Dormir 5 Minutos Más

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La ciencia ha estudiado el efecto de dormir

"cinco minutos más" tras el despertador.


Veredicto: pésima idea

Existe cierto consenso entre los expertos en señalar que atrasar cinco minutos la alarma de
nuestros despertadores no es garante de un mejor reposo. Sin embargo aún es mucho lo que no
sabemos sobre los efectos reales de esta práctica. Lo que sí sabemos, es que es una práctica muy
extendida entre los humanos.

El problema de los “cinco minutos más”. Dormir más suele ser bueno, pero el sueño es un proceso
biológico más complejo de lo que aparenta (nada sorprendente si tenemos en cuenta que el
órgano responsable de éste es el cerebro). El sueño no es un estado dicotómico, no estamos
dormidos o despiertos, sino que durante nuestro reposo atravesamos varias fases.
El ciclo de sueño, durante el cual completamos la serie de cuatro fases, una fase REM (rapid eye
movement) y tres fases adicionales a cual más profunda. Los ciclos pueden variar a lo largo de
nuestro sueño en duración e intensidad, y también difieren de una persona a otra.

La duración de los ciclos varía entre los 70 y los 120 minutos, y el primer ciclo de la noche, por
ejemplo, suele ser más corto y profundo. El problema con atrasar la alarma es que, si bien
podemos caer dormidos, no tendremos tiempo de alcanzar las fases más profundas del sueño,
mucho menos completar un ciclo entero.

Síntoma, más que causa. Para algunos expertos, el problema no radica en el acto de atrasar la
alarma para quedarnos un poco más en la cama, sino en que los problemas de sueño que
arrastramos, que hacen que nos cueste más levantarnos por la mañana.

Así opina Steven Bender, profesor de cirugía oral y maxilofacial en la Universidad Texas A&M: “para
muchos, [atrasar la alarma] puede ser señal de un problema significativo con el sueño. El mal
sueño ha sido asociado con un número de trastornos en la salud, incluyendo alta presión arterial,
problemas de memoria e incluso control de nuestro peso.”

El perfil del remolón. Un nuevo estudio, publicado en la revista SLEEP, se ha adentrado un poco
más en la cuestión, dibujando un perfil de las personas con tendencia a atrasar los despertadores
por la mañana. Gracias a los relojes inteligentes, analizaron los hábitos de sueño de 450
participantes, para descubrir que más de la mitad (un 57% de estos) tendían a remolonear tras la
primera alarma.

El equipo de investigadores descubrió también que entre los participantes las mujeres, los más
jóvenes y las “aves nocturnas” eran quienes tenían mayor tendencia a atrasar sus despertadores.
Este hábito también aparecía correlacionado con otros factores, como más interrupciones del
sueño, más interrupciones del sueño y menos pasos diarios dados. Curiosamente, los “remolones”
no dormían menos, se sentían más soñolientos ni eran más propensos a las siestas.

Los autores concluyen que atrasar los despertadores es un comportamiento común, y que está
influido por características demográficas y conductuales. Sin embargo, tuvieron que admitir que
había pocas conclusiones que sacar en tanto en cuanto a los efectos del acto de atrasar las alarmas
sobre la calidad de nuestro sueño.
¿Por qué remolonea usted? Una de las limitaciones de este estudio es que no permite saber si
existen relaciones causales directas entre las variables y, si las hay, cuál es la dirección de éstas. Por
ejemplo, es imposible saber si el sueño fragmentado asociado a atrasar los despertadores se
produce precisamente por esto o si es que tendemos a atrasar los despertadores porque
dormimos de manera fragmentada y por tanto mal.

Entre las preguntas que se incluyeron en el estudio había una referida a la motivación de aquellos
que atrasaban sus despertadores. Las respuestas habituales entran dentro de lo previsible: “No
puedo salir de la cama después de la primera alarma” o “porque se está cómodo en mi cama”.

El equipo encargado del estudio señalaba sin embargo al hecho de que un tercio de los
estadounidenses no durmiera bien como motivo más probable.

Indagar más sobre el sueño. Los investigadores que realizaron este estudio llaman la atención no
sobre lo que sabemos de esta práctica, sino sobre las muchas incógnitas que aún quedan por
despejar. Así lo indica Stephen Mattingly, uno de los autores del último estudio.

Determinar, por ejemplo, las relaciones de causa-efecto entre las correlaciones observadas es una
de las preguntas que tendrán que responder los investigadores. La tarea no es fácil. El sueño de
cada persona puede variar notablemente de persona a persona, ya sea por motivos genéticos, por
nuestro horario laboral, por nuestros hábitos particulares o por un cúmulo de circunstancias
ambientales.

Si a eso sumamos el hecho de que dormir es un acto que realizamos inconscientemente y que se
trata del cerebro de lo que hablamos, puede comprenderse la dificultad de la labor de los
investigadores.

Dormir mejor. Regresando a lo que sí sabemos con certeza, el consejo se centra en tratar de dormir
más y mejor, sin depender de poder atrasar nuestra alarma por las mañanas. España es uno de los
países que más medicación para dormir consume, pero existen técnicas que nos pueden ayudar
cuando nuestro caso no llega al punto de requerirla.

Mantener nuestro entorno controlado (en cuanto a temperatura y luminosidad) es una de las
claves. En relación a esto, uno de los consejos más habituales e el de evitar las pantallas, incluso
horas antes de tratar de dormirnos. Tratar de ser regulares (siempre que sea posible) con nuestros
horarios también puede ayudarnos a controlar nuestros ritmos circadianos.
Las sustancias como la cafeína y el alcohol también pueden afectar a nuestros ciclos de sueño. El
efecto de la cafeína resulta obvio, pero en el caso del alcohol debemos tener en cuenta que, pese a
que nos duerma, su efecto sobre el reposo no será positivo, sino que nos puede inducir un sueño
más ligero y por tanto menos reparador.

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