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 CATÁLOGO DE 13838 LIBROS

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Capitulo I. La Amazonía ecuatoria una multiplicidad de paisajes

Capitulo III. Cultura Mayo Chinchipe - Marañón

PRIMERAS SOCIEDADES DE LA ALTA AMAZONIA


  | 

Francisco Valdez

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ÍNDICE DE MATERIAS

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Capitulo II. Historia temprana de las
sociedades amazónicas
p. 17-28

TEXTO NOTASILUSTRACIONES

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1La historia humana en la Amazonía es muy antigua y en lo que se refiere a la parte


correspondiente a lo que es hoy la república del Ecuador tiene raíces que comienzan a
comprenderse en su verdadera dimensión. Todo estudio histórico debe
necesariamente comenzar preguntando ¿dónde y cuándo comienza la presencia del
hombre en un determinado territorio?, para el caso de la amazonía ecuatoriana esta
pregunta parte del poblamiento mismo del continente americano y más
concretamente de América del Sur. El poblamiento inicial del Amazonía es tan antiguo
como el que se realizó en el altiplano andino o en la costa del Pacífico, pero la
densidad del bosque tropical, la inclinación de los suelos o los terrenos a menudo
inundados hacen que sus evidencias materiales se encuentren ocultas en la
naturaleza. No obstante, trabajos realizados en otras partes del Amazonía
demuestran ocupaciones Varias teorías han sido esbozadas para explicar el
poblamiento del continente americano, entre los cuales ha reinado el paradigma
conocido como el “Consenso de Clovis”, que aboga por el poblamiento tardío de
Sudamérica con una ocupación humana posterior a los 11,500 años antes del
presente (AP). Esta teoría reposa sobre la suposición de la presencia inicial del
hombre en América, mediante una migración desde Siberia hacia Beringia (un puente
terrestre creado durante la glaciación, en el cual el nivel del mar baja y se forma un
pasadizo de hielo y tierra entre el continente asiático y Norteamérica). A partir de la
entrada del hombre, a través de lo que es hoy Alaska, el continente se fue poblando
paulatinamente de norte a sur. Para el 10 000 AP los grupos humanos llegaron hasta
Tierra de Fuego, en la punta meridional de Sudamérica.
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Vías de penetración al continente sudamericano.

2Empero, evidencias encontradas en los últimos años en varios sitios de la Amazonía


demuestran que el hombre ocupó la parte oriental del continente desde hace por lo
menos 20,000 años (Lahaye, C. et al 2013). Sitios como Pedra Pintada, Santa Elina,
Boqueirao da Pedra Furada, Toca da Tira Peia, Toca da Pena, Baxao da Esperança, Sitio
do Meio, Pedra Pintada, Lapa do Boquete, Santana do Riacho y Alice Boër demuestran
la presencia del hombre en la baja Amazonía desde el Pleistoceno tardío. Estos sitios
comprueban la posibilidad de una ruta de entrada hacia la planicie amazónica a través
de la cuenca del Orinoco y a lo largo del río Amazonas con sus distintos tributarios.

3Evidencia nueva demuestra que el ser humano (organizado en bandas de cazadores


recolectores) fue capaz de desarrollar estrategias adaptativas conforme a la realidad
del terreno que iba ocupando. De acuerdo a la visión tradicional el cazador recolector
seguía manadas de animales a través del continente, aplicando un sistema
extractivista del medio ambiente, fundado sobre todo en la caza de grandes
mamíferos, cosa que parecería ser poco probable en la cuenca amazónica. No
obstante, el hombre pudo haber sacado provecho de los mamíferos menores que
vivían dispersos en los distintos ecosistemas del bosque tropical. La pesca y la
recolección de frutos diversos, incluyendo los moluscos y reptiles fluviales (caimanes,
culebras y tortugas) fueron sin duda el complemento ideal a la caza de aves y de
animales pequeños como el mono, el armadillo, o los roedores terrestres y fluviales
acuáticos (capibara, guatusa, guanta). Mamíferos más grandes como el tapir o danta,
distintos tipos de venados, saínos y pecarís son hasta la actualidad presas comunes
del bosque alto, pero en determinados casos los canidos y algunos los felinos son
también buscados en la foresta baja, donde hay menos mamíferos.

4Para el caso del oriente ecuatoriano, no se cuenta con información publicada sobre
sitios de ocupación humana antigua con fechas seguras. Las ocupaciones tempranas
de la selva aún no han sido claramente identificadas, por lo que no se tienen sitios
emblemáticos de los primeros cazadores recolectores que poblaron la selva alta o las
tierras bajas de la cuenca amazónica occidental. La investigación arqueológica
reciente ha demostrado sin embargo, restos de las primeras culturas sedentarias que
se asentaron en estos territorios, produciendo sus propios alimentos y transformando
paulatinamente al bosque primigenio.

5La evidencia que tradicionalmente se ha mencionado para la primera ocupación


humana en la alta amazonía se emparentaba con el utillaje de obsidiana y basalto
similar al encontrado en los sitios del periodo Paleoindio en la sierra. Los casos que el
Padre Pedro Porras menciona para dos localidades de la selva alta (Papallacta y
Jondachi) corresponden industrias líticas similares a las del complejo El Inga (Porras
1987: 222-223).
6Para la baja amazonía hay nuevos datos que cambian un poco el panorama. En los
últimos años, trabajos de arqueología de contrato realizados en el alto Napo habrían
identificado materiales trabajados por el hombre hacia el 9850+/-60b AP, en el sitio
denominado Guagua Canoayacu (OIVB1-07). El antiguo paradero se encuentra en la
cuenca del río Canoyacu, sobre una loma-con la cima plana-a 365msnm. Los trabajos
arqueológicos fueron ejecutados por Amelia Sánchez y el material lítico fue estudiado
por Ángelo Constantine a fin de la década de los años 1990 (Sánchez 1998;
Constantine 1998). La tesis de Licenciatura de Constantine trató por primera vez la
tecnología lítica de los pueblos prehistóricos de la amazonía – sitio Grefa-y como tal
es un primer aporte al estudio tecnológico de los grupos selváticos (Constantine
2004).

7No hay duda de que a medida en que la investigación sistemática avance en la


Amazonía se descubrirán nuevos datos que informen sobre la presencia humana
temprana en la selva alta. Resulta lógico pensar que el hombre andino buscó refugio
en la vertiente oriental de los Andes, al frío creciente y a las condiciones precarias del
medio sujeto a la última glaciación. Esta hipótesis es muy plausible si se considera
que el hombre temprano estuvo sujeto a un modo de vida sustentado en la alta
movilidad y a la búsqueda de todo tipo de recursos alimenticios. Desde el inicio los
pueblos que habitaron el bosque tropical húmedo desarrollaron estrategias de
subsistencia conforme a los recursos que tenían a su alcance. Las bandas iniciales, y
las tribus que con el tiempo se fueron estableciendo en este territorio, fueron
adoptando un patrón de asentamiento disperso, para evitar agotar los recursos
naturales en una zona específica. La alta movilidad que caracterizó a los primeros
grupos establecidos en la Amazonía fomentó la interacción cautelosa con otros
grupos humanos ubicados en las distintas regiones geográficas, que colindan con la s
Una vez que desarrollaron técnicas agrícolas, las limitaciones del suelo orgánico les
obligaron a practicar una horticultura y eventualmente una agricultura itinerante, para
asegurar un sustento estable a través de los distintos territorios y zonas ecológicas
del bosque tropical. elva alta o con los grupos asentados en la cuenca baja amazónica
(Salazar 1993:24-25).

8Como se ha visto la selva tropical húmeda es un ecosistema complejo, con suelos


considerados como pobres por la escasa profundidad del estrato orgánico. Sin
embargo, éste se regenera constantemente por la degradación del follaje, las frutas
maduras y de las ramas que caen continuamente desde las alturas. El hombre que se
introdujo en este medio aprendió a colectar frutos silvestres y comprendió el proceso
regenerativo de determinadas plantas mediante una horticultura sencilla. Esto es la
reproducción vegetativa de especies por la introducción de estacas en el suelo para
sustituir las plantas útiles que se han agotado. La observación del consumo de
determinadas raíces y rizomas por parte de varios mamíferos (roedores, zainos y
hasta osos) enseñó el valor nutritivo de los frutos comestibles que aparecen en el
substrato. El hombre aprendió a reintroducir el tubérculo y regenerar la planta
original. De igual forma, el hombre comprendió como determinadas frutas se
regeneran a partir de las semillas que las aves y algunos animales dejan en sus heces
luego de haberlas consumido. Por ello, ciertos árboles frutales y palmas, como la
guaba, el chontaduro y posiblemente el cacao fueron buscados y criados en el
entorno del hábitat humano.

9A pesar de que no hay estudios concretos sobre el proceso del desarrollo agrícola
inicial en la amazonía ecuatoriana, se sabe que el hombre comenzó a producir sus
propios alimentos en el bosque semi-domesticado desde hace unos 6000 años, en lo
que algunos especialistas, siguiendo a Donald Lathrap, han denominado el inicio de
las  Culturas de Selva Tropical (Lathrap 1970: 45-67; Salazar 1993: 26). Según la tesis
de Lathrap el conjunto de los pueblos selváticos compartieron una serie de elementos
culturales, que reflejan el éxito adaptativo que tuvieron en los distintos medios del
ecosistema amazónico. Si bien no todos los pueblos alcanzaron un nivel uniforme de
desarrollo cultural, muchas de estas culturas alcanzaron un alto grado de eficiencia
adaptativa al medio selvático para el 3000 antes de Cristo (a.C.). 1 Esta eficiencia se
basó en el desarrollo de un sistema agrícola sustentado en el cultivo de raíces y
rizomas con una explotación de los recursos acuáticos variados y donde la cacería de
aves y mamíferos fue de importancia secundaria (ídem: 47; Oliver 2008). Las bases
tecnológicas de las Culturas de Selva Tropical fueron el desarrollo de varias
actividades que con el tiempo y la especialización del trabajo se convertirán en los
instrumentos: el trabajo de la piedra y de la madera para elaborar herramientas
eficientes para transformar el medio y sacar provecho de sus recursos; la cestería, la
producción de textiles, y la alfarería. De hecho, los restos de cultura material que
sobreviven al paso del tiempo, al rigor del clima y sus efectos, son los únicos
vestigios con los que dispone el arqueólogo para identificar e interpretar la historia
antigua de los primeros pueblos. Con su estudio es posible caracterizar los antiguos
modos de vida y de llegar a definir los rasgos de la identidad de los distintos grupos a
través de los milenios. En el presente trabajo se discutirá sobre una serie de
evidencias que corroboran en grandes líneas la hipótesis profética de Lathrap y que
sin duda cambiaran la manera de ver y comprender a los antiguos pueblos de la selva
alta y de la cuenca amazónica.

Inicios de la práctica arqueológica en la región


amazónica del Ecuador
10El estudio de las primeras sociedades que surgieron en la Amazonía ecuatoriana es
relativamente joven, a pesar de que la práctica de la arqueología histórica tenga ya
más de cien años. En realidad el estudio de la primera historia de los pueblos
orientales ha tenido un retraso considerable en nuestro medio por varias razones,
siendo quizás la principal un prejuicio epistemológico nacido del evolucionismo
unilineal y de la escuela difusionista que caracterizó a la arqueología americana
durante la mitad del siglo XX. En el pensamiento tradicional de estas escuelas teóricas
la selva tropical húmeda era vista como la antítesis de la cultura. La naturaleza,
aparentemente indomada por la mano del hombre, tendría una serie de limitaciones
ambientales que impedirían el desarrollo social de las comunidades allí establecidas.
Al determinismo ambiental, que supone que los suelos amazónicos son incapaces de
sostener poblaciones numerosas, se añadía el presupuesto de que la civilización en
América tuvo un solo foco de origen (situado en Mesoamérica) y que ésta se introdujo
en el continente sudamericano por la costa del Pacífico para avanzar paulatinamente
hacia las tierras altas de la cordillera y descender mucho más tarde hacia la Amazonía
(Spinden 1917 a y b, Uhle, 1922, 1923, Jijón 1930; Borhegyi 1959, 1960; Meggers y
Evans 1964, Meggers, Evans y Estrada1965). Con este pensamiento en boga, la
arqueología de los pueblos bárbaros de la selva oriental no era una prioridad.

11Como no podía ser de otra manera es Monseñor Federico González Suárez, el padre
de la arqueología ecuatoriana, quien menciona por primera vez los monumentos
arqueológicos de la región amazónica. Lo hace cuando trata de los “muros de
Gualaquiza” ubicados en la cordillera oriental; sin embargo no entra en detalles y se
contenta en decir que estas fortificaciones eran quizás la prueba de las contiendas
habidas entre Cañaris y Jíbaros (González Suárez 1922: 58). El primer trabajo que se
realiza al este de los Andes es un estudio rápido de unas colecciones procedentes de
Macas. Geoffrey Bushnell un experimentado geólogo – arqueólogo inglés, que había
trabajado en la costa peruana y ecuatoriana, sintió la necesidad de presentar estos
materiales en una afamada revista europea y con ello presentar los primeros tiestos
de la alta Amazonía ecuatoriana al mundo (Bushnell 1946). Unos 10 años más tarde,
los esposos Evans y Meggers realizan la primera exploración sistemática por el río
Napo y descubren varios asentamientos ribereños. El estudio comparativo de los
materiales asociados, y unas cuantas fechas obtenidas con el innovador método del
análisis del carbono 142, permitió a los autores establecer la primera secuencia
cultural para la amazonía ecuatoriana (Evans y Meggers 1968). A fines de la década de
los 50, Lino Rampón, un misionero salesiano de origen italiano, que trabajaba en las
márgenes del río Chiguaza colecciona tiestos en varias localidades, luego bajo la
dirección de Pedro Armillas los estudia y publica en el Ecuador el primer informe
científico sobre materiales arqueológicos del oriente. El primer arqueólogo
ecuatoriano que trató de los materiales amazónicos en un tratado formal fue Jacinto
Jijón y Caamaño en su obra póstuma  Antropología Prehispánica del Ecuador de 1952.
Jijón mencionó tres tipos distintos de alfarería presente en la Hoya del Santiago
(jíbara), en la región de Quijos (Panzaleo III) y naturalmente en el Alto Napo. En sus
láminas expuso varias urnas y vasijas policromas procedentes del Napo, que vinculó
con las culturas amazónicas de Marajó y Santarem (Jijón 1952{1997}: 344 y Figs. 497
a 504).

12Si se hace una revisión de las publicaciones relacionadas con la arqueología


amazónica en el Ecuador, se pueden constatar algunos hechos significativos. Para
comenzar, los estudios publicados no son abundantes y, en la mayoría de los casos,
tratan únicamente sobre algunas regiones específicas, dejando de lado una gran parte
del territorio selvático oriental. Al gran vacío de la cobertura geográfica hay que
añadir el hecho de que son muy pocos los investigadores que han incursionado en
esta temática y que son aún más pocos los estudios que han llegado a difundirse a
través de artículos, monografías o publicaciones de divulgación científica. Esta
situación limita considerablemente el avance del conocimiento arqueológico. En una
publicación reciente se dividió la arqueología amazónica en el Ecuador en tres
etapas:  “A) los trabajos pioneros: Bushnell (1946), Jijón y Caamaño (1952{1997}),
Rampon (1959), Evans y Meggers (1956/1968), Porras (1961); B) los trabajos
sistemáticos (Porras 1971; 1975a y b; 1978; 1981; 1985; 1987; 1989); (Athens 1984;
1986; 1997); (Piperno 1990); (Moncayo 1994); (Ledergerber-Crespo 1995; 2007 a y
b; 2008); (Rostoker 1996; 1998; 2005); (Newson 1996); (Salazar 1993; 1998 a y b;
1999; 2000; 2008); (Rostain 1997a y b; 1999 a, b y c; 2005; 2006; 2008; 2010;
2011; 2012); (Carrillo 2003); (Guffroy y Valdez 2001ms); (Valdez et al 2005); (Valdez
2007 a, b y c; 2008; 2009; 2010; 2011); (Guffroy 2006); (Saulieu y Rampon 2006);
(Saulieu 2006 a y b; 2007); (Saulieu y Duche 2007); (Pazmiño 2008); (Cuéllar 2006;
2009); (Duche y Saulieu 2009); (Lara 2009 ms; 2010 a, b y c; 2011) y C) los trabajos
calificados de “contrato de saneamiento ambiental” efectuados desde fines de la
década de los años 1990” (Valdez 2013).

13Como se puede ver en la bibliografía, la producción no es muy amplia y a veces se


hace repetitiva, sin embargo se constata un aumento significativo de trabajos desde
los finales de los años 1990, con un esfuerzo particular a partir de la década del
2000. A estos títulos habría que añadir una larga lista de informes de la llamada
“arqueología de contrato” que no se publican por ser considerados, en su gran
mayoría, como información confidencial de propiedad de los contratantes. Este
absurdo de carácter “legal” contradice sustancialmente la naturaleza del trabajo
arqueológico científico que tiene por objeto indagar e informar a la comunidad sobre
la primera historia de los pueblos, contribuyendo así al conocimiento universal de la
sociedad humana en su conjunto. Resulta contradictorio que las autoridades
nacionales encargadas de velar por la investigación, preservación, difusión y puesta
en valor y función social de los patrimonios permitan que esto se de en el Ecuador del
siglo XXI. El escritor y semiólogo italiano Umberto Eco decía no hace mucho   “solo lo
que se ha publicado existe”, la información que no circula no sirve de nada y en este
caso, la destrucción de los contextos culturales, que implica la exploración
arqueológica, no es mejor que la HUAQUERÍA que descontextualiza las evidencias por
el mero afán de lucro económico.

14La arqueología amazónica en el Ecuador ha tenido una figura dominante desde la


segunda mitad del siglo XX. El sacerdote de la orden de los Josefinos, Pedro Porras fue
sin duda quien realizó la mayor contribución al conocimiento inicial de la primera
historia de los pueblos selváticos. Desde 1961 publicó el resultado de sus primeras
exploraciones en el alto Napo, en esto siguió los pasos de sus principales mentores,
los esposos Meggers y Evans del Smithsonian Institution.

15Al inicio, Porras comulgó también con las ideas difusionistas de los
norteamericanos y sostenía que la migración hacia las tierras bajas fue un fenómeno
discontinuo, caracterizado por un movimiento centrífugo, en que las diferencias
mínimas del medio, tanto en clima como en fertilidad del suelo, impusieron la
aplicación de las mismas técnicas de subsistencia a lo largo y ancho del valle
amazónico. El rápido empobrecimiento del suelo exigió a los habitantes estar
cambiando continuamente de lugar de residencia y  “no favoreció en forma alguna el
sedentarismo y produjo, en cambio, una mezcolanza de lenguas y de otros elementos
culturales que viajaron con enorme rapidez por todas direcciones”  (1987: 217-219).
16Sin embargo, a medida en que sus trabajos le fueron mostrando evidencias de
ocupaciones tempranas y complejas, Porras comenzó a cambiar su óptica difusionista
y se fue apartando de la visión tradicional, según la cual las migraciones vinieron, a
partir del tercer milenio, desde el litoral, hacia la sierra primero y luego al oriente. Al
final Porras afirmó que este fenómeno probablemente no se dio así y que en realidad
muchas de las culturas amazónicas influenciaron desde épocas tempranas a la Sierra
norte (durante la fase Cosanga), al altiplano del austro e inclusive a la costa (en
Machalilla) con la tradición Upano (ídem: 219).

17Los trabajos del Padre Porras fueron el reflejo de su época, sus primeros esfuerzos
abrieron el camino para que los futuros investigadores se dieran cuenta del inmenso
acervo cultural de los pueblos orientales. Con él comenzó a romperse el mito de que
lo amazónico era sinónimo de barbarie. Porras se mantuvo activo en el estudio de la
arqueología amazónica hasta su muerte en 1990 y su legado quedó marcado en la
historia de la disciplina; sus discípulos José Echeverria y Patricio Moncayo continuaron
con sus investigaciones en varios sitios previamente trabajados con su maestro.

Enfoques, periodos y fases: las evidencias


tempranas de la cultura material
18El propósito de este estudio es presentar las evidencias que permiten caracterizar a
las primeras sociedades que ocuparon la selva amazónica en el territorio nacional. Por
ello, no se pretende hacer un tratado completo de la arqueología amazónica en el
Ecuador. La temática que se trata es en realidad lo suficientemente amplia como para
poder trazar un primer capítulo de esa obra mayor que está todavía por escribirse.
Este texto tampoco pretende ser un manual técnico de arqueología, por ello no se
enunciaran los atributos formales de ciertas evidencias menores de la cultura material
(como la cerámica) que han sido tradicionalmente empleadas para sustentar el
carácter temprano de una cultura. Se subrayará en cambio los aspectos que informan
sobre los antiguos modos de vida que caracterizaron a las primeras sociedades de la
selva oriental.

19El título se justifica en la medida en que la información obtenida de primera mano


en una parte del país, hasta aquí ignorada en los estudios anteriores, brinda la
oportunidad de presentar los datos constatados en la alta Amazonía, que dan una
amplia información sobre los modos de vida que caracterizaron las primeras
sociedades sedentarias de la vertiente oriental de los Andes. Las evidencias expuestas
permiten hacer inferencias que pueden llegar a tornarse en generalizaciones para la
mayor parte del territorio amazónico de esta región. Con esto se pretende demostrar
la diferencia sustancial que hay entre los estudios arqueológicos académicos y los
trabajos puntuales que emplean las técnicas arqueológicas para explorar
momentáneamente el subsuelo e indagar si es que existen vestigios del pasado que
pueden o no correr un riesgo con motivo del movimiento estructural de tierras
producido por la realización de algún tipo de obras públicas o privadas. Se pretende
con esto demostrar cuál es el potencial de la arqueología científica y cuál es la
responsabilidad de un arqueólogo que pretende ser profesional en el campo del
estudio de las antiguas sociedades. Es evidente que la naturaleza de los dos trabajos
es distinta, pero el irrumpir en los contextos culturales del pasado implica una gran
responsabilidad hacia la comunidad que directa o indirectamente financia la
arqueología contractual. No hay que olvidar que la evidencia arqueológica es una
parte importante del patrimonio cultural de la Nación y por ello la información que de
su estudio se desprende pertenece irrevocablemente al pueblo ecuatoriano en primer
término y a la humanidad en general.

20Para enmarcar adecuadamente el nuevo panorama, hay que forzosamente echar


una mirada a los trabajos anteriores que trataron de este tema. Por eso se hará un
breve recuento de la información con la que se contaba hasta hace poco sobre las
primeras ocupaciones humanas en la Amazonía ecuatoriana. Partiendo de la secuencia
cultural establecida por Evans y Meggers para el Napo (1968: 7-87) las primeras
evidencias de ocupación encontradas en la baja amazonía se iniciaban hacia el
2000+-90 antes del presente (AP) con la llamada  fase Yasuní, identificada en dos
sitios a orillas del río Napo. A estas evidencias tempranas le siguen tres fases más
tardías: la  fase Tivacundo (510 d.C.), con materiales encontrados en dos sitios
ubicados en la margen izquierda del río Tiputini; la   fase Napo (1188-1480 d.C.) con
ocho sitios y la  fase Cotococha (1450-1500 d.C.) establecida en base a los restos
arqueológicos excavados en cuatro sitios (Echeverría 2012:142-143).

21Este esquema inicial encajaba bien dentro de la periodificación propuesta por los
esposos Meggers y Evans (siguiendo a su colega James Ford) y secundada por Emilio
Estrada para el desarrollo cultural precolombino del Ecuador. El esquema dividía la
primera historia en cuatro periodos mayores (de allí el termino periodificación): El
Precerámico, una etapa donde los grupos humanos estaban organizados en bandas
de cazadores recolectores, que no conocían la alfarería y que no tenían aún un modo
de vida sedentario. El Formativo, la etapa en que comienza a formarse la sociedad
propiamente dicha, con adelantos tecnológicos que facilitan la vida (la alfarería, los
textiles, etc.) y que permiten asegurar la subsistencia casi todo el año (agricultura).
Esto facilita a que los pueblos se asienten en un determinado territorio de manera
permanente (o casi); por ello se habla entonces del surgimiento de las sociedades
aldeanas agro-alfareras. El periodo de Desarrollo Regional supone que el éxito
adaptativo alcanzado por los grupos produce un crecimiento demográfico que obliga
a que una parte de la sociedad se expanda hacia los territorios vecinos e implante su
modo de vida a nivel regional. Esto implica un reordenamiento sociopolítico donde
surgen jefes locales (señores o caciques) que controlan sus regiones y donde se
imprime una cierta identidad sociocultural en las distintas regiones. El último periodo
es llamado de Integración por que supone que las fuerzas políticas regionales se han
ido agrupando, integrando en unidades mayores que poco a poco permitirán el
surgimiento de una organización sólida que puede llamarse formalmente un estado.
Como se puede ver cada periodo reflejaba una serie de modos de vida reconocidos a
través de una cierta expansión geográfica, con las innovaciones tecnológicas que
llevaban a un progreso sustancial y que de alguna manera influenciaban en
estructurar la organización política de los distintos pueblos a través del tiempo.
Dentro de cada periodo se daban las fases particulares de este desarrollo; éstas
podían ser identificadas por una serie de rasgos específicos comunes que se
encajaban bien dentro del concepto de cada periodo.

22Aunque en principio se necesitaba de varios de estos rasgos culturales para definir


la fase, en la práctica se utilizaron criterios geográficos (ubicación física);
cronológicos (cuando habían fechas confiables); o alguna innovación técnica o
estilística en la cultura material (cerámica, lítica, metalurgia, etc.) para definir los
cambios de fase. La periodificación cultural se fue llenando de fases construidas con
los criterios que se tenían a la mano, o que se podían identificar fácilmente en el
registro arqueológico (las evidencias materiales del comportamiento pasado). El libro
Ecuador,  Ancient Peoples and Places de Betty Meggers (1966) se convirtió en la Biblia
de la arqueología nacional, donde toda nueva contribución debía encajar en el
esquema teórico metodológico de este gran compendio de las fases culturales (fases
arqueológicas) precolombinas. Es verdad que en este primer vademécum
arqueológico moderno, la amazonía contaba con muy pocas páginas.
Las fases y sitios tempranos
23Pedro Porras fue quien se encargó de ir completando el cuadro con múltiples
entradas para las tres regiones del país, pero fue sobre todo en el oriente donde su
obra fue la más prolífica. Entre 1970 y 1987 este autor identificó unas diez fases
culturales para la amazonía. De estas dos pertenecen al periodo Precerámico
(Jondachi y Papallacta); cuatro al Formativo (Pastaza, Los Tayos, pre-Upano, una parte
de Upano, Chiguaza y Cotundo); otros cuarto se extienden entre el Desarrollo
Regional y el periodo de Integración (Cosanga-Pillaro I a IV, Suno, Upano II y III y
Ahuano). Muchas de estas fases hoy son muy discutidas y algunas ignoradas, pues
naturalmente, a medida en que la ciencia avanza hay mayor información contextual y
los métodos se depuran para ir aclarando y completando el panorama inicial.

24Una de las fases emblemáticas que Porras estableció fue se relaciona con los
materiales encontrados a orillas del río Huasaga, en la baja amazonía y que él
denominó con el nombre genérico de Pastaza. Las exploraciones de campo que el
Padre realizó en varias localidades complementaron y documentaron los materiales
que habían sido colectados durante muchos años por los misioneros y militares que
estaban acantonados en esa zona. Las recolecciones de superficie y los cortes
estratigráficos realizados le dieron un panorama secuencial amplio de las distintas
ocupaciones y le permitieron obtener carbón vegetal de los contextos excavados, que
luego fue analizado por el método de carbono 14. Algunos de los fechamientos
obtenidos mostraron que había una ocupación temprana (Porras la situaba entre el
2500 y el 1000 a.C.) relacionada con un material cerámico de caracteristicaza técnicas
y estilísticas bien ejecutadas. Sobresalían las técnicas decorativas del inciso, exciso y
punteado con motivos complejos que si bien se conocían para el Formativo
ecuatoriano, no eran particularmente abundantes en la región amazónica. Materiales
cerámicos muy similares fueron igualmente encontrados en el lado peruano del río
Huasaga por un equipo encabezado por Warren DeBoer, estos fueron clasificados
como pertenecientes a la fase Kamihun con fechados entre 2300 y 1900 a.C. (DeBoer
et al 1977). A pesar de las similitudes estilísticas y cronológicas de estos materiales la
llamada fase Pastaza ha sido muy cuestionada en la actualidad, puesto que trabajos
realizados por el arqueólogo John Stephen Athens en el sitio Pumpuentsa, a orillas del
río Macuma, documentaron la presencia estratigráfica de materiales similares (con
decoración en línea fina incisa y puntuado) en capas fechadas hacia el siglo VII AD.
Para una discusión bien fundamentada de esta controversia conviene consultar el
capítulo de Geoffroy de Saulieu en la obra   Pastaza Precolombino (Duche y de Saulieu
2009: 52-57). En la actualidad se conoce que la distribución de la cerámica fina que
caracteriza a la llamada fase Pastaza tiene una amplia distribución a lo largo de la alta
y la baja amazonía de Colombia, Ecuador y Perú y que tiene una duración en el tiempo
que podría darle los atributos de un horizonte estilístico más que de una fase
particular (Salazar 2008: 264).

25Otra fase temprana establecida por Porras, que también se ha vuelto emblemática
en la arqueología amazónica del Ecuador es conocida como   Los Tayos, por haberse
encontrado en la famosa cueva del mismo nombre. Ésta se encuentra en la provincia
de Morona Santiago, en la margen derecha del río Coangos, a unos 800 msnm. Su
acceso es difícil por lo que debió haber requerido de una infraestructura externa muy
particular para permitir su ingreso.

26Porras y un equipo de estudiantes acompañaron a la expedición británica que


exploró la cueva a mediados de 1977. En una cámara lateral de la cavidad se
encontraron los vestigios de una tumba, donde según Porras, el cadáver se
encontraba en posición sedente sobre unas lajas. En su entorno había una serie de
ofrendas funerarias, que incluía objetos en cerámica y en concha marina, proveniente
del Pacífico. La fase Tayos se construyó basándose únicamente en los materiales
encontrados en la sepultura, pues en los alrededores de la cueva nunca se encontró
ningún otro material similar o relacionado con la posible fase. Los fechamientos se
hicieron mediante el carbono 14 extraído de algunas conchas y con el análisis de
termoluminiscencia practicado en ciertos restos cerámicos. Porras afirmaba que las
fechas obtenidas coinciden en torno al año 1500 a.C. Los materiales cerámicos
presentaban una homogeneidad tanto en su técnica de manufactura, como en el estilo
de sus decoraciones. Para el investigador había una inconfundible similitud entre los
materiales encontrados en la cueva y la cerámica de las fases Machalilla de la costa y
con Cerro Narrio del austro ecuatoriano (Porras 1981).

27Lo que más llamó la atención fueron los abundantes adornos corporales trabajados
en varios tipos de concha marina:   Spondylus, Conus, Pinctada ssp.  así como cuatro
ejemplares enteros de la bivalva   Spondylus. La presencia de estos artefactos implica
necesariamente alguna forma de interacción con los pueblos costeros, así como el
hecho de compartir un interés especial por el simbolismo vinculado a la concha
sagrada, conocida como el alimento de los dioses. Karen Olsen Bruns afirma, en un
articulo temático que los materiales encontrados en la cueva no pertenecen a un
entierro específico sino que corresponden a ofrendas realizadas sobre un periodo de
tiempo indeterminado y que  “el minado en la cueva del guano de los
pájaros” seguramente mezcló los depósitos originales y que por ende los contextos
no son confiables (Bruns 2003: 158). Sea cual haya sido la posible alteración de los
depósitos la cerámica encontrada en la cueva si guarda la unidad estilística que se
esperaría de los materiales del Formativo Medio a Tardío del austro andino que
probablemente estuvo en la vía de paso entre el oriente y la costa Pacífica, por lo que
las fechas obtenidas por Porras serian coherentes con los materiales. En este sentido
concuerda Arthur Rostoker, en su evaluación de la cronología del Periodo Formativo
del oriente (2003: 539); pero subsiste el problema de la ausencia total de otros
materiales culturales similares en las regiones vecinas del Coangos, del Santiago o del
Cenepa. Seria de esperarse que futuros trabajos de investigación en esta área aclaren
algún día este dilema.

28Rostoker presenta casos similares de dataciones antiguas (que caen dentro del
rango del periodo Formativo) pero que carecen de evidencia factual que permita
identificar inequívocamente otras ocupaciones tempranas en la baja amazonía. El caso
de la fase Pre Upano del Complejo Sangay de Porras (o Huapula en la terminología
más moderna) tiene dos fechas tempranas (N 4491 4700 +-70 BP y N 4201 4470 +-
35 BP) pero están aparentemente aisladas de contextos culturales seguros y no se les
ha podido asignar materiales correspondientes (Rostoker 2003/541-542 tabla C1).
Los trabajos posteriores de Salazar (2003) y Rostain (2005, 2010) aclararon
parcialmente este inconveniente, pues ellos elaboraron una secuencia en cuatro
etapas que se inicia hacia el 700 a.C. con la fase Sangay que aparece de cuando en
cuando en la base inferior de los montículos del alto Upano.

29Una situación algo similar, pero quizás menos segura sucede en los sitios ubicados
en Morona Santiago: El Remanso (Beta 17972 4030 +-40 AP), La Selva (Beta 52538
3670 +-450AP) y Misión Santiago (Beta 228555 2100 +-40 AP) que presentan fechas
de C14, pero el material cerámico asociado no tiene los rasgos propios de la alfarería
temprana, sino de las etapas más tardías (Lederberger 2006: 138-142, fig. 18 Tabla
2).

30Rostoker cita otros sitios, estudiados en la “zona petrolera” de la baja amazonía,


dentro de la modalidad de arqueología de contrato, con fechados tempranos
obtenidos por un laboratorio que tuvo una vida muy corta en el país y que estuvo
asociado a la Comisión Ecuatoriana de Energía Atómica. Estos incluyen los sitios de
Bicundo Chico: CEEA 161 3140+-70 AP (Bolaños et al s.f.); Curiurcu: CEEA 12 2620+-
100 AP (Delgado s.f.); El Avispal CEEA 02 3360+-220 AP (Delgado s.f.); El Guayabo
CEEA 162 2520+-70 AP (Bolaños et al s.f.) y Pata 1 con un fechamiento realizado en
el Smithsonian Institution de 2830+-140 AP (Echeverría s.f.). Rostoker opina que los
datos obtenidos en estos sitios requieren de mayor confirmación tanto en los
contextos como en los fechamientos mismos; pero dice que si estos datos resultan
ser confiables, estos sitios pudieran ser la mejor evidencia de ocupaciones tempranas
en la baja amazonía (Rostoker 2003: 541 tabla C1).

31Otros sitios o fases que carecen de fechas, pero que fueron catalogadas como
formativas, en base a criterios estilísticos fueron Chiguaza y Cotundo (Porras 1980:
123 – 133).

32Pedro Porras estimaba que esta última fue la única fase del Formativo encontrada
en la sección norteña de la cuenca amazónica ecuatoriana y por ello era una evidencia
de las migraciones que fluyeron por el corredor de la ceja de montaña de la cordillera
oriental. Se ubica en la parte alta del río Misaguallí, afluente del Napo, a 600 msnm. A
esta fase se asocian muchas rocas con petroglifos. Porras estimaba que la fase
Cotundo era el antecedente de la fase Cosanga-Pillaro, pues encontraba en ella una
gran cantidad de elementos comunes, tanto en la cerámica como en la lítica. Le
asignó una duración entre 1000 a 300 a.C. (Porras 1987: 237-240).

33Una última categoría de evidencias son las que comienzan a ser reconocidas en el
campo, pero que no logran ser identificadas claramente ni por su estilo, ni por su
ubicación temporal. Un caso notable son los materiales que están apareciendo en
distintas localidades de la alta y baja amazonía del país y que por falta de estudios
sistemáticos se encuentran en el limbo del conocimiento científico. Esto es que se los
conoce vagamente, pero no se logra ubicarlos dentro de una secuencia conocida. Se
trata de materiales culturales de diversa índole que guardan similitudes tecnológicas y
estilísticas notables con los materiales que el arqueólogo Daniel Morales encontró en
la selva baja peruana y que describió como la fase Chambira (Morales 1992) que él
atribuyó a una antigüedad relativa por lo menos similar a la de Chorrera, en la costa
ecuatoriana. La presencia de botellas con asa silbato, con doble asa y puente son
elementos tempranos diagnósticos de la parte final del periodo Formativo. Los
materiales han aparecido en una franja muy amplia que va desde la selva alta de
Morona Santiago/Zamora Chinchipe (colecciones particulares visitadas) hasta la selva
baja de Limoncocha, Sucumbios (Solórzano s.f.). En los últimos años se han reportado
varias localidades entre el río Pastaza y los tributarios del Huasaga, donde abunda el
material con una posible ubicación estratigráfica y asociación con la fase Pastaza. En
un reconocimiento reciente en los alrededores de Taisha se encontró este material
(María Fernanda Ugalde comunicación personal, febrero 2013). Cosa similar se dio en
un reconocimiento en las cercanías de la misión Salesiana de Watsa-Kentza (Malo
2013: 124-134). En estos sitios abunda un material de textura fina, con decorados en
incisión, figurillas antropomorfas y botellas de doble pico y asa puente, inclusive hay
unos ejemplos curiosos de asa de estribo. Morales señaló en su artículo que estos
materiales tienen  “una estrecha vinculación con el Área Septentrional Andina, donde
los estilos achurado y barrancaoide tienen fechados bien tempranos en los sitios
Puerto Hormiga, Valdivia, Barrancas y últimamente en el Upano”  (Morales 1992: 155),
pero a falta de dataciones seguras dejó la puerta abierta a una antigüedad variante,
conforme se sigan o no las distintas tradiciones tempranas de la Amazonía. La amplia
dispersión de este estilo aparentemente temprano, a lo largo de varios afluentes del
Marañón hace que se lo deba tomar en cuenta para, por lo menos discutir su
importancia cronológica dentro del ámbito de las interacciones a corta, media y larga
distancia entre la baja y la alta amazonía a través del tiempo.
Aumentar Original (jpeg, 848k)

Picos y asas de botella de la zona de Watza-Kentza, río Huasaga.

La realidad del dato arqueológico


34Como se ha visto, la definición de las primeras sociedades amazónicas se ha hecho
generalmente en función de los restos materiales (cerámicos) encontrados en alguna
localidad de la selva; de donde se ha podido obtener información sobre la edad
probable de los vestigios. Los fechamientos radiocarbónicos sirven para establecer la
cronología absoluta de los depósitos, mientras que la tipología tecnológica-estilística
sirve para orientar al investigador, dando una idea de la posible antigüedad de las
evidencias (cronologia-relativa). En la mayoría de los casos, las fases han sido
constituidas por la ubicación geográfica, los atributos morfológico-estilísticos de los
materiales y por los indicios de la cronología absoluta o relativa que se ha podido
reunir. En algunos casos, la información obtenida permite también establecer la
extensión probable de los asentamientos relacionados con la fase. En otros casos,
más reducidos, se ha podido obtener información sobre los alimentos que se
consumían, sobre los materiales que utilizaban (trabajaban o intercambiaban), sobre
las viviendas que construyeron, sobre las costumbres funerarias que tenían y
eventualmente sobre los valores naturales y sobrenaturales que pudieron haber
manejado. En esta minoría de casos las fases pueden llegar a tener la profundidad
sociocultural que sirve para comprender y estudiar la primera historia de los pueblos
del pasado.

35Es evidente que el registro arqueológico (los vestigios que se encuentran en el


campo) siempre es limitado y siempre debe ser considerado como una pequeña
muestra de lo que la antigua sociedad produjo. El dato arqueológico siempre sufre un
constante deterioro, que limita el potencial de información que puede ofrecer. En la
Amazonía, la constante humedad del clima, la extrema acidez de los suelos y el
carácter omnipresente de la vegetación tupida impide la visibilidad y sobre todo la
buena conservación de los materiales orgánicos y de ciertos minerales. Es por ello que
la identificación de los sitios y de los contextos siempre es muy azarosa. En los
últimos años esto ha cambiado para bien, gracias al avance de las ciencias físicas que
permiten analizar muchos materiales que antes eran ignorados o simplemente
desechados como inútiles o poco informativos. El progreso logrado en los métodos de
registro físico y gráfico de los sitios y de los materiales ha permitido igualmente tener
un panorama más amplio de la ubicación geográfica y de las asociaciones posibles de
los distintos sitios o materiales. Por otro lado, la constatación de determinadas
regularidades en el registro permite proponer modelos teóricos (a veces matemáticos)
que ayudan a formular hipótesis de trabajo bien fundadas, que a medida en que se
confirman o se desechan hacen avanzar el conocimiento factual de las antiguas
sociedades. El mejor manejo de los diferentes tipos de evidencias y de modelos
interpretativos permite comprender y sacar un provecho más completo del dato
arqueológico. No obstante, nada remplaza el reconocimiento físico del terreno y la
reflexión académica de las problemáticas que la arqueología siempre buscará: la
mejor comprensión del accionar social del hombre.

36En el presente análisis no se sigue el esquema de periodificación propuesto por


Meggers en 1966, pues la evidencia contextual de la región amazónica, con la que se
cuenta hasta la fecha, no permite identificar los periodos definidos por la celebre
autora. Este esquema evolutivo del desarrollo sociocultural de las sociedades
precolombinas no encaja cómodamente en la región amazónica. Con la evidencia que
hoy se maneja, se puede ver que los procesos sociales no son similares a los que
pudieron haberse dado en la costa o en el altiplano andino; y esto sobre todo en lo
que se refiere al desarrollo de un mismo tipo de cultura a nivel regional o a la
homogeneización que implica una integración sociopolítica en un determinado
momento. Aunque aquí no se trate en detalle de los supuestos Desarrollos Regionales
o de la Integración geográfico política de las antiguas culturas, si se puede afirmar sin
temor de equivocación alguna, que los fenómenos sociales que se dieron
antiguamente en el medio selvático no siguieron la misma senda que las formaciones
sociales del litoral.

37En vez de hablar de Precerámico o de Formativo se tratará en cambio de la época en


que los grupos humanos dejan el modo de vida nómada, donde las actividades
extractivistas (caza y la recolección) eran las principales actividades de subsistencia y
adoptan paulatinamente un modo de vida semi-nómada o sedentario itinerante.
Producen además una buena parte de sus alimentos y han desarrollado ya una
destreza particular en las actividades que hoy se podrían calificar como artesanales: la
alfarería, el tejido de las fibras vegetales, la cestería, el tallado de la piedra, la madera
o el hueso, etc.

38Las investigaciones arqueológicas realizadas en la alta amazonía del sur oriente del
país han permitido recabar un sinnúmero de datos que informan ampliamente sobre
los modos de vida, los avances tecnológicos, la organización social, la planificación
del uso del espacio, las costumbres funerarias y la cosmología en general de los
pueblos asentados al este de los Andes. Aunque no se puede generalizar el modo de
vida evidenciado en esta parte de la selva alta para toda la región amazónica, se
piensa que muchos de los rasgos que aquí se discuten eran ya parte de la vida de los
grupos humanos que poblaron el bosque tropical en estas primeras épocas.
Naturalmente, sólo la investigación en otras partes del territorio amazónico podrá
confirmar, corregir o complementar los datos que aquí se presentan. El mosaico de la
arqueología amazónica recién comienza a formarse, los datos que aquí se exponen
pueden servir de guía referencial para el tipo de evidencias que se deberían buscar en
otras localidades. Por ello se las presenta con cierto detalle, recalcando en que son las
bases empíricas que deberían sustentar un modelo teórico para comprender los
modos de vida de las primeras sociedades selváticas.

39Con un acervo significativo de datos se podrá interpretar la evolución sociocultural


en los distintos medios y paisajes amazónicos. Es muy probable que lo que se
observa en la alta amazonía no se aplica cabalmente a la baja amazonía, donde la
dualidad entre tierra firme y zonas inundadas (várzeas) exige otras estrategias
adaptativas. Sin embargo muchas de las costumbres, técnicas, y creencias debieron
haber sido ya generalizadas entre los pueblos selváticos, pues como se verá más
adelante la INTERACCIÓN entre los pueblos era una práctica común. La comunicación,
el intercambio de bienes e ideas, el conflicto entre grupos han dinamizado a los
pueblos amazónicos. El contacto inducido por las relaciones de parentesco o por la
necesidad de reunirse para ejecutar determinadas actividades colectivas unen
constantemente a los pueblos en la actualidad y es muy probable que esta necesidad
humana se fue formando paulatinamente a medida en que los distintos grupos
sociales se establecieron a lo largo y ancho de las selvas orientales. El aislamiento
voluntario no era precisamente la mejor estrategia para adaptarse a un medio difícil;
en la práctica había más peligros en la soledad que en la sociabilidad. La sedentaridad
itinerante forzosamente puso en contacto a distintos grupos dispersos sobre una
región amplia.

NOTAS

1 “…a reasonable high state of efficiency by 3000 BC. The origins are to be sought in any of
the extensive areas of riverine flood plain in the Amazon and northern South America”  (Lathrap
1970:67).

2 Este método de datación, ideado en 1949 por Willard Libby, se fundamenta en principios de
la física nuclear. Consiste en la medición del contenido de carbono 14 presente en un resto
orgánico antiguo. El procedimiento parte del principio que en la biosfera hay varios isotopos de
carbón, algunos no radioactivos como el C12 y el C13 y otros radioactivos como el C14.
Durante la vida orgánica los seres vivos absorben los isotopos que están en la atmosfera, de
manera que el contenido de C14 que un organismo ha acumulado durante su vida es igual a la
cantidad de C14 presente en la biosfera cuando éste existió. Al momento de su muerte, el
organismo deja de absorber el isotopo de C14 y la cantidad que se acumuló en su estructura
se irá desintegrando con el paso el de C14 pierde la mitad de su composición cada 5730 años,
es decir que se puede medir la cantidad de C14 presente en un resto orgánico del pasado, y
compararlo con la cantidad que existe en la actualidad. La diferencia entre ambos dará un valor
que refleja el momento en que el organismo antiguo dejó de absorber el C14 y, por ende se
puede calcular hace cuanto tiempo el C14 comenzó a desintegrarse. Los cálculos modernos
toman en cuenta las inconsistencias que se dan regularmente en la presencia del C14 en la
atmosfera, pues varios factores pueden causar variaciones en los niveles de su constancia. Los
rayos cósmicos afectan, por ejemplo, la intensidad del C14, así como las reservas no
constantes de C14 que se acumulan irregularmente en los océanos, la materia orgánica y en
las rocas sedimentarias. Es por ello que los físicos han desarrollado métodos de calibrar o
corregir las inconsistencias en la medición original. Con la calibración de las medidas se
pueden obtener fechas más exactas, medidas que reflejan mejor las proporciones entre el C12
y el C14 que tienen los organismos al momento de la medición.

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

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Leyend
Vías de penetración al continente sudamericano.
a

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img-2.jpg

Archivo image/jpeg, 157k

Leyend
Picos y asas de botella de la zona de Watza-Kentza, río Huasaga.
a

URL http://books.openedition.org/irdeditions/docannexe/image/18189/
img-3.jpg

Archivo image/jpeg, 848k

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OpenEdition Books License
Capitulo I. La Amazonía ecuatoria una multiplicidad de paisajes

Capitulo III. Cultura Mayo Chinchipe - Marañón

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