Copia de Antología Poética de José Hierro - Docx - Documentos de Google

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Advertencia al lector: Hierro suele hacer que se impriman en letra cursiva aquellas piezas suyas

que, dentro de sus respectivas colecciones, actúan como claves precisas hacia posiciones
centrales de su mundo lírico o de su poética. En esta antología se respeta esa disposición

JOSÉ HIERRO tipográfica cuando se reproducen algunas de esas piezas.

Tierra sin nosotros (1947)


ENTONCES

Cuando se hallaba el mundo a punto

de que el prodigio sucediese.

Cuando las horas esperaban

que unas manos las exprimiesen.

Cuando las ramas opulentas

daban su sombra a nuestras frentes.

Cuando en el mundo se morían

todos los tristes y los débiles.

Cuando el soñar, el sentir hondo,

cuando el beber ávidamente

la luz, la brisa, el agua, el aire,

eran primero que la muerte.

Cuando las tardes solitarias,

cuando los árboles más verdes,


ANTOLOGÍA PREPARADA POR
cuando las conchas de colores
LA CÁTEDRA DE LITERATURA ESPAÑOLA III
a nuestras madres sonrientes,
(FFyL, UNCuyo)
a nuestras novias de ojos grises

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como la escama de los peces. Yo no me acuerdo ya de aquello.

Cuando eran pena y alegría Un día tuve que perderte.

nuestros amables timoneles Cuando se hallaba el mundo a punto

y no existía otro paisaje de que el prodigio sucediese,

que el que alzaba su luna enfrente: Cuando tenía cada instante

mundo que abría cada día un ritmo nuevo y diferente,

sus lejanías, frutalmente. cada estación sus ubres llenas,

rebosantes de blanca leche...

(¿Eras así, tan sin palabras

primaverales que te expresen? DESTINO ALEGRE

¿Tan de elementos terrenales:

arena, piedra, hierba, nieve? Nos han abandonado en medio del camino.

¿Nombres de tiempos, de lugares Entre la luz íbamos ciegos.

deshojados diariamente: Somos aves de paso, nubes altas de estío,

Piélagos, Hoces, Montes Claros, vagabundos eternos.

octubre, enero, abril, noviembre?) Mala gente que pasa cantando por los campos.

Aunque el camino es áspero y son duros los tiempos,

Yo no te pinto otros colores cantamos con el alma. Y no hay un hombre solo

que los colores que tú tienes. que comprenda la viva razón del canto nuestro.

¿Eras así, mi paraíso,

rumor del agua cuando llueve, Vivimos y morimos muertes y vidas de otros.

hacha que hiere la madera, Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos.

fuego que incendia la hoja verde? Su hondo grito nos pide que muramos un poco,

como murieron todos ellos,

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que vivamos deprisa, quemando locamente No hay más que sombra. Arriba, luna.

la vida que ellos no vivieron. Peter Pan por las alamedas.

Sobre ciervos de lomo verde

Ríos furiosos, ríos turbios, ríos veloces. la niña ciega.

(Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo estrecho.) Ya tú eres hombre, ya te duermes,

Mordemos las orillas, derribamos los puentes. mi amigo, ea...

Dicen que vamos ciegos.

Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo

Pero vivimos. Llevan nuestras aguas la esencia sobre la luna, y la degüella.

de las muertes y vidas de vivos y de muertos. La mar está cerca de ti,

Ya veis si es bien alegre saber a ciencia cierta muerde tus piernas.

que hemos nacido para esto. No es verdad que tú seas hombre;

eres un niño que no sueña.

CANCIÓN DE CUNA PARA DORMIR UN PRESO No es verdad que tú hayas sufrido:

son cuentos tristes que te cuentan.

La gaviota sobre el pinar. Duerme. La sombra toda es tuya,

(La mar resuena.) mi amigo, ea...

Se acerca el sueño. Dormirás,

soñarás, aunque no lo quieras. Eres un niño que está serio.

La gaviota sobre el pinar Perdió la risa y no la encuentra.

goteado todo de estrellas. Será que habrá caído al mar,

la habrá comido una ballena.

Duerme. Ya tienes en tus manos Duerme, mi amigo, que te acunen

el azul de la noche inmensa, campanillas y panderetas,

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flautas de caña de son vago Ya se duerme

amanecidas en la niebla. mi amigo, ea...

No es verdad que te pese el alma.

El alma es aire y humo y seda. SERENIDAD

La noche es vasta. Tiene espacios (Lectura de madrugada)

para volar por donde quieras, Serenidad, tú para el muerto,

para llegar al alba y ver que yo estoy vivo y pido lucha.

las aguas frías que despiertan, Otros habrá que te deseen:

las rocas grises, como el casco ésos no saben lo que buscan.

que tú llevabas a la guerra. Si se durmieran nuestras almas,

La noche es amplia, duerme, amigo, si las tuviéramos maduras

mi amigo, ea... para mirar inconmovibles,

para aceptar sin amargura,

La noche es bella, está desnuda, para no ver la vida en torno

no tiene límites ni rejas. apasionadamente nunca,

No es verdad que tú hayas sufrido, duros y fríos, como piedra

son cuentos tristes que te cuentan que sopla el viento y no la muda...

Tú eres un niño que está triste,

eres un niño que no sueña. Almas claras. Ojos despiertos.

Y la gaviota está esperando Oídos llenos de la música

para venir cuando te duermas. del dolor. Los dedos felices,

Duerme, ya tienes en tus manos aunque los hieran las agudas

el azul de la noche inmensa. espinas. Todo el sabor agrio

Duerme, mi amigo... de la vida, en la lengua.

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hasta tu cumbre de luz única.

«Nunca

podrás mojar tu pie en el río Palabrería de los libros

en que ayer lo mojaste. Busca de la que deja el alma turbia.

la eternidad, vive en la alta Yo también me hago un poco libro,

contemplación de su figura.» me duermo el alma...

Antología poética

Palabrería de los libros

de la que deja el alma turbia. Luz difusa.

Serenidad que se nos vende La madrugada se desgaja

por librarnos de la tortura, agria y azul, como una fruta.

por llenarnos de sueño el alma Cantan los pinos a lo lejos.

y rodeárnosla de bruma. Un niño llora. Las desnudas

Serenidad, tú para el muerto. mujeres y hombres silenciosos

El hombre es hombre, y no le asusta salen despacio de las últimas

saber que el viento que hoy le canta sombras. Los pájaros me esperan.

no volverá a cantarle nunca. Se alzan las olas. (Me preguntan

Serenidad, no te me entregues por qué.) Campanas... (Ayer niebla,

ni te des nunca, hoy claro sol y luego lluvia...)

aunque te pida de rodillas ¿Por qué? Las hojas se estremecen...

que me libertes de mi angustia.

Será que vivo sin saberlo Voy inundándome de música.

o que deserto de la lucha.

Tú no me escuches, no me eleves NOCHE FINAL

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(Epílogo)

Ya se han roto las ataduras, Repetimos las mismas cosas,

sólo la noche me rodea, recorremos aquellas sendas

me va robando la memoria, por donde todos los humanos

me acuna para que me duerma. dejaron gritos, ecos, huellas.

Son las palabras angustiadas

Ahora que ya no la contemplo que un día oyó al nacer la tierra:

para robarle su belleza. «húmedo beso, vida, muerte,

Ahora que siento en mí el cansancio nada importa, me voy y quedas,

de nuestras pobres razas viejas. ayer desnudos en el campo

Ahora que lucho y me rebelo y hoy se caen solas las cerezas».

contra su mansedumbre eterna Palabras viejas y cansadas

y me acuerdo de que algún día que nosotros creímos nuevas,

fui tan sin tiempo como ella, recién nacidas para el canto,

¡qué monólogo desbordado, para una dicha siempre nuestra.

qué soliloquio sin respuesta, Y la noche me va matando,

qué deseo de renacerme, me acuna para que me duerma.

de entender y de que me entienda, En cada instante mío pone

de borrar pasado y futuro, siglos de luna, alta y sangrienta.

de segar mi memoria entera!

Luego, arrojar al negro pozo Nada me importa que yo siembre

lo que de mí evoca y recuerda: y que otros cojan la cosecha.

cojín de nieblas matinales

donde apoyaba la cabeza. Pero morirme sin rebelarme,

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someterme sin resistencia, todos los vientos que me mueven,

ser por los siglos de los siglos los dolores que en mí hacen presa…

sólo luz o sólo tinieblas,

irme cegando de hermosura Sentir, por fin, llegar el alba,

hasta dejar de ser materia, su melodía limpia y fresca,

aunque mi premio sea un día y barrernos las sombras turbias

mirar por dentro las estrellas... que oscurecen nuestras cabezas,

y beber las lejanas brisas

Hoja de chopo, onda de río, que nos alejan de la tierra

sangre mezclada con la tierra. maniatados y adormecidos,

Y que mi forma sea el barro sin saber a dónde nos llevan...

que una mano mortal modela.

Niño que juega desnudito,

mínima brizna de la hierba, Alegría (1947)


todos los peces de los mares,

los animales de la tierra.

Saber que vivo, que palpito, Llegué por el dolor a la alegría.


que me enloquezco en la carrera, Supe por el dolor que el alma existe.
que nado mares y anchos ríos, Por el dolor, allá en mi reino triste,
que escalo cimas, salto cercas, un misterioso sol amanecía.
que desde el fondo de las noches

hay pesadumbre que me acecha. Era alegría la mañana fría


Sentir en mí todos los soles, y el viento loco y cálido que embiste.
todos los gozos y las penas, (Alma que verdes primaveras viste

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maravillosamente se rompía.) Si todos me deben su vida, si a costa de mí, de mi muerte es posible su vida,

a costa de mí, de mi muerte diaria...

Así la siento más. Al cielo apunto

y me responde cuando le pregunto ¡Tanta luz, tan remoto latir de la hierba...!

con dolor tras dolor para mi herida. (Descalzo he salido a sentir en la carne desnuda la escarcha.)

¡Tanta luz, tan oscura pregunta!

Y mientras se ilumina mi cabeza ¡Tan oscura y difícil palabra!

ruego por el que he sido en la tristeza ¡Tan confuso y difícil buscar, pretender comprender y aceptar, y parar lo que nunca se para...

a las divinidades de la vida.

EL MUERTO

ALUCINACIÓN

Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca.

Amanece. Descalzo he salido a pisar los caminos,

a sentir en la carne desnuda la escarcha. Yo lo veo muy claro en mi noche completa.

¡Tanta luz, tanta vida, tan verde cantar de la hierba! Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,

¡Tan feliz creación elevada a la cima más alta! muchos siglos de olvido y de sombra constante,

Siento el tiempo pasar y perderse y tan sólo por fuera de mí se detiene. muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido

Y parece que está el universo encantado, tocado de gracia. a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.

¡Tanta luz, tanta vida, tan frágil silencio! Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos

¡Tantas cosas eternas que mellan al tiempo su trágica espada! será azul. Temblará estremecido,

¡Tanta luz, tan abiertos caminos! rompiéndose, desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas, por el curvo volar de gorriones,

¡Tanta vida que evita los siglos y ordena en el día su magia! por las flores doradas y blancas de esencias frutales.

Si la flor, si la piedra, si el árbol, si el pájaro; (Yo una vez hice un ramo con ellas.

si su olor, su dureza, su verde jadeo, su vuelo entre el cielo y la rama. Puede ser que después arrojara las flores al agua,

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puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,

que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo, que, a mi madre llevara las flores: Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.

yo querría poner primavera en sus manos.) Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.

Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,

¡Será ya primavera allá arriba! yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.

Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría no podré morir nunca Criatura también de alegría quisiera que fueras,

Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino no podré morir nunca. criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Morirán los que nunca jamás sorprendieron

aquel vago pasar de la loca alegría. Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas

Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos no podré morir nunca. y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,

y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,

Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí. y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...

RESPUESTA Si ahora yo te dijera

que es tu vida esa roca en que rompe la ola,

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,

Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente. aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,

Que tú me entendieras a mí sin palabras aquel niño que azota la mar con su mano inocente...

como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde. Si yo te dijera estas cosas, amigo,

¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte. qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?

Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes. Y ¿cómo saber si me entiendes?

Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible, la pasión con que dora la tierra sus ¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
frutos calientes.
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?

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¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, poner en tu oscura tristeza la lumbre que está caída a mis pies.)
celeste?
Nada en orden.

Todo roto, a punto de ya no ser.


Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras

como tú me entendieses.
Pero toco la alegría,
.
porque aunque todo esté muerto
FE DE VIDA
yo aún estoy vivo y lo sé.

Sé que el invierno está aquí,

detrás de esa puerta. Sé


Con las piedras, con el viento... (1950)
que si ahora saliese fuera

lo hallaría todo muerto,


Con las piedras, con el viento
luchando por renacer.
hablo de mi reino.
Sé que si busco una rama

no la encontraré.
Mi reino vivirá mientras
Sé que si busco una mano
estén verdes mis recuerdos.
que me salve del olvido
Cómo se pueden venir
no la encontraré.
nuestras murallas al suelo.
Sé que si busco al que fui
Cómo se puede no hablar
no lo encontraré.
de todo aquello.

El viento no escucha. No
Pero estoy aquí. Me muevo,
escuchan las piedras, pero
vivo. Me llamo José
hay que hablar, comunicar
Hierro. Alegría. (Alegría
con las piedras, con el viento.

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embestida de bisontes

Hay que no sentirse solo. sobre el pasado, quemar

Compañía presta el eco. sus vestigios, arrojando

El atormentado grita sobre ellos ceniza, olvido,

su amargura en el desierto. muerte, silencio...

Hay que desendemoniarse,

liberarse de su peso Pregunté a las rocas. (Ellas

Quien no responde, parece saben de esto.) No dijeron:

que nos entiende, «Muérdete tu corazón,

como las piedras o el viento sé el desbordado momento

que borre aquello que nunca

Se exprime así el alma. Así fue para ti. Si eres hombre

se libra de su veneno permanece en pie, desgárrate

Descansa, comunicando la vida; pero en silencio

con las piedras, con el viento. como nosotras, mirando

el declinar de los siglos,

……………….. el arrojarnos los mares

flechas de plata»...

Pregunté a las rocas. (Ellas

saben de esto. Ellas tuvieron Pregunté a las rocas. (Ellas

su humanidad encendida saben de esto. Ellas tuvieron

cuando vivían.) Quisiera su humanidad encendida

pasar como un huracán cuando vivían.) Quisiera

ardiente, como una ciega pasar como un huracán

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ardiente, como una ciega ya sencillo, como muerte

embestida de bisontes. anticipada.

Pero sentí incontenibles

ganas de llorar. Pensaba ………………………….

que es mejor abalanzarse,

caer sobre el enemigo, Si fuera verdad que dos almas

como el rayo, aniquilar marchan juntas, sin conocerse

lo que ya nunca jamás sus cuerpos; si fuese verdad

puede borrarse. que se han tocado desde siempre,

que bebieron la misma luz,

Pregunté a las rocas. (Ellas que el mismo destino las mece;

saben de esto. Ellas se visten si fuera verdad que son hojas

de eternidad. Ellas miran del mismo arbusto, eterno y verde;

declinar los siglos, ir si fuera verdad que su gloria

las aguas a su reposo, se cumple el día aquel que tienen

los cielos a su silencio los ojos del alma gemela

las arenas a su noche, fijos en su carne evidente;

el hombre a su soledad si fuera verdad todo eso,

inevitable.) cómo aquel día de septiembre

no te busqué, llamé, llevé,

Pregunté a las rocas. Luego cómo ignoraba que existieses,

me dormí. Salió la luna. cómo no detuve la estrella

Me vistió de azul. Me dio que te enrojecía la frente;

su sosiego. Todo fue cómo podía yo cantar

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bajo la llama del poniente; Pero todo es lejanía

cómo podía no existir y el tiempo

tu pasado de ahora, doliéndome. no tiene ya calidad,

Cómo ha podido ser. Y cómo ni dueño.

no lo impedí, con uñas, dientes, El fuego está helado, el mundo

corazón... remoto se da al misterio.

Y no sé si estamos vivos

Si fuera verdad que o muertos.

dos almas, sin conocerse

sus cuerpos, vibran, marchan juntas …………………………………..

hacia el mismo nido caliente,

cómo aquel día por la calle Ahora ya es tarde. Quisimos

disparada contra el poniente, tocar con las pobres manos

cómo aquel día de luz honda, el prodigio.

dorada y grave de septiembre, Ahora ya es tarde: sabemos.

cómo aquel día no sentí (No supimos lo que hacíamos.)

que me traspasaba la muerte. Ya no hay caminos. Ya no hay

Campanas de oro. En la noche caminos. Ya no hay caminos.

doblan, descienden al sueño.

Campanadas de oro van Cuando nada se desea

midiéndonos. todo se posee. (El círculo

se ha cerrado. Nos retiene,

Apresa, al pasar, la mano sin remedio, en su recinto.)

un desconocido fuego. Ángeles soberbios. Ángeles

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ciegos. Ángeles malditos. las almas. Ya se ha cumplido

Ahora ya es tarde. Se apaga lo fatal. Sabemos. Ángeles

el mundo recién nacido. ciegos. Ángeles malditos.

Ya no hay caminos. Ya no hay Las almas se han marchitado

caminos. Ya no hay caminos. sobre los cuerpos marchitos.

Ya no hay caminos. Ya no hay

Cuando nada se desea caminos. Ya no hay caminos.

todo se posee. Miro

la llama. ¿Quién nos mandó Cuando nada se desea

tocar su centro encendido? todo se posee. El fino

Al fuego se le posee vidrio de la paz se rompe

con los ojos. (Ni sus hijos deseando. (Como el río,

pueden tocarlo.) Ya no hay sólo se para y descansa

caminos. Ya no hay caminos. cuando deja de ser río.)

Sabemos. El terso sueño Prisa por llegar. Candentes

se ha roto. Ya no hay caminos. avideces. Rojo vino

Desamparados tendemos en el que los vencedores

puentes de espíritu a espíritu. se igualan a los vencidos.

También el cuerpo quería Oh, cuánta desolación.

romper su lastre infinito. Qué caída en el vacío.

Las almas a su través Oigo al otoño ventoso

se buscaban. Se han hundido tañer su cuerno amarillo.

para siempre. No se encuentran Aroma de oro dorando

para siempre. No se encuentran aroma de tierra. Piso

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la tierra. Miro la tierra Apagamos las manos. Dejemos encima del mar marchitarse la luna

hermosa... y nos pusimos a andar por la tierra cumplida de sombra.

Ahora ya es tarde. Las albas vendrán a ofrecernos sus húmedas flores.

Torno a lo mío: Ciegos iremos. Callados iremos, mirando algo nuestro que escapa hacia su patria remota.

cuando nada se desea (Nuestro espíritu debe de ser, que cabalga sobre las olas.)

todo se posee. (El círculo

se ha cerrado.) Todo en torno Ahora ya es tarde. Apagamos las manos felices

es lo mismo y no es lo mismo. y nos ponemos a andar por la tierra cumplida de sombra.

Se han borrado para siempre Hemos caído en un pozo que ahoga los sueños.

caminos, muchos caminos. Hemos sentido la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca.

Antes, entonces, con qué gozo ardiente,

Y estamos solos. De pronto qué prodigioso encenderse de aurora

nada parece tranquilo. modelamos en nieblas efímeras, en pasto de brisas ligeras, nuestra cálida hora.

Nuestra voz suena a voz de otros Y cómo apretamos las ubres calientes. Y cómo era hermoso

que jamás han existido. pensar que no había ni ayer, ni mañana, ni historia.

Y se cierra todo. Y todo

dejando de ser sencillo. Ahora ya es tarde; apagamos las manos felices

Ángeles soberbios. Ángeles y nos ponemos a andar por la tierra cumplida de sombra.

ciegos. Ángeles malditos. Cómo errar por los años, como astros gemelos, sin fuego,

Y no hay caminos. Y no hay como astros sin luz que se ignoran.

caminos. Y no hay caminos Cómo andar, sin nostalgia, el camino, soñando dos sueños distintos

mientras en torno el amor se desploma.

………………………..

Ahora ya es tarde. Sabemos. Pensamos. (Buscábamos almas.)

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Ahora sabemos que el alma no es piedra ni flor que se toca. tu palabra sencilla

Como astros gemelos y ajenos pasamos, sabiendo

que el alma se niega si el cuerpo se niega. A veces no sabrán

Que nunca se logra si el cuerpo se logra. qué dices No te pidan

luz Mejor en la sombra

Dejamos encima del mar marchitarse la luna. amor se comunica

Cómo errar, por los años, sin gloria.

Cómo aceptar que las almas son vagos ensueños Así, incansablemente,

que en sueños tan sólo se dan, y despiertos se borran. hila que te hila.

Qué consuelo ha de haber, si lograr una gota de un alma

es pretender apresar el latir de la tierra, desnuda y redonda.

PARA UN ESTETA

Estamos despiertos. Sabemos. Como astros soberbios, caídos,

sentimos la boca glacial de la muerte tocar nuestra boca. Tú que hueles la flor de la bella palabra

acaso no comprendas las mías sin aroma.

Tú que buscas el agua que corre transparente

Quinta del 42 (1953) no has de beber mis aguas rojas.

EL LIBRO Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso

nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda

Irás naciendo poco ni cómo vida y muerte —agua y fuego— hermanadas

a poco, día a día. van socavando nuestra roca.

Como todas las cosas

que hablan hondo, será , Perfección de la vida que nos talla y dispone

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para la perfección de la muerte remota. No has venido a poner orden, dique. Has venido

Y lo demás, palabras, palabras y palabras, a hacer moler la muela con tu agua transitoria

¡ay, palabras maravillosas! Tu fin no está en ti mismo («Mi obra», dices), olvidas

que vida y muerte son tu obra.

Tú que bebes el vino en la copa de plata

no sabes el camino de la fuente que brota Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día

en la piedra. No sacias tu sed en su agua pura por la música de otras olas.

con tus dos manos como copa.

Lo has olvidado todo porque lo sabes todo. UNA TARDE CUALQUIERA

Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.

Y olvidas las raíces («Mi obra», dices), olvidas Yo, José Hierro, un hombre

que vida y muerte son tu obra. como hay muchos, tendido

esta tarde en mi cama,

No has venido a la tierra a poner diques y orden volví a soñar.

en el maravilloso desorden de las cosas.

Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas (Los niños,

sin alzar vallas a su gloria. en la calle, corrían.)

Mi madre me dio el hilo

Nada te pertenece. Todo es afluente, arroyo. y la aguja, diciéndome:

Sus aguas en tu cauce temporal desembocan «Enhébramela, hijo;

Y hechos un solo río os vertéis en el mar, veo poco».

«que es el morir», dicen las coplas.

Tenía

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fiebre. Pensé: —Si un grito

me ensordeciera, un rayo Amigos:

me cegara... (Los niños yo estaba muerto. Estaba

cantaban.) Lentamente en mi cama, tendido.

me fue invadiendo un frío Se está muerto aunque lata

sentimiento, una súbita el corazón, amigos.

desgana de estar vivo.

Y se abre la ventana

Yo, José Hierro, un hombre y yo, sin cuerpo (vivo

que se da por vencido y sin cuerpo, o difunto

sin luchar. (A la espalda y con vida), hundido

llevaba un cesto, henchido en el azul. (O acaso

de los más prodigiosos sea el azul, hundido

secretos. Y cumplido, en mi carne, en mi muerte

el futuro, aguardándome llena de vida, amigos:

como a la hoz el trigo.) materia universal,

Mudo, esta tarde, oyendo carne y azul sonando

caer la lluvia, he visto con un mismo sonido.)

desvanecerse todo, Y en todo hay oro, y nada

quedar todo vacío. duele ni pesa, amigos.

Una desgana súbita

de vivir. («Toma, hijo, A hombros me llevan. Quién:

enhébrame la aguja», la primavera, el filo

dice mi madre.) del agua, el tiemblo verde

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de un álamo, el suspiro de diamante purísimo:

de alguien a quien yo nunca Roca,

había visto. águila,

playa,

Y yo voy arrojando palmera,

ceniza, sombra, olvido. manzana,

Palabras polvorientas caminante,

que entristecen lo limpio: verano,

Funcionario, hoguera,

tintero, cántico...

30 días vista,

diferencial, ... cántico. Yo, tendido

racionamiento, en mi cama. Yo, un hombre

factura, como hay muchos, vencido

contribución, esta tarde (¿esta tarde

garantías... solamente?), he vivido

mis sueños (esta tarde

Subo más alto. Aquí solamente), tendido

todo es perfecto y rítmico. en mi cama, despierto,

Las escalas de plata con los ojos hundidos

llevan de los sentidos aún en las ascuas últimas,

al silencio. El silencio en las espumas últimas

nos torna a los sentidos. del sueño concluido.

Ahora son las palabras

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contaminaba la tierra.

REPORTAJE La hierba ya no era el grito

de la vida. Una mañana

Desde esta cárcel podría removieron con los picos

verse el mar, seguirse el giro y las palas la frescura

de las gaviotas, pulsar del suelo, y todo —los nichos,

el latir del tiempo vivo. rosales, cipreses, tapias—

Esta cárcel es como una perdió su viejo latido.

playa: todo está dormido Nuevo cementerio alzaron

en ella. Las olas rompen para los vivos.

casi a sus pies. El estío,

la primavera, el invierno, Desde esta cárcel podría

el otoño, son caminos tocarse el mar; mas el mar,

exteriores que otros andan: los montes recién nacidos,

cosas sin vigencia, símbolos los árboles que se apagan

mudables del tiempo. (El tiempo entre acordes amarillos,

aquí no tiene sentido.) las playas que abren al alba

grandes abanicos,

Esta cárcel fue primero son cosas externas, cosas

cementerio. Yo era un niño sin vigencia, antiguos mitos,

y algunas veces pasé caminos que otros recorren.

por este lugar. Sombríos Son tiempo

cipreses, mármoles rotos. y aquí no tiene sentido.

Pero ya el tiempo podrido

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Por lo demás todo es Jesús no está aquí. Lo eterno

terriblemente sencillo. se desvae, y es lo efímero

El agua matinal tiene —una mujer rubia, un día

figura de fuente... de niebla, un niño tendido

(Grifos sobre la hierba, una alondra

al amanecer. Espaldas que rasga el cielo—, es lo efímero

desnudas. Ojos heridos eso que pasa y que muda,

por el alba fría.) Todo lo que nos tiene prendidos.

es aquí sencillo, Sed de tiempo, porque el tiempo

terriblemente sencillo. aquí no tiene sentido.

Y así las horas. Y así Un hombre pasa. (Sus ojos

los años. Y acaso un tibio llenos de tiempo.) Un ser vivo.

atardecer del otoño Dice: «Cuatro, cinco años...»,

(hablan de Jesús) sentimos como si echara los años

parado el tiempo. (Jesús al olvido

habló a los hombres, y dijo: Un muchacho de los valles

«Bienaventurados los de Liébana. Un campesino.

pobres de espíritu».) (Parece oírse la voz

Pero Jesús no está aquí de la madre «Hijo,

(salió por la gran vidriera, no tardes», ladrar los perros

corre por un risco, por los verdes pinos,

va en una barca, con Pedro, nacer las flores azules

por el mar tranquilo.) de abril...)

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dice: «Cuatro, cinco, Deseternizado, ángel

seis años...», sereno, como con nostalgia de un granito

si los echase al olvido. de tiempo. Piensan al verme:

«Si estará dormido...»

El cielo, a veces, azul,

gris, morado, o encendido Porque sin una evidencia

de lumbres. Dorado a veces. de tiempo, yo no estoy vivo.

Derramado oro divino. Desde esta cárcel podría

De sobra sabemos quién verse el mar —yo ya no pienso

derrama el oro y da al lirio en el mar. Oigo los grifos

sus vestiduras, quién presta al amanecer. No pienso

su rojo color al vino, que el chorro me canta un frío

vuela entre nubes, ordena cantar de fuente. Me labro

las estaciones. mis nuevos caminos.

(Caminos

exteriores que otros andan) Para no sentirme solo

Aquí está el tiempo sin símbolo por los siglos de los siglos.

como agua errante que no

modela el río. PLAZA SOLA

Y yo, entre cosas de tiempo, Cuando se fueron todos, yo

ando, vengo y voy perdido. me quedé a solas con mi alma.

Pero estoy aquí, y aquí

no tiene el tiempo sentido Plaza cuadrada, con su fuente

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sin una lágrima de agua. espigas y juncos y cañas...

Balcones de piedra y de hierro.

Tejados de teja dorada.

Vencejos de la primavera Ya los balcones solitarios

por el aire de la mañana. se han poblado de hombres que cantan,

de hombres que sueñan y se yerguen

Qué sosiego volver, hablarte, en el umbral de la mañana.

abrazarte con mis miradas, Las flores doblan su carmín

besarte la boca de tiempo allá en las praderas lejanas.

donde el polvo seca la lágrima. Las piedras sacuden el yugo

Qué descanso poner mi oído de los siglos que las encantan.

sobre tu madera encantada,

apurar las gotas de música Todo resurge, clama, vive,

de la caja de tu guitarra, mueve sus pies, pezuñas, alas,

recordar, preguntar, soñar arde en la hoguera del instante,

ahora que nada importa nada... hinche los mares y montañas,

desborda el tiempo, como un pájaro

(Borro los pájaros. Enciendo que abre la puerta de su jaula.

un cáliz de oro ante una acacia. Y, vencido el tiempo, en las manos

Y, de pronto, un rumor lejano, de Dios se duerme, que lo canta...)

como de mar que se desata,

órgano de oro que libera Cuando se fueron todos, yo

sus ruiseñores y sus aguas, me quedé a solas con mi alma.

viento del sur que pulsa y sopla Plaza cuadrada, con su fuente

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sin una lágrima de agua. que le escribiera unos versos

Abril, blandiendo por el cielo a sus senos..

su acero pálido de espalda. .

Qué sosiego tocarte, verte, Nunca ha sido,

abrazarte con mis miradas, nunca jamás podrá ser

apurar las gotas de música el poema concluido.

de la caja de tu guitarra, Hay cosas grandes, bellezas

vagar sin fin y sin origen para las que no hay cobijo

sobre tus piedras hechizadas... en las palabras. Hay cosas

Andar sintiendo el alma muerta, cuyo nombre no decimos

Dios mío, ya sin esperanza... para no mancharlas.

UNOS VERSOS PEDIDOS Miro

hacia atrás. Era yo entonces

Hace ya tiempo... (era yo poeta (serlo es sentirnos

poeta. Tiempo divino iluminados) No supe

de cantar y de soñar hallar el nombre preciso,

lo esperado y lo perdido. la cifra que concretara

Cristal de viejos reflejos, tanta hermosura. (Me dijo

tornasolado prodigio, que le escribiera unos versos

álamo esbelto que alzaba a sus senos...) No he podido

al cielo su verde grito hallar la palabra exacta,

primaveral...) Hace tiempo lograr el nombre preciso.

—divino tiempo— me dijo

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Yo, poeta sin palabras, ya es imposible el prodigio.

dado a los malabarismos Ahora ya no sé soñar.

de las palabras, buscaba Cayó la antorcha al abismo.

rimas, imágenes, ritmos. Todo pasa en torno, y todo

Cazador de aves retóricas: halla el corazón marchito.

«palomas de tibios picos», Todo es una imagen muerta

«cimas de nieve con sol en el fondo de mi río.

poniente», «gemelos lirios», Una brisa que conmueve

«pararrayos de lo rosa», trigos que no son mis trigos.

«redondas piedras de río»,

«fruto al que arrancan los pájaros Alba que toca el ocaso.

sus dulzores encendidos». Ya no soy rey de mí mismo.

Caído de mi alto trono,

Yo era poeta. Sentía, sin resurrección, hundido

soñaba. Tiempo divino en las cavernas que el tiempo

de sentir y de soñar. cavó para mi suplicio.

Y ser poeta es vestirnos

túnicas de luz, oír ……………………………

la voz que nos va trazando

todos los caminos. No cantaré ya nunca más. El canto

se me ha secado en la garganta.

Soñar sin saber cantar. Como una rosa.

Errar por el laberinto.

Pero ahora que sé cantar Ay, misterioso ruiseñor

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que gorjeabas bajo el agua, Ay. Y podridas. Y dormidas.

que me clavabas en el pecho Y asesinadas. Y apagadas.

tu pico; sueño, vida, espada. Las olas que me hundieron hasta el fondo

sabían bien lo que arrastraban.

Se derrumbaba por el mar mi sangre.

Cantar de bienaventuranza. Ay, las canciones sin medida.

Iluminaba los amaneceres La medida sin notas, sin palabras.

con su doliente luz de plata. Ay, las columnas en que puse

el peso dulce de mis alas.

Alba carmín y mediodía de oro.

Trompas de fuego en la mañana. Y todo: norte y sur, este y oeste,

En cada hojilla de la primavera ofrendándome sus campanas,

una menuda y verde daga. sus instrumentos de cristal,

humos, piedras, plumas y almas.

Dedos que tañen cuerdas invisibles. Ay, sin medida ya. Fundidas

Músicas que desnudan al que pasa. las fronteras y las distancias.

Cuánto tesoro derruido Ay, la vida que no venía

en el silencio de tu caja. a ofrecerme su boca grana.

Cárcel de hierro, mas sin fuego.

Ay, mis héroes, mis álamos, mis ríos, Piedra sin alas y sin almas,

mis playas, frutas y distancias. Ay, estíos, otoños, primaveras,

(Ay, Dios mío, sin nombre ya, sin hombre.) inviernos que nacían y pasaban.

Ay, enterradas y borradas. Ay, gaviotas, alondras, horas,

manos, estrellas, peces, ramas.

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Ay, vida que no viene. Y si venía haya muerto, vuestros nombres.

no había voz para cantarla. Qué importa que rían cuando

No cantaré ya nunca más. El canto escuchen mis sinrazones.

se me ha secado en la garganta. Vosotras sois lo que sois

Se ha dormido en mi corazón para mí: mágico bosque

como una rosa. perecedero, campanas

que regaláis vuestros sones

sólo al que os golpea. Cómo

Cuanto sé de mí (1957) darlos al que no os oye,

fundir para sus oídos

NOMBRAR PERECEDERO metal que el instante rompe,

metal que funde el instante

No tengo miedo nombraros para un instante del hombre.

ya con vuestros nombres,

cosas vivas, transitorias. No tengo miedo nombraros

(Unidas sois un acorde ya con vuestros nombres.

de la eternidad; dispersas Sé que podría fingiros

—nota a nota, nombre a nombre, eternidad. Vero adonde

fecha a fecha—, vais muriendo elevaros, arrojaros,

al son del tiempo que corre.) hundiros en qué horizonte.

Por qué arrancaros los pétalos

No tengo miedo nombraros. que la lluvia descompone.

Qué importa que no le importen

al que viva, cuando yo Mías sois, cosas fugaces,

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bajo marchitables nombres. 11 de mayo, a consecuencia

Actos, instantes que el viento de un accidente. Su cadáver

curva, azota, araña, rompe; está tendido en D'Agostino

suma ardiente de relámpagos, Funeral Home. Haskell. New Jersey.

rueda de locos colores. Se dirá una misa cantada

Otoños de pensamientos a las 9.30, en St. Francis.

sucesivos, liman, roen

vuestra realidad, la esfuman Es una historia que comienza

como el sueño en el insomne. con sol y piedra, y que termina

sobre una mesa, en D'Agostino,

Pero sois yo, soy vosotras, con flores y cirios eléctricos.

astro viejo en vuestro orbe Es una historia que comienza

perecedero, almas, alma. en una orilla del Atlántico.

Orquesta de ruiseñores, Continúa en un camarote

soñáis al alba el recuerdo de tercera, sobre las olas

de vuestro canto de anoche. —sobre las nubes— de las tierras

Nombraros ¿no es poseeros sumergidas ante Platón.

para siempre, cosas, nombres? Halla en América su término

con una grúa y una clínica,

con una esquela y una misa

RÉQUIEM cantada, en la iglesia St. Francis.

Manuel del Río, natural Al fin y al cabo, cualquier sitio

de España, ha fallecido el sábado da lo mismo para morir:

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el que se aroma de romero, Lo doloroso no es morir

el tallado en piedra o en nieve, Dies illa acá o allá;

el empapado de petróleo. sino sin gloria...

Da lo mismo que un cuerpo se haga

piedra, petróleo, nieve, aroma. Tus abuelos

Lo doloroso no es morir fecundaron la tierra toda,

acá o allá... la empapaban de la aventura.

Cuando caía un español

Réquiem aeternam, se mutilaba el universo.

Manuel del Río. Sobre el mármol, Los velaban no en D'Agostino

en D'Agostino, pastan toros Funeral Home, sino entre hogueras,

de España, Manuel, y las flores entre caballos y armas. Héroes

(funeral de segunda, caja para siempre. Estatuas de rostro

que huele a abetos del invierno), borrado. Vestidos aún

cuarenta dólares. Y han puesto sus colores de papagayo,

unas flores artificiales de poder y de fantasía.

entre las otras que arrancaron

al jardín... Libera me Domine Él no ha caído así. No ha muerto

de morte aeterna. Cuando mueran por ninguna locura hermosa.

James o ]acob verán las flores (Hace mucho que el español

que pagaron Giulio o Manuel... muere de anónimo y cordura,

o en locuras desgarradoras

Ahora descienden a tus cumbres entre hermanos: cuando acuchilla

garras de águila. Dies irae. pellejos de vino derrama

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sangre fraterna.) Vino un día Objetivamente. Sin vuelo

porque su tierra es pobre. El mundo en el verso. Objetivamente.

Libera me Domine es patria. Un español como millones

Y ha muerto. No fundó ciudades. de españoles. No he dicho a nadie

No dio su nombre a un mar. No hizo que estuve a punto de llorar.

más que morir por diecisiete

dólares (él los pensaría Libro de las alucinaciones (1964)


en pesetas). Réquiem aeternam.

Y en D'Agostino lo visitan TEORÍA Y ALUCINACIÓN DE DUBLÍN


los polacos, los irlandeses,

los españoles, los que mueren I


en el week-end. TEORÍA

Un instante vacío
Réquiem aeternam. de acción puede poblarse solamente
Definitivamente todo de nostalgia o de vino.
ha terminado. Su cadáver Hay quien lo llena de palabras vivas,
está tendido en D'Agostino de poesía (acción
Funeral Home, Haskell. New Jersey. de espectros, vino con remordimiento).
Se dirá una misa cantada

por su alma. Cuando la vida se detiene,

se escribe lo pasado o lo imposible


Me he limitado para que los demás vivan aquello
a reflejar aquí una esquela que ya vivió (o que no vivió) el poeta.
de un periódico de New York. Él no puede dar vino,

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nostalgia a los demás: sólo palabras. como el caballo corre, aunque no sople el viento, y vuela la gaviota, aunque esté seco el mar,

Si les pudiese dar acción... y el hombre llora, y canta,

proyecta y edifica, aun sin el fuego.

La poesía es como el viento, II

o como el fuego, o como el mar. ALUCINACIÓN

Hace vibrar árboles, ropas,

abrasa espigas, hojas secas, Me acuerdo de los árboles de Dublín.

acuna en su oleaje los objetos

que duermen en la playa. (Imaginar y recordar

La poesía es como el viento, se superponen y confunden;

o como el fuego, o como el mar: pueblan, entrelazados, un instante vacío

da apariencia de vida con idéntica emoción.

a lo inmóvil, a lo paralizado. Imaginar y recordar...)

Y el leño que arde,

las conchas que las olas traen o llevan, Me acuerdo de los árboles de Dublín...

el papel que arrebata el viento, Alguien los vive y los recuerdo yo.

destellan una vida momentánea De los árboles caen hojas doradas

entre dos inmovilidades. sobre el asfalto de Madrid.

Crujen bajo mis pies, sobre mis hombros,

Pero los que están vivos, acarician mis manos,

los henchidos de acción, quisieran exprimirme el corazón.

los palpitantes de nostalgia o vino, No sé si lo consiguen...

esos... felices, bienaventurados,

porque no necesitan las palabras, Imaginar y recordar...

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Hay un momento que no es mío, Apretó las esquirlas

no sé si en el pasado, en el futuro, de sol entre los dedos

si en lo imposible... Y lo acaricio, lo hago como si modelase

presente, ardiente, con la poesía. la mañana con ellos.

En el puente de Brooklyn.

No sé si lo recuerdo o lo imagino.

(Imaginar y recordar me llenan La luz quita a las cosas

el instante vacío.) su densidad, su peso.

Me asomo a la ventana. Alas les da: que sean

Fuera no es Dublín lo que veo, criaturas del viento.

sino Madrid. Y, dentro, un hombre Luces les da: que moje

sin nostalgia, sin vino, sin acción, sus frentes el misterio.

golpeando la puerta. En el puente de Brooklyn.

Es un espectro Una mujer le entrega

que persigue a otro espectro del pasado: un periódico: «Léalo,

el espectro del viento, de la mar, es importante. Mire

del fuego —ya sabéis de qué hablo—, espectro las aguas: llevan muertos».

que pueda hacer que cante, hacer que vibre ¿Muertos? Mira las aguas.

su corazón, para sentirse vivo. Son sólo un curso negro.

En el puente de Brooklyn.

CANCIÓN DEL ENSIMISMADO EN EL PUENTE DE BROOKLYN Un curso negro y frío

y silencioso, pero

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bajo la superficie En el puente de Brooklyn.

laten playas y cielos,

laderas con encinas, ¿Mendigo de qué mundo?

cales y cementerios. ¿Errante por qué tiempo

«Mire las aguas: llevan marchito? La mujer

muertos». (Pero otros muertos.) se va desvaneciendo.

En el puente de Brooklyn. En el puente de Brooklyn.

Se entreabre el río. Muestra

las entrañas del tiempo. LOS ANDALUCES

Revive lo vivido,

rescata lo pretérito. Decían: «Ojú, qué frío»;

«Mire los muertos. Lea no «Qué espantoso, tremendo,

lo que dice...» (Sus muertos..., injusto, inhumano frío».

su corazón, debajo Resignadamente: «Ojú,

del agua, en el silencio...) qué frío...» Los andaluces...

No ve: recuerda sólo.

Se ve a sí mismo muerto. En dónde habrían dejado

¿Cómo decir que ha sido sus jacas; en dónde habrían

quien dio figura al fuego, dejado su sol, su vino,

quien lloró por Aquiles, sus olivos, sus salinas.

el de los pies ligeros; En dónde habrían dejado

quien besara en la boca a su odio... Parecían hechos

Julieta Capuleto? de indiferencia, pobreza,

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latigazo .. «Ojú, qué frío». qué frío.» Los andaluces.

Tiritaban bajo ropas

delgadas, telas tejidas Apenas dejaban sombra,

para cantar y morir sonido, cuando pasaban.

siempre al sol. Y las llevaban Se borraban sus cabezas.

para callar y vivir Tan sólo un inmenso frío

al frío de Ocaña y Burgos, daba fe de ellos. Y aquella

al viento helado del mar dejadez que rodeaba

del Dueso Los andaluces su fragilidad. Más solos

que ninguno. Más hambrientos

Estos que están esperando, que ninguno. (Deseaba

desde Huelva hasta Jaén, que odiasen, porque los vivos

desde Jaén a Almería, odian. Los vivos perdonan.

junto a las plazas de cal El hombre es fuego y es lluvia.

y noche, deben de ser Lo hace el odio y el perdón.)

hijos de aquéllos Esperan Indiferentes: «Ojú,

que alguno venga a encerrarlos qué frío...» Los andaluces...

entre rejas. Como aquéllos,

no preguntarán por qué. Un grano de trigo. Una

No se quejarán de nada oliva verde. (Guardad

Ni uno se rebelará. el aliento de la tierra,

«Las cosas son como son, el parpadeo del sol

como siempre han sido, como para ayer, para mañana,

han de ser mañana. Ojú, para rescataros...) Quiero

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que despierten del pasado

de frío, de los cerrojos CARRETERA

del futuro. Todo está

tan confuso. Yo no sé Volví, volvía —con qué poca ilusión—

si los veo, los recuerdo, a donde tuve mis raíces, mis recuerdos, mi casa

los anticipo... frente al mar, y los árboles

plantados por mis manos, pisoteados por los niños,

Hace pocos comidos por los animales.

kilómetros tuve aquí, Mi casa junto al mar, más solariega

en mi mano, la madeja que otras, la que fue más hermosa que todas.

de los días. La emoción Con qué poca ilusión volvía.

de los días. Como un padre

que olvidó hace tiempo el rostro Cárdenas tierras húmedas y soleadas, trigos

de los hijos muertos. Y ahora color de aquellos ojos, pincelada morada

los recuerda. Y ahora vuelve sobre lo verde, allá en Vivar del Cid,

a olvidarlos, unos pocos murallas de olmos negros, amapolas,

kilómetros más allá. verdes sombríos por Entrambasmestas,

Olvidados para siempre. platas de la bahía, con qué poca ilusión

pasaba por vosotros.

Cuántos años hace de esto.

O cuántos faltan para esto Cómo se puede vaciar así

que hace un momento viví un corazón. Cómo se puede

por los caminos... —ojú, llorar así, por dentro. Frustraciones o muertes

qué frío— de Andalucía. nada me arrancó lágrimas desde aquellos aviones

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los que volaban sobre mí y arrasaban mi mundo como si sólo con lágrimas de entonces

sin que arrojasen bombas, ni ametrallasen: sólo pudiese liberarse este dolor presente

con el ruido de sus motores, que ya no encuentra llanto.

demasiado terrible para mí entonces y ahora.

Qué quedó de mi vida entre sus alas. CAE EL SOL

Qué en la música oída en la noche,

la que vestía nuestra desnudez Perdóname. No volverá a ocurrir.

mientras caía el agua cálida, qué gozo, el agua... Ahora quisiera

Qué se hundió por aquellas escaleras meditar, recogerme, olvidar: ser

precipitadas en la noche. hoja de olvido y soledad.

Qué congeló la luna que iluminaba las fachadas. Hubiera sido necesario el viento

Qué llevó la marea en la playa de octubre. que esparce las escamas del otoño

con rumor y color.

Cómo es posible edificar, Hubiera sido necesario el viento.

reconstruir con tantos materiales

disueltos en el tiempo, Hablo con la humildad,

gastados por la lluvia que no vimos caer... con la desilusión, la gratitud

de quien vivió de la limosna de la vida.

Volví, volvía como ahogado Con la tristeza de quien busca

bajo un montón de escombros una pobre verdad en que apoyarse y descansar.

que fueron mi edificio, mi alcázar, La limosna fue hermosa —seres, sueños, sucesos, amor

sin una sola lágrima —para qué— que llorar, don gratuito, porque nada merecí.

apoyado en el llanto de otros días,

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¡Y la verdad! ¡Y la verdad! a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos,

Buscada a golpes, en los seres, colgado en el vacío,

hiriéndolos e hiriéndome; sin esperanza.)

hurgada en las palabras;

cavada en lo profundo de los hechos Pero se me ha borrado

—mínimos, gigantescos, qué más da: la historia (la nostalgia)

después de todo, nadie sabe y no tengo proyectos

qué es lo pequeño y qué lo enorme; para mañana, ni siquiera creo

grande puede llamarse a una cereza que exista ese mañana (la esperanza).

(«hoy se caen solas las cerezas», Ando por el presente

me dijeron un día, y yo sé por qué fue), y no vivo el presente

pequeño puede ser un monte, (la plenitud en el dolor y la alegría).

el universo y el amor. Parezco un desterrado

que ha olvidado hasta el nombre de su patria,

Se me ha olvidado algo su situación precisa, los caminos

que había sucedido. que conducen a ella.

Algo de lo que yo me arrepentía Perdóname que necesite

o, tal vez, me jactaba. averiguar su sitio exacto.

Algo que debió ser de otra manera.

Algo que era importante Y cuando sepa dónde la perdí,

porque pertenecía a mi vida: era mi vida. quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale

(Perdóname si considero importante mi vida: tanto como la vida para mí, que es su sentido.

es todo lo que tengo, lo que tuve; Y entonces, triste, pero firme,

hace ya mucho tiempo, yo la habría vivido perdóname, te ofreceré una vida

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ya sin demonio ni alucinaciones. sino una mariposa, torpe y gorda,
que ni siquiera lo recuerda
(igual que el cuerpo no recuerda
al alma que era suya antes de que él naciera).
La nueva criatura nace a cambio
de destruir lo que fue la razón de vivir y de morir
AGENDA (1991) de alguien que fue ella misma
y que es ahora nada más que un hueco.

Prólogo con libélulas y gusanos de seda Se trata ahora de un hueco donde ocurrió el prodigio,
de una sombra en la entraña de la seda,
Es cosa de libélulas, de una sombra y un hueco en el que suena
de caballitos del diablo: aletean eléctricos, un motor de automóvil.
vibran como cuerdas de una guitarra
que alguien acaba de pulsar, Escucho ese motor desesperadamente
zigzaguean como relámpagos, para saber que no estoy sordo.
rubrican la mañana azul. Segrego seda para probar que sigo vivo,
para encerrar conmigo el automóvil
Cosa también de cazadores de libélulas: y no dejar jamás de oír su música
nos dejan en los dedos un grumillo de muerte, (yo, como Marinetti, creo ahora
un residuo viscoso, una turbiedad amarilla. que un automóvil es más bello
que la Victoria de Samotracia).
A veces se realiza el milagro:
el cazador cobra su pieza intacta y viva. A los 65 años de mi vida
Comienza entonces la tarea primorosa del entomólogo: cambié mi viejo coche.
le clava un alfiler para que muera poco a poco Y ahora, a los 67, escucho al nuevo
a fin de que conserve intacta su belleza, sonar por penúltima vez.
su perfección, su apariencia de vida No queda tiempo ya.
(porque de eso se trata). Yo he sido para él su amor primero
como él para mí el último.
Es cosa de entomólogos, es cosa de poetas,
maquilladores y embalsamadores de cadáveres. Y me abandonará dentro de nada
(como al amante viejo la amada joven),
Es cosa de gusanos de seda: cuando no pueda acariciarlo.
segregan tenues hilos de oro Si él fuese un perro me daría compañía
con los que van edificando y se dejaría morir cuando muriese yo.
su alcázar, cárcel, túmulo, Pero es únicamente un artilugio mecánico
su oscuridad definitiva; —metal, cristal, plástico, goma—,
se desangran en oro, resignados esclavo dócil que obedecerá
a no ver desde fuera nunca jamás su obra concluida. mientras mi mano sea firme.

Un día algo despierta en el recinto silencioso Quiero pensar, lo necesito, que me recordará
—resurrección o transfiguración—: desde algún cementerio de automóviles
ya no es el tejedor apresurado de la saliva de oro cuando yo esté en mi camposanto de cipreses y cruces

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(o, mejor, cuando sea cenizas diluidas
en la palpitación de la mar). Estas palabras...

Entro en la seda del poema roto Estas palabras,


donde alguien, que fui yo, murió más de una vez. estas figuras y ráfagas y signos...
No hay nadie, nada: tan sólo un automóvil.
Pongo el motor en marcha: le hablo de libélulas, Me asomé al vertedero. Distinguí
de gusanos de seda. entre bocanadas de sombra
Le pregunto —rotos por el relámpago de los cristales y de los metales,
qué será lo que yo quería decir entre cintas, escorias, herrumbre, papeles—,
mitos de sol, fantasías de viento y mármol,
claridades parpadeantes:
CUÁNTO NUNCA así aquella pareja funeral,
novios de negro, como cuervos tímidos,
Fueron dos mil kilómetros los que volé sobre las olas. cogidos de la mano, con un ramo de flores,
Quién pensaba que había de encontrarme lentos por una calle que no tenía fin,
en un fanal dorado y mágico, y cuánto nunca, Paula, foso de cal, en Campo de Criptana.
sin ti y sin mí. O ésta: volar dos mil kilómetros, creo que ya lo dije,
Y el grillo que sonaba entre claridades marinas. y oír, entre las olas que arañaban la isla,
Las guitarras eléctricas, mineras, sondeaban la tierra. el sonido del grillo.
Aquí aparece el hombre del gesto estúpido de Berlín, O el hombre que pedía colillas
chin-chin-pom sobre el bombo y los platillos, para morir fumando.
o el chin-chin-pom, el treintaitrés del vals sobre la playa, O alguien que iba y venía, obsesionado,
plinto de la pareja, madura y aún hermosa. por aquel patio helado...
Aquí aparece la armonía desamparada, emboscada en la noche,
envuelta en el papel de lluvia próxima y de viento, Y para qué seguir.
la noche sudorosa de estrellas, (Estas palabras... Las afilo
la noche fugitiva... Y otras noches y otros días y vientos y lluvias igual que bisturís, para sajar mi carne.
aparecen aquí. Si la infección no me habitara,
entonces las palabras, estas u otras palabras
Uno palpa razones inexplicables, barajando palabras: se alzarían aladas, revolotearían,
jamás una palabra es suya. zumbarían al sol, gorjearían
Acepta una de aquí, rehúsa otra de allá, con generosidad. Pero quién puede
sin acertar lo que es allá y lo que es aquí, ser generoso con estas hambres y estos fríos
con el instinto ciego del animal que olfatea la hierbaque ha de sanarlo. de entonces, que aún me hacen tiritar,
Así olfateo yo, mas sin el firme instinto del animal con la amargura y el desvalimiento
unas palabras que podrían sanarme el alma. que yo he vivido en otros...)
Y, sin embargo,
no estoy seguro de si se detienen ... Y para qué seguir,
más acá o más allá de su propósito dice el doctor, mi compañero.
o si, por raro azar, habrán herido Reaparece en su celda y habla otra vez de Huxley,
el centro donde late lo que uno mismo ignora de Picasso, de Schoenberg, de cuál será la suerte
al escribir, al ordenar. de la Venus de Milo, prisionera de Hitler.
Y el té. Y las pastas «que mi mujer acaba de traerme,

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porque no sé qué maña se da para encontrar en estos tiempos BRAHM, CLARA, SCHUMANN
dulces tan buenos en Madrid». Y luego,
«tome usted esta otra de coco, ya verá lo que es bueno». Eres mi amor, mi amor, Paula. Clara quise decir.
Y cuánto tiempo, Paula, digo Clara,
Esto, tan real y tan absurdo, sin ti y sin mí. Las diligencias
sucedió, pero sigue sucediendo. parten sin mí y sin ti.
Y no sé lo que significa. O a ti te llevan hacia el norte, hacia el pobre Roberto.
A mí, hacia el sur, contigo, hacia el sur, donde ya no estabas,
donde nunca estarías. Ahora he tomado el tren
EL NIÑO para decirte adiós. Y sueño, sueño mío.

Unos dedos de plata Cerré los ojos, deslumbrado por la memoria.


estremecen las copas de los álamos. Apreté la cintura del paisaje, recorrí sus caderas,
Unos dedos de cobre miré sus ojos verdes, ceniza con sentido.
llameando entre las acacias Tendía el cielo su metal hermético.
y los castaños de noviembre. Y se superpusieron mediterráneos y cantábricos,
Y una mano —de quién será— que ofrece a los gorriones cipreses respirados desde un sótano,
migas de azul, granos de otoño, casi a vista de muerto, y jazmineros.
me arrebata a otro reino y me convierte en ave, Después, las cosas y sus nombres
ave de piedra, piedra de río, río de estrellas, perdieron sus contornos, su significación,
estrellas olorosas, olorosas hogueras, y fueron nada más que ritmo, armonía viajera
hogueras de piedra, de río, de estrellas, de ave... liberada de los instrumentos que le dieron su carne.
No queda nadie ya que pueda perdonarte,que pueda perdonarme, perdonarnos.
De quién será esta mano. Me refiero Nadie que pueda rescatar los besos que se pudren
a esta mano de carne y hueso sobre Roberto y su locura piadosa.
que se apoya en mi hombro y deshace el hechizo Ahora que voy a ti, a encontrarte en la aduana de la muerte,
y restituye al mundo a su recinto natural, pienso, Clara, amor mío, que cuando nos besábamos
a su archivador impasible. era a Roberto a quien besábamos, al engañado
Y mientras trepan, brazo arriba, mis ojos hijo de nuestro amor. Él murió un día.
hasta fondear en otros ojos que los miran, Su esposa, tú, amor mío, Clara, también has muerto ahora.
reconozco la voz que escucharé cuando caigan los años,
hirviente de palabras rencorosas.Reconozco la voz que aún no ha sonado Yo tomé el tren para encontrarte en la frontera,
en esta voz de niño, en el cuerpo del niño para decirte adiós desde el lado de acá de la muerte, amor de mi vida.
que sonríe ante mí. Pero nunca llegaré a ti.
La voz que un día me dirá: «Voy a matarte con mis propias El viejo Brahms es viejo, y está gordo.
manos», Me he quedado dormido y me he pasado de estación.
en este instante suena con desamparo y lágrimas, ¿Comprendes, amor mío, que nunca llegaré a tu lado
y las palabras aún no hieren: por culpa de este sueño, que es mi bálsamo y mi enemigo?
«Aúpame, quiero coger esa hoja verde». Ya nunca llegaré a tu lado.
Puede ser, amor mío, que no te amara ya,
Alzo en mis brazos, para que no llore, que no te hubiese amado nunca,
a mi asesino. que sólo hubiese amado a mi propio amor,
al amor que te tuve, Clara, amor mío.

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LOPE. LA NOCHE. MARTA no dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,

sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios

He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido que quita mis pecados del mundo).

(afuera deja sus constelaciones). La Noche no podría comprenderlo,

«Buenas noches, Noche». y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.

Pasa las páginas de sombra

en las que todo está ya escrito. No me pregunta nada la Noche,

Viene a pedirme cuentas. no me pregunta nada. Ella lo sabe todo

antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.

«Salí al rayar el alba -digo-. Ella ha oído esos versos

Lamía el sol las paredes leprosas. que se escupen de boca en boca, versos

Olía a vino, a miel, a jara» de un malaleche del Andalucía

(Deslumbrada por tanta claridad -al que otro malaleche de solar montañés

ha entornado los ojos). llamara «capellán del rey de bastos»-

La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé: en los que se hace mofa de mí y de Marta,

oye la plata de las campanadas. amor mío, resumen de todos mis amores:

Ante la puerta de la iglesia Dicho me han por una carta

me callo, me detengo -entraría conmigo que es tu cómica persona

si yo no me callase, si no me detuviera-; sobre los manteles, mona

yo sé bien lo que quiere la Noche; y entre las sábanas, Marta.

lo de todas las noches; qué sabrá ese tahúr, ese amargado

si no, por qué habría venido. lo que es amor.

La Noche trae entre los pliegues de su toga

Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.

81 82
Una música hilada en la vihuela tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»

del maestro del danzar, nuestro vecino. (no sabe que el pecado es de los dos),

En la cocina la estará escuchando Marta; y dirá luego: «Lope, quiero morirme»

danzará, mientras barre el suelo que no ve, (y qué sucedería si yo muriese antes que ella).

manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal, Ego te absolvo.

de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.

Danza y barre Marta. Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,

aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos marinos,

Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana, Noche. de lugares vividos y soñados: de lo que fue

Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín, y que no fue y que pudo ser mi vida.

saldré después a decir misa

-Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea- Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.

luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos,

escribiré unas hojas

de la comedia que encargaron unos representantes.

Que las cosas no marchan bien en el teatro,

y uno no puede dormirse en los laureles.

CINCO CABEZAS
Hasta mañana, Noche.

Tengo que dar la cena a Marta,

asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro),

cuidar que no alborote mis papeles,

que no apuñale las paredes con mis plumas

-mis bien cortadas plumas-,

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larga nota de violonchelo que dura, y dura, y dura, y nos da la impresión de una gaviota,
inmóviles las alas, congelada en el aire. Una nota que se ha liberado de las cárceles del tiempo,
se ha hecho espacio. Esta cabeza es sólo espacio, dolor de morado o verde, lágrima de amarillo,
canto rodado, cabeza rodada, descolorida, tajada por un rayo de espada purificadora y piadosa.

II

Esta cabeza ha saboreado licores negros, ha mordido panes amargos, frutos podridos. Esta
cabeza ha lamido cantiles arañados por las uñas crujientes de las olas. El cielo ya no estaba. Las
I tempestades asfixiaban con sus tentáculos, liberaban sus truenos negros, flechaban con sus
relámpagos. Sucedió esto en los mares de hierro en el vaivén herrumbroso donde esta cabeza
Esta cabeza ha rozado los lechos de todos los ríos. Ha rodado por los siglos de los siglos, esta
agonizaba sin que jamás le llegase la muerte definitiva. La madera de la embarcación sonaba a
cabeza rodada, canto rodado, tajada por un rayo de espada para purificarle, en Asiría, en la
huesos aplastados por el oleaje de bronce. Esta cabeza ha sido suspendida por una soga del palo
Europa de la Guerra de los Cien Años, en la selva amazónica. La secaron los soles del desierto,
mayor. Es la cabeza que vivía pendiente del grillo embarcado en la costa española, y al que pedía
la royeron los buitres, la pulimentó la intemperie. Esta cabeza fue arrancada de un beato
que cantase, que le atrajese un poco de la respiración de las playas. Pero el grillo no cantaba. Las
mozárabe, de una Danza medieval de la Muerte, obispo, rey, guerrero, siervo. La arrancó de su
estrellas bajaban al crepúsculo a dar miga de pan mojada en vino al grillo silencioso. Y aquella
lugar exacto una mano del otro lado de la vida. La capturó un muerto, un ángel, alguien que la
gota de noche cristalizada seguía sin cantar. Pero lo hizo cuando llegó hasta él la tibieza del
miraba y la representaba desde el lado de allá de la laguna, igual que la contemplan los muertos,
litoral. Y con el canto del grillo recordó toda la marinería. Pero esta cabeza, pendiente de una
los que ya son materia pura, agua de ruiseñores, cristal de brisas, lágrima de estrella, los que ven
soga de pus, no pedía sonreír, aunque oyese la mágica música de élitros. Esta cabeza, que había
a los vivos como podredumbre y horror. Alguien la ha visto igual que la veremos cuando nos
comido espinas, arena, óxidos, ceniza, desgarrada por zarzas y cardos, hediendo podredumbre,
muramos, como hervor repugnante. Nos la ha representado con la amarga clarividencia del
no podía sonreír. Vio, abajo, sus propios brazos soldados al remo. Escuchaba su jadeo, se dolía
moralista que redacta, para alertarnos, una guía de descarriados. Y ahora no podemos saber si es
del latigazo rojo del cómitre. Esta cabeza sufriente saboreó elíxires que el aire transportaba en
una víctima contemplada por su verdugo; si es una víctima que se mira a sí misma en el espejo
sus dedos transparentes. Saboreó la sal que el mar doraba con sus llamaradas verdes, con sus
de la muerte. Esta cabeza viene rodando sobre las piedras de los ríos. Se ha ido astillando poco a
cárdenos fuegos fatuos. Otra vez el sabor de la vida, como en las cárceles de Su Majestad, como
poco durante el viaje interminable. Y aún le faltan muchos siglos errantes para llegar a su final,
en la selva de reptiles y ciénagas, como en las cumbres, ataviadas de cotas de nieves, de volcanes
para no alcanzar nunca su final. Esta cabeza se ha cubierto de ceniza de campana, de párpados de
domados. Al fin, todos se fueron, abandonaron el navío silencioso, hervidero de insectos de oro,
ascua. Es una fruta mineral, aletazo de fiebre, amarillez de calavera. Todo esto no ha ocurrido
catedral de la desolación. Se fueron dejando huellas en la brisa. Un tambor, un yunque, un
nunca. No va a ocurrir nunca, porque aquí, en el lado de acá de la laguna, no existe el tiempo, no
mosquete —quién sabe qué— medía con sus campanadas, paulatinamente adelgazadas,
existe la piedad. Podemos contemplar con indiferencia las figuras del otro lado del espejo. Con la
silenciosas hasta el terciopelo, la reverberación del sol poniente. Y esta cabeza se reclinó en el
misma indiferencia con que vemos sufrir al morado, al rojo, al verde; con que escuchamos las
regazo de la sombra, saboreó su vida, lamió sus llagas, ya sin fuerzas para volver a comenzar,
risas del amarillo o del celeste. Esta cabeza ha rodado, ha rozado, los lechos de los ríos. Es una

85 86
desde los corales que se alzaban marchitándose a la luna, desde la helada habitación verde que han modelado horriblemente su rostro, pero que no recuerda. Sólo recuerda las historias
salpicada de diamantes. maravillosas. Son las que le permiten seguir viviendo todavía.

III IV

Esta cabeza ha oído historias maravillosas, como la de los porqueros que deshincharon sus Esta cabeza ha visto, ha sido, sol de piedra rojiza, luna amarilla de agua sobre la tapia de cal, de
cerdos, los plancharon, los plegaron, los colocaron ordenadamente en sus zurrones, y montados adobe. Ha visto candiles de aceite que buscaban en la noche la moneda perdida por los rincones,
en pequeñas nubes grises cabalgaron hacia Occidente esquivando olas, esquivando estrellas, y la última moneda de cobre. Ha visto los niños de la anemia, los cardos, las espinas, los alacranes
durante el viaje las nubes fueron tomando de septiembre en Torre de Miguel Sesmero, los galeones de la trilla, los vareadores del aceite, los
serones del vino, las cabras del erial. Esta cabeza ha visto guerras y guerripaces, clavos, garfios,
forma de caballos sin patas. Al llegar, hicieron patas para sus caballos de la madera de unos
sogas de sangre, ha estado acosada de chumberas, de higueras y de pitas (cómo queréis que sea
árboles que jamás habían visto hasta entonces.
mañanicas floridas, gitanicos que vienen con la varita en la mano, cómo queréis, esta cabeza de

Luego volvieron a hinchar sus cerdos, caminaron atravesando ríos, y llegaron a una ciudad cuyas leña, de corteza, de hueso que se desnudó sufriendo), esta cabeza estoqueada en la plaza de toros,
casas eran de oro y de plata. Allí vendieron sus piaras y casaron con las hijas de los reyes. Esta en la plaza mayor, plaza de pana, de pan, tomate, navaja, agonía y esparto. Ha sido, esta cabeza

cabeza ha oído historias maravillosas. Como la del pescador que planta un ciprés cuando nace ha sido, dentadura mellada, quijada de marfil amarillo en el zaguán del hambre, el odio, la pena,
una hija y lo cortan cuando se casa para que sirva de mástil de la embarcación en la que se irá la desolación. Ha visto reatas de amaneceres con escarcha, collares de mediodías de zumbido,
con su marido. Historias maravillosas como la del que se propuso asesinar al rey de un país cadenas de noches con su diosa peluda y herrumbrosa cabalgando el heráldico gorrino de cerdas
lejano, y cabalgó bajo el sol y la luna, y un día halló a otro jinete que llevaba el mismo rumbo, y negras. Por la penumbra azul de la pitarra, con el costado herido, el río transcurría
compartieron los alimentos, y conversaron bajo el sol y la luna, pero el malhechor no habló de la desangrándose, el padre río con arrugas en la frente, con sus brazos de fango que acunaban a los

razón de su viaje hasta que llegaron a las puertas de la ciudad en que el rey tenía su palacio, y muertos. Ha visto, pardo y negro, el parpadeo de la tormenta. Pardo y negro, duro, todo barro

entonces dijo: «Amigo, no es conveniente que te vean conmigo; vengo a matar al rey de este país cocido, harapos de barro botijo, tinaja, lebrillo, barro mendigo de la lumbre, barro de la espadaña

y, si me cogen, te ahorcarían también a ti, considerándote mi cómplice.» Y entonces, su amigo con su cigüeña de ceniza, sus estrellas de hierro, sus lágrimas de hiel, huérfanas de los ojos que
inclinó la cabeza y dijo: «Cumple tu propósito, pues yo soy el rey.» Y el malhechor abrazó al rey, fueron su origen. Esta cabeza ha sido tallada por los días y las estaciones hasta su forma
que ya era su amigo, y regresó a su país. Esta cabeza recuerda historias maravillosas. Hay otras definitiva de máscara de cáñamo. Ha regresado del exilio del espanto, prendida a sus pies la
historias que la han ido tallando lentamente. Están escritas sobre su piel, pero no las recuerda. sombra del espanto, inseparable compañera. Esta cabeza, lazara clavada a su podredumbre, oficia
Como la de los niños que entraban en unos recintos para ser duchados con gas. Como la del su rito de cuero, su ceremonia de llama negra; es una ceremonia inventada cada vez, porque esta

preso, en aquella cárcel de diciembre glacial, enfermo de fiebre, con el que sus compañeros cabeza no recuerda, no proyecta; vive en una mazmorra que está fuera del tiempo, y allí espera,
dormían por turno para librarse del frío. Como la del que... como la del que... como la del que... allí espera otra nada. Esta cabeza ha visto, y ya no ve; ha visto y ya no quiere ver tanto
Esta cabeza ha oído historias maravillosas e historias estremecedoras. Historias estremecedoras camposanto de astillas de guitarra.

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Esta cabeza ha olido sangre. Hace tiempo de eso. Y aún puede cerrar los ojos, dormir, dormir, no
oler la sangre. Puede dormir sin que la sangre hecha cristales le saje los ojos. Hace ya tiempo de
eso, con viento helado, bajo los astros lúgubres. Puede dormir. El viento entre las cañas, el grillo, CUADERNO DE NUEVA YORK (1998)
la chicharra, no le dejan oír los gritos de terror, de desesperación, de desafío. Cuando se mira las
I
manos de pólvora y de sangre no verá en ellas negro y ocre, pardo y oro, huellas de dientes que
ENGAÑO ES GRANDE
se adentran en el túnel. Esta cabeza no huele sangre, sino caramelo, merengue, chocolate del
nietecillo, cara de pájaro pícaro, que ha llegado volando a que le cuente una vez más lo de las Engaño es grande contemplar de suerte toda la muerte como no venida,
hadas y los príncipes, lo de los peces y los dragones. Esta cabeza ha olido pólvora y sudor muy pues lo que ya pasó de nuestra vida
frío. Caían uno tras otro, vestidos de escarcha y estertor, blasfemia, llanto, miedo. Y esta cabeza
es no pequeña parte de la muerte.
no dejaba de. oler sobre la nuca húmeda, y funcionariamente disparaba sin siquiera cerrar los
LOPE DE VEGA
ojos. Ya no huele aquellas madrugadas junto a la tapia blanca y lívida del alba. Hace tiempo de
eso. Tanto que cuando cierra los ojos esta cabeza de granito, de harapo y surco, de ojos cautivos RAPSODIA EN BLUE
en las telarañas de la vejez, puede dormir. Acaricia la mano del nieto, y esa tibieza le regresa al
cereal, a la moza, a la cabra, no a la culata de madera, al acero. Esta cabeza está multiplicada en
Durante una gira de conciertos,
cientos, miles de ojos turbios, ojos de agua estancada, de nube. No sabe que en unos ojos ha
Wolfgang Amadeus Mozart
quedado grabada para la eternidad. Esta cabeza, grabada para siempre, congelada en unas pupilas
empañadas. Fija allí, esta cabeza, como una pisada sobre el barro. Aquellos ojos se han disuelto comunicó a su padre el descubrimiento de un sonido muy peculiar,
para siempre. La lluvia los lleva en sus alas hasta el reino de las raíces. Y como de oboe que pulió su acento

aún siguen descendiendo hacia lo oscuro silencioso. Continúan hundiéndose en la negra marea, primitivo, nasal y campesino

tintineando como campanas de musgo, como élitros de espanto. Continúan mirando, tratando de y asimiló el lenguaje cortesano.
precisar los rasgos de esta cabeza que vieron en la sombra Y esta cabeza va haciéndose, con el Dios sabe cuántas cosas le diría sobre el color, el timbre, la versatilidad, registros, maravillas
tiempo, más precisa, más nítida. potenciales

del instrumento que cantaba


Empieza ya a ser nebulosa. Se solidifica, se perfila, hasta ser el de entonces, el de aquel tiempo.
Porque ha pasado mucho tiempo, suficiente para olvidar aquel olor de sangre, aquel olor de con gallardía y con melancolía.

horror. Suficiente para que esta cabeza pueda cerrar sus ojos, dormir, dormir. Corroborando que (Un filón no beneficiado:
Dios es su beleño.
pero Wolfgang sabía, lo leyó en Unamuno que las cosas se hicieron, primero,

su “para qué”, después.)

El clarinete suena ahora

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al otro lado del océano de los años. y dejaron en son de despedida sus nombres cincelados sobre placas de mármol en las fachadas de
ladrillo rojo.
Varó en las playas tórridas de los algodonales.
Aquí la muerte es la desconocida,
Allí murió muertes ajenas y vivió desamparos.
la inmigrante ilegal: se la deporta
Se sometió y sufrió, pero se rebeló.
a su país de origen. No es de buen gusto mencionarla.
Por eso canta ahora, desesperanzado y futuro, con alarido de sirena de ambulancia
“Viva y mire vivir”.
o de coche de la policía.
La ciudad borbotea: las burbujas
Suena hermoso y terrible.
revientan en la superficie…
Por favor, por amor, por caridad:
esa vieja de piel de cuero requemado que increpa a las estrellas…
que alguien me diga
el músico harapiento que arranca con dos palos sonidos de marimba o de vibráfono
quién soy, si soy, qué hago yo aquí, mendigo.
a una olla de cobre… el que golpea
Las ardillas-esfinges de Central Park me proponen enigmas para que los descifre:
con las palmas de las manos,
“viva y deje vivir”.
a la puerta del supermarket,
Y siento miedo. Soy el niño
embalajes vacíos en los que dormitaban ritmos feroces de la jungla…
que en el pasillo oscuro oye el jadeo del jaguar, y canta, y canta y canta para ahuyentarlo, para
que la sombra no sea. ancianos apoyados en bastones

El cementerio entre los rascacielos o conducidos —pálidas piernas fláccidas—

no radia nuevas de la muerte. en sus sillas de ruedas que ¡oh prodigio!, cuando doblan la esquina de las calles reaparecen en las
avenidas
(Igual que los sarcófagos romanos,
luminosos, metamorfoseados
utilizados como jardineras
en estampida de muchachos ágiles,
en las que los colores de las flores nos hacen olvidar el fúnebre destino para el que habían sido
imaginados.) Aquí no ha muerto nadie nunca. patinadores imantados por la flauta de Hamelin, que les llega a través de los auriculares…

Aquí nadie morirá nunca. ¿Quién que es podría no cantar

Hubo excepciones: semidioses al costear los puestos de hortalizas y frutas

—filántropos, estrellas del cine o del deporte, economistas, escritores, senadores y presidentes— —cebollas, zanahorias, aguacates, manzanas, fresas, bananas y grosellas— acabadas de
barnizar?…
que algún día zarparon con rumbo a otras galaxias

91 92
esa gaviota que dispara una pluma sobre mi cabeza, y atina, y me vulnera, y sangro whisky, tequila, ron, humanizadas

y me desangro frente al oleaje por el zumo de lima, ácida y verde,

de flores y más flores y colores tras de los que sonríen mágicos ojos orientales… el balinés que que habla mi misma lengua con acento más dulce.
pasa con su pareo ajedrezado, blanco y negro, arrastra un carro abarrotado
Alguien me advierte que estoy solo.
de maravillas pestilentes extraídas de los contenedores (dólar a dólar, brasa a brasa
Tomo a mi niño de la mano para espantar el miedo.
va ahorrando el fuego de la pira
Y no hay niño. No hay nadie,
con el que pagará el peaje del padre hasta el país del otro lado de las nubes)…
y yo lo necesito antes de que me vaya, antes que todo se evapore en la fragilidad de la memoria.
en la Milla de los Museos,
He de recuperar la realidad
Felipe IV de salmón y plata,
en la que yo no sea intruso.
escucha a ese chismoso de Montesquiou-Charlus
Así que pongo rumbo a la Calle 90, o a la 69,
—huésped también de Frick—
—nunca lo supe, o lo he olvidado—
cotillear, proustiano y minucioso,
en el West Side donde algo prodigioso pudo haber sucedido o podrá suceder, Subo, Calisto, por
sobre la vida de las damas, dueñas la escala de seda hasta la planta cuarta, o quinta, o décima.

de los perros de porcelana Y la ventana está apagada. Y no está Melibea.

que pasea un portero engalonado. O tal vez sigue los pasos

Los prismas de cristal, humo y estaño se otoñan al atardecer y depositan, de D. Francisco de Quevedo

sobre la seda fría y violeta del rio, monedas de oro viejo, de inmaterial cobre parpadeante. que avanza cojeando, sorteando las cacas de los perros, o que nunca haya sido Melibea mas que
un vellón del sueño del converso de Talavera de la Reina.
La boca de la noche las engulle. Asaeteados se desangran los edificios
La geometría de New York se arruga,
por sus miles de heridas luminosas.
se reblandece como una medusa,
La ciudad, hechizada, se complace
se curva, oscila, asciende, lo mismo que un tornado vertiginosa y salomónica.
en su imagen refleja, y se sueña a sí misma transfigurada por la noche…
¿Qué, quién es esta sombra, este Chicano que en español torpísimo, filtradas, aterciopeladas sus
Transfigurado por la noche, oficio palabras por el humo de la marihuana susurra rencoroso, mirándome sin verme,
el rito de la transfiguración “ellos me han robado el idioma”?
con libaciones de ginebra, bourbon, No puedo más. Vomito

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blasfemias y jaculatorias de poseso. BALLENAS EN LONG ISLAND

Grito, me desgañito, rezo, ronco en latín de iglesia las divinas palabras cuyo sentido vagamente
intuyo: ad Deum qui lætificat juventutem meam,
I
canto a seis voces mixtas responsorios de Palestrina y de Victoria
Las he visto varadas en la playa.
acompañado por el son del río en pena, por los oráculos amarillos de la luna menguante: o vos
omnes qui transistis per viam Los niños han abandonado

atendite et videte… carruseles, montañas rusas,

Los últimos murciélagos nubes de azúcar, blanca o rosa, palomitas de maíz y suspendidos de sus cometas de colores han
llegado a la orilla. Atrás quedó la música crispada de los altavoces.
con alas de cartón acanalado y destellos de fósforo, amortajan a la ciudad. Luego, regresan a las
cuevas de los contenedores. Ahora escuchan otra música más sosegada y misteriosa: jadeo de olas, disnea de cetáceos
agonizantes, chillidos de las aves marinas,
Y he aquí que tintinea una campana,
estremecedora polifonía.
no en campanario ni en espadaña con cigüeñas sino grabada en una cinta magnetofónica.
Los niños, desconectados de lo fabuloso, saben que es imposible que a Jonás
Anuncia que la noche es ya domingo
se lo tragase una ballena,
y vuelve todo a ser claridad y presente.
como cuenta la Santa Biblia,
La seda peregrina del Hudson,
porque al final de la caverna amenazadora una garganta angosta permite sólo el paso de
incansable y majestuosa, minúsculos pececillos, plancton, polen marino que atravesaron las barbas filtradoras.

conduce a la ciudad hasta la libertad y la purificación definitiva de la mar siempre (Ignoran, sin embargo, que estas barbas fueron antaño utilizadas
reciennaciendo.
para acentuar la delgadez del talle de las damas.
Buenos días.
¡Sólo Dios sabe qué habrá sido de ellas, dónde estarán ahora pudriéndose!)
¿En qué lugar del tiempo se ha fundido la música que los astros destilaban

con la que compusieron el alcohol


II
y la sombra?
Son, desde luego, extraños pero no infrecuentes estos suicidios colectivos.
Sobre la orilla de la playa del alba de la bajamar brilla el azul del cielo.
Los biólogos, oceanógrafos, ecologistas nada pueden hacer por reintegrar a los cetáceos a su
¡Lástima grande que haya sido verdad tanta tristeza! hábitat, a su medio natural;

no sólo por su peso y su volumen, sino porque están decididas —resignadas—

a morir. (Se barajan hipótesis

95 96
diferentes y contradictorias: alguna, tal vez, resolverá el enigma). a unos lugares a los que no llegan

Hay quienes atribuyen el suceso tempestades, témpanos, balleneros;

a una avería, una desconexión allí disfrutaréis del merecido descanso después de tantas aventuras,

—por el momento indemostrable— tantos afanes, tantos riesgos.”

en el sofisticado sistema de radar Las dejaron varadas en la arena.

que utilizan en sus desplazamientos. “Hasta mañana”, les dijeron,

¡Quién sabe cuál será la causa sabiendo que no volverían.

de esta agonía a la que yo asistí “Hasta mañana”.

en las arenas de Long Island!

IV

III Misericordioso e implacable

Yo sí lo sé. Yo he descifrado el sol les reseca la piel repujada de algas.

el, para los demás, indescifrable código, Muy pronto albatros y gaviotas se ensañarán con estas moles de agonía,

—¡oh mi piedra Rosetta de estrellas y de olas!— de grasa y carne putrefacta.

Los ballenatos, los jóvenes, los útiles, los que regresan a la mar El sol es chupado por el horizonte,

tras culminar estas expediciones se hunde poco a poco en él

hablaban en sus asambleas nocturnas, mientras dormían las ballenas madres, de la necesidad despidiéndose con su rayo verde.
imperiosa de liberarse de este lastre de ancianas jubiladas,
Luego es la noche, y otras noches.
de toneladas de disnea y sordera.
El faro intermitentemente
Con fuegos o aguas de artificio,
pasa su lengua de luz piadosa sobre la arena.
pirotecnia, acuatecnia,
El mar agita sus espejos negros.
comunicaron su resolución:
Sobre la seda o terciopelo funeral
“Nosotros os conduciremos
chisporrotean las estrellas fugaces, las ascuas de la luna de azafrán.
a unas playas calientes,
El zumbido de las abejas marinas,

97 98
el crujido del oleaje que clava sus colmillos en las rocas de azabache y cristal agazapadas en la bruma.

resuena en los oídos agonizantes ¡Quién habrá convocado a esta hora,

de las viejas ballenas, en este espacio navegante

festín de la desolación, el silencio, el olvido, la sombra. al que ha llegado de Alemania

en su nave bien temperada,

V al que aherrojó su sufrimiento

“Hasta mañana.” Fue el último mensaje. en las mazmorras de la matemática

Y ya no habrá mañana. y a la africana esclava

Ahora las moribundas, en cuya sangre se disuelve

ciegas y sordas tienen la mirada del recuerdo puesta en sus ballenatos, indefensos frente al testuz el gemido de los azotados,
terrible de las olas heladas, los témpanos, las hélices, los arpones, desvalidos, sin rumbo
encadenados, des-selvados,
por esos mares de Dios.
hacinados en las sentinas tórridas de los barcos de asfixia, vómito, látigo, sobre las olas repetidas
y sobrecogedoras, hasta aportar a los algodonales

del doloroso y hondo Sur!

BAILE A BORDO Las barras del compás, la norma, el orden, las herramientas de quien nunca sufrió (¡como si
alguien pudiese no haber sufrido nunca!) o que disciplinó su sufrimiento,

lo domó, lo embridó
Juan Sebastián (Bach, naturalmente)
en las rejas del pentagrama,
y Mahalia (Jackson, claro) concelebran su rito, río que se desplaza inmóvil hacia la mar, que es
el morir. y la vaharada de león y buitre,

Juan Sebastián, con sus dedos de viento o tiempo arranca sones húmedos al teclado del Hudson. de flores podridas y de insectos feroces, la síncopa, el jadeo, la agonía del swing, y los gritos no
temperados,
Y los tubos del órgano
el ritmo libre como el oleaje,
—casas de cuarenta pisos, servidumbre de color—
se han dado cita aquí, esta tarde,
los agrandan, amueblan el espacio,
en los ríos que ciñen la ciudad,
suben interminables y paralelos
órgano, selva de metal y luz y escalofrío y de deslumbramiento, y de nostalgia futura, porque
hasta el umbral de las estrellas mañana ya será otro día.

99 100
Los pasajeros de la embarcación, (cuando los gansters, la prohibición, cuando Al Capone, emperador de Chicago).

—veinte dólares, cena y baile incluidos—, charlan, ríen, beben y cantan. Recorro los pasillos fantasmales de un hotel que ya no existe, o que no existe todavía porque
están erigiéndolo delante de mis ojos, piso a piso, día a día,
Algunos contemplamos el prodigio.
a lo largo del mes de abril de 1991: es una proa que navega hacia Times Square, en donde
(Majestuosas, las gaviotas acompañan a los viajeros. encallará.

Casi nadie lo advierte.) No estuve aquí, no estaré aquí


Y de pronto, sobre el preludio para ver su culminación en la planta 40, revestido por la cota de malla nocturna

filtrado por los siglos que el viejo Bach desgrana, vuelan los alaridos de una fiera, —lluvia frenética de estrellas

pura naturaleza ajena al tiempo: de luciérnagas rojas, verdes, amarillas, azules, que proclaman el triunfo de las tecnologías made
in Japan, in German, in USA.
Canta Mahalia, subrayando, contradiciendo, complementando con su sufrimiento
Este hotel (y si he dicho otra cosa, ahora me desdigo) fue construido en 1870.
a Juan Sebastián Bach, el que nunca sufrió.
¿Habrá quien pueda asegurarme
El friso de Nueva York majestuoso y geométrico es ahora jungla. Se retuercen
que no es sólo una pesadilla
los bloques impasibles, lo mismo que serpientes, me rodean, me envuelven; nos envuelven.
que va a desvanecerse al despertar?
Tomo en mis brazos a la desconocida.
Me detengo —no puedo continuar—
Mañana habremos vuelto cada uno a su tierra.
ante la puerta de la habitación 312.
Pero ahora giramos, arrebatados por la música, lloramos sobre el hombro de Mahalia
Soy un viajero que ha llegado
y sobre la empolvada peluca de Juan Sebastián una música irrepetible, porque antes no existía.
de otro nivel del tiempo
Alrededor, gira la ciudad, irrepetible, giramos y giramos hasta morir,
pero no sé si pasado o si futuro
porque por fin nos hemos descubierto.
(ya no estoy seguro de nada).

Puede que aún no haya llegado,

que no haya estado aquí jamás,


ALMA MAHLER HOTEL
que ni siquiera exista yo,

o que no sea real mi sufrimiento.


Vago por los pasillos de este hotel
“Alma, mi amor” le grito susurrando, le susurro, gritando, ante la puerta, los brazos extendidos,
construido en los años veinte

101 102
en la mano la espada flamígera, IMPROMPTU

para que no transpongan el umbral De pronto, sin saber por qué… de pronto…

del paraíso recobrado en esta habitación; para que no me hieran. sin tan siquiera sospecharlo…

“Alma, mi amor, no entres”. …de pronto… el torbellino, el huracán, la tempestad crispando la cresta de las olas,
disparándolas contra el cielo negrísimo…
No quiero que suceda lo que ya sucedió, lo que va a suceder.
…de pronto… nuestros cuerpos destruidos, enlazados, reciénnacidos, agonizantes, parpadeantes,
No me ven ni me oyen. sumergidos, nadando

Penetran a través de mi: soy humo en nuestro irrepetible acuario azul

o ellos son humo. de nunca más y música…

Oigo sonar la transparencia helada dos llamas pálidas que lamen, muerden, y chispas del ocaso en los ojos canela, ojos garzos, y
negros de noche,
de las copas; pronuncian palabras que no querría escuchar,
de uva, oliva, de verdor submarino…
confundidos sus cuerpos en el éxtasis.
…no sé… asomados al reino del espliego, metálico y morado a la luz de la luna, sobrevolando
“Alma, mi amor, siempre me herirás”. las colinas
Me abro las venas, me desangro, acariciadas, desgarradas
como el afluente en el río caudal, por el canto del grillo por el motor de la chicharra
por el torrente de mi música. …de pronto… descabalgado de Pegaso…
Ella restañará la herida, (Porque Pegaso existe no es fábula ni mito:
contendrá, piadosa, la hemorragia. yo he acariciado muchas veces
“Alma, mi amor”, y nadie escucha mis palabras. las plumas de sus alas)
Este hotel fue derruido …de pronto… sin saber por qué,
en 1870, en 1920, en 1991. los moradores del alcázar de la felicidad, los que oían tintinear sobre las losas las monedas de
plata desprendidas del beso
O acaso nunca haya existido.
…de pronto… sin tan siquiera sospecharlo.

Todo ha quedado incluido en un bloque de hielo congelado, hechizado, paralizado, inmóvil,


LA VENTANA INDISCRETA fosilizado como un pez o un insecto
I en la transparencia del ámbar.

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(No mires, beso tus ojos para que no veas para que no veas lo que veo idéntica vejez, impermeable a las horas.

enfrente de nuestra ventana.) En el sofá, codo con codo,

imantados por la fosforescencia

II de la pantalla del televisor

TRES VENTANAS esperan (no lo saben, no mires) la llegada de la nave que habrá de conducirlos

Aquí no hicieron alto nunca a la tierra de promisión, al paraíso olvidado.

el sol del mediodía, el zumbido del viento. Y esto es todo. Y es siempre. Y nunca.

(Demasiado al norte este patio, este pozo, este hueco prismático y sombrío Dan las agujas del reloj

sin noticia de las estaciones.) nuevas de la llegada de la noche.

Tan sólo una pareja de palomas Simultáneas, las sombras se levantan.

baja, de cuando en cuando, Se extingue la luz de hoja seca.

y condecora los alféizares con estigmas de lepra nauseabunda. Unos minutos o unos siglos después

Después, desaparece. (aquí el tiempo no cuenta)

Estrechas, casi góticas, tres ventanas intentan contradecir la lobreguez endémica, se encienden las ventanas laterales

la tarea paciente del humo y de la lluvia con su luz de oro enfermo. a cada lado del espacio oscuro

En la central (imperio mágico del gato y del pez, prisionero en su pecera), dos siluetas ancianas en el que el gato ronronea
tras los cristales turbios representan, día tras día,
y el pez sueña riberas de jade tembloroso.
su minúscula historia:
Poco después se apagan.
he aquí el Gran Teatro del Mundo.
He aquí el Gran Teatro de la Sombra.
Probablemente era ya vieja la casa
Los cuerpos, acostados, remotos
cuando llegaron ellos, presuntamente jóvenes.
oyen idénticas palabras
Aquí cursaron el aprendizaje
llegadas de la misma estación emisora, con la radio pegada a la oreja,
de envejecer. Tienen ahora
muy baja de volumen
—la casa y ellos—
para no molestar a los vecinos.

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subconscientes del arrepentido o el obstinado, traidor, fascista, colaboracionista, hijo de puta.
Quiero que nadie ponga su mirada en estas úlceras. El pus le saltaría a los ojos. Yo no soy traidor
a mi única patria que es la poesía. No quiero su comprensión, su compasión ni su desprecio. Más
MONÓLOGO
miedo, más jaula, más muerte. No sé si sueño cuando doy a Doris, Gladys, a Miss Figura
Mis cantos definitivos. Los de la plenitud y el miedo. Tengo miedo. Tengo —soy, estoy— jaula. almidonada, oficiosa figura de cera, mis testimonios, mi testamento. Vuelvo a besar su mano,
Las palabras más eficaces las de mi lengua y las ajenas, vivas y muertas, oxidadas y aún agradecido como un perro. Le recuerdo que estos pájaros de papel volarán algún día, se posarán
hermosas, mágicas como el chino, de llave inencontrable, como el bengalí. Miedo, jaula, escribo. en manos amigas.
Miro a cada instante la puerta cerrada. Podría entrar por ella el doctor, el coronel, el judío, el
Me salvarán. No quiero sombra, hielo vacío. Buenas noches, Helen, Margaret, Anne, o como te
sayón, el comunista con su escalpelo, su espada, su estrella, su látigo, su hoz. Traen la jaula en la
llames.
mano, para encerrarme, y en ella permaneceré hasta el fin de mis días. Sin papel, sin pluma mi
mano. Así, ¿cómo sobrevivir, escribir, liberarme del tiempo? Traen el dolor: nada me importa. Y cuando abre la puerta, y me saluda desde el umbral de esta habitación sin ventanas, sin espejo
Del dolor irresistible nacen estos últimos cantos. Los más intensos que jamás pude soñar. —¿cómo será mi rostro?— sin nada que me permita suicidarme, oigo el rumor del río que no me
Alguien—no sé quién— los entenderá. Tal vez. T.S. Eliot los corrija y depure como yo corregí dejan ver, el East River, el East Tiber que me trae palomas de Roma.
los suyos primeros. La jaula. Pero dentro. Fuera de ella escribo los últimos cantos que arranqué a
la vida. Los escribo dentro de la jaula de mi vida. No podría escribirlos en mi memoria, como
con un dedo, sobre el vidrio empañado por el frío de afuera. Necesito verlos, no sólo recordarlos. ACOTACIÓN FINAL
Tenerlos presentes ante mis ojos, no como náufragos, pecios sobre la arena. Mis salvadores.
Dorothy —ese es su nombre— ha cerrado la puerta.
Sangro palabras por mis venas ancianas, me desangro sobre el papel. Mi sangre irá a algún banco Lleva en su mano la bandeja
de sangre y alguien, un día, la solicitará para sobrevivir. Tengo sangre, miedo, jaula. Tengo
con los restos de la comida.
Dorothy, Shirley, Caroline, o como se llame esta mujer, estas mujeres de verde y blanco
Acto seguido, como hace
almidonado. Me recorta la barba, arregla el embozo de mi cama, me anima a comer —con voces
desafinadas, como si me creyese tonto o sordo— estas comidas repugnantes que saben a clínico, todos los días,
a puritanos, a América, me inyecta y me hace tragar píldoras de muchos colores. A Mae, o arroja al incinerador
Dorothy o Carmen, o como se llame le entrego cada tarde mis cantos, mis papeles, cantos
vasos y platos de cartón, cubiertos de plástico.
rodados y redondeados por el sufrimiento. El doctor lo permite. Sabe que escribir es una
Finalmente, como todos los días,
excelente terapia para los locos. Ella es mi cómplice. Guarda mis cantos. Se los entrego,
numerados, plegados, ordenados, después de besarlos en son de despedida provisional. Beso la los papeles que escribe el loco
mano de ella, de ellas. Pongo en mis labios el dedo índice, recomendándole silencio y secreto. de la habitación 109.
Sólo ellas deben verlos. No quiero que los utilicen como pruebas contra mí. Autoinculpaciones

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ESPEJO la piel, los músculos de piedra

En otro cielo, en otro reino extraño, mis trabajos se vieron en mi cara. y ofrendaban el esqueleto

LOPE DE VEGA —fustes, dovelas, capiteles—

Ese desconocido, ese recién llegado al aire azul de la mañana.

que habla solo —no sabe que lo escucho— Atormentados por los cardos,

y que pregunta, no sé a quién, ¿por qué volviste? heridos por las lagartijas,

mientras borra con una blanca nube cagados por los estorninos,

los trabajos tatuados en su cara, por las ovejas y las cabras.

los zarpazos del tiempo, No, si yo no digo

y que otra vez pregunta ¿por qué volviste? que no estén mejor donde están

ese, al que veo y al que escucho —en estos refugios asépticos—

desde el lado de acá del espejo, que en las tabernas de sus pueblos,

¿dónde, con quién estará hablando? ennegrecidos los pulmones

por el tabaco, suicidándose

LOS CLAUSTROS con el porrón de vino tinto, o con la copa de aguardiente,

oyendo coplas indecentes

No, si yo no digo en el tiempo de la vendimia,

que no estén bien en donde están rezando cuando la campana

más aseados y atendidos tocaba a muerto.

que en el lugar en que nacieron, No, si yo

donde vivieron tantos siglos. no diré nunca que no estén

Allí el tiempo los devoraba. mucho mejor en donde están

El sol, la lluvia, el viento, el hielo, que en donde estaban…

los hombres iban desgarrándoles ¡Estos claustros…!

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EPÍLOGO

VIDA
ÍNDICE
A Paula Romero

Después de todo, todo ha sido nada, De Tierra sin nosotros (1947)


a pesar de que un día lo fue todo. De Alegría (1947)
Después de nada, o después de todo De Con las piedras, con el viento... (1950)
supe que todo no era más que nada. De Quinta del 42 (1953)

De Cuanto sé de mí (1957)
Grito “¡Todo!”, y el eco dice “¡Nada!”. De Libro de las alucinaciones (1986)
Grito “¡Nada!”, y el eco dice “¡Todo!”. De Agenda (1991)
Ahora sé que la nada lo era todo, De Cuaderno de Nueva York (1998)
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.

(Era ilusión lo que creía todo

y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada

si más nada será, después de todo,

después de tanto todo para nada.

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