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1.

Incentivos y Trayectorias de Cambio Estructural


Coatz, García Díaz, Porta y Schteingart

Capítulo 2.3

Nuestro país se caracteriza por su elevada volatilidad y heterogeneidad productiva. La


Argentina muestra un nivel de desarrollo medio y una estructura productiva relativamente
diversificada. Posee un sector agroindustrial con paquetes tecnológicos de frontera y sectores
manufactureros de alta sofisticación. Sin embargo, su proceso de desarrollo parece haberse
detenido hace décadas, por lo que exhibe magros incrementos de productividad, dificultades
para encontrar una inserción internacional exitosa y una estructura ocupacional segmentada.

Entre 1980 y 2016, la economía argentina experimentó una expansión anual del producto
interno bruto per cápita (PIB per cápita) de sólo 0,64% —bastante por debajo de la observada
en otros países de la región, y menos de la mitad de lo que fue el promedio mundial en ese
período (1,4%)—.

Entre los años 1975 y 2001, la Argentina fue uno de los pocos que redujo su valor agregado
industrial per cápita (-43%), período en el que países desarrollados como Alemania, Estados
Unidos, Francia y Reino Unido lo incrementaron en un 18%, 41%, 57% y 24%
respectivamente. El contraste es aún mayor en el caso de países asiáticos como China
(+1235%) y Corea del Sur (1230%).

¿Qué hay detrás de este derrotero tan dispar? Desde el punto de vista macroeconómico, el
crecimiento de largo plazo es un proceso de acumulación de factores de la producción tales
como el capital físico, las capacidades, los conocimientos y la tecnología. Las condiciones
macroeconómicas de corto y mediano plazo deben brindar cierto horizonte de estabilidad y
previsibilidad y cumplen un rol importante. Pero, además, estos elementos macroeconómicos
deben articularse virtuosamente con otros de nivel meso y microeconómicos que conforman
la estructura productiva. La estructura productiva remite, en sentido amplio, a la configuración
de las actividades que hacen a la oferta de bienes y servicios. Ello comprende una
multiplicidad de aspectos, cuantitativos y cualitativos, que tienden a exhibir notables
diferencias entre los países desarrollados y en desarrollo, retroalimentando trayectorias
divergentes.

Nuestro país cuenta con rasgos muy particulares. Argentina es la octava nación del mundo
en extensión de territorio, y posee un importante caudal de recursos naturales. Sin embargo,
esta base de recursos no es suficiente para alcanzar niveles de ingreso similares a los de los
países desarrollados especializados en productos primarios (como es el caso de Australia,
Noruega o Nueva Zelanda). Tampoco sirve realizar comparaciones con las experiencias de
países como Corea del Sur, en donde el sector industrial tuvo una preponderancia absoluta
en el proceso de acumulacion. Argentina se encuentra en una situación intermedia, sin lograr
converger a los niveles de productos per cápita de los países desarrollados. El desarrollo
intermedio de nuestro país muestra fuertes disparidades en términos regionales y sectoriales,
por lo que existe una concentración territorial del producto.
Para lograr una transformación estructural, en primer lugar se deberá lograr una inserción
internacional que se relaciona con la necesidad de optimizar el posicionamiento del país en
un contexto global complejo. La segunda dimensión que se debe lograr es el empleo, clave
para asegurar que el nivel de vida acompañe a la expansión del producto. En tercer término,
se necesita un sistema de innovación, con foco en el desarrollo tecnológico y la convergencia
de la productividad a estándares internacionales. Finalmente, se destaca la política regional,
que debe cerrar las brechas territoriales de la geografía económica nacional en materia de
densidad de firmas, infraestructura y servicios.

El punto de partida para pensar un sendero de LP para la arg es contar con una mirada
actualizada sobre la estructura productiva. Hay tres grandes aspectos para tener en cuenta:
1. La estructura sectorial de la producción
2. La estructura del comercio internacional
3. La estructura ocupacional

Sabemos que nuestro país experimentó un proceso de industrialización sumamente dispar.


En primer lugar, se destaca el rol de la industria manufacturera, que aporta un 16,4% del valor
agregado total, la mayor participación entre los grandes sectores de la economía. La
Argentina se ubica por sobre el observado en los países de bajos y medianos ingresos (cerca
de 8%), aunque por debajo de naciones con perfil fuertemente industrial, como Corea,
Alemania y Singapur. Al interior de la industria, la producción de alimentos y bebidas se lleva
la mayor participación. Los sectores transables tradicionales, producción agropecuaria y
minería, incluyendo hidrocarburos, poseen un peso moderado (7,1% y 4%). El comercio es el
segundo gran sector en importancia en términos de valor agregado, con un 14,2% del total,
seguido por los servicios empresariales, profesionales e inmobiliarios (11,4%). No obstante,
otros sectores no transables también tienen relevancia, entre los que se destacan aquellos
asociados a los servicios sociales, financieros, de transporte y de comunicaciones.

Con respecto al comercio, la estructura del comercio internacional argentino se encuentra


más concentrada que la de la producción. La participación se debe principalmente a las
exportaciones de productos animales, cereales como el trigo y el maíz, y oleaginosas como
la soja. Por otro lado, la Arg se enfrenta al desafío de integrar a casi un 45% de la población
activa en estado de fragilidad desde el punto de vista del empleo.

La restricción externa ha sido uno de los principales obstáculos en el sendero de desarrollo


argentino. La incapacidad para generar las divisas suficientes para afrontar las importaciones
demandadas por la estructura productiva fue uno de los causantes de la volatilidad del país y
su estancamiento en las últimas cuatro décadas. Las elasticidades de precio e ingresos de
las exportaciones y las importaciones resultan fundamentales para comprender lo que hay
detrás de esta problemática.

Uno de los items claves para el desarrollo económico se encuentra en la tecnología y la


innovación de la estructura productiva, las cuales tienen un correlato directo en la
productividad y, por ende, en la competitividad sistémica de una economía. A su vez, éste
depende de la inversión que hagan las firmas en actividades de innovación, tales como
investigación y desarrollo (I+D), adquisición de nuevas maquinarias o capacitación de mano
de obra, entre otras. El desarrollo tecnológico marca el éxito de las naciones. La mayor
conectividad e intercambio de información permite mejorar la productividad.

Para lograr una mayor inversión en I mas D es necesario incorporar una estrategia de
desarrollo, no solo el uso, sino también la creación de tecnología. Los países desarrollados
son los que cuentan con estructuras económicas más complejas al producir bienes que pocas
naciones fabrican. También se caracterizan por destinar más recursos para financiar
actividades de innovación. De hecho, en materia de política pública, los gobiernos de los
países centrales han adoptado importantes plataformas de promoción para consolidar su
liderazgo en estas tecnologías. La creación de tecnología les permite a los países contar con
más activos estratégicos que se convierten en la puerta de entrada para tener una mejor
integración en las CGV.

Para países emergentes como la Argentina desarrollar tecnologías implica nuevos desafíos.
Si bien las nuevas tecnologías ofrecen nuevos espacios de oportunidad, también existe el
riesgo de que el salto de los países desarrollados termine ampliando las brechas tecnológicas
existentes. En este sentido, si bien la Argentina se ubica de mitad de tabla para arriba tanto
en productividad como en esfuerzos de innovación, se encuentra muy lejos de los registros
de los países desarrollados.

Una cuarta arista clave a la hora de pensar el desarrollo sostenible tiene que ver con el
equilibrio regional. No solo hay grandes dispersiones de productividades y salarios, sino
también entre regiones (las cuales, a su vez, tienen heterogeneidades intrarregionales). Un
indicador para poder medir la heterogeneidad entre regiones es la brecha del PBI per cápita
entre la región más rica y más pobre de un país. En la Argentina la brecha entre el distrito de
mayor y menos ingreso por habitantes es entre CABA y Formosa. En países como Suiza,
Japón o Corea las brechas regionales son muy bajas. Es lógico que en un territorio más
grande, las brechas sean mayores. Sin embargo, es lógico que en territorios más grandes,
las brechas sean mayores.

Ahora bien, hay tres senderos plausibles para la Argentina.


a) Recorrer el sendero surcoreano: El recorrido coreano tuvo varias características, entre
las que se destacan:
i. marco institucional autoritario, que disciplinar al capital y, sobre todo, al trabajo. Esto
último permite que durante décadas Corea fuera competitiva gracias a sus bajos
salarios.
ii. geopolítica particular, en el contexto de la guerra fría.
iii. dada la elevada densidad demográfica del país, los recursos naturales per cápita
han sido históricamente bajos, lo cual incentivó a que el país se especialziara primero
en manufacturas intensivas en trabajo no calificado (tales como la industria textil) para
propiciar luego a sectores intensivos en capital y tecnología tales como el
complejo metalmecánico, el químico y la electrónica;
iv) una agresiva política industrial con fuertes elementos verticales y de distorsión de
mercados, tendiente a fomentar manufacturas de media y alta tecnología.
v) Ingreso a CGV de la electrónica, primero a partir de tareas de ensamble y
manufacturas simples para grandes multinacionales occidentales y japonesas, para
luego, gracias a procesos de aprendizaje, desarrollar y diseñar productos propios.

Esta estrategia tiene varias potencialidades y limitaciones para países como la


Argentina. En primer lugar, un punto fuerte es que países que implementaron una
estrategia de este tipo (además de Corea, podemos incluir aquí a Taiwán y China, que
no obstante han tenido algunas diferencias no menores con el caso coreano) han
logrado tasas exponenciales de crecimiento, de incremento de la I+D y de superación
de la trampa de ingresos medios. Asimismo, han logrado especializarse en bienes de
alta elasticidad-ingreso en los mercados mundiales, lo cual, sumado a sus costos muy
competitivos, les ha permitido incrementar fuertemente el peso en las exportaciones
mundiales. Como consecuencia de ello, los tres países han logrado mantener desde
la década de 1980 elevados superávits externos.

No obstante, esta estrategia de desarrollo tiene severas limitaciones para un país


como la Argentina. En primer lugar, implica que el país se vuelque primero a conseguir
divisas por la vía del ensamble industrial, lo cual requiere de salarios bajos, algo
impensable en un país democrático y con fuerte peso sindical como la Argentina. En
segundo lugar, el contexto geopolítico es diferente al que tuvieron los países como
Corea y Taiwán: al no existir más la Guerra Fría, el viento a favor estadounidense se
diluye. En tercer lugar, una estrategia de este estilo implicaría desestimar el potencial
que la Argentina tiene en recursos naturales —y que los países asiáticos no tuvieron—
. Por último, se trata de una estrategia que implica alejarse fuertemente de las actuales
ventajas comparativas de la Argentina, para lo cual requiere de una política industrial
muy activa, que, para ser exitosa, depende de elevadas capacidades institucionales.

b) Recorrer la trayectoria australiana: La comparación de la Argentina con Australia no


es en absoluto novedosa en nuestro país. A principios del siglo XX, ambos países
compartían un elevado PIB per cápita respecto a la media mundial, intensos flujos
migratorios, una bajísima densidad demográfica y climas templados.

Recorrer el sendero australiano implicaría especializarse en recursos naturales (en el


caso de la Argentina, sería potenciar la agroindustria, la energía y la minería) y el
sector terciario (turismo más servicios intensivos en conocimiento), dejando al sector
manufacturero rezagado en cuanto a las prioridades. Australia tendería a reafirmar su
patrón de especialización en recursos naturales, servicios intensivos en conocimiento
y algunos nichos en manufacturas de alta tecnología. Desde la década de 1980 en
adelante, y tras la inestable década de 1970, la dirigencia política australiana optó por
un sendero de liberalización económica gradual. De tal modo, se pasaba de una
política económica keynesiana e industrialista-proteccionista (en la segunda
posguerra) a una que reafirmaba el perfil de especialización en ventajas comparativas.
Todo ello fue acompañado por reformas microeconómicas ofertistas tendientes a
disminuir el costo laboral y la adopción de un sistema de tipo de cambio flotante en
1983 y de metas de inflación en 1993.

¿Qué implicaciones tendría para la Argentina reproducir la experiencia australiana, en


particular la de las últimas cuatro décadas? En primer lugar, un factor fundamental a
tener en cuenta es que el mayor entusiasmo con los recursos naturales desde la
década de 1960 obedeció al boom minero y a la dinámica demanda asiática. No solo
eso; dicho entusiasmo también tiene que ver con qué Australia es un país con
mayores recursos naturales per cápita que uno como la Argentina, en donde la
superficie es alrededor de un tercio de la australiana y la cantidad de población es
80% mayor. Mientras que Australia tiene una densidad demográfica de tres habitantes
por kilómetro cuadrado (de las menores del mundo), la Argentina tiene una de 16
habitantes por kilómetro cuadrado. Si bien la Argentina puede y debe mejorar su
capital natural per cápita (en efecto, para la densidad demográfica que tiene el país,
su nivel de capital natural per cápita es relativamente bajo), resulta poco probable
hacer un catch-up significativo con Australia en esta materia.

Que Argentina cuente con un potencial de recursos naturales per cápita más acotado
que el de Australia tiene dos implicaciones: primero y principal, las divisas obtenibles
son menos, de modo que la posibilidad de tener una holgura externa que vuelva
sustentable un proceso de crecimiento se reduce. En segundo lugar, son menores las
oportunidades para generar encadenamientos con otros sectores, así como para
generar empleo suficiente para un país de casi 45 millones de personas. Por otro lado,
recorrer un sendero al modo de Australia implicaría una tendencia al déficit crónico de
la cuenta corriente, déficit que ese país ha sido particularmente profundo en las
últimas tres décadas. Asimismo, hay otras diferencias sumamente relevantes con
Australia, tanto en el plano del mercado de trabajo como en el tecnológico.

Ahora bien, este sendero de desarrollo, al ser más compatible con el perfil de
especialización actual de la Argentina implica menores requerimientos de política
industrial y, por lo tanto, menores esfuerzos en la construcción de capacidades
institucionales de cara a ese objetivo; ello es ciertamente una ventaja respecto a los
otros dos escenarios. De todos modos, que las señales “naturales” del mercado
tengan un rol más importante en la asignación de recursos no implica una pasividad
total del Estado, el cual debería intervenir para resolver fallos de mercado y ofreciendo
bienes públicos.

Por último, vale destacar que la estrategia “a la Australia” tiene una serie de
desventajas respecto a las otras dos, a saber: a) una mayor dependencia de los
recursos naturales vuelve a la economía más vulnerable ante las volatilidades de sus
precios; b) una subutilización de las externalidades que genera la industria
manufacturera, en particular, la de media y alta tecnología, y c) una mayor
probabilidad de consolidar un mercado de trabajo dual, en donde coexisten sectores
de alta productividad, salarios y formalidad
y grandes bolsones de baja productividad, bajos salarios y precarias condiciones
laborales.

c) Recorrer la trayectoria de Canadá, Fin y Dinamarca: Un tercer sendero de desarrollo


para la Argentina sería el de desplazarse en dirección “este-noreste” del diagrama
original. De alguna manera, se trataría de recorrer una trayectoria similar a la de
países como Canadá, Finlandia o Dinamarca, los cuales han sabido desarrollar
encadenamientos sobre la base de los recursos naturales, a la vez que se han
diversificado hacia algunos sectores lejanos a estos. Canadá, Finlandia y Dinamarca
comparten el hecho de ser exportadores neto en una diversidad de productos, que
incluyen tanto commodities, como manufacturas intensivas en recursos naturales,
manufacturas de origen industrial y servicios.

relativo de las manufacturas de media-alta tecnología en el total de las exportaciones.


Si la Argentina procurará inspirarse en este tipo de experiencias podría, por un lado,
apuntalar sus sectores intensivos en recursos naturales (agro, energía, minería) junto
con sus encadenamientos hacia atrás (maquinarias de usos especiales tales como la
agrícola, la de la industria alimenticia, la de la extracción de petróleo y gas, o para la
minería y también insumos tales como agroquímicos o servicios intensivos en
conocimiento asociados a los recursos naturales) y hacia adelante (carnes con marca
propia, lácteos, vinos, aceites, minerales refinados). Además de profundizar cadenas
productivas intensivas en recursos naturales, la Argentina podría potenciar sectores
manufactureros lejanos a los recursos naturales, pero en donde existen capacidades
acumuladas.

La estrategia C implicaría que la Argentina apueste a multiplicar capacidades en


sectores que hoy ya tienen potencial. A diferencia de la estrategia A, no se priorizarían
aquí sectores que han sido claves en el desarrollo coreano, tales como la electrónica
de consumo; a diferencia de la estrategia B, se intenta una mayor diversificación, que
permitiría una mayor generación de divisas netas, a la vez que mayores posibilidades
de empleo y derrames tecnológicos desde ciertas ramas industriales (por ejemplo,
algunos bienes de capital) hacia el resto del tejido productivo. Asimismo, la estrategia
C es un punto intermedio entre la A y la B en cuanto el desafío a las ventajas
comparativas estáticas de la Argentina y en cuanto la distorsión de mercados
necesaria y al grado de intervención de la política industrial. Si bien las tres estrategias
tienen como prerrequisito inversión pública en infraestructura e I+D, la B tiende a optar
por instrumentos de política industrial más horizontales que verticales, en tanto que la
A y la C requieren de ambos.

Además de diversos incentivos , es fundamental la construcción de capacidades de


políticas de desarrollo productivo e industrial en particular. Ello no solo requiere de
una política de Estado basada en cuadros técnicos profesionalizados y con
jerarquización del empleo público, sino también de una dinámica articulación con el
sector privado y entre los distintos niveles de gobierno.
1. La Argentina Estructural, Recuperación, freno y desafíos para el desarrollo en el siglo XXI
Coatz -Grasso- Kosacoff

Introducción

El colapso del régimen de Convertibilidad en 2001 representó el inicio de un proceso de


transición hacia una nueva etapa en la vida política, económica y social de la Argentina. Su
evolución implicó transformaciones relevantes sobre el conjunto de conceptos que guiaron la
acción del Estado en la etapa previa, especialmente durante los gobiernos militares entre los
años 1976–1983 y la década de los 90.

En estos períodos, el apogeo del paradigma basado en las reformas pro mercado se
caracterizaron por la desregulación de los mercados, la apertura comercial indiscriminada, el
avance de la globalización financiera en los diversos órdenes de la economía y,
fundamentalmente, por el abandono del modelo de industrialización que había estado vigente
desde la década del 30, lo cual supuso desmantelar diversas capacidades del Estado en
materia de políticas productivas y sociales. No sólo se fueron reduciendo las áreas de
promoción a la industria y se privatizaron empresas públicas de carácter estratégico, sino que
se debilitaron instituciones clave en este sentido.

Las actividades industriales dejaron de ser el núcleo impulsor y articulador del proceso
económico y social, dando lugar a una destrucción de capacidades productivas y tecnológicas
que implican una profunda desarticulación de las diversas cadenas de valor de la economía.
En particular, las ramas estratégicas más dañadas resultaron las de insumos intermedios –
donde se integra una parte esencial del valor agregado– y la de maquinarias y equipos –
donde se generan y definen las técnicas de fabricación.

A partir del 2002 la acción del Estado asumió un carácter diferente al de la etapa previa,
adquiriendo mayor flexibilidad y autonomía a partir de la recuperación de la política monetaria
y fiscal, del desendeudamiento externo, de la reconstrucción del mercado interno y de la
defensa de una inserción internacional que, en general, fue más funcional al despliegue de la
producción local. De este modo, la industria y la economía en su conjunto volvieron a
recuperar dinamismo. Los resultados en materia de crecimiento y distribución del ingreso
también se contrapusieron al profundo deterioro que experimentaron entre mediados de los
70 y finales de los 90. Entre los más elocuentes cabe destacar la caída de la tasa de
expansión del producto nacional a la mitad de lo que había sido el promedio de su historia
previa y el estancamiento del ingreso per cápita, lo cual se dio en el marco de un agravamiento
de la desigualdad social, del salario real y de su participación en el valor agregado.

Durante la etapa de desarrollo industrial, el ingreso medio de la economía y la productividad


del trabajo creció más de dos veces y media, mientras que se mantuvo relativamente
constante en la etapa posterior, experimentando caídas cercanas al 15–20% entre 1975–
1990 y entre 1998–2001. Entre los 90 y principios de la década de los 2000, el porcentaje de
pobreza e indigencia de los hogares se triplicó y la brecha de ingresos entre el 10% más rico
y el 10% más pobre de la población pasó de alrededor de 12 a más de 30 veces en el mismo
período.
En este marco, la industria jugó un papel relevante, cuyo comportamiento estuvo alineado
con el del resto de las variables macroeconómicas y expresó el mismo contraste respecto a
la etapa previa. Si bien su desempeño no fue homogéneo e implicó tasas de crecimiento de
diversa intensidad, cambios en su composición sectorial y distintas expresiones en ámbitos
como el mercado de trabajo y el comercio exterior, a lo largo del período comprendido entre
2002 y 2014 la producción industrial se ha casi duplicado, superando en más del 35% el pico
de actividad de la década de los 90 (1998).

La Argentina se caracteriza por la destrucción industrial y la fragmentación productiva que se


produjo a partir de mediados de los 70, con su peor momento fue con la dictadura militar y
agravado por la crisis de los 80 y la Convertibilidad entre 1991 y 2001. Cabe destacar que la
recuperación del producto industrial a partir de 2002 permitió alcanzar nuevamente el nivel
de los años 70, incluso superandolos hasta el 2011. El proceso se debilitó a partir de 2011.

El desarrollo de la Argentina enfrenta desafíos. En primer lugar, se debería consolidar una


visión estratégica, que debe partir de un amplio consenso en torno a la idea de que la
industrialización es fundamental para alcanzar objetivos más amplios en materia de desarrollo
económico y social. No hay país en el mundo desarrollado que no cuente con una industria
sólida y capaz de dar sustento a las altas condiciones de vida de su población.

Entre 2011 y 2014 se produjo un deterioro de los principales indicadores económicos. Tanto
la economía en su conjunto como el producto industrial se retrajeron en algo más de un 1%.
Además se estancó la creación neta de empresas y puestos de trabajo y el salario real
industrial tuvo una leve caída. Las causas de esto fueron de diversa índole, como la ausencia,
presencia o la deficiencia de determinadas decisiones de política económica.

Post-convertibilidad se tuvo como objetivo generar un proceso de industrialización. Hubo un


impulso para recobrar las políticas públicas en materia tecnológica, que lograron resultados
muy importantes para la reconstrucción del entramado de instituciones y organismos que
conforman el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación. Dentro de las actividades
de innovación que se llevaron a cabo la mitad estuvo vinculada a la adquisición de maquinaria
y equipos. Por otro lado, hubo un mayor dinamismo de las exportaciones y el resultado
comercial se mantuvo en un rango deficitario inferior que en el de la etapa de la década de
los 90.

Por otro lado, la Argentina se ubica en un rango intermedio en la escala de salarios medidos
en dólares a nivel mundial, bastante por debajo de los países más avanzados, pero
manteniendo una distancia considerable respecto a economías de ingreso medio y medio–
bajo.

La experiencia de los países desarrollados demuestra que, al inicio de estos procesos, los
esfuerzos se alinearon detrás del objetivo de alcanzar la productividad de las economías más
avanzadas en un período de tiempo determinado, y esto debe constituir el eje de cualquier
discusión en torno a cuáles son las mejores formas de hacerlo. Para ello debemos dejar de
enredarnos en la existencia de falsos dilemas a efectos de combinar la acción pública y
privada sobre la base de una visión moderna, que permita reforzar los procesos clave del
desarrollo productivo y tecnológico, que sin dudas dependen del marco de políticas, pero se
reproducen con mayor intensidad y sinergia en el interior de las empresas. Estado y mercado
no deben ser concebidos como ejes contrapuestos, sino como un engranaje que permita
generar ámbitos de cooperación en la búsqueda de objetivos superadores de los
condicionamientos que enfrenta nuestra economía.

Del mismo modo, el desarrollo del mercado interno y la expansión de las exportaciones
constituyen objetivos complementarios donde lo central pasa por definir un patrón de
especialización que conduzca al grupo de países industrializados con alto contenido
tecnológico, transitando por un camino en el cual todas las actividades económicas son
importantes y pueden aportar a esta estrategia.
2. APRENDIZAJE TECNOLÓGICO, DESARROLLO INSTITUCIONAL Y LA
MICROECONOMÍA DE LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES
KATZ y KOSACOFF

1. Diferencias entre el estructuralismo y la escuela neoclásica en torno del estudio del


crecimiento económico

La historia del pensamiento económico está marcada por una profunda brecha
epistemológica entre una corriente estructuralista que se origina en la escuela historicista
alemana y otra positivista que lo hace en los aportes de pensadores británicos como Hume o
Smith.

La primera trasunta una postura eminentemente intervencionista derivada de la necesidad de


Alemania de cerrar la brecha tecnológica relativa que en ese entonces mostraba con respecto
a las mejores prácticas productivas británicas. En función de ello, pone al Estado como agente
central del cuadro de organización social, coordinando y dirigiendo las relaciones económicas
individuales. La segunda, en cambio, es estrictamente librecambista y ve en el laissez faire la
vía más adecuada para alcanzar una asignación socialmente óptima de los recursos
disponibles.

Para un cultor del estructuralismo el desarrollo de capacidades y competencias tecnológicas


propias y la creación y consolidación de nuevas instituciones constituyen piezas clave del
proceso de crecimiento económico de largo plazo de una sociedad dada.

Los estructuralistas imaginan firmas e individuos como agentes imperfectamente informados


en lo que atañe al conjunto de opciones que enfrentan y con incompleta percepción acerca
del costo/beneficio asociado a cada una de sus posibles decisiones. Los agentes económicos
actúan por ensayo y error, experimentando y buscando nuevas rutinas operativas que les
permiten mejorar su desempeño a través del tiempo.

En dicho contexto, la expansión de la base de producción industrial de una sociedad dada


constituye uno de los determinantes centrales del grado de complejidad organizacional y
técnica alcanzado por ella, en la medida en que la industria requiere formas cada vez más
sofisticadas de división social del trabajo e impulsa la creación y difusión de normas y hábitos
de comportamiento que en conjunto van dando forma y contenido a una vasta “cultura”
productiva e institucional que permea a lo largo de la comunidad.

El aprendizaje tecnológico y el desarrollo de nuevas instituciones –en el múltiple sentido antes


mencionado– constituyen ejes centrales de toda explicación estructuralista del proceso de
desarrollo económico de largo plazo. El Estado entra en este esquema de pensamiento como
un actor central, guiando la asignación de los recursos en función de una “visión” de óptimo
social que trasciende lo que el juego del mercado está en condiciones de ofrecer.

A diferencia de lo anterior, la economía neoclásica nos brinda una descripción bastante


distinta de qué es lo que se entiende por desarrollo económico y de por qué una sociedad
crece y se expande a través del tiempo. La firma neoclásica goza de perfecta información
acerca de sus posibilidades futuras, conoce íntegramente la distribución de probabilidades de
éxito o fracaso de todos y cada uno de los cursos de acción que puede seguir, opera en
mercados perfectos de factores y maximiza beneficios a partir de un conjunto de datos
exógenos que describen íntegramente las funciones de producción y los precios de factores,
que toma como un dato en sus cálculos de maximización. En este mundo no entran la
“racionalidad acotada”, los retornos crecientes a escala, las externalidades o los “bienes Es decir,
públicos”. El mundo neoclásico no admite otra institución que no sea el mercado, siendo éste no hay
el único espacio de interacción social en el que operan los agentes económicos individuales.
Lo hacen sin que medien interdependencias directas entre ellos. La estructura de precios les fallas de
brinda tanto los incentivos como la información –necesaria y suficiente– sobre la base de los mercado
cuales tomar sus decisiones económicas cotidianas.

No debe sorprendernos que entre estructuralistas y neoclásicos medien fuertes diferencias


de interpretación sobre lo ocurrido durante la ISI –y, de manera más general, sobre la teoría
del crecimiento económico– y que estos últimos hayan dado poca importancia a temas
dinámicos relacionados con el desarrollo de la capacidad tecnológica interna de la sociedad,
así como al rol de lo institucional. Para un economista estructuralista, aquellos son cruciales
para comprender el proceso evolutivo por el que transita una sociedad dada. En lugar de ello,
el main stream profesional ha optado por dar más importancia a cuestiones relacionadas con
la asignación estática de recursos, que es la que prioriza el modelo del equilibrio competitivo,
dejando de lado los aspectos dinámicos relacionados con la maduración de las fuerzas
productivas.

2. El desarrollo de la capacidad tecnológica local

Los países de América Latina emergen de la Segunda Guerra Mundial fuertemente aislados
del contexto internacional. Muchos de ellos están regidos en ese entonces por gobiernos
militares de alto contenido nacionalista, para los que el “clima” de la Guerra Fría y los
atractivos de la planificación se traducían en el otorgamiento de alta prioridad a los sectores
de la defensa y a las denominadas “industrias pesadas”. Ello explica por qué la agenda de
política industrial estuviera tan fuertemente sesgada hacia la siderurgia, el carbón o la
petroquímica en países como Argentina, Brasil, Chile o México.

El sesgo también era en favor del monopolio estatal de muchas de estas actividades
productivas. Dicho sesgo en favor de lo público es también sumamente fuerte en ese
entonces en países como Francia o Inglaterra, en los que se propone la “planificación
indicativa” o las industrias estatales como solución a problemas de economías de escala,
interdependencias “aguas arriba” o “aguas abajo” del aparato productivo, etcétera.

En América Latina estos son años de fuerte desabastecimiento en los mercados de durables
de consumidores, de insumos energéticos y de bienes de capital. Pero, al mismo tiempo, son
años en los que diversas economías de la región comienzan a crecer relativamente rápido
tras las dificultades de la etapa bélica. En otros casos es la inversión extranjera directa –que
comienza más tempranamente en México que en otros países de América Latina– la que
moviliza la producción industrial.
Dicha atmósfera explosiva, la “protección natural” que resulta del periodo bélico, la protección
arancelaria, la disponibilidad de crédito subsidio, etc, inducen a numerosos empresarios de
Arg, Brasil, México, Chile o Colombia a iniciar la producción local de durables de consumo y
equipos de capital de baja complejidad copiando diseños de ingeniería una o hasta dos
décadas rezagados con respecto al estado del arte internacional.
Las cosas fueran esta vez diferentes y que el proceso sustitutivo se extendiera y profundizara
en los años '50. Junto a las grandes empresas públicas ocupadas de la “industria pesada”,
los transportes y las telecomunicaciones, los sectores de la defensa, etcétera, también
comienza a crecer una amplia base productiva y empresarial de pequeñas y medianas firmas
de propiedad familiar creadas, muchas de ellas, por inmigrantes europeos –españoles,
italianos, alemanes, etcétera–, que conocían de manera fragmentaria y parcial tecnologías
prebélicas del campo electromecánico, químico y otros.

Dos grandes actores del escenario industrial del mundo sustitutivo emergen y se consolidan
en ese entonces: por un lado, las grandes empresas públicas y, por otro, las PyMEs de capital
nacional, que surgen y logran rápidos ritmos de crecimiento en el final de los años ‘40 y en el
curso de los ‘50 ante el nuevo regímenes de incentivos prevaleciente en la sociedad.

Un cuarto actor de importancia –las subsidiarias locales de empresas transnacionales–


irrumpe en la escena productiva latinoamericana sobre el final de los años '50 en Argentina y
Brasil y algo después –en los años '70 y '80– en los países más chicos de la región. Esta
incorporación de América Latina al proceso de internacionalización de la producción de las
empresas transnacionales era acorde con la existencia prevaleciente de modelos de
producción “fordistas”, difundidos a partir de la radicación de “multiplantas” en las economías
protegidas por altas tarifas arancelarias.

El primer rasgo a ser tenido en cuenta es el del tamaño de las plantas industriales. Por lo
general, éstas eran no mayores a, digamos, un 10 % del tamaño “prototípico” de las de un
país desarrollado, produciendo bienes relativamente semejantes. Los layout de fábrica y la
organización del trabajo fabril eran mucho menos sofisticados, más artesanales, no sólo por
adaptación a distintos precios relativos de factores sino, primordialmente, por la falta de
información, equipos y conocimientos organizacionales más adecuados. Los bienes de
capital utilizados eran con frecuencia de segunda mano o autofabricados, el grado de
integración vertical de los establecimientos industriales era sumamente elevado ante la
inmadurez del tejido productivo local y la ausencia de proveedores independientes de partes,
piezas o subconjuntos, etcétera.

Tanto la eficiencia estática como el sendero dinámico de aprendizaje tecnológico de un


escenario productivo de esta índole están llamados a acumular dificultades y rasgos
idiosincrásicos a través del tiempo. Sin duda las diferencias entre este mundo productivo y el
de los países maduros son múltiples y no es meramente una cuestión de precios relativos de
factores lo que aquí está en juego sino un fenómeno sistémico que atañe al conjunto de la
organización social de la producción, al “estadio” evolutivo por el que transita una determinada
sociedad.
La resolución de “cuellos de botella” y las mejoras de calidad hicieron posible comenzar a
pensar en mercados externos, cosa que resultaba prácticamente imposible sólo pocos años
antes. También es cierto que la salida hacia el exterior fue muchas veces impulsada tanto por
incentivos de política pública –que Brasil, Argentina, México, por ejemplo, comienzan a
emplear desde los años '60– como por caídas cicilias de demanda interna que ocurren ante
la recurrencia de los ciclos macroeconómicos de stop-and-go propios de economías
sumamente afectadas por el ciclo de financiamiento externo.
Se parte de un lugar donde la firma está lejos de alcanzar rendimientos físicos adecuados de
la capacidad productiva disponible, aquella logra mejorarlos gradualmente a través de un flujo
sistemático de mejoras incrementales en sus rutinas operativas. Se trata de cambios
tecnológicos menores que acumulativamente, logran una mejora significativa de la
productividad fabril.

La teoría neoclásica del desarrollo no otorga gran importancia a estos temas dinámicos de
maduración de la capacidad tecnológica interna de los países de menor desarrollo relativo.
Antes bien, prefiere examinar los temas de la selección óptima de técnicas productivas y de
la ineficiencia estática en la asignación de recursos asociada al empleo de técnicas más
intensivas en capital que las que justificaría el “verdadero” “costo de oportunidad” o precio
sombra de los recursos. La metáfora neoclásica describe una situación “estilizada” en la que
la firma tiene perfecto conocimiento y acceso a la función de producción con que opera. No
se plantea la posibilidad de que aún firmas competidoras cercanas operen con funciones de
producción diferentes, con modelos disímiles de organización del trabajo fabril.

Diferentes estudios muestran que los esfuerzos tecnológicos adaptativos llevados a cabo al
interior de cada planta fabril con el propósito de mejorar el diseño de productos, la ingeniería
de procesos y la organización del trabajo explican una fracción sumamente significativa de
los aumentos observados de productividad.

3. El desarrollo institucional durante los años de la ISI

Tal como ocurre con el tema del cambio tecnológico y el desarrollo de capacidades técnicas
locales, el estudio del cambio institucional de una sociedad dada reclama un gran esfuerzo
de contextualización histórica.

Resulta importante comprender que el cuadro regulatorio e institucional de un modelo de


patrón oro es más automático, externamente condicionado y simplificado que el que cada uno
de los países latinoamericanos tuvo que construir durante los años de la guerra y a posteriori
de ésta a fin de adaptarse a las nuevas reglas de juego. Aquél funcionaba sobre la base de
la libre convertibilidad de las monedas y el multilateralismo, permitiendo la compensación de
saldos positivos y negativos de cuenta corriente. La política monetaria sólo cumplía un papel
pasivo y el Banco Central funcionaba exclusivamente como “caja de conversión”, esto es, sin
un rol activo en materia de política monetaria. La ruptura del patrón oro y la desaparición de
la libre convertibilidad tienden a manifestarse como una crisis de financiamiento externo que
fuerza a los países de la región a devaluar sus monedas y a introducir cuotas y restricciones
arancelarias y para arancelarias para reducir el ritmo de absorción doméstica de bienes y
servicios. individuales. Donde antes funcionaba la “mano invisible” del mercado comienza a
operar ahora la “mano visible” del Estado, introduciendo tarifas aduaneras, tasas de interés
subsidiadas, avales de inversión, permisos de cambio, tarifas de servicios públicos que no
cubren el costo de producción, etcétera. Todos y cada uno de estos mecanismos fueron
empleados en respuesta al desequilibrio externo originado en el quiebre del patrón oro y en
cada caso fue necesario desarrollar nuevas normas y agencias de aplicación de éstas. Ello,
a su vez, evocó nuevas conductas adaptativas por parte de los agentes económicos
individuales y todo ello fue gradualmente derivando en una nueva “cultura” organizacional y
de interacción social al interior de la comunidad.
Existen, sin duda, diferencias en la forma en que los distintos países de la región fueron
avanzando en la construcción de este vasto aparato institucional, en la manera en que cada
sociedad fue desarrollando normas y hábitos de convivencia, nuevas rutinas de interacción
social, etcétera, en el curso de las décadas aquí estudiadas. Sin duda cada país debe ser
visto con sus especificidades locales, pero también avanzando hacia la implantación de un
nuevo régimen de incentivos macroeconómicos y marco regulatorio con muchos rasgos
compartidos entre todos ellos.

4. A modo de reflexión final

Se ha visto por un lado, el desarrollo de la capacidad tecnológica local de los países


periféricos y, por otro, la aparición y consolidación de un vasto conjunto de nuevas
instituciones durante los años de la posguerra. En ambos temas se ha intentado recuperar lo
particular del escenario de organización social y productiva de América Latina tras la ruptura
del régimen cuasiautomático del patrón oro, a fin de comprender el sendero idiosincrásico por
el que los países de la región transitan de allí en más en su intento por construir un nuevo
modelo de desarrollo que tuviera en la demanda interna el motor dinámico de expansión.

La adaptación a las nuevas condiciones se fue dando, de manera más exitosa en algunos
casos –Brasil o México, por ejemplo, en los que las tasas anuales de expansión de largo plazo
no difieren significativamente de las que exhiben Corea o Taiwán– y con más dificultades en
otros.
Una verga este resumen del texto de Braun y Joy

2. Un modelo de estancamiento económico- Estudio de caso sobre la economía Argentina


Braun y Joy

Para discutir el papel del sector agropecuario se debe comprender la naturaleza del proceso
de desarrollo económico como un todo. Se plantea un modelo en el cual los supuestos
estratégicos relativos a la elección de las variables relevantes y sus magnitudes reflejan la
realidad de la situación argentina.

II

Supuestos:
1. El precio interno de aquellos productos agropecuarios que la Arg exporta, será igual
al precio de exportación.
2. La respuesta de la oferta agropecuaria se produce necesariamente con cierto
retraso, de modo tal que aun cuando los planes de producción sean sensibles a los
precios que reciben los agricultores, la producción sólo responderá después de un
periodo cuya duración depende de la naturaleza del producto.
3. La producción agropecuaria no requiere insumos importados.
4. La producción, excluida la agropecuaria, se clasifica en manufacturera y de servicios
y que en el caso de las manufactureras, los insumos variables consiste solo en
mano de obra homogénea e insumos importados combinados en proporciones fijas,
para los cuales la productividad marginal es constante dentro del margen de
variaciones relevantes.
5. Que los servicios que dan cuenta del resto del producto bruto nacional, no usan otro
insumo variable que el trabajo.
6. Que la demanda externa para los productos agropecuarios argentinos es informante
elástica.
7. Que la elasticidad-precio de la demanda interna de la producción agropecuaria es
baja.
8. Que el valor de las exportaciones agropecuaria es insuficiente para cubrir el costo de
los insumos importados al nivel de pleno empleo, dado que la relación del nivel
monetario de los salarios con respecto al tipo de cambio al nivel de pleno empleo
puede modificarse muy poco.
9. Que el gobierno aspira a alcanzar el equilibrio del balance de pagos sin recurrir a los
controles directos.

III

El objetivo es relacionar los supuestos en un modelo que explique en especial las relaciones
entre el balance de pagos, los precios internos y el nivel de actividad económica. Una crisis
de balance de pagos conduce a la devaluación.

En primer lugar analizaremos los efectos sobre los precios, sin tener en cuenta por el
momento los efectos de los aumentos de salarios, los cuales son pequeños en relación con
la devaluación. El precio de los bienes manufacturados crecerá en la medida que aumenten
los costos de sus insumos importados.
Los servicios no se exportan ni requieren insumo importado. Por lo tanto, la devaluación no
tendrá ningún efecto inmediato sobre sus precios.
3. Comportamientos microeconómicos en entornos de alta incertidumbre: la industria Arg
Kosacoff y Ramos.

Introducción

Entre los años 2001-2002 la sociedad argentina vivió una vez más el vértigo de una crisis. Un
largo y penoso periodo iniciado a mediados de 1998 y dominando por la depresión económica
y el desempleo, generó tensiones crecientes sobre el régimen de convertibilidad y hecho por
la borda las expectativas optimistas respecto al potencial de crecimiento de la economía
argentina y a su capacidad para resolver los problemas sociales. Así alcanzaba el pico la
recesión económica más profunda y de mayor prolongación desde la posguerra.

Durante la segunda mitad del 2002, el desempeño de la economía argentina configuró un


escenario de sorprendente tendencia a la normalización. Un sobrante de divisas de
exportaciones otorgó margen para la recuperación de la demanda con apenas una
atenuación de fuga de capitales. Por dos años consecutivos la economía creció a un ritmo en
torno al 9% anual. De ese modo, la Argentina de los primeros meses del 2005 ya había
recuperado los casi 20 puntos porcentuales de la caída experimentada desde 1998 y se
disponía a crecer en ese año a una tasa superior al 7%. La ruptura del régimen de
convertibilidad dejó un conjunto de herencias que aún pueden afectar la capacidad de
crecimiento económico.

1. Breve historia del desarrollo industrial argentino

El proceso de industrialización en la Argentina tuvo su punto de partida a fines del siglo XIX.
Al comienzo, el dinamismo industrial estuvo asociada al esquema agroexportador de
economía abierta basado en la producción de cereal y carnes. Con sus traquetos, este diseño
estuvo vigente hasta que se detuvo la expansión de la frontera agropecuaria y el mundo fue
desbordado por las guerras y las crisis económicas y el proteccionismo. Desde los años
treinta se empezó a desarrollar un nuevo régimen económico operando bajo la modalidad del
denominado proceso de sustitución de importaciones. A partir de allí, la industria comenzó
gradualmente a ocupar el lugar de privilegio en la economía Argentina. Inicialmente, los
actores económicos más destacados fueron las grandes empresas estatales en sectores
denominados de interés nacional y las pequeñas y medianas empresas del sector privado
que fueron cautivados por la demanda interna insatisfecha y por altos aranceles de comercio.

Desde los años cincuenta las actividades industriales fueron el motor del crecimiento de la
economía, creadores de empleos y la base de la acumulacion de capital. Asimismo, se fue
generando en forma paulatina una capacidad tecnológica local destacada en el ámbito
latinoamericano. A fines de los cincuenta, el ingreso masivo de filiales de empresas
transacciones en el sector industrial las convirtió en un actor protagónico del escenario local
que conmovió la estructura de los mercados, alteró las modalidades de organización de la
producción e impulsó el desarrollo de actividades nuevas de mayor complejidad tecnológica
y con demanda no abastecida localmente.

En la década comprendida entre 1964 y 1973 la industria disfrutó de un crecimiento continuo.


sin un solo año de caída de la producción. Asimismo, este último periodo se caracterizó por
una caída de los precios relativos del sector industrial asociado a los incrementos de
productividad, por el aumento de las exportaciones industriales, el incremento del tamaño
medio de los establecimientos y una creación de empleo a tasas superiores a las del
crecimiento de la población.

En paralelo a este prolongado proceso de industrialización, las oportunidades comerciales y


de crecimiento hacia afuera comenzaron a reabrirse en el mundo después de la SGM. La
opción por la apertura comercial perjudica a las clases populares a las que nada las
resguardaba mejor que una moneda fuerte que abarataba alimentos exportables y la
protección a la industria que demandaba intensamente mano de obra. Ya a mediados de los
años setenta el esquema de crecimiento se enfrentaba a un conjunto cada vez más evidente
de dificultades. En las cuatros decadas de la ISI se habían acumulado un conjunto de
conocimientos, habilidades, capacidades ingenieriles, equipamientos, recursos humanos,
una base empresarial,etc. Una reestructuración industrial de carácter regresivo no pretendió
rescatar aspectos positivos de la etapa anterior, por lo que se desaprovecharon cuantiosos
acervos de la economía.

A partir de 1975 el sector industrial argentino prendió la capacidad de dinamismo productivo,


de generación de empleo y liderazgo del proceso de inversiones, que lo habían caracterizado
en el pasado. Gradualmente se iría profundizando un patrón de especialización de la industria
argentina caracterizado por el mayor predominio de actividades intensivas en sus funciones
de producción y las que los agentes de mayor tamaño tienen un papel central. Las actividades
intensivas en conocimiento, de elevada utilización de trabajo en su función de producción y
con un peso importante de Pymes aparecen con un menos peso relativo.

En el año 2004, la Argentina generó un valor agregado industrial por habitante que resultó un
40% menos que el que concibió treinta años atrás. En ese periodo, el sector manufacturero
expulsó empleo, redujo fuertemente el número de plantas y aumentó intensamente su
apertura comercial. Así, se registraron cambios notables en la naturaleza y composición de
la industria. Hoy se observa un sector industrial de menor tamaño, con mayor concentración,
alta transnacionalización y con un modelo de organización de la producción de bienes muy
distinto al del período de economía semi-cerrada. Las actividades metalmecánicas, aquéllas
de comportamiento más dinámico durante la ISI, ahora representan sólo un tercio de lo que
fueron tres décadas atrás. Adicionalmente, luego de cuatro décadas de estancamiento, los
recursos naturales, con el liderazgo agrícola (en particular, sojero) y energético, volvieron a
expandirse y hoy se destacan como el sector más dinámico, reflejado en la substancial
incorporación de innovaciones tecnológicas en los últimos tiempos.

2. Volatilidad y crecimiento económico

En las últimas décadas el producto real de la Arg exhibió violentas y frecuentes oscilaciones.
Las intensas variaciones de CP se combinaron con cambios notables en las tendencias de
largo plazo de la economía. Por ende, los efectos de corto plazo y su interacción dinámica
con los de LP perturbaron a la inversión y el crecimiento y provocaron una acumulacion de
perdidas irreversibles de activos empresariales. En esencia, la historia Argentina exhibe con
crudeza que la volatilidad real resulta muy costoso en términos sociales.
La inestabilidad de finales de los años ochenta, que culminó en los episodios
hiperinflacionarios de 1989 y 1990, redujo el PBI por habitante a poco más de 3 mil dólares,
inferior al de muchos de los países latinoamericanos. Pero poco tiempo después, en los años
noventa, la Argentina alcanzó y mantuvo durante casi una década un PBI que osciló alrededor
de los 8 mil dólares por habitante. Como una secuela de la caída del nivel de actividad y la
depreciación post-convertibilidad, el mínimo de la serie es el del año 2002, con
un valor inferior a los 3 mil dólares.

3. La decision de invertir y la acumulacion de capacidades bajo elevadas y cambiantes


incertidumbres

La inestabilidad y la elevada incertidumbre son aspectos esenciales para poder entender el


desempeño industrial argentino de las últimas décadas. La historia económica argentina
muestra que en economías inestables con elevada incertidumbre, la flexibilidad es un atributo
muy valioso y tremendamente rentable. Este aspecto no debería pasarse por alto en el
análisis del proceso de toma de decisiones por parte de los agentes económicos.

La extrema volatilidad de los eternos en los años ochenta condujo a los agentes económicos
a desarrollar capacidades para sobrellevar esa situación. A inicios de los años noventa la
ampliación del horizonte de decisiones constituyó un cambio de primer orden para la
formación de capital. Había quedado atrás una década de crisis de inversión y por lo tanto,
dejaba un amplio terreno para la modernización de las capacidades de producción. Sin
embargo, la abrupta modificación del entorno competitivo y de las reglas de juego implantó
nuevas incertidumbres.

El desarrollo de una estrategia empresarial parte de la evaluación sobre cuáles son las
acciones necesarias para subsistir y prosperar en el escenario económico y sobre si esas
acciones son practicables por la firma. El nivel de integración vertical y horizontal de la
empresa, el grado de inserción externa, el ritmo de avance de la frontera tecnológica y las
ventajas de propiedad de la firma son su parte constituyente. En el traspaso de algunas
compañías locales a manos de empresas extranjeras, aunque jugaron un papel destacado
aspectos financieros, tecnológicos y organizativos, en ocasiones fue decisiva la percepción
de los empresarios locales de cierta incapacidad para responder de manera adecuada al
desafío de operar en contextos de economía abierta y fuerte internacionalización. En los años
noventa en la industria imperaron las incertidumbres de la microeconomía. La Argentina
resultó ser un laboratorio de casos analíticos de la respuesta de los agentes económicos a
las reformas de mercado.

Por otra parte, dado el cambio de régimen económico que se produce en los años noventa
fue difícil para los agentes económicos discernir el ciclo de la tendencia. En consecuencia,
hubo empresas e inversores que adoptaron decisiones económicas en base a previsiones de
crecimiento de los ingresos y de la demanda futuros que después no se confirmaron en la
realidad.

En ese sentido, algunas inversiones realizadas a mediados de los años noventa previendo
escenarios más optimistas en términos de retorno económico generaron un crecimiento de la
deuda financiera de las empresas que se tornó difícil de administrar en un contexto de
menores retornos y de mayor carga de intereses producto de la restricción acentuada al
financiamiento en general. Tasas de interés real en constante crecimiento llevaron a las
empresas a niveles de endeudamiento que en muchos casos solían superar el valor de sus
activos.
4. Mercados financieros y conducta microeconómica

La debilidad de la estructura de intermediación financiera es una característica básica de la


evolución económica argentina. La escasa profundización financiera, la ausencia de ciertos
mercados de largo plazo, de administración de riesgos y de la liquidez fueron atributos
permanentes que afectaron al proceso de inversión. En efecto, en el caso argentino varios
estudios señalaron que la debilidad de los mercados de capital lesionó el proceso de
selección de los proyectos de inversión, provocando la ausencia de un núcleo duro de
emprendedores, y se tradujo en graves dificultades para suavizar las fluctuaciones en el cash
flow y para la diversificación de riesgos de las empresas. Una economía con estas
características de funcionamiento microeconómico inducirá una mayor inestabilidad
macroeconómica y el desarrollo de procesos bruscos de arranque y detención.

Desde finales de la década de los setenta, a partir de los intentos de apertura de la economía,
el mecanismo financiero cambió sustancialmente. El acceso preferencial de las actividades
productivas a esquemas de financiamiento con tasas de interés reales negativas vigente en
la etapa sustitutiva fue erradicado a partir de la Reforma Financiera de 1977. Las principales
características del nuevo régimen fueron la fijación autónoma de las tasas de interés por parte
de las entidades financieras, la libre orientación del crédito, la inexistencia de restricciones
para el ingreso, la operación y las estrategias de competencia de las entidades, y la libre
captación de crédito procedente del exterior. Asimismo, el Banco Nacional de Desarrollo
prácticamente abandonó la función de fomento industrial generalizado, concentrándose en
una reducida cantidad de empresas de mayor tamaño beneficiadas por los sistemas de
promoción industrial.

Desde ese momento, salvo breves excepciones, persistieron altas tasas reales de interés. En
ciertos momentos las tasas reales superaron largamente toda posibilidad de rentabilidad
productiva y resultó más lucrativa la inversión en activos líquidos externos o en deuda del
sector público. En un contexto de fuertes turbulencias macroeconómicas y altas tasas de
interés, la suerte de muchas empresas se asoció con la habilidad de las gerencias financieras
de administrar los saldos líquidos financieros y adaptar los modelos productivos a las nuevas
restricciones.

En la historia del desarrollo industrial argentino el autofinanciamiento (en particular, la


reinversión de utilidades) constituyó una fuente de fondos con importancia creciente para las
empresas. Durante la ISI, los altos niveles de protección y la propia estructura concentrada
de los mercados industriales permitieron que unos precios domésticos sustancialmente más
elevados que los internacionales financiaran la acumulación empresaria. Los regímenes
legales de promoción industrial fueron otro mecanismo clave para el fomento de la inversión.
En cuanto al crédito bancario, hasta mediados de los años setenta, las empresas de mayor
tamaño fueron las que concentraron (en un contexto de demanda excedente) el acceso al
crédito o a los avales y garantías, mientras que el resto se financió principalmente a través
del crédito comercial. En este sentido, en la Argentina ingresaron inversiones directas de
firmas internacionales desde los comienzos mismos de su proceso de industrialización. Estas
empresas desenvolvieron sus actividades financiando en gran medida en el mercado de
capitales local, ya que disfrutaron de un acceso privilegiado al crédito interno con tasas de
interés negativas.
Durante el pasaje de una economía semi-cerrada a una economía abierta las dificultades de
acceso al financiamiento encontraron en una posición muy diferenciada a las filiales de las
empresas transnacionales y a los grandes grupos económicos. Las primeras tuvieron un
mejor acceso a los mercados internacionales de capital, mientras que hay evidencias
empíricas que muestran las dificultades que tuvieron las segundas. Estas dificultades
conllevaron en ciertos casos que empresas grandes de capital local vendieran sus posiciones
de mercado como producto de las imperfecciones del mercado de capitales antes que por
sus propias limitaciones tecnoproductivas. En otros casos a las empresas locales les
resultaba imposible disociar la nacionalidad de origen con el riesgo soberano del país. Esta
distorsión fue uno de los motivos que impulsaron la adquisición por parte de la por entonces
YPF de la petrolera estadounidense Maxus.

Los episodios de hiperinflación en la Argentina de finales de los años ochenta y comienzos


de los noventa comprimieron los mercados financieros hasta cerca de su desaparición. Frente
a las condiciones vigentes durante el plan de convertibilidad hubo un aumento substancial de
la demanda de activos financieros, comúnmente denominados en moneda extranjera, y de la
profundización financiera. En este sentido, el aumento de la oferta y la caída inicial del riesgo
soberano permitió a ciertas firmas acceder al mercado voluntario de crédito internacional,
vedado en los años ochenta y facilitado en los noventa por mercados internacionales
caracterizados por la mayor liquidez, la baja de tasas y la aparición de nuevos instrumentos.

En el régimen de la convertibilidad, la volatilidad de los flujos de capital, y sus efectos sobre


la oferta de crédito y el nivel de actividad, era una fuente de fragilidad financiera potencial.
Asimismo, las empresas industriales absorbieron la caída de los márgenes de rentabilidad
derivada de la competencia de los productos importados mediante la comercialización de
mayores volúmenes.

Luego del colapso de la convertibilidad, desde mediados de 2002 la progresiva normalización


de los mercados y la atenuación de la incertidumbre se asociaron a la reanimación de la
demanda interna. En resumen, se verificó una caída de los volúmenes físicos cercana al 20%,
pero con una abrupta recomposición de los flujos operativos. Las empresas redujeron
marcadamente los plazos de sus operaciones comerciales, alcanzándose una situación de
casi exclusiva venta al contado. Durante un período prolongado, los costos operativos de las
firmas (salarios, tarifas de servicios públicos, impuestos, alquileres, etc.) se mantuvieron
prácticamente constantes en términos nominales. En contraposición, los precios de los bienes
transables se incrementaron fuertemente. La resultante fue una mejora notable de los
márgenes de rentabilidad que junto con la recomposición del flujo de caja permitió el
autofinanciamiento de la inversión y la reestructuración de las deudas. Sin embargo, para
crecer sostenidamente, la Argentina necesita de un nuevo salto en la tasa de inversión. Esta
mayor acumulación de capital hay que financiarla. En este sentido, la creación de mercados
financieros de largo plazo y una orientación mayor del sistema crediticio hacia la selección y
financiación de proyectos de inversión parecen inevitables.
5. Las capacidades tecnológicas y la oferta de skills

La estructura industrial que emergió con la ISI se caracterizó por presentar tamaños de
plantas de producción reducidos; integración vertical elevada; aplicación de tecnologías de
diseño, proceso y organización alejadas de la frontera internacional; producción de series
cortas acompañadas por un amplio mix de productos manufacturados y esfuerzos
tecnológicos internos encaminados a copiar o adaptar mediante cambios menores las
tecnologías provenientes del exterior.

Finalmente, la modernización y la expansión de la producción agroalimentaria durante los


años noventa (que entre otros efectos duplicó las toneladas anuales de cereales y
oleaginosas de la década previa) permitieron avanzar sobre uno de las restricciones
principales del esquema sustitutivo. Este desempeño se originó en la introducción en el sector
primario de un conjunto de innovaciones y de un proceso de capitalización complementario
que comportó un cambio radical en su estructura productiva. El aprovechamiento masivo de
tecnologías generadas en el mundo desarrollado y comercializadas en el país por empresas
transnacionales condujo a la expansión de la frontera agrícola. La incorporación de semillas
transgénicas en soja, maíz y algodón; las mejoras en la genética animal; un mayor uso de
fertilizantes y agroquímicos; la difusión de la siembra directa y el doble cultivo en agricultura
y el desarrollo de los sistemas de engorde a corral en ganadería, y de nuevas técnicas en
lechería y el uso de nuevas tecnologías de almacenaje en el campo son sólo algunos
ejemplos.

En resumen, en el marco de una heterogeneidad de conductas, las firmas industriales


tendieron a modelar un comportamiento tecnológico emparentado al abastecimiento externo,
al desmontaje de los equipos para desarrollos con mayor participación local y una
revalorización de los aspectos organizacionales, no sólo en la producción, sino también en la
comercialización y las finanzas. Sin embargo, la fuerte incorporación de máquinas y equipos
importados necesariamente estuvo acompañada de cambios organizacionales y de mayores
inversiones en capacitación.

6. Heterogeneidad y agentes económicos

Quizás el rasgo más saliente de la conformación productiva en los años noventa sea la
heterogeneidad. Es indudable que no todos los agentes económicos elaboraron de igual
manera el desafío que presentaba el paso a nuevas estrategias productivas en donde la
producción local, se combinó con la importación de insumos y de bienes finales, con el fin de
aprovechar las reglas del juego económico.
3. Marchas y contramarchas de la industria Argentina (1958-2008)
Kossacoff

Introducción

En el medio siglo transcurrido entre 1958-2008, el desempeño de la economía argentina se


caracterizó por alta volatilidad, la incertidumbre y los altos costos de transacción. Asimismo,
el tránsito de una economía protegida hacia una economía abierta en lo comercial y
financiero, generó un cambio muy significativo en las estrategias empresariales.

1. Breve presentación de las evidencias cuantitativas: 1950-2008

Entre 1950 y 2008 la economía argentina creció a una tasa promedio de alrededor de 2,5%
anual; la que equivale a un ritmo anual cercano al 1% por habitante a lo largo del período.
Este crecimiento medio muy moderado se concibió en un contexto de intensos ciclos del
producto, los que repercutieron en que la economía argentina fuera una de las de mayor
volatilidad en el mundo en la segunda mitad del siglo XX.

Mientras que en la economía semicerrada que abarca hasta mediados de los años setenta,
la restricción externa conllevó a recurrentes ciclos de stop-go, es a partir del fin de la
estrategia sustitutiva de importaciones y en la transición hacia una apertura económica que
la volatilidad del producto se hizo aún más frecuente y acentuada.

La evolución de la participación del valor agregado por la industria manufacturera en el PIB


total de la economía fue marcadamente creciente a lo largo de la etapa sustitutiva de
importaciones. La tendencia ascendente se revierte con intensidad a partir del esquema de
apertura de la economía, contribuyendo la industria con menos del 17% al PIB total de la
economía en el quinquenio 2004-2008.

Si bien en el periodo 2004-2008 se registró una notable recuperación en el valor agregado


industrial por persona en comparación con los niveles mínimos alcanzados durante la crisis
del régimen de Convertibilidad, esta generación de riqueza manufacturera incremental aún
no permite igualar los valores que se exhiben en la Argentina durante la década de los años
setenta.

Entre 1950 y 2008 los coeficientes de inversión a producto muestran valores moderados
cercanos al 20% promedio en el periodo, pero con bruscas oscilaciones. En la segunda fase
sustitutiva el crecimiento de la economía se acompaña con un ritmo de acumulacion de capital
aun superior y fuerte creación de empleo. Posteriormente, la inestabilidad macro que dominó
la escena hasta fines de los años ochenta implicó una revisión expresada inicialmente en una
intensa desaceleración del producto y del empleo, pero mantenidos aún elevados niveles de
inversión, para luego mostrar un estancamiento del nivel de nivel de actividad y del stock de
capital. A partir de los años noventa se observa un repunte del crecimiento del producto con
niveles de acumulacion de capital mucho menos que en el pasado.

Mientras que hasta los años ochenta hubo pequeñas y breves discrepancias entre los
coeficientes de ahorro nacional y de inversión a producto, durante la Convertibilidad de los
años noventa se registra una considerable brecha negativa que se sostiene a partir de un
mayor endeudamiento externo. En contrapartida, los años posteriores al colapso del régimen
de Convertibilidad exhiben un importante aumento de la inversión que es financiado por un
notable incremento del ahorro doméstico, el que permite elevados superávit en la cuenta
corriente del balance de pagos.

En la etapa sustitutiva se observa simultáneamente un fuerte incremento de la relación capital


a producto y capital a trabajo, así como de la productividad laboral y, si bien más moderada,
de la productividad total de los factores.

En términos de comercio exterior, en la etapa final de la sustitución de importaciones se


observa un muy lento crecimiento tanto de los volúmenes exportados como de las
importaciones. A partir de mediados de la década de los años ochenta el comercio exterior
es uno de los pocos indicadores económicos que tuvo un notable dinamismo.

A partir de los años setenta se verifica una mejora en el índice de precios de las
exportaciones, que crece de forma aún más acelerada en los últimos años respecto a las
importaciones, determinando una mejora sustantiva de los términos de intercambio desde
mediados de los años ochenta. El crecimiento del índice de volumen físico de las
exportaciones se ha dado simultáneamente en las exportaciones agropecuarias, industriales
y de combustibles.

La evolución del tipo de cambio real en comparación con el dólar muestra fuertes oscilaciones
a lo largo del período considerado. Esto conlleva una seria dificultad para los agentes
económicos que buscan tomar decisiones de consumo e inversión. Se destacan dos períodos
de fuerte apreciación del tipo de cambio real que se corresponden con los dos procesos de
apertura económica de fines de los años setenta y noventa.

Analizando los censos económicos se verifican fuertes cambios en el patrón de


especialización de la industria manufacturera a lo largo del tiempo, con un pérdida de
participación de las industrias más tradicionales (textiles, confecciones, alimentos, bebidas,
tabaco) y un fuerte crecimiento de los complejos petroquímicos y metalmecánicos. En
particular, en la segunda fase de la sustitución de importaciones es el complejo
metalmecánico (principalmente la industria automotriz) el de mayor crecimiento. Mientras que
a partir del proceso de apertura de la economía vuelve a crecer la contribución de la industria
alimenticia y se verifica una fuerte pérdida de las actividades metalmecánicas.

2. La segunda fase de la ISI: 1958-1976

La etapa del proceso de industrialización argentino que se inicia con posterioridad a la crisis
de los años treinta y que se extiende hasta la asunción del gobierno militar en 1976 se ha
caracterizado por el desarrollo de industrias sustitutivas de importaciones, dirigidas
básicamente al mercado interno y que se desenvolvieron en un fuerte esquema
proteccionista, basado en restricciones cambiarias y niveles arancelarios muy elevados.

En 1958 se sanciona la Ley 14.180 sobre Inversión Extranjera y la Ley 14.181 sobre
Promoción Industrial que fueron los instrumentos claves de la estrategia desarrollista en
materia de política Industrial, dando inicio a la segunda fase de la ISI. En el período 1958-
1962 se radican alrededor de dos centenares de firmas extranjeras en el sector
manufacturero, especialmente en un selecto grupo de actividades que, merced a la presencia
de una fuerte demanda insatisfecha, alcanzaron un rápido ritmo de penetración en la
economía nacional. La entrada masiva de empresas transnacionales y su radicación en
actividades dinámicas se traduce en un fuerte incremento de la participación extranjera en el
producto industrial: crece de una quinta parte en 1955 a cerca de un tercio en 1974.

El sector de capital extranjero se caracteriza: a) porque en comparación con las firmas


competidoras de capital nacional, son mayores sus tamaños de planta, la productividad de su
mano de obra, sus coeficientes de importación y su dotación de capital por hombre empleado;
b) porque su comportamiento tecnológico se basa en la incorporación de tecnologías que, a
pesar de no ser de frontera a escala internacional, sin duda son novedosas en el mercado
local; así, en muchos casos las radicaciones se acompañan con el gradual establecimiento
de planteles locales de ingeniería y de organización y métodos de trabajo destinados a
adoptar productos y procesos a las condiciones productivas locales; c) porque estas
empresas se financiaron fundamentalmente a través del ahorro nacional y porque su aporte
neto de divisas en el mediano plazo termina siendo negativo debido a que las transferencias
al exterior son mayores que los ingresos de capital efectuados. En esta etapa es claramente
es la industria automotriz la que lidera el proceso de crecimiento.

Luego de casi treinta años de comportamientos con altibajos, en la década comprendida entre
1964 y 1974, la industria registró un crecimiento continuo y con un dinamismo mayor que el
resto de las actividades económicas, acompañado por un crecimiento de la ocupación, los
salarios y la productividad. La industrias metalmecánicas, química y petroquímicas fueron las
actividades más dinámicas.

Sin embargo, hacia mediados de los años setenta se verifica una desaceleración del
crecimiento industrial que conduce a una fuerte polémica sobre el agotamiento del modelo de
industrialización seguido. En el período 1973/75 se intenta dar un nuevo impulso a la
actividad industrial, basado en una acelerada modificación de la distribución del ingreso a
favor de los sectores asalariados. Esta última experiencia encuentra rápidamente sus
limitaciones y finaliza en marzo de 1976, con la asunción del gobierno militar, luego de una
profunda crisis económica que, iniciada a mediados de 1975, se tradujo en un desorden en
el que se descontrolaron algunas de las más importantes variables económicas.

Los principales rasgos estructurales de las firmas eran el tamaño de las plantas; el grado de
diversificación; el nivel de subcontratación y la capacidad tecnológica local dentro de un
escenario industrial orientado hacia un reducido mercado interno.

3. El quiebre del modelo de sustitución de importaciones

La política económica iniciada en abril de 1976 cambió profundamente las orientaciones con
las que se desenvuelven hasta ese momento las actividades industriales. Se procuraba así
modernizar e incrementar la eficiencia de la economía.

En relación a la política industrial, se pueden señalar dos subperiodos que tienen su corte
hacia fines de 1978. El primero de ellos, se caracteriza por la recuperación de la producción
de bienes de consumo durable y de capital, asociada a la creciente inversión. En este periodo
de sinceramiento de la economía, se comienza con la reducción de los aranceles de
importación. En estos tres primeros años no aumentan significativamente las importaciones.
Por otro lado, la sanción, en 1977, de la reforma financiera, libera la tasa de interés y crea un
mecanismo totalmente distinto para la asignación de los créditos.

En el segundo subperiodo se inicia hacia fines de 1978 al instrumentarse la versión de


economía abierta de la escuela monetarista. La aplicación de esta política tenía como objetivo
igualar la tasa inflacionaria interna con la externa, ajustándose este última a la tasa de
devaluación del tipo de cambio.

Sin embargo, la convergencia no se logró. En los bienes transables con el exterior el ajuste
fue lento e imperfecto, en los bienes no transables los mecanismos previstos no tuvieron los
efectos esperados. La evolución de la tasa de interés interna fue altamente afectada por una
sobretasa creciente motivada por la incertidumbre y los elevados costos de la intermediación
financiera. Por su parte, el tipo de cambio, que estaba prefijado con una previsión inflacionaria
menor a la real, se caracterizaba por una permanente subvaluación de las divisas. Esta
sobrevaloración del peso en conjunción con las rebajas arancelarias afectó fuertemente la
balanza comercial y permitió la entrada masiva de productos importados. A su vez, la entrada
de capitales externos, en su casi totalidad a corto plazo y provenientes de un mercado
financiero de alta liquidez y elevadas tasas de interés, compensaba el déficit de la cuenta
corriente, con un incremento significativo del endeudamiento con el exterior.

En este contexto, el sector industrial sufrió la crisis más profunda de su historia por la
conjunción de varios factores negativos. Entre ellos sobresale la contracción de los mercados,
por los bajos niveles de demanda de productos industriales locales, tanto interna por la
competencia de productos importados, como externa por el fuerte atraso del tipo de cambio.

4. El periodo posterior a la crisis de endeudamiento (1982-1990)

El plano macroeconómico local ha sido el eje articulador de gran parte de las


transformaciones ocurridas en el período 1982-1990. La necesaria estabilización de la
economía no sólo fue un objetivo permanente, sino que se convirtió en un camino ineludible
a partir del conjunto de perturbaciones del funcionamiento de la economía, que tuvieron en
los episodios hiperinflacionarios generados a partir de 1989 sus manifestaciones más crudas.
Los condicionantes externos, la necesidad de la consistencia y persistencia de las políticas
estabilizadoras y el contenido de las mismas ocuparon la atención de la sociedad argentina.

La crisis de la deuda externa en 1982 revirtió el signo de las transferencias netas de recursos
del exterior, producto de la interrupción de los flujos de capital y el aumento de las tasas de
interés internacionales. Los efectos inmediatos fueron el renacimiento y agudización del
desequilibrio estructural externo de la economía, pero ahora acompañado por la crisis de
financiamiento del sector público. Estos dos desequilibrios básicos se complementaban con
la dinámica de funcionamiento de la economía en el corto plazo, en la cual el régimen de alta
inflación y la fragilidad financiera amplificaban y agudizaban los efectos de las medidas
adoptadas para corregir los desajustes. El desafío de la política económica estaba en la
eficiencia para alcanzar los objetivos de equilibrar los desajustes estructurales y, al mismo
tiempo, reducir la inflación sin incurrir en costos excesivos en términos de producción, empleo
y salarios reales. Entre 1980 y 1990 se observó una performance poco alentadora de los
principales indicadores económicos con un alto costo social en el proceso de ajuste.
Las condiciones económicas del período 1975-1990, generaron cambios significativos a nivel
sectorial y microeconómico, en el cual se verificó la incapacidad de la economía de basar la
reestructuración industrial en los aspectos positivos que se desarrollaron en las cuatro
décadas de la sustitución de importaciones, durante las cuales se acumularon conocimientos,
habilidades, capacidades ingenieriles, equipamientos, recursos humanos y bases
empresariales.

5. Las transformaciones durante el Plan de Convertibilidad

El inicio de la década de los noventa se produce en simultáneo con una etapa de cambios
políticos y económicos significativos, tanto a nivel nacional como en el contexto regional e
internacional. Sin embargo, la década se caracteriza principalmente por las reformas de
política doméstica encaradas. A lo largo de los años noventa la Argentina implementó una
serie de profundas reformas económicas que tuvieron como ejes la estabilización de precios,
la privatización o concesión de activos públicos, la apertura comercial para amplios sectores
de la economía local, la liberalización de buena parte de la producción de bienes y la provisión
de servicios y la renegociación de los pasivos externos.

La política monetaria fue uno de los ámbitos objeto de grandes cambios. En 1991, mediante
la sanción de una ley, se estableció un esquema de convertibilidad con tipo de cambio fijo
entre la moneda local y el dólar estadounidense. Asimismo, en 1992, el gobierno nacional
alcanzó un acuerdo con los acreedores externos por el cual se reemplazaba la deuda de
capital e intereses atrasados con los bancos por bonos públicos de largo plazo con garantía,
en el marco del denominado Plan Brady.

Luego del inicio del programa económico, caracterizado por el cambio de precios relativos a
favor de los sectores no transables, la tasa de inflación fue disminuyendo gradualmente,
impactando en la ampliación del horizonte de las decisiones, que conllevó un cambio de
primer orden para la formación de capital. La estabilización de precios estuvo acompañada
por un aumento apreciable del volumen de crédito, denominado tanto en dólares como en
pesos convertibles.

La política de comercio exterior en los años noventa tuvo en la apertura comercial y la


integración regional a dos de sus pilares. El proceso de integración regional en el Mercosur
se intensificó en la década y junto con la apertura comercial condujo a un aumento notable
de los flujos de comercio entre los países miembros. Las políticas comerciales y la actitud
hacia el proceso de integración se vieron severamente afectadas por los problemas de
competitividad de los bienes transables internacionalmente, particularmente a partir de la
devaluación brasileña a comienzos de 1999. En este contexto, los incrementos de la tasa de
interes intenracional y la devaluacion mexicana provocaron una crisis financiera en 1995.

Desde 1998, la economía argentina estuvo afectada por varios shocks negativos en forma
simultánea. Los efectos de la crisis rusa sobre el acceso al financiamiento y las tasas de
interés en los países emergentes, la posterior devaluación y modificación del régimen
cambiario en el principal socio comercial, la abrupta caída en los precios de los productos que
exporta el país, la persistente fortaleza del dólar respecto a otras monedas del mundo y el
continuo desplazamiento del sector privado de los mercados de financiamiento interno por
parte del sector público, constituyen los ejemplos más destacados de lo ocurrido.

6. Estrategias empresariales en los noventa

En respuesta a una nueva configuración del marco competitivo local, comenzaron a


desplegarse fuertes procesos de reconversión empresarial, en los cuales se alteran tanto las
estrategias como el peso relativo de las distintas actividades y agentes económicos, así como
las prácticas productivas, tecnológicas y comerciales. Por un lado, aparecen las denominadas
reestructuraciones ofensivas que se caracterizan por haber alcanzado niveles de eficiencia
comparables con las mejores prácticas internacionales y que abarcan a un grupo reducido de
alrededor de 400 empresas.

Se puede afirmar que el proceso de estabilización económica encarado en los noventa


aumentó la capacidad de prever la evolución de las principales variables macroeconómicas
de modo notable e implicó una ventaja incomparable para la organización de las actividades
productivas. Sin embargo, surgió un nuevo tipo de incertidumbre, que puede denominarse
estratégica, y que se corresponde con la modificación del entorno competitivo de las firmas y
con las nuevas reglas de juego que determinan qué van a producir las empresas y cómo lo
van a hacer.

Uno de los aspectos centrales de las transformaciones estructurales fue la reconfiguración


del perfil empresario respecto del vigente durante el proceso sustitutivo. Dentro del universo
de empresas productivas hay que destacar en primer lugar el comportamiento de las
empresas transnacionales, cuyas estrategias principales están asociadas a los flujos de
inversión extranjera directa que ingresaron durante los años noventa. Según estimaciones
oficiales entre 1990 y 2000 ingresaron 78 mil millones de dólares de IED, por lo cual el acervo
de capital extranjero creció a tasas anuales superiores a 20% y superó los 80 mil millones en
el año 2000. Es posible identificar dos etapas en el comportamiento de los flujos de IED hacia
la Argentina. Entre 1990 y 1993, más de la mitad de los ingresos de inversión extranjera
corresponden a operaciones de privatización y concesión de activos públicos. La ventaja
decisiva de las filiales de transnacionales sobre las empresas locales residió en el control de
los aspectos tecnológicos, en las habilidades ya acumuladas para operar en economías
abiertas y en la capacidad de financiar la reconversión. Sin embargo, el aporte de las firmas
de capital extranjero a la generación de encadenamientos productivos, a la difusión de
externalidades y a una inserción activa en redes dinámicas de comercio internacional siguió
siendo débil.

En resumen, los principales elementos que caracterizan al desempeño de la microeconomía


en los años noventa son la disminución del número de establecimientos productivos, el
aumento del grado de apertura comercial, un proceso de inversiones basado la adquisición
de equipos importados, el aumento de la concentración y la extranjerización de la economía
y la caída abrupta del coeficiente de valor agregado. Asimismo, hubo una mayor adopción de
tecnologías de producto de nivel de frontera tecnológica y de origen externo, un abandono de
la mayor parte de los esfuerzos tecnológicos locales en la generación de nuevos productos y
procesos, una desverticalización de las actividades basada en la sustitución de valor
agregado local por abastecimiento externo, una reducción en el mix de producción junto con
una mayor complementación con la oferta externa, una creciente externalización de
actividades del sector servicios, una mayor internacionalización de las firmas y la importancia
de los acuerdos regionales de comercio en las estrategias empresariales. Pero quizás el
rasgo más saliente de la conformación productiva en los años noventa sea la heterogeneidad.

7. Colapso de la Convertibilidad y el nuevo régimen económico

A fines de la década de los años noventa, el inicio de un largo período dominado por la
recesión y la deflación de precios generó tensiones crecientes y modificó las expectativas
respecto al potencial de crecimiento de la economía y la solvencia del sector público. En
ese contexto, la crisis por la que atravesaba la Argentina terminó expresándose en un
progresivo aumento en los índices de desempleo, pobreza e indigencia y un moderado
proceso de deflación de precios y salarios.

El proceso asociado con el abandono del sistema de Convertibilidad estuvo marcado por una
gran turbulencia no sólo económica, sino también social y política. Los costos de salida de un
régimen sin mecanismos de escape y que no resultó sostenible, fueron efectivamente muy
altos. Sin embargo, también fue intensa la recuperación que siguió a la crisis. El desempeño
económico argentino luego de la Convertibilidad estuvo caracterizado por un sorprendente
desempeño positivo. En términos macroeconómicos en 2007 existía un punto de partida que
era totalmente distinto del que teníamos en la década pasada.

La tendencia hacia la normalización económica permitió la recuperación de los niveles de


actividad precrisis y la notable creación de puestos de trabajo. La cuenta corriente del balance
de pagos y el saldo comercial eran superavitarios. Asimismo, el contexto internacional de
subas de las materias primas –asociado a la expansión de China e India–, caída de los precios
de importación y bajas tasas de interés, ha sido muy favorable para el país en el período.

8. El desempeño de las actividades industriales en el período 2002-2007

La devaluación de comienzos de 2002 provocó un cambio radical en los precios relativos de


la economía, generando incentivos diametralmente opuestos a los vigentes durante el período
del régimen de Convertibilidad; las rentabilidades sectoriales se modificaron tanto en términos
absolutos como relativos, sesgando a favor de la producción de transables.

En forma resumida puede señalarse que la industria tuvo un desempeño notablemente


dinámico entre 2003 y 2008 con una tasa de crecimiento del 11% anual, siendo el período de
mejor desempeño de las últimas tres décadas. A su vez, se verifica un notable crecimiento
de las exportaciones e importaciones, y consecuentemente de la inserción internacional del
sector manufacturero. Los impactos de la crisis internacional de 2008, asociado a las
expectativas negativas domésticas, interrumpieron este ciclo de crecimiento en la producción
y el empleo. En el segundo semestre de 2009, se están despejando las dudas sobre una
posible implosión de la economía. Se está recuperando el nivel de actividad, y como cabe
esperar el empleo y la inversión traen un rezago.
3. Reformas de los noventa, estrategias empresariales y el debate sobre el crecimiento
económico
Kosacoff y Ramos

La desorganización economía y la identificación del sendero de crecimiento

A finales de 2001, el colapso del régimen económico configurado en los años noventa
profundizó la crisis y generó una desorganización de la actividad económica hasta en los
elementos más básicos. Lo que se debe hacer ahora, es recuperar los atributos que dan
cuenta de la existencia de una moneda (ser unidad de cuenta, medio de cambio y, como
objetivo futuro, reserva de valor), reconstituir la trama de relaciones contractuales y relanzar
un sistema financiero que pueda administrar las transacciones, captar parte del ahorro local
y retomar el otorgamiento de crédito, todo esto aparecía como objetivos básicos luego del
colapso.

En la actual situación es muy difícil generar credibilidad internamente, por lo que la demora
en alcanzar un FMI constituye un factor adicional de inestabilidad económica. Hacia mediado
de 2002, en un contexto de alta incertidumbre, aparecen algunos indicios que se podían
considerar como positivos: una demanda por la moneda local transacciones
sorprendentemente resistente, un freno a la abrupta caída del nivel de actividad, un notable
superávit comercial, un rápido ajuste de las empresas a las nuevas condiciones del entorno,
entre otros. Sin embargo, en lo inmediato, Argentina debía aún evitar caer en una situación
de inestabilidad externa (del tipo de la hiperinflación). Este desafío constituye una condición
necesaria para que se recupere un sendero de crecimiento sostenido en los próximos años.

Uno de los problemas centrales de economías como la Argentina, caracterizadas por una
historia de considerable volatilidad económica es la dificultad que aparece para identificar y
extrapolar tendencias individuales o agregadas de ingreso y producto.

En estas circunstancias, los parámetros fundamentales de la economía no pueden


considerarse fijos. Los agentes económicos toman decisiones haciendo conjeturas acerca de
la futura evolución e intentan aprender sobre cuál es el comportamiento del entorno en el que
actúan. La década de los años 90 noventa aparece como un periodo donde este
comportamiento de revisión de expectativas trajo consecuencias de primer orden sobre las
fluctuaciones cíclicas observadas y donde las decisiones económicas que fueron adoptadas
en base a previsiones de crecimiento de los ingresos futuros que después no se confirmaron,
terminaron provocando la crisis económica.

La política económica en los años noventa y el proceso de reformas estructurales

La década se caracteriza principalmente por las reformas de política doméstica encaradas. A


lo largo de los años noventa la Argentina implementó una serie de profundas reformas
económicas que tuvieron como ejes la estabilización de precios, la privatización o concesión
de activos públicos, la apertura comercial para amplios sectores de la economía local, la
liberalización de buena parte de la producción de bienes y la provisión de servicios y la
renegociación de los pasivos externos.
La política monetaria fue uno de los ámbitos objeto de grandes cambios. En 1991, mediante
la sanción de una ley, se establece un esquema de convertibilidad con tipo de cambio fijo
entre la moneda local y el dólar estadounidense. Asimismo, en 1992 el gobierno nacional
alcanzó un acuerdo con los acreedores externos por el cual se reemplaza la deuda de capital
e intereses atrasados con los bancos por bonos públicos de LP con garantía, en el marco del
denominado Plan Brady.

Luego del inicio del programa económico, la tasa de inflación mostró una discontinuidad hacia
abajo y siguió disminuyendo gradualmente. Esta ruptura con el pasado inflacionario se
constituye en un elemento crucial para la evolución de las actividades económicas, dada su
importancia para la formación de precios y la demanda de activos. La ampliación del horizonte
de las decisiones inducida conlleva un cambio de primer orden para la formación de capital.

La estabilización de precios estuvo acompañada por un aumento apreciable del volumen de


crédito, denominado tanto en dólares como en pesos convertibles. Pronto se pudo notar que
el funcionamiento del mercado de crédito, y de un modo más general el conjunto de las
relaciones contractuales, en gran medida se basan en expectativas respecto a la continuidad
del régimen cambiario. De ese modo, este comportamiento de los agentes económicos
determinaba un aumento de los costos percibidos y efectivos de salida del régimen de
convertibilidad.

El comportamiento de la política fiscal a lo largo de los años noventa es aún debatido. Cuando
se compara con la década precedente, la gestión fiscal presenta mejoras apreciables. Sin
embargo, la sustentabilidad del régimen cambiario requería como condición necesaria que la
reducción del déficit no se interrumpiera al promediar la década, sino que los esfuerzos por
aumentar la solvencia del sector público se reforzarán aún más. imponible. Posteriormente,
los ingresos se vieron afectados por las propias reformas estructurales (en particular, la
reforma del sistema de seguridad social) y la crisis financiera originada en México. A partir de
ahí, y más aún desde el contexto recesivo iniciado a mediados de 1998, se desarrolla un
período caracterizado por las tensiones crecientes entre las demandas de gasto público, la
caída en la recaudación y los intentos de solucionar parte de los problemas de precios
relativos a través de la gestión fiscal.

La política de comercio exterior en los años noventa tuvo en la apertura comercial y la


integración regional a dos de sus pilares. La reducción de aranceles y barreras no
arancelarias a las importaciones y la eliminación de impuestos a las exportaciones
modificaron los incentivos a la producción y a la demanda de bienes. Las políticas comerciales
y la actitud hacia el proceso de integración se vieron severamente afectadas por los
problemas de competitividad de los bienes transables internacionalmente, particularmente a
partir de la devaluación brasileña a comienzos de 1999.

El desempeño macroeconómico de inicios del decenio de los noventa se caracterizó por un


aumento notable de la demanda interna, impulsada por el crecimiento de la oferta de crédito
local e internacional.

Los incrementos de la tasa de interés internacional y la devaluación mexicana provocaron


una crisis financiera en 1995. Este shock derivado de la retracción en la oferta de crédito tuvo
un impacto inmediato sobre el nivel de actividad y el desempleo, y afectó severamente al
sistema financiero.

Desde 1998, la economía argentina estuvo afectada por varios shocks negativos en forma
simultánea. Los efectos de la crisis rusa sobre el acceso al financiamiento y las tasas de
interés en los países emergentes, la posterior devaluación y modificación del régimen
cambiario en el principal socio comercial, la abrupta caída en los precios de los productos que
exporta el país, la persistente fortaleza del dólar respecto a otras monedas del mundo y el
continuo desplazamiento del sector privado de los mercados de financiamiento interno por
parte del sector público, constituyen los ejemplos más destacados de lo ocurrido. A finales de
la década, el inicio de un largo período dominado por la recesión y la deflación de precios
generó tensiones crecientes y modificó las expectativas respecto al potencial de crecimiento
de la economía y la solvencia del sector público, provocando por último el colapso definitivo
del régimen económico.

Estrategias productivas y transformaciones empresariales en el decenio de los noventa

Desde comienzos de la década del noventa las empresas argentinas se encontraron frente a
un escenario en donde a las transformaciones que se sucedían en el plano internacional, se
agregaba el cambio radical en las reglas de juego que enfrentaban previamente en el
mercado doméstico. La dinámica microeconómica de los noventa es el resultado de
estrategias puestas en práctica por los agentes económicos y fundadas en el desarrollo de
capacidades adquiridas en el pasado y en los límites impuestos por un entorno económico en
transición.

Se puede afirmar que el proceso de estabilización económica encarado en los noventa


aumentó la capacidad de prever la evolución de las principales variables macroeconómicas
de modo notable e implicó una ventaja incomparable para la organización de las actividades
productivas. Uno de los aspectos centrales de las transformaciones estructurales fue la
reconfiguración del perfil empresario respecto del vigente durante el proceso sustitutivo. Un
panorama general indicaría que a la retirada de las empresas estatales, y cierta involución de
las pequeñas y medianas empresas, se suma la reorganización de los conglomerados
económicos locales y el liderazgo y sostenido dinamismo de las empresas transnacionales.

Hacia fines del decenio de los ochenta comenzó una recuperación en los flujos de IED que
alcanzó niveles notables y crecientes en la década siguiente. Según estimaciones oficiales
entre 1990 y 2000 ingresaron 78 mil millones de dólares de IED, por lo cual el acervo de
capital extranjero creció a tasas anuales superiores a 20% y superó los 80 mil millones en el
año 2000.

La inversión extranjera lideró el proceso de reconversión productiva de los noventa en


especial en aquellos aspectos modernizadores del proceso y se destaca la elevada
correlación entre los sectores más dinámicos de la producción local y el aumento de la
participación del capital extranjero en dichos sectores.

Es posible identificar dos etapas en el comportamiento de los flujos de IED hacia la Argentina.
Entre 1990 y 1993, más de la mitad de los ingresos de inversión extranjera corresponden a
operaciones de privatización y concesión de activos públicos. Con posterioridad, las fusiones
y adquisiciones de empresas privadas adquieren el rol central en el crecimiento de las
inversiones extranjeras en el país. En suma, a diferencia de períodos anteriores, la mayor
parte de los fondos de IED (al menos el 56% de los flujos totales entre 1992 y 2000) se
destinaron a la compra de activos existentes, tanto estatales como privados. El hecho más
destacado en cuanto al origen geográfico de la IED es el notable aumento de la inversión de
empresas españolas por el cual España es el principal inversor extranjero durante los noventa
en la Argentina. Los años noventa marcaron un cambio de rumbo en la dinámica de los
conglomerados económicos locales en la Argentina. Las nuevas condiciones económicas
abrieron múltiples oportunidades de negocios en un clima de estabilidad y crecimiento, pero
al mismo tiempo los enfrentaron a la contestabilidad de la competencia internacional.

A diferencia de etapas anteriores en la historia económica argentina, la conducta de los


conglomerados locales en los años noventa es altamente heterogénea y cambiante. Sin
embargo, las estrategias que siguieron poseen algunos rasgos comunes: una tendencia a la
especialización en un conjunto más reducido de actividades respecto al pasado, una
expansión hacia terceros mercados mediante la inversión directa y la concentración de las
actividades productivas en sectores con mayores ventajas naturales o menor trazabilidad y
escasa presencia en los sectores más dinámicos internacionalmente basados en el
conocimiento y la innovación tecnológica.

Existe un cierto consenso en que los rasgos predominantes de las PyMEs argentinas durante
la ISI eran la centralización de la gestión en la figura del dueño, la inserción externa poco
significativa, el predominio de estrategias defensivas, el amplio mix de producción, la escasa
especialización productiva, la reducida cooperación con otras firmas, la escasa relevancia de
las actividades de innovación y el reducido nivel de inversión. Estas características, que en
gran medida persistieron en el transcurso de los años noventa, condicionaron las respuestas
que pudieron implementar frente a las reformas estructurales.

Se pueden identificar tres grupos de PyMEs con características y demandas específicas


propias: i) un grupo minoritario de firmas de elevado posicionamiento competitivo (5% del
total) que exhibía rasgos de excelencia productiva y comercial y con perspectivas favorables
para adaptarse a las nuevas reglas del juego; ii) un grupo numeroso de PyMEs (30% del total)
con un reducido posicionamiento competitivo y escasas posibilidades de sobrevivir en el
escenario de los años noventa y iii) la mayor parte de las PyMEs, de “conductas estratégicas
defensivas” que enfrentan un desafío refundacional.

La creciente tendencia a la adopción de tecnologías de producto de origen externo con niveles


cercanos a las mejores prácticas internacionales fue en desmedro de la generación de
esfuerzos adaptativos locales.

En resumen, los principales elementos que caracterizan al desempeño de la microeconomía


en los años noventa son la disminución del número de establecimientos productivos, el
aumento del grado de apertura comercial (con énfasis por el lado de las importaciones), un
proceso de inversiones basado en la adquisición de equipos importados, el aumento de la
concentración y la extranjerización de la economía y la caída abrupta del coeficiente de valor
agregado. Asimismo, hubo una mayor adopción de tecnologías de producto de nivel de
frontera tecnológica y de origen externo, un abandono de la mayor parte de los esfuerzos
tecnológicos locales en la generación de nuevos productos y procesos, una desverticalización
de las actividades basada en la sustitución de valor agregado local por abastecimiento
externo, una reducción en el mix de producción junto con una mayor complementación con
la oferta externa, una creciente externalización de actividades del sector servicios, una mayor
internacionalización de las firmas y la importancia de los acuerdos regionales de comercio en
las estrategias empresariales. Pero quizás el rasgo más saliente de la conformación
productiva en los años noventa sea la heterogeneidad. Es indudable que no todos los agentes
económicos elaboraron de igual manera el desafío que presentaba el paso del taller a la
empresa: nuevas estrategias productivas en donde la producción local, se combinó con la
importación de insumos y de bienes finales, con el fin de aprovechar las nuevas reglas del
juego económico.

Patrón de especialización y crecimiento económico de largo plazo

La riqueza económica de un país, como la de cualquier empresa o individuo, surge de los


ingresos que generan y generarán en el futuro los activos con los que cuenta. En el caso
particular de un país, la cantidad y calidad de los recursos humanos que posee, el acervo de
maquinarias y equipos de producción, los recursos naturales que se encuentran en el territorio
que lo contiene, la infraestructura física que desarrolló en el pasado constituyen los
principales activos a considerar.

Una parte significativa de la competitividad de la producción se basa en las formas de


articulación entre las diversas etapas de producción y comercialización: desde el insumo
básico hasta el consumidor final. Para ello, es preciso generar y fortalecer las redes
productivas mediante el estímulo al desarrollo de eslabonamientos de proveedores y de
cadenas de comercialización, la coordinación de inversiones en activos complementarios en
la trama y promoviendo la incorporación de mejoras de calidad a través de la interacción entre
firmas, una información compartida y la identificación conjunta de mejoras productivas. El
impulso a la conformación de estas redes productivas tiende a romper con los falsos dilemas
de la empresa grande vs. la PyME y del sector agropecuario vs. la industria vs. los servicios.

Argentina es un país que posee una dotación relativa de activos abundante en recursos
naturales. Estos recursos además tuvieron un avance notable en los últimos años, no sólo en
los agropecuarios, sino en los energéticos, forestales, mineros, pesqueros.

La industria manufacturera posee potencial para el desarrollo de algunos sectores de bienes


de consumo intensivos en el uso de diseño. Sustentados en una trama productiva de
proveedores y subcontratistas tal sería el caso de las confecciones, zapatos, muebles,
artefactos de iluminación, industria gráfica. Las actividades turísticas aparecen con una gran
oportunidad para su expansión, así como la producción de software y servicios informáticos.
En cualquier caso, este camino requiere de un uso intensivo de la calificación de los recursos
humanos y del fortalecimiento del sistema innovativo nacional.

La tarea de construir el mercado, a partir de igualar las oportunidades, mejorar las


capacidades, desarrollar las instituciones y replantear el papel de la empresa en el sistema
económico, permitiría crear un nuevo entorno para fortalecer el progreso económico. En este
sentido, las políticas productivas en el nuevo siglo parecen tener tres ejes clave que las
ordenan: fortalecer las capacidades de la economía, mediante el fomento del
entrepreneurship y la innovación, la inversión en educación, y el mejor funcionamiento de los
mercados de capital; estimular la cooperación intra y entre firmas e instituciones, en términos
sectoriales, regionales y locales; y por último, fomentar la competencia, a través de la apertura
de mercados y la transparencia.

Las políticas públicas, con instrumentos distintos a los empleados en el pasado, debieran
actuar como catalizadoras de los procesos de transformación, respetando algunos requisitos
básicos sin los cuales pierden efectividad. El primero de ellos es que estén insertas en una
estrategia económica de irrupción en el mercado mundial; en segundo lugar, que se garantice
la continuidad en el tiempo de las políticas; en tercer lugar, que exista coordinación y
consistencia con el resto de las políticas públicas; y en cuarto lugar, la creación de instancias
institucionales del estado y de la sociedad civil con contrapesos para la ejecución de las
políticas de modo que reduzcan el riesgo de captura rentística.
4. La Macro de los 70s y los 90s

En Abril de 1976, Martinez de Hoz se hizo cargo del Ministerio de Economía, hizo conocer el
“Programa de Recuperación, Saneamiento y Expansión de la economía Argentina” aprobado
previamente por la Junta Militar de Gobierno. Los objetivos del programa se sintetizaban en
tres puntos:
● Lograr saneamiento monetario y financiero indispensable como base para la
modernización y expansión del aparato productivo del país en todos los sectores, lo
que garantizará un crecimiento no inflacionario de la economía.
● Acelerar la tasa de crecimiento económico.
● Alcanzar una razonable distribución del ingreso, preservando el nivel de los salarios,
en la medida adecuada a la productividad de la economía.

Para alcanzar estos objetivos se proponía un programa global coherente e inseparable,


organizando sobre la base de lineamiento en política presupuestaria, cambiaria, monetaria y
crediticia de comercio exterior, agropecuaria, industrial, energética, de inversiones
extranjeras, ingresos, precios y salarios.

En la primera parte del programa se propuso reducir drásticamente la inflación a través de 4


medidas: el congelamiento de salarios nominales, la eliminación del control de precios
internos, una rápida devaluación de los tipos oficiales de cambio y la obtención de un margen
mínimo de maniobra en las reservas internacionales.

El deterioro de la situación económica en la última etapa del gobierno peronista era


considerable. Durante la dictadura no sólo fueron económicas las medidas que se aplicaron
en esta etapa: se llevó a cabo la disolución de la CGT, la supresión de toda actividad política
y el enfrentamiento abierto a la actividad subversiva.

Hacia julio de 1976, se inicia la llamada segunda fase, caracterizada por el comienzo de la
reactivación, a través de una salida gradual que evite el desempleo y de privilegio a la
inversión como factor de impulso por el lado de la demanda. A finales de 1976, el ministro
destacaba una reversión en el saldo del balance comercial, un fuerte saldo favorable en el
balance de cuenta corriente y una drástica modificación en la situación de reservas.

En 1973 se sanciona la nueva legislación sobre inversiones extranjeras. El gobierno quedaba


ahora inscripto dentro de lo que se entiende por un régimen liberal: las restricciones al
accionar de las empresas de capital externo aparecen solo en el registro de una previa
aprobación gubernamental para las inversiones cuando se efectúen en sectores específicos.

En el sector público las líneas de acción se habían marcado con precisión desde el primer
momento. Era necesario corregir gradualmente el desmesurado desequilibrio fiscal por dos
razones fundamentales: una asociada a la relación entre el déficit fiscal y la tasa de inflación,
la segunda vinculada a un objetivo de LP, se adoptaba un papel subsidiario para el Estado
en la actividad económica. Se postulaba una redefinición del papel del Estado, ajustando los
límites de su accionar y partiendo del reconocimiento de que es la empresa privada el
verdadero motor de la economía, conservando aquél grandes instrumentos de política
económica.
El segundo acontecimiento importante en el desarrollo de la política de apertura comercial del
gobierno se dio en 1978, con la puesta en marcha de la reforma arancelaria general. Entre
1977 y 1978 se fueron poniendo en práctica sucesivas modificaciones parciales de la tarifa a
la vez que se comenzaba a producir fuertes enfrentamientos, tanto entre los productores
locales y el gobierno como dentro del propio elenco gubernamental en torno del papel de los
aranceles y su relación con los temas centrales de la estrategia: el abatimiento de la inflación
y la promoción del desarrollo económico.

Por un lado, hubo un continuo cambio en las normas de importación de bienes de capital,
cuyos derechos fueron paulatinamente reducidos, a la vez que se ajustaban las cláusulas
para su pago, estas rebajas fueron justificadas invocando la política de promover la
capitalización bajo pautas de eficiencia. Se ajustó el arancel y se autorizó la importación,
hasta entonces prohibida o restringida. Asimismo, se redujeron también los reembolsos a las
exportaciones no tradicionales y se eliminaron los depósitos previos para importaciones.

Se produjo también una activación importante de las gestiones financieras tendientes a la


obtención de préstamos de tipo compensatorio, cuyo resultados implicaron la apertura de
líneas de créditos, gestión que fue apoyada en un convenio con el FMI. La nueva etapa se
apoyaba en un programa que apuntaba a la reactivación de la actividad económica, la
reducción de la inflación, el fortalecimiento del balance de pagos, la reducción de restricciones
en el intercambio comercial y la eliminación de restricciones sobre los pagos.

El programa monetario fue diseñado confiando en un aumento en las reservas internacionales


(la excelente cosecha agrícola, que marcaba la reacción de las exportaciones del sector
agropecuario a la nueva política, daba un buen punto de apoyo) y una caída en la inflación,
se esperaba que el mantenimiento de las tasas de interés “a niveles realistas” y la declinación
en las expectativas inflacionarias produciría un aumento en los activos financieros reales de
los particulares. El gobierno suponía que el retorno a condiciones financieras más estables
debería permitir una recuperación gradual de los salarios reales y la reactivación de la
economía, a la vez que se ponía énfasis, una vez más, en la libre determinación de precios
por el funcionamiento del mercado, como medio de mejorar la asignación de recursos.

El recrudecimiento de la inflación durante los meses de verano indujo a un cambio inesperado


en el plan de gobierno y en la relación del Ministerio con los sectores empresarios: frente a
un aumento del índice de precios mayoristas del 27% entre marzo y diciembre de 1977. Se
llevó a cabo una formal convocatoria a los empresarios para que absorban el aumento salarial
de marzo, y mantengan su nivel de precios de fines de febrero, sin trasladar en forma
generalizada nuevos aumentos al precio de sus productos durante un período transitorio. Los
índices de precios del segundo trimestre de 1977 muestran en los hechos una disminución
de la inflación, pero el gobierno no persisitió en esa línea de política, la que por otra parte
implicaba una violacion de los principios liberados invocados como eje fundamental de su
acción. Tocaba el turno entonces a la política monetaria.

Las principales implicaciones inmediatas de la nueva ley de Entidades Financieras fueron las
siguientes:
a. Recrear un sistema de reservas fraccionarias o efectivos mínimos uniformes sobre todo
tipo de depósito, con independencia de que devengara o no intereses,
b. liberalizar los criterios con que los bancos podían fijar la tasa nominal de interés, ya sea
activa o pasiva.
c. Restituir a las entidades financieras la capacidad de discernir las formas y destinos en la
instrumentación de su gestión crediticia.
d. Recrear, a través del redescuento, el papel de prestamistas de última instancia del BC.
e. Fijar un conjunto de normas referidas a la solvencia y liquidez de las entidades financieras

Los objetivos específicos de las nuevas autoridades económicas se definieron precisamente


en torno de dos líneas. Primero detener y revertir el proceso de huida del dinero por la vía de
la creación de incentivos con el fin de aumentar la demanda de activos monetarios, segundo
se debían cambiar las condiciones institucionales de operación del sector, pasando hacia un
régimen en el que la regulación se efectuase mediante la aplicación de efectivos mínimos o
encaje fraccionario y mediante operaciones de mercado abierto.

En julio 1977 se sanciona la nueva ley de promoción industrial. La idea era promover la
expansión de la capacidad industrial fortaleciendo la participación de la empresa privada,
alentando las inversiones orientadas a mejorar el equilibrio general regional, la eficiencia y la
seguridad y defensa nacional, poniendo énfasis en el uso de tecnología avanzado, en la
posibilidad de mejorar el balance de pagos por sustitución de importaciones y promoción de
exportaciones, en la explotación de recursos básicos o estratégicos. La ley iba a corregir los
errores cometidos, muy especialmente en los últimos tiempos.

En 1977 se sanciona la nueva ley de transferencia de tecnología. El nuevo régimen propone


mantener el control sobre los contratos para evitar abusos, disponer de un inventario de fácil
acceso y conocer el costo de las operaciones. Ya para fines de este año, los índices de
precios, tanto a niveles de consumidores como de mercados mayoristas, mostraban un
crecimiento anual en torno del 150%, que en ambos casos se había acelerado en el segundo
semestre de ese año y superaban ampliamente las previsiones oficiales. El TC se había
ajustado conforme a la inflación interna. Además las tasas nominales de interés comenzaron
a crecer sostenidamente y esto se hizo sentir sobre el nivel de actividad.

Hacia mayo de 1978, a pesar de los compromisos de reactivar la economía, el PBI había
caído en el primer trimestre a un nivel inferior al de cualquier de los cuatro años anteriores y
los precios mayoristas y minoristas continuaban creciendo. Se abandona la aplicación del
modelo de política monetaria activa. El principal objetivo era provocar una ruptura en el
proceso de formación de expectativas y se recurrió a distintos mecanismos de desindexación.
Así es que la base monetaria comenzó a crecer. También el Banco Central abandonó la línea
restrictiva y empezó a aumentar la capacidad prestable de los bancos. De allí en más se
impulsaría rápidamente el proceso de expansión secundaria permitiendo bajar la brecha entre
las tasas de interés activas y pasivas del circuito bancario y mantener un razonable control
sobre los valores reales de las tasas, las que pasaron a ser negativas en la segunda parte
del año. Por su parte, la tasa de inflación trimestral repuntó a 26,9% entre septiembre y
diciembre. La tasa de interés real comenzaba a ser nuevamente negativa y el producto
industrial volvía a crecer, si bien los niveles absolutos de producción continuaban por debajo
de los alcanzados en el año anterior y el Banco Central seguía controlando el tipo de cambio
en un proceso continuo de revaluación del peso.
En diciembre de 1978 Martínez de Hoz anunció nuevas medidas tendientes a profundizar el
plan económico en la nueva etapa que se iniciaba en 1979. Las modificaciones implicaban
un abandono de la estrategia antiinflacionaria seguida durante todo el año que se cerraba.
Además, se propuso por primera vez expresamente el tema de la apertura de la economía
como objetivo y como instrumento de acción.

A finales de diciembre de 1978 se modificaron los aranceles de todas las posiciones de la


nomenclatura de importaciones y se puso en marcha un programa de reducción trimestral
sistemática hasta enero de 1984. Elementos centrales del nuevo régimen son un ajuste
generalizado en los niveles de la tarifa nominal y una considerable reducción en su dispersión,
que surgen tanto de una disminución de las categorías de referencia como de una menor
distancia entre sus extremos. El objetivo central de la reforma era crear una perspectiva de
competencia creciente en función del tiempo. Se pretendía, según el texto de la Resolución,
corregir la gran dispersión existente, siguiendo un criterio “gradual, pragmático y
programado”, con el fin de otorgar a actividades desarrolladas bajo normas diferentes el
tiempo necesario para adaptarse o transformarse de acuerdo con las nuevas reglas.

A partir de 1979, el tema principal en la evaluación de la marcha de la economía se centró en


el llamado “proceso de convergencia”, entendiéndose por tal el paulatino acercamiento de la
tasa interna de inflación hacia la combinación de las observadas en el contexto internacional
y su propia pauta de devaluación nominal, continuamente decreciente en función del tiempo.
Si bien el Gobierno se ajustó rigurosamente a su compromiso de devaluación nominal, la
respuesta de los precios internos a esa pauta no fue de ninguna manera tan rápida. El
Gobierno había previsto que la inflación para 1979 iba ser del 80%, cuando en realidad fue
del 130%; mientras que para 1980 se había calculado que la inflación iba a estar ser del 50%,
proporción que sería también claramente superada al cerrar el año.

Según la hipótesis de este modelo, la minimización de los controles a las relaciones


económicas externas de la Nación llevaría a que su comportamiento reflejase un nivel de
producción óptimo, compatible con una tasa natural de desempleo. En ese esquema, el
conjunto de precios relativos internos serían aproximadamente equivalentes a los
internacionales, con una tasa de interés nominal también compatible con la internacional. Por
su parte, el ritmo de inflación dependería del manejo del tipo de cambio, que se convierte en
el eje de administración de la política. Una vez abatida la inflación a un nivel compatible con
los países centrales, se abriría paso al nuevo sendero de crecimiento de largo plazo sobre
bases más sólidas que en el pasado.

Durante la primera parte de 1979 se vivió una etapa de expansión de la actividad económica
compatible con una caída de la tasa de interés real y escasa desaceleración en el ritmo de la
inflación. A partir de la segunda parte del año, el deterioro en la cuenta corriente indujo a un
paulatino ascenso de la tasa de interés real para lograr una mayor entrada de capitales y
sostener la cuantía de las reservas internacionales. En tanto el nivel de la actividad
comenzaba a desacelerarse primero y caer significativamente después, particularmente en el
sector industrial. La persistente revaluación del peso inducía a una constante sustitución de
bienes domésticos por importados y a un aumento descomedido de los gastos de turismo en
el exterior, presionando de tal manera sobre la situación de las reservas y la tasa de interés.
El fin del año 1979 no sólo marca el comienzo de una etapa de persistentes tasas reales de
interés positivas, sino también el momento en que el tipo de cambio real se sitúa claramente
por debajo de cualquiera de las estimaciones posibles para determinar su nivel de equilibrio
de largo plazo. Los niveles de la actividad industrial y del conjunto de la economía indicaban
el comienzo de otra etapa de recesión. El alza en la tasa real de interés, la persistente
revaluación y el nivel sin precedentes del endeudamiento privado con los bancos, agregaban
un nuevo elemento de tensión a la evolución coyuntural: el inicio de un año crítico en la
actividad financiera. Los bancos y compañías financieras, cuyo número y volumen real de
actividad se había expandido notablemente desde 1976, comenzaron a encontrar dificultades
generalizadas para la recuperación de sus carteras de préstamos.

En un proceso que se inició en marzo de 1980 con el Banco Intercambio Regional (BIR), son
intervenidos por el Banco Central una veintena de bancos y compañías financieras. La caída
del BIR produjo una rápida corrida sobre los bancos privados, lo que motivó que el Banco
Central se viera obligado a poner en marcha un régimen de redescuento especial, por el cual
las entidades obtenían fondos en proporción al descenso de sus depósitos. El monto de los
adelantos otorgados bajo este régimen alcanzó a principios de abril los mil millones de
dólares.

Como era de esperarse, no sólo se transfirieron recursos entre bancos sino que también
comenzó a sentirse una fuerte presión sobre las reservas del Banco Central. En el segundo
semestre de 1980, por primera vez desde la puesta en marcha de la nueva estrategia, el saldo
de la cuenta de capitales resultó negativo, produciendo una caída aún mayor en las reservas
internacionales.

Los resultados de 1980 indicaban que el nivel del producto era prácticamente igual al del año
anterior. Entre 1974 y 1980 la tasa del crecimiento anual del producto per cápita es negativa
en una valor cercano al 0,6%. Los mismos datos indican que el producto industrial era
equivalente al logrado en 1974. Solamente tuvieron un importante crecimiento, de alrededor
del 15%, los productores de servicios. Este comportamiento de los servicios fue acompañado
por una fuerte expansión en dos áreas adicionales, la construcción y la producción de
energéticos, básicamente petróleo y gas. La reorientación en la asignación de recursos desde
los sectores productores de mercancías hacia los servicios tuvo una influencia importante en
la situación del mercado de trabajo y particularmente en la absorción del desempleo industrial.

Por el lado de la demanda final, es posible observar que el consumo total permaneció
constante, o con una obvia caída en los niveles per cápita frente a los alcanzados en 1974/75;
en tanto que la inversión tuvo un comportamiento muy errático. En la década del 70 la tasa
de crecimiento promedio de la inversión bruta fija apenas alcanza el 3% anual. A partir de
1977 es evidente que la rebaja de aranceles, la revaluación del peso y la posibilidad de
acceder al financiamiento externo gravitaron en las importaciones de bienes de capital, las
que llegaron en 1979 al 25% de la inversión total en equipo. En valor constante, son un 30%
superior a las de 1971.

Las exportaciones también estuvieron condicionadas por la marcha del tipo de cambio real.
A la rápida expansión observada en 1976/77, cuando se duplicaron los valores de los
primeros años de la década, se sucede un período de dos años del crecimiento del orden del
4% anual. En tanto en 1980 se observa que las exportaciones comienzan a caer.
El empeoramiento de las cuentas públicas (persistente aumento del gasto militar), junto con
el deterioro de la confianza en la seguridad con que operaba el sistema bancario, y la
incertidumbre con respecto a la continuidad de la política económica a partir de la rotación
presidencial prevista para marzo de 1981, comenzaron a influir sobre el plan de estabilización.
Esta incertidumbre llevó a que a fines de 1980 hubiera una fuerte caída en el nivel de reservas
internacionales.

En diciembre de 1980 se volvería a ajustar la pauta de devaluación fijándola en el 1% para


ese mes y en el 2% mensual para cada uno de los tres meses siguientes. A principios de
febrero, de común acuerdo con su sucesor, introdujo un nuevo cambio en esas reglas de
juego y, por primera vez desde el inicio de su gestión, volvió a la práctica de la devaluación
tradicional. El ajuste fue del 10% por una vez y la pauta se fijaba en el 3% mensual. El
programa llegaba así a su fin en medio de una sensación de crisis generalizada.
Baldwin

5.Cambios en la globalización: ¿Cómo, cuánto y qué significan para las CGV?

El proceso de globalización no es un fenómeno inmutable. Un recorrido por su evolución


permite distinguir cambios significativos a lo largo del tiempo.

Los cambios más radicales se dieron entre los años 1820 y 1990. Alrededor de 1820, al
empezar la globalización moderna, cambia la suerte de ambos grupos de países.

La participación del G7 aumenta, la situación de ambos grupos de países se modifica y la


divergencia se acentúa. La explotación de las ventajas comparativas cuya teoría había sido
enunciada por Ricardo modifica la situación.

A partir de esta gran divergencia se observa que las naciones ricas se enriquecen cada vez
más mientras las civilizaciones más antiguas, como China e India, comienzan a
empobrecerse progresivamente.

Sin embargo, desde 1990, el proceso de globalización vuelve a mutar observándose que de
representar dos tercios del PBI mundial, la participación de los países del G7 comienza a
declinar retornado a los niveles registrados en 1990.

…….

La globalización es arbitraje; arbitraje en bienes, know how y trabajo. La vieja globalización,


la del siglo XX, se refiere a productos que cruzan fronteras. La nueva globalización que surge
a partir de los años 90, está más ligada a las CGV, a las fábricas que crucen fronteras, más
que a los bienes que se intercambian.

Tres son los principales costos que condicionan el arbitraje: el costo de mover los bienes, el
costo de las comunicaciones que no es otra cosa que el costo de mover las ideas y el costo
de mover a las personas.

La baja de los costos de producción y de transporte generó ventajas competitivas que


determinan la aparición de negocios rentables. La reducción de los costos de transporte
permitió el desarrollo del comercio internacional. La posibilidad de transportar bienes en forma
masiva facilitó la separación entre el lugar de producción y el lugar de consumo, lo que
contribuyo a aumentar, cada vez más, el intercambio. Este proceso, basado en el arbitraje de
bienes es el que conocemos como vieja globalización.

Lo interesante es que al expandirse los mercados globalmente, las unidades de producción


doméstica tendieron a agruparse, concentrándose en clusters. En vez de un mundo pequeño
con pequeñas unidades productivas, pasamos a un mundo grande con grandes unidades
productivas.

Ahora se puede vender al mundo entero. El proceso de micro clustering cambió el mundo y
promueve la innovación y el crecimiento moderno.

El hecho de que los costos de transporte se redujeron mientras los costos de mover ideas se
mantenían altos explica la enorme divergencia que se verificó entre los países ricos y los
países pobres. Los altos costos de comunicación frenaron la diseminación de las ideas y de
la innovación, y ello explica la gran divergencia en su proceso de evolución.

Todo esto se detiene en 1990. En este momento aproximadamente puede señalarse que
sucede una revolución en la tecnología de la comunicación y de la información (TCI). El
desarrollo de las TCI redujo el costo de mover las ideas lo que hizo posible desde el punto de
vista de la organización el offshoring y el aumento de la rentabilidad a partir de la explotación
de las grandes diferencias salariales entre regiones.

En este momento empieza la nueva globalización en la cual las cadenas globales de valor se
convierten en los agentes que arbitran el know how.

En resumen, después de 170 años de historia, en que disminuyeron los costos de transportar
bienes y los costos de mover ideas, se destaca que aún son altos los costos del cara a cara.

Es por ello que gran parte del proceso de outsourcing se da en lugares como México, Polonia
y el sudeste Asiatcio. Los altos costos de cara a cara o sea de mover a la gente determinan
que las cadenas sean regionales y no globales. Sin embargo, la verdadera revolución de las
CGV es que las firmas de los países del G7 están llevando sus empresas a países en
desarrollo en los cuales el costo de la mano de obra es bajo. Las CGV han abierto conductas
por las cuales fluye el know how.

Antes, uno tenía que competir con la producción high-tech de Alemania o con los bajos
salarios de India. Ahora, países como México usan altas tecnologías y la combinación con
mano de obra barata.

Las innovaciones de TIC permitieron abrir un conducto entre países más desarrollados y otros
menos desarrollados por el que fluye el conocimiento. Esto permite que todos participen de
la revolución de la manufactura. Arbitraje implica el concepto de que la ventaja comparativa
se desnacionaliza.

…..

En el contexto de la nueva globalización podemos destacar dos características:


a) Rompe el monopolio que posee el G7 sobre su know how
b) La economía nacional opera con un mayor grado de resolución y es más impredecible:
uno no puede predecir qué etapas y empleos pueden ser afectados en un mundo en
el cual los límites de la competitividad industrial están definidos por firmas offshore.

…..

El costo de mover a las personas sigue siendo alto aunque los avances tecnológicos están
creando sustitutos cercanos al hecho de estar ahí. La nueva globalización agrega una nueva
dimensión al tema.

Los ganadores de esta nueva fase de la globalización son los trabajadores no calificados de
los países en desarrollo mientras que los perdedores son los trabajadores de media y baja
calificación de las naciones del G7 que perdieron sus empleos a partir del auge del proceso
de deslocalización de las empresas.

Todos estos avances probablemente generen en el corto plazo mayor disrupción en los
países ricos y más oportunidades en las naciones en desarrollo. Sin embargo, el futuro es
impredecible ya que no es fácil pronosticar cuáles son los sectores y los empleos que
sobreviven en un mundo en que los avances de la competitividad industrial están definidos
por firmas offshore.

…..

En resumen, los cambios radicales en TCI de los años 90 transformaron la naturaleza de la


globalización, reduciendo tanto los costos de producción como los costos de transferir, entre
el Norte y el Sur, flujos masivos de know how.

Esta nueva globalización no sólo produjo la gran convergencia entre las naciones más
industrializadas y algunas naciones menos desarrolladas como consecuencia del
desplazamiento de la producción a estas últimas sino que también generó la nueva ola de
globalización que el mundo está hoy transitando.

Pese al ímpetu que muestran las fuerzas antiglobalización, que se expresan en gran medida
en los intentos de gobiernos nacionales y regionales por recuperar soberanía es necesario
destacar que el proceso de globalización no ha llegado a su fin sino que está iniciando una
nueva fase.
5. La Inserción Argentina en las Cadenas Globales de Valor

Intro

Durante las últimas tres décadas del siglo XX, la economía mundial sufrió grandes
transformaciones, que dieron origen, entre otras cosas, a una nueva fase en la división
internacional del trabajo. Una manifestación de estas transformaciones fue el auge del
comercio internacional y de los flujos de inversión extranjera directa (IED) hacia la periferia.
De allí que las últimas décadas del siglo XX fueron testigos del auge de las llamadas CGV,
las cuales pueden entenderse como la secuencia de actividades que las firmas y los
trabajadores realizan desde el diseño de un producto hasta su uso final. Las cadenas son
“globales” dado que los eslabones del proceso productivo atraviesan distintos países, y son
de “valor” en tanto cada firma agrega cierta cuota de valor al producto final. Así, la
nacionalidad de origen de las mercancías se ha ido volviendo crecientemente difusa, ya que
varios países se han ido incorporando al proceso de creación de valor.

Metodología

Medir cómo y cuánto participan los países en las CGV no es una empresa sencilla, debido
por un lado a que no hay consenso absoluto acerca de qué se entiende por CGV.
Conceptualmente, entendemos como participación en CGV a todo flujo comercial que pasó
por al menos dos fronteras (pueden ser tres países, como A-B-C, o dos, como A-B-A).

Las importaciones de un país pueden descomponerse en tres partes: a) insumos intermedios


que son consumidos domésticamente; b) insumos intermedios que se utilizan para fabricar
bienes/ servicios que luego serán exportados, y c) bienes y servicios finales. Las
exportaciones de un país (en valor agregado, esto, es netas de su contenido importado)
también pueden descomponerse en tres: d) insumos intermedios que son consumidores
domésticamente por el importador, e) insumos intermedios que se embeben en futuras
exportación del país al que Argentina le exporta, y f) bienes/ servicios finales.

Por otra parte, la “participación total relativa en las CGV” al cociente entre el monto de las
exportaciones que forma parte de las CGV (sea aguas arriba o aguas abajo) y el total de las
exportaciones del país. La “participación total absoluta de un país” surge del cociente entre
el monto de sus exportaciones que forman parte de las CGV (tanto aguas arriba como aguas
abajo) y el total de los flujos comerciales mundiales ligados a las CGV. Lo mismo aplica para
la “participación aguas arriba (aguas abajo) relativa (absoluta)” de un país en las CGV.

¿Cuánto participa Argentina en las CGV?

Hay literatura que analiza al país a partir de tomar una mirada regional examinando la
especialización productiva y complementariedad entre los países del Mercosur, como la
integración productiva del Mercosur; la inserción de América del Sur en las CGV y las
debilidades y potencialidades que tiene América Latin en este nuevo contexto. En segundo
lugar, existe un pequeño grupo de estudios que analizan o bien el desempeño de alguna
cadena en particular del país como farmacéutica, textil-indumentaria, maquinaria agrícola y
otros trabajos que examinan el impacto que las CGV han tenido sobre la conducta innovadora
de las pymes Argentinas.
El objetivo es analizar cuánto participa Argentina en las CGV, comparándola con 48 países
que representan más del 85% del PIB mundial. Los periodos que veremos son entre 1995 y
2011. En primer lugar, se observa que todos los países de la muestra incrementaron su
participación total relativa en las CGV, lo cual a todas luces habla de que la integración de la
producción mundial fue generalizada. Ahora bien, tanto en 1995 como en 2011 Argentina fue
el país de menos participación total relativa en las CGV.

El incremento de la participación total relativa de Argentina se dio más bajo la modalidad


aguas arriba que aguas abajo. Las exportaciones argentinas, al ser más agroindustriales,
operan más como bienes finales (o intermedios pero para consumir dentro del mercado de
destino), de modo que cuentan poco como participación aguas abajo. Asimismo, el fuerte
despegue de las exportaciones automotrices argentinas durante la década de los 2000, con
un elevado contenido importador sobre todo de Brasil, también contribuyen a dar cuenta de
por qué la participación aguas arriba fue más dinámica que las aguas abajo.

Luego, se observa la participación absoluta (tanto aguas arriba como aguas abajo) en los
flujos comerciales ligados a las CGV de los mismo países, durante el mismo periodo. En
Argentina, los flujos comerciales ligados a las CGV pasaron de 4.451 millones de dólares en
1995 a 29.490 millones en 2011. El leve crecimiento de la participación absoluta de Argentina
en los flujos ligados a la CGV se debe a que mientras que a nivel mundial estos se
incrementaron en 351% entre dichos años, en Argentina lo hicieron a razón del 562%.

En síntesis, dada la operacionalización habitual de participación en cgv, Argentina participa


“poco” en las CGV, tanto a nivel relativo como absoluto, y a pesar de que sus flujos
comerciales ligados a las redes productivas globales se incrementaron por encima de la
media mundial entre 1995-2011.

Argentina y sus exportaciones de bienes finales e intermedios

Una primera cuestión a tener en cuenta para entender por qué Argentina participa “poco” de
las CGV es que allí los bienes finales tienen un peso mucho más importante en la canasta
exportable que en la gran mayoría de los países. Se observa que el 48,7% de las
exportaciones argentinas corresponden a bienes y servicios finales. Argentina y NZ son
países exportadores de alimentos, mayormente, en tanto que los otros países se especializan
en el comercio de minerales y/o hidrocarburos, los cuales son sobre todo insumos
intermedios.

Otro dato interesante, es que no hubo grandes cambios en la composición de las


exportaciones argentinas entre 1995 y 2011. Los más significativos fueron el incremento del
peso del sector automotriz y del agroalimentario. En contrapartida, comercio y “textil,
indumentaria, cuero y calzado” han sido los de mayor retracción. Por otro lado, los socios
comerciales de Argentina fueron Brasil, Europa, Este Asiatico, EEUU, ASEAN y Chile.

Argentina y sus Importaciones de Bienes Finales e Intermedios

Argentina es un país que importa, en proporción, más bienes finales que la media mundial.
El peso de los bienes finales en las importaciones cayó sensiblemente entre 1995 y 2011. En
efecto, si comparamos contra el año 2000, la caída es todavía mayor. En gran medida esto
es producto del fuerte incremento de los combustibles e hidrocarburos. El sector de refinación
del petróleo aumentó su peso en las compras externas, también se dieron bajo la modalidad
de insumos intermedios. Ello se debe a la crisis energética que afrontó el país conforme fue
avanzando la década de los 2000, de la mano de un achicamiento de la oferta y un fuerte
incremento de la demanda y particularmente del sector industrial. La suba de los precios
internacionales de los combustibles también contribuyo a profundizar este fenómeno.

La pérdida de relevancia de los equipos eléctricos, electrónicos y ópticos finales en las


importaciones también es un fenómeno a destacar. Posiblemente, ello se deba por un lado,
a que hacia 1995 el país estaba sufriendo una fuerte reconversión productiva de la mano de
la apertura comercial y la apreciación cambiaria, que tuvo como correlato un proceso de
modernización heterogénea en algunas firmas, al tiempo que a nivel familiar se registraba por
esos años una fuerte adquisición de bienes de consumo durable para el hogar, como
teléfonos, televisores y/o computadoras. Por otro lado, el auge del ensamble de la electrónica
de consumo en Tierra del Fuego probablemente haya contribuido a ese proceso, al
desincentivar la importación de bienes finales.

Vale remarcar que la fuerte apreciación cambiaria de los ’90 fue un gran incentivo para que
los argentinos vacacionaran en el exterior. Ello tuvo un abrupto punto de inflexión con la
megadevaluación del año 2002 y, si bien luego el gasto turístico en el exterior comenzó a
recuperarse, hacia 2011 no lo había hecho plenamente, al menos en términos relativos.

En suma, el detalle de la variación de las importaciones finales e intermedias de Argentina


muestra que el país no viró hacia una estrategia de participación aguas arriba en las CGV,
como sí ocurrió en países como los del Este Asiático o el Este Europeo. En todo caso, la
particular dinámica del sector energético tuvo mucho que ver con este resultado.

Desglose de la Participación Argentina en las CGV

Participación Aguas Abajo: Se ha definido como participación aguas abajo en las CGV el
porcentaje de las exportaciones del país A que son tomadas como insumo intermedio en un
país B, en donde será transformado con vistas a la exportación. El país que más contribuye
a la participación aguas abajo es Europa.

El Este Asiatico explica un 18% adicional de la participación aguas abajo de Argentina. En


contraste, la participación de esta región en el total de las exportaciones argentinas de bienes
y servicios en 2011 fue del 9,6%. Si la contribución del Este Asiático es mayor a la
participación aguas abajo en las CGV que a las exportaciones totales, ello se debe a dos
factores: primero, a que una gran parte de lo que Argentina le vende son insumos; segundo,
a que las mercancías que el Este Asiático fábrica con los insumos aportados por Argentina
tienen un mayor sesgo a la exportación que al consumo fronteras adentro.

ASEAN aporta un 10,7% de la participación aguas abajo argentina y Brasil “solo” da cuenta
del 6,9% de la participación aguas abajo, a pesar de representar
el 18,7% de las exportaciones totales.
Del análisis previo puede concluirse que no es sólo el perfil de especialización argentino
(centrado en la agroindustria) el que explica su baja participación relativa en CGV, sino
también que sus principales mercados de exportación (“Brasil” y “Resto del Mundo”) tienden
a demandar proporcionalmente más bienes finales que intermedios, los que, a su vez, se
consumen domésticamente en lugar de embeberse en exportaciones.

Luego, se ve los sectores argentinos que más contribuyen a la participación aguas abajo en
las CGV y son el sector agroindustrial.

Participación en Aguas Arribas. Esta modalidad de participación refiere al contenido


importado en las exportaciones argentinas, y que en 2011 fue del 14,11%. Brasil es el país/
región que más contribuye a la participación aguas arriba de Argentina, seguido luego por
RM. Y el sector que más participa aguas arribas del país en las CGV es el sector automotriz,
seguido por “alimentos, bebidas y tabaco” y “agricultura, caza, silvicultura y pesca”.

Conclusiones

Argentina participa poco en las CGV por a) el perfil de especialización, y) sus socios
comerciales predominantes. El perfil de especialización del país se centra mayormente en
cadenas “cortas” (como las agroindustriales), en las que el grueso de las exportaciones o bien
son productos finales o, si son intermedios, suelen ser consumidos en el país de destino
(disminuyendo así su participación aguas abajo). Asimismo, las ramas en las que Argentina
está especializada suelen tener un alto valor agregado doméstico, sea porque se encuentran
al inicio de la cadena (extracción) o porque los insumos domésticos son elevados por las
propias características de la cadena (alimentos).

Por su parte, el hecho de que Brasil y “Resto del Mundo” sean los dos principales socios
comerciales del país, y que ambos tienden a demandar relativamente más bienes finales que
intermedios, los cuales a su vez tienden a ser consumidos domésticamente más que re
exportados, es un factor adicional importante para entender por qué la participación argentina
en CGV es baja.

Por último, el desarrollo económico de los países subdesarrollados tienen más que ver con
la transformación de la estructura productiva, y ello se asocia mucho más a factores como la
modalidad y la calidad del accionar estatal, el marco institucional, la geografía económica, la
política, las capacidades productivas existentes, la modalidad de inserción del capital
extranjero en la economía o la dinámica del conflicto capital-trabajo antes que con participar
más o menos en las CGV.
6. Industria Argentina en el siglo XXI
Coatz y Schteingart

Entre muchos autores tienen una visión que poseen muchos puntos en común como por
ejemplo la necesidad de incrementar las capacidades innovadores y productivas del país en
una economía global compleja como la del siglo XXI pero también tienen puntos en
desacuerdo como acerca de cuáles son los sectores estratégicos del desarrollo de LP o de
cuáles debieran ser los instrumentos de política pública para fomentarlos.

Hay que lograr entender el rol de la industria Argentina y cuales son los aportes y las
limitaciones a la dinámica del empleo, la formalidad, los ingresos, la productividad, las divisas
o la innovación tecnológica, por mencionar solo algunas variables. La industria Argentina
genera más empleo del que habitualmente se presupone. Es uno de los sectores que más
empleo formal privado genera (en torno al 20%) y su aporte al empleo indirecto es, por lejos,
más alto que el del resto de las demás ramas de actividad. Asimismo, se mostrará que su
contribución a la dinámica de las divisas es mejor de lo que habitualmente se piensa, por dos
razones: a) el déficit industrial no es tanto un déficit generado por la industria, sino que está
generado por demandas de toda la economía y b) por tal razón, con menos desarrollo
industrial el déficit manufacturero tenderá a acrecentarse aún más.

Para poder comprender la industria argentina actual hay que entender su evolución reciente.
El sector manufacturero jugó un papel relevante en la dinámica económica del periodo que
siguió a la crisis de la Convertibilidad. A lo largo del periodo comprendido entre 2002 y 2005
la producción industrial se incrementó 76%, superando en casi un 30% el pico de actividad
de la década de los 90.

Pero el periodo del 2002 no se destacó por un desempeño de la economía general y de la


industria en particular no fue homogénea.

1. Tendencia de largo plazo

Algunos estudios han señalado que la desindustrialización Arg no habría sido un problema
debido a diversas razones. El argumento más citado es que las propias tendencias mundiales
mostraban una aparente desindustrialización en los países desarrollados, cuyos PBI tendían
a estar cada vez más dominados por los sectores de servicios, dando así lugar a las llamadas
economías postindustriales. Para sostener tal argumento, se sostenía (y se sostiene) que
desde los años ‘70 la industria manufacturera perdió peso en el PBI y sobre todo en el empleo,
dado un mayor aumento de la productividad industrial respecto a la media; en efecto, ambos
procesos efectivamente ocurren.

Resultaría equivocado sostener que la caída de la participación de la industria en el PBI es


sinónimo de desindustrialización. Puede ocurrir otra cosa, la industria sigue creciendo en los
países desarrollados, pero lo hace a tasas más moderadas que otros sectores, como por
ejemplo las finanzas o los servicios empresariales. Por ejemplo, Brasil también sufrió
contextos adversos como el de la década de los 80, pero mantuvo una relativa mayor
coherencia en las políticas de desarrollo industrial comparado con Arg.

2. Datos estilizados y comparados de la performance industrial


El año de referencia es el 2005 ya que ahi la industria Arg retoma a los niveles previos a 1998
y cuando comienza a expandir significativamente la capacidad instalada disponible. El
crecimiento industrial del periodo 2002-2005 se basaba en buena medida en la utilización de
una elevada capacidad ociosa, lo cual suponía una modalidad de crecimiento menos exigente
que una en la que tal capacidad se amplía.

Entre 2005 y 2011, la performance Arg en materia de valor agregado industrial per cápita fue
realmente positiva tanto en términos absolutos como comparativos. Arg se ubicó en el noveno
lugar del ranking, por detrás de países asiáticos altamente dinámicos tales como China,
Corea del Sur, Vietnam e India y de países del Este europeo.

Entre 2011 y 2015 cambió la dinámica: el PBI industrial per cápita argentina se contrajo.

3. Dinámica Industrial Arg desde la crisis de la convertibilidad hasta el presente

A continuación veremos rasgos centrales de la dinámica industrial argentina desde la crisis


de la Convertibilidad hasta la actualidad. Lo que habitualmente se conoce como
posconvertibilidad (inaugurado en el 2002) no resulta un todo homogéneo, ya que implicó
importantes cambios y vaivenes, tanto por factores internos como por condicionamiento
externos. Dentro de esas mutaciones, es posible reconocer tres subetapas: la primera, que
va de mediados de 2002 a 2007 y que se denomina Reindustrialización y generación
de empleo; la segunda, de 2007 a mediados de 2011, caracterizada por conflictos internos,
la crisis internacional y la caída y recuperación de la industria nacional; finalmente, la que va
desde fines de 2011 hasta la actualidad, que se llama De la necesidad de sintonía fina al
estancamiento productivo.

La primera subetapa se caracterizó por un fuerte crecimiento económico e industrial y una


recomposición acelerada de los ingresos reales tanto de la población como de las empresas.
Tras los cambios macroeconómicos de inicios de 2002 (que tuvieron grandes costos en
materia social y que también implicaron una ruptura generalizada de contratos), se
recuperaron diversos instrumentos de política económica que habían quedado limitados bajo
la lógica del régimen de Convertibilidad y se logró configurar un escenario que se consolidó
a partir de 2003 y que permitió fortalecer la demanda interna, la inversión y la productividad.
La política económica se focalizó en un impulso a la demanda interna.

Entre 1998 y 2002 el PBI total había caído, el empleo asalariado manufacturero se había
contraído, la tasa de información sectorial se había elevado, la productividad industrial se
había contraído, las empresas industriales se habían retraído y el salario real industrial formal
se había reducido. En contraste, hacia 2007 la recuperación había sido de tal índole que en
todas las variables mencionadas la situación era mejor que en 1998.

En la segunda subetapa (2007-2011), ya comenzaron a vislumbrarse las tensiones propias


de la problemática del desarrollo. La dinámica expansiva de los años previos colocó a la
economía en niveles de actividad más cercanos a los de sus posibilidades y la fuerte
reducción del desempleo volvió a instalar determinadas pujas en materia de distribución del
ingreso. A nivel macro, la aceleración inflacionaria y la creciente demanda de divisas, tanto
para importar como para atesorar, constituyeron la expresión de los mencionados problemas
que comenzaban a formar parte de la agenda, a la vez que ponían de manifiesto las
limitaciones de una matriz productiva que, si bien había mostrado un gran dinamismo en los
años previos, todavía no había experimentado cambios estructurales significativos.
Asimismo, la intervención del INDEC por parte del gobierno nacional en enero de 2007 resultó
ser un error gravísimo, que tuvo dos grandes consecuencias: primero, dificultó una
comprensión acabada de la dinámica económica (y de las políticas públicas para enfrentar
problemas), al falsear índices de precios (tanto minoristas como mayoristas) y de cantidades
producidas. Segundo, el ocultamiento de la inflación encareció el costo del crédito
internacional, debido a que se consideró que Argentina estaba encubriendo un cuasi-default
en bonos que ajustaban por la variación de los precios domésticos.

De este modo, 2007 y, sobre todo 2008, mostraron una agudización de las tensiones internas;
una de las más relevantes fue una fuerte disputa entre el gobierno y el sector agropecuario
en marzo de 2008, a partir del intento por acrecentar los derechos de exportación a cereales
y oleaginosas en un contexto en que los precios internacionales al alza presionaban sobre
los precios domésticos y en donde los productores agropecuarios sufrían por costos internos
crecientes. Pocos meses después, la quiebra de Lehman Brothers fue el puntapié inicial de
una severa crisis internacional, con epicentro en los países desarrollados, y que afectó a
buena parte del planeta, entre ellos Argentina.

El estallido de la crisis internacional no afectó tanto al país por el lado del canal financiero: el
país se encontraba con holgura en materia de reservas internacionales, el Estado, las
empresas y las familias se encontraban con bajos niveles de endeudamiento y el sistema
financiero se encontraba líquido y solvente. El canal que más afectó al país fue el real, a partir
del desplome de la demanda externa y de los precios de exportación. Frente a esto, el
gobierno implementó un conjunto de políticas activas que dieron lugar a una rápida
recuperación y una nueva expansión industrial entre 2010 y 2011. Entre ellas, se continuaron
los planes de inclusión jubilatoria (iniciados en 2005) y se implementaron la AUH y políticas
comerciales selectivas de defensa del mercado interno que incluyeron licencias no
automáticas, medidas antidumping y valores criterios, entre otras. Asimismo, la economía
global volvió a crecer en 2010 y 2011, lo cual favorece los volúmenes exportados del país.

El balance del periodo 2007-11 fue positivo para la industria a nivel agregado. No obstante, a
diferencia de la etapa anterior, en que todas las ramas se mostraban dinámicas, entre 2007-
11 sectores como productos de madera (excepto muebles), refinacion de petroleo o algunos
segmentos al interior de la metalmecánica tuvieron una producción estancada. Si bien tanto
la producción como el empleo industrial mostraron tasas de crecimiento positivas entre 2007-
2011, se mostraron más exiguas que respecto a 2002-07, particularmente en lo que concierne
al empleo.

Hacia mediados de 2011 existían importantes desafíos tanto en la macro como a nivel
sectorial. Era necesario una sintonía fina en múltiples ámbitos de la política económica e
industrial. Se debía emprender una agenda sectorial y regional con eje en diversos temas
vinculados a la tecnología, la infraestructura, al rol y la eficiencia de las compras públicas
como política de desarrollo industrial, a la productividad, la sustitución estratégica de
importaciones y la promoción de exportaciones con mayor valor agregado, de forma de atacar
estructuralmente los problemas de la economia Arg en general y del balance de pagos en
particular. Pero entre 2011 y 2012 se cometieron una serie de errores de política económica
que desdibujaron el trazo grueso de la macro, condicionado así los cuatro años posteriores.
Se pasó de una política ofensiva a una política defensiva. Cabe señalar que a partir del 2011
el frente externo se volvió cada vez más adverso que los años previos. El CI fue perdiendo el
dinamismo.

A modo de balance, el período 2002-2015 dejó una serie importante tanto de activos como
de pasivos. Se pueden mencionar bajos niveles de endeudamiento en empresas, familias y
gobierno. Asimismo, otro de los activos fue un nivel de empleo y del mercado interno
relativamente elevado, así como mayores capacidades productivas, comparado con las
décadas anteriores.

Del lado de los pasivos, podemos destacar escasas reservas en el Banco Central, un tipo de
cambio atrasado y con cepo cambiario, una economía con regulación de importaciones,
problemas fiscales en alza o cerramiento al crédito internacional producto primero de una
decisión política del gobierno de mantenerse al margen y luego por la dinámica que adquirió
el conflicto con los holdouts a partir de 2012 y, fundamentalmente, de 2014. Más allá de estos
pasivos, quizá el más destacable haya sido el haber desaprovechado un contexto
internacional favorable para seguir creciendo después de 2011, lo cual hubiera permitido
mejorar los incentivos y la previsibilidad para las inversiones de más largo plazo y para
cambiar la estructura productiva.

4.Características estructurales de la industria Argentina

En esta sección, se muestra que pese a las grandes brechas de productividad con los países
desarrollados, la industria argentina se ubica relativamente bien comparado con otras
actividades en lo que concierne tanto a la productividad, ingresos y contribución al empleo.

También se analiza la formalidad y la informalidad. Los formales son aquellos que aportan al
sistema jubilatorio, más todos los independientes cuyo nivel de calificación sea técnico o
profesional cuyo nivel de calificación sea técnico o profesional. En contraste, los informales
serán los asalariados que no aportan al sistema jubilatorio y los independientes sin calificación
o con calificación operativa. Al igual que la relación entre productividad e ingresos, aquí la
asociación entre ambas variables es sumamente estrecha.

La estructura productiva (e industrial) argentina está caracterizada por una marcada


heterogeneidad, en la que coexisten sectores de baja productividad, ingresos y formalidad
con otros de media y otros de alta.

Existe una importante correlación entre el tamaño de una empresa de una rama y las
remuneración que se pagan. Sin embargo, hay grados de libertad, como por ejemplo
Seguridad privada, Agencias de empleo temporal, Enseñanza privada o Limpieza de edificios,
que son actividades donde el tamaño promedio de las empresas es grande y los salarios son
más bajos que la media.

Se concluye, por un lado, que parece cierto que los diferenciales de salarios se asocian en
parte al tamaño de empresa; por el otro, que a la vez hay otras variables que pueden explicar
por qué hay tanta dispersión. Algunos de estos motivos son las características específicas
del sector de actividad que suponen ciertos procesos productivos de mayor/menor
productividad, el poder relativo de negociación de los asalariados-empresarios de cada
observación, las presiones competitivas de cada rama o empresa, la existencia de subsidios
específicos hacia alguna rama o empresa, etcétera. Por ejemplo, al interior de las
microempresas industriales, no hay ninguna rama en que los salarios formales sean
superiores a la media.

Con respecto a la industria y al sector externo, es necesario descomponer el comercio exterior


industrial en dos grandes grupos: por un lado, el de aquellos sectores manufactureros que
tienen estrechas conexiones con el sector agropecuario, y que producen lo que se conoce
como manufacturas de origen agropecuario (MOA). Básicamente, aquí tenemos al segmento
de Alimentos, bebidas y tabaco que otorga cierto valor agregado. Argentina tradicionalmente
ha sido superavitaria en este rubro. En segundo orden, tenemos al grueso del tejido industrial,
que no presenta conexiones tan próximas con el agro, y que producen lo que se conoce como
manufacturas de origen industrial (MOI). Al interior de las MOI tenemos desde prendas de
vestir hasta maquinarias, desde aviones hasta papel, desde medicamentos hasta tubos de
acero, o desde automóviles hasta electrónicos, por poner algunos ejemplos. Desde 2002
Argentina ha mostrado una tendencia creciente en el déficit MOI, salvo en años recesivos
cómo 2009, 2012 o 2014.

Podemos obtener dos conclusiones. Primero, que la Argentina tiene una irremediable
tendencia al déficit industrial y que durante la posconvertibilidad ello se agudizó; segundo,
que tal déficit industrial es culpa de la industria manufacturera, que sería ineficiente frente a
competidores del resto del mundo.

En Argentina, la única etapa en la que coexistieron fuerte crecimiento del PBI y mejora del
coeficiente exportaciones sobre suma de exportaciones e importaciones fue el período 1964-
1974, en el cual las exportaciones industriales crecieron cuatro veces más rápido que las
importaciones. ¿Permitió eso eliminar el déficit en bienes industriales? No, porque el punto
de partida de las exportaciones industriales era muy bajo; de todos modos hacia 1974 ya se
había eliminado el déficit (e incluso se era superavitario) en ramas como maquinaria agrícola,
automóviles terminados, textiles o calzado, entre otras.

Durante los años de crecimiento de la pos convertibilidad, las importaciones industriales


crecieron más rápido que las exportaciones industriales.

Una lectura rápida del balance de divisas respecto a las MOI llevaría a la conclusión
apresurada de que es la industria la que genera tal déficit. En rigor, ello no es así. El déficit lo
genera la economía en su conjunto: cuando crece la construcción, se demandan más
maquinarias y equipos necesarios para el área –los cuales suelen ser importados–; cuando
el agro se expande, ocurre algo similar; lo mismo cuando crecen algunos sectores de
servicios o el poder adquisitivo de la población –que probablemente demande artículos como
electrónicos o automóviles, con fuerte contenido importado–. El déficit sería todavía mayor
sino existiera la industria, es decir, si las demanda de otros sectores no pudieran ser
abastecidas aunque sea parcialmente con la producción manufacturera local.

Es cierto que las capacidades industriales domésticas no son suficientes para suplir la
demanda local de determinados bienes manufacturados. No obstante, sin industria no solo
habría más problemas en variables como el empleo, sino también en divisas, a menos que
se suponga ceteris paribus, una destrucción de capacidades industriales podría generar un
aumento proporcionalmente más elevado de exportaciones netas y empleo en actividades
como el sector primario o los servicios.

5. Conclusiones

El análisis desplegado ha mostrado que la estructura productiva argentina se caracteriza por


una heterogeneidad omnipresente, la cual también se da al interior de la industria. Asimismo,
la estructura productiva argentina muestra serios problemas para generar empleo de calidad,
o para mantener una posición equilibrada en materia comercial al crecer intensamente.

Esta problemática estructural se debe en parte a una cuestión de costos (salariales, logísticos,
energéticos, financieros o tributarios, por ejemplo) que no logran ser compensados por una
elevada productividad. Para salir de esta trampa, es necesario incrementar la productividad,
y que ello se conjugue con la creación de empleo. Esto implica un desafío mayúsculo, habida
cuenta de que para que ocurra es necesario no sólo incrementar la productividad industrial,
sino hacerlo a tasas más rápidas que el mundo desarrollado.

Para mejorar la productividad es fundamental incrementar las capacidades tecnológicas e


innovadoras del país, y ello difícilmente pueda ocurrir sin una demanda pujante (que cree
rendimientos crecientes a escala) ni una política industrial que ataque los problemas de oferta.
Tal como vimos en Schteingart y Coatz (2015), la mejora de las capacidades tecnológicas e
innovadoras es una clave central para el desarrollo de largo plazo. Países con elevadas
capacidades de este tipo, como hoy son los desarrollados, poseen un elevado potencial para
desplazar problemas ligados a la balanza de pagos, a saber: a) la mayor productividad que
implican mejores capacidades permite una mayor competitividad, mejorando el ratio entre la
elasticidad-producto de las exportaciones e importaciones; b) los países con altas
capacidades innovadoras suelen diferenciar productos, elevando el valor unitario de las
exportaciones; c) asimismo, los países con altas capacidades son los headquarters de las
grandes empresas multinacionales que hoy gobiernan las cadenas globales de valor, lo cual
implica flujos de divisas adicionales por la vía de, por ejemplo, la repatriación de utilidades,
d) disponer de elevadas capacidades permite generar barreras a la entrada por la vía de la
I+D o las patentes, incrementando las posibilidades de apropiación de renta, o e) tener
elevadas capacidades tecnológicas e innovadoras permite tener monedas de reserva fuertes,
las cuales son utilizadas en las transacciones internacionales.

A nivel mundial, el sector manufacturero sigue jugando un papel absolutamente determinante


en lo que concierne a variables como la I+D o las patentes (y, por ende, emparentadas con
los grandes avances científico- tecnológicos ligados a mayor capacidad de apropiación de
rentas como a mejoras de la productividad), a pesar del crecimiento de los servicios.

7. El sector de los Servicios en Argentina

La Heterogeneidad de los Servicios Intensivos en Conocimiento: El Caso de Argentina

En este texto se busca contribuir al debate acerca de la heterogeneidad entre los servicios
intensivos en conocimientos (SIC), sobre la base de una fuente de información que nos
permite no solo estudiar las características de los SIC a un mayor nivel de desagregación que
el utilizado comúnmente en la literatura internacional, sino también analizar estas actividades
en el marco de un país en desarrollo como la Argentina.

Introducción

A partir de la clasificación residual (o complementaria) adoptada varias décadas atrás por


Fisher y Clark, dentro del sector terciario o de servicios se incluyeron todos aquellos rubros
que no podían ubicarse entre las actividades primarias o en las secundarias manufactureras.
Así, bajo el paraguas de los servicios se han englobado una gran variedad de actividades
heterogéneas entre sí.

Dentro de los servicios, un subconjunto particular que ha ganado crecientemente atención e


importancia en las últimas décadas, pero que no se encuentra por ella al margen de las
consideraciones generales anteriores, es el de los servicios intensivos en conocimiento (SIC).
Este grupo de actividades, atrajo rápidamente el interés de investigadores y hacedores de
política, ya que se trata de servicios de un elevado valor agregado, que generan puestos de
trabajo de relativamente alta calificación y son una pieza fundamental en la economía del
conocimiento, tanto por su propia inclinación hacia la innovación como por su rol en materia
de transmisión de conocimiento y facilitación de las actividades innovativas en otros sectores.

En AL estos sectores también han tenido un desarrollo importante en los últimos años,
aumentando incluso su inserción en los mercados externos. En el caso de Argentina, los SIC
han incrementado su participación tanto en materia de empleo como de valor agregado, a la
vez que ha crecido su vocación exportadora. Asimismo, cabe destacar que las empresas
argentinas de SIC resultan más grandes que el promedio de la economía si se las mide por
número de empleados y suelen pagar salarios también por encima de la media general.

En el paper se busca analizar la heterogeneidad de los SIC a partir de los propios datos a
nivel de sectores y extraer de este modo una tipología empírica. Es necesario analizar la caja
negra de los SIC y que, para ello, hay que buscar patrones en los datos, dejando de lado los
agregados sectoriales definidos por clasificaciones a priori, que pueden ocultar características
posiblemente relevantes para diferenciar los sectores entre sí.

Marco conceptual y antecedentes

A lo largo del tiempo se ha ido gestando una importante cantidad de esfuerzos de


desagregación, clasificación o desarrollo de tipologías para el sector de servicios. Por dar un
ejemplo, Becker identifica entre 1923 y 2011 un total de 81 sistemas de clasificación de
servicios, mientras que Meiren encuentra que se han utilizado más de 50 criterios diferentes
para tal propósito.

Los servicios intensivos en conocimiento abarcan a todas aquellas actividades de servicios


que impactan en la creacion, acumulacion o difusion de conocimiento. Otros autores, señalan
que los SIC funcionan tanto como fuente de innovaciones así también como facilitadores o
transmisores de las mismas y que se requiere de un fuerte componente de conocimiento
profesional o experiencia en disciplinas técnicas específicas para poder proveer este tipo de
servicios. Hippy y Grupp consideran que los SIC tienden a combinar conocimientos de
diferentes fuentes y luego distribuir nuevo conocimiento hacia el resto de la economía,
mientras que Schnabl y zenker sostienen que las firmas de estos sectores se suelen ocupar
de la recolección, procesamiento y tratamiento del conocimiento y de su adaptación a las
necesidades de los clientes. En definitiva, los SIC comparten la característica de emplear
capital humano de relativamente alto nivel de calificación y de ser usuarios y, en general
también, productores de información y conocimiento.

Datos y metodología

Aunque en la literatura se han propuesto definiciones distintas sobre el concepto de servicios


intensivos en conocimientos, en la práctica hay cierto consenso sobre cuáles son los sectores
que pertenecen al universo de los SIC, basado en gran medida en una serie de ejercicios de
identificacion y clasificacion realizados en Europa y que ya se han establecido como una
norma estándar a nivel internacional, el cual apunta a dar una cobertura relativamente amplia
de este tipo de servicios.

En el trabajo, se incorporan algunos sectores que Eurostat no considera dentro de su


clasificación de SIC, pero que pueden ser de relevancia para el contexto de países en
desarrollo como la Argentina. Müller y Doloreux señalan que aunque algunos servicios
especializados ligados a la explotación de recursos naturales no suelen incluirse entre los
servicios intensivos en conocimiento, se puede tratar de actividades con características
similares a estos. Por eso se incluyen algunos servicios de apoyo a la actividad primaria,
como así también a la gestión y logística y otros servicios empresariales no tenidos en cuenta
en el caso europeo, pero que si son de interés para países como los latinoamericanos.

Otra diferencia con la clasificación de Eurostar, se utilizan categorías menos agregadas, se


trabaja con datos a 3 dígitos en lugar de 2. Otra particularidad de nuestra fuente de
información es que los datos suministrados se encuentran agregados a nivel sectorial. Por
otro lado, en muchos sectores podrían convivir empresas que efectivamente prestan SIC con
otras que proveen servicios menos sofisticados.

Más allá de las limitaciones, se considera de todas formas que los datos disponibles
representan una fuente de información valiosa en un área donde las estadísticas no abundan.
Las distintas variables que se utilizan en el análisis abarcan diferentes indicadores
tradicionales del desempeño empresarial, que describen aspectos económicos, productivos
y/o financieros de las firmas de cada sector. Los datos se emplearon para realizar, primero,
un análisis de componentes principales y, en segunda instancia, un análisis cluster a partir de
los componentes previamente extraídos.
El propósito central del análisis factorial, y del método de componentes principales en
particular, es poder definir y comprender la estructura subyacente a las variables analizadas;
o en otras palabras, condensar la mayor parte de la información y variabilidad contenida en
un conjunto de variables originales a partir de un menos número de dimensiones comunes.

Por otra parte, el análisis factorial puede funcionar más como un medio para un fin que como
un fin en sí mismo (Johnson y Wichern, 2008), ya que dado que los factores o componentes
principales no se encuentran correlacionados entre sí podrían aprovecharse como insumos
intermedios para otras técnicas como, por ejemplo, el análisis cluster. Por último, los
supuestos y criterios necesarios para una correcta aplicación del análisis de factores pueden
ser de utilidad al momento de seleccionar (las mejores) variables entre un conjunto más
amplio de indicadores.

Un punto a tener en cuenta es que la técnica de componentes principales es sensible a


cambios de escala o al uso de diferentes rangos de medidas, por lo que inicialmente es
necesario estandarizar las variables, algo que por lo general la mayoría de los programas
estadísticos suele realizar por medio de los Z scores.

Por su parte, la técnica de análisis cluster o de conglomerados comparte con el análisis


factorial el propósito de evaluar la estructura subyacente a los datos. No obstante, mientras
que el análisis de factores suele emplearse para agrupar variables en función de los patrones
de correlación existentes, la conformación de clusters apunta a generar grupos de casos
sobre la base de la proximidad entre los mismos.

Resultados

Se seleccionan los primeros cinco componentes, los cuales en conjunto dan cuentas de más
del 80% de la varianza total. En segundo lugar, se deben presentar las cargas factoriales de
las distintas variables en los cinco componentes extraídos, lo que ayuda a entender que tipo
de información estarían condenando cada una de estas dimensiones. El primero de los
componentes, aquel que da cuenta de la mayor variabilidad, presenta un alto peso de los
indicadores salariales, como así también cierta incidencia negativa de las compras en el costo
total. Por esto, se considera que este componente presenta el grado de intensidad en
recursos humanos.

En el caso del segundo componente, sobresalen tanto el resultado bruto como las ventas
netas en relación con los activos de las firmas del sector, por lo que se puede sugerir que
esta dimensión responde al grado de eficiencia y/o rentabilidad empresarial. En tercer lugar,
se destacan el empleo y las ventas promedio, dos variables que reflejaran, cada una desde
distintas ópticas, el tamaño y volumen de negocios. El cuarto componente, en tanto, reúne a
los dos indicadores alternativos que caracterizan a la intensidad en bienes de uso. Por último,
las variables con mayores cargas en el quinto componente son las que representan al valor
agregado, las remuneraciones promedio y, nuevamente con signo negativo, la proporción del
costo total asignado a compras. Lo interesante de esta dimensión es que el valor agregado
en los sectores de servicios intensivos en conocimiento pareciera ir de la mano positivamente
del nivel de remuneraciones del personal. En otras palabras, el vínculo entre altas
remuneraciones y valor agregado (denominación que asignamos al último componente) daría
cuenta nuevamente de la centralidad de los recursos humanos (calificados) en los SIC, pero
también podría reflejar, como veremos más adelante, la existencia de ciertas condiciones que
permiten en algunos sectores la emergencia de ingresos empresarios extraordinarios que
pueden ser parcialmente absorbidos por la fuerza de trabajo respectiva.

Clusters y tipos de SIC

Sobre la base de los cinco componentes estimados para cada uno de los sectores de SIC, se
realizó un análisis cluster no jerárquico. De los cinco grupos cada uno de estos reúne a
sectores de servicios catalogados por Eurostat bajo distintas categorías. También es
interesante que cuatro de los cinco clusters contengan a uno o más sectores considerados
de alta tecnología junto con ramas de actividad provenientes de otros tipos de SIC.

Otra cuestión destacable es que la utilización de datos desagregados a 3 dígitos permite


apreciar que varios sectores de servicios, a pesar de provenir de antemano de una misma
categoría estadística a 2 dígitos, aparecen aquí posicionados en diferentes clusters. En otras
palabras, varios de estos sectores hermanos presentan características significativamente
heterogéneas entre sí.

Teniendo en cuenta ambos aspectos, se denomina dicho conjunto como cluster promedio.

Reflexiones finales

Al presente no hay dudas de que el sector servicios, tal y como está definido en las
clasificaciones estadísticas estándar, reúne actividades muy diversas entre sí. Sin embargo,
la literatura es menos clara acerca de si esto también se refleja hacia el interior de un conjunto
de actividades conocidas como servicios intensivos en conocimiento, los cuales han atraído
un interés creciente debido al papel que pueden jugar en el desempeño y la productividad del
resto de las actividades económicas y en la generación y difusión de nuevo conocimiento.

Se destacó que algunos trabajos consideran que los SIC tendrían características
relativamente homogéneas, mientras que varios aportes empíricos se limitan únicamente a
comparar los SIC con el resto de los servicios o, en el mejor de los casos, a dividir a los SIC
en algunas categorías agregadas. Los resultados del presente artículo, si bien preliminares y
con diversas limitaciones, muestran que al trabajar con datos más desagregados la apariencia
de homogeneidad tiende a desaparecer y surgen una serie de características o dimensiones
heterogéneas entre los distintos sectores considerados intensivos en conocimiento.

En este caso, si bien la evidencia resulta novedosa para un país en desarrollo como la
Argentina, quedan varios aspectos pendientes que pueden dar pie a futuros trabajos. Uno es
que al trabajar con promedios sectoriales se pierde de vista la posible heterogeneidad entre
las firmas que componen cada sector, por lo cual habría que intentar acceder a información
a nivel de empresa. Por otro lado, si bien la información tributaria disponible permite trabajar
con indicadores económicos, productivos y/o financieros tradicionales, queda un espacio
todavía para aportar a otras discusiones comunes en la literatura como, por ejemplo, si los
distintos clusters presentan a su vez patrones de innovación diferentes.
Por último, y de cara al diseño e implementación de políticas para el sector servicios y, más
específicamente, para los SIC, este artículo llama la atención respecto de la necesidad de
tomar en cuenta la heterogeneidad inherente a las actividades desarrolladas y a las diferentes
realidades empresariales en los distintos subsectores. Este paso ayudaría a direccionar mejor
los esfuerzos públicos dirigidos a promover estas actividades, siendo que, al presente, los
SIC podrían jugar un rol central en los procesos de desarrollo en el mundo emergente.
8. El sector Agropecuario en Argentino (Clase 1)

Introducción

El sector agropecuario en Argentina se trata de una actividad que, junto a otras pocas
relacionadas con el uso de recursos naturales y las nuevas tecnologías, le ha permitido a la
sociedad Argentina recrear, en los últimos años una fuente genuina de acumuluacion y, con
ellos, abirir un debate real sobre su modelo de crecimiento y desarrollo futuro.

Se discute las actividades que se deben priorizar y en este punto los caminos se bifurcan. Un
conjunto de autores señalan la posibilidad de que tales desarrollos en las primeras etapas
deben complementarse aguas abajo “industrializando al agro” (con una ineludible y creciente
dosis de incorporación de tecnologías) indicando, además, la posibilidad cierta de una
persistencia en los favorables términos de intercambio (dadas las nuevas condiciones
internacionales) pero en el marco de cadenas globales de valor (CGV); en otros términos,
sostienen que no necesariamente el dinamismo de las colocaciones primarias se basa en los
otrora “enclaves de exportación” disociados de las restantes condiciones internas, sino que,
contemporáneamente, lo hacen en el marco de tramados de mayor complejidad e impacto
creciente sobre el resto de la actividad económica.

Otra corriente de pensamiento plantea la necesidad de regenerar la matriz productiva del


anterior esquema industrial de tinte fordista, agregándole apuestas sectoriales más radicales
en pro del desarrollo de nuevas actividades; se sostiene, en este caso, que además de
revitalizar la industria tradicional (metalmecánica, textil, y otras similares) se torna necesario
asignar recursos hacia nuevas actividades más centradas en las capacidades del recurso
humano que cuenten con demandas internacionales con alta elasticidad ingreso.
Nanotecnología, software y el resto de la moderna electrónica aplicada, son los sectores
habitualmente señalados como de conveniente desarrollo.

En un espacio intermedio, incipientemente, algunos trabajos rescatan la buena nueva de los


recursos naturales como fuentes de progreso, pero señalan, al mismo tiempo, su coexistencia
con otros espacios productivos más rezagados, dando cuenta nuevamente de los problemas
y desafíos de las sociedades duales. Plantean la necesidad de encontrar un marco
institucional que permita encauzar las tensiones que de ello deriva, de modo tal de reforzar
el sector dinámico y redirigir parte de (o todo) su excedente para atender a los más rezagados,
al tiempo que se repiensa la integración con el resto del tramado productivo en la búsqueda
de una estructura productiva equilibrada.

En este contexto, el agro puede ser abordado desde diversas perspectivas: como fuente de
generación de rentas asignables a otros sectores que operan como motor del desarrollo,
como “proveedor” privilegiado de insumos para la agroindustria o, incluso, como propio motor
de desarrollo.

Cuantificando al agro: La realidad de las cifras

¿Qué es el agro hoy? Argentina cuenta con una superficie total de alrededor de 274 millones
de hectáreas, de las cuales poco más de 135 millones son pasibles de ser aplicadas a la
agricultura y/o a la ganadería. Junto a sus capacidades humanas, genéticas, rutinas
productivas, instituciones y stock acumulados de capital, este acervo constituye unos de sus
activos sociales básicos. Se observa que, el agro ocupa una mínima porción, pero siempre
dependiente de la aplicación de variadas tecnologías que pueden modificar radicalmente la
situación. El recurso natural básico, la tierra, se ha ido moviendo. El recurso natural se
transformó en un recurso económico a través de la incorporación de tecnología. Al
desplazamiento de la frontera también contribuye un fenómeno lento y menos perceptible
pero no por eso menos relevante: el cambio climático, esto ha ido desplazando isoyetas y
afectando los desplazamientos de la agricultura.

Veamos el uso del recurso tierra. En un inicio, se produjo a partir de colocaciones externas
de carne salada y cuero; posteriormente, vía colocaciones masivas de trigo y finalmente, ya
entrando en el siglo XX, a través de las carnes congeladas y enfriadas. La tecnología,
motorizó el modelo previo y habilitó, por ejemplo, el desarrollo agrícola y posteriormente el de
las carnes enfriadas; su relevancia se materializó en las elevadas participaciones que estos
productos tuvieron en el total del comercio mundial. El desarrollo económico de la Argentina
guarda una estrecha relación con la explotación económica de los recursos naturales, en
general, y con las producciones agropecuarias, en particular. Cuando la cantidad de tierras y
el deterioro de los términos del intercambio pusieron un limite, quedó al descubierto la
fragilidad de una estructura productiva desbalanceada y dual, centrada en unas pocas
actividades y orientada a mercados muy concentrados.

A posteriori, durante el periodo de sustitución de importaciones, las producciones


agropecuarias entraron en un cono de sombra; mientras que la industria se convertía en el
motor de la economía, el agro permanecía cusi ajeno tanto al dinamismo productivo interno,
como a los cambios operados internacionalmente. Recién a fines de los años 60 comienza a
crecer lentamente la producción para, mas recientemente, dar un salto en la tendencia previa,
adquiriendo en la actualidad una velocidad similar a la registrada a inicios del siglo XX.

Desde 1900 hasta 1935, la producción de cereales y oleaginosas creció a razón de un 3,5%
anual; a posteriori sobrevinieron tres décadas donde los niveles de crecimiento se estancaron,
para retomar algún sendero de crecimiento entre 1965 y 1985. Desde inicios de los años 90
hasta el 2010/11 la producción agregada en términos físicos de granos y oleaginosas creció
a razón del 4,97%.

En el marco de la tendencia de crecimiento acelerado, merecen destacarse dos temas: la


duplicación de la producción en volúmenes físicos en los últimos quince años y la creciente
importancia que adquiere la soja dentro del conjunto productivo. De esta manera, la
producción agropecuaria ha crecido a un ritmo sostenido, marcando un quiebre en la
tendencia apatica que la caracterizó en las décadas previas.

La expansión granara responde fácticamente a dos razones: una ampliación de la superficie


cultivable y un rápido crecimiento en los rendimientos por hectárea.

En los años setenta, los rendimientos norteamericanos en maíz casi duplicaban a los
registrados en Argentina. Históricamente los Estados Unidos se habían convertido en los
productores líderes mundiales en base a una mezcla de nuevos procesos de producción (con
uso intensivo de fertilizantes y herbicidas) y mejoras genéticas en el contexto de la revolución
verde. Aunque no completamente, la brecha comenzó a achicarse a partir de mediados de
los años 90, como fruto del salto técnico local que imprimió mayor velocidad a los
rendimientos.

¿El agro actual, sigue siendo agro?

Más allá de las favorables condiciones naturales con que cuenta la sociedad local para el
desarrollo de estas actividades –y sus trayectorias previas– y de la presencia de demandas
mundiales que, en el extremo opuesto, están dispuestas a absorber lo producido localmente,
la presencia de un salto cuantitativo en la producción y su consecuente flujo de rentas
adicionales responde a la temprana adopción de un paquete tecnológico y organizacional
radicalmente distinto al utilizado previamente. Éste mejora fuertemente la productividad
(respecto del pasado y los competidores internacionales), desplaza parcialmente la
restricción que presuponía la existencia de una cantidad finita de tierras cultivables (con las
tecnologías y el conjunto de precios relativos previos) y reinserta al agro argentino en las
cadenas globales de valor.

En un plano más amplio, esta nueva ventana de oportunidad que habilita a la sociedad local
a rediscutir su modelo de desarrollo, responde a beneficios extraordinarios asociados con
rentas tecnológicas derivadas de la aplicación masiva y a corto plazo de un nuevo paradigma
productivo.

El sector agrícola ha tomado una creciente relevancia como eje de acumulación y motor de
desarrollo de la economía, esto se debe a profundos cambios ocurridos a nivel tecnológico,
productivo y organizacional. El pasaje de un modo de organización de la producción hacia
otro, involucra una larga serie de cambios conectados: productos, procesos, formas de
relaciones sociales entre el trabajo y capital, tecnológica e innovaciones e, incluso, las propias
instituciones van modificándose con distintas velocidades y se encuentra sujeta a diversas
disrupciones.
9. El sector Agropecuario en Argentina (Clase 2)

1. En el marco de condiciones políticas cambiantes (hacia un mundo multipolar), irrumpen


varias mega tendencias, nuevas reglas y formas globales de producción y comercio, división
internacional del trabajo, cambios demográficos y reordenamientos territoriales, nuevos
modos de participación ciudadana, renovadas presiones sobre el uso de los recursos
naturales, cambio climático y modificaciones ambientales que darán forma a un escenario
desconocido para la humanidad. Características del entorno ambiental, percibidas con
anterioridad como permanentes, han comenzado a mutar sensiblemente, lo que inducirá
indefectiblemente a un cambio tanto en la agenda de las políticas públicas, como en las
formas de vida ciudadana.

Las limitaciones ambientales obligan a que el sistema económico las internalice, de tal forma
de dar inicio a un nuevo paradigma basado en la economía circular, sobre la base de una
nueva eficiencia, tecnologias y organizacion en el uso y reciclado de los insumos, para
minimizar así los desperdicios y maximizar la utilidad derivada de los recursos provistos por
la naturaleza.

La producción basada en recursos naturales deberá responder a nuevas demandas


asociadas tanto al crecimiento demográfico, como a una nueva configuración territorial y
socioeconómica de la población. Muy probablemente, a lo largo del presente siglo, se
consolidará la tendencia hacia la conformación de nuevas clases medias urbanas situadas
en los países en desarrollo, lo que fortalecerá la modalidad de consumo masivo de alimentos
procesados junto a la generación de altos volúmenes de residuos no siempre reciclables.

Existen dos tensiones sobre el medio ambiente y los recursos naturales: las provenientes de
mayores requerimientos alimenticios y energéticos, y las asociadas con desequilibrios del
modelo de producción intensivo en recursos no renovables. Ambas confluyen en una presión
generalizada sobre los recursos naturales renovables que comienzan a ser materias primas
de múltiples aplicaciones industriales: de la captura y recirculación de la energía libre al
desarrollo creciente de la “química verde”.

Estas nuevas demandas inducen una respuesta por parte de la oferta de conocimiento
aplicado a estos desafíos. Confluyen en esta perspectiva visiones de organismos
internacionales, grandes empresas multinacionales, gobiernos locales y una multiplicidad de
ONGs.

Así, se vislumbra un amplio espacio tanto para la generación e incorporación de innovaciones


de proceso hacia producciones más sustentables, como para el desarrollo de una nueva
plataforma tecnológica en el campo de la moderna biología aplicada a la producción- un paso
más allá de la transgenia y camino a la cisgenia involucrando en el camino tanto los
desarrollos bioinformáticos para el manejo y procesamiento de amplias base de datos en el
mercado de la Big Data; como los avances en la aplicación de técnicas, manipulación y
descubrimientos a escala nano-.

2. En este nuevo escenario, el mundo desarrollado comenzó a pregonar por la bioeconomía


como una posible estrategia de solución a los desafíos que se avecinan. Se considera a la
bioeconomía como aquella resultante de la transformación en base a procesos biológicos de
recursos renovables en productos, a otras más restrictivas que la asocian exclusivamente a
la moderna biotecnología, en su rol de tecnología crítica y crucial que domina el nuevo
proceso transformados. Una visión intermedia hace hincapié en la utilización territorialmente
anclada de la biomasa de forma innovadora y eficiente para agregar más valor y generar
nuevas oportunidades productivas de forma sustentable.

El campo de la bioeconomía, abarca un conjunto de sectores en su totalidad (el agropecuario;


el forestal; alimenticios y acuícola) así como parcialmente afecta e involucra a otros (industria
química, farmacéutica y de materiales y energía). Todos ellos de una u otra forma, están
vinculados a la generación de recursos renovables de origen biológico.
La bioeconomía se sustenta en el uso de los recursos naturales renovables a través de una
producción sustentable, eficiente en recursos y ampliamente libre de residuos, contribuyendo
a una economía circular.

El ciclo bioeconómico se inicia con la captación de la energía libre y su conversión en


biomasa, continúa con su transformación en productos, servicios o insumos para el consumo
y finaliza con la reincorporación de desechos a la naturaleza (biodegradación) para iniciar
nuevamente el ciclo.

El ciclo comienza en la semilla/ planta, y continua en la agricultura y la ganadería pastoril; el


proceso de anclaje en la tierra es mediado por la genética, los minerales y microbiomas, que
participan del fenómeno de fotosíntesis. En este plano se produjo un salto científico y
tecnológico que replantee el concepto de bioeconomía originalmente establecido medio siglo
atrás.

La bioecionmia abre una ventana de oportunidad, de diversas derivaciones, para el conjunto


de países con amplias dotaciones de recursos naturales, ya que promete aportar una serie
de potenciales alternativas productivas. Es una alternativa que plantea desarrollos
industriales a partir de la producción y posterior industrialización de biomasa la que, por
razones tecno- económicas, debe ser producida y procesada lo más cercanamente posible al
origen. Es decir, surgen oportunidades de agregar valor y desarrollar conocimiento en origen
aguas arriba y aguas abajo en la producción de recursos renovables de origen biológico, lo
que puede ser la base para nuevos empleos, más calificados y mejor remunerados, a lo largo
del tejido territorial.

3.El eje central radica en la aplicación de nuevos procesos basados en el uso eficiente de la
biomasa como materia prima industrial de múltiples aplicaciones; si bien ello ocurría
ancestralmente con los alimentos ciertos medicamentos y algunas aplicaciones forestales, la
novedad es su creciente uso para al menos dos destinos adicionales: i) la producción de
energía; y, ii) el aislamiento/ producción de monomeros y polimeros de origen natural y su
posterior reagrupamiento como primer paso de la industria química, avanzando también sobre
la farmacéutica a partir de la plataforma biotecnología constituida. Adicionalmente, la
creciente manipulación del ADN de los seres vivos conlleva a la aparición y reconfiguración
de una serie de servicios.

La biomasa comprende no solo la primera ronda de producción, sino también la creación,


normalización y reutilización de residuos. Su uso como materia prima introduce una serie de
aspectos distintivos respecto de la industria tradicional que le dan modalidades propias al
proceso de producción.

Hoy en día la tierra es vista como plataforma para la producción de múltiples productos, que
actúan como insumos de variadas industrias. En este sentido, se busca potencia aquel
obtenido de la tierra, no solo apostando a una sola producción, sino estableciendo el mejor
mix para maximizar la rentabilidad a obtener, preservando el suelo.

4. La bioeconomía plantea a las agendas de política nacionales los típicos problemas de


provisión de bienes públicos y fallas de mercado, en este caso en función de cuestiones
atinentes al desarrollo sustentable, preservación de suelos, nutrientes, riquezas naturales y
ambiente. La relevancia del tema se asienta tanto en eventuales desarrollos futuros, como
así también en la importancia que contemporáneamente tiene estas actividades.

Tanto los modelos integrales de búsqueda por internalizar externalidades en el proceso de


producción de recursos biológicos, como aquellos que buscan complementarlos sumado
procesos industriales en origen, son llevados adelante por agentes nacionales, asentados en
el territorio nacional. Las diferentes estrategias que adopten para modificar procesos en uno
u otro sentido dependen principalmente del tamaño del agente, de si posee o alquila tierras,
y de su ubicación geográfica relativa respecto al puerto, vías de transporte, infraestructura o
centros de procesamiento. Así, es más probable observar que cuanto más lejos se esté del
puerto o peores condiciones de entorno se enfrenten mayor incentivo tendrá para integrar
nuevos procesos (horizontal o verticalmente.)

Evidentemente, la variedad exige múltiples respuestas. Los grandes tienen mayores


facilidades de acceso, los agricultores familiares difícilmente escapen de esquemas
asociativos. En este sentido, los modelos bioeconómicos alteran el peso relativo de los
diferentes modos de cooperación.

Subyacen dos temas: la necesidad de una fuerte coordinación entre las distintas áreas de
incumbencia del sector público y un alerta sobre la sostenibilidad de las señales en el tiempo,
por cuanto los emprendimientos bioeconómicos están más emparentados con los (largos)
plazos de la naturaleza que con las urgencias de la política cotidiana.
10. Sector Automotriz

El complejo automotriz argentino, que se instaló a fines de los años cincuenta en el marco del
proceso de sustitución de importaciones basado en la entrada de capital extranjero, tuvo
continuas marchas y contramarchas en los últimos 60 años. La performance reciente del
complejo, que se inicia luego de la devaluación del 2002, debe ser apreciada en el marco de
los diversos períodos que atravesó la industria en las décadas anteriores. En forma muy
estilizada pueden diferenciarse tres periodos desde la instalación del complejo hasta la
actualidad: 1959-1990, 1991-2001 y 2002 en adelante.

Los rasgos centrales del primer periodo fueron la producción en reducidas escalas de
modelos que en general se habían discontinuado en los países de origen y con muy débil o
inexistente integración regional con las filiales que operaban en Brasil. Mientras entre 1959 y
1975 se caracterizó por una muy elevada protección, un excesivo número de terminales y
una fuerte demanda insatisfecha que se manifestó en una elevada rentabilidad del sector,
entre 1976-1982 el sector es afectado por la crisis del modelo sustitutivo y por el proceso de
apertura y revaluación del peso que desemboca en una fuerte crisis sectorial en 1982.
Finalmente, entre 1983 y 1990 el sector entra en una fase de estancamiento pero se beneficia
de las políticas orientadas a generar una creciente integración con Brasil que se termina de
concretar a partir de los años noventa.

El segundo período (1991-2001) se corresponde con el régimen de convertibilidad,


caracterizado por la integración con Brasil, la reestructuración del sector desde una
perspectiva global y la puesta en marcha del régimen automotriz. Este periodo puede ser
dividido en tres fases. La primera, de estrategias locales con plataforma regional (1991-1994),
se caracteriza por la reestructuración productiva que tiene lugar, la importante demanda
insatisfecha y el fuerte peso de agente locales entre las terminales que habían sido
licenciados por Fiat y Renault respectivamente. La segunda fase, de estrategias regionales
desde una perspectiva global (1995-1998), se corresponde con la conformación del Mercosur.
El complejo automotor alcanza en 1998 un récord histórico de producción, aunque con una
baja interacción local de partes y subensambles. La tercera fase que comienza con la
devaluación brasileña de 1999 y finaliza con la crisis del 2001, se corresponde con la crisis y
nueva desarticulación de la trampa productiva nacional.

Una característica de este periodo, que se va a extender luego de la devaluación del 2002 es
que Argentina comienza a producir autos de gama internacional, se vuelven a instalar las
empresas que se habían retirado y entran nuevas terminales y proveedores globales. La crisis
del 2001 encuentra al complejo con una fuerte desarticulación y con niveles de producción
similares a fines de los años ochenta.

El tercer periodo, se inicia con la devaluación de fines del 2001 y constituye el de mayor
crecimiento sostenido del complejo en términos de empleo, producción, productividad y monto
exportado. Durante este periodo, se produce una fuerte ampliación de la escala que posibilitó
que los aumentos en la productividad del trabajo se vean acompañados de un aumento del
empleo y de la producción, lo que no sucedía desde los años sesenta. Sin embargo, se
arrastran algunas continuidades del periodo anterior tales como el déficit de proveedores de
subensambles y partes y las conductas importadoras de las terminales y del primer anillo de
proveedores.
Tendencias globales del sector automotriz

Desde inicios de la década de 1980 el sector automotriz comienza a atravesar una profunda
transformación caracterizada por grandes cambios a nivel mundial en un plano tecnológico,
organizacional y de estructura y segmentación de la demanda, a los que se agregan la
emergencia de nuevos jugadores como China y Corea. Durante los 90 por la emergencia de
fuertes cambios tecnológicos, las firmas automotrices redefinieron gradualmente sus
estrategias de producción hacia un sistema de cadena global. Esto se manifestó en un
proceso de desintegración vertical sustentado en la separación de las etapas de producción
de subensambles y partes, que comenzaron a dispersarse en distintas localizaciones. En ese
esquema, los grandes proveedores globales de subensambles asumen la responsabilidad del
diseño y de la organización de la cadena de proveedores.

En segundo lugar, para aumentar las capacidades de producción de subensambles de mayor


complejidad tecnológica y hacer frente a la incertidumbre global y a la mayor segmentación
de la demanda, los autopartistas globales comenzaron a implementar procesos de fusiones,
adquisiciones y alianzas estratégicas, que acentuaron los rasgos oligopólicos de la industria.

En tercer lugar, la tendencia hacia la integración global estuvo acompañada de un proceso


de regionalización. La saturación de los mercados, las barreras culturales, las regulaciones
ambientales, los altos niveles de motorización y las presiones políticas sobre las automotrices
para que produzcan en el lugar que vendan, impulsaron la tendencia hacia la regionalización
a través de la dispersión de la actividad de ensamble final, que en la actualidad ocurre en
más lugares en comparación con 30 años atrás. del mundo empezó a demandar que los
ensambladores y proveedores mantengan relaciones altamente interactivas para facilitar el
intercambio de conocimiento tácito del mundo empezó a demandar que los ensambladores y
proveedores mantengan relaciones altamente interactivas para facilitar el intercambio de
conocimiento tácito.

En el periodo 2001-2007 la producción y las ventas se incrementaron sostenidamente en AL,


Europa del Este, Asia y África; mientras que en Norteamérica y Europa Occidental tanto la
producción como las ventas cayeron. La crisis global de 2008 afectó fuertemente a las
grandes firmas automotrices, principalmente las tres norteamericanas líderes (GM, Chrysler
y Ford), provocando una caída de las ventas y pérdidas sin precedentes.

Cadenas automotriz: características globales y locales

A diferencia de la forma como se estructura a nivel internacional, la trama automotriz


argentina presenta algunos rasgos idiosincrásicos que han sido estudiados. Una de las
principales diferencias con el esquema predominante en los países desarrollados e incluso
algunos emergentes como México es el reducido espacio que tiene la modularización de la
producción y el escaso peso del segundo y tercer anillo de proveedores y en algunos casos
de subensambles como motores. En términos estilizados, la trama automotriz argentina se
compone de un conjunto de terminales directamente vinculadas por el lado de las compras
con i) proveedores globales con los que realizan contratos de aprovisionamiento global de
subensambles y ii) proveedores de equipo original extranjeros o argentinos.
Dinámica reciente del sector automotriz argentina: producción, empleo y desempeño
comercial

Los cambios ocurridos en el sector a nivel global y la definición de un nuevo modelo


económico a principios de los años noventa, que combinó una fuerte apertura comercial y
financiera, políticas de atracción de inversiones extranjeras y el mantenimiento de un tipo de
cambio real apreciado, afectaron las estrategias de las multinacionales en el país. En una
primera etapa las regulaciones sectoriales produjeron profundas modificaciones en las
estrategias de las terminales automotrices: aumentó el contenido importado de vehículos y
se concentró la demanda hacia subensambles. En una segunda etapa, la consolidación del
MERCOSUR y la creación del régimen especial automotriz entre Argentina y Brasil en 1994
tuvieron un rol clave en la ampliación del mercado y en las nuevas estrategias de las firmas
del sector: siete de las grandes automotrices a nivel mundial volvieron a producir o abrieron
nuevas plantas en la Argentina. Sin embargo, hacia fines de la década habían sobrevivido
solo la mitad de las empresas establecidas a principios de los años noventa.

Durante la fuerte recesión económica de 2001, la industria automotriz fue una de las más
afectadas. En 2002 se produjeron sólo 150.000 vehículos, esto es el 35% de las unidades
producidas en 1998 (Adefa). A su vez, para el total de la trama automotriz el empleo se redujo
un 28% entre 1998 y 2002, superando ampliamente la caída de la ocupación de la industria
en su conjunto.

A partir del cambio de condiciones macroeconómicas desde 2002 y de la implementación de


políticas de estimulo sectoriales, la industria automotriz ha liderado el crecimiento industrial
de Argentina, mostrando un fuerte ritmo de crecimiento del empleo, la producción interna, las
exportaciones y la productividad. El principal factor que explica el dinamismo de la trama en
este período es la fuerte recuperación de la demanda interna, sumado al sostenimiento de un
tipo de cambio alto y competitivo y a la continuidad de los mecanismos regulatorios existentes.
Luego de una ligera caída en 2009, como consecuencia del impacto de la crisis global, la
producción de vehículos volvió a recuperarse rápidamente en 2010 y alcanzó un nuevo
máximo histórico de más de 700.000 unidades.

Como consecuencia, la productividad del trabajo aumento entre 2003 y 2010,


significativamente más en las terminales (59%) que en autopartistas (32%)7, lo que se
manifestó en un aumento adicional de la brecha. Respecto de la evolución de los salarios,
finalmente, se destaca una fuerte recuperación del sector automotor, tanto en términos
nominales como reales, ubicándose entre los cinco sectores industriales más dinámicos
durante la etapa post devaluación, aunque con una fuerte heterogeneidad entre los diversos
componentes de la trama.

Durante el período post-devaluación, la evolución del coeficiente de importaciones sobre el


consumo aparente se incrementó sostenidamente tanto en terminales como en autopartes.
Sin embargo, cuando la producción comenzó a recuperarse también lo hicieron las
importaciones a un ritmo acelerado. De esta manera, la participación de las importaciones en
el consumo aparente se incrementó hasta 2005, período en el que no parece haber existido
sustitución de importaciones.
Durante 2006-2007 la producción local de automóviles tuvo un fuerte crecimiento, lo que
permitió cubrir parte del aumento de la demanda doméstica y mantuvo el indicador en los
niveles de 2005. Sin embargo, esto vuelve a revertirse en 2008, año en el que la producción
automotriz se mantuvo prácticamente en los niveles de 2007 mientras que las importaciones
crecieron fuertemente.

Entre 2003 y 2010 el empleo del componente industrial de la trama automotriz (sin el mercado
de reposición) se incrementó un 80%, mientras que el de la industria en su conjunto aumentó
un 45%. Así, en 2010 la participación del empleo automotriz (sin el mercado de reposición)
en el empleo de la industria supera levemente el nivel de 1998. Como se resaltó
anteriormente, durante la crisis 1998-2001, la pérdida de puestos de trabajo fue más fuerte
en la trama automotriz que en el resto de la industria por lo que a pesar de la fuerte
recuperación posterior no logró superar la participación en el empleo alcanzada en 1998. Las
empresas terminales comenzaron a incrementar el empleo en el año 2004 y superaron el
máximo de 1998 en el año 2008 en el que este segmento pasó a emplear casi 27.000
trabajadores. En cambio, la recuperación de las firmas autopartistas (globales y locales) fue
más rápida y en 2005 lograron superar el empleo de 1998. Esta dinámica del empleo muestra
una lógica de crecimiento totalmente opuesta a la del período 1991-1998, en la que el
aumento de la productividad de las empresas autopartistas significó a la vez una constante
pérdida de puestos de trabajo.

Conclusiones

Desde la devaluación del 2001 la performance de la trama automotriz ha sido la más exitosa
de su historia. Una primera diferencia con el periodo de la convertibilidad es el fuerte aumento
de la producción, el empleo y la productividad. Sin embargo, algunos problemas en la
estructura del sector son similares al período de convertibilidad. Uno de ellos es el fuerte
déficit comercial en un esquema en el que las importaciones netas de exportaciones están
fuertemente asociadas al aumento de la producción. Las variables macro parecen haber sido
las más relevantes para explicar la recuperación del complejo desde la devaluación.
11. El sector de Indumentaria en Argentina

La industria de fabricación de ropa nació en Argentina hacia fines del siglo XIX y fue uno de
los sectores emblema del modelo de industrialización por sustitución de importaciones.
Alcanzó su apogeo hacia 1950 cuando, entre el eslabón textil y el de fabricación de
indumentaria, llegó a emplear a 179.000 personas y se convirtió en la cadena industrial con
mayor cantidad de empleados.

Desde entonces, la producción comenzó a transitar por un camino de contracción debido al


incremento de las importaciones y a la caída del consumo de prendas en el marco de la crisis
del régimen de acumulación fordista en Argentina. Este proceso de largo plazo fue
interrumpido entre mediados de 2002 y finales de 2011 cuando el sector volvió a transitar por
un sendero de crecimiento gracias a la recuperación del mercado interno. En los últimos
semestres del 2018, las noticias de cierres de fábricas y despidos de trabajadores son una
constante.

Existe controversia en la literatura sectorial respecto a qué proporción de la caída de la


producción del sector (y, por ende, del empleo) se corresponde a la disminución de la
demanda interna de sus productos, a la reducción de las exportaciones (demanda externa de
sus productos) y cuánto por la mayor participación de las importaciones (oferta externa de
productos). En el paper se tiene la hipótesis de que la ropa importada representa la mitad del
mercado doméstico y su crecimiento exponencial desde 2015 es el principal determinante de
la caída en la producción local y la destrucción de más de 7.700 puestos de trabajos formales
en el sector.

Se desarrollaron quince entrevistas en profundidad a miembros de la cadena de valor: dos


sindicalistas, dos miembros de gremiales empresarias, cinco empresarios, dos académicos,
dos despachantes de aduana y dos miembros de una ONG del sector. En las entrevistas se
consultó sobre el rol de las importaciones en el mercado doméstico y otras cuestiones
específicas, como por ejemplo los tributos que abona la importación de ropa en Argentina o
cuáles son los canales de contrabando comercial más difundidos en la actualidad.

Una vez terminada las tareas de recolección y producción de información cualitativa a través
de las entrevistas, se procedió a elaborar un sistemático y profundo análisis.

Estimar el peso de las importaciones de ropa en el mercado argentino no resulta una tarea
sencilla y requiere conocer tanto el numerador (las importaciones) como el denominador (el
tamaño del mercado). Se comprobó que existen otros tres canales de importación de prendas
tanto o más importantes que la Aduana: i) las compras por parte de turistas argentinos en el
exterior, ii) las maniobras de contrabando comercial, y iii) los envíos del sistema puerta a
puerta.

Ahora bien, tampoco existe información oficial que indique la cantidad de ropa comercializada
en nuestro país. En aquellos casos donde no existe información sobre el tamaño del mercado
se suele recurrir al Consumo Nacional Aparente (CNA), indicador que permite inferir la
demanda de un producto a partir de la suma de la producción nacional y de las importaciones
(que conforman la oferta), restando las exportaciones (demanda extranjera).
Con respecto a las importaciones de ropa vía aduana, se observó que la devaluación de la
salida de la convertibilidad llevó a una histórica contracción de las importaciones de ropa en
2002. Desde 2003, las importaciones crecieron de la mano de la recuperación del mercado
interno. El ingreso de ropa importada vía Aduana creció hasta 2011. Entre 2012 y 2015,
diversas medidas de administración del comercio exterior implementadas por el gobierno de
CFK para administrar la restricción externa contrajeron las importaciones de ropa registradas.
Sin embargo, en dichos años se concentraron las diferencias de registro con el resto de las
aduanas del mundo, lo que deja en evidencia que las medidas restrictivas al comercio fueron
acompañadas por la intensificación de las maniobras del contrabando comercial.

Otro cambio de alto impacto para este sector fue que las nuevas autoridades de la secretaría
de comercio dejaron de exigir a las principales empresas importadoras de ropa la fabricación
nacional de un porcentaje de sus ventas, estrategia de negociación informal implementada
por el gobierno de Fernández de Kirchner.

Como consecuencia de la liberalización comercial del gobierno de MM, las importaciones de


ropa realizadas a través de la Aduana crecieron en tres años y se registró una disminución
del contrabando comercial. Por otro lado, las importaciones de ropa a través de turistas
argentinos que viajaron al exterior mostraron una dinámica creciente salvo en 2014 y 2018.

En 2015, MM unificó el mercado cambiario lo que significó, la eliminación del 35% de


retención para las compras con tarjetas de crédito y débito al exterior. Por ello, la devaluación
de 2016 no afectó las compras de los turistas. En julio de 2016, el Gobierno, a través de la
AFIP, lanzó el sistema puerta a puerta para compras de bienes de consumo del exterior. Por
último, en 2019 se incrementó el límite de compras puerta a puerta a doce operaciones por
año al exterior.

Entre 2011 y 2015, Argentina ingresó en un proceso de crecimiento interrumpido por la


restricción externa. durante los años pares se incrementó el tipo de cambio, lo que afectó al
consumo y al producto. La producción de ropa, al igual que la economía, creció en años
impares y cayó en años pares, mientras que entre 2011 y 2015 se destruyó 2,5% del empleo
formal.

A partir de finales de 2015, se inauguró un nuevo proceso en el cual la dinámica de la


producción y el empleo se tornaron persistentemente negativas. entre el cuarto trimestre de
2015 y el cuarto de 2018, las cantidades fabricadas de ropa cayeron 28,3%. En paralelo, el
sector comenzó a destruir puestos de trabajo asalariados registrados en la seguridad social:
de 48.633 empleos en el cuarto trimestre de 2015 pasó a solo 40.096 en el segundo trimestre
de 2018.

Conclusiones

Los errores cometidos por las estimaciones oficiales en el cálculo de la participación de las
importaciones en el mercado local generaron una distorsión en el diagnóstico del rol de las
prendas extranjeras a la hora de explicar la dinámica de comportamiento doméstico de la
producción nacional y el empleo.
Las mayores importaciones explican gran parte de la dinámica de destrucción de puestos de
trabajo. De esta forma, es posible afirmar que la reciente caída de la producción y el empleo
en el sector fue explicada principalmente por el récord de turismo emisivo, la ineficacia de los
controles aduaneros a la hora de operativizar la administración del comercio exterior, la
facilitación de las importaciones a través del sistema puerta a puerta y la política de
liberalización comercial encarada por el nuevo gobierno.
12. Energía + Compre Argentino

Los países, tanto desarrollados como no, tratan de imitar el éxito de la economía de EE.UU.
EE.UU ha destinado durante décadas grandes recursos a programas públicos de inversión
en tecnología e innovación, que subyacen a su éxito económico presente y pasado. Su
crecimiento se ha basado en la innovación, al estar dispuesto a invertir en las fases más
inciertas del ciclo de innovación. Una clave para poder seguir a este país es aprender a
organizar, dirigir y evaluar las inversiones del Estado, para que puedan ser estratégicas,
flexibles y orientadas a los objetivos.

Debería haber un debate acerca de cómo invertir estratégicamente en áreas clave, como la
investigación y el desarrollo, la educación y la formación de capital humano, áreas que
incrementarán el producto interior bruto en el futuro y sobre cómo plantear un debate sobre
la dirección del cambio, para que tales inversiones lleven a un crecimiento que no solo sea
más inteligente sino también más inclusivo y sostenible. Por ejemplo, países como China,
está invirtiendo miles de millones en nuevas tecnologías verdes, con la expectativa de que
estas industrias sean el motor del crecimiento futuro.

Se ha hablado que para que los países sean competitivos, innovadores y dinámicos debemos
tener más mercado y menos Estado. Se dice que el Estado sólo puede intervenir en la
economía, pero sólo para resolver las fallas de mercado o para igualar el terreno de juego.
Pueden regular al sector privado con el objetivo de responder a los costes externos que las
empresas puedan generar (tales como la contaminación) y puede invertir en bienes públicos,
como la investigación científica básica o el desarrollo de fármacos con poco potencial de
mercado.

El hilo argumental que describe, a algunos actores de la economía como verdaderos


innovadores, creadores de riqueza y asumidores de riesgos, y a los demás (incluidos el
Estado) como agentes que detraen riqueza o simples distribuidores de ella, está dañando la
posibilidad de construir una asociación público-privada dinámica e interesante. El discurso se
ha utilizado para reducir el tamaño del Estado a través de la subcontratación de un número
creciente de actividades públicas al más “dinámico y eficiente” sector privado, así como para
acortar progresivamente las diferentes actividades del Estado, reduciendo así lo que una vez
fue una noción íntegra del valor público como algo a lo que aspirar, a una noción reducida del
bien público que se utiliza únicamente para delimitar las áreas concretas que merecen alguna
intervención gubernamental.

La inversión ha demostrado ser transformada, capaz de crear mercados y sectores totalmente


nuevos, incluyendo internet, nanotecnologia, biotecnologia y energía limpia. El Estado ha sido
clave para crear y moldear el mercado, no solo para arreglarlos. Se debe empoderar a los
gobiernos para concebir una dirección para el cambio tecnológico e invertir en esta dirección.
El Estado debe dirigir la economía hacia nuevos paradigmas tecnoeconomicos.

El papel del Estado es enorme, no solo en el lado de la demanda, sino también en el de la


oferta, es decir, el desarrollo y la difusión de las nuevas tecnologías. Incluso en los casos en
que los mercados privados parecen haber tenido un papel fundamental, como en la revolución
de automóviles, fue el Estado quien creó las condiciones que permitieron la difusión del coche
(nuevas regulaciones urbanas, construcción de carreteras, licencias y reglas de tráfico, etc).
Se lleva a la acusación de que la inversión pública, desplaza (crowding out) las inversiones
privadas. En lugar de esto, la verdad es que a menudo las inversiones gubernamentales
tienen el efecto de incentivar (crowding in), es decir, estimulan las inversiones privadas que,
de lo contrario, no se habrían producido. Al hacerlo, expanden el pastel total de la producción
nacional, lo que beneficia tanto a los inversores públicos como a los privados. Las inversiones
públicas deberían estar dirigidas no solo a dar el empujón inicial a la economía, sino también,
lo que probablemente es todavía más importante, deberían hacer cosas que ni siquiera se
han concebido y, por lo tanto, no se están haciendo.

Admitir el papel del Estado como líder en la toma de riesgos y la innovación implica admitir
también los enormes riesgos que debe asumir, bajo una incertidumbre extrema y, por tanto,
la elevada probabilidad de fracasar.Se requiere politicas dirigidas al crecimiento inteligente,
asi como un crecimiento centrado en la innovación e inclusivo, Requiere que el Estado piense
en grande.
13. Modelo de Desarrollo

Los países desarrollados han atravesado diferentes fases y alcanzaron el desarrollo. Se


puede agrupar a algunos países a partir de ciertas similitudes en sus procesos de desarrollo.
Por ejemplo, RU, EEUU, Alemania, Francia y otros más pequeños de Europa Occidental, se
desarrollaron tempranamente siendo la industria manufacturera el motor principal de los
desarrollos tecnológicos que los condujeron a la vanguardia económica mundial. En segundo
lugar, países como Canadá, Australia, NZ y los escandinavos han utilizado sus fuertes
dotaciones de recursos naturales para generar encadenamientos hacia sectores de altísimo
valor agregado y complejidad tecnológica, como algunos nichos de la industria manufacturera
y servicios intensivos en conocimiento. Esta estrategia de desarrollo contrasta con otras,
como las de Arabia Saudita o Nigeria –entre otros–, en que la abundancia de los recursos
naturales no generó los círculos virtuosos de los países anteriormente mencionados. Por su
lado, Corea del Sur y Taiwán, han sido países de un desarrollo tan espectacular como tardío,
en un marco de escasez relativa de recursos naturales. En ambos casos, la articulación entre
el sector público y el privado se tradujo en un cambio estructural de magnitudes
extraordinarias, que ha hecho que actualmente estos países se encuentren en las primeras
líneas del desarrollo tecnológico mundial.

En el proceso de desarrollo se tiene en cuenta características específicas, entre las cuales


se destacan dos: una es la variable geopolítica y la otra es el contexto global. Dentro de la
cuestión geopolítica se puede remarcar que las experiencias de desarrollo de ciertos países
estuvieron muy atravesadas (de manera positiva o negativa) por un escenario geopolítico en
un momento determinado. Por ejemplo, es imposible entender el éxito económico de países
como Corea o Australia sin esta variable. Ambos países fueron aliados estratégicos de EEUU
en el marco de la Guerra Fría y el premio por ello fue haber podido sostener pronglgadismos
déficits en la cuenta corriente de la balanza de pagos sin por ellos entrar en restricción
externa, gracias al financiamiento externo. A modo de ejemplo, entre 1950 y 2013, Australia
solo tuvo superávit de cuenta corriente en cuatro años; Corea del Sur, por su lado, tuvo déficit
de cuenta corriente durante todo el período 1962-85, que coincide con el auge de su proceso
industrializador.

1. La relación entre estructura productiva y desarrollo: breve revisión teórica

Se denomina estructura productiva, la cual puede ser definida como el entramado resultante
de la articulación de las diferentes actividades económicas de un país determinado. Por
actividad económica se entenderá a todo aquel proceso por medio del cual el hombre genera
bienes y servicios que poseen un determinado valor de cambio. Ello implica que la
composición de las exportaciones e importaciones de un país se encuentra estrechamente
ligada a la fisonomía de tal agregado de actividades económicas. En otros términos, analizar
la canasta exportable e importable de un país es un buen indicador de su estructura
productiva, aunque no del todo completa, ya que no nos dice nada respecto a los múltiples
bienes y servicios que un país produce y consume internamente, pero no exporta.

Al interior de la heterodoxia se pueden observar dos subcorrientes. Por un lado, la economía


del desarrollo y el estructuralismo latinoamericano, para quienes el sector estratégico por
antonomasia era el industrial. Por el otro, las teorías neoschumpetrianas y neoescrturalistas
que, si bien suelen reconocer a la industria como una rama con mayor potencial de convertirse
en las más estratégica por su carácter de generadora y difusora de progreso técnico, admiten
mayores grados de libertad. En otros términos, estas subcorrientes reconocen que el avance
tecnológico puede darse también en el sector primario y de servicios.

En teorías como el estructuralismo lationamericano la industria manufacturera era sinónimo


de desarrollo por varias razones. Una de ellas es que estriba en la idea de que los términos
de intercambio tienden a ser cada vez más desfavorables para los países exportadores de
materias primera e importadores de manufactureras. Habría dos causas subyacentes al
deterioro en el LP de los términos del intercambio: una tiene que ver con factores de índole
sociopolítica: la industria implica fábricas, y las fábricas favorecen la organización sindical. De
tal modo, los países industrializados, al contar con sindicatos más fuertes, poseen salarios
más elevados, los cuales se transmiten en el precio final de los productos. En cambio, los
países no industrializados, al contar con sindicatos más débiles, tienen salarios casi de
subsistencia, lo cual también impacta en el precio final de los bienes producidos.

El estructuralismo latinoamericano remarcó otras diversas razones en las que se destacan


dos. Una es que industrializar permite diversificar la estructura productiva, y diversificar el mix
de actividades económicas que un país lleva a cabo permite hacerla más adaptable y menos
dependientes a los shocks externos. En segundo lugar, los estructuralistas enfatizaron la idea
de que la industria es la generadora y difusora del progreso técnico y que, en definitiva, es la
soberanía tecnológica el epicentro del desarrollo.

El neoschumpeteriana y el neoestructuralismo retomaron la idea de la generación y difusión


del progreso técnico como clave para explicar la riqueza de las naciones y la enriquecieron
al darle una impronta propia. La idea de fondo en estas dos vertientes era que difundir el
progreso técnico hacia sectores retrasados tecnológicamente implica un aprendizaje de
capacidades productivas, lo cual tiene su correlato en un aumento de la productividad. En
esta perspectiva, este aprendizaje tecnológico es el prerrequisito para el paso siguiente,
todavía más complejo: la generación de nuevos conocimientos pasibles de ser
comercializados.

Si el aprendizaje favorece la productividad, la innovación es la que podría generar las rentas


extraordinarias que motorizan el crecimiento de largo plazo. En otras palabras, las áreas con
alto contenido de innovación, de competencia imperfecta, permiten fijar precios mucho más
altos que las de bajo contenido innovador –de competencia perfecta–, aumentando así
aceleradamente la renta del país que posea, en su estructura productiva, dichas ramas
altamente innovadoras.

Si en el estructuralismo latinoamericano la soberanía tecnológica sólo se podía consumar por


medio del fomento a la industria manufacturera, en estas dos corrientes se admitían mayores
grados de libertad, al reconocer que tanto los sectores primarios como los terciarios también
podían ser motores de la innovación.

3. Trayectorias de desarrollo comparado

Corea del Sur. La puesta en marcha de un proceso de fuerte industrialización por parte del
gobierno del general Park contribuyó a elevar el ingreso por habitante a tasas aceleradas, y
a generar un cambio estructural pocas veces visto en la historia del capitalismo. En la
actualidad es uno de los países del mundo con mayores niveles de gasto en I+D como
porcentaje del PIB, mayores patentes per cápita y mayor especialización en bienes de media
y alta tecnología.

Por otro lado, Corea gozó de un contexto geopolítico muy favorable: en el marco de la GF,
EEUU fue un aliado incondicional, que aportó divisas durante 23 años consecutivos de déficit
de cuenta corriente (1962-1985), apertura de mercados para exportaciones coreanas y
transferencia tecnológica. Asimismo, la política industrial, ejecutada por un Estado a la vez
autoritario y con muy elevadas capacidades institucionales, fue crucial. Se procuró fomentar
sectores industriales estratégicos, como la industria metalmecánica, la química y la
electrónica, por medio de diversos instrumentos como subsidios fiscales y crediticios,
protecciones aduaneras selectivas y con un importante control de la inversión extranjera
directa. El estado logró imponer metas de desempeño al sector privado, de tal modo, las
transferencias de ingresos quedaban condicionadas al éxito tanto en términos tecnológicos
como exportadores.

China. La política industrial de China tiene muchos puntos en común con la que experimentó
Corea décadas antes: un sistema político con planificación centralizada (todavía mayor a la
registrada en Corea), con fuertes capacidades institucionales y elevada vocación
industrialista, invierte y también fomenta la inversión privada en áreas estratégicas de la
estructura productiva. Asimismo, el enorme tamaño de la economía asiática ha permitido al
Estado chino inmejorables condiciones de negociación respecto a las grandes
multinacionales en lo que concierne a transferencia tecnológica.

Australia, Canadá y Noruega. Hace décadas que Australia posee una significativa
diversificación de sus exportaciones, con materias primas como hidrocarburos, minerales,
alimentos o carbón, entre otras. Es interesante que este país ha podido convertirse en uno
de los líderes tecnológicos mundiales en campos como la minería, sea a partir de
conocimientos especializados de geología o mineralogía, o a partir de eslabonamientos con
actividades conexas.

Por su parte, hacia mediados de los ‘60, Canadá era un país con una importante base
industrial y tecnológica, aunque exportaba mayormente materias primas y manufacturas
intensivas en recursos naturales a Estados Unidos, su principal socio comercial. Sin embargo,
desde fines de dicha década, Canadá entró en un acuerdo de integración automotriz con
Estados Unidos, lo cual se plasmó en que las exportaciones (e importaciones) de automóviles
y autopartes crecieran significativamente. Ello explica, en buena medida, el aumento del
ExpoTec canadiense en esos años. En la actualidad, Canadá cuenta con exportaciones
diversificadas, tanto con fuerte presencia de sectores ligados a los recursos naturales, como
minerales, madera, alimentos, hidrocarburos y carbón, con otros industriales, aunque es
importador neto de estos últimos. Canadá es el tercer exportador mundial de aviones, por
detrás de Alemania y Francia. Asimismo, es un jugador relativamente importante en la
industria mundial de equipos de telecomunicaciones.

Noruega a principios de los 70, comenzó a explotar hidrocarburos en el Mar del Norte, y a
partir de allí el petróleo ganó una enorme preeminencia en la economía y en la canasta
exportable. Es por ello que su ExpoTec cayó sostenidamente desde entonces.
Hay una multiplicidad de dimensiones de estudio que pueden contribuir a comprender por
qué Noruega se alejó de la llamada enfermedad holandesa, por medio de la cual el
descubrimiento de un recurso natural tiende a ser más un problema que una solución en
términos del crecimiento de largo plazo de un país. Noruega logró sacar provecho de los
hidrocarburos, en primer lugar, porque pudo generar encadenamientos virtuosos con otros
sectores productivos y tecnológicos nacionales.

Argentina. Argentina, México y Brasil comparten el haber establecido una estrategia de


industrialización con un énfasis en el mercado interno mucho mayor que en países como
Corea, en donde las exportaciones tuvieron un papel más predominante.

Argentina y México se encuentran actualmente en una posición similar a la de mediados de


los 70. En lo que concierne a la dinámica del ExpoTec, la Argentina ha experimentado un
incremento moderado desde los ‘60, el cual se debió a diferentes factores. Hasta mediados
de los ‘70, el incremento en el ExpoTec argentino se explicó por un incremento de las
exportaciones de bienes manufacturados, los cuales poseían un elevado contenido local,
tanto en términos de insumos como incluso de conocimientos. Durante el resto de los ‘80, el
ExpoTec argentino se incrementó nuevamente, superando el 20% hacia 1990. Sin embargo,
ello se explica por factores que sólo muy parcialmente tienen que ver con una consolidación
de capacidades tecnológicas endógenas. Durante los ‘90, el ExpoTec argentino se
incrementó una vez más, orillando el 25% en 1998. Principalmente, ello se debió a la
integración comercial con Brasil, la cual fomentó exportaciones en el sector automotriz. Debe
remarcarse que actualmente, las exportaciones automotrices argentinas cuentan con
reducidos insumos nacionales y prácticamente nulas inversiones en I+D.

4. Los vasos comunicantes entre estructura productiva, capacidades tecnológicas y desarrollo

La estructura productiva tiene tanto una relación estrecha con el crecimiento económico como
con la fisonomía del mercado laboral.

Aumentar rápidamente el PIB per cápita requiere incrementar la generación de divisas por el
lado de la exportación para financiar importaciones, remisiones de utilidades de las empresas
multinacionales y pagos de intereses de la deuda. Tanto en la Argentina como en otros países
latinoamericanos, el problema reside en que mientras más se busca crecer, tanto más crecen
las importaciones, con lo cual la necesidad de divisas se multiplica.

Las exportaciones son la principal fuente genuina de dólares en países de menor desarrollo
relativo. El problema es que la elasticidad-producto de las exportaciones es menor a la de las
importaciones. En otros términos, esto significa que si la economía argentina y la de sus
socios comerciales crecen a la misma velocidad, las importaciones se expanden más
rápidamente que nuestras exportaciones.

Si continúan las divergencias entre la elasticidad- producto de las importaciones y de las


exportaciones implica que la Argentina, para poder crecer al mismo ritmo que nuestros socios
comerciales, termine incurriendo inevitablemente en déficit comercial. La única solución que
existe es alterar las elasticidad- productos de las importaciones y las exportaciones.
Por un lado, disminuir la elasticidad-producto de las importaciones implica sustituir
importaciones en sectores estratégicos para así construir encadenamientos productivos más
sofisticados y desarrollar redes de proveedores nacionales más densas. Aumentar la
elasticidad- producto de las exportaciones supone cambiar la composición de la canasta
exportable hacia bienes con mayor valor agregado y de mayor demanda en los patrones de
consumo mundiales.

Por otro lado, las asignaturas en materia de mercado laboral siguen siendo enormes. Por tal
razón, transformar la estructura productiva, creando nuevos sectores de alta complejidad y
elevando la productividad en los de baja productividad relativa, es una necesidad ineludible.
En otros términos, un mayor capital humano también retroalimenta y facilita los procesos de
upgrading de la estructura productiva, pero por sí sólo no los garantiza.

5. Consideraciones finales: ¿hacia dónde debe ir la Argentina?

¿Qué sectores productivos debe apuntalar la Argentina? ¿Qué trayectoria, en términos del
esquema de los cuadrantes exhibido, tendría que recorrer nuestro país? Si bien está claro
que debemos ir hacia la derecha del gráfico (esto es, aumentar nuestras CT), no queda claro
si también debemos ir hacia el norte o no.

Escenario A. Este escenario implicaría que la Argentina se especialice en manufacturas de


media y alta tecnología, y deje en un absoluto segundo plano a los recursos
naturales, los cuales, vale la pena mencionar, son mucho más abundantes aquí que en Corea.

A diferencia de los años ‘50 y ‘60, en donde la industria manufacturera estaba muy asociada
a desarrollo y salarios altos, el mundo actual arroja un panorama más complejo. Si bien es
cierto que la mayoría de los países desarrollados sigue contando con potentes industrias
manufactureras, la emergencia de actores como China y sus satélites del Este Asiático ha
roto la identidad entre industria y salarios altos. Recorrer la trayectoria A implica
necesariamente entrar a competir en diversas áreas con Asia por salarios bajos. Y dada la
historia social y sindical argentina ello es virtualmente imposible. La Argentina tendría que
tener salarios suficientemente bajos como para suplir el encarecimiento de los costos de
transporte a los grandes mercados.

Asimismo, la trayectoria A no es deseable porque subutiliza el enorme potencial de nuestro


país en recursos naturales, que permite contar con rentas diferenciales con relación a países
que carecen de los mismos.

Escenario B. Un escenario alternativo sería que la Argentina devenga un innovador en base


a los recursos naturales, al estilo australiano. Esta estrategia consistiría en que los recursos
naturales se transformen en la principal palanca del desarrollo, a partir de una maximización
de la productividad en conjunto con eslabonamientos con otros sectores productivos. Pero la
Argentina no es ni Australia, ni en términos geopolíticos, ni en términos de dotaciones de
recursos naturales. Además de las diferencias geopolíticas entre ambos países, al parecer la
Argentina no cuenta con las dotaciones de recursos naturales de Australia.

Los 43 millones de habitantes de la Argentina son demasiados para establecer una estrategia
de desarrollo a la australiana, país del triple de superficie y de la mitad de la población. Los
recursos naturales sin dudas son un gran activo pasible de ser aprovechado, pero al parecer,
ni una elevadísima productividad de éstos, ni sólidos encadenamientos con otros sectores
alcanzarían para generar un mercado de trabajo que integre a toda la población.

Escenario C. La Argentina debe aprovechar sus recursos naturales, pero además necesita
contar con sectores industriales que permitan generar otros encadenamientos, de tal modo
que la fuerza laboral quede plenamente integrada en actividades de alta productividad.

Respecto a los recursos naturales, es necesario fortalecer los encadenamientos hacia atrás
y hacia delante, muchos de los cuales ya existen, pero insuficientemente. En cuanto a los
encadenamientos hacia atrás, es menester rediseñar una política industrial orientada a la
consolidación de diversos tipos de bienes de capital: maquinaria agrícola, maquinaria para la
industria procesadora de alimentos, maquinaria para la minería o maquinaria para la industria
hidrocarburífera son algunos ejemplos.

Respecto a los encadenamientos hacia delante en los recursos naturales, es necesario


agregar valor y escalar en las cadenas agroalimentarias, pasando de productos de baja
elaboración como cereales, oleaginosas en crudo a alimentos con marca país. Asimismo, la
Argentina también requiere incrementar la productividad en aquellos segmentos de las
industrias intensivas en recursos naturales donde se está lejos de la frontera.

En segundo lugar encontramos a los sectores industriales con menores conexiones a las
ramas ligadas a los recursos naturales. Aquí es necesario implementar una doble estrategia:
por un lado, se debe potenciar a actividades manufactureras en donde existen capacidades
acumuladas significativas y trayectorias de aprendizaje considerables como para adaptarse
al nuevo mapa global por la vía exportadora sin entrar en directa competencia con Asia. Aquí
encontramos a ramas tales como la automotriz, la autopartista,
algunos rubros de la cadena siderometalúrgica, química, farmacéutica o la de la moda, por
mencionar algunas. A esto podemos sumar industrias no tradicionales pero generadoras de
valor y trabajo calificado, como la del software o la de contenidos audiovisuales, en donde la
Argentina ha exhibido una promisoria trayectoria en la última década.

Por el otro lado, un modelo para la industria manufacturera debe combinarse con una
estrategia defensiva en sectores intensivos en trabajo y donde la competitividad precio es
menor, pero que resultan claves para la generación de empleo y estabilidad social (como el
de textil-indumentaria, el de madera y muebles, o diversos rubros de la metalmecánica, entre
otros).

La combinación de recursos naturales y otros sectores no directamente conexos a éstos


implicaría una tercera vía entre la coreana y la australiana. De este modo, dadas las
características demográficas y de recursos naturales, la Argentina debería ubicarse donde
hoy se encuentran países como Canadá o Dinamarca, los cuales han sabido conjugar muy
virtuosamente recursos naturales con otros múltiples sectores.

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