ANTOLOGÍA

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ESCUELA SECUNDARIA TÉCNICA INDUSTRIAL NO.

81
“AARON M. FLORES MOCTEZUMA”
ALUMNA: DIANA GUADALUPE COLOTZIN LORENCITO
MAESTRA: ESTRELLA SOTO GARDUÑO
NÚMERO DE LISTA: 9
GRADO: 3
GRUPO: B
PROYECTO: 5
INDICE
Dedico esta antología a mi familia, a mis amigos que siempre me han
brindado su apoyo tanto como su cariño, que siempre me acompañan y
para aquellos jovenes amantes de los poemas, para aquellos que buscan
adentrarse en el mundo de los poemas, esta antología es para ustedes.
PRÓLOGO
La poesía es una forma de expresión que permite comunicar de una forma más
profunda, conectando con el alma y el corazón. Gracias a ella se logra conocer
la creatividad de cada una de las personas, trasladándolas a un lugar de
fantasía y belleza.

Cuando uno piensa en romanticismo suele imaginar a una parejita


besuqueándose diciéndose cosas melosas, sin embargo el romanticismo es
toda una forma de vida, es levantarse en las mañanas con la idea clara que vale
la pena vivir; es desear alargar cada segundo y aprovechar la vida. El
romanticismo pertenece a un movimiento literario que se caracterizó por
mezclar la tragedia con la comedia, revelar emociones elevadas y mostrar un
espíritu rebelde, etc.

En esta antología se presentarán poemas del romanticismo del famoso autor


George Gordon Byron, mejor conocido como lord Byron, los cuales hablan de
diversos temas como lo son el amor, el desamor,

siguiente antología acompañaremos a distintos autores en su camino hacia el


amor por el amor mismo, esperamos sinceramente disfrute esta maravillosa
selección de los mejores autores del siglo de oro de la poesia romántica.
La destrucción de Senaquerib
El asirio descendió como el lobo en el redil,
y sus cohortes resplandecieron en púrpura y oro;
Y el brillo de sus lanzas era como estrellas sobre el mar,
Cuando la ola azul rueda cada noche sobre la profunda Galilea.
Como las hojas del bosque cuando el verano es verde,
se veían las huestes con sus estandartes al atardecer;
como las hojas del bosque cuando sopla el otoño, las
huestes del día siguiente yacían marchitas y desgarradas.

Porque el ángel de la muerte extendió sus alas al soplo,


y sopló en el rostro del enemigo al pasar;
¡Y los ojos de los durmientes se volvieron mortales y helados,
y sus corazones sólo una vez se agitaron y se calmaron para siempre!

Y allí yacía el corcel con la nariz bien ancha,


pero a través de él no rodaba el aliento de su orgullo:
Y la espuma de su jadeo yacía blanca sobre el césped,
Y fría como la espuma de las olas que golpean las rocas.

Y allí yacía el jinete distorsionado y pálido,


Con el rocío en su frente y el óxido en su malla;
Y las tiendas estaban en silencio, los estandartes solos,
Las lanzas sin levantar, la trompeta sin tocar.

Y las viudas de Ashur gritaron con gran voz,


y los ídolos fueron destruidos en el templo de Baal;
Y el poder del gentil, indemne por la espada, se
ha derretido como la nieve en la mirada del Señor.
Canción del Corsario
En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.

Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,


hay en su centro a modo de fúnebre velón,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.

¡No me olvides!… Si un día pasaras por mi tumba,


tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido…
La pena que mi pecho no arrostrará, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.

Escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras


-la virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame… cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!…
La gacela salvaje
La gacela salvaje en montes de Judea
Puede brincar aún, alborozada,
puede abrevarse en esas aguas vivas
que en la sagrada tierra brotan siempre;
puede alzar el pie leve y con ardientes ojos
mirar, en un transporte de indómita alegría.
 
Pies ágiles también y ojos más encendidos
aquí tuvo Judea en otros tiempos,
y en el lugar del ya perdido gozo,
más bellos habitantes hubo un día.
Ondulan en el Líbano los cedros, mas se fueron
las hijas de Judea, aun más majestuosas.
Más bendita la palma de esos llanos
que de Israel la dispersada estirpe,
pues echa aquí raíces y se queda,
graciosa y solitaria:
ya su suelo natal no deja nunca
y no podrá vivir en otras tierras.
 
Mas nosotros vagamos, agostados,
para morir muy lejos:
donde están las cenizas de los padres
nunca descansarán nuestras cenizas;
ya ni un solo sillar le queda a nuestro templo
y en trono de Salem se ha sentado la Burla.
En un álbum
Sobre la fría losa de una tumba
un nombre retiene la mirada de los que pasan,
de igual modo, cuando mires esta página,
pueda el mío atraer tus ojos y tu pensamiento.

Y cada vez cada vez que acudas a leer este nombre,


piensa en mí como se piensa en los muertos;
e imagina que mi corazón está aquí,
inhumado e intacto.
La partida
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Si pudiera ser hoy lo que antes era,
y mi frente abatida reclinar
en ese seno que por mí latiera,
quizá no abandonara esta ribera
y a la sola mujer que puedo amar.
 
Yo no he visto hace tiempo aquellos ojos
que fueron mi contento y mi pesar;
los amo, a pesar de sus enojos,
pero abandono Albión, tierra de abrojos,
y a la sola mujer que puedo amar.
Y rompiendo las olas de los mares,
a tierra extraña, patria iré a buscar;
mas no hallaré consuelo a mis pesares,
y pensaré desde extranjeros lares
en la sola mujer que puedo amar.

Como una viuda tórtola doliente


mi corazón abandonado está,
porque en medio de la turba indiferente
jamás encuentro la mirada ardiente
de la sola mujer que puedo amar.
Jamás el infeliz halla consuelo
ausente del amor y la amistad,
y yo, proscrito en extranjero suelo,
remedio no hallaré para mi duelo
lejos de la mujer que puedo amar.
Mujeres más hermosas he encontrado,
mas no han hecho mi seno palpitar,
que el corazón ya estaba consagrado
a la fe de otro objeto idolatrado,
a la sola mujer que puedo amar.
Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
en el ausente nadie ha de pensar;
ni un solo recuerdo, ni un suspiro
me dará la mujer por quien deliro,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
 
Comparando el pasado y el presente,
el corazón se rompe de pesar,
pero yo sufro con serena frente
y mi pecho palpita eternamente
por la sola mujer que puedo amar.
Su nombre es un secreto de mi vida
que el mundo para siempre ignorará,
y la causa fatal de mi partida
la sabrá sólo la mujer querida,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
 
¡Adiós!..Quisiera verla… mas me acuerdo
que todo para siempre va a acabar;
la patria y el amor, todo lo pierdo…
pero llevo el dulcísimo recuerdo
de la sola mujer que puedo amar.
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
 
Al cumplir mis 36 años
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?

Mi vida, verde parral,


dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.

Más no pongamos mal ceño!


¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.

Mira: Armas, banderas, campo


de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?

¡Despierta! A Hélade no toques,


Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá

Viejo volcán enfriado


es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!

Temor y esperanza mueren.


Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.

Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.

Lo que tantos han hallado


buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.

Todo cansa todo pasa.


Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
Hubo un tiempo… ¿Recuerdas?
Hubo un tiempo... ¿recuerdas? Su memoria
Vivirá en nuestro pecho eternamente...
Ambos sentimos un cariño ardiente;
El mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.

¡Ay! desde el día en que por vez primera


Eterno amor mi labio te ha jurado,
Y pesares mi vida han desgarrado,
Pesares que no puedes tú sufrir;

Desde entonces el triste pensamiento


De tu olvido falaz en mi agonía:
Olvido de un amor todo armonía,
Fugitivo en su yerto corazón.

Y sin embargo, celestial consuelo


Llega a inundar mi espíritu agobiado,
Hoy que tu dulce voz ha despertado
Recuerdos, ¡ay! de un tiempo que pasó.

Aunque jamás tu corazón de hielo


Palpite en mi presencia estremecido,
Me es grato recordar que no has podido
Nunca olvidar nuestro primer amor.

Y si pretendes con tenaz empeño


Seguir indiferente tu camino...
Obedece la voz de tu destino
Que odiarme puedes; olvidarme, no.
Sol de triste vela…
¡Sol del que triste vela,
astro de cumbre fría,
cuyos trémulos rayos de la noche
para mostrar las sombras sólo brillan.
!Oh, cuánto te asemeja
de la pasada dicha
al pálido recuerdo, que del alma
sólo hace ver la soledad umbría!

Reflejo de una llama


oculta o extinguida,
llena la mente, pero no la enciende;
vive en el alma, pero no lo anima.
Descubre cual tú, sombras
que esmalta o acaricia,
y como a ti, tan sólo la contempla
el dolor mudo en férvida vigilia.
Acuérdate de mi
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando esté mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual aurora,


brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba


no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito


rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.
Camina bella, como la noche…
Camina bella, como la noche
De climas despejados y de cielos estrellados,
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Resplandece en su aspecto y en sus ojos,
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.

Una sombra de más, un rayo de menos,


Hubieran mermado la gracia inefable
Que se agita en cada trenza suya de negro brillo,
O ilumina suavemente su rostro,
Donde dulces pensamientos expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.

Y en esa mejilla, y sobre esa frente,


Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los matices que iluminan
Y hablan de días vividos con felicidad.
Una mente en paz con todo,
¡Un corazón con inocente amor!
No volveremos a vagar
Así es, no volveremos a vagar
Tan tarde en la noche,
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.

Pues así como la espada gasta su vaina,


Y el alma consume el pecho,
Asimismo el corazón debe detenerse a respirar,
E incluso el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar,
Y los días vuelven demasiado pronto,
Aún así no volveremos a vagar
A la luz de la luna.
Cuando nos separamos
Cuando nos separamos 
en silencio y con lágrimas, 
con el corazón medio roto, 
para apartarnos por años,
tu mejilla se tornó pálida y fría
y tu beso aún más frío...
Aquella hora predijo
en verdad todo este dolor.
El rocío de la mañana
resbaló frío por mi frente
y fue como un anuncio 
de lo que ahora siento.

Tus juramentos se han roto


y tu fama ya es muy frágil;
cuando escucho tu nombre
comparto su vergüenza.
Cuando te nombran delante de mí,
un toque lúgubre llega a mi oído
y un estremecimiento me sacude.
¿Por qué te quise tanto?
Aquellos que te conocen bien
no saben que te conocí:
Por mucho, mucho tiempo
habré de arrepentirme de ti
tan hondamente, 
que no puedo expresarlo.

En secreto nos encontramos,


y en silencio me lamento
de que tu corazón pueda olvidar 
y tu espíritu engañarme.
Si llegara a encontrarte
tras largos años,
¿cómo habría de saludarte?
¡Con silencio y con lágrimas!
El primer beso de amor
Ausente con tus ficciones de endebles romances,
Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
O el arrebato que habita en el primer beso de amor.

Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,


Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?

Si Apolo debe rehusar su asistencia,


O las Nueve dispuestas están a tu servicio;
No las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
Y prueba el efecto del primer beso de amor.

Los odio, y odio vuestras frías composiciones,


Aunque el prudente me condene,
Y el intolerante lo repruebe;
Yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.

Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,


Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?

¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió


Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
Y el Edén resurge con el primer beso de amor.

Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,


(Flotando durante años en las alas de una paloma)
El recuerdo más amado será siempre el último,
Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.
La lágrima
Cuando el amor o la amistad debieran
A la ternura despertar el alma,
Y ésta debiera aparecer sincera
En la mirada,

Podrán los labios engañar fingiendo


Una sonrisa seductora y falsa;
Pero la prueba de emoción se muestra
En una lágrima.

Una sonrisa puede ser a veces


Un artificio que el temor disfraza;
Con ella puede revestirse el odio
Que nos engaña;

Mas yo prefiero para mí un suspiro


Cuando los ojos, expresión del alma,
Por un momento miro obscurecerse
Con una lágrima.

El hombre surca el ignorado Océano


Con el soplo del viento que lo arrastra,
En medio de las olas bramadoras que se levantan;
Se inclina...

Y en las olas procelosas


Que amenazantes a su nave avanzan,
Mira el abismo, y sus aguas turbias
Mezcla una lágrima.

En la carrera de la noble gloria,


El valeroso capitán se afana
Por ganar con su muerte una corona
En las batallas;
Pero levanta al que postró en el suelo
Y sus heridas compasivo baña,
Una por una, en el sangriento campo,
Con una lágrima.

Y cuando vuelve, henchido de ese orgullo


Que hace latir el pecho que avasalla;
Cuando teñida en enemiga sangre
Cuelga su espada,

La recompensan todas sus fatigas


Al abrazar a su consorte amada
Y al darle un beso en sus mejillas húmedas
Con una lágrima.

Dulce mansión de mi niñez perdida,


Donde la franqueza y la amistad gozaba;
Donde en medio de amor vi deslizarse
Las horas rápidas;

Yo te dejé con un hondo sentimiento,


Volví hacia ti mis últimas miradas,
Y apenas puede percibir tus torres
Tras una lágrima.

Aunque no puedo repetir, como antes,


Mi juramento a mi María cara,
A la que fuera para mí otro tiempo
Fuego del alma,

Tengo presentes los felices días


En que, niños aún, tanto me amaba,
Cuando ella contestaba a mis promesas
Con una lágrima.

¿En otros brazos puede ser dichosa?


¿Tiene el recuerdo de su edad pasada?
Mi corazón respetará ese nombre
Que tanto amaba.
Y dije adiós a mi esperanza loca,
Con una lágrima.

Cuando al imperio de la eterna noche


Tome su vuelo para siempre mi alma;
Cuando mi cuerpo exánime repose
Bajo una lápida,

Si por ventura os acercáis un día


Donde mi triste sepultura se halla,
Humedeced siquiera mis cenizas
Con una lágrima.

Yo no apetezco mármol... monumento


Que la ambición la vanidad levanta;
Manto suntuoso con que el necio orgullo
Cubre su nada;

No darán sus emblemas a mi nombre


El falso orgullo ni la gloria vana;
Lo que yo quiero, lo que pido sólo,
Es una lágrima.
A una hermosa cualquiera
¡Muchacha querida! Aunque sólo nos vimos una vez
es un encuentro que nunca he de olvidar,
y aunque nunca nos volvamos a encontrar,
guardaré tu forma en mi recuerdo fiel.
Es cierto que no puedo decir “te quiero”,
mas mis sentidos se empeñan en luchar contra mi esfuerzo:
es inútil intentar apartarte de mi pecho,
porque son mis pensamientos un fuego contenido;
en vano reprimo una oleada de suspiros,
si otro se escapa y choca con el eco del primero.
Quizá esto no pueda llamarse amor,
pero nada podrá hacer que olvide nuestro encuentro.

Y aunque nunca rompimos el hilo del silencio,


nuestros ojos hablaron un idioma más dulce y más sincero,
pues la lengua se afana en lisonjeras falsedades,
y cuenta cuentos que no siente:
los labios culpables no imparten más que engaño,
y hacen que el corazón guarde silencio;
pero los ojos son intérpretes del alma,
rompen estas cadenas y rehúsan llevar máscara;
y así, con frecuencia conversamos con miradas
y todos los abrazos se cumplieron;
no nos reprobó ninguno de los espíritus que llevamos dentro,
sino al contrario: el espíritu fue el motor de nuestro encuentro.
Y aquí debo callar lo que los ojos dijeron,
aunque puedes imaginar parte de cuanto pienso;
pues, como vuela hacia ti mi recuerdo,
quizá el tuyo hacia mí corre en secreto;
por mi parte te diré que, por lo menos,
tu forma se me aparece día y noche,
habita mi fantasía si estoy despierto,
y al dormir me sonríe en fugaces sueños;
visión que encanta y hace volar las horas,
y me hace maldecir los rayos de la Aurora,
por quebrar mis ensueños de delicia
que convierten una noche en infinita.
Porque, oh, cualquiera que sea mi sino;
esperen a mis pasos la pena o la alegría,
tentado por amores o rodeado de tormentas,
tu imagen para mí jamás sabrá lo que es olvido.

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