La Necesidad de Evaluar La Calidad Del Proceso de Planificación Estratégica en Las Universidades

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3.

2 La necesidad de evaluar la calidad del proceso de planificación estratégica en


las universidades 

En los últimos años, las universidades han trabajado en función de elevar la


calidad de los procesos que desarrollan. Ello ha estado vinculado con los
cambios políticos, económicos y sociales que se han generado, obligándoles
a aplicar, no en el discurso, sino en la práctica, los conceptos de eficiencia,
eficacia, calidad y pertinencia en los procesos universitarios. 
La calidad en la educación superior puede analizarse de múltiples y
variadas formas. Emerge como un concepto relativo y multidimensional, que
abarca el conjunto de las cualidades deseables en los resultados y en sus
impactos, en los insumos a los procesos universitarios y en las condiciones
internas con que estos se desarrollan. A su vez, considera la pertinencia,
como el impacto de esos resultados a los propios fines institucionales, a los
requerimientos de la ciencia en sí misma y a las necesidades de la
sociedad. 
Para Morales, la calidad en la educación superior contemporánea se basa
en: 

Una noción de cambio cualitativo, de transformación


constante, utilizándose como un término de referencia
de carácter comparativo, dentro de un conjunto de
elementos homologables, a partir de cierto patrón o
indicadores preestablecidos, siendo una resultante
cualitativa de un conjunto de fuerzas impelentes,
retardantes, estabilizadoras e impedientes, que tienen
su origen en los diferentes grupos y posturas
educativas que siempre coexisten en toda institución.
Así, el mejoramiento de la calidad deja de ser un
proceso lineal, para convertirse en un proceso
omnidireccional y multifactorial, cuyos resultados van a
diferir de acuerdo con los patrones de referencia
empleados (Morales, 2009, p. 9). 
Según De la Orden, existen tres imperativos esenciales de calidad que debe
poseer un centro educativo: funcionalidad (se satisfacen necesidades del
entorno), eficacia (alcanza los objetivos propuestos) y eficiencia (alcanza
dichos objetivos con costo razonable) (2002, p. 3). 
La calidad constituye también un objetivo central de la gestión universitaria y
de los procesos que la integran. Hablar de calidad de la gestión, incluye
también a la planificación estratégica y al proceso que la sustenta; significa
lograr en el mismo progreso, transformación y un adecuado nivel de
satisfacción de las demandas individuales, colectivas, institucionales, y en
general, de la sociedad. Todo ello, apoyado con acciones evaluativas bien
fundamentas. 
La evaluación institucional en las universidades es un concepto ampliamente
tratado en la literatura desde hace varias décadas y no deja de ser al mismo
tiempo polémico, ya que no existe una concepción única por sus diversas
connotaciones. Entre las definiciones más o menos comunes al respecto se
señala la siguiente: “Proceso orientado a la toma de decisiones y a la acción,
que busca determinar la pertinencia, la eficacia y el impacto del uso de
recursos, actividades y resultados en función de objetivos pre-establecidos”
(Martínez, 1997, p. 79). 
Lo que si se ha observado es que los conceptos más recientes sobre la
evaluación institucional están más vinculados a la problemática de la calidad
como valor del mérito, la excelencia académica, la eficiencia, la pertinencia,
el rendimiento, la responsabilidad social, entre otros. Los autores de este
artículo, la conciben también como un proceso estratégico, continuo, integral
y participativo, que, mediante la obtención y análisis crítico de la información,
permite medir, verificar, apreciar, calcular la situación de un objeto de estudio
determinado, para emitir juicios de valor sobre aciertos y problemas
fundamentales, a partir de los cuales se toman decisiones para elevar
permanentemente la calidad institucional. 
La evaluación institucional plantea y analiza la relación existente entre los
objetivos previstos, los medios de los que se dispone para alcanzarlos y los
resultados que finalmente se han obtenido. Su objetivo esencial es elevar la
calidad de la institución a través de un plan de mejora. Cumple el propósito
de rendir cuentas a la comunidad universitaria, a las instancias superiores y
a la sociedad. Por tanto, las universidades, deben introducir la evaluación
institucional con fines de autorregulación en su quehacer habitual,
promoviendo la autoevaluación apoyada también con evaluaciones de pares
externos, así como ser conscientes y aceptar la necesidad de evaluar sus
procesos, ya que de ello depende la eficiencia y eficacia de sus resultados;
es decir, el cumplimiento de su responsabilidad social. 
Específicamente, cuando intentamos evaluar la calidad de la gestión en las
universidades, un aspecto a considerar es el proceso de planificación
estratégica, cuyos resultados tienen gran significación institucional. Los
errores que se cometan en el mismo pueden influir negativamente en la
calidad de la Estrategia institucional que se pretende elaborar, en los niveles
de compromisos del factor humano y en otros resultados. Dicho proceso
puede y debe ser revisado y perfeccionado periódicamente, para que se
acomode a las cambiantes circunstancias externas e internas. Cualquier
metodología que se desee aplicar, necesita de un tiempo para su avance y
consolidación; son pocas las que han tenido éxito en un horizonte temporal
relativamente corto; se requieren muchos esfuerzos y cambios culturales
para su paulatina asimilación y comprensión por parte de los implicados. 
Por ello, la evaluación de la calidad del proceso de planificación estratégica -
en ocasiones ausente en muchas instituciones-no se puede concebir como
un fin en si misma, sino es una vía para la mejora continua de una de las
funciones básicas de la gestión universitaria. En esta evaluación se enfatiza
en los aspectos conceptuales y metodológicos, en los procedimientos y
normas de operación, así como con el factor humano. 
Su importancia se ratifica cuando se señala: 
Contar con una Estrategia bien fundamentada es una
condición necesaria de la dirección estratégica para la
calidad, es encontrar la orientación correcta de una
universidad con relación a su entorno. No se puede
pensar en la implementación y menos aún en el
control, si no se diseña la Estrategia a través de un
proceso de calidad para concebir y poner de relieve en
ella, los elementos más importantes y prioritarios para
el desarrollo futuro de la institución. Lo importante es
iniciar y avanzar en los procesos de su implementación
y control, para lograr la retroalimentación necesaria
(Almuiñas, 2011, p. 5). 
Al respecto, los problemas se pueden presentar en las tres etapas del
proceso de planificación estratégica: (a) en su concepción inicial
(planificación y organización del proceso); (b) su implementación o
ejecución; y (c), en su seguimiento y control. 
La evaluación de la calidad del proceso de planificación estratégica en una
universidad debe estar concebida desde la propia etapa de su planificación y
organización. Sin embargo, la práctica indica que no siempre esto se logra y
muchas veces se ejecuta el mismo, sin concebir previamente, como se va a
evaluar su calidad. Hay que partir del hecho que una cuestión es cómo
queremos que se desarrolle el proceso de planificación estratégica
(fundamentos teóricos-conceptuales - metodológicos) y otra es, su
implementación y control en la práctica; ya que pueden ocurrir brechas entre
lo previsto y lo real, lo oculto y lo vivido. 
En este caso, a la universidad se le plantean un conjunto de aspectos
interesantes a evaluar en dicho proceso, por ejemplo, conocer si sus
propósitos y resultados se lograron, como se ha desarrollado el contenido de
los momentos que integran la metodología que se aplicó y si las condiciones
para su aseguramiento garantizaron la calidad del mismo. Dicha evaluación
debe abarcar también el factor humano que está implicado en el proceso. 
Algunas reflexiones sobre las ideas expresadas anteriormente pueden
brindar puntos de análisis diferentes sobre el tema en cuestión. Un proceso
de planificación estratégica se puede diseñar para resolver determinados
propósitos institucionales, por ejemplo, mejorar el proceso de toma de
decisiones, contribuir en la evaluación del desempeño institucional, apoyar la
utilidad de una proyección estratégica, disminuir los gastos y mejorar la
cultura organizacional. Si estas necesidades no están bien identificadas o
están no resueltas, después de pasado un tiempo, es evidente que resulta
conveniente producir cambios importantes en la gestión de dicho proceso; es
decir, en su planificación, organización, ejecución y control. 
Al mismo tiempo, el proceso debe orientarse a obtener determinados
resultados que son parte integrante de la proyección estratégica y que deben
poseer la calidad exigida en su formulación (misión, la visión, los objetivos y
las estrategias específicas, etc.). También debe lograrse el mejoramiento de
la calidad de la formación de los implicados, de la coordinación y
comunicación externa e interna, del proceso de negociación y estimulación y,
de otros aspectos vinculados con la cultura organizacional existente. 
En resumen, la evaluación de la calidad del proceso de planificación
estratégica debe ser un tema que se apoye más en la investigación, y
convertirse también en parte de la agenda de la gestión universitaria actual.
A veces una universidad opera durante varios años, con una misma
concepción de este proceso, prestándole poca importancia a su
perfeccionamiento. Es decir, se olvida del monitoreo de algunas señales que
pueden dar luz para el cambio en el momento preciso. No verlo así, crearía
fronteras innecesarias muy perjudiciales para las universidades, dejando que
el mismo muera lentamente con los peligros de la burocratización y la rutina
que puede llevar implícito y que no permiten el desarrollo creativo de los
docentes, dirigentes y otros miembros de la comunidad universitaria,
entorpeciendo, además, cualquier iniciativa destinada a promover la cultura
de planificación y de evaluación institucional.

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