LOSORGANOSDELOSSENTIDOS

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“REYNA DE LAS AMERICAS”

TEMA 13: LOS ORGANOS DE LOS SENTIDOS


Los sentidos son las vías de comunicación que tiene nuestro organismo con el mundo
exterior. Sin ellos viviríamos en un estado semejante al coma, sin saber lo que pasa a
nuestro alrededor.

Y también estaríamos en constante emergencia, al no percibir los riesgos que están a


nuestro alrededor, ya que los sentidos nos entregan información vital que nos permite
relacionarnos con el entorno de manera segura e independiente. Estos avisos se
producen por medio de las sensaciones, que son el mecanismo que tiene el cuerpo para
procesar todos los estímulos que llegan al cerebro. Estos estímulos pueden llegar en
forma de luz, sonido, sabor, frío o calor, dolor u olor.

Los seres humanos poseemos cinco sentidos: la vista, cuyo órgano sensorial es el ojo, y
que nos posibilita la visión; la audición, cuya función es captar los sonidos y participar en
la función del equilibrio por medio del oído; el olfato, que nos ayuda a percibir los olores a
través de la nariz; el gusto, que nos permite distinguir los sabores que llegan a la lengua,
y el tacto, cuyo órgano sensorial es la piel, a través de la cual podemos recibir diversas
sensaciones.

¿Cómo sentimos?

Cuando un mensaje se aproxima a la superficie de nuestro cuerpo, se da a conocer


pulsando algo así como un timbre, que en la práctica es una terminación nerviosa
especializada en esa información, que transforma en impulso nervioso.

Hay muchos timbres receptores en todo el cuerpo, listos para detectar señales tanto
interiores como exteriores. Los receptores son células o grupos de células sensibles a un
cambio específico del medio, capaces de producir una señal o impulso nervioso como
respuesta a un estímulo, que puede ser táctil, auditivo, visual, de temperatura, etc.

El estímulo es conducido a la médula espinal o directamente al cerebro, donde se genera


la sensación “olor, sabor, sonido, temperatura, presión, imagen” en base al análisis de la
información recibida. Cuando es necesario, se produce una respuesta, que puede ser el
movimiento de la parte del cuerpo afectada “alejar las manos de una fuente de calor
excesivo” o la secreción de una glándula “lágrimas, saliva”. Este proceso es tan rápido
que pareciera que nuestras reacciones son automáticas.

Receptores internos y externos

Los receptores que captan los estímulos provenientes del exterior se denominan
exteroceptores o receptores externos, mientras que los que captan los provenientes del
propio cuerpo se llaman interoceptores o receptores internos. Los exteroceptores son los
que nos permiten tener nuestros cinco sentidos.
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Las cualidades o características de los receptores son tres:

 Especificidad: cada receptor solo responde, o lo hace con más facilidad, a un tipo
de estímulo en particular. Así, los del ojo reaccionan ante la luz, los del oído a las
ondas sonoras.
 Excitabilidad: esta característica se pone en marcha apenas el estímulo pasa el
llamado “umbral de excitación”, que es el nivel mínimo de estimulación necesario
para desatar las reacciones químicas que movilizan el impulso hacia el cerebro,
que genera la respuesta o sensación.
 Adaptación: ya dijimos que los receptores se ponen en acción apenas reciben
hasta el más leve estímulo. Sin embargo, en la medida en que este se mantiene
constante, la excitabilidad va desapareciendo y se produce un acostumbramiento,
una adaptación. Por ejemplo, un olor penetrante nos deja de molestar después de
un rato, ya que nos acostumbramos hasta prácticamente dejar de percibirlo.

1. Vista

El órgano sensorial que se encarga de captar la luz en los vertebrados es el ojo. Es una
estructura ovoide formada por varios tipos de tejidos dispuestos de tal manera que
permiten la proyección y enfoque de la luz sobre una capa de células nerviosas que
forman la retina, las cuales convertirán dichos rayos de luz en impulsos nerviosos que
viajarán por el nervio óptico (par nervioso II) fundamentalmente hasta el núcleo
geniculado del tálamo y desde ahí llegará la información a la corteza cerebral visual,
localizada en la parte posterior del encéfalo (Figura 1).

Figura 1. Esquema de la
vía visual de mamíferos.
Los dos colores de los
ojos y de los nervios
ópticos en la imagen de
la derecha indican
ambos campos visuales
y su cruce en el quiasma
óptico.
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El ojo

El ojo es la estructura que capta la luz reflejada por los objetos, la procesa y envía la
información en forma de impulsos eléctricos al cerebro para su interpretación. Es una
estructura redondeada y polarizada, es decir, tiene distinta organización según la zona.
Desde la parte anterior hasta la posterior nos encontramos con la córnea, cámara
anterior, iris, músculos ciliares y cristalino, cuerpo vítreo, retina, coroides, esclerótica y
nervio óptico. Estas estructuras se reparten en tres túnicas concéntricas (excepto el
cristalino): túnica fibrosa; túnica vascular y túnica nerviosa (Figura 2).

Figura 2.
Principales
estructuras del
ojo de
mamíferos.

La córnea es la parte más externa del ojo, está


contacto con el aire (Figura 3). Es una estructura
transparente que tiene como misión enfocar la luz
que le llega al ojo y proteger la superficie ocular.
Sus propiedades ópticas dependen del tipo y
disposición de las fibras de colágeno. Es una
estructura avascular, por ello es fácil el trasplante
quirúrgico.

Figura 3. Capas de la córnea

La córnea es una lámina de tejido formado por cinco capas: epitelio corneal, membrana
de Bowman, estroma, membrana de Descement y endotelio. El epitelio corneal es la capa
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más externa, es epitelio plano estratificado, contiene numerosas fibras nerviosas, es muy
sensible, y tiene una gran capacidad de regeneración. El epitelio corneal se continúa
lateralmente con el epitelio de la conjuntiva. Bajo el epitelio corneal nos encontramos con
la membrana de Bowman. Esta membrana no está presente en todos los mamíferos y es
una capa que contiene fibras de colágeno, pero no posee fibras elásticas. Bajo la
membrana de Bowman está el estroma de la córnea. Esta capa es la más ancha y puede
representar hasta el 90 % del espesor de la córnea. Es tejido conectivo con láminas de
colágeno, fundamentalmente colágeno tipo I y IV, organizadas en capas y con orientación
diferente en cada capa. También destacan proteoglicanos como el condroitín sulfato y
queratán sulfato. Contiene fibroblastos y linfocitos errantes. En la parte inferior de la
córnea tenemos la membrana de Descemet, que es la lámina basal del endotelio que
viene a continuación, el cual está en contacto directo con la cámara anterior. La córnea se
continúa lateralmente con la esclerótica en una región de transición denominada limbo.

El cuerpo ciliar se localiza detrás del iris y tiene dos misiones fundamentales: secretar
humor vítreo y cambiar la forma del cristalino para enfocar las imágenes sobre la retina.
Une la ora serrata de la coroides con la raíz del iris y está conectado al cristalino por un
ligamento. Tridimensionalmente tiene forma de anillo y en cortes transversales tiene forma
triangular (Figura 4). Se puede dividir en dos partes: pars plicata y pars plana. La primera
se dispone próxima al cristalino y se organiza en forma de crestas denominadas procesos
ciliares, mientras que la segunda tiene una superficie plana. En el cuerpo ciliar se
encuentra el músculo liso de acomodación o músculo ciliar, el cual cambia la forma del
cristalino para enfocar una imagen sobre la retina. La zona interna del cuerpo ciliar está
formada por tejido conjuntivo denso con muchas fibras elásticas y vasos sanguíneos.
También tenemos el epitelio ciliar que está formado por dos capas, la más interna
pigmentada, y su función es segregar humor acuoso. El cuerpo ciliar, junto con el iris y la
coroides, forma la estructura llamada úvea o túnica vascular.

Figura 4.
Esquema
del cuerpo
ciliar.
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El iris (Figura 5) es la estructura ocular que separa la cámara anterior de la


posterior y está unido en su parte periférica al cuerpo ciliar. En la zona central de iris hay
una abertura denominada pupila, por la que entra la luz hacia el cristalino. La zona del iris
próxima a la pupila se denomina pupilar y la más periférica se denomina ciliar. El iris es
principalmente tejido conectivo laxo altamente vascularizado. Aquí los vasos tienen la
misma estructura independientemente de su diámetro, no poseen capa muscular. La
superficie posterior o más interna del iris es un epitelio de doble capa fuertemente
pigmentado, lo que da el color a los ojos, que suele depender de la cantidad y disposición
del pigmento. El iris actúa a modo de diafragma ajustable gracias a la presencia de dos
músculos. El esfínter de la pupila se encarga de reducir el diámetro de la pupila. Es
músculo liso inervado por fibras parasimpáticas del ganglio ciliar y tiene una disposición
circular. El músculo dilatador aumenta el diámetro de la pupila. Está formado por células
mioepiteliales organizados radialmente y está inervado por neuronas simpáticas del
ganglio cervical superior.

Figura 5.
Componentes del
iris

El cristalino se sitúa por detrás de la pupila y es una estructura con forma


bicóncava y transparente. Envolviendo al cristalino hay una capa externa muy gruesa
denominada cápsula del cristalino que tiene la misma composición que las láminas
basales. Justo debajo de la cápsula y en la parte anterior del cristalino hay una capa de
epitelio de células cuboidales que desaparece en zonas más alejadas. Así, la práctica
totalidad del cristalino está formada por unas células denominadas fibras del cristalino,
sobre cuya superficie se sitúa la cápsula. Se llaman fibras porque tienen una forma
alargada de hasta 10 mm, pero sólo unas pocas micras de grosor. Estas células tienen un
alto contenido proteico, destacando una proteína propia llamada cristalina que
representan hasta el 90 % del total de proteínas del cristalino. Son ellas las principales
responsables de las propiedades ópticas del cristalino. El cristalino coopera con la córnea
en el enfoque de la luz. Su posición dependen de fibras que forman la zona ciliar y el
cambio de curvatura que permite enfocar objetos sobre la retina se produce por
contracciones del músculo ciliar.
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El cuerpo vítreo llena la cavidad que hay entre el cristalino y la retina. Es una masa
gelatinosa con una transparencia similar al cristal formado por una solución acuosa en la
que abundan el colágeno tipo II y XI y el hialuronato. Posee algunas células dispersas
denominadas hialocitos.

La retina es la estructura receptora de la luz y es la más interna de las túnicas


oculares. Es resultado de una evaginación del sistema nervioso central producida durante
el desarrollo embrionario. Esta evaginación se pliega en forma de copa de manera que
tiene dos capas, una externa o pigmentada y otra interna o neuronal, que es la retina
propiamente dicha. La retina neuronal está formada por neuronas fotorreceptoras que
captan la luz y por otras neuronas que procesan la información para enviarla a través del
nervio óptico al encéfalo. Posee hasta 10 capas de neuronas, siendo la más externa la de
los fotorreceptores, los cuales se dividen en dos tipos según su forma: los conos y los
bastones. Los conos son los responsables de la visión de los colores, mientras que los
bastones captan intensidad de luz (Figura 6). Los conos están distribuidos por toda la
retina pero son muy abundantes en la fóvea, un lugar de la retina donde el ojo enfoca la
luz. Mover el ojo para ver un objeto supone mover la fóvea para que reciba la luz del
objeto en el que estamos interesados. Los axones que forman el nervio óptico salen de la
capa más interna de la retina por lo que deberán atravesar la retina en un punto para
dirigirse al encéfalo. Este
punto carece de
fotorreceptores y es por
tanto un punto ciego de
la retina. No somos
conscientes de este
punto negro en nuestro
campo de visión porque
el cerebro se encarga de
"ocultarlo". La capa
pigmentaria es la capa
más externa resultante
de la evaginación
encefálica que da lugar a
la retina, pero no
contiene neuronas sino
células pigmentadas.
Estos pigmentos impiden
la dispersión de la luz,
con lo que la visión es
más nítida. También está
implicada en la
homeostasis de la capa
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de fotorreceptores, con la que está en contacto.

2. Oído

Lo que se conoce comúnmente como


sistema auditivo o simplemente oído
está formado por dos sistemas:
auditivo y vestibular. El primero nos
permite oír, es decir, captar sonidos,
mientras que el segundo es
responsable del equilibrio. El sistema
auditivo se divide en tres
compartimentos: oído externo, oído
medio y oído interno (Figura 7).

Oído externo

Está formado por el pabellón auricular u oreja y por el conducto auditivo externo, el cual
comunica el medio externo con la membrana timpánica. El pabellón auricular es externo,
de forma ovalada y formado principalmente por cartílago elástico y tegumento. Está
recubierto por una epidermis fina y con numerosos folículos pilosos, aunque depende de
la especie. El conducto auditivo externo tiene forma de tubo que empieza en el pabellón
auricular y termina en la membrana timpánica. Posee una parte más externa que se
continúa con el pabellón auricular y otra más interna encastrada en el cráneo. La parte
externa posee numerosas glándulas denominadas ceruminosas. Estas glándulas liberan
sustancias cerosas que se mezclan con las secreciones de las glándulas sebáceas y en
conjunto forman la cera del oído o cerumen. A media que el conducto es más interno
ambos tipos de glándulas van disminuyendo en número.

Oído medio

Se encuentra a continuación del conducto auditivo externo y es una cavidad, denominada


cavidad timpánica, enclavada en el hueso temporal del cráneo. Está separada del
conducto auditivo por la membrana timpánica. En la cavidad timpánica se encuentran tres
huesos, denominados martillo, yunque y estribo, y los músculos responsables de su
movimiento (Figura 8). Al oído medio también pertenece la trompa de Eustaquio, la cual
conecta la cavidad timpánica con la faringe, y permite equilibrar la presión del aire de la
cavidad oral (atmosférica) con la del oído medio. Medialmente está separada del siguiente
elemento del sistema auditivo por el hueso del oído interno.
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La función del oído medio es


la conversión de las ondas
del aire, que llevan la
información sonora, en un
movimiento mecánico de los
huesos que se transmitirá al
oído interno. El proceso
comienza en la membrana
timpánica o tímpano, que
vibra junto con las vibraciones
del aire que se transmiten
desde el exterior por el
conducto auditivo externo.
Estas vibraciones de la
membrana se transmiten
directamente al hueso
martillo, éste mueve al yunque y éste al estribo. El estribo está en contacto con el
laberinto del oído interno (ver más abajo), donde se transforma ese movimiento en
corrientes de fluido líquido. Esta comunicación entre estribo y el laberinto se hace a través
de unos espacios del hueso denominados ventanas: ventana vestibular (oval) y ventana
coclear (redonda). En la cavidad timpánica hay dos músculos, uno conectado al martillo y
otro al estribo. El primero se encarga de tensar la membrana timpánica y el segundo de
compensar el movimiento del yunque. Ambos son importantes para atenuar las
vibraciones en un mecanismo de protección frente sonidos (vibraciones) muy fuertes.

Oído interno

Está formado por el denominado laberinto


(Figura 9). Hay un laberinto óseo y un
laberinto membranoso. El laberinto óseo
está contenido en el hueso temporal del
cráneo y está formado por los conductos
semicirculares, el vestíbulo y la cóclea. En
el centro del laberinto óseo está el
vestíbulo, desde el que parten los canales
semicirculares, los cuales son conductos
dentro del hueso con forma semicircular.
Hay tres: superior, posterior y lateral o
externo. Las cavidades interiores de los
canales semicirculares están conectadas
con la del vestíbulo. Al otro lado de los
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canales semicirculares se encuentra la cóclea, también conectada con el vestíbulo. La


cóclea o caracol es un conducto enrollado en espiral.

3. Gusto

El sentido del gusto es el encargado de percibir sabores de sustancias, sobre todo


posibles alimentos, que entran en la boca. Sin embargo, el sabor se percibe sobre todo
por el olor, es decir, por el sentido del olfato. Las estructuras sensoriales encargadas de
detectar el gusto se denominan botones gustativos y se localizan sobre todo en las
papilas de la lengua. Las papilas son protuberancias de la superficie de la lengua, que
pueden ser de tipo filiforme, foliadas, fungiformes y caliciformes. Los botones gustativos
se suelen disponer en el ápice de las papilas fungiformes y en las partes laterales y
profundas de las caliciformes.

Los receptores que se encuentran en los botones gustativos hacen contacto sináptico con
axones sensoriales primarios. Éstos axones entrarán al encéfalo por dos nervios: VII y IX,
que inervarán el núcleo del tracto solitario, éste al núcleos del tálamo y desde ahí la
información llegará hasta la corteza gustativa.

Lengua

La lengua es el órgano donde se encuentran las papilas


con los botones gustativos. Básicamente, la lengua es un
músculo esquelético estriado encargado de mover la
comida y, en algunos animales, de ayudar a la emisión de
sonidos.

Los botones gustativos son las estructuras que contienen


a las células encargadas de reconocer a las moléculas causantes de los sabores. Los
botones gustativos se encuentran en las papilas de la lengua, pero también en otras
partes de la cavidad oral como el paladar
y la epiglotis. Tienen una forma como de
cebolla (sin hojas) con la parte más apical
en contacto con el espacio exterior
(Figura 12). En ellos hay tres tipos de
células. En la periferia se encuentran las
de sostén o subtentaculares. Más
internamente están las células
neuroepiteliales gustativas, de las que
suele haber de 10 a 14 por botón
gustativo. Éstas son quimiorreceptores
que reconocen a las moléculas gustativas
y transducen la unión en señales que
transmiten a las terminaciones nerviosas
que las abrazan. Un tercer tipo celular son
las células basales, localizadas
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periféricamente cerca de las lámina basal, propuestas como las células madre
encargadas de ir reponiendo las células del botón gustativo que van muriendo.

4. Olfato

El olfato es probablemente el más antiguo de los sentidos. Afecta a la alimentación,


relaciones sociales, comportamiento predador, orientación espacial, maternidad,
improntas parentales, etcétera. La importancia es clara puesto que cuando este sistema
se lesiona (en roedores) se producen deficiencias en los patrones de sueño, sexuales, de
agresividad, cuidado maternal y produce comportamientos similares a los estados de
ansiedad. Los componentes básicos de la olfacción se han mantenido constantes durante
millones de años. Es interesante observar que la organización del sistema olfativo en
insectos es similar al de vertebrados, al menos en los elementos iniciales, y
molecularmente es donde hay más semejanzas.

La olfación comienza en el epitelio olfativo, que


se encuentra en una zona de la cavidad nasal
próxima al cráneo (Figura 14). El epitelio olfativo
está formado por neuronas que poseen
receptores que son estimuladas por las
moléculas olorosas y que agrupan sus axones
en el nervio olfativo (nervio I). Este nervio cruza
el cráneo por la denominada placa cribosa y sus
axones llegan al bulbo olfativo, parte rostral del
encéfalo. Aquí, los axones de este nervio se
dividen en grupos y terminan formando unas
estructuras denominadas glomérulos olfativos,
donde se transmite la información olfativa
primaria a otras neuronas, sobre todo a las células mitrales. Desde el bulbo olfativo se
envía la información olfativa a otras estructuras encefálicas más profundas donde se
interpreta y se confronta con el estado de información del individuo. Por ejemplo, el olor a
comida no tiene el mismo efecto si se tiene hambre que si se está saciado.

Las neuronas encargadas de captar las moléculas olorosas localizadas en la cavidad


olfativa se dividen en varios grupos. La mayoría de ellas están en el denominado epitelio
olfativo principal, el que está próximo a la placa cribosa. Sin embargo, la olfación también
se produce en el denominado órgano vomeronasal, situado en humanos en una foseta
ósea del septo de la cavidad nasal, aunque los peces carecen de esta estructura. En
vertebrados existen otras estructuras olfativas primarias como son el órgano septal de
Masera y el ganglio de Grueneberg . Se cree que cada estructura lleva información
olfativa diferente, aunque no está claro.
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Epitelio olfativo principal

El epitelio olfativo principal es un epitelio pseudoestratificado formado por diferentes tipos


celulares que en humanos abarca 1 cm2 aproximadamente. El principal tipo celular son
las neuronas receptoras, las cuales son las responsables de reconocer a las moléculas
olorosas, y excitarse produciendo una respuesta eléctrica. Son células bipolares que en
su superficie libre (apical) contienen cilios o microvellosidades donde se localizan los
receptores que reconocen a las moléculas olorosas. Cada neurona receptora expresa un
solo tipo de receptor en sus membranas y en todo el epitelio puede haber miles de
receptores olfativos diferentes. En el epitelio olfativo hay por tanto miles de poblaciones
de neuronas sensibles a una señal olorosa. En su parte basal, las neuronas receptoras
emiten un axón que abandona el epitelio olfativo y se une a otros axones para cruzar la
placa cribosa camino del bulbo olfativo. Localizadas entre las neuronas receptoras están
las células acompañantes, cuya principal misión dar soporte a las neuronas y
probablemente para aislarlas eléctricamente también. Hay además otras células que
forman las denominadas glándulas de Bowman, las cuales mantienen al epitelio
recubierto por una capa mucosa. Por último están las células progenitoras localizadas en
la base del epitelio cuya principal misión es dividirse y renovar con nuevas células el
epitelio olfativo. Ésta es otra característica del epitelio olfativo, su constante renovación,
donde las células mueren y son sustituidas por otras nuevas

5. Sentidos cutáneos

En la piel, el órgano sensorial más grande que tenemos, hay una serie de receptores que
permiten obtener información del medio externo: estímulos mecánicos (tacto, presión,
vibración), térmicos y dolorosos (daños mecánicos y químicos). Al contrario que en otros
sentidos donde los receptores están concentrados en un órgano, estos tipos de
información son captados por prolongaciones nerviosas terminales, libres o encapsuladas,
que se distribuyen por toda la piel del cuerpo con diferente densidad según la zona. El
mecanismo funcional es similar en todos ellos, un estímulo provoca deformación o
cambios en la membrana del nervio que desencadena un cambio en la potencial de
membrana que genera un potencial de acción que se transmite hasta el soma de la
neurona, y desde ahí al sistema nervioso central.

Los receptores se pueden clasificar según diferentes criterios, como localización, tipo de
estímulo al que son sensibles o según la organización de la terminación nerviosa.

Terminaciones libres. Corresponden a las partes terminales de los axones y no están


rodeadas de ninguna estructura, la mielinización del axón acaba antes de la parte
terminal. Pueden ser receptores de tacto (mecanorreceptores), dolor (nociceptores),
temperatura (termorreceptores). Se encuentran dispersos tanto en la epidermis como en
la dermis.

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