Descartes

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 29

|И |окз-

MEDITACION PRIMERA

De las cosas que pueden ponerse en duda

He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi


más temprana edad, había admitido como verdaderas muchas
opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos
tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e in­
cierto; de suerte que me era preciso emprender seriamente,
una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las opi­
niones a las que hasta entonces había dado crédito, y em­
pezar todo de nuevo desde los fundamentos, si quería esta­
blecer algo firme y constante en las ciencias. Mas parecién-
dome ardua dicha empresa, he aguardado hasta alcanzar una
edad lo bastante madura como para no poder esperar que
haya otra, tras ella, más apta para la ejecución de mi pro­
pósito; y por ello lo he diferido tanto, que a partir de ahora
me sentiría culpable si gastase en deliberaciones el tiempo
que me queda para obrar.
Así, pues, ahora que mi espíritu está* libre de todo
cuidado, habiéndome procurado reposo seguro en una apa­
cible soledad, me aplicaré seriamente y con libertad a des­
truir en general todas mis antiguas opiniones. Ahora bien,
para cumplir tal designio, no me será necesario probar que
son- todas falsas, lo que acaso no conseguiría nunca; sino
que, por cuanto la razón me persuade desde el principio
para que no dé más crédito a las cosas no enteramente
ciertas e indudables que a las manifiestamente falsas 2, me
bastará para rechazarlas todas con encontrar en cada una
el más pequeño motivo de duda. Y para eso tampoco hará
falta que examine todas y cada una en .particular, pues
sería un trabajo infinito; sino que, por cuanto la ruina de
los cimientos lleva necesariamente consigo la de todo el
edificio, me dirigiré en principio contra los fundamentos
mismos en que se apoyaban todas mis opiniones antiguas.
18 m e d it a c io n e s / d es c a r te s

Todo lo que he admitido hasta el presente como


más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos
o por los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces
que tales sentidos me engañaban, y es prudente nó fiarse
nunca por entero de quienes nos han engañado una vez.
Pero, aun dado que los sentidos líos engañan a veces,
tocante a cosas mal perceptibles o muy remotas, acaso ha­
llemos otras muchas dé las que no podamos razonablemente
dudar, aunque las conozcamos por .su medio; como, por
ejemplo, que estoy' aquí, sentado junto al fuego, con .una
bata puesta y este papel en mis maños, o cosas por el
estilo. Y ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean
míos, si no es poniéndome a la altura de esos insensatos,
cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros va­
pores de la bilis, que aseguran constante men te ser reyes,
siendo muy pobres, ir vestidos de oro y púrpura, estando
desnudos, o que se imaginan ser cacharros, o tener el cuerpo
de vidrio? Mas los tales son locos, y yo no. lo. sería menos
si me rigiera por su ejemplo.
Con todo, debo considerar aquí que soy hombre y,
por consiguiente, qué tengo costumbre de dormir y de. re­
presentarme en sueños las mismas cofeas, y a veces cosas
menos verosímiles, que esos insensatos cuando están des­
piertos. ¡Cuántas veces no-me habrá ocurrido'soñar, por la
noche, que estaba aquí mismo, vestido, junto al fuego, es­
tando en realidad desnudo y en la cama! En este momento,
estoy seguro de que yo miro este papel con los ojos de la
vigilia, de que esta cabeza que muevo no está soñolienta,
de que alargo esta mano y la siento de propósito y con ple­
na conciencia: lo que acaece en sueños nó me resulta tan
claro y distinto como todo esto. Pero, pensándolo mejor,
recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilu­
siones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, veo
de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes
ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de
la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que casi
puede persuadirme de que estoy durmiendo.
Así pues, supongamos ahoía que estamos dormidos,
y que todas estas particularidades, a saber: que abrimos los
ojos, movemos la cabeza, alargamos las manos, no son sino
mentirosas ilusiones; y pensemos que, acaso, ni nuestras
manos ni todo nuestro cuerpo son tal y como los vemos.
Con todo, hay que confesar al menos que las cosas que nos
representamos en sueños son como cuadros y pinturas que
deben formarse a semejanza de algo real y verdadero; d'e
manera que por lo menos esas cosas generales — a saber:
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 19

ojos, cabeza, manos, cuerpo entero— - no son imaginarias,


sino que en verdad existen. Pues los pintores, incluso cuan­
do usan del mayor artificio para representar sirenas y s-iti-
ros mediante figuras caprichosas y fuera de lo común, no
pueden, sin embargo, atribuirles formas y naturalezas del
todo nuevas, y lo que hacen es sólo mezclar y componer
partes de diversos animales; y, si llega el caso de que su
imaginación sea lo bastante extravagante como para inventar
algo tan nuevo que nunca haya sido visto, representáudocos
así su obra una cosa puramente fingida, y absolutamente
falsa/con todo, al menos los coloreé que usan deben ser
verdaderos.
- Y por igual razón, aun pudiendo ser imaginarias
- esas cosas ^generales — a saber: ojos, cabeza, manos y otras
semejantes-— es preciso confesar, de todos modos, que hay
cosas aún más simples y universales realmente existentes,
por cuya mezcla, ni más ni menos que por la de algunos
colores verdaderos, se forman todas las imágenes de las
cosas que residen en nuestro pensamiento, ya sean verda­
deras y reales, ya fingidas y fantásticas. De ese género es
la naturaleza corpórea en generally su extensión, así como
la figura de_ las „cosas, extensas, su cantidad-o_mágnitéd, su
número, y también el lugar en que están, el tiempo que
mide su duración y otras por el estilo 3.
Por lo cual, acaso no sería mala conclusión si dijé­
semos que la física, la astronomía, la medicina y todas las
demás ciencias que dependen de la consideración de cosas
compuestas, son muy dudosas e inciertas; pero que la arit­
mética, la geometría y demás ciencias de este género, que
no tratan sino de cosas muy simples y generales, sin ocu­
parse mucho de si tales cosas existen o no én la naturaleza,
contienen algo cierto e indudable. Pues, duerma yo o esté
despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado
no tendrá más de cuatro lados; no pareciendo posible que
verdades tan patentes puedan ser sospechosas de falsedad o
incertidumbre alguna4.
Y, sin embargo, hace tiempo que tengo en mi es­
píritu cierta opinión, según la cual hay un Dios que todo
lo puede, por quien he sido creado tal como soy. Pues bien:
¿quién me asegura que el tal Dios no haya procedido de ma­
nera que no exista tierra, ni cielo, ni cuerpos extensos, ni
figura, ni magnitud, ni lugar, pero a la vez de modo que
yo, no obstante, sí tenga la impresión de que todo eso
existe tal y como lo veo? Y más aún: así como yo pienso,
a veces, que los demás se engañan, hasta en las cosas que
creen saber con más certeza, podría ocurrir que Dios haya
20 m e d it a c io n e s / d esc ar tes

q u e r id o q u e m e e n g a ñ e c u a n ta s v e ce s s u m o d o s más tres,
o c u a n d o e n u m e r o lo s la d o s d e u n c u a d r a d o , o c u a n d o ju z g o
de c o sa s aú n m ás fá c ile s q u e ésas, si es q u e so n siq u iera
im a g in a b les. E s p o s ib le q u e D i o s n o h a y a q u e r id o q u e y o sea
b u r la d o así, p u e s se d ic e d e E l q u e es la su p rem a b o n d a d .
C o n t o d o , si e l c rea rm e d e tal m o d o q u e y o siem p re m e
en ga ñ a se re p u g n a ría a su b o n d a d , ta m b ié n p a recería d e l
to d o c o n tr a r io a esa b o n d a d e l q u e p e r m ita q u e m e en ga ñ e
alguna v ez, y e s to ú ltim o l o h a p e r m it id o , sin d u d a 5.
H a b rá p e r so n a s q u e q u iz á p r e fie r a n , lle g a d o s a este
p u n t o , n egar la e x iste n cia d e u n D io s tan p o d e r o s o , a c re e r
q u e tod a s las dem ás cosa s s o n in c ie r ta s ; n o les o b je te m o s
nada p o r e l m o m e n t o , y s u p o n g a m o s , en f a v o r su y o, q u e
t o d o c u a n to se ha d ic h o a q u í d e D io s es p u ra fá b u la ; c o n
t o d o , d e c u a lq u ie r m an era q u e s u p o n g a n h a b e r lleg a d o y o
al e s t a d o y se r q u e p o s e o — y a l o a trib u y a n al d e s tin o o la
fa ta lid a d , y a al azar, ya a u n a en la za d a secu en cia d e las c o ­
sas— será en c u a lq u ie r ca so c ie r t o q u e , p u es erra r y e q u i­
v o ca rs e es u n a im p e r fe c c ió n , c u a n t o m e n o s p o d e r o s o sea el
a u tor q u e a trib u y a n a m i o r ig e n , ta n to m ás p r o b a b le será
q u e y o sea ta n im p e r fe c to q u e s ie m p r e m e e n g a ñ e . A tales
ra zon a m ien tos nada en a b s o lu t o te n g o q u e o p o n e r , s in o
q u e m e c o n s tr iñ e n a c o n fe s a r q u e , d e to d a s las o p in io n e s a
las q u e h abía d a d o c r é d ito en o t r o tie m p o c o m o v e rd a d era s,
n o h a y una so la d e la q u e n o p u e d a d u d a r a h ora , y e llo n o
p o r d e s c u id o o lig e reza , sin o e n v ir t u d d e a rg u m en tos m u y
fu ertes y m a d u ra m e n te m e d ita d o s ; d e tal su e rte q u e, en
ad elan te, d e b o su sp e n d e r m i ju ic io a ce rca d e d ic h o s p e n sa ­
m ie n to s , y n o c o n c e d e rle s m á s c r é d it o d e l q u e d a ría a cosa s
m a n ifiesta m en te falsas, si es q u e q u ie r o h allar a lg o con sta n te
y s e g u r o en la s cien cia s.
P e r o n o basta c o n h a b e r h e c h o esas o b s e r v a c io n e s ,
sino q u e d e b o p r o c u r a r re co rd a rla s, p u e s a q u ella s viejas y
ordin arias o p in io n e s v u e lv e n c o n fr e c u e n c ia a in v a d ir m is
p en sa m ie n to s , a rrog á n d ose s o b r e m i e sp íritu e l d e r e ch o d e
o c u p a ció n q u e les c o n fie r e el la rg o y fa m ilia r u s o qu e han
h e ch o d e é l, d e m o d o q u e, au n sin m i p e r m is o , son ya casi
du eñ a s de m is creen cia s. Y n u n ca p e r d e r é la c o s tu m b r e d e
oto rg a rle s m i a q u iescen cia y c o n fia n z a , m ien tra s las c o n s i­
d ere tal c o m o e n e fe c t o so n , a sa b er: e n c ie r t o m o d o d u d o ­
sas — c o m o a c a b o d e m ostra r— , y c o n t o d o m u y p r o b a b le s ,
de su erte q u e hay m ás razón p a ra c r e e r en ellas qu e para
n egarlas. P o r e llo p ie n s o q u e sería c o n v e n ie n t e segu ir d e li­
berad am en te u n p r o c e d e r c o n t r a r io , y e m p le a r todas m is
fuerzas en e n g a ñ a rm e a m í m is m o , fin g ie n d o q u e tod as
esas o p in io n e s son falsas e im a g in a ria s; hasta q u e , h a b ie n d o
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 21

equilibrado el peso de mis prejuicios de suerte que no puedan


inclinar mi opinión de un Jado ni de otro, ya no sean dueños
de mi juicio los malos hábitos que lo desvían del camino
recto que puede conducirlo al conocimiento de la verdad.
Pues estoy seguro de que, entretanto, no puede haber pe­
ligro ni error en ese modo de proceder, y de que nunca
será demasiada mi presente desconfianza, puesto que ahora
no se trata de obrar, sino sólo de meditar y conocer 6.
Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios

— que es fuente suprema de verdad-— , sino cierto genio
maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el
cual ha usado de toda su industria para engañarme 7. Pen­
saré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras,
los sonidos y las demás cosas exteriores, no son sino ilusio­
nes y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credu­
lidad. Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin
ojos, sin carne, sin sangre, sin sentido alguno, y creyendo
falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamen­
te fijo en ese pensamiento, y si, por dicho medio, no me
es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al me­
nos está en mí mano suspender el juicio. Por ello, tendré
sumo cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad, y dis­
pondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese
gran engañador que, por muy poderoso y astuto que sea,
nunca podrá imponerme nada.
Pero un designio tal es arduo y penoso, y cierta desi­
dia me arrastra insensiblemente hacia mi manera ordinaria
de vivir; y, como un esclavo que goza en sueños de una
libertad imaginaria, en cuanto empieza a sospechar que
su libertad no es sino un sueño, teme despertar y conspira
con esas gratas ilusiones para gozar más largamente de su
engaño, así yo recaigo insensiblemente en mis antiguas opi­
niones, y temo salir de mi modorra, por miedo a que las
trabajosas vigilias que habrían de suceder a la tranquilidad
de mi reposo, en vez de procurarme alguna luz * para co­
nocer la verdad, no sean bastantes a iluminar por entero
las tinieblas de las dificultades que acabo de promover.

* En G. Mótente (p. 97), hay errata de «vez» por «luz».


(N . del T.)
[B lo c a » « E S S IC I

■ M E D IT A C IO N SEGU NDA

D e in naturaleza del espíritu humano;


y qué es más fácil de conocer que el cuerpo

M i meditación de ayer ha llenado mi espíritu de tan­


tas dudas, que ya no está en mi mano olvidarías. Y , sin
embargo, n o veo en qué manera podré resolverlas; y, como
si de repente hubiera caído en aguas muy profundas, tan
turbado m e hallo que ni puedo apoyar mis pies en el fondo
ni nadar para sostenerme' en la superficie.'-'Ш гб un -es­
fuerzo, pese a todo, y tomaré de nuevo la misma vía que
ayer, alejándome de todo aquello en que pueda imaginar
la m ás minima duda, del mismo m odo que si supiera que
es completamente falso; y seguiré siempre por ese camino,
hasta haber encontrado algo cierto, o al menos, si otra
cosa no puedo, hasta saber de cierto que nada cierto hay en
el mundo * .
Arquímedes, para trasladar la tierra de lugar, sólo
pedía un ponto de apoyo firme e inmóvil; así yo también
tendré derecho a concebir grandes esperanzas, si por ven­
tura hallo tan sólo una cosa que sea cierta e indubitable.
A sí, pues, supongo que todo lo que veo es falso; es­
toy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria
me representa ha existido jamás; pienso que carezco de sen­
tidos; creo que cuérpo, figura, extensión, movimiento, lugar,
no son sino quimeras de m i espíritu. ¿Q u é podré, entonces,
tener por verdadero? Acaso esto solo: que nada cierto hay
en el mundo.

* Mantenemos el juego reiterativo de palabras del autor, pa­


tente sobre todo eo la edición latina: «pergamque porro doñee aliquid
certi, vel, si nihil aliud, saltern hoc ipsum pro certo, nihil esse certi,
cognoscam». (1Я. de! T.)
24 M E D IT A C IO N E S / D E S C A R T E S

P e ro ¿ q u é sé y o si n o habrá o tr a co sa , distin ta d e
l.!9 q u e a cab o d e rep u ta r in cierta s, y q u e sea a b solu ta m en te
in d u d a b le ? ¿ N o h abrá un D io s , o algú n o t r o p o d e r , q u e m e
p a n g a en e l esp íritu estos p e n s a m ie n to s ? E llo n o es n ece-
s ic io : tal v e z s o y ca p a z d e p r o d u c ir lo s p o r m í m is m o . Y y o
m ism o , al m e n o s , ¿ n o soy a lg o ? Y a h e n eg a d o q u e y o ten ­
ga se n tid o s n i c u e r p o . C o n t o d o , t itu b e o , pu es ¿ q u é se sigu e
de e s o ? ¿ S o y tan d e p e n d ie n te d e l c u e r p o y d e lo s sen tid os
que, sin e llo s , n o p u e d o ser? * Y a e s t o y p e rsu a d id o d e q u e
r.ida hay e n e l m u n d o ; ni c ie lo , ni tierra, n i esp íritu s, ni
c u e r p o s , ¿ y n o e s to y a sim ism o p e rsu a d id o d e q u e y o ta m ­
p o c o e x is t o ? P u e s n o : si y o e sto y p e rsu a d id o d e a lg o , o
rneram entefs[^ pien so a lg o , es p o r q u e y o s o y s. C ie r t o q u e hay
r.3 s é qu é e n g a ñ a d o r t o d o p o d e r o s o y a stu tísim o, q u e em p lea
toda su in d u stria en b u rla rm e. P e r o e n to n ce s n o ca b e d u d a
e s q u e , si m e en ga ñ a , es q u e y o s o y ; y , en gá ñ em e cu a n to
qu iera , n un ca p o d r á h a cer q u e y o n o sea nada, m ien tra s y o
esté p e n sa n d o q u e s o y algo. D e m anera q u e , tras p en sa rlo
bien y ex a m in a rlo t o d o c u id a d o s a m e n te , resulta q u e es p r e ­
ciso c o n c lu ir y da r c o m o co sa cierta q u e esta p r o p o s ic ió n :
yo s o y , y o e x i s t o , es n ecesa ria m en te v erd a d era , cuantas v e ­
ces la p r o n u n c io o la c o n c ib o en m i esp íritu .
A h o r a b ie n : ya sé c o n certeza q u e soy , p e r o aún n o
sé c o n cla rid a d q u é s o y ( 3 ) ; d e su erte q u e , en a d ela n te, p r e ­
ciso d e l m a y o r c u id a d o para n o c o n fu n d ir im p ru d e n te m e n te
cira c o s a c o n m ig o , y así n o e n tu rb ia r e se c o n o c im ie n t o , q u e
sosten g o ser m á s c ie r t o y e v id e n te q u e t o d o s los q u e h e te n i­
do a n tes.
P or e llo , ex a m in a ré d e n u e v o lo q u e y o c re ía ser, an­
tes d s in cid ir é n e sto s p en sa m ie n to s , y qu itaré d e mis a n ti­
guas o p in io n e s t o d o l o q u e p u e d e c o m b a tirse m e d ia n te las
r iz o n e s qu e a c a b o d e alegar, d e su erte q u e n o q u e d e nada
i r is c u e lo e n te r a m e n te in d u d a b le . A s í, p u es, ¿ q u é es lo q u e
arues y o creta se r? U n h o m b r e , sin d u d a . P e r o ¿ q u é es un
h o m b r e ? ¿ D ir é , a ca s o , q u e u n anim al r a cio n a l? N o p o r
c ie r t o : pues h a b ría lu e g o q u e a v erig u a r q u é es an im al y q u é
es ra cio n a !, y así una ú n ica c u e s tió n n o s llevaría in sen sib le­
m en te a in fin id a d d e otra s c u e s tio n e s m ás d ifíc ile s y e m b a ­
razosas, y n o q u is ie ra m a lgastar en tales su tilezas el p o c o
tie m p o y o c io q u e m e restan. E n to n c e s , m e d e te n d r é a q u í
a c o n s id e r a r m ás b ie n lo s p e n sa m ie n to s q u e an tes nacían
esp on tán eos e n m i e sp íritu , in sp ira d o s p o r m i so la naturale-

* Advertimos desde ahora q n s habrá siempre dificultades para


ird u c ír, ya «se r», ya «existir», pues el latín juega con esse de un
rz^Jo que el castellano no puede hacer. (N. del T.)
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 25

za, c u a n d o m e ap licaba a c o n s id e r a r m i ser. M e fija b a , p r i­


m e r o , en q u e y o ten ía un r o s t r o , m a n o s , b r a z o s, y tod a esa
m á qu in a d e h u esos y carn e, tal y c o m o ap arece en un ca­
d á v er, a la q u e design ab a c o n el n o m b r e d e c u e r p o . T ras
e s o , reparaba en q u e m e n u tría , y an d a b a , y sen tía, y p e n ­
saba, y refería tod a s esas a c c io n e s al alm a; p e r o n o m e p a ra ­
ba a p en sa r en q u é era e s e 'a lm a , o b ie n , si lo h acía, im a­
gin a ba q u e era a lgo e x tr e m a d a m e n te raro y su til, c o m o un
v ie n t o , u n a llam a o un d e lic a d o é te r , d ifu n d id o p o r m is
otras p a rtes m ás g rosera s. E n lo to c a n te al c u e r p o , n o d u ­
da ba en a b s o lu to d e su natu raleza, p u e s p en sa b a c o n o c e rla
m u y d is tin ta m e n te , y , de q u e r e r ex p lica rla seg ú n las n o c io ­
nes q u e e n to n ce s ten ía, la h u b ie ra d e s c r ito así: e n tie n d o
p o r c u e r p o t o d o a q u e llo q u e p u e d e estar d e lim ita d o p o r
una fig u r a , estar situ a d o en u n lu gar y llenar- u n esp a cio d e
su erte q u e t o d o o t r o c u e r p o q u e d e e x c lu id o ; t o d o a q u ello
q u e p u e d e ser s e n tid o p o r el ta c to , la v ista , el o íd o , el
g u s to , o el o lfa t o ; q u e p u e d e m o v e r s e d e d is tin to s m o d o s ,
n o p o r sí m is m o , sin o p o r alguna o tr a co sa q u e l o to c a y
cuya im p r e s ió n r e c ib e ; pu es n o creía y o q u e fu e ra a trib u ib le
a la n atu raleza c o r p ó r e a la p o t e n c ia d e m o v e r s e , sen tir y
pen sa r: al c o n t r a r io , m e a som b ra b a al v e r q u e tales fa c u l­
tades se h allaba n en algu n os c u e r p o s .
P u e s b ie n , ¿ q u é so y y o , a h ora q u e s u p o n g o h a b er
a lgu ien e x tre m a d a m e n te p o d e r o s o y , si es líc it o d e c ir lo así,
m a lig n o y a stu to, q u e em p lea todas sus fu erzas e in du stria
en e n g a ñ a rm e? ¿ A c a s o p u e d o estar se g u ro d e p o s e e r e l más
m ín im o d e esos a trib u tos q u e a ca b o de re fe rir a la n atu ­
raleza c o r p ó r e a ? M e p a ro a p en sa r en e llo c o n a te n ció n , p a so
revista una y otra v e z , en m i e sp íritu , a esas cosa s, y n o
h a llo n in g u n a d e Ja q u e pu eda d e c ir q u e está en m í. N o es
n ece sa rio q u e m e en treten g a en recon ta rla s. P a s e m o s , pues,"
a lo s a trib u to s d el alm a, y v ea m os si h ay a lg u n o cjue esté en
m í. L o s p r im e r o s so n n u trirm e y an d a r; p e r o , si es cie rto
q u e n o te n g o c u e r p o , es c ie r t o e n to n ce s ta m b ién q u e n o
p u e d o an dar ni n u trirm e. U n te r c e ro es sen tir: p e r o n o
p u e d e u n o sen tir sin c u e r p o , ap arte d e q u e y o h e c r e íd o
sen tir en su eñ os m u ch a s cosas y , al d esp erta r, m e he d a d o
cu en ta d e q u e n o las h abía se n tid o rea lm en te. Un c u a rto es
p en sa r: y a q u í sí b a ilo q u e el p e n sa m ie n to es un a trib u to q u e
m e p e r te n e ce , s ie n d o el ú n ic o q u e n o p u e d e separarse de
m í 9. Y o s o y , y o e x i s t o ; eso es c ie r t o , p e r o ¿ c u á n to t ie m p o ?
T o d o el tie m p o q u e e sto y p e n s a n d o : pu es qu izá o c u r rie s e
q u e , si y o cesara d e p en sa r, cesaría al m is m o tie m p o d e
ex istir. N o a d m ito ah ora nada q u e n o sea n ecesa ria m en te
v e r d a d e r o : así, p u e s, h a b la n d o c o n p r e c is ió n , n o s o y m ás
26 m e d it a c io n e s / d es c a r te s

que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un enten­


dimiento o una razón, términos cuyo ; significado me. era
antes desconocido. Soy, entonces, una cosa verdadera, y ver­
daderamente existente. Mas ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una
cosa que piensa. ¿Y qué más? Excitaré aún mi imaginación,
a fin de averiguar si no soy algo más. No soy esta reunión
de miembros llamada cuerpo humano; no soy un aire sutil
y penetrante, difundido por todos esos miembros; no soy
un viento, un soplo, un vapor, ni nada de cuanto pueda
fingir e imaginar, puesto que ya he dicho que todo eso no
era nada. Y, sin modificar esc supuesto, hallo que no dejo
de estar cierto de que soy algo.
Pero acaso suceda que esas mismas cosas que supon­
go sers puesto que no las conozco, no sean'en efecto dife­
rentes de mí, a quien conozco. Nada sé del caso: de eso no
disputo ahora, y sólo puedo juzgar de las cosas que conoz­
co: ya sé que soy, y eso sabido, busco saber qué soy. Pues
bien: es certísimo que ese conocimiento de mí mismo, ha­
blando con precisión, no puede depender de cosas cuya
existencia aún me es desconocida, ni por consiguiente, y con
mayor razón, de ninguna de las que son fingidas e inven­
tadas por la imaginación. R incluso esos términos de: «fin­
gir» e «imaginar» me advierten de mi error: pues en efec­
to yo haría algo ficticio, si imaginase ser alguna cosa, pues
«imaginar» no es sino contemplar la figura o «imagen» de
una cosa corpórea. Ahora bien: ya sé de cierto que soy y
que, a la vez, puede ocurrir que todas esas imágenes y, en
general, todas las cosas referidas a la naturaleza del cuerpo,
no sean más que sueños y quimeras. Y , en consecuencia,
veo claramente que decir «excitaré mi imaginación para
saber más distintamente qué soy» es tan poco razonable
como decir «ahora estoy despierto, y percibo algo real y
verdadero, pero como no lo percibo aún con bastante clari­
dad, voy a dormirme adrede para que mis sueño? me lo
representen con mayor verdad y evidencia». Así, pues, sé
con certeza que nada de lo que puedo comprender por
medio de la imaginación pertenece al conocimiento que ten­
go de mí mismo, y que es preciso apartar el espíritu de esa
manera de concebir, para que pueda conocer con distinción
su propia naturaleza.
¿Qué soy, entonces? Uña cosa que piensa. Y ¿qué es
una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende,
que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que ima­
gina también, y que siente. Sin duda no es poco, si todo
eso pertenece a mi naturaleza. ¿Y por qué no habría de
pertenecerle? ¿Acaso no soy yo el mismo que duda casi ,
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 27

de todo, que entiende, sin embargo, ciertas cosas, que afir­


ma ser ésas solas las verdaderas, que niega todas las demás,,
que quiere conocer otras, que no quiere ser engañado *, que
imagina muchas cosas —-aun contra su voluntad— y que
siente también otras muchas, por mediación de los órganos
de su cuerpo? ¿Hay algo de esto que no sea tan verdadero
como es cierto que soy, que existo, aun en el caso de que
estuviera siempre dormido, y de que quien me ha dado el
ser30 empleara todas sus fuerzas en burlarme? ¿Hay alguno
de esos atributos que pueda distinguirse de mi-pensamiento,
o que pueda estimarse separado de mí mismo? Pues es de
suyo tan evidente que soy yo quien duda, entiende y desea,
que no hace falta añadir aquí nada para explicarlo. Y tam­
bién es cierto que tengo la potestad de imaginar: pues aun­
que pueda ocurrir (como he supuesto más arfiba) que las co­
sas que imagino no sean verdaderas, con todo, ese poder
de imaginar no deja de estar realmente en mí, y forma
parte de mi pensamiento. Por último, también soy yo el
mismo que siente, es decir, que recibe y conoce las cosas
como a través de los órganos de los sentidos, puesto que, en
efecto, veo la luz, oigo el ruido, siento el calor. Se me dirá,
empero, que esas apariencias son falsas, y qüe estoy dur­
miendo. Concedo que así sea: de todas formas, es al menos
muy cierto que me parece ver, oír, sentir calor, y eso es
propiamente lo que en mí se Дата sentir, y, así precisa­
mente considerado, no es otra cosa que «pensar». Por
donde empiezo a conocer qué soy, con algo más de claridad
y distinción que antes.
Sin embargo, no puedo dejar de creer que las cosas
corpóreas, cuyas imágenes forma mi pensamiento y que los
sentidos examinan, son mejor conocidas que esa otra parte,
no sé bien cuál, de mí mismo que no es objeto de la imagi­
nación: aunque desde luego es raro que yo conozca más
clara y fácilmente cosas que advierto dudosas y alejadas dé
mí, que otras verdaderas, ciertas y pertenecientes a mi
propia naturaleza. Mas ya veo qué ocurre: mi espíritu se
complace en extraviarse, y aun no puede mantenerse en los
justos límites de la verdad. Soltémosle, pues, la rienda una
vez más, a fin de poder luego, tirando dé ella suave y oportu­
namente, contenerlo y guiarlo con más facilidad.
Empecemos por considerar las cosas que, común­
mente, creemos comprender con mayor distinción, a saber:
los cuerpos que tocamos y vemos. No me refiero a los

* En G . Morente (p. 101), hay errata: «qu e quiere ser enga­


ñado», en lugar de «q u e no q u iere/.,» (N. del T.)
2 8 m e d it a c io n e s / d es c a r te s

cuerpos en general, pues tales nociones generales suelen ser


un tanto confusas, sino a un cuerpo particular. Tomemos,
por ejemplo, este pedazo de cera que acaba de ser sacado
de la colmena: aún no ha perdido la dulzura de la miel
que contenía; conserva todavía algo del olor de las flores
con que ha sido elaborado; su color, su figura, su magnitud
son bien perceptibles; es duro, frío, fácilmente manejable,
y, si lo golpeáis, producirá un sonido. En fin, se encuentran
en él todas las cosas que permiten conocer discintamente
un cuerpo. Mas he aquí que, mientras estoy hablando, es
acercado al fuego. Lo que restaba de sabor se exhala;
el olor se desvanece; el color cambia, la figura se pierde, la
magnitud aumenta, se hace líquido, se calienta, apenas se le
puede tocar y, si lo golpeamos, ya no producirá sonido al­
guno: Tras cambios tales, ¿permanece la misma cera? Hay
que confesar que sí: nadie lo negará. Pero entonces ¿qué es
1q que conocíamos con tanta distinción en aquel pedazo de
cera? Ciertamente, no puede ser nada de lo que alcanzába­
mos por medio de los sentidos, puesto que. han cambiado
todas las cosas que percibíamos por el gusto, el olfato, la
vista, el tacto o el oído; y, sin embargo, sigue ' siendo la
misma cera. Tal vez sea lo que ahora pienso, a saber: que
la cera no era ni esa dulzura de miel, ni ese agradable olór
de flores, ni esa blancura, ni esa figura, ni ese sonido, sino
tan sólo un cuerpo que un poco antes se me aparecía
bajo esas formas, y ahora bajo otras distintas. Ahora bien, al
concebirla precisamente así, ¿qué es lo que imagino? Fijé­
monos bien, y, apartando todas las cosas que no perte­
necen a la cera, veamos qué resta. Ciertamente, nada más
que algo extenso, flexible y cambiante. Ahora bien, ¿qué
quiere decir flexible y cambiante? ¿No será que imagino
que esa cera, de una figura redonda puede pasar a otra
cuadrada, y de ésa a otra triangular? No: no es eso. puesto
que la concibo capaz de sufrir una infinidad de cambios
semejantes, y esa infinitud no podría ser recorrida por mi
imaginación: por consiguiente, esa concepción que tengo
de la cera no es obra de la facultad de imaginar.
Y esa extensión, ¿qué es? ¿No será algo igualmen­
te desconocido, pues que aumenta al ir derritiéndose la cera,
resulta ser mayor cuando está enteramente fundida, y mucho
mayor cuando el calor se incrementa más aún? Y yo no
concebiría de un modo claro y conforme a la verdad lo que
es la cera, si no pensase que es capaz de experimentar más
variaciones según la extensión, de todas las que yo haya
podido imaginar. Debo, pues, convenir en que yo no 'puedo
concebir lo que es esa cera por medio de la imaginación.
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 29

y sí s ó lo p o r m e d io del e n te n d im ie n t o : m e r e fie r o a ese


tro z o d e cera en pa rticu la r, p u e s , en c u a n to я la cera en
g en era l, e llo resu lta aún m ás e v id e n te . P u e s b ie n , ¿ q u é es
esa cera, s ó lo c o n c e b ib le p o r m e d io d e l e n te n d im ie n t o ? Sin
d u d a , es la m ism a q u e v e o , t o c o e im a g in o ; la m ism a q u e
d e s d e el p r in c ip io ju zgab a y o c o n o c e r . P e r o lo q u e se trata
a q u í d e n o ta r es q u e la im p re s ió n q u e d e ella r e c ib im o s , o la
a cció n p o r c u y o m e d io la p e r c ib im o s ( 4 ) , n o es una v is ió n ,
u n tacto o u na im a g in a ció n , y n o lo ha s id o n u n ca , a u n q u e
así l o p a reciera a n tes, sin o s ó lo u n a in s p e c c ió n d e l e sp íritu ,
la cual p u e d e ser im p e rfe c ta y c o n fu s a , c o m o lo era antes,
o b ie n clara y d is tin ta , c o m o lo es a h ora , segú n atien da m e ­
n os o m ás a las cosa s q u e están en e lla y d e las q u e co n s ta 11.
N o es m u y d e extrañ ar, sin e m b a r g o , q u e m e en ga ñ e,
su p u esto q u e m i esp íritu es h a r to d é b il y se in clin a in sen ­
s ib lem en te al e r ro r . P u es a u n q u e e s to y c o n s id e r a n d o ahora
e sto en m í fu e r o in te rn o y sin h a b la r, c o n t o d o , v e n g o a
trop eza r c o n las pa lab ra s, y están a p u n t o d e en ga ñ a rm e lo s
térm in os d e l le n g u a je c o m e n t e ; p u e s n o s o t r o s d e c im o s q u e
v e m o s la m ism a cera , si está p r e s e n te , y n o q u e p en sa ­
m o s q u e es la m ism a en v irtu d d e ten er lo s m ism os c o lo r y
f i g u r a r l o 'q u e casi m e fu erza a c o n c lu ir q u e c o n o z c o la cera
p o r la v is ió n d e los o jo s , y n o p o r la sola in sp e c c ió n d el
esp íritu . M a s h e a q u í q u e, d e s d e la v e n ta n a , v eo pasar u n os
h o m b r e s p o r la ca lle : y d ig o q u e v e o h o m b r e s , c o m o c u a n d o
d ig o q u e v e o cera ; sin e m b a r g o , lo q u e e n realid ad v e o son
s o m b r e ro s y cap a s, q u e m u y b ie n p o d r ía n o c u lta r m e to s
a u tóm atas, m o v id o s p o r resortes n . Sin e m b a r g o , p ie n s o q u e
son h o m b r e s , y d e este m o d o c o m p r e n d o m ed ia n te la fa ­
cu lta d d e ju zg a r, q u e resid e en m i e s p íritu , lo q u e creía
v e r c o n lo s o jo s .
P e r o un h o m b r e q u e in ten ta c o n o c e r m e jo r q u e el
v u lg o , d e b e a v ergon za rse d e h a lla r m o t iv o s d e d u d a en las
m anetas d e h ablar p rop ia s d el v u lg o . P o r e s o , p r e fie r o segu ir
adelan te y c o n s id e ra r si, c u a n d o y o p e r c ib ía al p r in c ip io la
cera y creía c o n o c e r la m ed ia n te los s e n tid o s e x te r n o s , o al
m en os m ed ia n te el sen tid o c o m ú n — seg ú n lo llam an — , es
d e cir, p o r m e d io d e la p o te n c ia im a g in a tiv a , la c o n c e b ía co n
m a yor e v id e n cia y p e r fe c c ió n q u e a h ora , tras h a b e r e x a m i­
n a d o c o n m a y or e x a ctitu d lo q u e ella e s, y en cjué m anera
p u e d e ser c o n o c id a . P e r o sería r id íc u lo d u d a r siq u iera d e
e llo , pu es ¿ q u é h abía d e d is tin to y e v id e n te en aq u ella p e r ­
c e p ció n p rim e ra , q u e cu a lq u ier an im al n o p u d iera p e r c ib ir ?
E n c a m b io , c u a n d o h ago d is tin c ió n e n tre la cera y sus f o r ­
mas ex tern a s, y, c o m o si la h u b ie se d e s p o ja d o cíe sus v e s­
tidu ras, la c o n s id e r o d esn u d a , e n to n c e s , au n qu e aún pu ed a
30 m e d it a c io n e s / d esc ar tes

haber algún error en mi juicio, es cierto que una tal concep­


ción no puede darse sino en un espíritu humano.
Y, en fin, ¿qué diré de ese espíritu, es decir, de mí
mismo, puesto que hasta ahora nada, sino espíritu, reconoz­
co en mí? Y o, que parezco concebir con tanta claridad y
distinción este trozo de cera, ¿acaso no me conozco a mí
mismo, no sólo con más verdad y certeza, sino con mayores
distinción y claridad? Pues si juzgo que existe la cera porque
la veo, con mucha más evidencia se sigue, del hecho de
verla, que. existo yo mismo. En efecto: pudiera ser que lo
que yo veo no fuese cera, o que ni tan siquiera tenga yo
ojos para ver cosa alguna; pero lo que no puede ser es que,
cuando veo o pienso que veo (no hago distinción entre am­
bas cosas), ese yo, que tal piensa, no sea, nada. Igualmente,
si por tocar la cera juzgo que existe, se seguirá lo mismo, a
saber, que existo yo; y si lo juzgo porque me persuade de
eLío mi imaginación, o por cualquier otra causa, resultará
la misma conclusión. Y lo que he notado aquí de la cera
es lícito aplicarlo a todas las demás cosas que están fue­
ra de mí.
Pues bien, si el conocimiento de la cera parece ser
más claro y distinto después de llegar a él, no sólo pol­
la vista o el tacto, sino por muchas más causas, ¿con cuán­
ta mayor evidencia, distinción y claridad no me conoceré a
mí mismo, puesto que todas las razones que sirven para
conocer y concebir la naturaleza de la céra,'o de cualquier
otro cuerpo, prueban aún mejor la naturaleza de mi espí­
ritu? Pero es que, además, hay tantas otras cosas en el
espíritu mismo, útiles para conocer su naturaleza, que las
que, como éstas, dependen del cuerpo, apenas si merecen
ser nombradas.
Pero he aquí que, por mí mismo y muy natural­
mente, he llegado adonde pretendía. En efecto: sabiendo
yo ahora que los cuerpos no son propiamente concebidos
sino por el solo entendimiento, y no por la imaginación ni
por los sentidos, y que no los conocemos por verlos o to­
carlos, sino sólo porque los concebimos en el pensamiento,
sé entonces con plena claridad que nada me es más fácil
de conocer que mi espíritu. Mas, siendo casi imposible des­
hacerse con prontitud de una opinión antigua y arraigada,
bueno será que me detenga un tanto en este lugar, a fin de
que, alargando mi meditación, consiga imprimir más profun­
damente en mi memoria este nuevo conocimiento.
MEDITACION TERCERA

De Dios; que existe

Cerraré ahora los ojos, me taparé los oídos, suspen­


deré mis sentidos; hasta borraré de mi pensamiento toda
imagen de las cosas corpóreas, o, al menos, como eso es casi
imposible, las reputaré vanas y falsas;-de. este..modo, en
coloquio sólo conmigo y examinando mis adentros, procuraré
ir conociéndome mejor y hacerme más familiar a mí pro­
pio. Soy una cosa que piensa, es decir, que duda, afirma,
niega, conoce unas pocas cosas, ignora otras much.is, ama,
odia, quiere, no quiere, y que también imagina y siente,
pues, como he observado más arriba, aunque lo que siento
e imagino acaso no sea nada fuera de mí y en sí mismo,
con todo estoy seguro de que esos modos de pensar residen
y se hallan en mí, sin duda. Y con lo poco que acabo de
decir, creo haber ennumerado todo lo que sé de derto, o,
al menos, todo lo que he advertido saber hasta aquí.
Consideraré ahora con mayor circunspección si no
podré hallar en mí otros conocimientos de los que aún no me
haya apercibido. Sé con certeza que soy una cosa que pien­
sa; pero ¿no sé también lo que se requiere para estar cierto
de algo? En ese mi primer conocimiento, no hay nada más
que una percepción clara y distinta de lo que сопогсо, la
cual no bastaría a asegurarme de su verdad si fuese posible
que una cosa concebida tan clara y distintamente resultase
falsa. Y por ello me parece poder establecer desde ahora,
como regla general, que son verdaderas todas las cosas que
concebimos muy clara y distintamente.
Sin embargo, he admitido antes de ahora, como cosas
muy ciertas y manifiestas, muchas que más tarde he recono­
cido ser dudosas e inciertas. ¿Cuáles eran? La tierra, el
cielo, los astros y todas las demás cosas que percibía por
medio de los sentidos. Ahora bien: ¿qué es lo que conce-
32 m e d it a c io n e s / d e s c a r te s

bía e n ellas como claro y distinto? Nada más, e n verdad,


sino que las ideas o pensamientos de esas cosas se presen­
taban a mi espíritu. Y aun ahora no niego que esas ideas
estén en mí. Pero había, además, otra cosa que yo afirmaba,
y que pensaba percibir muy claramente por la costumbre
que tenía de creerla, a saber: que había fuera de mí ciertas
cosas, de las que procedían esas ideas, y a las que éstas se
asemejaban por completo. Y en eso me engañaba; o al
menos, si es que mi juicio era verdadero, no lo era en vir­
tud de un conocimiento que yo tuviera.
Pero cuando consideraba algo muy sencillo y fácil, to­
cante a la aritmética y la ¡ geometría, como, por ejemplo,
que dos más tres son cinco, o cosas semejantes, ¿no las
concebía con claridad suficiente para asegurar que eran
verdaderas? Y sí más tarde he pensado que cosas tales po­
dían ponerse en duda, no ha sido por otra razón sino ocu-
rrírseme que acaso Dios hubiera podido darme una natura­
leza tal, que yo me engañase hasta en las cosas que me pa­
recen más manifiestas. Pues bien, siempre que se presenta
a mi pensamiento esa opinión, anteriormente concebida,
acerca de la suprema potencia de Dios 13, me veo forzado a
reconocer que le es muy fácil, si quiere, obrar de manera que
yo me engañe aun en las cosas que creo conocer con gran­
dísima evidencia; y, por el contrario, siempre que reparo
en las cosas que creo concebir muy claramente, me persua­
den hasta el punto de que prorrumpo en palabras como és­
tas: engáñeme quien pueda, que lo que nunca podrá será
hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que
soy algo, ni que alguna vez sea cierto que yo no haya sido
nunca, siendo verdad que ahora soy, ni que dos más tres
sean algo dieting de cinco, ni otras cosas semejantes M, que
veo claramente no poder ser cc :~cJo ■ como las
Ил . - i „
Ciertamente, supuesto que no tengo razón alguna
para creer que haya algún D;os engañador, y que no he con­
siderado aún ninguna de las que prueban que hay un Dios,
los motivos de duda que sólo dependen de dicha opinión
son muy ligeros y, por así decirlo, metafísicos 15. Mas a fin
de poder suprimirlos del todo, debo examinar si hay Dios,
en cuanto se me presente la ocasión, y, si resulta haberlo,
debo también examinar si puede ser engañador; pues, sin
conocer esas dos verdades, no veo cómo voy a poder alcan­
zar certeza de cosa alguna. Y para tener ocasión de averi­
guar todo eso sin alterar el orden de meditación que me he
propuesto, que es pasar por grados de las nociones que
encuentre primero en mi espíritu a las que pueda hallar
MEDITACIONES METAFÍSICAS 33

d esp u és, te n g o q u e d iv id ir a q u í to d o s m is p en sa m ien tos en


ciertos g é n e r o s , y con sid era r en cuáles d e estos g é n e ro s hay,
p r o p ia m e n te , v erd a d o error.
D e en tre m is p en sa m ien tos, u n os son c o m o im á g e­
n es de c o s a s , y a éstos s o lo s c o n v ie n e c o n p r o p ie d a d el n o m ­
b r e d e « i d e a » w: c o m o cu a n d o q u ie r o , te m o , a firm o o n ie g o ;
p u e s , si b ie n c o n c ib o en to n ce s alguna co sa d e la q u e trata la
a cción d e m i e sp íritu , añ ad o a sim ism o a lg o , m ed ia n te esa
a cción , a la idea q u e te n g o d e aq u ella c o s a ; y d e este g é n e ro
d e p en sa m ie n to s , u n os so n lla m a d os v o lu n ta d e s o a fe c c io n e s ,
y o tr o s, ju ic io s .
P u e s b ie n , p o r l o q u e toca a las idea s, si se las c o n ­
sidera s ó lo en sí m ism as, sin r e la ció n a n in gu n a otra co sa ,
n o p u e d e n ser llam adas c o n p r o p ie d a d falsas; pu es im ag in e
y o una ca b ra o una q u im era , tan v e rd a d es q u e im a g in o
la una c o m o la o tra .
N o es ta m p o c o d e tem er q u e p u ed a hallarse fa lse­
d a d en la s a fe ccio n e s o v o lu n ta d e s; p u es a u n q u e y o p u ed a
desear c o sa s m alas, o q u e n u n ca hayan e x is t id o , n o es m en os
c ie rto p o r e llo q u e y o las d e s e o .
P o r ta n to, s ó lo en los ju ic io s d e b o ten er m u c h o c u i­
d a d o d e n o errar. A h o r a b ie n , el p rin cip a l y m ás fre cu e n te
e r ro r q u e p u e d e en con tra rse en ello s con siste- en ju zg a r q u e
las ideas q u e están en m í son sem eja n tes o c o n fo r m e s a c o ­
sas qu e están fu era d e m í, p u es si con sid era se las -ideas só lo
c o m o cie rto s m o d o s d e m i p e n sa m ie n to , sin p r e te n d e r re­
ferirlas a alguna cosa e x te r io r, apenas p o d r ía n d a rm e o c a ­
sión de erra r.
. P u e s b ie n , d e esas idea s, unas m e p a recen nacidas
c o n m ig o , otras extrañ as y v en id a s d e fu era , y otras h ech as
e in ven ta d as p o r m í m ism o"'17. P u es ten er la fa cu lta d d e c o n ­
c e b ir lo q u e es en general una co sa , o una v e rd a d , o un
p e n sa m ie n to , m e pa rece p r o c e d e r ú n ica m en te d e m i p ro p ia
n atu raleza; p e r o i'< o ií'o a h o r a un r u id o , si v e o el so l, si
c a lo r , h e ju zg a d o h a s t a el p resen te q u e esos se n ti­
e ic a fo
m ientos p r o c e d a n d e ciérf;¡s cosa s ex isten tes fu era de m í;
y, p o r ú ld m o , m e p a rece 4 u t la » sirenas, Jos h ip o g r ifo s y
otras qu im era s d e ese g é n e r o , so n fic c io n e s e in v e n c io n e s d e
m i esp íritu . P e ro ta m b ién p o d r ía p ersu a d irm e d e q u e tod a s
las ideas s o n d el g é n e r o d e las q u e lla m o extrañ as y ven id as
d e fuera, o d e q u e han n a c id o tod a s c o n m ig o , o d e q u e tod as
han sido h ech as p o r m í, p u es aun n o h e d e s cu b ie r to su v e r ­
d a d ero o r ig e n . Y lo q u e p rin cip a lm e n te d e b o h a cer, en este
lugar, es c o n s id e ra r, re sp e cto d e aquellas q u e m e parecen
p roced er c e ciertos o b je to s q u e están fu era d e m í, q u é ra­
zon es m e fu erza n a creerlas sem ejan tes a esos o b je to s .
34 m e d it a c io n e s / d es c a r te s

La primera de esas razones es que parece enseñár­


melo la naturaleza; y la segunda, queexperimento en mí
mismo que tales ideas no dependen de mi voluntad, pues
я menudo se me presentan a pesar mío, como ahora, quié­
ralo o no, siento calor, y por esta causa estoy persuadido
de que este sentimiento o idea del calor es producido en mí
por algo diferente de mí, a saber, por el calor del fuego
junto al cual me hallo sentado. Y nada veo que me parezca
más razonable que juzgar que esa cosa extraña me envía
e imprime en mí su semejanza, más bien que otra cosa cual­
quiera *.
Ahora tengo que ver si esas razones son lo bastante
fuertes y convincentes. Cuando digo que me parece que la
naturaleza me lo enseña, por la palabra «naturaleza» en­
tiendo sólo cierta inclinación que /ne lleva a creerlo, y no
una luz natural que me haga conocer que es verdadero 18.
Ahora bien, se trata de dos cosas muy distintas entre sí;
pues no podría poner en duda nada de lo que la luz natu­
ral me hace ver como verdadero: por ejemplo, cuando antes
me enseñaba que del hecho de dudar yo, podía concluir mi
.existencia. Porque, además, no tengo ninguna otra facultad o
potencia para distinguir lo verdadero; de lo falso, que pueda
enseñarme que no es verdadero lo que la luz natural me
muestra como tal, y en-la que pueda fiar com o-fío en la
luz natural. Mas por lo que toca a esas inclinaciones que
también me parecen naturales, he notado a menudo que,
cuando se trataba de elegir entre virtudes y vicios, me han
conducido al mal tanto como al bien: por ello, no hay
razón tampoco para seguirlas cuando se trata de la verdad y
ln falsedad.
En cuanto a la otra razón — la de que esas ide^
deben proceder de fuera, pues no dependen 'J: mi volun­
tad— tampoco la encuentro rr>r.r!;,ccuie. Puesto que, al
igual (i" '' £¿¡.ia inclinaciones de las que acabo de hablar se
hallan en mí, pese a que no siempre cone.rerden con mi
voluntad, podría también ocurrir que haya en mí, sin yo
conocerla, alguna facultad o potencia, apta para producir
esas ideas sin ayuda de cosa exterior; y, en efecto, me ha
parecido siempre hasta ahora que tales ideas se forman
en mí, cuando duermo, sin el auxilio de los objetos que

* G . M orente traduce «más bien que otro efecto cualquiera»


(p, 109), sin aparente justificación. Latín: «N ib ilqu e magis obvium
est, quam ut judicem istam rem suam similitudinem potius quam aliud
. quid in me im m itere»; francés: « . . . q u e de iuger que cette chose
étrangère envoye et imprime en m oy sa ressemblance plustost ' qu’­
aucune autre chose». (N. del T.)
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 35

re p re s e n ta n . Y en fin , z u n e s t a n d o y o c o n f o r m e con с j c
son ca u sa d a s p o r esos o b j e t o s , d e a h í Ijü se s ig u e n e c e s a ­
r ia m e n te q u e d e b a n a s e m e ja rse a e llo s . P o r el c e n t r a n o , b e
n o ta d o a m e n u d o , en m u c h o s c a s o s , q u e h abía gran d i f e ­
ren cia e n tr e el o b j e t o y su id e a . A s í , p o r e je m p lo , en m i
e sp íritu e n c u e n t r o d o s id e a s d el s o l m u y d iv e r s a s : un.; t o n a
su o r ig e n d e lo s s e n tid o s , y d e b e s itu a r s e en el g é n e r o d e la s
q u e h e d ic h o v ie n e n d e fu e r a ; s e g ú n e lla , el so l m e p a r e c e
p e q u e ñ o en e x t r e m o ; la o t r a p r o v i e n e d e las ra-.cm es d e Ja
a s tr o n o m ía , es d e c ir , d e c ie r ta s n o cio n e s ^ n a cid a s c o n m ig o , o
b ie n e la b o r a d a s p o r m í d e a lgú n m ò d o : segú n e lla , el s o l
m e p a r e c e varias v e ce s m a y o r q u e la tie r r a . Sin d u d a , esa s
d o s id e a s q u e y o f o r m o d e l sol n o p u e d e n ser, las d o s , s e m e ­
ja n tes al m is m o s o l; y la ra zón m e i m p e le a c r e e r q u e la
q u e p r o c e d e in m e d ia ta m e n te d e su a p a r ie n c ia e s , p r e c is a ­
m e n te , la q u e L es m á s d is ím il.
T o d o e llo b ie n m e d e m u e s tr a c a e , h a s-га ei m o ­
m e n t o , n o ha s id o un ju i c i o c i e r t o y b i e n p e n c a d o , s i n o
s ó lo u n c ie g o y te m e r a r io im p u l s o , l o q u e m e ha h e c h o
cre e r q u e ex istía n co sa s fu e r a d e m í, d ife r e n t e s d e m í, y
q u e , p o r m e d io d e lo s ó r g a n o s d e m is s e n t id o s , o p o r a lg ú n
o t r o , m e en v ia b a n stns id e a s o im á g e n e s , e im p r im ía n rn r. i
sus sem eja n za s.
M as se m e o f r e c e aún o t r a v ía p a ra a v e r ig u a r s i,
e n tre la s cosa s c u y a s id e a s t e n g o e n m í . h ay a lg u n a s q u e
e x is te n fu e r a d e m í. E s a s a b e r : si ta les id e a s se to m a n s ó l o
e n c u a n t o q u e s o n c ie rta s m a n f 's r d e p e n s a r , n o r e c o n o z c o
e fltr~ ^ L a u r e n c ia s « d e s ig u a ld a d a lg u n a , y t o d a s р я г я г » -
p r o c e d e r d e m í d e u n m i s m o m o d o ; р е ю , al c o n s id e r a r la s
c o m o im á g e n e s q u e r e p r e s e n ta n u n a s u n a c o s a y o tr a s
o tr a , e n t o n c e s es e v id e n t e que son m uy d is tin ta s unas d e
o tr a s . E n e f e c t o , las. q u e m e rep resen tan su b sta n cia s s o n
sin d u d a a lg o m á s , y c o n t ie n e n ( p o r así d e c ir lo ) m á s r e a li­
d a d o b je t iv a , es d e c ir , p a r t ic ip a n p o r r e p r e s e n t a c ió n d e
m á s g r a d o s d e ser o p e r f e c c i ó n ( 5 ) , q u e a q u e lla s q u e m e r e ­
p r e s e n ta n s ó lo m o d o s o a c c id e n t e s . Y m á s aú n : la idea p o r
la q u e c o n c i b o u n D io s s u p r e m o , e t e r n o , in f i n i t o , in m u ta ­
b le , o m n is c ie n te y c r e a d o r u n iv e r s a l d e t o d a s las c o s a s q u e
están fu e r a d e é l, esa id e a ■— d ig o — c ie r t a m e n t e tien e e n
sí m ás r e a lid a d o b je t iv a q u e las q u e m e r e p r e s e n t a n su b s ­
tan cias fin ita s .
A h o r a b i e n , es c o s a m a n ifie s t a , e n v ir t u d d e la lu z
n a tu ra l, q u e d e b e h a b e r p o r l o m e n o s ta n t a r e a lid a d en к
cau sa e fic ie n t e y t o t a l c o m o e n s u e f e c t o : pues ¿ d e dónde
p u e d e sa ca r e l e f e c t o su r e a lid a d , s i n o es d e la c a u s a ? ¿ Y
36 M E D IT A C IO N E S / D E S C A R T E S

cómo podría esa causa comunicársela, si no la tuviera ella


misma? 19
Y de ahí se sigue, no sólo que la nada no podría
producir cosa alguna, sino que lo más perfecto, es decir, lo
que contiene más realidad, no puede provenir de lo menos
perfecto. Y esta verdad no es sólo clara y evidente en aque­
llos efectos dotados de esa realidad que los filósofos llaman
actual o formal, sino también en las ideas, donde sólo se
considera la realidad que llaman objetiva. Por ejemplo, la
piedra que aún no existe no puede empezar a existir ahora
si no es producida por algo que tenga en sí formalmente
o eminentemente todo lo que entra en la composición de la
piedra (es decir, que contenga en sí las mismas cosas, u
otras más excelentes, que las que están en la piedra); y
el calor no puede ser producido en un sujeto privado de él,
si no es por una cosa que sea de un orden, grado o género
al menos tan perfecto como lo es el calor; y así las demás
cosas. Pero además de eso, la idea del calor o de la piedra
no puede estar en mí si no ha sido puesta por alguna
causa que contenga en sí al menos tanta realidad como la
que concibo en el calor o en la piedra. Pues aunque esa
causa no transmita a mi idea nada de su realidad actual o
formal, no hay que juzgar por ello que esa causa tenga que
ser menos real, sino que debe saberse que, siendo toda
idea obra del espíritu, su naturaleza es tal que no exige
de suyo ninguna otra realidad formal que la que recibe del
pensamiento, del cual es un modo. Pues bien, para que una
idea contenga tal realidad objetiva más bien que tal otra,
debe haberla recibido, sin duda, de alguna causa, en la
cual haya tanta realidad formal, por lo menos, cuanta reali­
dad objetiva contiene la idea. Pues si suponemos que en la
idea hay algo que no se encuentra en su causa, tendrá que
haberlo recibido cíe la nada; mas, por imperfecto que sea el
modo de ser según el cual una cosa está objetivamente o
por representación en el entendimiento, mediante su idea, no
puede con todo decirse que ese modo de ser no sea nada, ni,
por consiguiente, que esa idea tome su origen de la nada.
Tampoco debo suponer que, siendo sólo objetiva la realidad
considerada en esas ideas, no sea necesario que la misma
realidad esté formalmente en las causas de ellas, ni creer que
basta con que esté objetivamente en dichas causas; pues, así
como el modo objetivo de ser compete a las ideas por su
propia naturaleza, así también el modo formal de ser com­
pete a las causas de esas ideas (o por lo menos, a las prime­
ras y principales) por su propia naturaleza. Y aunque pueda
ocurrir que de una idea nazca otra idea, ese proceso no
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 37

puede ser infinito, sino que hay que llegar finalmente a


una idea primera, cuya causa sea como un arquetipo, en el
que esté formal y efectivamente contenida toda la realidad
o perfección que en esa idea (6) está sólo de modo objeti­
vo o por representación. De manera que la luz natural me
hace saber con certeza que las ideas son en mí como cuadros
o imágenes, que pueden con facilidad ser copias defectuosas
de las cosas, pero que en ningún caso pueden contener
nada mayor o más perfecto que éstas.
Y cuanto más larga y atentamente examino todo lo
anterior, tanto más clara y distintamente conozco que es
verdad. Mas, a la postre, ¿qué conclusión obtendré de todo
ello? Esta, a saber: que, si la realidad objetiva de alguna
de mis ideas es tal, que yo pueda saber con claridad que
esa realidad no está en mí formal ni eminentemente (y, por
consiguiente, que yo no puedo ser causa de tal idea), se
sigue entonces necesariamente de ello que no estoy solo en
el mundo20, y que existe otra cosa, que es causa de esa
idea; si, por el contrario, no hallo en mí una idea así, en:
tonces careceré de argumentos que puedan darme certeza
de la existencia de algo que no sea yo, pues los he exami­
nado todos con suma diligencia, y hasta ahora no he po­
dido encontrar ningún otro.
Ahora bien: entre mis ideas, además de la que me
representa a mí mismo (y que no ofrece aquí dificultad al­
guna), hay otra que me representa a Dios, y otras a cosas
corpóreas e inanimadas, ángeles, animales y otros hombres
semejantes a mí mismo. Mas, por lo que atañe a las ideas
que me representan otros hombres, o animales, o ángeles.,
fácilmente concibo que puedan haberse formado por la
mezcla y composición de las ideas que tengo de las cosas
corpóreas y de Dios, aun cuando fuera de mí no hubiese en
el mundo ni hombres, ni animales, ni ángeles. Y, tocante
a las ideas de las cosas corpóreas, nada me parece haber en
ellas tan excelente que no pueda proceder de mí mismo; pues
si las considero más a fondo y las examino como ayer hice
con la idea de la cera, advierto en ellas muy pocas cosas
que yo conciba clara y distintamente; a saber: la magnitud,
o sea, la extensión en longitud, anchura y profundidad; la
figura, formada' por los límites de esa extensión; la situa­
ción que mantienen entre sí los cuerpos diversamente deli­
mitados; el movimiento, o sea, el cambio de tal situación;
pueden añadirse la substancia, la duración y el número. En
cuanto a las demás cosas, como .la luz, los colores, los soni­
dos, los olores, los sabores, el calor, el frío y otras cuali­
dades perceptibles por el tacto, todas ellas están en mi pen-
38 m e d it a c io n e s / d esc ar tes

samiento con tal oscuridad y confusión, que hasta ignoro si


son verdaderas, o falsas y meramente aparentes, es decir,
ignoro si las ideas que concibo de dichas cualidades son,
en efecto, ideas de cosas reales, o bien representan tan sólo
seres quiméricos, que no pueden existir. Pues aunque más
arriba haya yo notado que sólo en los juicios puede encon­
trarse falsedad propiamente dicha, en sentido formal, con
todo, puede hallarse en las ideas cierta falsedad material, a
saber: cuando representan lo que no es nada como si fuera
algo. Por ejemplo, las ideas que tengo del frío y el calor
son tan poco claras y distintas, que mediante ellas no puedo
discernir sí el frío es sólo una privación de calor, o el ca­
lor una privación de frío, o bien si ambas son o no cuali­
dades reales; y por cuanto, siendo las ideas como imágenes,
no puede haber ninguna que no parezca representarnos algo,
si es cierto que el frío es sólo privación de calor, la idea que
me lo represente como algo real y positivo podrá, no sin
razón, llamarse falsa, y lo mismo sucederá con ideas seme­
jantes. Y por cierto, no és necesario que atribuya a esas
ideas otro autor que yo mismo; pues si son falsas ■ — es de­
cir, si representan cosas que no existen—- la luz natural me
hace saber que provienen de 1$. liada, es decir, que- sí est-án
en mí es porque a mi naturaleza — no siendo perfecta— le
falta algo; y sí soil verdaderas, como de todas maneras
tales ideas me ofrecen tari poca realidad que ni llego a dis­
cernir con claridad la cosa representada del no ser, no veo
por qué nó podría haberlas producido'yo mismo.
En cuanto a las ideas claras y distintas que tengo de
las cosas corpóreas, hay algunas que me parece he podido
obtener de la idea que tengo de mí mismo: así las de subs­
tancia, duración, número y otras semejantes. Pues, cuando
pienso que la piedra es una substancia, o sea, una cosa capaz
de existir por sí, dado que yo soy una substancia, y aunque
sé muy bien que soy una cosa pensante y no extensa (ha­
biendo así entre ambos conceptos muy gran diferencia), las
dos ideas parecen concordar en que representan substancias.
Asimismo, cuando pienso que existo ahora, y me acuerdo
además de haber existido antes, y concibo varios pensamien­
tos cuyo número conozco, entonces adquiero las ideas de
duración y número, las cuales puedo luego transferir a
cualesquiera otras cosas.
Por lo que se refiere a las otras cualidades de que
se componen las ideas de las cosas corpóreas — a saber: la
extensión, la figura, la situación y el movimiento— , cierto
es que no están formalmente en mí, pues no soy más que
una cosa que piensa; pero como sòn sólo ciertos modos
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 39

de la substancia (a manera de vestidos con que se nos aparece


la substancia corpórea) (7), y yo mismo soy una substancia
parece que pueden estar contenidas en mí eminentemente.
Así pues, sólo queda la idea de Dios, en la que debe
considerarse si hay algo que no pueda proceder de mí mismo.
Por «Dios» entiendo una substancia infinita, eterna, inmuta­
ble, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha
creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen (si
es que existe alguna). Pues bien, eso que entiendo por Dios
jes tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo
considero menos convencido estoy de que una idea así pueda
proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir
necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues,
aunque yo tenga la idea de substancia en virtud de ser yo
una substancia, no podría tener là idea de una substancia in­
finita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una
substancia que verdaderamente fuese infinita.
Y no debo juzgar que yo no concibo el infinito por
medio de una verdadera idea, sino por medio de una mera
negación de lo finito (así como concibo el reposo y la oscu­
ridad por medio de la negación del movimiento y la luz):
pues, al contrario, veo manifiestamente que hay más realidad
en la substancia infinita que en la finita y, por ende, que, en
cierto modo, tengo antes en mí la noción de lo infinito que
la de lo finito: antes la de Dios que la d e mí mismo. P u es
¿cómo podría yo saber que dudo y que deseo, es decir, que
algo me falta y que no soy perfecto, si no hubiese en mí
la idea de un ser más perfecto, por comparación con el cual
advierto la imperfección de mi naturaleza? 21
Y no puede decirse que acaso esta idea de Dios es
materialmente falsa y puede, por tanto, proceder de la nada
(es decir, que acaso esté en mí por faltarme a mí algo, según
dije antes de las ideas de calor y frío, y de otras semejantes);
al contrario, siendo esta idea muy clara y distinta y conte­
niendo más realidad objetiva que ninguna otra, no hay idea
alguna que sea por sí misma más verdadera, ni menos sos­
pechosa de error y falsedad.
Digo que la idea de ese ser sumamente perfecto e
infinito es absolutamente verdadera; pues, aunque acaso pu­
diera fingirse que un ser así no existe, con todo, no puede
fingirse que su idea no me representa nada real, como dije
antes de la idea de frío.
Esa idea es también muy clara y distinta, pues que
contiene en sí todo lo que mi espíritu concibe clara y dis­
tintamente como real y verdadero, y todo lo que comporta
alguna perfección. Y esto no deja de ser cierto, aunque yo
40 M B D IT A C IO N E S /ü E S C A R T E S

no comprenda lo infinito, o aunque haya en Dios innume­


rables cosas que no pueda yo entender, y ni siquiera alcanzar
con mi pensamiento: pues es propio de la naturaleza de lo
infinito que yo, siendo finito,- no pueda comprenderlo. Y
basta con que entienda esto bien, y juzgue que todas las
cosas que concibo claramente, y en las que sé que hay alguna
perfección, así como acaso también infinidad de otras que
ignoro, están en Dios formalmente o eminentemente, para
que la idea que tengo de Dios sea la más verdadera, clara y
distinta de todas 22.
Mas podría suceder que yo fuese algo más de lo que
pienso, y que todas las perfecciones que atribuyo a la natu­
raleza de Dios estén en mí, de algún modo, en potencia,
si bien todavía no manifestadas en acto. Y en efecto, estoy
experimentando que mi conocimiento aumenta y se per­
fecciona poco a poco, y nada veo que pueda impedir que
aumente más y más hasta el infinito, y, así acrecentado y
perfeccionado, tampoco veo nada que me impida adquirir
por su medio todas las demás perfecciones de la naturaleza
divina; y, en fin, parece asimismo que, si tengo el poder de
adquirir esas perfecciones, tendría también el de producir
sus ideas. Sin embargo, pensándolo mejor, reconozco que
eso no puede ser. En primer lugar, porque aunque fuera
cierto que mi conocimiento aumentase por grados sin cesar,
y que hubiese en mi naturaleza muchas cosas en potencia
que aún no estuviesen en acto, nada de eso, sin embargo,
atañe ni aun se aproxima a la idea que tengo de la divini­
dad, en cuya idea nada hay en potencia^ sino que todo está
en acto. Y hasta ese mismo aumento sucesivo y por grados
argüiría sin duda, imperfección en mi conocimiento 23. Más
aún: aunque mi conocimiento aumentase más y más, con
todo no dejo de conocer que nunca podría ser infinito en
acto, pues jamás llegará a tan alto grado, que no sea capaz
de incremento alguno. En cambio, a Dios lo concibo infi­
nito en acto, y en tal grado que nada puede añadirse a su
perfección. Y, por último, me doy cuenta de que el ser
objetivo de una idea no puede ser producido por un ser
que existe sólo en potencia — la cual, hablando con pro­
piedad, no es nada— , sino sólo por un ser en acto, o sea,
formal.
Ciertamente, nada veo en todo cuanto acabo de decir
que no sea facilísimo de conocer, en virtud de la luz natu­
ral, a todos los que quieran pensar en ello con cuidado.
Pero cuando mi atención se afloja, oscurecido mi espíritu
y como cegado por las imágenes de las cosas sensibles,
olvida fácilmente la razón por la cual la idea que tengo de
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 41

un ser más perfecto que yo debe haber sido puesta nece­


sariamente en mí por un ser que, efectivamente, sea más
perfecto.
Por ello pasaré adelante, y consideraré si yo mismo,
que tengo esa idea de Dios, podría existir, en el caso de que
no hubiera D ios24. Y pregunto: ¿de quién habría recibido
mi existencia? Pudiera ser que de mí mismo, o bien de mis
padres, o bien de otras causas que, en todo caso, serían
menos perfectas que Dios, pues nada puede imaginarse
más perfecto que El, y ni siquiera igual a El.
Ahora bien: si yo fuese independiente de cualquier
otro (8), si yo mismo fuese el autor de mi ser, entonces
no dudaría de nada, nada desearía, y ninguna perfección
me faltaría, pues me habría dado a mí mismo todas aquellas
de las que tengo alguna idea: y así, yo sería D ios25.
Y no tengo por qué juzgar que las cosas que me
faltan son acaso más difíciles de adquirir que las que
ya poseo; al contrario, es sin duda mucho más difícil que yo
— esto es, una cosa o sustancia pensante-— haya salido de
la nada, de lo que sería la adquisición, por mi parte, de mu­
chos conocimientos que ignoro, y que al cabo no son sino
accidentes de esa substancia. Y si me hubiera dado a mí mis­
mo lo más difícil, es decir, mi existencia, no me hubiera
privado de lo más fácil, a saber: de muchos conocimientos
de que mi naturaleza no se halla provista; no me habría
privado, en fin, de nada de lo que está contenido en la
idea que tengo de D ios26, puesto que ninguna otra cosa me
parece de más difícil adquisición; y si hubiera alguna más
difícil, sin duda me lo parecería (suponiendo que hubiera
recibido de mí mismo las demás cosas que poseo), pues sen­
tiría que allí terminaba mi poder.
Y no puedo hurtarme a la fuerza de un tal razona­
miento, mediante la suposición de que he sido siempre tal
cual soy ahora, como si de ello se siguiese que no tengo
por qué buscarle autor alguno a mi existencia. Pues el tiem­
po todo de mi vida puede dividirse en innumerables partes,
sin que ninguna de ellas dependa en modo alguno de las
demás; y así, de haber yo existido un poco antes no se sigue
que deba existir ahora, a no ser que en este mismo momen­
to alguna causa me produzca y — por decirlo así—- me cree
de nuevo, es decir, me conserve.
En efecto, a todo el que considere atentamente la
naturaleza del tiempo, resulta clarísimo que una substancia,
para conservarse en todos los momentos de su duración,
precisa de la misma fuerza y actividad que sería necesaria
para producirla y crearla en el caso de que no existiese.
42 m e d it a c io n e s / d es c a r te s

De suerte que la luz natural nos hace ver con claridad que
conservación y creación difieren sólo respecto de nuestra
manera de pensar, pero no realmente. Así, pues, sólo hace
falta aquí que me consulte à mí mismo, para saber si po­
seo algún poder en cuya virtud yo, que existo ahora, exista
también dentro de un instante; ya que, no siendo yo más
que una cosa que piensa (o, al menos, no tratándose aquí,
hasta ahora, más que de ese aspecto de mí mismo), si un
tal poder residiera en mí, yo debería por lo menos pensarlo
y ser consciente de él; pues bien, no es así, y de este modo
sé con evidencia que dependo de algún ser diferente
de mí.
Quizá pudiera ocurrir que ese ser del que dependo
no sea Dios, y que yo haya sido producido, o bien por mis
padres, o bien por alguna otra càusa menos perfecta que
Dios. Pero ello no puede ser, pues, como ya he dicho antes,
es del todo evidente que en la càusa debe haber por lo me­
nos tanta realidad como en el efecto. Y entonces, puesto que
soy una cosa que piensa, y que tengo en mí una idea de
Dios, sea cualquiera la causa que se le atribuya a mi natu­
raleza, deberá ser en cualquier caso, asimismo, una cosa que
piensa, y pQ_seer en sí la idea, cíe. Jadas las perfecciones, que.,
atribuyo a la naturaleza divina27. Luego puede indagarse si
esa causa toma su origen y existencia de sí misma, o de al­
guna otra cosa. Si la toma de sí misma, se sigue, por las
razones antedichas, que ella misma ha de ser Dios, pues te­
niendo el poder de existir por sí, debe tener también, sin
duda, el poder de poseer actualmente todas las perfecciones
cuyas ideas concibe, es decir, todas las que yo concibo como
dadas en Dios. Y si toma su existencia de alguna otra causa
distinta de ellas, nos preguntaremos de nuevo, y por igual
razón, si esta segunda causa existe por sí o por otra cosa,
hasta que de grado en grado lleguemos por último a una
causa que resultará ser Dios. Y es muy claro que aquí no
puede procedèrse al infinito, pues no se trata tanto de la
causa que en otro tiempo me produjo, como de la que al
presénte me conserva.
Tampoco puede fingirse aquí que acaso varias causas
hayan concurrido juntas a mi producción, y que de una de
ellas haya recibido yo la idea de una de las perfecciones
que atribuyo a Dios, y de otra la idea de otra, de manera
que todas esas perfecciones se hallan, sin duda, en algún
lugar del universo, pero no juntas y reunidas en una sola
que sea Dios. Pues, muy al contrario, la unidad, simplicidad
o inseparabilidad dé todas las cosas que están en Dios, es
una de las principales perfecciones que en El concibo; y, sin
M E D IT A C IO N E S M E T A F ÍS IC A S 43

duda, la idea de tal unidad y reunión de todas las perfeccio­


nes en Dios no ha podido ser puesta en mí por causa algu­
na, de quien no haya yo recibido también las ideas de
todas las demás perfecciones. Pues ella no puede habérmelas
hecho comprender como juntâs e inseparables, si no hu­
biera procedido de suerte que yo supiese cuáles eran, y en
cierto modo las conociese.
Por lo que atañe, en fin, a mis padres, de quienes
parece que tomo mi origen, aunque sea cierto todo lo que
haya podido créer acerca de ellos, eso no quiere-decir que
sean ellos los que me conserven, ni que me hayan hecho y
producido en cuanto que soy una cosa que piensa, puesto
que sólo han afectado de algún modo a la materia, dentro
de la cual pienso estar encerrado yo, es decir, mi espíritu,
al que identifico ahora conmigo mismo. Poí tanto, no
puede haber dificultades en este punto, sino que debe con­
cluirse necesariamente que, puesto que existo, y puesto que
hay en mí la idea de un ser sumamente perfecto (esto es,
de Dios),'la existencia'de Dios ésta demostrada con toda
evidencia.
Sólo me queda por examinar de qué modo he adqui­
rido, .esa-idea..-Pues-no- la he -recibido -de- los sentidos, y
nunca se me ha presentado, inesperadamente, como las ideas
de las cosas sensibles, cuando tales cosas se presentan, o
parecen hacerlo, a los órganos de mis sentidos. Tampoco
es puro efecto o ficción de mi espíritu, pues no está en mi
poder aumentarla o disminuirla en cosa alguna. Y , por
consiguiente, no queda sino decir que, al igual que la idea
de mí mismo, ha nacido conmigo, a partir del momento mis­
mo en que yo he sido creado..
Y nada tiene de extraño que Dios, al crearme, haya
puesto en mí esa idèa para que sea como el sello del artí­
fice, impreso en su obra; y tampoco es necesario que ese
sello sea algo distinto de la obra misma. Sino que, por
sólo haberme creado, es de creer que Dios me ha producido,
en cierto modo, a su imagen y semejanza, y que yo con­
cibo a Dios mediante la misma facultad por la que me con­
cibo a mí mismo28; es decir, que cuando reflexiono sobre
mí mismo, no sólo conozco que soy una cosa imperfecta, in­
completa y dependiente de otro, que tiende y aspira sin
cesar a algo mejor y mayor de lo que soy, sino que tam­
bién conozco, al mismo tiempo, que aquel de quien depen­
do posee todas esas cosas grandes a las que aspiro, y cuyas
ideas encuentro en mí (9); y las posee no de manera inde­
finida y sólo en potencia, sino de un modo efectivo, actual
e infinito, y por eso es Dios. Y toda la fuerza del argu-
44 MEDITACIONES./ DESCARTES

mento que he empleado para probar la existencia de Dios


consiste en que reconozco que sería imposible que mi na­
turaleza fuera tal cual es, o sea, que yo tuviese la idea de
Dios, si Dios no existiera realmente; ese mismo Dios, digo,
cuya idea está en mí, es decir, que posee todas esas altas
perfecciones, de las que nuestro espíritu puede alcanzar al­
guna noción, aunque no las comprenda por entero, y que
no tiene ningún defecto ni nada que sea señal de imperfec­
ción. Por lo que es evidente que no puede ser engañador,
puesto que la luz natural nos enseña que el engaño depende
de algún defecto29.
Pero antes de examinar esto con más cuidado, y de
pasar a la consideración de las demás verdades que pueden
colegirse de ello, me parece oportuno detenerme algún tiem­
po a contemplar este Dios perfectísimo, apreciar debidamente
sus maravillosos atributos, considerar, admirar y adorar la
incomparable belleza de esta inmensa luz, en la medida, al
menos, que me lo permita la fuerza de mi espíritu. Pues,
enseñándonos la fe que la suprema felicidad de la otra
vida no consiste sino en esa contemplación de la majestad
divina, experimentamos ya que una meditación como la
presente, aunque incomparablemente menos perfecta, nos
hace gozar del mayor contento que es posible- en esta
vida.

También podría gustarte