TEMA 2o
TEMA 2o
de C)
La doctrina central de la filosofía platónica es la teoría de las Ideas. Consiste en la afirmación de que
existen realidades inmateriales, inmutables y universales.
Las Ideas constituyen el Mundo Inteligible, que sólo puede ser captado por la razón, y que se
diferencia del Mundo Sensible (Mundo físico) captado por los sentidos.
Las Ideas son la causa de la existencia de las cosas sensibles que percibimos. La Idea es la esencia
común de la que participan las realidades individuales del mundo físico. Esa relación de dependencia
puede expresarse también diciendo que la Idea es el modelo imitado imperfectamente por las cosas
individuales.
El mundo inteligible o mundo de las Ideas es un mundo ordenado y jerárquico. Del mismo modo que las
cosas sensibles participan de las Ideas, también las Ideas participan del Bien. La Idea del Bien
representa la máxima realidad y perfección. Todo lo que existe es real en tanto que participa del Bien.
Platón distingue dos niveles de conocimiento: el saber (ciencia: epistéme) y la opinión (dóxa). Las
opiniones son inestables, cambiantes. Para que la opinión pueda convertirse en ciencia hará falta que
encontremos el criterio que nos permita distinguir las opiniones falsas de las verdaderas.
El Símil de la línea es una representación gráfica de los diversos estados en los que puede hallarse la
mente humana respecto al conocimiento, desde el modo más imperfecto al más perfecto. Así, si
trazamos una línea y la dividimos en dos segmentos desiguales, denominaremos ciencia al segmento
más grande y opinión al más pequeño. Después volveremos a dividir cada uno de estos segmentos en
dos mitades también desiguales:
(CONOCIMIENTO) (CIENCIA)
DIÁNOIA
(PENSAMIENTO DISCURSIVO)
(OPINIÓN)
EIKASÍA (IMAGINACIÓN)
En la opinión pueden distinguirse dos grados de menor a mayor perfección: En el nivel más bajo de
conocimiento se encuentra la imaginación (eikasía), que consiste en el conocimiento de sombras, copias
o imágenes de las cosas del mundo físico. El segundo nivel de la opinión es la creencia (pístis), que
tiene por objeto la percepción de las realidades del mundo físico, copias imperfectas de las Ideas.
El dualismo (alma frente a cuerpo) constituye el núcleo de la doctrina platónica sobre el ser humano.
Platón recoge ideas procedentes del pitagorismo: El alma es inmortal y su unión con el cuerpo es
accidental y transitoria.
Como Platón explica en el Menón, el Fedón y el Fedro, nuestras almas son inmortales, pero están
sujetas a un ciclo de nacimientos en cuerpos mortales (reencarnación). El alma pertenece al ámbito de
las Ideas, mientras que el cuerpo pertenece al mundo de los seres físicos. Mientras permanece unida al
cuerpo, la tarea fundamental del alma es purificarse. Las impurezas vienen de su relación con el cuerpo,
de sus exigencias y necesidades.
En su estado desencarnado el alma tiene la oportunidad de ver las Formas (Ideas) directa y
claramente. La experiencia del nacimiento y la contaminación con el cuerpo producen el olvido, pero las
imperfectas aproximaciones sensibles a las Formas pueden estimular la reminiscencia de las Formas
en sí mismas.
Platón aborda las funciones psíquicas del ser humano en diálogos como la República y el Fedro.
Distingue tres aspectos en la psique o alma: la razón (alma racional), el apetito (alma
concupiscible) y el ánimo (alma irascible). A la razón corresponde ordenar y controlar el apetito. En el
apetito residen los impulsos irracionales y los deseos motivados por las necesidades corporales. El
ánimo es el coraje o valor que cumple la función de auxiliar a la razón para refrenar los apetitos, aunque
una mala educación puede corromperlo y hacer que ceda a las demandas del apetito.
Esta visión tripartita del alma se corresponde con el mito del carro alado utilizado en el Fedro.
Platón compara el alma con un carro del que tiran dos caballos conducidos por un auriga. De los dos
caballos uno es noble y valeroso, mientras que el otro es indisciplinado. El conductor del carro simboliza
la razón, mientras que los dos caballos representan los otros dos aspectos del alma.
El alma en su más pura esencia, completamente libre de todos los deseos y emociones que surgen de
su asociación con el cuerpo, es inmortal y divina. Su naturaleza es simple y no tripartita. No
obstante, las pasiones y los apetitos, no la abandonan necesariamente después de la muerte. A menos
que haya llevado un vida filosófica, sigue estando contaminada de lo corpóreo y tiene que andar errante
hasta que de nuevo es aprisionada en un cuerpo (Fedón).
Platón confiesa en algunas obras autobiográficas, como la Carta VII, que se dedicó a la filosofía por la
terrible impresión que le produjo en su juventud la muerte de Sócrates, su maestro, condenado
injustamente por un tribunal ateniense. Este acontecimiento hizo que Platón se planteara durante el resto
de su vida el problema fundamental de la política: cómo conseguir que la sociedad esté gobernada con
justicia. Problema que constituye el asunto central de su diálogo La República.
Según Platón, un individuo sólo podrá ser justo si vive en una sociedad donde reine la justicia. Por lo
tanto, la Ética, que se ocupa de la virtud del individuo, es inseparable de la Política, que se
ocupa de la virtud del Estado.
La reflexión sobre la justicia conduce a una reflexión sobre las causas por las que las sociedades
existentes son injustas. Platón considera que todos los regímenes políticos existentes están enfermos,
particularmente la democracia, que algunos consideran el gobierno del pueblo cuando en realidad es,
según Platón, el gobierno de una minoría de demagogos que logran ganarse el favor del pueblo a costa
de halagos y engaños. El hecho de que en la democracia ateniense los ciudadanos fuesen elegidos para
desempeñar los cargos públicos por sorteo es visto por Platón como otro de los defectos del sistema,
pues es absurdo dejar que personas sin la educación y los conocimientos apropiados dirijan los asuntos
del Estado.
La Justicia sería para Platón el equilibrio o armonía de los tres aspectos que distingue en el ser
humano: la razón (alma racional), el apetito (alma concupiscible) y el ánimo (alma
irascible) Cada una de estas partes del alma tiene una virtud propia. Corresponde a la razón gobernar,
es decir, ordenarnos lo que debemos hacer, y la virtud propia del buen gobierno es la sabiduría. La
virtud propia del alma concupiscible será la moderación o templanza. Por último, la parte irascible del
alma tendrá como virtud propia la fortaleza o valor. Un individuo será justo cuando cada una de estas
partes del alma cumpla la función que le es propia.
Según Platón una sociedad sólo podría ser justa si todos los ciudadanos fuesen educados por el Estado
con el fin de descubrir qué aptitudes poseen y asignarles la función más adecuada a dichas aptitudes.
Aquellos en los que predominara el apetito formarían la clase más numerosa (los productores,
dedicados a las actividades económicas) Un grupo más reducido lo constituirían aquellos individuos en
los que predominara el valor y la fortaleza (los guardianes auxiliares, que constituyen una especie
de clase militar encargada de hacer cumplir las órdenes de los gobernantes) Por último, una minoría de
guardianes destacará por su sabiduría y su prudencia, por predominar en ellos el elemento racional del
alma. Estos constituyen la clase de los verdaderos Guardianes: los gobernantes-filósofos. El Estado
será justo cuando cada una de estas tres clases cumpla la función que le es propia. La Justicia
consiste en la armonía de las clases que forman el Estado.
El proceso de educación del ser humano es descrito de forma alegórica en el mito de la caverna.
Platón sostiene que la educación no proporciona ciencia sino que sólo activa el saber implícito en el alma
“reorientándola” hacia sus verdaderos objetos (las Formas o Ideas). El filósofo es representado en el mito
como el esclavo liberado que aprende a distinguir las sombras de la caverna de la verdadera realidad del
mundo exterior. El mundo exterior representa la realidad inteligible de las Ideas, y el sol que ilumina los
objetos del mundo visible representa el Bien del cual proceden la perfección e inteligibilidad de las Ideas.
La formación de los Guardianes (gobernantes-filósofos) comprende disciplinas como las matemáticas
que sirven como preparación para la Dialéctica. En la Dialéctica platónica, una mente entrenada en las
matemáticas (el orden matemático conduce al orden de los valores, porque el orden (kósmos) es en sí
mismo un bien), se ocupa de las Formas (Ideas) y alcanza finalmente la auténtica fuente de su existencia
e inteligibilidad: la Forma del Bien.