Artolomé Artolomé: Japonaise Moderne (1868-1926) - Discours Et Débats, Por Ofelia

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Juan Manuel Bartolomé Bartolomé, El acceso de los jóvenes de

la nobleza a la herencia: el ejemplo de las familias de regidores


leoneses (1700-1850)....................................................................... 24
Rocío García-Abad y Karmele Zarraga-Sangroniz, Pautas de
modernización en las ciudades medias vizcaínas, 1940-1975 ...... 47
Máximo García Fernández, Ya en pleitos desde la más tierna
infancia: menores, tutores, litigios ................................................ 87
Antoni Picazo Muntaner, Familia y estrategias de alianza
en el Reino de Mallorca en el siglo XVII: esbozo de un modelo
analítico .......................................................................................... 113
Luis Vicente Sánchez Fernández, Juan Carlos Cobo Barquín y
Radhamés Hernández Mejía, Marginación y pobreza desde la
cuna. El niño expósito en el Concejo de Siero, Asturias (1850-
1936) ............................................................................................... 131

Reseñas de libros
Christian Galan y Emmanuel Lozerand (dirs.) (2011): La famille
japonaise moderne (1868-1926). Discours et débats, por Ofelia
Rey Castelao .................................................................................. 167
Susana Serrano Abad (2011): El Kadagua y los desequilibrios
territoriales de la industrialización de la Ría de Bilbao (1830-
1985), por Xabier Barrutia Etxebarria ......................................... 171
Josep A. Vandellós i Solà (2011): La inmigración en cataluña,
por Antonio Prieto Andrés ............................................................. 179
Ya en pleitos desde la más tierna
infancia: menores, tutores, litigios*
Máximo García Fernándeza

Resumen

Partimos de nuevas preguntas sobre la juventud. Era necesario mantener a


los menores, lo que originó numerosos pleitos civiles ante las Reales Chancille-
rías castellanas con motivo de tutorías y curadurías (siglos XVI-XVIII). Junto
a un variado elenco de otras fuentes para su estudio, ese mundo del litigio se
convierte en cauce para un más profundo acercamiento a una realidad juve-
nil que pasaba por defender cuentas y manutenciones, asegurar vestimenta y
zapatería, permitir el acceso a las aulas, conceder dotes suficientes para casar
bien, pensar en un maestro gremial que enseñase un oficio honrado y alejase a
aquellos huérfanos de las tentaciones callejeras, buscar un claustro masculino
o femenino… Se conocen mejor las tensiones y no las actuaciones de los buenos
y activos tutores, madres o familiares comprometidos, pero esa perspectiva per-
mite mostrar no pocos conflictos suscitados entre hermanos por los caudales pa-
ternos y por contabilidades mal gestionadas, en ámbitos rurales y en la ciudad.
Palabras clave: juventud, minoría de edad, familia, pleitos, tutorías y cura-
durías.

Lawsuits since the earliest childhood: minors, tutors, litigation

Abstract

From new questions about youth, it was necessary to keep the children. What
originated numerous civil lawsuits against the tutorships in the Royal Casti-
lian Chanceries (XVIth-XVIIIth Centuries). Along with a varied cast of other

*
  Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el X Congreso de
la Asociación de Demografía Histórica, en la Sesión 16: ‘Juventud y minoría de
edad en la Península Ibérica durante el Antiguo Régimen’, celebrado en Albacete
en junio de 2013. El mismo se adscribe al Proyecto de Investigación financiado
(HAR2010-21325-C05-05): Familia, identidad social, transmisión hereditaria
y cultura material. Patrimonios, consumos y apariencias en la Castilla interior.
1600-1850; MINECO: 2011-2014.
a
  Universidad de Valladolid

Fecha de recepción: octubre de 2013. Fecha de aceptación: junio de 2014


Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
88 Máximo García Fernández

sources for their study, that world of the dispute becomes runway for a deeper
approach to a youth reality passing defend accounts and maintenance, make
clothing and footwear, allowing access to classrooms, grant sufficient dowries
to marry well, think of a honest trade and away to those orphans of the street
temptations, find a male or female monastery... Tensions and not the actions
of the good and active tutors, mothers or relatives committed are best known,
but that prospect show quite a few conflicts arising between brothers by the
paternal flows and poorly managed, in rural areas and in the city accounting.
Key words: youth, minority of age, family, lawsuits, tutorships.

Procès depuis l’enfance: mineurs, tuteurs, litiges

Résumé

En partant de nouvelles questions sur la jeunesse, il était nécessaire de main-


tenir aux mineurs. Ce qui a été à l’origine de nombreux procès civils devant les
Chancillerías Réels castillannes à l’occasion de tutelles et curadurías. Avec un
catalogue varié d’autres sources pour son étude, ce monde du litige se trans-
forme en voie pour un rapprochement plus profond à une réalité juvénile qui
passait pour défendre des comptes et des manutentions, assurer vêtement et
cordonnerie, permettre l’accès aux salles de classe, accorder des dons suffisants
pour marier ou, penser un enseignant corporatif qui enseignerait un office hon-
nête et éloignerait à ces orphelins des tentations ambulantes, chercher un cloî-
tre masculin ou féminin… On connaît mieux les tensions et non les activités les
tuteurs bons et actifs, de mères ou de parents difficiles, mais cette perspective
permet de montrer non peu de conflits suscités entre des frères par les débits
nous pater et par les comptabilités mal gérées, dans des domaines ruraux et
dans la ville.
Mots clés: jeunesse, minorité d’âge, famille, procès, tutelles.

INTRODUCCIÓN

Metodológicamente y usando nuevas fuentes documentales, nos


preguntamos por la juventud castellana de los siglos XVI, XVII y XVIII.
Aquí se propone el análisis de los pleitos por el control hereditario a
partir de las tutorías y curadurías de los menores. Trataban de prote-
ger a quienes pasando no pocas veces por la orfandad y siempre por
una minoría de edad legal (25 años), necesitaban de auxilios y abrigo,
como muestran los trabajos de Levi y Schmitt (2002), Kertzer y Barba-

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gli (2002), Redondo (1996) o Ariès (1987). Campesinas o urbanas, apa-


recieron durante todo el Antiguo Régimen: “bando del rey, por el que se
ordena a padres, tutores y curadores el control de sus niños y jóvenes
para que no cometan excesos ni tropelías, haciendo responsables a los
susodichos”1. Un sistema de designación ampliamente extendido, aun-
que con no pocos problemas y cuestionado desde ópticas diversas. Un
marco de intereses que debía compaginar los cuidados infantiles con el
mantenimiento de los patrimonios; el correcto reparto de las hijuelas
con la atención a las carencias más perentorias de los impúberes (Cava
López, 2000: 265-288; y García Fernández, 2011: 123-152).
Había que mantener a los menores. Lo que originó numerosos plei-
tos civiles ante las Reales Chancillerías castellanas con motivo de tu-
torías y curadurías. Junto a un variado elenco de otras fuentes para su
estudio, ese mundo del litigio se convierte en el cauce motor de un más
profundo acercamiento a una realidad juvenil que pasaba por defender
cuentas y manutenciones, asegurar vestimenta y zapatería, permitir
el acceso a las aulas, conceder dotes suficientes para casar bien, pen-
sar en un maestro gremial que enseñase un oficio honrado y alejase
a aquellos huérfanos de las tentaciones callejeras, buscar un claustro
masculino o femenino… Se conocen mejor las tensiones y no las ac-
tuaciones de los buenos y activos tutores, madres o familiares com-
prometidos, pero esa perspectiva permite mostrar no pocos conflictos
suscitados entre hermanos por los caudales paternos y por contabili-
dades mal gestionadas, en ámbitos rurales y en la ciudad, solventados
rápidamente o aun irresolubles lustros después.

1. Vivencias de algunos menores

Una etapa oscura, debido a la prolongada tutela paterna sobre los


solteros y cuando a su falta de independencia económica se unía la in-
capacidad jurídica. Una edad en la que se ocupaban los escalones más
bajos de la jerarquía sociofamiliar.

1  Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARChV), Gobierno Salas de lo


Criminal, caja 2,9. 1826.

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La legislación castellana fijaba aquella adolescencia y mayoría de


edad en los 25 años. Los menores solían pedir la emancipación de sus
tutores con anterioridad y la justicia podía concederlo para que defi-
niesen su futuro: era el tiempo de la oficialía, los novicios pasaban a ser
frailes, los estudiantes alcanzaban sus grados o se casaban.
Así, muchos pícaros se habían criado con tutores y amos negligen-
tes, y hubo quien, como José Joaquín Escudero, interpuso una recla-
mación contra su despilfarrador padre en 1736. Aquel joven de 14 años
quería estudiar en Valladolid, para lo que pedía ser declarado pródigo
y que le nombrasen curador que lo defendiese sabiamente (ejemplo
citado por Torremocha Hernández, 1998: 125).
También se “exploraba la voluntad” de las novicias indagando, en-
tre otras cosas, sobre su libertad para obrar así. Doña María García
Catalán entró en Santa Paula con cuatro años y doña María Fadrique
fue depositada en Santa Marta con un mes de vida. Ambas profesarían
a los diecisiete y dieciséis respectivamente: ¿podían haber “experimen-
tado otra cosa antes de vivir las asperezas, ayunos, cargas, obediencias,
disciplinas y obligaciones del claustro estimándolas más gravosas que
las del siglo”? El acatamiento de la patria potestad era lo habitual,
lo mismo que pudo ser un enorme alivio económico para muchas fa-
milias: doña Catalina de Monsalve, próxima a la quincena y tras dar
su palabra de matrimonio a Antonio de Tablada, fue introducida por
su padre en el convento zamorano de Santa Marina al amparo de su
tía, la abadesa, para profesar en un futuro cercano, olvidando tal pro-
mesa (Lorenzo Pinar, 1993: 373-386)2.
Además, como los matrimonios respondían a deseos materiales
comunitarios más que al afecto sentimental de los jóvenes cónyuges
(una situación acentuada en el ámbito femenino), la patria potestad jus-
tificaba su extrema dependencia y sometimiento. Y es que el derecho
castellano de familia siempre trataba a las mujeres, educadas para
la obediencia, como menores de edad y necesitadas de protección bajo
la tutela del padre o, inmediatamente después, del esposo.

2  Entre las novicias, los intereses materiales impusieron no pocas cautelas lega-
les, y precaución era que, rodeada de toda la comunidad, llegase a un locutorio donde
esperaban sus tutores, cediendo entonces sus derechos y renunciando a sus legíti-
mas… ¿de forma voluntaria? Fuentes: Exploraciones de voluntad o interrogatorios del
obispado antes de la profesión.

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Aun así, su vida amorosa cotidiana era más alegre y desenfadada,


a pesar de sus riesgos y prescripciones, de lo que pretendieron mora-
listas y eclesiásticos. De ahí la reiteración de las reclamaciones por
palabras de casamiento que (los varones) no siempre querían cum-
plir. Directamente o por vía familiar, solían ser ellas las promotoras
de estos procesos, buscando no quedar “en mala opinión”, cuando, sin
respetar la promesa dada, algunos solicitaban amonestarse con otra,
aunque también aportasen ellas falsas informaciones con el fin de im-
pedírselo (Torremocha Hernández, 2013: 53-72). Esos registros permi-
ten apreciar distintas vivencias nupciales, en aquel momento clave del
ciclo vital, cuando una calle, un oficio o todo el vecindario testificaban
en los tribunales eclesiásticos sobre los contrayentes; también, ciertas
relaciones familiares violentas, sobre todo ante la escasa capacidad de
elección juvenil. O la presión social ejercida sobre varones y mujeres
que no deseaban contraer matrimonio a pesar de haber dado su sí ur-
gidos por las prisas de consumar un acto carnal; un drama tan frecuen-
te en la literatura (doña Juana se trasladaba de Valladolid a Madrid
disfrazada de hombre para recuperar a su amado don Martín, quien,
después de prometerle boda, allá marchó con el falso nombre de don
Gil de Albornoz para unirse a doña Inés3) como en la vida real. Eran
jóvenes… volubles y no siempre atentos a las voluntades paternas.
En cualquier caso, esclarecen mucho mejor el grado de conflictivi-
dad juvenil femenino o la vivencia cotidiana de su moral sexual, más
allá de lo que definían cánones y prédicas. Unos conflictos que hablan
de vidas de amancebamiento (como fórmulas de unión permanente —y
no una mera convivencia esporádica—: como la del salmantino de 24
años, Francisco García, y María Hernández, de 22, ambos célibes aun-
que cohabitando largo tiempo juntos4), de delitos muy públicos y de

3 Molina, T. de: Don Gil de las calzas verdes, 1615.


4  Su situación de escándalo público condujo a que el alcalde del crimen local
visitase su casa, donde le respondieron que “allí habitaba Francisco García en compa-
ñía de María Hernández; y que parecía hacían vida maridable no estando casados ni
velados. Con efecto se hizo abrir el cuarto de los susodichos, a los cuales se les halló en
la cama; preguntándoles al uno y al otro que qué hacían allí, él respondió que era su
mujer, y la dicha María que estaba con su marido, mediante se habían dado de parte a
parte palabra de casamiento, la cual estaban prestos a cumplir y desposarse y casarse
según orden de la Santa Madre Iglesia de Roma. Sin embargo de tales respuestas se
puso preso a Francisco en la cárcel pública de Valladolid”; Archivo de la Catedral de
Valladolid, Causas matrimoniales, 1667, Valladolid.

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relaciones carnales prenupciales consentidas (los jóvenes pretendían


así forzar enlaces extraños a las estrategias familiares, tratando de
que aceptasen finalmente una boda como mal menor, toda vez que que-
darse soltera tras perder el crédito social sería aún peor desgracia) o
del mantenimiento de las palabras de casamiento de futuro (que inten-
taban ser de presente, aunque no siempre se pudiera). Pero también
de no pocas violencias contra muchas mozas (el alcalde ordinario de
Fuentesaúco pleiteaba contra el juez local, ante las pruebas incrimina-
torias presentadas por el licenciado Villarroel “del abuso y estupro de
una joven que vivía en la casa que le dieron de aposento para ejecutar
su ministerio”5) o de corruptores y alcahuetas6.

2. EL SISTEMA TUTELAR Y LA DESIGNACIÓN DE TUTORES:


PALIANDO LAS NECESIDADES JUVENILES

La familia era el espacio de la patria potestad paterna (Rodríguez


Sánchez, 1990: 365-380). De ahí que existiese una enorme preocupa-
ción por la necesaria protección de la minoría de edad. En ese sentido,
la legislación castellana fijaba todas las cuestiones relativas al nom-
bramiento de curadores y tutores, los diferentes tipos de tutoría y las
obligaciones de cada uno de los nominados7.
La tutela se definía como “la institución ordinaria para la guarda
legal de los menores huérfanos no emancipados o cuyos progenitores
se hallen privados de la patria potestad, así como los incapacitados por
locura, sordomudez o demencia”. Constituía un poder sobre la persona
libre conferida por el derecho civil para amparar al que en razón de
su niñez no podía defenderse por sí mismo. Destinada al resguardo
infantil, esta figura, con varias clases diferentes según los individuos
sometidos a ellas, y aunque una carga para el tutor que la ejercía, fue
creada en interés de la familia ya en época romana.

5  Archivo General de Simancas (AGS), Consejo Real de Castilla (CRC), Procesos


(P) 724,8. 1580.
6  AGS, CRC, P 638,11. 1568.
7  Novísima Recopilación de las Leyes de España, 1805; Libro 10, Título 21º. Mel-
garejo, P.: Compendio de contratos públicos, autos de particiones, 1674; Libro 2º: ‘De
tutelas, inventarios y todo género de particiones y cuentas’ y ‘Tutores’, pp. 237-244.

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Presentaba muchas analogías con la curaduría general: cumplían


la doble función de cuidar las personas y los bienes; y sus facultades
respecto a la administración de sus patrimonios eran las mismas. Pero
mientras el tutor les protegía, concluyendo al llegar el menor a la ma-
yoría de edad o al ser habilitado, la curatela (siguiendo el orden de
preferencia legítima, testamentaria y dativa) podía tener una duración
ilimitada, razón por la cual tenían derecho a pedir la liberación de su
cargo transcurridos cinco años, aunque no regía esa disposición para
cónyuges o ascendientes.
La legalidad y la práctica fueron convirtiendo en habitual el recur-
so a aquel sistema de protección cada vez más extendido socialmente.
Legítimos o dativos, los defensores testamentarios ampliaron así sus
funciones. Los primeros (también se adquiría por decisión materna) por
nombramiento del padre o abuelo en testamento, sin necesidad de fian-
za ni de confirmación por el juez ordinario; preferido a todos los otros.
El segundo se adjudicaba por parentesco de los menores, tras el ne-
cesario discernimiento de su cargo por parte de la justicia. En primer
lugar tocaba a la madre, aunque no tuviese 25 años; a continuación,
conforme fuese el grado de consanguinidad.
A falta de los anteriores, la tutoría dativa debía pasar por nombra-
miento judicial. Administrarían el caudal de los impúberes y seguirían
sus querellas (aunque también se nominaban aparte: eran los curado-
res ad litem, sólo para pleitos, dado que no podían parecer en juicio al-
guno; nombrados también por el menor varón de más de catorce años y
la hembra mayor de doce). Debían ofrecer fianzas, para dar las cuentas
de los pagos correspondientes o los daños ocasionados. “Para el dativo
se hace llamamiento por el padre general de menores, si le hay, o por el
curador, o por los menores si tienen edad, o por el juez; y nombrado, se
le notifica”8, y lo aceptaría, juraría y afianzaría (discernimiento), apre-
miándosele a su cumplimiento y discerniéndole tal cargo de tutor (salvo
que fuese hidalgo, superase los setenta años o ya tuviese tres tutelas).
Después se entregaba al tutor el inventario de los bienes correspon-
dientes a los menores a efectos de solicitar la partición e hijuela de los
que le tocaron. Sólo entonces se haría cargo de dicho patrimonio, obligán-
dose a su cobranza, para lo que efectuaría en tiempo todas las diligencias

8 Melgarejo, P.: op. cit.; ‘Interrogatorios para padres de menores’, pp. 361-362.

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necesarias o correrían por su cuenta las posibles quiebras. Tras la entre-


ga y liquidación de caudales, con el alcance final llegaba el finiquito9.
En suma, aquellos nombramientos de tutores y curadores “otorga-
dos al huérfano de padre, menor de catorce años o a la huérfana menor
de doce, que no se puede ni sabe amparar” eran imprescindibles para
guardar a las personas y en consecuencia también para cuidar de sus
bienes. Se establecían entonces escrituras de fianza con juramento; se
obligaban a realizar un inventario de los bienes del pupilo ante escri-
bano público; debían defenderles en pleitos y no dejarlos indefensos;
educarlos, alimentarlos, vestirlos y administrar sus propiedades, sin
poder enajenarlas, empeñarlas o censarlas.
Insistimos en que las tutelas se englobaban en dos grupos, dis-
tinguiendo el sistema automático de designación de tutor —donde se
incluyen la testamentaria y la legítima— y el no automático —al que
se asociaba la dativa— (Cava López, 2000). Con preferencia al res-
to, la testamentaria era otorgada por el testador a favor de los hijos
legítimos, póstumos, naturales u otros herederos extraños. La tutela
legítima suponía una fórmula supletoria de la precedente, dada a los
parientes del pupilo en ausencia de última voluntad según un orden
de prelación establecido sobre criterios de parentesco. La dativa venía
determinada por la autoridad judicial ante la falta de las anteriores,
pudiendo intervenir también la decisión de los parientes en la desig-
nación de tales nominados10. Aún así, y pese al esfuerzo de control que
traslucen dichas medidas cautelares, los abusos y demoras en el ejerci-
cio de ciertos deberes (principalmente la presentación final del balance
contable) debieron ser frecuentes, como muestran los requerimientos

9  Ibídem; ‘Tomar cuentas los tutores de los bienes de los menores’, pp. 288-291.
“Se toman cuentas a los administradores de los bienes de los menores con dos fines:
para saber el estado en que se encuentra el caudal y remover en otro la tutela o cuando
expira el oficio y deben entregarles ya sus haciendas; y ambas pueden ser de oficio o a
pedimento de los interesados (o del padre general de menores)”. Se daban con cargos,
descargos y alcances: “en el descargo se admite y baja todo cuanto hubiere gastado con
justificación, no siendo pérdidas por negligencia. Los gastos de reparos y labores de
casas o viñas, siendo forzosos y de poca cantidad, basta para bajarlos el juramento de
la persona que los hace. Se admite aquí la décima parte de los réditos y frutos de cada
año, que son del tutor por su trabajo y cuidado de las cobranzas, y los alimentos del
estudio y escuela, y del sustento y vestido, estando tasado por la justicia”.
10 Febrero, J.: Febrero novísimo o Librería de jueces, abogados y escribanos, 1828,
I, pp. 141-151.

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presentados ante la justicia para exigir su cumplimiento o las cautelas


manifestadas por los progenitores en sus testamentos (Cava López,
1999: 91-97; Merchán Álvarez, 1976; o Núñez Roldán, 2011: 133-148).
No obstante, y habida cuenta sus múltiples cargas y la supervisión
a la que se encontraban sometidos, también el nombramiento para tal
función representaba para los concernidos una responsabilidad gra-
vosa que, en lo posible, se esforzaban en eludir11: a excepción de los
supuestos en los que la cuantía de los bienes pudiera hacer atractiva
su administración, la norma general fue el escaso interés y aprecio
por la designación para tal cargo adulto. En consecuencia, no resultan
extrañas las apelaciones presentadas ante la justicia por ellos mismos
con la finalidad de ser exonerados y bajo pretextos de enfermedad, in-
compatibilidad con otras ocupaciones o incapacidad física.
Ante tales dificultades y esfuerzos, se tendió a procurar el mayor
atractivo del cargo por medio de varios incentivos legales compensa-
torios. Así, los tutores eran perceptores, favorecidos en concepto de re-
tribución “por lo oneroso de su trabajo”, de la décima parte de los ren-
dimientos obtenidos por los bienes del menor. Además, y para lograr
más fácilmente dicha aceptación, los padres explotaban la facultad de
ratificar a los nombrados por mandato testamentario exentos de la
presentación de fianzas y de eludir cualquier participación de las auto-
ridades judiciales y las injerencias de extraños.
En todo caso, hasta un moralista como Juan Machado de Chaves
en su Perfecto confesor y cura de almas (1665) se extendía sobre el pa-
pel de los tutores en el cuidado de la infancia. Y las Cortes de Castilla
lamentaron en no pocas ocasiones las pérdidas patrimoniales de tales
huérfanos tras las perversas actuaciones de sus custodios, proponiendo
la revisión de las cuentas de curaduría ante las autoridades cada dos
años (Lorenzo Pinar, 1991: 173-177). Eran administradores, guardas,
defensores y tenedores, cesionarios, fiadores… de aquellos menores en
días. Con muchas doncellas inmersas también en procesos de tutoría.

11  Ejemplo de dejación de tutoría: “[la justicia] fue servida de nombrarme tutor y cu-
rador de Francisco Peña, hijo del difunto Pedro Bravo, y se ha de servir también darme por
libre por tres causas. La primera es por tener dos tíos, el uno Alonso Bravo Peña, hermano
del dicho Pedro, que es a quien toca por saber leer y escribir; y el otro Juan Domínguez,
quien también lo sabe bien; y ser como son hombres desocupados y asistir todo el año en
esta villa. Lo otro porque yo no sé leer ni escribir y estoy la más parte del año ocupado
en mis granjerías. Lo otro por ser hombre de más de 53 años y hallarme muy impedido”.

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96 Máximo García Fernández

Con la alimentación durante aquel tiempo de minoría de edad como


partida principal de los gastos generados, si bien a finales del XVIII
los viejos intereses de preservación de sus capitales se conjugaban con
una mayor sensibilidad hacia la orfandad infantil y juvenil y con las
transformaciones operadas en el marco del emergente modelo de fami-
lia moderna ligado a nuevas competencias educativas y de bienestar y
atención afectiva (Cava López, 2000: 265-288).
Dentro del seno familiar, la orfandad y el ejercicio tutelar al que
ésta obligaba suponía la delegación del control del patrimonio cedido
al menor por herencia, lo que podía propiciar su ruina tras una ineficaz
o deshonesta gestión por parte del tutor. En función de tales reservas
y suspicacias cobran sentido las decisiones de la parentela sobre las
cuestiones materiales de sus allegados huérfanos, la creciente dispo-
sición testamentaria de tutores nombrados por los progenitores inte-
resados en mantener un mayor control sobre los pupilos, la preponde-
rante designación de los consanguíneos para esta responsabilidad o el
deseo de evitar posibles injerencias extrañas o judiciales.
Junto a esas conclusiones, la ratificación por vía testamentaria de
la tutela en la figura de la madre pretendía el mantenimiento de las
condiciones de vida material del niño en su ámbito doméstico y dentro
de un clima de aparente continuidad familiar: la mayoritaria elección
por los varones de las esposas en tanto mantuviesen su viudedad (jun-
to a la cesión del usufructo de la hacienda en favor de aquéllas, previo
su compromiso de asumir la crianza y educación del menor, aunque no
fuesen designadas explícitamente como tutoras y curadoras del mis-
mo) advierte de la intención paterna de defender los vínculos parente-
lares en favor de la atención afectiva de los jóvenes.
Así, en la Castilla moderna los testadores incentivaron la perma-
nencia de la esposa custodiando a los menores, a la par que evitaban
unas segundas nupcias que rompiesen los lazos previos y supusiesen
la salida de los huérfanos de la casa materna.
En todo caso, la documentación aporta numerosos ejemplos a prio-
ri legalmente anómalos pero muy usados en la práctica cotidiana. La
realidad refleja la aceptación social y por parte de las autoridades de
la tutoría reclamada por la madre nuevamente casada (e incluso la ad-
judicada al padrastro del menor). Pese a todas las precauciones en ese
sentido (y ante los riesgos de la influencia del nuevo esposo extraño),
ofrecía en contrapartida la posibilidad de permanencia del pupilo en
un núcleo familiar reconstruido bajo la misma supervisión y cuidados

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Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 97

maternos. Dichas disposiciones de confianza revelan la aprobación y


reconocimiento de la labor educativa y administrativa femenina en
provecho de los intereses de los huérfanos.
Por el contrario, los cuidados de un tutor diferente al progenitor
no siempre fueron óptimos y las cuentas firmadas al término tutorial
reflejan lo necesario de su estricto y constante control, al igual que
respecto a la presencia del menor en el domicilio de aquél (de forma
transitoria o con carácter permanente, y supeditada a la remuneración
de los gastos de manutención presupuestados por las autoridades).
Aun con notables contrastes entre la ciudad y su área rural cir-
cundante en cuanto al nombramiento de aquellos tutores y curadores,
en Valladolid, al control general establecido desde el ámbito municipal
para la estabilidad material de los menores se unían los proveídos por
la propia familia a través de su designación testamentaria12.
En la fijación de tutorías en las últimas voluntades sobresalía aquí
la elección compartida de al menos dos personas para realizar tales
cometidos, no siempre fáciles y en todo caso de un enorme compromiso
económico y moral. De ahí que aquellas responsabilidades fueran re-
cayendo, y cada vez de forma más asidua, en el cónyuge sobreviviente:
la esposa alcanzó en numerosas ocasiones dicho reconocimiento “sin
fianzas” y excusada del aporte de cantidad legal alguna para dicho
ejercicio. Junto a ella, la parentela cercana fue la encargada de cumplir
con los trámites de vigilancia patrimonial de los hermanos o sobrinos
menores. Función masculina (siempre que no se tratase de la madre
del huérfano, como ocurría con frecuencia), otros extraños a la familia
tampoco fueron ajenos al cuidado juvenil; así, bastantes clérigos, ami-
gos y hasta vecinos de la casa (“de muy católicos ánimos y reconocida
cristiandad”, claro), junto a no pocos hombres de leyes versados en el
mundo del pleito, también participaron muy activamente en dicho con-

12  Entre otros innumerables ejemplos: Archivo Histórico Provincial de Valladolid


(AHPV), Sección de Protocolos Notariales (Secc. Prot.), legajo 9371, f. 391 (Medina de
Rioseco, 1797): “Es grande la satisfacción que tengo de Petronila Hernández, mi mujer,
por la experiencia que he visto en el buen modo de disponer nuestros caudales, pues con
su ayuda y buenas disposiciones hemos juntado bastantes, los que con su industria se
mantienen, y teniendo confianza en su habilidad e ingenio, luego la nombro por tutora
y curadora de mis hijos menores, para que cuide de sus bienes y personas, administrán-
dolos con toda cuenta y razón para que vayan en aumento y no en disminución”.

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
98 Máximo García Fernández

trol; como han puesto de manifiesto en numerosas ocasiones García


Fernández (1995: 296-302) y Dubert García (1992: 241-250).
En el entorno castellano de Medina del Campo se reproducía ese
mismo sistema. Así lo testimonian no pocas orfandades y necesidades
infantiles desde el Quinientos. En 1523, por una carta de pago y fini-
quito, los huérfanos Juan y Diego de Vigil exponían que Pedro de Vigil,
platero, vecino de la villa y tío suyo, había sido su tutor, teniendo y
administrando sus bienes; y les había mantenido con largueza tras un
desembolso considerable. Agradecidos, le liberaban de toda obligación,
pues “la renta de los bienes y herencia que quedó de sus padres la ha
destinado a alimentarles, vestirles y satisfacer otras muchas necesida-
des que han podido tener en el tiempo en que fue su curador”13.
Entonces, por el finiquito dado por María de Estrada, viuda de Fabián
Vermúdez, como curadora y madre de Juan (y de Fabiana, mujer de Her-
nando del Adrada, Leonor y María Vermúdez, todos menores de 25 años),
y juntamente con el propio Juan y su mujer, Catalina del Adrada, y su
cuñado, herederos universales los tres del difunto Hernando del Adrada,
correo mayor de la villa, tras exponer que recibieron de manos de María
la herencia que les cabía y que en su minoría de edad tuteló el licenciado
Vermúdez, con Hernando Daza Medina como su fiador, reconocían que no
les quedaba nada por cobrar, dejando libre a Hernando Daza de la obliga-
ción y fianza que firmó para la curaduría de sus personas y bienes (entre
noviembre de 1557 y enero del 58). Insertaban otro documento relevante:
la “carta de venia de Felipe II en favor de Hernando del Adrada, de veinte
años, por la que le concede legitimación para que pueda administrar sus
bienes y hacienda como si fuera mayor de veinticinco y no tenga que es-
tar tutelado por el tal Vermúdez, su curador hasta el momento”14.

13  Archivo Municipal de Valladolid (AMV), Fondo Hospital de Esgueva (FHE),


caja 382,14.
“Dijeron que eran convenidos con Martín Sánchez el Viejo, tío del menor, para que
mantenga, vista y calce, como es razón y costumbre de esta villa, a Andrés Rodríguez,
por tiempo y espacio de tres años cumplidos; todo lo cual votaron y concertaron con
Martín por parecerles así conviene al bien del dicho Andrés, por ser como es pequeño
y niño y que con su tío estará mejor que con otra persona alguna y porque le comience
a avezar a trabajar y le enseñe lo bueno y porque no ande en arrendamientos donde
le traten mal y sea más pérdida. Y para ayuda al sustento del dicho menor y para que
con mejor gracia lo tenga y regale, votaron el tutor y parientes en darle a Martín, por
esos tres años, el aprovechamiento de unas oliveras y viñas que corresponden al dicho
Andrés”; CAVA, Mª G. (2000): “La tutela”, art. cit.
14  AMV, FHE, caja 404,117 (1557). Otra: “Venia de Felipe II a Juan Daza, hacién-

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 99

Los Daza, una familia de activos mercaderes medinensse a me-


diados del siglo XVI, ofrecen muchos más testimonios de ese control
infantil, y todos muy elocuentes15. Así, de una parte, Hernando Daza
Medina, mercader, en nombre de Rodrigo Sánchez de Urueña, canó-
nigo de Salamanca, y en el de Isabel Daza, mujer de Luis de Sarría,
y de Juan Daza, sus hermanos menores, de quien es tutor y curador,
herederos todos de Lope de Medina y Gracia Daza, sus padres; y, de
la otra, María López de Urueña, su hermana, viuda de Jaime López
Ram, vecina de Medina del Campo, por sí y en nombre de María Ló-
pez, Lope de Medina y Jaime Ram, sus hijos, de quienes era tutora y
curadora; todos reconocían que, tras disolverse la compañía que Lope
y Jaime constituyeron en “trato de mercaderías y cambios”, y después
de hechas las cuentas y balances, han recibido la participación que les
correspondía (23 de enero de 1532).
Hasta que en agosto de 1541 un nuevo testimonio presentado ante
Francisco Rodríguez de Saavedra, corregidor de Medina del Campo, por
el licenciado Diego Daza, curador y tutor de Lope de Medina y Jaime
López Ram, huérfanos de Jaime López Ram y María López de Urueña,
y por Rodrigo Sánchez de Urueña, curador de María Daza (o López, ya
casada con Cristóbal de Galdo), certificaba la escritura de reparto de
los bienes raíces y muebles, frutos y rentas que les pertenecían a cada
uno de la herencia paterno-materna. Previamente, en junio, también
se recibía la solicitud de Lope en relación con el nombramiento de un
curador que le representara, por ser menor (para deshacer la compa-
ñía primigenia que su difunta madre fundó con Hernando Daza Me-
dina, así como para partir su patrimonio con sus otros dos hermanos).
Lo mismo que solicitaría María y que hiciera Jaime en igual sentido.
Un año después se sustanciaba otro proceso ante el mismo corregidor,
entre Hernando y los procuradores de Rodrigo y Diego sobre el mismo
asunto de la partición de las deudas de aquella sociedad mercantil.
La sentencia se justificaba en la petición de Lope de Medina y Jai-
me López Ram al teniente corregidor, por la que, tras exponer que Her-
nando había sido desde hacía ocho años su curador y administrador de
sus bienes, suplicaban que compeliese a Hernando Daza Medina a que

dole hábil para que, a pesar de su minoridad, puesto que tiene 21 años, pueda regir su
hacienda y tomar cuenta de los curadores que han administrado sus bienes y rentas
hasta el presente” (1558).
15  Ibídem, cajas 314,65/57/58/56, 388,36 y 426,17.

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
100 Máximo García Fernández

diese cuenta de dicha administración, para lo cual debía nombrar con-


tador que se juntase con Diego de Palomar. Así se hizo en la persona de
Pedro del Astero. Tres meses después, en marzo de 1549, presentaron
dichas cuentas.
En el invierno de ese año se sustanciaba un proceso ante el mismo
corregidor entre Lope de Medina y Jaime López Ram, de una parte, y
Hernando Daza Medina de la otra, todos vecino de la villa, con motivo
de “la administración y tenencia de los bienes y herencia que durante
ocho años ha poseído este último de los dichos sus sobrinos, por ser su
curador”. Vistas las cuentas hechas por los contadores nombrados por
ambos, fueron aceptadas y aprobadas por la autoridad local. El acuer-
do entre las partes resumía la forma de abono y los plazos de los pagos
adeudados a los jóvenes.
También se advierte esa positiva realidad tutelar en la zona pinarie-
ga vallisoletana de Barromán16 o Bocigas. En ese último lugar, en 1730,
por ejemplo a la muerte Francisco Alonso, don Lorenzo de Zarza, procu-
rador del número de Olmedo, siempre era nombrado curador ad litem
de las personas y bienes de los hijos menores sobrevivientes en aquella
pequeña localidad, encargado de convocar a todos los interesados para
formar el cuerpo de hacienda y las cuentas y particiones correspondien-
tes. Como en otros muchos casos similares aceptaba el cargo17.
En suma, la justicia civil sí intervenía en la ratificación de los can-
didatos electos de tales familiares encargados de la atención y cuidado
de sus descendientes más jóvenes. Todas las curadurías (con nombra-
mientos y fiadores), se solicitaban al corregidor de la villa, intervinien-
do en el proceso escribanos y jueces de residencia. No se advierten
problemas, aunque sí dilaciones y algunos tratos diferenciados.

3. PLEITOS CIVILES ANTE LAS REALES CHANCILLERÍAS


SOBRE TUTORÍAS Y CURADURÍAS
Aun así, otros muchos de aquellos procesos acabaron en largos
pleitos cuando alguno de los implicados entendía que los tutores no

16  ARChV, Protocolos y Padrones, caja 24,1 (1565-1627).


17  AHPV, Secc. Prot., leg. 11307, f. 601.

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 101

habían cumplido lealmente con sus compromisos de salvaguarda, in-


versión y acrecentamiento de los patrimonios juveniles.
Hemos registrado más de un millar (1.207) para toda la corona cas-
tellana entre 1501 y 1799. Aunque esperábamos obtener mayor infor-
mación respecto a los consumos tutoriales efectuados para satisfacer
las necesidades de los menores de edad durante los largos periodos de
tiempo que abarcaban aquellas reclamaciones. No es así. Apenas unos
pocos proporcionan datos de interés sobre gastos seriados en el surtido
del vestuario juvenil. Infinidad de problemas de todo tipo, en cambio,
surgen por doquier de tales testimonios. Se recuentan muchísimos en
torno al reparto de las haciendas entre los hermanos al efectuarse las
partijas y las particiones hereditarias: dispersos por espacios urbanos
y rurales, tanto en el centro como en la periferia norte y sur peninsular,
y sin una concentración cronológica clara, por mayorazgos o dispután-
dose unos pobres dineros. Eran agravios por la rendición de cuentas de
tutoría o alcances y pagos de curaduría. Bastantes también informan
sobre los, enormemente variados, gastos alimenticios proporcionados
a aquellos jóvenes. En suma, una gran cantidad de pleitos civiles que
llegaron a las más altas instancias cancillerescas sobre “curadurías,
tutorías, alimentos y ropajes”. Muchos ejemplos constatan una polifa-
cética realidad que impedía a tales criaturas disfrutar de liquidez para
incrementar sus gastos y consumos.

Tabla 1
Evolución Secular: pleitos suscitados por tutorías y curadurías 18 19

Chancillería de Valladolid Chancillería de Granada

Siglo XVI 445 45,5% 41 17,9%


Siglo XVII 286 29,2% 75 32,8%
Siglo XVIII 247 25,3% 113 49,3%
Total 97819 22920

Fuentes: ARChV y ARCh de Granada, Pleitos Civiles (similar en todas las tablas de datos aportadas).

18  Pleitos 1550-99: 256; Pleitos 1650-99: 99; Pleitos 1750-99: 138; Pleitos por Tu-
torías: 179 (18,3%); Pleitos por Curadurías: 799 (81,7%).
19  Pleitos por Tutorías: 111 (48,5%); Pleitos por Curadurías: 118 (51,5%).

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
102 Máximo García Fernández

Del análisis de aquellas actuaciones populares en torno a las mi-


norías de edad y los problemas subsiguientes derivados del cuidado
de sus personas y patrimonios (se estudian 1.207 pleitos) se advierte
que (tabla 1) mientras aumentaba su reiteración con el tiempo de for-
ma muy significativa en el espacio controlado por el tribunal grana-
dino, todo lo contrario ocurría en el vallisoletano, donde en la segun-
da mitad del siglo XVI se concentraba una cuarta parte de aquellas
causas, aunque también a finales del XVIII volvieron a multiplicarse.
Eso sí, en ambas áreas geográficas y mayoritariamente en el tribunal
de Valladolid, los curadores (ad litem bastantes más que ad bonam)
aparecieron involucrados muchísimo más habitualmente que los tu-
tores.
Ambas figuras aparecían implicadas con notable frecuencia (en
un 90% de las ocasiones)20. Así, siendo muchos los casos promovidos
por el propio tutor o curador en defensa de los legítimos intereses de
los menores a su cargo (en Granada las demandas interpuestas por
ellos sumaban el 58% del total), en otro porcentaje igual de elevado y
próximo también al cincuenta por ciento de los pleitos en cuestión las
reclamaciones provenían de la disconformidad con el obrar de dichos
personajes, solicitándoles rindiesen cuentas fidedignas de sus queha-
ceres ante la sospecha de sus malversaciones. Una mezcla de buenas o
de nefastas representaciones; en pro de una correcta protección o para
minimizar la posible desintegración y dilapidación de las haciendas
heredadas.
Dentro de ese panorama, las causas de los litigios eran enorme-
mente variadas, aunque también aparecen significativamente concen-
tradas en temáticas muy concretas y sin grandes diferencias seculares
(tabla 2). Identificada una treintena de fuentes conflictivas, resultan
fundamentales una cuarta parte (una decena mejor dicho, si se unen
la proliferación de ‘problemas de herencias y cuentas paternas —y
concursos de acreedores—’, los ‘pleitos por el reparto de tierras entre
hermanastros’ y las cuestiones por ‘mayorazgos, vínculos, capellanías,
patronatos y fundaciones’ en el ámbito granadino). Lo cierto fue que
‘la rendición de cuentas por la administración del tiempo de la tuto-

20  Implicados: Pleitos por Tutorías (Valladolid). Demandas interpuestas por el


tutor/curador a favor de sus menores: 80 (44,7%); Pleitos y Reclamaciones contra los
tutores (o rindan cuentas): 81 (45,3%); Pleitos incoados entre distintos familiares de
los menores: 18 (10,0%). ARChV (179 casos).

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 103

ría —con no pocas ‘solicitudes de restituciones de bienes’— fue uno de


los motores para aquella reiteración de la interposición de querellas
juveniles (más del 30% en Valladolid). A lo que se unían los juicios ‘en-
tre tutores y curadores por una mala gestión de las minorías de edad’,
la ‘posesión, reclamación y reconocimiento de tutelas’, las ‘renuncias
de tutorías’, las ‘asignaciones alimenticias’ o las ‘entregas indebidas
de herencias’. Mientras esas motivaciones económico-materiales su-

Tabla 2
Causas: litigios por tutorías -179 casos- (Chancillería de Valladolid)

Num. %

Rendir cuentas administración del tiempo tutoría (restitución de bienes) 54 30,2


Entre Tutores y Curadores por mala administración minorías de edad 21 11,7
Posesión, Reclamación y Reconocimiento de tutelas 6 3,4
Doble: Reclamación tutela y Entrega herencias (dadas indebidamente) 3
Doble: Posesión tutela y Rendición cuentas y administración tutelas 3
Renuncias de tutorías 3
Asignación de Alimentos del menor 3
Problemas Herencias y Cuentas paternas (y concursos acreedores) 19 10,6
Cobro de Deudas y bienes de las Herencias Paternas 8 4,5
Ejecución de bienes de menores (o pago bienes a menores) por Censos 8 4,5
General: pagos por mantenimiento de los años de minoría de edad 2
General: tutor derrocha (apropiación indebida) herencias sus menores 2
Pleitos entre Hermanastros por reparto de tierras y movilidad de residencia 2
Apropiación (o entrega) de bienes por parte de Albaceas 3
Entrega a menores de Frutos y rentas herencias poseídas por tutores 3
Alcance cuentas de menores con sus tutores 5
Reclamación de Dotes de menores 5
Administración Gananciales de viudas frente a menores 2
Bienes de Monjas 1
Legitimidad parentesco: menor ilegítimo (problemas herencia paterna) 4
Herencias de Casas 4
Cuestiones de Mayorazgos, Vínculos y Capellanías 5
Contra el Concejo y Vecinos por apropiación de bienes de menores 2

Fuente: Chancillería de Valladolid.

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
104 Máximo García Fernández

maban ya más de la mitad de las vallisoletanas, sólo constituían un


14% al sur del Tajo, donde una tercera parte estaban ligadas a la vin-
culación de mayorazgos, con otro 17,5% (frente al 10,6% norteño) a
la transmisión hereditaria y hasta un 11,4% debidos a pugnas entre
hermanos; y aumentando allí todas esas razones, mientras en el nor-
te fueron disminuyendo progresivamente durante el transcurso de la
Edad Moderna.
En definitiva, numerosas causas (al menos una veintena), pero
concentradas en una decena de claves explicativas: la obligación de
rendir cuentas para restituir bienes a los menores discriminados en
la meseta norte frente a la defensa meridional de una concentración
del terrazgo en pocas manos por medio de capellanías y mayorazgos.
En la meseta norte predominaban los litigios por la administración
de los bienes, frutos e intereses de los menores21, las cuentas y pagos
con inventario22, la petición de salarios por los años de servicio de las

21  1587-89 “Pleito de Pedro, Mariana, Isabel y Gaspar Alegre, Gaspar García,
confitero, Baltasar Vega, mercader, y Andrés Rodríguez, todos vecinos de Medina de
Rioseco (Valladolid). Los curadores de los seis en su nombre, contra Andrés Rodríguez,
curador de María Lorenza, hermana de los demandantes, mayor de 25 años y desapa-
recida hace más de ocho años, sobre la tenencia y administración de los bienes de la
citada María”; ARChV, Pleitos Civiles (PC). Fernando Alonso, fenecidos, caja 124,2.
1540-43 “Pleito de Francisco de Soto, Juan de Soto y Pedro Calderón, de Mozoncillo
(Segovia). Francisco y Juan, reclaman a Pedro la restitución de los frutos e intereses
producidos durante los seis años en que Diego Calderón, su padre, fue tutor y curador
de sus bienes”; ARChV, PC. FA, f, caja 1153,1.
1571 “Pleito de Alonso Bravo y su mujer María Velázquez contra Pedro García He-
redero, de Cantalapiedra (Salamanca). Alonso pide a Pedro, curador de los bienes de
María, las rentas e inventario de la administración de lo raíz y mueble durante doce
años”; ARChV, PC. FA, f, caja 42,3.
1618-21 “Pleito de Ana García, Bernardino Marcel y María del Águila, todos de
Soria. Pago a Ana y a su curador Bernardino los intereses de la hacienda de ésta desde
el año 1614 en que Martín de Barnuevo, marido de María, fue su tutor”; ARChV, PC.
Pérez Alonso, f, caja 1885,2.
1793-97 “Pleito de Agustín de Llanos y Antonio Astorga, todos de La Bañeza (León).
Agustín y consorte pedían a Antonio, administrador y curador de Fabián de Ujidos, re-
partir los bienes de éste entre todos los herederos, ya que llevaba desaparecido más de
veinte años”; ARChV, PC. FA, f, caja 3138,6.
22  1564 “Pleito de Sebastián de Nava y Julián de Nava, todos de Colunga (Astu-
rias). Sebastián acusa a su hermano, como heredero de Alonso Díaz de Nava, de abuso
de cargo al no haberle dado cuenta y pago de la parte que le correspondía de una cura-
duría, al tener ya 25 años”; ARChV, PC. FA, f, caja 750,4.
1560-80 “Pleito de Cristóbal Maldonado y Ana de Ledesma, su mujer, contra Diego

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 105

jóvenes criadas23, cuestiones de pupilaje24 y los dispendios devengados


por su manutención25, junto a algunos balances de tutoría26.
Determinantes también resultan dónde se produjeron (tabla 3) y
cuánto tiempo tuvieron que esperar para conocer el alcance del vere-
dicto final de las sentencias. Sólo una tercera parte, y disminuyendo
(salvo a fines del XVIII), se dilucidaban en los espacios urbanos de las
capitales provinciales: el resto tenían como protagonistas a distintos

Gómez, para que devuelva los quinientos ducados que se encontraron de diferencia
en las cuentas que se hicieron de la curaduría que llevó durante diez años sobre la
hacienda femenina”; ARChV, PC. FA, f, caja 1355,1.
1563-64 “Pleito de Diego de Paredes, Petronila de Medina y Juan de Ayllón, Alcalá
de Henares (Madrid). Diego, marido de Petronila, pedía que Juan, como testamentario
del canónigo Francisco Medina, de cuenta con inventario de los bienes que Petronila
heredó de sus padres, los cuales administró el citado canónigo, su tío, durante los ocho
años que tuvo su curaduría” ARChV, PC. FA, f, caja 217,3.
1768-74 “Pleito de Pascual Arroyo Salvador, Josefa Fernández de Recalde y José
Fernández de Recalde, de Lumbrales (Salamanca). Entrega a Pascual y a su mujer
Josefa las cuentas procedentes de los once años en que José fue su curador”; ARChV,
PC. PA, olvidados, caja 397,1.
23  1575-89 “Pleito de Gutiérrez de Aceves, Francisca de Villarroel, María de Ace-
ves y Francisco de Aceves, de Pedraza de Campos (Palencia). Gutiérrez demanda a
su hermano Francisco por no pagarle el sueldo de los quince años de servicio en que
estuvo cuando el primero era menor y Francisco su tutor y curador; siguen el pleito su
mujer Francisca y su hija”; ARChV, PC. FA, f, caja 1067,1.
1549 “Pleito de Cecilia Zamorano (Valladolid) y Alonso Zamorano, Villalpando (Za-
mora), sobre la liquidación por inventario de la administración de los bienes y cura-
duría de Cecilia, que tuvo a su cargo Alonso, y pago de los servicios que ella le prestó
durante doce años”; ARChV, PC. PA, f, caja 622,9.
24  1515-18 “El bachiller Salcedo pedía a Catalina Pérez, como heredera de su
hijo Cornilles de Mallea, vecinos de Valladolid, el pago de doce ducados oro por haber
tenido en su casa, como pupilo, a un sobrino del citado Cornilles, nieto de Catalina”;
ARChV, PC. FA, f, caja 205,1.
1527-29 “Juan Rodríguez contra Álvaro Pérez Osorio, de Valladolid; le paguen doce
ducados que dice debía de resto por ciertos años que tuvo a su hijo por pupilo”; ARChV,
PC. FA, f, caja 1295,1.
25  1595 “Pleito de Mari Fernández Portu, de Aránguiz (Álava) y Juan Fernández
Portu, de Aránguiz. Andrés Martínez de Esquivel, como curador de los bienes de Mari,
mujer de Gregorio Ascarraga, hija natural de Pedro Fernández, contra su tío y tutor
Juan, para que se le paguen quinientos ducados de la manutención de diecisiete años,
como heredera legítima de su padre”; ARChV, PC. FA, f, caja 1096,6.
26  1568-80 “En Zamora, Alonso Godínez, administrador y tutor de los bienes de
Antonio y Pedro de Sotelo, hijos y herederos de Gregorio de Sotelo, contra Antonio de
Estrada, albacea de Gregorio, para que de lo que ha quedado después de pagar todas
las deudas que tenía dicho Gregorio le abone 20.000 maravedíes al año como salario
por sus servicios de tutoría”; ARChV, PC. FA, f, caja 1256,5.

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
106 Máximo García Fernández

tutores y menores de los ámbitos rurales castellanos. Y siempre más


del 70% (un 80% al sur del Tajo) entre personas de una misma locali-
dad y con intereses muy inmediatos en el control de cuentas y here-
dades27. Los más próximos a los tribunales accedieron con mucha más
frecuencia a las salas cancillerescas. Así, vallisoletanos y granadinos,
con cordobeses y salmantinos, sumaban un 25%-33% de los encausa-
dos. Las dos terceras partes de los pleitos protagonizados por castella-
nos y leoneses o por andaluces (73%). Lo mismo que los vizcaínos, los
murcianos tampoco tuvieron inconveniente en desplazar a sus procu-
radores. Aunque igual de significativo sea que asturianos, madrileños
o cacereños, más alejados de sus respectivas sedes judiciales, registra-
sen unas tasas de asistencia litigante muy elevada.

Tabla 3
Geografía Provincial: litigios por tutorías-curadurías de menores 28 29

Chancillería Valladolid siglo XVI XVII XVIII Total (50829)

Capitales de Provincia 79 (30,2%) 31 (21,5%) 85 (83,3%) 195 (38,4%)


Castilla Interior Norte 180 (68,7%) 79 (54,9%) 69 ( 67,6%) 328 (64,6%)
Provincia de Valladolid 48 20 15 83 (16,3%)
P. de Salamanca 25 8 11 44 (8,7%)
Burgos 22 9 8 39 (7,7%)
Palencia 17 12 6 35 (6,9%)
Logroño 21 6 2 29
León 13 9 5 27
Zamora 10 7 9 26
Segovia 11 4 7 22

27  Ámbito espacial de los conflictos


Chancillería Valladolid Chancillería Granada
Pleitos entre personas de la misma localidad 353 69,5% 173 79,7%
Participan personajes de distintos lugares 155 30,5% 44 20,3%
Sin datos 12
28  Optamos por agrupar geográficamente los conflictos ubicando las localidades
donde se produjeron de acuerdo con la actual adscripción provincial. También se indi-
vidualizan los pleitos (urbanos) litigados en las capitales de provincia respecto a los
generados en zonas rurales; lo mismo que se concentraron (por proximidad) los incoa-
dos en la región andaluza y en Castilla y León frente al resto espacial.
29  Únicamente se analizan aquí (también en las tablas de datos siguientes) los
508 casos más gráficos (un 52%); seguiremos investigando los restantes localizados
hasta completar toda la muestra.

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 107

Chancillería Valladolid siglo XVI XVII XVIII Total (50829)

Soria 7 3 4 14
Ávila 6 1 2 9
* Vizcaya 12 34 8 54 (10,6%)
Guipúzcoa 9 3 12
Álava 5 2 1 8
Navarra 1 1
Montaña 3 2 4 9
Asturias 13 6 19
Orense 2 1 3
La Coruña 3 3
Lugo 1 1
Pontevedra 1 1
Madrid 10 10 5 25
Guadalajara 12 3 5 20
Toledo 9 4 3 16
Cáceres 3 4 1 8
TOTAL 262 144 102 508

Chancillería de Granada siglo XVI XVII XVIII Total (229)

Capitales de Provincia 14 (35,9%) 30 (42,3%) 32 (29,9%) 76 (35,0%)


Andalucía 28 (71,8%) 55 (77,5%) 75 (70,1%) 33 (15,2%)
Provincia de Granada 8 12 13 83 (16,3%)
P. de Córdoba 6 12 20 38 (17,5%)
Málaga 4 5 14 23 (10%)
Jaén 5 11 7 23 (10%)
Cádiz 9 12 21
Almería 1 2 6 9
Sevilla 4 3 3 10
Huelva 1 1
* Murcia 2 5 13 20 (9,2%)
Cuenca 2 4 3 9
Ciudad Real 1 2 4 7
Albacete 2 2 4
Cáceres 5 1 5 11
Badajoz 1 2 5 8
TOTAL 39 71 107 217
Sin Datos 2 4 6 12

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
108 Máximo García Fernández

Aun cuando sólo una cuarta parte de los mismos se resolvía en el


año de su inicio (tabla 4). Por lo menos en la Castilla norte, puesto que
en Granada esos pleitos rápidos rondaban el 56%. Un tercio empeña-
ban entre 3 y 5 anualidades; ¡catorce más de cincuenta!; un 26% entre
seis y más de un siglo. Difícilmente podían defenderse con diligencia
las penurias y carencias perentorias de aquellos menores, cuando, ade-
más, los plazos de tiempo se alargaban a medida que se acercaba 1800.

Tabla 4
Tiempo: duración de los pleitos por tutorías y curadurías

Chancillería de Valladolid siglo XVI XVII XVIII Total


Se solventan en el mismo año 46 (17,6%) 56 (38,9%) 27 (26,5%) 129 (25,4%)
En el plazo de dos años 53 16 20 89
Entre 3 y 5 años 91 (34,7%) 37 (25,7%) 29 (28,4%) 157 (30,9%)
De 6 a 10 años 45 14 16 75
Entre 11 y 20 años 15 13 6 34
21 – 50 años 7 4 3 14
51 – 100 años 4 4 8
Más de un Siglo 1 1 2

Chancillería de Granada siglo XVI XVII XVIII Total


Se solventan en el mismo año 26 (63,4%) 44 (58,7%) 58 (51,3%) 128 (55,9%)
En el plazo de dos años 3 9 19 31
Entre 3 y 5 años 8 (19,5%) 14 (18,7%) 18 (15,9%) 40 (17,5%)
De 6 a 10 años 3 3 12 18
Entre 11 y 20 años 1 2 2 5
21 – 50 años 2 1 3
51 – 99 años 1 3 4
Más de un Siglo 0

Una última cuestión a destacar. Involucrados hombres y mujeres;


de forma individual y conjuntamente varios familiares, implicándose
hasta cuatro y cinco hermanos. Menores ellas, desde un 32% al sur de
Tajo hasta el 44% al norte; y tutoras o curadoras femeninas en simi-
lares porcentajes (máxime en los procesos meridionales). Un protago-
nismo masculino que no obstaculizaba una constante presencia de la
mujer, activa y pasiva, en tales momentos conflictivos. Ellos y ellas.
Todos datos provisionales… pero ya enormemente significativos, toda
vez que muestran una radiografía de la realidad de la minoría de edad
precisamente cuando surgían los problemas, tantas veces por muy poco.

Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2013, segunda época, pp. 87-112
Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 109

Lo cierto fue que las cuestiones vinculadas a la tutoría de adoles-


centes no sólo se relacionan con esos pleitos dilucidados ante las Chan-
cillerías. Otras instituciones también posibilitan el acercamiento a la
minoría de edad y a la realidad juvenil castellana. Así, para comienzos
del Antiguo Régimen el Registro General del Sello del Archivo General
de Simancas custodia una colección de 44 documentos sobre tutelas
de menores de edad, fechados entre 1490 y 1500; y su sección Consejo
de Castilla, y todos también correspondientes al siglo XVI, reúne al
menos once procesos centrados en malas administraciones, alimentos,
petición y presentación de cuentas y finiquitos o usurpación de los bie-
nes de los patrimonios de aquellos jóvenes huérfanos30.
Al igual que aparecen más pleitos en distintas secciones del Archi-
vo Histórico Nacional producto de las actuaciones tutoriales que impli-
caron los intereses de no pocos jóvenes, unidos por los enfrentamientos
suscitados por las utilidades y provechos en la gestión de las cuentas
de los años de ciertas minorías de edad, en especial por expedientes
de madres casadas en segundas nupcias31, quejas por las vejaciones
sufridas o bastantes “venias y dispensas de edad del menor para admi-
nistrar sus bienes sin necesidad de curador”32… Y, sin duda, no son los
únicos casos acaecidos-registrados.

30  Agustín de Henao contra Juan Nieto, quien fue su tutor entre 1526 a 1530;
AGS, CRC, P 296,18. 1531.
Alonso de Villarreal y su hermana, María Hernández, vecinos de Villasequilla de
Yepes, con su tío, Alonso García de Villarreal, quien había sido su tutor, por usurpación
de bienes (CRC, P 353,2. 1564). Fernando de Medrano, señor de Fuenmayor, contra el
licenciado Garcés, que fue su tutor durante varios años, por mala administración y no
presentarle cuentas y finiquito (CRC, P 742,7. 1544). La huérfana Isabel Casado, y su
tutor, Marcos de Escalona, vecinos de Toledo, contra Juan de Guadalupe, carpintero,
sobre el salario de sus servicios como criada (CRC, P 106,10. 1525). Magdalena de Re-
nosa, vecina de Burgos, con Juan Cochillero, su tutor, por ciertos dineros que le debía
dar cada año (CRC, P 490,7. 1521). O el pleito entre Diego Gómez Sarmiento de Vi-
llandrado, conde de Salinas, y don Rodrigo de Villandrado, conde de Ribadeo, su tutor,
sobre alimentos que le pide (CRC, P 9,9. 1519).
31  Archivo Histórico Nacional (AHN), Sala Alcaldes de Casa y Corte, Gobierno,
L. 1404, exp. 70. 1815.
32  Francisco Campo de Arbe Larrea, regidor perpetuo de Zaragoza, sobre dispen-
sa por minoría de edad para la administración de sus bienes (1775); AHN, Consejo de
Castilla (CC), escribanía de cámara de Granados, Pleitos, 27624, exp. 40. O sobre el
despacho de la venia de su menor edad para regir sus bienes a Mariano Garoz (1780);
AHN, CC, escribanía de cámara de Vicario, Pleitos, 29242, exp. 8.

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110 Máximo García Fernández

4. PRIMERAS CONCLUSIONES PARA SEGUIR TRABAJANDO


Y DISCUTIENDO

En amplias zonas rurales las actuaciones judiciales por deudas


relacionadas con las curadurías fueron ciertamente importantes y
mantenidas a lo largo del tiempo; las que tenían su origen en cuestio-
nes sucesorias alcanzaron su máximo hacia 1725 (Mantecón Movellán,
1997: 198-206). Entre las razones más sobresalientes de su amplio y
constante desarrollo destacan: la partición de los bienes y su recuento,
seguida de la ocupación ilícita de lo indiviso, las disputas por dotes fe-
meninas o en función de vinculaciones y donaciones. Motivos todos que
apuntan tensiones dentro de la familia campesina.
Más allá del objetivo único de lograr una protección idónea de la
persona del menor, la tutela se centraba en el interés patrimonial de
todo el grupo de consanguíneos, por cuanto tutorías y curadurías se
convirtieron en instrumentos esenciales de dominio y gobierno de las
haciendas domésticas. Bajo tal consideración, era relevante la iden-
tidad de la persona de confianza en la cual recaería la gestión de los
bienes así como el grado de intervención e interés de los allegados en
esta materia o en las ocasiones en las que se requería su colaboración
en las asambleas o juntas de parientes, constituidas para resolver la
designación de los intercesores de aquellos huérfanos (estrategia am-
pliamente conocida para el caso francés, pero que las fuentes castella-
nas apenas atestiguan).
Unas vidas campesinas resueltas en paz o sólo tras el recurso de-
fensivo al litigio hereditario. Algún mozuelo realmente beneficiado
frente a otras hermanas ya casadas33. “Para que no se oscurezcan, se
tasen y nombren curador ad litem …”, como en otras situaciones análo-
gas en el pueblo de Bocigas, al olmedano Lorenzo de Zarza (tras definir
las hijuelas, en el “gasto de testamentaría” solía declararse pagado al
susodicho “por su asistencia a estas cuentas, 30 reales”34). Cualquier
caso revela las penurias económicas y vitales de no pocas familias cas-
tellanas: ¿cómo repartir con justicia unos escasos e improductivos en-
seres muebles sin perjudicar a ningún menor?35

33  AHPV, Secc. Prot., leg. 10366, f. 27.


34  ARChV, PC. PA, o, caja 23,3 (Bocigas, 1707).
35  AHPV, Secc. Prot., leg. 11307, f. 539 (Bocigas, 1730).

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Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores, litigios 111

La justicia intervenía en la ratificación de los familiares electos en-


cargados de la atención y cuidado de sus descendientes más jóvenes
cuando no se había producido decisión testamentaria de su nombra-
miento por última voluntad previa. Unas preocupaciones por el control
y mantenimiento de los menores, pese a las cuales se reprodujeron una
gran cantidad de pleitos civiles que llegaron a las más altas instancias
cancillerescas sobre “curadurías, tutorías, alimentos y ropajes”. Una
época asiduamente litigante: hombres y mujeres. Pleitos por muy poco;
tutores y curadores de casi nada; menores supervivientes. En cualquier
época y lugar poblado; vigentes durante mucho tiempo. Sus protago-
nistas: distintos tutores y menores de los ámbitos rurales castellanos;
entre personas de una misma localidad y con intereses muy inmedia-
tos; accediendo con mucha mayor frecuencia los más próximos espacial-
mente a los tribunales. Sin olvidar que difícilmente podían defenderse
con diligencia las penurias y carencias perentorias de aquellos meno-
res, cuando una cuarta parte de las causas tardaban en sentenciarse
entre seis años y más de un siglo; plazos de tiempo que, además, se
fueron alargando a medida que se acercaba el siglo XIX.
En definitiva, innumerables causas de litigio bajo el único paraguas
tangible del disfrute de los bienes presentes y futuros. Y eso que, aun con
notables contrastes espaciales, a medida que transcurrían las centurias
tendieron a descender aquellas querellas debido a la sustancial reduc-
ción de las reclamaciones contra la mala gestión achacada a los tutores.

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112 Máximo García Fernández

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