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DE
。・コOオエセ セw
Jacint Creus
M. a Antonia Brunat
CUENTOS ANNOBONESES
DE
CENTRO CULTURAL
HISPANO·GUlNEANO
EDICIONES
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rísticas del género a la realidad física de Annobón: es cosa comúnmen-
te aceptada que los cuentos tradicionales suelen carecer de referencias
concretas de tipo espacial: las historias de los cuentos ocurren «en
algún lugar lejano», «en un reino desconocido»... siempre en un espa-
cio indeterminado, acorde con la presunción de no veracidad que se
otorga a este tipo de narraciones. Para el annobonés que vive en Pale,
sin embargo, no se puede pensar en lugar más lejano que Mabana; ni
viaje más largo que el que puede llevar a un personaje por Agandji, el
propio Mabana y Awal. Siendo San Antonio el asentamiento fijo co-
mún a todos los islefios, no debe extrafiamos que, en lugar de referen·
cias vagas a lugares desconocidos, aparezca en los cuentos tanto la
toponimia habitual (Pale-San Antonio, Mabana-San Antonio del Sur,
Agandji-San Pedro, Awal-Santa Cruz, Abobo-San Pablo) como cierta
microtoponimia que resulta útil en determinados momentos (el río
A Bobo, los lugares de Akabubu, Jada, Mesimenk, Osopain o Vidjil, la
cueva de Jowo Bumbu...). Se trata de una característica clara de las
leyendas, cuya presunta veracidad implica la localización de la histo-
ria; en este caso, sin embargo, la pequefiez del universo annobonés
justifica el quebrantamiento de la norma habitual.
A diferencia de lo que ocurre con los cuentos ndowe -yen menor
medida con los fang-, las narraciones tradicionales annobonesas no
pueden clasificarse por ciclos: porque en ellas no se desarrollan histo-
rias distintas sustentadas por personajes que, a lo largo de los siglos,
hayan adquirido una caracterización precisa que los haga identificables
frente al auditorio popular. Lo cual no significa que no podamos sefia-
lar algunos tipos concretos en tomo a los cuales gira la trama de mu-
chos cuentos: concretamente debemos llamar la atención del lector
respecto a la vieja legañosa y a los gigantes.
Dentro de la tradición occidental estos últimos aparecen básica-
mente en las leyendas. También en la tradición annobonesa sucede
así l. Sin embargo los cuentos están poblados de personajes llamados
gigantes (o también monstruos u ogros, indistintamente) que respon-
den a otro tipo de interpretación y que tienen características disefiadas
con mucha precisión; viven en lugares muy alejados: en el fondo del
bosque, en una cueva apartada, en una guarida lejana...; tienen una
maldad innata que les empuja al rapto: pueden secuestrar a una chica
y convertirla en su mujer (cuento 50, Las tres amigas y el gigante,
donde asume un papel que en los cuentos europeos suele reservarse al
oso), aunque lo normal es engordar a su víctima en previsión de un
1 Recuérdese por ejemplo la prese{lcia del gigante Menedji Tublon en la leyenda del
héroe Lohodann.
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suculento banquete (cuentos 48, La princesa y el monstruo, y 49, El
muchacho y la princesa) o engullirla de buenas a primeras (cuento 46,
La historia de Afiyu-Kityi, entre otros). Sea como sea la presencia de
un gigante, ogro o monstruo es presentada como una calamidad; y
la victoria sobre él supone la restitución de una situación inicial
tranquila.
Mucho más concreta es la actuación de la vieja legafiosa, un perso-
naje exclusivamente annobonés: la vieja suele aparecer en lo más re-
cóndito del bosque y se proclama sefiora del río (cuento 43, El chico
que quería ser rico); es capaz de proporcionar las mejores informacio-
nes y de conceder las gracias más esplendorosas, pero siempre a cam-
bio de que el interesado supere la misma prueba: acercarse a ella y
lamerle las legafias nauseabundas que causan la ocultación de sus ojos;
solamente cuando el protagonista deja de proponer posibilidades alter-
nativas (limpiárselas con un pafiuelo, etc.) y vence su sensación de
asco, el pus de las legafias se transforma en leche, o en un líquido
dulce, y la anciana concede sus dones, definitivos para que el héroe
consiga su objetivo.
Son dos tipos de personaje, el gigante y la vieja legafiosa, cuyo
estudio nos adentra en el cauce histórico que pretendemos dar a esta
introducción: porque una de las posibles interpretaciones que tienen
los cuentos maravillosos consiste en considerarlos relacionados con los
antiguos ritos de iniciación a la madurez de las primitivas sociedades
de cazadores.
Parece ser que estos ritos de iniciación de las sociedades primitivas
componen un fenómeno relativamente similar: se trata de transformar
al nifio en adulto mediante un sistema de representaciones simbólicas
que incluyen características comunes: el alejamiento de la familia; el
refugio en un lugar inhóspito; el encuentro, en tal lugar, con personas
que son depositarias del saber tradicional; la tortura fisica u otras prue-
bas; la muerte temporal como medio de conocimiento del mundo del
más allá; la resurrección; el aprendizaje de determinados valores, cos-
tumbres y técnicas, y la adquisición, mediante todo el proceso, de un
poder, especialmente referido a los animales, que permite al neófito
enfrentarse a graves problemas y situarse en su sociedad como miem-
bro adulto.
En el cuento tradicional de transmisión oral los episodios y motivos
que nos remiten a este tipo de ritos son frecuentes: así el héroe, muchas
veces joven, se aleja de su casa y de su pueblo; se adentra en la espesura
del bosque; encuentra hospitalidad en una casucha donde vive un an-
ciano -más habitualmente una anciana- que le alimenta y le somete
a determinadas pruebas; y, finalmente, recibe el don mágico que le
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confiere el poder suficiente para enfrentarse a su destino y derrotar a su
enemigo o, en general, cumplir su misión. Éste es, realmente, el esque-
ma de muchos cuentos. Y el lector podrá seguirlo en muchos de los
que forman este libro.
Cuanto más retrocedemos en el tiempo, la relación con creencias
totémicas es más fuerte. Desde este punto de vista podemos suponer
que muchos de los cuentos de animales pueden ser más antiguos que
otras clases de cuentos. De hecho los ritos de iniciación no solamente
prevén un paso temporal por el mundo de los muertos para tener
poder sobre los animales, sino que muchas veces pueden interpretarse
como la transformación en el propio animal, en el propio tótem. En
muchos de estos casos esta transformación viene simbolizada por el
engullimiento: la casa donde se celebra la iniciación a menudo tiene
elementos zoomorfos (unas patas, la puerta en forma de gran boca...);
y la misma iniciación consistiría en el hecho de que el animal se traga
al iniciando, al neófito, que de esta manera se convierte en el propio
animal. Determinadas formas de enterrar a los muertos, por ejemplo
envolviéndoles en pieles de animales, tienen también relación con este
tipo de creencias.
Todo esto se puede encontrar en los cuentos annoboneses, como se
puede rastrear entre los cuentos ndowe, fang o cualesquiera otros. Pero
hay más: la vieja legañosa tiene los ojos vendados por el pus y las
legañas, está privada de la vista. Ello puede interpretarse como un
elemento más de la iniciación con los términos traspuestos: porque, de
hecho, el que no tiene la capacidad de ver es el propio neófito, ciego a
las realidades del otro mundo. Solamente el paso temporal por el reino
de la muerte, la superación de las pruebas a las que será sometido, le
harán capaz de ver, de percibir la realidad más auténtica, la que conce-
de un poder mágico.
No hay duda de que algunos de los ritos de iniciación a la madurez
perviven en la Guinea Ecuatorial actual. En ellos podemos encontrar
todavía el alejamiento de la casa paterna, el adentramiento en el bos-
que, la instalación del neófito en una casucha preparada al efecto, la
presencia de ancianos con disfraces y máscaras (otra forma de invisibi-
lidad), la aplicación de pruebas dolorosas (entre las cuales las quema-
duras), el paso por una situación de trance (equivalente a la muerte
temporal), el cese de dicho trance (equivalente a una resurrección), la
explicación del sueño mantenido durante el trance, la imposición de
un nuevo nombre (que suele ser el del animal soñado), el aprendizaje
de determinados secretos, historias y cuentos... Nuestros informadores
annoboneses nos han narrado algunos de estos ritos, frecuentemente
reducidos a actividades residuales.
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La raíz de muchos cuentos, pues, y gran parte de su significación
puede remontarse a este tipo de prácticas. Pero el lector de estos cuen-
tos annoboneses todavía puede encontrar más: porque, de la misma
manera que los cuentos reflejan el fenómeno de los ritos iniciáticos,
también reflejan en algunas ocasiones el rechazo que dichos ritos pue-
den provocar -aunque sea inconscientemente- cuando la sociedad
ha evolucionado tanto que deja de comprenderse su significado.
Entonces la anciana de la casucha se convierte en una bruja mala;
la comida que da al protagonista es una estratagema para engordarle y
comérselo después de asarle (engullimiento y fuego que dejan de ser
elementos de purificación y de conocimiento); y en definitiva, tal
como sucede en el cuento 45, La esposa desobediente, se trata ahora de
matarla para poder tener éxito en la aventura emprendida, en lugar
de recibir su ayuda.
Igualmente el animal (proverbialmente la tortuga) deja de ser el
tótem protector, sabio y bueno; el engullimiento ya no es vivido como
una experiencia gratificante y aparece la serpiente, el dragón o el ogro
(gigante o monstruo, en los cuentos annoboneses) raptor de criaturas
inocentes, al que hay que derrotar y matar: a veces después de ser
tragados por él, posteriormente intentando que tal engullimiento no
llegue a producirse. En cualquier caso todavía hay rasgos de la situa-
ción anterior: el gigante continúa viviendo en el bosque, en el que
ejerce su poder -como la vieja legañosa, señora del río-, tiene su
guarida en un lugar de dificil acceso, ofrece su comida al protagonista,
etcétera. Pero ahora todo está al servicio de su maldad y de sus perver-
sas intenciones.
Los cuentos, pues, no nos sirven para trazar un argumento de los
acontecimientos de la Historia; pero sí para seguir el rastro de la evolu-
ción de determinados fenómenos y creencias: las sociedades totémicas,
la concreción de los ritos de las colectividades de cazadores e incluso su
superación posterior. Y de alguna manera hemos intentado que la
organización del material de este libro responda a esta posible interpre-
tación.
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Siguiendo el razonamiento realizado hasta aquí, el lector encontra-
rá en primer lugar una serie de cuentos que se aproximan mucho a las
características propias de las leyendas: son los llamados cuentos de
origen, que nos ofrecen una visión ingenua y divertida sobre la proce-
dencia del ser humano, de determinadas características de un lugar, de
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ciertas costumbres, de las cosas, de las creencias, de algunos episodios
que rozan la pretensión de veracidad.
El núcleo central está formado por los cuentos que presentan indi-
cios más claros de su relación con antiguos ritos de iniciación.
Consideramos en primer lugar todos los cuentos de animales, a
pesar de que muchos de ellos no pueden considerarse propiamente
como iniciáticos, desde los que narran las características de una espe-
cie o las razones de la enemistad entre ellas -muy próximos a los
cuentos de origen- hasta los más elaborados que tienen como prota-
gonista a la tortuga, paradigma de la inteligencia, de la astucia y del
poder, vencedora incluso del propio diablo (cuento 29), vencida sola-
mente por otras de su misma familia (cuentos 30 y 31) y rey de todos
los animales (cuento 32). A destacar la ausencia absoluta de cuentos
del ciclo «La tortuga y el leopardo», característico de la narrativa oral
ndowe y, sobre todo, de la fango
A continuación se encuentran los cuentos de la vieja sefíora, habi-
tante de la casucha del bosque y presta a conceder sus mágicos dones:
en primer lugar se encuentran los cuentos de la anciana donadora, a la
que sigue la vieja legafíosa y, finalmente, la anciana malvada.
Sigue este bloque central con los cuentos de gigantes, monstruos y
dragones: en primer lugar los que narran un engullimiento; después los
que se centran en un rapto y, finalmente, los que basan la victoria
sobre el malvado en otro tipo de episodios. A destacar la lucha que
contra el gigante desarrolla la tortuga (cuentos 60 y 61), la trasposición
que existe en el cuento 62 (donde el monstruo malvado es sustituido
por un hombre de enorme pene que cumple las mismas funciones) yel
hecho de que en una sola ocasión (cuento 63) este ser feroz no es derro-
tado.
Se cierra esta parte central con otros cuentos de carácter maravillo-
so, frecuentes en la mayoría de las literaturas orales. Así los cuentos 68
y 69, basados en series de transformaciones sucesivas; o el cuento 70,
en que el anciano donador aparece en suefíos al protagonista, lo que en
la mayor parte de las culturas africanas se interpretaría como la inter-
vención de un antepasado muerto en la vida del protagonista.
Todos los cuentos restantes se agrupan en la tercera parte, que a su
vez hemos dividido en dos grupos.
En primer lugar los que están relacionados con el matrimonio, otra
de las constantes de la narrativa oral africana: la búsqueda de esposo, o
esposa, ocupa buena parte de las posibilidades (la imposición de una
tarea difícil para acceder al matrimonio, los malos casamientos provo-
cados por el rechazo de pretendientes aceptables para el entorno socio-
familiar, etc.). Mientras que la rivalidad entre mujeres y la maldad de
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las madrastras son los problemas más frecuentes en matrimonios ya
consumados.
En segundo lugar hemos agrupado, bajo el epígrafe de «Moralida-
des», aquellos cuentos que, sin pertenecer a grupos anteriores, se cen-
tran en la transmisión de un valor de comportamiento.
Y, finalmente, un pequefio resto donde podemos encontrar un cuen-
to del ciclo de los tres viajeros (cuento 10 1); dos más relacionados con el
de los fantasmas, tan importante entre los ndowe (cuentos 102 y 103), Y
otros dos que tienen como eje la pura diversión (cuentos 104 y 105).
Igual que en ocasiones anteriores, cierra el libro un apéndice de
veinticinco cuentos en lengua original. Se trata de los veinticinco pri-
meros que pudimos grabar a lo largo de nuestra investigación; la ver-
sión en lengua ambú ha sido realizada por Braulio Lorenzo Huesca
Pueyo, bibliotecario annobonés del Centro Cultural Hispano-Guinea-
no de Malabo.
No podemos finalizar esta introducción sin agradecer la colabora-
ción de nuestros informadores, todos ellos estudiantes jóvenes, miem-
bros de las colonias annobonesas instaladas en Malaba y Bata:
Luis Alcántara.
Juan Tomás Ávila.
Estanislao Blanco.
Diosdado Bodipo Segorbe.
Suleimán Brigol Bestué.
Orlando Briones Poimo.
Pulina Cachina Tarifa.
Fernando Esteban Huesca.
Braulio Lorenzo Huesca Pueyo.
Leonor Majeda Nazaret.
Fernando Malé.
Eusebio Menambo.
Fernando Olivera Correa.
Luis Sabadell Bizantín.
Rebeca Sabadell Bizantín.
Basilio Salas Marqués.
Cristóbal Zanababuy.
Ojalá que entre todos hayamos logrado dar a la imprenta una bue-
na aportación a un mejor conocimiento de la isla de Annobón y de
Guinea Ecuatorial.
Torelló (Osona), octubre de 1990.
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PRIMERA PARTE
CUENTOS DE ORIGEN
1. LOS PRIMEROS HOMBRES
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2. LA CUEVA DE LOS MUERTOS
20
3. UN BUEN PURGANTE
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4. LA CAÑA MÁGICA
Tamai era un viejo pescador que tenía muchas hijas y una caña
mágica con la que pescaba más y mejor que los demás hombres del
pueblo. Antes de morir indicó que la caña debía pasar de generación
en generación, pero su propietario debía ser siempre un varón.
Una de sus hijas dio a luz un niño. Y cuando se hizo mayor heredó
la caña, tal como el abuelo había dispuesto. Pescaba muchos peces y
los repartía siempre con sus amigos. Pero un día salió solo y el anzuelo
se le atascó en una roca del fondo. Su padre le había advertido que,
cuando esto ocurriera, no cortara el hilo; de manera que el muchacho
dejó una boya con la caña y regresó al pueblo a contárselo a su pa-
dre.
Éste había aprendido de labios de Tamai una canción mágica para
estos casos. Embarcó con el muchacho en el cayuco y, al llegar a la
boya, empezó a cantarla:
Tamai txadun.
Padjil txadun l.
Al instante el anzuelo salió y el chico pudo volver al trabajo. Pero
como el muchacho lo compartía todo con sus amigos, también les
enseñó la canción. Y desde entonces todos los niños de Annobón,
cuando se les atasca algún anzuelo, la cantan:
Tamai txadun.
Padjil txadun.
I Tamai, sácalo.
Dios, sácalo.
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5. EL PESCADOR AVARO
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6. EL COCOTERO Y LA PALMERA
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7. EL ÁRBOL DEL DEMONIO
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8. EL PUEBLO DONDE FALTABA COMIDA
26
9. EL ROBO DEL VINO DE PALMA
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SEGUNDA PARTE
CUENTOS Y RITOS
DE INICIACIÓN
2.1. CUENTOS DE ANIMALES
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11. POR QUÉ LA TORTUGA DE MAR
PONE SUS HUEVOS EN LA ARENA
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12. EL PÁJARO BIBÍ
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13. LA GALLINA Y LA PALOMA
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14. EL GALLO Y LA CUCARACHA
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15. EL GALLO Y LA CUCARACHA
36
16. LA BALLENA Y EL TIBURÓN
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17. EL ESCARABAJO Y LA ARAÑA
Sucedió que un hombre se había casado con dos mujeres y las dos
quedaron embarazadas: una de ellas dio a luz a un escarabajo y la otra
parió una araña. El padre estaba orgulloso de sus hijos pero se quedó
solo: las dos mujeres, al darse cuenta de que habían alumbrado a sen-
dos animales, se marcharon.
El hombre no podía atenderles debidamente: se pasaba el día reali-
zando sus quehaceres y por la noche se metía en la cama muy pronto.
El único cuidado que tenía era comprobar que cada día se bañaran
para que estuvieran bien limpios.
Un día se dio cuenta de que la araña no estaba tan limpia como el
escarabajo y se le quejó. La araña protestó: «No sé cómo puede ser que
el escarabajo esté tan limpio; pero debes considerar que me baño todos
los días. Éste es mi color natural».
y es que el escarabajo en lugar de bañarse se echaba aceite y se
tumbaba al sol. Así quedaba tan brillante y reluciente que la araña, a
su lado, parecía sucia. Pero no quería contarle el secreto a su herma-
na; y por más que ésta se lo pedía con insistencia, mantenía la boca
cerrada.
Hasta que la araña terminó por cansarse de verse vituperada conti-
nuamente por su padre: le acechó y, al ver que hacía trampa, le mató y
lo chupó.
El padre, al volver a casa, se dio cuenta de que el escarabajo ya no
estaba. Y, al ver a la araña llena de sangre, comprendió lo que había
pasado y la mató.
Éste es el origen de la enemistad entre la araña y el escarabajo.
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18. LA ARAÑA Y EL GUSANO DE SEDA
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19. EL GATO, EL PERRO Y LA PALOMA 1
I Obsérvese el parecido de este cuento con la fábula XV, libro segundo. de Jean de
La Fontaine, Le Coq el le Renard.
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20. UNA HISTORIA DE LAGARTOS
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21. LOS TRES CERDOS HAMBRIENTOS
Tres cerdos trabajaban en el palacio del rey. Como éste no les paga-
ba pasaban tanta hambre que decidieron ir a ganarse la vida a otro
lugar. Antes de marcharse, el rey, en recompensa de tantos afios de
trabajo, les dio un saco de arroz y una gallina.
Decidieron matar a la gallina para prepararla con el arroz; y esta-
ban tan extraordinariamente hambrientos que quisieron buscar un lu-
gar donde ni siquiera una mosca pudiera llevarse un grano de arroz.
De manera que se adentraron en el bosque hasta encontrar un rincón
donde no se observaba la presencia de ninguna criatura.
Entonces el mayor le pidió al pequefio que fuera a buscar un poco
de lefia. El cerdito aceptó el encargo mas, temiendo que no fuera más
que una estratagema para dejarle sin comer, al andar mantenía la vista
hacia atrás; tropezó y se rompió la cabeza contra una piedra.
El cerdo mayor quería comerse a la gallina él solo. Por lo que antes
de cortar el cuello del pobre animal cortó el del hermano mediano; y
entonces empezó a cocinar, ansioso de dar buena cuenta del ave.
Cuando la comida ya estaba en su punto pasó por allí un ratón y en sus
patas quedó un granito de arroz.
El cerdo mayor no quería renunciar ni siquiera a eso y persiguió al
ratón hasta su agujero. Allí empezó a cavar, hasta que el pozo que
hacía resultó ser más profundo que él mismo. Entonces se derrumbó y
el hermano mayor quedó allí sepultado y también murió.
Así pues aquella comida tan preciosa quedó en el bosque sin que
nadie se la comiera.
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22. EL GALLO Y EL REY
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2.1.2. La astuta tortuga
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Al amanecer, los dos amigos volvieron al bosque para esconder su
tesoro. Esta vez no tardaron mucho en recuperarlo. Y el perro, conoce-
dor de las trampas de su amiga, sugirió que se repartieran el oro y el
dinero a partes iguales, y que cada cual conservara lo suyo.
A partir de entonces, el perro y la tortuga no tuvieron ningún pro-
blema: se habían dado cuenta de que «mientras caminas, no te debes
fiar de nadie; ni siquiera de tu propia sombra».
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24. LA TORTUGA Y LA BALLENA
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25. EL REY, LA TORTUGA Y EL PERRO
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Sucedía que, al siguiente domingo, debía llegar un nuevo barco que
el rey había comprado. La tortuga hizo coincidir la hora y, mientras
todo el pueblo se hallaba reunido para verla, empezó a señalar al nue-
vo barco que llegaba. Cuando volvieron de nuevo la cabeza hacia la
tortuga, ésta ya había defecado y mostraba el resultado de su acción a
toda la concurrencia: <<¿Os dais cuenta? Sólo yo sé hacerlo sin realizar
ningún esfuerzo».
y obtuvo así su libertad.
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26. LA TORTUGA Y EL REY
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27. LAS TRES PRUEBAS DE LA TORTUGA
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28. LA TORTUGA Y EL CURA
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todo y aun así lo he repartido contigo. Deberías mostrarte agradecida
y, en cambio, sólo pretendes robar mi parte. De ahora en adelante ya
no te consideraré mi amiga».
y dicho esto cogió todas sus cosas y se marchó a un lugar descono-
cido.
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29. LA TORTUGA Y EL DEMONIO
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30. LA TORTUGA
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31. LA TORTUGA PEREWSA
En Awal vivía la familia tortuga con tres hijos. El padre tortuga era
muy holgazán y lo único que hacía era comer. Su mujer le preparaba
comidas suculentas y él se las comía sin aportar nada; excepto el ifoh,
un manjar que aseguraba que no le gustaba.
Un día la madre tortuga dejó preparada una olla de ifoh y se fue a
la finca con sus hijos. Cuando regresaron a casa observaron que al-
guien se 10 había comido todo y había dejado en la olla algo malolien-
te. Preguntaron al padre qué había sucedido y él respondió que había
estado fuera de casa todo el tiempo; y que, como a él no le gustaba esa
clase de comida, tampoco le preocupaba saber quién se la hubiera co-
mido.
La misma escena se repitió durante muchos días. Hasta que el hijo
pequefto decidió esconderse para investigar lo que ocurría. Vio que, en
cuanto los demás se hubieron marchado, el padre tortuga -pese a
haber afirmado tantas veces que el ifoh no le gustaba- se lo zampaba
sin dejar una migaja. Después defecaba en la misma olla y la cubría
con hojas de plátano.
Cuando la madre volvió a casa y advirtió que el desaguisado se
había repetido, preguntó otra vez a su marido. Éste, mostrándose eno-
jado, respondió: «¿A mí qué me cuentas? Ya sabes que esa clase de
comida no me gusta. Me da igual quién se la coma». Pero entonces el
hijo menor salió de su escondrijo y lo contó todo.
El padre tortuga recibió tal paliza que tuvo que echarse al mar.
Desde aquel día no ha regresado a Awal; y su mujer y sus hijos pueden
vivir sin tener que soportar a un holgazán.
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32. LA TORTUGA, LA BALLENA Y EL ELEFANTE
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2.2. LA VIEJA SEÑORA
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mas instrucciones: «Te dará todo lo que le pidas, pero debes compar-
tirlo con los tuyos».
El pescador, sin embargo, se dirigió de nuevo al bosque. Una vez
allí pidió al palo que dispusiera una mesa llena de toda clase de comi-
da. Pero el palo, en lugar de eso, hizo aparecer un ejército de guar-
dianes armados que apalearon al egoísta hasta dejarlo muerto.
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34. PAPÁ KENKELE DJABE
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que nadie le había enseñado a contestar. Y el marido, enardecido, fue
hasta el bosque y se lo preguntó al árbol llamado abamasak 1; como
tampoco contestó a su pregunta, lo cortó con su machete. A conti-
nuación se lo preguntó al río, que tampoco supo responderle; el hom-
bre se arrojó a sus aguas, y se salvó de la corriente gracias a su habili-
dad en el nado.
Por fin se lo preguntó a la hoguera: como tampoco le respondió,
se arrojó a ella; y el marido egoísta, incapaz de salvarse del fuego,
murió abrasado.
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35. LA MUJER QUE NO TENÍA HIJOS
I Chirimoya.
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36. EL MAESTRO PAPADIENTE
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los fugitivos dejaron caer la piedra y apareció una gran montafía; el
maestro, que no se dio cuenta de su aparición, chocó contra ella y se
rompió los huesos.
Regresaron sanos y felices a su pueblo donde, con la ayuda del
agua bendita, su hijo recuperó su forma normal. Entonces le dijeron:
«¿Qué es lo que has aprendido?». El chico se transformó en un caba-
llo con una cadena en el cuello; y el padre, siguiendo sus instruccio-
nes, lo llevó al mercado, lo vendió y regresó con el dinero y la cadena.
Al llegar a casa su hijo volvía a estar allí, porque aquella cadena era su
espíritu.
Cada vez que les faltaba dinero repetían la misma operación. Has-
ta que un día el maestro Papadiente apareció disfrazado por el merca-
do, compró el caballo y emborrachó al padre para quitarle la cadena.
Se llevó al muchacho a su casa y lo convirtió en cerdo; y el chico se
escapó tan veloz como pudo, perseguido por su maestro.
Cuando ya estaba a punto de darle alcance, pasó por el bosque el
cortejo de la princesa. La hija del rey recogió al cerdo y lo puso en su
caballo. El maestro Papadiente comprendió que no podía atacar a la
princesa y lanzó una maldición: «Ya que no puedo atraparte, con-
viértete en el anillo de esta mujer». Y así sucedió. La princesa, al ver
lo que ocurría, vio que aquel anillo era un joven encantado, y lo
guardó con gran esmero.
Algún tiempo después la princesa enfermó y nadie conseguía cu-
rarla. El maestro Papadiente acudió al palacio del rey y con sus em-
brujos le quitó el mal que tenía. Cuando el rey, agradecido, le ofreció
cualquier cosa que deseara, él solicitó el anillo de la princesa. Ésta,
disconforme, se lo quitó del dedo y lo arrojó al fuego para salvar a su
amigo.
Al instante el maestro se convirtió en gallina y empezó a picotear
entre la ceniza, buscándolo. Y entonces el muchacho se convirtió en
gato, se comió a la gallina y pudo vivir en paz para siempre, casado
con aquella bella mujer que era la hija del rey.
Así pues, el alumno había aprendido más que el maestro.
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37. EL AGUA DE LA VIDA
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dijo unas palabras mágicas y él resucitó y pudo seguir su camino hasta
llegar al cruce de caminos.
Allí encontró a sus hermanos y regresaron a la casa de su padre.
Entonces el hermano pequeño sacó la botellita con el agua de la vida y
el padre sanó y le entregó la mayor parte de su fortuna.
Los otros dos hermanos, envidiosos, querían matarle. La chica, que
les había seguido a distancia sin que se hubieran dado cuenta, cogió al
muchacho y, volando en su corcel, se lo llevó a su palacio del bosque.
Desde entonces viven allí con toda suerte de felicidad.
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38. MENAHÍ
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39. EL GUAPO Y EL FEO
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a encontrar el tercer río y se metió en el primero. Al instante quedó
transformado en una persona fea y repugnante.
Así pues, el feo se convirtió en guapo y el guapo en feo. A partir de
entonces el aspecto físico de cada uno estuvo de acuerdo con su perso-
nalidad. Y la chica, lógicamente, escogió como marido al guapo que
había sido feo; y fueron muy felices.
68
2.2.2 La vieja legañosa
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Una vez allí sacó sus hojas, preparó una infusión con ellas y la llevó
a la habitación donde la reina se hallaba postrada. La infusión surtió
efecto en el acto y el rey, al ver a su esposa curada, ofreció a Magutín la
mano de su hijo el príncipe. Se casaron, vivieron muy felices y tuvie-
ron muchos hijos.
Por eso, en la isla de Annobón, cuando alguna mujer titubea ante
algún ofrecimiento, las personas que la rodean suelen decir: «Lame,
Magutín, no dejes pasar esta oportunidad».
70
41. LA NIÑA Y LOS GIGANTES
71
42. LA HUÉRFANA QUE QUERÍA UNA MADRE
Una pequefia huerfanita necesitaba tanto una madre que pedía in-
sistentemente a su padre que se casara con la vecina. El padre le advir-
tió que a lo mejor aquella mujer la trataría mal; pero aun así la huerfa-
nita continuó insistiendo hasta que se celebró la boda.
La madrastra tenía un hijo al que trataba maravillosamente. Y la
pobre huerfanita pronto recibió el peor trato, las tareas más pesadas y
los golpes más frecuentes. Incluso un día aquella mujer la mandó a
buscar hojas a un bosque donde había un gigante.
Por el camino encontró a una vieja con unas asquerosísimas lega-
fias. La anciana se le acercó y le suplicó que se las lamiera; y que, si
satisfacía su deseo, le contaría algo muy importante. La pequefia
se ofreció a limpiárselas con un pafiuelo, a lo que la mujer siguió
insistiendo en que debía lamerlas con la lengua. Cuando la nifia acce-
dió por fin, observó que las legafias supurientas se transformaban en
leche.
La vieja dijo: «Cuando entres en el bosque encontrarás un gigante.
Debes tener en cuenta que si tiene los ojos abiertos está durmiendo
profundamente; si los tiene cerrados, en cambio, vete con mucho cui-
dado porque lo estará observando todo».
La pequefia se adentró en el bosque y encontró al gigante. Tenía
los ojos bien abiertos, de manera que la nifia recogió las hojas que
le habían encargado y regresó a casa. La madrastra, al ver que su
plan había fallado, a la mafiana siguiente volvió a mandarla al mismo
bosque a por hojas.
La muchacha quiso hablar con su padre, pero éste replicó: «Ya te
había advertido que las cosas podían ir mal. Ahora debes obedecer a tu
madrastra».
La pequefia emprendió el camino del bosque; y de nuevo encontró
a la vieja legafiosa que, una vez limpia de sus legafias, le repitió la
advertencia. Sin embargo, la nifia no le hizo caso: pese a que el gigante
tenía los ojos cerrados, intentó recoger las hojas que debía llevar a su
casa.
Entonces el gigante se la llevó dentro del bosque y, una vez allí, la
trató con mucha delicadeza y la alimentó hasta que quedó bien gorda.
72
Parece ser que la intención del gigante era comérsela. Pero resultó que
tenía un hijo que se había enamorado perdidamente de nuestra mu-
chacha. Como se trataba de un chico muy dulce y amable, ella accedió
a la boda: se casaron y vivieron muy felices junto con el gigante
mayor.
73
43. EL CHICO QUE QUERÍA SER RICO
74
Al cabo de un mes el mercader hizo inventario de la tienda; y, al
encontrar que tenía mucho más de lo debido, se mostró agradecido
con el muchacho: le pagó el salario de aquel mes y el de la otra vez, y le
ofreció una buena recompensa.
El muchacho regresó al pueblo rico y todos celebraron su hazafia.
75
44. LA HUÉRFANA QUE SE QUEDó SIN NADA
Una familia muy rica tenía una hija. Los padres murieron y la
gente del pueblo se aprovechó de la circunstancia: uno decía que los
fallecidos le habían prometido los muebles en herencia, otro la casa,
otro el dinero... la pobre huérfana se vio reducida a la miseria, y enton-
ces la echaron del pueblo y tuvo que vivir en el bosque, comiendo
frutos silvestres.
Hasta que un día, en un claro del bosque, divisó una casucha.
Entró en ella y observó que estaba habitada por una vieja que tenía los
ojos llenos de pus. Al darse cuenta de que tenía una visita, la vieja le
suplicó que le lamiera los ojos. La muchacha dijo que aquel pus era
repugnante; pero que, como quería ayudarla, podía limpiarle los ojos
con unas hojas.
Sin embargo la anciana siguió insistiendo; hasta que la niña accedió
a su deseo y, pasándole la lengua por los ojos, sintió un gusto muy
dulce. La vieja, agradecida, le dijo: «Ya sé que eras una niña rica y te
han convertido en una huérfana pobre. Pero yo te ayudaré: sigue por
este camino hasta que encuentres otra casita; verás que allí hay una
maleta vieja y otra maleta nueva; sin hacer caso de lo que nadie te
diga, coge la vieja y tráela aquí».
La muchacha hizo todo lo que la vieja le había dicho. Y, al regresar
a la casucha del bosque, la anciana desapareció dejándola sola con su
maleta. Entonces la abrió y comprobó que estaba vacía. Mas de pronto
salió un chispazo de allí dentro y apareció un magnífico jinete, hermo-
so y apuesto, montado en un caballo blanco: «Llevaba mucho tiempo
aguardando este momento. ¿Quieres venir conmigo?».
La joven aceptó el ofrecimiento de aquel hombre, que la llevó hasta
su pueblo. Allí se casaron, fueron felices y vivieron en la abundancia.
76
2.2.3 La vieja malvada
77
2.3. CUENTOS DE GIGANTES,
MONSTRUOS Y OGROS
2.3.1 El engullimiento
79
Pero, en lugar de poder hacerla con tranquilidad, empezó a sentir
grandes molestias en el estómago, cada vez más agudas, que le obliga-
ron a salir de la cueva gimiendo, gritando y pidiendo socorro.
y es que Afiyu-Kityi, una vez dentro del estómago del monstruo,
había sacado su navajita para cortarle las tripas. Al cabo de un rato el
monstruo cayó al suelo, muerto. Y Afiyu-Kityi, contento y feliz por
haber terminado con aquella pesadilla, regresó a casa de su abuela.
80
47. LA MUJER QUE TENÍA SIETE HIJOS
Y EL PÁJARO GIGANTE
81
2.3.2 El rapto
82
49. EL MUCHACHO Y LA PRINCESA
83
apareció una montafta altísima que tuvo que superar. Cuando, sacan-
do fuerzas de flaqueza, continuó la persecución en pos de los jóvenes,
un bosque espinoso se interpuso en su marcha. De manera que, al
lograr cruzarlo, estaba exhausto.
El muchacho, por tanto, había hecho un buen uso de los regalos de
la anciana. Y, al ver al gigante tan agotado, se dirigió a él con una
espada en la mano y le cortó el cuello de un golpe certero.
El buen rey cumplió su palabra y le concedió la mano de su hija.
Ambos vivieron muchos aftos y fueron tan felices como en los cuen-
tos.
84
50. LAS TRES AMIGAS Y EL GIGANTE
Tres amigas eran tan presumidas que no querían bafiarse con las
demás y lo hacían solas, río arriba. Dejaban sus toallas en una roca y se
zambullían en el agua.
Un día un gigante cogió la toalla de la más pequefia y se escondió,
esperando a que salieran del agua. La pequefia sollozaba por la pérdida
de su toalla cuando el gigante salió de su escondrijo diciendo: «Aquí la
tengo. Si quieres recuperarla tendrás que seguirme». Las otras dos ami-
gas salieron despavoridas: mientras que el gigante, mirando a la peque-
ña y retrocediendo, la hizo llegar a su guarida, un lugar alejado y tene-
broso.
Allí la trató bien, aunque no la dejaba salir para nada: «Por estos
alrededores viven otros gigantes; y ellos sí te comerían si observasen tu
presencia». Al cabo de un tiempo tuvieron un hijo; pero, aun así, la
chica estaba decidida a intentar escapar de aquella prisión.
Su oportunidad se presentó en cierta ocasión en que el gigante
había ido a merodear a un lugar desconocido. Temerosa de que efecti-
vamente aquel lugar estuviera habitado por más gigantes, llegó hasta la
costa. Al cabo de un rato pasó un cayuco y la muchacha le hizo sefia-
les. La embarcación se acercó y, después de que la chica contara su
situación, la recogió y empezó a adentrarse en el mar.
En aquel momento el gigante regresaba. Y, al darse cuenta de la
situación, cogió a su hijo en brazos y empezó a gritar desde la orilla:
«¿Es que vas a abandonar a tu hijo?». El cayuquero advirtió a la mu-
chacha: «No vuelvas la vista atrás, porque tu corazón de madre te trai-
cionaría».
La chica no hizo caso de las razones del gigante. Y así pudo regresar
a su pueblo, donde los suyos la recibieron como una bendición.
85
51. TRES HERMANOS
Eran tres hermanos que vivían solos con su madre, que ya era muy
anciana. Acordaron que debían casarse para tener a alguien que les
cuidara. Y así, un día, el hermano mayor partió de casa en busca de es-
posa.
Caminó y caminó durante mucho tiempo, hasta que llegó al río
A Bobo. Junto a la orilla había una hermosa casa donde vivía una
bruja llamada Makus. Al ver llegar al muchacho dijo: «¿Es que no
sabes que toda esta zona está prohibida?». E inmediatamente el cielo se
oscureció y un enorme monstruo cogió al hermano mayor y, burlán-
dose de él, lo mantuvo raptado en lo alto de una enorme montaña.
Al cabo de mucho tiempo el hermano mediano también quiso ir a
buscar esposa. Tomó la misma dirección que el mayor y, al llegar junto
al río A Bobo, le sucedió lo mismo: al conjuro de Makus, el monstruo
lo raptó y lo encerró con su hermano.
Le tocaba el turno al más pequeño: al ver el poco éxito que habían
tenido sus dos hermanos mayores, partió en dirección opuesta. Llegó a
un pueblo lejano donde, al no conocerle, le encerraron en la cárcel.
Pero pronto se dieron cuenta de su bondad y, liberándole de la prisión,
le dieron trabajo y afecto.
El rey de aquel pueblo conversaba a menudo con él; y le cogió
tanto cariño que, al fin, le propuso que se casara con su hija. El mucha-
cho accedió; y una vez celebrada la boda pidió al rey que enviara a sus
soldados a luchar contra el monstruo. Éste fue vencido y los hermanos
liberados.
Después hizo llamar a su madre. Y todos juntos vivieron muy feli-
ces para siempre jamás.
86
52. LA MUJER QUE DIO A LUZ A UN MONO
87
2.3.3 La derrota del gigante
88
54. EL CAZADOR
Había un pueblo en el que vivía una mujer con su marido, que era
cazador. Éste tenía tres perros muy feroces; pero no se los llevaba
nunca a cazar, sino que los dejaba atados en casa.
También dejaba siempre una olla en el fuego, y decía a su mujer:
«Esta olla me la regaló mi abuelo y siempre tiene que estar puesta al
fuego. El agua siempre tiene que hervir. Si alguna vez observas que se
transforma en sangre, significa que estoy en grave peligro: entonces
debes soltar a los perros para que acudan en mi ayuda». La mujer
prometía que cumpliría sus deseos y el hombre marchaba a la caza
dejando a los perros atados.
y sucedió que un día el agua de la olla empezó a transformarse en
sangre. La mujer se apercibió de ello; pero en vez de soltar a los perros
los ató con cadenas. La sangre empezaba a derramarse de la olla y los
perros ladraban furiosos e intentaban soltarse con todas sus fuerzas.
Por fin uno de los perros consiguió romper la cadena. Y acudió
raudo, siguiendo la pista de su amo, hasta la entrada de una cueva que
estaba habitada por gigantes. Parece ser que allí el hombre había dispa-
rado a una de las ovejas que los gigantes cuidaban, y éstos le habían
dado muerte. El perro, rabioso, se enfrentó a los gigantes y consiguió
matarles.
La mujer, mientras tanto, se había dado cuenta de su error. Soltó a
los otros perros y les fue siguiendo. Al llegar a la entrada de la cueva
recogió el cadáver de su esposo para llevárselo a casa. Y en aquel
momento aparecieron unos monstruos que eran vecinos de los gi-
gantes.
Los monstruos, al ver a sus amigos muertos, creyeron que era la
mujer la que los había matado. Se abalanzaron sobre ella y le dieron
una muerte horrible.
89
55. EL CAZADOR VALIENTE
En un lejano país vivía una mujer viuda con su hijo. Éste era un
buen cazador y gracias a su esfuerzo en el bOSQue podían sobrevivir sin
pasar hambre.
En cierta ocasión el joven cazador, apostado en el bOSQue, pudo
encarar su escopeta a un enorme gato. Cuando éste se dio cuenta se
dirigió a él y le habló de esta manera: «Aunque me veas en forma
de gato, debes creer que en realidad soy una persona. Sucede que la
mujer de Esganx, una bruja muy perversa, me ha transformado la
apariencia. Siempre hace lo mismo con las personas que se acercan a
su pueblo, para que Esganx pueda estar tranquilo sin que nadie se
enfrente a él».
El muchacho era muy valiente. Por eso, en lugar de atemorizarse,
pidió al gato que le condujera hasta aquel pueblo maldito. Al entrar
allí se dio cuenta de que había un extrafio silencio. No se oía ni siquie-
ra el cacareo de una gallina. Por fin, oyó que alguien le llamaba: «jPst,
pst!».
Nuestro joven cazador volvió la vista y vio a una vieja que le invita-
ba a entrar en su casa. Una vez sentado alrededor del fuego le contó
que en aquel pueblo vivían Esganx y su mujer, la bruja, que cada día se
comían a un par de personas.
El chico no se inmutó. Continuó en la casa de la vieja hasta el
regreso del gigante. Y, luchando con él bravamente, le mató. Desde
entonces es el rey de aquel pueblo.
90
56. EL MUCHACHO QUE NO PODÍA BAÑARSE
91
había más que una casa suspendida del cielo. Subió por una escalera y
encontró a una hermosa muchacha que le dijo: «El monstruo de las
salinas viene cada tres días al pueblo. Por eso la gente ha huido; sola-
mente quedo yo, porque ese monstruo no puede subir a mi casa cuan-
do retiro la escalera».
El muchacho, al saber que se trataba del monstruo que quería de-
vorarle, pidió a la chica que preparara dos comidas: una buena y otra
llena de piedras, agujas y cuantas cosas pudieran dañar al estómago. Y
le advirtió: «Verás que se pelean el monstruo y un gigante; cuando éste
te pida comida, dále la buena; si te la pide el monstruo, ofrécele la
otra».
Al cabo de tres días el monstruo se presentó en Awal. Nuestro
muchacho, tocando el anillo que los gigantes le habían regalado, se
convirtió en uno de ellos y empezó una terrible lucha con el monstruo.
Agotado por el esfuerzo, el gigante se acercó a la muchacha y le pidió
comida. Ella, tal eomo habían acordado, le entregó la buena.
Entonces el monstruo también quiso comer. La chica le dio la
comida mala y poco después aquel ser malvado moría entre atroces
dolores.
Los dos jóvenes se casaron y vivieron felices y contentos.
92
57. LOS GIGANTES HAMBRIENTOS
93
hallaban los restos de los gigantes que durante tanto tiempo les habían
atemorizado.
Cuando, por fin, el padre del muchacho regresó de la pesca, vio con
sorpresa que el rey compartía el reino con su hijo; y se sintió enorme-
mente feliz, porque pensó que nunca más volverían a pasar hambre.
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58. EL OGRO QUE SE COMÍA A LA GENTE
95
59. EL GIGANTE Y EL VIEJO
Hubo una época en que un pueblo muy tranquilo fue presa del
terror: cuando los mayores habían salido a pescar o a la finca y sólo
quedaban los niftos y los enfermos, venía un gigante y cada día se
llevaba a algunos de ellos. Hasta que el pueblo se quedó sin niftos
porque se los había llevado a todos, incluso al hijo del rey.
Éste hizo una proclama: «Al que sea capaz de encontrar a mi hijo le
daré la mitad de mis riquezas». Y a partir de aquel momento todos los
hombres y mujeres del pueblo se adentraron en el bosque para buscar
la guarida de aquel miserable.
Buscaron durante días y días y nadie la encontró. Hasta que un
pobre viejo, merodeando en lo más profundo de la espesura, oyó esta
canción:
Mañana me comeré a un niño
su padre no sabe su nombre
su nombre es Berberino.
El viejo se mantuvo al acecho y observó que se trataba del malvado
gigante: tenía a su alrededor muchos cadáveres de niftos y se aprestaba
a dar cuenta de algunos más. Entonces regresó al pueblo donde se
organizó una gran partida de hombres armados: se dirigieron a la gua-
rida del gigante y entre todos consiguieron vencerle y rescatar a los
niftos, entre los que se encontraba el hijo del rey.
El monarca cumplió su palabra y concedió la mitad de sus riquezas
al viejo, que desde entonces pudo vivir sin trabajar.
96
60. LA TORTUGA Y EL GIGANTE
En un pueblo había un rey que era muy querido por todos porque
era muy bueno. También vivían allí la tortuga y su esposa, que, corno
los demás habitantes del lugar, gozaban de la protección del rey.
Un día llegó al pueblo un gigante terrible, que atemorizaba a todo
el mundo y se comía a los que intentaban enfrentársele. El rey mandó
muchas veces a sus soldados a combatirle; pero jamás lograban vencer-
le, y el gigante se los iba comiendo. De manera que el rey estaba deso-
lado.
Entonces la tortuga se presentó ante el rey para ofrecerle sus servi-
cios: «Yo solucionaré tu problema y traeré al gigante atado para que
puedas matarlo. A cambio deseo que me prometas la mitad del reino».
El rey accedió gustoso, puesto que deseaba el bienestar del pueblo; y la
tortuga se dirigió al bosque cercano, donde el gigante terrible aguarda-
ba a sus nuevas víctimas.
Se acercó a él sin ninguna clase de miedo y le hizo la siguiente
proposición: «Me atarás las patas con esta cuerda que he traído; si
logro sacármela ataré tus piernas con un alambre; si no consigues des-
embarazarte de tus ligaduras, te habré vencido y todo el mundo sabrá
que soy más fuerte que tú».
El gigante, complacido por un desafio que no parecía dificil de
superar, lo aceptó sin darse cuenta de que la cuerda que había traído la
tortuga estaba podrida. Así es que ésta no tuvo ninguna dificultad en
deshacerse de las ataduras que el gigante le hizo. En cambio, cuando
los alambres de la tortuga sujetaron las piernas del gigante con gran
fuerza, éste no pudo librarse de ellos por más que lo intentó.
La tortuga cogió un buen garrote y, pegándole constantemente, le
llevó ante el rey para que éste pudiera matarle. El rey le metió en una
gran jaula; y concedió la mitad del reino a la tortuga, tal corno había
prometido.
Sucedió, sin embargo, que un día los hijos del rey empezaron a
jugar cerca de la jaula del gigante. Y la pelota, accidentalmente, fue a
parar dentro de la jaula. Corno los pequefios sabían dónde se guardaba
la llave, abrieron la puerta para recuperar su juguete; y el gigante apro-
vechó la ocasión para escaparse.
97
Furioso y lleno de rabia, merodeó por todo el pueblo buscando a la
tortuga para vengarse de ella. Al llegar a la playa vio que allí estaba,
con su esposa. Pero las dos tortugas, al darse cuenta de su presencia, se
metieron en el agua y nadaron mar adentro.
Los esfuerzos del gigante resultaron baldíos. Y, al ver que no podría
vengarse de su enemiga, subió a lo alto de un barranco y se precipitó al
vacío. De esta manera el pueblo recuperó su tranquilidad.
98
61. LA TORTUGA Y EL DRAGÓN
99
roca, le ordenó que le siguiera hasta su casa. La tortuga, en lugar de
obedecerle, indicó: «Date cuenta de que esta roca puede causar dafto a
alguien. Empújala y luego te seguiré». El dragón empezó a empujarla y
la tortuga, echándose desde lo alto, cayó al mar; y, burlándose de la
ingenuidad de aquel dragón, nadó hasta que estuvo en lugar seguro y
fuera de su alcance.
Su astucia le había salvado la vida.
lOO
62. HANDUMAT
101
63. LOS GIGANTES MALVADOS
Aquel pueblo había sido tranquilo y alegre. Pero desde hacía algún
tiempo había cambiado mucho: nadie se atrevía a salir de su casa, ni
siquiera para ir a la finca, porque los gigantes atacaban y se comían a
todo el que encontraban.
Una mujer muy tozuda quiso ir a visitar a su hijo, que vivía en
Paleo Su marido le rogó que no saliera para nada; pero ella metió
comida en una bolsa y emprendió el camino.
Al llegar a Jada, lugar donde todos los caminantes encuentran re-
poso, se sentó para descansar un rato. Entonces llegaron los gigantes y
ella, aterrorizada, les entregó la comida que traía en la bolsa.
Pero no era aquélla la comida que los gigantes deseaban. Y así uno
empezó a comerle una mano, el otro un pie, el otro la cara... y la
mujer, que no había sabido comportarse con prudencia, murió entre
horribles dolores, devorada por aquellos monstruos.
102
2.4. OTROS CUENTOS MARAVILLOSOS
64. PAXIKU
103
65. LOS TRES HERMANOS
104
Pasó el tiempo y Oja, el segundo de los hermanos, anunció que se
iba a buscar trabajo. Hizo el mismo recorrido que Ebeme, encontró al
mismo viejo, se dirigió al mismo palacio, trabajó durante el mismo
tiempo y regresó de la misma manera: porque también aquellos dos
viejos se quedaron con su pafiuelo; y, al querer demostrar a todo el
pueblo lo que había ganado, también quedó en ridículo.
Pipi crecía y crecía. Cuando se hizo mayor siguió los pasos de sus
dos hermanos hasta aquel palacio maravilloso donde, al cabo de un
afio de trabajo, recibió como paga un tercer pafiuelo. Pipi emprendió
el regreso y, al cabo de cuatro días, paró en la casa de los dos viejos.
Por la noche, sin embargo, en lugar de dormirse se mantuvo al acecho.
y cuando se disponían a robarle el pafiuelo, se levantó de la cama, se
arrojó sobre los viejos y les obligó a devolverle los pafiuelos de sus her-
manos.
Pipi volvió a casa con los tres pafiuelos. No convocó al pueblo,
porque ya nadie se fiaba de sus afirmaciones. Así que, una vez en casa,
contó a sus hermanos lo sucedido y les devolvió los pafiuelos que les
habían robado. Allí mismo celebraron un gran festín. Y jamás volvie-
ron a pasar hambre.
105
66. LOS FRUTOS Y LA CADENA
Una pobre viuda iba cada día a pescar cangrejos para poder alimen-
tar a su hija. Cuando ésta fue un poco mayor la llevaba consigo al río; y
la pequefia observaba que siempre aparecía un palo que las seguía a
todas partes. Su mamá no la creía; pero, cuando se convenció de que la
nifia decía la verdad, pensó que si el palo las seguía debía tratarse de
algún hechizo; así que decidió cogerlo y plantarlo frente a su casa.
El palo crecía y daba hojas; pero los pájaros se las comían inmedia-
tamente. Así que la buena mujer fue a casa de una vecina rica y le
suplicó que le dejara un cubo viejo para poder plantarlo y meterlo
dentro de la casa. El palo siguió creciendo y dando hojas; y, como
ahora los pájaros ya no podían comérselas, al cabo empezó a dar fru-
tos; unos frutos que nadie había visto nunca y que nadie sabía para qué
podían servir. Mucho tiempo después llegaron a aquel pueblo unos
forasteros. Al ver aquellos frutos se dirigieron a la mujer y le dijeron:
«Hace muchos afias que andamos buscando esta clase de frutos. Si
usted nos los quiere vender, le daremos todo el dinero que nos pida y
cada afio volveremos a comprárselos». La buena mujer recibió dinero
para vivir bien todo un afio; y un afio después los forasteros volvieron
y le compraron nuevamente aquellos frutos.
Entonces la vecina rica, que quería que nadie más que ella misma
tuviera mucho dinero, le dijo: «Gracias a que te dejé el cubo cuando
no tenías dinero para comprarlo, te has hecho tan rica como yo. Ahora
debes devolverme ese cubo, porque soy su duefia legítima». La mujer
se negó porque la planta estaba tan enraizada que para quitarla del
cubo había que cortarla. La vecina rica se quejó a las autoridades y
éstas, después de examinar el caso, ordenaron que la planta fuera cor-
tada y el cubo devuelto a su duefia primitiva.
Cuando, al afio siguiente, los forasteros volvieron al pueblo, se
compadecieron de la mujer y le dieron una bella cadena de oro para su
hija: pero nadie más que la nifia debía llevarla. Cuando, días más
tarde, iba a celebrarse una fiesta, la vecina le pidió que le dejara aquella
bellísima cadena para su propia hija; y la mujer, después de que la otra
insistiera tanto, se la prestó.
Mas, al terminar la fiesta, aquella joya no podía salir del cuello de
106
la hija de la vecina. Así es que la mujer fue a reclamar a las autorida-
des: «Si ella hizo cortar mi planta para recuperar lo que era suyo, ahora
será justo que yo pida lo mismo». Las autoridades atendieron su deseo
y ordenaron que se cortara el cuello de la nifia. De esta manera la
cadena volvió a su duefia legítima.
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67. TRES HERMANOS Y UNA GALLINA
Un hombre que tenía tres hijos era tan pobre que tenía que robar
para darles de comer y por eso le llamaban umalum l. Tenía un vecino
rico y un día le robó una gallina. Él insistía para que su mujer la
matara, pero ésta no quería hacerlo.
¿A qué se debía el extraño comportamiento de la esposa? Pues
resulta que ésta tenía un amante que era muy amigo del propietario de
la gallina y sabía que era una ave prodigiosa que podía conceder algu-
nos dones: el que se le comiera el hígado tendría un montón de dinero;
el que se le comiera la cabeza obtendría una lluvia de monedas cada
vez que se peinara; y el que se le comiera el corazón lo sabría todo. Por
eso aquel amante, que quería apropiarse de estos dones, insistía en que
la mujer se divorciara para compartirlos.
Finalmente ésta lo hizo así. Y, ya divorciada, se llevó a sus hijos ya
la gallina a la casa de su nuevo marido. Éste ordenó que, mientras iba a
visitar a unos amigos, mataran a la gallina. Efectivamente la mataron;
pero tenían tanta hambre que, sin esperar el regreso del esposo, se la
comieron: al primer hijo le tocó el hígado, al segundo la cabeza y al
tercero el corazón.
Cuando el hombre volvió a casa y se encontró con aquel desaguisa-
do pretendió matar a los tres chiquillos. Pero ahora el tercero lo sabía
todo y advirtió a sus hermanos. Los tres huyeron al bosque. Entonces
el tercer hermano supo que aquel hombre estaba maltratando a
su madre; regresaron los tres y le pegaron tal paliza que lo dejaron
muerto.
La madre, enfurecida al darse cuenta de que habían matado al
hombre que amaba, cogió al sabelotodo y lo estranguló. Los otros dos
hermanos huyeron al instante y, lejos de aquel pueblo, compartieron
sus riquezas y su felicidad. Mientras que la madre se quedaba sola, sin
marido y sin hijos.
I Mano larga.
108
68. EL PERRO Y LA PRINCESA
109
69. EL COCO SECO
110
70. EL CHICO QUE CAZABA MURCIÉLAGOS
Dos pobres ancianos tenían a un único hijo; éste era muy pequefio
para salir a pescar o para ir a la finca, por lo que se dedicaba a cazar
murciélagos: esperaba a que acudieran a alimentarse a los bananos y,
lanzándoles piedras, conseguía cada día un par de ellos. Éste era el
único sustento de la familia.
Una noche el muchacho sofió que un anciano se acercaba a él para
ayudarle: de ahora en adelante podría cazar los murciélagos con más
facilidad, cantando esta canción:
Sia sta ton mene kete l.
111
TERCERA PARTE
CUENTOS RESTANTES
3.1. RELACIONADOS CON
EL MATRIMONIO
Macus de Awal era una muchacha que vivía con sus padres, que ya
eran viejos. Era una chica preciosa, pero también muy desgraciada:
porque había intentado casarse varias veces; y en cada ocasión el mari-
do había muerto durante la misma noche de bodas. De manera que
ya no pensaba en el matrimonio.
En la isla de Annobón existe la costumbre de sazonar la comida
con agua del mar. Y por esta razón Macus de Awal se acercó un día a
la playa. De pronto observó que un cangrejo se dirigía al lugar donde
ella se encontraba; y situándose frente a ella, le propuso una fórmula
para terminar con su desgracia.
La bella Macus estaba muy sorprendida de que un cangrejo pudiera
hablar. Sin embargo, su problema la abrumaba tanto que escuchó con
toda atención aquello que el crustáceo dijo: «Toma tres palitos de tu
escoba y guárdalos bien en tu casa; si viene algún pretendiente que
te guste, recíbelo con alegría y cásate con él. Si durante la primera
noche duerme con los tres palitos en el bolsillo, todo discurrirá normal-
mente».
Macus de Awal cogió los tres palitos y los guardó en su casa. A la
mafiana siguiente llegó un forastero al pueblo y, al darse cuenta de
la belleza de Macus, solicitó su mano. Durante la primera noche si-
guieron al pie de la letra los consejos del cangrejo; y, efectivamente, no
ocurrió ninguna desgracia.
Se oyeron muchos comentarios, en todo el pueblo, por lo sucedido.
Macus y su esposo no hicieron el menor caso de ellos; y vivieron
durante mucho tiempo con toda suerte de felicidad.
115
72. EL HOMBRE Y EL ESPEJO I
116
La esposa se desesperaba por tal situación; y al cabo, celosa y dolo-
rida, tomó el espejo entre sus brazos y se arrojó con él desde lo alto de
un barranco.
La buena esposa se convirtió en estrella, y dicen que va preguntan-
do: «¿Habéis visto ese lucero que se peina en el río'?».
117
73. EL CAZADOR DE PÁJAROS
118
74. TRES HERMANOS
119
75. DOS CHICOS QUE SE QUERÍAN CASAR
120
76. EL CHICO Y EL PÁJARO
En una aldea vivían tan pocos habitantes que todo lo hacían con-
juntamente. Excepto un chico que actuaba siempre aparte de los de-
más: tenía su escopeta y con ella iba al bosque solo a cazar pajaritos.
Un día vio a un pájaro tan bonito que pensó en atraparlo vivo.
Intentó cazarlo con la resina de los árboles; pero el pájaro no cayó en la
trampa y se fue alejando más y más, perseguido por el muchacho,
hasta llegar a un campo lleno de flores.
Entonces el pájaro desapareció entre las flores y en su lugar apare-
ció una bella muchacha que le dijo: «Lo que has visto no era en reali-
dad un pájaro, sino mi espíritu. He tenido que vivir durante mucho
tiempo en este campo y busco a alguien que quiera compartir mi sole-
dad. Si accedes a casarte conmigo tendrás el poder de convocar a todos
los pájaros del bosque. Con una sola condición: que jamás mates a uno
de ellos».
El muchacho aceptó la propuesta de la chica y le comentó que
quería regresar al pueblo para contarlo todo a sus padres. A partir de
entonces ya no salió más al bosque solo, sino que lo hacía en compafiía
de los demás para no tener que cumplir su palabra. Y la hermosa
joven, al comprobar que la había engafiado, murió de tristeza y de
afioranza.
121
77. EL MÉDICO Y LA CHICA
Había un hombre tan rico que consiguió que sus tres hijos fueran
gobernadores: uno de Mabana, otro de Awal y el tercero de Agandji. Él
se quedó solo con su hija, y al cabo de un tiempo quedó ciego.
Hizo saber que haría rico al que le curara. Muchos probaron suerte,
pero solamente un médico de las montañas del sur de la isla consiguió
que recuperara la visión. Agradecido, le ofreció cuanto quisiera; y
aquel médico solamente quiso recibir la mano de su hija, que era una
muchacha preciosa.
Se casaron y el hombre se la llevó. Al ver que se alejaban de la
ciudad, la golpeó y la metió en un saco. Y, con el saco a la espalda,
prosiguió su camino.
Al llegar a Agandji, la joven empezó a gritar: «El doctor ha curado
los ojos a mi padre. Le han ofrecido muchas cosas, pero él sólo desea
una mujer con pechos». El gobernador, que era su hermano, no com-
prendía nada; y dejó que el médico se fuera sin llamarle la atención. Al
llegar a Awalla chica gritó de nuevo; y nuevamente su segundo herma-
no, que era el gobernador de aquel pueblo, no hizo el menor caso.
Por fin llegaron a Mabana. La muchacha gritaba con todas sus
fuerzas y el gobernador, su tercer hermano, ordenó al médico que le
dejara ver lo que llevaba en el saco. Como no hiciera caso le invitó a
comer y a beber hasta que estuvo borracho. Y entonces liberó a su
hermana, que le contó todo lo sucedido y las humillaciones que había
tenido que sufrir.
Entonces el gobernador de Mabana, aprovechando que el médico
estaba borracho, mandó que le echaran a una gran hoguera. Y aquel
mal hombre murió allí, abrasado.
122
78. EL REY QUE ENCERRÓ A SU HIJA
123
79. EL CHICO QUE SE CASÓ CON UNA PRINCESA
El rey de una ciudad tenía una hija casadera. Cada vez que se
acercaba un pretendiente, mandaba encender una gran hoguera; el
pretendiente debía soplar hasta apagarla y, si al cabo de diez intentos
no lo conseguía, era ahorcado. De esta manera, lo único que consiguió
fue que murieran todos los jóvenes de aquella ciudad.
En medio del bosque vivía un matrimonio con un hijo único. Un
hombre de la ciudad se había metido en el bosque y le había contado
que, bajo aquella extraña condición, podría casarse con la princesa y
llegar a ser rey. Pero sus padres, prudentes, querían conservar a su
único hijo; y no le permitieron ir a la ciudad a probar suerte con la ho-
guera.
y sucedió que, a partir de aquel momento, el chico salió al bosque
tres veces; y cada vez regresaba a casa con una hoja que, sin saber
cómo, se le metía en el bolsillo. De manera que guardó aquellas tres
hojas misteriosas y obtuvo el permiso paterno para ir paseando hasta la
ciudad.
Al llegar allí, toda la gente se le quedaba mirando: ya no quedaban
jóvenes; en cambio él era guapo y apuesto. Regresó al bosque y, al
cabo de unos días, pidió permiso de nuevo. En la ciudad hizo amistad
con un hombre, al que invitó a su casa. Sus padres le atendieron debi-
damente, pero no dejaron que su hijo regresara a la ciudad con él.
El rey, mientras tanto, ya estaba advertido de la presencia en la
ciudad de un joven apuesto. Y había ordenado a sus guardianes que
le prendieran en cuanto volviera. Y así fue: cuando, al cabo de unos
días, el chico se presentó de nuevo, los guardianes le llevaron a la
presencia del rey. Éste le propuso la prueba de la hoguera: «Si consi-
gues apagarla con tus soplidos antes de diez intentos, te casarás con mi
hija. En caso contrario serás ahorcado como todos los demás».
El chico y la princesa, en el mismo momento en que se habían
visto, se habían enamorado. Por eso la princesa le rogó que se sometie-
ra a la prueba; pero el chico quiso consultarlo con sus padres y los
guardianes acudieron al bosque a buscarlos: prendieron a la madre; y
el padre, al observar que también se lo querían llevar, cogió aquellas
tres hojas que su hijo había guardado y siguió a los guardianes hasta la
124
presencia del rey de la ciudad. Y ante él proclamaron: «Estaremos de
acuerdo en que nuestro hijo se someta a la prueba, si él así lo desea».
El chico se encontraba dispuesto, pero antes que nada quiso encon-
trarse a solas con su padre. Éste le entregó las tres hojas y el chico se las
metió en la boca. Inmediatamente se dirigieron al lugar donde se pre-
paraba la gran hoguera; y, una vez encendida, el joven empezó a soplar
con todas sus fuerzas: una vez, dos tres... nueve veces... y la hoguera no
se apagaba.
Entonces concentró todas sus fuerzas, se encomendó a Dios y sopló
por décima vez: las hojas que tenía en la boca salieron despedidas
contra las llamas; y el fuego, al instante, se consumió.
Tal como había prometido, el rey le concedió la mano de la bella
princesa; además le dio la mitad de sus riquezas. Y los dos jóvenes
regresaron al bosque, donde pudieron vivir con toda suerte de comodi-
dades.
125
80. EL REY DE SAN PEDRO
Hubo una vez un rey de San Pedro que solamente admitía casar a
su hija con una condición: que el pretendiente estuviera siete días sin
comer. De esta manera sólo consiguió que la mayoría de jóvenes de su
pueblo murieran; y que no hubiera nada más que mujeres.
El rey de Pale tenía dos hijos, uno legítimo y otro natural. El prime-
ro quiso ir a probar suerte y se presentó ante el rey de San Pedro que, le
dijo: «Durante las próximas siete noches podrás dormir con mi hija.
Pero ya sabes que no podrás comer nada en absoluto».
El chico prometió que así lo haría. Pero por la noche, cuando todos
dormían, su hermano -el ilegítimo- acudía a su cabafia para pro-
porcionarle alimentos sin que nadie lo notara.
Esto ocurrió así hasta la última noche: la hija del rey velaba y
descubrió la trampa de los dos hermanos. Sin embargo, cometió el
error de perseguir al segundo; y mientras tanto el primero cambió
el plato y la comida que le habían traído de Pale por un plato y una
comida de hierro.
A la mafiana siguiente el rey proclamó ante el pueblo: «El joven
príncipe de Pale tampoco se casará con mi hija, porque ha estado
comiendo a escondidas. Todos podéis comprobarlo». Y ensefió a la
gente el plato y la comida que había confiscado. Entonces todo el
mundo protestó: «Nadie puede comer hierro, y esta comida lo es».
Así pues, el joven príncipe de Pale pudo casarse con la hija del rey
de San Pedro, que había impuesto una condición tan estúpida.
126
81. LA BODA DE LA PRINCESA
127
82. SIMÚN EL TONTO
Un rey tenía una hija tan hermosa que, celoso de ella, impuso una
condición imposible para aquél que quisiera pedir su mano: debería
traerle algo invisible.
Muchos hombres probaron suerte: uno trajo humo encerrado en
una botella, pero el humo se ve aunque no se palpe; otro dijo que
había venido rodeado de viento, pero le hicieron notar que no era él
quien lo había traído. Parecía que la princesa iba a quedarse soltera.
Xima Damadu, Simón el tonto, era menospreciado por la gente del
pueblo a pesar de que nunca expresaba sus opiniones. Al saber la noti-
cia tuvo una feliz idea y enseguida la puso en práctica: cogió dos cubos,
metió dentro de ellos una papaya y un coco respectivamente, los llenó
de agua y se presentó ante el rey: «Majestad, os he traído dos vacas».
El rey había observado que los cubos estaban llenos de agua; sin
embargo, al oír hablar de las vacas, en lugar de mirar qué había dentro
de los cubos empezó a buscar a los rumiantes. Simón aprovechó aquel
momento de descuido para sacar de los cubos la papaya y el coco; e
inmediatamente prosiguió: «Os las podréis llevar en cuanto terminen
de beber». El rey volvió a mirar los cubos y vio que, efectivamente, el
nivel del agua había descendido.
Muchos criticaron aquella boda, pero la palabra del reyes sagrada.
De manera que se llevó a cabo y aquel tonto despreciado pasó a ser el
príncipe del reino.
128
87. LA MUJER CELOSA
133
84. LA PRINCESA Y EL DEMONIO
La hija del rey de Agandji era tan bonita que su padre no permitía
que nadie la viera; y cuando se hizo mayor impuso notables condicio-
nes para cualquier pretendiente que no quisiera ser decapitado: «Que
sea alegre, guapo y rico». Empezaron a llegar los posibles novios, pero
ninguno de ellos poseía aquellas cualidades a gusto del rey, y todos los
jóvenes iban siendo decapitados.
Hasta que aquello llegó a oídos del mismo Mpemasajajet, rey de los
demonios, que afirmó: «Yo, el príncipe de las tinieblas, conseguiré
casarme con esa belleza». Todos sabemos que el diablo suele ir desnu-
do; de manera que en cada pueblo por donde pasaba pedía algo presta-
do: unos calzoncillos, unos pantalones, una chaqueta... cuando llegó a
Agandji estaba vestido con suma elegancia y el rey y la princesa apro-
baron aquel matrimonio con el pretendiente más alegre, más guapo y
más rico de toda la isla.
Cuando la boda quedó atrás, el demonio quiso llevarse a su mujer
al infierno. La chica aceptó encantada la posibilidad de ir a vivir al
lejano pueblo de su marido. Emprendieron el camino: en cada pueblo
el diablo iba dejando la ropa que le habían prestado y a cada momento
su voz se enronquecía más y más.
La muchacha comprendió que se había casado con el mismo dia-
blo. Pero no tuvo valor para enfrentarse a él y tuvo que habitar para
siempre jamás en el reino de los infiernos.
130
85. LA PRINCESA QUE QUERÍA A
UN CHICO SIN OMBLIGO
131
3.1.2 Dificultades matrimoniales
132
87. LA MUJER CELOSA
133
88. LA MUJER BUENA Y LA MUJER MALA
En un pueblo vivían dos mujeres solas, una buena y otra mala, que
cultivaban sus fincas y podían vivir bien y sin que nunca les ocurriera
nada extraordinario.
Un día la mujer buena estaba trabajando en su finca y oyó que
alguien la llamaba. Miró a su alrededor y, al no ver a nadie, continuó
su trabajo. La llamada se repitió y a la tercera vez apareció detrás de
ella una vieja con una niña en brazos: «He visto cómo sufres, trabajan-
do en la finca, y te he traído a esta niña para que, cuando sea mayor, te
ayude. La única precaución que debes tener es no llamarla nunca por
su nombre, Men Tawa, porque entonces desaparecería».
La buena mujer regresó a casa contentísima y contó todo lo ocurri-
do a la mala. La niña creció y, efectivamente, ayudaba a su madre en
todo lo que podía; además era bonita y generosa.
Hasta que un día la mujer mala aprovechó la ausencia de la buena
y se dirigió a la nifia con estas palabras: «Ven a ayudarme, Men
TawID>. Al instante la muchacha desapareció para siempre.
Cuando la mujer buena regresó a casa y observó que la niña había
desaparecido, fue a buscar a su vecina. Se enzarzaron en una pelea
terrible y ambas resultaron muertas.
134
89. LA SONRISA
135
90. LA MADRASTRA MALA
136
3.2. MORALIDADES
137
92. EL PÍCARO AYUDANTE
I Tope.
138
93. EL CONSEJO PATERNO
139
94. LA MUJER PEREZOSA
140
95. LA MUJER ROBADA
141
96. EL PUEBLO DONDE CRIABAN GALLINAS
142
97. EL HOMBRE QUE NO QUISO A SU HIJO
143
98. EL CHICO SIN NOMBRE
144
99. EL HOMBRE QUE QUERÍA SER FAMOSO
145
100. EL REY QUE SE CASO CON DOCE MUJERES
146
La hija del rey de Awal estaba en edad de casarse. No quería a
alguien vulgar; de manera que, al enterarse de que en el pueblo vivía
un muchacho extrañ.o, fue a visitarle. Nuestro muchacho era guapo y
apuesto, por lo que pronto se celebró la boda. El nuevo príncipe orde-
nó a los soldados del rey y a sus amigos que fueran a buscar a su
madre, pero ésta ya había muerto y lo único que pudieron hacer fue
enterrar sus restos.
El príncipe pudo sobreponerse a su desgracia. Y desde entonces
vivió en paz, con toda clase de felicidad, y en la posición que le corres-
pondía por su linaje.
147
3.3. OTROS
149
102. EL HOMBRE Y LA MUJER DEL FANTASMA
151
103. LOS ESPÍRITUS DE LA NOCHE 1
I Este cuento nos fue narrado como un cuento tradicional annobonés por miembros
de la comunidad isleña de Malabo. Sin embargo la procedencia ndowe parece indu-
dable.
152
ra casa encontró el cuerpo del jefe de los espíritus con la lanza clavada.
Se la arrancó y al instante se congregó a su alrededor una multitud de
fantasmas que le dijeron: «Tú debes ser nuestro nuevo jefe. Toma la
lanza y ven con nosotros a cazar».
Se dirigieron al bosque. Vieron pasar a un antílope y él lo mató con
su lanza y dijo: «Así es como maté a vuestro jefe». Entonces los fantas-
mas se arremolinaron en tomo a él para capturarle; y el hombre cogió
un palo, le dio tres vueltas y se encontró de nuevo con la vieja. Ésta,
antes de despedirle, le dio una botella con un ungüento capaz de curar
todos los males.
Volvió al pueblo y, además de rescatar a su esposa, empezó a curar
a todos los que se encontraban mal. Hasta que un día el que enfermó
fue el marido de su amiga. Ésta imploró ayuda y él le prestó la botella
del ungüento mágico. El enfermo se recuperó inmediatamente pero, al
ir a devolver la botella, ésta se le cayó al suelo y se rompió en mil peda-
zos.
Nuestro protagonista estaba exasperado: <<¿Recuerdas que cuando
no podíamos devolverte la lanza querías matar a mi esposa? Pues voy a
hacer lo mismo: si antes del anochecer no has recuperado mi ungüento
mataré a la tuya».
El marido de la amiga deambuló por el bosque hasta que encontró
a la misma vieja que le dio las mismas instrucciones. Así es que em-
prendió el camino hacia el pueblo de los espíritus. Al acercarse a él
encontró a dos puerco espines que se peleaban por una semilla; los
mató con su lanza y se los llevó consigo para cenar.
Cuando llegó al pueblo de los fantasmas y entró en la primera casa,
entre todos le cercaron y le dijeron: «El último hombre que llegó has-
ta aquí había matado a nuestro jefe y logró escapar. Tú vas a pagar
por él».
y aquel hombre no regresó jamás a su casa.
153
104. PUDUMALASAK
154
entrar en la gloria y sentarse en la silla del santo. Éste fue a protestar a
Dios por la presencia de aquel malvado, y regresó con órdenes tajantes
de expulsarle del paraíso.
Pero Pudumalasak se aferró bien a la silla y San Pedro no pudo
hacer nada por levantarle de allí. Y así fue como nuestro amigo se
quedó para siempre en el eterno edén.
155
105. LA FAMILIA RICA
Había una familia rica llamada Ngay y un chico sin familia. Éste
prefería no trabajar; de manera que, cada vez que el padre de la familia
rica se iba a la pesca, se disfrazaba de gato y le cantaba a la mamá esta
canción:
Ngay Ngay no está en casa
Ngay Ngay no ha ido a la pesca
Ngay Ngay ha ido a coger agua del pozo
cuando Ngay regrese
la mamá dará algo de comer al chico sin familia.
El padre regresaba y, al oír las explicaciones de su mujer, creía que
todo era un milagro y le ordenaba que diera de comer al chico inme-
diatamente.
El hijo de la familia Ngay estaba preocupado por lo que ocurría.
Era muy amigo del chico sin familia y un día se lo contó todo. Su
amigo le dijo: «No te preocupes más por esto. Yo soy el que me disfra-
zo de gato, y así puedo conseguir comida sin tener que trabajar».
Los dos amigos se rieron mucho por lo que estaba sucediendo. Y el
pequefio Ngay no contó nada a sus padres, para que su compafiero
pudiera seguir viviendo sin dar golpe.
156
APÉNDICE
VERSIONES EN LENGUA AMBÚ
Para una correcta lectura de las versiones en lengua ambú que nos
ofrece Braulio Lorenzo Huesca Pueyo, debe tenerse en cuenta la ab-
soluta carencia de normalización de esta lengua, que quizá sea la que
menos se ha escrito y estudiado de las ecuatoguineanas.
Pertenece a un tipo de lenguas que suelen mantener en gran me·
dida su estructura original, claramente bantú, incorporando gran can-
tidad de léxico de la lengua glotófaga, en este caso el portugués. El
resultado es un pidgin cuya descripción presenta numerosos problemas
adicionales y cuya escritura actual ofrece vacilaciones muy acusadas:
• En lo que se refiere a la separación de palabras, a causa de los
numerosos radicales bantúes que se interpretan o no como uni-
dades diferenciadas.
• En lo que se refiere al uso de signos diacríticos, mal fijados y que
tanto pueden afectar a realizaciones de intensidad como de
tono.
A ello cabe afiadir una imperfecta fijación gráfica para determina-
dos fonemas.
Por todo lo cual hemos preferido dar a la luz una versión habitual
hoy entre los pocos annoboneses que escriben su lengua, sin intentar
un trabajo de descripción y de normativización que está lejos de nues-
tro alcance.
159
1. NA PIME POJODOL I
160
10. FOLI ZANJA BOBO MAJAKU I
161
11. JAFE TOTYIGA JA POW DANTU DALEA 1
162
12. BIBÍ PATU XI NA JA LEGA PA TELIF I
I El pájaro Bibí.
163
14. GALU N'GANYIA NU PAATA'
I El gallo y la cucaracha.
164
16. BALEA KV TVBLAN I
I La ballena y el tiburón.
165
20. SOYA OSONTYI I
Antela sé sajá may ku medu dél; aximé osontyi dos, wan mai já pai
jazadu dantu gueza pádjil.
Medu del apé danda ta ke ja sá danda ku menjadji del ja. Sa fa jol
sé ja falé ku pajada, ta da djia sé fa pejadjidel: pejadji muya, non
sájazadu, na lamajá po bó ja femuxif.
-Se pe jadjidel fal námay a m'dji pa já tajadji panapay se ja
danda.
- Mengó pa ja ben ku bó sa ja fafaf, pake zugan jábo na sa ja bo
jonf, ta ja da golí, panángwe bo ja sa límu, axí m'sé v'la jáli da bó.
-Pake jáfe? Amu mihebó.
- Tá pa námay jasajadji, na pe néy ja sa metedohí ximafa n'gwe sa
walf. Amu tenté mosso lóluya ku ja sa ten labu ken jassa jole.
Mengongo pe ney sa jamada munf.
Medumuyá femfáta bó.
Bí po bó bí be.
Se ney se ba meté doluya, ixi ke ne se mosso, se an namonexi pai
janda ja toja, sam pai, waya, bantánjónsenfá?
Sé mosso de fal kundjí sún, anto bansa kundjif m'gongo po bo
kundji.
Sé mosso fali banta lombá deixi nombi sa dantu jamá vende aU-
denx, ku bó den an jajá dásu janyi ké ma ba jadji ba kudji da namna
muyái.
Sé men jadji de fal axan ja mé sé sa n'guixi bo fá ponó bl po bo bi
m ·samu. osexí n gwé peza joU tadaxisé y jo mesa ja pete pe mosso, sé
ney fala peza, y se na sa piáoa tyadutaf.
Tadaxi se xió mosso jomesa já ta kidele, valadji ángwe ja fo bi
relazandel, da jáxigadusé xigalay. Wan pay ku biska pasa jabay sé sa
n'guixi yabay ku mótóma dal ku da jáwa.
Dantu pezáse y na fo tyanefá pake y pasedji si y ja mótóma dantul,
na mósso tudu sa jé legue pe se sa se sá sin mosso.
Ta ke ney ba da jadji sé mossodé pongotal pe dé lazan amea pasa-
mentu joxi re metedoluyay se ma jadel se jolé fo jadji fo deixi.
166
23. JOSOLO KV TOTYIGA I
losol ku totyiga, yney tudu jata lem: yney sa wán jamada gódó, ijól
se ja danda. Familia diney já pasafey dá faku, zugángwe tan ja sá molé
da fakú xi ke ney sa ja'ma. Se ne maznafa tá pe ney re matu, waxí yney
jafó sa ku já pa lanja demtyi max, se ney re matú nyi na ja da gól joney
pe né fo kunf.
Wan pamasedu ke ne tan sa ja matu ba tyalba, se ne fa pene pasa
benda patyi dógó. Tá ka ba dalá lomé jamagantyi se ney da jonta ja
alka, ta ke ney blaalkase se ne da jonta ján josan djielu, wan sapa djie
bóbó. Se ne ma alkasé se ney tya fo jamagay se ne jondé pe wan jamá
ke ne mo sésebe tadaxi pamasetudu se ney ja la bá ja pe ne ja má
kumpa dixamentu diney.
Pów kinté kinté tudu sa kú óyó liba diney da oxi ja kan sa be ezaf:
falia dine ja kún jóxi ke ne ngóngojól, na m'na na tan ja n'da jopé
dodjif, zugangwe na se jamexi ke né ja tya djie fofo
Non tu jonsé totyiga amexi ke sá dadalandel ku fengwe danaduxi sa
jól, se ngo pa jatú sa jade!.
Ta ba da wan nótyi se lantá, se v'la mematu jamexi ke ne gada alka
pe. Se tuka alkasay ku wan patadu se ma ixki se fo gada pe anjamá pa-
tádu.
Ta ba dá pamasedu se ku jamadade tótyiga majá se ney tan v'lá
mematu, ta ke ney badala se ney na befa, se ney dá pún metesula se ne
majá se neytan v'la jadji. Kaba jójósóta pe.
1ósóló na jonfa totyigaf, sé fi djihe xi fuga jó sebé sé fo kumpa wan
tyinú ku wan bobolonda a ximé an tombóló. Ta dá nótyi, sé bixi
bobolonda, se ma tyinú se ba olá jadji tótyiga, se jomesa já da ja janta:
Bóxi be ma ba pe jóssé sa ja óma'ma. dadalán.
landa mole mole, ja fa jósay. Se ta totyiga tende josay sé ógué de
jomesa ja dá tatata, ta ke sa sa tende fá tomboku tyinú se pe fa ja
pamet se ská fala, mendú xi ke sa ja mendu se pe fa naxiolo desé bisán
pa bi dé jatigu, ku ja re sé ke feay ta'ku jósó jansá ke majá ke da táxi, se
lanta se ma alka se ma ba pe jamexi ke tojá ta pasedu tan bla seney tan
1 El perro y la tortuga.
167
ba dá jamexi ke ne gada alka pe se tótyiga ta labe se badantu dalba se
tya bí. Da óxi ké nágada pe londjie.
Se tósó fa pa patyí da óxi ke jonsé tótyiga fo iyandopé ba tojá ja bé
jása. Pa n'gutu gadá oydiney.
Fo dexi se ne na tante zugan pufia maxif na jonja zuganguefnyí ba
loja samba bó.
168
24. TOTYIGA KV BALEA I
Pixí néxi naxiolo m'dji tudu tempu tempu yné tudu bijata zuntadu,
fa liguilia wan djividji sin zugan guela. Ta ba da djia se tótyiga sé gagá
minselem'tay ba opé balea se fal: Wa, balea. ¿já majé táfakuja da bo
bo ja sá kun mámanexi kityi kityi?
Déxi já bi ja me te ba lá paxan, sé tótyiga ntan lanteja djividjil: M'te
wátaba bOj6 ku wan tyipa lagu, ken ja fo kun joxi ken n'gó: a má
pamasedu bo sé msa je kúmu ku na m 'na bóku mosso bó tudu.
Sé totyiga mendu se majá ku namna dé tudu sé né poáta dantu
yójó budu fodexi, se ne fo saya.
1 La tortuga y la ballena.
169
25. PAXIALE, TOTYIGA KV JÓSSÓLÓ I
170
26. PAXIALE MABANA I
I La tortuga y el rey.
171
32. TOTYIGA, BALEA KV ELEFANTE I
Baléa ku elefante y ney tudu bisjata jamá patadu waya y ney bisa-
jan yapemetadji dajantu y ne re tába ngwe nguengatyi.
Tadaxi pá tótyiga ku tenjata bensala xii jasamaney sehe ja sa pufiá
joney, fa y fó téney pi séa tá ke ja sa fáne jossay y jasáli. Tá dadjia
batoja déxi kehe tyia djia pe joney ba be. Waya nonta saja jope taix,
óxi ke fanei jóssay tótyiga na se fa y ten fa elefante joximéf.
Ta da dexi se fá balea bo ja gaden budjéguel po bó gaden van
budjíguel jamangandji; se tá da juáthfela déxi da djá séhe nen bay, se
ne badála sé tótyiga bé sé ma jodo pe balea tójóso labu se be se ten
mawán pe elefante, se jó lé tyinka ba ván budjíguél se faney tudu óxi
bojabé jódo teza bo ja jomessa ja te, se ney tudu jozogópe.
Tá da goly se jonta ba tosá teix se jódo tezá se ne jomessa ja tanja,
ta kene ja sa tanja se jasa van budu ja baya ku janta, balea jasabéli
elefante jasabél mindji angwe na jasabenguéf. Xii batoja oxi tódo ja-
benta jalma ja reney tudu patá patá, se balea bi sé faH jamada muya
den omá bó, setensajóxi elefante ten fali; se fali: jamada tótyiga m'be
bó óxi non já tanja bosala ja baya pobó be fó djá sa dja dodjay n'gwe
jada bó óndolo, se tensajóxi n'guixki ten fál.
Fó déx sé nen jada tótyiga óndolo bi toja dja sa dja dódjay.
172
40. MAGUTÍN KU MENVEYU I
Wan tela se soya folo, sehe jóxi mosso sa telasay sa tomenta nam'na,
fa janta bityil ku fá lubela. Telasay, saku wan na mosso ka ja samé
Magutín ka pel pan flor, jadjidíney saku wan hógo ku sá kú fá dópa, y
se nasa ja fómózó xif, bityí nenxi sa mématutudu ala se ney ja fefadji
pe; axi me kalopeta, ólé jadjidel sajam may ó buma buma, zugángwe
na ja fó ya bí óla jadjidefa da fumbáxi ja sa fénda, ja sangó dangwe
luzá. Ija sa bojopoto jadjidel ja tusan jágada Magutín pa passa pe man-
dé bá plawa dál.
Ba toja dexi ke fáli pe limpé oió pe délazan kuz. Sé Magutín na tén
pe namdjiskwanfá sé ten jomessa ja limpé 010, mindjí y ja sá ngulí fóxi
pe ná luza se fal: só se beza, na m'na tudu jasare gáda, m'plawa dabó
béza. Ké já m'tanjafóre wa na m'na mIela xíma fan amu.
Bi lomu oió pen dabo lazan kuz, tudjá tudjia. Wan djia se jansá
sebe nguli fóxi se jomessa já loló. Ta ke ja sa loló se ja sa v'la emadobó-
yó pel bójÓ. Se fal pe tussan pe dé lazan kuz. Tá ke tussan se de wan
nel. Neli say jonéxi bó ja pindjetudu y ja dabó; sehe saku nél say, se
kesefa y saku jossé ómá.
Páxiale la jata modoya, modoya paké mibe del sajá dandji, se da fá
bavan pa n'guixi ja saja limedji pa bifé pake y la dá m'ndjan néxi sa tó
tudu se mihe na ja lizuf, póu nexi, se anké limedji tu bay, na ja kulaf,
zugangwe ja útu pátyi tenjé re zugan jaf. Tá da andjia se nó me dele,
pilinxipe fa pedel: 1 ten saja danda pe ten ba jua anke limedji, se sa
jabay, se dajonta nu Magutín ólajadji ja tussan, se levalí se mosso
tenleval, ilay Magutín bisa ólé jadji ja jozé, séhé ya bá ope deli je jonte
passamentu deli, ta ke saja beza se jassa Magutín dá nél, se tan samé
jope bi taxí se badajamexi ke gada nél pe se má se jolí badajadji se
kudji zugan fa'dópá se dé bebé, se fega'nel deli se mle dele lanta se bojo
lí ma jadji, ta ku regada xi regada paxiale se manda massede jaza ku
Magutín, se ne pali wan sápa mina nenxi méndiney na palifa se ne ta
gau.
Sé sa joxi re ambo si wa namé jaza angwe, a jafali pe taza ku wan
nome táfal pena pendé tóssef.
I Magutin y la vieja.
173
45. MENDOFIA VALlA KV MA KATALINA 1
I La esposa desobediente.
174
46. SOYA AFIYU KITYI I
I La historia de Afiyu-Kityi.
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48. NA NAMEE DOS 1
Wa pal, saku mosso dós. Se ne tudu saku wan mina napal ké neké-
ké kaxija sen nguixi sa mine enguef wandja se me engue móle, se
moski ma namasala, ta dadjia se inaja jonsé mina der. Se wan mendofa
jata ala falipe ma ótoze petu peepee skada ta ina ske bi nguixi keja de
ke na sa nefsesa mina del.
Ta daxi fodexi se jomesa jafe laza m'na de gau máxi ku nguxki,
tabada maxhi ótende se fa na mem de isaje se fo te lasay peba jua
antabaya pétábaya. Pe fo bibe.
Anta pe bay se fa mase pédél: Boja be faja say déxi boja be fa jase
fojo boja se fa jaxigamu, boja be detadu boja be msagavu. Se fal josse
sé datax.
Ta ke bé se bada wan lubela se be wan peveyu kufalí peba tela sala
da óxi sganx ma mna mie délé peba kumi, tadaxi se paxiale fa nguixii
ja mata sganxi, saje jaza ku mna miedeI.
Se poe sé mata sganxi se pote olea ku lunga dél ta ku sa notyiza se
moyila se djuni, se angue se pota wandasu sganxi se ma mina délé
se bada jadji. Se ale fapa ba jaza, se na ngof.
Ta ka ngo ba jaza se sa óxi nama se bada la ta ke ba joxió ba del se
fa pe de nguixi mata sganxile leal, se msa lunga ku kusan, ta daxi se a
jolé maxki fotela se jaza kumina mie délé se ne pali mina nexi sa tela
tudu.
1 La princesa y el monstruo.
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52. E ETE O BWUAISO 1
I La ley de la muier.
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57. O BOSESEPEARI LO BOJMATE I
Ajo je: Ja sei ebelo abola bari ba jesi jo ekera borao: ika, e bijmate...
Je omma, e ila rai ke Nkatyuo. Ebelo e eba ales'o buityai.
Je elo na ba atyi eria oreka, bem boj mate. Kalo bo seia buebue,
kalo bo a jmila. Ebelo atyi, obote bio sei ipalo palo na botyo pao oba
¡ele ¡ele. Abola bari amma bobi o bote, be a beresio bijma.
Etyio e le pele, be amma ba basotyio, tya e Nkatyuo lo buityai.
Sibelo, e Nkatyuo ba sotyio, buae e le ba sotyeso, ajeri opa'ipelo pelo o
bote bio, kosa na o buityai e ba pito sotyio. Obola bua byto e a beesi
esari.
Ja jetyi bilo. E etata jeteri ariola na e lele poja e jesi jo sosuela
abatyo be'ria ajo bio. E ariola e ar'bola o tyobo aé, e a bo bopesi. Ebelo
e le pele e ribuei ra e, e ariola eler'obola, e a bo bora: tue tyim nkwuao,
o a jaalo o loka eka e le erupu, ja a jetala bilo, e a bikireso; na bueeki
jnna, e lo ale'tye a pemme o bonatuoo e Nkatyuo.
E ariola je si jo bwua. E sola sari sekie'bejuelo jnna bie ariola. Si
per'eria buela a pemme o bonatuo ai, na na a aopio balo. E sola sari
si tyiann'etye o botuta bue mpa jo ja. Ebelo a pelala jo mpo o botuta, a
bola be Nkatyuo ba a bo bujerala pua, na ataba: lue lujerann e keu
pua.
A bola be a buaro'tyobo abo. E Nkatyuo na a te anna ko buetai
buae a bopei loko na o ammo je tomm tua koe. E sola sari si bo
potobieria. E Nkatyuo o bo pei elako o karibi ko e jnku buela ito yai. A
asale'lako ai a la bela siberi lo boata bo boj mate. Elo, e Nkatyuo a boi;
e le balebolo na ko'bueta ai, aboba jatyibiammo, a wuaro'tyobo.
Tue tyin ajo, be a pemm lele.
I La chica y el manzano.
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64. ERIBOLA E JNTYATYA 1
Ajo je: Ja sei boye la wuaiso na ba oki bola be apa, bobele la wueta.
Je elo, ba batekori jo ekera e jntyatya e eribola.
A bola ba batyinno, ale ba are'tele ai. O bola wuari wue e paro la
otya, a boie'jntyatya, a buero'bese. O bola bobe e le ke eriua ro wuetai,
a bori, a botyileri jaba ja toko toko. E a jes'obese le jntyatya. E le pele a
baye bai a: nta pao anna etye o buentarnrn ee. Kori a le ba a jetye te-
le ai.
Je le jete biea, ja sei abeba na ba nteerie'paru biabo ajo bio o bola
wuari a tyileri jo ja; kalo be oi la se siberi:
wuana, buele itele.
wuana. bue le itele.
na o l'iteri, o la jela...
o bobelem a lo 'ri
boola bue jntyatya,
e ila rae ko wuaka.
e ila rae ko wuaka.
Abeba ba jer'o bese, ba sei o boatta. Eria ernrna e jesa ajo; oberi bo
bola wuari e le nao opele'tye o bola entrioe, e siberi atyi sa:
e mme. e mme. wue le itele,
e mme. e mme. wue le itele.
na o l'iteri. o la jela...
o bobelem a lo 'ri
boola bue jntyatya.
e ¡la rae ko wuaka.
e ila rae ko wuaka.
I La flor maravillosa.
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na o /'iteri o la jela...
o bobelem a lo 'ri
boola bue jntyatya
e ila rae ko wuaka
e ila rae ko wuaka.
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65. O LOBAM LUA BOBELE 1
Ajo je: la sei eria buela rijue na re bola be apa. Be le etye, o boya'
babo a ba takuero ojela joola bilo e Ornbori (Luba).
Be le palé ba ba kapi o boolo ornrna ba ari bo, be a pueso o. E tyala
ba rnrnotyi. le ornrna a: to a pao boa bilo bie iba etuka buela, to a
binoaa, to a raala, e tyala ekopiesa nno. O bule a la tapa osa. Ba papa
eri o baa bola laba Ha na o lobarn lo jetyia bisu la bisu, bi lo la bi lo,
biki la biki. A ja suba, ba wuey e tyala.
A bayola bao ba okie e biruta, ba batyileri, be aparana: na e laba e
la bao batyo apa bata, be sa Ha rile; kori na tyi a lo, ba tyi ana setya. Be
ba ane'tye a o bola ape ba be e; buae tue to tyi a larnrn.
Siatta kolo kolo ba, kolo.
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66. OBOLA NO LOTYORITYORI LE NOKONOKO 1
Ajo je: Ja sei rijue la bola be batta. Be amma ba sese ebilako bio epa
iberi bia bijem, tya o bosuba oboola bo lotyorityori lo looto luai; ba bo
pobesi. Ebelo o ojua e le pele ba jiwuana e bijem bi lubo e nokonoko,
ba te bijuaba. O bye abo e a para bokia ba lotae.
Obola bolo aboiye etata, a jesi jo lota; buae e le ele e noknoko a lo e
la otte, a buero o tyobo, esari. O botyio bo jekibo jnna, o bola bule bue
jero o lota e nokonoko. Bue bae asarl. O bosuba etye o boyai na a ajora
ore enokonoko. O boyai a: a banatwuoo ba ta pityo ole kole, ue ka
paao penne? E sikole so lotyorityori, si sore etata, si e jeso o lota e
nokonoko. E le poe, si bauteio o bosike bua bio. E kole ba jeri jo ikiro
toutou; buae e solae soia. Elo ebari ai. La lo na e nokonoko ta jori
ebuerabuera, e etye e solae na: na o le sori matyilo, na ntyi a la poa.
Ajo jnna, o le naere elako ose ba, nne osela.
Tue tyin ajo o bola bosuba o boyai e a bojori jetan a bololo. Balo be
oeero obwutyi abo ekoe. 1 nobbe i tyuana na ba jesi ripoto jo ekera
bilako; be le ke na o bola bo lotyorityori a la beka jnna, ba jeri ejeta be
le pele reo bio, ba bo pinobierie e reo ata. E le ope a bope buela, elere e
nokonoko. E erebae, e poi e bo boya a bope ata.
A bola bololo, be seere e bilako o Botuku Bote bio bua ripoto.
Ba boi ba tubaerio o Botuku Bote na o buityabo a ba pao bukaelo rat-
ye pua na je belepo na biatei. O Botuku a ajor a lem. Obola poi, etye
nokonoko ai e buiam. Eleketto, a banatuo ba soi esoi a laba la tapao
peno re ribotyo buela. Ba boro o Botuku na o buityabo a: Mpao pela e
itoji buela la bwuato, la ja e itoji ro arere sebam na so bori a lo e lotoo
buela lue la. E bola bijio a lo a pityi la, buae a tem pepe tya e le elele e
nokonoko. Ba ta baleboro ebelo a jerie oe wuato buela, ha tyi anna o
wuato buela e nokonoko lo a. E tyuana o Botuku ene eribola a naesio ela.
E le jore, o bola a nkwua nka ba tapaa. A jero o Botuku alo, a: a ba
natuom ba la pao penna e. Ba bijio, buae ba ta buatobierio. Ba jerio
wuato buela be appeba jo jelo a itoji. Jele sa na ja ta jeri pepe, be a
tyianne etye ba tyiamme.
Siatta kolo kolo ba, kolo.
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75. OBEBA E AMMOTYO ETUE 1
Ajo je: la paie ebelo ja sei obeba na a atopi o paru ejoba buela.
Abuero eria buela, ere'bari e le pala ajo, itya na oparu mmotyi bono-
kola. O a bilo iba a jityi epaa. Tue tyin o a bilo bita, e elo eeba a jita
setyi.
Obeba e a jeri inobbe ya elo eeba a la jita naba na ejane e elo
nne.
Elo ebari e le pele oparu buai, ajan na em naba je, buae na te anna
na etue a botyo, tya e le selo opel'oparu. E le ba lebolo na etue a botyo,
a jesi jo jubia. Ebae etue e a buekesi jnna jaba a jeri jaba. E le pele'eria
ai, etue e jero'tyobo. E le boalo, etyi ole ere, kori a e tyala. O bwuaiso ai
obeba e peye eole a okie ere. Ajo jnna be amma ba jesi jo loka.
Ebelo jeri jeta; etue e ba pem bio. Na ba e tyibam. Ka lo be e jesija
ja bia jmmo. O bojia mmo ba bora na o lorei lue tue ba lo tyiae'o bio
na ba abuero otyobo, buae be pale jo eke e jnna pua. Ha pemm a lo o
bojia mmo ba bori la. Buae, ba te pele eria ba, obeba a ba joterio, ka lo
een la alo etue le a bekala jnna atyi. Be a jere e riopo buela ra otya. Elo,
obwuaiso bue bule bala ja jesi jo pare erobo a lo a baribo bojila a jerie e
riaka re tue bosesa bio, a ri tyii ajo, a ba tyino, atyi ekie e jnna pua.
Tue tyin ajo, etue eriberi inoko ya bo alo.
Se siatta sa: na e Rupe lo opa ole, o ta takaera o la be ijelo; kori
etakaeri a e, opa outubala eole ebbe.
Siatta kolo kolo ba, kolo.
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76. OBEBA LO MMO I
Ajo je: Ja sei obeba na ebelo eeba apoalesi nabba na ity oki bitwue.
Na a ieri'owuaiso ai. Owuaiso aty ann eoe obobai penneeria'lo; aty ann
ee asesile'bitwe.
Elon'ne, etyo'mmo bojuelo. Ommo bo bora na obebeo a la penn'-
alo kori esa ja operi a baribo. Nkwai, a toro penn'alo. Na o jora o
buem, ue pao sa jnna obari.
Ere'bari, owaiso eki obabaij'nna, buae obabai ty a lann'atyatyo. Be
lope jaba ejoba wuela, ommo a boro'boye etye a toro sootyera jo jele'
ope. Obeba a pemm'alo ommo ojila; oboye e lole'naba kotya, e e eri-
ommo. Eerabae, ommo e opi belo bio, e reí. Kalo owaiso e apura'jo a
abalepijoja, a jero'mmo bio e a bo boanne'naba.
Oboye atyam alo a jiwuanlola; etyo'waiosai na tyomma e bole bot-
yo alo elaba purila. Tue tyin'e elo oboye enaba kuba a le eer'owaísoai.
I El cazador y el espíritu.
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ten de lazan játud, tádaxi sé ten majadé se ten tanja ogue pejadjideI,
xii, da ameaxi dójáxi sajóli, se ten mó pé dantu jadji.
Josay ja da non tudu ó tende fa n'gwe domé na sa ja gauf, pono na
ja jonfaf, na té namefa'nyi na te napef.
Ta ku bi da ya se non ten tabapé.
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87. MOXI NAFOBENGVE KV OMEDEF
KV N'NGWE DOME DEL I
1 La mujer celosa.
186
-Se faH y na padjif.
-Bam non bam dantu jotyian pa ba'djuni.
-Se fali djuni na saja mef, se mandé badjuni afox, ta ne bé mosso
se ténde nyee, nyee, se lanta se fal, mse nguixi ja fe fenda fé béla, bo sé
sa ja fé josay, ma já pobo sé fó opemu me nta ngongo be bof, se pende
ome fodexi.
Sé ye sé no jabape.
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101. JASSA NGAJI, GODO KU MUMGULU I
Tom taix ala bibeza, bi saku wan tela; tela say saku pótódóló xi ma
fan no ke fa Palea, se saku wan jadji, jadji say saku wan may, wan pay
ku na nome teix. Maxi ngandji aja same: jassa ngadji, pake y bi sa jan
taba kuz; n'guixi metadji a jasan gódó, se n'guixi kityi aja san mungu-
lu pake o pe deli bi degue degue muntu. Dawan djia se pediney man-
daney ha matu ba pa lanza. see ney be xiii ba toja matu se n'guixi
ngadji subili, see ten jomessa ja pa lanza.
Ja ta bi saan se mungulu ja ta ba dantu, d'ojal, gódó, da see kun
tudujaba xiipie, se n'guixi ngandji pa taba ponodu lanza dós kuse sa
ponodu nexi mosso tan fuga pake see fa na mendeli pa n'ta kumfa
pake see sa dji na pediney see ten tabi saan.
Mungulu ma ponodu lanza dós nen say se taba ojalim'dji se gódó
fala tudu se tankumu. Se pasanxi me te nguixi ngandji see jomessa ja
désse dandjía pebida gódó pajada, se axi jasse deli ngadji xi se pakape
bligadu manga dópa se nta fotyaf xii se móle, ta lexi se gódó jomessa
jali se güela ku tyipa deli xía se tudu labenta see ten móle.
Waia daxi se mungulu jóle y'la jadji pee bada lazan jóxi lee; se jóle
mense ope deli tudu lanta wan jobo yam se tudu nabela pake degue
degue muntu.
Se nan namayn teix mensai tudu móle pe mematu; se danda pedi-
ney mandaney bale aii y'la le jaxigadu se póvi kinte kintelu te dól
pediney se luzaney sula, se ku tempu jólidu se ney yeyu se móle bi se
ten maney bahi se solla jaba pe yai.
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102. POJODOL KV MIHE JANDVMATV I
Wan tela sé saján pay jan mai se ney sa ku m'na teix, y ney se jadji,
ta ku yney tudu gantyi sé ney fa mendiney ku pediney y ne ngantyi za,
y ne saja útul pátyi ba jua mosso ku anjajá tabaya, sé aten va ke já ope
dejafenda daney se ney ten patyí, tá kéney sajay ka bá da dantu méma-
tu gantyi se ney da jónta ku jamagantyi teix, maix kityi be jama.
Gantyi s'kedji, se v'la tá ké sa ja bay se da jónta já losso ná losso say
y da jónta já namosso ke jazajol, se ney ten le jadji se zuntá le wan
sossó, y lay y ney tensa jana ja dji vendá lidentyi, non tan ska jope táxi
maxi metadji bé patyi détu, ja tudu be le dal. Xi ké mo puvil.
Maxi gantyi be benda dé tu, sé da jonta já losso ximafa na mendex-
kityi, se ten jaza já námosso, tá notyi kubili ka ba sánbadjuni se mosso
gada djuni ma pay se lánta, se bada mematu, se bada wan opé dopá, se
ten sa fé janta, já janta ten bi se wan miségu, sé ba'ba, sé tya wan
santabábla sé misegu sé v'la wan jándumatu, mé notyi say ypasala kú
jandumé djigasay, táda mazugadu sé tan bijadji, se medudé pindjé pé
dé lazán jamáke fo mé notyi gantyi sayo
Sé fal menfo zu ganjamaf. Antolo sé m'seyol, mentadaf.
Tá tanda notyi sé ile ximafanja djun mé béza se mosso tan lanta sé
tan v'lu, ta ké tan v'la sé lanta sé jomessa jadé má xi se ney bada basu
dopaxi donte, se m'dja londji liba wan opa se be jonenxi ké ne le
tudu, sé tan maja sé bi da jadji, tá mosso dé tan bida jadji se tan
pongotemé se tan fal joxi me, ta da notyi xi tan ske teix djia se ma já ba
mématu ku an piól ké le anta ja le pa mosso dé bay, se ten jomessa ja
jantaxi mosso dél ja jantay, ta ké sa ja janta se tanbí se misegu se tan le
joxi ké ja feay se tan v'la jandumatu, se tén jomessa já janta.
Nyato nyanyato
nyanyalobe mi kato
alfa mi kato.
Tá ké jomessa ja janta se vá ku piól de xii se bada dentyi jadjidél.
Ta mosso dé bade o téndé se ngongo da budu budu, sé medu dél ten
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fali, pe lantela dantu piól jóli se ten lantela se ku misegu jomesa já
janta se bay se tanfe ameaxi menjadji de re óséxi. Misegu se sajabé
ósexi, mindji sé pay fa yku menjadji de sé sajabay, se ney tan lantela sé
misegu tan jomé sa ja tanta.
Nyato nyanyato
nyanyalobe mi kato
alfa mi kato.
se ney tan va xiii badajadji na pay, se ney re wan taba fessa tába-
dagolí sé ney tan bida jadji diney tá ke bí seney tojá misegu anto sa ja
janta.
1lay mosso sa já kuzu ku ja de laza kuz, se pongoté játa pe re se fali
pe ney tudu jasá tuka ta'jadagoli peney tudu zunta ba dantul, také ney
lantela sene ku piól ten jomessa já maney va, y se na sá va lóngóf se tan
maney bajadji na pay, se a tan re wan tafa féssa. Tádaxi misegujantaxí
se bojo de moleli se ponó se mó pe a'la.
Tadaxi se ney ta gau fó deix.
190
ÍNDICE
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN Pág. 7
PRIMERA PARTE
CUENTOS DE ORIGEN
SEGUNDA PARTE
193
2.1.2. La astuta tortuga
23. El perro y la tortuga. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
24. La tortuga y la ballena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
25. El rey, la tortuga y el perro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
26. La tortuga y el rey. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
27. Las tres pruebas de la tortuga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
28. La tortuga y el cura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
29. La tortuga y el demonio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
30. La tortuga 54
31. La tortuga perezosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
32. La tortuga, la ballena y el elefante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
2.3.2. El rapto
48. La princesa y el monstruo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
49. El muchacho y la princesa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
50. Las tres amigas y el gigante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
51. Tres hermanos 86
52. La mujer que dio a luz a un mono 87
194
2.3.3. La derrota del gigante
53. La pequeña flauta 88
54. El cazador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
55. El cazador valiente 90
56. El muchacho que no podía bañarse. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
57. Los gigantes hambrientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
58. El ogro que se comía a la gente 95
59. El gigante y el viejo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
60. La tortuga y el gigante 97
61. La tortuga y el dragón 99
62. Handumat................................................. 101
63. Los gigantes malvados 102
TERCERA PARTE
CUENTOS RESTANTES
195
3.1.2. Dificultades matrimoniales
86. Las dos rivales 132
87. La mujer celosa............................................ 133
88. La mujer buena y la mujer mala 134
89. La sonrisa................................................. 135
90. La madrastra mala 136
3.2. Moralidades
91. La luz desconocida......................................... 137
92. El pícaro ayudante 138
93. El consejo paterno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
94. La mujer perezosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
95. La mujer robada 141
96. El pueblo donde criaban gallinas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
97. El hombre que no quiso a su hijo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
98. El chico sin nombre 144
99. El hombre que quería ser famoso 145
lOO. El rey que se casó con doce mujeres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
3.3. Otros
10 1. El cabezota, el gordo y el flaco . .. . . . . . .. . . .. .. . . . . . . .. .. . . .. . 149
102. El hombre y la mujer del fantasma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
103. Los espíritus de la noche 152
104. Pudumalasak 154
105. La familia rica............................................. 156
APÉNDICE
196
46. Soya Afiyu Kityi 175
48. Na namee dos 176
53. M'na palali mu 177
60. Fantya godo godo totyiga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
65. Na name teix 180
71. Makus Dawala na mosso fomozo 182
79. Namaxi jaza ku m'namie dele............................... 183
86. Na n'gwe dome dos......................................... 184
87. Moxi nafobengue ku omedef ku n'ngwe dome del 186
10 1. Jassa ngaji. godo ku mumgulu 188
102. Pojodol ku mihe jandumatu 189
197