Hermès

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LA ESFINGE

Egipto es una monarquía absoluta y conquistadora como Asiria, y no difiere de ésta más que
porque aquélla duró algunos miles de años más. ¿Sospechan ellos que en Asiria la monarquía
aplastó al sacerdocio para hacer de él un instrumento, mientras que en Egipto el sacerdocio
disciplinó a los reyes, no abdicó jamás ni aun en las peores épocas, arrojando del trono a los
déspotas, gobernando siempre a la nación.

Desde la época aria, a través del período turbulento que siguió a los tiempos védicos hasta la
conquista persa y la época alejandrina, es decir, durante un lapso de más de cinco mil años, Egipto
fue la fortaleza de las puras y altas doctrinas cuyo conjunto constituye la ciencia de los principios y
que pudiera llamarse la ortodoxia esotérica de la antigüedad.

Sin embargo, un rayo de aquel misterioso sol de los santuarios es lo que quisiéramos hacer revivir
siguiendo la vía secreta de la antigua iniciación egipcia, en cuanto lo permite la intuición esotérica
y la refracción de las edades.

Por esta razón, cuando los iniciados vean el animal sagrado tendido en el pórtico de los templos o
en el fondo de las criptas, sentirán vivir aquel misterio en sí mismos y replegarán en silencio las
alas de su espíritu sobre la verdad interna. Porque antes de Aedipo, sabrán que la clave del enigma
de la esfinge es el hombre, el microcosmos, el agente divino, que reúne en sí todos los elementos
y todas las fuerzas de la naturaleza. La raza roja no ha dejado otro testigo que la esfinge de Gizeh;
prueba irrecusable de que había formulado y resuelto a su manera el gran problema.

HERMES

La raza negra que sucedió a la raza roja austral en la dominación del mundo, hizo del alto Egipto su
principal santuario. El nombre de Hermes Toth, ese misterioso y primer iniciador del Egipto en las
doctrinas sagradas, se relaciona sin duda con una primera y pacífica mezcla de la raza blanca y de
la raza negra en las regiones de la Etiopía y del alto Egipto, largo tiempo antes de la época aria.

La existencia nacional del Egipto estaba comprometida, su intelectualidad en peligro, su misión


universal amenazada. Pero llevaba en sí un alma de vida, es decir, un cuerpo orgánico de iniciados,
depositarios de la antigua ciencia de Hermes y de Am-món-Rá.

ISIS - LA INICIAC

En tiempo de los Ramsés, la civilización egipcia resplandecía en el apogeo de su gloria. Los


faraones de la XX dinastía, discípulos y porta espadas de los santuarios, sostenían como
verdaderos héroes la lucha contra Babilonia.

La puerta estaba oculta por una estatua de Isis de tamaño natural. La diosa sentada tenía un libro
cerrado sobre sus rodillas, en una actitud de meditación y de recogimiento. Su cara estaba
cubierta con un velo. Se leía bajo la Estatua: “Ningún mortal ha levantado mi velo”.

OSIRIS - LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN


En una de las salas del templo se alineaban en dos filas aquellas mismas pinturas sagradas que le
habían explicado en la cripta durante la noche de las pruebas, y que representaban los veintidós
arcanos. Aquellos arcanos que se dejaban entrever en el umbral mismo de la ciencia oculta, eran
las columnas de la teología; pero era preciso haber atravesado toda la iniciación para
comprenderlos.

Transportémonos ahora con el hierofante y el nuevo iniciado sobre el observatorio del templo, en
el tibio esplendor de una noche egipcia. Allí es donde el jefe del templo daba al reciente adepto la
grande revelación, contándole la visión de Hermes. Esta visión no estaba escrita en ningún papiro.
Estaba en las estelas de la cripta secreta, conocida sólo por el hierofante. De pontífice en pontífice,
la explicación se transmitía verbalmente.

LA VISIÓN DE HERMES

Además de mensajero, Hermes es el dios psicopompos, el encargado de conducir las almas de los
muertos hasta la entrada del reino de Hades. El arma característica de Hermes es el caduceo, una
vara que ha sido representada con multitud de formas y a la que se atribuía el poder de dormir a
dioses y mortales así como de servir para que su portador pudiera dirigir hasta el Hades las almas
de los muertos.

De todas las divinidades del panteón griego, Hermes es sin duda una de las más complejas y ricas
en matices. Hermes es la divinidad protectora de cosas tan aparentemente dispares como el
comercio, los robos, los caminos, los mensajeros, los sueños y las puertas.

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