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El primer libro álbum de la humanidad

Adolfo Córdova
Viajar en el tiempo. Más de 30 mil años. Entrar a una cueva. Dominar el fuego. Seguir
despierto en la noche. Bailar y hacer música. Contar una historia. Grabar la historia en las
paredes cavernosas y húmedas, Sobrevivir.
En 1994, en una cueva al sur de Francia, se encontraron una serie de pinturas prehistóricas
con un grado de conservación asombroso. No solo había caballos y bisontes, como se
habían encontrado en otras cuevas, aquí también acechaban los leones, las panteras, los
osos, los ibex, las hienas... y hasta volaba un búho. Tal vez era parte de un ritual mágico.
Encontraron hongos, líneas, puntos; símbolos que no entendemos, manadas que levantan el
polvo. Tal vez era una forma de exorcizar temores llenos de garras y colmillos. Pesadillas
en manada. Pero algo es seguro: fue una de las primeras expresiones de nuestra especie.
Hoy los artistas siguen dibujando y contando historias para sobrevivir, para entender, para
exorcizar leones y hienas. Ahora les llamamos cómic, novela gráfica, libro álbum.
En estas pinturas, en la bautizada Cueva de Chauvet (por Jean Marie Chauvet, uno de los
espeleólogos que la descubrió), había una intención, una técnica, como la hay ahora:
muchas pinturas se hicieron después de haber raspado las paredes, como si prepararan el
lienzo, la hoja de papel, para tener superficies más lisas.
Pero también dejaban protuberancias en las paredes rocosas y dibujaban sobre ellas,
delineando sus contornos. La luz de las antorchas proyectaba algunas sombras en los
contornos de los animales y así pare- cian salir de las paredes. ¡Hicieron los primeros
efectos 3D de la historia! Y uno de los primeros "libros" ilustrados de la humanidad, o el
primer cómic.
En la cueva, además, se han encontrado pisadas de niños fosilizadas. Es fácil imaginar a
padres e hijos viendo las pinturas en la pared. Contando historias, quizás. Leyendo juntos
estas primeras formas de libro.
Sin duda, esos trazos prehistóricos son parte de la historia del libro álbum y del cómic.
Luego los especialistas hablan de otros registros con una intención narrativa y pictórica: las
pinturas murales egipcias como la Tumba de Menna (c. 1422-1411 a. C) O los relieves
romanos como la famosa Columna Traja- na. Después: los tapices, los vitrales y los
grabados religiosos en madera, que contaban pasajes de la Biblia. En el caso del comic,
habrá que esperar hasta la invención de la imprenta para que la sucesión de viñetas que
cuentan algo se empiecen a reproducir en masa y en papel; para que se invente el "globito"
de diálogo O se popularice el humor gráfico que ponía en ridículo a gobernantes y
burgueses. Para el libro álbum, el libro ilustrado dirigido a niños, se señala como
antecedente el libro del eclesiástico Comenius, que a me- diados del siglo XVII publico
Orbis Pictus. Su objetivo era enseñar latín a los niños y uso litografías para ilustrar los
textos. El libro se convirtió en un modelo.
Hoy, la narrativa gráfica crece y galopa con la fuerza de una manada de caballos salvajes.
Una que levanta el polvo y se sale de las paredes. Que nos hace abrir los ojos.

Medio pan y un libro


No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no
pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente
a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las
reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los
hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu
humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es
convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un
hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de
pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una
terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita, ¿y dónde están
esos libros? ¡Libros!, ¡libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: "amor,
amor", y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus
sementeras. Cuando el insigne escritor ruso, Fiódor Dostoyevski, padre de la Revolución
rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro
paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana
familia, sólo decía: "Enviad- me libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!".
Tenia frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua, pedía libros, es decir
horizontes, es decir escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón. Por- que la
agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco,
pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida. Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal,
uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser:
"Cultura" Cultura, porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy
se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.
Y no olvidéis que lo primero de todo es la luz. Que es la luz obrando sobre unos cuantos
individuos lo que hace los pueblos, y que los pueblos vivan y se engrandezcan a cambio de
las ideas que nacen en unas cuantas cabezas privilegiadas, llenas de un amor superior hacia
los demás. Por eso ¡no sabéis qué alegría tan grande me produce el poder inaugurar la
biblioteca pública de Fuente Vaqueros! Una biblioteca que es una reunión de libros
agrupados y seleccionados, que es una voz contra la ignorancia; una luz perenne contra la
oscuridad.

Ensayo y desaire
Durante los meses recientes he sido invitado a algunas charlas o mesas formales de la más
distinta calidad. Sin afán de darme una importancia de la que es evidente carezco, quisiera
decir que acepto tales compromisos siempre a mi pesar, sean remunerados o no. Absorto en
estos trajines he presentado un par de libros y también he conversado en público con un
músico a quien admiro. También llegué a ser invitado des- de hace dos meses a dar una
charla acerca del ensayo en Casa Refugio, aunque parece que lo tomaron a la ligera y una
tarde de jueves lluviosa mi pareja me llamó por teléfono para decirme: "No vengas, creo
que se les ha olvidado tu participación!" No me molesté en absoluto-excepto por el hecho
de que me vi obligado a apartarme de un descanso merecido y porque decliné la invitación
que me hicieran para formar parte el mismo día en otra mesa de amigos acerca de un bar
mítico y célebre durante los años ochenta-, al contrario, cada vez que alguna de las
participaciones en las que debo posar mi desteñida existencia se cancela, una alegría intima
me embarga y me siento un ser afortunado. El director de la institución que me invitaba ha
sido siempre amable y un anfitrión sin par. Mas es posible que esta vez se encontrara de
vacaciones.
No obstante el desaguisado, preparé algunas notas acerca del ensayo que se suponía sería el
tema a tratar. No el ensayo acerca de un determinado tema, sino al ensayo como género
literario en sí mismo: notas que no quisiera dejar en el aire aunque a nadie le importe gran
cosa el asunto. Las tribulaciones del piojo Herrera que hoy en día ocupan a toda clase de
personas no dejan espacio a estas preocupaciones literarias más bien intrascendentes. No
obstante los piojosos temas que atañen a la población en general, no pierdo de vista que
vivimos en un país en esencia iletrado (es decir: incapaz de llevar a cabo la articulación
verbal de sus penas civiles) suelo hacer énfasis en que la lectura de ensayos es preferible a
la lectura de ficciones si uno quiere aprender a pensar por si mismo o abrirse a un mundo de
palabras que no tienen como fin contar una historia donde los personajes lloren, rían o se
que- dan callados. En fin, los limites del ensayo son muy amplios y ya José Luis Martínez
en su libro El ensayo mexicano moderno reconocía diez opciones distintas para este género:
desde el ensayo como género de creación literaria hasta el ensayo periodístico. Yo quisiera
añadir que la esencia del ensayo es el movimiento de ideas y la pluralidad de motivos. Si
bien la novela representa el engaño mismo y por ello se parece tanto a la vida, el ensayo va
en busca de una verdad a medias, un rodeo y la puesta en escena del juicio, el placer y la
distracción, como quería Montaigne.
Cuando uno se hace viejo o madura en su capacidad como lector de novelas ya no resulta
tan fácil engañarlo ni hacerlo creer tan ingenuamente en una historia que proviene de la
imaginación. Robert Musil decía que hoy todo se ha vuelto no narrativo y yo miro esta
afirmación como una disposición a abandonar el romanticismo implícito en las novelas
tradicionales. Es verdad que hoy en día la novela se ha vuelto también problemática y
simula ser un ensayo con el propósito de darse sustento o actualidad, pero ello no hace más
que reafirmar la creencia de que el ensayo va contaminando o enfermando al resto de los
géneros literarios. Así es: el ensayo es lo más parecido a una enfermedad en literatura. H.
G. Gadamer decía que la literatura en general es como la poesía pero despojada de su
valencia ontológica: quiere decir, profana, interesada, amorfa y en continuo movimiento. Si
desean leer un ensayo que propone de manera certera y amena esta diatriba no me queda
más que sugerirles la lectura de Chet Baker piensa en su arte, obra de uno de los escritores
más importantes de lengua española, Enrique Vila-Matas.
Si el escritor turco Orhan Pamuk dice que escribir novelas va contra la lógica cartesiana es
porque insiste en que las novelas no pueden ser certeras o científicas. Son como el amor
mismo: mentirosas, seductoras y ricas en mañas de encantamiento. Yo' prefie o el ensayo;
más cerca del escepticismo y la buena ignorancia (la socrática), del saber a medias y del
ejercicio creativo de un lenguaje que no se ve a sí mismo como trascendental. En fin, les he
endilgado algunas consideraciones acerca de un tema que me interesa, sobre todo cuando el
piojoso panorama en que vivimos no nos permite la gimnasia reflexiva, el estímulo de la
acción de pensar y, en suma, la queja bien articulada. Quien lea ensayos se hallará menos
propenso a ser engañado.

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