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“¡Es el prestigio, estúpidos!

La economía de prestigio, para prosperar en ella sólo debe manifestar la grandeza


propia, su persona debe ser reconocida por todos y alabada tras prestar un favor
que provoque a otros una deuda con usted, creándole prestigio. Es esta
provocación a través de los favores la base de la competencia.

Con el AVE en 1988, tras un acuerdo con Francia, España se llenaba de orgullo
con la primera gran obra pública moderna. Era pues, la hora de hacer grandes obras
públicas, porque, qué mejor manera de ganar prestigio que por medio de
monumentalidades perfectamente visibles y mayormente innecesarias en el
momento. Para qué había que preocuparse entonces por la crisis, las familias que
ya no llegan a final de mes, quienes pasan frío en la calle…, cuando puedes
preocuparte por construir una nueva Roma y quedar en el libro de los famosos, o
más bien intentarlo, puesto que, el pueblo que realmente se acordará de quienes
intentaron ser emperadores llenos de fama recordará más bien a cobardes
egocéntricos. Pero qué más da si no hay dinero en Valencia después de las grandes
fiestas por ejemplo.

Necesitaban como Lucio Porcio construir cosas grandes que ni siquiera podrían
mantener poco después, pero solo llegaría la noticia a oídos del pueblo que se
había construido una magnífica obra pública.

Lo importante no es dar, por tanto, las cosas que necesita el pueblo, como
comida, agua, casa, abrigo…no, en absoluto, lo importante es darle aquello que no
sabían que necesitaban, como una estatua del alcalde, un estadio de fútbol más
grande…

Es así, como se da el Despotismo Ilustrado “Postmoderno”. Los valencianos no


sabían que necesitaban la ciudad de las Artes y las Ciencias, pero Barberá y
Zaplana sí, por tanto se lo dieron al pueblo, con el dinero del pueblo. De esta misma
manera, los ovetenses necesitaban el Palacio de Congresos de Buenavista…
Los políticos de la recién estrenada democracia se jactaban de que nunca harían
como Franco, pues hacía pantanos sólo para inaugurarlos, hasta que se dieron
cuenta que también eran para llenarlos de agua. Qué hicieron pues, tras olvidar que
las obras públicas deben servir primeramente para la utilidad, pues llevaron a cabo
un economía de prestigio muy mal entendida, o muy bien, depende desde qué punto
de vista hablamos. No es necesario ni siquiera, asegurar que los constructores y
arquitectos de postín estarán más que por la labor de colaborar y apoyar estas
prácticas y necesarias obras que proponen los gobiernos y que luego se manifiestan
en las cuentas y las deudas, que se perdonan como si hablásemos de un paquete
de pipas que cuesta setenta y cinco céntimos, que no le cobras a tu amigo.

Alabar el prestigio le faltó al alcalde de Sevilla cuando inauguró el Mercado de la


Encarnación, con una cubierta descomunal y un sobrecosto aún más descomunal.
España suma, solo en el siglo XXI, 6118 millones de euros en obras públicas
desproporcionadas, pero, qué se le va a hacer, los políticos necesitan medrar, ya
sea socialmente o por su ego.

Hay que mencionar sin falta a los amigos cuando hablamos de política. Quien
tiene un amigo tiene un tesoro. Así mismo quien tiene un cliente tiene un tesoro. El
cliente es el “amigo pobre”, aquel que está por debajo del otro, el llamado patrono.
Este patrono es perseguido por su cliente para obtener un beneficio. De esta
manera, ambos se retroalimentan, pero el cliente no olvida nunca su fragilidad e
inforioridad con respecto a su patrono.

En una relación como esta, el patrono ayudaría al cliente de manera económica o


con protección contra exacciones legales e ilegales. El cliente pagaría con interés
intangible, como por ejemplo con su voto. Y así, el llamado caciquismo está
presente. Puede el cliente también, mantenerlo informado de las maquinaciones que
otros tramen o puedes loar a su patrón. De esta forma se estimulan los lazos de
lealtad, se crea una buena voluntad y aumenta el nombre y la fama de su patrón,
cosa que beneficia al cliente de igual manera. Es parte del “contrato”, que el cliente
le sea leal solamente al patrón que le otorgue beneficios y créditos. Por esta razón,
en épocas de crisis, un patrón con menos poder y menos que ofrecer puede ser
abandonado por su cliente.
Es así como llegamos a la conclusión de que este clientelismo o relaciones de
amistad por conveniencia, se asemejan a la relación de un amo con su perro.

Cambiando de tema, poco se menciona tal y como es, que en España existe un
cuarto poder, el cual siempre ha sido muy proclive a entender que su modelo
económico se basaba en la sostenibilidad del poder, es decir, mientras mejor
posición tengan sus patronos (los políticos) mejor para ellos, así que, más vale no
dejarles mal en televisión.

Hablemos de la prensa pues, esa libertad de expresión y libertad de prensa que


tan existente es en España, realmente está atada al dinero y al clientelismo. Es ya
difícil encontrar una cadena de televisión, periódico… que no enmascare al menos
un tercio de la realidad, porque, admitámoslo, es mucho más atractivo tener dinero y
poder que informar leal y verdaderamente al pueblo, puesto que, al fin y al cabo el
pueblo nunca va a saber la realidad ¿no? ¿Cómo es que siempre critican a un
partido político y a otro que hace exactamente las mismas cosas le alaban? Simple,
un patrón es más poderoso que el otro. Ciertamente, la situación está cambiando de
alguna manera, ahora la prensa es más el patrono que el cliente y el poder político
es más cliente que patrón, por una sencilla razón: la prensa ha obtenido tanto poder
de sus antigüos patronos que tiene los medios para hundir a los nuevos. ¿ningún
político querrá información vergonzosa o perjudicial suya en la portada de un
periódico verdad?

El Estado mafia:

La honradez está casi extinta hoy en día, sobre todo en los Estados Mafia como
España, y dirán, ¿qué es eso de Estado mafia? Pues es muy sencillo. En una mafia,
cojan de ejemplo las películas, hay un máximo líder que obtiene beneficios de forma
ilegal y al que nadie está por la labor de parar. Este a su vez tiene multitud de
personas trabajando para él y quienes se benefician de la misma manera,
creyéndose igual de inmunes e importantes, pero la realidad es que ellos siempre
son los más cercanos a caer. Cuando un rey de la mafia se siente amenazado no va
a tener ningún reparo en sacar a la luz a sus compatriotas mientras asegure su
inmunidad, aquellos que creían que podían beneficiarse como otros mediante la
ilegalidad, se dan cuenta de su grave error. Es así, como en España existen
millones y millones de personas que acceden a progresar y sobrevivir de manera
ilícita, tomando como ejemplo a muchos otros, con más poder. Ya sea porque lo
hacen por voluntad propia o porque acaban por estar en una posición desfavorable
para elegir, terminan siempre por acceder a este tipo de vida deshonrada. Muchos
creen que si un alto mando puede vivir de manera injusta, ellos tienen el derecho a
hacerlo, como seres inferiores necesitan sobrevivir. No es un mal razonamiento
pues. Si queremos un Estado de igualdad, lo lógico es buscar dicha igualdad
siempre, incluso si significa cometer los mismos delitos de forma equitativa.
Desgraciadamente o por fortuna, las cosas no van así, porque realmente hay
igualdad mas tan solo cuando es por clases. Puede haber igualdad entre la clase
baja, o entre la alta, pero nunca la va a haber entre la clase alta y baja. Podemos
echarle la culpa a los partidos políticos, al sistema de gobierno, al capitalismo…
pero al final y en el día a día de ahora, unos pueden salir impunes de las acciones
ilícitas y otros ni pensarlo.

Caciquismo y clientelismo:

Surgieron dos tendencias en España en el siglo XIX: la de quienes se encuentran


preocupados por la existencia esencialista de España y quienes tratan de poner
cuerpo jurídico a una realidad empírica: la existencia de poderes fácticos de
influencia social, política y económica. Se trataba pues, de aplicar el principio de
romano de ius ex facto oritur, el derecho nace del hecho.

Se designaba así como “cacique” al señor de los vasallos o a algún superior en


general. Ya el propio Cervantes usaba esta palabra para referirse a las elites
locales, las cuales no tenían porqué ejercer un poder judicial sino que eran
“hombres de presión”. Más tarde se resumiría así: el cacique es “el representante de
un oligarca que en una provincia , distrito o Ayuntamiento ejerce funciones públicas
e ilimitadas, sin autoridad legal para ello, por medio e instrumentos de las
autoridades legalmente constituidas, puestas a sus órdenes por quien les dio el
cargo que ejercen”. Es decir, una estructura organizada desde arriba para gobernar
a los de abajo, como siempre.
Ahora, los caciques forman parte, directa o indirectamente, de un partido político,
y se turnan en las localidades y provincias y responden únicamente a los intereses
oligárquicos del pilar superior de la administración. Este, gestiona las clientelas e
intereses de los oligarcas centrales para que así, se amplíe la influencia de estos y
por consiguiente la suya, hasta adquirir el prestigio y la influencia de los mafiosos
insertos en la política.

Era el cacique la única vía posible para la interacción entre la Administración y el


ciudadano debido a la ausencia real de una cultura de representación política.
Aunque resulte duro de aceptar esta realidad, esta era una opinión mayoritaria a
comienzos de siglo XX, que sin red clientelar establecida, sancionada y controlada
por el Estado sería imposible la gobernabilidad y estabilidad del Estado. Es decir, se
dio una forma de adoctrinación en la que el pueblo creía de forma verdadera, que el
gobierno debería ser de unos pocos y sin tomar opinión ciudadana, porque ¿quién
va a saber más, un ciudadano que sabe la necesidad del pueblo y lo que es
realmente importante, o un miembro de la élite, que ha sido bien educado y posee
muchos recursos?

Las clientelas y los gobiernas:

Al igual que el Estado participa de los crímenes políticos mediante una estructura
que los necesita para sobrevivir, existe también una fórmula para privilegiar un
expolio de un sector de la población sobre otro, un ejemplo de explicarlo fácilmente:
Feudalismo. Esta forma de estructuración de la sociedad que ya se abolió hace
tantos siglos, ha seguido y sigue presente hasta nuestros días, de forma más
atenuada y enmascarada, pero sigue ahí.

Era legal la aplicación de medidas como las que tuvieron lugar en Reino Unido en
el siglo XIX o en España, que son el resultada de un Estado actuando de forma
mafiosa com ejemplifica la Ley de Fuga:

Ley de Fuga: permite ejecutar de forma extrajudicial o paralegal a un detenido en


caso de que trate de huir. Con frecuencia, se convirtió en una manera de
deshacerse de personas incómodas para el Complejo Político-Industrial.
Otra forma de actuación mafiosa “legal”, es la prohibición de la oposición política
de forma selectiva, es decir, permitiendo a unos partidos sí y otros no en función de
no solo los intereses particulares, sino de su capacidad de arrebatar votos
mayoritarios.

Algunos señalan además, como existe una fina línea entre Estado Mafia y
Burocracia en la cual determinantes acciones sancionadas por la ley se adscriben a
un comportamiento que bordea lo mafioso. Se trata de aquellas situaciones en las
que se aplica de forma rigurosa la ley en unos casos o cuando hay ciertos colores
políticos de por medio. Una de las formas de actuación mafiosa que suele poner
más en relación el Estado con este tipo de actuaciones es el empleo de fuerzas
represoras de carácter ilegal que cuentan con la convivencia de Estado Burocrático.

Para terminar, habría que aclarar que un mafioso no es un bandido. Aunque puedan
tener una relación intensa. Cercan, pero mientras el bandido va contra el poder
establecido y las normas, el mafioso en realidad busca consolidar posiciones dentro
del marco institucional. O sea, como hacen nuestros políticos hoy en día.

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