La Violencia Obstétrica en México

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La violencia obstétrica en México: otra de las caras de la violencia contra la

mujer

Partamos de la violencia contra la mujer, entendida como acciones o conductas


basadas en su género, que cause la pérdida de la vida, daño o sufrimiento físico,
sexual o psicológico a la mujer.

“Se considerará a la mujer que es objeto de violencia cuando está embarazada”


(OEA, 1994)

Entre muchas de las formas de ejercer violencia contra la mujer, ya sea física,
psicológica, sexual o por discriminación se encuentra la V.O. Entendamos como
V.O todo aquel maltrato (acción u omisión),ejercido por profesionales de la salud,
que sufre la mujer gestante, en labor o puerperio, al ser juzgada, humillada,
atemorizada, o lastimada física o psicológicamente, e incluso mediante la práctica
o denegación de procedimientos obstétricos, tanto quirúrgicos como de anestesia,
de este modo, constituyendo una violación de los derechos reproductivos y
sexuales de la mujer.

“La apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por el


personal, que se expresa en un trato deshumanizado, en un abuso de
medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo
pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y
sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres”
(Guzmán, 2020).

Como ya se mencionó, la V.O se ejerce de distintas formas y el predominio de


estas formas varía de caso en caso, hospital en hospital, entre muchos otros
factores como lo son el grado de escolaridad, situación económica, origen étnico,
si el hospital es del sector público o privado, en incluso si la mujer gestante tiene
pareja o no la tiene.

Esta situación representa un problema de gran importancia, ya que, al representar


un dilema de poder entre el médico y la paciente, es un factor de gran importancia
en la atención médica brindada y recibida, lo que puede llevar a consecuencias
graves que van desde las formas de violencia ya comentadas, hasta la muerte
materna por mala praxis.

Ya se mencionaron agrandes rasgos, las principales formas en que se lleva a


cabo la V.O., pero ahora específicamente se puede hablar de las siguientes,
aquellas que se reportan con mayor frecuencia en distintos servicios de salud:

• Maltrato físico

• Humillación y abuso verbal

• Omisión del consentimiento de la paciente para los procedimientos

• Atención ineficiente

• Poco o nulo acceso a la información

• Imposición/coerción para la colocación de métodos anticonceptivos

• Negar el acceso a procedimientos de anestesia

• Práctica de cesáreas innecesarias o sin informar los motivos

Lamentablemente en México, datos de la ENDIREH del 2016, muestran que al


menos el 66% de las mujeres mexicanas de 15 años y más sufrieron algún tipo de
violencia. La V.O. en México representa una fuerte problemática ya que, se
reporta que millones de mujeres la han experimentado. Datos recopilados por él
INSP reportan que entre 2011 y 2016, aproximadamente 33.4% de las mujeres de
15 a 49 años que presentaron un parto, sufrió algún tipo de maltrato por parte del
personal de la salud que la atendió (prioritariamente médicos, enfermería y
camilleros).

La estadística recopilada, indica que, en el ámbito de V.O., en México, existe una


prevalencia nacional de maltrato del 33.4%, considerando a aquellos estados con
mayor proporción, entre ellos: el Estado de México (en primer lugar), la CDMX,
Tlaxcala, Morelos y Querétaro (ENDIREH, 2016).
Dentro de las formas de violencia obstétrica que se han presentado de él país, las
más destacadas, van desde gritos y regaños (11.2%), ineficiencia en su atención
por qué el personal manifestó que estaban gritando demasiado (10.3%), negar el
acceso a la información respecto a su parto o hijo (9.9%), ejercicio de
presión/coerción (incluso hacerlo sin consentimiento) para acceder a colocarles un
método anticonceptivo (9.2%), humillaciones y ofensas (7%), negar el acceso a

procedimientos de anestesia (bloqueos epidurales) sin razón (4.8%), informó el


INEGI (ENDIREH 2016).

Dejando de lado las ya mencionadas formas de ejercerla y que por sí solas son
acciones deplorables, hay un rubro de especial alarma, la práctica injustificada de
cesáreas. Este es un procedimiento quirúrgico que se emplea sólo cuando los
beneficios superan los riesgos, sin embargo, en el país del 32.8 millones de
mujeres de 15 a 49 años, más del 42.8% (3.7 millones) se reportó que el
nacimiento de su último hijo fue por cesárea, de este total, 10.3% no fue informada
de la razón, y al 9.7% le practicaron el procedimiento sin su consentimiento.

En vista del grave problema que representa el motivo de este ensayo, se han
estado buscando formas, planes, acciones y recomendaciones que puedan ser
implementadas en el marco de la atención obstétrica, para brindar un servicio
digno, humano y de calidad. Dentro de las acciones más cercanas al ámbito
hospitalario se encuentra la implementación de prácticas que prevengan cualquier
transgresión en contra de la mujer gestante, capacitación correcta del personal
gineco-obstétrico para que no caigan en violaciones y procuren el cumplimiento de
las Normas Oficiales Mexicanas, la realización de una evaluación diagnóstica de
las instituciones de salud para observar la clase de deficiencias en cuanto a
infraestructura, personal y materiales para que se pueda brindar una adecuada
atención según lo requiera el servicio de Gineco-obstetricia. La implementación del
modelo de el “Modelo de Atención a mujeres en el Embarazo, Parto y Puerperio
con Enfoque Humanizado, Intercultural y Seguro” se la Secretaría de Salud
(CELIG, 2020).
La V.O junto con las otras formas de violencia es un problema de gran importancia
a tratar en el ámbito de los derechos de la mujer. Por ello es importante que se
atiendan las acciones antes mencionadas, e incluso es posible tratar este
problema desde raíz mediante la implementación de programas de sensibilización
en materia de derechos humanos desde los niveles de formación de estudiantes
de medicina, personal de enfermería, y especialistas en ginecología y obstetricia,
para así garantizar una atención y un embarazo libre de violencia de género.

--Fin del ensayo del 1er parcial. Inicio del ensayo de 2do parcial--

• Una revisión de la relación médico-paciente y el consentimiento informado en la


violencia obstétrica

Como ya se había mencionado, la violencia obstétrica, es todo tipo de abuso que


la mujer recibe al momento de tener atención gineco-obstétrica.

“La apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por el


personal, que se expresa en un trato deshumanizado, en un abuso de
medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo
pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y
sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres”
(Guzmán, 2020).

El hecho de nombrar de este modo a dichas acciones no enmarca el cuadro


completo y simplifica este asunto, pues involucra mucho más allá de solo la
atención obstétrica, también se ven implicados los derechos sexuales y
reproductivos de la mujer en esta violación de sus derechos en los servicios de
salud, por profesionales de la salud.

Se tiene que pensar en el papel de las jerarquías juega en la formación del médico
y que es el paso inicial en el “habitus” del médico, que es definido acción
inconsciente y predispuesta en torno a la forma de ser del médico y que tarde o
temprano termina por afectar la atención hacia las mujeres, pues desde que se
está formando a los médicos, se ve el tipo de trato que se le da a sus pares
mujeres, y que si bien no es una justificación (por qué nada puede hacerlo), esto
tiene un papel fundamental como raíz de este problema de la violación de los
derechos reproductivos dela mujer en instituciones del sector salud. Dicho habitus
solo entra en acción en contacto con el campo detonador o que lo produjo.

Hoy día, es de vital importancia que se haga un esfuerzo sobrehumano por


visibilizar el problema de la violencia obstétrica entre la comunidad de
profesionista de la salud y de médicos en formación, ya que muchas veces se
toma a la ligera y no, no debe de ser así, pues muchas veces por más que se
impartan cursos de ética en el parto y sobre como brindar una atención
humanizada, la situación no va a mejorar, simplemente no se le da la importancia
requerida a este problema y menos,

empezar a buscar soluciones o velar por que se lleven a cabo las buenas
prácticas en el servicio de ginecología y obstetricia.

Haciendo un breve resumen de la historia del surgimiento de la obstetricia como


especialidad, no puede evitarse notar que poco a poco el papel de la mujer
embarazada comenzó a pasar a segundo plano, dejando al médico en primer
lugar y como la única persona capacitada para poder tomar decisiones e incluso
intervenir sobre el cuerpo de las mujeres antes, durante y después del parto,
arraigando el papel de la relación médico-paciente no solo en un aspecto clínico,
sino que también está sujeto a las prácticas sociales, debido a el papel del
biopoder ejercido sobre la maternidad, perdiendo de vista el papel de la mujer en
labor de parto como sujeto de derechos y dejándola en el papel de un objeto de
intervención.

La relación asimétrica existente entre las mujeres y los profesionales de la salud


especializados ene le campo de la gineco-obstetricia indica desigualdad simbólica
y real, que imposibilita el reconocimiento y ejercicio de los derechos básicos de la
mujer. Podemos hablar sobre la patologización del embarazo de bajo riesgo, que
por sí misma implica una forma de ejercer violencia obstétrica de forma simbólica,
produciendo así una reducción en la posibilidad de las mujeres de valerse por sí
mismas y dependientes de la intervención médica en todo aspecto de sus
derechos sexuales y reproductivos, restando la participación de la madre y de las
mujeres en general durante la vivencia de sus embarazos, partos y puerperios.
Por lo tanto, la voluntad de las mujeres es desplazada por la autoridad de
profesionales de la salud, legitimando la intervención y control por parte del
médico.

Ahora bien, una vez revisadas las bases de la violencia obstétrica, tanto sociales
como en cuanto a relaciones de poder, hay un punto a analizar de gran
importancia y que va fuertemente de la mano con el tema de la relación médico-
paciente, el consentimiento informado, con énfasis en la violencia obstétrica.
Definamos al consentimiento informado como “la conformidad de un enfermo
respecto a una modificación de su organismo mediante tratamiento médico-
quirúrgico, con fin curativo, y efectuado de acuerdo con las normas de las ciencias
médicas, cuyos requisitos son: información, comprensión, voluntariedad,
competencia y consentimiento” (Couto et. Al, 2013); dicho esto, hoy en día en la
práctica gineco-

obstétrica (en todas las especialidades, pero el interés de este trabajo se centra en
la ya mencionada), se puede observar el empleo de procedimiento diagnósticos y
terapéuticos innecesarios, que se salen del marco de necesidad o sencillamente
no cumplen con los requisitos.

“El consentimiento informado, implica una nueva cultura en el desarrollo de la


relación clínica, en la que se exige un mayor respeto a las personas del que se
tenía hasta ahora. El CI debe ser una garantía de la autonomía moral del paciente
y no un expediente para eximir una responsabilidad jurídica”. (Sánchez, 2009).

Ya hablando claros, en el campo de la obstetricia debido a la alta tasa de posibles


complicaciones, el que alguna vez fue un procedimiento que se hacía a domicilio,
hoy debe de ser llevado a cabo en instituciones de salud, lo que pese a ser una
mejora ya que hay un mejor control del trabajo de parto, también ha propiciado
ciertos aspectos que implican dilemas éticos respecto de la atención de la mujer
embarazada, pues en varios casos las historias clínicas deficientes dificultan la
labor y la defensa de los profesionales de la salud, sin mencionar que el
consentimiento informado inexistente o inadecuado también forma un punto en
contra de la defensa del médico.

El hecho de que en la especialidad de ginecología y obstetricia esté dentro de las


que más demandas recibe es un importante signo de alarma, ya que la gran
mayoría de las demandas recibidas por especialistas de este campo, están
relacionadas con la atención del parto y las complicaciones en el embarazo. La
autorización o no del paciente en caso de una intervención terapéutica siempre
debe de estar contemplada de forma verbal y escrita en la historia clínica, ya que
debido a la constante marea cambiante que implica el embarazo, es necesario que
exista una buena comunicación entre el paciente y el propio médico.

Por tanto, el consentimiento informado constituye un pilar (como derecho


fundamental del paciente y una exigencia ética para el médico) en la relación
médico-paciente en la atención obstétrica digna, humana y de calidad.

Para poder conseguir acciones certeras sobre la problemática que plantea la


violencia obstétrica, así como los factores descritos, es importante tratar este
problema desde raíz mediante la implementación de programas de sensibilización
en materia de derechos humanos desde los niveles de formación de estudiantes
de medicina, personal de enfermería, y especialistas en ginecología y obstetricia,
para así garantizar una buena relación médico-paciente, pues conforma el pilar
sobre el cual se cimentará una adecuada atención, sin restarle valor a el
consentimiento informado el peso que este tiene en al momento del trabajo de
parto, pues solo así se podrá garantizar una atención y un embarazo libre de
violencia de género.

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