Copia de Null
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PROSOCIALIDAD
POTOSÌ-BOLIVIA
DOMINGO SAVIO MODULO: DEONTOLOGIA Y
PROSOCIALIDAD
Prosocialidad
1. Introducción
Los estudios sobre la prosocialidad inician en la década de los 60’ a partir del fenómeno
conocido como “efecto del espectador” dentro del campo teórico de la psicología social
(Moñivas, 1996).
Latané y Darley se corroboraron con evidencia científica su teoría y generó toda una línea
de investigación de la conducta de ayuda en contextos interpersonales, y se le denominó el
“efecto del espectador”. Se determinó por ejemplo, que es menos probable que la conducta
de ayuda se dé cuando supone un alto costo para el que ayuda y un bajo costo para la
víctima.
A mediados de la década de los 80’ reaparece un fuerte interés por la conducta prosocial,
pero esta vez desde el campo de la psicología evolutiva. Uno de los autores más
productivos es N. Eisenberg, quien ha investigado la conducta prosocial y la crianza, la
relación entre la simpatía y la ayuda, la empatía y conducta prosocial, el razonamiento
moral prosocial, la personalidad altruista y las reacciones ante la ayuda, etc.
2. Definición
Se entiende por conducta prosocial toda conducta social positiva con o sin motivación
altruista. Positiva significa que no daña, que no es agresiva. A su vez se entiende por
motivación altruista el deseo de favorecer al otro con independencia del propio beneficio.
Por el contrario, la motivación no altruista es aquella que espera o desea un beneficio
propio además del, o por encima del, ajeno. Como se ve, la definición incluye un aspecto
conductual (alude a conductas) y otro motivacional (alude a motivaciones).
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Aunque no existe una definición universal del concepto de conducta prosocial, hay un
elevado consenso en definirlo como un repertorio de comportamientos de carácter social y
positivo.
Debido a las diferencias de criterio sobre sin incluir el factor motivacional en la definición,
los autores consideran que existen dos tipos de conductas sociales positivas: las conductas
que reportan un beneficio para ambas partes implicadas y las conductas que solo benefician
a una de las partes.
Varios estudios revelan que quienes actúan de manera prosocial suelen ser más feliz, más
saludable, y vivir más años. Los que no actúan de manera prosocial suelen sufrir costos
psicológicos que vienen con sentimientos de culpabilidad.
El comportamiento prosocial es contagioso. Varios estudios muestras que los que ven a
otros actuar de manera prosocial son más propensos a comportarse de la misma menara.
Si una persona tiene la costumbre de ayudar o colaborar con los demás se trata de un
individuo con una conducta prosocial. De esta manera, se podría decir que esto comprende
a aquello que busca generar acciones positivas en beneficio de otros. Por lo tanto, los
comportamientos agresivos, egoístas o dañinos son contrarios a este tipo de pensamiento.
Cuando actuamos en la vida cotidiana muchas de nuestras acciones tienen dos caminos
posibles:
A nivel interpersonal, por ejemplo, a muchos autores les ha interesado examinar cuándo la
gente ayuda a los demás, las motivaciones de por qué la gente ayuda o simplemente por qué
hay gente que no ayuda. Sólo recientemente los científicos han comenzado a incluir la idea
de los comportamientos prosociales en el entorno laboral (organizaciones), donde se ha
demostrado tienen importantes implicaciones para el clima del grupo.
4. Precursores
Por su parte, Martí Vilar (2011) establece dos tipos de definiciones: las conductuales y las
motivacionales. La primera, considera homónimos los conceptos de prosocialidad y
altruismo; reconoce, en el sentido amplio, que toda conducta prosocial siempre está
orientada al beneficio de los demás. La segunda, hace una distinción entre la conducta
prosocial y el altruismo; reconoce que una conducta prosocial puede orientarse a ayudar a
los demás, pero también pueden existir conductas prosociales al servicio del beneficio
propio.
Uno de los referentes de mayor aceptación en la literatura científica se dio en los años
cincuenta, tras el asesinato de Kitty Genovese en New York (Carrera, Caballero & Oceja,
2003; Moñivas, 1996; Vaughan & Hogg, 2010), suceso que atrajo la atención de
investigadores y psicólogos sociales sobre el estudio del comportamiento de ayuda en
situaciones de emergencia.
más probable que el espectador solitario ayude a que lo haga uno de entre varios
espectadores, fenómeno conocido por el efecto espectador”.
Para Martorell et al. (2011) la conducta prosocial se define como la conducta voluntaria y
beneficiosa para los demás; que se relaciona con el desarrollo emocional y la personalidad;
y comprende acciones de ayuda, cooperación y altruismo.
Según Roche la conducta prosocial tiene las siguientes dimensiones: Ayuda física.
Conducta no verbal que procura asistencia física a otras personas para cumplir un
determinado objetivo, y que cuenta con la aprobación de las mismas
5. Importancia
6. Contexto Mundial
Varios estudios revelan que quienes actúan de manera prosocial suelen ser más feliz, más
saludable, y vivir más años. Los que no actúan de manera prosocial suelen sufrir costos
psicológicos que vienen con sentimientos de culpabilidad.
El comportamiento prosocial es contagioso. Varios estudios muestras que los que ven a
otros actuar de manera prosocial son más propensos a comportarse de la misma menara.
Las personas parecen tener una preferencia innata para el comportamiento prosocial. Por
ejemplo, en un estudio, hasta los bebés preferían jugar con una muñeca que veían actuando
de manera generosa a las que veían comportarse de manera egoísta.
El profesor de derecho Lynn Stout dice, “el comportamiento prosocial o no-egoísta es tan
común en la sociedad estadounidense que se suele ignorar.” De hecho, considera cuan
frecuente la gente ayuda a los demás al donar a organizaciones caritativas o al ser
voluntarios. Por ejemplo, en 2014 las donaciones caritativas llegaron a su auge de más de
$358 mil millones. El 45% de los voluntarios estadounidenses hacen que este país ocupe el
tercer lugar en cuanto al tiempo y talento dedicado a la ayuda de los demás.
Entonces mientras que el comportamiento prosocial no es tan notable, podemos deducir que
es una parte central de una sociedad justa y decente.
diferentes espacios, se puede comenzar por las pequeñas acciones, como idear proyectos
para ayudar a otros desde el trabajo, la familia, la iglesia o alguna organización social.
También “Intentar mostrar que, antes de criticar o juzgar a alguien, podemos imaginar
cómo se sentiría estar en su lugar”, explica la profesora Guevara, quien resalta la
importancia del diálogo para que nos lleve a “Reflexionar sobre las diversas situaciones que
se viven en el mundo y en el ámbito nacional, para conversar y reconocer en las relaciones
humanas la importancia de las virtudes, como la justicia, la honestidad, el optimismo, la
alegría, la responsabilidad, la solidaridad, el respeto, la amistad, entre otras”.
El primer paso para ello es preguntarse lo siguiente: ¿qué puedo hacer yo para que la
relación con mi familia mejore? En el caso de los padres de familia, pueden enseñarles a los
hijos a ponerse en los zapatos del otro. En conjunto con las instituciones educativas, se
debe crear conciencia sobre cómo los actos de cada niño o persona tienen consecuencias.
Finalmente, la profesora Ivón Guevara explica que “Las personas que mantienen relaciones
positivas significativas con los demás son más felices; ponerse al servicio de una causa más
grande que nosotros mismos, como un proyecto que ayude a la humanidad, otorga sentido a
la vida”.
7. Conclusiones
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