RESALTADO Resumen Completo EEA
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Capítulo 2.3
Entre 1980 y 2016, la economía argentina experimentó una expansión anual del producto
interno bruto per cápita (PIB per cápita) de sólo 0,64% —bastante por debajo de la observada
en otros países de la región, y menos de la mitad de lo que fue el promedio mundial en ese
período (1,4%)—.
Entre los años 1975 y 2001, la Argentina fue uno de los pocos que redujo su valor agregado
industrial per cápita (-43%), período en el que países desarrollados como Alemania, Estados
Unidos, Francia y Reino Unido lo incrementaron en un 18%, 41%, 57% y 24%
respectivamente. El contraste es aún mayor en el caso de países asiáticos como China
(+1235%) y Corea del Sur (1230%).
¿Qué hay detrás de este derrotero tan dispar? Desde el punto de vista macroeconómico, el
crecimiento de largo plazo es un proceso de acumulación de factores de la producción tales
como el capital físico, las capacidades, los conocimientos y la tecnología. Las condiciones
macroeconómicas de corto y mediano plazo deben brindar cierto horizonte de estabilidad y
previsibilidad y cumplen un rol importante. Pero, además, estos elementos macroeconómicos
deben articularse virtuosamente con otros de nivel meso y microeconómicos que conforman
la estructura productiva. La estructura productiva remite, en sentido amplio, a la configuración
de las actividades que hacen a la oferta de bienes y servicios. Ello comprende una
multiplicidad de aspectos, cuantitativos y cualitativos, que tienden a exhibir notables
diferencias entre los países desarrollados y en desarrollo, retroalimentando trayectorias
divergentes.
Nuestro país cuenta con rasgos muy particulares. Argentina es la octava nación del mundo
en extensión de territorio, y posee un importante caudal de recursos naturales. Sin embargo,
esta base de recursos no es suficiente para alcanzar niveles de ingreso similares a los de los
países desarrollados especializados en productos primarios (como es el caso de Australia,
Noruega o Nueva Zelanda). Tampoco sirve realizar comparaciones con las experiencias de
países como Corea del Sur, en donde el sector industrial tuvo una preponderancia absoluta
en el proceso de acumulacion. Argentina se encuentra en una situación intermedia, sin lograr
converger a los niveles de productos per cápita de los países desarrollados. El desarrollo
intermedio de nuestro país muestra fuertes disparidades en términos regionales y sectoriales,
por lo que existe una concentración territorial del producto.
Para lograr una transformación estructural, en primer lugar se deberá lograr una inserción
internacional que se relaciona con la necesidad de optimizar el posicionamiento del país en
un contexto global complejo. La segunda dimensión que se debe lograr es el empleo, clave
para asegurar que el nivel de vida acompañe a la expansión del producto. En tercer término,
se necesita un sistema de innovación, con foco en el desarrollo tecnológico y la convergencia
de la productividad a estándares internacionales. Finalmente, se destaca la política regional,
que debe cerrar las brechas territoriales de la geografía económica nacional en materia de
densidad de firmas, infraestructura y servicios.
El punto de partida para pensar un sendero de LP para la arg es contar con una mirada
actualizada sobre la estructura productiva. Hay tres grandes aspectos para tener en cuenta:
1. La estructura sectorial de la producción
2. La estructura del comercio internacional
3. La estructura ocupacional
Para lograr una mayor inversión en I mas D es necesario incorporar una estrategia de
desarrollo, no solo el uso, sino también la creación de tecnología. Los países desarrollados
son los que cuentan con estructuras económicas más complejas al producir bienes que pocas
naciones fabrican. También se caracterizan por destinar más recursos para financiar
actividades de innovación. De hecho, en materia de política pública, los gobiernos de los
países centrales han adoptado importantes plataformas de promoción para consolidar su
liderazgo en estas tecnologías. La creación de tecnología les permite a los países contar con
más activos estratégicos que se convierten en la puerta de entrada para tener una mejor
integración en las CGV.
Para países emergentes como la Argentina desarrollar tecnologías implica nuevos desafíos.
Si bien las nuevas tecnologías ofrecen nuevos espacios de oportunidad, también existe el
riesgo de que el salto de los países desarrollados termine ampliando las brechas tecnológicas
existentes. En este sentido, si bien la Argentina se ubica de mitad de tabla para arriba tanto
en productividad como en esfuerzos de innovación, se encuentra muy lejos de los registros
de los países desarrollados.
Una cuarta arista clave a la hora de pensar el desarrollo sostenible tiene que ver con el
equilibrio regional. No solo hay grandes dispersiones de productividades y salarios, sino
también entre regiones (las cuales, a su vez, tienen heterogeneidades intrarregionales). Un
indicador para poder medir la heterogeneidad entre regiones es la brecha del PBI per cápita
entre la región más rica y más pobre de un país. En la Argentina la brecha entre el distrito de
mayor y menos ingreso por habitantes es entre CABA y Formosa. En países como Suiza,
Japón o Corea las brechas regionales son muy bajas. Es lógico que en un territorio más
grande, las brechas sean mayores. Sin embargo, es lógico que en territorios más grandes,
las brechas sean mayores.
Que Argentina cuente con un potencial de recursos naturales per cápita más acotado
que el de Australia tiene dos implicaciones: primero y principal, las divisas obtenibles
son menos, de modo que la posibilidad de tener una holgura externa que vuelva
sustentable un proceso de crecimiento se reduce. En segundo lugar, son menores las
oportunidades para generar encadenamientos con otros sectores, así como para
generar empleo suficiente para un país de casi 45 millones de personas. Por otro lado,
recorrer un sendero al modo de Australia implicaría una tendencia al déficit crónico de
la cuenta corriente, déficit que ese país ha sido particularmente profundo en las
últimas tres décadas. Asimismo, hay otras diferencias sumamente relevantes con
Australia, tanto en el plano del mercado de trabajo como en el tecnológico.
Ahora bien, este sendero de desarrollo, al ser más compatible con el perfil de
especialización actual de la Argentina implica menores requerimientos de política
industrial y, por lo tanto, menores esfuerzos en la construcción de capacidades
institucionales de cara a ese objetivo; ello es ciertamente una ventaja respecto a los
otros dos escenarios. De todos modos, que las señales “naturales” del mercado
tengan un rol más importante en la asignación de recursos no implica una pasividad
total del Estado, el cual debería intervenir para resolver fallos de mercado y ofreciendo
bienes públicos.
Por último, vale destacar que la estrategia “a la Australia” tiene una serie de
desventajas respecto a las otras dos, a saber: a) una mayor dependencia de los
recursos naturales vuelve a la economía más vulnerable ante las volatilidades de sus
precios; b) una subutilización de las externalidades que genera la industria
manufacturera, en particular, la de media y alta tecnología, y c) una mayor
probabilidad de consolidar un mercado de trabajo dual, en donde coexisten sectores
de alta productividad, salarios y formalidad
y grandes bolsones de baja productividad, bajos salarios y precarias condiciones
laborales.
Introducción
En estos períodos, el apogeo del paradigma basado en las reformas pro mercado se
caracterizaron por la desregulación de los mercados, la apertura comercial indiscriminada, el
avance de la globalización financiera en los diversos órdenes de la economía y,
fundamentalmente, por el abandono del modelo de industrialización que había estado vigente
desde la década del 30, lo cual supuso desmantelar diversas capacidades del Estado en
materia de políticas productivas y sociales. No sólo se fueron reduciendo las áreas de
promoción a la industria y se privatizaron empresas públicas de carácter estratégico, sino que
se debilitaron instituciones clave en este sentido.
Las actividades industriales dejaron de ser el núcleo impulsor y articulador del proceso
económico y social, dando lugar a una destrucción de capacidades productivas y tecnológicas
que implican una profunda desarticulación de las diversas cadenas de valor de la economía.
En particular, las ramas estratégicas más dañadas resultaron las de insumos intermedios –
donde se integra una parte esencial del valor agregado– y la de maquinarias y equipos –
donde se generan y definen las técnicas de fabricación.
A partir del 2002 la acción del Estado asumió un carácter diferente al de la etapa previa,
adquiriendo mayor flexibilidad y autonomía a partir de la recuperación de la política monetaria
y fiscal, del desendeudamiento externo, de la reconstrucción del mercado interno y de la
defensa de una inserción internacional que, en general, fue más funcional al despliegue de la
producción local. De este modo, la industria y la economía en su conjunto volvieron a
recuperar dinamismo. Los resultados en materia de crecimiento y distribución del ingreso
también se contrapusieron al profundo deterioro que experimentaron entre mediados de los
70 y finales de los 90. Entre los más elocuentes cabe destacar la caída de la tasa de
expansión del producto nacional a la mitad de lo que había sido el promedio de su historia
previa y el estancamiento del ingreso per cápita, lo cual se dio en el marco de un agravamiento
de la desigualdad social, del salario real y de su participación en el valor agregado.
Entre 2011 y 2014 se produjo un deterioro de los principales indicadores económicos. Tanto
la economía en su conjunto como el producto industrial se retrajeron en algo más de un 1%.
Además se estancó la creación neta de empresas y puestos de trabajo y el salario real
industrial tuvo una leve caída. Las causas de esto fueron de diversa índole, como la ausencia,
presencia o la deficiencia de determinadas decisiones de política económica.
Por otro lado, la Argentina se ubica en un rango intermedio en la escala de salarios medidos
en dólares a nivel mundial, bastante por debajo de los países más avanzados, pero
manteniendo una distancia considerable respecto a economías de ingreso medio y medio–
bajo.
La experiencia de los países desarrollados demuestra que, al inicio de estos procesos, los
esfuerzos se alinearon detrás del objetivo de alcanzar la productividad de las economías más
avanzadas en un período de tiempo determinado, y esto debe constituir el eje de cualquier
discusión en torno a cuáles son las mejores formas de hacerlo. Para ello debemos dejar de
enredarnos en la existencia de falsos dilemas a efectos de combinar la acción pública y
privada sobre la base de una visión moderna, que permita reforzar los procesos clave del
desarrollo productivo y tecnológico, que sin dudas dependen del marco de políticas, pero se
reproducen con mayor intensidad y sinergia en el interior de las empresas. Estado y mercado
no deben ser concebidos como ejes contrapuestos, sino como un engranaje que permita
generar ámbitos de cooperación en la búsqueda de objetivos superadores de los
condicionamientos que enfrenta nuestra economía.
Del mismo modo, el desarrollo del mercado interno y la expansión de las exportaciones
constituyen objetivos complementarios donde lo central pasa por definir un patrón de
especialización que conduzca al grupo de países industrializados con alto contenido
tecnológico, transitando por un camino en el cual todas las actividades económicas son
importantes y pueden aportar a esta estrategia.
2. APRENDIZAJE TECNOLÓGICO, DESARROLLO INSTITUCIONAL Y LA
MICROECONOMÍA DE LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES
KATZ y KOSACOFF
La historia del pensamiento económico está marcada por una profunda brecha
epistemológica entre una corriente estructuralista que se origina en la escuela historicista
alemana y otra positivista que lo hace en los aportes de pensadores británicos como Hume o
Smith.
Los países de América Latina emergen de la Segunda Guerra Mundial fuertemente aislados
del contexto internacional. Muchos de ellos están regidos en ese entonces por gobiernos
militares de alto contenido nacionalista, para los que el “clima” de la Guerra Fría y los
atractivos de la planificación se traducían en el otorgamiento de alta prioridad a los sectores
de la defensa y a las denominadas “industrias pesadas”. Ello explica por qué la agenda de
política industrial estuviera tan fuertemente sesgada hacia la siderurgia, el carbón o la
petroquímica en países como Argentina, Brasil, Chile o México.
El sesgo también era en favor del monopolio estatal de muchas de estas actividades
productivas. Dicho sesgo en favor de lo público es también sumamente fuerte en ese
entonces en países como Francia o Inglaterra, en los que se propone la “planificación
indicativa” o las industrias estatales como solución a problemas de economías de escala,
interdependencias “aguas arriba” o “aguas abajo” del aparato productivo, etcétera.
En América Latina estos son años de fuerte desabastecimiento en los mercados de durables
de consumidores, de insumos energéticos y de bienes de capital. Pero, al mismo tiempo, son
años en los que diversas economías de la región comienzan a crecer relativamente rápido
tras las dificultades de la etapa bélica. En otros casos es la inversión extranjera directa –que
comienza más tempranamente en México que en otros países de América Latina– la que
moviliza la producción industrial.
Dicha atmósfera explosiva, la “protección natural” que resulta del periodo bélico, la protección
arancelaria, la disponibilidad de crédito subsidio, etc, inducen a numerosos empresarios de
Arg, Brasil, México, Chile o Colombia a iniciar la producción local de durables de consumo y
equipos de capital de baja complejidad copiando diseños de ingeniería una o hasta dos
décadas rezagados con respecto al estado del arte internacional.
Las cosas fueran esta vez diferentes y que el proceso sustitutivo se extendiera y profundizara
en los años '50. Junto a las grandes empresas públicas ocupadas de la “industria pesada”,
los transportes y las telecomunicaciones, los sectores de la defensa, etcétera, también
comienza a crecer una amplia base productiva y empresarial de pequeñas y medianas firmas
de propiedad familiar creadas, muchas de ellas, por inmigrantes europeos –españoles,
italianos, alemanes, etcétera–, que conocían de manera fragmentaria y parcial tecnologías
prebélicas del campo electromecánico, químico y otros.
Dos grandes actores del escenario industrial del mundo sustitutivo emergen y se consolidan
en ese entonces: por un lado, las grandes empresas públicas y, por otro, las PyMEs de capital
nacional, que surgen y logran rápidos ritmos de crecimiento en el final de los años ‘40 y en el
curso de los ‘50 ante el nuevo regímenes de incentivos prevaleciente en la sociedad.
El primer rasgo a ser tenido en cuenta es el del tamaño de las plantas industriales. Por lo
general, éstas eran no mayores a, digamos, un 10 % del tamaño “prototípico” de las de un
país desarrollado, produciendo bienes relativamente semejantes. Los layout de fábrica y la
organización del trabajo fabril eran mucho menos sofisticados, más artesanales, no sólo por
adaptación a distintos precios relativos de factores sino, primordialmente, por la falta de
información, equipos y conocimientos organizacionales más adecuados. Los bienes de
capital utilizados eran con frecuencia de segunda mano o autofabricados, el grado de
integración vertical de los establecimientos industriales era sumamente elevado ante la
inmadurez del tejido productivo local y la ausencia de proveedores independientes de partes,
piezas o subconjuntos, etcétera.
La teoría neoclásica del desarrollo no otorga gran importancia a estos temas dinámicos de
maduración de la capacidad tecnológica interna de los países de menor desarrollo relativo.
Antes bien, prefiere examinar los temas de la selección óptima de técnicas productivas y de
la ineficiencia estática en la asignación de recursos asociada al empleo de técnicas más
intensivas en capital que las que justificaría el “verdadero” “costo de oportunidad” o precio
sombra de los recursos. La metáfora neoclásica describe una situación “estilizada” en la que
la firma tiene perfecto conocimiento y acceso a la función de producción con que opera. No
se plantea la posibilidad de que aún firmas competidoras cercanas operen con funciones de
producción diferentes, con modelos disímiles de organización del trabajo fabril.
Diferentes estudios muestran que los esfuerzos tecnológicos adaptativos llevados a cabo al
interior de cada planta fabril con el propósito de mejorar el diseño de productos, la ingeniería
de procesos y la organización del trabajo explican una fracción sumamente significativa de
los aumentos observados de productividad.
Tal como ocurre con el tema del cambio tecnológico y el desarrollo de capacidades técnicas
locales, el estudio del cambio institucional de una sociedad dada reclama un gran esfuerzo
de contextualización histórica.
La adaptación a las nuevas condiciones se fue dando, de manera más exitosa en algunos
casos –Brasil o México, por ejemplo, en los que las tasas anuales de expansión de largo plazo
no difieren significativamente de las que exhiben Corea o Taiwán– y con más dificultades en
otros.
Una verga este resumen del texto de Braun y Joy
Para discutir el papel del sector agropecuario se debe comprender la naturaleza del proceso
de desarrollo económico como un todo. Se plantea un modelo en el cual los supuestos
estratégicos relativos a la elección de las variables relevantes y sus magnitudes reflejan la
realidad de la situación argentina.
II
Supuestos:
1. El precio interno de aquellos productos agropecuarios que la Arg exporta, será igual
al precio de exportación.
2. La respuesta de la oferta agropecuaria se produce necesariamente con cierto
retraso, de modo tal que aun cuando los planes de producción sean sensibles a los
precios que reciben los agricultores, la producción sólo responderá después de un
periodo cuya duración depende de la naturaleza del producto.
3. La producción agropecuaria no requiere insumos importados.
4. La producción, excluida la agropecuaria, se clasifica en manufacturera y de servicios
y que en el caso de las manufactureras, los insumos variables consiste solo en
mano de obra homogénea e insumos importados combinados en proporciones fijas,
para los cuales la productividad marginal es constante dentro del margen de
variaciones relevantes.
5. Que los servicios que dan cuenta del resto del producto bruto nacional, no usan otro
insumo variable que el trabajo.
6. Que la demanda externa para los productos agropecuarios argentinos es informante
elástica.
7. Que la elasticidad-precio de la demanda interna de la producción agropecuaria es
baja.
8. Que el valor de las exportaciones agropecuaria es insuficiente para cubrir el costo de
los insumos importados al nivel de pleno empleo, dado que la relación del nivel
monetario de los salarios con respecto al tipo de cambio al nivel de pleno empleo
puede modificarse muy poco.
9. Que el gobierno aspira a alcanzar el equilibrio del balance de pagos sin recurrir a los
controles directos.
III
El objetivo es relacionar los supuestos en un modelo que explique en especial las relaciones
entre el balance de pagos, los precios internos y el nivel de actividad económica. Una crisis
de balance de pagos conduce a la devaluación.
En primer lugar analizaremos los efectos sobre los precios, sin tener en cuenta por el
momento los efectos de los aumentos de salarios, los cuales son pequeños en relación con
la devaluación. El precio de los bienes manufacturados crecerá en la medida que aumenten
los costos de sus insumos importados.
Los servicios no se exportan ni requieren insumo importado. Por lo tanto, la devaluación no
tendrá ningún efecto inmediato sobre sus precios.
3. Comportamientos microeconómicos en entornos de alta incertidumbre: la industria Arg
Kosacoff y Ramos.
Introducción
Entre los años 2001-2002 la sociedad argentina vivió una vez más el vértigo de una crisis. Un
largo y penoso periodo iniciado a mediados de 1998 y dominando por la depresión económica
y el desempleo, generó tensiones crecientes sobre el régimen de convertibilidad y hecho por
la borda las expectativas optimistas respecto al potencial de crecimiento de la economía
argentina y a su capacidad para resolver los problemas sociales. Así alcanzaba el pico la
recesión económica más profunda y de mayor prolongación desde la posguerra.
El proceso de industrialización en la Argentina tuvo su punto de partida a fines del siglo XIX.
Al comienzo, el dinamismo industrial estuvo asociada al esquema agroexportador de
economía abierta basado en la producción de cereal y carnes. Con sus traquetos, este diseño
estuvo vigente hasta que se detuvo la expansión de la frontera agropecuaria y el mundo fue
desbordado por las guerras y las crisis económicas y el proteccionismo. Desde los años
treinta se empezó a desarrollar un nuevo régimen económico operando bajo la modalidad del
denominado proceso de sustitución de importaciones. A partir de allí, la industria comenzó
gradualmente a ocupar el lugar de privilegio en la economía Argentina. Inicialmente, los
actores económicos más destacados fueron las grandes empresas estatales en sectores
denominados de interés nacional y las pequeñas y medianas empresas del sector privado
que fueron cautivados por la demanda interna insatisfecha y por altos aranceles de comercio.
Desde los años cincuenta las actividades industriales fueron el motor del crecimiento de la
economía, creadores de empleos y la base de la acumulacion de capital. Asimismo, se fue
generando en forma paulatina una capacidad tecnológica local destacada en el ámbito
latinoamericano. A fines de los cincuenta, el ingreso masivo de filiales de empresas
transacciones en el sector industrial las convirtió en un actor protagónico del escenario local
que conmovió la estructura de los mercados, alteró las modalidades de organización de la
producción e impulsó el desarrollo de actividades nuevas de mayor complejidad tecnológica
y con demanda no abastecida localmente.
En el año 2004, la Argentina generó un valor agregado industrial por habitante que resultó un
40% menos que el que concibió treinta años atrás. En ese periodo, el sector manufacturero
expulsó empleo, redujo fuertemente el número de plantas y aumentó intensamente su
apertura comercial. Así, se registraron cambios notables en la naturaleza y composición de
la industria. Hoy se observa un sector industrial de menor tamaño, con mayor concentración,
alta transnacionalización y con un modelo de organización de la producción de bienes muy
distinto al del período de economía semi-cerrada. Las actividades metalmecánicas, aquéllas
de comportamiento más dinámico durante la ISI, ahora representan sólo un tercio de lo que
fueron tres décadas atrás. Adicionalmente, luego de cuatro décadas de estancamiento, los
recursos naturales, con el liderazgo agrícola (en particular, sojero) y energético, volvieron a
expandirse y hoy se destacan como el sector más dinámico, reflejado en la substancial
incorporación de innovaciones tecnológicas en los últimos tiempos.
En las últimas décadas el producto real de la Arg exhibió violentas y frecuentes oscilaciones.
Las intensas variaciones de CP se combinaron con cambios notables en las tendencias de
largo plazo de la economía. Por ende, los efectos de corto plazo y su interacción dinámica
con los de LP perturbaron a la inversión y el crecimiento y provocaron una acumulacion de
perdidas irreversibles de activos empresariales. En esencia, la historia Argentina exhibe con
crudeza que la volatilidad real resulta muy costoso en términos sociales.
La inestabilidad de finales de los años ochenta, que culminó en los episodios
hiperinflacionarios de 1989 y 1990, redujo el PBI por habitante a poco más de 3 mil dólares,
inferior al de muchos de los países latinoamericanos. Pero poco tiempo después, en los años
noventa, la Argentina alcanzó y mantuvo durante casi una década un PBI que osciló alrededor
de los 8 mil dólares por habitante. Como una secuela de la caída del nivel de actividad y la
depreciación post-convertibilidad, el mínimo de la serie es el del año 2002, con
un valor inferior a los 3 mil dólares.
La extrema volatilidad de los eternos en los años ochenta condujo a los agentes económicos
a desarrollar capacidades para sobrellevar esa situación. A inicios de los años noventa la
ampliación del horizonte de decisiones constituyó un cambio de primer orden para la
formación de capital. Había quedado atrás una década de crisis de inversión y por lo tanto,
dejaba un amplio terreno para la modernización de las capacidades de producción. Sin
embargo, la abrupta modificación del entorno competitivo y de las reglas de juego implantó
nuevas incertidumbres.
El desarrollo de una estrategia empresarial parte de la evaluación sobre cuáles son las
acciones necesarias para subsistir y prosperar en el escenario económico y sobre si esas
acciones son practicables por la firma. El nivel de integración vertical y horizontal de la
empresa, el grado de inserción externa, el ritmo de avance de la frontera tecnológica y las
ventajas de propiedad de la firma son su parte constituyente. En el traspaso de algunas
compañías locales a manos de empresas extranjeras, aunque jugaron un papel destacado
aspectos financieros, tecnológicos y organizativos, en ocasiones fue decisiva la percepción
de los empresarios locales de cierta incapacidad para responder de manera adecuada al
desafío de operar en contextos de economía abierta y fuerte internacionalización. En los años
noventa en la industria imperaron las incertidumbres de la microeconomía. La Argentina
resultó ser un laboratorio de casos analíticos de la respuesta de los agentes económicos a
las reformas de mercado.
Por otra parte, dado el cambio de régimen económico que se produce en los años noventa
fue difícil para los agentes económicos discernir el ciclo de la tendencia. En consecuencia,
hubo empresas e inversores que adoptaron decisiones económicas en base a previsiones de
crecimiento de los ingresos y de la demanda futuros que después no se confirmaron en la
realidad.
En ese sentido, algunas inversiones realizadas a mediados de los años noventa previendo
escenarios más optimistas en términos de retorno económico generaron un crecimiento de la
deuda financiera de las empresas que se tornó difícil de administrar en un contexto de
menores retornos y de mayor carga de intereses producto de la restricción acentuada al
financiamiento en general. Tasas de interés real en constante crecimiento llevaron a las
empresas a niveles de endeudamiento que en muchos casos solían superar el valor de sus
activos.
4. Mercados financieros y conducta microeconómica
Desde finales de la década de los setenta, a partir de los intentos de apertura de la economía,
el mecanismo financiero cambió sustancialmente. El acceso preferencial de las actividades
productivas a esquemas de financiamiento con tasas de interés reales negativas vigente en
la etapa sustitutiva fue erradicado a partir de la Reforma Financiera de 1977. Las principales
características del nuevo régimen fueron la fijación autónoma de las tasas de interés por parte
de las entidades financieras, la libre orientación del crédito, la inexistencia de restricciones
para el ingreso, la operación y las estrategias de competencia de las entidades, y la libre
captación de crédito procedente del exterior. Asimismo, el Banco Nacional de Desarrollo
prácticamente abandonó la función de fomento industrial generalizado, concentrándose en
una reducida cantidad de empresas de mayor tamaño beneficiadas por los sistemas de
promoción industrial.
Desde ese momento, salvo breves excepciones, persistieron altas tasas reales de interés. En
ciertos momentos las tasas reales superaron largamente toda posibilidad de rentabilidad
productiva y resultó más lucrativa la inversión en activos líquidos externos o en deuda del
sector público. En un contexto de fuertes turbulencias macroeconómicas y altas tasas de
interés, la suerte de muchas empresas se asoció con la habilidad de las gerencias financieras
de administrar los saldos líquidos financieros y adaptar los modelos productivos a las nuevas
restricciones.
La estructura industrial que emergió con la ISI se caracterizó por presentar tamaños de
plantas de producción reducidos; integración vertical elevada; aplicación de tecnologías de
diseño, proceso y organización alejadas de la frontera internacional; producción de series
cortas acompañadas por un amplio mix de productos manufacturados y esfuerzos
tecnológicos internos encaminados a copiar o adaptar mediante cambios menores las
tecnologías provenientes del exterior.
Quizás el rasgo más saliente de la conformación productiva en los años noventa sea la
heterogeneidad. Es indudable que no todos los agentes económicos elaboraron de igual
manera el desafío que presentaba el paso a nuevas estrategias productivas en donde la
producción local, se combinó con la importación de insumos y de bienes finales, con el fin de
aprovechar las reglas del juego económico.
3. Marchas y contramarchas de la industria Argentina (1958-2008)
Kossacoff
Introducción
Entre 1950 y 2008 la economía argentina creció a una tasa promedio de alrededor de 2,5%
anual; la que equivale a un ritmo anual cercano al 1% por habitante a lo largo del período.
Este crecimiento medio muy moderado se concibió en un contexto de intensos ciclos del
producto, los que repercutieron en que la economía argentina fuera una de las de mayor
volatilidad en el mundo en la segunda mitad del siglo XX.
Mientras que en la economía semicerrada que abarca hasta mediados de los años setenta,
la restricción externa conllevó a recurrentes ciclos de stop-go, es a partir del fin de la
estrategia sustitutiva de importaciones y en la transición hacia una apertura económica que
la volatilidad del producto se hizo aún más frecuente y acentuada.
Entre 1950 y 2008 los coeficientes de inversión a producto muestran valores moderados
cercanos al 20% promedio en el periodo, pero con bruscas oscilaciones. En la segunda fase
sustitutiva el crecimiento de la economía se acompaña con un ritmo de acumulacion de capital
aun superior y fuerte creación de empleo. Posteriormente, la inestabilidad macro que dominó
la escena hasta fines de los años ochenta implicó una revisión expresada inicialmente en una
intensa desaceleración del producto y del empleo, pero mantenidos aún elevados niveles de
inversión, para luego mostrar un estancamiento del nivel de nivel de actividad y del stock de
capital. A partir de los años noventa se observa un repunte del crecimiento del producto con
niveles de acumulacion de capital mucho menos que en el pasado.
Mientras que hasta los años ochenta hubo pequeñas y breves discrepancias entre los
coeficientes de ahorro nacional y de inversión a producto, durante la Convertibilidad de los
años noventa se registra una considerable brecha negativa que se sostiene a partir de un
mayor endeudamiento externo. En contrapartida, los años posteriores al colapso del régimen
de Convertibilidad exhiben un importante aumento de la inversión que es financiado por un
notable incremento del ahorro doméstico, el que permite elevados superávit en la cuenta
corriente del balance de pagos.
A partir de los años setenta se verifica una mejora en el índice de precios de las
exportaciones, que crece de forma aún más acelerada en los últimos años respecto a las
importaciones, determinando una mejora sustantiva de los términos de intercambio desde
mediados de los años ochenta. El crecimiento del índice de volumen físico de las
exportaciones se ha dado simultáneamente en las exportaciones agropecuarias, industriales
y de combustibles.
La evolución del tipo de cambio real en comparación con el dólar muestra fuertes oscilaciones
a lo largo del período considerado. Esto conlleva una seria dificultad para los agentes
económicos que buscan tomar decisiones de consumo e inversión. Se destacan dos períodos
de fuerte apreciación del tipo de cambio real que se corresponden con los dos procesos de
apertura económica de fines de los años setenta y noventa.
La etapa del proceso de industrialización argentino que se inicia con posterioridad a la crisis
de los años treinta y que se extiende hasta la asunción del gobierno militar en 1976 se ha
caracterizado por el desarrollo de industrias sustitutivas de importaciones, dirigidas
básicamente al mercado interno y que se desenvolvieron en un fuerte esquema
proteccionista, basado en restricciones cambiarias y niveles arancelarios muy elevados.
En 1958 se sanciona la Ley 14.180 sobre Inversión Extranjera y la Ley 14.181 sobre
Promoción Industrial que fueron los instrumentos claves de la estrategia desarrollista en
materia de política Industrial, dando inicio a la segunda fase de la ISI. En el período 1958-
1962 se radican alrededor de dos centenares de firmas extranjeras en el sector
manufacturero, especialmente en un selecto grupo de actividades que, merced a la presencia
de una fuerte demanda insatisfecha, alcanzaron un rápido ritmo de penetración en la
economía nacional. La entrada masiva de empresas transnacionales y su radicación en
actividades dinámicas se traduce en un fuerte incremento de la participación extranjera en el
producto industrial: crece de una quinta parte en 1955 a cerca de un tercio en 1974.
Luego de casi treinta años de comportamientos con altibajos, en la década comprendida entre
1964 y 1974, la industria registró un crecimiento continuo y con un dinamismo mayor que el
resto de las actividades económicas, acompañado por un crecimiento de la ocupación, los
salarios y la productividad. La industrias metalmecánicas, química y petroquímicas fueron las
actividades más dinámicas.
Sin embargo, hacia mediados de los años setenta se verifica una desaceleración del
crecimiento industrial que conduce a una fuerte polémica sobre el agotamiento del modelo de
industrialización seguido. En el período 1973/75 se intenta dar un nuevo impulso a la
actividad industrial, basado en una acelerada modificación de la distribución del ingreso a
favor de los sectores asalariados. Esta última experiencia encuentra rápidamente sus
limitaciones y finaliza en marzo de 1976, con la asunción del gobierno militar, luego de una
profunda crisis económica que, iniciada a mediados de 1975, se tradujo en un desorden en
el que se descontrolaron algunas de las más importantes variables económicas.
Los principales rasgos estructurales de las firmas eran el tamaño de las plantas; el grado de
diversificación; el nivel de subcontratación y la capacidad tecnológica local dentro de un
escenario industrial orientado hacia un reducido mercado interno.
La política económica iniciada en abril de 1976 cambió profundamente las orientaciones con
las que se desenvuelven hasta ese momento las actividades industriales. Se procuraba así
modernizar e incrementar la eficiencia de la economía.
En relación a la política industrial, se pueden señalar dos subperiodos que tienen su corte
hacia fines de 1978. El primero de ellos, se caracteriza por la recuperación de la producción
de bienes de consumo durable y de capital, asociada a la creciente inversión. En este periodo
de sinceramiento de la economía, se comienza con la reducción de los aranceles de
importación. En estos tres primeros años no aumentan significativamente las importaciones.
Por otro lado, la sanción, en 1977, de la reforma financiera, libera la tasa de interés y crea un
mecanismo totalmente distinto para la asignación de los créditos.
Sin embargo, la convergencia no se logró. En los bienes transables con el exterior el ajuste
fue lento e imperfecto, en los bienes no transables los mecanismos previstos no tuvieron los
efectos esperados. La evolución de la tasa de interés interna fue altamente afectada por una
sobretasa creciente motivada por la incertidumbre y los elevados costos de la intermediación
financiera. Por su parte, el tipo de cambio, que estaba prefijado con una previsión inflacionaria
menor a la real, se caracterizaba por una permanente subvaluación de las divisas. Esta
sobrevaloración del peso en conjunción con las rebajas arancelarias afectó fuertemente la
balanza comercial y permitió la entrada masiva de productos importados. A su vez, la entrada
de capitales externos, en su casi totalidad a corto plazo y provenientes de un mercado
financiero de alta liquidez y elevadas tasas de interés, compensaba el déficit de la cuenta
corriente, con un incremento significativo del endeudamiento con el exterior.
En este contexto, el sector industrial sufrió la crisis más profunda de su historia por la
conjunción de varios factores negativos. Entre ellos sobresale la contracción de los mercados,
por los bajos niveles de demanda de productos industriales locales, tanto interna por la
competencia de productos importados, como externa por el fuerte atraso del tipo de cambio.
La crisis de la deuda externa en 1982 revirtió el signo de las transferencias netas de recursos
del exterior, producto de la interrupción de los flujos de capital y el aumento de las tasas de
interés internacionales. Los efectos inmediatos fueron el renacimiento y agudización del
desequilibrio estructural externo de la economía, pero ahora acompañado por la crisis de
financiamiento del sector público. Estos dos desequilibrios básicos se complementaban con
la dinámica de funcionamiento de la economía en el corto plazo, en la cual el régimen de alta
inflación y la fragilidad financiera amplificaban y agudizaban los efectos de las medidas
adoptadas para corregir los desajustes. El desafío de la política económica estaba en la
eficiencia para alcanzar los objetivos de equilibrar los desajustes estructurales y, al mismo
tiempo, reducir la inflación sin incurrir en costos excesivos en términos de producción, empleo
y salarios reales. Entre 1980 y 1990 se observó una performance poco alentadora de los
principales indicadores económicos con un alto costo social en el proceso de ajuste.
Las condiciones económicas del período 1975-1990, generaron cambios significativos a nivel
sectorial y microeconómico, en el cual se verificó la incapacidad de la economía de basar la
reestructuración industrial en los aspectos positivos que se desarrollaron en las cuatro
décadas de la sustitución de importaciones, durante las cuales se acumularon conocimientos,
habilidades, capacidades ingenieriles, equipamientos, recursos humanos y bases
empresariales.
El inicio de la década de los noventa se produce en simultáneo con una etapa de cambios
políticos y económicos significativos, tanto a nivel nacional como en el contexto regional e
internacional. Sin embargo, la década se caracteriza principalmente por las reformas de
política doméstica encaradas. A lo largo de los años noventa la Argentina implementó una
serie de profundas reformas económicas que tuvieron como ejes la estabilización de precios,
la privatización o concesión de activos públicos, la apertura comercial para amplios sectores
de la economía local, la liberalización de buena parte de la producción de bienes y la provisión
de servicios y la renegociación de los pasivos externos.
La política monetaria fue uno de los ámbitos objeto de grandes cambios. En 1991, mediante
la sanción de una ley, se estableció un esquema de convertibilidad con tipo de cambio fijo
entre la moneda local y el dólar estadounidense. Asimismo, en 1992, el gobierno nacional
alcanzó un acuerdo con los acreedores externos por el cual se reemplazaba la deuda de
capital e intereses atrasados con los bancos por bonos públicos de largo plazo con garantía,
en el marco del denominado Plan Brady.
Luego del inicio del programa económico, caracterizado por el cambio de precios relativos a
favor de los sectores no transables, la tasa de inflación fue disminuyendo gradualmente,
impactando en la ampliación del horizonte de las decisiones, que conllevó un cambio de
primer orden para la formación de capital. La estabilización de precios estuvo acompañada
por un aumento apreciable del volumen de crédito, denominado tanto en dólares como en
pesos convertibles.
Desde 1998, la economía argentina estuvo afectada por varios shocks negativos en forma
simultánea. Los efectos de la crisis rusa sobre el acceso al financiamiento y las tasas de
interés en los países emergentes, la posterior devaluación y modificación del régimen
cambiario en el principal socio comercial, la abrupta caída en los precios de los productos que
exporta el país, la persistente fortaleza del dólar respecto a otras monedas del mundo y el
continuo desplazamiento del sector privado de los mercados de financiamiento interno por
parte del sector público, constituyen los ejemplos más destacados de lo ocurrido.
A fines de la década de los años noventa, el inicio de un largo período dominado por la
recesión y la deflación de precios generó tensiones crecientes y modificó las expectativas
respecto al potencial de crecimiento de la economía y la solvencia del sector público. En
ese contexto, la crisis por la que atravesaba la Argentina terminó expresándose en un
progresivo aumento en los índices de desempleo, pobreza e indigencia y un moderado
proceso de deflación de precios y salarios.
El proceso asociado con el abandono del sistema de Convertibilidad estuvo marcado por una
gran turbulencia no sólo económica, sino también social y política. Los costos de salida de un
régimen sin mecanismos de escape y que no resultó sostenible, fueron efectivamente muy
altos. Sin embargo, también fue intensa la recuperación que siguió a la crisis. El desempeño
económico argentino luego de la Convertibilidad estuvo caracterizado por un sorprendente
desempeño positivo. En términos macroeconómicos en 2007 existía un punto de partida que
era totalmente distinto del que teníamos en la década pasada.
A finales de 2001, el colapso del régimen económico configurado en los años noventa
profundizó la crisis y generó una desorganización de la actividad económica hasta en los
elementos más básicos. Lo que se debe hacer ahora, es recuperar los atributos que dan
cuenta de la existencia de una moneda (ser unidad de cuenta, medio de cambio y, como
objetivo futuro, reserva de valor), reconstituir la trama de relaciones contractuales y relanzar
un sistema financiero que pueda administrar las transacciones, captar parte del ahorro local
y retomar el otorgamiento de crédito, todo esto aparecía como objetivos básicos luego del
colapso.
En la actual situación es muy difícil generar credibilidad internamente, por lo que la demora
en alcanzar un FMI constituye un factor adicional de inestabilidad económica. Hacia mediado
de 2002, en un contexto de alta incertidumbre, aparecen algunos indicios que se podían
considerar como positivos: una demanda por la moneda local transacciones
sorprendentemente resistente, un freno a la abrupta caída del nivel de actividad, un notable
superávit comercial, un rápido ajuste de las empresas a las nuevas condiciones del entorno,
entre otros. Sin embargo, en lo inmediato, Argentina debía aún evitar caer en una situación
de inestabilidad externa (del tipo de la hiperinflación). Este desafío constituye una condición
necesaria para que se recupere un sendero de crecimiento sostenido en los próximos años.
Uno de los problemas centrales de economías como la Argentina, caracterizadas por una
historia de considerable volatilidad económica es la dificultad que aparece para identificar y
extrapolar tendencias individuales o agregadas de ingreso y producto.
Luego del inicio del programa económico, la tasa de inflación mostró una discontinuidad hacia
abajo y siguió disminuyendo gradualmente. Esta ruptura con el pasado inflacionario se
constituye en un elemento crucial para la evolución de las actividades económicas, dada su
importancia para la formación de precios y la demanda de activos. La ampliación del horizonte
de las decisiones inducida conlleva un cambio de primer orden para la formación de capital.
El comportamiento de la política fiscal a lo largo de los años noventa es aún debatido. Cuando
se compara con la década precedente, la gestión fiscal presenta mejoras apreciables. Sin
embargo, la sustentabilidad del régimen cambiario requería como condición necesaria que la
reducción del déficit no se interrumpiera al promediar la década, sino que los esfuerzos por
aumentar la solvencia del sector público se reforzarán aún más. imponible. Posteriormente,
los ingresos se vieron afectados por las propias reformas estructurales (en particular, la
reforma del sistema de seguridad social) y la crisis financiera originada en México. A partir de
ahí, y más aún desde el contexto recesivo iniciado a mediados de 1998, se desarrolla un
período caracterizado por las tensiones crecientes entre las demandas de gasto público, la
caída en la recaudación y los intentos de solucionar parte de los problemas de precios
relativos a través de la gestión fiscal.
Desde 1998, la economía argentina estuvo afectada por varios shocks negativos en forma
simultánea. Los efectos de la crisis rusa sobre el acceso al financiamiento y las tasas de
interés en los países emergentes, la posterior devaluación y modificación del régimen
cambiario en el principal socio comercial, la abrupta caída en los precios de los productos que
exporta el país, la persistente fortaleza del dólar respecto a otras monedas del mundo y el
continuo desplazamiento del sector privado de los mercados de financiamiento interno por
parte del sector público, constituyen los ejemplos más destacados de lo ocurrido. A finales de
la década, el inicio de un largo período dominado por la recesión y la deflación de precios
generó tensiones crecientes y modificó las expectativas respecto al potencial de crecimiento
de la economía y la solvencia del sector público, provocando por último el colapso definitivo
del régimen económico.
Desde comienzos de la década del noventa las empresas argentinas se encontraron frente a
un escenario en donde a las transformaciones que se sucedían en el plano internacional, se
agregaba el cambio radical en las reglas de juego que enfrentaban previamente en el
mercado doméstico. La dinámica microeconómica de los noventa es el resultado de
estrategias puestas en práctica por los agentes económicos y fundadas en el desarrollo de
capacidades adquiridas en el pasado y en los límites impuestos por un entorno económico en
transición.
Hacia fines del decenio de los ochenta comenzó una recuperación en los flujos de IED que
alcanzó niveles notables y crecientes en la década siguiente. Según estimaciones oficiales
entre 1990 y 2000 ingresaron 78 mil millones de dólares de IED, por lo cual el acervo de
capital extranjero creció a tasas anuales superiores a 20% y superó los 80 mil millones en el
año 2000.
Es posible identificar dos etapas en el comportamiento de los flujos de IED hacia la Argentina.
Entre 1990 y 1993, más de la mitad de los ingresos de inversión extranjera corresponden a
operaciones de privatización y concesión de activos públicos. Con posterioridad, las fusiones
y adquisiciones de empresas privadas adquieren el rol central en el crecimiento de las
inversiones extranjeras en el país. En suma, a diferencia de períodos anteriores, la mayor
parte de los fondos de IED (al menos el 56% de los flujos totales entre 1992 y 2000) se
destinaron a la compra de activos existentes, tanto estatales como privados. El hecho más
destacado en cuanto al origen geográfico de la IED es el notable aumento de la inversión de
empresas españolas por el cual España es el principal inversor extranjero durante los noventa
en la Argentina. Los años noventa marcaron un cambio de rumbo en la dinámica de los
conglomerados económicos locales en la Argentina. Las nuevas condiciones económicas
abrieron múltiples oportunidades de negocios en un clima de estabilidad y crecimiento, pero
al mismo tiempo los enfrentaron a la contestabilidad de la competencia internacional.
Existe un cierto consenso en que los rasgos predominantes de las PyMEs argentinas durante
la ISI eran la centralización de la gestión en la figura del dueño, la inserción externa poco
significativa, el predominio de estrategias defensivas, el amplio mix de producción, la escasa
especialización productiva, la reducida cooperación con otras firmas, la escasa relevancia de
las actividades de innovación y el reducido nivel de inversión. Estas características, que en
gran medida persistieron en el transcurso de los años noventa, condicionaron las respuestas
que pudieron implementar frente a las reformas estructurales.
Argentina es un país que posee una dotación relativa de activos abundante en recursos
naturales. Estos recursos además tuvieron un avance notable en los últimos años, no sólo en
los agropecuarios, sino en los energéticos, forestales, mineros, pesqueros.
Las políticas públicas, con instrumentos distintos a los empleados en el pasado, debieran
actuar como catalizadoras de los procesos de transformación, respetando algunos requisitos
básicos sin los cuales pierden efectividad. El primero de ellos es que estén insertas en una
estrategia económica de irrupción en el mercado mundial; en segundo lugar, que se garantice
la continuidad en el tiempo de las políticas; en tercer lugar, que exista coordinación y
consistencia con el resto de las políticas públicas; y en cuarto lugar, la creación de instancias
institucionales del estado y de la sociedad civil con contrapesos para la ejecución de las
políticas de modo que reduzcan el riesgo de captura rentística.
4. La Macro de los 70s y los 90s
En Abril de 1976, Martinez de Hoz se hizo cargo del Ministerio de Economía, hizo conocer el
“Programa de Recuperación, Saneamiento y Expansión de la economía Argentina” aprobado
previamente por la Junta Militar de Gobierno. Los objetivos del programa se sintetizaban en
tres puntos:
● Lograr saneamiento monetario y financiero indispensable como base para la
modernización y expansión del aparato productivo del país en todos los sectores, lo
que garantizará un crecimiento no inflacionario de la economía.
● Acelerar la tasa de crecimiento económico.
● Alcanzar una razonable distribución del ingreso, preservando el nivel de los salarios,
en la medida adecuada a la productividad de la economía.
Hacia julio de 1976, se inicia la llamada segunda fase, caracterizada por el comienzo de la
reactivación, a través de una salida gradual que evite el desempleo y de privilegio a la
inversión como factor de impulso por el lado de la demanda. A finales de 1976, el ministro
destacaba una reversión en el saldo del balance comercial, un fuerte saldo favorable en el
balance de cuenta corriente y una drástica modificación en la situación de reservas.
En el sector público las líneas de acción se habían marcado con precisión desde el primer
momento. Era necesario corregir gradualmente el desmesurado desequilibrio fiscal por dos
razones fundamentales: una asociada a la relación entre el déficit fiscal y la tasa de inflación,
la segunda vinculada a un objetivo de LP, se adoptaba un papel subsidiario para el Estado
en la actividad económica. Se postulaba una redefinición del papel del Estado, ajustando los
límites de su accionar y partiendo del reconocimiento de que es la empresa privada el
verdadero motor de la economía, conservando aquél grandes instrumentos de política
económica.
El segundo acontecimiento importante en el desarrollo de la política de apertura comercial del
gobierno se dio en 1978, con la puesta en marcha de la reforma arancelaria general. Entre
1977 y 1978 se fueron poniendo en práctica sucesivas modificaciones parciales de la tarifa a
la vez que se comenzaba a producir fuertes enfrentamientos, tanto entre los productores
locales y el gobierno como dentro del propio elenco gubernamental en torno del papel de los
aranceles y su relación con los temas centrales de la estrategia: el abatimiento de la inflación
y la promoción del desarrollo económico.
Por un lado, hubo un continuo cambio en las normas de importación de bienes de capital,
cuyos derechos fueron paulatinamente reducidos, a la vez que se ajustaban las cláusulas
para su pago, estas rebajas fueron justificadas invocando la política de promover la
capitalización bajo pautas de eficiencia. Se ajustó el arancel y se autorizó la importación,
hasta entonces prohibida o restringida. Asimismo, se redujeron también los reembolsos a las
exportaciones no tradicionales y se eliminaron los depósitos previos para importaciones.
Las principales implicaciones inmediatas de la nueva ley de Entidades Financieras fueron las
siguientes:
a. Recrear un sistema de reservas fraccionarias o efectivos mínimos uniformes sobre todo
tipo de depósito, con independencia de que devengara o no intereses,
b. liberalizar los criterios con que los bancos podían fijar la tasa nominal de interés, ya sea
activa o pasiva.
c. Restituir a las entidades financieras la capacidad de discernir las formas y destinos en la
instrumentación de su gestión crediticia.
d. Recrear, a través del redescuento, el papel de prestamistas de última instancia del BC.
e. Fijar un conjunto de normas referidas a la solvencia y liquidez de las entidades financieras
En julio 1977 se sanciona la nueva ley de promoción industrial. La idea era promover la
expansión de la capacidad industrial fortaleciendo la participación de la empresa privada,
alentando las inversiones orientadas a mejorar el equilibrio general regional, la eficiencia y la
seguridad y defensa nacional, poniendo énfasis en el uso de tecnología avanzado, en la
posibilidad de mejorar el balance de pagos por sustitución de importaciones y promoción de
exportaciones, en la explotación de recursos básicos o estratégicos. La ley iba a corregir los
errores cometidos, muy especialmente en los últimos tiempos.
Hacia mayo de 1978, a pesar de los compromisos de reactivar la economía, el PBI había
caído en el primer trimestre a un nivel inferior al de cualquier de los cuatro años anteriores y
los precios mayoristas y minoristas continuaban creciendo. Se abandona la aplicación del
modelo de política monetaria activa. El principal objetivo era provocar una ruptura en el
proceso de formación de expectativas y se recurrió a distintos mecanismos de desindexación.
Así es que la base monetaria comenzó a crecer. También el Banco Central abandonó la línea
restrictiva y empezó a aumentar la capacidad prestable de los bancos. De allí en más se
impulsaría rápidamente el proceso de expansión secundaria permitiendo bajar la brecha entre
las tasas de interés activas y pasivas del circuito bancario y mantener un razonable control
sobre los valores reales de las tasas, las que pasaron a ser negativas en la segunda parte
del año. Por su parte, la tasa de inflación trimestral repuntó a 26,9% entre septiembre y
diciembre. La tasa de interés real comenzaba a ser nuevamente negativa y el producto
industrial volvía a crecer, si bien los niveles absolutos de producción continuaban por debajo
de los alcanzados en el año anterior y el Banco Central seguía controlando el tipo de cambio
en un proceso continuo de revaluación del peso.
En diciembre de 1978 Martínez de Hoz anunció nuevas medidas tendientes a profundizar el
plan económico en la nueva etapa que se iniciaba en 1979. Las modificaciones implicaban
un abandono de la estrategia antiinflacionaria seguida durante todo el año que se cerraba.
Además, se propuso por primera vez expresamente el tema de la apertura de la economía
como objetivo y como instrumento de acción.
Durante la primera parte de 1979 se vivió una etapa de expansión de la actividad económica
compatible con una caída de la tasa de interés real y escasa desaceleración en el ritmo de la
inflación. A partir de la segunda parte del año, el deterioro en la cuenta corriente indujo a un
paulatino ascenso de la tasa de interés real para lograr una mayor entrada de capitales y
sostener la cuantía de las reservas internacionales. En tanto el nivel de la actividad
comenzaba a desacelerarse primero y caer significativamente después, particularmente en el
sector industrial. La persistente revaluación del peso inducía a una constante sustitución de
bienes domésticos por importados y a un aumento descomedido de los gastos de turismo en
el exterior, presionando de tal manera sobre la situación de las reservas y la tasa de interés.
El fin del año 1979 no sólo marca el comienzo de una etapa de persistentes tasas reales de
interés positivas, sino también el momento en que el tipo de cambio real se sitúa claramente
por debajo de cualquiera de las estimaciones posibles para determinar su nivel de equilibrio
de largo plazo. Los niveles de la actividad industrial y del conjunto de la economía indicaban
el comienzo de otra etapa de recesión. El alza en la tasa real de interés, la persistente
revaluación y el nivel sin precedentes del endeudamiento privado con los bancos, agregaban
un nuevo elemento de tensión a la evolución coyuntural: el inicio de un año crítico en la
actividad financiera. Los bancos y compañías financieras, cuyo número y volumen real de
actividad se había expandido notablemente desde 1976, comenzaron a encontrar dificultades
generalizadas para la recuperación de sus carteras de préstamos.
En un proceso que se inició en marzo de 1980 con el Banco Intercambio Regional (BIR), son
intervenidos por el Banco Central una veintena de bancos y compañías financieras. La caída
del BIR produjo una rápida corrida sobre los bancos privados, lo que motivó que el Banco
Central se viera obligado a poner en marcha un régimen de redescuento especial, por el cual
las entidades obtenían fondos en proporción al descenso de sus depósitos. El monto de los
adelantos otorgados bajo este régimen alcanzó a principios de abril los mil millones de
dólares.
Como era de esperarse, no sólo se transfirieron recursos entre bancos sino que también
comenzó a sentirse una fuerte presión sobre las reservas del Banco Central. En el segundo
semestre de 1980, por primera vez desde la puesta en marcha de la nueva estrategia, el saldo
de la cuenta de capitales resultó negativo, produciendo una caída aún mayor en las reservas
internacionales.
Los resultados de 1980 indicaban que el nivel del producto era prácticamente igual al del año
anterior. Entre 1974 y 1980 la tasa del crecimiento anual del producto per cápita es negativa
en una valor cercano al 0,6%. Los mismos datos indican que el producto industrial era
equivalente al logrado en 1974. Solamente tuvieron un importante crecimiento, de alrededor
del 15%, los productores de servicios. Este comportamiento de los servicios fue acompañado
por una fuerte expansión en dos áreas adicionales, la construcción y la producción de
energéticos, básicamente petróleo y gas. La reorientación en la asignación de recursos desde
los sectores productores de mercancías hacia los servicios tuvo una influencia importante en
la situación del mercado de trabajo y particularmente en la absorción del desempleo industrial.
Por el lado de la demanda final, es posible observar que el consumo total permaneció
constante, o con una obvia caída en los niveles per cápita frente a los alcanzados en 1974/75;
en tanto que la inversión tuvo un comportamiento muy errático. En la década del 70 la tasa
de crecimiento promedio de la inversión bruta fija apenas alcanza el 3% anual. A partir de
1977 es evidente que la rebaja de aranceles, la revaluación del peso y la posibilidad de
acceder al financiamiento externo gravitaron en las importaciones de bienes de capital, las
que llegaron en 1979 al 25% de la inversión total en equipo. En valor constante, son un 30%
superior a las de 1971.
Las exportaciones también estuvieron condicionadas por la marcha del tipo de cambio real.
A la rápida expansión observada en 1976/77, cuando se duplicaron los valores de los
primeros años de la década, se sucede un período de dos años del crecimiento del orden del
4% anual. En tanto en 1980 se observa que las exportaciones comienzan a caer.
El empeoramiento de las cuentas públicas (persistente aumento del gasto militar), junto con
el deterioro de la confianza en la seguridad con que operaba el sistema bancario, y la
incertidumbre con respecto a la continuidad de la política económica a partir de la rotación
presidencial prevista para marzo de 1981, comenzaron a influir sobre el plan de estabilización.
Esta incertidumbre llevó a que a fines de 1980 hubiera una fuerte caída en el nivel de reservas
internacionales.
Los cambios más radicales se dieron entre los años 1820 y 1990. Alrededor de 1820, al
empezar la globalización moderna, cambia la suerte de ambos grupos de países.
A partir de esta gran divergencia se observa que las naciones ricas se enriquecen cada vez
más mientras las civilizaciones más antiguas, como China e India, comienzan a
empobrecerse progresivamente.
Sin embargo, desde 1990, el proceso de globalización vuelve a mutar observándose que de
representar dos tercios del PBI mundial, la participación de los países del G7 comienza a
declinar retornado a los niveles registrados en 1990.
…….
Tres son los principales costos que condicionan el arbitraje: el costo de mover los bienes, el
costo de las comunicaciones que no es otra cosa que el costo de mover las ideas y el costo
de mover a las personas.
Ahora se puede vender al mundo entero. El proceso de micro clustering cambió el mundo y
promueve la innovación y el crecimiento moderno.
El hecho de que los costos de transporte se redujeron mientras los costos de mover ideas se
mantenían altos explica la enorme divergencia que se verificó entre los países ricos y los
países pobres. Los altos costos de comunicación frenaron la diseminación de las ideas y de
la innovación, y ello explica la gran divergencia en su proceso de evolución.
Todo esto se detiene en 1990. En este momento aproximadamente puede señalarse que
sucede una revolución en la tecnología de la comunicación y de la información (TCI). El
desarrollo de las TCI redujo el costo de mover las ideas lo que hizo posible desde el punto de
vista de la organización el offshoring y el aumento de la rentabilidad a partir de la explotación
de las grandes diferencias salariales entre regiones.
En este momento empieza la nueva globalización en la cual las cadenas globales de valor se
convierten en los agentes que arbitran el know how.
En resumen, después de 170 años de historia, en que disminuyeron los costos de transportar
bienes y los costos de mover ideas, se destaca que aún son altos los costos del cara a cara.
Es por ello que gran parte del proceso de outsourcing se da en lugares como México, Polonia
y el sudeste Asiatcio. Los altos costos de cara a cara o sea de mover a la gente determinan
que las cadenas sean regionales y no globales. Sin embargo, la verdadera revolución de las
CGV es que las firmas de los países del G7 están llevando sus empresas a países en
desarrollo en los cuales el costo de la mano de obra es bajo. Las CGV han abierto conductas
por las cuales fluye el know how.
Antes, uno tenía que competir con la producción high-tech de Alemania o con los bajos
salarios de India. Ahora, países como México usan altas tecnologías y la combinación con
mano de obra barata.
Las innovaciones de TIC permitieron abrir un conducto entre países más desarrollados y otros
menos desarrollados por el que fluye el conocimiento. Esto permite que todos participen de
la revolución de la manufactura. Arbitraje implica el concepto de que la ventaja comparativa
se desnacionaliza.
…..
…..
El costo de mover a las personas sigue siendo alto aunque los avances tecnológicos están
creando sustitutos cercanos al hecho de estar ahí. La nueva globalización agrega una nueva
dimensión al tema.
Los ganadores de esta nueva fase de la globalización son los trabajadores no calificados de
los países en desarrollo mientras que los perdedores son los trabajadores de media y baja
calificación de las naciones del G7 que perdieron sus empleos a partir del auge del proceso
de deslocalización de las empresas.
Todos estos avances probablemente generen en el corto plazo mayor disrupción en los
países ricos y más oportunidades en las naciones en desarrollo. Sin embargo, el futuro es
impredecible ya que no es fácil pronosticar cuáles son los sectores y los empleos que
sobreviven en un mundo en que los avances de la competitividad industrial están definidos
por firmas offshore.
…..
Esta nueva globalización no sólo produjo la gran convergencia entre las naciones más
industrializadas y algunas naciones menos desarrolladas como consecuencia del
desplazamiento de la producción a estas últimas sino que también generó la nueva ola de
globalización que el mundo está hoy transitando.
Pese al ímpetu que muestran las fuerzas antiglobalización, que se expresan en gran medida
en los intentos de gobiernos nacionales y regionales por recuperar soberanía es necesario
destacar que el proceso de globalización no ha llegado a su fin sino que está iniciando una
nueva fase.
5. La Inserción Argentina en las Cadenas Globales de Valor
Intro
Durante las últimas tres décadas del siglo XX, la economía mundial sufrió grandes
transformaciones, que dieron origen, entre otras cosas, a una nueva fase en la división
internacional del trabajo. Una manifestación de estas transformaciones fue el auge del
comercio internacional y de los flujos de inversión extranjera directa (IED) hacia la periferia.
De allí que las últimas décadas del siglo XX fueron testigos del auge de las llamadas CGV,
las cuales pueden entenderse como la secuencia de actividades que las firmas y los
trabajadores realizan desde el diseño de un producto hasta su uso final. Las cadenas son
“globales” dado que los eslabones del proceso productivo atraviesan distintos países, y son
de “valor” en tanto cada firma agrega cierta cuota de valor al producto final. Así, la
nacionalidad de origen de las mercancías se ha ido volviendo crecientemente difusa, ya que
varios países se han ido incorporando al proceso de creación de valor.
Metodología
Medir cómo y cuánto participan los países en las CGV no es una empresa sencilla, debido
por un lado a que no hay consenso absoluto acerca de qué se entiende por CGV.
Conceptualmente, entendemos como participación en CGV a todo flujo comercial que pasó
por al menos dos fronteras (pueden ser tres países, como A-B-C, o dos, como A-B-A).
Por otra parte, la “participación total relativa en las CGV” al cociente entre el monto de las
exportaciones que forma parte de las CGV (sea aguas arriba o aguas abajo) y el total de las
exportaciones del país. La “participación total absoluta de un país” surge del cociente entre
el monto de sus exportaciones que forman parte de las CGV (tanto aguas arriba como aguas
abajo) y el total de los flujos comerciales mundiales ligados a las CGV. Lo mismo aplica para
la “participación aguas arriba (aguas abajo) relativa (absoluta)” de un país en las CGV.
Hay literatura que analiza al país a partir de tomar una mirada regional examinando la
especialización productiva y complementariedad entre los países del Mercosur, como la
integración productiva del Mercosur; la inserción de América del Sur en las CGV y las
debilidades y potencialidades que tiene América Latin en este nuevo contexto. En segundo
lugar, existe un pequeño grupo de estudios que analizan o bien el desempeño de alguna
cadena en particular del país como farmacéutica, textil-indumentaria, maquinaria agrícola y
otros trabajos que examinan el impacto que las CGV han tenido sobre la conducta innovadora
de las pymes Argentinas.
El objetivo es analizar cuánto participa Argentina en las CGV, comparándola con 48 países
que representan más del 85% del PIB mundial. Los periodos que veremos son entre 1995 y
2011. En primer lugar, se observa que todos los países de la muestra incrementaron su
participación total relativa en las CGV, lo cual a todas luces habla de que la integración de la
producción mundial fue generalizada. Ahora bien, tanto en 1995 como en 2011 Argentina fue
el país de menos participación total relativa en las CGV.
Luego, se observa la participación absoluta (tanto aguas arriba como aguas abajo) en los
flujos comerciales ligados a las CGV de los mismo países, durante el mismo periodo. En
Argentina, los flujos comerciales ligados a las CGV pasaron de 4.451 millones de dólares en
1995 a 29.490 millones en 2011. El leve crecimiento de la participación absoluta de Argentina
en los flujos ligados a la CGV se debe a que mientras que a nivel mundial estos se
incrementaron en 351% entre dichos años, en Argentina lo hicieron a razón del 562%.
Una primera cuestión a tener en cuenta para entender por qué Argentina participa “poco” de
las CGV es que allí los bienes finales tienen un peso mucho más importante en la canasta
exportable que en la gran mayoría de los países. Se observa que el 48,7% de las
exportaciones argentinas corresponden a bienes y servicios finales. Argentina y NZ son
países exportadores de alimentos, mayormente, en tanto que los otros países se especializan
en el comercio de minerales y/o hidrocarburos, los cuales son sobre todo insumos
intermedios.
Argentina es un país que importa, en proporción, más bienes finales que la media mundial.
El peso de los bienes finales en las importaciones cayó sensiblemente entre 1995 y 2011. En
efecto, si comparamos contra el año 2000, la caída es todavía mayor. En gran medida esto
es producto del fuerte incremento de los combustibles e hidrocarburos. El sector de refinación
del petróleo aumentó su peso en las compras externas, también se dieron bajo la modalidad
de insumos intermedios. Ello se debe a la crisis energética que afrontó el país conforme fue
avanzando la década de los 2000, de la mano de un achicamiento de la oferta y un fuerte
incremento de la demanda y particularmente del sector industrial. La suba de los precios
internacionales de los combustibles también contribuyo a profundizar este fenómeno.
Vale remarcar que la fuerte apreciación cambiaria de los ’90 fue un gran incentivo para que
los argentinos vacacionaran en el exterior. Ello tuvo un abrupto punto de inflexión con la
megadevaluación del año 2002 y, si bien luego el gasto turístico en el exterior comenzó a
recuperarse, hacia 2011 no lo había hecho plenamente, al menos en términos relativos.
Participación Aguas Abajo: Se ha definido como participación aguas abajo en las CGV el
porcentaje de las exportaciones del país A que son tomadas como insumo intermedio en un
país B, en donde será transformado con vistas a la exportación. El país que más contribuye
a la participación aguas abajo es Europa.
ASEAN aporta un 10,7% de la participación aguas abajo argentina y Brasil “solo” da cuenta
del 6,9% de la participación aguas abajo, a pesar de representar
el 18,7% de las exportaciones totales.
Del análisis previo puede concluirse que no es sólo el perfil de especialización argentino
(centrado en la agroindustria) el que explica su baja participación relativa en CGV, sino
también que sus principales mercados de exportación (“Brasil” y “Resto del Mundo”) tienden
a demandar proporcionalmente más bienes finales que intermedios, los que, a su vez, se
consumen domésticamente en lugar de embeberse en exportaciones.
Luego, se ve los sectores argentinos que más contribuyen a la participación aguas abajo en
las CGV y son el sector agroindustrial.
Conclusiones
Argentina participa poco en las CGV por a) el perfil de especialización, y) sus socios
comerciales predominantes. El perfil de especialización del país se centra mayormente en
cadenas “cortas” (como las agroindustriales), en las que el grueso de las exportaciones o bien
son productos finales o, si son intermedios, suelen ser consumidos en el país de destino
(disminuyendo así su participación aguas abajo). Asimismo, las ramas en las que Argentina
está especializada suelen tener un alto valor agregado doméstico, sea porque se encuentran
al inicio de la cadena (extracción) o porque los insumos domésticos son elevados por las
propias características de la cadena (alimentos).
Por su parte, el hecho de que Brasil y “Resto del Mundo” sean los dos principales socios
comerciales del país, y que ambos tienden a demandar relativamente más bienes finales que
intermedios, los cuales a su vez tienden a ser consumidos domésticamente más que re
exportados, es un factor adicional importante para entender por qué la participación argentina
en CGV es baja.
Por último, el desarrollo económico de los países subdesarrollados tienen más que ver con
la transformación de la estructura productiva, y ello se asocia mucho más a factores como la
modalidad y la calidad del accionar estatal, el marco institucional, la geografía económica, la
política, las capacidades productivas existentes, la modalidad de inserción del capital
extranjero en la economía o la dinámica del conflicto capital-trabajo antes que con participar
más o menos en las CGV.
6. Industria Argentina en el siglo XXI
Coatz y Schteingart
Entre muchos autores tienen una visión que poseen muchos puntos en común como por
ejemplo la necesidad de incrementar las capacidades innovadores y productivas del país en
una economía global compleja como la del siglo XXI pero también tienen puntos en
desacuerdo como acerca de cuáles son los sectores estratégicos del desarrollo de LP o de
cuáles debieran ser los instrumentos de política pública para fomentarlos.
Hay que lograr entender el rol de la industria Argentina y cuales son los aportes y las
limitaciones a la dinámica del empleo, la formalidad, los ingresos, la productividad, las divisas
o la innovación tecnológica, por mencionar solo algunas variables. La industria Argentina
genera más empleo del que habitualmente se presupone. Es uno de los sectores que más
empleo formal privado genera (en torno al 20%) y su aporte al empleo indirecto es, por lejos,
más alto que el del resto de las demás ramas de actividad. Asimismo, se mostrará que su
contribución a la dinámica de las divisas es mejor de lo que habitualmente se piensa, por dos
razones: a) el déficit industrial no es tanto un déficit generado por la industria, sino que está
generado por demandas de toda la economía y b) por tal razón, con menos desarrollo
industrial el déficit manufacturero tenderá a acrecentarse aún más.
Para poder comprender la industria argentina actual hay que entender su evolución reciente.
El sector manufacturero jugó un papel relevante en la dinámica económica del periodo que
siguió a la crisis de la Convertibilidad. A lo largo del periodo comprendido entre 2002 y 2005
la producción industrial se incrementó 76%, superando en casi un 30% el pico de actividad
de la década de los 90.
Algunos estudios han señalado que la desindustrialización Arg no habría sido un problema
debido a diversas razones. El argumento más citado es que las propias tendencias mundiales
mostraban una aparente desindustrialización en los países desarrollados, cuyos PBI tendían
a estar cada vez más dominados por los sectores de servicios, dando así lugar a las llamadas
economías postindustriales. Para sostener tal argumento, se sostenía (y se sostiene) que
desde los años ‘70 la industria manufacturera perdió peso en el PBI y sobre todo en el empleo,
dado un mayor aumento de la productividad industrial respecto a la media; en efecto, ambos
procesos efectivamente ocurren.
Entre 2005 y 2011, la performance Arg en materia de valor agregado industrial per cápita fue
realmente positiva tanto en términos absolutos como comparativos. Arg se ubicó en el noveno
lugar del ranking, por detrás de países asiáticos altamente dinámicos tales como China,
Corea del Sur, Vietnam e India y de países del Este europeo.
Entre 2011 y 2015 cambió la dinámica: el PBI industrial per cápita argentina se contrajo.
Entre 1998 y 2002 el PBI total había caído, el empleo asalariado manufacturero se había
contraído, la tasa de información sectorial se había elevado, la productividad industrial se
había contraído, las empresas industriales se habían retraído y el salario real industrial formal
se había reducido. En contraste, hacia 2007 la recuperación había sido de tal índole que en
todas las variables mencionadas la situación era mejor que en 1998.
De este modo, 2007 y, sobre todo 2008, mostraron una agudización de las tensiones internas;
una de las más relevantes fue una fuerte disputa entre el gobierno y el sector agropecuario
en marzo de 2008, a partir del intento por acrecentar los derechos de exportación a cereales
y oleaginosas en un contexto en que los precios internacionales al alza presionaban sobre
los precios domésticos y en donde los productores agropecuarios sufrían por costos internos
crecientes. Pocos meses después, la quiebra de Lehman Brothers fue el puntapié inicial de
una severa crisis internacional, con epicentro en los países desarrollados, y que afectó a
buena parte del planeta, entre ellos Argentina.
El estallido de la crisis internacional no afectó tanto al país por el lado del canal financiero: el
país se encontraba con holgura en materia de reservas internacionales, el Estado, las
empresas y las familias se encontraban con bajos niveles de endeudamiento y el sistema
financiero se encontraba líquido y solvente. El canal que más afectó al país fue el real, a partir
del desplome de la demanda externa y de los precios de exportación. Frente a esto, el
gobierno implementó un conjunto de políticas activas que dieron lugar a una rápida
recuperación y una nueva expansión industrial entre 2010 y 2011. Entre ellas, se continuaron
los planes de inclusión jubilatoria (iniciados en 2005) y se implementaron la AUH y políticas
comerciales selectivas de defensa del mercado interno que incluyeron licencias no
automáticas, medidas antidumping y valores criterios, entre otras. Asimismo, la economía
global volvió a crecer en 2010 y 2011, lo cual favorece los volúmenes exportados del país.
El balance del periodo 2007-11 fue positivo para la industria a nivel agregado. No obstante, a
diferencia de la etapa anterior, en que todas las ramas se mostraban dinámicas, entre 2007-
11 sectores como productos de madera (excepto muebles), refinacion de petroleo o algunos
segmentos al interior de la metalmecánica tuvieron una producción estancada. Si bien tanto
la producción como el empleo industrial mostraron tasas de crecimiento positivas entre 2007-
2011, se mostraron más exiguas que respecto a 2002-07, particularmente en lo que concierne
al empleo.
Hacia mediados de 2011 existían importantes desafíos tanto en la macro como a nivel
sectorial. Era necesario una sintonía fina en múltiples ámbitos de la política económica e
industrial. Se debía emprender una agenda sectorial y regional con eje en diversos temas
vinculados a la tecnología, la infraestructura, al rol y la eficiencia de las compras públicas
como política de desarrollo industrial, a la productividad, la sustitución estratégica de
importaciones y la promoción de exportaciones con mayor valor agregado, de forma de atacar
estructuralmente los problemas de la economia Arg en general y del balance de pagos en
particular. Pero entre 2011 y 2012 se cometieron una serie de errores de política económica
que desdibujaron el trazo grueso de la macro, condicionado así los cuatro años posteriores.
Se pasó de una política ofensiva a una política defensiva. Cabe señalar que a partir del 2011
el frente externo se volvió cada vez más adverso que los años previos. El CI fue perdiendo el
dinamismo.
A modo de balance, el período 2002-2015 dejó una serie importante tanto de activos como
de pasivos. Se pueden mencionar bajos niveles de endeudamiento en empresas, familias y
gobierno. Asimismo, otro de los activos fue un nivel de empleo y del mercado interno
relativamente elevado, así como mayores capacidades productivas, comparado con las
décadas anteriores.
Del lado de los pasivos, podemos destacar escasas reservas en el Banco Central, un tipo de
cambio atrasado y con cepo cambiario, una economía con regulación de importaciones,
problemas fiscales en alza o cerramiento al crédito internacional producto primero de una
decisión política del gobierno de mantenerse al margen y luego por la dinámica que adquirió
el conflicto con los holdouts a partir de 2012 y, fundamentalmente, de 2014. Más allá de estos
pasivos, quizá el más destacable haya sido el haber desaprovechado un contexto
internacional favorable para seguir creciendo después de 2011, lo cual hubiera permitido
mejorar los incentivos y la previsibilidad para las inversiones de más largo plazo y para
cambiar la estructura productiva.
En esta sección, se muestra que pese a las grandes brechas de productividad con los países
desarrollados, la industria argentina se ubica relativamente bien comparado con otras
actividades en lo que concierne tanto a la productividad, ingresos y contribución al empleo.
También se analiza la formalidad y la informalidad. Los formales son aquellos que aportan al
sistema jubilatorio, más todos los independientes cuyo nivel de calificación sea técnico o
profesional cuyo nivel de calificación sea técnico o profesional. En contraste, los informales
serán los asalariados que no aportan al sistema jubilatorio y los independientes sin calificación
o con calificación operativa. Al igual que la relación entre productividad e ingresos, aquí la
asociación entre ambas variables es sumamente estrecha.
Existe una importante correlación entre el tamaño de una empresa de una rama y las
remuneración que se pagan. Sin embargo, hay grados de libertad, como por ejemplo
Seguridad privada, Agencias de empleo temporal, Enseñanza privada o Limpieza de edificios,
que son actividades donde el tamaño promedio de las empresas es grande y los salarios son
más bajos que la media.
Se concluye, por un lado, que parece cierto que los diferenciales de salarios se asocian en
parte al tamaño de empresa; por el otro, que a la vez hay otras variables que pueden explicar
por qué hay tanta dispersión. Algunos de estos motivos son las características específicas
del sector de actividad que suponen ciertos procesos productivos de mayor/menor
productividad, el poder relativo de negociación de los asalariados-empresarios de cada
observación, las presiones competitivas de cada rama o empresa, la existencia de subsidios
específicos hacia alguna rama o empresa, etcétera. Por ejemplo, al interior de las
microempresas industriales, no hay ninguna rama en que los salarios formales sean
superiores a la media.
Podemos obtener dos conclusiones. Primero, que la Argentina tiene una irremediable
tendencia al déficit industrial y que durante la posconvertibilidad ello se agudizó; segundo,
que tal déficit industrial es culpa de la industria manufacturera, que sería ineficiente frente a
competidores del resto del mundo.
En Argentina, la única etapa en la que coexistieron fuerte crecimiento del PBI y mejora del
coeficiente exportaciones sobre suma de exportaciones e importaciones fue el período 1964-
1974, en el cual las exportaciones industriales crecieron cuatro veces más rápido que las
importaciones. ¿Permitió eso eliminar el déficit en bienes industriales? No, porque el punto
de partida de las exportaciones industriales era muy bajo; de todos modos hacia 1974 ya se
había eliminado el déficit (e incluso se era superavitario) en ramas como maquinaria agrícola,
automóviles terminados, textiles o calzado, entre otras.
Una lectura rápida del balance de divisas respecto a las MOI llevaría a la conclusión
apresurada de que es la industria la que genera tal déficit. En rigor, ello no es así. El déficit lo
genera la economía en su conjunto: cuando crece la construcción, se demandan más
maquinarias y equipos necesarios para el área –los cuales suelen ser importados–; cuando
el agro se expande, ocurre algo similar; lo mismo cuando crecen algunos sectores de
servicios o el poder adquisitivo de la población –que probablemente demande artículos como
electrónicos o automóviles, con fuerte contenido importado–. El déficit sería todavía mayor
sino existiera la industria, es decir, si las demanda de otros sectores no pudieran ser
abastecidas aunque sea parcialmente con la producción manufacturera local.
Es cierto que las capacidades industriales domésticas no son suficientes para suplir la
demanda local de determinados bienes manufacturados. No obstante, sin industria no solo
habría más problemas en variables como el empleo, sino también en divisas, a menos que
se suponga ceteris paribus, una destrucción de capacidades industriales podría generar un
aumento proporcionalmente más elevado de exportaciones netas y empleo en actividades
como el sector primario o los servicios.
5. Conclusiones
Esta problemática estructural se debe en parte a una cuestión de costos (salariales, logísticos,
energéticos, financieros o tributarios, por ejemplo) que no logran ser compensados por una
elevada productividad. Para salir de esta trampa, es necesario incrementar la productividad,
y que ello se conjugue con la creación de empleo. Esto implica un desafío mayúsculo, habida
cuenta de que para que ocurra es necesario no sólo incrementar la productividad industrial,
sino hacerlo a tasas más rápidas que el mundo desarrollado.
En este texto se busca contribuir al debate acerca de la heterogeneidad entre los servicios
intensivos en conocimientos (SIC), sobre la base de una fuente de información que nos
permite no solo estudiar las características de los SIC a un mayor nivel de desagregación que
el utilizado comúnmente en la literatura internacional, sino también analizar estas actividades
en el marco de un país en desarrollo como la Argentina.
Introducción
En AL estos sectores también han tenido un desarrollo importante en los últimos años,
aumentando incluso su inserción en los mercados externos. En el caso de Argentina, los SIC
han incrementado su participación tanto en materia de empleo como de valor agregado, a la
vez que ha crecido su vocación exportadora. Asimismo, cabe destacar que las empresas
argentinas de SIC resultan más grandes que el promedio de la economía si se las mide por
número de empleados y suelen pagar salarios también por encima de la media general.
En el paper se busca analizar la heterogeneidad de los SIC a partir de los propios datos a
nivel de sectores y extraer de este modo una tipología empírica. Es necesario analizar la caja
negra de los SIC y que, para ello, hay que buscar patrones en los datos, dejando de lado los
agregados sectoriales definidos por clasificaciones a priori, que pueden ocultar características
posiblemente relevantes para diferenciar los sectores entre sí.
Datos y metodología
Más allá de las limitaciones, se considera de todas formas que los datos disponibles
representan una fuente de información valiosa en un área donde las estadísticas no abundan.
Las distintas variables que se utilizan en el análisis abarcan diferentes indicadores
tradicionales del desempeño empresarial, que describen aspectos económicos, productivos
y/o financieros de las firmas de cada sector. Los datos se emplearon para realizar, primero,
un análisis de componentes principales y, en segunda instancia, un análisis cluster a partir de
los componentes previamente extraídos.
El propósito central del análisis factorial, y del método de componentes principales en
particular, es poder definir y comprender la estructura subyacente a las variables analizadas;
o en otras palabras, condensar la mayor parte de la información y variabilidad contenida en
un conjunto de variables originales a partir de un menos número de dimensiones comunes.
Por otra parte, el análisis factorial puede funcionar más como un medio para un fin que como
un fin en sí mismo (Johnson y Wichern, 2008), ya que dado que los factores o componentes
principales no se encuentran correlacionados entre sí podrían aprovecharse como insumos
intermedios para otras técnicas como, por ejemplo, el análisis cluster. Por último, los
supuestos y criterios necesarios para una correcta aplicación del análisis de factores pueden
ser de utilidad al momento de seleccionar (las mejores) variables entre un conjunto más
amplio de indicadores.
Resultados
Se seleccionan los primeros cinco componentes, los cuales en conjunto dan cuentas de más
del 80% de la varianza total. En segundo lugar, se deben presentar las cargas factoriales de
las distintas variables en los cinco componentes extraídos, lo que ayuda a entender que tipo
de información estarían condenando cada una de estas dimensiones. El primero de los
componentes, aquel que da cuenta de la mayor variabilidad, presenta un alto peso de los
indicadores salariales, como así también cierta incidencia negativa de las compras en el costo
total. Por esto, se considera que este componente presenta el grado de intensidad en
recursos humanos.
En el caso del segundo componente, sobresalen tanto el resultado bruto como las ventas
netas en relación con los activos de las firmas del sector, por lo que se puede sugerir que
esta dimensión responde al grado de eficiencia y/o rentabilidad empresarial. En tercer lugar,
se destacan el empleo y las ventas promedio, dos variables que reflejaran, cada una desde
distintas ópticas, el tamaño y volumen de negocios. El cuarto componente, en tanto, reúne a
los dos indicadores alternativos que caracterizan a la intensidad en bienes de uso. Por último,
las variables con mayores cargas en el quinto componente son las que representan al valor
agregado, las remuneraciones promedio y, nuevamente con signo negativo, la proporción del
costo total asignado a compras. Lo interesante de esta dimensión es que el valor agregado
en los sectores de servicios intensivos en conocimiento pareciera ir de la mano positivamente
del nivel de remuneraciones del personal. En otras palabras, el vínculo entre altas
remuneraciones y valor agregado (denominación que asignamos al último componente) daría
cuenta nuevamente de la centralidad de los recursos humanos (calificados) en los SIC, pero
también podría reflejar, como veremos más adelante, la existencia de ciertas condiciones que
permiten en algunos sectores la emergencia de ingresos empresarios extraordinarios que
pueden ser parcialmente absorbidos por la fuerza de trabajo respectiva.
Sobre la base de los cinco componentes estimados para cada uno de los sectores de SIC, se
realizó un análisis cluster no jerárquico. De los cinco grupos cada uno de estos reúne a
sectores de servicios catalogados por Eurostat bajo distintas categorías. También es
interesante que cuatro de los cinco clusters contengan a uno o más sectores considerados
de alta tecnología junto con ramas de actividad provenientes de otros tipos de SIC.
Teniendo en cuenta ambos aspectos, se denomina dicho conjunto como cluster promedio.
Reflexiones finales
Al presente no hay dudas de que el sector servicios, tal y como está definido en las
clasificaciones estadísticas estándar, reúne actividades muy diversas entre sí. Sin embargo,
la literatura es menos clara acerca de si esto también se refleja hacia el interior de un conjunto
de actividades conocidas como servicios intensivos en conocimiento, los cuales han atraído
un interés creciente debido al papel que pueden jugar en el desempeño y la productividad del
resto de las actividades económicas y en la generación y difusión de nuevo conocimiento.
Se destacó que algunos trabajos consideran que los SIC tendrían características
relativamente homogéneas, mientras que varios aportes empíricos se limitan únicamente a
comparar los SIC con el resto de los servicios o, en el mejor de los casos, a dividir a los SIC
en algunas categorías agregadas. Los resultados del presente artículo, si bien preliminares y
con diversas limitaciones, muestran que al trabajar con datos más desagregados la apariencia
de homogeneidad tiende a desaparecer y surgen una serie de características o dimensiones
heterogéneas entre los distintos sectores considerados intensivos en conocimiento.
En este caso, si bien la evidencia resulta novedosa para un país en desarrollo como la
Argentina, quedan varios aspectos pendientes que pueden dar pie a futuros trabajos. Uno es
que al trabajar con promedios sectoriales se pierde de vista la posible heterogeneidad entre
las firmas que componen cada sector, por lo cual habría que intentar acceder a información
a nivel de empresa. Por otro lado, si bien la información tributaria disponible permite trabajar
con indicadores económicos, productivos y/o financieros tradicionales, queda un espacio
todavía para aportar a otras discusiones comunes en la literatura como, por ejemplo, si los
distintos clusters presentan a su vez patrones de innovación diferentes.
Por último, y de cara al diseño e implementación de políticas para el sector servicios y, más
específicamente, para los SIC, este artículo llama la atención respecto de la necesidad de
tomar en cuenta la heterogeneidad inherente a las actividades desarrolladas y a las diferentes
realidades empresariales en los distintos subsectores. Este paso ayudaría a direccionar mejor
los esfuerzos públicos dirigidos a promover estas actividades, siendo que, al presente, los
SIC podrían jugar un rol central en los procesos de desarrollo en el mundo emergente.
8. El sector Agropecuario en Argentino (Clase 1)
Introducción
El sector agropecuario en Argentina se trata de una actividad que, junto a otras pocas
relacionadas con el uso de recursos naturales y las nuevas tecnologías, le ha permitido a la
sociedad Argentina recrear, en los últimos años una fuente genuina de acumuluacion y, con
ellos, abirir un debate real sobre su modelo de crecimiento y desarrollo futuro.
Se discute las actividades que se deben priorizar y en este punto los caminos se bifurcan. Un
conjunto de autores señalan la posibilidad de que tales desarrollos en las primeras etapas
deben complementarse aguas abajo “industrializando al agro” (con una ineludible y creciente
dosis de incorporación de tecnologías) indicando, además, la posibilidad cierta de una
persistencia en los favorables términos de intercambio (dadas las nuevas condiciones
internacionales) pero en el marco de cadenas globales de valor (CGV); en otros términos,
sostienen que no necesariamente el dinamismo de las colocaciones primarias se basa en los
otrora “enclaves de exportación” disociados de las restantes condiciones internas, sino que,
contemporáneamente, lo hacen en el marco de tramados de mayor complejidad e impacto
creciente sobre el resto de la actividad económica.
En este contexto, el agro puede ser abordado desde diversas perspectivas: como fuente de
generación de rentas asignables a otros sectores que operan como motor del desarrollo,
como “proveedor” privilegiado de insumos para la agroindustria o, incluso, como propio motor
de desarrollo.
¿Qué es el agro hoy? Argentina cuenta con una superficie total de alrededor de 274 millones
de hectáreas, de las cuales poco más de 135 millones son pasibles de ser aplicadas a la
agricultura y/o a la ganadería. Junto a sus capacidades humanas, genéticas, rutinas
productivas, instituciones y stock acumulados de capital, este acervo constituye unos de sus
activos sociales básicos. Se observa que, el agro ocupa una mínima porción, pero siempre
dependiente de la aplicación de variadas tecnologías que pueden modificar radicalmente la
situación. El recurso natural básico, la tierra, se ha ido moviendo. El recurso natural se
transformó en un recurso económico a través de la incorporación de tecnología. Al
desplazamiento de la frontera también contribuye un fenómeno lento y menos perceptible
pero no por eso menos relevante: el cambio climático, esto ha ido desplazando isoyetas y
afectando los desplazamientos de la agricultura.
Veamos el uso del recurso tierra. En un inicio, se produjo a partir de colocaciones externas
de carne salada y cuero; posteriormente, vía colocaciones masivas de trigo y finalmente, ya
entrando en el siglo XX, a través de las carnes congeladas y enfriadas. La tecnología,
motorizó el modelo previo y habilitó, por ejemplo, el desarrollo agrícola y posteriormente el de
las carnes enfriadas; su relevancia se materializó en las elevadas participaciones que estos
productos tuvieron en el total del comercio mundial. El desarrollo económico de la Argentina
guarda una estrecha relación con la explotación económica de los recursos naturales, en
general, y con las producciones agropecuarias, en particular. Cuando la cantidad de tierras y
el deterioro de los términos del intercambio pusieron un limite, quedó al descubierto la
fragilidad de una estructura productiva desbalanceada y dual, centrada en unas pocas
actividades y orientada a mercados muy concentrados.
Desde 1900 hasta 1935, la producción de cereales y oleaginosas creció a razón de un 3,5%
anual; a posteriori sobrevinieron tres décadas donde los niveles de crecimiento se estancaron,
para retomar algún sendero de crecimiento entre 1965 y 1985. Desde inicios de los años 90
hasta el 2010/11 la producción agregada en términos físicos de granos y oleaginosas creció
a razón del 4,97%.
En los años setenta, los rendimientos norteamericanos en maíz casi duplicaban a los
registrados en Argentina. Históricamente los Estados Unidos se habían convertido en los
productores líderes mundiales en base a una mezcla de nuevos procesos de producción (con
uso intensivo de fertilizantes y herbicidas) y mejoras genéticas en el contexto de la revolución
verde. Aunque no completamente, la brecha comenzó a achicarse a partir de mediados de
los años 90, como fruto del salto técnico local que imprimió mayor velocidad a los
rendimientos.
Más allá de las favorables condiciones naturales con que cuenta la sociedad local para el
desarrollo de estas actividades –y sus trayectorias previas– y de la presencia de demandas
mundiales que, en el extremo opuesto, están dispuestas a absorber lo producido localmente,
la presencia de un salto cuantitativo en la producción y su consecuente flujo de rentas
adicionales responde a la temprana adopción de un paquete tecnológico y organizacional
radicalmente distinto al utilizado previamente. Éste mejora fuertemente la productividad
(respecto del pasado y los competidores internacionales), desplaza parcialmente la
restricción que presuponía la existencia de una cantidad finita de tierras cultivables (con las
tecnologías y el conjunto de precios relativos previos) y reinserta al agro argentino en las
cadenas globales de valor.
En un plano más amplio, esta nueva ventana de oportunidad que habilita a la sociedad local
a rediscutir su modelo de desarrollo, responde a beneficios extraordinarios asociados con
rentas tecnológicas derivadas de la aplicación masiva y a corto plazo de un nuevo paradigma
productivo.
El sector agrícola ha tomado una creciente relevancia como eje de acumulación y motor de
desarrollo de la economía, esto se debe a profundos cambios ocurridos a nivel tecnológico,
productivo y organizacional. El pasaje de un modo de organización de la producción hacia
otro, involucra una larga serie de cambios conectados: productos, procesos, formas de
relaciones sociales entre el trabajo y capital, tecnológica e innovaciones e, incluso, las propias
instituciones van modificándose con distintas velocidades y se encuentra sujeta a diversas
disrupciones.
9. El sector Agropecuario en Argentina (Clase 2)
Las limitaciones ambientales obligan a que el sistema económico las internalice, de tal forma
de dar inicio a un nuevo paradigma basado en la economía circular, sobre la base de una
nueva eficiencia, tecnologias y organizacion en el uso y reciclado de los insumos, para
minimizar así los desperdicios y maximizar la utilidad derivada de los recursos provistos por
la naturaleza.
Existen dos tensiones sobre el medio ambiente y los recursos naturales: las provenientes de
mayores requerimientos alimenticios y energéticos, y las asociadas con desequilibrios del
modelo de producción intensivo en recursos no renovables. Ambas confluyen en una presión
generalizada sobre los recursos naturales renovables que comienzan a ser materias primas
de múltiples aplicaciones industriales: de la captura y recirculación de la energía libre al
desarrollo creciente de la “química verde”.
Estas nuevas demandas inducen una respuesta por parte de la oferta de conocimiento
aplicado a estos desafíos. Confluyen en esta perspectiva visiones de organismos
internacionales, grandes empresas multinacionales, gobiernos locales y una multiplicidad de
ONGs.
3.El eje central radica en la aplicación de nuevos procesos basados en el uso eficiente de la
biomasa como materia prima industrial de múltiples aplicaciones; si bien ello ocurría
ancestralmente con los alimentos ciertos medicamentos y algunas aplicaciones forestales, la
novedad es su creciente uso para al menos dos destinos adicionales: i) la producción de
energía; y, ii) el aislamiento/ producción de monomeros y polimeros de origen natural y su
posterior reagrupamiento como primer paso de la industria química, avanzando también sobre
la farmacéutica a partir de la plataforma biotecnología constituida. Adicionalmente, la
creciente manipulación del ADN de los seres vivos conlleva a la aparición y reconfiguración
de una serie de servicios.
Hoy en día la tierra es vista como plataforma para la producción de múltiples productos, que
actúan como insumos de variadas industrias. En este sentido, se busca potencia aquel
obtenido de la tierra, no solo apostando a una sola producción, sino estableciendo el mejor
mix para maximizar la rentabilidad a obtener, preservando el suelo.
Subyacen dos temas: la necesidad de una fuerte coordinación entre las distintas áreas de
incumbencia del sector público y un alerta sobre la sostenibilidad de las señales en el tiempo,
por cuanto los emprendimientos bioeconómicos están más emparentados con los (largos)
plazos de la naturaleza que con las urgencias de la política cotidiana.
10. Sector Automotriz
El complejo automotriz argentino, que se instaló a fines de los años cincuenta en el marco del
proceso de sustitución de importaciones basado en la entrada de capital extranjero, tuvo
continuas marchas y contramarchas en los últimos 60 años. La performance reciente del
complejo, que se inicia luego de la devaluación del 2002, debe ser apreciada en el marco de
los diversos períodos que atravesó la industria en las décadas anteriores. En forma muy
estilizada pueden diferenciarse tres periodos desde la instalación del complejo hasta la
actualidad: 1959-1990, 1991-2001 y 2002 en adelante.
Los rasgos centrales del primer periodo fueron la producción en reducidas escalas de
modelos que en general se habían discontinuado en los países de origen y con muy débil o
inexistente integración regional con las filiales que operaban en Brasil. Mientras entre 1959 y
1975 se caracterizó por una muy elevada protección, un excesivo número de terminales y
una fuerte demanda insatisfecha que se manifestó en una elevada rentabilidad del sector,
entre 1976-1982 el sector es afectado por la crisis del modelo sustitutivo y por el proceso de
apertura y revaluación del peso que desemboca en una fuerte crisis sectorial en 1982.
Finalmente, entre 1983 y 1990 el sector entra en una fase de estancamiento pero se beneficia
de las políticas orientadas a generar una creciente integración con Brasil que se termina de
concretar a partir de los años noventa.
Una característica de este periodo, que se va a extender luego de la devaluación del 2002 es
que Argentina comienza a producir autos de gama internacional, se vuelven a instalar las
empresas que se habían retirado y entran nuevas terminales y proveedores globales. La crisis
del 2001 encuentra al complejo con una fuerte desarticulación y con niveles de producción
similares a fines de los años ochenta.
El tercer periodo, se inicia con la devaluación de fines del 2001 y constituye el de mayor
crecimiento sostenido del complejo en términos de empleo, producción, productividad y monto
exportado. Durante este periodo, se produce una fuerte ampliación de la escala que posibilitó
que los aumentos en la productividad del trabajo se vean acompañados de un aumento del
empleo y de la producción, lo que no sucedía desde los años sesenta. Sin embargo, se
arrastran algunas continuidades del periodo anterior tales como el déficit de proveedores de
subensambles y partes y las conductas importadoras de las terminales y del primer anillo de
proveedores.
Tendencias globales del sector automotriz
Desde inicios de la década de 1980 el sector automotriz comienza a atravesar una profunda
transformación caracterizada por grandes cambios a nivel mundial en un plano tecnológico,
organizacional y de estructura y segmentación de la demanda, a los que se agregan la
emergencia de nuevos jugadores como China y Corea. Durante los 90 por la emergencia de
fuertes cambios tecnológicos, las firmas automotrices redefinieron gradualmente sus
estrategias de producción hacia un sistema de cadena global. Esto se manifestó en un
proceso de desintegración vertical sustentado en la separación de las etapas de producción
de subensambles y partes, que comenzaron a dispersarse en distintas localizaciones. En ese
esquema, los grandes proveedores globales de subensambles asumen la responsabilidad del
diseño y de la organización de la cadena de proveedores.
Durante la fuerte recesión económica de 2001, la industria automotriz fue una de las más
afectadas. En 2002 se produjeron sólo 150.000 vehículos, esto es el 35% de las unidades
producidas en 1998 (Adefa). A su vez, para el total de la trama automotriz el empleo se redujo
un 28% entre 1998 y 2002, superando ampliamente la caída de la ocupación de la industria
en su conjunto.
Entre 2003 y 2010 el empleo del componente industrial de la trama automotriz (sin el mercado
de reposición) se incrementó un 80%, mientras que el de la industria en su conjunto aumentó
un 45%. Así, en 2010 la participación del empleo automotriz (sin el mercado de reposición)
en el empleo de la industria supera levemente el nivel de 1998. Como se resaltó
anteriormente, durante la crisis 1998-2001, la pérdida de puestos de trabajo fue más fuerte
en la trama automotriz que en el resto de la industria por lo que a pesar de la fuerte
recuperación posterior no logró superar la participación en el empleo alcanzada en 1998. Las
empresas terminales comenzaron a incrementar el empleo en el año 2004 y superaron el
máximo de 1998 en el año 2008 en el que este segmento pasó a emplear casi 27.000
trabajadores. En cambio, la recuperación de las firmas autopartistas (globales y locales) fue
más rápida y en 2005 lograron superar el empleo de 1998. Esta dinámica del empleo muestra
una lógica de crecimiento totalmente opuesta a la del período 1991-1998, en la que el
aumento de la productividad de las empresas autopartistas significó a la vez una constante
pérdida de puestos de trabajo.
Conclusiones
Desde la devaluación del 2001 la performance de la trama automotriz ha sido la más exitosa
de su historia. Una primera diferencia con el periodo de la convertibilidad es el fuerte aumento
de la producción, el empleo y la productividad. Sin embargo, algunos problemas en la
estructura del sector son similares al período de convertibilidad. Uno de ellos es el fuerte
déficit comercial en un esquema en el que las importaciones netas de exportaciones están
fuertemente asociadas al aumento de la producción. Las variables macro parecen haber sido
las más relevantes para explicar la recuperación del complejo desde la devaluación.
11. El sector de Indumentaria en Argentina
La industria de fabricación de ropa nació en Argentina hacia fines del siglo XIX y fue uno de
los sectores emblema del modelo de industrialización por sustitución de importaciones.
Alcanzó su apogeo hacia 1950 cuando, entre el eslabón textil y el de fabricación de
indumentaria, llegó a emplear a 179.000 personas y se convirtió en la cadena industrial con
mayor cantidad de empleados.
Una vez terminada las tareas de recolección y producción de información cualitativa a través
de las entrevistas, se procedió a elaborar un sistemático y profundo análisis.
Estimar el peso de las importaciones de ropa en el mercado argentino no resulta una tarea
sencilla y requiere conocer tanto el numerador (las importaciones) como el denominador (el
tamaño del mercado). Se comprobó que existen otros tres canales de importación de prendas
tanto o más importantes que la Aduana: i) las compras por parte de turistas argentinos en el
exterior, ii) las maniobras de contrabando comercial, y iii) los envíos del sistema puerta a
puerta.
Ahora bien, tampoco existe información oficial que indique la cantidad de ropa comercializada
en nuestro país. En aquellos casos donde no existe información sobre el tamaño del mercado
se suele recurrir al Consumo Nacional Aparente (CNA), indicador que permite inferir la
demanda de un producto a partir de la suma de la producción nacional y de las importaciones
(que conforman la oferta), restando las exportaciones (demanda extranjera).
Con respecto a las importaciones de ropa vía aduana, se observó que la devaluación de la
salida de la convertibilidad llevó a una histórica contracción de las importaciones de ropa en
2002. Desde 2003, las importaciones crecieron de la mano de la recuperación del mercado
interno. El ingreso de ropa importada vía Aduana creció hasta 2011. Entre 2012 y 2015,
diversas medidas de administración del comercio exterior implementadas por el gobierno de
CFK para administrar la restricción externa contrajeron las importaciones de ropa registradas.
Sin embargo, en dichos años se concentraron las diferencias de registro con el resto de las
aduanas del mundo, lo que deja en evidencia que las medidas restrictivas al comercio fueron
acompañadas por la intensificación de las maniobras del contrabando comercial.
Otro cambio de alto impacto para este sector fue que las nuevas autoridades de la secretaría
de comercio dejaron de exigir a las principales empresas importadoras de ropa la fabricación
nacional de un porcentaje de sus ventas, estrategia de negociación informal implementada
por el gobierno de Fernández de Kirchner.
Conclusiones
Los errores cometidos por las estimaciones oficiales en el cálculo de la participación de las
importaciones en el mercado local generaron una distorsión en el diagnóstico del rol de las
prendas extranjeras a la hora de explicar la dinámica de comportamiento doméstico de la
producción nacional y el empleo.
Las mayores importaciones explican gran parte de la dinámica de destrucción de puestos de
trabajo. De esta forma, es posible afirmar que la reciente caída de la producción y el empleo
en el sector fue explicada principalmente por el récord de turismo emisivo, la ineficacia de los
controles aduaneros a la hora de operativizar la administración del comercio exterior, la
facilitación de las importaciones a través del sistema puerta a puerta y la política de
liberalización comercial encarada por el nuevo gobierno.
12. Energía + Compre Argentino
Los países, tanto desarrollados como no, tratan de imitar el éxito de la economía de EE.UU.
EE.UU ha destinado durante décadas grandes recursos a programas públicos de inversión
en tecnología e innovación, que subyacen a su éxito económico presente y pasado. Su
crecimiento se ha basado en la innovación, al estar dispuesto a invertir en las fases más
inciertas del ciclo de innovación. Una clave para poder seguir a este país es aprender a
organizar, dirigir y evaluar las inversiones del Estado, para que puedan ser estratégicas,
flexibles y orientadas a los objetivos.
Debería haber un debate acerca de cómo invertir estratégicamente en áreas clave, como la
investigación y el desarrollo, la educación y la formación de capital humano, áreas que
incrementarán el producto interior bruto en el futuro y sobre cómo plantear un debate sobre
la dirección del cambio, para que tales inversiones lleven a un crecimiento que no solo sea
más inteligente sino también más inclusivo y sostenible. Por ejemplo, países como China,
está invirtiendo miles de millones en nuevas tecnologías verdes, con la expectativa de que
estas industrias sean el motor del crecimiento futuro.
Se ha hablado que para que los países sean competitivos, innovadores y dinámicos debemos
tener más mercado y menos Estado. Se dice que el Estado sólo puede intervenir en la
economía, pero sólo para resolver las fallas de mercado o para igualar el terreno de juego.
Pueden regular al sector privado con el objetivo de responder a los costes externos que las
empresas puedan generar (tales como la contaminación) y puede invertir en bienes públicos,
como la investigación científica básica o el desarrollo de fármacos con poco potencial de
mercado.
Admitir el papel del Estado como líder en la toma de riesgos y la innovación implica admitir
también los enormes riesgos que debe asumir, bajo una incertidumbre extrema y, por tanto,
la elevada probabilidad de fracasar.Se requiere politicas dirigidas al crecimiento inteligente,
asi como un crecimiento centrado en la innovación e inclusivo, Requiere que el Estado piense
en grande.
13. Modelo de Desarrollo
Se denomina estructura productiva, la cual puede ser definida como el entramado resultante
de la articulación de las diferentes actividades económicas de un país determinado. Por
actividad económica se entenderá a todo aquel proceso por medio del cual el hombre genera
bienes y servicios que poseen un determinado valor de cambio. Ello implica que la
composición de las exportaciones e importaciones de un país se encuentra estrechamente
ligada a la fisonomía de tal agregado de actividades económicas. En otros términos, analizar
la canasta exportable e importable de un país es un buen indicador de su estructura
productiva, aunque no del todo completa, ya que no nos dice nada respecto a los múltiples
bienes y servicios que un país produce y consume internamente, pero no exporta.
Corea del Sur. La puesta en marcha de un proceso de fuerte industrialización por parte del
gobierno del general Park contribuyó a elevar el ingreso por habitante a tasas aceleradas, y
a generar un cambio estructural pocas veces visto en la historia del capitalismo. En la
actualidad es uno de los países del mundo con mayores niveles de gasto en I+D como
porcentaje del PIB, mayores patentes per cápita y mayor especialización en bienes de media
y alta tecnología.
Por otro lado, Corea gozó de un contexto geopolítico muy favorable: en el marco de la GF,
EEUU fue un aliado incondicional, que aportó divisas durante 23 años consecutivos de déficit
de cuenta corriente (1962-1985), apertura de mercados para exportaciones coreanas y
transferencia tecnológica. Asimismo, la política industrial, ejecutada por un Estado a la vez
autoritario y con muy elevadas capacidades institucionales, fue crucial. Se procuró fomentar
sectores industriales estratégicos, como la industria metalmecánica, la química y la
electrónica, por medio de diversos instrumentos como subsidios fiscales y crediticios,
protecciones aduaneras selectivas y con un importante control de la inversión extranjera
directa. El estado logró imponer metas de desempeño al sector privado, de tal modo, las
transferencias de ingresos quedaban condicionadas al éxito tanto en términos tecnológicos
como exportadores.
China. La política industrial de China tiene muchos puntos en común con la que experimentó
Corea décadas antes: un sistema político con planificación centralizada (todavía mayor a la
registrada en Corea), con fuertes capacidades institucionales y elevada vocación
industrialista, invierte y también fomenta la inversión privada en áreas estratégicas de la
estructura productiva. Asimismo, el enorme tamaño de la economía asiática ha permitido al
Estado chino inmejorables condiciones de negociación respecto a las grandes
multinacionales en lo que concierne a transferencia tecnológica.
Australia, Canadá y Noruega. Hace décadas que Australia posee una significativa
diversificación de sus exportaciones, con materias primas como hidrocarburos, minerales,
alimentos o carbón, entre otras. Es interesante que este país ha podido convertirse en uno
de los líderes tecnológicos mundiales en campos como la minería, sea a partir de
conocimientos especializados de geología o mineralogía, o a partir de eslabonamientos con
actividades conexas.
Por su parte, hacia mediados de los ‘60, Canadá era un país con una importante base
industrial y tecnológica, aunque exportaba mayormente materias primas y manufacturas
intensivas en recursos naturales a Estados Unidos, su principal socio comercial. Sin embargo,
desde fines de dicha década, Canadá entró en un acuerdo de integración automotriz con
Estados Unidos, lo cual se plasmó en que las exportaciones (e importaciones) de automóviles
y autopartes crecieran significativamente. Ello explica, en buena medida, el aumento del
ExpoTec canadiense en esos años. En la actualidad, Canadá cuenta con exportaciones
diversificadas, tanto con fuerte presencia de sectores ligados a los recursos naturales, como
minerales, madera, alimentos, hidrocarburos y carbón, con otros industriales, aunque es
importador neto de estos últimos. Canadá es el tercer exportador mundial de aviones, por
detrás de Alemania y Francia. Asimismo, es un jugador relativamente importante en la
industria mundial de equipos de telecomunicaciones.
Noruega a principios de los 70, comenzó a explotar hidrocarburos en el Mar del Norte, y a
partir de allí el petróleo ganó una enorme preeminencia en la economía y en la canasta
exportable. Es por ello que su ExpoTec cayó sostenidamente desde entonces.
Hay una multiplicidad de dimensiones de estudio que pueden contribuir a comprender por
qué Noruega se alejó de la llamada enfermedad holandesa, por medio de la cual el
descubrimiento de un recurso natural tiende a ser más un problema que una solución en
términos del crecimiento de largo plazo de un país. Noruega logró sacar provecho de los
hidrocarburos, en primer lugar, porque pudo generar encadenamientos virtuosos con otros
sectores productivos y tecnológicos nacionales.
La estructura productiva tiene tanto una relación estrecha con el crecimiento económico como
con la fisonomía del mercado laboral.
Aumentar rápidamente el PIB per cápita requiere incrementar la generación de divisas por el
lado de la exportación para financiar importaciones, remisiones de utilidades de las empresas
multinacionales y pagos de intereses de la deuda. Tanto en la Argentina como en otros países
latinoamericanos, el problema reside en que mientras más se busca crecer, tanto más crecen
las importaciones, con lo cual la necesidad de divisas se multiplica.
Las exportaciones son la principal fuente genuina de dólares en países de menor desarrollo
relativo. El problema es que la elasticidad-producto de las exportaciones es menor a la de las
importaciones. En otros términos, esto significa que si la economía argentina y la de sus
socios comerciales crecen a la misma velocidad, las importaciones se expanden más
rápidamente que nuestras exportaciones.
Por otro lado, las asignaturas en materia de mercado laboral siguen siendo enormes. Por tal
razón, transformar la estructura productiva, creando nuevos sectores de alta complejidad y
elevando la productividad en los de baja productividad relativa, es una necesidad ineludible.
En otros términos, un mayor capital humano también retroalimenta y facilita los procesos de
upgrading de la estructura productiva, pero por sí sólo no los garantiza.
¿Qué sectores productivos debe apuntalar la Argentina? ¿Qué trayectoria, en términos del
esquema de los cuadrantes exhibido, tendría que recorrer nuestro país? Si bien está claro
que debemos ir hacia la derecha del gráfico (esto es, aumentar nuestras CT), no queda claro
si también debemos ir hacia el norte o no.
A diferencia de los años ‘50 y ‘60, en donde la industria manufacturera estaba muy asociada
a desarrollo y salarios altos, el mundo actual arroja un panorama más complejo. Si bien es
cierto que la mayoría de los países desarrollados sigue contando con potentes industrias
manufactureras, la emergencia de actores como China y sus satélites del Este Asiático ha
roto la identidad entre industria y salarios altos. Recorrer la trayectoria A implica
necesariamente entrar a competir en diversas áreas con Asia por salarios bajos. Y dada la
historia social y sindical argentina ello es virtualmente imposible. La Argentina tendría que
tener salarios suficientemente bajos como para suplir el encarecimiento de los costos de
transporte a los grandes mercados.
Los 43 millones de habitantes de la Argentina son demasiados para establecer una estrategia
de desarrollo a la australiana, país del triple de superficie y de la mitad de la población. Los
recursos naturales sin dudas son un gran activo pasible de ser aprovechado, pero al parecer,
ni una elevadísima productividad de éstos, ni sólidos encadenamientos con otros sectores
alcanzarían para generar un mercado de trabajo que integre a toda la población.
Escenario C. La Argentina debe aprovechar sus recursos naturales, pero además necesita
contar con sectores industriales que permitan generar otros encadenamientos, de tal modo
que la fuerza laboral quede plenamente integrada en actividades de alta productividad.
Respecto a los recursos naturales, es necesario fortalecer los encadenamientos hacia atrás
y hacia delante, muchos de los cuales ya existen, pero insuficientemente. En cuanto a los
encadenamientos hacia atrás, es menester rediseñar una política industrial orientada a la
consolidación de diversos tipos de bienes de capital: maquinaria agrícola, maquinaria para la
industria procesadora de alimentos, maquinaria para la minería o maquinaria para la industria
hidrocarburífera son algunos ejemplos.
En segundo lugar encontramos a los sectores industriales con menores conexiones a las
ramas ligadas a los recursos naturales. Aquí es necesario implementar una doble estrategia:
por un lado, se debe potenciar a actividades manufactureras en donde existen capacidades
acumuladas significativas y trayectorias de aprendizaje considerables como para adaptarse
al nuevo mapa global por la vía exportadora sin entrar en directa competencia con Asia. Aquí
encontramos a ramas tales como la automotriz, la autopartista,
algunos rubros de la cadena siderometalúrgica, química, farmacéutica o la de la moda, por
mencionar algunas. A esto podemos sumar industrias no tradicionales pero generadoras de
valor y trabajo calificado, como la del software o la de contenidos audiovisuales, en donde la
Argentina ha exhibido una promisoria trayectoria en la última década.
Por el otro lado, un modelo para la industria manufacturera debe combinarse con una
estrategia defensiva en sectores intensivos en trabajo y donde la competitividad precio es
menor, pero que resultan claves para la generación de empleo y estabilidad social (como el
de textil-indumentaria, el de madera y muebles, o diversos rubros de la metalmecánica, entre
otros).