Navajas Oth

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Daimon. Revista Internacional de Filosofía, en prensa, aceptado para publicación tras revisión por pares doble ciego.

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico) http://dx.doi.org/10.6018/daimon.536481


Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España (texto legal): se pueden copiar, usar, difundir,
transmitir y exponer públicamente, siempre que: i) se cite la autoría y la fuente original de su publicación (revista, editorial y URL de la obra);
ii) no se usen para fines comerciales; iii) se mencione la existencia y especificaciones de esta licencia de uso (CC BY-NC-ND 3.0 ES)

Hayek y las tensiones del modelo liberal evolucionista

Hayek and the tensions of the liberal evolutionary model


SANTIAGO NAVAJAS 1

Resumen: Hayek es uno de los más célebres filósofos liberales. Suele ser presentado como un campeón de los
mercados libres. En realidad, Hayek es más partidario de un tipo de reformismo estatal. En su última etapa
intelectual teorizó sobre lo que sería la evolución cultural. Este último paradigma ocasiona una tensión dentro de
su visión social, ya que suscita la paradoja de que para salvar el liberalismo como marco político sería necesario
una intervención cultural en la sociedad. Trataremos de resolver la paradoja, primero mostrando la genealogía de
su aparición y, finalmente, proponiendo posibles salidas a la misma.

Palabras clave: Hayek, liberalismo, evolucionismo, emergentismo, darwinismo.

Abstract: Hayek is one of the most celebrated liberal philosophers. He is often portrayed as a champion of free
markets. In reality, Hayek is more a proponent of a type of state reformism. In his last intellectual stage, he
theorized about what would be cultural evolution. This last paradigm causes a tension within his social vision
since it raises the paradox that to save liberalism as a political framework would require a cultural intervention in
society. We will try to resolve the paradox, first by showing the genealogy of its appearance and, finally, by
proposing possible ways out of it.

Keywords: Hayek, liberalism, evolutionism, emergentism, darwinism.

1. De Viena a Friburgo
Dentro del paradigma liberal, Hayek es célebre por haber sido uno de los autores más
polémicos. Además de gran organizador (fundador de la Sociedad Mont Pelerin), fue
académico brillante (su debate con Keynes marcó una época de la economía institucional) y
ensayista de éxito (Camino de servidumbre se convirtió en uno de los ensayos más leídos del
siglo XX). A partir de su primera dedicación en exclusiva a la economía fue ampliando sus
intereses hacia la filosofía social, la filosofía de la mente y la ciencia política. En definitiva,
Hayek fue uno de los autores más profundos y complejos dentro del campo liberal, sin duda el
que más campos abarcó y, en consonancia, uno de los más criticados y celebrados.

Recibido: 21/08/2022. Aceptado: 28/10/2022.


1
Licenciado en Filosofía. Licenciado en Antropología. Máster en Filosofía Contemporánea. Doctorando en el
Programa de Doctorado en Filosofía de la Universidad de Granada. Contacto: [email protected]. Líneas
de investigación: . Publicaciones más recientes: (2022) Reseña de Villa, Dana R. “Arendt y Heidegger. El destino
de lo político”, Barcelona: Paidós. Daimon, nº 88, Enero-Abril 2023. Artículo: “Crítica al autoritarismo en
tiempos de apocalipsis (de Hayek a Girard pasando por Agamben y Canetti)”, Astrolabio, número 26, 2023. Área
de estudio: filosofía política. Líneas de investigación: Hayek, liberalismo, neoliberalismo, filosofía política del
siglo XX. Este artículo se inscribe en el marco de proyecto de tesis doctoral “La herencia de la Modernidad en la
época de la globalización”.

1
Entre los lugares comunes sobre Friedrich Hayek se encuentra el de considerarlo un
campeón de los mercados libres y desregulados (Cottrell y Cockshott, 2007). Habitualmente
se le hace representar el papel de defensor de un Estado mínimo y austero frente a Keynes, el
héroe popular, dentro de la tradición no autoritaria occidental, respecto al intervencionismo
estatal y un gasto público creciente (Caldwell, 2018; Skidelsky, 2013; Wapshott, 2013). Dicho
debate entre los dos pensadores se daría, sin embargo, todavía dentro del paradigma liberal, ya
que también Keynes se situaba a sí mismo dentro de dicho marco filosófico 2.
En realidad, frente al cliché, Hayek fue uno de los autores que hizo girar al liberalismo
decimonónico hacia un liberalismo de tipo social que rechazaba el laissez faire como una
fórmula obsoleta3. Este nuevo liberalismo, más atento a cuestiones sociales y culturales
además de las estrictamente económicas, fue denominado en su presentación en sociedad
durante el Coloquio Lippmann en París en 1938 como “liberalismo social” y “neoliberalismo”
(Foucault, 2007)4.
Como Hayek se hizo famoso por sus críticas tanto a la visión liberal-keynesiana como
a la socialista, suele ser categorizado sin más como libertario, un liberal extremo. Pero eso
significaría confundirlo con su maestro en la Escuela de Viena, el partidario de un Estado
mínimo Ludwig von Mises. Una libertaria confesa como Ayn Rand describió a Hayek «como
ejemplo de nuestro enemigo más pernicioso. Es un verdadero veneno» (Rand, 1997, p. 308).
En realidad, desde los años 20 del siglo pasado se produjo en su pensamiento una evolución
gradual de sus postulados y prácticas liberales. Dicho desarrollo intelectual tuvo como polos
su iniciación juvenil en la Escuela Austríaca y sus últimos años de docencia en la Escuela de
Friburgo, pasando por sus años en la London School of Economics y la Universidad de Chicago
(Vanberg, 2016).

1.1. Del laissez faire al Estado de Bienestar liberal

2
Keynes siempre se opuso a los postulados económicos tanto del partido socialista inglés (partido laborista), como
del partido conservador, por no hablar del partido comunista. Fue miembro de la cámara de los lores por el Partido
Liberal en 1942 y explicó en una conferencia titulada ¿Soy un liberal? (Keynes, 2009) su visión filosófica en la
que declaró «la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía».
3
Casi un siglo después, Ralf Dahrendorf volvería al espíritu del Coloquio Lippmann cuando en su libro El
recomienzo de la historia (2006) argumentó que el liberalismo ha de ser capaz de defender la libertad "tanto de la
jaula burocrática de la servidumbre como de los peligros del fundamentalismo del mercado", una precisa
formulación de lo que Hayek, Jacques Rueff, Wilhelm Röpke y el español José Castillejo, entre otros, sostuvieron
desde 1938.
4
Aunque esta última etiqueta ha venido a significar popularmente más bien lo contrario, a caballo de una escuela
de economía liberal, la de Chicago asociada a los nombres de Milton Friedman y Gary Becker (Hickel, 2016).

2
Ese conjunto de instituciones y reglas, según el pensamiento hayekiano, estructura la sociedad
formando en gran parte, pero no en toda su extensión, el Estado. Hayek no fue nunca un
economista del laissez faire, ni siquiera de la desregulación sin más, sino más bien un partidario
de una regulación fina para una articulación de un mercado lo más eficiente posible, dado que
siempre es necesario un marco institucional para establecer unas reglas (formales o informales)
que definan las condiciones en las que se articule dinámicamente esa interacción social
económica que llamamos “mercado”5. Para Hayek, podríamos sintetizarlo así, el mercado sin
Estado está ciego, del mismo modo que el Estado sin mercado está vacío. O, dicho de otro
modo, la espontaneidad de un mercado libre ha de estar regulada e institucionalizada a través
de reglas que en algunos casos serán creadas por los miembros de la interacción, de manera
espontánea y libremente seguidas, pero en otros habrán de ser creadas desde instituciones
independientes que apliquen una coacción para su cumplimiento y aceptación.
Dentro del análisis de su obra se ha favorecido la perspectiva económica de su primera
época (dentro de la Escuela Austríaca), así como la dimensión política a partir de su giro
intelectual en Camino de servidumbre (durante su estancia en la London School of Economics),
ambas emparentadas por la importancia que concedía a la epistemología, sobre todo en cuanto
a la asimilación, manejo y elaboración de la información tanto por parte de los individuos como
de los colectivos. Sin embargo, se ha dedicado menos atención a su ontología social, que tuvo
que desarrollar una vez se dedicó al estudio de la sociedad desde la perspectiva institucional a
partir de su estancia en la Universidad de Chicago y su posterior etapa en la de Friburgo.
No solo no es Hayek el liberal reduccionista que pinta su caricatura, sino que en la
etapa final de su vida intelectual apareció una nueva faceta no muy conocida que introdujo
una tensión casi contradictoria con su liberalismo favorable a una sociedad abierta y una
regulación fina de los mercados y la sociedad civil. Dicha tensión se produjo cuando Hayek
desarrolló una evolución conceptual desde sus orígenes como profesional de la economía
académica hasta su transformación en un filósofo político y social con raíces en la
epistemología, la teoría de la mente y la ontología.

1.2 El tercer Hayek

5
Carl Sunstein (2014) es el principal representante de un “paternalismo liberal” en el que diseña marcos
institucionales como “enfoques de preservación de la libertad que dirigen a las personas en determinadas
direcciones preservando la capacidad de elección". La característica clave de los “nudges” es que son pautas
legales por las que los ciudadanos son invitados a transitar, aunque pueden salirse de ellas en cada momento,
fácilmente y sin penalización. Aunque suele traducirse “nudge” por “empujón” sería más apropiado hacerlo por
la habitual expresión española “dar un toque”.

3
Se pueden considerar tres épocas en la vida intelectual de Hayek. En la primera, como
economista puro, fue épico su mencionado enfrentamiento con Keynes. En la segunda,
convertido en filósofo político, fue el emblema del orbe liberal contra el intervencionismo tanto
de izquierdas como conservador. En su tercera etapa, vinculada a la Escuela de Friburgo, llevó
a cabo su planteamiento más controvertido en cuanto teórico del evolucionismo cultural.
Algunas de las críticas que le dirigieron en esta última etapa fue la de confundir
evolución con progreso, así como emplear el término civilización de una forma ambigua, sin
definición ni especificación de lugares y tiempos. No menos importante, en términos prácticos,
es haber minusvalorado el potencial de reforma institucional, sobrevalorando, en el otro
extremo, la independencia de las fuerzas de mercado respecto a poderes establecidos. En
cuanto al proceso de selección social, otro problema grave fue que Hayek apuntó hacia el grupo
como unidad sobre la que actuaba la selección, en lugar del tradicional individualismo
metodológico.
Fue en los años 60 cuando Hayek empezó a introducir cuestiones evolutivas en sus
planteamientos, concretamente en Los fundamentos de la libertad. Este giro evolucionista era
la consecuencia de su análisis de la información como el núcleo primigenio desde el que
estudiar la sociedad humana. La civilización es, según Hayek, una concreta plasmación de la
información, aquella que se convierte en conocimiento a través de hábitos y habilidades,
actitudes emocionales, tecnología, reglas y órdenes éticas y estéticas. La evolución social se
realiza a través de adaptaciones en el procesamiento y manejo de la información a partir de un
proceso de variaciones que es en gran parte aleatorio. Esta aleatoriedad en la variación es la
que imposibilita ontológicamente cualquier posible meta u objetivo en la evolución que no
puede ser, por tanto, teleológica.

2. La evolución cultural contra el sistema liberal


Este desarrollo de una novedosa teoría de la evolución cultural (Hayek, 1988), en la senda que
había comenzado Darwin y que desarrollarían posteriormente la sociobiología 6 y la psicología
evolucionista, sería la clave de su última etapa intelectual.

6
Hayek (2014, 155) se manifiesta en contra de la sociobiología que Edward O. Wilson había hecho célebre con
su publicación unos años antes de Sociobiología: la nueva síntesis (1975), una obra que había causado una gran
polémica porque presuntamente Wilson y sus colegas en el paradigma estarían defendiendo un determinismo
genético de la conducta, también la humana. La crítica de Hayek consiste en que la evolución humana es cuestión
fundamentalmente de la cultura:
La cultura no es natural ni artificial, ni es genéticamente transmitida ni racionalmente diseñada. Es una
tradición de reglas aprendidas de conducta que nunca han sido «inventadas» y cuyas funciones el
individuo actuante usualmente no entiende.

4
A diferencia del paradigma dominante en economía con la Teoría General del
Equilibrio, Hayek y la Escuela Austríaca fueron siempre muy conscientes de la importancia
del dinamismo social y los cambios que se producen en las instituciones con el paso del tiempo.
Por ello, tuvo que desarrollar una teoría de la selección cultural. De ahí que comenzase a
prestar atención a categorías ontológicas del ámbito social como “órdenes complejos”,
“propiedades emergentes” y “reglas de acción”, que serían los constituyentes básicos del
sistema cultural que, junto al sistema biológico, condiciona la existencia humana. Solo a partir
de la elucidación de estos componentes socio-ontológicos sería posible plantearse cuestiones
de praxis política como la constitución y límites de la planificación en el Estado, el mercado y
la sociedad civil.
Del estudio en Hayek de tales categorías socio-ontológicas –sobre cómo las reglas y las
instituciones hacen emerger un orden espontáneo, concretamente la civilización, a través de la
selección cultural de grupos– y su relación con la praxis política, veremos que se produce una
tensión entre la comprensión teórica de Hayek sobre la evolución cultural y su programa
político liberal. Concretamente, la paradoja del planteamiento de Hayek surge cuando de su
teoría de la selección cultural como motor de la evolución social se deduce que un orden que
sobreviviese a la competición cultural no tiene por qué ser el liberal que Hayek identifica como
constitutivo de la civilización. ¿Cabe resolver dicha tensión entre una teoría neutral respecto
a los valores sociopolíticos de los órdenes que compiten en la historia cultural, por un lado, y
un programa político-económico liberal que sitúa la libertad como valor fundamental?
El problema será, como hemos remarcado, que dicha teoría de la evolución cultural
podría poner en cuestión la filosofía política liberal de Hayek (Vanberg, 1986). En lo que
sigue expondremos los puntos fundamentales de dicha teoría de la evolución cultural y cómo
entra en conflicto con la filosofía política de Hayek. Por último, ensayaremos una posibilidad
de resolución de la tensión entre ambas perspectivas teóricas, pero de un modo que subvierte
el marco tradicional desde el que se concibe el liberalismo hayekiano.

2.1. Dos Ilustraciones

Algo más adelante, insistirá en la importancia de aquello que constituye el derecho natural desde una perspectiva
inmanente: «aquello que ha hecho que los hombres sean buenos no es la naturaleza ni la razón, sino la tradición»
(2014, 160). En realidad, Hayek está separando su teoría de la evolución cultural de la sociobiología por la
polémica sobre el presunto racismo incorporado en la misma, así como por tener un aire a darwinismo social
spenceriano. Hayek quiere subrayar que, si bien la evolución cultural puede ser entendida por analogía con la
evolución natural, hay que separar la cultura de la naturaleza a efectos teóricos evolutivos en cuanto que mientras
que los genes son los objetos sobre los que actúa la selección natural, en la selección cultural son objetos
conceptuales (“memes” es la denominación establecida desde Richard Dawkins, 1999) que guían la acción, lo que
solemos llamar “reglas”.

5
Hayek consideraba que la tradición del pensamiento occidental estaba contaminada por dos
visiones convergentes desde puntos de partida diametralmente opuestos. Por una parte, el
creacionismo, la perspectiva teológica del mundo que sería creado y desarrollado a partir de un
diseño trascendente. Grosso modo participarían de esta perspectiva tanto las religiones al estilo
del judaísmo y el cristianismo, ambos deudoras del relato de la creación en el Génesis, como
las filosofías clásicas platónico-aristotélicas. Por otra parte, en la Modernidad habría surgido
un planteamiento en el que el diseño ontológico y social no sería ni trascendente ni fruto de
una mente preexistente al mundo, sino que sería un producto inmanente de una mente humana,
por lo que el diseño sería posterior al mismo: el hermano mellizo al creacionismo sería el
constructivismo.
Frente a los dos modelos enfrentados pero especulares, el creacionista y el
constructivista, Hayek se confiesa un legatario de la Modernidad y la Ilustración en una
tradición que no fue tan hegemónica como la francesa y la alemana: la filosofía escocesa de
Adam Smith y David Hume. En Individualismo, el verdadero y el falso (Hayek, 1946) señaló
este doble enfrentamiento. En la filosofía ilustrada escocesa la razón no solo no tiene un papel
tan omniabarcador, sino que es mucho más humilde en sus pretensiones. Ya no trata de legislar
sobre el mundo: hay que marcar nuestros límites respecto a él. El acento ya no se pone en lo
racional sino en lo razonable. En lugar de ideas claras y distintas como en Descartes, el
conocimiento se ha de basar en la experiencia difusa y el juicio aproximado como plantean
Hume y Smith.
Para Hayek, el constructivismo de tipo cartesiano-hobbesiano tenía la marca del abuso
de la razón que llevaba inexorablemente al declinar de la época moderna. En el plano político,
dicho abuso de la razón que se pretendía absoluta en todos los ámbitos, de Hegel a Marx tras
Descartes y Hobbes, había terminado creando los proyectos totalitarios del fascismo y el
comunismo bajo el régimen gemelo de Hitler y Lenin.
El proyecto de afianzar el legado de la razón razonable de la Ilustración escocesa frente
a la razón absoluta de otras ramas de la Modernidad le llevó a pasarse de la economía a la teoría
política. Posteriormente, modelaría un marco teórico para el liberalismo desde el punto de
vista de la teoría de la justicia en Los fundamentos de la libertad (2020) y Derecho, legislación
y libertad (2014). Por otro lado, en 1952 publicó una obra intempestiva porque se dedicaba a
la filosofía de la mente: El orden sensorial. En dicha obra, Hayek proponía que la mente
emerge como una propiedad del cerebro a partir de la evolución de la especie. Desde este
momento, los temas evolutivos destacarían en su obra.

6
Si ya no somos nosotros (constructivismo), ni mucho menos dios (creacionismo), los
que diseñamos el mundo, ¿de dónde viene el diseño, más o menos chapucero, que existe en el
mundo de la vida y en el mundo social? Esta cuestión fue el punto de partida que le llevó a
introducir ideas evolutivas sobre el desarrollo cultural, al estilo de las que había introducido
Darwin en el mundo biológico 7 (solo que, como igualmente señaló Hayek, el origen de dicho
evolucionismo lo había aprendido Darwin de los filósofos y economistas escoceses).

2.2. Reglas e instituciones


Para elaborar una teoría de la evolución cultural, Hayek contempla el desarrollo de las reglas
como un proceso de adaptación de los grupos humanos a las circunstancias de todo tipo,
naturales y sociales, que les lleva a tener éxito en términos de eficiencia colectiva, desarrollo
individual y, sobre todo, supervivencia grupal. Su teoría de la evolución cultural analiza, por
tanto, el proceso a través del cual van generándose reglas, así como su cambio a través del
tiempo a medida que algunas se quedan obsoletas y desaparecen (Hayek, 1979).
Este es el primer motivo de conflicto dentro del esquema general hayekiano, en cuanto
que la selección de grupo que preconiza su teoría de la evolución cultural parece contradictoria
con su insistencia metodológica en el individualismo dentro de su filosofía política liberal.
En segundo lugar, si quisiera priorizar su interés político hacia el individualismo liberal
sobre la evolución cultural entendida como selección de grupo, ello le conduciría a un
intervencionismo político para convertir la espontánea evolución cultural en una evolución
consciente y guiada por un fin, la democracia liberal, lo que sería también contradictorio con
su idea de intervenir lo menos posible en el desarrollo evolutivo de las sociedades.
Paradójicamente, por tanto, para defender un sistema liberal contrario a la planificación
social se debería llevar a cabo una intervención cultural de mucho mayor calado. En caso
contrario, llegaríamos a otra paradoja: que la evolución cultural, siguiendo la selección basada
en la supervivencia y la eficacia social, podría conducir a un régimen iliberal. Limitado por su
propia creencia en el no intervencionismo, Hayek vería como el liberalismo que defiende es
aniquilado por el proceso de selección cultural.

7
La razón de que el modelo fijista se impusiera durante tantos siglos al evolucionista es razonable. Aunque
Empédocles avanzó la conjetura de la creación de las especies y su evolución mediante el azar, Platón y Aristóteles
consolidaron un tipo de pensamiento más intuitivo relacionado con las esencias inmutables de cada especie y un
proceso teleológico respecto a su formación. Es difícil pensar la realidad como un proceso y todavía más imaginar
una forma compleja que no obedezca a una meta. En un modelo de evolución cultural (Vanberg, 1994) hace
falta explicar la variación, la herencia y el mecanismo de selección.

7
Que para salvar el liberalismo hay que llevar a cabo cierta regulación social es algo que
los liberales habían asumido al menos desde el Coloquio Lippmann. Pero que, además, hubiera
que llevar a cabo un tipo de intervención y planificación más en consonancia con el espíritu
socialista es lo que produce la última paradoja que tuvo que enfrentar Hayek: el liberalismo
político, económico y social, defensor de la mano invisible de los mercados, se sostiene
únicamente a través de la mano visible sociocultural.
Dicha inconsistencia se manifiesta de modo más evidente en el último párrafo del
discurso de aceptación del Nobel por parte de Hayek (1974, la cursiva es mía)
Para que el hombre no haga más mal que bien en sus esfuerzos por mejorar el orden
social, deberá aprender que aquí, como en todos los demás campos donde prevalece la
complejidad esencial organizada, no puede adquirir todo el conocimiento que permitirá
el dominio de los acontecimientos. En consecuencia, tendrá que usar el conocimiento
que pueda alcanzar, no para moldear los resultados como el artesano moldea sus obras,
sino para cultivar el crecimiento mediante la provisión del ambiente adecuado, a la
manera en que el jardinero actúa con sus plantas.

Con este párrafo ante nuestros ojos comprendemos mucho mejor cómo es que Keynes
le manifestó a Hayek que estaba sustancialmente de acuerdo con él a propósito de Camino de
servidumbre, y que únicamente disentían en dónde trazar la línea respecto a la acción del
Estado en la sociedad. También es comprensible la defensa que hacía Hayek de John Rawls
cuyo pensamiento rechazaban algunos miembros de la Escuela Austríaca por no considerarlo
un liberal. O, como vimos anteriormente, que una libertaria como Ayn Rand considerase a
Hayek un enemigo del libertarismo. Hayek se muestra partidario de mejorar el orden social, lo
que hace de él un racionalista, pero no planificando absolutamente el ambiente social o natural
sino únicamente a través de la provisión del ambiente adecuado. Es racionalista pero,
siguiendo la influencia de Karl Popper, crítico, no constructivista; gradualista, no radical;
reformista, no revolucionario; partidario de una jardinería política para cuidar las relaciones
humanas, no de una ingeniería social para controlar la sociedad.

2.3. El jardinero liberal


Expliquemos esto último. ¿Cuál es la diferencia en el pabellón liberal entre los que pudieran
ser etiquetados como artesanos –al estilo de Keynes y Rawls– frente a los que como Hayek

8
pueden ser catalogados como jardineros 8? La metáfora de la jardinería es usada repetidamente
Hayek en sus libros para ejemplificar la tarea del liberal que pretenda mejorar el orden social 9.
Pero resulta confusa en cuanto que un jardinero no solo cuida un jardín dejando a las plantas a
su aire (eliminando plagas, sanando enfermedades, previendo tormentas… lo que en definitiva
podríamos categorizar como de jardinería pasiva), sino que también planifica cómo va a ser el
jardín, eligiendo plantas, trazando un dibujo, realizando injertos e, incluso, mejorando las
propias plantas a través de ingeniería transgénica10: la jardinería activa. En definitiva, la mano
invisible endógena al jardín es destruida, haciendo que se convierta en selva, si no opera la
mano visible exógena del jardinero.
Por tanto, también un jardinero liberal como Hayek ha de controlar, en cierta manera y
hasta cierto punto, la sociedad. No es que quiera, es que debe. Porque, en caso contrario,
dejando que actuase el laissez faire, el fino engranaje de la sociedad abierta colapsaría. En
consecuencia, lo rechazable no es tanto el control en sí, sino un tipo específico de control: aquel
que se concibe de manera determinista al estilo de cómo en la mecánica clásica se pensaba que
funcionaba el mundo, y que la ciencia política marxista y la sociología comtiana pretendían
aplicar al mundo social.
¿Hay algún modo de resolver la tensión entre el liberalismo social de Hayek a partir del
Coloquio Lippmann y el liberalismo evolucionista que desarrolló en contacto con ciencias
sociales como la cibernética o la psicología evolucionista?

3. Disolviendo paradojas: el emergentismo


Vivimos la era de la complejidad en las ciencias sociales (Holt et al. , 2010), reconociendo su
carácter dinámico, multivariable y abierto tanto al azar como a la necesidad (Monod, 1971).
Por ello, las sociedades se contemplan como sistemas no lineales en los que el equilibrio es
más bien la excepción y no la regla, además de ser muy sensibles a variaciones no previstas,

8
Existirían otros dos tipos de enfrentarse desde el poder a la organización social: la del ingeniero, que aplica
modelos matemáticos a la realidad forzándola más allá de sus límites, y la del místico, que deja que se desarrolle
por sí sola sin ningún tipo de intervención.
9
Mucho antes del discurso de aceptación del Nobel, ya en Camino de servidumbre (2017, 48)

La actitud del liberal hacia la sociedad es como la del jardinero que cultiva una planta, el cual, para crear
las condiciones más favorables a su desarrollo, tiene que conocer cuanto le sea posible acerca de su
estructura y funciones.
10
A principios de los años 70 los investigadores Stanley Cohen y Herbert Boyer, siguiendo las investigación en
los 60s de Berg entre otros, crearon el primer organismo recombinando partes de su ADN en lo que se considera
el comienzo de la ingeniería genética (Alonso, 2016)

9
como accidentes e innovaciones –en suma, al azar–, que hace que los patrones sin
intencionalidad se superpongan a las pautas teleológicas.
El precursor de este enfoque fue Hayek que desde la década de los 50 propuso una
visión de la economía como un sistema adaptativo y complejo. Esta propuesta hayekiana
continuaba una tradición del pensamiento liberal. John Stuart Mill es uno de los exponentes
principales del liberalismo, pero también uno de los referentes fundamentales de la lógica. En
su obra Sistema de lógica (1843) estableció una distinción entre leyes homopáticas y
heteropáticas que va a ser decisiva en la formulación de lo que sería el emergentismo, el
paradigma ontológico situado entre el vitalismo y el mecanicismo. Las homopáticas son
aquellas leyes en las que el efecto común de varias causas es igual a la suma de sus efectos por
separado. El ejemplo clásico es el de bolas de billar chocando contra otra, con sus efectos
respectivos sumándose o restándose dependiendo del ángulo de colisión. Sin embargo, en las
reacciones químicas intervienen otras leyes, la heteropáticas, en las que las propiedades del
resultado final no son la suma de los elementos que han intervenido en la combinación. El
ejemplo más usado es el agua y sus propiedades respecto a las del hidrógeno y oxígeno de su
composición. A estas leyes heteropáticas las relacionó su discípulo, George Henry Lewes, con
lo que serían sustancias y propiedades emergentes.
Hayek usó pocas veces el término “emergencia” tal cual, casi siempre asociado a
órdenes espontáneos como pensaba que era la mente y el mercado (Lewis, 2012). En cuanto al
orden mental, consideró que los fenómenos subjetivos no se correspondían biunívocamente
con los procesos físicos con los que se correlacionan. Esto era así porque el cerebro, según
Hayek, consiste en una red neuronal que es flexible y dinámica, con una estructura que se va
transformando y en la que las relaciones entre neuronas tienen como función la clasificación
de los estímulos de donde emergen las cualidades sensoriales que experimentamos
conscientemente.
Como explica Hayek en El orden sensorial (1952, 118) lo que llamamos mente o
cualidades mentales «no son de algún modo asignadas originariamente a (...) los impulsos
psicológicos individuales, sino que el conjunto de estas cualidades está determinado por el
sistema de conexiones mediante el que los impulsos pueden transmitirse de neurona a neurona;
que, por tanto, es la posición del impulso individual en el conjunto del sistema lo que le da su
cualidad distintiva» . La mente, pues, sería una entidad emergente a partir de la actividad de
las neuronas relacionadas de un modo particular, que, por una parte, sería general de la especie,
pero, por otro lado, contingente a la experiencia particular de cada individuo y su adaptación
sui generis de un plan general. Y de la misma forma pasaría con sus propiedades (ibid, 109).

10
Por tanto, la capacidad de clasificar y percibir eventos es una propiedad emergente de las
relaciones entre neuronas concebidas como un todo dinámico, interactivo y retroalimentado.
Al ser la mente un fenómeno emergente no puede ser reducida a las propiedades del nivel
físico, mecánico. Ni puede eliminarse del lenguaje con el que nos referimos a lo mental. En
otro lugar, La Teoría de los Fenómenos Complejos (Hayek, 1981, 106) explícitamente se
referirá a la emergencia de propiedades nuevas como el resultado de la combinación de
estructuras físicas (en la traducción se ha empleado “surgimiento” como traducción del original
“emergence”)
El "surgimiento" de "nuevos" modelos, como resultado del aumento del número de
elementos entre los que existe una relación simple, significa que, como un todo, esta
mayor estructura poseerá ciertos aspectos generales o abstractos que se repetirán
independientemente de los valores particulares de la información individual, en la
medida que se mantenga la estructura general (tal como es descrita, por ejemplo, por
una ecuación algebraica(...) Lo que señalemos como "todos" o el dónde establezcamos
el "límite de división", estará determinado según podamos aislar las constantes
recurrentes de estructuras coherentes de un tipo distintivo que nosotros, de hecho,
encontramos en el mundo en que vivimos.

Acerca de este párrafo es el propio Hayek el que menciona a Stuart Mill y Lewes,
además del biólogo y filósofo C. Lloyd Morgan y su The Emergence of Novelty (1933). Un
poco después de la publicación de Lloyd Morgan, Hayek publicó el que iba a ser el trabajo
teórico que marcaría su primer giro intelectual, en este caso de la economía pura hacia
cuestiones filosóficas como la teoría política y la relación con el derecho: Economics and
Knowledge (1937). En dicho trabajo, Hayek iba a cuestionar los supuestos onto-
epistemológicos de la teoría general del equilibrio, el paradigma dominante en ciencia
económica, donde no se tenía en cuenta el tiempo a la hora de analizar cómo las acciones
individuales se convertían en procesos generales.
El carácter dinámico y emergente de ciertos órdenes complejos se había metaforizado
en la tradición liberal a través de la expresión “mano invisible”. En una única ocasión Adam
Smith recogió dicha metáfora en La riqueza de las naciones (1996, 553):
En la medida en que todo individuo procura en lo posible invertir su capital en la
actividad nacional y orientar esa actividad para que su producción alcance el máximo
valor, todo individuo necesariamente trabaja para hacer que el ingreso anual de la
sociedad sea el máximo posible (...) Al preferir dedicarse a la actividad nacional más
que a la extranjera, él solo persigue su propia seguridad; y al orientar esa actividad para
producir el máximo valor, él busca su propio beneficio; pero en este caso, como en
otros muchos, una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba
en sus propósitos.

11
¿De qué es metáfora dicha mano invisible? Hayek en su más célebre artículo, The use
of knowledge in society (1945)11, postuló el papel del sistema de precios en una economía libre
y abierta para transmitir información a los participantes en el mercado. Los planes de todos los
individuos acabarían coordinándose, ya que así podrían generar expectativas razonables sobre
la conducta de los demás. Todo ello enmarcado en un sistema institucional estable de reglas de
propiedad y contratos. Por tanto, para Hayek la expresión “mano invisible” era la formulación
metafórica de la propiedad emergente del sistema de mercado para proveer información
diseminada y fragmentada a través de los precios.
En conclusión, tanto la mente como el mercado son, en la perspectiva de Hayek,
órdenes emergentes espontáneos a partir de interacciones de elementos a los que no pueden
reducirse ni a neuronas en redes según un patrón fisiológico ni a individuos estructurados según
un Estado. Por supuesto, hay órdenes emergentes que no son espontáneos. Así, la división del
trabajo dentro de una empresa, que se organiza fundamentalmente a partir de un poder casual
de emergencia muy específico como es la jerarquía empresarial. Precisamente será esta una
de las críticas que haga Hayek, el hecho de creer que la sociedad como un todo se puede regir
a la manera de una empresa, sustituyendo el orden emergente espontáneo, dominante en las
instituciones del mercado, por el orden emergente jerárquico, encarnado en el Estado.

3.1. ¿Grupos o individuos?


Estas consideraciones ontológicas de Hayek tienen un impacto en su perspectiva de que es el
grupo y no el individuo el protagonista de la selección cultural que lleva a la evolución social.
En 1974, Donald Campbell publicó Downward Causation in Hierarchically Organised
Biological Systems, artículo en el que defendía el concepto de “causalidad descendente‟,
consistente en la idea de que las entidades, procesos y propiedades de niveles superiores ejercen
cierto tipo de causalidad sobre las entidades de niveles inferiores. De lo físico a lo químico, lo
biológico, lo mental, lo individual y lo social (o, dicho de otro modo, a partir de átomos y
moléculas, pasando por células, tejidos, órganos, organismos, poblaciones, especies), pero
también en sentido contrario, las relaciones entre niveles ontológicos son de reciprocidad, de
manera que las entidades emergentes tienen poder causal sobre las de nivel inferior. Campbell
menciona las leyes de la evolución que actúan sobre los individuos que forman las poblaciones.

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Cuando fue la celebración de los 100 años de la revista American Economic Review el artículo de Hayek fue
seleccionado como uno de los veinte más importantes. Arrow, Kenneth J.; Bernheim, B. Douglas; Feldstein,
Martin S.; McFadden, Daniel L.; Poterba, James M.; solow, Robert M. (February 2011), "100 Years of the
American Economic Review: The Top 20 Articles", The American Economic Review, 101 (1): 1–8.

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De este modo, las entidades de nivel inferior que han dado pie a la emergencia de entidades y
propiedades nuevas son, a su vez, restringidas y condicionadas por las de nivel superior. En el
epílogo del tercer volumen de Derecho, Legislación y Libertad, Hayek suscribe explícitamente
esta perspectiva de causalidad descendente. De esta manera, plantea una complejidad del
liberalismo que supera el habitual punto de vista del individualismo metodológico para llegar
a una visión holista que también tiene en cuenta la dimensión socioestructural que influye en
los individuos y los resultados que producen. Por ello, hay que tener en cuenta tanto la acción
humana individual, por ser a partir de la que surge la entidad emergente social e institucional,
como, en sentido contrario, el poder causal descendente de dicho nivel hacia la acción humana.
Esto es así en cuanto que, como hemos mostrado, en los sistemas complejos dinámicos las
propiedades de los grupos de elementos sobrevienen a las de los individuos que los componen.
Contemplar el orden social como un sistema complejo adaptativo lleva a establecer una
mirada holista según la cual el sistema se organiza siguiendo unas reglas que hacen emerger
propiedades sobre las que actúa el proceso evolutivo, ya sea en el contexto del mercado, de las
reglas legales o éticas o en otros sistemas de intercambio que no son propiamente de mercado
(como los recursos de las propiedades comunales). En este contexto, una teoría de la evolución
cultural es necesaria porque, como consideró Monod (1971, 192)
Las ideas han conservado algunas propiedades de los organismos. Como estos, tienden
a perpetuar su estructura y a multiplicarla, como estos, pueden fusionarse,
recombinarse, segregar su contenido y, como estos, en fin, evolucionan, y en esta
evolución la selección sin ninguna duda, tiene un gran papel (...) No me aventuraría a
proponer una teoría de la evolución de las ideas.

Para Hayek, por tanto, la evolución cultural se realiza a través de la selección de grupos
donde son cruciales las relaciones sociales en las que hay que tener en cuenta más bien las
posiciones relativas de los individuos que los agentes individuales en sí mismos. Las presiones
evolutivas se ejercen sobre las propiedades emergentes de los sistemas complejos,
sobreviviendo aquellas que son adaptativas a sus entornos. No hay forma de predecir el
desarrollo de la evolución cultural específica, análogamente a la evolución biológica, en cuanto
que los posibles estados del mundo que condicionan a la evolución operan en el rango de la
posibilidad.

3.2. Una teoría de la evolución cultural


En su Notas sobre la evolución de sistemas de reglas de conducta Hayek (1979) establece el
marco general para una teoría de la evolución cultural teniendo en cuenta que en animales

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superiores como nosotros actúan dos tipos de reglas, las innatas y las culturales,
interrelacionadas. Según sean las circunstancias producirán un orden de las acciones que
conformarán un determinado tipo de grupo. Ahora bien, ¿por qué se da un determinado tipo
de orden y no otro? O dicho de otro modo, ¿por qué sobrevive un grupo en lugar de otro? La
respuesta parece darwiniana (ibid, 59): «La selección natural de reglas operará sobre la base
de la mayor o menor eficiencia del orden resultante del grupo».
En esta teoría sobre la evolución cultural hay, por tanto, rasgos muy parecidos a la teoría
de la evolución biológica de Darwin. En primer lugar, las circunstancias son la piedra de toque
que guían la evolución. En segundo lugar, es la eficiencia el último tribunal ante el que se
decide qué orden triunfa. En tercer lugar, son las reglas que siguen los individuos el sustrato
de la selección. Como en el caso de la selección natural darwinista, en el modelo de selección
cultural hayekiano no hay lugar para la intención consciente, ya que son las reglas abstractas,
en su mayor parte desconocidas por los agentes implicados, las que guían las acciones de los
individuos.
En este momento es donde cabe hacer la mayor crítica a Hayek. Porque, a diferencia
de la selección natural, cabe la posibilidad de que en la selección cultural sí que exista cierto
grado de intención consciente. Hayek fuerza su apuesta por la ausencia de designio, afirmando
que la acción concreta individual está compuesta de impulsos, por un lado, y reglas a aplicar.
Pero, a diferencia del resto de animales, es obvio que en el ámbito humano hay que sumar el
diseño consciente y la deliberación a los impulsos y las reglas. El problema está en que el orden
es independiente de los impulsos, reglas o, ya puestos, diseños conscientes, ya que surge como
una propiedad emergente de sus partes constituyentes que analizados en sí mismos no pueden
explicar lo que está en otro plano. La visión holista sobre la evolución de las reglas hace que
el valor de cada una de ellas sea inexistente en cuanto que hay que conectarla con otras reglas
y con las circunstancias del entorno para calibrar si es beneficiosa, dañina o irrelevante.
La implicación epistemológica de esta teoría de la evolución cultural es que es posible
una guía para la acción, pero con limitaciones y condiciones. Para ello habría que considerar
dicha guía de una manera sistemática, y solo desde esa perspectiva actuar sobre las reglas que
pueden ser alteradas deliberada y útilmente, teniendo en cuenta la probabilidad de evolucionar
gradualmente (otro tipo de evolución no lo contempla Hayek, así como Darwin siempre
consideró el gradualismo como una de las señas de identidad de su teoría evolutiva. Pero del
mismo modo que Darwin no conocía la teoría genética, y, por tanto, la posibilidad de
mutaciones, Hayek abomina de los cambios revolucionarios en los órdenes sociales).

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Las consecuencias para la praxis política son, en primer lugar, que no debemos tener
en cuenta el orden social como producto de un supercerebro social. También que el modelo
para las ciencias sociales no es una disciplina mecanicista como la física, sino una genealógica
como la biología. Además, que lo más razonable es apostar por un cambio suave que
superficialmente se puede considerar como un conservadurismo en el terreno social.

Conclusión: tres opciones para el liberalismo evolucionista


Por ello caben tres opciones para el liberalismo evolucionista de Hayek. En primer lugar, un
laissez faire para dejar que las pautas sigan su propio desarrollo. Pero se pecaría de ingenuidad
si se pensara que dichas fuerzas en el desarrollo tienen el mismo grado de inercia y
espontaneidad que en el orden natural. Una situación de laissez faire natural no es equivalente
al social porque en este último caso habrá agentes con una posición de poder para hacer triunfar
sus proyectos privados de ingeniería social que, fundamentalmente, van a estar alineados con
sus intereses.
La segunda opción pasa por una versión de ingeniería social tal y como la planteó Karl
Popper. Dicha ingeniería social se basa en una concepción conjetural del conocimiento, por lo
que se aplica un gradualismo en las medidas, de manera que sea posible una retroalimentación
entre dichas medidas y las consecuencias de las mismas. Debido a su carácter parcial y gradual,
un mecanismo de selección seguiría aplicándose, sobre todo si un mercado bien regulado está
disponible, de modo que el dirigismo del diseño técnico e institucional se compensa con la
espontaneidad del mercado. Pero, ¿qué es espontáneo en el mercado? Las mentes humanas no
reproducen sin más, como si fueran fotocopiadoras, los contenidos y métodos de la tradición,
sino que operan transformando, inventando, parafraseando, en definitiva, añadiendo valor a la
cadena de transmisión de información. La información en los cerebros está mutando
constantemente de manera sorpresiva y a una velocidad que pone en cuestión el statu quo de
las reglas y normas. Esa es una de las marcas de la casa de la transmisión cultural de
información frente a la transmisión biológica de información. Otra marca de la casa de la
transmisión cultural frente a la biológica es que la primera es, a veces, orientada por fines y
dirigida por intenciones. Mientras que la transmisión biológica consiste en la acumulación de
variaciones aleatorias, en la transmisión cultural la cadena de producción de información va
recogiendo alteraciones novedosas producidas por casi cada cerebro por el que pasa. De esta
forma, la topología de cada forma de transmisión cultural es muy diferente, divergente en la
biológica pero convergente en la cultural a través de transmisión entre linajes (Gould, 1991).
Basada en una misma infraestructura biológica, el lenguaje y la mente son dos facultades

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producidas por la selección natural, aunque modificadas por la transmisión intercultural. La
unidad psicológica de la especie humana se mantiene a pesar de todos los saltos hacia delante
que implica la evolución cultural. En cierto sentido, más que comparar a los memes con genes
habría que compararlos con virus en plena expansión pandémica.
Una tercera posibilidad pasa por una ingeniería social mucho más radical, basada en
una concepción del conocimiento más fuerte y cercana a una presunción de control
epistemológico absoluto. Este control epistemológico absoluto se plantea dirigir la evolución
cultural siguiendo un proyecto teleológico en el que la meta final determina la realización de
los medios y obliga a que sea un Estado totalitario el que guía la educación y la transmisión de
la cultura, de manera que no haya lugar para las sorpresas ni las innovaciones no previstas en
el plan original.
Evidentemente, Hayek optó por la segunda vía, la de Karl Popper y su ingeniería social
reformista, no revolucionaria. Pero ello no supone un paso atrás de Hayek respecto a su visión
liberal, punto de vista que también comparte Vanberg (2011) al defender la compatibilidad
entre el diseño de un orden liberal, al estilo de los ordoliberales liderados por Walter Eucken,
y el enfásis de Hayek en los mecanismos espontáneos de evolución social, dado que dicho
marco liberal es el que mejor posibilita la competencia intrínsecos a la exploración evolutiva.
En este sentido, Hayek había planteado cómo metáfora iluminadora de la praxis política liberal
el modelo de la jardinería que, a diferencia de la artesanía, trabaja sobre la espontaneidad de
las propias plantas, a las que impone un marco de referencia y desarrollo. Con el
evolucionismo cultural de Hayek el liberalismo pasa de pretender únicamente interpretar el
mundo a tratar de transformarlo.

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