LA SEGUNDA TEORÍA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA - Una Revisión y Evaluación - PMC
LA SEGUNDA TEORÍA DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA - Una Revisión y Evaluación - PMC
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Annu Rev. Sociol. Manuscrito del autor; disponible en PMC el 8 de agosto de 2017. IDPM: PMC5548437
Publicado en forma editada final como: NIHMSID: NIHMS833966
Annu Rev. Sociol. 2017 julio; 43: 473–492. PMID: 28798523
Publicado en línea el 19 de mayo de 2017. doi: 10.1146/annurev-soc-060116-053442
Resumen
Las referencias al concepto/marco teó rico de la segunda transició n demográ fica (SDT) han au‐
mentado dramá ticamente en las ú ltimas dos dé cadas. El SDT predice un cambio unilineal hacia
una fecundidad muy baja y una diversidad de tipos de uniones y familias. El principal impulsor de
estos cambios es un cambio poderoso, inevitable e irreversible en las actitudes y normas en la
direcció n de una mayor libertad individual y autorrealizació n. En primer lugar, describimos el ori‐
gen de este marco y su evolució n a lo largo del tiempo. En segundo lugar, revisamos el ajuste
empírico del marco a los principales cambios en el comportamiento demográ fico y familiar en los
EE. UU., Occidente y má s allá . Como ha sido el caso de otras teorías de desarrollo unilineales del
cambio demográ fico/familiar, la SDT no pudo predecir muchos patrones contemporá neos de
cambio/diferencia. Finalmente,
Palabras clave: cambio demográ fico, cambio ideacional, familia, fecundidad, matrimonio,
convivencia
I. INTRODUCCIÓ N
La transició n demográ fica, es decir, la transició n de altas a bajas tasas de mortalidad y natalidad,
absorbió la atenció n de los demó grafos durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Esta
atenció n empírica y teó rica produjo un impresionante conjunto de mecanismos que, en conjunto,
brindan una explicació n convincente de la disminució n de las tasas vitales (ver Casterline 2003 ;
Bongaarts y Watkins 1996) .). Sin embargo, para comprender los cambios en la fecundidad dentro
de poblaciones que ya tienen una fecundidad baja, la literatura sobre transició n demográ fica
ofrece poco. Sobre la base y en contra de esta tradició n clá sica, el marco de una “segunda transi‐
ció n demográ fica” (SDT) se ha convertido en el concepto/marco teó rico de referencia de un inves‐
tigador de població n para estudiar el cambio familiar/fertilidad en la Europa contemporá nea, así
como en el mundo occidental má s ampliamente (ver por ejemplo Bianchi 2014 ; Sobotka 2008 ;
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McLanahan 2004 ). Ahora tambié n se propone para comprender el cambio familiar en países
asiá ticos y latinoamericanos ( Esteve et al 2012 ; Esteve et al 2012b ; McDonald 2009 ; Atoh et al
2004 ).
La segunda transició n demográ fica implica “una fecundidad de sub-reemplazo sostenida, una mul‐
titud de arreglos de vivienda ademá s del matrimonio, la desconexió n entre el matrimonio y la pro‐
creació n, y ninguna població n estacionaria” ( Lesthaeghe y Surkyn 2008 , pp. 82; Lesthaeghe 2010
, pp. 211; Lesthaeghe 2014 , pá gs. 18112). El impulsor principal de estas tendencias es el cambio
cultural hacia actitudes y normas posmodernas (es decir, aquellas que enfatizan la individualidad
y la autorrealizació n) ( van de Kaa 2001 ).). A nivel macro, el SDT proporciona una visió n de có mo
evolucionan las sociedades con el tiempo, destacando el papel del cambio ideacional en la genera‐
ció n de un paquete de comportamientos demográ ficos/familiares. A nivel individual, el marco SDT
ofrece orientaciones de valor de los individuos como los principales determinantes de la fecundi‐
dad de las personas y el comportamiento familiar.
Originalmente propuesto en 1986 por dos demó grafos europeos, Ron Lesthaeghe y Dirk van de
Kaa, el marco/teoría/concepto SDT (utilizado de mú ltiples maneras en la literatura) ganó una
considerable fuerza en la dé cada de 1990 ( Billari y Liefbroer 2004 ). Para el cambio de siglo se
había convertido en “la teoría de la dé cada… que lanzó mil proyectos de investigació n” ( Coleman
2004 , pp. 11).Figura 1(eje derecho) muestra el aumento de artículos revisados por pares en las
revistas de ciencias sociales que mencionan la "segunda transició n demográ fica" en su texto. Los
datos de Google Scholar (eje izquierdo), que incluyen libros e informes, brindan muchas má s citas
y muestran un ascenso ascendente dramá tico similar.
Figura 1
Citas a la Segunda Transició n Demográfica (SDT): Publicaciones revisadas por pares y citas de Google Scholar
La siguiente secció n de esta revisió n se centra en el contenido y el alcance del SDT, y có mo han
evolucionado con el tiempo. La siguiente secció n evalú a el ajuste de la evidencia empírica con el
SDT. La secció n final revisa las críticas dirigidas al SDT y discute brevemente algunos enfoques al‐
ternativos. Concluimos con una evaluació n que plantea preocupaciones sobre esta perspectiva
ampliamente utilizada. Específicamente, el SDT se aferra a una perspectiva de desarrollo proble‐
má tica y, como resultado inevitable, es inconsistente con características importantes de la familia y
la fecundidad en los contextos de los países desarrollados.
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A. Declaraciones originales
Lesthaeghe y van de Kaa acuñ aron el té rmino 'segunda transició n' en 1986 ; la frase apareció en
el título del capítulo introductorio de un volumen especial (publicado en holandé s) sobre la situa‐
ció n demográ fica en países de baja fecundidad ( Lesthaeghe y van de Kaa 1986 ). Inicialmente,
Lesthaeghe y van de Kaa ofrecieron la segunda transició n como un posible fenó meno (SDT fue
seguido por un signo de interrogació n en el título del capítulo). Un añ o má s tarde, el Population
Reference Bureau encargó a van de Kaa que escribiera un boletín sobre la situació n demográ fica
en Europa y van de Kaa tituló este artículo La segunda transición demográfica de Europa ( van de
Kaa 1987). Este boletín se convirtió en el trabajo seminal y má s citado sobre SDT; segú n Google
(consultado el 21.7.16) ha sido citado 2270 veces.
Al examinar el cambio demográ fico en 30 países europeos, van de Kaa (1987 , pp. 5) argumentó
que “la principal característica demográ fica de esta segunda transició n es la disminució n de la fe‐
cundidad desde un poco por encima del nivel de 'reemplazo' de 2,1 nacimientos por mujer... nivel
muy por debajo del reemplazo”. La fuerza impulsora detrá s de esta transició n fue el cambio de
ideas: un cambio dramá tico de normas y actitudes altruistas a individualistas ( van de Kaa, 1987 ,
pp. 5; van de Kaa 2002 , pp. 5)
Segú n van de Kaa (1987) , la segunda transició n demográ fica se inició en Europa despué s de la
Segunda Guerra Mundial. Argumentó que la guerra condujo a un aumento de las relaciones pre‐
matrimoniales y la edad de la primera relació n sexual disminuyó en el período de posguerra. Sin
embargo, las actitudes sociales cambiaron má s lentamente y el matrimonio todavía era necesario
para la legitimidad y aceptabilidad de las relaciones sexuales. Como resultado, la edad para con‐
traer matrimonio disminuyó durante este período. La mejora de las condiciones socioeconó micas
despué s de la guerra hizo que los niñ os fueran má s asequibles y, por lo tanto, las tasas de fertili‐
dad tambié n aumentaron hasta la dé cada de 1960 (pá gs. 10).
Van de Kaa (1987 , pp. 10-11) propuso que los matrimonios precoces aflojaban el vínculo tempo‐
ral entre el matrimonio y la procreació n, ya que las parejas casadas jó venes esperaban tener hijos
hasta que estuvieran financieramente preparados. Los avances en la tecnología anticonceptiva,
con la introducció n de la píldora y el DIU, debilitaron aú n má s el vínculo entre ambos. El aumento
del divorcio y la separació n junto con la desvinculació n de las relaciones sexuales y la procreació n
condujo a una disminució n de las tasas de matrimonio y un aumento de la cohabitació n. Despué s
de persistir inicialmente, la presió n para casarse en el momento del primer nacimiento tambié n
cedió (es decir, aumentó la fecundidad fuera del matrimonio). El matrimonio (y las uniones con‐
sensuales) ya no reflejaban principalmente el deseo de tener hijos y las tasas de fertilidad descen‐
dieron muy por debajo de los niveles de reemplazo.
Esta es la secuencia “está ndar” de eventos durante el SDT ( van de Kaa 1987 , pp.11). van de Kaa
(1987) reconoció que los cambios en la formació n de familias en los 30 países no evolucionarían
de acuerdo con esta secuencia 'está ndar', pero todos experimentarían las cuatro características
bá sicas de la transició n a una fecundidad por debajo del reemplazo, y podrían agruparse de
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acuerdo con donde estaban en la secuencia (vertabla 1, columna 1). Tres de estas características
estaban relacionadas con cambios en la formació n y estructura de la familia, y una captura el cam‐
bio en el uso de anticonceptivos (de preventivo a autocumplido). Van de Kaa (1987 , pp. 9) argu‐
mentó que, si bien el tiempo y la velocidad de la secuencia de esta segunda transició n pueden di‐
ferir sustancialmente, todavía hay evidencia de "ordenamiento ló gico".
tabla 1
El capítulo de Lesthaeghe (1995) "La segunda transició n demográ fica en los países occidentales:
una interpretació n", que es el segundo trabajo má s citado sobre el SDT, con 1188 citas (Google
acadé mico al 21.07.16), basado en la descripció n de van de Kaa por má s codificando las caracte‐
rísticas de SDT y su secuencia en tres fases (vertabla 1, columna 2). En una declaració n má s re‐
ciente, Lesthaeghe (2010 , citado 547 veces, Google Scholar 1/8/2016) elabora el SDT en res‐
puesta a evidencia empírica contradictoria y un conjunto de críticas de sus pares. Volvemos a esta
evidencia y crítica a continuació n, pero Lesthaeghe (2010) reconoció diferentes tasas de cambio
social y demográ fico y alguna variació n en los caminos de desarrollo. Tambié n permitió cierta he‐
terogeneidad en la etapa final. Sin embargo, lo hace sin eliminar el cará cter fundamental de desa‐
rrollo de la SDT, una característica que criticamos en nuestra evaluació n final.
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Para algunos lectores, una discusió n sobre la segunda transició n demográ fica (SDT) requiere una
descripció n y enlaces a la primera. Como se señ aló al principio, la (primera) transició n demográ ‐
fica (DT) se refiere a la disminució n de la fecundidad y la mortalidad de niveles altos a niveles ba‐
jos, con un período intermedio de rá pido crecimiento de la població n causado por una disminu‐
ció n anterior y má s rá pida de la mortalidad (que Fertilidad). Segú n las primeras declaraciones de
la teoría de la transició n demográ fica, el impulsor de estos cambios fue la industrializació n (y el
desarrollo social y econó mico asociado, es decir, la modernizació n) que aumentó la probabilidad
de supervivencia de los niñ os y aumentó su costo para los padres. Estos cambios, a su vez, au‐
mentaron la motivació n para reducir el tamañ o de la familia pero no socavaron la expectativa uni‐
versal del matrimonio y la paternidad. Esta descripció n del cambio se basó en patrones en Occi‐
dente, pero se supuso que el alcance de la teoría era global. Los demó grafos postularon que esta
transició n demográ fica era inevitable, unilineal e irreversible (Casterline 2003 ).
El enorme Proyecto Europeo de Fertilidad de dos dé cadas de duració n (Coale y Watkins 1986)
evaluó el ajuste de los datos histó ricos europeos a esta teoría. Sin desacreditar las influencias dis‐
tantes de la industrializació n, en una escala de tiempo decenal, la disminució n de la fecundidad
adoptó un patró n que se describe mejor como “contagio social”, un cambio impulsado por nuevas
ideas y nuevas opciones en lugar de que los tomadores de decisiones individuales cambien la eva‐
luació n de la “ costos” de los niñ os ( Cleland y Wilson 1987 ). En otras palabras, la disminució n de
la fecundidad en Europa mostró un patró n que sugería “contagio” o “difusió n” (el mejor predictor
de la disminució n de la fecundidad para las provincias europeas era el comportamiento de la fe‐
cundidad de las provincias vecinas) en lugar de cambios estructurales.
¿Por qué la segunda transició n demográ fica (SDT) no es solo una continuació n de la primera? Da‐
dos los hallazgos del Proyecto Europeo de Fertilidad sobre el papel de los “nuevos modos de pen‐
sar”, una narrativa posible enfatizaría la continuidad en los mecanismos que producen el cambio.
Pero, en cambio, los defensores de SDT argumentan que el fenó meno central cambió : ya no era el
tamañ o de la familia má s pequeñ o; se convirtió en el aplazamiento de la fertilidad y aumentó la
falta de hijos voluntaria ( Lesthaeghe 2010 , pp. 216; van de Kaa 2001 , pp. 302; van de Kaa 2002 ,
pp. 10). El punto de inflexió n entre la primera y la segunda transiciones demográ ficas es el cam‐
bio de normas, de altruistas a individualistas ( van de Kaa 2002 , pp.5; Lesthaeghe 1995 ,
pp.19*;Lesthaeghe 2014 , pp.18112). Nuevas motivaciones subyacentes al comportamiento de for‐
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Van de Kaa y Lesthaeghe mencionan tres argumentos que los convencieron de que la SDT era
realmente diferente de la DT, una discontinuidad anclada en un cambio irreversible en la motiva‐
ció n y el sentimiento. Discutimos estos a su vez.
El cambio ocurrió cuando las parejas comenzaron a planificar sus familias utilizando la previsió n
y la organizació n. Para Aries (1980 , pp. 646), esta “revolució n de la sensibilidad” fue quizá s tan
importante como las revoluciones francesa o industrial. Argumentó que esta “paternidad planifi‐
cada” ocurrió antes de la disponibilidad de la tecnología anticonceptiva moderna, se basó en mé ‐
todos conductuales y pró ximos al sexo (especialmente el retiro y la abstinencia), y fue en parte
exitosa debido a una cultura de autocontrol o no coital. , erotismo prematrimonial.
Aries (1980) afirmó que fue entonces cuando el afecto se centró en los niñ os y la familia, y las fa‐
milias se volvieron má s introspectivas, organizá ndose en té rminos de los niñ os y su futuro (nó ‐
tese que no explica por qué se produjo este cambio). Esto condujo a una sociedad orientada a los
niñ os ya una mayor inversió n en los niñ os; estos cambios alentaron a las familias pequeñ as. Du‐
rante este período, el control de la natalidad y la menor fertilidad fueron la consecuencia de que‐
rer que los hijos tuvieran una movilidad ascendente.
En respuesta a la persistencia del estatus del niñ o como "rey" durante el período de aumento de
la fecundidad del baby boom, Aries argumentó que las mujeres má s jó venes comenzaron a rebe‐
larse contra las cargas de la maternidad. Esto fue ayudado por la revolució n en la tecnología anti‐
conceptiva – 'comenzó la era de la píldora' – y desencadenó un cambio de la “modernidad con‐
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fiada” a la rebelió n a fines de la dé cada de 1960 (1980, pp. 648). La reanudació n de las tasas de
natalidad decrecientes despué s del baby boom fue categó ricamente diferente de la de la dé cada
de 1930. Segú n Aries, la gran mayoría de las parejas ahora no limitaban el tamañ o de la familia
para ascender en la escala social, sino para liberarse de las obligaciones familiares (1980, pp.
648). Y la disponibilidad de tecnología anticonceptiva avanzada por sí sola no podría explicar su
amplia aceptabilidad y adopció n.
Aries rechazó las explicaciones alternativas y creía que la negativa a tener un hijo no deseado (re‐
curriendo al aborto) era un nuevo fenó meno crítico. Reflejaba el fin de los tiempos del “niñ o-rey”,
el niñ o ya no era imprescindible en los planes de pareja; en cambio, un niñ o era solo uno de los
componentes que podrían permitir que los adultos florecieran como individuos (pá gs. 649). La
pareja y su relació n ahora eran "reyes" y podrían dejar espacio para un niñ o.
Los defensores de SDT acuñ aron esto como la transició n del “rey-niñ o con padres” a una “rey-pa‐
reja con niñ o” ( van de Kaa 1987 , pp. 11; van de Kaa 2002 , pp.5;). La justificació n del SDT como
una transició n distinta se basa en gran medida en esta interpretació n histó rica. Dado que el SDT
no se trata ú nicamente de cambios en las tasas de natalidad, sus defensores incorporaron otras
teorías del cambio social en su marco explicativo. Lesthaeghe (1995) argumentó que el SDT re‐
fleja y se basa no solo en la teoría del cambio motivacional de Aries, sino en varias otras revolu‐
ciones irreversibles en el mundo occidental: las revoluciones sexuales propuestas por Shorter
(1971) ,la revolució n anticonceptiva de Westoff (1977), así como la caracterizació n de Sauvy
(1960) de la primera transició n como altruista (y la segunda como individualista). El cambio a la
“pareja real” o la creciente importancia de la díada adulta llevó a un aumento en los está ndares
mínimos de calidad de la unió n/matrimonio ( Lesthaeghe 1995 ).
Retroceso contra las explicaciones econó micas Esta reorientació n ideacional de SDT ocurrió du‐
rante los añ os pico de crecimiento econó mico. Ambos defensores de SDT ( van de Kaa 1987 ,
1994 ; Lesthaeghe 1995 ; Lesthaeghe 2014 ) reconocen que SDT no niega las explicaciones eco‐
nó micas del cambio familiar, como las que ofrecen Becker (1973 , 1974 , 1991 ) y Easterlin (1973 ,
1976).. Reconocieron que los cambios en la relació n calidad-cantidad con respecto a los niñ os son
un concepto ú til para explicar la primera transició n demográ fica. Ademá s, atribuyen al aumento
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de la participació n femenina en la fuerza laboral un papel importante en el SDT. Sin embargo, los
modelos econó micos para el cambio de la fecundidad permiten revertir las tendencias experimen‐
tadas en el período de la posguerra, y aquí es donde las teorías econó micas está n en desacuerdo
con uno de los inquilinos centrales del SDT: la irreversibilidad de los cambios en la familia y la fe‐
cundidad. (debilitamiento de los sistemas familiares tradicionales y fertilidad por debajo del reem‐
plazo) ( Lesthaeghe 1995 , Lesthaeghe (2010 , pp.). En el lenguaje de la economía clá sica, los gus‐
tos y las preferencias han cambiado irreversiblemente.
SDT trata el cambio ideacional principalmente “como influencias exó genas que añ aden estabilidad
a las tendencias má s allá de las fluctuaciones econó micas” ( Lesthaeghe 2014 , pp. 18113). Lest‐
haeghe (1995 , 2010) enfatiza que, aunque compatibles, los modelos econó micos está n incomple‐
tos sin las explicaciones culturales/ideacionales que ofrece la teoría SDT. Utiliza el fuerte vínculo
empírico entre cohabitació n y secularizació n para resaltar este punto, argumentando que este
vínculo no puede ser explicado por la teoría econó mica estructural de Becker o la teoría de las
condiciones del mercado laboral de Easterlin ( Lesthaeghe 1995 ). La secularizació n es una mani‐
festació n de la autonomía individual. Las teorías econó micas está n incompletas sin el cambio de
Maslow hacia las necesidades de orden superior.
En resumen, para la SDT, el cambio ideacional, visto a travé s del aumento de la autonomía indivi‐
dual, la secularizació n, la emancipació n femenina y el posmaterialismo, es la explicació n central,
sin la cual todas las demá s explicaciones son incompletas.
Inicialmente, el SDT se propuso como una explicació n de los cambios en la formació n de uniones
y la fecundidad por debajo del nivel de reemplazo en Europa. Al principio, el alcance de la teoría
se amplió para incluir la mortalidad y los patrones de migració n, pero la fecundidad/cambio fami‐
liar siguió siendo el enfoque principal. Específicamente, los proponentes de SDT ( van de Kaa
1994 , 1999) incorporó la mortalidad y la migració n en una discusió n sobre las inesperadas y
dramá ticas mejoras en la esperanza de vida (tanto al nacer como en edades avanzadas), y el inicio
de esquemas de trabajadores invitados en los países de Europa Occidental. Tanto van de Kaa
como Lesthaeghe han argumentado que el papel de la migració n cambió . En la primera transició n
(DT) la emigració n actuó como vá lvula de seguridad para mantener el equilibrio; en la segunda
transició n (SDT) la inmigració n desempeñ ó un papel clave en el mantenimiento de la homeostasis
demográ fica a nivel nacional. La “migració n de reemplazo” es para la segunda transició n demo‐
grá fica lo que la fertilidad de reemplazo fue para la primera transició n ( Lesthaeghe 2010 , 2014 ).
Estos cambios en los patrones migratorios contribuyeron a una importante brecha en el desarro‐
llo demográ fico de Europa a mediados del siglo XX.siglo XIX ( van de Kaa 2002 ).
Por otro lado, los cambios en la mortalidad durante la segunda transició n (SDT) no fueron ú nica‐
mente diferentes de los que tuvieron lugar durante la primera transició n. Es decir que la espe‐
ranza de vida siguió mejorando a lo largo de las dos transiciones. Sin embargo, segú n los defenso‐
res de SDT, al igual que la fecundidad, los cambios en la mortalidad en la segunda transició n estu‐
vieron, y continú an estando, fuertemente influenciados por cambios normativos y de ideas. Es de‐
cir, los individuos asumieron una mayor responsabilidad por su salud y adoptaron medidas pre‐
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ventivas que reflejan sistemas de valores que enfatizan la autorrealizació n y la libertad individual
( van de Kaa 2002 pp.22, 2004 pp.6). Estas percepciones de SDT sobre las causas del cambio en la
migració n y la mortalidad no han tenido el impacto de aquellas que se centran en la familia y la
fertilidad.
El alcance geográ fico de SDT tambié n se ha ampliado. Lesthaeghe (1995) extendió agresivamente
el alcance geográ fico de la teoría SDT a todos los países de la OCDE ( Lesthaeghe 1995 ). SDT pasó
de explicar los cambios en Europa a los cambios en las naciones industrializadas de manera má s
amplia, lo que significó la incorporació n de EE. UU., Canadá y Australia, Nueva Zelanda y Japó n. En
su trabajo má s reciente, Lesthaeghe (2010) afirma que el SDT puede tener un valor explicativo
para comprender los cambios en la familia y la fecundidad en todo el mundo, dado que los países
bajo consideració n son “lo suficientemente ricos como para haber sufrido la deriva de Maslow”
(pá gs. 234). Varios países de Asia oriental, que se han industrializado y urbanizado, califican para
ser considerados como campo de pruebas para el SDT. PeroLesthaeghe (2010) advierte que in‐
cluso en países que cumplen con este criterio, se requieren características adicionales para la
identificació n del SDT: la fecundidad por debajo del reemplazo está vinculada a la postergació n; el
aumento de la edad para contraer matrimonio condicionado a la autonomía femenina y la elec‐
ció n de pareja; aumento de la prevalencia y aceptació n de la cohabitació n prematrimonial; un
vínculo entre el cambio demográ fico y la orientació n de valores (pp234). É l explica el hecho de
que no todas estas cuatro características estaban presentes en todos los países europeos antes de
que entraran en la SDT al afirmar que las características demográ ficas de la SDT no tienen que
ocurrir simultá neamente, sino que es probable que se retrasen (2010, pp. 234).
Debemos señ alar que los trabajos má s recientes de van de Kaa y Lesthaeghe han divergido un
poco. Los trabajos de van de Kaa no suelen referirse a la SDT como una teoría o incluso como un
marco teó rico. Solo unos pocos añ os despué s de su artículo original sobre el SDT ( van de Kaa
1987 ), van de Kaa (1994) amplió la descripció n histó rica para incluir otras dos dimensiones del
sistema social ademá s del cambio cultural/ideacional: la estructura y la tecnología. Má s tarde pro‐
puso tratar el marco de cambio ideacional de la SDT como una narrativa anclada o historia social,
con subnarrativas donde sea necesario para explicar las variaciones ( van de Kaa 1996 ). Sin em‐
bargo, todavía apoya la validez del SDT como un nuevo ré gimen demográ fico o “revolució n” ( van
de Kaa 2010, pá g. 5).
El trabajo de Lesthaeghe, por otro lado, ha utilizado a menudo el té rmino "teoría SDT" o marco
teó rico ( Lesthaeghe y Surkyn 2008 ; Lesthaeghe 2010 , 2011 , 2014 ). Tambié n está mucho má s
involucrado en la explicació n del cambio ideacional, y gran parte de su trabajo se centra en la con‐
tribució n de la teoría del cambio ideacional para comprender el cambio demográ fico posterior a
la Segunda Guerra Mundial ( Lesthaeghe 1998 ), y establece los vínculos entre la difusió n de valo‐
res posmaterialistas y ese cambio ( Surkyn y Lesthaeghe 2004 ). Gran parte de la siguiente discu‐
sió n en esta revisió n se centra en el uso altamente visible y expansivo de la SDT por parte de Lest‐
haeghe, a diferencia del trabajo descriptivo histó rico y má s circunscrito de van de Kaa.
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Lesthaeghe (por ejemplo, 2010) ha elaborado el SDT en respuesta a realidades demográ ficas
emergentes e (segú n el SDT) inesperadas. Este es un paso esperado en “la rueda de la ciencia” (o
ciencia paradigmá tica) que restablece un ajuste aceptable entre datos y teoría. A continuació n,
describimos el ajuste de las predicciones de SDT con los cambios observados, y notamos las ela‐
boraciones de SDT (si las hay) para esta evidencia.
En té rminos generales, los cambios recientes en la formació n de uniones son consistentes con las
expectativas de SDT (ver Cherlin 2012 : 585–586) así como con lo que Cherlin (2004) llamó la
“desinstitucionalizació n del matrimonio”. La edad al matrimonio ha aumentado en todo el mundo (
Ortega 2014 ); Los países asiá ticos como Japó n, Corea y Taiwá n son ahora algunos de los países
que se casan má s recientemente en el mundo ( Raymo et al 2015 ) e incluso las naciones africanas
está n experimentando un rá pido aumento en la edad para contraer matrimonio (Shapiro y Gebre‐
selassie 2014). Ademá s, no hay ningú n país occidental donde las proporciones de personas que
nunca se casan no hayan aumentado desde sus niveles a principios del siglo XX ( van de Kaa 2002
; Cherlin 2014) .). La disminució n en las tasas de primer matrimonio ha sido aú n má s dramá tica en
los países de Asia oriental con un crecimiento econó mico similar al de las naciones occidentales,
aunque se mantienen las variaciones por clase socioeconó mica ( Raymo et al 2015 ). En China, la
edad para contraer matrimonio aumentó drá sticamente en la dé cada de 1970, pero desde enton‐
ces ha experimentado relativamente pocos cambios en el matrimonio (aunque en la direcció n es‐
perada). El matrimonio sigue siendo casi universal y dentro de un rango de edad estrecho (
Raymo et al 2015 ).
Pero cuando uno mira má s de cerca los datos surgen preguntas. En primer lugar, aunque las tasas
de matrimonio disminuyeron en la mayoría de los países industrializados despué s de mediados
del siglo XX, estas tendencias muestran un cambio modesto en las naciones de vanguardia del SDT
(Suecia y Dinamarca) ya en la dé cada de 1990 ( van de Kaa 1994 ). En segundo lugar, la edad me‐
dia para contraer matrimonio en los países de ingresos bajos y medianos está alcanzando actual‐
mente el nivel que habían alcanzado los países má s ricos en la dé cada de 1970 ( Cherlin 2014 ), y
varios países de Á frica experimentan una edad para contraer matrimonio casi tan alta como la de
la Europa contemporá nea. Quizá s los valores posmodernos se está n difundiendo a nuevos esce‐
narios generando un comienzo má s temprano del SDT ( Lesthaeghe 2010: 244-45), de manera
aná loga a lo que Thornton llama “idealismo del desarrollo” (2001). O, má s probablemente, las
edades altas o crecientes en el matrimonio son una respuesta a mayores crisis econó micas e in‐
certidumbre (Shapiro y Gebreselassie 2014) o la insatisfacció n de las mujeres con los conflictos
de la participació n econó mica que cambia rá pidamente y los roles de gé nero tradicionales persis‐
tentes ( Frejka et al 2010 ; Jones y Yeung 2014 ).
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Los defensores del SDT afirman que el debilitamiento de la institució n del matrimonio es una de
las principales características del SDT. Esto se ve a travé s de las tendencias tanto en el divorcio
como en los nuevos matrimonios: el SDT predice que las tasas de divorcio aumentan y las tasas de
nuevos matrimonios disminuyen. Los datos demográ ficos muestran que, a pesar de las diferencias
entre países, las tasas de divorcio aumentaron en casi todos los países industrializados durante
las dé cadas de 1980 y 1990 ( van de Kaa 2002 ). Sin embargo, en las ú ltimas dos dé cadas algunos
de estos países han experimentado una mayor estabilidad marital. Los datos de los países de la
OCDE muestran que, aunque todos los países han experimentado un aumento en el divorcio
desde los niveles de 1975, la mitad de los países de la OCDE vieron una disminució n en las tasas
de divorcio desde 1995 ( OCDE 2015). Las naciones de Asia oriental han experimentado reciente‐
mente un aumento en las tasas de divorcio ( Raymo et al 2015 ). Sin embargo, al igual que en los
EE. UU. ( Cherlin 2010 ), el divorcio muestra un fuerte gradiente educativo negativo en el este de
Asia ( Raymo et al 2015 ), lo que sugiere una vez má s que la variació n puede tener má s que ver
con factores estructurales, como la pobreza, que con aumentos en el individualismo. o autorreali‐
zació n. Ademá s, en el este de Asia, así como en países como los EE. UU., el matrimonio sigue
siendo una institució n valiosa, y la mayoría de los adultos jó venes expresan el deseo de casarse en
algú n momento en el futuro ( Thornton y Young-DeMarco 2001 ; Manning et al 2007 ; Smock y
Groenlandia 2010 Raymo et al 2015).
Tambié n se observan ampliamente los aumentos en la cohabitació n previstos por el SDT. Varios
estudios han documentado el aumento tanto en la aceptabilidad como en la prevalencia de la
cohabitació n en la mayoría de las naciones industrializadas. Sin embargo, existen marcadas dife‐
rencias en las tasas de cohabitació n entre países. Incluso en Europa, la prevalencia de la cohabita‐
ció n oscila entre má s del 75 por ciento en Francia y Finlandia y menos del 10 por ciento en Italia y
Polonia ( Heuveline y Timberlake 2004 ). La cohabitació n en los EE. UU. ha aumentado entre todas
las clases sociales; sin embargo, la duració n sigue siendo má s corta que en la mayoría de las de‐
má s sociedades occidentales, y una gran proporció n de estas uniones terminan en matrimonio (
Cherlin 2010).). Ademá s, en muchos lugares donde la cohabitació n es comú n, continú a funcio‐
nando como un precursor del matrimonio, má s que como un sustituto. En los Estados Unidos, las
parejas a menudo se “deslizan” hacia una unió n de cohabitació n, en lugar de elegirla consciente‐
mente como una alternativa al matrimonio o como un rechazo a la autoridad o las normas tradi‐
cionales ( Raley 2001 ; Manning y Smock 2005 ). El aná lisis de Heuveline y Timberlake (2004)
muestra que incluso entre los líderes de SDT como Suecia, cerca de dos tercios de las cohabitacio‐
nes terminan en matrimonio.
Ademá s, a pesar de los altos niveles de desarrollo econó mico y social y algunas de las tasas de
fertilidad má s bajas, los países asiá ticos como Japó n y Corea del Sur han comenzado reciente‐
mente a experimentar un aumento en la cohabitació n, y funciona principalmente como un precur‐
sor del matrimonio en lugar de una alternativa ( Raymo et al 2009 ; Raymo et al 2015 ). Estudios
recientes muestran que Amé rica Latina está experimentando un auge de la cohabitació n ( Esteve
et al 2012 ), aunque estudios anteriores que analizaron datos similares encontraron matrimonios
tempranos y persistentes en la regió n ( Fussell y Palloni 2004 ).
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B. Fertilidad de sub-reemplazo
La segunda predicció n principal de SDT es que la fecundidad por debajo del reemplazo (a travé s
de un grado marcado de aplazamiento y falta de hijos definitiva) se convertirá en una caracterís‐
tica permanente en los países donde se han satisfecho las necesidades materiales y se ha produ‐
cido la deriva Maslowiana ( Lesthaeghe 2010 ). Varios estudios encuentran un aumento tanto en
las actitudes como en las experiencias de la falta de hijos, no solo en Occidente sino tambié n en
Amé rica Latina ( Rowland 2007 ; Rosero-Bixby et al 2009 ; Merz y Liefbroer 2012 ).
Tambié n ha surgido una gran literatura sobre el fenó meno de la fecundidad baja y má s baja (por
ejemplo, Goldstein et al 2009 ; Morgan y Taylor 2006 ; Sobotka 2004 ; Kohler et al 2002 ; Morgan
2003 ; Frejka y Calot 2001 ; Foster 2000 ). A finales del 20siglo, las tasas de fertilidad en el mundo
occidental variaron sustancialmente; algunos países tenían una fecundidad cercana a los niveles
de reemplazo (TFR=2,0) y algunos en niveles mucho má s bajos (TFR<1,5). De hecho, hubo eviden‐
cia de una recuperació n en las tasas de fertilidad de varios países, muchos de los cuales fueron
citados como líderes del SDT (p. ej., los países escandinavos, Francia). Mientras que las tasas de
fecundidad de los países de Europa del Este y del Sur, que habían comenzado su segunda transi‐
ció n má s tarde, tenían tasas de fecundidad inferiores a 1,5 ( Sobotka 2008 ). Las tasas de fecundi‐
dad de los países asiá ticos, que habían experimentado pocos de los cambios de formació n familiar
característicos del SDT, tambié n se mantuvieron muy por debajo de los 2 nacimientos ( Atoh et al
2004 ).
En resumen, los países econó micamente desarrollados se han clasificado en dos grupos: uno que
se aproxima al nivel de reemplazo de la fecundidad (TFR de 1,8 a 2,1) y otro con una TGF de 1,5 o
menos (ver Rindfuss y Choe 2015 ). El SDT no anticipó inicialmente esta diversidad. Los propo‐
nentes argumentan que si bien el SDT fue un buen predictor de postergació n, no predijo las varia‐
ciones en las tasas de fertilidad o la divergencia en las tasas de recuperació n ( Lesthaeghe 2010 ).
Luego distinguen entre los aspectos SDT relacionados con la autorrealizació n y la emancipació n
para dar cuenta de los diferenciales de recuperació n ( Lesthaeghe 2010 , 2011 ).
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Si bien algunos estudios encuentran vínculos entre el posmaterialismo y el aplazamiento del ma‐
trimonio y las normas y actitudes familiares no tradicionales en té rminos má s generales (p. ej.,
Bystrov 2014 ; Gubernskaya 2010 ), el vínculo postulado por el SDT entre el cambio ideacional
(valores posmodernistas) y la disminució n de la fecundidad no encuentra resultados empíricos
consistentes. apoyo, incluso en el corazó n regional de la SDT - Europa Occidental Noroccidental.
Contrariamente a las predicciones originales de SDT, van de Kaa (2001) encontró que los valores
posmaterialistas de Inglehart estaban positivamente correlacionados con las tasas totales de ferti‐
lidad para una muestra de países europeos. Lesthaeghe ( 2010 , 2011 , 2014 )) tambié n ha reco‐
nocido que la teoría SDT afecta los componentes de la fertilidad en direcciones opuestas: algunos
fomentan el aplazamiento y, por lo tanto, reducen la fertilidad, otros fomentan la recuperació n.
Otro estudio de Lesthaeghe y Lopez (2013) encontró que la convivencia y la formació n de familias
no convencionales reflejan má s de cerca la “historia de la secularizació n”, mientras que el aplaza‐
miento de la fecundidad está má s relacionado con factores estructurales como la educació n y el
empleo de las mujeres.
Surkyn y Lesthaeghe (2004) utilizaron datos transversales a gran escala de la Encuesta europea
de valores de 1999-2000 para dos países ibé ricos, tres de Europa occidental y dos escandinavos e
interpretaron sus resultados como apoyo a la hipó tesis del cambio ideacional de SDT. Específica‐
mente, muestran que la “orientació n inconformista” está fuertemente vinculada con el tipo de ho‐
gar en las tres regiones. Las parejas casadas que nunca cohabitaron y las parejas cohabitantes
con hijos estaban en los dos extremos del espectro de orientació n conformista. Por otro lado, Van
de Kaa (2001)El aná lisis de los datos de la Encuesta Mundial de Valores de la dé cada de 1990 no
encontró correlació n entre la proporció n de nacimientos extramatrimoniales y los valores posmo‐
dernos o posmaterialistas, lo que lo llevó a especular que esto podría explicarse por las diferen‐
cias preexistentes en la aceptabilidad de tener hijos fuera del matrimonio en las sociedades
europeas.
Lesthaeghe (2014) sostiene que la versió n de la SDT de la dé cada de 1980 fue correcta al prede‐
cir un cambio en las orientaciones de valor, la difusió n de diferentes patrones de formació n de pa‐
rejas y la fecundidad de sub-reemplazo. Sin embargo, es difícil encontrar un patró n consistente en
todos los países, má s allá quizá s de la expansió n de la cohabitació n. Varios estudios muestran que
incluso dentro de Europa existe una creciente evidencia de divergencia en lugar de convergencia
entre países ( Billari y Wilson 2001 ; Billari y Liefbroer 2010).). De especial importancia es el fra‐
caso de SDT para predecir o dar cuenta de la variació n en la baja fecundidad. En algunos países la
fecundidad sigue cayendo y en otros se está recuperando. Ademá s, algunos países que lideran la
disminució n de la fecundidad, como Japó n, está n rezagados en las tasas de cohabitació n y de fe‐
cundidad fuera del matrimonio. Mientras que los países que llegaron tarde a la transició n, como
los del sur de Europa y algunos del este de Asia, ahora tienen algunas de las tasas de fecundidad
má s bajas, pero han visto un lento aumento en la cohabitació n, el divorcio y la fecundidad fuera
del matrimonio ( Ravaneral 1999 ; Domínguez-Folgueras y Castro -Martín 2013 ). Las vanguardias
del SDT, países como Suecia con altos valores posmaterialistas y seculares, han comenzado a ex‐
perimentar una recuperació n en las tasas de fecundidad.
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En segundo lugar, el SDT hace un mal trabajo al dar cuenta de la variació n dentro del país. El SDT
ve estos diferenciales como un "retraso cultural" en oposició n a las diferencias persistentes vincu‐
ladas a la desigualdad persistente o las diferencias de identidad, un punto al que volvemos en la
crítica a continuació n (ver tambié n Cherlin 2016 ). Finalmente, y de importancia crítica, el vínculo
postulado por el SDT entre el cambio ideacional (valores posmodernistas) y el cambio en la
fecundidad/familia no encuentra un apoyo empírico consistente.
IV. CRÍTICAS
El SDT ha sido cuestionado. Revisamos un conjunto de críticas dirigidas a SDT y ofrecemos algu‐
nas adicionales. Luego nos enfocamos en dos fuerzas importantes, el cambio de gé nero y la globa‐
lizació n, ignoradas en gran medida en SDT.
A. Críticas al SDT
Hemos señ alado anteriormente que las predicciones SDT se corresponden con algunas de las
principales características de los cambios recientes en la familia y la fecundidad. Esto es de espe‐
rar ya que el SDT se construyó para dar cuenta de estos hechos. Ademá s, como se esperaba, las
declaraciones posteriores de SDT se elaboran para dar cuenta de "hechos nuevos" no previstos.
Pero una crítica clave relacionada con el “ajuste de la teoría” apunta al corazó n de la SDT: la afir‐
mació n de Aries/Inglehart de los cambios decisivos en la ideología que sustentan la SDT: un cam‐
bio del “materialismo/posmaterialismo” (o el “materialismo infantil” relacionado). -rey” a “pareja
de reyes”). Este mecanismo subyacente es problemá tico ( Coleman 2004 , pp19) porque falta evi‐
dencia empírica consistente (ver la secció n anterior, por ejemplo, Raymo et.al. 2015 ). Ademá s,
Coleman (2004, pp14-15) señ ala que una transició n “debe ser completa e irreversible… (y)…
compartida por la mayoría de los individuos de una població n”. Es un cambio “entre un patró n de‐
mográ fico sostenible a largo plazo y otro”. Coleman desafía la opinió n de que todos los aspectos
de la SDT son nuevos (ver tambié n Cliquet 1991 ; Bailey et al 2013 ; Van Bavel y Reher 2013 ) y
cuestiona si los cambios que observamos son completos e irreversibles. Coleman plantea estos
problemas citando patrones empíricos que no se ajustan a la SDT (como lo hacemos con algunas
tendencias anteriores).
Pero planteamos una crítica má s fundamental: esta bú squeda de etapas de desarrollo y transicio‐
nes irreversibles está equivocada. Tales teorías del desarrollo generalmente son víctimas de tres
problemas interrelacionados: la confianza en datos transversales, la expectativa de procesos y pa‐
trones de cambio comunes, y la descripció n del “estado final” como la sociedad occidental má s
desarrollada. Se aplican las críticas de Thornton (2001 ; 2005) a las teorías del desarrollo (de la
familia) y "leer la historia de lado" (ver 2005 pp.104-107). Tenga en cuenta que las declaraciones
SDT originales fueron claramente un ejercicio para examinar datos transversales e interpretar las
diferencias observadas como si representaran un cambio longitudinal, es decir, leer la historia de
lado (ver Thornton's [2005pp. 116-17] discusió n del trabajo de Inglehart que es una base de la
SDT). El SDT ubica a los países en grupos de 'líderes' y 'rezagados' dependiendo de qué tan avan‐
zados esté n en un conjunto predeterminado de etapas (p. ej., Lesthaeghe 1995 ). Y el estado final
del proceso de desarrollo se ejemplifica mejor en el país que má s acepta los valores
posmodernos.
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Seamos específicos acerca de la consecuencia negativa de cada problema. En primer lugar, la in‐
terpretació n de los datos transversales como representació n de un cambio longitudinal requiere
suposiciones só lidas que deberían ser el foco de la investigació n. En lugar de observar historias
específicas del contexto, el SDT se basa en gran medida en datos transversales ampliamente dis‐
ponibles que muestran indicadores demográ ficos a nivel nacional. Si se asume un patró n uni‐
forme de cambio social, entonces estos datos transversales pueden usarse para construir las “eta‐
pas” del SDT (ver Surkyn y Lesthaeghe 2004 ). Ya en 1993, van de Kaa reconoció que era proble‐
má tico forzar “una realidad multidimensional en un marco secuencial lineal” ( van de Kaa 1994 ).
Sin embargo, esto no condujo a revisiones significativas del SDT.
En segundo lugar, asumir procesos y patrones de cambio social similares es casi siempre empíri‐
camente inexacto. Las teorías del desarrollo postulan una explicació n universal para los patrones
demográ ficos a lo largo del tiempo, los lugares y las culturas (para las críticas, vé ase Johnson-
Hanks 2008 ; Riley y McCarthy 2003 ; Rivkin-Fish 2003 ). El SDT ve los valores posmodernos
como una poderosa fuerza "exó gena" con efectos consistentes en todo el mundo. Esta bú squeda
de una explicació n universal asume que los cambios en los significados y prá cticas que rodean la
reproducció n y la formació n de la familia ocurren en patrones compartidos entre culturas. Los
cambios en las tasas demográ ficas se ven como indicadores de progreso en la transició n universal
hacia la modernizació n (ahora posmodernismo) ( Rivkin-Fish 2003). Sin embargo, una inmensa
literatura revela que los supuestos de las etapas de modernizació n son histó ricamente ingenuos
(p. ej., Handwerker, 1986 ; Thornton 2001 ; McCann 2009 ). Como ejemplo específico, Lesthaeghe
y Neidert (2006) argumentan que los patrones familiares de EE. UU. son un “ejemplo de libro de
texto” (y no una excepció n) del SDT. Reconocen que el SDT es menos visible/poderoso en el “Me‐
dio Oeste, las Grandes Llanuras y el Sur”. Atribuyen esto a niveles má s bajos de educació n y menos
secularizació n en estas á reas y sugieren que los cambios de SDT llegará n pronto a estas á reas (p.
694). Pero estos patrones regionales ahora está n grabados en la divisió n política/cultural de los
EE. UU. (el fenó meno rojo contra azul) y no muestran signos de desgaste (vermorgan 2011 ; 2015
). ¿Es ú til ver estas diferencias regionales de los EE. UU. del siglo XXI como un atraso y como un
fenó meno temporal?
Y tercero, las suposiciones sobre el orden de las transiciones y el estado final con frecuencia está n
impulsadas por sesgos etnocé ntricos, en oposició n a la teoría só lida ( McCann 2009 ). Tememos
que el SDT refuerce y promueva interpretaciones fundamentalmente etnocé ntricas. Sabemos que
el SDT se basó en la experiencia de la familia europea blanca y que se supone que su forma má s
avanzada está emergiendo en las poblaciones occidentales que má s aceptan los valores posmo‐
dernos (p. ej., los países nó rdicos). Se pueden ver ejemplos de esto en la exclusió n del “compo‐
nente é tnico” de los indicadores nacionales de fecundidad y familia al buscar evidencia empírica
del SDT ( Lesthaeghe 2010 , pp. 216), o como se indicó anteriormente, al hacer excepciones regio‐
nales para crear “ ejemplos de libros de texto” ( Lesthaeghe y Neidert 2006). Este ejercicio asigna
juicios de valor a la diferencia. ¿Es cierto que todas las personas valoran lo que hacen los euro‐
peos blancos?
En resumen, leer la historia de lado no refuta, en sí mismo y por sí mismo, la teoría SDT; solo in‐
dica que los fundamentos empíricos son dé biles. Pero en la construcció n de la teoría, van de Kaa y
Lesthaeghe eligieron el tipo de explicaciones amplias y etnocé ntricas que han atraído a muchos
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soció logos y demó grafos en el pasado: grandes teorías de cambios secuenciales y de desarrollo
impulsados por una sola fuerza poderosa que conduce inexorablemente a una etapa final. Esta
etapa final se aproxima a los patrones actuales en los países vistos como “má s avanzados”.
Bernhardt (2004) ha argumentado que la falta de atenció n al gé nero es una de las principales de‐
ficiencias del SDT (ver tambié n Arpino 2014 ; García-Manglano et al 2014 ; McDonald 2000 ; Sol‐
sona 1998 ). Ella señ ala que la autonomía individual y la autorrealizació n no son conceptos neu‐
trales al gé nero; tienen diferentes significados e implicaciones para hombres y mujeres. Por lo
tanto, las consecuencias de la creciente autorrealizació n e individualismo de las mujeres son má s
importantes para el cambio familiar que los cambios de los hombres hacia preferencias de orden
superior ( Bernhardt 2004 ; vé ase Solsona 1998 para un ejemplo sustantivo).
Si bien SDT subestima en gran medida el papel del cambio de gé nero, las teorías en competencia
le han asignado un papel fundamental en los modelos explicativos de la fertilidad y el cambio fa‐
miliar ( Goldscheider et al 2015 ; Esping-Anderson y Billari 2014; Mason 2001 ; McDonald 2000 ;
Chenais 1996). Por ejemplo, McDonald (2000) distinguió entre la equidad de gé nero en las insti‐
tuciones orientadas a la familia y las orientadas al individuo, una distinció n crucial para compren‐
der no solo la transició n de una fecundidad alta a una baja, sino tambié n la disminució n de la fe‐
cundidad má s baja a la má s baja. En línea con el argumento de Lesthaeghe de que la primera tran‐
sició n implicó cambios en la esfera privada, McDonald (2000)afirma que el cambio de una fecun‐
didad alta a una baja se debe principalmente a las lentas mejoras en la equidad de gé nero dentro
de las instituciones orientadas a la familia, seguidas de rá pidos aumentos en la equidad de gé nero
en instituciones orientadas al individuo, como los sistemas educativo y del mercado laboral, parti‐
cularmente en las naciones occidentales. Sin embargo, el rá pido aumento o 'revolució n' de las ins‐
tituciones orientadas al individuo, sin cambios complementarios y continuos en las instituciones
familiares, conduce a una fecundidad muy baja. Goldscheider (2000) presenta un argumento simi‐
lar para los patrones de formació n familiar; Gran parte de la disminució n del matrimonio, como
se ve en los aumentos tanto del divorcio como de la cohabitació n, puede atribuirse a la asimetría
de gé nero en las responsabilidades (parte igual de las tareas econó micas pero parte desigual de
las tareas domé sticas).
Esping-Andersen y Billari (2015) ofrecen otro marco centrado en los regímenes de equidad de
gé nero. Sugieren una perspectiva de desarrollo a má s largo plazo cuando intentan comprender el
cambio de la fecundidad y argumentan que los cambios recientes son una extensió n de la (pri‐
mera) transició n demográ fica: despué s de las tres primeras etapas del DT ( i . tasas vitales altas, ii.
fertilidad en declive y una disminució n má s lenta de la fecundidad y iii, tasas vitales bajas), los paí‐
ses experimentará n una fecundidad por debajo del reemplazo en la fase iv y mostrará n una recu‐
peració n de una fecundidad muy baja en la fase v. El cambio de la fase iv a la vse explica por la
“recuperació n de la equidad de gé nero” (pá gs. 394). En este marco, la fecundidad persistente‐
mente baja se explica por el rezago en la equidad de gé nero pú blica y privada (conflictos trabajo-
familia), y la recuperació n ocurre por lo que llaman un “dividendo de equidad de gé nero”: una es‐
casez relativa de mujeres casaderas en relació n con los hombres que facilitar una mayor equidad
de gé nero (pp.393).
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Como ú ltimo ejemplo, Goldscheider et. al (2015) ofrece explícitamente un marco de gé nero como
competidor de SDT. Su enfoque predice la recuperació n de la fecundidad a niveles de reemplazo y
mayor estabilidad sindical. La esencia del argumento es que hay "dos mitades" de la revolució n de
gé nero. Los “cambios estructurales” en los roles de las mujeres en la esfera pú blica (empleo), es
decir, en la primera mitad de la revolució n de gé nero, han alterado las relaciones de gé nero tradi‐
cionales produciendo las “tendencias negativas en la fecundidad y la estabilidad sindical identifica‐
das por el SDT” ( Goldscheider 2015, pá gs. 229). La segunda mitad de la revolució n de gé nero, un
cambio que en el mejor de los casos es parcial en muchos países, implica cambios en los roles de
los hombres. Estos cambios, vistos como inevitables por Goldscheider et.al, producirá n una divi‐
sió n má s equitativa de la crianza de los hijos y el trabajo domé stico. Estos cambios, a su vez, au‐
mentará n la fertilidad y la estabilidad de la unió n (ver Miettinen et al 2011 para un ejemplo
empírico).
Estos correctivos basados en el gé nero tienen sus propios problemas. Por un lado, plantean la
pregunta: ¿qué causa el cambio de gé nero? En segundo lugar, asumen que todas las mujeres pue‐
den encontrar hombres con puntos de vista igualitarios y un potencial de ingresos sustancial,
cuya probabilidad es mayor entre el grupo/clase má s educada ( Cherlin 2016 ). Es problemá tico
reemplazar una explicació n unilineal/convergente por otra.
C. La importancia de la globalizació n
Mills y Blossfeld (2013) argumentan que la globalizació n tiene implicaciones críticas para com‐
prender los cambios en la familia y la fecundidad de las ú ltimas dé cadas y que el SDT ha ignorado
este poderoso conjunto de fuerzas (ver tambié n Esping-Anderson 1999 ). Teoría de la globaliza‐
ció n ( Blossfeld et al 2005) ofrece una explicació n estructural basada en cuatro pilares: la impor‐
tancia decreciente de las fronteras nacionales para las transacciones econó micas; interconexió n
global acelerada a travé s de la revolució n de TI; competencia fiscal má s dura entre países acompa‐
ñ ada de desregulació n y privatizació n; y la exposició n a un mercado global cada vez má s volá til.
Estos cuatro cambios, experimentados en todo el mundo, han dado lugar a altos niveles de incerti‐
dumbre en el curso de la vida, incluidas las incertidumbres econó micas, temporales y relaciona‐
das con el empleo. Por ejemplo, la població n de adultos jó venes es cada vez má s vulnerable a la
incertidumbre del mercado laboral, lo que ha contribuido a posponer las transiciones de la vida,
incluida la unió n y la paternidad.
Uno de los factores clave que distinguen la teoría de la globalizació n de la teoría SDT es la impor‐
tancia que atribuye al papel de las instituciones nacionales dependientes de la trayectoria en el fil‐
trado de la incertidumbre, a menudo de manera desigual entre los diferentes grupos sociales. Las
principales instituciones en juego incluyen el ré gimen de bienestar de la nació n, el sistema de em‐
pleo y el sistema educativo. Las diferencias entre países en los patrones familiares y los niveles de
fecundidad se explican por las diferencias en estas tres instituciones. Los países con regímenes
socialdemó cratas (p. ej., Suecia) hacen que la transició n a la pareja y la paternidad sea má s fá cil
que los sistemas conservadores de bienestar (p. ej., Alemania) que se basan en el modelo de sos‐
té n econó mico masculino. Cuando los hombres de estas ú ltimas sociedades se enfrentan a la in‐
certidumbre del mercado laboral, es probable que pospongan las transiciones familiares. Similar‐
mente, los países con sistemas de empleo abiertos pueden mitigar y distribuir la incertidumbre de
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manera diferente a aquellos con sistemas de empleo cerrados. Los sistemas educativos difieren en
la cantidad de tiempo que se pasa en las escuelas, la importancia relativa que se le da a la califica‐
ció n frente al aprendizaje basado en la capacidad, la estandarizació n y los vínculos con el ingreso
al mercado laboral. Estos factores, a su vez, influyen en el grado en que los jó venes se enfrentan a
la incertidumbre. Las fuerzas de la globalizació n exacerban la desigualdad al ofrecer má s oportu‐
nidades a los jó venes mejor educados. Estos factores, a su vez, influyen en el grado en que los jó ‐
venes se enfrentan a la incertidumbre. Las fuerzas de la globalizació n exacerban la desigualdad al
ofrecer má s oportunidades a los jó venes mejor educados. Estos factores, a su vez, influyen en el
grado en que los jó venes se enfrentan a la incertidumbre. Las fuerzas de la globalizació n exacer‐
ban la desigualdad al ofrecer má s oportunidades a los jó venes mejor educados.
La desigualdad es un principio central del marco de la globalizació n, mientras que el SDT guarda
relativamente silencio sobre este tema. El silencio de SDT sobre la desigualdad y su é nfasis en la
ideología sugieren que todos los individuos tienen la agencia y el poder para ejercer la libertad
individual, lograr la autorrealizació n y dar forma a su curso de vida. En el marco de la globaliza‐
ció n, la incompatibilidad institucional de combinar trabajo y familia, particularmente en el con‐
texto de incertidumbre del mercado laboral, es la fuerza impulsora detrá s de los cambios en la fa‐
milia y la fecundidad. El marco de la globalizació n no implica un cambio unilineal o convergencias
a nivel de país en los patrones de fecundidad y familia (como SDT y algunos otros marcos discuti‐
dos anteriormente), sino que prevé la dependencia de la trayectoria producida por la interacció n
de las fuerzas de la globalizació n y las instituciones específicas del país.
D. Evaluació n crítica
Anteriormente, hemos argumentado que el mecanismo subyacente que produce el SDT (un cam‐
bio a los valores posmodernos) no está presente de manera confiable antes de los cambios espe‐
rados (en la familia y la fertilidad). Pero má s fundamentalmente, desafiamos la bú squeda de fuer‐
zas exó genas todopoderosas que producen etapas predecibles en el movimiento unilineal hacia
una "etapa final". Esta etapa final se asemeja al país contemporá neo con la má s amplia aceptació n
de los valores posmodernos. Van de Kaa (1994) y luego Lesthaeghe (2010)Admito que la secuen‐
cia propuesta por el SDT de cambios en la familia y la fertilidad y la interconexió n entre los com‐
ponentes clave era demasiado rígida. De hecho, Lesthaeghe afirmó recientemente que la SDT no
debe tomarse como un “gran guió n teleoló gico con un escenario está ndar” sino como una “narra‐
tiva general que deja espacio para muchas subnarrativas” ( Lesthaeghe 2010 , pp.225). Si bien
esta sugerencia parece resolver el "ajuste a los datos", plantea la pregunta "¿qué queda" de la teo‐
ría original? ¿Y cuá les son los mecanismos y procesos que impulsan esta SDT atenuada?
Tambié n hemos revisado las críticas de SDT que han defendido la incorporació n del cambio de gé ‐
nero y la globalizació n en el SDT. Ademá s, Lesthaeghe (2014) y van de Kaa (2004) tambié n reco‐
nocen que las fuerzas de la globalizació n y el gé nero está n en juego. Si bien el cambio de gé nero y
la globalizació n son fuerzas poderosas que deben ser parte de cualquier explicació n convincente
del cambio familiar/fertilidad reciente, no daremos grandes pasos al rechazar el SDT a favor de
una teoría que privilegia el gé nero o la globalizació n. Mills y Blossfeld (2013)reconocen los límites
de su enfoque de globalizació n y sugieren que integrar los marcos de SDT y globalizació n “ofrece
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una perspectiva má s coherente para comprender los cambios en la formació n de familias desde
finales de la dé cada de 1960” (pá gs. 29). Esta es una direcció n prometedora, pero no se especifica
el camino a seguir. ¿Có mo se integrará n estos enfoques?
Lo que se necesita es una teoría con mecanismos que puedan incorporar la importació n de nue‐
vas ideas así como las condiciones materiales de vida, una teoría que reconozca la “dualidad de la
estructura” ( Sewell 1992 ; 2005 ). El ré gimen familiar y de fecundidad que predice SDT es una es‐
tructura social producida por el impacto simultá neo e inseparable de ideas (esquemas o marcos
en el cerebro de las personas y en el mundo) y materiales (en el mundo) que promueven o res‐
tringen comportamientos particulares. Este proceso interactivo de mú ltiples niveles produciría
una dependencia del camino comú nmente observada, es decir, una variació n en la tasa y la natu‐
raleza del cambio social. Un esfuerzo en esta direcció n es la Teoría de la Acció n Conjuntural (TCA);
adopta este enfoque de dualidad de estructura y lo aplica al cambio y variació n familiar (Johnson-
Hanks et al 2011 ). TCA surgió de un proyecto de consiliencia que involucró a muchos científicos;
proporciona un marco innovador que incorpora factores/procesos causales en mú ltiples niveles
de aná lisis. El argumento central de la TCA es que los demó grafos sociales y familiares necesitan
conceptualizar el comportamiento humano como “emergente de la interpretació n, basado en es‐
quemas y materiales, identidad y estructura” (pá gs. 56). Estos bloques de construcció n de TCA in‐
tegran y hacen inseparables fuerzas causales de ideas (incluidas las centrales para SDT) y cam‐
bios en las condiciones materiales (que se encuentran en el corazó n de la globalizació n y los mar‐
cos de gé nero).
Johnson-Hanks et.al (2011 , vé anse los capítulos 3, 4 y 5) proporcionan varias aplicaciones am‐
pliadas de esta teoría de la fecundidad y el cambio familiar de TCA (vé ase tambié n Bachrach y
Morgan 2013). Pero los componentes clave de TCA son parte integral de las explicaciones de mu‐
chos fenó menos. Como resultado, la aplicació n de este marco (o uno similar) hace que el trabajo
demográ fico social sea má s relevante para el trabajo en otros dominios sustantivos. Del mismo
modo, los demó grafos sociales captarían má s fá cilmente las percepciones de otros dominios. La
inclinació n de los demó grafos sociales por la parsimonia, a expensas de la verosimilitud sustan‐
tiva, ha llevado a confiar demasiado en teorías que plantean cambios inevitables, irreversibles y
unilineales. La segunda transició n demográ fica es un ejemplo; las teorías que abarcan la “dualidad
de la estructura” brindan alternativas flexibles, que abarcan la dependencia del camino.
CONCLUSIÓ N V
Ron Lesthaeghe y Dirk van de Kaa ofrecieron la Segunda Transició n Demográ fica (SDT) como una
descripció n de los patrones familiares y de fecundidad de Europa occidental, posteriores al Baby
Boom, una contribució n descriptiva ú til. Los componentes clave estaban por debajo del nivel de
reemplazo y una creciente diversidad de tipos de uniones. Postularon que las nuevas ideas atracti‐
vas, las ideas/actitudes posmodernas, permitieron y requirieron estos cambios, afirmaciones que
son sospechosas. Ademá s, Lesthaeghe ha ampliado enormemente el alcance geográ fico de SDT en
las ú ltimas dos dé cadas. Si bien el SDT se elaboró frente a la evidencia empírica contradictoria y
las críticas de los demó grafos sociales, conserva debilidades fundamentales, muchas compartidas
con otras teorías del desarrollo populares entre los soció logos de la familia y los demó grafos so‐
ciales. Los demó grafos sociales deberían explorar una teoría que no esté anclada en “etapas” y
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que no plantee un camino de desarrollo unilineal hacia alguna “etapa final”; en el caso de SDT, se
supone que se parece al país occidental “avanzado” que má s acepta la posmodernidad. valores. En
cambio, deberían adoptar o desarrollar marcos que incorporen valores posmodernos como una
de las muchas fuentes de cambio que interactú an.
Expresiones de gratitud
Los autores se enumeran en orden alfabé tico inverso y comparten la primera autoría por igual.
Agradecemos a los siguientes por sus ú tiles discusiones y comentarios: Andrew Cherlin, Jenna
Johnson-Hanks, Charles Hirschman, Lisa Pearce, Andrew Perrin y Arland Thornton. Solo nosotros
somos responsables de las declaraciones y conclusiones del documento. Esta investigació n recibió
el apoyo de la Beca de Capacitació n para la Investigació n de la Població n (T32 HD007168) y el
Programa de Infraestructura de Investigació n de la Població n (P2C HD050924) otorgada al Cen‐
tro de Població n de Carolina en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill por el Instituto
Nacional de Salud Infantil Eunice Kennedy Shriver y Desarrollo humano.
S. Philip Morgan, Profesor Alan Feduccia, Departamento de Sociología y Director, Centro de Pobla‐
ció n de Carolina, Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
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