Síntesis: Los Antiguos Mexicanos A Través de Sus Crónicas y Cantares

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 14

SÍNTESIS:

Los antiguos mexicanos


a través de sus crónicas
y cantares
Miguel León-Portilla

CUAAD

MAESTRÍA EN CIENCIAS DE LA ARQUITECTURA


HISTORIA DE LA ARQUITECTURA PREHISPÁNICA

Alumno: María Indira de Alba Guzmán


INTRODUCCIÓN
Ya desde el inicio el autor, Miguel León Portilla, nos deja muy en claro que este libro no es
para estarse con juegos, que es para aquellos que realmente estén interesados en
redescubrir la grandeza de las culturas que vivieron en el territorio mexicano hace miles de
años.
De la forma en que se pasa a un segundo plano, de manera injusta, a una cultura tan vasta
y cimentada como la de los pueblos mesoamericanos, cada uno con sus dones y
contradicciones. Siempre a la sombra de las culturas europeas y asiáticas.
¿La intención del texto? Contextualizar y comprender las antiguas razas a través de su
propia representación en los antiguos códices, de su auto descripción de sí mismos
proyectada en sus cantares.
No hay mejor manera de conocer y esclarecer las dudas existentes sobre la cultura al
momento del contacto español que mediante todas las representaciones escritas y gráficas
realizadas en la época por cronistas tanto españoles como de pobladores de tierras
mexicanas.
La interpretación que posee el autor acerca de todo estos poemas y letras deja entrever el
dominio y conocimiento del autor sobre la semántica y las lenguas antiguas.
Con prudencia, el autor hace la aclaración de que dicho texto no pretende volverse una
verdad histórica, sino de una simple re-creación de la forma de vida antigua aprovechando
los testimonios dejados por los antiguos mexicanos del altiplano central en sus crónicas y
cantares en idioma náhuatl o mexica.
SÍNTESIS
El primer capítulo introduce esta imagen del México antiguo caracterizada y explicada por
los propios indígenas que le habitaron a través de sus mitos sobre la creación de ellos
mismos, la creación del todo.
La manera en la que fueron hechos los hombres, de ceniza, durante el primer sol y que al
enfrentarse ante el agua se deshicieron convirtiéndose en peces, después fueron gigantes
débiles que al caerse “se caían para siempre”, según textos indígenas. Los que existieron
en el tercer sol tuvieron un final igual de trágico, terminaron convertidos en guajolotes.
Finalmente, los hombres que moraron durante el cuarto sol fueron aquellos que
sobrevivieron a los cataclismos huyendo a las montañas para convertirse en tlacaozomatin,
“hombres-monos”.
Sin embargo, no fue hasta la llegada de Quetzalcóatl y su búsqueda de los “huesos
preciosos”, quien logró la restauración de los hombres, a través de su penitencia.
Es curioso ver como tenían esta idea catastrófica del inicio-final de cada sol, o era. El
equilibrio poético de la dualidad, de la vida resurgiendo de entre las cenizas, quizás es allí
donde nace el culto a ese supremo Dios dual, que vivía más allá de lo que ven los sentidos,
“en Omeyocan”.
Así como el haber sido transformados, concretados, gracias al viaje de Quetzalcóatl al
Mictlán, de ese sacrificio que les mereció la vida a los hombres.
Pasamos a través de las características que llevaron a los pueblos venidos de Tamoachan,
“nosotros buscamos nuestra casa”, por las costas de México a la altura de Tampico, que
los llevaron a asentarse en las diferentes regiones de México para crear así las culturas
que llevaron a la sociedad mesoamericana a un esplendor.
Y el cómo dicho esplendor fue opacado tras una desaparición vertiginosa y abrupta, aún
sin una explicación comprobada en la actualidad, tanto de la cultura Teotihuacana como la
maya.
Incluso estos primeros atisbos del texto ya dilucidan el hecho de que los Toltecas, y el
propio Quetzalcóatl, rehusaban admitir dentro de sus costumbres y ofrendas el sacrificio
humano. Algo que no suele mencionarse en los libros de texto.
Quetzalcóatl se llamaba Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, y llegó a Tollan (Tula) hacia el siglo
X de nuestra era, un antiguo pueblo Tolteca.
Los Toltecas le llamaban “serpiente emplumada” simbolizando con ello su visión de él como
un gobernante semi-dios de la naturaleza que vino al mundo a compartirles sus
enseñanzas.
Menciona un bello texto de los informantes de Sahagún que, cuando Quetzalcóatl huye
debido a una serie de eventos políticos y de enemistades, muchos de sus creyentes le
siguieron solo para verlos desaparecer en la tierra del color rojo.
El segundo capítulo, “Itoloca y Xiuhámatl”, basa su nombre en el vocablo náhuatl itoloca,
“lo que se dice de alguien o de algo”; la segunda, xiuhámatl, equivale a “anales o códices
de años”, entonces, ¿qué encontramos en dicho capítulo?
Más que nada se abarca toda la cuestión de la profundización del conocimiento náhuatl,
una penetración a la raíz de su propia conciencia en donde el problema que surgió era la
búsqueda de saber a través de las instituciones culturales, poseedoras de la tradición y la
historia náhuatl.
Así que los antiguos indígenas comenzaron esta búsqueda de su raíz, de su pasado para
poder explicárselo a algunos de los conquistadores, como fray Bernardino de Sahagún.
Pero el recordar y, colateralmente, profundizar en el conocimiento de su pasado a través
de las pinturas y la sabiduría de sus códices. Esto hacia a los nahuas sentirse iluminados y
como parte intrínseca de un mundo cósmico y dual, en donde sus sufrimientos e
incertidumbres eran llevaderos, comprensibles.
Los antiguos mexicanos tenían incluso un amoxcalli o “casa de códices”, era así como los
sabios o escribanos mantenían la tradición escrita del itloca, “Lo que se dice de, dicen que,
dizque”, que era parte fundamental de dichos escritos. Pues una de las maneras en que se
conservaba y divulgaba la historia náhuatl era oralmente, de generación en generación. Y
estos “dichos” y testimonios eran los que escribían en sus códices. Allí también estaban sus
cantos.
El capítulo posee una explicación de sentido cultural sobre la iconografía numérica, y tiene
lógica, pues para conocer la cosmogonía y cultura de cualquier tipo, es menester saber
interpretar su escritura y expresión numérica. Sobretodo culturas que, como las
mesoamericanas, basan su agricultura, calendario, gobierno y religión, en las matemáticas
y la observación de la naturaleza, utilizando ciencias como la astronomía.
El autor nos habla del Cempoalli, significa “una cuenta”, que era un método numérico
base 20 en el que organizaron sus ciclos de cosecha, su vida pública, religiosa, etc.
Así como de la iconografía y símbolos utilizados para las cantidades mayores a 4 cifras, lo
cual es muy curioso, pues si un dibujo representaba una x cantidad, la mitad de dicha
cantidad se representaría dibujando una cuarta parte, una mitad, etc., de dicho dibujo. Por
ejemplo, nos explica Miguel León: “8 000 tenía por signo una bolsa o talega (xiquipilli), e
igualmente para representar 2 000 o 4 000, o 6 000 se dibujaba únicamente un cuarto, un
medio, o tres cuartas partes del xiquipilli”.
Finalmente, contiene la mención a los esfuerzos de muchos frailes que investigaron y se
dieron a la tarea de preservar la memoria de los pueblos indígenas colonizados. Entre ellos
Bernardino de Sahagún quien, para obtener informes y vestigios pictóricos o escritos de la
cultura náhuatl, fue a Tepepulco, Tlatelolco y México a buscar indios viejos, conocedores
de sus tradiciones, a recolectar y transcribir el Itloca de nuestros antepasados.
Se hace que notar también algo que quizás no sea tan agradable, y es que se menciona el
hecho de que muchos de los códices más bellos se encuentran en tierras europeas, como
sucede también con mucho del patrimonio escultórico, metalúrgico (joyería), etc. de México.

El tercer capítulo, “Los cien años del pueblo del sol”, hace una transición entre la parte
histórica e iconográfica que aborda Miguel León Portilla en los primeros capítulos, y una
parte en donde se dedica a comprender elementos de la filosofía náhuatl y el
desenvolvimiento de su creencia existencial y de creación universal.
Aborda desde la famosa y difícil travesía de los aztecas, el último grupo idioma náhuatl de
los 7 grupos que habían partido de Chicomóztoc (“el lugar de las 7 cuevas”, para
encontrar un lugar en donde fundar su pueblo. Hasta la educación cívica, ética y sexual
que recibían los niños a la edad de 6 a 7 años.
Comienza explicando cómo los aztecas no fueron una nación libre y exenta del yugo de los
tepanecas de Azcapotzalco y de sus tributos sino hasta 1426, lo que les dio menos de 100
años para poder ser amos del México prehispánico.
Habla del Xiuhmolpilli, en el mundo náhuatl representaba una atadura, un manojo de
hiervas, pero también era llamado así a un período de 52 años. Por lo tanto, ya de entrada
el autor está haciendo una analogía poética con el nombre de este capítulo, un juego de
palabras ingenioso.
Cada 52 años las culturas mesoamericanas llevaban a cabo una importante ceremonia,
conocida como “del fuego nuevo”, en el caso de los mexicas. En dicha ceremonia se
celebraba un cambio de ciclo, era el equivalente conceptual de lo que en la actualidad
representa un siglo.
Este capítulo muestra la introducción de lo que era el ambiente bélico de los mexicas, y de
la que sería la única derrota reconocida por los propios mexicas; se dice que es la única
puesto que no existe algún otro registro de una derrota en sus códices.
Ya durante el reinado de Axayácatl los mexicas impusieron su visión conquistadora a los
pueblos cercanos, teniendo un primer encuentro bélico con Tlatelolco, cuyo resultado, a
favor de los mexicas, fue la incorporación total de Tlatelolco a los dominios Aztecas.
Sin embargo, las victorias mexicas toparían con pared al encontrarse con los Tarascos.
Según la versión de Tezozomoc, los mexicas habían conseguido que los Tarascos se
replegaran en Charo, dónde para su infortunio se encontraron con una contraofensiva de
miles de guerreros. Según la propia historia mexica los tarascos los superaban por más de
16,000 hombres, sin embargo, esta cifra no ha podido comprobarse, lo que si es cierto es
que derrotaron al ejército de Axayácatl.
En el libro se expresa incluso un viejo cantar en el que se alude a dicha derrota,
aparentemente traumática y que pesó hondamente en el orgullo Azteca. Tanto así que el
cantar pareciese incluso una excusa, una manera de justificar su pérdida. Además de un
intento por consolar al rey Axayácatl y al señor de Tlacaélel.
Axayácatl, fue sucedido por Tizoc, su hermano menor, pero su reinado duró poco tiempo,
pues a los 4 o 5 años murió. Durán en su Historia explica la muerte de Tizoc: “viéndolo los
de su corte tan para poco, ni deseoso de engrandecer y ensanchar la gloria mexicana, creen
que le ayudaron con algún bocado, de lo cual murió muy mozo y de poca edad”.
No es difícil interpretar dicha descripción de lo sucedido como un envenenamiento. Lo cual
vuelve a la cultura mexica y a sus regentes aún más pretensiosos, pues al parecer si un
mandatario no cumplía con las expectativas de la corte, de le desvanecía de la pirámide
jerárquica.

Así pues, habiendo desaparecido del camino Tizoc en el cuarto capítulo se apertura
hablando sobre la asención al trono de Ahuízotl en 1486, quien fuese el hermano menor de
Axayácatl y Tizoc. Fue este quien brindó del esplendor anhelado por su corte a la ciudad
mexica, pues no solo concluyó con la edificación de dos templos, uno en honor a
Huitzilopochtli y otro a Tláloc y embelleció México-Tenochtitlan, sino que con sus victorias
militares extendió el poderío e influencia de su reinado hasta la provincia de Guatemala.
Todo iba muy bien hasta que su ambición lo llevó a querer traer agua de Coyoacán para
poder dotar de este preciado bien a su población, y a la vez poder regular el nivel del lago,
pues eran constantes las crecidas. La planificación no fue la óptima y dicho intento terminó
por ser contra producente, pues provocó no solo la inundación de la ciudad, sino que
también produjo la muerte de Ahuízotl pues según se dice, durante la evacuación de su
palacio debido a la inundación, se golpeó en la cabeza con el marco de la puerta al salir de
su aposento, golpe que lo conduciría a los umbrales del inframundo en 1502.
Es en 1502 (año 10-Conejo) cuando Motecuhzoma Xocoyotzin se hace rey de los mexicas,
era hijo de Axayácatl. Es mayormente conocido por haber sido el último de los señores
mexicas.
Su gobierno es reconocido por su intento de conformación de México –Tenochtitlan en una
nación poderosa y grande. Puso en altos puestos de gobierno a todos los estudiosos que
constantemente mandaba traer de los centros superiores de educación, buscando con ello
elevar el nivel de su gobierno.
Hablando desde el punto de vista espiritual, Motecuhzoma estaba influenciado por la
antigua tradición tolteca, aquella que hablaba constantemente de Quetzalcóatl.
Motecuhzoma, trató de acercarse al culto de todos los pueblos que sometía, por estrategia
militar y de gobierno, esto lo llevó a construir un adoratorio dentro del conjunto conformado
por los templos de Tláloc y Huitzilopochtli, conocido como Coateocalli, o la “casa de los
diversos dioses”.
También era sabido que el gran señor mexica tenía una “casa de lo negro”, un lugar en el
que se encerraba por largos períodos de tiempo a meditar y a orar.
Al mantener esta idea filosófica y teológica sobre lo que representaba está antigua religión
de sus ancestros los Toltecas. Motecuhzoma a la llegada de los españoles, en lugar de
empuñar las armas y salir a la defensa de su territorio, consultó sus antiguos códices, y se
llegó a preguntar si acaso Quetzalcóatl y los antiguos dioses habían regresado, como lo
narraba el mito.
Incluso son muy mencionadas las idas y venidas de los mensajeros que fueron enviados
por Motecuhzoma al encuentro de los españoles. Tanto para conocerles, así como a sus
intenciones.
Así, un 8 de noviembre de 1519 fueron abiertas las puertas de la gran ciudad de México-
Tenochtitlan, para recibir a los españoles.
“Parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís… algunos de
nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños”
(Bernal Díaz del castillo, 1833)

Fue un conquistador español, Bernal Díaz del


castillo, quien en su libro Historia verdadera de la
conquista de la Nueva España, hace una
descripción muy rigurosa sobre la ciudad de
México -Tenochtitlan.
Inclusive de la manera en que los dejó
anonadados la visión de la ciudad capital del
imperio mexica.
Incluso menciona dos casas que tenía Cuauhtémoc, la primera, a la que llamaba “Casa de
aves”, y la segunda llamada “Casa de todo género de alimañas”, eran algo muy novedoso
para ellos, pues en España para esas épocas aún no existía la idea de los zoológicos ni de
los jardines botánicos.
Bernal Díaz también menciona en su obra sobre los diversos géneros de artistas que había
en la ciudad, de oficios varios, las huertas de flores, y árboles olorosos, los templos y
adoratorios monumentales, incluso del tianguis de la plaza de Tlatelolco.
Habla sobre el templo mayor y de toda esta serie de patios en donde se llevaban a cabo
sacrificios humanos. Describe las estratégicas calzadas que entran a la ciudad.
También se menciona el sitio de 80 días del que fue víctima la ciudad de México-
Tenochtitlan, y que, además, fue atacada por tierra y por mar.
Y tal cual lo dice un documento indígena llamado como Anales de Tlatelolco: “En un año 3-
casa (1521), fue conquistada la ciudad”.
Existe un canto muy hermoso, corto y de profunda melancolía, mencionado en este el libro,
del autor anónimo Cuicapicqui, un poeta náhuatl que en 4 versos sintetizó la desgracia que
vivió su pueblo:
“Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros,
con los escudos fue su resguardo,
pero ni con escudos pudo ser sostenida su soledad”.
Un texto que se vuelve un golpe en las costillas para cualquier mexicano, sin embargo, ¿no
eran así la mayoría de las conquistas?
En el cuarto capítulo, “Los seguidores de la antigua doctrina”, se expone un análisis del
pasado a manera de contexto, comienza explicando el porqué de las decisiones tomadas
por los gobernantes mexicas al momento de la conquista española.
Tlacaélel tenía una visión mística de la guerra, era a la vez consejero y sumo sacerdote.
Fue el quien tuvo la mayor influencia en el pueblo azteca, haciéndoles creer que era el
pueblo elegido del “Sol Huitzilopochtli”.
Fue el quien mantuvo esta tradición bélico-religiosa entre sus principales enemigos, los
Tlaxcaltecas y los Señoríos de Huexotzingo, estos últimos fueron víctimas de las llamadas
guerras floridas, que no era otra cosa que contiendas destinadas a obtener víctimas para
sus sacrificios para el dios Huitzilopochtli.
Se relata también como en 1490 Tecayehuatzin, rey de Huexotzingo quiso realizar un
diálogo entre los poetas y los sabios con el propósito de clarificar lo que era la poesía.
En dicha reunión Ayocuan, un poeta hace una diferenciación muy puntual sobre la manera
en que los reinos de México-Tenochtitlán y Huexotzingo cimentaban sus bases de gobierno
y creencias.
Mientras que los primeros fundaron su gloria sobre los escudos y las
flechas, dijo, los segundos eran más bien una casa de la música,
dónde abundaban los libros, las pinturas, las mariposas.
Militarismo versus pacifismo.
Mientras tanto, relata el autor, en Texcoco el rey
Nezahualcóyotl, su gobernante de 1418 a 1472, construía su versión propia de un templo
para un “dios desconocido”, que los aztecas le obligaron a edificar, quizás fuese un templo
a Quetzalcóatl.
Los sabios más reconocidos de aquellas épocas fueron: Nezahualcóyotl de Texcoco
Tecayehuatzin de Huexotzingo,Ayocuan también de Huexotzingo, Tochihuitzin de
Tlatelolco y Totoquihuatzin de Tacuba.
Fueron quienes compusieron la mayoría de los cantares de esa época. Existe incluso una
colección de cantares mexicanos en la biblioteca nacional de México, textos que reflejan la
mentalidad de los antiguos sabios aproximadamente de los ñaos 1430 hasta 1519, con la
llegada de los españoles.
Los sabios comenzaron a retomar la doctrina tolteca en dónde existía este Dios supremo
que era llamado Tloque Nahuaque, o lo que significaba “el dueño del cerca y del junto”,
además tenían a Moyocoyatzin, supremo Dios dual que se está constantemente inventando
a sí mismo. Y por último Ometéotl quién da origen y sostén a todo cuánto existe.
Los sabios dejaron de preocuparse por la razón de su existencia y comenzaron a enfocarse
en el acto de vivir, pues para ellos la vida tenía un carácter transitorio era de una fugacidad
absoluta. De allí la palabra Tlactípac qué quiere decir “sobre la Tierra”, en ella explicaban
su manera de ver la transitoriedad de la vida.
Menciona Miguel León Portilla entonces un momento importante para la religión y la filosofía
náhuatl en dónde se cuestionan que, si todo es transitorio y al final todo será destruido,
¿son verdaderos los hombres? ¿Son tan efímeros?
Es muy interesante y a la vez un poco estricta la manera en que los nahuas quieren llegar
a la verdad, que ellos llaman Neltiliztli, palabra que en náhuatl quiere decir “estar firme, bien
enraizado”.
También viene de Nelhuáyotl qué quiere decir “cimiento” o “fundamento”. Por lo tanto,
cuando hablan sobre sí mismos o sobre si un hombre es verdadero se refieren así ese
hombre está realmente bien cimentado, bien enraizado.
“La afirmación de la fugacidad y el escaso valor de la vida en la tierra se repite sin cesar en
muchos poemas y cantares nahuas de los siglos XV y XVI.”
Empezaron así a hondar en el legado cultural de los toltecas apartándose de la visión
místico-guerrera de Tlacaélel y los Aztecas.
Surgiendo la filosofía náhuatl, en la que reflexionaban sobre las cosas y el hombre, pues
tratan de contemplarlo como un problema para así poder resolverlo mediante la luz de la
verdad. Los sabios nahuas eran llamados Tlamatinime, qué significa "aquel que sabe algo".
Fueron ellos quienes elaboraron las doctrinas nahuas más importantes en su afán por
encontrar la verdad, la raíz, su fundamento.
Se explica un poco sobre los sabios de los principales reinos aledaños a México-
Tenochtitlan, como lo eran Texcoco, Huexotzingo y Chalco, entre otros.
Los sabios eran hombres dedicados a penetrar el conocimiento y el conocimiento para ellos
venía de las antiguas doctrinas toltecas. Su misión era elaborar una concepción
hondamente poética sobre el mundo el hombre. Su preocupación fundamental, era buscar
la manera de infundir en el hombre su auténtica raíz en este mundo. Querían encontrar la
verdad de los hombres para de esta manera poder decir las “palabras verdaderas” que,
según Miguel León, las palabras verdaderas para los antiguos nahuas eran la única madera
de poder hablar con Dios.
En su búsqueda de la verdad llegaron a la formulación de una teoría del conocimiento, qué
era más bien una metáfora, en la que se aludía a que quizás la única manera de decir
palabras verdaderas en la tierra era a través de la poesía y el arte, lo que ellos llamaban "la
flor y el canto", Inxochitl in cuicatl, una expresión que tenía este sentido oculto, conocido
únicamente por los sabios.
Es en 1490 cuando se lleva a cabo en Huejotzingo una reunión qué consistía en el diálogo
de los sabios de diferentes naciones con el fin de aclarar el más hondo sentido de la poesía
y el arte.
El autor decide escribir una alegoría de lo que sucedió en esta primer gran reunión entre
reinos, bueno, entre sabios de los reinos.
Tecayehuatzin, que era el señor de Huexotzingo, les plantea a sus invitados la cuestión de
si la flor y el canto son realmente lo único verdadero, lo único que puede dar raíz al hombre.
A lo que Ayocuan, de Tecamachalco, responde y propone que la flor y el canto pueden
quizás ser un lenguaje para hablar con el dador de vida.
Aquiauhtzin, señor de Ayapanco, afirma que la flor y el canto son una invocación al lado de
vida que esté se hace presente a través de la inspiración del arte y la poesía.
Está crónica es incluso cómica porque presentan a Cuahutencoztli, de Huexotzingo, que
dudaba o, más bien fué quién planteó la duda, de si realmente el hombre y su canto eran o
poseían verdad. A lo que los demás sabios responden que no debe ser negativo. Incluso
Motenehuatzin, príncipe de Teupil, le recomienda asirse de las flores y cantos, pues eran
aquello que podía ahuyentar la tristeza del corazón.
En esta reunión se llegó a la conclusión de que cada quién tenía su propia concepción
filosofica de lo que representaban “la poesía y el canto” y estos a su ves eran lo único
verdadero en la tierra, el único recuerdo del hombre en la tierra, y el único camino para
encontrar la divinidad.
Tecayehuatzin concluye que si bien, aunque cada quien tiene su propia opinión, la flor y el
canto hacen posible “la reunión con los amigos”, gracias a la flor y el canto sabemos que
son verdaderos los corazones de nuestros amigos.
Los tlamatinime hacen una profunda meditación acerca del valor del hombre frente a la
divinidad.Entre ellos, Tecayehuatzin, comienza llamando a la divinidad suprema Tloque-
Nahuaque, y reconoce que al lado de él nada hace falta al hombre. Para finalmente afirmar
que todas las cosas bellas son manifestación de Dios.
"Siendo el hombre como el jade que se quiebra y el plumaje de quetzal que se desgarra,
busca anhelante una raíz en qué poder cimentarse".
También se menciona un pensador de Chalco anónimo quién decía que Ometéotl, qué
náhuatl significa "señor y señora de nuestra carne", se preguntó si realmente existían. Los
pensadores nahuas basan así su cosmogonía y religión en una serie de parejas de dioses.
En este libro se aborda también el cómo Tlacaélel se aprovechó de los textos toltecas
interpretándolos a su antojo y se valió de la antigua tradición para crear la suya propia, una
mística-guerrera, que fuera capaz de elevar a su pueblo hasta convertirlo en señor de la
región central.
Mientras tanto los Tlamatinime seguirán estudiando las viejas doctrinas llegando a lograr
una especie de renacimiento de la cultura tolteca.

Se abre el quinto y último capítulo, “El legado espiritual del México Antiguo”, señalando
como su mismo nombre lo dice algunos de los regalos del México antiguo que perduran en
nuestros días, como las plantas medicinales y las plantas alimenticias.
Nos habla de la presencia, en casi todas las lenguas del mundo, de términos de origen
náhuatl como: chocolate, cacao, tomate, aguacate chicle, etcétera. Sin olvidarnos de la
también grande cantidad de especias y otros tipos de materias primas que provienen de
México como el maíz, el algodón, frijol, tabaco, hule e incluso los pavos.
El mensaje del autor se resume en que los textos prehispánicos son la clave que ayudar a
abrir el secreto de la huehuetlamatiliztli, esto es, la sabiduría antigua del mundo Maya.
En cada cultura hemos visto cómo se han tratado de representar los conceptos filosóficos
que integraban al hombre. Desde los griegos, quienes veían a través de una metáfora el
rostro de los individuos a su prosopon, es decir, máscara, analogía que representa los
rasgos propios de la fisonomía moral de cada individuo.
En cambio, los romanos pensaron que las personas o personas venían de per-sognare,
hablar a través de.
El mundo náhuatl mediante las reglas de Tecpillatolli, que era el lenguaje de los nobles y
cultivados, hacía una descripción del supremo ideal del hombre y la mujer nahuas.
Los hombres debían ser dueños de un rostro, dueños de un corazón, In ixtli, in yóllotl,
"rostro-corazón".
Viéndose que para ellos Corazón, de raíz etimológica Oll-in, significaba movimiento, la
forma abstracta de interpretar esto es con el término Yoll-otl, "la movilidad de cada quien".
Por lo tanto, podemos decir que los nahuas poseían una fisonomía moral de un principio
dinámico del ser humano en dónde el hombre ideal debe de poseer energía propia y
esencial, pura; y y debería ser auténtico.
Así como las mujeres o Cihuáyotl, en su "corazón y en su rostro debe brillar la feminidad".
Así basaban también su educación, qué era un sistema de educación global y obligatorio,
en esta cosmogonía en dónde buscaban cultivar la Ixtlamachiliztli, acción de dar sabiduría
a los rostros, y la Yolmelahualiztli, acción de enderezar los corazones.
Incluso en el códice Florentino se mencionan los ritos qué se llevaban a cabo al nacer un
niño náhuatl, en dónde desde el nacimiento se le hacía la dedicación o consagración a una
escuela determinada.
Es admirable además el hecho de que desde la corta edad de 6 o 7 años los padres
hablaban con su hijo o hija para explicarles sobre las afluencias y pormenores de la vida,
sobre la adoración a sus dioses, las reglas sociales e incluso, la cuestión sexual, en dónde
se alude a un fragmento de un texto en donde un padre nahua le explica a su hija, a su
“collar de piedras finas, su plumaje de quetzal”, la manera en que ha de cuidarse de no
entregar a una persona incorrecta su corazón y su pureza, y que, el dejarse llevar por el
placer físico puede convertirla en una mujer pública.
Como ya se había hablado, fue tal la admiración que encontraron en la ciudad de México
Tenochtitlan los conquistadores que creyeron estar inmersos en un sueño adornado de
plumas de quetzal y color jade.
Desde luego los españoles no dejaron desapercibidos los preciosos objetos de hechura
indígena, como los discos del Sol y la Luna y otras figuras en oro y plata, que obsequió
Motecuhzoma a Hernán Cortés y este a su vez los envió al emperador Carlos V, objetos
que en Europas fueron admirados y reverenciados.

Pues cada que se hacía alguna analogía sobre las creaciones artísticas occidentales, éstas
recibían únicamente elogios. A pesar de que los ideales estéticos no se asemejaban a los
del otro continente, esculturas como la cabeza de Coyolxauhqui o de la Coatlicue no dejaron
de ser aduladas.

La principal fuente de inspiración para la creación nahua fue la cultura tolteca. Veían en
Quetzalcóatl una grandeza que valía la pena adorar, tal cual la vieron los antiguos Toltecas.
Comentaban incluso acerca del gran ingenio artístico que poseían los Toltecas.
Muestran los textos incluso una manera un tanto idólatra de querer representarse a sí
mismos como una versión mejorada de los toltecas.
El arte náhuatl encuentra así la manera de reivindicar la magnificencia de los toltecas
mediante una producción de elevada ejecución y técnica artística.
Pero, no cualquiera podía ser un artista, los había con esta habilidad desde el nacimiento.
Y tiene sentido, pues no cualquiera podía ser el medio a través del cual se manifiesta Dios.
Además, no todo tenía que ver solamente con una capacidad innata. También era necesario
que el niño continuase su educación en algún centro nahuas de especializado en la
educación del arte, como los cuicacalli, “casas de canto”.

Preparado el artista, deberá lograr su transformación en un Yoltéotl, “corazón endiosado”,


una ser guiado por una especie de inspiración divina, y tener la sabiduría suficiente para
poder “dialogar con su propio corazón”.

Una vez transformado, el artista será un “ladrón de flores y cantos”. Obrara con paciencia,
con sigilo, íntegramente, siendo “dueño de un rostro, dueño de un corazón”.
En sí, la educación náhuatl estaba inspirada en la pretensión por querer humanizar el
corazón de las personas, volverles más sabios, con un corazón más firme, más puro.
Hacer brotar de su interior las flores y el canto.
Por último, se llega a la desembocadura de toda esta obra extraordinaria, la concepción del
sentido que le dan los nahuas a la vida. Quienes tenían una formar de apreciar la vida que
incluso parecería una ideología moderna.
Su alusión sobre la vida ofrece la posibilidad de contemplar, desde un punto de vista
distinto, los eternos enigmas que circundan el existir humano en la tierra a través de lo
perecedero, de la fragilidad de la existencia misma, y convierte a su cultura en su propia
máscara de rostro y corazón Puesto que la inestabilidad de lo que existe, la fragilidad del
mundo, y su fatalidad, son los motivos que invitan al sabio indígena a meditar y a buscar
un más hondo sentido en las cosas pero también a comprender y disfrutar por ello la
fugacidad de la vida y dedicarla no solo a agradecer a los dioses sino a realizar una
búsqueda interior, aquello que los aproxime más a la verdad, a Dios.
Y así, mediante esta búsqueda individual hacia un mismo objetivo, y la convergencia de
todos aquellos rostros y corazones con un valor supremo que los une, es como puede
llegarse a ser una cohuáyotl, “comunidad”.
CONCLUSIONES
Este libro es una recopilación basta de todos aquellos cantares, pasajes, reseñas, crónicas,
etc., que expresan lo que en su momento fueron los últimos años de las culturas
mesoamericanas, así como de la narrativa histórica, desde un punto de vista en primera
persona, de lo que fue la conquista de México.
Muestra una visión muy romántica sobre lo que sería la visión, las hazañas y los
pensamientos de los sabios y reyes de esa época. De su filosofía profunda.
En lo personal me parece alentador conocer la manera en que, a partir de una duda tan
común sobre nuestra existencia y el papel de Dios en esta, los nahuas desarrollan una sería
de visiones que los llevan a constituir doctrinas no solo religiosas o filosóficas, sino que
conformar su descripción sobre el ideal del hombre y la educación para convertirlos en
mejores seres humanos, en seres que hablen de verdad, cuyas raíces son firmes.
Una manera interesante y didáctica de interpretar los sentires de nuestros antepasados.
Además de destacar lo comprensible que es esta importancia dada por Miguel León Portilla
a nuestro pasado cultural, a las raíces de, y el intento por captar el mensaje y el
entendimiento de este desde la propia reflexión indígena vertida en su legado documental.
Y también por ello la importancia del resguardo y la recuperación de todos estos textos en
náhuatl.

BIBLIOGRAFÍA
Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, edición
Guillermo Serés, Real Academia Española-Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2011,
pg. 271, Madrid-Barcelona.
Miguel León Portilla. Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares. Editorial
Fondo de Cultura económica, 2010, México

También podría gustarte