El Rastro de La Sangre RESUMEN

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EL RASTRO DE LA SANGRE

PRIMERA DISERTACIÓN Cristo Empezó Su Iglesia

Lo que hoy conocemos como “el cristianismo” o “la religión cristiana” comenzó con Cristo en el año 30 de
nuestra era en tiempo del Imperio Romano y dentro de sus límites, el cual era uno de los mayores imperios
que el mundo haya conocido en el curso de toda su historia.

Ese imperio, en aquella época, comprendía casi todo el mundo entonces conocido y habitado. El emperador
reinante era Tiberio Cesar.

En cuanto a religión, el Imperio Romano era pagano. Sus numerosos dioses eran unos físicos y otros
imaginarios. Había asimismo muchos creyentes y devotos. Esa religión era no sólo la religión del pueblo,
sino la del Imperio, y como tal estaba sostenida y protegida por el Estado.

El pueblo judío, que en ese período ya no constituía una nación aparte, se hallaba desparramado por el
Imperio Romano. Sin embargo, ese pueblo todavía tenía el templo de Jerusalén, donde podía rendir culto a
Dios; pues todavía se mostraba celoso por su religión; pero, a semejanza de los paganos, hacia largo tiempo
que había caído en el formalismo y perdido su influencia.

Algunas Marcas Infalibles E Indefectibles


Cristo, el fundador de esta religión, constituyó a sus discípulos en iglesia. Los discípulos a su vez habían de
constituir otras iglesias a medida que esta religión se extendiese y se “hiciesen” otros discípulos.

PRIMER PERÍODO Desde el año 30 al 500

Debido al extraño, bien que maravilloso, impulso y dirección de Juan el Bautista, el elocuente pregonero del
desierto, y al amoroso contacto y la milagrosa eficacia del poder de Cristo, así como a la admirable
predicación de los apóstoles y de sus inmediatos sucesores, la religión cristiana se propagó de modo
extraordinario durante los primeros quinientos años de su existencia, dejando, eso sí, un horrible rastro de
sangre tras sí. El judaísmo y el paganismo se opusieron con fiereza a todo movimiento de avance. El primero
de los grandes guías cuya vida fue sacrificada fue Juan el Bautista, siendo decapitado. Poco después, le siguió
el mismo Salvador, fundador de esa religión, muriendo de cruel muerte de cruz.

A continuación del Salvador, y en rápida sucesión, fueron martirizados muchos otros héroes. Esteban fue
lapidado; Mateo, muerto en Etiopía; Marcos, arrastrado por las calles, hasta que murió; Lucas, ahorcado;
Pedro y Simeón, crucificados; Andrés, atado a una cruz; Santiago, decapitado; Felipe, crucificado y
apedreado; Bartolomé, desollado vivo; Tomás alanceado; Santiago el Menor, arrojado de lo alto del templo al
pavimento, causándole la muerte; Judas y Matías fueron apedreados; y Pablo, decapitado.

Habían transcurrido ya más de cien años cuando estas cosas sucedieron. Esa fiera persecución del judaísmo y
el paganismo prosiguió durante dos o tres siglos más. Con todo, la religión cristiana se propagó de una
manera extraordinaria por todo el Imperio Romano: Europa, Asia, África, Inglaterra, Gales y muchas otras
partes donde había alguna civilización. Las iglesias se multiplicaban sobremanera, los discípulos crecían
continuamente; pero algunas iglesias siguieron el error.

La primera desviación de las enseñanzas del Nuevo Testamento comprendió el sistema de gobierno y la
doctrina. Durante los dos primeros siglos, las iglesias locales se multiplicaron rápidamente; y algunas de las
más antiguas (como la de Jerusalén, la de Antioquía, Efeso, Corinto, etc.) crecieron tanto que llegaron a ser
muy grandes; Jerusalén por ejemplo, llegó a tener muchos millares de miembros (Hechos 2:41; 4:4; 5:14). Es
probable que su número oscilase entre 25,000 y 50,000 o más. Una persona que estudie atentamente el libro
de los Hechos y las Epístolas verá que Pablo tuvo una formidable tarea en su tiempo para hacer que algunas
iglesias marchasen bien. Véase las profecías de Pedro y de Pablo tocante al futuro (2 Pedro 2:12; Hechos
20:2931; Apocalipsis, capítulo 2 y 3).

SEGUNDO PERÍODO Desde el año 600 al 1300

Las persecuciones de la Iglesia Católica Romana fueron crueles y continuas. La guerra de exterminio
intencional que prosiguió sin interrupción y de una manera implacable en muchos países, hizo que muchos
creyentes huyesen a otras tierras, no dejando tras sí más que un reguero de sangre, por doquiera que iban.
Esto se vio especialmente en Inglaterra, Gales, África, Armenia y Bulgaria, y donde quiera que había
cristianos que se mostraban sinceros y rigurosamente leales al Nuevo Testamento.

Volvamos ahora nuestra atención a los concilios llamados “ecuménicos” o “imperiales.” Conviene tener
presente que todos esos sínodos se celebraron supuestamente a semejanza del de Jerusalén celebrado por los
apóstoles y otros (véase Hechos 15:1); pero no se parecieron en nada, a pesar de llamarse del mismo nombre,
“concilios”.

Fijaremos nuestra atención ahora tan sólo en ocho de ellos, los que fueron convocados por los emperadores;
no por los papas. Todos estos concilios fueron celebrados en el oriente, es decir, por iglesias del rito griego, si
bien asistieron a ellos representantes de la rama occidental o romana de la iglesia.

El primero de esos concilios se celebró en Nicea, en el año 325, y fue convocado por Constantino el Grande,
al que asistieron 318 obispos.
El segundo fue el de Constantinopla, celebrado en el año 381, y fue convocado por el emperador Teodosio el
Grande. A este asistieron 150 obispos. (Téngase presente que en los primeros siglos del cristianismo, los
obispos no eran otra cosa que los pastores de las iglesias locales).

El tercero fue convocado por Teodosio II y Valentiniano III. A este concurrieron 250 obispos, siendo
celebrado en Efeso, en el año 431.

El cuarto se celebró en Calcedonia, en el año 451, convocado por el emperador Marciano; concurrieron a él
entre 500 y 600 obispos metropolitanos (estos eran pastores de ciudades principales o pastores de las
principales iglesias). En este concilio fue promulgada la doctrina de lo que ahora se conoce como
mariolatría, es decir, el culto a Maria, la madre del Señor. Al principio, esta doctrina causó mucha
agitación; pues muchos opusieron a ella serios reparos. Con todo, acabó por imponerse como doctrina o
dogma permanente de la Iglesia Católica.

El quinto de estos ocho concilios se realizó en Constantinopla. Este fue el segundo celebrado en aquella
ciudad. Lo convocó Justiniano, en el año 553, al que asistieron 165 obispos, y parece, fue celebrado
principalmente para condenar ciertos escritos.

El sexto concilio fue convocado en el año 680 por Constantino Pogonato, y celebrado, como el anterior, en
Constantinopla, para condenar la herejía. Este concilio condenó también al Papa Honorio, al que depuso y
excomulgo. Desde luego, la infalibilidad aún no había sido declarada.
El séptimo concilio se reunió en Nicea, en el año 787. Fue este el segundo celebrado en esa ciudad. Fue
convocado por la Emperatriz Irene. Al parecer, fue en este concilio donde se originó el culto a las imágenes
y a los santos. Como podéis verlo, esos “padres” se hicieron más paganos que cristianos.
El último de los llamados “concilios orientales” convocados por los emperadores, tuvo lugar en
Constantinopla, en el año 869. Fue convocado por el emperador Basilio I, el Macedonio. La Iglesia Católica
pasaba entonces por una seria dificultad, causada por la controversia entre las dos cabezas del catolicismo (la
oriental y la occidental, o sea la griega y la latina), a saber, Focio de Constantinopla y Nicolás I de Roma. Tan
grave fue la contienda que los dos se excomulgaron mutuamente, de suerte que, durante un corto tiempo, el
catolicismo estuvo sin cabeza. El objeto del concilio fue, de consiguiente, el de arreglar ese asunto. Pero tan
definitiva fue esa ruptura entre las dos ramas del catolicismo, que hasta la hora presente no ha sido posible
restablecer la armonía entre ambas iglesias. Todos los intentos hechos en ese sentido han fracasado
completamente. Desde ese entonces, el poder de la curia romana ha ido en aumento. Desde esa época en
adelante, ya no son los emperadores los que convocan los concilios, sino los pontífices romanos.

Tocante a los concilios posteriores, nos ocuparemos de ellos más tarde, en el curso de estas disertaciones.

Hay una nueva doctrina de la cual no hemos llamado su atención. Sin duda que también hay otras que se
hallan en el mismo caso, pero hay una especialmente, a la que yo quisiera llamar su atención, y esa es la de la
comunión infantil. En efecto, a los niñitos no sólo se les bautizaba y recibía en la iglesia, sino que se los
suponía capaces de participar de la Cena del Señor. Pero el problema que se planteaba era de cómo se les
podría administrar; al fin, se resolvió que mojando el pan en el vino. Esta forma se observó por mucho
tiempo. Algo más tarde, se añadió otra nueva doctrina a la anterior, la cual decía que este era otro medio de
salvación. Pero como posteriormente apareció otra nueva enseñanza, volveremos a referirnos a esta última,
algo más tarde.

TERCER PERÍODO – Desde el año 1400 al 1600

La Iglesia Católica, con sus innumerables desviaciones de las enseñanzas del Nuevo Testamento, sus muchas
extrañas y crueles leyes, su estado moral desesperadamente bajo, así como sus manos y ropas atestadas con la
sangre de millones de mártires, se había vuelto odiosa y sumamente repulsiva aún para muchos de sus
mismos adherentes, los cuales eran mucho mejores que su propio sistema de leyes, doctrinas y practicas.
Varios de los mejores y más valientes y espirituales sacerdotes y dirigentes procuraron, uno tras otro, con el
mayor ardor, reformar las leyes y doctrinas más objetables y retornar, hasta donde fuese posible, a las
sencillas enseñanzas del Nuevo Testamento. Daremos de ello algunos ejemplos notables. Fíjense entre tanto
no sólo en los lugares donde se produjeron los primeros chispazos, anunciadores de la reforma, y cuanto
distaron unos de otros, sino también en los guías de ese movimiento. Todos esos guías eran o habían sido
sacerdotes o respetados católicos. Es que todavía subsistía algo de bueno en medio de tanto mal. Es probable,
sin embargo, que por ese tiempo no quedase limpia ni una sola doctrina neotestamentaria, esto es, que
retuviese su pureza original.

Martín Lutero, acaso el más notable de todos los reformadores de los siglos quince y dieciséis, floreció entre
los años de 1483 y 1546. Como puede verse por estas fechas, Lutero fue realmente contemporáneo de
Zuinglio; como que nació un año antes que éste, y murió quince años después. Es probable, sin embargo, que
sus grandes predecesores le hayan facilitado el cumplimiento de su misión, y ello en una medida mucho
mayor que la señalada por la historia. Es más; mediante la dura experiencia de aquellos y luego más tarde en
forma más acabada, mediante la suya propia, comprendió que una reforma en regla dentro de la Iglesia
Romana sería completamente imposible, ya que se hubieran necesitado demasiados expedientes. El empleo
de uno exigiría otro, y éste, otro; y así, sucesivamente, hasta lo infinito.
De consiguiente, después de librar grandes batallas con los grandes jerarcas del catolicismo, Lutero, auxiliado
por Melancton y otros alemanes prominentes, fundó en el año 1530, más o menos, una institución cristiana,
enteramente nueva, conocida actualmente como la Iglesia Luterana, la que pronto se convirtió en la Iglesia de
Alemania. Fue esa la primera de las nuevas fundaciones que salió directamente de Roma, que rompió con
todo compromiso de fidelidad y obediencia a la Madre Iglesia Católica (como la llaman) y que comenzó a
existir con su distinta identidad.

Pasando por alto, por ahora, a la Iglesia de Inglaterra, que es la que sigue en orden a la Luterana en cuanto a
sus comienzos, continuaremos ocupándonos por un rato de la Reforma en el continente.
Otro de los más grandes reformadores fue Juan Calvino (15091564). Aunque era francés, el teatro de sus
operaciones fue más bien Suiza. Fue éste un hombre muy capaz y dotado. Fue asimismo contemporáneo de
Lutero durante 30 años; y cuando Zuinglio murió, Calvino tenía 22 años de edad.

Calvino es el fundador de la Iglesia Presbiteriana; aunque hay historiadores que afirman que él que la fundó
fue Zuinglio. Hay más fuertes evidencias en favor de Calvino que de Zuinglio, pero es incuestionable que los
trabajos de Zuinglio y de Lutero hicieron que la tarea de Calvino le resultara mucho más fácil. De
consiguiente, en el año 1541 (pues, según parece, fue esa la fecha), a los once años justos de haber fundado
Lutero la Iglesia Luterana, comenzó a existir la Presbiteriana.

En este caso, como en el de Lutero, el fundador fue un sacerdote católico reformado, o que estuvo a punto de
serlo.

Wíclef, Huss, Savonarola, Zuinglio, Lutero y Calvino son los seis grandes guías que acaudillaron las fuerzas
de la Reforma en las batallas contra el catolicismo, al que golpearon hasta hacerlo trastabillar.

CUARTO PERÍODO Siglos 17, 18 y 19

Este período de tres siglos comienza con el origen de una denominación enteramente nueva: la Iglesia
Congregacionalista. Es justo decir que algunos historiadores le asignan como fecha de su comienzo el año de
1602. Sin embargo, SchaffHerzogg, en su Enciclopedia, fija su principio mucho más antes, en el siglo
dieciséis, haciéndola contemporánea de la Iglesia Luterana y Presbiteriana. Como durante el gran movimiento
reformista, muchos que salieron de Roma no estaban satisfechos con la magnitud de la reforma realizada por
Lutero y Calvino, ni con el gobierno prelaticio, resolvieron retornar a la idea democrática del Nuevo
Testamento, sostenida durante quince siglos por los que se habían negado a entrar en la Jerarquía creada por
Constantino.

El nombre “bautista” es un apodo, el cual les fue dado por sus enemigos (excepto que les haya sido dado por
el mismo Salvador cuando se refirió a Juan como “el Bautista”). Hasta el presente, ese nombre nunca ha sido
adoptado oficialmente por ningún grupo de bautistas. Sin embargo, ha adquirido fijeza, siendo aceptado con
gusto y llevado con orgullo, pues es muy adecuado. Fue ese el nombre que distinguió al precursor de Cristo,
el primero en enseñar la doctrina que los bautistas actualmente sostienen.

QUINTO PERÍODO La Religión en los Estados Unidos

Entre los que emigraron a América había muchos bautistas dispersos, llamados todavía por algunos “ana-
bautistas”. Es probable que en cada barco destinado a América se encontrasen algunos. Pero, en general,
llegaban al nuevo mundo en pequeños grupos; jamás en grandes colonias, porque no se les permitiría viajar
en esa forma. Sin embargo, continuaron llegando; tanto que antes de que las colonias se establecieran
completamente, los bautistas ya eran numerosos en todas partes. Pero muy pronto comenzaron a sentir la
mano dura de las tres Iglesias del Estado.
Por el simple hecho de predicar el evangelio, rehusar bautizar a sus hijos, oponerse al bautismo infantil
y otras cosas inaceptables para sus conciencias, eran arrestados, encarcelados, multados, azotados y
expulsados, y sus propiedades confiscadas. ¡Y todo eso en América! Podría alegar muchos ejemplos, pero me
limitaré a dar unos cuantos.

Daremos algunos ejemplos de las injusticias que los bautistas de Virginia tuvieron que sufrir; y sin embargo,
por extraño que parezca, Virginia fue el lugar que en el país siguió a Rhode Island en adoptar la libertad
religiosa. Pero para eso habían de pasar todavía más de cien años.

PALABRAS FINALES

Durante todos los períodos de la Edad Media o del oscurantismo, hubo muchos cristianos y muchas iglesias
separadas e independientes, algunas de las cuales remontaban su origen hasta los tiempos apostólicos, que
nunca habían tenido relación alguna con la Iglesia Católica. Tales cristianos e iglesias siempre rechazaron y
repudiaron completamente las doctrinas católicas.

Es este un hecho perfectamente testificado por datos históricos fidedignos.

Estos cristianos fueron objeto perenne de rencor e implacable persecución. Pues la historia demuestra que
durante los doce siglos más o menos que duró la Edad Media, comenzando con el año 426, hubo alrededor de
cincuenta millones de cristianos que sufrieron el martirio. En esa misma forma, a manos de sus crueles
perseguidores, murieron muchísimos millares más en los siglos que precedieron y siguieron a la Edad Media.

Durante esos tiempos tenebrosos, esos creyentes eran designados con diferentes nombres, que les daban sus
enemigos. Tales nombres se les daban a veces a causa de algún notable y heroico jefe, y a veces por otros
motivos. A veces, no obstante tratarse de las mismas personas, se les daban distintos nombres en distintas
localidades. Pero en medio de tanta diversidad de nombres había uno especial, o más bien una designación,
que se adhería a algunos de estos cristianos a través de la Edad del Oscurantismo; esa designación era “ana-
bautista”. Con ese nombre compuesto, se designó a ciertos cristianos que aparecen en la historia del siglo
tercero. Pero un hecho sugestivo es que eso sucedió a raíz del origen del bautismo infantil; pero más
sugestivo es aún el hecho de que esa designación estuvo en uso antes que el nombre “católico”. De todo, esto
resulta que el nombre de “anabautista” es el término denominacional más antiguo de la historia.

Una sorprendente característica de estos cristianos fue, y continua siendo en los siglos subsiguientes, la de
que rechazaron la doctrina, de humana invención, del bautismo infantil; y así exigían rebautizarse a todos
los que, habiendo sido bautizados en la infancia, deseaban unirse a ellos, aún y cuando hubiesen sido
bautizados por inmersión. Fue a causa de esa característica que se les llamó “anabautistas”.

Ese nombre especial se aplicó a muchos cristianos que tenían otros apodos, especialmente a los donatistas,
los paulicianos, los albigenses, los antiguos valdenses y otros.

En los siglos subsiguientes, esta designación llegó a ser el nombre que regularmente se dio a cada grupo en
particular. Es decir, que se los llamaba sencillamente “anabautistas” eliminándose gradualmente todos los
demás nombres.

Muy a los comienzos del siglo dieciséis, antes de que se originase la Iglesia Luterana, la primera de todas las
iglesias protestantes, la palabra “ana” comenzó a caer en desuso, siendo desde entonces llamados
sencillamente “bautistas”.
En los Siglos del Oscurantismo hubo un grupo de muchas iglesias que en ninguna manera se identificaron
jamás con los católicos. De esos mismos Siglos de Oscurantismo salió un grupo de muchas iglesias que, a
semejanza de las anteriores, tampoco se habían identificado jamás con los católicos.

A continuación, consignamos algunas de las doctrinas fundamentales sostenidas por ellos durante la Edad
Media y al salir de ella. Esas mismas doctrinas son los que ahora sostienen.

DOCTRINAS FUNDAMENTALES

1. Una iglesia espiritual, que tiene a Cristo por su fundador, su cabeza y legislador.

2. Sus ordenanzas son únicamente dos: el Bautismo y la Cena del Señor. Estas ordenanzas son meramente
simbólicas; no salvan.

3. Sus ministros son dos, no mas: obispos (o pastores), y diáconos. Estos son servidores de la iglesia.

4. Su gobierno es una pura democracia, y eso de carácter ejecutivo; jamás legislativo. (Las iglesias habían de
ser ejecutivas tan sólo para llevar a cabo la voluntad del Señor y Sus perfectas leyes; jamás habían de ser
legislativas para reformar o abrogar Sus antiguas leyes o hacer otras nuevas).

5. Sus leyes y doctrinas, el Nuevo Testamento y nada más.


(Nota del traductor: La iglesia de Cristo es una institución que no empezó sino hasta el Nuevo
Testamento. Entonces, sólo allí se encuentra el origen, reglas y prácticas de las iglesias del Señor. Sin
embargo, los bautistas verdaderos siempre han creído que toda la Escritura es la Palabra de Dios y es
la única regla de fe y práctica, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, 2 Timoteo 3:1617. (La
Confesión de Fe de Londres de 1689, Una Confesión Bautista, Capítulo 1, “Las Santas Escrituras”)

6. Sus miembros, los creyentes únicamente, salvos por gracia, no por obras, mediante el poder regenerador
del
Espíritu Santo.

7. Sus requisítos: los creyentes ingresan a la iglesia mediante el bautismo, que debe administrarse por
inmersión; luego deben prestar obediencia y lealtad a todos los mandamientos del Señor.

8. Las varias iglesias verdaderas, aunque separadas e independientes en la practica de sus leyes y disciplina
y en sus responsabilidades para con Dios, deben cooperar unas con otras.

9. Completa separación de la Iglesia y el Estado.

10. Absoluta libertad religiosa para todo el mundo.


Rastro de la sangre

NOMBRE: LUIS ALBERTO DAVILA HUAMANI

TEMA: RESUMEN DE RASTRO DE LA SANGRE

PASTOR: EDUWIN MAMANI

AREQUIPA- PERU- SEMINARIOS


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