El Carácter Del Líder

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El carácter del líder: Liderar con amor desde el corazón.

Parte 2
(1 Corintios 13:4-7)
CINCO CARACTERÍSTICAS DEL AMOR.
I. El amor no busca lo suyo: cuida, comparte y sirve (1 Corintios 13:5).
II. El amor no se irrita: practica el dominio propio (1 Corintios 13:4-7).
III. El amor no guarda rencor: perdona (1 Corintios 13:4-7).
IV. El amor no se goza de la injusticia: se goza de la verdad.
V. El amor todo lo soporta: nunca se rinde (1 Corintios 13:7).
Descripción general. En Liderazgo 1 enfatizamos el corazón del líder. Nuestra premisa es
que un líder debe tener el corazón lleno del amor sobrenatural de Dios.
Porque cuando amamos a Dios y a las personas, le obedecemos a Dios y le agradamos en
cada aspecto de la vida. Amar a Dios y a las personas es la tarea más importante del líder.
Para tener éxito en el liderazgo, debemos ser capaces de amar.
I. El amor no busca lo suyo: cuida, comparte y sirve (1 Corintios 13:5).
La sexta cualidad del amor que Pablo menciona es: El amor no busca lo suyo, no es egoísta.
El amor se preocupa por los otros, así como se preocupa por sí mismo.
El problema del egoísmo. El amor mira en la dirección opuesta al egoísmo. Una persona
egoísta ve la vida como un espejo. Con cualquier cosa que vea, esa persona piensa: “¿Qué
hay en esto para mí?”, “¿cuánto dinero, placer, poder o prestigio puedo obtener de esto?”. El
egoísmo siente envidia y codicia. No respeta los derechos de los demás. No considera las
necesidades de otros.
Un líder egoísta no considera si está dañando la reputación de la iglesia de Dios en una
comunidad. Las personas egoístas piensan solamente en sí mismas como Caín, Acán,
Sansón, Herodes, Judas, los fariseos que mataron a Jesús y Diótrefes.
Como líderes, debemos reconocer que el egoísmo es la esencia de todo pecado.
En su manifestación extrema, el egoísmo dice: “No se haga tu voluntad, sino la mía”. Un
pastor egoísta sacrifica a las ovejas por sus propios deseos. Un pastor amoroso da su vida
por las ovejas. El amor no es egoísta. Se preocupa, comparte, da y sacrifica. El amor siempre
tiene suficiente para compartir. Comparte su fortaleza al llorar con los que lloran (Ro 12:15). El
amor sobrelleva las cargas de otros (Gá 6:2). Pero las personas egoístas nunca tienen
suficiente. Sus vientres nunca se llenan y su apetito nunca se sacia.
Las personas egoístas desean, codician, envidian, usan, manipulan, engañan, hurtan,
malgastan, pasan por alto y comen en exceso. Pero el amor respeta y le preocupan la
reputación, los derechos, la propiedad y las necesidades de los demás. El amor desinteresado
diezma y da ofrendas para ayudar a los pobres, comparte su dinero para enviar misioneros y
comparte su tiempo para ayudar al prójimo. Las personas egoístas gastan demasiado dinero
en ellas mismas y muy poco en otros. Sus palabras favoritas son: yo, mí y mío. Por el
contrario, los desinteresados aman a su prójimo como a sí mismos. Cuidan y comparten con
la humanidad como grupo. Como Dios, aman a todas las personas del mundo y se interesan
en lo que le ocurra a cada una de ellas.
Líder espiritual. El egoísmo es el enemigo de su alma, de su ministerio y de las personas a
las que Dios lo ha llamado para que las guíe al cielo. El egoísmo es persistente. Se
mantendrá llamando a su puerta a todo lo largo de su vida. Mientras vivamos en cuerpo de
carne, debemos combatir la tentación de ser codiciosos. Como líderes espirituales, Dios nos
llama a ayudar a suplir las necesidades de los demás junto con las nuestras. Pero, a medida
que algunos líderes se vuelven fructíferos, también se vuelven egoístas. Al principio, David
era un hombre conforme al corazón de Dios (1 S 13:14; Hch 13:22). En aquellos primeros
años, estuvo dispuesto a combatir a Goliat y a arriesgar Su vida para ayudar a liberar al
pueblo de Dios. Pero después de unos cuantos años como dirigente exitoso, el gigante del
egoísmo derrotó a David. Las semillas del egoísmo se encuentran en la carne de todos
nosotros. Así que, debemos ser cuidadosos de no regarlas. El corazón del hombre es
engañoso y nunca se satisface (Jer 17:9). Debemos estar siempre atentos para ser guiados
por el Espíritu Santo y no por la carne. David comenzó como un hombre conforme al corazón
de Dios.
Pero el éxito lo transformó en un hombre que perseguía todo lo que podía obtener, incluyendo
a la esposa de un amigo fiel. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Co
10:12). Líder espiritual, recuerde siempre que Dios lo llama a proteger, guiar y pastorear a las
ovejas de Él, no a usarlas ni abusar de ellas. El amor no es egoísta.
La mala noticia es que todos somos egoístas en ocasiones porque tenemos “ego”. Vivimos
en un cuerpo de carne. Juan nos recuerda que los seres humanos batallamos con “…los
deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida…” (1 Jn 2:16). Todos
luchamos contra los deseos egoístas de la carne y del mundo. Pero la buena noticia es que
Pablo escribió 1 Corintios 13, no para condenarnos sino para ayudarnos. Los niños pequeños
piensan principalmente en ellos mismos. Por eso Pablo les dijo a los corintios: “Hermanos, no
seáis niños en el modo de pensar… pero maduros en el modo de pensar” (1 Co 14:20). Los
pensamientos de un niño se centran en sí mismo.
El liderazgo espiritual es algo que tenemos que administrar momento a momento, día tras día.
Los psicólogos llaman a las personas egoístas *egocéntricas. El interés de una persona
egoísta está en ser servida en vez de servir. Los líderes egoístas acaparan lo mejor para ellos
mismos. Reflejan la actitud de los hijos de Elí, Ofni y Finees. Dios llamó a estos hombres para
que fueran ejemplos piadosos y guiaran a los israelitas en santidad y justicia. Pero Ofni y
Finees eran líderes egoístas. No estaban preparados para liderar. Recuerde su egoísmo,
cómo abusaron de su posición piadosa y la forma severa en que Dios los trató por servirse a
sí mismos en lugar de a los demás. (1 S 2:12-17; 22-25). “Los hijos de Elí eran hombres
impíos, y no tenían conocimiento de Jehová” (1 S 2:12). Estos hijos eran líderes egoístas.
Para ellos, el liderazgo no se trataba de guiar al pueblo de Dios por los caminos de la justicia.
Por el contrario, estos líderes jóvenes y egoístas veían el liderazgo como una oportunidad
para robar y para cometer pecados sexuales con el pueblo de Dios. Ellos estaban llenos de
lujuria y vacíos de amor. Pensaban que estaban por encima de las leyes de Dios. Con el
tiempo, Dios llegó a estar tan enojado con la casa de Elí, que les quitó la vida al padre y a sus
hijos en un solo día. Y Dios juró que nunca más habría ningún sacerdote del linaje de Elí.
La solución: maduramos como líderes a medida que seguimos a Cristo y crecemos en
gracia.
Jesús es el ejemplo perfecto de altruismo. El amor sacrifica, da y comparte. Piensa en los
demás, no solamente en sí mismo. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito” (Jn 3:16). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo estuvieron en total acuerdo
con el plan de salvación. Así que, vemos a Dios Hijo, levantándose de su trono y
despojándose de sus vestiduras reales. Vemos al Rey descender del cielo para nacer como
un siervo en un establo. En Jesús, observamos el amor sin límites. Recorrió todo el trayecto
desde el cielo hasta la tierra, a la cruz y al sepulcro para redimirnos.
La buena noticia es que a medida que maduramos en Cristo, aprendemos a negarnos a
nosotros mismos y a amar a otros, así como nos amamos a nosotros mismos. El amor no es
egoísta, no piensa solamente en sí mismo. El amor sigue los pasos de Jesús que vino no para
ser servido sino para servir a los demás (Mt 20:28). Los que siguen a Jesús maduran y
aprenden a amar como Él ama. Líder espiritual, el privilegio conlleva responsabilidad. A quien
Dios le da mucho, le exige mucho (Lc 12:48). No descuide su llamado a liderar, No use
incorrectamente su posición de liderazgo ni abuse para satisfacer sus propios deseos
carnales.
Los apóstoles de Jesús eran inmaduros e iban por el camino equivocado. Al contrario de
Cristo, quien pasó de ser rey a ser siervo, los apóstoles querían convertirse en reyes. Su
concepto de liderazgo era sentarse en un trono, mandar a otros y disfrutar de posición, poder,
prestigio, popularidad y privilegios. Estos jóvenes apóstoles pensaban que el papel de los
líderes era ser amados y servidos por las personas. Podemos entender el pensamiento
mundano de los discípulos cuando miraban a los anteriores poderosos reyes carnales de
Israel. Estos reyes eran modelos famosos y ejemplos que los apóstoles y todo Israel
admiraban. Su corazón estaba lleno de ideas de un reino terrenal y de reyes terrenales. Y
esperaban que Jesús, el más grande de todos los reyes y líderes de Israel, fuera servido aún
en mayor medida por aquellos sobre quienes reinaba. Las palabras de Jesús debieron
sorprenderlos con su enseñanza de que el amor no es egoísta, que no busca que lo sirvan
sino servir. Recuerde la asombrosa enseñanza de nuestro Señor acerca de los líderes que
aman por medio del servicio: (Mt 20:20-28).
El llamado a liderar es un llamado a amar por medio del servicio a otros. Recuerde lo que
Pablo, el gran apóstol, dijo sobre cómo se debería guiar, amar y servir: (1 Co 4:8-13). Para
liderar con amor, debemos poner las necesidades de otros al mismo nivel Que nuestras
propias necesidades. Dios se complace en que nos amemos a nosotros mismos. Pero
debemos practicar el amar a los demás tanto como nos amamos a nosotros mismos. Y, sobre
todo, Él nos llama a amarlo a Él con todo nuestro corazón, nuestra alma, mente y fuerza. Así
que, como líderes espirituales, nuestras prioridades sean amar a Dios y a los demás, en lugar
de enamorarnos de nosotros mismos. En Filipenses 1:27–2:30, vemos siete ejemplos (A–G)
que ilustran el principio: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por
lo de los otros” (Fil 2:4).
II. El amor no se irrita: practica el dominio propio (1 Corintios 13:4-7).
Moisés fue un líder a quien Dios usó de muchas maneras. Él condujo al pueblo de Dios fuera
del yugo de la esclavitud de Egipto. Los moldeó hasta convertirlos en una nación. Escribió el
Pentateuco. Sin lugar a dudas, Moisés fue uno de los más grandes líderes que haya existido.
Sin embargo, luchó toda su vida con el problema de la ira. En los momentos clave de su vida,
Moisés perdía los estribos y su habilidad para pensar claramente. La primera explosión de ira
de la cual leemos fue cuando mató a un egipcio que maltrataba a un israelita (Éx 2:11-12). Se
encendió de ira nuevamente y estrelló la tabla de los diez mandamientos que Dios escribió
(Éx 32:19). Y después de guiar a los israelitas por treinta y ocho años en el desierto, se
desbordó su ira y golpeó la roca a la que Dios le dijo que le hablara (Nm 20:8-11). A Moisés
no se le conocía como un hombre de mal genio. No era como el hombre que dijo: “¡Tengo los
nervios de punta y usted me saca de quicio!”. Pero a pesar de sus grandes hazañas, la ira
ocasionó que él muriera a punto de completar la misión de su vida. 3 Moisés se regocijaría si
aprendiésemos de su ira. Que él nos recuerde que debemos humillarnos y depender del
Espíritu Santo para obtener el fruto de dominio propio. “…porque la ira del hombre no obra la
justicia de Dios” (Stg 1:20). Ni entonces, ni ahora, ni nunca. Pablo les ordena a los creyentes:
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Ef
4:31).
 Las personas enojadas pueden huir del problema al abandonar la habitación o la
situación. Esto evita una explosión de ira. Permite un periodo de tiempo para
considerar la causa. Pero alejarse no es una solución permanente. Un enojo sin
resolver puede llevar a la amargura, al sarcasmo y a la crítica. Una persona airada se
vuelve egocéntrica, impaciente y rebelde; por lo tanto, crea tensión en la familia.
 Es acompañado por problemas físicos como dolores de cabeza, úlceras, presión alta y
ataques al corazón. Esto podría llevarlo a reacciones sicológicas como ansiedad,
temor, tensión y depresión.
 Las personas enojadas pueden dirigir su ira hacia otros en vez de intentar resolver el
problema. Las personas pueden manifestar abiertamente su disgusto con aquellos que
los han ofendido. O bien, podrían buscar venganza hablando con sarcasmo en historias
que hacen reír a otros. Algunos podrían dirigir su enojo hacia alguien inocente en lugar
de al ofensor. Estas acciones son “de venganza” pero destructivas. Pablo nos recuerda
que la venganza es un derecho de Dios, no nuestro (Ro 12:19).
 Las personas enojadas pueden escoger enfrentar la causa de su enojo. Esta es
una sabia decisión. Para vencer la ira, debemos admitir que estamos enojados.
Debemos orar y tratar de comprender la causa del enojo. Es posible que necesitemos
ver la situación desde una perspectiva diferente. Entonces debemos hacer lo que sea
mejor para aceptar o mejorar la situación. Tenemos que depender del Espíritu Santo
para obtener su fruto de dominio propio, bondad, compasión, perdón y amor.
Cuando se trata de deshacernos de la ira, cuanto más rápido lo hagamos es mejor. Los
líderes espirituales y diestros vencen la ira rápidamente, incluso segundos después de
que esta se manifiesta. El siervo del Señor no debe ser contencioso sino amable con
todos (2 Ti 2:24-25). Debemos aprender a expresar nuestras emociones de manera
que seamos corteses y evitemos la rudeza. Y en asuntos personales, todo enojo
debería apaciguarse ¡antes de que se ponga el sol! Pues aquellos que alimentan la ira
durante la noche descubren que crece hasta convertirse en un gigante que no pueden
controlar. Como advirtió el salmista: “…en mi meditación se encendió fuego” (Sal 39:3).
“Cuanto más pensaba, más me enardecía hasta que disparé un fuego de palabras” (Sal
39:3 NTV). Pensar en la ira es como poner leña en el fuego.
Meditar en ella la hace más ardiente.
No perdemos nuestras emociones cuando comenzamos a seguir a Jesús. Y solo con esfuerzo
propio, no podemos vencer la ira. Pero recuerde la cima de la montaña de Efesios.
Gloria a Dios, “que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de
lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros…” (Ef 3:20).
Cuando cooperamos con el Espíritu Santo, lo buscamos y dependemos de Él, quien
produce el fruto de dominio propio en nosotros.
Alguna clase de ira es pecaminosa, pero otra no lo es. 4 Hay un tiempo para el enojo justo. El
enojo de Jesús era justificado ya que fue por causa de la hipocresía, el mal uso de la casa de
Dios y de la preocupación de algunos por los reglamentos más que por las personas. Cuando
vemos injusticia e iniquidad, tales cosas deberían hacernos enojar. Debe conmovernos que
alguien deshonre a Dios, profane su nombre o ridiculice los principios bíblicos. La inmoralidad,
el maltrato a los pobres y el abuso o descuido de mujeres y niños deben encender nuestras
emociones. Pero debemos tener cuidado, no sea que nuestra ira se salga de control y
actuemos de maneras anticristianas. Debemos aprender a expresar emociones fuertes de
manera cristiana. Evitemos derribar a las personas con nuestras convicciones o con nuestras
palabras. Practiquemos la habilidad de ser corteses. Tenemos que ponerle un arnés y un
freno a la ira, permitiendo que la sabiduría del Espíritu Santo fluya a través de nosotros de
manera hábil, gentil, amable, compasiva y amorosa. La ira es un sentimiento que debemos
aprender a manejar con la ayuda de Espíritu Santo.
Una manera positiva de describir el amor es: “El amor controla su temperamento”. La
ira fuera de control es una señal de carnalidad e inmadurez.
Dios tenía muchas razones para enojarse con Israel. Él los liberó de la esclavitud de Egipto.
Pero fueron malagradecidos. Se quejaban y desobedecían. Su peor traición fue negarlo a Él
como Dios y ¡adorar un becerro de oro que Aarón había fundido con sus joyas! Sus malas
decisiones les produjeron terribles consecuencias; pero, aun así, Dios continuó amándolos.
“No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes
endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su
servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande
en misericordia, porque no los abandonaste” (Neh 9:17).
Pueden surgir momentos en que las circunstancias nos hagan enojar. Podríamos esperar
mejor comportamiento del que vemos en los creyentes jóvenes. Incluso los creyentes
mayores pueden frustrarnos si les falta madurez. Y las frustraciones pueden molestarnos,
tentándonos a ser severos con otros. Y hasta podríamos enojarnos con Dios en tiempos de
enfermedad, de accidentes, de apuros financieros y de expectativas insatisfechas.
Necesitamos un nuevo bautismo de amor. ¡Qué gran diferencia puede hacer! El amor nos
hace retroceder y preguntarnos por qué estamos enojados. Nos damos cuenta de que la
causa del enojo no está en las circunstancias. La ira es una respuesta de la carne hacia las
personas y hacia las circunstancias. La ira es parte del problema. Las soluciones a los
problemas que enfrentamos siempre están más allá de los sentimientos iniciales de enojo que
un líder puede tener. A medida que oramos cuando estamos airados, el Espíritu Santo nos
llena del amor de Dios por las personas y también de bondad, sabiduría y discernimiento
espiritual que llegan por medio de conversaciones amables y pacíficas.
Todos los líderes de Dios se han sentido así en un momento u otro. Emociones como las que
sintió Moises, estas son habituales en la carne. Pero recuerde que Dios se decepcionó tanto
de Moisés por esa desobediencia que no le permitió conducir al pueblo a la tierra prometida
(Nm 20:8-12).
El amor es lento para la ira y en raras ocasiones se enoja. Si no podemos hablar y actuar con
paciencia, amabilidad, gentileza y cortesía, entonces necesitamos unos cuantos minutos para
orar antes de hablar. De otra manera, en vez de ayudar a la obra de Dios, la
obstaculizaremos. La sabiduría de lo alto es pacífica y considerada. Los que siembran la ira
obtendrán una cosecha de dolor y decepción. Pero los que siembran la paz obtendrán una
cosecha gozosa de justicia. Así que, elija. Consienta su ira carnal y estropee la obra de Dios o
camine en el Espíritu Santo mostrando el fruto maduro del dominio propio y llevando al pueblo
de Dios hacia adelante en la dirección correcta.

III. EL AMOR NO GUARDA RENCOR: PERDONA (1 CORINTIOS 13:5).


Dios ama, perdona y borra los pecados de aquellos que se arrepienten y aceptan a
Jesús como Salvador y Señor. Cuando lleguemos al cielo, ¡nos avergonzaría si Dios sacara
una lista de nuestras faltas y pecados en la tierra! Pero su perdón ha borrado nuestros
pecados ¡para siempre! El amor de Dios lo llevó a enviar a su Hijo a morir en una cruz por
nuestra salvación. Cuando Dios perdona nuestros pecados, ¡Él nunca vuelve a recordarlos! La
memoria de Dios es perfecta. Puede recordar cualquier cosa que quiera. Pero Él ha decidido
nunca más volver a recordar nuestros pecados (Heb 10:17).
¡Aleluya! “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras
rebeliones” (Sal 103:12).
El amor de Dios perdona a grandes y a pequeños pecadores. Perdona a Tamar, a Rahab, a
Rut y a Betsabé. El amor de Dios perdona a Sansón, a Judá, al rey David y a Manasés, el rey
más perverso que gobernó en Israel. Dios perdona a todos los que se arrepienten, se apartan
del pecado y se arrodillan ante Él para recibir perdón por medio del sacrificio de Jesucristo. Él
perdonará a los que hayan pecado solo un poco y sean casi tan blancos como la nieve. Y
perdonará a quienes hayan pecado tanto que su corazón esté tan sucio como las bisagras de
la puerta del infierno.
Dios nos exige que amemos y perdonemos a otros así como Él nos perdona. Una ley o
un principio de las Escrituras es que Dios nos perdona a nosotros en la misma medida en que
perdonamos a otros. Él les exige a sus hijos que amen a otros así como Él nos ama. Esta es
una ley en la familia de Dios. Una condición para continuar recibiendo el amor y el perdón de
Dios es que nosotros perdonemos a los demás así como Él nos perdona a nosotros. Dios
perdona nuestros pecados de la misma manera en que perdonamos a los que pecan contra
nosotros. Jesús les enseñó a sus seguidores a orar: “Y perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6:12).
Claro que hay ocasiones cuando la congregación, como grupo, debe disciplinar a los que
pecan (Mt 18:15-20; 1 Co 5:1-13). El propósito de toda disciplina en la congregación es
corregir y restaurar a aquellos que se extravían.
Recuerde lo que Jesús enseñó acerca de individuos que les transmiten a otros el perdón que
primero recibieron de Dios por sus propios pecados (Mt 18:35).
El amor de Dios que perdona es uno de los temas más importantes de la Biblia. Recuerde el
amor y el perdón de Dios a medida que completa.
Ofrezca bálsamo en vez de sentido de culpabilidad. El pastor Randy Valimont enfatiza
que, como líderes, debemos amar a las personas a las que servimos y perdonarles sus
pecados y errores del pasado. Algunas veces un líder puede sentirse tentado a culpar en vez
de ofrecer bálsamo. Pero las personas ya sufren suficiente por sus pecados, para que el líder
añada más sufrimiento. Dios no llama a los líderes a acumular culpa y condenas sobre las
personas. Él nos llama a amar a las personas, a perdonarlas, a olvidar sus pecados y a dejar
de recordarles su horrible pasado. Dios está más interesado en nuestro futuro que en nuestro
pasado. Este es el evangelio que proclama la gracia de Dios en lugares donde los pecados de
las personas realmente han hecho un desastre. Dios les ofrece a aquellos que se arrepienten
y siguen a Cristo ¡un perdón total y completo de todos sus pecados pasados! Como líderes
que representamos a Dios, debemos ofrecer el mismo amor y perdón que
Dios ofrece. 5 Liderar con amor y perdón es la clave para construir relaciones con aquellos a
los que Dios nos llama a liderar.
Nunca podremos, en nuestra propia fuerza, amar y perdonar como Dios manda. Pero cuando
decidimos perdonar y depender de Dios, Él nos capacita para amar y perdonar a otros como
Él nos ama y nos perdona. Dios siempre nos capacita para obedecerle y agradarle a Él
cuando lo buscamos y dependemos del amor y la gracia que nos provee su Espíritu Santo.
Jonás fue profeta sin amor. Él no quería que Dios perdonara a los asirios en Nínive. Más bien,
el profeta quería que Dios destruyera a Nínive y a toda su población. Como judío, Jonás no
quería que los gentiles recibieran ninguna misericordia. Él fue hostil con los gentiles a causa
de sus pecados. Ellos adoraban ídolos, no conocían al verdadero Dios, no tenían a Moisés ni
a los profetas. Y eran muy crueles. 7 La única razón por la que Jonás fue a Nínive después de
que la ballena lo escupiera en la costa, fue para salvar su propia vida y no la de los asirios.
Jonás amenazó a los asirios, aterrándolos para que se arrepintieran. Pero, ¿a cuántos guió a
tomar el camino al cielo? ¡A ninguno en absoluto! Jonás no amaba al pueblo al cual Dios lo
llamó a servir.
Aunque Dios quería perdonarlo y salvarlo, Jonás se negaba a eso. Él no perdonaría a los
asirios por sus pecados pasados ni presentes. Es más, Jonás ni siquiera perdonaría a los
asirios por haber nacido gentiles en vez de judíos. Él era prisionero de sus prejuicios y un
profeta sin amor. Si Jonás hubiera abierto su corazón para que fuera lleno del amor de Dios,
la historia sería diferente. El rey y todas las personas de Nínive se arrepintieron. Si Jonás
hubiera permitido que el amor de Dios fluyera a través de él, tal vez los ninivitas habrían
abierto su corazón al único y verdadero Dios. Pero Jonás no guió a los habitantes de Nínive
hacia el Dios del cielo. Porque el liderazgo se detiene donde el amor se detiene.
Líder espiritual, ponga en práctica liderar a las personas por medio del amor y del perdón.
Ámelos y perdónelos cuando sean tercos y cuando lo insulten. Ámelos así como Dios los
ama. Pues mientras usted las guíe por medio del amor, las personas lo amarán, confiarán en
usted y lo seguirán en su camino para llegar a ser más como Cristo. Y recuerde siempre, el
proceso de la salvación no termina hasta que lleguemos al cielo. El amor no mantiene un
registro de errores. Ama, perdona y olvida.
Aquellos que lideran con amor perdonan y no guardan una lista del pasado. El que ama no les
recuerda a los demás los momentos en que ofendieron, pecaron o erraron. Pues los que no
perdonan son los que no aman (Mt 18:21-35). Un esposo y su esposa discutían. En su enojo,
él le recordó a ella su pecado del pasado.
Las palabras del esposo no eran amorosas ni justas. Pues, cuando perdonamos, debemos
enterrar los pecados del pasado y nunca sacarlos de su tumba. Una regla del matrimonio es
que después de que los cónyuges se perdonan mutuamente, nunca deben mencionar las
heridas pasadas que perdonaron. Desenterrar los errores pasados es tan insensato como
caminar hacia atrás. Esto evita que avancemos para resolver los problemas presentes. Deje el
pasado en el pasado. No serruche el aserrín. No sea un excavador de tumbas. Enfrente el
presente y el futuro. Dependa del amor de Dios y de la gracia de Dios para perdonar a otros y
guiarlos hacia adelante.
IV. EL AMOR NO SE GOZA DE LA INJUSTICIA: SE GOZA DE LA VERDAD
(1 CORINTIOS 13:6; 5:1-8).
El amor… no se regocija de la injusticia; sino que se regocija con la verdad (1 Co 13:6). Este
versículo revela lo que aborrece el amor y lo que hace feliz al amor ágape. Nos dice en qué y
con qué se deleita el amor celestial. Al reflexionar en este versículo, esperaríamos que Pablo
dijera: El amor no se regocija en lo injusto, sino que se regocija en lo justo. Pero Pablo usa la
palabra verdad en vez de la palabra justo. Pablo dice que el amor no se deleita en lo injusto,
sino que se goza en la verdad. Como cristianos, siempre debemos escoger entre la injusticia y
la verdad del evangelio. Porque la persona que trata de deleitarse en la injusticia y en la
verdad es una persona dividida. Si un líder o cualquier seguidor de Cristo se deleitan en la
maldad, como en los pecados sexuales, en el hurto o en la mentira, entonces esta persona
seguramente esconde la verdad y miente acerca de su comportamiento. Los que se deleitan
en la maldad no pueden abrazar la verdad, pues esta expone su hipocresía.
Ananías y Safira se deleitaban con lo que era malo, pero esto los llevó a sentir al respecto.
Nuestra reacción hacia lo malo determina nuestra reacción hacia la verdad. La maldad y la
verdad son enemigas. Los que se deleitan en lo malo también se deleitan en la mentira. Y los
que se deleitan en lo correcto también se deleitan en lo verdadero. El mal y la mentira son
aliados en el crimen, mientras que la justicia y la verdad caminan de la mano. A los que hacen
lo malo les gusta vivir en las tinieblas. Pero los que son justos viven en la luz (Jn 3:21).
Tristemente, hay muchos líderes de la congregación que se deleitan en la injusticia
secretamente. Como ejemplos, están los líderes carnales que cometen pecados sexuales, le
roban a la congregación y los que abusan de sus posiciones y privilegios. Por el contrario, los
que conducen con amor se deleitan en lo que es correcto y se regocijan en Cristo, la verdad
suprema.
Algunos de los corintios estaban confundidos. Afirmaban que tenían una relación con Dios,
pero se deleitaban en la maldad. Recuerde el pecado sexual narrado en 1 Corintios 5:1-8. Un
hombre de la iglesia de Corinto mantenía relaciones sexuales con la esposa de su padre. Y
algunos miembros de la congregación de Corinto se jactaban del asunto. Pablo dijo que
deberían estar lamentándose, no alardeando (1 Co 5:1-2).
Pablo les mandó a estos creyentes que sacaran a este pecador de la congregación, con la
esperanza de que esta disciplina lo moviera al arrepentimiento. Y Pablo guió a los creyentes a
adorar a Dios en santidad, sinceridad y verdad (1 Co 5:6-8).
Para ser líderes espirituales, debemos amar lo correcto y odiar lo incorrecto. No podemos
viajar en el camino de la maldad y alcanzar el destino del cielo. En 1 Corintios 13:6, Pablo nos
recuerda que, como pueblo de Dios, debemos reflejar el carácter de nuestro Padre celestial.
Dios es justo y santo; así que, sus líderes deben regocijarse en lo que es verdadero, justo y
recto.
El amor es más que un sentimiento o una ilusión; tiene una fuerte ética
Moral. Pablo nos dirige a apartarnos de la idea de que el amor es un simple sentimiento o una
emoción. El apóstol escribe: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno”
(Ro 12:9). El amor involucra sentimientos, pero el amor es más que un sentimiento. Los
sentimientos son volubles, como hojas barridas por el viento.
Los sentimientos pueden ser los primeros en desaparecer y los últimos en regresar. 8
¿Recuerda cuán rápidamente los sentimientos de Amnón cambiaron de amor a odio por
Tamar? (2 S 13:1-20). Los sentimientos son como neblina que aparece por un momento y
desaparece con el sol. Pero a diferencia de la neblina, el amor tiene sustancia y fibra.
Como la columna vertebral sostiene al cuerpo, la moralidad es la columna vertebral del amor.
Podemos reconocer el amor bíblico por su naturaleza moral, el amor detesta lo malo y se
aferra a lo bueno. El amor ágape odia las tinieblas y ama la luz. Desprecia la maldad y está
casado con lo correcto. Pablo no solo nos dice que odiemos lo malo y amemos lo bueno. Más
bien, él describe la naturaleza del amor. Dice que el amor es puro solamente en la medida en
que detesta lo malo y se aferra a lo bueno.
¡El amor odia! Considere la paradoja de poner el amor y el odio uno al lado del otro. Ambos
parecieran ser dos compañeros extraños. Aun así, la Biblia enseña que el amor odia; odia lo
que es malo. Algunos piensan que el amor es solamente una tierna y bondadosa emoción
hacia lo correcto. Pero Romanos 12:9 revela que el amor tiene un lado de furia, como el de
una gallina enfurecida que protege a sus polluelos. La palabra griega para odio es stugeo.
Pero en Romanos 12:9, Pablo usa apo-stugeo, la cual intensifica odio y significa odiar
violentamente o aborrecer excesivamente. 10 Romanos 12:9 describe el odio extremo. El
amor no solo se abstiene del mal, sino que, a diferencia de los creyentes de Tiatira, no tolera
pasivamente la maldad (Ap 2:20-23). El amor rechaza la maldad con una pasión intensa y
ardiente. 11 El amor ágape se enoja con la maldad. Siente celo por lo que es correcto y celo
contra lo que es incorrecto. Jesús demostró un amor furioso por la casa de Dios, cuando
limpió el templo. De igual manera, el amor de Dios en nuestro interior nos hace rechazar y
hablar en contra de las maldades tales como el abuso infantil, la pornografía, el aborto, la
homosexualidad y todas las formas de pecado (vea Ro 13:9).
Pablo les escribió a los romanos desde Corinto. Empleó la fuerte palabra griega poneros para
mal, en vez de la palabra griega menos severa: kakos. En el Nuevo Testamento en griego, ho
poneros se refiere a menudo a Satanás, el maligno (Mt 5:37; 6:13; 13:19; Jn 17:15).
Igualmente, poneros se refiere a este siglo malo y a las generaciones malvadas (Gá 1:4; Ef
5:16). 12 La persona perversa tiene que enfrentar el juicio de Dios (1 Co 5:13). En contraste,
la epístola a los Romanos nos guía a no conformarnos a este mundo perverso, sino a ser
transformados al tener una mente renovada (Ro 12:2), a odiar el mal y amar lo bueno. A
medida que Pablo les escribía a los romanos desde Corinto, sin duda él les hizo recordar las
maldades de la congregación de los corintios, tales como divisiones, pecados sexuales,
hipocresía, egoísmo y orgullo.
El amor no es incierto ni indeciso acerca de la maldad.
El amor no es de doble ánimo en cuanto al pecado. No ama la maldad en el hogar, y
demuestra detestarla en público. Cuando el amor se encuentra con la maldad, la detesta, la
desprecia, la aborrece y la rechaza. El amor odia todo lo que Dios afirma que es malo.
El amor no es neutral hacia la maldad. No es pasivo ni indiferente hacia las cosas
pecaminosas. El amor es un enemigo vehemente contra la maldad. El amor no es como los
miembros de la iglesia de Tiatira que toleraban a Jezabel, una mujer malvada de la
congregación (Ap 2:20). Más bien el amor es como la actitud de los creyentes de Éfeso. Jesús
los elogió: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de El amor no se siente atraído por la
maldad. No le guiña el ojo ni le coquetea a la maldad. Como el caramelo es dulce,
disfrutamos al darle vueltas una y otra vez en la boca. De igual manera, algunas tentaciones
son dulces para la carne. Podríamos sentirnos tentados a hacer amistad o consentir los
“dulces” pensamientos como la lujuria, la venganza, la codicia o el orgullo. Las personas que
no aman a Dios juegan con los malos pensamientos una y otra vez en su mente, como si
fueran un “caramelo” mental. Pero Pablo arroja una luz sobre tales pensamientos
descuidados, pecaminosos y carnales. En Romanos 6–8 expone al pecado como realmente
es: sigue su propia ley; es decir, es rebelión contra la ley de Dios. Y en Romanos 12:9 Pablo
nos guía a ver la vida a través de los ojos de Dios. La Palabra de Dios y el Espíritu de Dios
nos entrenan a odiar lo malo. Debemos cuidarnos de sentirnos a gusto o cómodos con la
maldad. Tenemos que negarnos a permitir que las cosas malas nos entretengan. Debemos
aborrecer el hecho de hacer amistad con lo malvado. El amor no coquetea con el mal. No
acaricia lo que es pecaminoso. Rechace un mal pensamiento de su mente, como si escupiera
una semilla amarga. El amor detesta la maldad así como el hombre odia a una serpiente
venenosa a punto de atacar. El mundo es inmoral. Dice: “Sigue a tu corazón”. Pero la Biblia
dice: “odia lo malo y aférrate a lo correcto”. Dios es amor, pero el mayor engaño de esta
generación es la idea de que el amor puede disfrutar de cortas caminatas con Dios en medio
de un compañerismo con la maldad. Para ser amigos de Dios debemos ser enemigos de la
maldad.
Líder espiritual, al caminar cada día, tenga en cuenta que el Espíritu de Dios en su interior
mira a través de sus ojos y conoce cada pensamiento que usted tiene. Practique honrar a
Dios en sus pensamientos íntimos, puesto que Él mora en usted y es su dueño. Usted es el
templo del Espíritu Santo (1 Co 3:16; 6:19). ¡Pórtese conforme a esta verdad! Jesús advirtió
que, en los últimos días, debido a que el mal abundará, el amor de la mayoría se enfriará (Mt
24:12). Así como el agua apaga el fuego, la maldad puede extinguir el amor bíblico. Así que,
entrenémonos para tener la actitud correcta hacia la maldad odiando lo malo. Este es el
primer lado del amor mencionado por Pablo en Romanos 12:9. Mientras odiemos la maldad
tendremos comunión con Dios.
“Los que amáis a Jehová, aborreced el mal; Él guarda las almas de sus santos; de mano de
los impíos los libra” (Sal 97:10).
El amor no es unilateral. Por el contrario, el amor es como una moneda: tiene dos lados. El
segundo lado es el que se aferra a lo que es bueno. La palabra griega para aferrar (kollaomai)
aparece en los escritos de Pablo solamente con referencia a las relaciones sexuales (1 Co
6:16, 17; vea también Mt 19:5). 14 Pablo nos guía a aferrarnos a lo que es bueno, así como
cuando un hombre se casa, se une a su esposa y se aferra a ella. El amor abraza lo que es
correcto, tanto como odia lo malo.
El amor se aferra a lo que es correcto como Rut se apegó a Noemí. Con una actitud constante
y firme, el amor se aferra a lo puro, justo y honesto. Así como Cristo está comprometido con
su iglesia, el amor abraza, se aferra y se sujeta a la justicia.
Líder espiritual, practicar Romanos 12:9 es la clave para recibir el favor de Dios y su bendición
porque, cuando aborrecemos lo malo y seguimos lo bueno, imitamos a Dios y tenemos
comunión con Él. Esto le permite a Dios transformarnos a su semejanza y cumplir toda su
voluntad para nosotros.

El amor se regocija en la verdad. Jesús es la verdad, la vida y el camino (Jn 14:6). Así que,
¡nos gusta regocijarnos en Jesús! También nos regocijamos en la Palabra de Dios, la cual es
nuestro estándar de la verdad (Jn 17:17). Muchos se regocijan en falsas enseñanzas que
atraen a la carne. Pero el amor se regocija en la verdad. Juan fue conocido como el apóstol
del amor. Cuente las veces en que relaciona el amor con la verdad en su segunda epístola.
Juan casa al amor con la verdad. Sin la verdad, el amor es solo una cálida sensación o un
sentimiento. No debemos separar el amor de la verdad. Aquellos que se regocijan en la
maldad son perversos y andan en las tinieblas (Pr 2:10, 12, 14). Pero los hijos del amor y de
la luz ¡se regocijan en la verdad! Así que, reflejemos un carácter que sea puro, justo y
verdadero. Que nuestros pensamientos secretos y nuestras palabras y acciones en público
estén llenas de amor, justicia, luz y verdad.
Líder espiritual, ¡tenga cuidado! Su ministerio, influencia y futuro en el cielo dependen
de liderar con amor y con verdad. En Mateo 23, Jesús reprendió a los líderes religiosos de
su tiempo. Estos eran líderes populares y poderosos. Podían citar cualquier versículo de los
escritos por Moisés. Pagaban sus diezmos. Hacían buenas obras y largas oraciones (Lc
20:47). Vestían ropas religiosas y llevaban grandes Biblias (Mt 23:5). Asistían a los cultos en
el templo ¡y se sentaban en las primeras bancas! Pero descuidaron los asuntos más
importantes de la ley de Dios como amar a Dios y a las personas, practicar la justicia, la
misericordia y la fe (Mt 23:23).
Estos líderes tenían popularidad, posición y poder, pero Jesús afirmó que ellos carecían de
influencia. Jesús le dijo a la gente que obedeciera sus enseñanzas bíblicas, pero que
rechazara sus ejemplos. ¿Por qué? Porque estos líderes hablaban correctamente, pero
caminaban torcido. No practicaban en privado lo que predicaban desde el púlpito. Eran santos
el domingo, pero pecadores de lunes a sábado. Eran como sepulcros pintados de blanco,
pero llenos en su interior de huesos de hombres muertos. Aparentaban ser santos en el
exterior, pero estaban llenos de codicia y autocomplacencia en su interior (Mt 23: 1-5; 23:26).

V. EL AMOR TODO LO SOPORTA: NUNCA SE RINDE (1 CORINTIOS 13:7).


Los desafíos del liderazgo. Desde los primeros días de su ministerio, el líder espiritual
necesitará la perseverancia proporcionada por el amor de Dios. Cuando todavía es joven, hay
tentaciones que desvían la mirada y pruebas que hacen tropezar los pies del líder. La
adulación y la popularidad se encuentran entre los primeros enemigos que el líder enfrenta.
Pero, a medida que el líder persevera durante esta temporada de halagos, pasa como una
luna de miel en los primeros días del matrimonio. Luego llegan las críticas, los murmuradores
y aquellos con la lengua viperina de la calumnia. Junto con estos, el amor debe soportar los
ataques de actitudes de ingratitud. Aun en la primera década de su ministerio, algunos que
una vez adularon y elogiaron a un líder pueden empezar a criticarlo, a atacarlo, a burlarse de
él y a odiarlo. Rápidamente, el veneno del odio cubre las dulces migajas del elogio. Y siempre
hay presiones físicas, emocionales, mentales, sociales y financieras del ministerio que
asechan desde todos los ángulos. Así que, permitamos que los líderes de Dios se preparen
para pelear la buena batalla de la fe, incluso desde sus primeros años ministeriales. Y en los
últimos años de liderazgo, los ministros deben preparar nuevas predicaciones y enseñanzas
domingo tras domingo para guiar bajo la mirada de Dios mientras pastorean a hombres y
mujeres.
Desde el principio hasta el fin, los líderes necesitan el fluir del amor celestial para perseverar.
El liderazgo es exigente. Pablo describió algunos de los desafíos de ser un líder espiritual.
Muy pocos enfrentan las persecuciones extremas de Pablo, pero todos los líderes tienen su
propia lista de pruebas.
Nosotros no nos descorazonamos porque Dios nos renueva en el interior con su amor y por
su Espíritu Santo. Para sobrevivir, Pablo necesitó mucha ayuda de parte del Espíritu Santo.
En 2 Corintios 1:8, menciona sufrimientos humanamente imposibles de sobrellevar.
Posteriormente en su carta, él enumerará muchos otros sufrimientos, tales como prisiones,
flagelaciones, treinta y nueve azotes, apedreamientos, naufragios, ladrones. A menudo Pablo
se encontró sin alimento, sin ropa, sin reposo y sin amigos. Y vivió con un aguijón en la carne
que lo atormentaba. Insultos, adversidades, dolores, persecuciones, dificultades y debilidades
acompañaban a Pablo en su caminar a dondequiera que fuera (2 Co 11:16–12:10).
El amor de Dios capacita a los líderes a llorar con los que lloran y a regocijarse con los que se
regocijan. El amor nos da las fuerzas para ser como un padre para los nuevos convertidos,
para reprender a los hipócritas y para lidiar fielmente con los reincidentes. El amor de Dios
empodera a los líderes para soportar llevar el peso de centenares de almas en su corazón, así
como el sumo sacerdote llevaba a las tribus de Israel en su pectoral. Liderar en amor hasta
puede llevar a que los líderes parezcan y se sientan viejos, cuando todavía son jóvenes. Las
exigencias sobre un líder nos llevan a decir como Pablo: “¿Quién puede ser apto para estas
cosas?” Aun así, podemos decir con Pablo: “el amor todo lo soporta” (1 Co 13:7).
Si el líder cae, desde su alta posición en el servicio, ¡cuán gran daño puede traer esto a la
congregación! Si el líder del pueblo de Dios se desliza en lugares resbaladizos, se producen
gritos de alegría entre los enemigos del Señor. Los demonios danzan por las calles cuando
los ministros tropiezan y caen. ¡El infierno celebra cuando los enemigos arrastran el
estandarte de Dios por el polvo y pisotean el nombre de Jesús en el lodo! Cuando el líder
espiritual del pueblo de Dios se convierte en traidor, ¡es como si los pilares de la casa de Dios
se sacudieran! Cada piedra del edificio siente el impacto y el estremecimiento cuando cae un
líder. Si Satanás logra hacer tropezar a un líder espiritual, es como ver caer un gran árbol por
el impacto del hacha. ¿Qué les pasará a las aves que construyeron sus nidos en sus ramas?
¿Adónde irán los animales que encontraron sombra debajo? La confusión golpea el corazón
de muchos mientras huyen con miedo y desánimo. Todos los que fueron consolados por las
palabras del líder y fortalecidos por su ejemplo se llenan de humillación y dolor. Lloran uno
con otro. “Es tan triste, tan triste en verdad”. Debido a estos peligros y las grandes
responsabilidades, las personas deben orar por sus líderes espirituales, así como rogaba
Pablo: “Hermanos, orad por nosotros” (1 Ts 5:25). Pues solamente por medio del poder del
Espíritu Santo, puede un líder espiritual permanecer firme en el amor, perseverando hasta el
fin y ser salvo.
Dios sigue este enfoque, contrario a la forma en que el mundo duda. Dios confía en los
seres humanos. Él cree en nosotros y nos aplaude. Dios le confió a Noé una tarea que le
tomó muchos años. Noé era fiel ¡y no traicionó esa confianza! (Gn 6:22). Dios confió en
Abraham para que abandonara su país, a sus familiares, su hogar, sin saber dónde
terminaría. Abraham confió en Dios ¡y obedeció! Dios confía en sus líderes y seguidores para
evangelizar y hacer discípulos en todos los grupos étnicos (Mt 28:18-20). Si fallamos, su plan
para el mundo entero falla. La eternidad de miles de millones de almas ¡depende de si
cumplimos lo que Dios nos ha encomendado! Cuando Dios nos confía el liderazgo, Él cree
que seremos fieles y obedientes. Él confía en nosotros para mantener su reputación, para
compartir sus buenas nuevas y para darle gloria. Por increíble que parezca, ¡Dios cree en
nosotros! Seamos fieles y no defraudemos a nuestro Padre celestial. Confiemos en otros,
aunque ellos no sean perfectos. Sigamos confiando y esperando lo mejor. ¡Eso es amor! Y a
medida que el amor confía y espera, saca lo mejor de todos nosotros.
El amor todo lo soporta (1 Corintios 13:7). El amor nunca deja de ser. Nunca se rinde. El
amor bíblico persevera y nos ayuda hasta el final. El amor celestial en nuestro interior, por el
Espíritu Santo, soporta siempre la adversidad. Se expande en nuestro interior de manera que
podamos enfrentar las presiones, los retos y las batallas de la vida. Con el amor de Dios que
llena nuestro corazón, seguiremos confiando, esperando y perseverando en Cristo, sin
importar lo que se nos presente en el camino.
El amor es poderoso y firme. Soporta todas las cosas. Sigue creyendo y esperando, sin
importar qué. El amor permanece firme cuando todo lo demás de derrumba. El amor nunca se
rinde.
 El amor de Dios permanece alcanzando a la humanidad a lo largo de la historia. La
mayoría de las personas rechazan a Dios y escogen el camino ancho hacia la
destrucción. Aun así, Dios persevera en amor y salva a los que lo escogen a Él.
 El amor de Jesús lo llevó a sufrir la cruz y a confiar en Dios hasta el final. Él
encomendó su espíritu al Padre cuando agonizaba.
 El amor de Esteban le dio la fortaleza para resistir mientras era apedreado y para
perdonar a los que lo asesinaron.
 El amor de Pablo lo capacitó para predicar el evangelio y perseverar a través de toda
una vida de pruebas y de problemas. En 2 Corintios 11:16–12:10 se enumeran algunos
de los valles y las montañas que Pablo pudo soportar porque el amor lo capacitó.
Cuando el amor se enfría, las personas renuncian y abandonan la fe (Mt 24:12). Pero cuando
el amor permanece, continuamos creyendo y perseverando hasta el final. Así que, como
dijimos al inicio de esta unidad, nuestra mayor necesidad es el amor. Es la clave para seguir a
Jesús desde la tierra hasta el cielo. El amor es esencial para todo líder espiritual.
Aplicación: Lea 1 Corintios 13:4-7 y escriba su nombre como sustituto de la palabra amor.
Haga esto ahora y pídale al Señor que le ayude a poner en práctica el amor en su vida. La
prueba del amor no es solamente memorizar y comprender 1 Corintios 13:4-7, sino vivirlo
también

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