Texto

Descargar como txt, pdf o txt
Descargar como txt, pdf o txt
Está en la página 1de 10

LA ECONOMÍA A LA LUZ DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

 
PABLO MÍGUEZ
JUAN SANTARCÁNGELO
 
Los problemas económicos han cautivado la atención de sus especialistas desde el
momento en que los sistemas económicos fueron desarrollándose. Sin embargo, en años
recientes han florecido diferentes visiones acerca del estudio de la  economía,
tales como la economía industrial y la economía social.
En este marco, el objeto del presente trabajo es rastrear y analizar
exhaustivamente los fundamentos defínidos bajo los conceptos de economía y de
economía política. Para ello se analizarán los principios fundamentales de la
economía y de la economía política, así como también sus orígenes y las
problemáticas que las ocupan, de modo de entender los supuestos que subyacen en el
análisis teórico de cada una de estas concepciones.
 
 
Las controversias económicas han cautivado la atención de sus especialistas desde
el momento mismo en que nació la economía como disciplina. Es así como
problemáticas tales como el origen del valor, la capacidad de ahorro e inversión,
el desarrollo de nuevas tecnologías, y la distribución de los recursos, ocupan
lugares centrales en los debates teóricos. Sin embargo, en años recientes han
florecido diferentes visiones acerca del estudio de la  economía, surgiendo nuevas
aproximaciones como la economía industrial y la economía social, que amplían los
alcances de su objeto.

En este marco, el objeto del presente trabajo es rastrear y analizar


exhaustivamente los fundamentos de la economía y contraponerla con las principales
características de la economía política. Si bien ambas concepciones reconocen su
origen en los trabajos pioneros de Adam Smith con su Investigación sobre la
naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, muestran diferencias sustantivas
en cuanto al objeto y método de estudio y sus preocupaciones centrales giran en
torno  a problemas diferentes.

Con este objetivo, el presente trabajo se divide en tres secciones. En la primera


sección se analizarán los principios fundamentales de la economía política, sus
orígenes y las problemáticas que la ocupan, de modo de entender los supuestos que
subyacen en el análisis teórico de esta disciplina. En la segunda sección se hará
lo propio con la economía; para finalmente en la tercera sección dedicarnos a
resumir las diferencias así como los puntos de contacto y similitudes entre ambos
enfoques. Por último, se presentan las principales conclusiones del trabajo.
 
I. La Economía Política
 
La economía política es la ciencia que estudia las leyes que rigen la producción de
mercancías y la acumulación de riquezas; y de modo general, es la disciplina que se
aboca a estudiar las relaciones sociales de producción y sus determinantes. No se
preocupa únicamente de detalles técnicos de producción sino de las características
principales de las relaciones sociales en el proceso de producción y de la forma en
que evoluciona la acumulación.
 
El origen del estudio de “lo económico” como un ámbito específico y separado de “lo
social” y de “lo político” se produce en la transición del feudalismo al
capitalismo (Polanyi, 1992). Hasta ese momento existían teorizaciones sobre
temáticas que, analizadas desde nuestra perspectiva actual, son “económicas” pero
que en el momento de su producción no hubieran sido tan fácilmente clasificables.
Tal es el caso de las doctrinas mercantilistas, que asociaban la riqueza de los
estados nacionales de reciente formación con la acumulación de metales preciosos.
Sus recomendaciones de política económica, a saber, políticas proteccionistas tales
como aranceles elevados, cuotas de importación, prohibición o limitación de la
exportación de metales, obtención de balanzas comerciales favorables, concesiones
monopólicas sobre el comercio exterior, respondían a la necesidad de aumentar la
potencia de los Estados absolutistas europeos, que requerían recursos para
financiar su expansión dentro de Europa y fuera de ella.
 
Otro antecedente de la economía política clásica importante de destacar es  la
escuela de los fisiócratas, quienes fueron los primeros en concebir a la economía
como un sistema económico y en dividir a la sociedad en clases según un criterio
estrictamente económico. Sin embargo, la economía política no surgirá como una
disciplina con un objeto, método y conceptos específicos hasta la obra de Adam
Smith. Su obra no es la descripción de una sociedad existente sino el esbozo de un
proyecto de sociedad. Al decir de Polanyi, describirá las bases para el pasaje de
un mercado regulado a otro “autorregulado”, siendo su principal blanco de ataque el
mercantilismo, con sus regulaciones y su comercio monopólico.
 
En La riqueza de las naciones, Smith sistematizará buena parte de las discusiones
existentes en la época y desarrollará las bases de los debates posteriores, sobre
tópicos tales como el valor, la distribución, los salarios, los beneficios, las
rentas y la dinámica económica general. Responde a la pregunta sobre el origen del
valor de las mercancías no a partir de los metales o de la fertilidad de la tierra
sino del trabajo humano. Smith estaba viendo los inicios de la revolución
industrial y asiste a la creación de los mercados de trabajo en el modo de
producción capitalista, ya que los mercados de mercancías y los de tierras existían
desde la Edad Media. Su visión armónica de una sociedad que asiste a un estado
progresivo de acumulación de capital y desarrollo económico coincide con una
concepción no conflictiva de las relaciones entre las clases sociales. En mayor o
menor medida, todas ellas se verían beneficiadas con el progreso económico.
 
Otro de los grandes exponentes de la economía política clásica es David Ricardo,
quien escribe sus obras entre 1800 y 1820, donde pueden observarse los primeros
efectos de las grandes transformaciones sociales que la revolución industrial
estaba generando en Gran Bretaña. En algunos aspectos profundiza la concepción del
valor que tenía Smith al entender que el valor esta determinado por el trabajo
directa e indirectamente incorporado en las mercancías, esto es, por el trabajo
presente y el trabajo pasado involucrado en su producción. Pero de su análisis de
la composición del valor y de la distribución del producto entre las clases
sociales se concluye que esta relación armónica entre las clases sociales no puede
sostenerse. Los intereses de los terratenientes van en contra del de los
capitalistas y trabajadores. Dado el salario a partir de una canasta de bienes
salariales de subsistencia, y el beneficio como un residuo que se obtiene luego de
pagar dichos salarios, con la acumulación de capital a largo plazo y como
consecuencia de la ley de los rendimientos decrecientes en la agricultura, la renta
de la tierra tendería a crecer hasta poner en riesgo la existencia de los
beneficios. Para Ricardo, la economía se movería en el largo plazo hacia un “estado
estacionario”.
 
El último gran autor clásico, que profundizó los conceptos desarrollados por sus
antecesores y señaló los límites de la Economía Política desarrollada hasta ese
momento, fue Carlos Marx. Así como Smith y Ricardo asumían que existían leyes
universales que gobernaban a la economía política, Marx sostuvo que cada etapa de
desarrollo produce sus propias leyes de movimiento, y que las contradicciones de
cada sistema (esclavismo, feudalismo y capitalismo) favorecen la emergencia del
nuevo sistema subsiguiente (Foley, 1990: 7). De este modo y partiendo de un
análisis de clases y de la teoría del valor trabajo continuada por Ricardo, Marx
analiza el proceso de generación y apropiación de la plusvalía dentro del sistema
capitalista.
 
Como puede desprenderse del análisis realizado, para la economía política clásica
es esencial conocer los principios fundamentales que subyacen por debajo de la
superficie del sistema capitalista, lo que llevó a sus autores a dedicar gran
atención a los orígenes y a la conformación del sistema capitalista. En este
sentido el estudio de la transición del feudalismo al capitalismo, la acumulación
originaria, el desplazamiento de la población del campo a las ciudades, el
establecimiento de la propiedad privada, el surgimiento de la clase obrera, la
maquinaria y la gran industria; son fenómenos claves a la hora de entender el
correcto funcionamiento del sistema económico.
 
Para la economía política, el capitalismo muestra tres rasgos esenciales (Eaton,
1966: 25). Primero, la riqueza es apropiada y se concentra en las manos de pocos
individuos que son los dueños de los medios de producción. Segundo, existe una gran
parte de la población cuya única posibilidad de subsistencia se basa en la venta de
su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Por último, la producción de
mercancías no se destina al uso personal como en el feudalismo sino al intercambio,
lo que permite la obtención de ganancias y la reproducción del capital.
 
Para esta disciplina, la acumulación del capital es el motor central del desarrollo
económico y las condiciones laborales y tecnológicas son decisivas tanto para
Smith, Ricardo y el propio Marx. En este sentido, el objetivo persistente e
incesante del capitalista es lograr mayores beneficios y en esa búsqueda se
desarrolla la competencia entre capitales, la que da origen a un doble proceso: la
concentración y la centralización del capital. El primero de ellos es el
crecimiento del capital social a partir de los capitales individuales, gracias a
sus propios beneficios acumulados; en tanto que la centralización del capital es el
fenómeno que explica la forma mediante la cual los capitales de mayor tamaño
absorben mediante fusiones y adquisiciones a los muchos otros de menor tamaño
(Marx, 1995: 528-529).
 
Para la economía política, la sociedad tiene estructura y se divide en clases
sociales: los propietarios de los medios de producción, capitalistas; y los
vendedores de su fuerza de trabajo, trabajadores. Esta división de la sociedad en
clases tiene importantes implicancias desde el punto de vista económico y social.
En primer lugar, se trata de una aproximación holística, que trata de aprehender el
todo para luego dar cuenta del funcionamiento de las partes, y no al revés. En
segundo lugar, el capitalismo es un sistema de producción social en el que existen
explotadores (capitalistas) y explotados (trabajadores), y dicha explotación es uno
de los pilares centrales en el estudio de la economía política, sobre todo desde la
óptica marxista (Eaton, 1966: 8).
 
La economía política clásica sostiene que los objetos tienen valor producto de una
teoría objetiva del valor o teoría del valor-trabajo, que sostiene que los objetos
tienen diferente valor con relación a la cantidad de trabajo abstracto socialmente
necesario que poseen. Y dado que el objetivo del capital es obtener la mayor
ganancia posible, el mismo debe extraer la mayor cantidad de trabajo excedente
posible. Y en pos de este objetivo y de saciar su afán de lucro, el capitalista
tiene cuatro modos de aumentar la ganancia: aumentar la cantidad de horas
trabajadas, aumentar la intensidad del trabajo, reducir el salario y/o desarrollar
nueva tecnología. Sin embargo, los tres primeros modos tienen límites naturales ya
que nadie puede trabajar más de un determinado número de horas por día, existe una
intensidad máxima de trabajo, y el salario puede reducirse pero no más allá del
nivel de subsistencia. Por ende, en el largo plazo los capitalistas van a aumentar
sus esfuerzos por obtener innovaciones tecnológicas e irán reemplazando
trabajadores por maquinaria.
 
Este desplazamiento de los trabajadores da origen a una población sobrante, que en
términos marxistas se conoce como Ejército Industrial de Reserva, que es el
conjunto de desempleados y subempleados creado y reproducido por la acumulación del
capital. Para Marx, este ejército es regulado por la diferencia entre dos
tendencias: el trabajo reemplazado por la mecanización del capital (expulsor de
trabajo); y el crecimiento del capital que atrae a nuevos trabajadores. De acuerdo
a esta aproximación teórica, el desempleo es un fenómeno inherente al capitalismo
que no puede ser erradicado.
 
La economía política intenta relacionar los cambios en la esfera institucional con
el proceso de acumulación de capital, dado que es en el marco del capitalismo donde
éstas se desenvuelven, donde las relaciones de producción se caracterizan por la
separación de los productores de los medios de producción y las relaciones de
intercambio asumen la forma mercantil. El rasgo fundamental de la economía política
es que en ella la estructura económica está íntimamente relacionada con el conjunto
de formas institucionales de la sociedad como el Estado, las leyes, las
convenciones, etc. formando un todo que no puede analizarse separadamente sin caer
en cierto reduccionismo.
 
II. La Economía
 
El principal punto de contacto entre la economía política y la economía es, como
dijimos en la primera sección, que la raíz de ambas teorías surge del análisis
pionero del padre de la economía, Adam Smith. Dicho autor, en Investigación sobre
la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones, se proponía estudiar los
determinantes que llevaban a que algunas naciones fueran ricas y otras pobres, y
para ello se propuso explicar los principales enigmas de la economía. Para ello,
Smith empieza su análisis con la explicación de por qué los objetos tienen valor, y
para ello desarrolla una teoría de valor objetiva, que ya había sido esbozada por
Petty, y que como vimos será apropiada por los economistas políticos clásicos. Pero
al no encontrar un modo de medir distintos trabajos humanos de manera comparable
desiste de esta explicación. Como resultado de ello, abandona esta teoría y
desarrolla su segunda teoría del valor, una teoría de “los costos de la producción”
que sostiene que el precio de los objetos viene determinado por el precio de los
insumos que se pagan en su producción. Y justamente esta teoría del valor es
recuperada y utilizada por la economía a través de la revolución marginalista,
teoría que solo logra desarrollarse como alternativa a la economía política clásica
en la década de 1870.
 
Sin embargo la historia económica muestra que desde 1850 que se producen avances
claros en la dirección marginalista. Por estos años, el economista alemán Gustav
Gossen desarrolla dos ideas importantes. Por un lado, el principio de utilidad
marginal decreciente, que constituye el fundamento de la teoría neoclásica de la
conducta del consumidor; y que básicamente sostiene que el placer que produce un
bien disminuye a medida que aumenta su consumo. Por otro lado, establece una
segunda ley importante que es el teorema de la igualdad de las utilidades
marginales ponderadas, fundamento que explica la conducta maximizadora de la
utilidad, y donde se señala que los individuos intercambian bienes hasta que la
utilidad de las últimas unidades que posean resultan iguales (Screpanti y Zamagni,
1997: 101).
 
Es así como a partir de la utilidad marginal de los bienes, los marginalistas
buscan construir una nueva teoría del valor, y también del comportamiento humano,
que queda reducido al cálculo racional orientado a la maximización de la utilidad.
La revolución se produce simultáneamente en Inglaterra, Austria y Suiza, asociada a
los nombres de Jevons, Menger y Walras, respectivamente. Escribiendo en contextos
distintos con tradiciones de pensamiento muy diferentes los autores van a encontrar
una especie de síntesis en la obra de Marshall, quien desarrollará la teoría del
equilibrio general.
 
A pesar de sus diferencias, podemos encontrar algunas preocupaciones y rasgos
comunes en estos autores. En primer lugar, todos buscan “refundar” la economía,
dotándola de nuevas bases. Rechazan la economía política clásica, y sobre todo el
marxismo, por razones ideológicas y por ser la doctrina crecientemente adoptada por
el movimiento obrero europeo. Reconociendo que los reclamos de los trabajadores se
apoyan en buena medida y son un producto de la economía política clásica; estos
teóricos creyeron necesario cambiar el eje central de la disciplina y del marxismo,
la teoría del valor. En segundo lugar, todos ellos pueden clasificarse desde el
punto de vista metodológico como individualistas. Como dijimos previamente, los
economistas políticos clásicos eran holistas, la unidad de análisis no era el
individuo sino la clase social, en la medida que la pertenencia a ésta condicionaba
las conductas individuales. Van desde la macro a la micro, mientras que los
neoclásicos explican lo macro desde lo micro. En tercer lugar,  sostienen una
teoría de la distribución del producto a partir de la retribución a los “factores
de la producción”. No hay un único factor que crea valor como antes lo hacía el
trabajo. El aporte del valor proviene de muchos factores, los factores de la
producción, a los que corresponden diferentes fuentes de ingresos. Así, al “factor
trabajo” le corresponde el salario como remuneración por su  aporte a la creación
de valor; en tanto que al capital le corresponde el beneficio; y a la tierra, la
renta. En cuarto lugar, todos toman como modelo de ciencia a seguir a las ciencias
naturales. El paradigma es el positivismo de la época en sus diferentes versiones.
Su modelo de ciencia era el de las llamadas “ciencias duras”, por oposición a las
ciencias sociales o “blandas”. Walras, por ejemplo, toma el positivismo francés de
Augusto Comte. Buscaba que la economía se pareciera a la Física, para lo cual hace
uso de conceptos tomados de esta disciplina tales como “equilibrio”, “campo de
fuerzas”, y “estática”. Por otro lado, Jevons se inspiró en el empirismo inglés,
sobre todo en John Stuart Mill; mientras que los austríacos tomaron, para referirse
a la competencia capitalista, la idea de supervivencia del más fuerte de la
biología y del darwinismo evolucionista. Finalmente, todos estos “economistas” eran
liberales en lo ideológico-político. Defienden el libre funcionamiento de la
economía de mercado como la mejor forma de organización de la economía. Para
Walras, el mercado garantiza la mejor asignación de los recursos puesto que los
intercambios entre individuos racionales y maximizadores conducen a una
organización de la producción y de la distribución de la renta eficiente y
mutuamente beneficiosa, mientras que la intervención del Estado puede llevar a
“desequilibrios”. Por su parte, Menger sostenía que en el marco del mercado ganan
los más fuertes, el progreso económico garantiza el avance de la sociedad, y el
Estado sólo puede ahogar la creatividad generada por la competencia.
 
Por ende, la típica definición de economía que se puede encontrar en los libros de
texto es que la economía es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan
los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los
diferentes individuos (Samuelson y Nordhaus, 2001: 4). Esta definición muestra dos
principios fundamentales de la economía marginalista: el principio de la escasez
(los bienes son escasos y de uso alternativo) y de la eficiencia (la sociedad debe
usar los recursos eficientemente). La escasez es crucial para la economía ya que
justamente los bienes económicos son los bienes escasos o limitados. Si los bienes
fueran abundantes y gratuitos no habría necesidad de hablar de economía, ya que
cualquiera podría acceder a su voluntad a la posesión de bienes. Por otro lado,
dado que los deseos de los individuos son ilimitados, el principio de eficiencia
cumple con utilizar los recursos de la sociedad de la manera más eficaz posible
para satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos (Samuelson y
Nordhaus, 2001: 4).
 
Siguiendo este razonamiento, la realidad económica, a pesar de su enorme
complejidad, puede reducirse a una serie de transacciones en el mercado y el
sistema económico puede estudiarse como un enorme conjunto de mercados
interdependientes donde se reúnen agentes atomísticos, racionales y maximizadores.
El problema central de la investigación económica pasa a ser la explicación de la
formación de los precios en el mercado. Mientras Marshall desarrolla el análisis
del “equilibrio parcial”, esto es, el análisis del equilibrio en un mercado
individual a partir de las variaciones en las cantidades ofrecidas y demandadas,
Walras procura establecer la interconexión o interdependencia que existe entre
todos los mercados con su análisis del “equilibrio general” donde los precios de
los productos y de los insumos se determinan al mismo tiempo, y donde el equilibrio
del mercado depende de la posibilidad de plantear y  resolver un sistema de
ecuaciones simultáneas. Tal sistema de intercambios conduciría a una organización
de la producción y de la distribución de la renta eficiente y mutuamente
beneficiosa (Screpanti y Zamagni, 1997: 175).
 
El estudio de la economía se divide en dos grandes ramas: la microeconomía y la
macroeconomía que convergen y forman a la economía como ciencia acabada. La
microeconomía se ocupa de sentar las bases teóricas para el estudio de los
individuos y las empresas en el desarrollo de dos teorías que se complementan para
entender cómo funciona el mercado: la teoría del productor y la del consumidor.
 
La teoría del productor explica mediante el estudio del comportamiento de un
productor individual, la firma representativa, cuales son las circunstancias que
enfrenta en la producción de bienes y servicios. Esta teoría sostiene que los
productores esencialmente intentan maximizar su ganancia, la cual es entendida como
la diferencia entre los ingresos que una firma recibe y los costos en los que
incurre (Varian, 1992: 23). En dicho análisis, se considera que la competencia es
perfecta, lo que determina que existen innumerables firmas que producen el mismo
bien y que los precios del mercado no pueden ser afectados por estas empresas. Este
problema de maximización de las ganancias también puede ser analizado como un
problema de minimización de costos, para lo cual la economía desarrolla una batería
de conceptos relacionados con los costos, tales como el costo medio, marginal,
total, de corto y largo plazo; así como de las características de la función de
producción que dichas firmas poseen (Cobb Douglas, Leontieff, etc.).
 
La aproximación al estudio de la maximización de las ganancias y la minimización de
costos requiere un amplio dominio de las matemáticas, estadísticas, álgebra, lo que
por un lado requiere un amplio conocimiento en dichas disciplinas; y por otro lado,
sesga el análisis, ya que a la hora de analizar problemas empíricos las funciones
de producción que son utilizadas (y las maximizaciones o minimizaciones) son
elegidas de acuerdo con su practicidad y facilidad a la hora de estudiarlas y
representarlas gráficamente, más que por tratarse de una adecuada representación de
la realidad.
 
Por su parte, la teoría del consumidor se dedica a analizar el comportamiento del
consumidor típico (lo cual presupone, como en el caso del productor, que existen
consumidores representativos) sosteniendo que su conducta puede explicarse bajo el
principio de maximización de la utilidad. Se asume que el consumidor es un agente
racional que tiene determinadas preferencias por los bienes que se producen en la
economía y que siempre elegirá de un determinado conjunto de bienes, que son los
que más utilidad le reportan. Estas preferencias irán delimitando las curvas de
demanda que luego serán utilizadas conjuntamente con las curvas de oferta,
obtenidas en la esfera de la producción (es decir en el análisis de la teoría del
productor), para encontrar el punto de equilibrio del mercado, donde todos los
agentes estarán maximizando sus respectivas funciones de utilidad y beneficios.
 
La macroeconomía por su parte se considera que surge en el año 1936 con la
publicación de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John
Maynard Keynes. Esta subdisciplina estudia el comportamiento de la economía en su
conjunto, y para ello examina el nivel global de producción, empleo y precios de
manera agregada. Los principales tópicos que componen esta disciplina son el
desempleo, la inflación, y los determinantes de la inversión, el ahorro y el
consumo, así como el rol del Estado y las expectativas de los agentes. La
macroeconomía pretende tener (aunque esto es materia de controversias) una fuerte
base en la microeconomía, ya que el estudio agregado de un país no es más que la
agregación del estudio de los productores y consumidores (Santarcángelo, 2007).
 
Los objetivos de la macroeconomía son tres: obtener un elevado y creciente nivel de
producción; un elevado nivel de empleo con un bajo nivel de desempleo; y mantener
un nivel de precios estable o levemente ascendente (Samuelson y Nordhaus, 2001:
380). Para ello, el Estado tiene dos instrumentos que puede utilizar: la política
monetaria (procurando el control de la oferta monetaria para afectar la tasa de
interés), y la política fiscal (el uso deliberado del gasto público y de la
recaudación de impuestos para regular el ciclo económico).
 
Como puede verse, tanto la microeconomía de la economía neoclásica previa a Keynes
(y posterior) como la macroeconomía keynesiana comparten los presupuestos
mencionados acerca de la teoría subjetiva del valor y mantienen una concepción
individualista de los agentes económicos, a quienes le asignan racionalidad en la
maximización de sus objetivos en tanto consumidores y productores. A medida que
estas subdisciplinas fueron desarrollándose, incorporaron refinamientos teóricos y
matemáticos para dar cuenta de la posibilidad de racionalidad limitada en la toma
de decisiones, de la presencia de incertidumbre, y otras sutilezas analíticas,
aunque esto no modifica en lo esencial, sus presupuestos fundamentales.    
 
III. Diferencias entre ambas teorías
 
Como pudimos ver en las secciones previas, la economía política y la economía
presentan escasos puntos en común, siendo estos la excepción más que la regla. En
la Tabla Nº 1 presentamos las principales diferencias entre ambas teorías en diez
categorías: origen, teoría del valor, objeto de estudio, sociedad, rol del contexto
histórico, distribución de la renta, competencia, relación con otras disciplinas,
mercado de trabajo y comportamiento general de las variables.
 
En las secciones anteriores hicimos referencia a las cuestiones vinculadas con el
origen, teoría del valor y objeto de estudio de ambos enfoques. Destacamos que si
bien ambas disciplinas reconocen su origen común en la obra de Adam Smith, la
economía política mantiene una teoría objetiva del valor y su objeto de estudio son
las leyes de la producción y de la acumulación de capital mientras que la economía
sostiene una teoría subjetiva del valor y se preocupa por la asignación eficiente
de recursos escasos así como de la satisfacción de las necesidades de los
consumidores. Para la economía política, la sociedad se divide en clases sociales,
en tanto que la economía analiza a los individuos como semejantes y
representativos.
 
Tabla Nº 1 – Principales diferencias entre economía y economía política.
 
 
Economía
Economía Política
Origen
Adam Smith.
Adam Smith.
Teoría del valor
Subjetiva.
Objetiva.
Objeto de Estudio
La asignación de recursos dados y escasos entre diferentes usos alternativos.
Leyes que rigen la producción, y acumulación de las riquezas.
Sociedad
Todos los individuos son semejantes y representativos.
Dividida en clases sociales: capitalistas y trabajadores.
Rol del contexto histórico
Escaso o nulo.
Fundamental. Para entender los fenómenos es necesario entender el contexto
histórico.
Distribución de la renta
Personal.
Funcional.
Competencia
Perfecta.
Situación natural del sistema capitalista que jamás puede definirse como perfecta.
Rol del Estado
En la versión neoclásica no tiene un rol establecido mas que el de garantizar el
despliegue del mercado sin interferencias. La economía keynesiana, en cambio,
propone su intervención como necesaria para garantizar dicho despliegue.
Varía según los autores pero todos consideran que es una institución necesaria para
la acumulación del capital. Marx lo analiza críticamente.
Relación con otras disciplinas (ciencias políticas, sociología, filosofía, etc.)
Nula. Pretensión de totalidad.
Amplia.
Mercado de trabajo
El desempleo es producto de interferencias que no permiten que la oferta y la
demanda de trabajo se equilibren.
El desempleo es inherente al sistema y no puede ser erradicado.
Comportamiento de las variables
Están en equilibrio aún en el corto plazo.
No se piensan en términos de equilibrio, y en relación a este sostienen que el
equilibrio y el desequilibrio están intrínsecamente vinculados.
Fuente: Elaboración propia.
 
La quinta dimensión que podemos analizar es el contexto histórico, que resulta
esencial para la economía política ya que determina las características
particulares de las distintas etapas históricas. Sin embargo, para la economía, el
contexto histórico es nulo, lo que conlleva la existencia de una única verdad
independientemente del tiempo. La economía propone explicaciones que se pretenden
universales, válidas para todo tiempo y lugar, sin atender el contexto histórico,
político y social de surgimiento de la teoría. Como señala Aglietta: “El objetivo
de la teoría es expresar la esencia despojándola de cualquier tipo de contingencia;
(por lo que) las instituciones, las interacciones sociales, y los conflictos, son
escorias que hay que eliminar para poder descubrir el comportamiento económico en
estado puro. La pureza se alcanza a través de la elaboración del concepto de
precio, único y suficiente vínculo entre todos los sujetos racionales sometidos al
común condicionamiento de la escasez.” (Aglietta, 1991: 6)
 
Otro punto importante que señala la diferencia entre ambas disciplinas tiene que
ver con el estudio de la distribución de los recursos. Por un lado, la economía
política se interesa por analizar la distribución del ingreso de modo funcional, es
decir, analizar el reparto de la renta entre las distintas clases sociales
(capitalistas y trabajadores), o lo que es lo mismo entre los dueños de los medios
de producción y los dueños de su fuerza de trabajo. Por su parte, la economía
analiza la distribución del ingreso en términos personales e individuales, es decir
de acuerdo a los atributos de las personas tales como su edad, sexo, nivel de
educación alcanzado, procedencia, etc. Para esta disciplina la distribución de los
recursos no es producto de una estructura económica particular sino que es el
resultado de diferencias naturales en capacidad, talento e inteligencia.
 
Otra dimensión importante que separa a estas doctrinas es su conceptualización de
la competencia. Para la economía, la competencia en los mercados es perfecta lo que
implica que ni las empresas ni los consumidores pueden influir sobre los precios o
las cantidades a las que los bienes se intercambian en el equilibrio, el cual queda
determinado exclusivamente por el libre juego entre oferta y demanda. Por su parte
el concepto de competencia para la economía política es radicalmente distinto. Para
ella, la competencia es el medio en el que se desenvuelve el capital, su carácter
esencial que aparece y se realiza mediante la disputa de capitalistas individuales.
Para la economía política, la competencia es el resultado lógico de la perpetua
búsqueda de ganancias que tienen los dueños de los medios de producción. Es el
hábitat de desenvolvimiento natural en el que los capitalistas deben operar si
pretenden convertir sus ganancias en capital.
 
Otra diferencia importante es que la economía política mantiene una fuerte relación
con otras ciencias sociales (sociología, historia y ciencias políticas) ya que su
propósito es entender los fenómenos económicos en el contexto particular de las
sociedades humanas, para lo cual el conocimiento social resulta decisivo a la hora
de realizar recomendaciones de política económica. Por el contrario, la economía
tradicional tiende más a la modelización matemática y a despegarse del contexto
histórico. Si bien el uso de la matemática aporta cierta rigurosidad al análisis
(aunque este instrumento también es usado por la economía política), unifica los
problemas y lleva a malinterpretar algunas soluciones.
 
Otra dimensión en la que se hace evidente la diferencia entre la economía política
y la economía se refiere al análisis del mercado de trabajo. Para la primera, el
mercado de trabajo, aunque no era denominado de esa manera, era el lugar por
excelencia donde interactuaban las distintas clases sociales, y representa el lugar
donde se dirimen las disputas entre dichas clases. En este sentido, el desempleo en
tanto exceso de oferta de trabajadores para esta perspectiva era entendido como una
condición propia del funcionamiento del sistema capitalista que no podía ser
eliminada. Por otro lado, la economía tradicional asume que el mercado de trabajo
(como el resto de los mercados) se puede encontrar permanentemente en equilibrio.
Por ende, el desempleo existente es voluntario y producto de interferencias (como
el incompleto ajuste de los precios, la existencia de sindicatos, las leyes
laborales, etc.) que impiden que la oferta y la demanda se equilibren. Para esta
teoría, cada país posee una tasa natural de desempleo que es la tasa de desempleo
consistente con la ausencia de fricciones temporarias.
 
Por último, un elemento importante a la hora de analizar las diferencias entre
estos enfoques es la explicación que los mismas ofrecen del comportamiento de las
variables económicas. Para la economía, los mercados y sus variables están siempre
en equilibrio y la única posibilidad de desequilibrio es (como vimos previamente)
que existan interferencias que previenen a los mercados de ajustar libremente bajo
las fuerzas de oferta y demanda. En este sentido, el equilibrio es el estado
natural de la economía. Por su parte, para la economía política el equilibrio es
solo una parte del todo, que se complementa y se haya íntimamente relacionado con
el desequilibrio, y sobre todo con las crisis recurrentes y turbulencias a las que
se asiste periódicamente en el sistema. Para esta doctrina, el análisis en términos
de equilibrio o desequilibrio carece de sentido.
 
IV. Conclusiones
 
El estudio de la economía y de la economía política nos muestra que los ejes de
investigación, los temas que abordan y el diagnóstico sobre las políticas a aplicar
para resolver los problemas económicos difieren considerablemente. La economía
implícitamente deja fuera del análisis características del sistema capitalista que
son esenciales a la hora de pensar dichos problemas; y las diferencias son
claramente visibles en casi todos los aspectos relevantes de la disciplina
económica: en la teoría del valor, en el objeto de estudio, en el rol del contexto
histórico, en la explicación de la sociedad y en la distribución del ingreso, en la
noción de competencia, en la relación de la economía con otras ciencias sociales,
en el análisis del mercado de trabajo y en el comportamiento de las variables.
 
El sistema capitalista y sus problemas son complejos y sus contradicciones así como
el diagnóstico sobre las políticas a adoptar siguen siendo materias de debate. El
estudiar los problemas desde un determinado enfoque -y no desde otro- implica
asumir los presupuestos de cada paradigma y tomar las responsabilidades de esa
elección. En la búsqueda de respuestas tenemos que ver claramente de qué procesos
queremos dar cuenta cuando nos hacemos las preguntas.  
 
Estas reflexiones se propusieron mantener presente los principios que fundamentan
estas dos perspectivas distintas de abordaje del campo teórico de las ciencias
sociales que hoy denominamos “economía” y que en sus orígenes no podía estudiarse
sino como Economía Política. La enseñanza de la economía en los ámbitos
universitarios, salvo excepciones,  no suele proponer un estudio disciplinario que
contemple estos matices, resultado de lo cual se profundiza el estudio de las
perspectivas hegemónicas o más recientes que constituyen el mainstream que los
economistas deben seguir para desempeñarse como tales en el ámbito académico o
profesional. Sin perjuicio de la necesidad de estudio de las perspectivas
contemporáneas es necesario no perder de vista las piedras fundamentales sobre las
que se erigieron estas doctrinas y cuyo espíritu intentan mantener vivos las
versiones más críticas o heterodoxas.
 
Ante la gran proliferación de escuelas, enfoques y perspectivas de análisis que dan
cuenta del enorme desarrollo de la economía, la formación del economista no puede
dejar de lado la pregunta por la génesis de las teorías de cuya difusión participa
ni tampoco el cuestionamiento de los límites que muestran para interpretar la
realidad económica de las sociedades en que vivimos. La historia del pensamiento
económico no sólo puede ser útil como ejercicio intelectual sino que, ante la
ausencia de un paradigma central o dominante, puede ser necesaria también para
iluminar las cuestiones del presente. Rescatar del olvido los aportes del pasado
para abordar los problemas actuales es una tarea compleja que los economistas no
debemos dejar de enseñar a hacer y de continuar aprendiendo en el camino.
 
 
V. Bibliografía
 
• Aglietta, Michael (1991): Regulación y crisis del capitalismo, Siglo XXI, México.
• Blaug, Mark (1968): La teoría económica en retrospección, Ed. Miracle, Barcelona.
• Eaton, John (1966): Political Economy: A Marxist interpretation, International
Publishers, New York.
• Ekelund, Robert y Hebert, Robert (1999): Historia de la teoría económica y de su
método, Ed. Mac Graw Hill, Madrid.
• Foley, Duncan (1990): Notes on the Theoretical foundation of political economy.
Ed. Mimeo.
• Marx, Karl (1995): El Capital, vol. 1, Fondo de Cultura Económica, México.
• Polanyi, Karl (1992): La gran transformación. Fondo de Cultura Económica, México.
• Ricardo, David (1985): Principios de Economía Política y Tributación, Fondo de
Cultura Económica, México.
• Samuelson, Paul y Nordhaus, W. (2001): Macroeconomía, 16º Edición, Mc Graw Hill.
• Santarcángelo, Juan (2007): “Historia y evolución de la macroeconomía”, Serie
Documento de Trabajo, LITTEC, Instituto de Industria, Universidad Nacional de
General Sarmiento.
• Screpanti, Ernesto y Zamagni, Stefano (1997): Panorama de Historia de Pensamiento
Económico, Ed. Ariel, Barcelona.
• Smith, Adam (1997): Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de
las naciones, Fondo de Cultura Económica, México.
• Varian, Hal (1992): Análisis microeconómico, W.W. Norton, New York.
1
 

También podría gustarte