FARSA DE MAESE PATHELIN .-Anónimo 4M 1F

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 9

[1]

FARSA DE MAESE PEDRO PATHELIN PATHELIN: ¡Bueno! ¡Como quieras! Has de saber amiga mía, que la mayor parte
Anónimo de esos abogados que ves por ahí tan bien vestidos, no tienen estudios. ¡Pero ya
Francia hemos hablado bastante! Me voy a dar una vuelta por la feria.
Siglo XV GUILLEMETTE: ¿Por la feria?
PATHELIN: ¡Sí, por la feria! ¿Te disgusta que traiga una pieza de tela o cualquier
Personajes otra cosa de las que hacen falta en casa? Tú misma acabas de decirlo: no tenemos
Pathelin (el abogado) nada decente que ponernos.
Guillemette (su mujer) GUILLEMETTE: ¿Pero qué vas a hacer sin un mal ochavo en el bolsillo?
El Vendedor de Paños PATHELIN: Ése es mi secreto. Tú dime de qué color prefieres el paño que voy a
Borreguete (el pastor) traerte.
El Juez GUILLEMETTE: Tráelo del color que quieras. «A caballo regalado no hay que mi-
rarle el diente.»
ESCENA PRIMERA PATHELIN: Dos varas y media para ti y tres o cuatro para mí que suman...
En casa de Pathelin GUILLEMETTE: Sí, echa cuentas, echa cuentas. ¿Quién piensas que te va a fiar?
Pathelin, Guillemette PATHELIN: ¡No te metas donde no te llaman! El que me lo preste tendrá que
esperarse por lo menos hasta el día del Juicio.
PATHELIN: ¡Virgen Santa! Por más que trabajo, araño y escarbo, no le saco un mal
GUILLEMETTE: ¡Apostaría a que no encuentras quien te escuche! ¡Bien segura
ochavo a mi trabajo. ¡Y eso que no he hecho otra cosa en mi vida más que plei-
estoy de que andaremos desnudos este invierno!
tear!
PATHELIN: ¿Traeré un paño gris o verde...? Vale más decidirse en la feria misma.
GUILLEMETTE: ¡Bien lo sé! No había pleito en que no metieras las narices, ni
Me voy.
querella por la que no acudieran a ti. ¡Quién habría de decir que ahora te llaman
GUILLEMETTE: Vete, vete, y no te olvides de echar un trago a mi salud, si
«el abogado espérame sentado»!
encuentras quien te convide.
PATHELIN: Y fuera modestias, en todo el país no podría encontrarse otro abogado
PATHELIN: Lo traeré verde, será mejor... (Pathelin sale.)
mejor enterado que yo... si no es tal vez el alcalde...
GUILLEMETTE: ¿Adónde irá a buscarlo, Dios mío? ¡Ojalá se dirija a algún
GUILLEMETTE: ¡Ah! Ese sabe latín. Dicen que ha sido seminarista en París.
comerciante que no vea tres en un burro!
PATHELIN: Yo le quitaré los humos a ése, en cuanto me lo proponga. Sé cantar la
misa tan bien como pueda hacerlo un cura. ESCENA II
GUILLEMETTE: ¡No te hacía falta tanto talento para pasar hambre! Yo no tengo Delante del puesto de telas
vestido que ponerme y tú vas hecho una pena. ¡De poco nos sirve que sepas Pathelin y el vendedor de telas
tanto! ¡Con el saber no se come!
PATHELIN: (Saludando). ¡Buenos días os dé Dios, Guillermo!
PATHELIN: ¡Cállate, mujer! Te juro que como me lo proponga, no te van a faltar
EL VENDEDOR: Y a vos también, amigo. ¿Qué os trae por aquí?
vestidos ni sombreros. ¡Saldremos adelante, demonio! ¡No hay mal que cien años
PATHELIN: Tenía ganas de veros. ¿Y esa salud cómo marcha?
dure! En menos que canta un gallo. Dios puede hacer cambiar nuestra suerte. Te
EL VENDEDOR: No hay queja, gracias a Dios.
digo que en cuanto me lo proponga, voy a dejar tamañitos a todos mis
PATHELIN: Venga esa mano. ¿Cómo estáis?
compañeros.
EL VENDEDOR: Bien, muy bien, para serviros, ¿Y vos?
GUILLEMETTE: ¡Santiago me valga! Cierto que como engañabobos nadie podría
PATHELIN: ¡Por San Pedro Apóstol! Muy bien y deseando poder seros útil... ¿Qué
darte lecciones.
tal anda el negocio?
PATHELIN: ¡Engañabobos...! Por el sol que nos alumbra, mis honradas interven-
EL VENDEDOR: Malejamente. Todo el mundo cree que los comerciantes ganamos
ciones...
lo que queremos, pero hay que dar los artículos a un precio que no deja margen
GUILLEMETTE: ¡Bueno, bueno! ¡Ven a decírmelo a mí!
para nada.
PATHELIN: Mi conciencia...
PATHELIN: Entonces, bajarán un poco las cosas.
GUILLEMETTE: ¡Está bien, hombre! Si ya nos conocemos. No hay otro cerebro
EL VENDEDOR: No puede ser mucho...
como el tuyo en toda la parroquia.
PATHELIN: En fin, a Dios gracias, prosperáis en el oficio.
PATHELIN: Me jacto de mis leales alegaciones...
EL VENDEDOR: Oficio de burros. Sin embargo, con ganancia o sin ella, es el que
GUILLEMETTE: Mejor dirías, de tus embustes...
heredé de mi padre.

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[2]

PATHELIN: «De tal palo tal astilla.» Vuestro padre y yo sí que hacíamos buenas EL VENDEDOR: Pues no tenéis más que decir cuántas varas os vais a llevar; toda
migas. No había en su tiempo otro comerciante más listo ni más honrado. Bien os la pieza está a vuestra disposición, aunque no tengáis ahora ni un ochavo en el
parecéis a él, sois su vivo retrato: las mismas facciones... y el mismo carácter. bolsillo.
¡Dios lo tenga en Gloria! PATHELIN: Ya lo sé. Muchas gracias.
EL VENDEDOR: ¡Amén! EL VENDEDOR: ¿Qué le parece este paño azul...?
PATHELIN: Nadie puede adivinar el porvenir y. sin embargo, él me había predicho PATHELIN: Ante todo quisiera saber a qué precio sale la vara. Ahí va un ochavo
muchas de las cosas que hoy se ven. ¡Ah! ¡Qué hombre...! por delante, para las ánimas.
EL VENDEDOR: Mi buen señor, tomad asiento. EL VENDEDOR: Sois una bella persona y me resultáis simpático. ¿Queréis saber
PATHELIN: Tengo que deciros... mi última palabra?
EL VENDEDOR: Sentaos, por favor. PATHELIN: Sí.
PATHELIN: Estoy bien así... EL VENDEDOR: Os va a resultar tan sólo a veinticuatro sueldos la vara.
EL VENDEDOR: Me niego a escucharos si no os sentáis. (El Vendedor alarga una PATHELIN: ¡Por la Virgen Santa! ¡Veinticuatro sueldos! ¡No seré yo quien pague
silla, Pathelin se sienta.) ese precio!
PATHELIN: Es su misma boca, su nariz, son sus mismos ojos... ¿A ver la EL VENDEDOR: Es lo que a mí me cuesta, palabra.
barbilla...? (Tocándole la barbilla.) En efecto ¡una barbilla saliente! ¡Ah! Sois PATHELIN: Es demasiado caro.
pintiparado a vuestro padre. ¡En verdad que no podéis negarlo! No podría haberse EL VENDEDOR: No sabéis lo que han subido los tejidos. Este invierno se ha
hecho un retrato más parecido ni más hermoso... Pero a propósito de parecidos. muerto casi todo el ganado a causa del frío tan intenso.
¿No ha muerto vuestra tía Lorenza? PATHELIN: ¡Veinte sueldos!
EL VENDEDOR: No, no. EL VENDEDOR: No puedo.
PATHELIN: ¡Me alegro! Me estaba diciendo para mis adentros: Por la Virgen di- PATHELIN: ¡Veintidós!
vina, qué bella y graciosa la he conocido, alta y buen tipo... también igual que EL VENDEDOR: Os juro que me es imposible dároslo más barato. Id al mercado el
vos! No hay en todo el contorno retoño que más salga al tronco. Vuestro padre sábado que viene y preguntad el precio de la lana. Se está pagando a ocho lo que
era un hidalgo bueno y valiente... como lo sois vos... Os parecéis, a decir verdad, antes valía a cuatro.
como dos granos de trigo. Tenéis el genio alegre como él. ¡Ojalá todo el mundo PATHELIN: ¡Bueno! ¡Qué se le va hacer!
fuese lo mismo! (Cogiendo una pieza de paño.) Un género como éste sólo EL VENDEDOR: ¿Cuánto necesitáis?
hubiera consentido en venderlo a crédito y sin pedir nada a cuenta... ¡Ah! PATHELIN: Fácil es de saber, ¿qué ancho tiene?
¡Hermoso tejido! No he visto nunca nada más bonito. Suave al tacto, grueso, EL VENDEDOR: El ancho corriente.
flexible... (Extiende la pieza de tela.) PATHELIN: Tres varas para mí, y para mi mujer, que es un poco más baja que yo,
EL VENDEDOR: Está hecho con la lana de mis ovejas. dos y media, que hacen cinco y media.
PATHELIN: ¡Buen trabajo! No, si ya lo he dicho: «de tal palo tal astilla». EL VENDEDOR: Total, sólo falta media vara para las seis.
EL VENDEDOR: ¿Y qué hacer? Hay que trabajar para vivir. PATHELIN: Pues llevaré las seis y con eso tendré también para un sombrero.
PATHELIN: (Cogiendo otra pieza). Ésta parece gamuza pura. EL VENDEDOR: (Midiendo el paño). Una, dos, tres...
EL VENDEDOR: Es un paño de Rouen como no hay otro. PATHELIN: Más despacio.
PATHELIN: Os confieso que me seduce. Os juro, por los clavos de Cristo, que no EL VENDEDOR: Bien, después lo mediréis vos.
tenía la menor intención de llevar tela, no necesito ahora. Al contrario, había PATHELIN: No hace falta; cuanto más se mide, peor. ¡Vamos! ¿Cuánto es todo?
guardado más de ochenta escudos para comprar un terreno, pero estoy viendo que EL VENDEDOR: Pues... a veinticuatro sueldos la vara, las seis son nueve francos.
os voy a tener que deslinar unos veinte o treinta, porque este color me gusta con PATHELIN: ¡Bien! Pues ya que tengo vuestra confianza, pasaos por casa cuando
locura. gustéis. (El Vendedor frunce el entrecejo.)
EL VENDEDOR: ¿Escudos de oro? EL VENDEDOR: ¡Virgen Santa! ¡Qué trastorno me hace tener que ir por vuestra
PATHELIN: Más relucientes que soles. Cuanto más miro la tela más me gusta. casa!
Tengo ganas de tener un traje de este color y mi mujer también. PATHELIN: Habláis como el Evangelio, es ciertamente un trastorno para vos, pero
EL VENDEDOR: Es un paño caro pero de calidad inmejorable. Si queréis unas en cambio será una ocasión para beber unas copas juntos.
cuantas varas, pronto os van veinte francos en ello. EL VENDEDOR: Cuando me ofrecen una copa nunca digo que no. Iré, pero ya
PATHELIN: Eso es lo de menos. Gracias a Dios, dispongo de dinero y lo tengo sabéis que un comerciante no debe estrenarse vendiendo de fiado.
guardado en sitio bien seguro. PATHELIN: Id por allí. ¿Y si os pagase con los escudos de oro más relucientes que

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[3]

tenga y además comierais con nosotros? Mi mujer está guisando un pato. GUILLEMETTE: No me explico cómo ha querido prestártelo ese avaro, que no se
EL VENDEDOR: (Aparte). No hay manera de negarse. (A Pathelin.) ¡Bueno! Id por fía ni de la camisa que lleva puesta.
delante, y dentro de un momento estoy yo allí con el paño. PATHELIN: Pues llenándole de adulaciones: empecé por darle la mano y hablarle
PATHELIN: ¡Para qué vais a molestaros! Mirad, puedo llevarlo muy bien debajo de su padre diciéndole que era la más bella persona que he conocido —aunque la
del brazo. (Acompaña la acción a la palabra.) verdad es que era un bribón— y que no podía negar que era hijo suyo por lo que
EL VENDEDOR: De ningún modo, para eso estoy yo. se le parecía en todas sus buenas cualidades —aunque si se le parece, es por lo
PATHELIN: ¡Por Santa Magdalena bendita! ¡Estaría bueno que fuerais detrás de mí canalla—; le dije también que estabas guisando un pato y que viniera a probarlo y
como un criado! No me cuesta ningún trabajo llevarlo yo. Luego beberemos y a beber unas copas. En fin, le he prodigado tantos halagos que ha terminado por
comeremos lo que nos plazca. darme fiadas seis varas de este hermoso paño.
EL VENDEDOR: Por favor os pido que no dejéis de darme el dinero cuando vaya. GUILLEMETTE: Pero para no pagárselas nunca.
PATHELIN: De acuerdo; pero antes quiero que os sentéis a mi mesa y probéis el PATHELIN: Desde luego. Como no se las pague el diablo...
vino que tenemos. Vuestro padre, que Dios tenga en gloria, sabía empinar el codo GUILLEMETTE: Esto me recuerda la fábula de la zorra y el cuervo. La zorra ve al
y tratarme como a un buen amigo: pero vos sois rico y miráis por encima del cuervo encaramado en lo alto de una cruz con un queso en el pico y se dice para
hombro a un pobre hombre. sus adentros: «A ver cómo me las arreglo para coger el queso». Entonces va a
EL VENDEDOR: ¡Por los clavos de Cristo!, el más pobre de los dos soy yo. colocarse bajo la cruz y saludando ceremoniosamente al cuervo le dice: « ¡Qué
PATHELIN: ¡Bueno, adiós, adiós! No dejéis de venir pronto a echar unas copas. hermoso plumaje tienes! ¡Tu canto está lleno de melodía!». El tonto del cuervo al
EL VENDEDOR: Y cobrar mis escudos. oír que alguien encomia de ese modo su voz, abre el pico para cantar y deja caer
PATHELIN: Sería la primera vez que faltase a la palabra que he dado. (Alejándose el queso al suelo. La zorra lo agarra prestamente y se lo lleva más que aprisa. Lo
del puesto y aparte.) ¡Escudos de oro! ¡Ya pueden ahorcarlo! Yo no le he dado mismo has hecho tú, y así tienes en tus manos unas cuantas varas de buen paño.
ninguna palabra de pago, es él quien ha hablado de escudos y de pagos. Que (Se ríe a carcajadas.)
venga y ya verá los escudos que le doy. Buenas piernas le dé Dios para correr PATHELIN: Ahora vendrá a comer pato.
todo lo que necesita. ¡Por San Juan bendito, que va a tener que andar más que de GUILLEMETTE: ¿Y qué vamos a hacer?
aquí a Pamplona! PATHELIN: Estoy seguro de que vendrá pidiendo a gritos su dinero. Pero ya verás
EL VENDEDOR: (Solo). ¡Ya guardaré bien esos escudos...! No hay otro vendedor lo que vamos a hacer: voy a meterme en la cama como si estuviera enfermo.
como yo. El gran tonto me va a pagar a veinticuatro sueldos la vara de un paño Cuando venga le dirás gimoteando: «Hablad bajito, por favor, hace seis semanas
que no vale ni veinte... que está malo». Y cuando te diga: «Eso son cuentos, acaba de estar hablando
conmigo», tú le contestarás: «No es ocasión de gastar bromas, su vida está en
ESCENA III
peligro; harto tengo con cuidarlo».
Pathelin, Guillemette
GUILLEMETTE: Por mí no tengas cuidado, sabré hacer el papel; pero piensa que
En casa de Pathelin
la justicia puede echarte otra vez el guante como aquella vez...
PATHELIN: ¿A que no aciertas lo que traigo? (Desenvuelve la tela.) PATHELIN: ¡Cállate! Sé muy bien lo que hago, tú haz lo que te encargo.
GUILLEMETTE: ¡Virgen Santa! ¿Has ganado algún pleito? ¿De dónde has sacado GUILLEMETTE: Acuérdate de aquel sábado que te pusieron en la picota por tus
eso? ¿Pero cómo vamos a pagar esta tela? ¿Cuánto ha costado? engaños y malas jugadas.
PATHELIN: Nada, ya está pagada, no te preocupes. PATHELIN: ¡Basta de darle a la lengua! Si queremos quedarnos con el paño, hay
GUILLEMETTE: ¿Pagada? ¿Con qué dinero, si no tenías ni un ochavo? que estar preparados para cuando venga. Voy a acostarme. (Se mete en la cama,
PATHELIN: Con uno que me quedaba en el bolsillo. se pone un gorro de dormir, echa las cortinas, por entre las cuales saca la
GUILLEMETTE: ¡Buena la has hecho! Habrás firmado algún papel comprometién- cabeza a cada intervención suya.) Y sobre todo no pongas cara de risa; al
dote a pagar. El plazo pasará pronto y luego vendrán a embargarnos lo poco que contrario, tienes que llorar todo lo que puedas. Hay que hacerlo bien para que no
nos queda. se dé cuenta de nada.
PATHELIN: Te digo que no me ha costado más que un ochavo.
ESCENA IV
GUILLEMETTE: Que me cuelguen si lo entiendo. ¿A quién se lo has comprado
El Vendedor, Guillemette y Pathelin (Acostado)
que te lo ha dejado traer sin dinero?
PATHELIN: A un tal Guillermo, el vendedor de paños. EL VENDEDOR: ¡Eh! ¡Maese Pedro! ¡Aquí estoy!
GUILLEMETTE: ¿Pero de qué treta te has valido? GUILLEMETTE: (Abriendo la puerta con precaución). ¡Por Dios! ¿Qué es lo que
PATHELIN: Le di un ochavo para las ánimas y no pienso pagarle nada más. queréis? Hablad más bajo.

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[4]

EL VENDEDOR: ¡Buenos días, señora! GUILLEMETTE: ¡Por Dios, más bajo!


GUILLEMETTE: ¡Chist! ¡Más bajo! EL VENDEDOR: No me iré sin cobrar mis seis varas de paño ¡Por San Jorge!
EL VENDEDOR: ¿Qué pasa? GUILLEMETTE: ¿Pero de dónde sacáis esas historias, señor mío? ¿A quién le
GUILLEMETTE: Por lo que más queráis, hablad bajo. habéis dado esas varas de paño?
EL VENDEDOR: ¿Dónde está? EL VENDEDOR: A él mismo.
GUILLEMETTE: ¿Y dónde puede estar, señor mío? GUILLEMETTE: ¡Sí, bueno está el hombre para eso! No saldrá más de la cama, de
EL VENDEDOR: ¿Pero quién? modo que le sobran todas las telas, azules o encarnadas; no necesita más que una
GUILLEMETTE: ¡Ay...! ¿Cómo os atrevéis a preguntarme dónde está? Parece que blanca para salir de casa con los pies hacia delante.
queréis burlaros de este pobre mártir que lleva once semanas sin poder moverse EL VENDEDOR: Sé muy bien lo que me digo y no me marcharé hasta que no se
del lecho. me pague. ¡Ay! ¡Quién me manda a mí fiar a nadie!
EL VENDEDOR: Pero ¿quién? PATHELIN: (Desde la cama). Guillemette, un poco de agua de rosas. Levántame
GUILLEMETTE: ¡Chist!, ¡Más bajo! Me parece que ahora está durmiendo un po- un poco la almohada. ¿Me oyes? Tengo sed. Dame friegas en los pies.
quito. EL VENDEDOR: ¡Ah! Por fin se le oye hablar...
EL VENDEDOR: Pero ¿quién? ¿De quién estáis hablando? PATHELIN: (Fingiendo que delira). ¡Mala pécora! Ven acá, ¿quién te ha mandado
GUILLEMETTE: De Maese Pedro, de mi marido. abrir las ventanas? ¡Ven a taparme! ¡Échame de aquí todas esas gentes tan
EL VENDEDOR: Pero si ahora mismo le he despachado seis varas de paño. negras! Mármara, carimari, carimará. ¡Tráemelos! ¡Tráemelos!
GUILLEMETTE: ¿A él? GUILLEMETTE: ¡Oh! ¡Cómo desvaría! ¿Has perdido la cabeza? (Retira las
EL VENDEDOR: No hace ni medio cuarto de hora. Y basta de bromas, vengo a cortinas del lecho.)
cobrar mi dinero. PATHELIN: ¡Ay! ¡Si tú estuvieras en mi pellejo! Mira un fraile negro volando.
GUILLEMETTE: La que no tiene ganas de bromas soy yo. Agárralo y ponle la estola de los endemoniados alrededor del cuello. ¡Míralo
EL VENDEDOR: ¡Bueno, mi dinero! Me deben nueve francos. como sube! ¡Al gato! ¡Al gato! (Todo esto agitándose mucho.)
GUILLEMETTE: Id con vuestros cuentos a otra parte, Guillermo, aquí no estamos GUILLEMETTE: ¿Estás loco? Por Dios bendito, estate quieto.
para sufrir burlas. PATHELIN: (Agotado). ¡Ay! Me han matado los médicos con tanto potingue. (El
EL VENDEDOR: Pongo a Dios por testigo de que se me deben nueve francos. Vendedor, un poco asustado, se ha ido retirando hasta el otro extremo de la
GUILLEMETTE: ¡Ay! Señor, aquí no tenemos ganas de reír. habitación.)
EL VENDEDOR: No pretendo reírme ni gastar bromas, sino que me paguen. Os GUILLEMETTE: ¡Ay! Acercaos, señor, y ved cómo está el pobre.
ruego que digáis a Maese Pedro que salga. EL VENDEDOR: ¿Pero está malo de veras? ¡Si ahora mismo estaba en la feria!
GUILLEMETTE: Hablad bajo, por favor, que se va a despertar. GUILLEMETTE: ¿En la feria?
EL VENDEDOR: Si queréis que hable bajo no tenéis más que darme el dinero. EL VENDEDOR: (A Pathelin). ¿No os acordáis del paño que os he dado fiado?
GUILLEMETTE: ¿Qué dinero queréis que os dé? ¿O es acaso que andáis pidiendo Necesito el dinero. Maese Pedro.
limosna? PATHELIN: (Fingiendo creer que el vendedor es un médico y poniéndole el orinal
EL VENDEDOR: Quiero que me paguéis las seis varas de paño que acaba de debajo de las narices). ¡Ay!, Maese Juan, mirad lo que ha salido de mi cuerpo.
llevarse de mi tienda Maese Pedro. ¿Tendré que ponerme otra lavativa?
GUILLEMETTE: (Alzando la voz). ¡Mentís! ¡Ahorcados quisiera ver yo a los EL VENDEDOR: Eso corre de vuestra cuenta. Yo lo que necesito son mis seis
embusteros! ¿Cómo va a llevarse nada de vuestra tienda un pobre hombre que escudos.
hace once semanas que está clavado en el lecho? (Empujándolo hacia fuera.) PATHELIN: ¡Ah! No me hagáis tomar más de esos chinarros negros y menudos que
Andad, dejadme en paz, que bastante tengo encima de mí. llamáis píldoras. Me han roto las muelas y me han hecho devolverlo todo.
EL VENDEDOR: ¡Bueno, señora mía! Tanto recomendarme que hable bajo y ahora EL VENDEDOR: (Mirando en el orinal). No, todo no. Aquí no están mis seis
sois vos la que chilláis. escudos.
GUILLEMETTE: (Bajo). Es que me sacáis de mis casillas con vuestros inventos. GUILLEMETTE: ¡Habían de ahorcar a todos los desalmados como vos...! ¡Salid de
EL VENDEDOR: Bueno, pues si queréis que me vaya y que me calle, pagadme... esta casa con todos los demonios!
GUILLEMETTE: (Olvidándose y alzando de nuevo la voz). ¡Hablad bajo, diantre! EL VENDEDOR: Por la gloria de mi padre que no me marcharé sin el paño o sin el
EL VENDEDOR: ¡Vos sois la que le vais a despertar! ¿Vais a pagarme o no? dinero.
GUILLEMETTE: ¡Bueno! Pero ¿qué es eso? ¿Estáis borracho? PATHELIN: ¿Cómo encontráis mi orina? ¿Creéis que hay señales en ella de que
EL VENDEDOR: ¿Borracho yo? ¡Sé muy bien lo que me digo! vaya a morirme? ¡Ay! Poned todo vuestro buen sentido para salvarme la vida.

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[5]

GUILLEMETTE: ¡Marchaos! ¡Vais a volverlo loco! EL VENDEDOR: ¡Vaya farsantes! ¡Mirad, a mí pagadme lo mío!
EL VENDEDOR: ¿Creéis que es tan sencillo convencerme de que pierda mis seis GUILLEMETTE: ¡Ya sabemos que estáis loco! ¡Cuántas veces vais a venir a decír-
varas de paño? Si no me pagáis inmediatamente... noslo! ¡Tendrían que ataros, porque bien se os ve en la cara que habéis perdido la
GUILLEMETTE: ¡Asesino! ¡No atormentéis más a este hombre! ¿No estáis viendo razón.
que cree que sois el médico? ¡Pobre hombre! ¿Cómo no va a desvariar después de EL VENDEDOR: (Para sí mismo). ¡Anda, vuelve a fiar!
once semanas de cama? PATHELIN: (Da una especie de gruñido). ¡Madre de Dios! Me las piro, piroteando,
EL VENDEDOR: Yo no puedo explicarme nada de esto. Hoy mismo hemos estado por el mar, marineando. Cigüeñica, cigüeñón, ya repican las campanas del
hablando en mi tienda. campanurcio, las monjas acuden corriendo, suena, requetesuena y no suena el
GUILLEMETTE: ¡Ay! Señor mío, voy viendo que estáis un tanto tocado de la dinero. (Señalando al Vendedor.) ¡Ha! Tú entiendes bien todo esto, ¿verdad,
cabeza. Id a descansar un poco que buena falta os hace. ¿Qué podrá decir la gente amigo mío?
si permanecéis tanto tiempo aquí? GUILLEMETTE: ¡Ay Santo Dios! ¡Qué poco le queda! ¡No sé si llegarán a tiempo
EL VENDEDOR: Eso es lo que menos me preocupa; además, ¿no estabais guisando los Sacramentos!
un pato? EL VENDEDOR: La verdad es que no he visto jamás desvarío semejante... Y sin
GUILLEMETTE: ¡Vaya idea! ¿Creéis que esa comida es la más a propósito para embargo, yo diría que ha estado en la feria, que ha hablado conmigo y que... Pero
un enfermo? ¡No cabe duda que estáis loco! ¿habrá sido una alucinación...?
EL VENDEDOR: (Saliendo). Bueno, señora, perdonadme, yo creía con toda PATHELIN: ¿Quién está rebuznando ahí? Venid, venid, amigos míos, todos mis fa-
seguridad... miliares, sed testigos de que me quieren engañar. ¡Ah! ¡Uf! ¡Dada! ¡Tararí! ¡Ta-
GUILLEMETTE: ¿Vais a insistir todavía...? rará...!
EL VENDEDOR: (Sale y vuelve a su tenderete comprobando lo que falta de la GUILLEMETTE: ¡Dios mío, compadécete de él!
pieza). Vamos a ver. Esta mujer va a terminar por volverme loco. Aquí faltan seis PATHELIN: ¡Por San Guiñóle! ¡Que Dios te confunda! ¡Estera vieja! ¡Pedazo de
varas de tela... que son las que se ha llevado Maese Pedro. Pero estaba tan malo... salchichón! No te hagas el tonto. ¿Quieres beber? Vete comiendo esas pepitas de
A menos que no sea todo una farsa... Claro que sí, ¿pues no le he visto yo llevarse pera. ¿De dónde has llegado? Magister amantissime, pater reverendissime,
el paño debajo del brazo? ¿Estoy soñando o estoy despierto? Yo que nunca he queinodi brulis? Quae nova? Parisius non surtí ova. (Irguiéndose.) Quid petit
fiado a nadie ¿lo habré hecho mientras dormía? ¡Por todos los demonios! Sí, él se Ule mercator?
ha llevado... No... El paño no está en la pieza... Ni en ninguna otra parte. ¿Estoy GUILLEMETTE: Ya lo veis, se está muriendo y aún habla en latín. ¡Mejor
en mi sano juicio? ¡Esto es cosa del diablo! cristiano no lo hay! ¡Qué pobre y desamparada me dejas, Pedro!
PATHELIN: ¡Por fin se ha marchado! EL VENDEDOR: (Aparte). Será mejor que me vaya antes que exhale el último
GUILLEMETTE: Sí, se ha ido murmurando qué sé yo que oraciones... suspiro. (A Guillemette.) ¿Y no creéis que tal vez quiera confiaros un secreto
PATHELIN: Entonces, ya puedo levantarme. (Hace ademán de echarse fuera de la antes de morir? Porque os juro por mi vida que he creído firmemente que había
cama.) sido él quien se ha llevado mi paño. ¡Adiós, señora! ¡Y que Dios me perdone!
GUILLEMETTE: (Impidiéndoselo). ¡Cuidado! ¿No ves que va a volver en (Después de salir afuera.) Esto es cosa del diablo que sin duda ha querido
seguida? ¡Vaya cara que llevaba! (Se echa a reír a carcajadas.) tentarme. Dominus, benedicite! Quiero salvar mi alma y que se quede el paño con
EL VENDEDOR: (Dirigiéndose a la puerta de Pathelin). Nada, nada, este quien quiera.
picapleitos es él que se ha llevado mi paño y quiere burlarse de mí. ¡Pero vamos a PATHELIN: Ya se ha marchado el dichoso Guillermo, pero no va solo, que estoy
ver si lo consigue! (Llama a la puerta.) seguro que lleva debajo de su gorro una buena compañía de preocupaciones para
GUILLEMETTE: (Con voz baja). ¡Escucha! Seguramente me ha oído reír. esta noche.
PATHELIN: (También en voz baja). Haré como que estoy soñando. ¡Ábrele! GUILLEMETTE: No dirás que no lo he hecho bien... he vuelto loco al pobre
EL VENDEDOR: (A Guillemette). Mucho os reís... ¡Venga mi dinero! hombre.
GUILLEMETTE: ¡Ay! ¡Virgen Santa! El pobre está delirando y dice cada desatino PATHELIN: Los dos hemos trabajado maravillosamente. Ya estamos arreglados de
que a veces, en medio de mi llanto, no puedo contener una carcajada. ropa para el invierno. Puedes empezar a cortar el paño cuando quieras.
EL VENDEDOR: Poco me importa si lloráis o reís. Yo vengo por mi dinero.
ESCENA V
PATHELIN: (Haciendo que delira). Tenemos que ir al bautizo de los veinticuatro
El Vendedor, El Pastor
hijos de la reina de las Guiternas; seremos los padrinos...
En la tienda de paños
GUILLEMETTE: ¡Ay, amigo mío! Piensa en ponerte a bien con Dios, y deja en
paz a las Guiternas. EL VENDEDOR: (Solo). ¿Pero qué es lo que yo he hecho para que todos me

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[6]

engañen y me roben? Ahora es mi criado Borreguete, el pastor, quien también carnicero, bien tranquilo de la enfermedad de que habían muerto. ¿Y qué queréis
quiere robarme... que os diga?, lo he repetido tantas veces que un día se ha dado cuenta del
EL PASTOR: (Que llega en este momento). Buenos días os dé Dios, amo. engaño... Ya sé muy bien que no tengo razón, pero ¿no podríais encontrar algún
EL VENDEDOR: ¿Qué te trae por aquí truhán? ¡Vaya criado que tengo contigo! ¡Y argumento para defenderme?
vaya servicios los que me haces! PATHELIN: Ya lo creo que encontraré razones para que salgas absuelto. ¿Pero qué
EL PASTOR: No tengo intención de causaros disgusto. Vengo porque un alguacil me darás si logro poner al juez de parte tuya?
ha ido a decirme: ... No me acuerdo bien. Me ha hablado de vos y de mí... y de no EL PASTOR: ¡Ah! No será con ochavos con lo que os pague. Sino con oro contante
sé qué queja que habéis dado a la justicia... Que si faltan ovejas... En fin, no he y sonante.
comprendido ni una palabra de todo lo que me ha dicho. PATHELIN: Entonces, no ya con el delito que me cuentas, sino con otro peor, te
EL VENDEDOR: ¡Ah, granuja! ¡Que me ahoguen las aguas del Diluvio si no hago aseguro que saldrás absuelto. Voy a poner mis cinco sentidos en defenderte. Ya
que te metan en la cárcel por orden del juez! Vas a pagarme juntas toda la carne y me oirás hablar. ¡Cosa buena! Pero ven acá, tienes que ser astuto y cauto. ¿Cómo
la lana que has vendido de mis ovejas. Acuérdate que te lo juro por todos los te llamas?
Santos de la Corte Celestial que vas a pagarme las seis varas... digo las ovejas que EL PASTOR: Thibault, el Borreguete.
me has robado y los perjuicios que me vienes causando desde hace diez años. PATHELIN: Borreguete, bastantes corderos lechales le has birlado a tu amo
EL PASTOR: ¡No hagáis caso de habladurías, señor, pues por la salvación de mi ¿verdad?
alma... EL PASTOR: Unos treinta me habré comido en tres años.
EL VENDEDOR: ¡Que el diablo se la lleve! Antes del sábado tendrás que PATHELIN: Pues tenía una buena renta contigo tu amo. No creas que el asunto no
devolverme mis seis varas de paño... digo todo lo que valen las ovejas que me has se presenta feo. ¿Crees que podrá encontrar testigos para probar los hechos?
robado. Porque ésa es la clave del proceso.
EL PASTOR: ¿Qué paño? ¡Ay, amo mío! creo que estáis enojado por otra cosa y EL PASTOR: No han de faltarle testigos, no. Los encontrará por docenas que decla-
queréis pagarlas conmigo; yo soy un pobre criado y no puedo pleitear con vos; rarán en contra mía.
vamos a ponernos de acuerdo... PATHELIN: Pues es un caso bien difícil. ¿Qué podríamos hacer...? ¡Escucha! Tie-
EL VENDEDOR: ¡Déjame en paz! ¡Ya darás cuenta de tu conducta a la Justicia! nes que hacer como que no me has visto ni conocido en toda tu vida. Sobre todo
EL PASTOR: Adiós, señor, salud y suerte. (Aparte.) Necesito defenderme. no abras el pico para nada. Todo lo que hables será en perjuicio tuyo. Cuando
estés delante del juez, responderás a todas sus preguntas diciendo: «bee», «bee».
ESCENA VI
Y luego, te digan lo que te digan, aunque te insulten y te amenacen, tú no
El Pastor, Pathelin, Guillemette
despegarás los labios más que para decir «bee», «bee». Yo diré: «Señor juez, ya
En casa de Pathelin (El pastor llama a la puerta)
se está viendo que es un pobre idiota, sin sentido. Cree que está entre sus rebaños
PATHELIN: (En voz baja). Que el diablo me lleve si no está ahí otra vez. y habla como las ovejas». Así es que, apréndetelo bien, por más que te digan, tú
EL PASTOR: ¡Alabado sea Dios! Abridme y que Dios os guarde. no salgas de tu «bee». No se te ocurra contestar más que como si fueses un
PATHELIN: (Abriendo después de reconocer la voz de Borreguete). Gracias, borrego.
amigo. ¿Qué queréis? EL PASTOR: Por la cuenta que me trae. Estaos tranquilo, que lo mismo al juez, que
EL PASTOR: Mi señor, es por un asunto… Quiero que me defendáis, porque yo no a vos, que a cualquier otra persona que me hable, no le responderé más que
entiendo nada de eso, pero aunque me veáis así mal vestido, os pagaré bien «bee».
vuestro servicio. PATHELIN: Y así dejaremos perplejos a nuestros contrarios. Pero luego, en
PATHELIN: ¿Qué eres, demandante o demandado? seguida, tienes que pagarme mis honorarios.
EL PASTOR: No lo sé; soy un pobre pastor de ovejas... con un jornal muy pe- EL PASTOR: Pedidme lo que tengáis por conveniente; pero ahora pensad antes que
queño... ¿Tengo que contarlo todo? nada en mi causa.
PATHELIN: Claro que sí. El abogado tiene que saberlo todo. PATHELIN: ¡Bueno! El tribunal debe de estar a punto de empezar la sesión, pues el
EL PASTOR: La verdad, señor, es que a veces hay que atizar a los borregos algún juez suele llegar a las seis. ¡Vamos allá, pero cada uno por un lado distinto!
que otro estacazo, y que en ciertas ocasiones se me ha ido la mano y los he EL PASTOR: Bien pensado, que nadie sepa que sois mi abogado.
matado. Cuando mi amo los veía muertos, yo le decía que les había atacado la PATHELIN: Todo marchará bien, pero tienes que ser exacto en el pago.
morriña, aunque en verdad estaban tan sanos como yo lo estoy ahora mismo. Él, EL PASTOR: No lo dudéis un momento, señor.
por miedo a contagiar al resto del rebaño, me decía: «Llévatelo aparte, no lo
ESCENA VII
juntes con los otros, vete a enterrarlo bien lejos». Pero yo se los llevaba al

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[7]

El Juez, Pathelin, El Vendedor, El Pastor EL VENDEDOR: Es que se me ha llevado seis varas: nueve francos.
El tribunal EL JUEZ: ¿Pero es que nos estáis tomando por tontos, o es que lo sois vos?
PATHELIN: Creo que quiere tomarnos un poco el pelo, con su cara de buena per-
PATHELIN: Señor Juez, que Dios os dé salud y lo que mejor deseéis.
sona. Pero hay que escuchar también a la parte contraria.
EL JUEZ: Bienvenido, señor. Cubríos y tomad asiento.
EL JUEZ: En efecto hay que saber cómo se defiende el acusado. Vamos a ver:
PATHELIN: Estoy muy bien aquí.
¿Cómo te llamas?
EL JUEZ: Bueno, vamos a empezar en seguida. ¡Demandante!
EL PASTOR: ¡Beee!
EL VENDEDOR: (Entra sofocado). ¡Presente! Ruego a Vuestra Señoría que espere
EL JUEZ: Oye ¿me tomas por una cabra? Responde como Dios manda.
unos instantes a que llegue mi abogado.
EL PASTOR: ¡Beee!
EL JUEZ: No hay nada que esperar ¿no sois vos el demandante?
EL JUEZ: ¡Mala fiebre te devore! ¿Es que te estás burlando?
EL VENDEDOR: Sí, señor juez.
PATHELIN: Seguramente está mal de la cabeza, o cree que está todavía entre sus
EL JUEZ: ¿Y el demandado? ¿Está aquí presente en persona?
ovejas.
EL VENDEDOR: (Señalando al pastor). ¡Ahí lo tenéis, señor! ¡No dice palabra,
EL VENDEDOR: (A Pathelin). No me cabe la menor duda de que sois el ladrón que
pero sabe Dios lo que estará pensando.
se ha llevado mi paño. (Al Juez.) ¡Ah! Señor Juez, no sabéis con qué malicia...
EL JUEZ: Puesto que demandante y demandado se hallan presentes, podéis exponer
EL JUEZ: ¡Callaos, necio! Dejad ya de una vez lo accesorio y vamos a lo principal.
vuestras quejas.
EL VENDEDOR: Sí, señor Juez, la cosa me llega muy a lo vivo; sin embargo, no
EL VENDEDOR: Señor, vengo a denunciaros los robos de ese miserable a quien he
me referiré ahora a eso, para no mezclar los dos asuntos. Así es que os digo que
alimentado desde la niñez, a quien luego he hecho pastor de mis rebaños, pero
le despaché seis ovejas... digo seis varas... a este Maese... digo a este pastor, que
que en lugar de guardar mis ovejas, las ha diezmado para comérselas o vender su
entonces debía de estar en el campo, y me ha prometido que me daría seis
carne...
escudos de oro cuando fuese a su casa. Pero luego me ha negado el paño y el
EL JUEZ: Entendámonos. ¿Le pagabais para guardar vuestros rebaños?
dinero que me debe... quiero decir que mi pastor hace tres años que me viene
PATHELIN: ¿Y cómo iba a guardarlos sin que le pagasen?
robando, después de prometerme que me guardaría lealmente las ovejas... y ahora
EL VENDEDOR: (Reconociendo a Pathelin). ¡Es él! ¡Dios me valga! ¡Es él sin
me niega el paño y el dinero... (A Pathelin.) ¡Ah! Maese Pedro, verdaderamente...
duda! (Pathelin se oculta el rostro con la mano.)
(El Juez hace un gesto de impaciencia.) Ese pícaro me roba la lana de mis ovejas
EL JUEZ: ¿Qué os sucede, Maese Pedro, os duelen las muelas?
y mata a las más sanas de un garrotazo en la cabeza... Mientras que,
PATHELIN: Sí, me están doliendo como nunca. Por favor, decidle que acabe pronto
prometiéndome seis escudos de oro, cogió el paño debajo del brazo y se fue a su
de exponer su asunto.
casa. Todavía estoy esperando a que me pague.
EL JUEZ: (Al vendedor). Concluid pronto.
EL JUEZ: Todo lo que estáis diciendo no tiene pies ni cabeza. Tan pronto habláis de
EL VENDEDOR: (Aparte). ¡Por los clavos de Cristo, es él! (A Pathelin). ¿Sois vos,
ovejas como de escudos de oro o de paño. En suma, que no hay quién os
Maese Pedro, a quién he vendido seis varas de paño?
entienda. (A Pathelin.) ¿Qué pensáis vos, Maese Pathelin?
EL JUEZ: (A Pathelin). ¿Pero qué está hablando de paño?
PATHELIN: Todo esto quiere decir, en opinión mía, que no paga a este pobre
PATHELIN: (En tono declamatorio). Yerra, equivoca sus palabras, no sabe lo que
pastor.
dice, su confusión lo delata.
EL VENDEDOR: Mejor haríais callándoos. Tan verdad como que Dios nos está
EL VENDEDOR: (Al Juez). Que me ahorquen, si no es él, señor Juez. ¡Mi paño,
oyendo es que os habéis quedado con mi paño. Yo sé muy bien donde me aprieta
señor Juez, mi paño!
el zapato...
PATHELIN: (Al Juez). Por lo que se ve, este hombre toma las cosas desde bien
EL JUEZ: ¿Pero qué diablos dice?
lejos. Sin duda quiere decir que el paño de mi traje está hecho con la lana que le
EL VENDEDOR: Vos, señor, sabéis el objeto de mi demanda.
han robado de sus ovejas.
EL JUEZ: Cada vez lo sé menos. Pero vais a hacerme el favor de acabar de una vez
EL VENDEDOR: (A Pathelin). Lo que digo es que sois vos quien se ha quedado
ese galimatías.
con mi paño.
PATHELIN: Señor Juez. Estoy notando que ese pobre pastor es incapaz de defen-
EL JUEZ: ¡Basta de digresiones! ¡Por todos los diablos! ¿No sabéis acaso expli-
derse; con vuestra venia yo quiero hablar en defensa suya.
carnos vuestras quejas sin tantos rodeos y despropósitos?
EL JUEZ: (Mirando al Pastor). Como queráis; pero me parece que os va a dar poco
PATHELIN: (Aparte, riéndose). No puedo aguantar la risa. Está ya tan azorado que
provecho esta defensa.
no sabe dónde ha dejado el paño. (Al Juez.) Llamadle la atención.
PATHELIN: ¡Oh!, eso es lo de menos; lo hago por caridad: no quiero que pueda
EL JUEZ: Basta, volvamos a nuestras ovejas.
perder su causa por falta de un abogado que lo defienda. (Al Pastor.) Ven acá

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[8]

amigo mío. ¿Me oyes? seis borregos sarnosos, a un pobre desgraciado, indefenso y desnudo como un
EL PASTOR: ¡Beee! gusano?
PATHELIN: (Al Juez). Está pensando en sus ovejas. (Al Pastor.) Por Dios santo, no EL VENDEDOR: (Al Juez). No quiere que se hable del asunto, señor, ya lo estáis
bales más, explícame tu asunto. viendo; yo le pido...
EL PASTOR: ¡Beee! EL JUEZ: Lo absuelvo y os prohíbo que volváis a demandarlo. ¡Vaya una bonita
PATHELIN: ¿Qué quiere decir «beee...»? Responde, es en interés tuyo. acción, querellarse contra un tonto! (Al pastor.) Puedes irte con tus ovejas.
EL PASTOR: ¡Beee! EL PASTOR: ¡Beee!
PATHELIN: Pero hombre, contesta como Cristo nos enseña. (Por lo bajo.) Sigue, EL VENDEDOR: Protesto, apelo...
sigue así. (En voz alta.) ¿Es que no sabes hablar? PATHELIN: (Al Juez). Mandadle callar.
EL PASTOR: ¡Beee! EL VENDEDOR: (A Pathelin). Es contra vos, que os habéis llevado mi paño con
EL JUEZ: (Al vendedor). Se necesita estar loco para venir a querellarse contra un buenas palabras, contra quien...
pobre tonto de nacimiento. EL JUEZ: ¡Basta! ¡No quiero oír más sandeces! (Se levanta y luego dirigiéndose al
EL VENDEDOR: (Al Juez). Tonto este granuja... es más listo que vos. Pastor.) Márchate amigo, estás absuelto y no tienes que parecer más por aquí.
EL JUEZ: ¡Silencio! Respetad a la Justicia. ¿Te enteras...?
PATHELIN: (Al Juez). Mandad a ese pobre desgraciado a que siga guardando sus PATHELIN: (Al Pastor). Da las gracias, hombre.
ovejas, señor. ¿Desde cuándo se ha visto demandar a un tonto de esta especie? EL PASTOR: ¡Beee!
EL VENDEDOR: ¿Pero es que se le va a dejar libre sin oírme siquiera? EL JUEZ: Sí, que se vaya, que se vaya.
EL JUEZ: (Al vendedor). Naturalmente. ¿Qué queréis que se haga con un tonto? EL VENDEDOR: ¡Vaya un juicio!
EL VENDEDOR: ¡Ay! Señor, dejadme, al menos, exponer mis razones. Todo lo EL JUEZ: El único posible tratándose de tontos y de locos como vos. Me marcho
que os digo no es más que la pura verdad. ¿queréis cenar conmigo Maese Pedro?
EL JUEZ: No es más que una serie de majaderías sin ton ni son. El tribunal no PATHELIN: Gracias señor, pero tengo que hacer... no puedo. (El Juez se va.)
puede continuar escuchando a un loco y a un tonto.
ESCENA VIII
EL VENDEDOR: ¿Quiere decirse que los vais a absolver?
En el mismo lugar, los mismos, menos el Juez
PATHELIN: Señor, ¿habéis oído alguna vez pregunta más impertinente? No sé cuál
de los dos es más tonto. Entre ambos no tienen dentro de la cabeza ni media onza EL VENDEDOR: (A Pathelin). ¿Decidme, es que no pensáis pagarme nunca?
de seso. PATHELIN: Pero, ¿el qué? Debéis estar confundido. No sé por quién me habéis
EL VENDEDOR: ¡Barato os ha salido mi paño, Maese Pedro! Bien os reconozco tomado. Miradme. (Se quita el sombrero.) Esta calva es testimonio de mi
por la palabra, por el traje y por el rostro. No estoy loco no, bien sabéis que me profundo saber y de mi seriedad.
sobra la razón. (Al Juez.) Dejadme que os cuente todo, señor... EL VENDEDOR: Sin embargo, la cara es la misma, tengo que dar crédito a lo que
PATHELIN: Señor Juez, imponedle silencio. Por tres o cuatro viejos borregos que me dicen los ojos.
no valen cuatro cuartos, no vais a estaros hasta las tantas. PATHELIN: (Muy cortésmente). ¡Oh! Sin duda me habéis confundido. ¿No será tal
EL VENDEDOR: Ahora no hablo de borregos, sino de vos. Me habéis quitado seis vez con Juan de Noyon, que dicen que se me parece mucho?
varas de paño y tenéis que devolvérmelas. EL VENDEDOR: ¿Era él acaso el que estaba malo en vuestra casa?
PATHELIN: ¿Cuándo vais a cesar de rebuznar? PATHELIN: ¿Enfermo en mi casa? ¡Por Dios y todos los santos! ya estáis viendo
EL VENDEDOR: Os estoy pidiendo mi... que se trata de un error.
PATHELIN: (Al Juez). ¡Mandadle callar! Ya se ha debatido bastante el asunto. Su- EL VENDEDOR: Vos me habéis robado, Maese Pedro.
pongamos que le haya robado seis o diez borregos, pongamos la docena. Bien los PATHELIN: (Con dignidad). Vais a terminar por enojarme de veras. ¿Ladrón? ¿Sa-
merece después de haberle guardado tanto tiempo el ganado sin cobrar un béis lo que puede costaros esa palabra?
ochavo. (Al vendedor.) Vos, entretanto, os habéis enriquecido a costa de su EL VENDEDOR: Voy a ir a vuestra casa y ya veré si estáis allí.
trabajo. PATHELIN: Es lo mejor que podéis hacer, a ver si de una vez salís de vuestro
EL VENDEDOR: (Al Juez). Ya estáis viendo cómo lo tergiversa todo. Se le habla engaño.
de paño y nos contesta con borregos. (A Pathelin.) ¿Y dónde están las seis varas EL VENDEDOR: Pues sí, voy allá. (Se marcha.)
de tela que os llevasteis debajo del brazo?, ¿os habéis hecho a la idea de no
ESCENA IX
devolvérmelas?
Pathelin, El Pastor
PATHELIN: (En tono patético). Señor Juez, ¿y vais a mandar ahorcar, por cinco o

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin


[9]

PATHELIN: Bueno. Borreguete.


EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: Muy bien, muy bien, lo has hecho perfectamente.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: Hemos ganado la partida. Me parece que no podrás tener queja de mis
consejos ¿verdad?
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: Ya no es necesario que continúes balando; todos se han marchado.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: Y yo también tengo que irme. Págame.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: No hay duda de que lo has hecho muy bien. Ya te digo que no nece-
sitas seguir balando. Págame y puedes marcharte y hablar todo lo que quieras.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: ¡Basta de «beee...»! Habla como un cristiano y págame.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: ¿Tienes ganas de bromas? Anda déjate de más balidos y suelta lo que
me has prometido
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: No andes con burlas, porque te juro que tendrás que pagarme pronto y
bien.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: ¡Ah, es ésa tu palabra...! ¿Pues di? ¿No te he ganado el juicio?
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: ¿No tienes otro modo de pagarme? ¿De quién crees que vas a burlarte?
Anda, que estaba muy contento de ti, no hagas que tenga que desdecirme.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: ¿Ah, de que me sirve mi experiencia si ahora un palurdo vestido de
borrego se va a burlar de mí? ¡Vamos, amigo, basta de bromas, vente a cenar con-
migo.
EL PASTOR: ¡Beee...!
PATHELIN: ¡Por San Juan, que tienes razón! (Aparte volviéndose hacia el público.)
¡Yo que me creía maestro de picaros, modelo de vividores, y artista consumado
del engaño, he venido a ser burlado por un pastor! (Volviéndose hacia el Pastor,
que va buscando la salida.) ¡Ah! ¡Bribón! ¡Ya encontraré un alguacil que te meta
en la cárcel!
EL PASTOR: Si es capaz de encontrarme, le perdono la humillación que me ha
hecho. (Sale corriendo.)

FIN

Anónimo Farsa del Maese Pedro Pathelin

También podría gustarte