Sesión 5 y 6 - El Resumen Orgánico-Práctica 2

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ASIGNATURA: COMUNICACIÓN

El resumen: Orgánico

Estimado estudiante, a continuación, te presentamos textos, los cuales debes leer y analizar. Así como
también, aplica el subrayado y extrae las palabras que no conoces y busca su significado. Finalmente, elabora
un resumen orgánico de cada una de las lecturas

Texto 1:

Tradiciones Peruanas: Un incorregible

Ricardo Palma

El negrito Valentín era en 1798 un ladronzuelo hecho y derecho; pero aviesa fortuna lo perseguía, pues nunca
libraba de caer en manos de les lebreles que contra los amigos del bien ajeno mantenía regimentados su señoría
el alcalde de casa y corte.

Veintitrés años contaba Valentín, doble número de robos caseros e igual cifra de ocasiones en que fui a la
caponera. Como sus hazañas, hasta entonces, fueron de poca entidad, la justicia se limitaba a tenerlo bajo
sombra algunas semanas y aplicarle una docena de bien sonados zurriagazos. Penalidad de raterillos o de
maleteros, como hoy llamamos a los que nos despojan, en plena calle y sin que los sintamos ejercer su habilidad,
del reloj o la cartera.

Hubo, al fin, de tentarlo el diablo para que dejándose de bufonadas de principiante, acometiese empresa de
aquellas que dan fama y provecho sólido. Tratábase ya de robo en despoblado y en cuadrilla, nada menos que
del asalto de una remesa de barras de plata, poniendo en fuga a los cuatro soldados que la servían de custodios.
La cosa salió a pedir de boca.

Pero el alcalde no se echó a roncar, y poniendo en actividad a su traílla de ministriles, fue poco a poco atrapando
ladrones. Recobrose el botín, aunque con merma de una barra, que se evaporó entre las uñas de la policía, y
resultando el negrito capataz de la cuadrilla, sentenciolo la real Audiencia a bailar el solitario suspendido de la
horca.

Eran las nueve de la mañana del 13 de octubre de aquel año, cuando Valentín, entre doble fila de alguaciles y
soldados, llegaba al pie de la ene de palo alzada en la plaza Mayor. Después de arrodillarse frente a la cruz de los
ahorcados (cruz que como curiosidad histórica se conserva hoy en uno de los salones de la Biblioteca Nacional) y
recibir del franciscano, que lo auxiliaba para pasar el mal trago, la postrera bendición, quedó nuestro negrito
entregado al jinete de gaznates, que estaba esa mañana más borracho que guinda en alcohol o cereza
Parrinello, y que, por ende, había descuidado ensebar la cuerda y ensayar la escurridiza o lazada. Todo fue dar el
verdugo la pescozada, balancearse Valentín, romperse la soga, caer de pie el racimo y emprender carrera en
dirección a la catedral, gritando:

-¡A iglesia me llamo!

Los alguaciles se quedaron con tamaña boca abierta y sin ocurrírseles seguir tras el escapado. El concurso, que
siempre fue crecido en espectáculos de esa especie, gratis y al aire libre, le abría camino y alentaba en la
escapatoria.
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Por entonces era la plaza Mayor el mercado público o lugar donde los vecinos de Lima se proveían de los
comestibles precisos para el cotidiano puchero, y frente a las gradas de la catedral ocupaban puesto las
aceituneras, manineras (vendedoras de maní), fruteras, queseras, fritangueras y expendedoras de chicharrones,
vulgo chicharroneras.

Costumbre era que las iglesias de la ciudad permaneciesen abiertas a la hora en que se efectuaba el suplicio de
algún delincuente, para que los fieles pudieran rogar a Dios que acordara sincero arrepentimiento y su eterna
gloria al criminal. Las campanas todas tañían a la vez el fúnebre toque de agonía.

Valentín seguía imperturbable su carrera, y pocos pasos faltábanle para penetrar en el Sagrario a cuya iglesia
parroquial y a la de San Marcelo había quedado limitado el derecho de asilo, cuando acertó a tropezar con una
vieja que se encaminaba a comprar chicharrones para el almuerzo, llevando en la mano un reluciente platillo de
plata, destinado a recibir el manducable artículo.

Valentín no pudo resistir a la tentación, y arrebatando el platillo a la alebronada vieja penetró en el santo asilo.
El reo se había salvado, y la justicia civil nada tenía que hacer con él mientras permaneciese en el templo.

Comentando el suceso estaba el pueblo en el atrio de la catedral, cuando quince minutos después salió el reo de
la iglesia, y dirigiéndose a un grupo en que distinguió al alcalde del crimen en plática con otros caballeros, le dijo:

-Dispénseme su merced que lo interrumpa; pero lléveme a la horca, porque acabo de convencerme de que soy
incorregible; y como día más, día menos, en la horca he de venir a rematar, ahorrémonos fatigas, y hágase hoy
lo que habría de hacerse mañana.

No estando en las facultades del alcalde complacerlo, el reo volvió a la cárcel, y la Real Audiencia conmutó la
pena de muerte por la de presidio en Chagres.

Y por si alguien duda de la verdad histórica de este corto relato, sepa que a la vista tengo el documento
comprobatorio.
Recuperado: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/tradiciones-peruanas-octava-y-ultima-serie--0/html/0156b140-82b2-11df-
acc7-002185ce6064_6.html#I_36_

Texto 2:

Leyenda de la enemistad entre los cerros Chaparrí y Yanahuanca.

(Relatado por el ing. Julio C. Rivadeneyra)

El cerro Chaparrí se encuentra situado en el Departamento de Lambayeque hacia el Nor-este, casi en los linderos
con el departamento de Cajamarca y el cerro de Yanahuanca pertenece territorialmente a este último
Departamento (Cajamarca). La distancia que separa ambos cerros, Chaparrí y Yanahuanca, es extensa, y a pesar
de ello y de los milenios ya transcurridos, los dos cerros continúan odiándose e insultándose.

En el cerro de Chaparrí se encuentra sepultado, el cadáver de Chaparioc, celebre cacique que gobernó los
contornos, incluyendo Chongoyape, las haciendas de Pátapo, Combo, Tulipe, Almendral, etc. A toda esta zona se
le dio el nombre de Chongoyape, o sea "noble corazón", "gran corazón", "corazón sagrado".
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Chaparioc, además de ser el cacique, era el sacerdote que guardaba las enseñanzas puras, el depositario de las
doctrinas religiosas sagradas, miembro de la gran fraternidad de los seres de la faz radiante, el supremo guía de
los que orrillan el sendero de la derecha, el de la evolución, y era gran oferente de la magia blanca que tiende a
la superación del espíritu sobre la materia. Tenía Chaparioc su templo, su refugio para practicar sus artes
mágicas, en un cero cercano, llamado el cerro mulato, en el cual hasta ahora mismo se pueden ver y estudiar
una serie de signos desconocidos e indescifrables, todos ellos esculpidos en las piedras que componen dicho
cerro.

Por el contrario, el cerro de Yanahuanca estaba habitado por el sacerdote del mismo nombre, quien era un
practicante de las malas artes, de la magia negra, adorador de los seres de la faz tenebrosa, que tienden el
egoísmo y la destrucción.

Ambos sacerdotes, por la diferencia de sus ideas, de sus creencias y de sus prácticas, eran enemigos, y, como es
natural, la lucha entre sus seguidores no tardó mucho en producirse, procurando cada uno de los jefes
conquistar los territorios del otro y dominar en la conciencia de sus contrarios.

Un día, los hombres de Yanahuanca sorprendieron a Chaparioc y a los suyos, dieron muerte al cacique y se
llevaron como trofeo una mata de higo, que fue plantada en la cumbre del cerro de Yanahuanca que aún existe,
y fue trasplantada por el mismo cacique, cuyo nombre significa “negra entraña” o “alma negra”.

Los seguidores de Chaparioc rodearon el cadáver de su jefe y pidieron a su dios y padre, el sol, su resurrección,
la que consiguieron.

Una vez vuelto a la vida, el cacique reunió a sus hombres y procedió a sorprender a Yanahuanca a los suyos,
quienes se habían puesto a tomar abundante licor, por lo que estaban totalmente borrachos.

Chaparioc, haciendo uso de sus poderes mágicos, en lugar de matarlos, los convirtió en piedras. Le pareció que
matarlos no era garantía suficiente de estar libres de ellos, como lo había experimentado él en carne propia. De
aquí se explica porque entre los cerros Chaparrí y Yanahuanca existe una cordillera de pequeños cerros, que es
conocida con el nombre de "cordillera de los negritos".

Cuando Chaparioc murió de muerte natural, su corazón fue extraído del cuerpo y enterrado aparte, en la
cumbre misma del cero Chaparrí, en donde se ve actualmente una roca que tiene el aspecto de corazón
invertido, porque así fue como se enterró el corazón del cacique Chaparioc, con el vértice hacia el cielo en
prueba de que sus ansias y sus anhelos se habían dirigido y continúan dirigiéndose hacia el cielo y hacia el sol.

El cerro Yanahuanca tiene un aspecto característico. Sus piedras son de color negro y su cumbre parece estar
rodiada siempre de nube de tormenta. Los pobladores de las cercanías no se atreven a subir por el cerro
Yanahuanca y evitan mirarlo.

Y todas las noches ambos cerros se insultan y se increpan. Chaparioc, por la planta de higo que tiene
Yanahuanca; este, por su conversión y de las suyos en piedra, y la cordillera de los negritos protestan igualmente
porque fueron los esclavos de Yanahuanca.

Así continuara la lucha eternamente, hasta el fin del mundo. Porque, no solo luchan entre ellos, sino que
también, son un símbolo de la lucha constante entre el bien y el mal.

FIN
Recuperado de: https://es.slideshare.net/cyberespia/mitos-leyendas-y-tradiciones-de-lambayeque-contribucion-al-folklore-peruano
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Texto 3:

Tradiciones peruanas: Los ratones de fray Martín

Y comieron en un plato

perro, pericote y gato.

Con este pareado termina una relación de virtudes y milagros que en hoja impresa circuló en Lima, allá por los
años de 1840, con motivo de celebrarse en nuestra culta y religiosa capital las solemnes fiestas de beatificación
de fray Martín de Porres.

Nació este santo varón en lima el 9 de diciembre de 1579, y fue hijo natural del español don Juan de Porres,
caballero de Alcántara, en una esclava panameña. Muy niño Martincito, llevolo su padre a Guayaquil, donde en
una escuela, cuyo dómine hacía mucho uso de la cáscara de novillo, aprendió a leer y escribir. Dos o tres años
más tarde, su padre regresó con él a Lima y púsolo a aprender el socorrido oficio de barbero y sangrador, en la
tienda de un rapista de la calle de Malambo.

Mal se avino Martín con la navaja y la lanceta, si bien salió diestro en su manejo, y optando por la carrera de
santo, que en esos tiempos era una profesión como otra cualquiera, vistió a los veintiún años de edad el hábito
de lego o donado en el convento de Santo Domingo, donde murió el 3 de noviembre de 1639 en olor de
santidad.

Nuestro paisano Martín de Porres, en vida y después de muerto, hizo milagros por mayor. Hacía milagros con la
facilidad con que otros hacen versos. Uno de sus biógrafos (no recuerdo si es el padre Manrique o el médico
Valdez) dice que el prior de los dominicos tuvo que prohibirle que siguiera milagreando (dispénsenme el
verbo).Y para probar cuán arraigado estaba en el siervo de Dios el espíritu de obediencia, refiere que en
momentos de pasar fray Martín frente a un andamio, cayose un albañil desde ocho o diez varas de altura, y que
nuestro lego lo detuvo a medio camino gritando: «Espere un rato, hermanito» Y el albañil se mantuvo en el aire,
hasta que regresó fray Martín con la superior licencia.

¿Buenazo el milagrito, eh? Pues donde hay bueno hay mejor.

Ordenó el prior al portentoso donado que comprase para consumo de la enfermería un pan de azúcar. Quizá no
lo dio el dinero preciso para proveerse de la blanca y refinada, y presentósele fray Martín trayendo un pan de
azúcar moscabada.

-¿No tiene ojos, hermano? -díjole el superior.- ¿No ha visto que por lo prieta, más parece chancaca que azúcar?

-No se incomode su paternidad -contestó con cachaza el enfermero.- Con lavar ahora mismo el pan de azúcar se
remedia todo.

Y sin dar tiempo a que el prior le arguyese, metió en el agua de la pila el pan de azúcar, sacándolo blanco y seco.

¡Ea!, no me hagan reír, que tengo partido un labio.

Creer o reventar. Pero conste que yo no le pongo al lector puñal al pecho para que crea. La libertad ha de ser
libre, como dijo un periodista de mi tierra. Y aquí noto que habiéndome propuesto sólo hablar de los ratones
sujetos a la jurisdicción de fray Martín, el santo se me estaba yendo al cielo. Punto con el introito y al grano,
digo, a los ratones.
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Fray Martín de Porres tuvo especial predilección por los pericotes, incómodos huéspedes que nos vinieron casi
junto con la conquista, pues hasta el año de 1552 no fueron esos animalejos conocidos en el Perú. Llegaron de
España en uno de los buques que con cargamento de bacalao envió a nuestros puertos un don Gutierre, obispo
de Palencia. Nuestros indios bautizaron a los ratones con el nombre de hucuchas, esto es, salidos del mar.

En los tiempos barberiles de Martín, un pericote era todavía casi una curiosidad; pues relativamente la familia
ratonesca principiaba a multiplicar. Quizá desde entonces encariñose por los roedores; y viendo en ellos una
obra del Señor, es de presumir que diría, estableciendo comparación entre su persona y la de esos chiquitines
seres, lo que dijo un poeta:

El mismo tiempo malgastó en mí Dios,

que en hacer un ratón, o a lo más dos.

Cuando ya nuestro lego desempeñaba en el convento las funciones de enfermero, los ratones campaban, como
moros sin señor, en celdas, cocina y refectorio. Los gatos, que se conocieron en el Perú desde 1537, andaban
escasos en la ciudad. Comprobada noticia histórica es la de que los primeros gatos fueron traídos por
Montenegro, soldado español, quien vendió uno, en el Cuzco y en seiscientos pesos, a don Diego de Almagro el
Viejo.

Aburridos los frailes con la invasión de roedores, inventaron diversas trampas para cazarlos, lo que rarísima vez
lograban. Fray Martín puso también en la enfermería una ratonera, y un ratonzuelo bisoño, atraído por el tufillo
del queso, se dejó atrapar en ella. Libertolo el lego y colocándolo en la palma de la mano, le dijo:

-Váyase, hermanito, y diga a sus compañeros que no sean molestos ni nocivos en las celdas; que se vayan a vivir
en la huerta, y que yo cuidaré de llevarles alimento cada día.

El embajador cumplió con la embajada, y desde ese momento la ratonil muchitanga abandonó claustros y se
trasladó a la huerta. Por supuesto que fray Martín los visitó todas las mañanas, llevando un cesto de
desperdicios o provisiones, y que los pericotes acudían como llamados con campanilla.

Mantenía en su celda nuestro buen lego un perro y un gato, y había logrado que ambos animales viviesen en
fraternal concordia. Y tanto que comían juntos en la misma escudilla o plato.

Mirábalos una tarde comer en sana paz, cuando de pronto el perro gruñó y encrespose el gato. Era que un
ratón, atraído por el olorcillo de la vianda, había osado asomar el hocico fuera de su agujero. Descubriolo fray
Martín, y volviéndose hacia perro y gato, les dijo:

-Cálmense, criaturas del Señor, cálmense.

Acercose en seguida al agujero del muro, y dijo:

-Salga sin cuidado, hermano pericote. Paréceme que tiene necesidad de comer; apropíncuese, que no le harán
daño.

Y dirigiéndose a los otros dos animales, añadió:

-Vaya, hijos, denle siempre un lugarcito al convidado, que Dios da para los tres.

Y el ratón, sin hacerse de rogar, aceptó el convite, y desde ese día comió en amor y compaña con perro y gato.
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Y... y... y... ¿Pajarito sin cola? ¡Mamola!


Recuperado de : http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/tradiciones-peruanas-octava-y-ultima-serie--0/html/0156b140-82b2-11df-
acc7-002185ce6064_5.html#I_20_

Texto 4:

Estados de conciencia

"Por lo general, creemos que la conciencia es la percepción sensorial de las escenas, sonidos y olores que están
cerca de nosotros. Pero nuestra conciencia incluye muchas más percepciones. Cualquier persona que mire
dentro de sí misma se volverá consciente de, primero, cierto número de sensaciones corporales. Notará el ritmo
de la respiración y los latidos del corazón, sentirá movimientos del estómago, la saliva en la boca, la textura y el
peso de las ropas, pequeños dolores, picores e, incluso quizás, dolores pasajeros. Además de estas sensaciones
físicas, la persona, con la introspección, se vuelve consciente de emociones vagas - corrientes de placer,
irritación o de aburrimiento. Y, según su estado emocional, una persona puede ser consciente, perfecta o
vagamente, del paso del tiempo, del futuro, de su propia mortalidad, de la continuidad de su conciencia y de la
individualidad imprescindible de su yo consciente.

Aunque les es difícil a los individuos describir su propia conciencia con cierto grado de precisión, la sensación del
propio ser está, sin embargo, animada de una sensación cálida, de inmediatez y de riqueza. Esta percepción de
uno mismo, compleja y a menudo intensa, es particularmente evidente en los estados de plenitud emocional,
como cuando se hace el amor o cuando se siente una pena muy grande. Sin embargo, está siempre presente,
hasta cierto punto, en los momentos más corrientes e incluso más aburridos de nuestra vida. Hace poco tiempo
que la psicología desarrolla métodos para observar y registrar estos aspectos de la conciencia. Nos basamos
todavía, en gran parte, en descripciones verbales, complementadas con registros relativamente sencillos de la
frecuencia cardiaca, la respiración, las secreciones glandulares y la actividad eléctrica global del cerebro.

El nivel corriente de la conciencia es el del pensamiento consciente. Una persona siempre está pensando,
incluso aunque esté sentada tranquilamente, en un estado introspectivo. Las ideas, aunque sean triviales, pasan
continuamente por su conciencia. Además, la mayor parte del pensamiento normal, va acompañado por
reacciones en el comportamiento - generalmente, cada vez que una persona piensa, la lengua y los músculos de
la garganta hacen pequeños movimientos -. Si no se está pensando activamente, se está probablemente
soñando. Una persona normal tiene al día, aproximadamente, 200 sueños diurnos (Singer, 1966).

Por consiguiente, la conciencia es la suma de todo lo que uno puede descubrir acerca de una experiencia propia
en un momento dado. Naturalmente, existen muchas más cosas en una persona aparte de su conciencia
inmediata. Tiene también muchos recuerdos - que están inconscientes, a menos que se les llame mediante una
asociación o intencionadamente - así como muchas motivaciones y proyectos inconscientes. Conjuntamente,
estos factores constituyen la identidad de una persona como un ser psicológico."

Garndner Lindzey, "Psicología"


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Texto 5

Mitos y "mass-media"

"Recientes investigaciones han puesto en claro las estructuras míticas de las imágenes y de los comportamientos
impuestos a las colectividades por la vía de los mass-media. Este fenómeno se da, sobre todo, en los Estados
Unidos. Los personajes de los comics strips (historietas ilustradas) presentan la versión moderna de los héroes
mitológicos o folklóricos. Encarnan hasta tal punto el ideal de una gran parte de la sociedad, que los eventuales
retoques impuestos a su conducta o, aún peor, a su muerte provocan verdaderas crisis entre los lectores; éstos
reaccionan violentamente y protestan, enviando millares de telegramas a los autores de los comics strips y a los
directores de los periódicos. Un personaje fantástico, Superman, se ha hecho extraordinariamente popular
gracias, sobre todo, a su doble identidad: descendido de un planeta desaparecido a consecuencia de una
catástrofe, y dotado de poderes prodigiosos, Superman vive en la Tierra con la apariencia modesta de un
periodista, Clark Kent; se muestra tímido, eclipsado, dominado por su colega Lois Lane. Este disfraz humillante
de un héroe cuyos poderes son literalmente ilimitados repite un tema mítico bien conocido. Si se va al fondo de
las cosas, el mito de Superman satisface las nostalgias secretas del hombre moderno que, sabiéndose frustrado
y limitado, sueña con revelarse un día como un "personaje excepcional", como un "héroe".

La novela policíaca se prestaría a observaciones análogas: por una parte, se asiste a la lucha ejemplar entre el
Bien y el Mal, entre el Héroe (= el detective) y el criminal (encarnación moderna del demonio). Por otra parte,
por un proceso inconsciente de proyección y de identificación, el lector participa del misterio y del drama, tiene
la sensación de participar personalmente en una acción paradigmática, es decir, peligrosa y heroica."

Mircea Eliade, "Mito y realidad"

Texto 6:

Las competencias ciudadanas

Las competencias ciudadanas se definen como el conjunto de habilidades cognitivas, emocionales y


comunicativas, conocimientos y actitudes que, articulados entre sí, hacen posible que el ciudadano actúe de
manera constructiva en la sociedad democrática. Las competencias ciudadanas permiten que los ciudadanos
contribuyan activamente a la convivencia pacífica, participen responsable y constructivamente en los procesos
democráticos y respeten y valoren la pluralidad y las diferencias, tanto en su entorno cercano, como en su
comunidad o en el nivel internacional.

“En el contexto de las competencias ciudadanas, explica Enrique Chaux, se trata de poder desarrollar esas
habilidades, la capacidad de relacionarse con otros, de construir una sociedad más pacífica, en la que se acepten
las diferencias y podamos vivir y construir a partir de esas diferencias. Una sociedad más democrática en la que
todos puedan participar en la toma de decisiones sobre lo que ocurre, así como en la construcción de las normas
que nos guían, para lo cual es indispensable comprender su sentido y la manera de participar en su
construcción”.

“Hay que entender que podemos encontrar metas comunes y que nos podemos poner de acuerdo en la forma
de conseguir lo que queremos”, señala Rosario Jaramillo. “Y además, agrega Chaux, aprender a manejar las
situaciones en las cuales los intereses de uno aparentemente están en contra de los de otros, por lo cual surgen
conflictos.
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Hay que manejar esos conflictos sin violencia, encontrando acuerdos de beneficio mutuo, sin vulnerar las
necesidades de las otras personas, convirtiéndolos en oportunidades para el crecimiento”.

Lograr este cometido requiere tener la oportunidad de participar en las decisiones que atañen a todos, “para
que se pueda reflexionar sobre lo que pasó, sobre los efectos que produjo la decisión, entender las razones por
las que se actuó de determinada forma, porque es una negociación entre mis intereses y los de la otra persona”,
subraya Rosario Jaramillo. Es una negociación que hay que aprender a hacerla todos los días y encontrar el
beneficio general.
Recuperado y adaptado de: https://www.unisabana.edu.co/fileadmin/Archivos_de_usuario/Documentos/Documentos_Direccion_De_Estudiantes/
E.A.Lectura_en_educacion_superior_OK.pdf

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