Grafton, A. El Lector Humanista PDF
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HISTORIA
DE LA LECTURA
EN EL MUNDO
OCCIDENTAL
bajo la dirección de
Guglielmo Cavallo y Roger Chartier
TAU RUS
PENSAMIENTO
Anthony f!RAFI'ON
EL LECTOR HUMANISTA
E110 de diciembre de 1513 Nicolás Maquiavelo escribió una car-
ta a su amigo Francesco Vettori. El año anterior, cuando el gobier-
no de Piero Soderini fue derrocado y los Médicis recuperaron el
control de Florencia, Maquiavelo había perdido todo lo que más
quería. Su intento de formar un ejército de ciudadanos había ter-
minado en fracaso. Después de alcanzar una posición de poder,
fue expulsado del gobierno. Sospechoso de conspiración, fue en-
carcelado, torturado y finalmente desterrado a su finca de las afue-
ras de Florencia, donde suspiraba por la política, charlaba y discu-
tía con sus vecinos ... y leía. Maquiavelo describió su vida intelectual
a Vettori con una viveza inolvidable:
\{4),
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EL l.ECTOR HUMANISTA ANTHONY GRAf~l ON
affanno, non temo la poverta, non mi sbigottisce la morte: tutto ini para Maquiavelo las principales fuentes y modelos de sabiduria
trasferisco in loro 1. práctica para st;i. propia época., Entre los autores en cuestión se e~
contraban filósofos como Cicerón y tal vez otros, pero la mayor1a
. eran historiadores: Plutarco, Tito Livio, Tácito. Evidentemente, Ma:-
LIBROS PARA IA PI.AYA Y PARA LA BATALLA quiavelo no leía sus texto~ en los cómodos libros de bolsillo publi-
cados por Aldo sino en las ediciones en folio o en cuarto que llena-
Los historiadores citan con frecuencia esta carta porque en ella ban las estanterías 'de los estudips de los sabios renacentistas. Los
se describe el proceso de composición de la obra más famosa de abordaba -su alegoríá lo pone Q.e manifiesto--- de manera com-
Maquiavelo: El príncipe. Pero no suelen citarla como documento pletamente distinta a como leía la poesía amorosa junto al manan-
de la historia de la lectura. Es una lástima, pues muestra gráficamen- tial. En ellos no busCaba distracción sino instrucción. Planteaba
te la diversidad histórica y física de los libros que leían los humanis- preguntas concretas e intentaba obtener respuestas perspicaces. La
tas del Renacimiento y la diversidad emocional con que abordaban formalidad y lucidez de su planteamiento, el interés no por los eté-
el acto de leer. reos sueños eróticos sino por la acción política práctica, se refleja vi-
Maquiavelo dice leer dos tipos de libros. El primero lo describe vamente en su alegoría de la lectura como foro de discusión.
con tal precisión que no deja lugar a dudas respecto a sus ca- Dos conjuntos de textos antiguos, dos maneras de leer: una de
racterísticas físicas o literarias. Se trata de las ediciones en octavo__--··--~~-- ellas parece reconocible al instante y la otra curiosamente remo-
de los clásicos - tanto en latín como en volgare-- que Aldo Manu- ta. Nos resulta fácil imaginar la lectura como medio de aliviar las
zio había comenzado a publicar durante la década anterior. Estos dificultades presentes y de estimular los sentimientos eróticos;
libros, impresos en caracteres itálicos que hacían posible la inclu- pero no tan fácil, probablemente, imaginarla como una serie de
sión de textos enteros en potas cientos de páginas de pequeño for-. lecciones capaces de guiar a un gobierno en su crisis final o de ex-
mato, llenaron de entusiasmo a los clientes de Aldo y llevaron a la plicar el fracaso de un ejército y de un Estado. Pero Maquiavelo
competencia, establecida en Lyón y en otras ciudades, a rendirle el practicaba ambos tipos de lectura sin aparente esfuerzo o dificul-
homenaje definitivo del plagio 2 . Contenían textos con prólogos y tad, y era capaz de elegir el modo de interpretación con la misma
a veces algunas ilustraciones, pero carecían de notas. Y evidente- facilidad con que elegía el texto al que pensaba aplicarlo. Nuestra
mente, Maquiavelo los utilizaba de la manera más simple, tal como misión es fácil de exponer, aunque dificil de ejecutar. Hemos de
utilizaríamos hoy los libros -menos clásicos pero igualmente situar la experiencia de Maquiavelo en un contexto más amplio.
prácticos-'- que nos llevamos a la ·playa en verano: como inedia de·- ---·--~·-·-·-~·-- ¿Qué otras posibilidades ofrecía el espectro de maneras de leer de
evasión de todo tipo de problemas. Servían de estímulo no para el los humanistas? ¿Cuáles eran las preferencias literarias y metodo-
pensamiento sino para la imaginación, como un entretenimiento lógicas de Maquiavelo?
que permitiese al lector despreocuparse por entero.
Maquiavelo describe alegóricamente el otro tipo de libros y de
estilos de lectura. Representa a los autores (y a sus personajes) "EL TEXTO SIN INTERMEDIARIOS"
como grandes hombres que se dignan hablar con él en su estudio,
pero no entra en detalles tan· insignificantes como pudieran ser Entre 1930 y 1970 los grandes investigadores europeos -en es-
sus nombres. Partiendo del grueso de El principey de otros textos, pecial Ernrin Panofsky, Hans Baron y Eugenio Garin- nos enseña-
sin embargo, podemos identificar esos libros con las obras de esta- ron que los humanistas habían transformado la lectura de manera
distas y generales griegos y romanos, cuyas acciones constituían uniforme y vigorosa 3. Los sabios medievales -nos explicaban-
1Maquiavelo, opere, III: Lettere, ed. F. Gaeta (Turin, 1984), pp. 425-426.
3 E. Panofsky, Renaissance and R.enaissances in Western Arl, Londres, 1970. E. Gario,
2M. Lowry, The World ofAldus 1Vlanutius (Ithaca, Nueva York, 1979).
L 'umanesivw italiano (Florencia, 1952) y Medioevo e Rin_ascimento (Bari y Roma, 1980}.
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habían leído un conjunto canónico de autoridades -Aristóteles y . el estudio del derecho romano. por considerar que- sus maestr'?s
sus escoliastas; las autoridades legales, médicas y teológicas; la Vul- eran incapaces,de ver o trans~itir la "historia" del derecho 5 . El
gata; las 111.etamorfosis de Ovidio; la Consolación de la filosofía de "''''"·········~--':-~··· y otros hum,anistas intentaron leer el original directamente. Habi-
cio- de manera uniforme. Pese a las numerosas diferencias de ori- . tualmente decían desconocer los comentarios medievales salvo
gen y de contenido, los lectores medievalés consideraban estos para hacer mofa de sus errores. La .necesidad de traspasar la corti-
textos como componentes de un siste1na único. Los intérpretes na que el orden antiguo i:riterponía entre el lector y el texto siguió
oficiales hicieron de ellos la base del sistema de argu1nentación e siendo un lugar común de la controversia humanística hasta el si-
instrucción conocido como escolasticismo. !,o lograron, sencilla- glo XVI. Mutianus Rufus ridiculi'zó el comentario clásico sobre la_
mente, considerando los textos no como obras de personas que Consolación de Boecio, atribuido entonces a santo Tomás, por
habían vivido en una época y lugar determinados, sino como con- pensar que Alcibíadés había sido una mujer. Erasmo satirizó las
juntos impersonales de proposiciones. Tras décadas de laborioso disparatadas conjeturas que encontraba en los comentarios me-
trabajo con el martillo y el cincel, dieron forma a un complejo con- dievales de la Biblia: "Convierten los árboles en animales de cua-
junto de muros y contrafuertes que precedieron, rodearon y sostu- tro patas y las alhajas en peces" 6 .
vieron los textos: introducciones, comentarios, tratados anejos. Una vez superado el obstáculo de la interpretación -afirma-
Este orden logró <lay un enfoque medieval a los textos antiguos ban Petrarca y sus discípulos-, el lector podía contemplar a los
más dispares. Desde el punto de vista de un humanista, ,<;in ~-mbffi:':-____ ~~~- antiguos tal como eran: no como auctoritates ahistóricas e intem-
go, la estructura contenía y se apoyaba en un error sistemático. Lo porales adaptadas al siglo XV, sino como personas que habían vivi-
que los comentaristas se habían propuesto no era explicar el texto do en un lugar y una época determinados. En el texto genuino los
en sí mismo, sino actualizar su contenido. Si el Corpus iuris mencio-. antiguos volvían a la vida con todos sus atributos, vestidos a lama-
naba a sacerdotes y pontijices, por ejemplo, el comentarista Accursio - nera antigua y situados en escenarios clásicos, exactamente igual
pensaba que hacía referencia a los presbíteros y obispos de la Iglesia que los héroes de un fresco de Mantegna. Durante mucho tiempo
cristiana que él conocía, y hallaba en los textos antiguos el prece- los historiadores se tomaron toda esta retórica al pie de la letra.
dente de las costumbres modernas 4 . Los textos, en definitiva, si- Describían a los humanistas leyendo a los clásicos "directamente'',
guieron siendo populares no porque describiesen un mundo anti- "tal como eran"; como innovadores que trataban los libros no
guo, sino porque se adaptaban a las necesidades de uno moderno. como los elementos a partir de los cuales podrían construir un
Y el propio envoltorio que garantizaba su utilidad distorsionaba n1oderno sistema de ideas, sino como una ventana a través de la
también su contenido. Un complejo entramado de hipótesis-e ins..:: ·----~ . -··-- cual podrían conversar con los venerados difuntos. Petrarca, al fin
tituciones, que tomaba forma material en el sistema de glosas, los y al cabo, llegó a escribir cartas a los antiguos, expresando a Virgi-
aproximaba más al sistema escolástico de instrucción que a su épo- lio su respeto por la virtud casi cristiana del poeta latino y manifes-
ca y lugar históricos. tando a Cicerón su estupor por la participación del gran orador
Desde el principio, los humanistas se dispusieron a resc~tar a· en el griterío de la política. Y, que yo sepa, uno se cartea con las
los clásicos del fortificado hortus conclusus en el que habían sido en- personas, no con los libros.
cerrados por los comentarios medievales. Los humanistas afirma- En realidad, sin embargo, tal como sugiere el caso de Maquia-
ban que los glosadores habían distorsionado sistemáticamente el velo los humanistas leían los textos clásicos de muchas formas <lis-
sentido original de los textos. Petrarca, por_ ejemplo, abandonó tín~. Quien desease tratar la poesía antigua como un pasatiempo
podía hacer lo mismo que Maquiavelo: llevarse un pequeño Ovidio
Algunas consideraciones sobre este corpus literario pueden encontrarse en A. Graf-
ton, Defenders ofthe Text (Cambridge, Massachusetts, 1991), cap. l.
4 5Petrarca, "Posteritati", Opere, ed. G. Ponti (Milán, 1968), pp. 886-900.
Budé atribuyó esta costumbre a la "ignoran tia Accursii vel saeculi potius Accursiani,
qua e hac aeta te ridicula est"; vid. E. H. Kantorowicz, The King's Two Bodies (Princeton, 6Erasmo, Methodus, ed. y trad. G. B. Winkler, Ausgewiihlte Werke, ed. W. V\Telzig, III
Nueva]ersey, 1957),p.126. (Dannstadt, 1967), p. 50.
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ilustradores cuyos conocimientos no los capacitaban plenamente impresos más puramente humanísticos no representaban el resurgi-
para ofrecer letras e ilustraciones históricamente exactas hacían lo miento de algo antiguo, sino.la invención de algo nuevo. Entre sus
que podían. Durero, por ejemplo, intentó representar un teatro materiales había elementos genuinamente clásicos utilizados con
romano para una edición estrateburgense de Terencio y cometió nuevas finalidades, como las mayúsculas epigráficas que caracteriza-
el error de hacer a los actores demasiado grandes y los asientos ban los títulos, encabez~ientos e índices de materias. Pero los co-
demasiado pequeños porque se basó en un boceto en el que no se pistas y escritores resucitaron· también ciertos recursos medievales
reflejaba la escala del original rn que habían caído én desuso. Su~caligrafia no imitaba la escritura an-
Tal vez sea aún más importante el hecho de que el libro impreso tigua (pues no había niinúscula clásica que imitar), sino la minúscu-
era capaz de evocar un abanico más amplio de situaciones y activi- la de los manuscritos carolingios, tan sobria por su fonna como
dades que el manuscrito al que imitaba. Uno de los primeros clien- poco clásica por su origen. Las nuevas modas y estilos, como la cursi-
tes de Aldo Manucio, Sigismund Thurzo, escribió desde Budapest va y las letras floreadas de muchas portadillas, aumentaban el atracti-
en 1501 que los nuevos libros de bolsillo aldinos le babían hecho vo de los libros renacentistas. Indudablemente, los copistas e impre-
cambiar la forma de entender, si no la vida, al menos la literatura: sores componían textos que paredan clásicos a sus lectores. Pero,
como todos los clasicismos, el suyo incorporaba tanto valores estéti-
Pues como mis muchas actividades apenas me dejan tiempo que cos de su propia época como métodos y modelos genuinamente an-
dedicar a los poetas y oradores en mi casa, tus libros-tan manejables tiguos. En su forma definitiva, el libro del humanista era el resultado
que puedo leerlos mientras camino e incluso me permiten galantear de complejas negociaciones entre diversas partes. Los cartolai, los co-
cuando se presenta la ocasión- constituyen para mí un placer muy . pistas, los artistas y los eruditos tenían cada uno su punto de vista, y
especial 19 . los modelos medievales que se siguieron usando parcialmente ejer-
cían de manera sutil su propia atracción, llevando a los copistas y es-
El nuevo libro, austero y elegante, práctico y manejable, se ha- critores a emplear abreviaturas y sistemas de puntuación que hoy no
bía convertido en la norma. Y la variedad de contactos de Ma- nos parecen nada clásicos.
quiavelo, en escenarios formales e informales, con libros grandes En segundo lugar, los humanistas siguieron utilizando muchos
y pequeños, parece típica de su círculo. No había más que un libros que no tenían físicamente el nuevo formato. Petrarca adora-
paso entre sus lecturas de poesía amorosa en el campo y las de los ba su copia de Virgilio, que hoy se encuentra en la Biblioteca Am-
jóvenes galanes descritos por las rameras en los Ragionamenti de brosiana; a ella confió su tristeza por la muerte de Laura y la fecha
Aretino, apiñados en la calle bajo la ventana de una joven dam-a, --- -----~--·---· de su primer encuentro. Pero ese vasto manuscrito, como señala
con sus ejemplares de Petrarca en la mano. En cierto modo, por Petrucci, era en realidad un manuscrito "moderno" -es decir, me-
tanto, la historia del libro sugiere que los humanistas del Re- dieval- con anacrónicas ilustraciones realizadas por Sirnone Mar-
nacimiento abordaron realmente los clásicos de una manera tini 20 . Y esta segunda forma medieval de texto clásico -textos lite-
completamente nueva y mucho más directa. rarios más que técnicos, redactados en letra gótica, a meriudo
No obstante, los historiadores del libro han cuestionado también provistos de ilustraciones en las que los personajes llevan ropas mo-
el optimismo de los historiadores del pensamiento en un aspecto dernas, y destinados más a los lectores cortesanos que a los erudi-
fundamental. Han demostrado que la fonna en que los humanistas tos- ejerció una gran influencia en el Renacimiento, incluso cuan-
trataban los libros clásicos -ya fueran grandes o pequeños, manus- do ya se había prescindido de las audoritates en la universidad. Los
critos o impresos, de poesía amorosa o de historia romana- era humanistas florentinos más puristas despreciaban las ilustraciones;
todo menos clásica. En primer lugar, incluso los manuscritos y libros
20 A. Petrucci, "L'antiche e le moderne carte: imitatio e renovatio nella riforma grafi~
18
F. Anzelewsky, Dürer-Studien (Berlín, 1983), pp. 182-185. ca umanistica", en &naissance- und Humanistenhandschriften, ed. J. Autenreith et al.
I\J P. de Nolhac, Les correspondants d'Al.de Manuce (Roma, 1888), p. 26. (Múnich, 1988), pp. 4-5.
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pero a los lectores cortesanos de Milán y otros Estados septentriona- Incluso los textos más humaJ1.Ísticos recuerdan menos los cáno-
les les agradaba que sus antiguas y elocuentes historias latinas, aun- nes antiguos ql!-e los cánones. renacentistas del buen gusto y la
que los textos fuesen clásicos, estuvieran decoradas con las grandes elegancia. Muchos aUtores italianos combinaban deliberadamente
iniciales iluminadas de los romances medievales. En el famoso ejem- ,}as convenciones clásicas con las contemporáneas, las humanísticas
plo de un Plutarco italiano que hoy se encuentra en la Biblioteca Bri- con las caballerescas. Y en muchos círculos no italianos, desde Dijon
tánica, Marco Antonio lleva la armadura de un caballero, Sertorio es hasta Cracovia -<londe laS tradiciones medievales y renacentistas,
asesinado ante un tapiz en un banquete medieval y Pirro halla l~ vernáculas y latinas,·convergían c¡>mo corrientes de distinta tempe-
muerte entre las torres y murallas de una ciudad italiana 21 . ratura en el océano-, se formaban todo tipo de remolinos. Nuevas
En el corazón mismo del clasicismo renacentista, por tanto, coexis-: combinaciones de rasgos clásicos y modernos, cosmopolitas y ver-
tían las convenciones medievales y renacentistas, el deseo de actuali- náculos aparecían tarito en los márgenes como en la letra manus-
zar el mundo antiguo y el de reconstruirlo tal como era. En 1481, crita o impresa. Los magníficos experimentos editoriales realizados
explica Petrucci, el estilo clásico y el contenido clásico coinciden en para Maximiliano I por Durero y otros artistas -su jeroglífico Arco
una copia de Esopo realizada para la corte aragonesa por Cristoforo de triunfo, el Weisskunig, el Theuerdank y el inacabado Devocionario--
Maiorana: "perlo principio," dice el libro de oro, "ha fatto con spiri- constituyen magníficos ejemplos 25 .
tello, animalii et al tri lavuri antichi et in la Hetera grande sta un horno Al igual que los intérpretes, en definitiva, los eruditos no experi-
anticho" -seguramente el propio Esopo, vestido all'antica--2 ~.---El ---·--··~--- mentaron o representaron el mundo antiguo tal como era real-
lector de este Esopo sabria desde el principio que se encontraba ante mente. Lo recrearon con imágenes que les parecían coherentes y
un escritor antiguo. Pero el lector del Esopo florentino de Gherardo agradables. Nadie diría que su labor fuera insignificante; constitu-
di Giovanni, del mismo periodo, que ahora se encuentra en la Spen- yó, de hecho, una revolución estética en el_ tratamiento y presenta-
cer Collection de la New York Public Library, habría llegado a la ción de textos literarios 26. Pero también constituyó tanto una cons-
conclusión opuesta. Habría visto a Esopo retratado como un hombre trucción imaginaria de un paraíso perdido como una recreación
moderno (y bastante bien alimentado, por cierto). Yhabría visto a los histórica de una sociedad perdida. Y las dos formas en que Maquia-
personajes humanos y animales de Esopo representados con las ro- velo se acercaba a sus clásicos-poetas eróticos en octavo menor, y
pas y en los escenarios más actuales. Recorrían un paisaje toscano, ha- estadistas en grandes y austeros infolios; en ~l plácido sosiego del
bitaban edificios florentinos y cazaban extramuros de una ciudad do- campo los unos y en la exigente actividad intelectual del studiolo los
minada por un duomo. Incluso un jabalí afila sus cohnillos en una otros- reflejan los aspectos económicos y estéticos de la actividad
moderna muela giratoria. Sólo los dioses parecen antiguos: blancos, editorial en el Renacimiento.
desnudos y provistos de todos sus atributos. E incluso se mezclan y ha- ¿Cómo pasamos entonces de la diversidad y volubilidad de la
blan con los hombres y mujeres toscanos. El resultado, tan estético experiencia individual a las condiciones normales de la lectura hu-
como anacrónico, es una evocación espectaculannente atractiva de manística? ¿Cómo podemos identificar lo que realmente cambió y
un mundo antiguo que se sitúa junto al presente y tiene bastante
poco de clásico 23 . No es de extrañar, por tanto, que los esquemas de- cripts in theFifty Years after the Invention of Printing, ed.J. B. Trapp (Londres, 1983),
corativos clásicos no reemplazasen siempre a los medievales en tradi- pp. 97-106.
ciones textuales específicas 24. 2 5 Con relación a Maximiliano, vid. J.-D. Müller, Gedechtnus (Múnich, 1982). Para
otros estudios comparativos, vid. M. B. Winn, "Antoine V~rard's Presentation Ma-
21
nuscripts and Printed Books", en Manuscripts in the Fifty Years after the lnvention of
C. Mitchell, A Fifteenth Century Italian Plutarch (Londres, 1961).
Printing, ed. Trapp, pp. 66-74; P. Spunar, "Der humanistische Kodex in BOhmen
22 Petrucd, L 'antiche e le modeme carte, p. 11. als Symbol der antiken (fremden) Kultur", en Renaissance- und Humanistenhand-
23 The MediciAesop, ed. E. Fahy {Nueva York, 1989). schriften, ed. Autenreith et al., pp. 99-104.
24Con relación al caso de Plinio, vid. L. Armstrong, 'The Illustrations of Pliny's 26E. H. Gombrich, "From the Revival ofLetters to the Reform ofthe Arts", en Es-
Historia naturalis in Venetian Manuscripts and Early Printed Books", en Manus- says in the History ofArtPresented to RudolfWittkower (Londres, 1967), pp. 71-82.
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lo que permaneció estable en el mundo del libro? Sólo una gran cerles lo que pedían, como -lo _veremos más adelarlte- en un
cantidad de investigaciones complementarias puede proporcio- sentido más pfofu_ndo. . '
namos la información que buscamos. Debemos estudiar los ~UlSl<JS--ch·C-'h-:c I,os historiadores 'tienden a comparar la transformación del
e investigar las actividades de los intermediarios que elegían los mundo de los libros por medio de la imprenta con los últimos
textos y establecían las características físicas de los libros humanís- años de la revolución industrial. El sistema de producción artesa-
ticos que se iban a hacer más populares 27 . Debemos entrar nal, en virtud del cual cada libro se confecciona para un solo
-·· ,. . .•_:ce.e . ·-····
aula y escuchar el monótono canturreo del maestro y sús alumnos cliente, es reemplazado por un sis}ema industrial. La venta al por
mientras repasan incansablemente los textos normativos. Sólo así mayor sustituye a la venta al por m~nor, la producción uniforme
seremos capaces de valorar el duro aprendizaje que llevaban a cabo en masa reemplaza a la técnica artesanal de los copistas. El libro se
los humanistas para poder abordar la lectura de cualquier libro convierte así en la primera de las muchas obras de arte que son
clásico o clasicista. Finalmente, debemos seguir a algunos huma- alteradas fundamentalmente por la reproducción mecánica. El
nistas concretos hasta su estudio y observar cómo usan sus libros. lector ya no tiene ante sí un preciado objeto personal para el cual
Sólo así, en definitiva, llegaremos a entender el formato que los ha elegido la letra, las ilustraciones y la encuadernación, sino un
humanistas daban a los textos más importantes, o las herramientas objeto impersonal cuyas características han sido establecidas de !
intelectuales mediante las cuales extraían el significado de éstos, antemano por otras personas. La carga emocional que posee el li-
por no mencionar la interacción entre an1bas. Aunque debamos- ------~ bro como objeto procede del lugar que ocupa en la experiencia
pagar un precio muy elevado para contemplar estas escenas de un personal de su propietario, de los recuerdos que evoca, más que
pasado perdido, la recompensa será muy gratificante. Tal vez lle:- de sus propias características físicas 28 . Algunos contemporáneos,
guemos a valorar de otra manera las fuerzas que configuraban-la como el cartolaio Vespasiano da Bisticci, deploraban estos cam-
lectura en el momento en que los intelectuales europeos con- bios. Vespasiano denunció los antiestéticos y efímeros productos
sideraron por última vez los libros como la principal fuente de da- de la imprenta, que le parecían indignos de ocupar espacio en
tos e ideas. una gran biblioteca. Otros, como Erasmo, estaban entusiasmados
con ellos. Nadie, ni siquiera Tolomeo Filadelfo -escribió Eras-
rno-, había prestado tan gran servicio a la c;:ultura como Aldo Ma-
Los INTER!vlEDIARIOS: CARTOLAJ, HvlPRESORES Y LECTORES nucio. Si el gran rey había construido una única biblioteca que
fue finalmente destruida, Aldo estaba construyendo una "biblio-
Los libros no surgían por partenogénesis. Los empresarios y 0 r•· ····~···---··· teca sin muros" que sería accesible a todos los lectores y sobrevivi-
merciantes contrataban y daban instrucciones a los copistas, cajis- ría a cualquier cataclismo. Ambas partes coincidían en que la im-
tas e iluminadores que los fabricaban. Y quienes dominaban la eco- prenta transformó los fundamentos de la lectura; o, al menos, eso
nomía editorial también tenían mucho que ver con el aspecto y la es lo que suelen decir los historiadores 29 .
forma de los libros que leían los humanistas. Estas circunstancias Esta opinión, largamente admitida, omite muchos datos vitales.
-aplicables evidentemente a la era de los libros impresos- tam- Los libreros o cartolai de la Italia renacentista, como han demostra-
bién son válidas para la era de los manuscritos que la precedió. Por do recientemente R. H. Ro use y M. Rouse, cumplieron una función
otra parte, los clientes también influían en los libros que compra- de intermediarios entre los autores antiguos y los lectores moder-
ban, ·tanto en el sentido normal de que los libreros intentaban ofre-- nos, y su aportación resultó tan importante como la de los impreso-
res. Sus criterios literarios fueron seguidos por la inmensa mayoría
27
Para analizar dos perspectivas sobre la importancia del intermediario, vid. R. C.
Darnton, The Kiss oJLamourette (Nueva York, 1990), pp. 107-187; L. Hellinga, "Ma-
2sw. Benjamin, "Unpacking my Library'', en Illuminations, trad. H. Zohn (Lon-
nus cripts in the hands of printers'', en Manuscripts in the f'ijty Years after the Inven- dres, 1970), pp. 59-67.
tion ofPrinting, ed. Trapp, pp. 3-11. 29 Vid. E. Eisenstein, The Printing Press as anAgent ofChange (Cambridge, 1979).
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EL LEClOR HUMAL"\./ISTA AvrHONYGRAI-TON
del público lector 30 . Los cartolai dominaron la producción y venta vacía para laflltura inclusión de un emble1na heráldi~o" 32 . El hecho
de libros manuscritos durante los pri1neros años del siglo xv; a par- de que las guil;naldas o roele& estuviesen Vacíos indica que la orna-
tir de 1450 colaboraron frecuentemente con los impresores, eJ<'f- ---,---'-'-i--'- mentación se hacía tan en- serie como los textos a que precedía. El
ciendo a veces como tales. Al igual que otros empresarios tardome- propietario individual podía insertar sus blasones en ese espacio al
dievales y renacentistas, ellos trabajaban a gran escala. Compraban comprar el libro. Pero la presentación general de los libros -y la
grandes cantidades de papel o vitela, que solía ser el elemento m.ás conveniencia de aplicar, a los textos clásicos la típica decoración
caro en la producción de libros. Contrataban a -copistas e ilumina- renacentista all'antica- era dict,ada por los empresarios que ponían
dores y seleccionaban los textos con que trabajaban los artesanos; y el dinero, no por los lectores. Evidentemente, pues, los impresores
producían habitualmente 1núltiples copias de obras individuales, que dejaban espacio para ese tipo de decoración en sus productos
no porque se las solicitaran los clientes, sino para abastecer sus li- en serie -o imitaban a los cartolai dejando que el iluminador relle-
brerías con vistas a la venta al por menor. Ciertamente, los cartolai nase las iniciales en cada caso individual- simplemente hacían su-
no se anticiparon a las ferias del libro de la era de la imprenta. En yas las costun1bres de los empresarios de la era de lOs manuscritos:
otros aspectos, sin embargo, prepararon el camino que iban a seguir igual que contrataban para decorar los libros impresos a los mismos
los impresores. Producían grandes cantidades de libros de manera copistas que habían iluminado los manuscritos 33 .
especulativa. Anunciaban su mercancía sistemáticamente y comba- Abundan los ejemplos en que los cartolai toman decisiones en
tían la competencia-de los intrusos, tal como harían más tarde---10s ------~--··-· cuestiones estéticas. Ningún otro texto describe mejor la actitud de
impresores 31 . Ante todo, colaboraban con sus empleados y sus los libreros que las memorias de Vespasiano, esa gráfica colección
clientes para crear un catálogo de los libros más meritorios y esta- de apuntes bibliográficos en la que se inspiró Burckhardt para es-
blecer unas pautas de formato. cribir La cultura del renacimiento en Italia. Vespa.o;;iano figura habitual-
Los Rouse nos explican que los cartolai no sólo seleccionaban los mente en los textos sobre la historia del libro como un reaccionario
textos, sino que también elegían las iluminaciones que les conferían tenaz, un entusiasta de los hermosos libros tradicionales y un ene-
ese sello clásico. Los ejemplares más artísticos se realizaban por migo acérrimo de la imprenta. Vespasiano recordaba con orgullo
encargo. l_.os magníficos frontispicios de los grandes manuscritos que la biblioteca de Federigo da Montefeltro estaba formada exclu-
renacentistas de Urbino y otras ciudades -en los que, sobre un de- sivamente por manuscritos: "In quella libraria i libri tutti sono belli
corado clásico, los autores, eruditos y mecenas presentaban los tex- in superlativo grado, tutti iscritti a penna, e non v' e ignuno a stam-
tos- eran los inás solicitados. Algunos de los pintores más creativos 1
pa, che se ne sarebbe vergognato" 34 . Y aparece como empresario
de Italia, como Botticelli, también iluminaron manuscritos. ótfis~- . --·---_--:---··- en un único y famoso caso: el de la biblioteca de Cosme de Médicis,
formas de decoración, sin embargo, se realizaban a gran escala. Los que creó sin tener en cuenta los gastos en sólo veintidós meses, con-
cartolai ofrecían muchos de sus productos con un "frontispicio pro- tratando a cuarenta y cinco copistas para que hicieran el trabajo.
ducido en serie, que parecía casi de cadena de montaje [ ... ] frontis- Parece un personaje nostálgico, obsesionado como un Chesterton
picios bianchi gi,rari, que constan de un marco dividido en dos, tres o o un Belloc renacentistas con un pasado imaginario: una ciudad
cuatro partes y formado por sarmientos entrelazados, generalmente_ limpia donde el único ruido procedía de las canciones de los felices
con dos amorcillos en la parte inferior que sostienen una guirnalda artesanos que trabajaban para honrar a Dios.
30
M. A. Rouse y R. H. Rouse, Cartolai, Jlluminators and Printers in Fifteenth-Century
32 Rouse y Rouse, o-p. cit., p. 58.
ltaly (UCLA University Research Library, Department of Special Collections, Oc- 33Para obtener 1nás ejemplos de la proyección de estas costumbres, vid. Arms-
casional Papers, l; 1988). trong, 'The lllustrations of Pliny's Historia naturalis".
31 34
Con relación a Ja publicidad en la era de Jos manuscritos, vid. Der Deutsche Buch- Vespasiano da Bisticci, Vite de uomini i'llustri del secok> XV (Florencia, 1938),
handel in Urkundenund Quellen, ed. H. Widmann et al. (Hamburgo, 1965), 1, pp.15- pp. 108-109. Sobre Vespasiano, vid. G. M. Cagni, Vespasiano da Bisticci e il suo episto---
16 y H. Widmann, Geschichte des Buchhandels vom Altertum bis zur Gegenwart (Wiesba- lario (Roma, 1969), y A. C. de la Mare, \lespasiano da Bisticci, Historian and Bookseller
den, 1975), 1, p. 37. (Londres, 1965).
298 299
EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAFTON
En realidad, sin embargo, estas versiones de Vespasiano se ba- de Vespasiano y otros humanistas convirtieron esta obra en el
san en una selección muy limitada de sus comentarios acerca del principal librQ de consulta i;_lel Renacimiento italiano, tal como
mundo de los libros. Dibujó un cuadro de contornos mucho más·····-·-···-~·" demuestr4n los numerosos manuscritos de lujo -todos ellos in-
definidos, un retrato colectivo de personajes astutos que operaban servibles desde el punto de vista académico- que se conservan.
en un mercado literario competitivo y codicioso, donde los fre- Cuando el hijo de Federigo da Montefeltro -Guido- se precia-
cuentes informes reflejaban la cotización de cada escritor en la Bol- ba de su dominio de la C-eografía, demostrando que era capaz de
sa de la fama. También se jactaba, de manera aún más significativa, localizar cualesqúiera dos luga,_,res en los mapas y señalar la distan-
de que él (y otros cartolai) eran capaces de reconocer un best seller cia que los -separaba, ·estaba siguiendo una moda cultural que se
potencial y de que su intervención resultaba vital para el futuro del había iniciado en la tienda de un cartolaio 37 . No es de extrañar
libro y del autor. De la nueva redacción de la Crónica de Eusebio y que los impresores siguieran pronto el ejemplo de Vespasiano,
Jerónimo por parte de Sozomeno de Pistoia dice, por ejemplo, que, publicando ediciones que imitaban la forma y el tamaño de los ma-
tras realizar un excelente trabajo, Sozomeno "non si curava darne nuscritos y que todavía empleaban ilustradores, como en el caso
copia". Afortunadamente, Vespasiano intervino: "Sollecitato e con- famoso de las ediciones de Ulrn de 1482 y 1486, para colorear cada
fortato da me, la dette; e fu di tanta riputazione, che la mandó per mapa a mano 38 .
tutta Italia, e in Catalogna, e in Spagna, in Francia, in lnghilterra, e Los intermediaras, por consiguiente, contribuyeron a modelar
in corte di Roma" 35 • Incluso en el mercado de libros manuscritos~--·-·-------- la experiencia de la lectura de todos los intelectuales renacentis-
era necesaria la presencia de un intermediario de talento para cum- tas. Ylos intermediarios habían manifestado sus preferencias. Les
plir la función característica del buen editor: identificar el libro gustaban los materiales ricos: así lo demostró Vespasiano -con el
"apasionante" cuyo potencial el autor y el propio editor no habían- buen ojo para las texturas característico de los florentinos-, delei-
sabido reconocer. tándose en los brocados de oro y los forros de tela escarlata de los
Publicar un libro de éxito, por otra parte, no consistía sola- libros de Federigo. Hablaba incluso con entusiasmo de las elegan-
mente en elegir un texto de calidad. Tanto entonces como ahora, tes lettera antica, carta di cavretto, iluminaciones y encuadernación
era necesaria una infraestructura adecuada para poder aprove- que Matteo Palmieri emple,ó para la única copia de su herética
char todo el potencial del libro. Vespasiano menciona, por ejem- La ciudad de vida, que guardó bajo llave hasta su propia muerte:
plo, que e] florentino Francesco di Lapacino intuyó el posible una obra que no se publicó -acertadamente, en opinión de Ves-
interés de un texto tan valioso como dificil: la Geografía de Tolo-: pasiano- en el Renacimiento 39 . Los editores e impresores imita-
meo, que fue traducida al latín a comienzos del siglo XV pero h1e··-···---·~·-'-··"--· ban a los cartolai; sacaban ediciones limitadas en vitela para espe-
go cayó en el olvido porque "fu fatto i1 testo sanza la pittura". Los cialistas así como otras más grandes en papel para el mercado
manuscritos griegos, por el contrario, tenían un formato especta- ordinario, y contrataban a los iluminadores más hábiles para satis-
cular con una gran cantidad de espléndidos mapas. Francesco se facer las exigencias de determinados clientes especiales. Koberger
ocupó "di fare la pittura di sua mano'', y de proporcionar los equi- debió de ser uno de los primeros que contó con su propio encua-
valentes latinos de los nombres de lugar griegos. Dio así al atlas de dernador, el cual forró las tapas de multitud de copias de la Crónica
Tolomeo su popularísima forma canónica: "da qual ordine sono de Nurembergen vitela. A mediados del siglo XVII,Joan Blaeu produ-
usciti inifiniti volumi che si sono di poi fatti, e ne sono andati infi- jo el "libro más caro del mundo", su Atlas maior, con láminas colo-
no in Turchia" 36 . Vespasiano sabía, en definitiva, que el formato y readas o sin colorear, y en vitela tradicional con estampación en
esplendor de los mapas -más que la versión latina del texto-
era lo que confería personalidad al texto de Tolomeo. El estudio 37 Jbíd.,
p. 112.
38Vid. Clnudii Ptolemaei Geographiae Codex UrUnas Graecus 82, ed. J. Fischer, S. J. Tomus
35 prodromus (Leiden, LeipzigyTurín, 1932).
Vespasiano, Vite, p. 528.
36 !&íd., 39 Vespasiano, Vite, pp. 108-109, 524.
p. 539.
'
•.. 1
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C!I
EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAFfON
oro u otro tipo de encuadernaciones especiales en terciopelo púr- gían para los buenos libros, y un lector culto sabía que tenía que
pura y otras telas de lujo 40 • Los propietarios-entre los que se en- pagar por.ellqs. La encuader,nación de 1-Ujo se convirtió en una es-
contraban un pirata bereber, el almirante Michiel de Ruyter y el pecialidad -incluso en una obsesión- para los libreros renacen-
sultán de Turquía- conocían perfectamente el valor de este teso- tistas. Los grandes coleccionistas, desde Federigo da Montefeltro a
ro bibliográfico, como se desprende de las espléndidas vitrinas en Renato d'Angió, de Grolier hasta De Thou, fomentaron el desa-
que algunos de ellos guardaban sus ejemplares. rrollo de nuevos estilos de decoración y nuevos métodos de estam-
Los intermediarios influían así en el tratamiento que sus clientes pación sobre piel o vitela. Errwleaban a artistas famosos a fin de
más importantes daban a los libros. Por una parte, dejaron claro que que diseñaran intrincados dibujos para las tapas de piel que pro-
el aspecto exterior de un libro decía algo sobre su contenido y sobre tegían sus libros. Los dibujos de las monedas y medallas antiguas
el público a que iba dirigido. Del mismo modo que un intelectual de les daban habitualmente un aire clásico, y el nombre, las iniciales o
1991 no espera lo mismo de las sobrias portadas blancas de Galli- el lema del propietario, que solían figurar como parte de la orna-
mard que de las llamativas creaciones de Zone Books, así también las mentación, identificaban al mecenas cuyos gustos estaban siendo
expectativas de un intelectual de 1491ó1511 variaban según se trata- 1 presentados. El libro que pertenecía a un gran hombre se distin-
se de un libro escrito en letra humanística o en letra gótica, con o sin !! guía ciertamente por la cubierta. 'E incluso la gente normal consi-
notas, en folio o en octavo, magníficamente iluminado o sobriamen- deraba de mal gusto tener un libro con cubiertas de papel. "No
te impreso, publicado por Vespasiano o por Aldo. Los escritores sabí,., _____ -~~ ~_,,
1
puedo leer libros que no estén encuadernados", dijo José Escalíge-
an perfectamente que la forma del libro podía garantizar su venta y ro cuando hizo la rara excepción de leer una polémica dirigida
predisponer al lector. Erasmo escribió aAldo en 1507 manifestándo- f contra él y un amigo suyo por el jesuita Serarius. El catálogo de su
le su convencimiento de q11e una edición aldina de sus traducciones biblioteca, realizado para su venta en subasta el 11 de marzo de
de Eurípides le daría la inmortalidad, "especialmente si están llnpre- 1609, confirina esta afirmacióri. De los casi 250 libros que conte-
sas con tus pequeños caracteres, que son los más elegantes del mun- nían sus notas marginales, ni uno solo figura en la sección de "libri
do": "tuis excusae fonnulis [ ... ] maxime minutioribus illis omnium incompacti" 43 . El libro era, por consiguiente, desde que entraba
nitidissimis" 41 • Un siglo y medio después, Nicolaas Heinsius suplica- en una biblioteca pública o privada, tanto un objeto precioso
ba a sus impresores, los Elzevirios, que no embutiesen su edición de como una posesión personal: el punto de intersección entre la cul-
Ovidio en aquel formato tan pequeño e ilegible 42 . Ambos coincidían tura y el estilo individual 44 •
en que el formato y la tipografía eran muy importantes. El lector culto, por otra parte, aprendía de los fabricantes de li-
Por otra parte, los cartolai y los impresores que seguían su ejem:--- bros a adornar no sólo sus cuerpos sino también sus caparazones.
plo defendían también otra serie de prácticas; una de ellas nos re- Como hemos visto, tanto los cartolai como los impresores daban
sulta bastante más ajena que las anteriores. Sugerían que el lector por hecho que los clientes ricos querían insertar su escudo de ar-
culto no se limitaba a comprar un libro hecho en serie y a consu- mas en las portadas de los libros. También sabían que tales clientes
mirlo tal cual, sino que lo personalizaba. En primer lugar, el lector deseaban que las páginas iniciales del texto ilustrasen su conteni-
culto normalmente mandaba encuadernar sus propios libros. Como do de manera adecuada: con un marco de hojas de parra o ele-
hemos visto, los materiales lujosos o duraderos eran los que se ele- mentos clásiCos, con personajes históricos, mitológicos o moder-
nos que iluminaran su contenido. Los clientes más perspicaces no
4°C. Koen1an,JoanBlaeu and his Grand Atlas (Amsterdam, 1970).
43
41
opus epistolarnmDes. E.'rasmi IWterodami, ed. P. S. Allen et al. (Oxford, 1908-1956), Vid. TheAuction Catalogue ojtheLibrary• off] Scaliger, ed. H.J. dejonge (Utrecht,
l. p. 439. 1977).
42 44
Correspondance de jacques Dupuy et de Nicholas Heinsius (1646-1656), ed. H. Bots (La Vid. E. Diehl, Book&inding: its Background and Technique (Nueva York, 1980);
Haya, 1971), p. 78; F. F. Blok, Nicolaas Heinsius in dienst van Christina van Zweden A. Hobson, Humanists and Bookbinders (Cambridge, 1990}; y la reseña de J. B. Trapp
(Delft, 1949). pp. 92-99. sobre Hobson, TLS, 17 de mayo de 1991.
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EL LE(."TOR HUMANISTA .ANfHONYGRAFTON
escatimaban recursos en lo que se refiere a la elaboración de un brevivió en la era de la imprenta, sino que floreció considerable-
marco visual adecuado para sus textos. Cuando el cardenal Fran- mente. La portada impresa, eviden.temente, podía ofrecer un mar-
cesco Gonzaga encargó que reprodujeran para él en 1477 el texto co gráfico tan. elaborado como fa portada dibujada a mano. Las
griego y latino de la Ilíada, el copista adornó la primera página de marcas dibujadas o impresas -Durero pr9dujo algunas para su
la versión latina con un magnífico y enorme marco decorativo. La amigo Pirckheimer- daban tanta personalidad al libro como un
franja superior de éste, dividida en tres partes, contenía tres esce- escudo de armas en 1a primera inicial. Y en ocasiones algunos lecto-
nas del poema separadas por pilastras, dando así al lector una idea res mandaban colocar un sello personal al comienzo de un libro
más clara de los placeres que lo aguardaban que la que pudiera antiguo. De este modo Willibald Pirckheimer encargó a Durero
darle el resumen del Libro I que también precedía al texto 45. La que iluminase la primera página de· su Teócrito al~ino con una es-
copia de la Historia animalium de Aristóteles -traducida al latín pectacular ilustración de la vida pastoral, armonizada detalle por
por Teodoro Gaza- que obraba en poder de Sixto IV, anunciaba detalle con el texto 48. El mecenas y el artista-al igual que el cartcr
su contenido de manera aún más espectacular. Aristóteles, vestido laioy el artesano- podían determinar, diseñando estas elaboradas
con una elegante toga y un sombrero alto, aparece al principio del ventanas, la impresión que causaría el texto.
texto. Está sentado escribiendo en una mesa, frente a una pared En ocasiones la colaboración entre el escritor, el lector y el ar- ~¡
flanqueada por columnas. Ante él aparecen los animales que des- tista era más sistemática y compleja. Un ejemplo famoso es la edi-
cribe en el texto, incluidos un hombre y una mujer desnudos y un __ -----~-~ ción de Virgilio realizada por Sebastián Brant, en la cual la s~
majestuoso unicornio 46 . Incluso los manuscritos más viejos necesi- cuencia de ilustraciones constituyó un sorprendente comentario
taban estar iluminados para que pareciesen verdaderamente anti- del texto. Esto nos resulta bastante familiar; todavía p_roducimos Y
guos. Cuando los canónigos del cabildo de San Pietro entregaron consumimos ediciones ilustradas de los clásicos. Pero otros ejem-
a León X el único (y famoso) manuscrito Orsini (siglo IX) de Plau- plos tienen sabor a época. Holbein, por ejemplo, adornó un~ edi-
to, decoraron el inicio del texto con elegantes adornos clásicos, rea- ción comentada del Elogio de la locura de Erasrno con una serie de
lizados sobre tiras de pergamino que luego fueron pegadas a los ilustraciones cómicas que en unos casos estaban vinculadas lite-
dos primeras hojas 47 . ralmente al texto· y en otros eran más imaginativas. Myconius se las
Evidentemente, los mecenas se aprendieron bien la lección. Y mostró a Erasmo, y registró las respuestas del autor a las respues-
la visión de la Antigüedad en la que les gustaba adentrarse -al tas que el artista había dado a su texto 49 . El libro, como ha señal~
igual que la de los cartolai:- no tenía nada que ver con el sobrio do Sandra Hindman, se convirtió así no en el modelo de una edi-
mundo de esculturas blancas y elegante sencillez que tanto admita.::- ción ilustrada, sino en el sedimento de un singular esfuerzo por
rían los neoclasicistas de un siglo después. En lo que se refería a la capturar todas las implicaciones -implícitas y e~p~lí~itas, literales
Antigüedad, la abundancia de decoración no era suficiente. Los ccr e involuntarias- de un texto señaladamente pohfonico._ Otros es-
lores vivos y las texturas elaboradas caracterizaban las armoniosas fuerzos por combinar texto e imágenes, narrativa· y comentario,
ciudades y los paisajes arcádicos que el resto del texto evocaba en su también parecen reflejar el intento de producir no un mod~lo
contenido. Este gusto por las complejas ilustraciones introductcr destinado a la venta de múltiples copias, sino un tesoro para com-
. 50
rias -así como por las elegantes encuadernaciones- no sólo ser partir con un grupo se1ecto d e amigos .
45 Vat. lat. 1626, fol. 2 recto; Miniature del Rinascimento (Ciudad del Vaticano,
1950),lám.l. 48 Lowry, World of Aldus Manutius, cit.
46
Vat. lat. 2094, fol. 8 recto; ibúl., lám. nr. Otros dos ejemplos magníficos del Vati- 49Reproducido en S. Hindman, PentoPrint(College Park, 1977), lám. 79; vid. ibíd.,
cano son un ejemplar de las Orationes de Cicerón (Vat. lat. 1742) y un Virgilio pp. 190-192.
(Urb. lat. 350). ;;o Con relación al caso de Maximiliano I, vid. ibíd., pp. 181-189; L. Silver, "Printers
47 Vat. lat. 3870; vid. G. Morello, Raffaello e la Rnma dei Papi. Catalogo della Mostra for a Prince '',en New Perspectives on the Art of R.enaissance Nuremberg, ed.J. C. Smith;
(Ciudad del Vaticano, 1986), p. 75. Müller, Gedechtnus.
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHONY GRAFI'ON
Por último, los cartolaiy sus clientes desarrollaron lo que desde El libro que leían los humanistas, ya fuese manuscrito o impre-
entonces ha constituido la actitud predominante en el mercado so, nos resulta a la vez familiar y extraño. Habitualmente se pro-
del libro raro, pero que ha sido olvidada por los vendedores de li- ducía en se,rie; 'pero luego sufría una metamorfosis y tomaba for-
bros corrientes nuevos. Vendedores y compradores coincidieron , roa individual, a medida que el propietario del libro fundía su
en que la transmisión de libros era una actividad importalltísima, propia visión con la del empresario que lo editaba. En la librería
una transacción trascendental, desde el punto de vista cultural y solía venderse por una modesta cantidad, y estaba colocado junto
desde el económico, para la cual hacía falta casi tanto buen gusto a otros ejemplares-de la misma obra que eran casi idénticos en la
y erudición como para escribirlos 51 . Ciertamente, los lectores re- forma y en el contenido 54. Pero'' en las manos de su propietario in-
nacentistas se tomaban muy en serio el hecho de comprar libros. cluso un libro impreso se hacía tan singular y valioso corno cual-
A menudo anotaban en ellos el lugar, la fecha y las circunstancias quier manuscrito. El humanista se acercaba a su libro, la primera
de la compra. Y convertían estas notas originalmente breves casi vez, como un quinceañero californiano de los cincuenta a un co-
en diarios, escribiendo ellos mismos en los márgenes y guardas de che fabricado en Detroit. Compraba un producto con una pre-
los libros que tan cuidadosamente habían elegido. Petrarca re- sentación específica y llamativa, un producto que los expertos ha-
dactó una lista de los libros que más significaban para él (libri mei bían diseñado para que se amoldara a sus gustos y a sus deseos.
peculiares); muchos de ellos los usó como partes de un diario en el Pero el humanista rediseñaba el producto al utilizarlo, cambiando
que podía expresar no sólo su amor por Laura, sino también cues_":_ ---~.c~---- su aspecto, añadiéndole adornos únicos, personalizando el resul-
tiones más prosaicas, como por ejemplo la irritación que le pro- tado de la producción en serie. Lo habitual era que se diese algún
ducían ciertos campesinos 52 • El erudito nurembergués Hierony- tipo de colaboración activa, incluso artística, entre-el consumidor
mus Münzer, por poner un ejemplo menos famoso, señaló que y el fabricante. Esta relación entre el propietario y el libro perdu- 1
había importado de Venecia en 1478 uno de sus volúmenes de raría durante siglos en los círculos más elevados de la sociedad eu-
medicina, otro de Bolonia en 1490 y otro lo había comprado du- ropea. Duró más, ciertamente, que nuestra relación actual, que
rante su Italienische Reise, mientras estudiaba en Pavía en 1477. consiste en aceptar pasivamente los libros tal y como salen de la im-
También Münzer pasaba del ámbito de la erudición al de la anéc- prenta. Y fue creada por empresarios con un talento extravagante,
dota inconexa, como cuando anotó en un manuscrito que había cuyos nombres a menudo olvidamos, así como por los coleccionis-
tenido el inmenso placer de conocer, el 26 de abril de 1501, "des- tas cuyos volúmenes encuadernados en piel de becerro o ternero
pués de 32- años", al hombre que lo escribió por primera vez 53 . El todavía llenan las estanterías de nuestras bibliotecas y museos.
libro, comprado con tanta atención, encuadernado tan meticu.:. - ----·· -------
losamente, se convirtió en mucho más que un simple texto. Pasó a
ser un registro personal, un índice de conexiones literarias y un Los INTERMEDIARIOS: EL MAESTRO YEL LECTOR
confidente de los propios sentimientos.
En 1435 Ambrogio Traversari visitó la escuela de Vittorino da
51 Feltre cerca de Mantua. Oyó recitar con tanta gracia al joven prín-
Vid. el comentario de Vespasiano sobre Bessarion: "In tutto il tempo ch'egli era isra-
to nella corte di Ron1a, sempre faceva iscrivere Jibri in ogni faculta, cosi in greco come cipe Gonzaga, de 15 años de edad, 200 versos latinos en honor de
in latino. E non solo iscriveva, ma comperava tutti i libri ch'egli non aveva; e grande la llegada del emperador a Mantua, que "dudaba que Virgilio hu-
parte di quello che gli avanzava de lle sue rendite, ispendeva in libri a uno fine lauda- biese pronunciado con más elegancia ante Augusto el libro sexto
bile"; Vite, pp. 159-160. En este caso el elogio estaba plenamente justificado, teniendo
de la Eneida" 55 , Hacia la misma época, Guarino de Verona escri-
en cuenta Ja cultura, el buen gusto y el empeño que demostró Bessarion como colec-
cionista. Vid. también Benjamin, !ne. cit. bió una famosa carta a su discípulo Lionello d'Este: "Siempre que
-~ 2 P. de Nolhac, Pétrarque et l'humanisme (París, 1899); B. L. Ullman, Studies in the
Jtalian Renaiuance (Roma, 1955). 54 Vid. Benjamin, Wc. cit., sobre cómo se creaban las colecciones de libros.
53
Goldschmidt, Hieronymus Münzer, cit. 55 A. Traversari, Epistol.ae, 7, l.
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAITON
leas algo'', comienza la carta, "ten a mano un cuaderno[ ... ] en el papel o la vitela que cuando interpretaba su significado. Petrarca
que puedas anotar lo que quieras y enumerar los materiales que dio un paso importante cuaudo se quedó prendado del sonido del
hayas reunido. Luego, cuando decidas revisar los pasajes que más latín de Cicerón y Virgilio.
te hayan llamado la atención, no tendrás que hojear un montón Pero el significado del texto, evidentemente, era también fun-
de páginas, pues el cuaderno estará a tu disposición como un solí- damental para su interpretación. El estudiante la abordaba por
cito sirviente para ofrecerte lo que necesitas [ ... ]Ahora bien, tal medio de ejercicios graduales. En primer lugar, el maestro para-
vez te resulte demasiado aburrido o incómodo .anotarlo todo en fraseaba el docuinento clásicq en cuestión, línea por línea. Tanto
ese cuaderno. En tal caso, puedes encomendar esa tarea a algún la prosa como el verso, la historia como la filosofía, eran reduci-
joven apto y bien educado, que no te será dificil encontrar" 56 . Es- das a un latín escueto aunque correcto. Sólo entonces volvía a re-
tos dos textos desvelan algunas de las técnicas docentes del Re- correr el maestro los mismos pasajes por segunda vez, más despa-
nacimiento: un conjunto de técnicas diversas y en ocasiones cu- cio. Durante este recorrido identificaba los hechos y personajes
riosas que dejaban una huella en todos los lectores cultos. históricos, explicaba los mitos y las doctrinas, y desvelaba la lógica
El joven príncipe de Vittorino recitaba su texto. El humanista de los tropos, utilizando los numerosos problemas que surgían al
le había enseñad_o a considerar la literatura antigua sobre la pági- paso como pretexto para todo tipo de digresiones imaginables. El
na como el guión de una representación oral, para la que hacía estudiante aprendía así que cada texto era, además de un relato
falta bue_na memoria y dicción clara. A lo largo de los siglos M ..........•..,cc"······ concreto, un complejo rompecabezas cuya lógica interna el maes-
y XVI, la cualidad oral de los textos escritos seguiría siendo funda- tro tenía que ir sacando a la luz pacientemente.
mental tanto para los estudiantes como para los adultos. Jóvenes Los textos clásicos que se imprimieron para las universidades
como Piero de Médicis se preciaban de la gran cantidad de versos francesas y de otros países durante el siglo XVI muestran claramente
que habían memorizado y eran capaces de recitar 57 . Excepción este tipo de procesos. Los impresores colocaban una barra de metal
singular, la joven Alessandra Scala recibió cálidos elogios por su entre cada dos líneas de texto, dejando un blanco amplio entre las
habilidad para recitar los versos de la Electra de Eurípides con lo líneas impresas donde el estudiante podía introducir el resumen
que el público percibía como auténtica sal ática 58 . Y, a finales del en latín del profesor. Los impresores usaban también márgenes an-
siglo XVI, grandes eruditos como Justo Lipsio y José Escalígero chos, en los cuales -especialmente en la primera parte de sus tex-
causaron ason1bro por su capacidad de recitar textos clásicos de tos- los estudiantes anotaban los comentarios más específicos y
memoria, impecablemente pronunciados. Lipsio se ofreció a reci- técnicos; la nitidez de su caligrafía demuestra que realizaban copias
tar el texto íntegro de Tácito con un puñal al cuello, listo para que-- - ·--~-~-·-·~···· en limpio de anotaciones anteriores. Este tipo de rutina subsistió
se lo clavasen si se equivocaba; Escalígero tradujo al griego, ente- durante mucho tiempo. Cuando P. D. Huet preparó su serie de tex-
ramente de memoria, mientras yacía en la cama, un libro de Mar- tos latinos para el Delfín a partir de 1670, les añadió tanto una pará-
cial. La primera vez que leía un texto, el humanista buscaba las frasis (ordo verborum) como unas notas más detalladas 59 .
cualidades formales que lo hacían fácil de recordar. L.a métrica, la Las técnicas codificadas por los impresores no tenían nada de
aliteración y las combinaciones de sonidos especialmente llamati- nuevo. Como tampoco lo tenía la creencia en la que se basaban: que
vas se convirtieron en las marcas de unos textos proyectados de había que diVidir el texto _para los alumnos en cientos de problemas
forma más oral que visual. El humanista se sumergía más en el tex- menores, cada uno de los cuales debía ser analizado independiente-
to cuando pronunciaba sensualmente las palabras grabadas en el mente. Podemos hallar tanto precedentes generales como fuentes
específicas para los métodos del comentarista humanístico en las es-
56
Guarino, Epistolario, ed. R. Sabbadini (Venecia, 1915-1919), II, p. 270.
57 E. Fahy, introducción, en The 1\:Iedici Aesop, cit. 59 P.D. Huet, Commentarius derebus ad eum pertinentibus (Amsterdam, 1718), describe
58
A. Grafton y L.Jardine, From Humanísm to the Humanitíes (I,ondres y Cambridge, curiosamente la preparación de una paráfrasis sobre la marcha como una novedad
Massachusetts, 1986); pp. 53-57. solicitada por Montausier (pp. 286-293).
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EL LECiüR HUMANISTA ANTllONYGRAFTON
cuelas de los últimos años de la Roma antigua, de Bizancio y del Re- frase tomada de las Filípicas de Cicerón que no hacía referencia con-
nacimiento latino del siglo XII 60 . Las técnicas mentales báo;icas que cretamente a la hoguera sino, de manera general, a la necesidad de
se aprendía a aplicar a un texto literario clásico siguieron siendo utilizar remedios drásticos, como la cirugía, para las enfermedades
fundamentalmente las mismas durante un periodo que es casi de- graves 62 .1.o que hacía novedosas estas prácticas, durante el Renaci-
masiado extenso como para denominarlo la longue durée. miento, no era su con~enido sino el público al que iban dirigidas.
El joven lector acumulaba una gran cantidad de conocimien- Los humanistas insistían en ·enseñar a los jóvenes seglares a que las
tos históricos, mitológicos y geográficos a medida que se abría aplicasen, y afirillaban que es~ tipo de educación era más adecuado
camino a través de los textos obligatorios, a un ritmo de veinte lí- que la educación escolástica, incluso para los jóvenes eclesiásticos.
neas al día. Lo verdaderamente importante era que desarrollaba· Pero estos cambios están más relacionados con la historia social de
una actitud y llegaba a dominar una serie de herramientas. Michael los lectores -y de la educación- que con la historia de la lectura
Baxandall ha señalado que, identificando las técnicas de per- como forma cultural. Las técnicas formales concretas por medio de
cepción, que había que aprender con gran esfuerzo, podemos las cuales aprendía el alumno a diseccionar un texto, dejando al des-
reconstruir la visión de una época: la forma en que la cultura en- cubierto músculos, nervios y huesos, eran técnicas clásicas; y en ese
señaba a los individuos a considerar las obras de arte 61 . De mane- sentido los métodos humanísticos habían sido rescatados del mun-
ra similar, y más directa, podemos utilizar las costumbres de la es- do clásico, al igual que el catálogo de textos al que se aplicaban.
cuela humanística para recrear el estilo de lectura de ac¡u<,11<1 ___ _:_____s2___ _ La principal innovación técnica que podemos observar se pro-
época. Cientos de comentarios convergen en determinados inte- dujo cuando el estudiante pasó de analizar e interpretar el texto a
reses y técnicas básicos. El joven lector aprendía a interpretar las apiicarlo, es decir, a utilizarlo. El joven aristócrata de Guarino, al
palabras e imágenes empleadas por los escritores como ejemplos igual que los de la escuela de Vittorino, leía a los clásicos. Pero
de las reglas de la retórica formal. Aprendía a buscar alusiones, a Guari no le pidió que no se limitara a pronunciar las .sílabas con
tratar cualquier texto importante como una cámara de resonan- claridad. Debía buscar a otro joven, uno que fuese estudiante por
cia en la que las palabras alteraban los subtextos que el escritor necesidad y no por voluntad, para pedirle que digiriese y procesa-
habría esperado compartir con lectores de su 1nismo nivel cultu- se el material clásico para su posterior reutilización. La lectura se
ral. Todos los escritores humanísticos esperaban que sus lectores convirtió así en una actividad social en lugar de privada -un jue-
dominasen este arte de la descodificación. Cuando Dirck Volc- go parecido al críquet, que exige la participación de un caballero
kertszoon Coornhert atacó a Justo Lipsio por recomendar que los y un jugador-. A menudo los maestros -como el propio Guari-
gobiernos ejecutasen _a los herejes contumaces, Lipsio se sintió -·· · ________ ,,. no- prescindían de los intermediarios y aportaban sus introduc-
enormemente ofendido. Ciertamente, él había exhortado a las ciones, previamente resumidas, de los clásicos, las cuales se con-
autoridades a quemar y cortar, ure et seca, pero, señaló, esperaba virtieron en el núcleo de la pedagogía renacentista 63 .
que sus lectores se habrían dado cuenta de que estaba usando una El joven príncipe, noble o clérigo no se adentraba en solitario
en el mundo de los clásicos, sino que algún humanista experto se
60 los servía en bandeja, transformando unos textos cortantes, inma-
Vid., en general, Grafton yJardine, Ji'rom Humanism to theHurnanities; A. Blair, Histmy
ofUniversities (1990). Con relación al mundo clásico, vid. ante todo R. Raster, Guar- nejables y~ veces peligrosos en fragmentos de información repro-
dians ofLtznguage (Chicago y Londres, 1987). Varios artículos de P. O. Kristeller reuni- ducibles y uniformes. Esta forma de enseñanza sacaba partido de
dos en su Renaissance Thought and its Sources, ed. M. Mooney (Nueva York, 1979), des-
tacan la continuidad de los estudios artísticos a lo largo de los siglos. Los seis
volúmenes publicados hasta el momento del Catalogus translationum et commeta riorum 62G. Güldner, Das Toleranz-Problem in den Niederlanden im Ausgang des 16. Jahrhun-
-fundado por Kristellery F. Cranzy ahora editado por V. Brown (Washington, D. C., derts (Lübeck y Hamburgo, 1968), pp. 97-98, 103, 110-111. Sobre su rival Coor-
1960)- reúnen y analizan una gran cantidad de ejemplos de primera mano. nhert, que había interpretado incorrectamente sus escritos, dijo Lipsio: "Mittatur
61
M. Baxandall, Painting and Experience inFifteenth-Century ltaly (Oxford, 1972); The senex in scholas", esp. pp. 11-12 y n. 30.
Limewood Sculptors ofRenaissance Germany (New Haven y Londres, 1980}. 63 Grafton yJardine, From Humanism to the Human__ities, cap. 1.
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAITON
los textos antiguos; también proporcionaba al joven lector un mo- tes en los clásicos, determinando las alteraciones que habían sufri-
delo que imitar en caso de que se propusiera realizar la misma la- do en el curso de la historia de la literatura grecorromana. Y los
bor de transformación en años posteriores, cuando leyese por su encerró en un marco tan elegante y eficaz como los marcos pinta-
cuenta. Tenía lugar en las aulas de toda Europa; y a comienzos del dos y dibujados del manuscrito humanístico: una exposición que
siglo XVI algunos de los maestros más innovadores proporciona- garantizaba su utilidad para los lectores cristianos modernos.
ban el mismo tipo de orientación en forma impresa, creando un Un ejemplo típico, que el propio Erasmo analizó con deteni-
aula imaginaria muchísimo más amplia que cualquier aula real. miento, es Jestina' /.ente, "apresúrate lentamente". Este adagio comen-
En este momento convergen la historia de las ideas, la historia del zaba-explicó-- cori un oxímoron aplicado a una frase de Los caba-
libro y la historia de la lectura. lleros de Aristófanes, speude tacheos: "apresúrate rápidamente", o sea,
Tomemos como ejemplo los Adagi,os de Erasmo, esa vasta colec- "date prisa". Esta frase, aunque sabiamente comprimida, contenía
ción de proverbios y comentarios que alcanzó su forrna canónica, una gran riqueza de significado. Enseñaba algo que debían apren-
aunque no definitiva, en la edición aldina de 1508. Este libro pasó der especialmente los príncipes: que la prisa y la obstinación eran
de breve colección original de unos 800 proverbios latinos, impre- más nocivas que provechosas. Erasmo utilizó esta simple lección de
sos en París en el año 1500, a vasta antología de casi 4.000 ensayos ética humanística -generalmente estoica- como punto de apoyo
-algunos de ellos lo bastante largos como para imprimirse por se- de una amplísima gama de materiales clásicos. Demostró su aplica-
parado- sobre aforismos griegos y latinos de la más diversa índok- - ---'"'~--- bilidad a la interpretación estrictamente moral de un texto poético
extraídos del amplio abanico de la literatura y la lexicografia grie- básico: el comienzo del libro primero de la Ilíada. En él Agamenón,
gas. Pese a su formidable tamaño, los Adagi,os fueron uno de los li- desposeído de su esclava Chryseis, toma en su lugar a Briseis, la es-
bros más vendidos en el norte de Europa durante el Renacimiento, clava de Aquiles:
como evidencian los registros de los editores y las listas bibliográfi- Homero parece haber retratado a Agamenón como un perso-
cas de los numerosos alumnos que estudiaron en Cambridge en el naje extremadamente perezoso e indolente --el bradeos ("lenta-
siglo XVI. Sus sumarias exposiciones morales daban a los jóvenes mente") del proverbio-, de forma que la única proeza o demostra-
ilustrados sólidas lecciones sobre moralidad y latinidad, todas ellas ción de vigor que se cuenta de él es que se enfureció por la pérdida
sabiamente compendiadas. El lector de los Adagi.os podía recomen- de Chryseis y robó a Briseis. A Aquiles, por otro lado, le atribuye im-
dar a un amigo propenso a irritar a sus superiores ne ignem gladio /o- pulsos desordenados, que corresponden al speude (apresúrate) del
dias, que no atizase el fuego con la espada; podía convencer a algún proverbio; a menos que se trate de un ejemplo de ambos ("apresú-
amigo descontento con su suerte de que Spartam nactus es, halzC" rate lentamente") cuando desenvaina su espada durante la asam-
arna, a mal tiempo, buena cara; podía advertir a un amigo incapaz blea para caer sobre el rey, y Palas lo persuade a que limite su indig-
de terminar una disertación de que todos los eruditos y artistas de- nación a los insultos 65 .
bían aprel,lder a retirar manum de tabula, la mano del cuadro; y po- Erasmo pasó, sin aparente esfuerzo, de la moral en la literatura
día adverlfr a los jóvenes reyes beligerantes que dulce bellum inexper- a la moral en la historia. Fabio Máximo -señaló- fue uno de los
tis,.la guerra es emocionante para los que no la han sufrido 64 • pocos héroes históricos que habían ganado fama inmortal apresu-
Todo esto es bien sabido. Lo que res11lta menos conocido, sin rándose Ierltamente. Y dos emperadores ejemplares, Augusto y
embargo, es que los Adagi,os fueron concebidos no sólo como ayu- Vespasiano, habían hecho suyo este proverbio. Vespasiano había
da para la redacción de buena prosa latina sino también como un llegado incluso a estamparlo, en forma de jeroglífico, en sus mone-
manual de técnicas de lectura y una colección de textos previa- das: éstas mostraban un ancla y un delfin enlazados, expresando la
mente resumidos a los que aplicar esas técnicas. Erasmo no sólo misma combinación de velocidad y lentitud que la frase original.
compiló proverbios lapidarios, sino que también localizó sus fuen-
6.~ Erasmo, Adagi.mum chiliades (Basilea, 1536), II, 1, 1, & 355; he utilizado tatnbién la va-
64
Vid., en general, J. Chomarat, Grammaire et rhétorique chezErasme (París, 1981). liosa traducción y las notas de M. M. Phillips, Erasm~n his Times (Cambridge, 1965).
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAFl'ON
La distancia entre adagio y jeroglífico, entre la esencia verbal te, se tomó la molestia de identificar la fuente de Plinio, Aristó-
cristalizada de la moral y su encarnación física, nunca fue muy gran- teles): .
de durante el Renacimiento. Erasmo la recorrió en un instante, ha, .. ~.;':
liando en este sencillo jeroglífico un buen pretexto para realizar Su extraordinaria velocidad puede valorarse por el hecho de que,
una larga digresión sobre la escritura pictórica de los egipcios. Reu- aunque su boca está coJocada muy lejos del hocico, casi a la altura del
nió información sobre los jeroglíficos, tomándola de diversas fuen- ··········-••!';;?'········· . estómago, y ell~ le dificulta enormemente la captura de peces, puesto
tes, especialmente del entonces inédito texto griego de Horapolo. que para atraparlos debe dobJarse hacia atrás, prácticamente no hay
Como buen humanista, se remontó a la fuente original de los tex- pez alguno capaz de' escapar a su tremenda rapidez 68 .
tos: una obra perdida del estoico Chaeremon 66. Pero se interesó
más por la naturaleza de los jeroglíficos que por su historia. Ambos Erasmo transformó así un solo axioma en el sólido aunque es-
causaron respeto y admiración -explicó- por el uso que hicieron trecho pilar en el que basó una muy selectiva reconstrucción de la
de las cualidades reales de los objetos naturales para impartir lec- cultura antigua en su conjunto. Logró que la retórica y la épica, la i!'
ciones morales y físicas. Fueron un ejemplo de pedagogía: pese a historia y la filosofía natural, reflejasen nítidamente la misma mo-
ser conciso y fácil de recordar, el jeroglífico obligaba a los lectores a ral. Hizo que todos los intelectuales griegos y romanos, egipcios.y
realizar un esfuerzo, aunque fuese pequeño, de interpretación: cristianos, emitiesen el mismo mensaje artístico y literario. Impar-
tió lecciones implícitas y explícitas sobre cómo detectar las alusio-
los adivinos y sacerdotes egipcios[ ... ] no eran partidarios, como lo so- nes en los textos clásicos. Y utilizó la descodificación del jero-
mos nosotros, de mostrar al vulgo explícitamente los misterios de lasa- glífico, el descubrimiento del mensaje oculto bajo la superficie
biduría; pero expresaban por medio de diversos símbolos, objetos o aparentemente compleja, como metáfora principal para la lectu-
animales lo que consideraban que valía la pena difundir, de forma que ra de los clásicos, lectura que siempre buscaba significados acep-
no todo el mundo pudiera interpretarlo. Pero si alguien estudiaba a tablemente cristianos bajo la superficie de los escritos paganos. ,_, J
fondo las cualidades de cada objeto, y la naturaleza y el poder especia- Un ensayo -un diminuto fragmento de un libro tan vasto como
les de cada criatura, a la larga llegaría a comprender, comparando e poderosamente influyente- revela la forma de una empresa mu-
interpretando los símbolos, el significado del enigma 67 . cho más grande.
La obra de Erasmo no fue en modo alguno idiosincrásica. A lo
Festina lente, con su perfecta integración visual de las propieda- largo del siglo XVI, en realidad, otros intelectuales del norte de
des naturales del ancla y el delfín, era para Erasmo un fragmento·············---~········· Europa comenzaron a organizar y adaptar para los estudiantes los
de "los misterios de la filosofía más antigua". elementos básicos de la herencia clásica 69 . Algunos de esos textos
Para explicar un jeroglífico, por último, era necesario conocer eran bastante elementales, como la Officina del maestro nivernés
las propiedades naturales de sus componentes, las criaturas cuyas Ravisius Textor. Este ofrecía al adolescente, para embellecer sus
imágenes constituían el vocabulario simbólico de los sabios egip- composiciones, justo lo que el título anunciaba: material de traba-
cios. Consiguientemente, Erasmo se explayó acerca de la rapidez jo. Textor reunió pasajes breves de la historia.antigua y los regis-
del delfín, extrayendo datos de ese prodigioso batiburrillo de in- tró, no para informar al joven acerca de la .Antigüedad, sino para
formación errónea que es la Historia Natural de Plinio (nuevamen- presentar casos relevantes de conductas morales e inmorales. El
lector no se encontraba ante la montañosa historia romana de
66
Tito Livio, de dificil ascenso y en ocasiones aterradora contem-
Erasmo, Adagiarum chiüades, p. 356: "Scripsit his de re bus Plutarchus in commen-
tario de Osiride et Chaeremon apud Graecos, testimonio Suidae, cuius ex libris
68
excerpta suspicor ea, quae nos nuper conspeximus huius genris monimenta". !bid., p. 357.
Vid. P. W. van der Horst, Chaeremon (Leiden, 1984). 69 Para las nun1erosas obras de Eras1no de carácter sin1i!ar, uid. Chomarat, Grammaire
ll7 Erasmo, Adagiorum chiliades, pp. 355-356. et rliétorique chezErasme.
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAITON
plación, sino ante una sencilla y divertida galería de historias, or- , usando símbolos marginales (CH para consilium honesium, CTV para
ganizada de acuerdo con una serie de principios asociativos muy consilium turpe utile) a fin de en,cajar cada historia acerca de un dis-
. . ¡ 71
fáciles de asimilar. Hombres que se suicidaban, hombres quemo- curso o de una batalla en un marco .enteramente trad ic1ona .
rían en las letrinas, hombres que eran desollados, hombres que Estos manuales y libros de texto tuvieron un impacto enorme,
morían asfixiados, mujeres que morían al dar a luz y hombres y, si bien eran menos excitantes que las enseñanzas de cualquier
que eran decapitados se sucedían unos a otros en un grand guignol maestro, alcanzaron muchísin1a más difusión. Fueron una conti-
pedagógico, unificado por las necesidades didácticas y retóricas del nuación, extendidá a toda Europa, de lo que en el siglo XV habían
presente en lugar de por la continuidad histórica del pasado 7o. representado las obras de determinados maestros como Guarino.
Las obras más majestuosas y dramáticas de la prosa latina eran di- Los jóvenes del Renacimiento, en general, leían a los clásicos al
seccionadas para facilitar el trabajo del alumno a la hora de fa- principio de una sola manera: no buscaban la sabiduría antigua tal
miliarizarse con el anecdotario clásico que toda persona instruida como fue -desnuda y desafiante-, sino que admiraban la sapien-
debía conocer. Esta forma de contacto con el mundo clásico do- tia antigua como si estuviera expuesta en una especie de museo im-
mesticado en su propia presentación, resultó muy duradera; 'uno preso: dividida en salas, enmarcada y etiquetada de un modo que
de los ejemplos mejor conocidos tuvo lugar en los colegios jesui- predeterminaba el significado de las reliquias exhibidas.
tas del Ancien Régimc, donde los estudiantes leían antologías en El proyecto general de modernización emprendido, entre otros,
lugar de textos íntegros y se enfrentaban a un Marcial castrado, o por Era5mo, no era una iniciativa nueva. James Hankins ha señalado
al menos expurgado. recientemente que las tácticas análogas de Decembrio habían hecho
Otros esfuerzos por adaptar los textos antiguos al uso moderno posible que los intelectuales milaneses del siglo XV leyesen y venera-
fueron mucho 1nás ambiciosos desde el punto de vista intelectual. A sen a Platóri: precisamente porque no eran capaces de ver lo ajenas
medida que se multiplicaba el número de textos disponibles y que la que resultaban sus ideas y valores 72 . Los antiguos neoplatónicos ha-
cuestión de cómo leerlos se hacía más urgente, los eruditos comen- bían hecho lo mismo con Hornero mucho tiempo antes, haciéndolo
zaron a presentar elaborados y sistemáticos métodos de lectura. El accesible a los lectores modernos con una ·buena base en filosofia 73 .
Methodus ad Jacilem historiarum cognitionem de Jean Bodin, por ejem- Pero las estructuras mecánicamente reproducidas y universalmente
plo, ofrecía un método para la lectma de todos los textos históricos, visibles de los adagios erasmistas y otras obras semejantes, con su com-
tanto antiguos como modernos. En vez de proporcionar una antolo- pacta unión de interpretación y material interpretado, establecie-
gía, Bodin indicaba al alumno que crease la suya propia, explorando ron la naturaleza y la extensión de lo que sería el contacto del alum-
sistemáticamente los libros en busca de información sobre qué his-· ·······-·-··--e--··-···· no con lo antiguo en su conjunto durante el siglo XVI. Y domesticaron
toriadores eran dignos de crédito y qué constituciones eran válidas --durante la mayor parte del tiempo para la mayoria de los jóvenes
para qué pueblos. Su influencia lo impregnaba todo. Montaigne, en lectores- lo que de otro modo podría haber supuesto el desafio de
sus Ensayos, responde a las cuestiones planteadas por Bodin y revela una historia y una moralidad no cristianas. Eran muchos más los jóve-
que había redactado algunas notas breves sobre los historiadores del nes del siglo XVI que conocían la historia de "la caja de Pandara" a tra-
tipo que preceptuaba Bodin. Sin embargo, ni siquiera Bodin preten- vés del relato moralizador de Erasmo que los que habían leído el rela-
día descubrir la verdad acerca del pasado tal como fue realmente, to original-Y menos familiar-del ánfora de Pan dora en Píndaro 74.
sino representarla como algo instructivo. Sabía, por ejemplo, que la
historia era en realidad filosofia ilustrada por medio de ejemplos 71Vid. J. H. Franklin,JeanBodin and the Sixteenth-Century Revolutionin the Methodology
concretos. Y enseñaba a sus alumnos a leerla bajo ese punto de vista, ofLaw andHistory (Nueva York y Londres, 1963).
72J. Hankins, Plato inl<'ifteenth-Century ltabj (Leiden, 1990), 1, parte .n. Vid. también
70 su apasionante tipología de las maneras de leer en el siglo XV, I, pp. 18-26.
Vid. W.J. Ong, "Commonplace Rhapsody: Ravisius Textor, Zwinger, and Shakes-
73 R. C. Lamberton, Homer the Theologjan (Berkeley, 1986).
peare'', en Classicallnjluences onEurojJeanLiterature, A. D. 1500-1700, ed. R. R. Bolgar
(Cambridge, 1976), pp. 91-126. 74D. PanofskyyE. Panofsky, Pandora's Box, 2ª-ed. (Nueva York, 1962).
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EL LECTOR HUll-1ANISTA ANTHONYGRAITON
La envoltura con que los humanistas cubrían a las autoridades Los humanistas, por último, realizaron otra innovación funda-
antiguas, por último, modeló de otras dos maneras fundamentales mental. Los maestros tradicionales habían insistido sieínpre en las
las expectativas de los lectores acerca de los textos más importantes~ incomparables virtudes y excelencias de sus autores. En la Edad
En primer lugar, a comienzos del siglo XVI los humanistas habían Media y en el Renacimiento primitivo, las lecciones sobre un escri-
conseguido que se dejaran de distribuir gran parte de los comenta- tor antiguo comenzaban habitualmente con un descripción exten-
rios medievales que no eran de su agrado. Pero no lo lograron sa, aunque estere_otipada, de su vida. Esto situaba sus obras en un
suprimiendo por entero los comentarios, como sugieren algunas contexto histórico apasionante -y por lo general imaginario-,
fuentes modernas, sino reemplazando los comentarios anticuados haciendo hincapié en su noble-linaje, sus buenas obras y su estre-
por otros modernos. Las glosas de los maestros humanistas, presen- cha relación con los grandes hombres de su época. El humanista,
tadas habitualmente al principio como lecciones en las aulas y pos- por el contrario, tendía a dramatizar su propia vida y su entorno.
teriormente rescritas para la imprenta, rodeaban -como las hojas Erasmo, en los Adagi,os, celebró mendaz y profusamente todos los
de parra de los iluminadores- los textos de poetas famosos como servicios que Aldo y sus colaboradores le prestaron mientras traba-
Ovidio, Virgilio yJuvenal, los grandes textos en prosa como la Con- jaba en su imprenta. Él y sus socios, como por ejemplo Vives, apro-
solación de Boecio y el De inventione de Cicerón, e incluso la propia vechaban sus ediciones críticas de textos individuales para contar
Biblia. Estos textos estaban escritos en letra humanística, no en le- todo tipo de apasionantes historias sobre sus descubrimientos de
tra gótica. Abordaban problemas triviales y técnicos, problemas de manuscritos, su colaboración con grandes hombres del pasado, su
todo tipo, y a veces con tal prodigalidad que amenazaban con aho- virtud y su energía 75 •
gar los textos originales. Y, pese a los esfuerzos de críticos individua- El texto humanístico elogiaba a su editor y a sus benefactores
les, como Poliziano, por impedir su proliferación, dichos textos flo- tanto como a su autor. Ello llevaba al lector a buscar-como el lec-
recieron a lo largo del siglo XVI y siguieron siendo cultivados en las tor moderno en un estudio crítico de un escritor importante-dos
ediciones críticas del siglo siguiente. tipos de discurso en un solo libro. El texto comentado se centraba
El lector humanístico en la era de la imprenta, por consiguiente, naturalmente en una anécdota clásica -que podía ser poética,
no esperaba encontrar sobre su mesa un texto clásico a secas. Cuan- histórica o filosófica- narrada por un personaje antiguo. Parale-
to más importantes fuesen el autor y el tema, tanto más cargado de lamente, sin embargo, el editor desarrollaba una doble narración
acotaciones estaría el original. Con el tiempo, editores y lectores moderna, que podía ser cumplidamente retórica o filológica en
decidieron que los textos latinos literarios no clásicos también de- su contenido explícito, pero que con frecuencia resultaba seduc-
bían llevar glosas; era la única forma de hacer valer sus pretensiones toramente autobiográfica entre líneas. Los ejemplares anotados
literarias. Badius Ascensius comentó el libro XIII de la Eneida de Vir- de tales libros revelan la impaciencia con que los lectores -espe-
gilio, glosado por el humanista Maffeo Vegio; Gerardus Listrius co- cialmente los que vivían en lugares remotos- los escudriñaban
mentó extensamente el EWgi,o de /,a Wcura de Erasmo, que en su for- en busca no sólo de datos sobre el mundo antiguo, sino también
ma glosada es idéntico a un texto clásico, y a menudo se imprimía o sobre los círculos literarios modernos que habían honrado lá Flo-
encuadernaba junto a obras genuinamente antiguas. Paradójica- rencia de lo~ Médicis o la Lovaina de Erasmo. Lo que más fascina-
mente, pues, el texto humanístico había vuelto a ocupar la posición ba al joven Lucas Fruterius de la edición de Catulo realizada por
de la auctoritas medieval. Sus eruditas glosas eran menos opacas que Muret, por ejemplo, era la información que ofrecía sobre las
las medievales: el emparrado clásico sustituía a la muralla gótica. grandes disputas literarias de Poliziano y Marullus y la polémica
Pero los nuevos comentarios acotaban y condicionaban el texto de
igual modo que los antiguos. Envuelto en la exégesis humanística, el
7;,Erasmo, Adagiorum chiliades, II, 1, 1, pp. 357-3_61 (una digresión añadida al texto
texto parecía importante no sólo por sus propias cualidades sino
original). Vid. más en general el próximo libro de L.Jardir:ie sobre Erasmo y su ge-
también porque estaba sujeto nuevamente a un sistema de enseñan- neración; tanto el manuscrito cotno las conversaciones con su autor me han sido
za e interpretación. de inmensa utilidad.
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAITON
surgida entre Muret y Pier Vettori 76 . El comentario humanístico de Donato Acciauoli. Convirtió su_ biblioteca en una colección enci-
era una garantía de que el texto pertenecía a los círculos culturales clopédica, que in,cluía gran cant!dad de obras de teología y de otras
más elevados de la época y también vinculaba ese texto, con la mis- mate_rias no J;iumanísticas; e hizo que su hijo memorizase no sólo
ma firmeza que las glosas-de Accursius, a un sistema pedagógico y un texto nuevo en una nueva fonna, la Geografía de Tolomeo, sino
literario específico. también la más medieval de las auctoritates, una Biblia historiada 79.
Giannozzo Manetti leía la Biblia hebrea corno humanista, emplean-
do las mejores herramientas de la filología para desentrañar el sen-
EN EL ESTUDIO tido original. Pero también podía" leerla a la manera estrictamente
tradicional del predicador mendicánte, como cuando encontró ra-
La lectura, evidentemente, no supuso el fin de la enseñanza, zones en ella para predecir un terrible castigo para un comerciante
como demuestra el ejemplo de Maquiavelo. I,os individuos madu- deshonesto: "lo ho voltate molte carte della Scrittura Santa a' mia
ros podían dar usos completamente impredecibles a las técnicas tj_ue di:," -advertía- "tieni questo per certo, che tu hai a essere punito,
habían aprendido a dominar en la escuela. El joven Johannes Se- tu e tuafarniglia, d'una punizione che sara di natura, che saraesem-
cundus era capaz de leer a Catulo -y el Maquiavelo adulto de leer plo a tutta questa citcl" 80 . Savonarola -cuyo uso público de la Bi-
a Cicerón- de una manera que habría sorprendido a cualquier blia para atacar a sus enemigos fascinaba a Maqtüavelo- habría ci-
maestro 77 . El Basia de Secundus y el Príncipe de Maquiavelo -co_mo__ tado el texto de la misma manera 81 .
muchas otras grandes obras literarias, desde la Utüpía de Moro hasta Estas cuestiones no se pueden abordar aquí más que de pasada.
los Ensayos de Montaigne- es evidente que no se habrían escrito si En una obra de este tipo, por otra parte, es evidente que no pode-
sus autores no hubieran roto el armazón humanístico y arramblado mos detenernos en otra serie fundamental de datos registrados en
con los antiguos, a quienes interpretaron con brillantez y libertad. los anales: los numerosos catálogos existentes de bibliotecas públi-
Estas elaboradas, pero implícitas, interpretaciones de textos clásicos cas y privadas. Al igual que las numerosas variedades de lectura im-
son demasiado complejas, demasiado variadas y en ocasiones dema- plícitas en las obras literarias, el abundante material que abarrotaba
siado ajenas a la experiencia de la lectura como para describirlas las estanterías de los humanistas requiere un tipo de estudio diferen- \ l.
aquí con todo detalle. Pero cualquier historia completa de la lectura te y máo;; exhaustivo 82 . Pero podemos analizar determinados datos ,,,
en la Europa renacentista tendrá que confrontarlas e incorporarlas relativos a cuestiones más específicas: en qué circunstancias leían los
a otras clases de testimonios. humanistas maduros, cómo se preparaban para la lectura y cómo
Hay un segundo aspecto de importancia Vital. Los lectores rena- aunaban lo intelectual y lo estético en sus respuestas al texto.
centistas compraban y apreciaban una extensa gama de textos, A veces el humanista leía como s'i nada, igual que nosotros aho-
algunos de los cuales no eran clásicos o humanísticos en sentido al- ra. Pero, a menudo, como vemos en la carta de Maquiavelo a Vetto-
guno. Cosrne de Médicis se entretenía de dos maneras en su tiem- ri, la lectura en el Renacimiento se asemejaba a la danza en aquella
po libre: cultivando sus olivos y leyendo el clásico medieval de san misma época: era una actividad regida por reglas complejas y que
Gregorio Magno, Maralia in Job 78 . Federigo da Montefeltro adora- exigía una atención constante. En primer lugar, el humanista leía
ba los comentarios aristotélicos -profundamente escolásticos- pluma en mario, escribiendo a medida que recorría el texto. En
ocasiones no tenía elección; pues, con frecuencia, la única manera
76 A. Grafton,josheph Scaliger, 1 (Oxford, 1983), pp. 97-98.
79 Jbíd., pp. 83-122.
7i P. Godman, "Literary Classicis1n and Latin Ero tic Poetry ofthe Tw~lfth Century
and the Renaissance", en Latin Poetry and the Classical Tradition, ed. P. Godman y so Ibíd., p. 469.
O. Murray (Oxford, 1990), pp. 149-182;]. H. Hexter, The Vision ofPolitirson theEve 81 Vid. también Hankins, Wc. cit.
ofthe&Jormation (Londres, 1973). 82Vid. ejemplos en Bec, Les livres des ftorentins; Ullman, The Humanism of Coluccio Sa-
78 Vespasiano, Vite, p. 281. lutati; P. Kibre, The Library ofPico della Mirandola (Nueva York, 1936).
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EL LECTOR J!UlvL\J\:ISTA ANTJ-IONYGRAFTON
de hacerse con un libro era copiándolo. Desde que se iniciaron los nos poemas atribuidos a Petronio en el manuscrito original. La trans-
estudios renacentistas en el siglo XVIII, los eruditos saben que Poggio cripción íntegra, espléndidamente caligiafiada, constituía para él
y Niccoli copiaban los textos que tomaban prestados de las bibliote- una posesión personal, un texto único para su disfrute individual.
cas monásticas. No tenían otra manera de conseguir los nuevos tex- 'Je l'ayme mieux qu'un imprimé," señaló, indicando a la vez el va-
tos o de hacer que sus colaboradores tuvieran acceso a ellos. Pero lor qQe daba a la transcripción y su escaso interés en reproducirla o
hasta hace poco no se sabía que, al menos durante la segunda mitad crear un texto basado en ella 85 . Así como el alumno podía conocer
del siglo XV, los humanistas y los cartolai copiaban los textos con la su texto palabra pOr palabra pqrque lo había memorizado y recita-
misma frecuencia con que los compraban. A menudo, para asom- do, así también el erudito solía conocer el suyo porque lo había co-
bro de los editores modernos, no copiaban manuscritos sino textos piado línea por línea, y disfrutaba consultándolo de una manera
impresos. De los dieciséis manuscritos existentes de la Consolatio ad que no se podía compartir, sino que venía impuesta por su propia
Liviam, "diez con toda seguridad y dos probablemente proceden de caligrafía y su propia elección de lecturas.
ediciones impresas"; de treinta y un manuscritos de las Églogas de El erudito usaba también la pluma con otros fines más analíti-
Calpurnio, seis son copias de la edición realizada por Sweynheim y cos. Desde Petrarca hasta Escalígero, los eruditos escribían en los
Pannartz en 1471 83 . Ya lo largo del siglo XVI los humanistas copia- márgenes de textos que no habían copiado. Recopilaban informa-
ron con frecuencia textos latinos y griegos completos. ción técnica; a veces registraban sistemáticamente las variantes que ,,,,
Casi todos los investigadores modernos consideran que tales-. encontraban en otras versiones del texto. Angelo Poliziano, como
actividades tenían una finalidad académica, con vistas a la publica- es sabido, detestaba la inexactitud de las ediciones de los clásicos
ción. El humanista copiaba, en definitiva, lo que se proponía publi- que salían a la luz en su época. Pero también las utilizaba meticulo-
car. Por lo general, esta interpretación es perfectamente correcta; samente como material de trabajo, acotando sus márgenes con tes-
pero en ocasiones no procede de testin1onios concretos sino de su- timonios textuales y exegéticos extraídos con afán y precisión de las
posiciones anacrónicas. La escritura, al fin y al cabo, era en sí misma más diversas fuentes. Al final del volumen emulaba a veces a los eru-
una forma de lectura, un homenaje letra por letra al poder del ori- ditos romanos del siglo IV a.C., anotando breves subscriptiones que
ginal. La perfección de la caligrafía-de la cual, como hemos visto, indicaban los lugares y las fechas en que había trabajado, los textos
todos los humanistas eran perfectamente conscientes- contribuía que había utilizado y los nombres de los jóvenes que le habían ayu-
a realzar la belleza del texto. Trithemius proclamaba que la única dado 86 . Casaubon reunió en su copia del Corpus hermeticum la irre-
manera de dominar enteramente un texto era copiándolo, y mu.:. cusable lista de coincidencias entre éste y la Biblia y otros textos pa-
chos intelectuales bastante más modernos compartieron esa opl: ganos que le permitió establecer su falta de autenticidad 87 .
nión 84 . José Escalígero copió un valiosísimo códice de Petronio Los humanistas también respondían por escrito a las _cualida-
que había pertenecido a su maestro de derecho romano, el juris- des literarias y filosóficas de sus textos. Los ejemplares de Virgilio,
consulto Jacques Cujas. Los estudiantes modernos del texto de Pe- san Agustín y muchos otros autores que poseía Petrarca se trans-
tronio hablan pestes de Escalígero por la ineptitud con la que copió formaban a medida que éste los leía y escribía en ellos elaboradas
y la indiferencia con la que adulteró su única fuente con lecu1ras to- notas, diálog?s entre el texto y el margen que en ocasiones impli-
madas de otras fuentes, incluidos los libros impresos. En realidad,
85
sin embargo, su intención era probablemente editar tan sólo algu- El MS de Escalígero es ahora el MS Scal. 61 de Ja Universidad de Leiden; vid. las
ediciones de K rYfüller del Satiricón de Petronio (Múnich, 1961, 1965, 1978) y
83 M. D. Reeve, "Manuscripts copied from printed books", en Manuscripts in tlwFirst M. D, Reeve, "Petronius", en Texts and Transmission, ed. L. D. Reynolds (Oxford,
1983). pp. 295-300.
Fifty Years after the Invention ofPrinting, pp. 12-13; vid. C. F. Bühler, The Fifteenth-Cen-
86
tury Book (Filadelfia, 1960). L Maier, Les manuscrits d'Ange Politien (Ginebra, 1965); R. Ribuoli, La collazione
polizianea del Codice bembino di Terenzio (Roma, 1981) ;J. N. Grant, Studies in the Tex-
84J. Trithemius, InPraiseoJScribes, ed. K.Arnold, trad. R. Behrendt (Lawrence, Kan-
tual Tradition ofTerence (Toronto, 1986).
sas, 1974), p. 60: "Fortius enim, que scribin1us, menti in1primimus, quia scribentes
87
et legentes ea cum morula tractamus". A. Grafton, Defenders of the Text (Cambridge, Massa5'.husetts, 1991), cap. VI.
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHOJ\'YGRAFTON
caban la participación de varias voces 88 . A lo largo de los siglos xv siempre se usaban con estos fines particulares. Los humanistas in-
y XVI, los humanistas anotaron sus impresiones e interpretaciones dicaban a men,udo en las cubiertas y portadas de sus libros que las
en los márgenes y las páginas en blanco de sus textos, manifestan- notas no eran sólo personales sino que iban dirigidas también a sus
do por lo general una inquietud artística y literaria que ahora nos amigos. "Angeli Politiani et amicorum" -"Un libro que pertenece
parece admirable. a Angelo Poliziano y a sus amigos"-: alguna variante de esta decla-
Montaigne consideró que sus breves comentarios sobre Plutarco ración de propiedad se d·a en docenas de casos a lo largo de los si-
y Guicciardini debían ser incluidos en los Ensayos: Escalígero utilizó glos xvy XVI, especlalmente en ta obra de Harvey.
la mayoría de sus libros a modo de herramientas, sólo para introducir Si examinamos el cuidado con que esos hombres anotaban sus
información. Pero incluso él tachó el texto completo de un libro que libros, tal vez lleguemos a interpretar estas fórmulas con rigor y se-
le irritaba, escribiendo "cacas" una y otra vez en los márgenes, y se riedad. El humanista creaba en su libro un registro único de su
tomó la molestia de discutir en un latín culto y literario con otro hu- propio desarrollo intelectual y de los círculos literarios en que se
manista que lo había provocado -Melchior Guilandinus-, anotan- movía. Por otra parte, la belleza y perfección de la caligrafía nos
do cuidadas respuesta...;; en los márgenes. Gabriel Harvey, cuya vasta y hace pensar que el autor daba a aquellas notas carácter definitivo.
ahora desperdigada biblioteca ha sido estudiada con detenimiento Tal vez algunos escritores como Harvey reunían sistemáticamente
por G. C. Moore Smith, Virginia Stem y Walter Colman, llenó los colecciones enteras de notas, no con vistas a la publicación, sino
márgenes de sus libros de anotaciones escritas-con una elaboradísi-- como punto de referencia para los miembros de su círculo. Sabe-
ma letra cursiva que se hizo famosa en su época (especialmente entre mos que los coleccionistas, a finales del siglo XVI, comp~tían por
sus enemigos, que se burlaban de ella). Esas notas reflejaban las reac- obtener libros impresos que llevasen las anotaciones de algún
ciones de Harvey ante los textos que leía, indicaban las fuentes de erudito. La biblioteca de la Universidad de Leiden, por ejemplo,
consulta y a menudo describían vivamente las ocasiones en que él decoraba minuciosamente los libros y manuscritos de la bibliote-
mismo había discutido acerca de esos textos o había presenciado dis- ca de Escalígero con una tira in1presa que identificaba su proce-
cusiones o representaciones públicas en tomo a ellos 89 . dencia -con frecuencia de manera incorrecta, puesto que los bi-
La pres~ncia de tantas anotaciones sistemáticas es muy signi- bliotecarios tendían a asignar a Escalígero cualquier anotación
ficativa. A menudo, como es lógico, indicaba que el lector lúcido elegantemente caligrafiada-. Los coleccionistas como Huet ex-
se estaba preparando para publicar algo sobre el texto en cuestión. hibían con orgullo sus libri annotati.
Las elaboradas notas de Escalígero acerca de Guilandinus no eran No era sencillo adornar docenas de libros con narraciones
más que el borrador de un ataque frontal; las notas de Huet en s-U autobiográficas, complejas referencias cruzadas y completos aná-
ejemplar del Manilio de Escalígero constituyeron la fuente princi- lisis de los detalles del texto. El humanista debía tener sus libros
pal de su ataque a gran escala sobre éste 90 • Pero las anotaciones no bien ordenados para poder consultarlos de inmediato; necesitaba
recuperar información de un gran número de fuentes. A finales
del siglo XVI se inventaron diversos artilugios que facilitaban ·este
88
P. de Nolhac, Pétrarqu.e et l'humanisme; G. Billanovich, "Petrarch and the textual tradi- tipo de trabajo; concretamente, el humanista podía utilizar ya una
tion of Livy", en jm_¡rna[ of the Warbu¡g and Cm_¡rtauld Institutes, 14 (1951); C. Quillen,
'The Humanistas Reader'', Princeton, 1990. Para un estudio comparativo de un libro especie de gíratorio -una gran rueda vertical, cuidadosamente
personalizado, vid. J. C. Margolin, "Laski lecteur et annotateur du «Nouveau Testa- ajustada para que girase lentamente y se detuviera a voluntad-
ment» d'Erasme", en ScriniumATasmianum, ed.J. Coppens, I (Leiden, 1969), pp. 93-128. con estantes y divisiones para colocar libros. El humanista que dis-
89
Vid. C. G. Moore·Smith, GabrielHarory's Margi,nalia (Stratford-upon-Avon, 1913); pusiera de uno podía sentarse tranquilamente, como relata Ra-
V. Stern, GabrielHarory (Oxford, 1979); W. Colman está preparando una extensa melli en su descripción de tales dispositivos, mientras repasaba
edición de las notas marginales de Harvey.
90 toda una biblioteca de textos. Estos espléndidos mecanismos, al-
A. Grafton, "Rhetoric, philology and Egyptomania in the 1570s:J.J. Scaliger's
Invective against M..Guilandinus' s Papyrns", en Joumal of the Warburg and Courtauld gunos de los cuales todavía se conservan, se complementaban, en
Institutes, 42 (1979); Huet, Commentari.us, pp. 291-292. las bibliotecas más modernas, con otro~ dispositivos. Cujas, por
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EL LECTOR HUMANISTA ANTHONYGRAFION
ejemplo, poseía, además de una rueda con la que hacer girar su vasta aislado; sus contemporáneos creyeron ver en las lecciones de Henry
colección de libros, una silla de barbero que le permitía pasar rápida- Cuffe, que leía textos clásicos con Essex, el' germen de su fallida rebe-
mente de una tarea a otra dentro de su estudio. Curiosamente, sin em- lión 93 . El propio Hobbes culparía de Ja guerra civil a un grupo dejó-
bargo, no utilizaba ninguno de esos dispositivos: "Il étudioit le ventre venes educados en el saber clásico que se habían tomado demasiado
contre terre, couché sur un tapis, ses livres autour de lui " 91 • Así pues, a pecho los puntos de vi~ta republicanos de los historiadores roma-
la lectura en el Renacimiento tenía algo del esnobismo que hoy tiene nos y griegos. Y ese tipo de lectura, más pragmático que estético, me-
la escritura. El lector más exquisito necesitaba una serie de complica- rece ocupar un lugar destacado ~n cualquier historia del libro duran-
das y caras herramientas y, una vez en posesión de ellas, experimenta- te el Renacimiento.
ba la misma superioridad -o sensación de superioridad- sobre los
demás lectores que hoy experimenta quien posee el último modelo
de ordenador e impresora. Al igual que quienes hoy disponen de un HUET: EL FJN DE UNA TRADICIÓN
ordenador, los lectores renacentistas usaban estos mecanismos no
como instrumentos prácticos destinados a facilitar su trabajo, sino A mediados del siglo XVII, los filósofos comenzaron a argumentar
como caros fetiches que conferian encanto a su ocupación. que la lectura por sí sola no era capaz de proporcionar determinados
La lectura, por último, ya fuese pública o privada, tenía con fre- conocimientos sobre la historia natural o humana. Descartes comen-
cuencia fines muy concretos: fines tanto políticos como intelectua- --------- zó su Discurso del método manifestando su propio descontento con la
les. Comenzamos con Maquiavelo leyendo historia en privado, a fin educación humanística que había recibido de los jesuitas. Había
de comprender su destino. Posteriormente, como es natural, leería comprobado que las lecturas acerca del pasado podían aportar tan
historia en público, en el sentido puramente renacentista del térmi- sólo un modesto grado de sofisticación: el mismo que podíá adquirir-
no: es decir, daria lecciones sobre Tito Livio a un grupo de patricios se viajando. El lector atento, igual que el viajero atento, sabía que los
florentinos en los jardines de Rucellai 92 . En cada casó, el diálogo distintos pueblos se regían por distintos códigos morales y se conside-
con el texto antiguo tenía la misma finalidad: acción -resultados raban bárbaros -con la misma falta de equidad- unos a otros. Sólo
prácticos, diríamos hoy-. A finales del siglo XVI, Gabriel Harvey era el razonamiento riguroso basado en las matemáticas podía aproxi-
uno de los pocos intelectuales ingleses a los que se pagaba para que marse a la verdad. Los humanistas aceptaron de buen grado estas cri-
comentasen textos históricos con influyentes personajes políticos. ticas, o al menos admitieron que la mayoría de los jóvenes instruidos
Harvey repasó junto a Thomas Smith la descripción de Aníbal por las aceptaban. Los lectores cultos y los editores de textos clásicos
Tito Livio antes de que Smith acabase sus días en Irlanda, mientras____________________ , como J. F. Gronovius y N. Heinsius ejercían su oficio con resignación,
intentaba consolidar el control inglés y proteger las inversiones de sabedores de que la era de la filología había terminado y estaba sien-
su familia. Repasó junto con sir Philip Sidney el relato de Tito Livio do reemplazada por la nueva era de las matemáticas 94 .
sobre los orígenes de Roma antes de que Sidney partiese para llevar Nadie presenció estos cambios con más atención ni los lamentó
su embajada al sacro emperador romano, Rodolfo 11. Y probable- más profundamente que Huet. Al final de su vida se sentía com'o un
mente diseñó su propio ejemplar, profusamente anotado, de Tito aparecido, un testigo fantasmal del mundo perdido de su juventud,
Llvio, en el cual registró estas lecturas, en recuerdo de sus esfuerzos en el que la erudición había gozado de gran prestigio y atraído a
personales por poner la sabiduría al servicio del poder y también hombres de gran talento 95 • Sin embargo, continuó editando clási-
para servirse de ellas en años posteriores. No fue el de Harvey un caso cos para el Delfín. Siguió coleccionando y anotando libros clásicos
93
91
Vid. L.Jardine y A. Grafton, "Reading for Action: How Gabriel Harvey Read bis Sobre todos estos aspectos, vid.Jardine and Grafton, "Reading for Action".
94
Livy", enPast andPresent, 129 (1990), pp. 30-78; la descripción de Cujas trabajando Grafton, Defenders ojthe Text, pp. 1-3.
procede de Scaligerana, ed. P. des Maizeaux (Amsterdam, 1740), I, p. 75. 95
Huetiana (Amsterdam, 1723), p. 3: ''.Je puis done dire quej'ai vú fleurir et mourir
92 F. Gilbert, Machiavelli and Guicciardini (Princeton, 1965). les Lettres, et queje leur ai survécu".
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96
Huet, Commentarius, p. 295.
97
lbíd.; vid. Huetiana, pp. 104-105 para otra versión.
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