La Muerte y El Arte Abyecto

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 12

La muerte y el arte abyecto.

María Antonia Paz Cervera.


Es la muerte la que lleva a la pulsión plástica y a la pulsión religiosa, al cuidado de
la sepultura y al trabajo de la efigie. Así como el sudario fue nuestra primera tela,
la momia es el cadáver hecho obra. Como diría Debray:

“La tibia disecada del santo reclama el relicario, y el oratorio, y a su vez la


peregrinación y todo lo que viene después. Del mismo modo el exvoto reclama el
retablo, el díptico, el fresco y por último el cuadro .Así se pasa del amor de los
huesos al amor al arte”.

( Debray, R Vida y muerte de la imagen).

Todas las sociedades, independientemente de su trato con la muerte poseen


formas sepulcrales que demostraban su relación con la muerte. Sin embargo, es
en nuestra civilización en la que ya no saben construir tumbas, se abre la
posibilidad de rechazar este final escogiendo la incineración como opción, es en
esta elección donde la muerte parece estar liquidada de una forma más completa.
Se ha producido un rechazo hacia la muerte, se ha expulsado de la sociedad y se
intenta esconderla para creer que no existe, es la muerte de la muerte lo que se
presenta a comienzos de la Modernidad.

El arte contemporáneo se considera desde la perspectiva socio-cultural como


resultado de cierta actividad de un sujeto que se interpreta como una persona
incorporada en sus alrededores e influenciados por ellos, pero aún sigue siendo
un agente activo. Buscar descubrir un paralelismo entre los cambios en la noción
de muerte y de concepciones ideológicas predominantes, así como la idea del
sujeto y las transformaciones de la identidad propia. La noción de la muerte es
inseparable del concepto de sujeto, el mundo y la localización del sujeto en ella.
Cuando los paradigmas de la cultura de cambiar el mundo y el tema ya no se
suponen estables y no hay distinción rígida del interior y el exterior. Es en estas
nuevas circunstancias, donde es importante definir la localización de la muerte y
su expresión en el arte contemporáneo.

La muerte se convierte en vergonzoso e innombrable. Se confunde en la vida


social y hay un intento de "des construir”, que pareciera imperiosa la necesidad de
aniquilarla por encontrar su causa. Este análisis del problema de la muerte en el
arte contemporáneo es un intento de mirar las obras relacionadas con la muerte y
revelar la comprensión de esta y como se transmiten y asimila en la sociedad.

La prominencia de la individualidad y la originalidad formal del arte, una búsqueda


y expresión de algunos valores comunes universales de progresividad y de
innovación; la separación de arte y vida, el establecimiento de la autonomía del
arte y el elitismo o tendencias, incluso su forma de evasión de fondo. La cultura
contemporánea es a menudo opuesta a la modernidad a causa de la incredulidad
en sus ideales y conceptos clave, sobre todo progreso científico y técnico, el
comportamiento racional y la racionalidad del ser humano en general, como
grandes relatos, globalización, pluralismo, heterogeneidad toman su lugar.

Para que la muerte tuviese un tratamiento filosófico, sistemático, la historia del


pensamiento organizado tuvo que alcanzar el punto más crítico de su madurez.
Hegel es el primer filósofo que introduce en su sistema la muerte como el fin
angustioso de la existencia y por lo tanto se trata de un sistema ateo que comprende
la vida como algo finito, algo que se configura de acuerdo con un límite; un límite
que nos aterra y del cual hacemos todo lo posible por negar.
Pintar la muerte será siempre violento y obsceno.

La muerte se convirtió así en una multitud de causas determinadas de defunción


clínica. Desde tal enfoque, Baudrillard muestra cómo en las sociedades modernas,
las concepciones de la vida como acumulación, la vida como valor absoluto,
pretenden abolir la muerte exterminándola. Esta disyunción de la vida y de la
muerte, no posibilita que la vida pueda llegar a intercambiarse simbólicamente con
la muerte.

Desde el punto de vista médico presenta una nueva perspectiva. La muerte pasó
de convertirse de un “acontecimiento natural” a ser una mutación, un
acontecimiento “inoportuno” cuando llega a quienes están sanos. La muerte se ha
desvanecido hasta convertirse en una figura metafórica y las enfermedades
mortíferas han ocupado su lugar.
La muerte deja de ser un problema del hogar, que se dirige a un hospital… en la
soledad ; antes teníamos una buena muerte, hoy tenemos una muerte dulce;
antes la muerte era compartida en la intimidad familiar, los amigos y los niños
participaban del rito. El moribundo tenía conciencia de la muerte y podía disponer
de sus creencias como última esperanza.

La enfermedad posibilitaba la muerte rápida y no intervenían elementos


tecnológicos. La tecnología aísla al moribundo. Le prolonga la muerte, pero no la
calidad de vida. El moribundo muere sólo apuntalado por la tecnología. La
artificialidad suplanta la dimensión profunda del sentimiento del hombre frente a la
muerte.

La muerte permitía una reflexión sobre los valores de la vida.


De ser rápida, a lenta y prolongada; de acompañar al “moribundo” a hablar del
“moribundo”; hoy la muerte dejó de ser una realidad existencial para pasar a tener
un apellido: muerte encefálica, muerte clínica, muerte asistida, etc., dejó de ser un
acento personal para pasar a formar parte de un proceso intersubjetivo y a partir
de esto aparecen los comités de bioética en las clínicas y hospitales.
La discusión actual de la muerte, se hace con un sentido bioético, no sabemos
tratar al enfermo que puede morir, por eso aliviamos nuestra conciencia
enviándolo al hospital para la agonía y la muerte limpia.

La muerte no es más que esa línea de demarcación social que separa a


los “muertos” de los “vivos”, afecta por tanto a unos y a otros. Contra la ilusión
insensata de los vivos de quererse vivos con exclusión de los muertos, contra la
ilusión de reducir la vida a una plus- valía, absoluta sustrayendo de ella a la
muerte. La lógica indescriptible del intercambio simbólico restablece la
equivalencia de la vida y la muerte, en la fatalidad indiferente de la
supervivencia. Si la muerte es rechazada en la supervivencia, la vida no es
entonces más que una supervivencia determinada por la muerte.

De acuerdo con Baudrillard, nuestra sociedad no es más que un inmenso


esfuerzo para disociar la vida de la muerte, conjurar la ambivalencia de la muerte
en beneficio exclusivo de la reproducción de la vida como valor y del tiempo como
equivalente general: de nada sirve querer abolir la ley del valor si se quiere al
mismo tiempo abolir la muerte, dicho de otra manera, preservar la vida como valor
absoluto. “Es la vida misma la que debe abandonar la ley del valor y llegar a
intercambiarse con la muerte”. ( Baudrillard, Jean, “La economía política y la
muerte”. El intercambio simbólico y la muerte. )

La abolición de la muerte “es nuestro fantasma” señala Baudrillard, se ramifica en


todas direcciones:
El de la supervivencia y la eternidad para las religiones. El de la verdad para la
ciencia. El de la productividad y la acumulación para la economía.

Nuestra sociedad presenta la muerte como oposición distintiva de la vida como


positividad, por tanto es la vida como acumulación y la muerte como
vencimiento. Desde que cesa la reversibilidad simbólica de la muerte, se entra en
un proceso de acumulación de la vida como valor, y aclara que “Al mismo tiempo
se entra en el campo de la producción equivalente de la muerte”. (Baudrillard,
Jean, “La economía política y la muerte”. El intercambio simbólico y la muerte. )
La muerte simbólica es aquella que no ha sufrido la disyunción imaginaria de la
vida y de la muerte, es aquella que se intercambia en un ritual de fiesta. La
muerte simbólica pone fin a la acumulación y a la disyunción y posibilita la
reversibilidad de la muerte en el intercambio.
De acuerdo con Baudrillard, las sociedades modernas presentan la separación
vida –muerte, esta disyunción no posibilita la reversibilidad de la muerte en el
intercambio simbólico.
Desde que cesa la reversibilidad simbólica de la muerte, cesa también la
ambivalencia de la vida y de la muerte, y por tanto se entra en un proceso de la
vida como acumulación que pretende abolir la muerte. La acumulación equivale al
exterminio del intercambio simbólico de la muerte, pues lo acumulado ya no puede
ser intercambiado. La vida liberada de toda ambivalencia y como valor absoluto,
con dicha disyunción entre vida y muerte, la vida no puede llegar a intercambiarse
simbólicamente.

Hoy es precisamente el pensamiento de Lacan el que proporciona la posibilidad


de formular la poética del realismo extremo de las artes actuales.
Lacan distingue tres ámbitos psíquicos fundamentales: lo simbólico, lo imaginario
y lo real.

El encuentro con lo real genera angustia y trauma: en efecto, ante lo real


sobran todas las palabras y todas las categorías. Por ello el trauma le parece a
Hal Foster el concepto más adecuado para interpretar el arte de hoy, que se
caracterizaría precisamente por la voluntad de situar al espectador ante algo
terrorífico y abyecto.

Así, el cadáver constituye el objeto perturbador por excelencia del arte actual:
aquello en que terror y abyección, repulsión y atracción, se aproximan y se
confunden en la experiencia ambivalente e incierta de lo desagradable. Mientras la
angustia se localiza en el sujeto, que se encuentra en una situación de peligro y
amenaza y experimenta una necesidad de seguridad y protección, el disgusto se
orienta con más claridad hacia el exterior: por esta razón tiene un carácter
"intencional" (en el sentido fenomenológico) mayor que la angustia, permitiendo
por ello un mayor conocimiento del objeto que lo provoca.

Lo desagradable se impone a quien lo experimenta con una proximidad y una


contigüidad de que lo angustioso y lo odioso carecen: se comporta de un modo
provocador, se nos aproxima, se restriega contra nosotros, suscita no sólo
repulsión sino también una atracción reprimida. Lo que lo caracteriza es
precisamente la contigüidad, su capacidad de penetración y de contaminación. Lo
desagradable por excelencia es el cadáver, máxima manifestación de la
putrefacción, de la descomposición, del paso de lo vivo a lo muerto: algo que nos
resulta extremadamente próximo, porque representa el único destino
absolutamente seguro de nuestro cuerpo.

Reflexionando sobre las características de los demás objetos desagradables,


como los excrementos, las secreciones, la mugre, los gusanos, el interior del
cuerpo humano, los tumores y la deformidad física. La esencia de lo desagradable
consiste en una sobrecarga de vida, en una vitalidad orgánica exagerada y
anormal, que se dilata y se propaga más allá de cualquier límite y más allá de
cualquier forma y que se difunde homogeneizándolo todo en una masa informe y
pútrida.

Lo que provoca disgusto no es la vida en sí, sino su obstinación en mantenerse y


propasarse allí donde debería rendirse y cesar: lo desagradable es precisamente
la pretensión que lo vital tiene de dilatarse a todo trance, infectando cualquier cosa
con la que entre en contacto. Esta visión de la esencia de lo desagradable como
vida libre de reglas y rebelde a toda forma permite entender también la utilización
moral de la palabra: desagradable es en efecto la intrusión de la inmediatez vital
(como los impulsos y los intereses personales) en todas las cuestiones que tienen
carácter objetivo y formal. ( Perniola M. Idiocia Y Esplendor Del Arte Moderno)

Lo desagradable es en efecto una vida impregnada de muerte que continúa con


más encarnizamiento que nunca su lucha contra la forma: una vida desesperada y
rabiosa, en la que hace estragos un frenesí de destrucción sin freno. En la
propagación de esta furia no hay nada de heterogéneo y de diferente: es mas, la
descomposición lo mezcla todo con todo y, volviendo las cosas indistintas e
indiferentes, homogeniza todo lo que contamina.
Por esta razón creo que el realismo del arte de hoy no puede ser
caracterizado por el asco y por la abyección. Si queremos mantenemos en la
proximidad de lo real, tal como lo intuyeran Schelling y Lacan, necesitamos
movemos en una dirección completamente distinta a la del vitalismo. Si de un
trauma se trata, se encuentra conectado a un estado de desposesión y de
estupor.

Hal Foster (2001) define al arte de la segunda mitad del siglo XX como “realismo
traumático”. Perniola (2002) habla de “realismo psicótico”. El arte pos vanguardista
o neo vanguardista retoma a la vanguardia estética como modelo, a la vez que
incorpora temáticas que tienen que ver con lo abyecto (cadáveres, accidentes,
mutilaciones, torturas, vejaciones, excrementos, fluidos corporales, desperdicios).
Lo que plantean estos autores es que el arte actual -retomando una premisa
vanguardista- desprecia lo bello y se interroga por lo opuesto, por lo repugnante,
por lo que desafía el concepto de belleza.
Desde una postura psicoanalítica Lacaniana, tanto Foster (2001) como Perniola
(2002) plantean que el arte actual sólo puede mostrar lo real, o sea, aquello que
todavía no puede ser simbolizado luego de traspasar la pantalla tamiz (o lo
imaginario). Lo corporal es lo que primitiva y primariamente somos: órganos,
huesos, fluidos, carne. El proceso de constitución de la subjetividad se da a través
de la captación imaginaria del propio cuerpo

Las tres instancias de constitución de la subjetividad –lo real, lo imaginario y lo


simbólico– se dan simultáneamente en la experiencia corriente de los sujetos, el
arte sólo puede mostrar lo real a través de la instancia imaginaria. Desde esta
hipótesis es que intentan comprender la representación de aquello que
culturalmente se reprime como lo repugnante, que no es más que “la cosa”, o sea,
la materia que aún no tiene registro simbólico y que captura los ojos de quien mira.
Foster (2001), retomando explicaciones de Lacan, dice que “Así, aunque la mirada
puede atrapar al sujeto, el sujeto puede domar la mirada”. Entiendo que el ser
humano puede quedar atrapado por el objeto que también “mira” al sujeto, pero el
sujeto se convierte en tal en cuanto puede atrapar con su mirada al objeto.

La realidad creada por los seres humanos enajena a los sujetos de sus propias
creaciones en tanto en conjunto superan la capacidad de comprensión e
interpretación del sujeto. Esa imposibilidad de simbolización es lo que genera un
trauma.

Frente a la dificultad para comprender a la realidad actual, el arte de fines del siglo
XX muestra lo que es lo más real para el propio ser humano: la muerte. El cuerpo
con vida es lo opuesto a la muerte. Nos mantenemos con vida… para no morir.
Como dice Perniola (2002): “es algo que nos resulta extremadamente próximo
porque representa el único destino absolutamente cierto de nuestro destino”. La
muerte es lo que más tememos y el cadáver es lo horroroso por excelencia. Citando
a Kolnai, Perniola (2002) explica que lo repugnante es todo aquello que ya no
pertenece al cuerpo: fluidos, excrementos, etcétera. Las heridas y todas las
deformidades humanas también son asquerosas porque muestran el cuerpo herido
que puede morir o que se sale de la norma de lo sano (lo vital). El arte abyecto,
entonces, es aquel arte que habla de lo que más nos angustia: la muerte que es la
nada y que es, en un sentido Lacaniano, “lo real”.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua abyección implica


envilecimiento y humillación. Aunque parezca increíble lo sagrado y lo abyecto
tienen varios elementos en común: ambos son conceptos ambiguos, casi
inasibles, y tanto lo abyecto como lo sagrado atraen y repelen. En casi todas las
culturas, el cadáver es a su vez sagrado y abyecto: por su dimensión de caída
(cadáver = cadere, caer) se convierte en lo intocable que, nos recuerda a través
de su descomposición, nuestro propio efímero.

El cadáver para Kristeva es el signo más extremo de la abyección (kristeva 1980)


Lo abyecto se refiere a la separación de lo humano y lo no humano, cuando ya no
se es:

En Poderes de la perversión, Julia Kristeva define lo abyecto como lo que se


opone al yo y por tanto es excluido, y considerado como inmoral o siniestro, pues
no respeta fronteras, ni reglas, y en consecuencia causa repulsión y desestabiliza
cualquier sensación de seguridad. Lo abyecto es lo ambiguo. Así, un cadáver,
argumenta ella, cae en la abyección cuando se le ve sin sentido: su elemento más
terrorífico y perturbador es la ambigüedad que ostenta por permanecer siempre
ligado al sujeto a pesar de abandonar su sujeción al sujeto mismo y de haber sido
privado de la subjetividad misma, vuelto ya puro objeto (Kristeva,Julia). Poderes
de la perversión .1980).

Aunque parezca que no pueda haber regularidades interpretativas o patrones de


significación, creo que las instalaciones, las representaciones, las fotos de muerte
y de dolor nos llaman la atención porque están mostrando algo que nuestra
sociedad niega cada vez más: la muerte. Los avances médicos y tecnológicos
intentan estirar cada vez más la vida. La muerte no forma parte de nuestra vida
cotidiana, salvo en los noticieros, en los programas informativos; pero justamente,
sin ese sentido, subjetivado, puro objeto.

3 ejemplos de artistas con temáticas sobre la muerte:

Serrano.
Con un lenguaje igualmente lacónico y efectivo llevó a cabo “The Morgue”, primeros
planos de partes corporales de víctimas de muertes violentas (suicidio, asesinato,
enfermedad).

Las reacciones que suscitan sus fotografías desenmascaran la realidad


multifacética de la opresión. Utiliza un lenguaje sumamente depurado, se opone a
la belleza formal de las imágenes y contenidos que ahondan en nuestra
mentalidad aburguesada y reticente a incursionar más allá de lo que consideramos
“natural”, “políticamente correcto” o que amenaza nuestro pudor. La estetización
es un arma para fundir los límites entre lo sublime y el oprobio, entre lo marginal y
su dignificación, entre los espacios privados (el convento, la morgue) y su
profanación. La soberbia estética y la asepsia clínica de los títulos pronto esfuma
el morbo que pudiéramos sentir; despierta nuestra empatía por aquellas muertes
anónimas, honra esas vidas que se fueron y parecen renacer en estas turbadoras
imágenes.

The Morgue (Death by Drowning II) 1992 The Morgue, (Hacked to Death II), 1992.

The Morgue (Jane Doe Killed by Police) 1992 The Morgue (Child Abuse), 1992.

Teresa Margolles.

Una instalación y un video, donde el principal fin de la artista,


es hacernos recordar que estamos vivos.

Crematorio - Fosa común


“En este lugar anualmente son incinerados cientos de cuerpos de personas no
identificadas, la mayoría producto de muerte violenta.
El fuego es el resultado de la combustión de carne y huesos, el cual se
mantiene vivo por el transcurso de dos días quedando reducido en cenizas.”

La totalidad del trabajo de Teresa Margolles evoca la devastación moral a través


de relecturas de la muerte orgánica y su circunstancia. Resignifica a la muerte en
uno de los ángulos de la vida social que nos atañe profundamente, aunque no
esté a la vista: la muerte no diferenciada; los cadáveres no identificados, no
pueden ser rescatados de la morgue e inhumados, por falta de recursos, o por
desamor, o por muchas otras rezones como la parálisis burocrática, una de las
características de la administración estatal.
Las obras recientes de Margolles redundan en la morgue como reservorio de lo
cadavérico: la violencia generalizada ocupa el espacio público, el lenguaje
mediático y la sensibilidad urbana, de evidencias y restos de una extendida
economía de lo abyecto.

Witkin.

Aborda desde el principio de su carrera el tema del otro, centrándose en los otros
que llevamos dentro; los que no somos pero que podíamos haber sido (enanos,
gente deforme) y los otros que podemos ser en potencia, a través de
metamorfosis de nuestro cuerpo deseadas o no (transexuales, tullidos), o que
vamos a ser tarde o temprano (cadáveres). Sin embargo Witkin busca la belleza
en todo ello, lo grotesco se trata con compasión y respeto, y nos obliga a
enfrentarnos a la dura realidad, lo efímero de nuestro ser y lo fortuito de nuestra
existencia y nuestro bienestar.

El extremo de las imágenes de Witkin son las fotografías de cadáveres y restos


humanos. Imágenes impactantes que no parecen tener una justificación más allá
del evidente morbo que nos hace mirarlas a pesar de lo desagradable que nos
resultan. Es un intento de llamarnos la atención sobre la gente diferente y que
aprendamos a aceptarlos como parte de nuestro entorno y a mirarlos sin pudor,
pero las fotografías de cadáveres parecen menos justificables en un primer
momento. Witkin comenta lo siguiente:

"la muerte es una parte de la vida, es la gran puerta por la que todos nosotros
entraremos algún día y creo que no debe ser evitada en ningún tipo de expresión
o diálogo expresivo. Mis fotografías de restos humanos se han hecho con todos
los permisos, con el conocimiento de que hay implicaciones médicas y morales, y
nunca fotografiaré a nadie sin permiso, porque mi propósito es positivo, no oscuro,
lo que hago se hace siempre de la forma más humilde, reverente y siguiendo fines
elevados."

Es un artista que primero imagina con detalle y hasta dibuja lo que quiere mostrar
y luego busca hasta encontrar el modelo adecuado y el decorado ideal. Visita las
morgues en busca del cadáver que más se ajuste a su nueva idea o de restos de
cuerpos que le sirvan para montar y crear escenas macabras como si de un
moderno Frankenstein.

Hacer primeros planos de aquello que nunca vemos y que nos provoca
desagrado y rechazo. Sus imágenes golpean sin que la belleza formal lo remedie.
Corpus medius El Beso

Naturaleza Muerta, Marsella Hombre sin piernas

Por medios distintos y sobre todo en contextos radicalmente diferentes, estos


discursos del arte significan, a nivel estético, entender lo grotesco más allá de su
función cómica o sátira, a nivel histórico, evidenciar el estatuto de violencia de la
sociedad contemporánea, ya sea en el orden político, social o ético, y a nivel
cultural, en la apropiación de la violencia como un imaginario cotidiano de nuestras
vidas. Sin duda el arte de la posguerra y el estado de guerra permanente de la
sociedad actual permiten aventurar estas poéticas que intentan mostrar que el
límite del sujeto está cuestionado por el propio desarrollo de la violencia que ha
producido la tecnología, la sociedad posindustrial y la conformación de la vida
urbana contemporánea.
A la necesidad planteada por Nietzsche de recuperar la relación entre el arte y la
vida, habría que sumarle la condición secular y nihilista de las sociedades
moderna y posmoderna. La muerte de Dios no se limita sin más a una frase
necesaria, contundente y verdadera, sino al hecho de que nuestra cultura ha
asumido esto en el horizonte ontológico de la muerte, sin comprender claramente
lo que significa construir un mundo en la conciencia de la comunidad finita de la
existencia. En este contexto meta discursivo pareciera que la muerte se inscribe
como lugar de todo límite y límite que se sobrepasa a sí mismo en el valor
orgánico y carnal del cuerpo.

Sin duda , el arte; que se inscribe en esta estética donde el cuerpo grotesco
dimensiona problemáticas donde el sujeto se enfrenta a su disolución; donde la
recuperación de la vida en el horizonte de la muerte como descomposición
inscribe una lírica de lo abyecto donde irrumpe el morbo como articulador vital del
arte.

La idea misma de la vida del cadáver es el punto tangencial donde la vida sigue su
proceso, de ahí su coincidencia con Artaud, al tiempo que esta materia de trabajo
aparece como idea a la hora de entrar en juego con la textualidad que la significa:
la noción misma de morgue y las derivas enunciativas que se desprenden de este
campo semántico. Se trata de un juego de ambigüedades donde opera la
oposición no dialéctica de apolíneo y lo dionisiaco tal y como lo entiende
Nietzsche.

La violencia es quizá el imaginario más generalizado de la sociedad


contemporánea. Como simulación, artificio o realidad, sin duda su banalización
satura su posibilidad de subversión, en este sentido la estética habría que
entenderla dentro de esta lógica, de ahí que sus piezas lleguen a grados
extremos, lo que no significa que puedan trascender el mero orden irruptivo al que
de una u otra manera están condenados estos lenguajes del arte contemporáneo,
cuyo límite en última instancia se articula en el modo en que el mundo actual
inscribe la imagen de la muerte: el cadáver en su vacuidad y su nihilismo, en su
imagen desublimada, y esto es algo que el mundo occidental cuando menos
aprendió hace más de 50 años.

Las sociedades modernas condenaron la muerte hasta convertirla en una


anomalía que contraviene la longevidad de la vida, no importa que en su
transcurso se diluya en dolor y frustración constantes. El derecho a morir fue
proscrito por una supuesta razón que pretende saber qué es lo que el hombre
realmente quiere y necesita, decía Nietzsche en la Gaya Ciencia: “Vivir significa:
rechazar de continuo algo que quiere morir. Vivir significa ser cruel e implacable
con todo lo que en nosotros y fuera de nosotros se debilita y envejece.”
BIBLIOGRAFIA

Ariès Philippe ¨El hombre ante La muerte¨ editorial: Adriana hidalgo editora s.a.

Baudrillard, Jean, “La economía política y la muerte”. El intercambio simbólico y la


muerte. Ediciones Gallimard, 1976.
Debray, R (1992) Vida y muerte de la imagen, Barcelona, Paidos.

Deleuze, Guilles, “Condición del juicio”, Crítica y Clínica, Barcelona, Anagrama


1996.

Derrida, J (1989): “Firma, acontecimiento, contexto” en Márgenes de la filosofía,


Madrid, Cátedra.
Foster, H. (2001).”El retorno de lo real”. La vanguardia a finales de siglo, Madrid,
Akal
Kristeva, J. 1980 Poderes de la perversión. México. Siglo XXI

Nietzsche, Friedrich. “Lo que significa vivir”, La Gaya ciencia. Editorial SARPE,
España 1984.
Nietzsche, Fredrich así hablaba Zaratustra Panamericana Editorial Ltda, Quinta
impresión, agosto 2002. Discurso de la Muerte Soberana.

Perniola M. (2001): El arte y su sombra, Madrid, Cátedra.


Perniola M. Idiocia Y Esplendor Del Arte Moderno 2. “La Fundación Cultural”
Santiago del Estero (Argentina) Nº 18 Marzo 2004
Sontag, S. (2006): Sobre la fotografía, Alfaguara, Buenos Aires.
Sontag, S. (2005): Ante el dolor de los demás, Alfaguara, Buenos Aires.
Vincent Thomas -Louis. “ Antropología de la muerte” .editorial fondo de cultura
económica.

También podría gustarte