CARTA A Ami Hijo
CARTA A Ami Hijo
Era un día como cualquiera, de trabajo y afanes en el que yo y la obra teníamos el tiempo
justo, en medio de esas tareas cotidianas tu bella mami, me da la hermosa noticia que vamos a
ser padres, luego reflexionamos del milagro que Dios hace dentro de tu mama, pues no podía
tener hijos, fíjate hijo desde tu inicio nos hiciste felices porque como te decimos eres un bello
milagro de Dios.
Naciste una noche luchando por no salir, pues a tu mama le toco batallar por tu salida, grande
y hermoso, todo el mundo tenía que ver con ese hermoso niño, nos sentíamos orgullosos y con
el deseo de luchar y sacarte adelante, nos hiciste más familia, nos uniste más a Dios. Gracias
hijo por existir y compartir tu vida con nosotros.
Crecías y nuestro amor contigo, ahora me arrepiento de no haberte dado el tiempo necesario
para compartir muchas de tus cosas, aun así sabíamos que ibas a ser alguien muy grande en
esta vida, y esperamos que siga siendo así,
Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levanté por
el cabello y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.
Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te
despediste de mi tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal.
Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando
en el jardín. Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado.
Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos; que parecía no
interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te
cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido.
A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no
parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí
a mi cuarto.
Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una
caricia, pero no pude. Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación,
mostrarse sumiso y arrepentido?
Luego escuché unos golpecitos en la puerta. 'Adelante' ... dije, adivinando que eras tú. Abriste
muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación.
Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir? ... ¿vienes a despedirte?
No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara,
aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.
Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a
mí y ciertamente no eras igual.
Tu tenias unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobretodo, sabias
demostrar amor.
Dormías profundamente.
Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce.
Si Dios me escucha y te permite vivir muchos años, algún día sabrás que los padres no somos
perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más
que a mi vida.
'Si lloras por haber perdido el Sol, entonces no podrás ver las estrellas'.
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