RESUMENES Temas (7.3 Al 19.3) : Laura - FG Historia de España 2º Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales San Mateo
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Historia de España
SAN MATEO
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bajo el control político y económico de Estados Unidos. Además España cedió a Estados Unidos la isla
de Puerto Rico, la isla de Guam y Filipinas a cambio de 20 millones de dólares.
La sustitución del dominio español por el norteamericano engendró un profundo descontento en las
antiguas colonias, Estados Unidos tuvo que hacer frente a una guerra en Filipinas, y en Cuba el
sentimiento antinorteamericano se extendió por amplios sectores sociales. La pérdida del imperio
español se completó en 1899 con la venta a Alemania, por 15 millones de dólares, del resto de las islas
Marianas, del archipiélago de las Carolinas y de las Palaos. Sólo quedarán como colonias españolas
algunos pequeños enclaves en África.
La derrota y la pérdida de las colonias fueron conocidas en España como el Desastre del 98 y tuvo una
importante influencia en la conciencia nacional, este tuvo consecuencias de todo tipo:
∙ Demográficas: Pérdidas humanas (unas 60.000), muchas a causa de enfermedades tropicales.
∙ Económicas muy importantes al desaparecer para España los ingresos que proporcionaban las
colonias, la exportación de azúcar, café o tabaco (lo que encarece estos productos) y perder el mercado
colonial para las manufacturas españolas. La repatriación a España de los capitales invertidos en las
islas permitió un gran desarrollo de la banca española y la creación de numerosas empresas
industriales.
∙ Políticas: el sistema político de la Restauración entró en una fuerte crisis, a pesar de los intentos de
reformismo (corriente revisionista) promovidos por los mismos políticos del sistema, como Francisco
Silvela y Antonio Maura. Se reforzaron los movimientos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco y el
republicanismo avanzó. Parte de la opinión pública consideraba al ejército culpable del desastre y el
antimilitarismo creció entre las clases populares, agudizado por lo injusto del sistema de reclutamiento:
las quintas (una quinta parte de los mozos debían cumplir el servicio militar de forma obligatoria y que se
podía evadir buscando un sustituto o mediante la redención en metálico). Por su lado, los militares
achacaban a la corrupción e ineficacia política lo sucedido y reclamaban una mayor participación política,
dando comienzo el colonialismo en el norte de África.
∙ El pueblo español vivió la derrota como un trauma colectivo con un sentimiento de inferioridad e
impotencia generalizados. La prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un
ejército ineficaz, un sistema corrupto y unos políticos incompetentes, pues había perdido todas sus
colonias mientras que las potencias europeas estaban construyendo enormes imperios coloniales. Entre
las clases populares la derrota no fue tan mal recibida, porque sus integrantes dejaron de cumplir el
servicio militar en territorios de ultramar. El desastre del 98 aumentó las críticas de los regeneracionistas
corriente intelectual y política que consideraba el sistema de la Restauración como un sistema viciado
y enfermo, que defendía la necesidad de “regenerar” la vida nacional, acabando con los males del
sistema (caciquismo, corrupción, analfabetismo). Joaquín Costa fue uno de sus principales
representantes, con su obra Oligarquía y Caciquismo, su regeneracionismo fue la principal expresión de
una renovada conciencia nacional que aspiraba a la reforma del país: modernizar la economía y la
sociedad y alfabetizar a la población.
Provocó también una reacción cultural de gran trascendencia con la Generación del 98, grupo de
escritores y pensadores que se caracterizaron por el profundo pesimismo, su crítica frente al atraso y
plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia, buscando una
regeneración moral, social y cultural del país. Fueron miembros destacados Unamuno, Ortega y Gasset,
Ramiro de Maeztu, Pío Baroja.
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BLOQUE 8
8.1. EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EN EL SIGLO XIX. EL
DESARROLLO URBANO.
Durante el siglo XIX la población española creció, pero lentamente y de manera desigual, siendo mayor
el crecimiento en las zonas litorales, tendencia que ya hemos visto desde el siglo XVIII. Se pasó de 10,5
millones a finales del siglo XVIII a 18,5 millones a finales de XIX.
Se mantuvo el régimen demográfico antiguo frente al modelo de transición demográfico que podemos
observar en otras regiones de Europa (donde la mortalidad, especialmente la catastrófica, fue
desapareciendo a lo largo del siglo XIX). El modelo demográfico antiguo se caracteriza por:
- Altas tasas de natalidad (cercanas al 35 por mil), falta de cualquier medida de control sobre la
natalidad.
- Altas tasas de mortalidad (sobre todo infantil) debido a:
o Hambrunas provocadas por las crisis de subsistencias, con una vinculación entre la falta de
trigo y el aumento de la mortalidad.
o Falta de higiene muy relacionada con enfermedades endémicas e infecciosas (cólera, tifus,
difteria, fiebre amarilla, tuberculosis), vinculadas a la pobreza de la mayoría de la población.
o Consecuencia de las guerras (de Independencia, carlistas, de Cuba, etc.) y las epidemias,
conocido como fenómeno de mortalidad catastrófica.
Se acercaba a cifras del 30 por mil, solo superada por la Rusia zarista.
- La esperanza de vida no superaba los 35 años de media, en la media de los países
occidentales del siglo XIX, pero lastradas por la alta mortalidad infantil como hemos indicado con
anterioridad.
- La densidad de población era muy baja, 19,8 habitantes por kilómetro cuadrado en 1800, 36,7
en los albores del siglo XX, aunque repartida de manera desigual (concentrándose en las regiones
periféricas y con un despoblamiento en las zonas interiores).
La mayor parte de la población trabajaba en el sector agrario (más del 70%) y vivía en el espacio rural
(un 90% a finales del siglo XIX), pero, desde los años sesenta se incrementó el éxodo rural
debido al estancamiento del mundo agrario y las expectativas de trabajo que ofrecían las ciudades
industrializadas (Barcelona y Bilbao principalmente).
La tendencia fue el abandono de la Meseta central (salvo la ciudad de Madrid) para concentrarse en
las áreas industriales periféricas y en la costa mediterránea y atlántica meridional (Cataluña,
Andalucía o Valencia). La población de Cataluña pasó de representar un 8 por ciento del total estatal en
1797, a un 10’5 por ciento en 1877 y en las Castillas, que pasaría del 29’5 %, a un 25%.
Las causas de estos movimientos poblacionales pueden ser de varios tipos:
- Geoeconómicas: tierras más fértiles en las zonas litorales y en los valles de ríos como el Ebro o
el Guadalquivir; mejores comunicaciones y transportes en las zonas costeras; oferta de trabajo
en las áreas industriales concentradas en las ciudades con buenas comunicaciones, lo que
abarata el coste de producción.
- Sociales: búsqueda de una salida ante el estancamiento rural.
El crecimiento demográfico y la escasez de cambios en la agricultura llevaron a muchos españoles a
emigrar a otros continentes, creciendo en la segunda mitad del siglo XIX. Los emigrantes partían,
principalmente, desde Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias, zonas con escasez de tierra y de
puestos de trabajo, en dirección a América y, en particular, a Argentina, México, Cuba y Brasil (muy
importantes en el primer cuarto del siglo XX). Otros destinos fueron la colonia francesa de Argelia
(principalmente desde el sureste del país) y Francia.
Se produjo un importante incremento de la población urbana (especialmente en las ciudades más
industrializadas como Madrid o Barcelona) pasando de algo más de 3 millones de personas que vivían
en localidades urbanas o semiurbanas a principios del siglo XIX a 6 millones de habitantes en 1900.
El crecimiento también afecta a las capitales de provincia, 17 de ellas duplicaron su población en la
segunda mitad del siglo XIX (fundamentalmente gallegas y cantábricas).
Por ello, surgió la necesidad de ensanchar las ciudades para acoger a los nuevos moradores. Un
fenómeno común fue el del crecimiento en altura y la construcción de más edificios en el centro de
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la ciudad. La sucesión de conflictos y las posibilidades de ocupación de solares, surgidos por la
demolición de los conventos desamortizados, demoraron el planteamiento de planes sistemáticos de
ensanches hasta la década de los sesenta, cuando se aprobaron los proyectos de Cerdà en Barcelona
(Ensanche burgués barcelonés) y de Castro en Madrid (barrio de Salamanca), salpicados del fragor
especulativo que vimos en las últimas décadas de la época isabelina. Otras ciudades como San
Sebastián o Bilbao también desarrollaron proyectos racionales de crecimiento, eliminando las
murallas pretéritas. Todos ellos tenían como características comunes una organización racional en
cuadrículas, facilitando la circulación de viandantes y carruajes, y se potencian otros servicios urbanos
como la traída de aguas o la iluminación por gas.
La población recién llegada a las ciudades desde el ámbito rural se apiñaba en barrios de la periferia,
cercanos a la incipiente actividad industrial, donde la falta completa de planificación urbanística provocó
una insalubridad galopante, intentándola paliar, ya en los primeros años del siglo XX con proyectos
como el de la ciudad jardín.
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permitía la venta o concesión de los yacimientos mineros a distintas compañías, convirtiendo la
exportación de minerales una de las principales partidas dentro del comercio exterior.
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imponerse, cristalizando con la Ley de Relaciones comerciales con las Antillas (1882) y la Ley de
aranceles (1891).
En el siglo XIX asistimos a la modernización del sistema financiero, podemos destacar: la creación
del Banco de España en 1856 (la competencia y rivalidad entre el Banco de San Fernando y Banco de
Isabel II provoca que en 1856 se unifiquen en el Banco de España, con el monopolio de emisión de
papel moneda); la Ley de Bancos de Emisión (1856), por la que se permitió crear bancos privados
que se establecieron en las principales ciudades españolas; la Ley de Sociedades de Crédito (1856),
permitió la entrada de las compañías financieras extranjeras, favoreciendo su intervención en algunas
infraestructuras; la creación y consolidación de la Bolsa en el reinado de Fernando VII (1831, Ley de
Creación y Organización de la Bolsa de Madrid); o la implantación de una sola unidad monetaria (la
peseta) en 1868, basada en un sistema decimal. Tras el desastre colonial de 1898, se repatrió a
España gran parte de los capitales situados en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y se inició una nueva
fase de desarrollo bancario, con fundaciones tan importantes como la del Banco Hispano Americano
(1901).
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BLOQUE 9
9.1. ALFONSO XIII Y LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN: LOS PARTIDOS
DINÁSTICOS. LAS FUERZAS POLÍTICAS DE OPOSICIÓN: REPUBLICANOS, NACIONALISTAS
SOCIALISTAS Y ANARCOSINDICALISTAS.
Al alcanzar Alfonso XIII la mayoría de edad legal, llega al trono (1802-1931), iniciándose una nueva
etapa de la Restauración, en la que se intentó la modernización del sistema político. De 1902 a 1923,
España vive una situación de permanente crisis política por la interacción de numerosos motivos: la
constante intervención del rey en la vida política conforme los partidos dinásticos fueron
fragmentándose; la decadencia de los partidos dinásticos como consecuencia de las (luchas internas
tras la muerte de Cánovas (1897) y Sagasta (1903)); el progresivo debilitamiento del caciquismo (el
aumento de la sociedad urbana facilitó que socialistas, republicanos y nacionalistas obtuvieran
representación parlamentaria); el clima de violencia social (debido a las condiciones de pobreza de
gran parte de la población y a la mayor fuerza de las organizaciones obreras, manifestándose en un
anticlericalismo); el afianzamiento de los nacionalismos catalán y vasco; el protagonismo
creciente del ejército que quería resarcirse del desastre del 98 (intervención en la guerra en
Marruecos, Ley de Jurisdicciones).
En 1905 una viñeta antimilitar publicada en la revista satírica catalana Cu-Cut, desató una primera
crisis con la ira de algunos mandos del ejército que presionaron y consiguieron la aprobación de la Ley
de Jurisdicciones (1906) por parte del gobierno liberal de Moret, que otorgaba a los tribunales militares
la jurisdicción sobre cualquier ofensa al ejército y a la patria. Ya durante el gobierno largo de Maura
(enero de 1907- octubre de 1909) se aprobaron una serie de medidas económicas (plan de
reconversión naval) y sociales conocidas como revolución desde arriba; como la creación del Instituto
Nacional de Previsión (embrión del futuro sistema de la Seguridad Social), la Ley de Huelga y Ley de
Reforma Electoral (1907) (pretendía eliminar el fraude y garantizar la limpieza en las elecciones, pero
no democratizaba el sistema político). Intentó llegar a acuerdos con el nacionalismo moderado
preparando una Ley de Administración Local, que concedía más autonomía a los ayuntamientos y
diputaciones.
En julio de 1909 miembros de las cabilas rifeñas marroquíes atacaron una línea de ferrocarril en el
país, matando a trabajadores españoles, por lo que Maura decidió reforzar militarmente la zona;
ensayando el plan de movilización de reservistas. Lo que causó protestas los socialistas y
republicanos,al no ser estas atendidas por el gobierno de Maura y al embarcar las tropas en
Barcelona comenzaron los incidentes (18 julio de 1909). Asimismo, en Barcelona la organización
Solidaridad Obrera hizo un llamamiento a la huelga general para el 26 de julio. La ciudad se hallaba
en un clima de tensión por las fricciones con los militares, la intervención en Marruecos, el
malestar ante el sistema de quintas, las reivindicaciones, el creciente anticlericalismo y el éxito de
las consignas del Partido Radical de Lerroux entre las clases medias. Ante esta situación, la autoridad
militar proclamó el estado de guerra y la situación de violencia se generalizó (del 26 al 31 de julio, la
Semana Trágica) se prolongaron las luchas en las calles; causando más de 100 muertos, 300 heridos y
múltiples destrozos. El 31 de julio la insurrección fue sofocada y se emprendió una represión dura y
arbitraria: detenciones, procesos y condenas a muerte. La ejecución del anarquista Ferrer Guardia,
fundador de la Escuela Moderna, tras un proceso muy irregular, promovió protestas dentro y fuera de
España. En definitiva, el estallido de la Semana Trágica en Barcelona en 1909 puso fin al intento
reformista de Maura y aceleró el proceso de crisis.
En 1910, les tocó el turno de gobierno a los liberales, presididos por José Canalejas, quien
emprendió una política de regeneración democrática. Suprimió el impopular impuesto de consumos
para aliviar la situación de las clases populares; aprobó la Ley de Reclutamiento (1912) se establecía
el servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y se acababa parcialmente con la práctica del pago de
la cuota, la “Ley del Candado” (limitar el establecimiento de nuevas órdenes religiosas), y la Ley de
Mancomunidades con la que pretendía canalizar las reivindicaciones autonomistas catalanas. Pero
estas reformas se vieron interrumpidas por el asesinato de Canalejas en 1912 por un anarquista.
Tras su asesinato se desencadena en el Partido Liberal las luchas internas por la jefatura. Esta crisis
interna de los dos partidos dinásticos propició que Alfonso XIII asumiera un mayor protagonismo
político. También a partir de 1912 se inicia el fin del turno pacífico en el poder, al proclamar Maura la
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imposibilidad de mantener esa práctica con el Partido Liberal debido a su entendimiento con
republicanos y socialistas a raíz de la Semana Trágica. La alternancia en el poder ya no se produciría
por acuerdo entre sus líderes, sino por mandato del rey, abriéndose un periodo de inestabilidad
política.
En los inicios del siglo XX la fuerza y los apoyos de los partidos excluidos del sistema comenzaron a
aumentar por el descontento que producía entre amplias capas de la población el corrupto sistema
del turno.
Los republicanos representaban la principal fuerza de oposición política al régimen. Defendían el
progreso y la justicia social, y sus apoyos se concetraban en núcleos urbanos: pequeña burguesía,
trabajadores e intelectuales. Durante el reinado de Alfonso XIII surgieron nuevos partidos republicanos:
o Unión Republicana (1903) formada por Salmerón y Lerroux.
o Partido Radical (1908) fundado por Lerroux en 1908, izquierdista, anticlerical, autonomista en lo
político y socialista en lo social. Mediante un discurso populista incitaba a la insurrección.
o Partido Reformista (1912) creado por Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate, más
moderado (dispuesto incluso a admitir la monarquía), democrático en lo político y conservador en lo
social y con una política social.
De todos los nacionalismos el catalán fue el de mayor relevancia e influencia política en las primeras
décadas del siglo XX. El principal representante fue la LIiga Regionalista (1901), conservador y cuyo
principal objetivo era conseguir la autonomía, compatibilizándola con la regeneración de la vida
política y la modernización de la economía y del Estado. Apoyado por la burguesía y las clases
conservadoras catalanas, su ideólogo Prat de la Riba y su líder era Cambó, quien llegó a colaborar en
los gobiernos de coalición centrales que se forman a partir de 1917. Además se crea: Solidaritat
Catalana (1906) como un movimiento de protesta generalizado de la sociedad catalana contra el
intervencionismo militar tras la aprobación de la Ley de Jurisdicciones, la Mancomunidad de
Cataluña (1914), presidida por Prat de la Riba, reconocía la personalidad de Cataluña, y Estat Català
(1922) de Francesc Macià, expresión del nacionalismo radical de izquierdas.
Tras la muerte de Sabino Arana (1903), se produjo en el Partido Nacionalista Vasco un duro
enfrentamiento entre el sector radical defensor de las ideas aranistas ultraconservadoras y otro más
moderado y liberal que aceptaba el juego parlamentario y optaba por la autonomía, manteniendo los
principios aranistas. Este último permitió que el nacionalismo asentado en Vizcaya se extendiera al resto
de provincias vascas y entre la burguesía industrial, consolidándose como la fuerza mayoritaria en
el País Vasco a partir de los años 1917-1919.
El nacionalismo gallego experimentó un notable desarrollo cultural, pero estaba todavía lejos de
consolidarse como fuerza política. Destaca la fundación de Solidaridad Gallega (1907), agrupación,
fundamentalmente de campesinos y Acción Gallega (1910), que intentó liderar sin éxito el movimiento
campesino gallego. El nacionalismo andaluz ideado por Blas Infante, logra en la Asamblea de Ronda
(1917) el reconocimiento a Andalucía como país y nación y se establecieron la bandera y el escudo.
Los socialistas (PSOE) se mostraron cada vez más dispuestos a participar en el juego político
parlamentario, sin renunciar a la revolución social. Tras la Semana Trágica se formó la Conjunción
Republicano-Socialista (1909), el socialismo asimiló el discurso anticlerical del republicanismo e
incorporó a sus filas algunos intelectuales como Besteiro. Gracias a esta alianza, en las elecciones de
1910, por primera vez, fue nombrado diputado un socialista: Pablo Iglesias.
A comienzos del siglo XX el anarquismo estaba arraigado en las zonas industriales y urbanas de
Cataluña, y también en el campesinado de Andalucía y Extremadura; y persistían las dos tendencias
de finales del XIX: terrorista y anarcosindicalismo. En el siglo XX se extendió la influencia del
sindicalismo francés, que consideraba la huelga general como el instrumento revolucionario más
eficaz, formándose el sindicato Solidaridad Obrera (1907) y la Confederación Nacional del Trabajo
(1910), que reafirmó la acción directa frente a la lucha política y la huelga general como estrategia
sindical, aunque tras la huelga general del 1911 sería declarada ilegal hasta 1915.
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TEMA 9.2. LA INTERVENCIÓN EN MARRUECOS. REPERCUSIONES DE LA PRIMERA GUERRA
MUNDIAL EN ESPAÑA. LA CRISIS DE 1917 Y EL TRIENIO BOLCHEVIQUE.
El rey había encargado formar gobierno al conservador Eduardo Dato en octubre de 1913. Durante su
mandato, decretó la neutralidad de España tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. La opinión
pública quedó dividida en aliadófilos (simpatizantes de Francia, Gran Bretaña y la democracia) y los
germanófilos (simpatizantes de Alemania, Austria-Hungría y los valores del orden y la autoridad).
La neutralidad estimuló la economía, se incrementaron notablemente las exportaciones de materias
primas, productos industriales y agrarios a los países en guerra, lo que favoreció el crecimiento
industrial y la acumulación de capitales. Aunque también tuvo consecuencias muy negativas: provocó
inflación que no fue compensada con un aumento de salarios y escasez de algunos productos.
Además, al terminar la Guerra y descender las exportaciones, se llevó a cabo el cierre de fábricas y
minas, provocando un aumento del paro y de los conflictos sociales.
El estallido definitivo de la crisis general se produjo en 1917 con una protesta generalizada contra el
gobierno de militares, partidos al margen del turno dinástico y organizaciones obreras.
Se produjo un enfrentamiento entre el gobierno y el ejército, que se quejaba de la escasez de
medios y de los bajos salarios. A partir de 1916, jefes y oficiales de infantería crean asambleas en la
clandestinidad (Juntas Militares de Defensa), que reclamaban aumento salarial y se oponían a los
ascensos por méritos de guerra. En la primavera de 1917 el movimiento se había extendido a todo el
ejército y el país. El gobierno intentó disolver las Juntas, sin conseguirlo, y el presidente del gobierno
dimitió. Los principales cabecillas del movimiento fueron arrestados. En junio publicaron un manifiesto,
vagamente regeneracionista y se inició la rebelión militar. Debido al apoyo de Alfonso XIII, el nuevo
gobierno tuvo que reconocer a las Juntas Militares de Defensa como portavoces del ejército.
La corrupción política continuaba y en julio la oposición reclamó la reapertura de las Cortes, que
habían sido cerradas por Dato, ante la crisis. Tras la negativa gubernamental los dirigentes de la Lliga
Regionalista, convocaron a los parlamentarios catalanes a una asamblea en Barcelona (5 de julio de
1917), que reclamó la convocatoria de Cortes Constituyentes para acabar con el caduco sistema
político de la Restauración y definir una nueva organización del Estado sobre la descentralización
(reconociendo la autonomía de Cataluña). Asimismo, previendo el no ser atendidas sus peticiones, se
convocó a una nueva reunión de todos los diputados y senadores españoles (19 de julio, Asamblea
de Parlamentarios), pero la mayoría no respondieron a la convocatoria. Se ratificaron los acuerdos de
la reunión anterior en una proposición firmada por catalanistas, republicanos y socialistas. El
gobierno se limitó a declarar inconstitucionales la Asamblea y sus pretensiones, y el movimiento se
fue disolviendo debido a: la falta de apoyo de las Juntas Militares de Defensa; las divergencias entre
los propios asambleístas y la retirada de los catalanistas de Cambó, al aceptar dos carteras
ministeriales en el nuevo gobierno de coalición de García Prieto (1 de noviembre). La Asamblea quedó
reducida al radicalismo republicano y socialista, lo que supuso su extinción.
Durante los primeros meses de 1917, las centrales sindicales UGT y CNT planeaban convocar una
huelga general contra el régimen político y el deterioro del nivel de vida de los trabajadores. Se
convocó en agosto, ya que una huelga de ferroviarios en Valencia precipitó los acontecimientos,
teniendo sólo éxito en Barcelona, Zaragoza, Madrid, Bilbao y las cuencas mineras asturianas. Como
respuesta el Gobierno detuvo al comité de huelga, que fueron sometidos a consejo de guerra y varios
resultaron condenados a cadena perpetua; y el ejército aplastó el movimiento (más de setenta muertos
y unos dos mil detenidos). Aunque la huelga fracasó en sus objetivos, debilitó aún más al sistema
político y radicalizó a la oposición.
La primera consecuencia a esta crisis de 1917 fue el nombramiento del liberal García Prieto como
presidente, quien creó un gobierno de concentración nacional, donde entraron regionalistas como
Cambó. Esto no impidió que entre 1918 y 1923 se produjese la crisis final del sistema, siendo años de
inestabilidad, pues los gobiernos que se sucedieron fueron cortos, algunos de concentración. Empeoró
la coyuntura económica, ganó fuerza el sindicalismo, crecieron la conflictividad social y las huelgas.
La fragmentación de las Cortes imposibilitaba la formación de gobiernos estables e impulsar la
renovación que el sistema necesitaba; el ejército tomó un protagonismo político cada vez mayor,
convirtiéndose en el agente represor de las revoluciones y presentándose como una fuerza capaz de
salvar a la monarquía. A partir de 1919 el problema de la crisis política se agravó con un movimiento
obrero cada vez más fuerte por la agitación social y los efectos de la Revolución Rusa, el gobierno
se vio obligado a adoptar algunas medidas de carácter social como la jornada de ocho horas en la
industria (1919) o la creación del Ministerio de Trabajo (1920).
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En Andalucía, entre 1918 y 1920 se produce el “trienio bolchevique”, fase de actividad
revolucionaria, provocada por la situación de miseria de los jornaleros agrícolas, la carestía de la vida y
la influencia de la Revolución Rusa. Bajo la dirección de la UGT y la CNT se sucedieron huelgas,
ocupaciones de campos, reparto de tierras y se tomaron ayuntamientos. Pero la declaración de
estado de guerra, la ilegalización de las asociaciones obreras y una dura represión pusieron fin a la
revuelta social en 1920.
En Cataluña, la violencia de los obreros fue contestada con violencia patronal, especialmente en
Barcelona, donde la patronal creó el Sindicato Libre; originando el pistolerismo o la edad de plomo.
Los sectores radicales del anarquismo respondieron con acciones violentas, y la violencia se
extendió también a otras ciudades, con atentados y asesinatos (Eduardo Dato, líder anarquista
Salvador Seguí). Las autoridades civiles y militares aplicaron la “ley de fugas”, que autorizaba a los
cuerpos armados a disparar contra un detenido que intentara fugarse, bajo este pretexto se asesinó a
numerosos sindicalistas y activistas obreros. El triunfo de la Revolución Rusa supuso un estímulo
para el movimiento obrero, pero también una nueva división ideológica dentro de las filas del
socialismo (PSOE), derivando en la fundación del Partido Comunista Obrero Español (1921).
En lo referente a la intervención en Marruecos, tras la Conferencia de Algeciras (1906), España
obtuvo el reconocimiento de sus derechos sobre el norte de Marruecos (con un enclave en la costa
atlántica y el territorio de El Rif, zona montañosa donde las tribus bereberes o cabilas rifeñas oponían
una fuerte resistencia con conflictos constantes). En los primeros años de ocupación se producen
incidentes (ataque a Melilla, derrota española del Barranco del Lobo en 1909); y en 1912, Francia y
España pactan un nuevo reparto de Marruecos para hacer frente a la resistencia de las tribus o cabilas
rifeñas, dado que Francia apenas tardó en hacer efectiva su ocupación, España se vio obligada a hacer
lo propio sin la preparación necesaria. Su mantenimiento era costoso y provocaba un fuerte
descontento popular por los reclutamientos forzosos para una guerra que solo interesaba a
compañías mineras y un sector de la oficialidad del ejército (oportunidad de recuperar el prestigio
perdido tras el desastre del 98 y de ascenso rápido).
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, se reiniciaron las operaciones contra los rebeldes para afianzar el
control del territorio. El territorio estaba dividido en dos comandancias militares (Ceuta y Melilla)
separadas por la bahía de Alhucemas, por lo que el principal objetivo era dominar dicha bahía para
unir ambas zonas.
Las cabilas rebeldes dirigidas por Abd-el-Krim, organizaron una ofensiva de guerrillas contra los
españoles. En julio de 1921, el general Fernández Silvestre, de forma imprudente inició una campaña
desde Melilla para alcanzar Alhucemas, por lo que se adentró en el corazón del Rif sin haber protegido
suficientemente su retaguardia ni haber asegurado los abastecimientos. Las cabilas de Abd-el-Krim
atacaron por sorpresa el puesto español de Annual provocando una gran desbandada entre las tropas
españolas, que perdieron todo el territorio ocupado y sufrieron 13.000 bajas (desastre de Annual, 22
julio 1921). Este puso en evidencia la desastrosa organización del ejército y debilitó aún más la
estabilidad del sistema político, aun cuando la llegada de refuerzos permitió recuperar las posiciones
perdidas.
Provocó una gran conmoción pública: críticas al rey (Silvestre era amigo personal suyo),
desprestigio y división del ejército, y oposición del PSOE y republicanos a la presencia española
en Marruecos. Las Cortes abrieron una comisión de investigación dirigida por el general Juan Picasso
para determinar las responsabilidades del ejército, del gobierno y del propio Alfonso XIII (Expediente
Picasso), pero no llegó a hacerse público porque el 13 de septiembre de 1923 el Capitán General de
Cataluña, Miguel Primo de Rivera, de acuerdo con el rey, lanzaba un manifiesto al país proclamando
el estado de guerra. El rey se negó a destituir a los sublevados y el gobierno dimitió y Alfonso XIII
entregó el poder a Primo de Rivera que establecerá una dictadura militar.
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TEMA 9.3 LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA. EL FINAL DEL REINADO DE ALFONSO XIII.
En 1923 la sociedad española y la vida política se encontraban en una situación de crisis
insostenible debido a: la sucesión de gobiernos ineficaces y desprestigiados (consecuencia del
descrédito creado por el fraude caciquil y la corrupción política), divisiones internas de los partidos
dinásticos, mejores resultados electorales de republicanos y socialistas, la fuerza y radicalización
del movimiento obrero, las consecuencias del desastre de Annual en 1921 (en el Expediente
Picasso se exigían responsabilidades a los militares por la derrota, que llegaban hasta Alfonso XIII;
falta de medios del ejército para vengar la humillación de Marruecos) y el auge de los nacionalismos
como respuesta al centralismo de la Restauración.
El 13 de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de
Estado en Barcelona: declaró el estado de guerra y exigió que el poder pasara a manos de los
militares; justificando su actuación por el estado de caos en el que estaba sumido el país y la
incapacidad de los políticos para resolverlo. En su manifiesto “Al país y al Ejército español”, hablaba
de establecer una dictadura temporal para resolver los graves problemas que tenía España. Recibió el
apoyo del rey, ejército, Iglesia y burguesía (ante la pasividad de anarquistas y socialistas). El gobierno
de concentración de García Prieto dimitió y Alfonso XIII encargó formar gobierno a Primo de Rivera,
ligando así su destino al de la dictadura, un régimen autoritario que duró siete años.
El primer gobierno de la dictadura, formado exclusivamente por militares, se denominó Directorio
Militar (1923-1925), estaba presidido por Miguel Primo de Rivera que reunía todas las facultades,
iniciativas y responsabilidades. No hubo oposición popular al golpe de Estado, el dictador se
presentaba como el “cirujano de hierro” que reclamaba Joaquín Costa para regenerar la vida nacional.
Sus medidas más destacadas fueron: la suspensión del régimen constitucional y la disolución de
las Cortes, una rígida censura de prensa, la sustitución de los gobernadores civiles por militares y la
reorganización de los ayuntamientos mediante el Estatuto Municipal (concejales elegidos por sorteo
entre los mayores contribuyentes y alcaldes nombrados por el Gobierno), la magnanimidad con los
militares salpicados con los sucesos de Annual y un fuerte centralismo (se suprimió la Mancomunidad
catalana, se prohibió la bandera catalana y el uso público del catalán). Se adoptan severas medidas de
orden público (implantación del Estado de guerra, prohibición de manifestaciones, huelgas y la
actividad de partidos políticos y sindicatos), se crea la Unión Patriótica (1924) bajo el lema “religión,
patria y monarquía”, partido oficial de la dictadura en el que Primo de Rivera intentaba agrupar a sus
apoyos políticos. Fue creado como un instrumento del dictador y propagandístico y forma de
acceso a la política y a la administración pública.
El éxito de los primeros años de la dictadura fue acabar con la guerra de Marruecos. Primo de Rivera
era partidario de retirar las tropas del Protectorado por los enormes gastos que acarreaba y por la
oposición popular. Se dio orden de comenzar la retirada, pero en 1925, ante un ataque de Abd el-Krim
en la zona del protectorado francés, se decidió la colaboración entre España y Francia. Los
españoles desembarcaron en la bahía de Alhucemas al mismo tiempo que los franceses atacaban
desde Fez, el líder magrebí quedó acorralado y se entregó a los franceses, despejando así el camino a
la finalización de la guerra dos años después (1927). Quedó consolidada la fuerza e influencia de los
cuerpos militares establecidos en el Rif (legión, Regulares…) y de sus generales (Franco, Sanjurjo…)
y el gran éxito popular que le acarreó esta victoria, animó a Primo de Rivera a institucionalizar el
Régimen.
Una vez consolidado el Régimen, en diciembre de 1925 se sustituyó el Directorio Militar por el
Directorio Civil (1925-1930), al nombrar un gobierno formado por civiles y militares, iniciándose un
nuevo régimen de corte autoritario, corporativo, intervencionista y antidemocrático. En 1927,
Primo de Rivera convocó una Asamblea Nacional Consultiva compuesta por miembros de la Unión
Patriótica (elegidos por sufragio indirecto), funcionarios de la administración y representantes sociales
(nombrados por el gobierno), para redactar una ley fundamental (Anteproyecto de la Constitución de
la monarquía española de 17 de mayo de 1929) que hiciera el papel de Constitución.
La dictadura se benefició de la prosperidad económica internacional (“los felices años 20”) y puso en
marcha un programa de desarrollo económico en el terreno industrial y de infraestructuras, sin
apenas ocuparse del problema agrario. Esta se caracterizó por el fuerte intervencionismo estatal:
crean monopolios estatales (CAMPSA, Telefónica), aplican medidas proteccionistas (aumento de los
aranceles, regulación de mercado), un ambicioso plan de obras públicas para favorecer el desarrollo
industrial y concedieron ayudas estatales a las empresas en sectores industriales fundamentales. A
corto plazo favoreció el desarrollo industrial, eliminó el paro y ayudó a la paz social, pero generó una
enorme deuda pública. La llegada de la Gran Depresión (1929) con la caída del comercio exterior, la
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
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inflación y el aumento del paro, demostraron que los éxitos de la política económica de la dictadura
habían sido coyunturales y la desconfianza al régimen se generalizó.
En política social, se pretendía eliminar los conflictos laborales mediante la intervención del
Estado, integrando a los sectores moderados del movimiento obrero y reprimiendo a los más radicales.
Para ello se creó la Organización Corporativa Nacional, con representación de obreros y
empresarios, que bajo control estatal se ocuparía de la negociación entre patronos y trabajadores.
Sus objetivos eran fijar el salario mínimo, las condiciones de trabajo, etc. El sindicato UGT se prestó a
colaborar en un principio, aunque más tarde se retiró, y la CNT se negó a participar, por lo que fue
perseguido, y los anarquistas más radicales crearon la Federación Anarquista Ibérica (1927).
La dictadura ganó la oposición de muchos cuando fue evidente su intención de perpetuarse:
conservadores y liberales exigieron elecciones y la vuelta a la Constitución de 1876, republicanos
fundaron la Alianza Republicana e iniciaron una campaña en el exterior contra la dictadura,
nacionalistas catalanes se movilizaron contra el centralismo, e intelectuales (Unamuno, Ortega y
Gasset, Azorín,...), comunistas, anarquistas y socialistas se opusieron públicamente a la dictadura.
Ante la falta de apoyo de todos los sectores de la sociedad, incluso del ejército y del propio rey, Primo
de Rivera presentó su dimisión el 27 de enero de 1930. Alfonso XIII nombró Jefe de Gobierno al
general Berenguer, que anunció una vuelta al régimen constitucional de 1876 y la convocatoria a
elecciones generales, iniciando la llamada “Dictablanda” o “el Error”. El republicanismo avanzó
entre el movimiento obrero, nacionalistas, intelectuales e incluso entre políticos tradicionalmente
monárquicos y gran parte del ejército, como consecuencia del compromiso de Alfonso XII con la
dictadura. La oposición empezó a organizarse: republicanos, catalanistas y socialistas se reunieron
y firmaron el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930), constituyendo un Comité Revolucionario
presidido por Alcalá Zamora para preparar la proclamación de la República.
En diciembre de 1930 se sucedieron sublevaciones militares republicanas (primero Jaca, luego
Cuatro Vientos) que fracasaron por falta de coordinación. Los miembros del Comité Revolucionario
fueron detenidos y encarcelados y una ola de protestas, huelgas y manifestaciones sacudió todo el
país; tras la que Berenguer presentó su dimisión el 14 de febrero de 1931 y fue sustituido por el
almirante Aznar que convocó elecciones, empezando por las municipales. Estas se celebraron el 12
de abril de 1931, aunque salieron elegidos más concejales monárquicos que republicanos (pues la
ley electoral primaba el voto rural), éstos ganaron en cuarenta y cinco de las cincuenta capitales de
provincia y en las zonas mineras e industriales. Muchos ayuntamientos al conocer los resultados
proclamaron la República, y el 13 de abril de 1931, el rey lanzó un manifiesto en el que comunicaba
la supresión del ejercicio del poder real y su marcha de España. La II República fue proclamada al día
siguiente, el 14 de abril, siguiendo los postulados del Pacto de San Sebastián, creándose un gobierno
provisional presidido por Alcalá Zamora.
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