Bilbao 1
Bilbao 1
C U A D E R N O S DE C U L T U R A L A T IN O A M E R IC A N A
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FRANCISCO BILBAO
IN IC IA T IV A DE LA AMERICA
IDEA DE U N CONGRESO FEDERAL DE
LAS REPUBLICAS
CO O R D IN AC IO N DE H U M A N ID A D E S
CENTRO DE ESTUDIOS L A T IN O A M E R IC A N O S /
Facultad de Filosofía y Letras
UNION DE UNIVE R SIDA DE S
DE A M E R IC A L A T IN A UNAM
IN IC IA TIV A DE LA AMERICA
IDEA DE UN CONGRESO
FEDERAL DE LAS REPUBLICAS
Francisco Bilbao
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INICIATIVA DE LA AMERICA
IDEA DE UN
Francisco Bilbao
POSTDICTUM
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Salvar la personalidad con el desarrollo integral de
todas sus funciones y derechos; la personalidad que se
pierde en Europa por la influencia de su pasado, por la
fuerza del despotismo que m utila o divide para dominar
más fácilmente, y por la división exagerada del trabajo,
transportada a las funciones y derechos indivisibles de la
personalidad.
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EL CONGRESO NORMAL AMERICANO
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estado, como la cabeza para coronar la organización del
hombre.
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dos Unidos, potencias ambas colocadas en las extremida
des geográficas, así como lo están en las extremidades de
la política, aspiran, el uno por extender la servidumbre
Rusa con la máscara del Paneslavismo, y el otro la domi
nación del individualismo yankee. La Rusia está muy le
jos, pero los Estados Unidos están cerca. La Rusia retira
sus garras para esperar en la acechanza; pero los Estados
Unidos las extienden cada día en esa partida de caza que
han emprendido contra el sur. Ya vemos caer fragmen
tos de América en las m andíbulas sajonas del boa mag
netizador, que desenvuelve sus anillos tortuosos. Ayer
Texas, después del Norte de México y el Pacífico saludan
a un nuevo amo. Hoy las guerrillas avanzadas despiertan
el Istmo, y vemos a Panamá, esa futura Constantinopla
de la América, vacilar suspendida, mecer su destino en el
abismo y preguntar: ¿seré del sur, seré del norte?
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medio de tanto esplendor inteligente. Parece que la cien
cia cooperase a precipitar en el torrente de la fatalidad a
la noble causa de la libertad del hombre. La materia
obedece, el tiempo y el espacio se conquistan, los goces
y el bienestar se extienden, pero la espontaneidad se ol
vida, la originalidad desaparece, el espíritu de creación
espanta. Parece que el Viejo Mundo trabajase en cavar
una fosa y elevar un mausoleo a la personalidad para
presentarse sobre el desarrollo de los siglos como una es
pecie nueva del reino animal. Las masas, los gobiernos,
aparecen hoy día como acordes, y el sufragio universal
de la vieja Europa consagra una alianza fementida en la
abdicación de la soberanía del pueblo.
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Pero para arrancar a la conciencia de un continente
sus secretos, al porvenir sus misterios, para crear nues
tros destinos, la unión es necesaria; unidad de ideas por
principio y la asociación como medio.
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la revolución francesa. Entonces regocijaron a la huma
nidad adolorida, que desde su lecho de tormento, salu
dó a la República del Atlántico como una profecía de la
regeneración de la Europa. El libre pensamiento, el self
government, la franquicia moral y la tierra abierta al
emigrante, han sido las causas de su engrandecimiento y
de su gloria. Fueron el amparo de los que buscaban el
fin de la miseria, de los que huían de la esclavitud feudal
y teocrática de Europa; sirvieron de campo a las utopías,
a todos los ensayos; de templo, en fin, a los que aspiran
por regiones libres para sus almas libres. Ese fue el mo
mento heroico en sus anales. Todo creció: riqueza, po
blación, poder y libertad. Derribaron las selvas, poblaron
los desiertos, recorrieron todos los mares. Despreciando
tradiciones y sistemas, y creando un espíritu devorador
del tiempo y espacio, han llegado a formar una nación,
un genio particular. Volviendo sobre sí mismos y con
templándose tan grandes, han caído en la tentación de
los titanes, creyéndose ser los árbitros de la tierra y aun los
competidores del Olimpo. La personalidad infatuada
desciende al individualismo, su exageración al egoísmo,
y de aquí, a la injusticia y a la dureza de corazón no hay
más que un paso. Pretenden en sí mismos concentrar el
universo. El yankee reemplaza al americano, el patrio
tismo romano al de la filosofía, la industria a la caridad,
la riqueza a la moral, y su propia nación a la justicia. No
abolieron la esclavitud de sus estados, no conservaron las
razas heroicas de sus indios, ni se han constituido en
campeones de la causa universal, sino del interés ameri
cano, del individualismo sajón. Se precipitan sobre el
sur, y esa nación que debía haber sido nuestra estrella,
nuestro modelo, nuestra fuerza, se convierte cada día en
una amenaza de la autonom ía de la América del Sur.
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fuerza de otros pueblos. Hay manifestaciones diferentes
pero no hostiles de la actividad del hombre. Reunirías,
asociarlas, darles unidad, es el deber. La ciencia y la in
dustria, el arte y la política, la filosofía y la naturaleza
deben marchar de frente, así como en el pueblo deben
vivir inseparables todos los elementos que constituyen
la soberanía: el trabajo, la asociación, la obediencia y la
soberanía indivisibles. Por eso no despreciaremos, sino
que nos incorporaremos, todo aquello que resplandece
en el genio y en la vida de la América del Norte. No de
bemos despreciar bajo pretexto de individualismo todo
lo que forma la fuerza de esa raza. Cuando los romanos
quisieron formar una marina, tom aron por modelo a un
buque cartaginés; cambiaron su espada por la española,
se apoderaron de la ciencia, filosofía, y arte de los griegos
sin abdicar su genio, y abrieron un templo a las divinida
des de los pueblos mismos a quienes combatían, como
para asimilarse el genio de las razas y la fuerza de to
das las ideas. Del mismo modo nosotros debemos apo
derarnos del hacha del yankee para desmontar la tierra;
debemos enfrentar la anarquía con la libertad, único
Hércules capaz de dom eñar esa hidra; derribar el despo
tismo con la libertad, único Bruto capaz de extinguir a
todos los tiranos. Y todo esto lo posee el norte porque
es libre, porque se gobierna a sí mismo, porque sobre
todas las sectas y religiones impera un principio común
que las domina, que es la libertad del pensamiento y el
gobierno del pueblo. No hay entre ellos religión del esta-
do porque la religión del Estado es el Estado: la sobera-
nía del pueblo. Tal espíritu, tales elementos debemos
asimilarnos, debemos agregar a lo que nos caracteriza. Es
así como las ideas, esas divinidades sin conciencia que
vagan por las selvas y cordilleras de la América, aparece
rán un día en el foro de la República del Sur.
No temamos el movimiento. Respiremos el aura viril
que hace flamear el pabellón de las estrellas; sintamos
hervir en nuestras venas el germen de todas las empresas;
oigamos resonar en nuestras regiones silenciosas el estré
pito de las ciudades que se levantan, las emigraciones
atraídas por la libertad; y en las plazas y bosques, en las
escuelas y congresos se repita con la fuerza de la esperan
za: ¡adelante! ¡adelante!
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Que más rápido que el camino de hierro y que el telé
grafo eléctrico, el pensamiento de los hijos del sur, uní
sono en sus miras, palpite armónicamente en nuestros
pueblos para dar un centro, una capital, un corazón a
ese mundo sobre quien se ciernen tantas bendiciones.
Podemos decirle:
No así nosotros.
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dilleras, y esos hombres cebados en las carniceras de
Granada y en los bosques de los Países Bajos convertidos
en patíbulos de herejes, fueron los legisladores, los insti
tutores de la América del Sur. Cuna de hierro fue nuestra
cuna, sangre de naciones fue nuestro bautismo, himno
de terror fue el cántico que saludó nuestros primeros pa
sos. Aislados del universo, sin más luz que la que permi
tía el cementerio del Escorial, sin más voz humana que
la de obediencia ciega, pronunciada por la milicia del
Papa, los frailes, y la milicia del rey, los soldados, tal fue
nuestra educación. En silencio crecíamos, con espanto
nos mirábamos. Extendieron una piedra funeral sobre el
continente, y sobre ella pusieron el peso de diez y ocho
siglos de servidumbre y decadencia. Y a pesar de eso, hu
bo palabra, hubo luz en las entrañas del dolor, y rompi
mos la piedra sepulcral, y hundimos esos siglos en el se
pulcro de los siglos que nos habían destinado. Tal fue
el arranque, tal fue la inspiración o revelación de la re
pública.
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preferimos lo social a lo individual, la belleza a la rique
za, la justicia al poder, el arte al comercio, la poesía a la
industria, la filosofía a los textos, el espíritu puro al
cálculo, el deber al interés. Somos de aquellos que cree
mos ver en el arte, en el entusiasmo por lo bello, inde
pendientemente de sus resultados, y en la filosofía, los
resplandores del bien soberano. No vemos en la tierra, ni
en los goces de la tierra el fin definitivo del hombre; y el
negro, el indio, el desheredado, el infeliz, el débil, en
cuentra en nosotros el respeto que se debe al título y a
la dignidad del ser humano.
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nuestra fuerza, el centinela de nuestro porvenir. Des
unidos, será el nudo gordiano cortado por el hacha del
yankee y que le dará la posesión del imperio, el dominio
del segundo foco de la elipsis, que describen la Rusia y
los Estados Unidos en la geografía del globo.
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ria, por espacio de 12 años y en las cimas de Los Andes.
Entonces la patria se llamaba Independencia. ¿Por qué
hoy, cuando se trata de conservar las condiciones físicas
y morales del derecho y del porvenir de esa independen
cia, no hemos de volver a sentir esa alma americana que
iluminó nuestro nacimiento con los resplandores de to
das las campañas, desastres y victorias de los años terri
bles? Sí. Hoy la patria se llamará Confederación, para
la segunda campaña, para abrir la era de una nueva ma
nifestación de gloria.
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Uno es nuestro origen y vivimos separados. Uno mis
mo nuestro bello idioma y no nos hablamos. Tenemos
un mismo principio y buscamos aislado el mismo fin.
Sentimos el mismo mal y no unimos nuestras fuerzas
para conjurarlo. Columbramos idéntica esperanza y nos
volvemos las espaldas para alcanzarla. Tenemos el mismo
deber y no nos asociamos para cumplirlo. La humanidad
invoca en sus dolores por la era nueva, profetizada y pre
parada por sus sabios y sus héroes - p o r la juventud del
m undo regenerado, por la unidad de dogma y de políti
ca, por la paz. de las naciones y la pacificación del alma,
¿y nosotros que parecíamos consagrados para iniciar la
profecía, nosotros olvidamos esos sollozos, ese suspiro
colosal del planeta, que invoca por ver a la América re
vestida d justicia y derramando la abundancia del alma
y de sus regiones, sobre todos los hambrientos de jus
ticia?
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to oportuno, ¿por qué no elevaríamos nuestras almas a
esa altura?
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explotador; y la ciencia, y aun el mundo prestan el oído
para ver si viene una gran palabra de la América: Y esa
palabra será, la asociación de las repúblicas.
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15. Una vez fijadas las atribuciones uniflcadoras del
Congreso Americano y ratificadas por unanimidad de las
repúblicas, el congreso podrá disponer de las fuerzas de
los Estados Unidos del Sur, sea para la guerra, sea para
las grandes empresas que exige el porvenir de la América.
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EPILOGO
Que más alto que los Andes, el fanal del Nuevo Mun
do se levante, que llegue su luz matinal a los espíritus
que gimen en Europa, y que esa luz, sea la antorcha de
la hospitalidad y de la ciudadanía. Que caigan las barre
ras del espíritu y del cuerpo, la intolerancia y las adua
nas.
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playa en playa, recorriendo con su organización predes
tinada a todo clima, sacuda la somnolencia, impulse a los
que vigilan y derram e los efluvios de su luz en la con
ciencia de todo hombre.
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ción de un vínculo divino, para acrecentar el bien en
todos y el mejor de todos los bienes, la libertad y la
solidaridad del hombre.
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Siendo director general de Publicaciones José Dévalos
se terminó la impresión de Iniciativa da la América.
Idea de un Congreso Federal da las Repúblicas,
en los talleres de Polymasters de México, S. A.
el día 19 de noviembre de 1978.
Se tiraron 10,000 ejemplares.
TOMO I:
1. Simón Bolívar, C A R T A DE JA M A IC A . 2. A rtu ro Ardao, LA ID E A DE
LA M A G N A CO LO M B IA. DE M IR A N D A A HOSTOS.
RECTOR
Dr. G uillerm o Soberón Acevedo
SECRETARIO G ENE RAL ACADEMIC O
Dr. Fernando Pérez Correa
SECRETARIO G ENE RAL A D M IN IS T R A T IV O
Ing. Gerardo Ferrando Bravo
CO O RDINADO R DE HU M A N ID A D E S
Dr. Jorge Carpizo
DIREC TO R FACULTAD DE FIL O SO F IA Y LETRAS
Dr. Abelardo Villegas
CENTRO DE ESTUDIOS LATIN O A M ER IC A N O S
Dr. Leopoldo Zea
U N IO N DE UN IV E R S ID A D E S DE A M ER IC A L A TIN A
SECRETARIO G ENERAL
Dr. Efrén C. del Pozo.