Rey Sabio 6 PDF
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El Dios oculto
La hermosa Torá
-En el Zohar, uno de los textos fundamentales de la mística judía, se compara la Torá
con una jovencita toda belleza, oculta en un cuarto aislado del palacio.
El rabino cerró los ojos y la imagen de Amina se proyectó en su espíritu. Una ligera y
agradable vibración atravesó su cuerpo.
-Esa joven -continuó con ternura y pasión- tiene un amante cuya existencia sólo ella
conoce. «Por amor a ella, él pasa y vuelve a pasar sin cesar delante del palacio, y mira por
todas partes esperando verla. Ella sabe que él nunca se aleja del palacio; y entonces ¿qué
hace?. Abre una pequeña abertura en su cuarto secreto, muestra por un instante su rostro al
amante, y enseguida lo oculta. Sólo él y ningún otro ha visto su rostro, y sabe que por amor a
él se lo ha mostrado, por un instante, sólo a él. Y su corazón y su alma se sienten atraídos
hacia ella. Así sucede con la Torá: sólo revela sus más profundos secretos a quienes la aman.
Sabe que el que es sabio de corazón vaga día tras día ante las puertas de su morada.»
Después de una breve pausa, el rabino se expresó en un lenguaje más didáctico:
-¿Este lenguaje amoroso les sorprende?. En la Biblia hay un libro entero consagrado
al Amor entre un hombre y una mujer, entre lo divino y lo humano. Es el Poema de los Poe-
mas, también llamado el Cantar de los Cantares. El rabino Aquiba pudo decir de este escrito:
«El mundo no tenía valor ni sentido antes de que El Poema de los Poemas fuera dado a
Israel». La pulsión sexual y la pulsión espiritual son las dos caras de una misma composición.
Y esta pieza es aquella de la que Dios es el Compositor. En la carne del humano está inscrita
una pulsión biológica y afectiva que lo hace salir de sí mismo para acoger a otro, a otra. En el
espíritu del humano hay inscrita una pulsión metafísica y espiritual que lo hace salir de su
ego para descubrir al Otro por excelencia, Dios. Al igual que una mujer puede estar
obsesionada por el rostro de un hombre, y un hombre por el de una mujer, Dios es el gran
Seductor que obsesiona al alma humana. Sin esas dos pulsiones que se llaman entre sí, la vida
sería insulsa, centrada en sí misma.
"Creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios lo creó" (Génesis, 1,26-27).
Lo humano, reflejo de lo divino, es a la vez masculino y femenino, una unidad en la dualidad.
El Adán inicial no era masculino, sino bisexual. Como si hubieran sido dos seres siameses
que había que separar, Dios los "aserró" para diferenciarlos. Y así Eva fue sacada del costado
de Adán. Desde su creación, la pareja es una unión escindida en busca de intimidad. El texto
original no dice que Dios creó a un hombre, sino al ser humano -en hebreo Ha-Adam-. Según
los cabalistas, que dan a cada letra un valor numérico para descubrir sentidos ocultos, el total
de la palabra HaAdam es 50; es exactamente el equivalente numérico de la palabra hebrea
Mi, que quiere decir "Quién". Mientras que para Adam solo, un hombre masculino sin Eva su
mujer, esa suma corresponde a 45; y 45, es el valor numérico de la palabra Mah, que significa
"Qué". De esto los cabalistas han sacado una hermosa enseñanza: el hombre pasa del Qué al
Quién, de un ser-objeto a un ser-sujeto, cuando realiza la complementariedad hombre-mujer.
Pasar de Adam a Ha-Adam, es encontrar al otro, es salir del anonimato. Sucede lo mismo
cuando los humanos encuentran a su Creador: abandonan una condición de objetos, esclavos
de las determinaciones sociales y biológicas, para acceder a una condición de sujetos, que
participan en la libertad de Dios. El sentido de la historia humana -individual, comunitaria y
mundial- es pasar de la esclavitud a la libertad, de las relaciones de dominación a la era
mesiánica en la que la justicia y la fidelidad se abrazan.
David Halévy hizo una pausa en su discurso y luego continuó:
El rey, el sabio y el bufón. El gran torneo de las religiones. 62
-Como ya han podido percibir, para nosotros, los judíos, nuestra referencia sagrada es
la Torá. En su sentido amplio, está compuesta por la «tradición escrita», presente en la Biblia
judía, y por la «tradición oral», fijada en el Talmud. Numerosos comentaristas, teólogos,
filósofos y místicos, enriquecen continuamente nuestra herencia con sus infinitas lecturas.
Contrariamente a las tradiciones más dogmáticas, la nuestra se niega a cerrar de una vez para
siempre el sentido de los textos; nuestra responsabilidad es interpretar la Torá, como los
músicos interpretan una partitura. Y los matices no tienen límites...
Esta imagen de la interpretación como creación artística fascinó especialmente a
Alain Tannier. Durante sus estudios de teología, había sufrido por los dogmatismos
descubiertos no sólo en el cristianismo sino también en el islam.
-En tanto judíos, consideramos que la práctica es, en definitiva, más importante que
las creencias. Lo primordial es observar los mitzvot, los mandamientos que Dios reveló en su
encuentro con Moisés y en su acompañamiento fiel del pueblo hebreo. Abraham, Isaac y
Jacob son sus padres fundadores. A lo largo de nuestra agitada historia, hecha de bajezas y de
explotaciones, de crisis y de reconciliaciones, Dios nos ha interpelado sin cesar enviándonos
profetas. Su misión consistía en recordarnos cómo debemos vivir según las exigencias
divinas de justicia y compasión. Por otra parte, como recuerda Raphael Hirsch, Elohim es
Dios en su justicia, mientras que el tetragrama YHWH es Dios en su misericordia. Los dos
aspectos son inseparables. Dios es a la vez Aquel que manifiesta su compasión en la
Providencia y Aquel que pone límites para que cada uno pueda vivir en su lugar y deje vivir a
los otros en el suyo. Aquel que ha dicho: «Yo soy el que soy» (Éxodo 3,14) llama a su pueblo
para que abandone cualquier forma de idolatría para participar en su santidad: «Sed santos,
porque yo, el Señor, soy santo y os he separado de los demás pueblos para que fueseis míos»
(Levítico 20,26). La elección que hizo Dios del pueblo judío a menudo ha sido mal
comprendida. Elección no quiere decir predilección, sino llamada a servir a la humanidad
como testimonio del movimiento hacia la justicia y la misericordia en que Dios llama a todos
los pueblos.
practicar la Ley y que esta práctica es fuente de curación. «Hijo mío, no te olvides de mi
Torá, y guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque ellos te colmarán de largos días y de
años de vida y de paz. No se aparten de ti la bondad ni la lealtad; átalas alrededor de tu cuello
y escríbelas en las telas de tu corazón. Y hallarás favor y buena opinión delante de Elohim y
de los hombres. Confía en YHWH con todo tu corazón y no te apoyes en tu prudencia. En
todas tus empresas tenle presente, y hará suaves tus senderos. Será remedio para tu ombligo y
filtro para tus huesos» (Proverbios 3,1-7).
Un no judío se presentó un día a Hilel, sabio conocido por su dulzura y muerto en el
año 10 de la era cristiana. Le dijo: "Me haré judío, pero es necesario que me enseñes toda la
Ley, mientras me mantengo sobre un solo pie". El maestro le dijo: "Lo que no te gusta que te
hagan no se lo hagas a otro. Ésa es toda la Ley; el resto es sólo comentario: ve y apréndela".
En cuanto al rabino Akiba, enseñó, citando a Levítico 19, versículo 18: "Amarás a tu prójimo
como a ti mismo; ése es el gran principio de la Ley".
-Así, nuestra Ley es a la vez compleja y sencilla. Algunos de mis compatriotas tratan
de seguirla hasta en los detalles, otros van a lo esencial «olvidando» el resto. Entre judíos
ortodoxos y liberales, la guerra puede ser dura: los primeros insisten en la necesidad de
practicar todos los mandamientos de la Ley, los segundos en la de practicar sólo los
compatibles con la vida moderna. Entre ambos, los judíos conservadores tratan de encontrar
una posición intermedia. Además de estas tres tendencias, algunos agregan una cuarta, la de
los judíos reconstruccionistas. Pero poco importa. Es necesario saber que en el judaísmo
aparecieron las grandes tensiones no en el comienzo, sino con la llegada de los tiempos
modernos. En la actualidad se puede ser judío y practicante, judío y no practicante, y hasta
judío y ateo. Maimónides, el gran médico y filósofo judío de la Edad Media, recapituló en los
trece artículos de fe nuestras creencias fundamentales: El Creador dirige todo, es el único, sin
cuerpo, el Primero y el último; sólo a él deben dirigirse las plegarias; los profetas dicen la
verdad y Moisés es el primero entre todos ellos; le fue entregada la Ley, que es inmutable;
Dios conoce todas las acciones y los pensamientos humanos; recompensa a los que observan
sus preceptos y castiga a los que los violan; el Mesías llegará, aunque tarde, y tendrá lugar la
resurrección de los muertos. Muchos judíos aceptan estos artículos, otros no; y sin embargo
siguen siendo judíos. Nuestro pueblo, en comparación con otras religiones, es pequeño, pero
yo me siento orgulloso de formar parte de él. De él salieron filósofos como Spinoza, Bergson
o Husserl, científicos como Einstein, Bohr o Bom, artistas como Mendelssohn, Mahler o
Chagall, psicólogos como Freud, Adler o Bettelheim, políticos como Herzl, Marx o Trotski,
genios religiosos como Abraham, Moisés o Jesús... Algunos permanecieron fieles a su
pueblo; otros no. Algunos asumieron su defensa, otros lo atacaron con virulencia; algunos
observaron su Ley, otros la desacreditaron; pero todos estuvieron preocupados por temas
fundamentales y se pusieron en marcha hacia lo que consideraban una Tierra nueva, y tras
ellos arrastraron a muchos otros. Lo más importante es la búsqueda.
Se cuenta que un hombre angustiado interrogó al hasid Mendel de Kotz: "Rabino,
reflexiono todo el tiempo. -¿En qué? -En el hecho de saber si de verdad hay un juez y un
juicio. -¿Es que eso puede ayudarte? -Si no lo hay, ¿para qué sirve la creación? -¿Es que eso
puede ayudarte? -Entonces ¿para qué sirve la Torá? -¿Es que eso puede ayudarte? -¿Qué dice,
rabino? -Si eso te importa tanto es que eres un verdadero judío. Puedes entonces meditar y
reflexionar sin temor". En cuanto a Yaakov Yitzjak de Psiskjé, él dijo: "No existe un
principio en la manera de servir a Dios. Y ese principio en sí mismo no es un principio".
Entre el público reinaba un silencio impresionante.
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El rabino decidió romperlo con una última enseñanza sobre las verdaderas riquezas.
-La mayor tentación para la humanidad es convertirse en prisionera de sus riquezas.
Al respecto, si alguna vez buscan un banco para confiarle sus bienes, puedo darles la
dirección de mi tío... pero tendrán que esperar el final del encuentro.
Un gran estallido de risa distendió la atmósfera.
-Le plantearon al rabino Mijal de Zlotchev una pregunta embarazosa: «Usted es
pobre, rabino. Sin embargo, todos los días agradece a Dios que atienda sus necesidades; ¿no
es eso una mentira? -En absoluto. Para mí la pobreza es una necesidad». Y el rabino Nahum
de Chernóbil, ciudad hoy tristemente célebre, decía no sin humor: «Me gusta la pobreza. Es
un regalo que Dios hace al hombre. Un verdadero tesoro. Y que no cuesta caro».
El rabino se sentó bajo un diluvio de aplausos. Al cabo de las horas, el público se
animaba más espontáneamente a expresar sus sentimientos. Lo cual regocijó al Sabio.
Confrontaciones
El moderador primero dio la palabra a alguien del jurado, para evitar frustrar una vez
más a sus miembros. Una mujer se precipitó en el debate:
-Señor rabino, me ha deslumbrado. Su dicción, su humor, su inteligencia, son una
fiesta para el espíritu. Pero, con franqueza, debo decirle que su fuego de artificio me deja
perpleja. Al final de su exposición, sigo sin saber qué es la identidad judía. Que se pueda ser
judío y no practicante, lo entiendo fácilmente. Pero que se pueda ser judío y ateo, y aun judío
y antijudío me supera.
La cuestión judía
diadema entre tus ojos. Y las escribirás en las jambas y en las puertas de tu casa"
(Deuteronomio 6,4-9).
El recitado de esta confesión de fe en hebreo contiene doscientas cuarenta y ocho
palabras, que según nuestros sabios, corresponden a los doscientos cuarenta y ocho órganos
del cuerpo humano. De esta manera, un recitado diario es fuente de salud. Sepan, de paso,
que es a causa de este texto, entre otros, que los judíos practicantes utilizan tefillin o
filacterias, pequeñas cajas cuadradas que contienen versículos de la Biblia, y las atan a su
frente y a sus brazos durante la plegaria matinal. Las palabras del "Shema Israel" están
también inscritas en una mezuza, un símbolo religioso colocado sobre el montante derecho de
la puerta de la casa.
En cuanto a la Tierra, es la de Israel, comprendida geográfica o espiritualmente según
las tendencias. Es verdad que muchos judíos ya no observan los mandamientos de la Torá ni
se sienten unidos a la "Tierra de Israel". Reinterpretan el Mensaje liberador en un sentido
laico -piensen en el socialismo de Marx o en el psicoanálisis de Freud-, pero sin embargo
siguen siendo judíos. ¿Por qué?. Porque siguen perteneciendo ahora y siempre al Pueblo...
pertenece ni a los judíos ni a los palestinos, sino sólo a Dios y él la presta a quien quiere.
«Por cuanto es mía [la tierra] y vosotros sois advenedizos y colonos míos» (Levítico 25,23).
En uno de nuestros salmos se dice: «Los humildes poseerán el país y gozarán de una paz
total». En el Corán, esto se recuerda porque puede leerse: «Cierto, hemos escrito en los
Salmos, después de la amonestación, que mis servidores píos heredarán la tierra» (21,105). Y
en el Evangelio de los cristianos, Jesús enseñó: «Bienaventurados los mansos, porque ellos
poseerán la tierra» (Mateo, 5,5). Dios presta la tierra a quien quiere. Esto significa: a los
humildes, a los justos y a los mansos. Y si estos locatarios dejan de serlo, Dios vela él mismo
para que «la tierra arroje a sus moradores» (Levítico 18,25); tanto judíos como palestinos.
Todos, pues, estamos condenados a la justicia.
-Ya que acaba de citar a Jesús -dijo entonces el doctor Clément-, desería escucharle
un poco más al respecto. La historia de las relaciones entre cristianos y judíos es...
horrorosa... La suma de la miseria que las iglesias cristianas han hecho sufrir a su pueblo es
indescriptible. Tengo vergüenza por eso y no sé cómo pedirle perdón...
Visiblemente herido por ese pasado terrible, el cristiano bajó la voz y los ojos.
-¿Qué no se ha dicho a propósito de ustedes?. -continuó-. Gregorio de plisa los
llamaba «los deicidas, asesinos de los profetas, los que luchan contra Dios y lo odian,
transgresores de la ley, enemigos de la gracia, ajenos a la fe de sus padres, abogados del
diablo, calaña de víboras...». Y Lutero escribió respecto a ustedes. «Primero, que se incendien
sus sinagogas y sus escuelas [...]. Y que se haga esto para la gloria de nuestro Señor y de la
cristiandad, para que Dios vea que somos cristianos y que no hemos querido ni tolerado que
se blasfemara, calumniara y renegara de su Hijo. Y ya que Dios nos perdona lo que por
ignorancia hemos tolerado (yo mismo no lo supe). [...] Segundo que destruyan también sus
casas [...] para que sepan que no son los señores en nuestro país, como se jactan de serlo, sino
miserables y cautivos, como se quejan sin cesar ante Dios». Cuando Herzl visitó al papa Pío
X para buscar su apoyo, la respuesta recibida no pudo ser más clara: «Los judíos no han
reconocido a Nuestro Señor. Por eso no podemos reconocer al pueblo judío». Gracias a Dios,
desde el Concilio Vaticano II, las mentalidades han cambiado mucho.
-¿Cómo responderle en pocas palabras a propósito de Yosé ben Yehudá?. La opinión
judía sobre él puede resumirse en estas palabras del rabino Stephen S. Wise:
Jesús era uno de los nuestros. Su manera de rezar, de enseñar, de vestirse... todo
expresa su judeidad. Y sin embargo nos separa un abismo. Nosotros los judíos esperamos
todavía la venida del Mesías. ¿Por qué?. Porque creemos que su venida nos librará de todos
los sufrimientos. Un día anunciaron a un rabino que había llegado el Mesías; éste
simplemente miró por la ventana y comprobó que nada había cambiado; y supo que el Mesías
todavía no estaba allí.
-Pero en este punto, ¿estamos tan en desacuerdo?. Por error, los cristianos han
concentrado su fe en la anterior venida del Mesías; como ustedes esperamos la plenitud de su
presencia.
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-Tal vez. Pero para nosotros es difícil aceptar que Dios en su amor se volvió hacia
nosotros en ese hombre. En efecto, ¿cómo reconocer en Jesús a Emanuel -Dios con nosotros-
mientras sus portavoces no han dejado de dar testimonio, en lo que a nosotros se refiere, a un
Dios contra nosotros?. Christian Clément comprendía muy bien las reticencias del rabino.
-Reconocido lo cual -continuó este último-, desde que la Iglesia ha dejado de rechazar
al pueblo judío, el pueblo judío ha dejado de rechazar a Jesús. Hasta hay una especie de moda
en Israel en torno a su persona: nunca se le dedicaron tantos libros. El profesor León
Askenasi, conocido con el nombre de «Manitou» ha escrito un artículo notable en el que
recuerda la idea de que habría dos tipos de mesianismo: uno según Juda y otro según José. En
la genealogía de Jesús que se encuentra en el Evangelio de Mateo (1,2), se dice que el
patriarca «Jacob engendró a Juda y a sus hermanos», entre ellos José, lo recordará, el hebreo
que sirvió al faraón para intentar santificar la civilización egipcia. Al final de esa genealogía
(1,16), se dice que otro «Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús,
llamado Mesías». No es baladí que el padre de Jesús lleve el nombre de José, y que sea hijo
de un Jacob. Todo lector familiarizado con la Biblia sabe que José es el hebreo que se hizo
egipcio, por lo tanto testigo de Dios entre los paganos, mientras que Judas es el patronímico
del pueblo hebreo que salió de Egipto (Salmos 114,1-2), por lo tanto testigo de Dios fuera de
los paganos. O sea que habría dos tipos de «diáspora» de los hijos de Jacob, dos maneras de
ser del pueblo de Israel: una según los «hijos de José», entre los paganos para santificarlos, la
otra según los «hijos de Juda», fuera de los paganos para recordar la santidad de Dios. Jesús,
hijo de José, expresaría entonces una manera de ser Mesías según José entre las naciones;
mientras que el pueblo judío, en tanto hijo de Juda, habría seguido fiel a un mesianismo
según Juda esperando todavía la plenitud del reino mesiánico. Estos dos mesianismos
dejarían entonces de ser antagonistas para convertirse en complementarios.
Esta explicación, un poco ardua, dejó pasmado al doctor Clément. Nunca había
escuchado a un judío que, manteniéndose judío, llegase tan lejos en el camino del
acercamiento.
-De manera contraria a los musulmanes, los judíos podemos aceptar que Jesús sea
«hijo de Dios». Estas palabras quieren decir que es una criatura de acuerdo al proyecto del
Padre creador. Lo que nos plantea un problema es la inversión del título en Jesús como «Dios
Hijo».
-Permítame preguntarle -intervino entonces el swami-, ¿por qué los judíos -como los
musulmanes- tienen tantos problemas en aceptar que Dios se revele a través de un humano?.
¿Y por qué designan siempre a su Dios como el «Padre» cuando dicen que ha hecho al
humano a su imagen, masculino y femenino?. ¿No podrían llamarlo también su «Madre»?.
-Espero que nuestros debates teológicos no aburran al público... Pero responderé con
gusto a sus preguntas. Para los judíos, el Creador supera infinitamente a la creación. Afirmar
de esa manera su trascendencia, es rechazar cualquier liberación fundada en él, y también
cualquier liberación en su nombre sobre los demás. La historia desdichadamente nos
confirma que la mayoría de las atrocidades cometidas en nombre de las religiones lo fueron
cuando esta distancia ya no se respetó. El «Gott mit uns» -«Dios con nosotros»- escrito en los
cinturones de los soldados alemanes es la expresión más perversa del religioso. Dios puede
estar con nosotros, a condición de que él pueda también estar contra nosotros.
De pronto, el rabino lo relacionó con lo que él le acababa de decir al cristiano. Se
preguntó si la terrible hostilidad de las Iglesias respecto de los judíos y la profunda enemistad
de los judíos hacia las Iglesias no tenían una fuente común en Dios. Como si el Padre
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Creador corrigiera a sus dos hijos el uno por el otro. ¿Pero a qué precio?, se preguntó.
Dejando de lado sus elucubraciones internas, volvió al tema planteado:
-En cuanto a la terminología masculina aplicada a Dios, usted tiene razón al decir que
es en parte inadecuada. Este lenguaje sexuado ha sido utilizado por los hombres religiosos,
los varones, para dominar a las mujeres. En nuestros textos, numerosos autores se refieren a
un lenguaje materno, aun maternal, para hablar de la ternura de Dios: «Como una madre
acaricia a su hijito, así yo os consolaré a vosotros...», dice Dios a través del profeta Isaías
(66,13). Mientras que el «Padre» está claramente diferenciado de su hijo, una «Madre», al
menos durante la gestación, no lo está. Se utilizó un lenguaje masculino para preservar esta
exterioridad, esta santidad de Dios. Sin embargo, hay que saber que los judíos nada pueden
decir sobre Dios en tanto tal; sólo pueden expresarse a partir de su propia Palabra. Dios en sí
es incognoscible. Es a partir de sus refracciones en la Revelación y de sus relaciones con el
hombre y el mundo que puede balbucir algunas cosas. Nombrar es dominar. Y Dios excede
siempre nuestros discursos y nuestras conciencias.
Decir que Dios ha creado la sexualidad ¿no es una manera de sacralizarla, de ponerla aparte,
cuando se trata de una ley de casi toda la naturaleza?
-La sexualidad, tiene razón, no es exclusiva del hombre -respondió el rabino-. Pero el
humano es el único «animal» que puede darle un sentido a lo que hace y debatirlo como lo
hacemos hoy nosotros. En su pregunta creo discernir otra: ¿todo nuestro discurso sobre Dios,
no es simplemente una proyección de nuestros sueños?. Un hindú tal vez le preguntaría: «¿Y
si la existencia humana no es más que el sueño de Dios, cuya salvación consiste en ser
despertado?». Como judío -y, por cierto, mis primos en la fe, los creyentes y musulmanes, no
me desmentirán-, diría que la gran opción que se presenta al ser humano es la siguiente:
elegir entre lo revelado o lo soñado. Sabiendo muy bien que, en lo revelado, el sueño humano
no está ausente.
El rabino volvió a su lugar. Su rostro fatigado desalentó cualquier nueva pregunta. El
Sabio puso entonces fin al encuentro y deseó a todos que aprovecharan la tarde libre. En
efecto, los comerciantes del país habían presionado a los organizadores para que dejaran
tiempo libre a los numerosos espectadores del Torneo. Pretendían así participar en los
«beneficios» de un acontecimiento de tal índole. Ciertamente, el elogio de la pobreza que
había hecho el rabino no era la mejor publicidad que hubieran podido esperar; pero como el
camino de la teoría a la práctica puede ser muy sinuoso y largo, los comerciantes no tuvieron
que preocuparse.
-Señoras y señores, aprovechen esta tarde para descubrir esta región del reino.
Mañana nos espera una larga jornada. Después de la exposición del participante cristiano, el
jurado deberá deliberar y elegir la mejor de las religiones para nuestro país. Su tarea no se
presenta fácil.
El Bufón, también él extenuado por tantas emociones y discursos, se volvió hacia el
Sabio:
-¡Genial el rabino! Especialmente lo que dijo sobre el sueño y lo revelado. Nuestro
Rey sólo piensa en lo revelado en el sueño. A mí lo que invariablemente me maravilla y me
salva la noche, es cuando sueño con copas y raviolis...
Pero esa noche el Bufón comió otra cosa. En efecto, con el Sabio y los seis posibles
ganadores fue invitado a palacio. A la mesa del Rey.
La investigación
Durante todo el día la policía del reino había estado en efervescencia. Con extremo
cuidado habían hecho analizar la carta con las amenazas y el solideo que les dio el rabino. En
la carta, habían reconocido las huellas digitales del jeque, de Amina y del Sabio e incluso
consiguieron aislar los rastros de un guante. En cuanto a la escritura, no pertenecía a ninguno
de los musulmanes detenidos. Por otra parte, muchos de ellos ni siquiera hablaban el árabe
utilizado, que era de origen indonesio o paquistaní. La mayoría conocían el árabe coránico,
pero de eso a escribir esa carta había un abismo. Y lo más desconcertante era el solideo. Los
análisis no descubrieron ninguna huella identificatoria fuera de la del rabino. Los
especialistas eran unánimes: el objeto había sido cuidadosamente lavado para que
desapareciera cualquier signo, huella, cabello o película. Estudiaron todas las hipótesis pero
ninguna permitía que la investigación avanzara.
¿El criminal era de un país extranjero o un nativo?, ¿Era alguien del público o una
persona ajena al Torneo?. Los policías hasta habían considerado la posibilidad de que el
culpable fuera alguien del jurado y aun uno de los delegados. ¿Pero por qué motivos habría
intentado atacar a Amina?. Paradójicamente las sospechas empezaron a focalizarse en el
jeque y en el rabino. ¿No tenían interés ambos en que este asunto denigrara la religión de su
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competidor?. Quien más les intrigaba era el rabino. ¿Por qué sólo él no había ido al
espectáculo?, ¿Y por qué en el solideo sólo estaba la huella de sus dedos?, ¿Y si fuera él
quien había maquinado todo para hacer creer en un atentado y que uno de sus compatriotas
fuera su cómplice?. Luego, con una estratagema suprema, él mismo habría depositado un
símbolo judío para que imaginaran que un no judío había intentado acusarlo... Su inteligencia
tan sutil seguramente era capaz de imaginar tales perversiones. Decidieron que hasta el final
de las justas, los delegados serían vigilados con atención por agentes de paisano.
En la comisaría, los sospechosos judíos y musulmanes alegaban su inocencia
vehementemente. Varios habían amenazado con contactar con su embajada si se prolongaba
la detención. El responsable de la investigación no se atrevía a correr el riesgo de ponerlos en
libertad. Decidió entonces consultar con el ministro del Interior, quien a su vez le hizo llegar
una carta al Rey.
Cena en palacio
En la residencia real se había preparado todo hasta en los menores detalles para que la
comida conviniera a cada uno de los invitados. Lo más extraño, era ver a esos hombres, que
habían hablado de la pobreza y del desprendimiento con tanta elocuencia, sentados a la mesa
en un marco tan suntuoso comiendo manjares tan refinados. Es verdad que Rahula había
pensado no aceptar la invitación. En efecto, como monje budista, no comía nada después del
mediodía. Pero para no ofender inútilmente al Rey decidió participar en la velada. En cuanto
al swami, se había tranquilizado al recordar las palabras de uno de sus sabios: «Un rey en su
palacio puede ser más desprendido que un mendigo en su tugurio».
Al final de la comida, el Rey tomó la palabra. Tenía deseos de «recuperarse» de su
mediocre actuación del primer día.
-Nobles delegados, es un inmenso honor para mi reino tenerlos entre nosotros. En
efecto, cada uno de ustedes se ha consagrado a meditar sobre las cosas esenciales de la vida.
Más aún: cada uno es digno heredero de antiguas tradiciones que, durante siglos, se han
perpetuado para aliviar los males de los humanos. Toda la sabiduría multicolor de la tierra
está recapitulada en sus personas. Y por primera vez en la humanidad, la quintaesencia de
esas experiencias y conocimientos se ha reunido y ofrecido con simplicidad a los demás. Yo
mismo, así como el Sabio y el Bufón, hemos tenido extraños sueños...
El Sabio se inclinó con prontitud hacia el Rey y le murmuró al oído:
-Señor, no digáis nada por el momento. El participante cristiano todavía no ha
hablado.
El Rey sonrió. Como para decir que no lo había olvidado.
-Esos sueños nos conmovieron. Al igual que lo que hemos escuchado de sus bocas.
De no ser por los dramáticos acontecimientos de los que la señorita Amina fue desdichada
víctima, este Torneo habría sido un éxito total. Pero no nos anticipemos. Mañana viviremos
una jornada decisiva. Señores, desde ahora, les agradezco sus exposiciones y les deseo buena
suerte.
Salvo las últimas palabras relativas al éxito de las justas, inadecuadas en un torneo de
esas características, el Rey no había estado del todo mal. Y lo sabía. Aprovecharon los
aplausos para hacerle llegar la carta del ministro. Después de leerla el Rey se la tendió al
Sabio. ¿Había que liberar a los sospechosos?. Ése era en esencia el contenido de la misiva. El
Sabio aconsejó al Rey que planteara de inmediato la pregunta a los delegados. Después de la
consulta, se decidió por unanimidad que los sospechosos judíos y musulmanes debían quedar
en libertad y ser vigilados estrechamente. Por otra parte, de común acuerdo, no les
prohibirían el acceso a la gran sala del claustro: como todos los asistentes serían registrados a
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