libros de colecciones canónicas. Suelen distinguirse los decretos de los
concilios y las decretales de los Papas, a las que habremos de unir, en época
contemporánea, las constituciones pontificias y las encíclicas.

1). Los decretos (o cánones) son las decisiones de los concilios. Los concilios
más importantes son los ecuménicos, asambleas generales de todos los obispos de la

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Cristiandad. El primer concilio ecuménico se reunió en Nicea (325). Desde entonces ha
habido una veintena, alrededor de uno por siglo. Tras el Cisma de Oriente y Occidente
(1054) y la lucha por las investiduras, todos los concilios ecuménicos se celebraron en
Occidente: concilios de Letrán (Roma, 1123, 1130, 1179 y 1215), de Lyon (1245 y
1274), Viena (1311), Constanza (1414-1418), Basilea (1431-1442) y, finalmente, el
ya aludido de Trento (1545-1563).

No hubo ningún otro concilio hasta el Vaticano I (1869-1870) que decretó la


infalibilidad del Papa y, ya en el siglo XX, el Vaticano II (1962-1965), que tuvo como
objetivo la renovación moral de la vida cristiana de los fieles, la adaptación de la
disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de los nuevos tiempos, y lograr una
mayor interrelación para con las demás religiones, principalmente las orientales.

Además de los concilios ecuménicos, existen numerosos concilios regionales


y provinciales (por ejemplo, de la Hispania visigótica, de África, de la Galia, etc.).

Por otra parte, se llama sínodo al conjunto de las autoridades eclesiásticas de


un obispado. Sus decisiones son “estatutos diocesanos” o “estatutos sinodales”.
Aparecen en el siglo IX y llegaron a ser muy numerosos a partir del XIII. Algunas
colecciones constituyen pequeños códigos de Derecho canónico, adaptadas a las
necesidades locales de un obispado.

2). Las decretales (litterae decretales) son cartas del papa que responden a
una consulta o demanda proveniente de un obispo o de una alta autoridad eclesiástica o
laica. Son, como los rescriptos de los emperadores romanos, decisiones de los papas,
complementarias a los decretos de los diversos concilios, que tienden singularmente a
dar una explicación autorizada de aquéllos y de las modalidades de aplicación. De
hecho, el poder legislativo en el seno de la Iglesia ha pasado progresivamente de los
concilios a los papas.

Una de las decretales más antiguas es la del papa Siricio (384-399) a los
obispos de la Galia. Las decretales fueron muy numerosas en la época de apogeo del
Papado, en los siglos XII-XIV. No hubo apenas decretales entre el 891 y 1049, de la
misma manera que no hubo ningún concilio ecuménico en esta época. La legislación
canónica conoce por tanto un declive en la misma época que la legislación laica.

3). En la actualidad los papas elaboran, al mismo tiempo que las decretales,
“constituciones pontificias” que son verdaderas leyes de la Iglesia; pero sobre todo se
dirigen a los obispos mediante encíclicas, es decir, cartas solemnes que contienen más
bien consejos que instrucciones. Al haber sido declarado el papa infalible por el concilio
de 1870, sus directivas tienen un gran alcance. Se designa generalmente a las encíclicas
por las dos primera palabras del texto latino, por ejemplo Mirari Vos (1832), contra el
indiferentismo, Rerum novarum (1891), sobre la condición de los obreros, Populorum
progressio (1967), sobre la situación de las países en vías de desarrollo, Evangelium
Vitae (1995), sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, Fides et Ratio
(1998), sobre las relaciones entre Fe y Razón, o Caritas in Veritate (2009), sobre el
desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad.

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1.3. La costumbre

La costumbre (ius non scriptum, 'derecho no escrito') no desempeña un papel


considerable en la evolución del Derecho canónico, habida cuenta de la abundancia de
reglas jurídicas escritas. En la Edad Media, los canonistas elaboraron algunos principios
para reconocer el carácter obligatorio de un uso jurídico. Para ser válida la costumbre
canónica debe responder a las siguientes condiciones: que sea seguida desde hace cierto
tiempo (30 años al menos), que sea razonable (es decir, que no se enfrente a la razón) y
que sea legítima (es decir, que sea conforme al Derecho divino, a los decretos y a la
enseñanza autorizada de la Iglesia).

Contemplando esta medida, la costumbre fue a menudo consagrada por la


jurisprudencia de los tribunales eclesiásticos como fuente local de Derecho, y más
raramente como fuente general del Derecho canónico.

1.4. Préstamos del Derecho romano

El Derecho romano constituyó el verdadero Derecho supletorio del Derecho


canónico. La Iglesia católica se desarrolló en el Imperio romano; tras la caída del
Imperio de Occidente, la Iglesia continuó viviendo según el Derecho romano. Aplicó
éste en la medida en que no era contrario al ius divinum y a los decretos y decretales.
Así, el Derecho canónico tomó prestado del Derecho romano una gran parte de su teoría
de las obligaciones y los elementos esenciales de su procedimiento civil.

1.5. Compilaciones y codificaciones de Derecho canónico

1.5.1. El Decreto de Graciano

Graciano fue un monje que vivió en Bolonia. Allí redactó hacia 1140 una
Concordia canonum discordantium, a la que de inmediato se dio el nombre de
Decretum. El título de la obra era un programa: establecer una coordinación entre los
cánones discordantes, mediante la comparación y la clasificación de los textos según su
valor jurídico. El método no era nuevo, pero se aplicó a un número muy grande de
textos (alrededor de 3.800) y con mucho sentido crítico. Graciano fue influido por la
dialéctica de los primeros escolásticos, sobre todo por Pedro Abelardo; pretendió
explicar la discordancia de los textos mediante distinciones de tiempo y de lugar,
mediante excepciones y dispensas a los principios según las necesidades de la práctica.

El Decreto de Graciano no era solamente una colección de textos; el autor


había añadido a cada conjunto de documentos sobre una cuestión dada un dictum, breve
comentario personal, en el que resumía el problema y proponía una solución a las
contradicciones constatadas. Los dicta Gratiani contribuyeron mucho al mérito de la
colección.

Redactada en Bolonia en la misma época en la que los primeros glosadores se


dedicaban al estudio del Derecho romano, la obra de Graciano conoció allí un éxito
inmediato. Fue utilizada desde la segunda mitad del siglo XII para el estudio del
Derecho canónico en las universidades nacientes. Pese a que se mantuvo como obra
privada, fue reconocida de hecho por las autoridades eclesiásticas; pero al no tener
carácter oficial, no vinculaba a los jueces.

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El esfuerzo hecho por Graciano se reveló pronto insuficiente: los concilios y
los Papas legislaron mucho a finales del siglo XII y en el XIII. Por otra parte,
numerosas decretales no habían sido reproducidas por Graciano. Así después de 1150 se
revelaron necesarias diversas puestas al día de la obra de Graciano.

1.5.2. Las Decretales de Gregorio IX (1234) y las demás partes del Corpus
iuris canonici

El papa Gregorio IX quería poner remedio a la multiplicidad de colecciones


post-gracianas ordenando la redacción oficial de una colección de textos canónicos que
no se encontraban en la obra de Graciano. Redactada por el dominico catalán Raimon
de Penyafort, profesor en la universidad de Bolonia, la nueva colección, que
comprendía 1.500 textos, estaba acabada en 1234. Fue llamada Decretales extra
Decretum vagantes. El papa dirigió el texto a las universidades de Bolonia y París,
como un código oficial, para que se sirvieran de él in judiciis et scholis (para la
sustanciación de los procesos y la enseñanza), prohibiendo por otra parte componer
otras recopilaciones sin autorización de la Santa Sede.

Varios papas tomaron después la iniciativa de completar la obra de Graciano y


Penyafort. Así Bonifacio VIII envió en 1298 a las universidades una nueva colección
llamada el Liber Sextus. Clemente V, papa de Avignon, le añadió otra colección,
intitulada Clementinae. Hizo lo mismo Juan XXII en 1234, bajo el nombre de
Extravagantes. Otras Extravagantes communes fueron añadidas a finales del siglo XV.
Estas colecciones son cuantitativa y cualitativamente más importantes que las dos
precedentes.

La colección canónica escrita por Graciano en Italia, a mediados del siglo


XIII, completada por las otras cuatro recopilaciones en las tres centurias siguientes,
formó un conjunto que fue reconocido oficialmente como el Código de Derecho
canónico, el Corpus iuris canonici, editado en 1582. Se mantuvo en vigor hasta 1917,
fecha en que fue reemplazado por el Codex iuris canonici.

El Corpus iuris canonici se compone de cinco partes, redactadas


sucesivamente entre el XII y el XV, a saber, el Decreto de Graciano (hacia 1140), las
Decretales de Gregorio IX (1234), el Liber Sextus (1298), las Clementinas (1314), y las
Extravagantes de Juan XXII (1324) y las Extravagantes Communes (siglo XV).

Por imitación del nombre dado a la codificación de Justiniano, a partir del


siglo XIII se comenzó a dar el nombre de Corpus iuris canonici a las grandes
colecciones de Graciano y de Gregorio IX. Pero solamente en el siglo XVI el papa dio
la orden de publicar una edición oficial de las colecciones canónicas. Las grandes
recopilaciones de la Edad Media fueron sometidas al examen de una comisión de
canonistas y de cardenales, los correctores romani. La edición oficial del Corpus
apareció en 1582. Este Corpus se mantuvo en vigor hasta 1917 como código oficial de
Derecho canónico. Al no estar al día, era necesario completarlo con los cánones de los
concilios de los siglos XV y XVI y con las nuevas decretales de los papas, es decir con
el ius novissimum.

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1.5.3. Codex Iuris Canonici

A iniciativa del papa Pío X, se encomendó en 1904 la redacción de un nuevo


código. Fue promulgado en 1917 con el título Codex iuris canonici. Fue sobre todo obra
del cardenal Gasparri. El Codex retomó la mayor parte de los textos medievales, pero
adaptándolos a las necesidades de la Iglesia de las primeras décadas del siglo XX.

Como consecuencia de las decisiones tomadas durante el concilio Vaticano II


(1965), comenzó la redacción de un nuevo código cuya conclusión no llegó hasta 1983,
en que fue promulgado por el papa Juan Pablo II con el mismo título que su predecesor,
Codex Iuris Canonici. Este Código de Derecho Canónico actualmente vigente, está
dividido en siete libros y se ordena en cánones, que aquí cumplen funciones similares a
los artículos de los textos legislativos civiles.

2. El método en el Derecho canónico: decretistas y decretalistas

La enseñanza del Derecho canónico se situaba inicialmente junto a la


enseñanza de la Teología. El desarrollo del estudio del Derecho romano en Bolonia y la
importancia adquirida por el Decreto de Graciano abocaron, a finales del siglo XII, a la
formación de escuelas de Derecho canónico, al lado de las escuelas de Derecho romano.
En Bolonia, Montpellier, Toulouse, Orleans, más tarde en las universidades alemanas y
en Lovaina, coexistían las dos enseñanzas. A menudo los estudiantes seguían los cursos
en las dos facultades y llegaba a ser doctor utriumque juris (doctor en los dos
Derechos). En París, desde 1219, sólo se enseñaba Derecho canónico, situación que
subsistió hasta el siglo XVII.

Los métodos de estudio del Derecho canónico evolucionaron de la misma


manera que el estudio del Derecho romano: método de los glosadores, seguido por el de
los comentaristas. Se clasifica a los canonistas en decretistas y decretalistas, sin que
esta distinción corresponda exactamente a la que exista entre glosadores y
comentaristas.

Los decretistas son aquéllos que toman el Decreto de Graciano como base de
sus trabajos. Al igual que los glosadores, realizan sobre todo glosas (sobre el Decreto) y
Sumas (exposiciones sumarias).

Los decretalistas deben su nombre al hecho de que se consagran sobre todo


(aunque no exclusivamente) al comentario de las Decretales de Gregorio IX. Al
principio, es decir, en los dos primeros tercios del siglo XIII, aplicaban todavía el
método de los glosadores; más tarde, se inspiraron en el de los comentaristas.

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III. IUS COMMUNE, UTRUMQUE IUS

Derecho romano y Derecho canónico confluyeron en el denominado Ius


commune (‘Derecho común’).

El Derecho común tuvo su cimiento en las fuentes legales romanas o


canónicas medievales, pero no se identificó exclusivamente con ellos.

Si entendemos la expresión ius commune como designación de cultura


jurídica, ésta no puede quedarse reducida al plano de lo normativo de los Digesta,
Institutiones o el Corpus Iuris Canonici.

El Ius commune fue una cultura de los juristas. De hecho, la profesión jurídica
nació con el Ius commune. Solo a partir de los siglos XII y XIII asistimos a la aparición
de hombres que profesaban el derecho tras largos años de estudio, que acababan
dominando sus resortes con excelente nivel técnico, que se enfrentaban a la reflexión y
a la complejidad de la interacción entre órdenes jurídicos de procedencia, naturaleza y
ámbitos dispersos.

Fueron estos juristas quienes lograron reconstruir el Corpus Iuris Civilis y


quienes redactaron el Corpus Iuris Canonici. Fueron los juristas los que, a través de la
interpretación, llenaron de significados las normas, tanto las incluidas en los cuerpos
jurídicos citados, como las de los derechos propios a la luz de aquéllos. Los juristas
adecuaron aquel derecho culto a lo que entendieron como orden natural de las cosas y
del mundo.

Los juristas del Ius commune posibilitaron la integración de los dos


componentes del Derecho común: el Derecho civil y el Derecho canónico. La locución
utrumque ius (uno y otro derecho), expresaba la estrecha relación entre ambos
derechos, sobre todo a efectos académicos, pues los dos formaban parte del currículo
que había de cursar el jurista durante su período de estudios.

La imbricación entre ambos derechos tenía otras manifestaciones. En realidad,


puede decirse que cada uno estaba ya, en cierto modo, dentro del otro. Por un lado, los
libros justinianeos incluían en lugar destacado normas que tocaban materia eclesiástica
y, por otro, el Derecho canónico del Decreto de Graciano y de las colecciones de
Decretales se edificó desde el punto de vista técnico sobre la base del Derecho civil
justinianeo, adoptando términos, conceptos y soluciones a los intereses de regulación
propios de la Iglesia. El hecho de que el Derecho canónico se formulara sobre la base de
un Derecho civil romano ya constituido, suponía que aquel presuponía el conocimiento
de este.

Para la elaboración de la lección se han adaptado y actualizado los textos,


entre otros, de:
García-Gallo, Alfonso, Manual de Historia del Derecho Español. I. El origen y
evolución del Derecho, Madrid: Ed. del autor, 1982, 9ª ed.
Gilissen, John, Introduction historique au Droit, Bruxelles: Bruylant, 1979.
Monreal Zia, Gregorio, Munduko zuzenbideen testu-bilduma, Bilbo:
Klasikoak, 2007.

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Tomás y Valiente, Francisco, Manual de Historia del Derecho español,
Madrid, 1992, 4ª edición, 5ª reimpresión, caps. 1 y 2.
Vallejo, Jesús y Beck Varela, Laura, “La cultura del Derecho común (siglos
XI-XVIII”, M. Lorente y J. Vallejo (coords.), Manual de Historia del Derecho,
Valencia: Tirant lo Blanch, 2012, pp. 59-100.

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