Ponencia - Personajes de Lima
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Ponencia - Personajes de Lima
Hija legitima de don José Villegas y de doña Teresa Hurtado de Villegas, residentes de Lima,
nació el 28 de setiembre de 1748 bautizada el primero de diciembre del mismo año por el Rev.
Padre Francisco Enríquez. Todos los hijos de los esposos Villegas-Hurtado fueron bautizados en
la Parroquia del Sagrario de Lima.
Desde allí lo que viene es historia conocida, los amores del Virrey con la criolla, las muchas
obras que se dicen construyo Amat para satisfacer el capricho de su amada (El Paseo de Aguas,
embellecimiento de la Alameda de los Descalzos, la Plaza de Acho, la Quinta del Prado, etc).
Tuvo un hijo con ella como ya mencionamos antes; cuando terminó su mandato el Virrey en
estas tierras, fue llamado a Madrid, pero el aun permaneció aquí casi 1 año más viviendo con
Micaela y su pequeño hijo, cosa que difícilmente creemos hubiera hecho con alguien a quien
consideraba una “perra chola”.
Cuando Manuel de Amat y Juniet finalmente viaja a España, Miquita ya sin el amparo director
de Amat, sufrió una serie de vejámenes y desaires de parte de la sociedad limeña, la que
envidiaba su opulencia y belleza. Miquita tenía solo 28 años y empieza a sentir la triste realidad
de la vida.
Así transcurren los años hasta que en 1791, cuando tenía 43 años se asocia a don José Vicente
Echarri, oriundo de Navarra. Ambos trabajan en sociedad activamente por el
engrandecimiento del teatro nacional y cada día van conociéndose más íntimamente. En 1794
Miquita recibe la triste nueva del fallecimiento de Amat. Espera y guarda el luto todo un año
(procediendo como si fuera una legitima esposa) hasta 1795 en que contrae matrimonio con
su ex socio José Vicente Echarri, ceremonia llevada a cabo en la iglesia de San Lázaro el día 4 de
agosto ante el Padre Juan Antonio de la Magdalena Xaramilla y Thabera. En su pliego
matrimonial Miquita declara haber nacido en Lima, lo que ratifica lo antes mencionado.
Finalmente en 1806 fallece su esposo. Ella, una exitosa empresaria artística, fallece en Lima en
1819, dos años antes del grito definitivo de libertad, llevándose en sus recuerdos las imágenes
de un pasado en el centro del poder virreinal, que ya no era tal.
Muchas cosas más se podrían contar acerca de la vida de Micaela: el episodio de la Calesa de
oro, su actividad como promotora del teatro nacional, el juicio entre ella y el cabildo cuando
quiso ampliar el balcón de su propiedad en el Paseo de Aguas anticipándose a los arquitectos
de la época, la vida en su rancho de Chorrillos, el viaje de su hijo a España para visitar a su
padre, su testamento, etc. Se podrían hacer muchos libros y películas con su vida, de actividad
constante y firme, frente a la envidia de una clase social que nunca la aceptó y que alimento el
mote y la historia frívola con la que aun es recordada hasta hoy.
PERRICHOLI
Amat fue un militar ilustrado con arrogancia de fina galantería. Como Virrey representaba a su
Real Majestad el Rey de España. Era aristócrata. No es concebible que profiriera término tan vil
a la persona objeto de sus empeños amatorios.
En México se usaba la palabra Pirri como demostración de cosa bonita, pequeña, graciosa. La
voz pirri se entiende por algo reducido. Carlos Miro Quesada Laos en su obra “De Santa Rosa a
la Perricholi” refiere que el apodo de Micaela Villegas no tuvo el hiriente sentido que los
historiadores le han dado, sino era más bien una expresión de alabanza que significaba algo
tierno, delicado y mimoso.
Jean Descola, en la “Vida Cotidiana en el Perú” indica que Perricholi significa “preciosa
mesticita” ya que el Virrey acostumbraba llamarla “mi joya, mi petitcholi”, locución catalana
que significa “cosita preciosa”.
Es casi imposible que un hombre culto y enamorado tratara a su amante de Perra chola ni que
ella lo aceptara de buen grado, menos aun con el geniecito que siempre dio muestra tener. Las
Tradiciones de Ricardo Palma, sutil e irónico comentador de tradiciones a menudo inventadas
por el mismo (como buen escritor que lo es sin duda), no son fuente histórica.
Lohman Villena, voz autorizada en los estudios del pasado limeño y su arquitectura dice: “Debe
desecharse de plano, la irrisoria leyenda que atribuye al Virrey Amat la invención del mote con
que ha pasado a la historia Micaela Villegas. Años antes de de la venida de Amat a ocupar el
solio virreinal, existió ya en Lima dicho nombre, que pertenecía a un destacado vecino, cuyo
apellido fue trasladado a la comedianta por razones que aún se ignoran. Prueba de esto, es
que el 8 de julio de 1740 se enterró un Juan Gálvez en San Agustín y los gastos del funeral los
costeo Perricholi (Libro 3 ° de Entierros de la Parroquia de San Marcelo, 1720-1743, f. 76 v.) y
el 30 de octubre de 1749 se sepulto en el cementerio del Sagrario un esclavo del mismo
Perricholi (Libro de Entierros españoles del Sagrario, 1746-1749. F. s/m.)
Como vemos, mucho más fácil fue repetir que pensar e investigar.
Se traslado a Lima, continuó con su trabajo de mecánico y profundizó sus investigaciones sobre
el vuelo de las aves, ahora observando a los gallinazos y, eventualmente, a los cóndores (cazó
algunas aves para analizar sus formas y sistemas de vuelo); asimismo, había que profundizar
sobre la dirección del viento y otros detalles. Fue así que, luego de 14 años de paciente
investigación, diseñó un modelo mecánico para poder volar, muy parecido a la moderna “ala
delta”. Corría el año 1761.
Pero su trabajo no quedó allí. Una copia de su proyecto se la remitió al entonces Virrey del
Perú, don Manuel Amat y Juniet, a quien solicitó la ayuda económica respectiva para
materializarlo. También se sabe que, en 1762, mandó un memorial al propio Rey de España
titulado Nuevo sistema de navegar por los aires, sacado de las observaciones de la naturaleza
volátil (cabe resaltar que en este documento, Santiago de Cárdenas incluyó grabados e
ilustraciones del movimiento de las plumas guías, su curvatura, su colocación y su importancia
para el vuelo). Hay que subrayar que este documento es considerado el primer tratado
latinoamericano sobre vuelo (el título original era Nuebo sistema de Nabegar por los Aires
sacado delas observaciones dela Naturalesa Bolatil). Nuestro personaje sería el primero en
utilizar el vocablo “aeronauta”.
El asustado Santiago, casi al borde del linchamiento, tuvo que huir y se refugió en la Catedral.
El Virrey, por su lado, enterado de los sucesos, envió su escolta para resguardar al héroe
frustrado y refugiarlo en su Palacio. Santiago moriría en Lima en 1766 –a los 40 años-, el mismo
año en que el virrey Amat inauguraba la plaza de Acho.
La historia de este pintoresco personaje limeño (o chalaco) fue descrita y rescatada por
diferentes escritores. En 1878, por ejemplo, el tradicionalista Ricardo Palma, recogió la
historia, le insertó un prólogo escrito por él mismo y la hizo imprimir en Valparaíso, Chile.
Palma recogió la tradición bajo el título Santiago “Volador” y escribe que, al presentarle un
memorial al virrey de su proyecto, “decía que por medio de un aparato o máquina que había
inventado, pero para cuya construcción le faltaban recursos pecuniarios, era el volar cosa más
fácil que sorberse un huevo fresco y de menos peligro que el persignarse”.
Luego, a fines del siglo XIX, apareció la obra Viaje al Globo de la Luna, de autor desconocido, en
la que se insertan varias notas dedicadas a “Santiago el Volador”. Ya en el siglo XX, Julio Ramón
Ribeyro, también homenajeó a este personaje a través de su obra teatral Vida y pasión de
Santiago el pajarero (Lima, 1958), puesta dirigida por el director y también autor Hernando
Cortés y musicalizada por el maestro Enrique Iturriaga.
Era un hombre excéntrico, filosofo y poeta callejero, se le comparó con Diógenes por su
manera de vestir y realizar sus actividades melenudo, con su barba desaliñada, sucio, usaba en
vez de correa una tira de trapo que amarrada a la cintura contenía que no cayeran sus
pantalones. llevaba un grasiento bolso colgado al costado, como el que llevaban antiguamente
los muchachos a la escuela, lleno de libros y pedazos de papel, originales de sus sonetos. Usaba
un sombrero de tarro mantecoso y magullado, y usaba una capa sucia que arrastraba por lo
suelos. Clamaba por las calles el ser reconocido por lo que consideraba el sus meritos; haber
peleado por la patria y ser el mejor compositor de sonetos. Muchas veces imploraba por las
calles un "medio" para tomar un café. Pero no admitía más que un medio para el café.
Nacido en Arequipa, sus hermanos alcanzaron gran nombre y una cómoda posición social, pero
el nunca pudo levantar su situación, abatido siempre por el dolor y la miseria. Como se decía
en aquellos años: "era poeta y patriota" ósea sinónimo de pobreza. Vino a Lima (1840) y
colaboró con algunos diarios.
Ya adulto, trabajaba sus composiciones en medio de las calles mas publicas de Lima, casi
siempre de memoria "agobiado por las injusticias de sus constantes enemigos" como solía
decir el.
Ensimismado en sus propias meditaciones, juguete de sus hermanos, mofa de los muchachos y
de la clase más humilde del pueblo, tuvo que saborear a todas horas el amargo sabor del dolor.
En una composición suya llamada "El retrato" dice:
Letras que nos muestran su gran sensibilidad. En otro país y en otras circunstancias, quizá
Quiros hubiera llegado a convertirse en un genio; pero sin erudición extensa, sin
conocimientos científicos, luchando siempre con las necesidades materiales de la vida y
adversidad de su fortuna, otro fue su destino.
Compuso cerca de cuatro mil sonetos, siendo su lugar favorito el famoso café de Bodegones.
Cuenta Carlos Prince quien reseña la vida de este personaje de Lima, que sus sonetos pudieron
rivalizar con los mejores que se hayan escrito en lengua castellana. Producto de su vocación
poética publicó Maldiciones al Sol, Delirios de un loco, Himno al amor, etc.
Llegado a Lima, se aloja en un solar de la calle San Ildefonso (primera cuadra del actual Jr.
Andahuaylas, cerca a la Escuela de Bellas Artes), donde durante diez años dirigio una orquesta
sinfonica con jovenes musicos peruanos. Le iba muy bien en esta labor hasta que el terremoto
del 40 destruyo su vivienda, instrumentos, partituras y todo lo que tenia. Esto lo afecto aun
mas mentalmente, no obstante se repuso y continuo enseñando musica durante los años
siguientes.
—¡Estoy muy apurado, me necesitan en Palacio!. Tengo una cita muy urgente- y continuaba
siempre arrebatado a grandes trancos a cumplir con su imaginaria cita.
Era muy común verlo pronunciar extensos discursos cargados de entusiasmo como de risibles
propuestas de Gobierno.
Publicaba un periodico llamado "El Leon del Pueblo", del que se encaragaba de editar, imprimir
y distribuir el mismo. A pesar de su enajenacion visible y causa de burlas para la mayoria,
lograba ser reconocido y mencionado casi siempre en diarios y por los politicos de la epoca. Se
cuenta que una ocasion hubo un conclave de politicos para elegir un candidato que los
represente en las proximas elecciones, y reunidos estaban en un salon muy elegante cuando
de pronto, nuestro personaje ingresa y pide la palabra. Se la dieron.
Guillermo Thorndike en “Los apachurrantes años 50″ recuerda ese pasaje asi: “Entonces llegó,
un anciano de levita negra y pantalón listado, discretamente zurcido, con hongo, bastón y
escarpines viejos que cubrían sus humildes zapatos acabados de lustrar. No viajaba en limusina
con chofer, ni nunca había estado en París, ni parecía de este mundo. Pero toda la tragedia del
Perú al que no habían invitado los dominicos se abrillantaban en la locura de sus ojos. Su sola
aparición enmudeció el discurso. Avanzó con dignidad por el salón repleto de personajes hasta
sentarse a un lado, más bien en el coro que entre los potentados, en primera fila y cerca de la
presidencia. Wiese y Miró Quesada se miraron sin saber qué decir. Los fogonzazos de los
fotógrafos se concentraron en el Apu Inca Verdadero. Hasta ese instante, los pretendientes
habían discurseado de Dios, la Patria, el orden establecido, nuestras sagradas instituciones, la
paz pública, el luminoso porvenir de nuestros hijos. ¿De qué podrían hablar ahora, frente a la
faz demacrada de un Perú que rara vez había sido feliz?. Con respetuosa solemnidad, Cordero
y Velarde escuchaba a los principales. Después intervino en su condición de Apu Inca
Verdadero y del desorden de sus palabras se supo que otra era la paz solicitada por el pueblo y
que no era justicia de todos aquella que preocupaba a los poderosos de la tierra. No su voz,
sino el ridículo de aquellos príncipes forzados a escucharlo, convirtió el cónclave en el más
grande fiasco de la derecha peruana. Al día siguiente, “La Prensa” destacó en primera plana a
Cordero y Velarde junto a los organizadores de la transición presidencial. La gente carcajeó
durante semanas, meses. Y casi nadie reparó que, por fin, el Apu Inca Verdadero había
modificado una parte de la historia del Perú”.
Pedro Ángel Cordero y Velarde, el viejo músico de la “Cosmopolita” del Cerro de Pasco, el
arrebatado candidato cerreño a la Presidencia del Perú, murió pobre y abandonado en un viejo
callejón limeño, signado con el número 123 de Carmen Alto, en el Jirón Junín de Lima. Nadie
reclamo su cuerpo en la morgue y fue arrojado a la fosa común. Era el 18 de diciembre de
1961.
Era común verlo blandiendo sus largos brazos como molino de viento, apurando el paso de los
transeúntes o deteniendo el tráfico de modernos Ford o lujosos Cadilac, con extrema
elegancia. “Es un verdadero show verlo”, se comentaba en bares y restaurantes de El Cercado.
Nonone, recorría plazas y calles, y era visto con turistas tomándose fotos o simplemente
arremolinaba gente para verlo en acción. También es recordado por ser el único policía de
nuestra historia en haber recibido el saludo de un mandatario. El ex presidente de la República
General, Manuel A. Odria, detenía su comitiva oficial cada vez que podía para saludar a tan
singular símbolo de la policía.
Nonone, acuño frases de caballerosidad como “tenga Ud. la amabilidad de pasar señor” o “ si
maneja con cuidado puede evitar accidentes de tránsito”. Una revista brasileña lo calificó
como “O mais grande policía do mundo”. Dinámico y siempre respetuoso, nunca tuvo
necesidad de emplear su revólver ni agredir verbal o físicamente a un chofer.
En su honor el “Carreta” Jorge Pérez y el “Pato” Jorge Álvarez lo inmortalizaron en una polca
que decía así: "¡Qué tráfico compadre! Nonone ya está loco, metiendo papeletas, a más ya no
poder..."
Peruanos y extranjeros acudían a Lima para ver a Nonone quien llego a ser muy apreciado por
el mundo. Tanta fama tuvo que fue invitado a grabar un cortometraje “muerte repentina”
donde actuó de él mismo. Además, fue elegido por cineastas turistas para ser su guía. La
filmación se llamó “Búsqueda en la selva”, donde conoció a John Wayne, mientras actuaba en
algunas escenas.
Los periódicos limeños y extranjeros hablaban de él como un futuro actor. Incluso el diario
“Ultima Hora” vaticinaba la idea de que Nonone actuaría en Hollywood, pero aquel presagio no
llego a cumplirse: los cineastas no regresaron por él. Tampoco volvió la actriz italiana que
conoció en el corto.
Desde que comenzó la vida militar, Reynaldo nunca dejo de trabajar. Luego de la fama que
tuvo como actor, Nonone trabajo como jefe de seguridad del diario “La prensa”. Luego, trabajo
en el Hipódromo de Monterrico. Recién, a la edad de 80 años decidió renunciar a la vida
laboral.
“Tanta fama tuvo que fue invitado a grabar un cortometraje “muerte repentina” donde actuó
de él”
El siete de febrero de 1997, el gran Nonone murió a los 83 años de edad tras una insuficiencia
respiratoria que lo produjo en cáncer a las fibras óseas. El sábado ocho del mismo mes,
Nonone partió del velatorio del hospital Edgardo Rebagliati a las once de la mañana. Fue
cargado por seis policías de la 49º comandancia de la PNP. Fue sepultado en el cementerio
Parque del Recuerdo de Lurín. Aquel día, el comandante de la PNP lo declaro luto institucional.
Aquel día fue llamado el DIA DEL Sargento Nonone.
La ostentación de quién tenía el mejor diseñado balcón, contribuyó a que la capacidad de los
ebanistas de aquellas épocas se pusiera de manifiesto y casi nunca se podía encontrar uno
igual al otro. Cada quien creaba un diseño diferente, una especie de distintivo, como sus
escudos de armas. Su profusión fue tal que el padre Antonio de la Calancha, autor de “Crónicas
Moralizadoras”, dijera alguna vez: “Son tantos y tan largos que parecen calles en el aire”.
A pesar del tiempo transcurrido, los balcones limeños conservan aun su encanto; atributo que
se ganó la admiración de muchos; entre ellos, el investigador italiano Bruno Roselli, quien
expresó que: “Los balcones son para Lima lo que la Torre Eiffel es para París, la estatua de la
Libertad para Nueva York y los leones de Trafalgar Square para Londres: un sello cargado de
una importante unicidad.”
Su nombre completo era Bruno Carlo Dionigio Amulio Antonio Roselli Cooni. Al poco tiempo
de llegar de su natal Florencia inició una larga lucha por la conservación de estos cajones
tallados que adornaban las fachadas de las casonas de la capital. Calificado por muchos como
un loco y un terco, no era raro verlo caminar con su vestimenta anticuada acompañado de su
inseparable bastón por las calles del centro limeño, buscando estas obras de arte para
salvarlas.
En abril de 1953, este profesor de Historia General del Arte en San Marcos empezó su labor
junto al diario El Comercio. El decano demandó que se hiciera una catalogación de los viejos
balcones de Lima como primer paso para su urgente restauración. ¿Con quién contar? Tenía
que ser un conocedor del arte. De esta manera el proyecto recayó en las manos del profesor
Roselli.
Al mismo tiempo, don Bruno encontró tribuna en las páginas de este diario, primero en la
edición vespertina y luego en la matutina. Cada columna escrita por el profesor era una
muestra de cariño, pero a la vez un jalón de orejas para aprender a valorar lo nuestro.
Asimismo, con el apoyo de Manuel Solari Swayne, “Zeñó Manué”, otro defensor del
patrimonio cultural de la ciudad, logró la promulgación de un decreto que exigía un dictamen
para traerse abajo un balcón.
Luego de dar el primer paso las campañas continuaron. En 1961, su entusiasmo lo llevó a
organizar un original concurso que premiaba con 250 soles a quien descubriera el lugar de
Lima desde donde se viera parcial o totalmente el mayor número de balcones. El vencedor
encontró 28 balcones en la intersección de los jirones Ucayali y Carabaya, tal vez el lugar
preferido de Roselli.
Cuando se iniciaron las demoliciones de las casonas para construir nuevos edificios, el profesor
no pudo soportar tal atropello arquitectónico y compró, con su propio dinero, cada balcón que
estaba en riesgo de desaparecer.
El profesor se acercaba a los obreros y negociaba el precio. Luego de hacer la compra llevaba
los viejos balcones a un galpón del Rímac que alquiló especialmente para almacenarlos y
empezar su restauración sin imaginar el triste final que tendrían. En venganza por no haber
pagado el arrendamiento del lugar, cincuenta de sus amados balcones fueron quemados por el
propietario del galpón.
A principios de la década del 70, el “Quijote” de los balcones ya estaba perdiendo las fuerzas.
Enfermo y sin dinero, su salud decayó profundamente hasta que la muerte se lo llevó a las 5 de
mañana del 24 de setiembre de 1970, a los 81 años.
La pluma de Mario Vargas Llosa plasmó la vida del profesor en la obra teatral “El loco de los
balcones” que fue protagonizada por el actor peruano Enrique Victoria.