Personal Penitenciario Ecuador
Personal Penitenciario Ecuador
Personal Penitenciario Ecuador
Mirna Alejandra Saldarriaga Avellán y Avi David Cevallos Andrade (2020): “Hacia un código de ética
para personal penitenciario en Ecuador”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (junio 2020).
En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2020/06/personal-penitenciario-ecuador.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe2006personal-penitenciario-ecuador
RESUMEN
La relación entre los miembros del personal penitenciario y los privados de libertad ha sido a lo
largo de la historia objeto de estudios y debates en cuanto al tratamiento ético que merece. En
el caso ecuatoriano, no deja de ser preocupante los atropellos a derechos fundamentales y
constantes actos de corrupción que se dan en esta relación. En base a estos motivos, se
identificó la necesidad y se tuvo como objetivo principal de la presente investigación el
proponer la creación de un código de ética para el personal penitenciario ecuatoriano que
beneficie las relaciones con la población penitenciaria y el respeto a sus derechos humanos.
Este trabajo se desarrolló a través de la aplicación de una metodología de revisión bibliográfica
con lo cual se logró recopilar la información relevante al tema, asimismo, el tipo de revisión que
se utilizó fue la de revisión descriptiva la cual proporcional al lector una puesta al día sobre
conceptos útiles sobre el área investigada junto con el apoyo en materiales primarios y
secundarios como lo fueron libros, documentos académicos, artículos científicos, páginas webs
e instrumentos legales. Se pudo concluir de la siguiente investigación que la importancia de un
código de ética para el personal penitenciario del Ecuador es inmensa ya que trae consigo un
refuerzo en el desarrollo y protección de las relaciones entre los servidores penitenciarios con
la población penitenciaria, los servidores penitenciarios entre ellos, y los servidores
penitenciarios con la sociedad ecuatoriana en general.
ABSTRACT
Throughout history, the relationship between prison staff and those deprived of liberty has been
the subject of studies and debates regarding the ethical treatment it deserves. In the
Ecuadorian case, the violations of fundamental rights and constant acts of corruption that occur
in this relationship are still worrying. Based on these reasons, this need was identified and the
main objective of this research was to propose the creation of a code of ethics for Ecuadorian
prison staff that benefits relations with the prison population and respect for their human rights.
This work was developed through the application of a bibliographic review methodology with
which it was possible to compile the relevant information on the subject, also, the type of review
that was used was the descriptive review which provided the reader with an update on useful
concepts about the investigated area along with the support in primary and secondary materials
such as books, academic documents, scientific articles, web pages and legal instruments. It
could be concluded from the following research that the importance of a code of ethics for the
prison staff of Ecuador is huge since it tackles a reinforcement in the development and
protection of the relations between the prison staff with the prison population, the prison staff
among them, and the prison servants with the Ecuadorian society in general.
Keywords: Human rights, penitentiary, ethics, moral, principles.
INTRODUCCIÓN
La noche del 16 de abril del 2016 se convirtió en uno de los episodios más oscuros de la
historia ecuatoriana contemporánea. Un terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter azotó
en territorio costero del Ecuador, dejando a su paso muerte, destrucción y desolación, pero
entre las miles de historias que surgieron a raíz del mismo hubo una en particular que nos
captó la atención en gran manera. La gobernación de la provincia de Manabí informó que
debido al movimiento telúrico unos ciento cincuenta reclusos del centro de rehabilitación social
“El Rodeo” ubicado en la capital provincial Portoviejo, se habían dado a la fuga,
aprovechándose de la caída de una de las paredes de la construcción. Inmediatamente se
desplegó un operativo especializado por la Policía Nacional y se logró recapturar a cincuenta y
seis reos prófugos en lo que continuó de dicho mes de abril; y sorpresivamente, dieciocho reos
se entregaron voluntariamente, con el fin de ser reintegrados al sistema penitenciario del cual
ya formaban parte (Diario El Telégrafo, 2016).
La pregunta que nacía con esta noticia era “¿por qué?”, qué era lo que motivaba a este grupo
de reos huidos que se entregaban por voluntad propia, era acaso el miedo a las acciones
legales y procedimentales que les tocaría atravesar en virtud de su estado, o tal vez se trataba
de la sensación de mayor seguridad dentro de uno de los centros de privación de libertad
estatal, o quizás sus fugas fueron tan sólo producto de una reacción de sus instintos de
conservación y una vez que vislumbraron que lo peor ya había pasado y luego de tener el
contacto con sus seres queridos, sentían que debían continuar con el cumplimiento de sus
sentencias condenatorias. Ciertamente, los hechos fueron excepcionales, y sus efectos
también, puesto que éste no es un fenómeno común en nuestro medio. Quien huye de un
centro de privación de libertad no lo realiza para entregarse después, y en este punto nacía
otra interrogante: ¿se ha empezado a creer en el sistema penitenciario ecuatoriano? Aunque
no tengamos las respuestas exactas a estas preguntas, el cuestionamiento al menos nos
puede llevar al análisis de otras problemáticas relacionadas.
En la cultura popular, con mayor notoriedad en el mundo del arte, es muy común encontrarnos
con referencias a la relación de la población penitenciaria con el resto del mundo, asignando
roles opuestos y muchas veces basados en estereotipos, ya sea como víctimas y castigadores,
o buenos y malos. Este tipo de representación responde a una simple ilustración de la
opresión, la falta de libertad e incluso la violencia recibida por los cuidadores y la sociedad en
general, referencias ya sean directas y específicas, o a manera de ejemplificar otras relaciones
humanas utilizando la metáfora. Así también la relevancia de esta manera particular de mirar a
la realidad en general, ha trascendido y se ha constituido como una voz de denuncia válida y
de la cuál puede existir identificación con la ciudadanía. La cárcel suele ser vista como una
pequeña representación del mundo, en donde cada cual adoptamos un rol.
Pero el mundo no es así de simple, no todo es blanco o negro. Es preciso recordar que, las
matices en los aspectos individuales y sociales es lo que nos hace humanos, pues no hay nada
más desesperanzador que se nos asigne una etiqueta sin posibilidad de modificaciones. Las
normas tienen como fin supremo a la justicia y esto nos lleva a contemplar las reformas
necesarias para intentar alcanzarla siempre.
OBJETIVOS
Objetivo Principal:
Proponer la creación de un código de ética para el personal penitenciario ecuatoriano que
beneficie las relaciones con la población penitenciaria y el respeto a sus derechos humanos.
Objetivos Específicos:
• Demostrar la necesidad de aplicación de principios éticos en las relaciones entre el
personal penitenciario y los reos.
• Analizar herramientas de apoyo y criterios a emplearse para conseguir un ambiente
ético en los centros de rehabilitación del país.
• Identificar los beneficios que este código aportaría al sistema penitenciario vigente en
el Ecuador y la sociedad en general.
METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN
REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA
Según Vera (2009) el artículo de revisión es considerado como un estudio pormenorizado,
selectivo y crítico que integra la información esencial en una perspectiva unitaria y de conjunto.
Es un tipo de artículo científico que sin ser original recopila la información más relevante de un
tema específico. Su finalidad es examinar la bibliografía publicada y situarla en cierta
perspectiva. (p.63)
Asimismo, puede ser aplicada a cualquier tipo de investigación para determinar la importancia y
asegurar la originalidad de la investigación (Goméz et al, 2014, p 159).
TIPO DE REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA
DESCRIPTIVA
De acuerdo con Goris (2015) la revisión bibliográfica de tipo descriptiva proporciona al lector
una puesta al día sobre conceptos útiles en áreas en constante evolución. Este tipo de
revisiones tienen una gran utilidad en la enseñanza y también interesará a muchas personas
de campos conexos.
MODO DE ANÁLISIS
El modo de análisis de la presente investigación se realizó en dos fases, que se describen a
continuación:
i. LA PROBLEMÁTICA
El presente estudio nace a partir del siguiente cuestionamiento:
¿La creación y puesta en vigencia de un código de ética para personal penitenciario en
Ecuador podría beneficiar a las relaciones con la población penitenciaria y el respeto a sus
derechos humanos?
Esta pregunta nos permite abarcar la demostración de la necesidad de la ética para regular
todas las relaciones humanas, en este caso en específico la de los miembros del sistema
penitenciario con las personas privadas de libertad, así como también la consideración de un
código de ética como la correcta y más conveniente vía normativa con el apoyo de otras
herramientas que afiancen el cometido. Tomaríamos como base el de por sí conflictivo
ambiente que se ha vivido a lo largo de la historia en centros de privación de libertad, y además
se intentará trazar algunos rasgos de la actual realidad penitenciaria en el Ecuador.
ii. BÚSQUEDA Y ORGANIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN
El proceso de recopilación de la información para la siguiente investigación se basó en fuentes
primarias en su mayoría libros, artículos científicos e instrumentos jurídicos, se tuvo en
consideración que los trabajos tengan un fundamento académico, asimismo, su organización
se la realizo de manera manual, no se utilizó ningún programa de organización de información,
los materiales utilizados fueron seleccionados por su relevancia e importancia de aportación a
la presente investigación
La investigación se basó en una búsqueda primaria de publicaciones actualizadas y algunas
bastante remotas, utilizando publicaciones de la rama filosófica con más de 40 años de
antigüedad, siendo la cita más longeva de este trabajo de 1973, se excluyeron los materiales o
fuentes de información que no tuvieran un sustento académico, asimismo, se utilizó también
motores de búsquedas académicos como Google académico, Scielo, Redelyc, utilizando
palabras claves como: ética, personal penitenciario, código, derechos humanos, moral, entre
otros.
MATERIALES
Las fuentes para el desarrollo de esta investigación fueron encontradas en su totalidad en la
Biblioteca de la Universitat de Barcelona y en la web, se tuvo inicialmente 20 fuentes primarias
(libros), más de 50 documentos académicos entre publicaciones de artículos científicos,
revistas indexadas y 20 instrumentos legales.
Cabe recalcar, que esta investigación no conto con muestreo o población debido a su
naturaleza de ser un trabajo de revisión bibliográfica.
Y precisamente esa búsqueda ha existido desde los primeros días del homo sapiens sobre
este planeta, cuestionarnos cuál es el comportamiento que todos debemos compartir para
asegurarnos la vida en armonía y cómo implementarlo como nuestro. La costumbre ha sido
nuestra más fiel compañera y reflejo de todos los intentos por responder estas preguntas que
no dejan de agobiarnos hasta la actualidad. Si bien es cierto las costumbres pueden ser
bárbaras, ésta ha sido y es la primerísima manera de adoptar comportamientos desde y
cuando todavía no nos encontramos en capacidad de discernimiento y deliberación, debe ser
entonces también nuestra mayor referencia a la hora de debatir si estamos en lo correcto o no.
Por esta razón y como sería lo natural, en ejercicio de nuestro juicio crítico al orden con que
estamos desarrollándonos, hoy en día se ha avivado el debate en casi todos los sectores de la
sociedad sobre la necesidad o no de impartir la asignatura de ética en los centros educativos
primarios y secundarios en el Ecuador. El auge de problemas muy preocupantes tales como
embarazo prematuro, consumo excesivo de alcohol y de sustancias estupefacientes,
delincuencia, conductas violentas o delictivas, suicidios, entre otros, nos hace cuestionar si
estamos fallando en la educación en valores y qué podemos hacer para frenar el aumento
indeseado en estas tasas, por considerarlo no sólo un reflejo de una crisis sino también el
querer descartar todas las consecuencias dañosas que esto acarrea.
Y este cuestionamiento debe extenderse a todos los ciudadanos ecuatorianos en los demás
aspectos que frenan el bienestar de todo un país, puesto que esta problemática con la
población adolescente es tan sólo un síntoma de todo un sistema. Ya generalizada la situación,
estamos obligados a preguntarnos si hemos avanzado en materia ética a lo largo de tantos
años de luchas y reivindicaciones, si hemos obtenido un mayor provecho de aquello y si hemos
logrado una identificación real de nosotros los ciudadanos con la moral como forma de
direccionamiento de vida.
Los primeros años de vida son de una importancia fundamental en la educación en valores
éticos, de esto no cabe la menor duda y existen vastos estudios en psicología y psicología
educativa que lo avalan. Esta enseñanza en valores morales a los niños, adolescentes y
jóvenes se recibe primordialmente en sus hogares, los centros religiosos y a través de la
educación formal impartida en escuelas y colegios, públicos y privados.
Pese a que el Estado ecuatoriano se declara laico por medio de su Constitución (artículo 1), es
innegable la influencia que las estructuras religiosas han ejercido a lo largo de la historia
republicana del país hasta la actualidad inclusive, antes de manera oficial y ahora
extraoficialmente la moral religiosa ha jugado un papel trascendental en nuestra identidad
cultural. El Ecuador ha sido y es un país con tradición religiosa predominante. Según datos
estadísticos tomados sobre el año 2014, el 79% de la población ecuatoriana se consideraba
católica, un 13% seguía la línea del protestantismo y un 5% manifestaba no tener afiliación
religiosa alguna (Diario El Comercio, 2015). De este modo entonces, resulta fácil de deducir
que la sociedad ecuatoriana se inclina a un reconocimiento casi absoluto de los valores
católicos y cristianos evangélicos como los propios a seguir con el fin de llevar una vida
correcta o buena, independientemente de la promesa de garantía de una eternidad de gozo.
Pero estas cifras estadísticas, nos obligan a aceptar en primera instancia que previo al
reconocimiento de un catálogo específico de valores religiosos como los correctos, es preciso
admitir la necesidad de valores morales para dirigirnos hacia un cierto ideal de buena vida. En
otras palabras, es válida la deducción de que los ecuatorianos seguimos mayoritariamente la
tendencia de dirigir nuestras vidas según valores morales, ya que los valores religiosos son
valores morales, independientemente si las prácticas religiosas sean coherentes con lo
propugnado. Creemos en la moral como forma de conducción de comportamientos.
Colegimos entonces con mucha seguridad, que al menos en una extensa mayoría, los
ecuatorianos estamos convencidos de la gran importancia y necesidad de valores éticos que
nos dicten el camino a seguir para conculcarnos fines relacionados con lo correcto, lo bueno, lo
justo.
En este sentido, el objeto de este estudio gira en torno a un tratamiento ético a un determinado
grupo humano, pero ¿qué es lo ético?
Es de nuestro interés referirnos al concepto de ética como rama filosófica, así como también al
conjunto de normas morales que regulan la conducta humana, en razón de fundamentar la
necesidad de su aplicación al ámbito de las relaciones penitenciarias entre funcionarios y reos.
La búsqueda de esta felicidad, de esta vida buena, tiene que implicar un compromiso a nivel
personal y comunitario, que traspase las meras sensaciones placenteras como su fin último y
se mueva más allá de dicha dimensión. El medio por el cual se puede garantizar esta felicidad
es a través del conocimiento, mas no todos los tipos de conocimientos tienen la incidencia
suficiente para forjar al hombre que busca el actuar ético. Por esta razón, Aristóteles diferencia
la virtud ética de la dianoética, en cuanto la primera está ligada a las costumbres y la segunda
proviene de la naturaleza. Se puede observar el reflejo de esta diferenciación en la
terminología de “ética”, la cual proviene del término griego “ethikós” que nace a su vez de
“ethos” y significa “carácter”; Aristóteles y Platón relacionan al carácter con la costumbre por
cuanto se desarrolla a través de ella (Aristóteles, 1995, pp. 40-42). En este punto se puede
observar muy claramente el papel que desempeña la comunidad en la construcción del hombre
ético. Alasdair MacIntyre traduce este espíritu como la evaluación que implicaría, en cualquier
época, fundar una comunidad para alcanzar un proyecto en común y originar algún bien
reconocido y compartido por sus miembros (MacIntyre, 2013, pp. 190-191). La manera en que
se proyecta este fin eudaimónico es notable pues no tiene que versar según las inclinaciones
particulares cada persona. En este sentido, tomamos como nuestra esta sed de prosecución
común de un bien, pues no sólo interesa la satisfacción de un individuo en tanto que sus
objetivos de vida, sino que debemos escalar a una instancia donde la sociedad comparta
criterios de lo correcto e incorrecto y se dirija conjuntamente a la eudaimonía. Esto no significa
que sean categorías excluyentes, por el contrario, se debe de coincidir felizmente en estos
paralelos.
La virtud moral, según Aristóteles, tiene relación con el placer y el dolor, puesto que hacemos
lo malo a causa del placer y nos apartamos de lo bueno a causa del dolor. Por este motivo, el
hombre debe ser educado para poder alegrarse y dolerse cuando sea debido (Aristóteles,
1995, pp. 44-46). Entonces, esta educación tiene que imprimir fiel y consistentemente en el
individuo las virtudes morales proclamadas por Aristóteles para la consecución del fin moral, en
tres etapas de su proceder: su voluntad, su elección y su acción. La creación de hábitos para
aprender a desear actuar virtuosamente, evitando los vicios, equilibrando excesivas
preferencias, siguiendo un modelo de moderación, es lo que conduce el alma a la ansiada
eudaimonía, y lo que concreta a la ética como una disciplina. Los hábitos deben ser el molde
por el cual aprendemos a ser virtuosos, entonces, aquél que procediese en sus actividades
según su intelecto y lo cultiva, sería el mejor dispuesto a ser un individuo ético, lo que
Aristóteles denominaba “la vida contemplativa”; es decir, el sabio sería el más feliz de todos los
hombres (Aristóteles, 1995, pp. 280-284).
Un claro reflejo de esta ética aristotélica lo podemos observar en el mismo Ecuador. Mucho
antes de la llegada de la conquista española, en nuestro territorio ya existían culturas
perfectamente organizadas y con costumbres encaminadas al tipo de concepción de vida que
profesaban. Muchas de ellas se siguen conservando hasta el día de hoy, y aunque nos hemos
occidentalizado no se puede negar la incidencia que han ejercido en el ámbito social y político
del país. El Sumak Kawsay o buen vivir es un principio ético de estas culturas prehispánicas
que se ha mantenido y que tiene su base fundada en la vida comunitaria y con consideración a
la naturaleza, y que a partir del 2008 forma parte de nuestro abanico de directrices
constitucionales, el mismo que será tratado más ampliamente en los siguientes capítulos.
El direccionamiento que da la perspectiva ética aristotélica en cuanto a la motivación de
nuestros comportamientos en base a virtudes, tiene una especial incidencia en este estudio por
cuanto deseamos concretar ciertos principios éticos con los que un grupo de funcionarios
penitenciarios trabajen. Un funcionario que cultive sus virtudes, benevolente y feliz trabajaría
con mayor ahínco y convicción de lo bien hecho, más allá de otros elementos concernientes a
su labor. Sin embargo, es menester recalcar que esto no nos aparta de otros factores
importantes para la construcción de una conciencia ética del personal penitenciario
ecuatoriano, que se aportan también a partir de destacados elementos que otras corrientes
filosóficas morales le han dado a esta disciplina.
En este contexto, tenemos también el gran aporte de Immanuel Kant a la filosofía moral y
política. Para Kant, se debe considerar separadamente a la política de la moral, y en esta
disyuntiva plantea sus postulados filosóficos e intenta resolver los conflictos que surgen de los
mismos, es decir, son dos conceptos que deben de ser considerados por separado pero no se
puede negar tampoco la relación muy cercana que guardan. Dentro de su teoría, la buena
voluntad del hombre es lo único que puede considerarse como “bueno”, dejando de lado la
concepción de las virtudes como buenas por sí mismas, porque es posible que una mala
voluntad corrompa el uso de una virtud, como por ejemplo quien en nombre de la solidaridad
realiza actos a favor de un grupo humano tan sólo por ganar reconocimiento en su comunidad
o beneficiarse de ciertas políticas fiscales. En este sentido, la moral no debe encaminarse
hacia la felicidad o la perfección del hombre, es decir, que no está validada por el alcance del
fin deseado por la voluntad, sino más bien su fin es la voluntad misma. Esto nos llevaría a
pensar que el hombre que de buena voluntad se somete a su ley es el verdadero hombre moral
(Hassner, 1993, p. 555).
El hombre está en capacidad de crear la norma moral y someterse a ella, en base a su acceso
a la razón práctica. La buena voluntad con que lo realiza y no por algún medio externo es lo
que se traduce como libertad. Con esta consideración, se esboza el principio de autonomía
como elemento fundamental de la ética. Si enunciamos que la moral consiste en actuar de
acuerdo a la ley y por respeto a la ley, es preciso separarnos de las motivaciones provenientes
de la naturaleza para lograrlo por cuanto no es posible basarse meramente en las experiencias
para justificarlo. Esta supremacía de la libertad por sobre la naturaleza es lo que otorga el
carácter principal a la autonomía (Hassner, 1993, pp. 553-554).
Notamos que el concepto de autonomía y libertad están más que vinculados, pero en el
escenario de una cárcel deben existir consideraciones especiales al respecto. Es pertinente en
este punto poder diferenciar las dos caras de libertad según lo propuesto por Berlin, en virtud
de enfocarnos como lo amerita el caso (Berlin, 1996, pp. 191-205). La libertad negativa podría
describirse como la ausencia de coacción en las decisiones privadas de una persona, y la
libertad positiva como capacidad de autorrealización de nosotros como seres humanos; pero
da el caso en que ambos pueden entrar en conflicto y conviene sopesar uno sobre el otro. En
la situación de un reo, la mayor escasez radica en su libertad negativa por cuanto hay un
aparataje detrás de él que le impide conjugar su voluntad como le plazca, pero esta condición
incide también en la provisión de elementos para su autodeterminación aunque no con el
mismo impacto que la primera. Es decir, el impacto que la coacción tiene sobre un prisionero
es mayor al de la existencia o no de factores que encaminen a un eficaz autogobierno. Esto
nos lleva a inferir que la libertad negativa es accesoria de la positiva. La verdadera autonomía
descansa en la libertad positiva, la capacidad de autorrealización, de autogobierno.
No podemos seguir tratando a la ética kantiana sin referirnos a su imperativo categórico, el cual
tiene una utilidad importante para nuestra visión de la ética en el aspecto que nos atañe en
este estudio. En su obra Fundamentación para una metafísica de las costumbres, Kant expone
las máximas que sostienen su imperativo de la siguiente manera: “Obra sólo según aquella
máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”. Este
imperativo universal del deber, como lo denomina también Kant, puede rezar así también:
“Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal
de la naturaleza” (Kant, 2008, p. 104). Asimismo, lo plantea de manera práctica, de la siguiente
manera: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona
de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio” (Kant,
2008, p. 116). Dentro de estas máximas hay dos principios que son de trascendental
pertinencia para la normalización de la ética, la universalidad y la dignidad humana. La
universalidad nos confirma que nuestro actuar se ciñe según nuestra buena voluntad y que es
lo único que puede garantizarnos lo correcto de nuestros actos, usando esta ficción con los
demás individuos en el mundo pues no querríamos ser objeto de algún acto inmoral. La
dignidad humana, que se percibe como el tratar a los hombres como fines en sí mismos y no
como medios, es una calidad otorgada incondicionalmente a todos los miembros de la
humanidad y que los facultan a actuar moralmente. Nadie es indigno ya que por más que
caigamos en vicios éticos somos seres perfectibles. Tal y como lo mencionó la maestra
Margarita Boladeras en clases, lo censurable no son los seres humanos sino sus actos
(Boladeras, 2010, p. 19).
Ahora, un punto controvertido entre la ética aristotélica y la ética kantiana es el de las virtudes.
Para Kant, la única y verdadera virtud es la justicia, así que antes de buscar a la felicidad
debemos ocuparnos de los derechos del hombre, es decir que el respeto a estos derechos es
un deber (Hassner, 1993, pp. 559-560). Asimismo, Pierre Hassner plantea la cuestión de si
existe una contradicción entre estas dos éticas en cuanto a una correspondencia de la ley con
la moral que puede ser garantizada por una institución como el Estado, pues no. Kant no
excluye como un medio al ejercicio de la obligación por orden externo con el objetivo de que un
hombre pueda desarrollar una buena voluntad, pero aclara que se lo puede obligar a actuar de
determinadas maneras mas no se lo puede obligar a adoptar un fin como suyo. Luego,
contempla a la educación y la habituación como formas legítimas de influir en el individuo para
que se desarrolle en el ámbito moral (Hassner, 1993, p. 581).
Una de las mayores utilidades que nos brinda el contraste entre la ética aristotélica y la
kantiana, es el énfasis que buscamos darle a la educación como una herramienta efectiva de
influencia en los individuos. La educación en lo ético provee a los seres humanos de los
recursos necesarios que permiten forjar su autonomía y consecuentemente su voluntad buena,
tal como fue planteado por Kant, así como también muestra caminos para cumplir con los fines
normativos y morales que trace el Estado. A través de una gama de preceptos, el individuo
construye su capacidad de actuar en apego a las concepciones institucionales de lo que se
considera correcto y lo que no, y por instituciones consideramos principalmente a la familia,
centros educativos, organizaciones profesionales, entre otros.
La tríada compuesta por la educación, el Derecho y Estado, como ya lo hemos repasado, juega
un papel fundamental en la construcción moral del individuo y guarda perfecta correspondencia
el uno sobre el otro (se ha establecido incluso que la educación es un derecho de carácter
social garantizado por el Estado, considerado dentro de los denominados de segunda
generación). El Derecho, en un Estado moderno, se puede definir como el conjunto de normas
de conducta obligatorias establecidas o autorizadas por el Estado mismo y respaldadas por su
poder (Latorre, 1972, p. 16), entonces siendo actualmente el Ecuador un Estado de derechos y
justicia (tal como se lo declara en el artículo de la Carta Magna vigente) se asume que
únicamente éste tiene el poder de emanar o aceptar normas jurídicas en dicha comunidad,
pero no debe entenderse este poder como derivado sino como originario. La soberanía del
Estado ecuatoriano radica en el pueblo y su voluntad es el fundamento de este poder político
(artículo 1 de la Constitución de la República del Ecuador). Entonces, este proceso está
legitimado por cuanto el legislador discierne, concilia y acoge las concepciones morales
predominantes de la comunidad y lo realiza precisamente a través del derecho porque la
justicia es una virtud ética indiscutible (Latorre, 1972, pp. 56-57).
El derecho es una herramienta en beneficio de la sociedad, herramienta que busca estar ligada
siempre a fines de justicia. Como herramienta, destacamos la utilidad que ha prestado a lo
largo de la historia de la humanidad, su utilidad radica más que nada en demarcar el camino
correcto que debe tomar el hombre en su singularidad y como parte de una sociedad. Pero
tampoco debemos hacer caso omiso de todas las veces que las leyes han demostrado ser
injustas y por ende han provocado las revoluciones que las han merecido. La proclamación de
una ley no es garantía de su cualidad de justa. Esto es lo que nos lleva a pensar que una
norma legal no es garantía absoluta de que sea moral.
Elaboración propia
El comportamiento de una persona se rige en tanto que cada uno de estos aspectos y los fines
a seguirse en cada uno puede afectar en otra u otras personas, pues los roles que se
desempeñen en cada uno no tiene por qué ser el mismo ni encontrarse al mismo nivel (v.g. en
mi familia puedo ocupar un rol de hija menor sumisa pero en el ámbito profesional puede que
esté al mando de toda una gran empresa). Este fenómeno podría desencadenar en conflictos
de moral y consciencia que a su vez acarrearía eventuales daños en el individuo y en su
entorno.
Entre las diferentes esferas en donde se desarrolla e interviene la moral, la ética cívica tiene un
valor que merece destacarse para este estudio. En este sentido, podría llegarse a unos
mínimos de justicia compartidos y respetados por los miembros de una comunidad, en este
caso la ecuatoriana.
Como partes esenciales de un aparato social organizado, nuestro avance o retroceso está muy
mediado por este todo. La República del Ecuador es un país que se reconoce y es reconocido
por la comunidad internacional como un Estado social de derecho, y por ende se constituye
como una sociedad civil. En la perspectiva teórica, nosotros, sus miembros, somos los
ciudadanos, que a través de nuestra voluntad originaria cristalizada por medio de la
Constitución que nos cobija, y establecemos a la democracia como forma de organización
política (artículo 1 de la Constitución de la República del Ecuador). Reconocemos, asimismo,
que somos un Estado intercultural, plurinacional y laico (ibídem). Y es precisamente con este
reconocimiento expreso que debemos detenernos a realizar ciertas consideraciones en el
ámbito moral de los ecuatorianos.
Como es bien sabido, no todos los seres humanos actuamos de la misma manera, ni
pensamos igual y menos aún compartimos los mismos objetivos de vida; ni siquiera cuando
decidimos cubrirnos con una misma identidad nacional. Por esta razón, las concepciones
morales pueden variar y varían entre una persona y otra, pero ¿constituiría esto un
impedimento en la construcción de una moral cívica, una moral que compartamos todos los
miembros de una sociedad civil?
Nos resulta inconcebible que a estas alturas de la historia de la humanidad se nos intente
imponer un modelo moral a seguir obligatoriamente sin considerarnos a los ciudadanos en su
diversidad como parte esencial del mismo. Pero tan descabellado no lo ha sido, en algún
momento de la historia esto era lo que imperaba e incluso hay casos que continúan existiendo
hasta el día de hoy. El poder fusionado entre la Iglesia y el Estado, los regímenes comunistas,
e incluso los extremos laicistas, han sido hasta la actualidad ejemplos de modelos en donde se
impone un solo modo de actuar a sus miembros, sin haberlos considerado en la construcción
de tal modelo. Este monismo moral, como lo denomina Adela Cortina, le sucede una actitud de
pasividad por parte de los habitantes de la comunidad que les cuesta superar luego (Cortina,
1994, pp. 37-41).
Pero, ya con estas consideraciones de que debemos ser parte de la moral que nos rige, surgen
nuevas interrogantes en cuanto a esto: ¿Es válida la participación de todos los ciudadanos
para la construcción de esta convención moral?; y, ¿en qué medida y bajo qué aspectos se
construyen estos valores morales comunes?
Adela Cortina nos ilustra de manera muy apropiada en qué consisten las éticas de mínimos y
las éticas de máximos. Tenemos a bien reiterar, entonces, que nuestra naturaleza humana nos
ha llevado a convertirnos en seres sociales, que necesitamos de la relación con el resto de
personas, una organización, entre otros factores, para desarrollarnos en nuestro raciocinio.
Pero, el formar parte de una sociedad hace que sea imprescindible una buena convivencia y
orden para mantener el equilibrio y la armonía, al mismo tiempo que se intenta evitar un estado
caótico.
Para que esta convivencia sea posible y buena, necesitamos que los miembros de la
comunidad compartan unos mínimos morales, entre los cuales debe contemplarse el respeto
de los máximos morales de cada individuo (Cortina, 1994, pp. 50-51). Dicho de otra manera,
los mínimos morales nos llevan no sólo a tolerar sino también a respetar los máximos morales
del resto de ciudadanos.
Entre los postulados de Aristóteles y de Immanuel Kant acerca de cuál es el verdadero fin que
debe mirar la ética, existe el debate de si es la felicidad o vida buena propios de la ética
aristotélica, o el deber en aras de la justicia de la ética kantiana. Bajo estas dos perspectivas,
se puede establecer dos niveles en la construcción de la moral, que según Adela Cortina son la
felicidad y la justicia (Cortina, 1994, p. 57).
Puede resultar peligroso dar por sentado nuestra calidad moral bajo una perspectiva muy plana
de nosotros. Somos seres humanos con multiplicidad de posibilidades de reacciones a
situaciones, la cuestión es que únicamente nos basamos en las experiencias normales vividas
y de las cuales hemos salido airosos, pero somos lo que somos y también lo que podemos
llegar a ser.
La proyección de nuestras conductas es parte de nuestra identidad ética también, por lo cual
es preciso incluirnos en los campos de lo real y lo que podría suceder. No soy justo tan sólo por
lo que me ha tocado vivir sino también por lo que podría tocarme vivir, es fácil ser justo en un
edén o en el paraíso pero nos replanteamos esa cualidad cuando el escenario se torna hostil y
aparecen elementos que nos dificultan y ponen trabas a una actuación dirigida a lo correcto o
bueno.
Bajo estos aspectos y con el fin de mostrar gráficamente el quebramiento ético que un grupo
de personas puede sufrir cuando no existe una identificación con los deberes morales en roles
profesionales, muy a pesar de llevarse una vida correcta en otros aspectos, exponemos lo
sucedido con este polémico caso a continuación.
En el mes de agosto del año 1971, el doctor Philip Zimbardo, profesor de la Universidad de
Stanford en los Estados Unidos, lideró un proyecto de investigación sin tener ni la más remota
idea de que llegaría a sacudir el mundo de la psicología de aquel entonces y con repercusiones
importantes hasta la actualidad, incluso mereciendo su tratamiento en varios ámbitos
académicos y culturales.
Desde el primer día en que se puso en marcha el estudio, las conductas habituales de los
participantes de la investigación se fueron alienando hasta apuntar claramente al ejercicio
abusivo de la autoridad por parte de los guardias y a la resistencia y crisis nerviosas de los
prisioneros. Tal como lo relata el propio doctor Philip Zimbardo, este experimento empezó
como un intento simple de demostración de los efectos que un compuesto de variables
situacionales tienen sobre el comportamiento de la representación de roles de prisioneros y
guardias en un ambiente de prisión simulada (Zimbardo, 2008, p. 195), o en resumidas
cuentas, como el profesor también lo expresa, las buenas disposiciones se enfrentaron a una
mala situación (Zimbardo, 2008, p. 195).
Recalquemos nuevamente que debemos partir del hecho de que los participantes del
experimento de la prisión de Stanford eran lo que podríamos definir en general como “buenos
chicos”, pero que éstos en un diferente contexto social y organizacional al que se encontraban
acostumbrados, llevaron al límite sus comportamientos, acciones y reacciones.
La cuestión que nos embarga ahora, es si esto ocurre también en prisiones reales con gente
real. Pues, el estudio referido fue creado con el objetivo justamente de despejar los
cuestionamientos en cuanto a comportamientos abusivos en prisiones. Como lo mencionaba el
doctor Zimbardo, las situaciones sí importan y profundamente (Zimbardo, 2008, p. 211). En
base a esto, Zimbardo afirmaba que cuando se deseaba comprender comportamientos
extraños e inusuales se tenía que empezar por el análisis situacional, y únicamente cuando no
arrojaba una clara respuesta se debía proseguir con el análisis de disposiciones, tales como
genes, rasgos de la personalidad, patologías, entre otros (Zimbardo, 2008, p. 212). La
identidad del ser humano está estrechamente ligada al lugar donde nos desarrollamos, al grupo
con el que nos desenvolvemos, y nuestros comportamientos se demarcan de acuerdo a dónde
nos movamos.
La hostilidad que existe en los centros penitenciarios presupone un ambiente para el desarrollo
de conductas hostiles. El hecho de que son pobladas por delincuentes, quienes están pagando
una pena debido a sus problemas de conducta, obviamente dificulta las labores de control y
reeducación, razón por la cual éstos están sometidos a estrictas medidas de seguridad y que
en muchas ocasiones suele salirse de las manos de los custodios debido a determinadas
eventualidades. Y en este punto observamos que el equilibrio que debe haber entre la
obediencia y el poder puede romperse en cualquier instante dando lugar a actos de rebeldía y
abusos de poder, entre otros. El hecho previo para este quiebre sería la deshumanización y la
desvinculación moral que opera con la etiqueta de los prisioneros como un grupo no-humano
por sus crímenes, proceso que conlleva incluso a que los deshumanizadores alcancen a
ejercer comportamientos crueles, tal como ocurrió en el caso de la referencia (Zimbardo, 2008,
p. 307). En este sentido, el doctor Albert Bandura establece un modelo de mecanismos
individuales para convertir a las acciones dañosas en moralmente aceptables, desacoplando
selectivamente las propias sanciones de sus comportamientos. Este modelo consiste
principalmente en los siguientes cuatro tipos de mecanismos cognitivos: Primero, la creación
de una justificación moral mediante la adopción de imperativos morales que santifique la
violencia, como por ejemplo realizando comparaciones con los actos de la otra parte o el uso
de eufemismos. Segundo, se puede minimizar el sentido del vínculo directo entre nuestras
acciones y sus resultados nocivos desplazando nuestra responsabilidad personal por ser una
orden o parte de obligaciones legales. Tercero, se puede ignorar, distorsionar, minimizar o no
creer en los efectos negativos de las acciones. Cuarto, se reconstruye la percepción de
víctimas en razón de que “merecen” su castigo, los culpamos y deshumanizamos (Zimbardo,
2008, pp. 310-311). En este proceso, el pedestal del ejecutor de esta “justificación moral” sube
tantos peldaños como sean posibles para alejarse de la persona a quien deshumaniza, es una
forma de sentirse “humano” en contraste al otro, al desproveer de esta característica al reo en
este caso en específico.
Como quedó puesto en evidencia, el efecto de asumir roles en sistemas sociales puede limitar
nuestro campo de voluntades y decisiones, mediante una justificación complaciente a órdenes
o cánones de superioridad y autoridad que se alejan de la ética natural de nuestra educación.
Otro ejemplo claro de esta adscripción la encontramos en los abusos atroces que vivieron los
prisioneros de Abu Ghraib en Bagdad, en manos de guardias estadounidenses, y expuestos al
mundo por la prensa internacional en el año 2004. Dentro de la crueldad de estos hechos,
llama sobremanera la atención que entre estos guardias se encontraba Ivan “Chip” Frederick,
un hombre de formación bautista, de salud física y mental que se consideraban buenas, el
mismo que se concebía como una persona familiar, moral y espiritual (Zimbardo, 2008, pp.
337-338), y quien ni siquiera pudo darse una respuesta coherente al por qué de sus tratos
crueles a los prisioneros a su cargo. Como él, existieron así otros guardias más dentro del
mismo centro de reclusión y que también actuaron atroz y cruelmente.
La publicación de un código de ética no es suficiente para lograr el cometido deseado, por esta
razón es necesario emplear ciertas herramientas que aporten a su fin. El mecanismo principal,
sin duda alguna, sería la capacitación, pero asimismo se necesita el apoyo de otros elementos
como por ejemplo, protocolos, empleo de determinados perfiles de selección de servidores, la
pertinencia o no de un comité de ética, entre otros (Ver Figura 2).
Elaboración propia
Capacitación
Por dichas circunstancias, se recomienda impartir a todos los miembros del personal
penitenciario una asignatura de ética en donde específicamente se trate al código de ética en
cuestión, ya sea por medio del curso de técnico en seguridad penitenciaria o por otros
programas de capacitación. Lo ideal sería transmitir tales enseñanzas antes de la incorporación
del servidor a sus funciones como requisito sine qua non y que los cursos estén a cargo de un
personal con un conocimiento y manejo pleno de la temática referida.
Asimismo, la capacitación en ética no se lo debe tomar tan solo como una cuestión única en
toda la carrera penitenciaria sino que debe de ser continua y actualizarse según los nuevos
elementos jurídicos y normativos que se vayan aportando con el tiempo.
La socialización del código de ética es también una forma de educar en ello. Es menester que
éste esté visible en todos los centros de privación de libertad y no solamente en localidades
donde frecuenten exclusivamente los funcionarios penitenciarios, sino también en lugares
donde pueda leerlo el público en general y los privados de libertad.
• Vínculo con el trabajo social: Quien esté en las filas para la conformación del personal
penitenciario debería de tener antecedentes de vínculos con el trabajo social de
cualquier forma. Esto reflejaría una constante postura a favor de quien se encuentre en
desventaja social, tal y como las personas privadas de libertad.
• Perfil físico adecuado: Según las labores que ocuparán se necesitaría que cada
servidor se encuentre en condiciones físicas apropiadas para su desempeño. También
se debería garantizar la capacitación física necesaria para el mantenimiento del orden
en los centros penitenciarios, y asimismo debería ser periódicas según se adecuen a
las exigencias que se vayan presentando.
• Perfil psicológico adecuado: A través de los exámenes y pruebas pertinentes se debe
de constatar la buena salud mental de los candidatos, primordial para el trato ético a
las personas privadas de libertad. Este punto debe tener especial importancia en las
fichas de cada servidor, y a más del proceso de selección se deben realizar habituales
verificaciones de salud mental mientras se forma parte del sistema penitenciario
porque, como ya lo hemos manifestado, el ambiente hostil que representa un centro
penitenciario puede comprometer este aspecto del funcionario y se necesita de su
constante control.
• No contar con algún impedimento legal: Por obvias razones, no se debe de tener
impedimentos legales para la contratación, esto en cuanto a requisito formal pero
también como manera de reflejar ser un ciudadano modelo digno de ser ejemplo para
quienes estén camino a la rehabilitación y reinserción social.
Los departamentos de talento humano deberían tener que conformar el banco de candidatos a
servidor penitenciario de acuerdo a estos criterios y seleccionar con apego a la ley y a las
mejores consideraciones, dejando de lado ilegalidades y actos de corrupción como por ejemplo
el beneficiar a ciertas personas sobre otras en razón de favores o recompensas. Esta sección
administrativa debe de actuar con apego a las normas legales y éticas ya referidas.
Protocolos
Existen actualmente en el sistema penitenciario del Ecuador ciertos protocolos como los de
regulación de visitas en determinados centros de privación de libertad (Ministerio de Justicia,
Derechos Humanos y Cultos) y los de convivencia según el grado de seguridad del centro
(Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos), pero no es menos cierto que se necesita
aún emplear esta normalización en aspectos como para situaciones de emergencia o la
resolución de conflictos internos. Todos los miembros del sistema penitenciario ecuatoriano
tienen que estar familiarizados con estas reglas por cuanto facilitan el tratamiento penitenciario.
Comité de Ética
Una vez que hemos demostrado la necesidad de la emisión de un código de ética para el
personal penitenciario del Ecuador, es preciso repasar en qué beneficiaría su implementación.
Como ya lo hemos manifestado, el aprendizaje en ética es una vía de forjar buenos ciudadanos
y seres humanos, pero a más de esto favorece otros aspectos a considerar. Deseamos cincelar
al funcionario penitenciario como un impulsador y como un protector. En razón de lo antedicho
entonces, podríamos delinear, en términos generales, las ventajas que tendría en cuanto a
desarrollo y protección del sistema penitenciario así como también las contribuciones a nivel de
la población privada de libertad, entre los mismos servidores penitenciarios y con la comunidad
ecuatoriana.
• En la relación servidor – privado de libertad: Entre los beneficios que se aportarían con
la puesta en vigencia de un código de ética estarían:
• Un trato más cortés entre ambos que sirva para mantener una mayor armonía
en el centro penitenciario.
• Una identificación con la calidad de ser humano entre ambos, como seres
provistos de dignidad y de derechos fundamentales que merecen ser
respetados y defendidos. Se evitaría la deshumanización que constituye una
amenaza en el cumplimiento de objetivos de aplicación de derechos humanos
así como en los eventuales tratos crueles y hostiles que suelen ser parte de
estos centros.
En cuanto a las esferas de protección del servidor penitenciario, podríamos definirlas de igual
forma hacia el individuo privado de libertad, hacia sus compañeros de labores y hacia la
sociedad ecuatoriana:
Con el señalamiento de estos aportes, es nuestro deseo establecer que más allá de forjar
buenos ciudadanos con conciencia moral, se debe reflejar el beneficio fuera de cada uno que
representa una educación en principios éticos.
Al conformarnos como una sociedad que acoge el Sumak Kawsay como rector ético, y éste
comprende una visión comunitaria de la construcción ética, además de que claramente los
instrumentos internacionales e incluso el código de ética que se pretende se erija tienen por
objetivo principal la protección de un grupo vulnerable como lo es el de las personas privadas
de libertad, es ineludible que se pretenda beneficios fuera del campo individual, espiritual,
intelectual y emocional de cada trabajador del sistema penitenciario del Ecuador. Las
actuaciones apegadas a los principios éticos que se proponen deben desarrollarse como un
reflejo y una consecuencia de la plena certeza de su corrección. Es decir, las dimensiones de
los beneficios son múltiples, no sólo se busca una legalidad sino que se pretende encontrar un
camino alternativo y seguro a la consideración plena de la dignidad humana.
POTENCIALES OBJECIONES, PROBLEMAS Y LÍMITES DEL ESTUDIO
Podrían surgir ciertas objeciones a la puesta en vigencia de un instrumento de este tipo como
el coste del mismo, no sólo en lo económico sino también en lo administrativo, ya que se
necesitaría intervenir en programas de capacitación, agregar eventuales procesos de gestión,
mayor control, entre otros factores que afiancen el compromiso de un código de ética. Se
requeriría, asimismo, designar a un organismo o cuerpo colegiado para que lo redacte, y esto a
su vez podría implicar la elaboración de estudios o consultorías que, como ya conocemos,
toman su tiempo y procesos propios. Mas aun así, consideramos que son recursos que
estarían plenamente justificados por la base y el fin de un código de ética dirigido a un sistema
donde se trata a un grupo vulnerable y que necesita la máxima protección de sus derechos
humanos.
En cuanto al presente estudio, se considera que los mayores problemas y límites que le han
surgido han sido en cuanto a la búsqueda de datos estadísticos de las personas privadas de
libertad y el sistema penitenciario, que ayuden a reflejar la realidad de ellos a través de los
años, legislaciones, modelos de gestión, y que proyecten hasta la actualidad. Apostando a la
buena fe, podríamos atribuir esta dificultad a la distancia física con el Ecuador y asumiendo
que, a pesar de que actualmente el internet es una herramienta de consulta de primera mano,
existen aún documentos que se encuentran exclusivamente bajo una modalidad física.
CONCLUSIONES
Si bien es cierto las relaciones penitenciarias tipifican conflictos continuos, no es menos cierto
que merecen especial atención y dedicación por tal motivo. El derecho nos ha enseñado de
diversas maneras que es una herramienta eficaz en el señalamiento del camino de lo correcto
y lo incorrecto, pero ésta no deja de operar como un agente externo y que muchas veces
responde como producto de factores políticos que imperen en el momento.
Por tales circunstancias, consideramos oportuna la utilización de normar a través de la ética
directamente con el objeto de que el personal penitenciario ecuatoriano se apropie de los
principios morales. Al ser construida la moral por la propia ciudadanía no percibirían que una
mera imposición de leyes es el único camino de actuación en este ámbito profesional. La
educación en ética es necesaria y previa a la educación en derecho, con esta afirmación no
intentamos desmerecer lo que el derecho ha logrado en la historia humana, sólo pretendemos
dar el énfasis oportuno a un área de la filosofía que muchas veces ha quedo relegada a un
bonito discurso político. La ética propia y directamente puede y debe normar la conducta
humana, en paralelo y en armonía con el derecho positivo.
La relación de los servidores penitenciarios con los privados de libertad claramente no es una
relación que se despliega en igualdad, los primeros poseen autoridad sobre los segundos
además de que generalmente quien se encuentre en un centro penitenciario es a causa de su
conducta delictiva. Esta disparidad puede dar pie a pugnas entre ambos grupos cuando se
pierde constantemente la consideración de la dignidad humana como un bien supremo. La
deshumanización debe ser evitada a toda costa por ser la principal causante de abusos y
violación a la integridad de los reos. El mirar a otro, sea cual sea su condición, como un ser
humano es la raíz del respeto a los consagrados derechos humanos. No olvidemos que un
delincuente es el resultado de los fallos del Estado y la sociedad, un fallo nuestro.
Es una grata satisfacción que en el Ecuador se garanticen los derechos humanos de los
privados de libertad en razón de su ciudadanía y de su condición, garantías que se encuentran
muy bien articuladas en cuanto a instrumentos normativos y órganos jurisdiccionales, pero aún
no son suficientes, pues en el día a día se nos puede escapar de las manos situaciones que no
son denunciadas o informadas y que pueden ser (y son) múltiples.
Valdría considerar que los roles o situaciones sociales a la que nos enfrentamos son de índole
externa y muchas veces poco tienen que ver con nuestras preferencias, pero los valores
morales con los que actuamos se reflejan independientemente de cualquiera de estos factores,
y es prueba de nuestra condición humana o al menos de la visión que tenemos sobre ella. El
servidor penitenciario es portaestandarte de un aparataje público que se mueve para garantizar
el beneficio y orden de la sociedad ecuatoriana, y por ende no puede apartarse de su misión
aún incluso cuando el desempeño de su labor requiera el trato con personas infractoras de la
ley; en este sentido lo comparamos con un buen padre de familia que se conduce siempre en
beneficio de los miembros a su cuidado y protección.
La lucha por el reconocimiento y garantía de los derechos humanos no debe ser letra muerta,
sino por el contrario ser la motivación a implementar todas las herramientas necesarias para el
respeto a la dignidad de las personas. El Estado ecuatoriano tiene fe en los miembros de su
comunidad y en este sentido dirige la construcción de políticas que fomenten el desarrollo de
los buenos ciudadanos, sea cualquiera su clase social o situación jurídica, con lo cual nadie
debería negar los elementos básicos para el desarrollo y corrección de nosotros los
ecuatorianos.
¿Y qué nos convierte en humanos? Además de las características físicas y biológicas que la
ciencia se encarga de conocer, está la identificación como tales en nuestra singularidad y
colectividad. Nadie es más o menos humano, todos lo somos en la misma medida, y esto es lo
que denominamos como dignidad humana.
En virtud de lo expuesto y como hemos podido ya apreciar, el terreno está más que preparado
para un instrumento normativo ético en este sistema, sólo nos restaría trabajar en su
construcción y supervisión, recordando siempre que las personas no somos tan sólo un
número o una etiqueta, menos aún un simple objeto de cumplimiento de labores, somos seres
provistos de dignidad, sentimientos, oportunidades, somos todos miembros de una misma
especie.
El servidor penitenciario a más de ser un mero ejecutor de políticas y órdenes, debe de ampliar
su compromiso con los fines de protección y rehabilitación de personas en su custodia, y
confiamos que los resultados serán satisfactorios, en lo que concierne a la certeza de lo bien
hecho y de los beneficios al sistema que aportarían los miembros del personal penitenciario en
el Ecuador.
BIBLIOGRAFÍA