Ius Commune, I, Derecho Romano y Canónico
Ius Commune, I, Derecho Romano y Canónico
Ius Commune, I, Derecho Romano y Canónico
Sumario.
I. El Derecho romano. 1. La formulación justinianea del Derecho romano. 2.
Redescubrimiento de los libros del Corpus Iuris Civilis en el Alto Medievo. 3. La
Escuela de los Glosadores o Escuela de Bolonia (siglos XII y XIII). 3.1. Textos. 3.2.
Finalidad. 3.3. Método. 3.4. Los principales glosadores. 4. La escuela de Orleans (siglo
XIII). 5. La escuela de los Comentaristas o Posglosadores o Bartolistas (fin del XIII,
XIV y XV): el “mos italicus”. 5.1. Método. 5.2. Principales juristas. 6. La escuela
humanista o histórica: el “mos gallicus”. 6.1. Método. 6.2. Juristas principales. 7. La
Escuela histórica del Derecho. 8. La Pandectística.
II. El Derecho canónico. 1. Las fuentes del Derecho canónico. 1.1. El “ius
divinum”. 1.2. La legislación canónica. 1.3. La costumbre. 1.4. Préstamos del Derecho
romano. 1.5. Compilaciones y codificaciones de Derecho canónico. 2. El método en el
Derecho canónico: decretistas y decretalistas.
III. Ius commune, utrumque ius.
I. EL DERECHO ROMANO
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parte del Imperio. Las constituciones promulgadas a partir del 438 recibieron el nombre
de novelas post-teodosianas.
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Expositio, comentario de Derecho lombardo del siglo XI, se hace referencia a menudo
al Derecho romano como a un “Derecho general” (lex omnium generale).
Pero si el estudio del Derecho romano nunca desapareció del todo en Italia, es
necesario sin embargo hablar del “renacimiento” del Derecho romano en relación con
la obra llevada a cabo por los profesores de Bolonia, sobre todo Irnerio, a partir del
siglo XII. La novedad reside principalmente en la naturaleza de los textos estudiados, la
finalidad científica de los trabajos y el método de los estudios jurídicos.
Por otra parte el desarrollo comercial de las ciudades del Norte de Italia
pudo también haber contribuido a incrementar el interés por el estudio de un sistema
jurídico mucho más desarrollado que el de las leyes y de las costumbres lombardas.
Sus discípulos fueron numerosos. Entre ellos, los más famosos son los
conocidos comúnmente como los “Cuatro doctores”: Bulgarus, Martinus Gosia, Hugo,
Jacobus.
3.1. Textos
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(aunque no lógica) de los 50 libros del Digesto en: Digestum vetus (libros 1 a 24, título
2); Infortiatum (libro 24, título 3 al fin del libro 38); Digestum novum (libros 39 a 50).
3.2. Finalidad
3.3. Método
Las glosas muy cortas se escribían entre las líneas del manuscrito –“glosas
interlineares”–; lo más corriente era que, al ser muy largas, se colocaran al margen de
los textos, –“glosas marginales”–.
Los juristas que aplicaron este método fueron llamados glosadores. A menudo
colocan sus iniciales después de sus glosas (ejemplo: Az= Azzo; Ac=Accursio, etc.).
Los glosadores escribieron también comentarios más o menos sistemáticos de Derecho
romano, llamados summa. El examen amplio de una cuestión de Derecho se presentaba
con el nombre de quaestio. Pero en su conjunto el método era esencialmente analítico,
exegético; la síntesis desempeña un papel muy accesorio.
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Hay dos nombres que dominan la ciencia del Derecho en el sigjo XIII: Azzo y
Accursio. Azzo profesó hacia 1230 en la Universidad de Bolonia. Además de
numerosas glosas, redactó una Summa sobre el Codex y las Instituciones, que superó la
obra de todos sus predecesores. Supo elevarse por encima de la simple exégesis. Su
obra tuvo una gran influencia, no solamente en Italia, sino también en Francia y en
Inglaterra (singularmente sobre Bracton).
Las dos figuras dominantes entre los profesores de Orleans fueron Jacques de
Revigny (1235-1296) y Pierre de Belleperche (1250-1308). Del primero, denominado
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en latín Jacobus de Ravanis, se han conservado principalmente cursos –lecturae,
repetitiones– sobre diversas partes del Corpus Iuris. El segundo, conocido en latín
como Petrus de Bellapertica, era obispo de Auxerre y fue autor igualmente de
importantes repeticiones; llegó a ser Canciller de Francia con el rey Felipe el Hermoso
(Philippe le Bel). Asistió a su monarca en la lucha contra el papa Bonifacio VIII. Fue
consultado a menudo sobre cuestiones de Derecho.
En los siglos XIV y XV, el centro de los estudios jurídicos se sitúa de nuevo
en Italia. Al reaccionar contra el método excesivamente analítico de los glosadores, los
profesores italianos buscan a partir de la segunda mitad del siglo XIII nuevos métodos
de interpretación de los textos romanos. Se les llamará posglosadores o comentaristas,
o incluso bartolistas, nombre que deriva de su principal representante. Su método
domina en las universidades, sean italianas o no, hasta comienzos del siglo XVI.
5.1. Método
Desde el punto de vista de la ciencia del Derecho era evidente el progreso del
nuevo método. Ejerció una influencia considerable sobre el Derecho vigente de
diversas áreas de Europa occidental, sobre todo en Italia. Los comentaristas romanistas
no dudaron en incorporar el “Derecho vigente” –y particularmente el ius propium
italiano– en las discusiones de los textos de la época romana. Construyeron así una
explicación –falsa generalmente, aunque aparentemente científica– de los problemas
jurídicos del Derecho consuetudinario de la Baja Edad Media. Y fue también
considerable la influencia de los comentaristas sobre la jurisprudencia y sobre la
doctrina consuetudinaria.
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Puede considerarse a los juristas de la escuela de Orleans como los
predecesores de los comentaristas. Pero fue en Italia donde la escuela de los
comentaristas conoció el mayor despliegue en el siglo XIV, en las universidades de
Bolonia, Pavía y Pisa. Había sido introducido allí por Cino de Pistoia (1270-1336),
discípulo de Jacques de Revigny, profesor en Bolonia, autor de un importante
comentario sobre el Codex.
Entre sus discípulo, el más famoso fue Baldo de Ubaldo (c. 1327-1400),
profesor sucesivamente en cinco universidades italianas. Entre otros numerosos
Bartolistas citemos a Lucas de Penna (1343-1382), Paulo de Castro (1394-1441),
Alexander Jason del Maino (1435-1519), Felipe Decio (1454-1536).
A finales del siglo XV y sobre todo a comienzos del XVI, los métodos de
estudio y enseñanza del Derecho romano fueron objeto de vivas críticas. Se asiste
entonces a un segundo “renacimiento” del Derecho romano: bajo la influencia del
Humanismo, los romanistas se esfuerzan por estudiar el Derecho romano por sí mismo,
con una finalidad puramente científica y prescindiendo de cualquier aplicación al
Derecho moderno.
6.1. Método
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El nuevo método tiende a:
1. Estudiar el Derecho romano con la sola ayuda de los textos romanos y
bizantinos sin los añadidos (singularmente las glosas) de la ciencia romanista medieval;
bajo la influencia de la filología naciente se intenta encontrar y editar los textos
jurídicos antiguos de la manera más científica posible. Entre los documentos nuevos que
fueron difundidos gracias a la imprenta citemos el Epítome Gaii, las Regulae de
Ulpiano, las Basílicas.
2. Explicar los textos de Derecho romano con ayuda de otros textos romanos,
singularmente de los textos históricos y literarios romanos; los estudios sobre la historia
romana y las lenguas de la Antigüedad fueron entonces objeto de grandes progresos
(ejemplo: el Colegio de las Tres Lenguas en Lovaina: latín, griego, hebreo) y
contribuyen a un mejor conocimiento de las instituciones jurídicas romanas.
3. Establecer el sentido original y el alcance verdadero de las reglas jurídicas
romanas, en el marco de la evolución del mismo Derecho romano.
4. Desentrañar el espíritu y la filosofía del Derecho romano, sintetizándolo y
reconstruyendo el sistema.
5. Expresarse en un latín pulido y elegante, inspirado en los autores clásicos,
sobre todo en Cicerón. Los juristas abandonan así el “latín bárbaro” que habían
utilizado los Bartolistas.
Se forma por tanto a comienzos del siglo XVI una nueva escuela de Derecho
romano generalmente denominada escuela humanista o escuela histórica –que no
debe confundirse con la Escuela Histórica del Derecho creada en el siglo XIX por
Savigny y otros autores alemanes–. Habida cuenta de que el nuevo método fue
desarrollado sobre todo en Francia, recibe a menudo la denominación de mos gallicus,
por oposición al mos italicus de los Bartolistas.
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En el siglo XVII el estudio del Derecho romano declina en Francia y en
Bélgica. Va a florecer en las Provincias Unidas, sobre todo en la Universidad de
Leyden. Continuando las tradiciones humanistas, la escuela holandesa de los juristas
elegantiores se caracteriza sobre todo por la búsqueda de la expresión exacta del
pensamiento jurídico y por la adaptación de la enseñanza del Derecho romano a los
problemas del Derecho holandés, sin caer en los excesos de los Bartolistas.
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El principal representante de la Escuela histórica es Friedrich Carl von
Savigny (1779-1861), profesor que ayudó a la fundación de la Universidad de Berlín.
Conviene destacar que al lado de las referencias al espíritu del pueblo, que tenía una
relevancia práctica más bien escasa, Savigny ofrece reflexiones interesantes sobre el
concepto de derecho.
Según este jurista alemán, las fuentes del derecho son los fundamentos desde
los que se origina el derecho general, es decir las instituciones y las reglas que las
componen. La fuente básica es la conciencia del pueblo. Pero esa conciencia suele ser
desarrollada y perfilada por la labor de la ciencia jurídica y la creación de leyes por
parte de los legisladores. Todo ese conjunto forma el derecho positivo. Savigny niega
que exista un derecho ideas, eterno, inmutable... Sin embargo, también niega que todo el
derecho positivo sea producto de la casualidad histórica: hay elementos permanentes
como la naturaleza moral del derecho, el reconocimiento de la dignidad y la libertad
humanas, la equidad, la utilidad pública, la protección del tráfico jurídico, etc.
Como romanista, Savigny sostenía que la gran época del Derecho Romano
había sido el período clásico, y que tal grandeza fue debida al trabajo de los juristas. No
había duda de que el Derecho Romano se recibió ampliamente en Alemania durante el
siglo XVI, y que se desarrolló a través del Derecho común. Pero mientras el Derecho
Romano difícilmente puede describirse como un producto del volksgeist alemán, Savigny
argüía que en el período de la Recepción, los juristas, como representantes del pueblo con
competencia científico-técnica, habían cubierto una necesidad del volksgeist al recibir el
Derecho Romano. El Derecho Romano del mos italicus había llegado así a ser parte del
Derecho alemán y de la tradición legal germánica. El Derecho Romano tenía todavía
mucho que ofrecer, aunque sólo fuera con la aplicación de los principios del Derecho
clásico: el desarrollo ulterior del Derecho alemán debería fundamentarse en el Derecho
Romano de la gran época clásica. Las adherencias del medievo al sistema clásico podían
descartarse si no valían para la creación de un sistema moderno mejorado. Era una de las
tareas de la ciencia legal histórica el determinar lo que valía o no en la tradición legal.
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Savigny pretendía que tanto el Derecho romano como el germánico constituyeran
los fundamentos de una nueva ciencia legal en Alemania. Pero para algunos de los
miembros más jóvenes de la Escuela, Savigny y sus seguidores romanistas eran adalides
del Derecho Romano a expensas de la tradición autóctona. A mediados del siglo XIX se
había producido una división entre Romanistas y Germanistas. Algunos de estos
últimos alegaban que la Recepción había sido poco menos que un desastre nacional; otros
la reputaban simplemente innecesaria.
8. La Pandectística
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datos, el análisis determinaría sus causas y efectos; la clasificación y la definición eran
también partes esenciales del método científico. Era posible, e incluso habitual, que un
pandectista comparara el descubrimiento de los principios legales con el método analítico
de la Química.
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II. EL DERECHO CANÓNICO
1). Los decretos (o cánones) son las decisiones de los concilios. Los concilios
más importantes son los ecuménicos, asambleas generales de todos los obispos de la
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Cristiandad. El primer concilio ecuménico se reunió en Nicea (325). Desde entonces ha
habido una veintena, alrededor de uno por siglo. Tras el Cisma de Oriente y Occidente
(1054) y la lucha por las investiduras, todos los concilios ecuménicos se celebraron en
Occidente: concilios de Letrán (Roma, 1123, 1130, 1179 y 1215), de Lyon (1245 y
1274), Viena (1311), Constanza (1414-1418), Basilea (1431-1442) y, finalmente, el
ya aludido de Trento (1545-1563).
2). Las decretales (litterae decretales) son cartas del papa que responden a
una consulta o demanda proveniente de un obispo o de una alta autoridad eclesiástica o
laica. Son, como los rescriptos de los emperadores romanos, decisiones de los papas,
complementarias a los decretos de los diversos concilios, que tienden singularmente a
dar una explicación autorizada de aquéllos y de las modalidades de aplicación. De
hecho, el poder legislativo en el seno de la Iglesia ha pasado progresivamente de los
concilios a los papas.
Una de las decretales más antiguas es la del papa Siricio (384-399) a los
obispos de la Galia. Las decretales fueron muy numerosas en la época de apogeo del
Papado, en los siglos XII-XIV. No hubo apenas decretales entre el 891 y 1049, de la
misma manera que no hubo ningún concilio ecuménico en esta época. La legislación
canónica conoce por tanto un declive en la misma época que la legislación laica.
3). En la actualidad los papas elaboran, al mismo tiempo que las decretales,
“constituciones pontificias” que son verdaderas leyes de la Iglesia; pero sobre todo se
dirigen a los obispos mediante encíclicas, es decir, cartas solemnes que contienen más
bien consejos que instrucciones. Al haber sido declarado el papa infalible por el concilio
de 1870, sus directivas tienen un gran alcance. Se designa generalmente a las encíclicas
por las dos primera palabras del texto latino, por ejemplo Mirari Vos (1832), contra el
indiferentismo, Rerum novarum (1891), sobre la condición de los obreros, Populorum
progressio (1967), sobre la situación de las países en vías de desarrollo, Evangelium
Vitae (1995), sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, Fides et Ratio
(1998), sobre las relaciones entre Fe y Razón, o Caritas in Veritate (2009), sobre el
desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad.
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1.3. La costumbre
Graciano fue un monje que vivió en Bolonia. Allí redactó hacia 1140 una
Concordia canonum discordantium, a la que de inmediato se dio el nombre de
Decretum. El título de la obra era un programa: establecer una coordinación entre los
cánones discordantes, mediante la comparación y la clasificación de los textos según su
valor jurídico. El método no era nuevo, pero se aplicó a un número muy grande de
textos (alrededor de 3.800) y con mucho sentido crítico. Graciano fue influido por la
dialéctica de los primeros escolásticos, sobre todo por Pedro Abelardo; pretendió
explicar la discordancia de los textos mediante distinciones de tiempo y de lugar,
mediante excepciones y dispensas a los principios según las necesidades de la práctica.
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El esfuerzo hecho por Graciano se reveló pronto insuficiente: los concilios y
los Papas legislaron mucho a finales del siglo XII y en el XIII. Por otra parte,
numerosas decretales no habían sido reproducidas por Graciano. Así después de 1150 se
revelaron necesarias diversas puestas al día de la obra de Graciano.
1.5.2. Las Decretales de Gregorio IX (1234) y las demás partes del Corpus
iuris canonici
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1.5.3. Codex Iuris Canonici
Los decretistas son aquéllos que toman el Decreto de Graciano como base de
sus trabajos. Al igual que los glosadores, realizan sobre todo glosas (sobre el Decreto) y
Sumas (exposiciones sumarias).
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III. IUS COMMUNE, UTRUMQUE IUS
El Ius commune fue una cultura de los juristas. De hecho, la profesión jurídica
nació con el Ius commune. Solo a partir de los siglos XII y XIII asistimos a la aparición
de hombres que profesaban el derecho tras largos años de estudio, que acababan
dominando sus resortes con excelente nivel técnico, que se enfrentaban a la reflexión y
a la complejidad de la interacción entre órdenes jurídicos de procedencia, naturaleza y
ámbitos dispersos.
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Tomás y Valiente, Francisco, Manual de Historia del Derecho español,
Madrid, 1992, 4ª edición, 5ª reimpresión, caps. 1 y 2.
Vallejo, Jesús y Beck Varela, Laura, “La cultura del Derecho común (siglos
XI-XVIII”, M. Lorente y J. Vallejo (coords.), Manual de Historia del Derecho,
Valencia: Tirant lo Blanch, 2012, pp. 59-100.
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