Copia de Antología Poética de José Hierro - Docx - Documentos de Google
Copia de Antología Poética de José Hierro - Docx - Documentos de Google
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que, dentro de sus respectivas colecciones, actúan como claves precisas hacia posiciones
centrales de su mundo lírico o de su poética. En esta antología se respeta esa disposición
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como la escama de los peces. Yo no me acuerdo ya de aquello.
arena, piedra, hierba, nieve? Nos han abandonado en medio del camino.
octubre, enero, abril, noviembre?) Mala gente que pasa cantando por los campos.
que los colores que tú tienes. que comprenda la viva razón del canto nuestro.
rumor del agua cuando llueve, Vivimos y morimos muertes y vidas de otros.
hacha que hiere la madera, Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos.
fuego que incendia la hoja verde? Su hondo grito nos pide que muramos un poco,
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que vivamos deprisa, quemando locamente No hay más que sombra. Arriba, luna.
(Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo estrecho.) Ya tú eres hombre, ya te duermes,
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flautas de caña de son vago Ya se duerme
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hasta tu cumbre de luz única.
«Nunca
Antología poética
saber que el viento que hoy le canta sombras. Los pájaros me esperan.
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(Epílogo)
fui tan sin tiempo como ella, recién nacidas para el canto,
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someterme sin resistencia, todos los vientos que me mueven,
ser por los siglos de los siglos los dolores que en mí hacen presa…
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maravillosamente se rompía.) Si todos me deben su vida, si a costa de mí, de mi muerte es posible su vida,
con dolor tras dolor para mi herida. (Descalzo he salido a sentir en la carne desnuda la escarcha.)
ruego por el que he sido en la tristeza ¡Tan confuso y difícil buscar, pretender comprender y aceptar, y parar lo que nunca se para...
EL MUERTO
ALUCINACIÓN
Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca.
¡Tanta luz, tanta vida, tan verde cantar de la hierba! Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
¡Tan feliz creación elevada a la cima más alta! muchos siglos de olvido y de sombra constante,
Siento el tiempo pasar y perderse y tan sólo por fuera de mí se detiene. muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
Y parece que está el universo encantado, tocado de gracia. a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
¡Tanta luz, tanta vida, tan frágil silencio! Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos
¡Tantas cosas eternas que mellan al tiempo su trágica espada! será azul. Temblará estremecido,
¡Tanta luz, tan abiertos caminos! rompiéndose, desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas, por el curvo volar de gorriones,
¡Tanta vida que evita los siglos y ordena en el día su magia! por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
Si la flor, si la piedra, si el árbol, si el pájaro; (Yo una vez hice un ramo con ellas.
si su olor, su dureza, su verde jadeo, su vuelo entre el cielo y la rama. Puede ser que después arrojara las flores al agua,
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puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo, que, a mi madre llevara las flores: Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
yo querría poner primavera en sus manos.) Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
¡Será ya primavera allá arriba! yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.
Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría no podré morir nunca Criatura también de alegría quisiera que fueras,
Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino no podré morir nunca. criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.
aquel vago pasar de la loca alegría. Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos no podré morir nunca. y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí. y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...
Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente. aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,
Que tú me entendieras a mí sin palabras aquel niño que azota la mar con su mano inocente...
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde. Si yo te dijera estas cosas, amigo,
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte. qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes. Y ¿cómo saber si me entiendes?
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible, la pasión con que dora la tierra sus ¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
frutos calientes.
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
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¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, poner en tu oscura tristeza la lumbre que está caída a mis pies.)
celeste?
Nada en orden.
como tú me entendieses.
Pero toco la alegría,
.
porque aunque todo esté muerto
FE DE VIDA
yo aún estoy vivo y lo sé.
no la encontraré.
Mi reino vivirá mientras
Sé que si busco una mano
estén verdes mis recuerdos.
que me salve del olvido
Cómo se pueden venir
no la encontraré.
nuestras murallas al suelo.
Sé que si busco al que fui
Cómo se puede no hablar
no lo encontraré.
de todo aquello.
El viento no escucha. No
Pero estoy aquí. Me muevo,
escuchan las piedras, pero
vivo. Me llamo José
hay que hablar, comunicar
Hierro. Alegría. (Alegría
con las piedras, con el viento.
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embestida de bisontes
flechas de plata»...
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ardiente, como una ciega ya sencillo, como muerte
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bajo la llama del poniente; Pero todo es lejanía
Y no sé si estamos vivos
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ciegos. Ángeles malditos. las almas. Ya se ha cumplido
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la tierra. Miro la tierra Apagamos las manos. Dejemos encima del mar marchitarse la luna
Torno a lo mío: Ciegos iremos. Callados iremos, mirando algo nuestro que escapa hacia su patria remota.
cuando nada se desea (Nuestro espíritu debe de ser, que cabalga sobre las olas.)
Se han borrado para siempre Hemos caído en un pozo que ahoga los sueños.
caminos, muchos caminos. Hemos sentido la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca.
nada parece tranquilo. modelamos en nieblas efímeras, en pasto de brisas ligeras, nuestra cálida hora.
Nuestra voz suena a voz de otros Y cómo apretamos las ubres calientes. Y cómo era hermoso
que jamás han existido. pensar que no había ni ayer, ni mañana, ni historia.
Ángeles soberbios. Ángeles y nos ponemos a andar por la tierra cumplida de sombra.
ciegos. Ángeles malditos. Cómo errar por los años, como astros gemelos, sin fuego,
caminos. Y no hay caminos Cómo andar, sin nostalgia, el camino, soñando dos sueños distintos
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Ahora sabemos que el alma no es piedra ni flor que se toca. tu palabra sencilla
Cómo aceptar que las almas son vagos ensueños Así, incansablemente,
que en sueños tan sólo se dan, y despiertos se borran. hila que te hila.
PARA UN ESTETA
sentimos la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca. Tú que hueles la flor de la bella palabra
que hablan hondo, será , Perfección de la vida que nos talla y dispone
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para la perfección de la muerte remota. No has venido a poner orden, dique. Has venido
Y lo demás, palabras, palabras y palabras, a hacer moler la muela con tu agua transitoria
¡ay, palabras maravillosas! Tu fin no está en ti mismo («Mi obra», dices), olvidas
no sabes el camino de la fuente que brota Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día
Y olvidas las raíces («Mi obra», dices), olvidas Yo, José Hierro, un hombre
Tenía
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fiebre. Pensé: —Si un grito
Y se abre la ventana
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de un álamo, el suspiro de diamante purísimo:
playa,
Funcionario, hoguera,
tintero, cántico...
30 días vista,
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contaminaba la tierra.
grandes abanicos,
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Por lo demás todo es Jesús no está aquí. Lo eterno
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dice: «Cuatro, cinco, Deseternizado, ángel
(Caminos
Aquí está el tiempo sin símbolo por los siglos de los siglos.
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sin una lágrima de agua. espigas y juncos y cañas...
viento del sur que pulsa y sopla Plaza cuadrada, con su fuente
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sin una lágrima de agua. que le escribiera unos versos
vagar sin fin y sin origen para las que no hay cobijo
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Yo, poeta sin palabras, ya es imposible el prodigio.
se me ha secado en la garganta.
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que gorjeabas bajo el agua, Ay. Y podridas. Y dormidas.
tu pico; sueño, vida, espada. Las olas que me hundieron hasta el fondo
Dedos que tañen cuerdas invisibles. Ay, sin medida ya. Fundidas
Ay, mis héroes, mis álamos, mis ríos, Piedra sin alas y sin almas,
(Ay, Dios mío, sin nombre ya, sin hombre.) inviernos que nacían y pasaban.
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Ay, vida que no viene. Y si venía haya muerto, vuestros nombres.
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bajo marchitables nombres. 11 de mayo, a consecuencia
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el que se aroma de romero, Lo doloroso no es morir
o en locuras desgarradoras
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sangre fraterna.) Vino un día Objetivamente. Sin vuelo
Un instante vacío
Réquiem aeternam. de acción puede poblarse solamente
Definitivamente todo de nostalgia o de vino.
ha terminado. Su cadáver Hay quien lo llena de palabras vivas,
está tendido en D'Agostino de poesía (acción
Funeral Home, Haskell. New Jersey. de espectros, vino con remordimiento).
Se dirá una misa cantada
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nostalgia a los demás: sólo palabras. como el caballo corre, aunque no sople el viento, y vuela la gaviota, aunque esté seco el mar,
las conchas que las olas traen o llevan, Me acuerdo de los árboles de Dublín...
el papel que arrebata el viento, Alguien los vive y los recuerdo yo.
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Hay un momento que no es mío, Apretó las esquirlas
En el puente de Brooklyn.
No sé si lo recuerdo o lo imagino.
del fuego —ya sabéis de qué hablo—, espectro las aguas: llevan muertos».
que pueda hacer que cante, hacer que vibre ¿Muertos? Mira las aguas.
En el puente de Brooklyn.
y silencioso, pero
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bajo la superficie En el puente de Brooklyn.
Revive lo vivido,
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latigazo .. «Ojú, qué frío». qué frío.» Los andaluces.
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que despierten del pasado
si los veo, los recuerdo, a donde tuve mis raíces, mis recuerdos, mi casa
en mi mano, la madeja que otras, la que fue más hermosa que todas.
que olvidó hace tiempo el rostro Cárdenas tierras húmedas y soleadas, trigos
los recuerda. Y ahora vuelve sobre lo verde, allá en Vivar del Cid,
por los caminos... —ojú, llorar así, por dentro. Frustraciones o muertes
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los que volaban sobre mí y arrasaban mi mundo como si sólo con lágrimas de entonces
sin que arrojasen bombas, ni ametrallasen: sólo pudiese liberarse este dolor presente
Qué congeló la luna que iluminaba las fachadas. Hubiera sido necesario el viento
Qué llevó la marea en la playa de octubre. que esparce las escamas del otoño
que fueron mi edificio, mi alcázar, La limosna fue hermosa —seres, sueños, sucesos, amor
sin una sola lágrima —para qué— que llorar, don gratuito, porque nada merecí.
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¡Y la verdad! ¡Y la verdad! a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos,
grande puede llamarse a una cereza que exista ese mañana (la esperanza).
porque pertenecía a mi vida: era mi vida. quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale
(Perdóname si considero importante mi vida: tanto como la vida para mí, que es su sentido.
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ya sin demonio ni alucinaciones. sino una mariposa, torpe y gorda,
que ni siquiera lo recuerda
(igual que el cuerpo no recuerda
al alma que era suya antes de que él naciera).
La nueva criatura nace a cambio
de destruir lo que fue la razón de vivir y de morir
AGENDA (1991) de alguien que fue ella misma
y que es ahora nada más que un hueco.
Prólogo con libélulas y gusanos de seda Se trata ahora de un hueco donde ocurrió el prodigio,
de una sombra en la entraña de la seda,
Es cosa de libélulas, de una sombra y un hueco en el que suena
de caballitos del diablo: aletean eléctricos, un motor de automóvil.
vibran como cuerdas de una guitarra
que alguien acaba de pulsar, Escucho ese motor desesperadamente
zigzaguean como relámpagos, para saber que no estoy sordo.
rubrican la mañana azul. Segrego seda para probar que sigo vivo,
para encerrar conmigo el automóvil
Cosa también de cazadores de libélulas: y no dejar jamás de oír su música
nos dejan en los dedos un grumillo de muerte, (yo, como Marinetti, creo ahora
un residuo viscoso, una turbiedad amarilla. que un automóvil es más bello
que la Victoria de Samotracia).
A veces se realiza el milagro:
el cazador cobra su pieza intacta y viva. A los 65 años de mi vida
Comienza entonces la tarea primorosa del entomólogo: cambié mi viejo coche.
le clava un alfiler para que muera poco a poco Y ahora, a los 67, escucho al nuevo
a fin de que conserve intacta su belleza, sonar por penúltima vez.
su perfección, su apariencia de vida No queda tiempo ya.
(porque de eso se trata). Yo he sido para él su amor primero
como él para mí el último.
Es cosa de entomólogos, es cosa de poetas,
maquilladores y embalsamadores de cadáveres. Y me abandonará dentro de nada
(como al amante viejo la amada joven),
Es cosa de gusanos de seda: cuando no pueda acariciarlo.
segregan tenues hilos de oro Si él fuese un perro me daría compañía
con los que van edificando y se dejaría morir cuando muriese yo.
su alcázar, cárcel, túmulo, Pero es únicamente un artilugio mecánico
su oscuridad definitiva; —metal, cristal, plástico, goma—,
se desangran en oro, resignados esclavo dócil que obedecerá
a no ver desde fuera nunca jamás su obra concluida. mientras mi mano sea firme.
Un día algo despierta en el recinto silencioso Quiero pensar, lo necesito, que me recordará
—resurrección o transfiguración—: desde algún cementerio de automóviles
ya no es el tejedor apresurado de la saliva de oro cuando yo esté en mi camposanto de cipreses y cruces
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(o, mejor, cuando sea cenizas diluidas
en la palpitación de la mar). Estas palabras...
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porque no sé qué maña se da para encontrar en estos tiempos BRAHM, CLARA, SCHUMANN
dulces tan buenos en Madrid». Y luego,
«tome usted esta otra de coco, ya verá lo que es bueno». Eres mi amor, mi amor, Paula. Clara quise decir.
Y cuánto tiempo, Paula, digo Clara,
Esto, tan real y tan absurdo, sin ti y sin mí. Las diligencias
sucedió, pero sigue sucediendo. parten sin mí y sin ti.
Y no sé lo que significa. O a ti te llevan hacia el norte, hacia el pobre Roberto.
A mí, hacia el sur, contigo, hacia el sur, donde ya no estabas,
donde nunca estarías. Ahora he tomado el tren
EL NIÑO para decirte adiós. Y sueño, sueño mío.
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LOPE. LA NOCHE. MARTA no dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,
He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido que quita mis pecados del mundo).
Lamía el sol las paredes leprosas. que se escupen de boca en boca, versos
(Deslumbrada por tanta claridad -al que otro malaleche de solar montañés
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé: en los que se hace mofa de mí y de Marta,
oye la plata de las campanadas. amor mío, resumen de todos mis amores:
Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.
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Una música hilada en la vihuela tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
del maestro del danzar, nuestro vecino. (no sabe que el pecado es de los dos),
danzará, mientras barre el suelo que no ve, (y qué sucedería si yo muriese antes que ella).
Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana, Noche. de lugares vividos y soñados: de lo que fue
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín, y que no fue y que pudo ser mi vida.
-Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea- Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.
CINCO CABEZAS
Hasta mañana, Noche.
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larga nota de violonchelo que dura, y dura, y dura, y nos da la impresión de una gaviota,
inmóviles las alas, congelada en el aire. Una nota que se ha liberado de las cárceles del tiempo,
se ha hecho espacio. Esta cabeza es sólo espacio, dolor de morado o verde, lágrima de amarillo,
canto rodado, cabeza rodada, descolorida, tajada por un rayo de espada purificadora y piadosa.
II
Esta cabeza ha saboreado licores negros, ha mordido panes amargos, frutos podridos. Esta
cabeza ha lamido cantiles arañados por las uñas crujientes de las olas. El cielo ya no estaba. Las
I tempestades asfixiaban con sus tentáculos, liberaban sus truenos negros, flechaban con sus
relámpagos. Sucedió esto en los mares de hierro en el vaivén herrumbroso donde esta cabeza
Esta cabeza ha rozado los lechos de todos los ríos. Ha rodado por los siglos de los siglos, esta
agonizaba sin que jamás le llegase la muerte definitiva. La madera de la embarcación sonaba a
cabeza rodada, canto rodado, tajada por un rayo de espada para purificarle, en Asiría, en la
huesos aplastados por el oleaje de bronce. Esta cabeza ha sido suspendida por una soga del palo
Europa de la Guerra de los Cien Años, en la selva amazónica. La secaron los soles del desierto,
mayor. Es la cabeza que vivía pendiente del grillo embarcado en la costa española, y al que pedía
la royeron los buitres, la pulimentó la intemperie. Esta cabeza fue arrancada de un beato
que cantase, que le atrajese un poco de la respiración de las playas. Pero el grillo no cantaba. Las
mozárabe, de una Danza medieval de la Muerte, obispo, rey, guerrero, siervo. La arrancó de su
estrellas bajaban al crepúsculo a dar miga de pan mojada en vino al grillo silencioso. Y aquella
lugar exacto una mano del otro lado de la vida. La capturó un muerto, un ángel, alguien que la
gota de noche cristalizada seguía sin cantar. Pero lo hizo cuando llegó hasta él la tibieza del
miraba y la representaba desde el lado de allá de la laguna, igual que la contemplan los muertos,
litoral. Y con el canto del grillo recordó toda la marinería. Pero esta cabeza, pendiente de una
los que ya son materia pura, agua de ruiseñores, cristal de brisas, lágrima de estrella, los que ven
soga de pus, no pedía sonreír, aunque oyese la mágica música de élitros. Esta cabeza, que había
a los vivos como podredumbre y horror. Alguien la ha visto igual que la veremos cuando nos
comido espinas, arena, óxidos, ceniza, desgarrada por zarzas y cardos, hediendo podredumbre,
muramos, como hervor repugnante. Nos la ha representado con la amarga clarividencia del
no podía sonreír. Vio, abajo, sus propios brazos soldados al remo. Escuchaba su jadeo, se dolía
moralista que redacta, para alertarnos, una guía de descarriados. Y ahora no podemos saber si es
del latigazo rojo del cómitre. Esta cabeza sufriente saboreó elíxires que el aire transportaba en
una víctima contemplada por su verdugo; si es una víctima que se mira a sí misma en el espejo
sus dedos transparentes. Saboreó la sal que el mar doraba con sus llamaradas verdes, con sus
de la muerte. Esta cabeza viene rodando sobre las piedras de los ríos. Se ha ido astillando poco a
cárdenos fuegos fatuos. Otra vez el sabor de la vida, como en las cárceles de Su Majestad, como
poco durante el viaje interminable. Y aún le faltan muchos siglos errantes para llegar a su final,
en la selva de reptiles y ciénagas, como en las cumbres, ataviadas de cotas de nieves, de volcanes
para no alcanzar nunca su final. Esta cabeza se ha cubierto de ceniza de campana, de párpados de
domados. Al fin, todos se fueron, abandonaron el navío silencioso, hervidero de insectos de oro,
ascua. Es una fruta mineral, aletazo de fiebre, amarillez de calavera. Todo esto no ha ocurrido
catedral de la desolación. Se fueron dejando huellas en la brisa. Un tambor, un yunque, un
nunca. No va a ocurrir nunca, porque aquí, en el lado de acá de la laguna, no existe el tiempo, no
mosquete —quién sabe qué— medía con sus campanadas, paulatinamente adelgazadas,
existe la piedad. Podemos contemplar con indiferencia las figuras del otro lado del espejo. Con la
silenciosas hasta el terciopelo, la reverberación del sol poniente. Y esta cabeza se reclinó en el
misma indiferencia con que vemos sufrir al morado, al rojo, al verde; con que escuchamos las
regazo de la sombra, saboreó su vida, lamió sus llagas, ya sin fuerzas para volver a comenzar,
risas del amarillo o del celeste. Esta cabeza ha rodado, ha rozado, los lechos de los ríos. Es una
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desde los corales que se alzaban marchitándose a la luna, desde la helada habitación verde que han modelado horriblemente su rostro, pero que no recuerda. Sólo recuerda las historias
salpicada de diamantes. maravillosas. Son las que le permiten seguir viviendo todavía.
III IV
Esta cabeza ha oído historias maravillosas, como la de los porqueros que deshincharon sus Esta cabeza ha visto, ha sido, sol de piedra rojiza, luna amarilla de agua sobre la tapia de cal, de
cerdos, los plancharon, los plegaron, los colocaron ordenadamente en sus zurrones, y montados adobe. Ha visto candiles de aceite que buscaban en la noche la moneda perdida por los rincones,
en pequeñas nubes grises cabalgaron hacia Occidente esquivando olas, esquivando estrellas, y la última moneda de cobre. Ha visto los niños de la anemia, los cardos, las espinas, los alacranes
durante el viaje las nubes fueron tomando de septiembre en Torre de Miguel Sesmero, los galeones de la trilla, los vareadores del aceite, los
serones del vino, las cabras del erial. Esta cabeza ha visto guerras y guerripaces, clavos, garfios,
forma de caballos sin patas. Al llegar, hicieron patas para sus caballos de la madera de unos
sogas de sangre, ha estado acosada de chumberas, de higueras y de pitas (cómo queréis que sea
árboles que jamás habían visto hasta entonces.
mañanicas floridas, gitanicos que vienen con la varita en la mano, cómo queréis, esta cabeza de
Luego volvieron a hinchar sus cerdos, caminaron atravesando ríos, y llegaron a una ciudad cuyas leña, de corteza, de hueso que se desnudó sufriendo), esta cabeza estoqueada en la plaza de toros,
casas eran de oro y de plata. Allí vendieron sus piaras y casaron con las hijas de los reyes. Esta en la plaza mayor, plaza de pana, de pan, tomate, navaja, agonía y esparto. Ha sido, esta cabeza
cabeza ha oído historias maravillosas. Como la del pescador que planta un ciprés cuando nace ha sido, dentadura mellada, quijada de marfil amarillo en el zaguán del hambre, el odio, la pena,
una hija y lo cortan cuando se casa para que sirva de mástil de la embarcación en la que se irá la desolación. Ha visto reatas de amaneceres con escarcha, collares de mediodías de zumbido,
con su marido. Historias maravillosas como la del que se propuso asesinar al rey de un país cadenas de noches con su diosa peluda y herrumbrosa cabalgando el heráldico gorrino de cerdas
lejano, y cabalgó bajo el sol y la luna, y un día halló a otro jinete que llevaba el mismo rumbo, y negras. Por la penumbra azul de la pitarra, con el costado herido, el río transcurría
compartieron los alimentos, y conversaron bajo el sol y la luna, pero el malhechor no habló de la desangrándose, el padre río con arrugas en la frente, con sus brazos de fango que acunaban a los
razón de su viaje hasta que llegaron a las puertas de la ciudad en que el rey tenía su palacio, y muertos. Ha visto, pardo y negro, el parpadeo de la tormenta. Pardo y negro, duro, todo barro
entonces dijo: «Amigo, no es conveniente que te vean conmigo; vengo a matar al rey de este país cocido, harapos de barro botijo, tinaja, lebrillo, barro mendigo de la lumbre, barro de la espadaña
y, si me cogen, te ahorcarían también a ti, considerándote mi cómplice.» Y entonces, su amigo con su cigüeña de ceniza, sus estrellas de hierro, sus lágrimas de hiel, huérfanas de los ojos que
inclinó la cabeza y dijo: «Cumple tu propósito, pues yo soy el rey.» Y el malhechor abrazó al rey, fueron su origen. Esta cabeza ha sido tallada por los días y las estaciones hasta su forma
que ya era su amigo, y regresó a su país. Esta cabeza recuerda historias maravillosas. Hay otras definitiva de máscara de cáñamo. Ha regresado del exilio del espanto, prendida a sus pies la
historias que la han ido tallando lentamente. Están escritas sobre su piel, pero no las recuerda. sombra del espanto, inseparable compañera. Esta cabeza, lazara clavada a su podredumbre, oficia
Como la de los niños que entraban en unos recintos para ser duchados con gas. Como la del su rito de cuero, su ceremonia de llama negra; es una ceremonia inventada cada vez, porque esta
preso, en aquella cárcel de diciembre glacial, enfermo de fiebre, con el que sus compañeros cabeza no recuerda, no proyecta; vive en una mazmorra que está fuera del tiempo, y allí espera,
dormían por turno para librarse del frío. Como la del que... como la del que... como la del que... allí espera otra nada. Esta cabeza ha visto, y ya no ve; ha visto y ya no quiere ver tanto
Esta cabeza ha oído historias maravillosas e historias estremecedoras. Historias estremecedoras camposanto de astillas de guitarra.
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Esta cabeza ha olido sangre. Hace tiempo de eso. Y aún puede cerrar los ojos, dormir, dormir, no
oler la sangre. Puede dormir sin que la sangre hecha cristales le saje los ojos. Hace ya tiempo de
eso, con viento helado, bajo los astros lúgubres. Puede dormir. El viento entre las cañas, el grillo, CUADERNO DE NUEVA YORK (1998)
la chicharra, no le dejan oír los gritos de terror, de desesperación, de desafío. Cuando se mira las
I
manos de pólvora y de sangre no verá en ellas negro y ocre, pardo y oro, huellas de dientes que
ENGAÑO ES GRANDE
se adentran en el túnel. Esta cabeza no huele sangre, sino caramelo, merengue, chocolate del
nietecillo, cara de pájaro pícaro, que ha llegado volando a que le cuente una vez más lo de las Engaño es grande contemplar de suerte toda la muerte como no venida,
hadas y los príncipes, lo de los peces y los dragones. Esta cabeza ha olido pólvora y sudor muy pues lo que ya pasó de nuestra vida
frío. Caían uno tras otro, vestidos de escarcha y estertor, blasfemia, llanto, miedo. Y esta cabeza
es no pequeña parte de la muerte.
no dejaba de. oler sobre la nuca húmeda, y funcionariamente disparaba sin siquiera cerrar los
LOPE DE VEGA
ojos. Ya no huele aquellas madrugadas junto a la tapia blanca y lívida del alba. Hace tiempo de
eso. Tanto que cuando cierra los ojos esta cabeza de granito, de harapo y surco, de ojos cautivos RAPSODIA EN BLUE
en las telarañas de la vejez, puede dormir. Acaricia la mano del nieto, y esa tibieza le regresa al
cereal, a la moza, a la cabra, no a la culata de madera, al acero. Esta cabeza está multiplicada en
Durante una gira de conciertos,
cientos, miles de ojos turbios, ojos de agua estancada, de nube. No sabe que en unos ojos ha
Wolfgang Amadeus Mozart
quedado grabada para la eternidad. Esta cabeza, grabada para siempre, congelada en unas pupilas
empañadas. Fija allí, esta cabeza, como una pisada sobre el barro. Aquellos ojos se han disuelto comunicó a su padre el descubrimiento de un sonido muy peculiar,
para siempre. La lluvia los lleva en sus alas hasta el reino de las raíces. Y como de oboe que pulió su acento
aún siguen descendiendo hacia lo oscuro silencioso. Continúan hundiéndose en la negra marea, primitivo, nasal y campesino
tintineando como campanas de musgo, como élitros de espanto. Continúan mirando, tratando de y asimiló el lenguaje cortesano.
precisar los rasgos de esta cabeza que vieron en la sombra Y esta cabeza va haciéndose, con el Dios sabe cuántas cosas le diría sobre el color, el timbre, la versatilidad, registros, maravillas
tiempo, más precisa, más nítida. potenciales
horror. Suficiente para que esta cabeza pueda cerrar sus ojos, dormir, dormir. Corroborando que (Un filón no beneficiado:
Dios es su beleño.
pero Wolfgang sabía, lo leyó en Unamuno que las cosas se hicieron, primero,
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al otro lado del océano de los años. y dejaron en son de despedida sus nombres cincelados sobre placas de mármol en las fachadas de
ladrillo rojo.
Varó en las playas tórridas de los algodonales.
Aquí la muerte es la desconocida,
Allí murió muertes ajenas y vivió desamparos.
la inmigrante ilegal: se la deporta
Se sometió y sufrió, pero se rebeló.
a su país de origen. No es de buen gusto mencionarla.
Por eso canta ahora, desesperanzado y futuro, con alarido de sirena de ambulancia
“Viva y mire vivir”.
o de coche de la policía.
La ciudad borbotea: las burbujas
Suena hermoso y terrible.
revientan en la superficie…
Por favor, por amor, por caridad:
esa vieja de piel de cuero requemado que increpa a las estrellas…
que alguien me diga
el músico harapiento que arranca con dos palos sonidos de marimba o de vibráfono
quién soy, si soy, qué hago yo aquí, mendigo.
a una olla de cobre… el que golpea
Las ardillas-esfinges de Central Park me proponen enigmas para que los descifre:
con las palmas de las manos,
“viva y deje vivir”.
a la puerta del supermarket,
Y siento miedo. Soy el niño
embalajes vacíos en los que dormitaban ritmos feroces de la jungla…
que en el pasillo oscuro oye el jadeo del jaguar, y canta, y canta y canta para ahuyentarlo, para
que la sombra no sea. ancianos apoyados en bastones
no radia nuevas de la muerte. en sus sillas de ruedas que ¡oh prodigio!, cuando doblan la esquina de las calles reaparecen en las
avenidas
(Igual que los sarcófagos romanos,
luminosos, metamorfoseados
utilizados como jardineras
en estampida de muchachos ágiles,
en las que los colores de las flores nos hacen olvidar el fúnebre destino para el que habían sido
imaginados.) Aquí no ha muerto nadie nunca. patinadores imantados por la flauta de Hamelin, que les llega a través de los auriculares…
—filántropos, estrellas del cine o del deporte, economistas, escritores, senadores y presidentes— —cebollas, zanahorias, aguacates, manzanas, fresas, bananas y grosellas— acabadas de
barnizar?…
que algún día zarparon con rumbo a otras galaxias
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esa gaviota que dispara una pluma sobre mi cabeza, y atina, y me vulnera, y sangro whisky, tequila, ron, humanizadas
de flores y más flores y colores tras de los que sonríen mágicos ojos orientales… el balinés que que habla mi misma lengua con acento más dulce.
pasa con su pareo ajedrezado, blanco y negro, arrastra un carro abarrotado
Alguien me advierte que estoy solo.
de maravillas pestilentes extraídas de los contenedores (dólar a dólar, brasa a brasa
Tomo a mi niño de la mano para espantar el miedo.
va ahorrando el fuego de la pira
Y no hay niño. No hay nadie,
con el que pagará el peaje del padre hasta el país del otro lado de las nubes)…
y yo lo necesito antes de que me vaya, antes que todo se evapore en la fragilidad de la memoria.
en la Milla de los Museos,
He de recuperar la realidad
Felipe IV de salmón y plata,
en la que yo no sea intruso.
escucha a ese chismoso de Montesquiou-Charlus
Así que pongo rumbo a la Calle 90, o a la 69,
—huésped también de Frick—
—nunca lo supe, o lo he olvidado—
cotillear, proustiano y minucioso,
en el West Side donde algo prodigioso pudo haber sucedido o podrá suceder, Subo, Calisto, por
sobre la vida de las damas, dueñas la escala de seda hasta la planta cuarta, o quinta, o décima.
Los prismas de cristal, humo y estaño se otoñan al atardecer y depositan, de D. Francisco de Quevedo
sobre la seda fría y violeta del rio, monedas de oro viejo, de inmaterial cobre parpadeante. que avanza cojeando, sorteando las cacas de los perros, o que nunca haya sido Melibea mas que
un vellón del sueño del converso de Talavera de la Reina.
La boca de la noche las engulle. Asaeteados se desangran los edificios
La geometría de New York se arruga,
por sus miles de heridas luminosas.
se reblandece como una medusa,
La ciudad, hechizada, se complace
se curva, oscila, asciende, lo mismo que un tornado vertiginosa y salomónica.
en su imagen refleja, y se sueña a sí misma transfigurada por la noche…
¿Qué, quién es esta sombra, este Chicano que en español torpísimo, filtradas, aterciopeladas sus
Transfigurado por la noche, oficio palabras por el humo de la marihuana susurra rencoroso, mirándome sin verme,
el rito de la transfiguración “ellos me han robado el idioma”?
con libaciones de ginebra, bourbon, No puedo más. Vomito
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blasfemias y jaculatorias de poseso. BALLENAS EN LONG ISLAND
Grito, me desgañito, rezo, ronco en latín de iglesia las divinas palabras cuyo sentido vagamente
intuyo: ad Deum qui lætificat juventutem meam,
I
canto a seis voces mixtas responsorios de Palestrina y de Victoria
Las he visto varadas en la playa.
acompañado por el son del río en pena, por los oráculos amarillos de la luna menguante: o vos
omnes qui transistis per viam Los niños han abandonado
Los últimos murciélagos nubes de azúcar, blanca o rosa, palomitas de maíz y suspendidos de sus cometas de colores han
llegado a la orilla. Atrás quedó la música crispada de los altavoces.
con alas de cartón acanalado y destellos de fósforo, amortajan a la ciudad. Luego, regresan a las
cuevas de los contenedores. Ahora escuchan otra música más sosegada y misteriosa: jadeo de olas, disnea de cetáceos
agonizantes, chillidos de las aves marinas,
Y he aquí que tintinea una campana,
estremecedora polifonía.
no en campanario ni en espadaña con cigüeñas sino grabada en una cinta magnetofónica.
Los niños, desconectados de lo fabuloso, saben que es imposible que a Jonás
Anuncia que la noche es ya domingo
se lo tragase una ballena,
y vuelve todo a ser claridad y presente.
como cuenta la Santa Biblia,
La seda peregrina del Hudson,
porque al final de la caverna amenazadora una garganta angosta permite sólo el paso de
incansable y majestuosa, minúsculos pececillos, plancton, polen marino que atravesaron las barbas filtradoras.
conduce a la ciudad hasta la libertad y la purificación definitiva de la mar siempre (Ignoran, sin embargo, que estas barbas fueron antaño utilizadas
reciennaciendo.
para acentuar la delgadez del talle de las damas.
Buenos días.
¡Sólo Dios sabe qué habrá sido de ellas, dónde estarán ahora pudriéndose!)
¿En qué lugar del tiempo se ha fundido la música que los astros destilaban
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diferentes y contradictorias: alguna, tal vez, resolverá el enigma). a unos lugares a los que no llegan
a una avería, una desconexión allí disfrutaréis del merecido descanso después de tantas aventuras,
IV
el, para los demás, indescifrable código, Muy pronto albatros y gaviotas se ensañarán con estas moles de agonía,
Los ballenatos, los jóvenes, los útiles, los que regresan a la mar El sol es chupado por el horizonte,
hablaban en sus asambleas nocturnas, mientras dormían las ballenas madres, de la necesidad despidiéndose con su rayo verde.
imperiosa de liberarse de este lastre de ancianas jubiladas,
Luego es la noche, y otras noches.
de toneladas de disnea y sordera.
El faro intermitentemente
Con fuegos o aguas de artificio,
pasa su lengua de luz piadosa sobre la arena.
pirotecnia, acuatecnia,
El mar agita sus espejos negros.
comunicaron su resolución:
Sobre la seda o terciopelo funeral
“Nosotros os conduciremos
chisporrotean las estrellas fugaces, las ascuas de la luna de azafrán.
a unas playas calientes,
El zumbido de las abejas marinas,
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el crujido del oleaje que clava sus colmillos en las rocas de azabache y cristal agazapadas en la bruma.
ciegas y sordas tienen la mirada del recuerdo puesta en sus ballenatos, indefensos frente al testuz el gemido de los azotados,
terrible de las olas heladas, los témpanos, las hélices, los arpones, desvalidos, sin rumbo
encadenados, des-selvados,
por esos mares de Dios.
hacinados en las sentinas tórridas de los barcos de asfixia, vómito, látigo, sobre las olas repetidas
y sobrecogedoras, hasta aportar a los algodonales
BAILE A BORDO Las barras del compás, la norma, el orden, las herramientas de quien nunca sufrió (¡como si
alguien pudiese no haber sufrido nunca!) o que disciplinó su sufrimiento,
lo domó, lo embridó
Juan Sebastián (Bach, naturalmente)
en las rejas del pentagrama,
y Mahalia (Jackson, claro) concelebran su rito, río que se desplaza inmóvil hacia la mar, que es
el morir. y la vaharada de león y buitre,
Juan Sebastián, con sus dedos de viento o tiempo arranca sones húmedos al teclado del Hudson. de flores podridas y de insectos feroces, la síncopa, el jadeo, la agonía del swing, y los gritos no
temperados,
Y los tubos del órgano
el ritmo libre como el oleaje,
—casas de cuarenta pisos, servidumbre de color—
se han dado cita aquí, esta tarde,
los agrandan, amueblan el espacio,
en los ríos que ciñen la ciudad,
suben interminables y paralelos
órgano, selva de metal y luz y escalofrío y de deslumbramiento, y de nostalgia futura, porque
hasta el umbral de las estrellas mañana ya será otro día.
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Los pasajeros de la embarcación, (cuando los gansters, la prohibición, cuando Al Capone, emperador de Chicago).
—veinte dólares, cena y baile incluidos—, charlan, ríen, beben y cantan. Recorro los pasillos fantasmales de un hotel que ya no existe, o que no existe todavía porque
están erigiéndolo delante de mis ojos, piso a piso, día a día,
Algunos contemplamos el prodigio.
a lo largo del mes de abril de 1991: es una proa que navega hacia Times Square, en donde
(Majestuosas, las gaviotas acompañan a los viajeros. encallará.
filtrado por los siglos que el viejo Bach desgrana, vuelan los alaridos de una fiera, —lluvia frenética de estrellas
pura naturaleza ajena al tiempo: de luciérnagas rojas, verdes, amarillas, azules, que proclaman el triunfo de las tecnologías made
in Japan, in German, in USA.
Canta Mahalia, subrayando, contradiciendo, complementando con su sufrimiento
Este hotel (y si he dicho otra cosa, ahora me desdigo) fue construido en 1870.
a Juan Sebastián Bach, el que nunca sufrió.
¿Habrá quien pueda asegurarme
El friso de Nueva York majestuoso y geométrico es ahora jungla. Se retuercen
que no es sólo una pesadilla
los bloques impasibles, lo mismo que serpientes, me rodean, me envuelven; nos envuelven.
que va a desvanecerse al despertar?
Tomo en mis brazos a la desconocida.
Me detengo —no puedo continuar—
Mañana habremos vuelto cada uno a su tierra.
ante la puerta de la habitación 312.
Pero ahora giramos, arrebatados por la música, lloramos sobre el hombro de Mahalia
Soy un viajero que ha llegado
y sobre la empolvada peluca de Juan Sebastián una música irrepetible, porque antes no existía.
de otro nivel del tiempo
Alrededor, gira la ciudad, irrepetible, giramos y giramos hasta morir,
pero no sé si pasado o si futuro
porque por fin nos hemos descubierto.
(ya no estoy seguro de nada).
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en la mano la espada flamígera, IMPROMPTU
para que no transpongan el umbral De pronto, sin saber por qué… de pronto…
del paraíso recobrado en esta habitación; para que no me hieran. sin tan siquiera sospecharlo…
“Alma, mi amor, no entres”. …de pronto… el torbellino, el huracán, la tempestad crispando la cresta de las olas,
disparándolas contra el cielo negrísimo…
No quiero que suceda lo que ya sucedió, lo que va a suceder.
…de pronto… nuestros cuerpos destruidos, enlazados, reciénnacidos, agonizantes, parpadeantes,
No me ven ni me oyen. sumergidos, nadando
Oigo sonar la transparencia helada dos llamas pálidas que lamen, muerden, y chispas del ocaso en los ojos canela, ojos garzos, y
negros de noche,
de las copas; pronuncian palabras que no querría escuchar,
de uva, oliva, de verdor submarino…
confundidos sus cuerpos en el éxtasis.
…no sé… asomados al reino del espliego, metálico y morado a la luz de la luna, sobrevolando
“Alma, mi amor, siempre me herirás”. las colinas
Me abro las venas, me desangro, acariciadas, desgarradas
como el afluente en el río caudal, por el canto del grillo por el motor de la chicharra
por el torrente de mi música. …de pronto… descabalgado de Pegaso…
Ella restañará la herida, (Porque Pegaso existe no es fábula ni mito:
contendrá, piadosa, la hemorragia. yo he acariciado muchas veces
“Alma, mi amor”, y nadie escucha mis palabras. las plumas de sus alas)
Este hotel fue derruido …de pronto… sin saber por qué,
en 1870, en 1920, en 1991. los moradores del alcázar de la felicidad, los que oían tintinear sobre las losas las monedas de
plata desprendidas del beso
O acaso nunca haya existido.
…de pronto… sin tan siquiera sospecharlo.
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(No mires, beso tus ojos para que no veas para que no veas lo que veo idéntica vejez, impermeable a las horas.
TRES VENTANAS esperan (no lo saben, no mires) la llegada de la nave que habrá de conducirlos
el sol del mediodía, el zumbido del viento. Y esto es todo. Y es siempre. Y nunca.
(Demasiado al norte este patio, este pozo, este hueco prismático y sombrío Dan las agujas del reloj
y condecora los alféizares con estigmas de lepra nauseabunda. Unos minutos o unos siglos después
Estrechas, casi góticas, tres ventanas intentan contradecir la lobreguez endémica, se encienden las ventanas laterales
la tarea paciente del humo y de la lluvia con su luz de oro enfermo. a cada lado del espacio oscuro
En la central (imperio mágico del gato y del pez, prisionero en su pecera), dos siluetas ancianas en el que el gato ronronea
tras los cristales turbios representan, día tras día,
y el pez sueña riberas de jade tembloroso.
su minúscula historia:
Poco después se apagan.
he aquí el Gran Teatro del Mundo.
He aquí el Gran Teatro de la Sombra.
Probablemente era ya vieja la casa
Los cuerpos, acostados, remotos
cuando llegaron ellos, presuntamente jóvenes.
oyen idénticas palabras
Aquí cursaron el aprendizaje
llegadas de la misma estación emisora, con la radio pegada a la oreja,
de envejecer. Tienen ahora
muy baja de volumen
—la casa y ellos—
para no molestar a los vecinos.
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subconscientes del arrepentido o el obstinado, traidor, fascista, colaboracionista, hijo de puta.
Quiero que nadie ponga su mirada en estas úlceras. El pus le saltaría a los ojos. Yo no soy traidor
a mi única patria que es la poesía. No quiero su comprensión, su compasión ni su desprecio. Más
MONÓLOGO
miedo, más jaula, más muerte. No sé si sueño cuando doy a Doris, Gladys, a Miss Figura
Mis cantos definitivos. Los de la plenitud y el miedo. Tengo miedo. Tengo —soy, estoy— jaula. almidonada, oficiosa figura de cera, mis testimonios, mi testamento. Vuelvo a besar su mano,
Las palabras más eficaces las de mi lengua y las ajenas, vivas y muertas, oxidadas y aún agradecido como un perro. Le recuerdo que estos pájaros de papel volarán algún día, se posarán
hermosas, mágicas como el chino, de llave inencontrable, como el bengalí. Miedo, jaula, escribo. en manos amigas.
Miro a cada instante la puerta cerrada. Podría entrar por ella el doctor, el coronel, el judío, el
Me salvarán. No quiero sombra, hielo vacío. Buenas noches, Helen, Margaret, Anne, o como te
sayón, el comunista con su escalpelo, su espada, su estrella, su látigo, su hoz. Traen la jaula en la
llames.
mano, para encerrarme, y en ella permaneceré hasta el fin de mis días. Sin papel, sin pluma mi
mano. Así, ¿cómo sobrevivir, escribir, liberarme del tiempo? Traen el dolor: nada me importa. Y cuando abre la puerta, y me saluda desde el umbral de esta habitación sin ventanas, sin espejo
Del dolor irresistible nacen estos últimos cantos. Los más intensos que jamás pude soñar. —¿cómo será mi rostro?— sin nada que me permita suicidarme, oigo el rumor del río que no me
Alguien—no sé quién— los entenderá. Tal vez. T.S. Eliot los corrija y depure como yo corregí dejan ver, el East River, el East Tiber que me trae palomas de Roma.
los suyos primeros. La jaula. Pero dentro. Fuera de ella escribo los últimos cantos que arranqué a
la vida. Los escribo dentro de la jaula de mi vida. No podría escribirlos en mi memoria, como
con un dedo, sobre el vidrio empañado por el frío de afuera. Necesito verlos, no sólo recordarlos. ACOTACIÓN FINAL
Tenerlos presentes ante mis ojos, no como náufragos, pecios sobre la arena. Mis salvadores.
Dorothy —ese es su nombre— ha cerrado la puerta.
Sangro palabras por mis venas ancianas, me desangro sobre el papel. Mi sangre irá a algún banco Lleva en su mano la bandeja
de sangre y alguien, un día, la solicitará para sobrevivir. Tengo sangre, miedo, jaula. Tengo
con los restos de la comida.
Dorothy, Shirley, Caroline, o como se llame esta mujer, estas mujeres de verde y blanco
Acto seguido, como hace
almidonado. Me recorta la barba, arregla el embozo de mi cama, me anima a comer —con voces
desafinadas, como si me creyese tonto o sordo— estas comidas repugnantes que saben a clínico, todos los días,
a puritanos, a América, me inyecta y me hace tragar píldoras de muchos colores. A Mae, o arroja al incinerador
Dorothy o Carmen, o como se llame le entrego cada tarde mis cantos, mis papeles, cantos
vasos y platos de cartón, cubiertos de plástico.
rodados y redondeados por el sufrimiento. El doctor lo permite. Sabe que escribir es una
Finalmente, como todos los días,
excelente terapia para los locos. Ella es mi cómplice. Guarda mis cantos. Se los entrego,
numerados, plegados, ordenados, después de besarlos en son de despedida provisional. Beso la los papeles que escribe el loco
mano de ella, de ellas. Pongo en mis labios el dedo índice, recomendándole silencio y secreto. de la habitación 109.
Sólo ellas deben verlos. No quiero que los utilicen como pruebas contra mí. Autoinculpaciones
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ESPEJO la piel, los músculos de piedra
En otro cielo, en otro reino extraño, mis trabajos se vieron en mi cara. y ofrendaban el esqueleto
que habla solo —no sabe que lo escucho— Atormentados por los cardos,
y que pregunta, no sé a quién, ¿por qué volviste? heridos por las lagartijas,
mientras borra con una blanca nube cagados por los estorninos,
y que otra vez pregunta ¿por qué volviste? que no estén mejor donde están
desde el lado de acá del espejo, que en las tabernas de sus pueblos,
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EPÍLOGO
VIDA
ÍNDICE
A Paula Romero
De Cuanto sé de mí (1957)
Grito “¡Todo!”, y el eco dice “¡Nada!”. De Libro de las alucinaciones (1986)
Grito “¡Nada!”, y el eco dice “¡Todo!”. De Agenda (1991)
Ahora sé que la nada lo era todo, De Cuaderno de Nueva York (1998)
y todo era ceniza de la nada.
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