Abrahan Valdelomar - Tristitia La Danza de Las Horas Ele Hermano Ausente

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Tristitia

de Abraham Valdelomar

Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola


se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía,


el cielo la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría
y la muerte del sol una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía


el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado del mar,

y lo que él me dijera aún en mi alma


persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar...
La danza de las horas

de Abraham Valdelomar

Hoy, que está la mañana fresca, azul y lozana;


hoy, que parece un niño juguetón la mañana,
y el sol parece como que quisiera subir
corriendo por las nubes, en la extensión lejana,
hoy quisiera reír...

Hoy, que la tarde está dorada y encendida;


en que cantan los campos una canción de vida,
bajo el cóncavo cielo que se copia en el mar,
hoy, la Muerte parece que estuviera dormida,
hoy quisiera besar...

Hoy, que la Luna tiene un color ceniciento;


hoy, que me dice cosas tan ambiguas el viento,
a cuyo paso eriza su cabellera el mar;
hoy, que las horas tienen un sonido más lento,
hoy quisiera llorar...

Hoy, que la noche tiene una trágica duda,


en que vaga en la sombra una pregunta muda;
en que se siente que algo siniestro va a venir,
que se baña en el pecho la Tristeza desnuda,
hoy quisiera morir...
El hermano ausente en la cena pascual

de Abraham Valdelomar

La misma mesa antigua y holgada, de nogal,


y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual...

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual


mi madre tiende a veces su mirada de miel,
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa
pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,


la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría y el afán de reír

que animaran antaño la cena familiar;


y mi madre, que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar...

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