La Cultura Latinoamericana en Los Procesos de Integracion Continental Luis Ayerbe Rafael Molina Ignacio Nunez
La Cultura Latinoamericana en Los Procesos de Integracion Continental Luis Ayerbe Rafael Molina Ignacio Nunez
La Cultura Latinoamericana en Los Procesos de Integracion Continental Luis Ayerbe Rafael Molina Ignacio Nunez
r
I
LA CULTURA LATINOAMERICANA
I
I EN LOS PROCESOS
DE INTEGRACIÓN CONTINENTAL
Luis Fernando Ayerbe, * Rafael Cuevas Molina, **
19nacio Medina Núíiez***
MARRAS, s.: "América Últilla. Marca Registrada", pp. 468-9, Ed. Universidad de Guadalajara, México,
1992
Este tema de Ia identidad cultural en América Latina se puede consultar tarnbién en MEDINA, 1.:La
identidad latinoamericana en el debate cultural, Koeyu Latilloamericano, no. 81, afio 20, pp. 29-34,
Caracas, Venezuela,julio de 1999.
GlMÉNEZ, G.: "Identidades en Ia globalización", Revista Espiral, No. 19, pp. 28, Universidad de
Guadalajara, México, septiembre-diciembre, 2000.
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""""
r
Cultura y Sociedad
THURN, H. P. en: GlMÉNEZ, G., comp.: Ia teoría y el análisis de Ia cultura, p. 80, Programa
nacional de formación de profesores universitarios en Ciencias Sociales. SEP, U de G., COMECSO.
México, 1986.
JAEGER, w.: Paideia, p. lI, Ed. Fondo de Cultura Económica. 14".Reimpresión. México, 2000.
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Anuario de Integración Latinoamericana y Caribena
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Cultura y Sociedad
dad de una castración cultural a través de teorías banales como Ia deI
«fin de Ia historia», de Fukuyama. En otras palabras, Ia pobreza, Ia
falta de equidad y Ias dictaduras militares nos han mutilado ciertamen-
te parte de nuestro ser latinoamericano, pero 10 más terrible que po-
dría suceder es quitamos Ia posibilidad de ser hacia el próximo futuro.
«EI éxito más grande que ha logrado Ia política neoliberal y tecnocrática
en el continente (eon Ia ayuda de Ia represión generalizada y Ia cultu-
ra deI terror en los países deI Cono Sur) ha sido precisamente el es-
trechamiento radical de los límites de 10 que aparece como posible. En
Ia medida en que se interiorizan esos límites, se encarcela ai imagi-
nario colectivo. Ya no se trata sólo de que, basados en el realismo
político, se puedan reconocer los límites de 10 posible a corto plazo.
Se trata de una transformación cultural mucho más esencial: el es-
trechamiento de Ios límites de 10 que es siquiera imaginable como
posible».1O
De esta manera, quien tenga Ia tentación de hundirse en el pesi-
mismo por tanto desastre económico en América Latina y por Ia gran
distancia que todavía existe entre el juego positivo de Ia democracia
electoral y Ias terribles condiciones reales de vida de Ia población, le
está terminando de dar el triunfo a Ias políticas totalitarias dei modelo
neoliberal. Cuando olvidamos quiénes somos, de dónde venimos; cuando
perdemos Ia esperanza de nuestro ser para'el futuro como comunidad
latinoamericana de naciones es cuando sufrimos Ia castración cultural
que nos imposibilita salir deI subdesarrollo y transformar Ia democra-
cia electoral en democracia social. La visión latinoamericana no pue-
de ser Ia de Pandora cuando cierra Ia caja para impedir que Ia espe-
ranza vuele hacia el mundo de Ios humanos, ni tampoco Ia dei Prometeo
encadenado a quien eternamente los animales Ie estarán carcomiendo
Ias entrafías.
Lo más prometedor aunque muy complejo en Ia formulación de
una propuesta para América Latina se encuentra en el reconocimiento
de una identidad cultural que puede inundar los diferentes proyectos
de integración en Ia región. Una formulación de este tipo ha salido en
palabras deI novelista peruano Mario Vargas Llosa: «Para mí -dice-,
América Latina es fundamentalmente eso: una especie de vórtice de
toda clase de tradiciones, corrientes culturales, modos de vida, com-
portamientos y también de ideas y manifestaciones artísticas. Es una
forma muy diversa, pero que de aIguna manera va, está yendo, hacia
una correspondencia. De hecho los fenómenos se han dado mucho
más con un carácter continental que con un carácter nacional... Hay
en América Latina una dinámica que viene de abajo, mucho más que
de arriba, aunque arriba también hay un fenómeno intelectual, desde
luego, pero que responde a una realidad étnica, sociológica y a una
problemática que también se da de una manera mucho más regional
que nacional... América Latina puede llegar a ser 10 que pienso que
sería 10 mejor para ella: un continente que, como está ocurriendo en
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Anuario de Integración Latinoamericana y Caribeiía
I I VARGASLLOSA, M. en: MARRAS, S.: "América Latina. Marca Registrada", pp. 100-1,Ed. Univer-
sidad de Guadalajara, México, 1992.
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Cultura y Sociedad
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Alluario de llltegracióll Latilloamericalla y Caribefía
tidad y quiere cambiaria, dejar de ser como es para ser otro. Es una
tragedia: para ser yo, debo dejar de ser como soy para ser como el
otro. Debo renunciar a mí y asumirme como aquel que no soy. Sobre
este tema, dice, por ejemplo, Roberto Fernández Retamar: «esa im-
plantación de los criterios de Sarmiento, en Ia Argentina, fue mons-
truosa: incluyó destruir físicamente no sólo a los indígenas sino inclu-
so aIos gauchos, incluso aI pueblo mestizo que se estaba gestando en
Ia Argentina».12
Esta contradicción que es tan patente en el pensamiento, Ia acción
y Ias políticas estatales impulsadas por Sarmiento en Ia Argentina de
Ia primera mitad deI siglo XIX, no Ie es propia solamente a éI y a su
tiempo. Siguen estando presentes aún en nuestros días, aunque los
referentes culturales, los modelos y los deseos de ser se proyecten en
otras direcciones. Es aquella parte de nuestra identidad que reniega
de nosotros mismos, que sigue viendo, siempre, hacia afuera, que piensa
que Ia vida (Ia real, tal como debe ser) está en otra parte (general-
mente en eI Norte). En mayor o menor medida, con mayor o menor
niveI de conciencia, hay siempre en cada uno de nosotros -aunque no
10 queramos y 10 rechacemos, como un pecado original producto de
nuestro pasado colonial- pedazos, elementos, rastros de esta identidad
espuria. Hay en ocasiones en muchos latinoamericanos una actitud
chocante, frívola y estridente cuando, dejándose llevar simplemente
por Ia moda, se rechazan costumbres propias para adoptar acríticamente
Ias novedades deI primer mundo. Pero también está presente, en algu-
nas ocasiones, en nuestros escritos de académicos e intelectuales que
se sienten disminuidos, faltos de legitimidad y respaldo científico, si no
citamos y establecemos referencias (mejor si son constantes y actua-
lizadas) de 10 último que se ha pensado en Europa o en alguna univer-
sidad norteamericana. Nada hay de maIo en Ia relación y vínculo con
otras culturas, pero hay que tener cuidado con el pequefío Sarmiento
que todos podemos llevar dentro.
Pero esa es una parte de nuestro yo. La otra, Ia que se enorgullece
de 10 que somos, Ia que se emociona con nuestra historia, Ia que busca
Ia forma de entroncar el futuro con Ias raíces que se hunden en Ia
historia está representada por José Martí. En éI florece el orgullo de
ser 10 que somos: herederos de Ios rnayas pero también de los griegos;
es decir, doble, triplemente ricos porque podemos reivindicamos here-
deros de Ia cultura occidental, ser una expresión particular de ella y, aI
mismo tiempo, continuación de Ias culturas ancestrales que poblaron a
Nuestra América. Y, más aún, forjadores de una cultura en Ia que se
incrusta poderosamente el tronco africano que le da ritmo, dioses y
color.
José Martí pide que privilegiemos 10 nuestro sin perder de vista
que somos parte deI género humano: «Injértense en nuestras repúbli-
cas eI mundo- dirá- pero el tronco ha de ser el de nuestras repúbli-
12 FERNÁNDEZ, R. en: MARRAS, S.: "América Latina. Marca Registrada", p. 309, Ed. Universidad de
Guadalajara, México, 1992.
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Cultura y Sociedad
I) MARTÍ,1.: "Nuestra América", en: Tres documentos de IIlIestraAmérica, pp. 34-35, Colección
Pensamiento de Nuestra América, Casa de Ias Américas; La Habana; 1979.
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Anuario de lntegración Latinoamericana y Caribefía
CULTURAE INTEGRACIÓN:
UNDEBATECONTEMPORÁNEO
Así arribamos a Ias postrimerías dei siglo XX, y nos enfrentamos a
nuevos retos que nos llegan de allende Ias fronteras: entramos aI pe-
ríodo de Ia globalización. Y contradictoriamente como hemos vivido
siempre nuestra identidad, nos remitimos ahora a este nuevo fenóme-
no. Nadie nos pregunta ahora (como, por demás, nunca nadie nos ha
preguntado) qué queremos -o podemos- ser. Y se nos viene encima
una avalancha de identidades que se asocian aI consumo, a 10 que
compramos, como referente coherente y natural dei American way of
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Cultura y Sociedad
fife. Una nueva dimensión que se agrega, con fuerza, a Ias anteriores
mencionadas (Ias étnicas y de clase), que cataliza a Ias otr~s y les
proporciona nuevas dimensiones. Un papel fundamental juegan aquí
Ias nuevas tecnologías, sobre todo Ia computación (con su Internet) y
el televisor, a través de los cuales, se proyectan imágenes (se entra a
Ia era de Ia imagen) cuyos referentes culturales están en otros sitios
pero parecen estar aquí, en Ia sala de Ia casa, en el dormitorio de los
ninos, en Ia cocina dei hogar. Nuevamente Ia tensión entre el adentro
y el afuera, entre 10 que es propio y 10 que no 10 es, sólo que está es
una tensión multiplicada, llevada hasta el paroxismo a veces, que en-
candila, aturde y emboba.
Ahí está nuestra América ahora, en medio dei nuevo vendaval,
cuestionándose en donde está su esencia, su unidad, su propia cara.
Dudando que tenga de verdad una faz que pueda mostrar ai mundo
como propia, o renegando de ella. Siempre 10 mismo, siempre nuestras
dos partes, nuestras dos almas, Ia renegada y Ia otra, Ia que se quiere
querer a sí misma. Unidad en Ia diversidad es 10 que somos y seremos
siempre: un pequeno género humano en lucha consigo mismo, bata-
lIando con su conciencia y sus complejos de inferioridad, pero que,
ahora, ante los procesos de integración y globalización, puede encon-
trar Ia oportunidad histórica de aportar su propuesta de cultura y con-
tribuir con ello a un mejor desarrollo económic.o y a una profundización
de los procesos políticos de Ia democracia moderna.
Como bien 10 senala Manuel Castells, «Ia oposición entre
globalización e identidad está dando forma a nuestro mundo y a nues-
tras vidas... En el último cuarto de siglo, hemos experimentado una
marejada de vigorosas expresiones de identidad colectiva que desa-
fían Ia globalización y el cosmopolitismo en nombre de Ia singularidad
cultural y dei control de Ia gente sobre sus vidas y entornos».15 De
acuerdo a ello, ha centrado uno de los volúmenes de su extraordinario
libro titulado «La era de Ia información» refiriéndolo ai «poder de Ia
identidad» en Ias condiciones actuales dei mundo moderno.
En el caso de América Latina, conforme ya adelantamos, asumen
cada vez mas importancia los estudios que buscan delimitar el espacio
culturallatinoamericano para dar soporte aios propios proyectos de
inserción.
Para Néstor García Canclini, por ejemplo, es necesario superar el
punto de vista tradicionallatinoamericano en que se asocia Ia identi-
dad cultural con patrimonio, en donde, Ia identidad sería, más que nada,
un país, una ciudad o un barrio con sus características particulares.
Esos territorios muestran su identidad solamente en sus fies tas y ri-
tuales cotidianos.16 Las fuertes tendencias de homogeneización e hi-
bridación cultural que acompanan los procesos de globalización de los
mercados hacen ver cada vez más difusas Ias fronteras que separan
15 CASTELLS,M.: La era de Ia infonnación. VoI.lI: EI poder de Ia identidad, p- 24, Ed. Siglo, México.
Castells, 200 I.
16 Cfr.GARCÍACANCLINI,N.: Culturashíbridas.p. 190,Edusp,SãoPaulo,Brasil 1997.
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Anuario de Jntegraciófl Latinoamericana y Caribeiia
10 propio de 10 ajeno, aquello que se impone de fuera o que es asimi]a-
do o recreado localmente, dificultando Ias acciones defensivas de Ias
identidades tradicionales. «La afirmación de 10 regional o 10 nacional
que condena todo ]0 exógeno ya no tiene eficacia: debe ser concebida
ahora como Ia capacidad de interactuar con Ias múltiples ofertas sim-
bólicas internacionales a partir de Ias posiciones propias».17
Para este autor, esta posición adquiere especial relevancia en los
procesos de integración regional. Un ejemplo específico puede ser
ilustrativo: refiriéndose a los aspectos relacionados con Ias políticas
culturales de negociación de los acuerdos de libre comercio, destaca
Ia importancia estratégica de los medios audiovisuales «como los es-
pacios decisivos en donde se organiza el gusto de Ias masas, en donde
éstas aprenden a pensar y sentir».18 García Canclini remite a Ia pre-
ocupación de Ia U nión Europea durante Ias negociaciones de 1993
con el GATTI9, donde se mostró Ia preocupación sobre su producción
audiovisual ante Ia presión ejercida por los Estados Unidos a favor dei
libre comercio, en donde el sector de entretenimiento ocupa el segun-
do lugar de sus exportaciones, atrás de Ia industria aeroespacial. Para
él, Ia misma preocupación debería estar presente en América Latina,
dada Ia creciente importancia de 10s medi os audiovisuales como vehí-
culos de transformación de identidades.
«Muchos de los que se inquietan por Ia desaparición de Ia identi-
dad nacional - en México y en otros países latinoamericanos - sitúan
Ia esencia de esa identidad en Ias tradiciones indígenas y campesi-
nas, o en un folclore nacional que fija en ellas ]a definición de 10 pro-
pio. En a]gunas regiones tales fuentes clásicas siguen sirviendo como
elementos de distinción regional y nacional. Pero dos simples datas
estadísticos revelan cómo ha disminuido e] peso de Ias culturas tradi-
cionales: a) el 70% de Ias poblaciones en México y en América Latina
vive en ciudades; y b) alrededor dei 90% de los consumidores, inclui-
dos ]os campesinos, se hallan conectados a ]os medi os masivos (por 10
menos radio y televisión), cuyos programas son generados en su ma-
yoría fuera de Ia propia sociedad y transmiten un imaginaria
transnacional. Las identidades se forman y se renuevan cada vez me-
nos en relación con Ias tradiciones locales». 20
La conso]idación de este proceso estada creando dificultades cre-
cientes para ]a viabilidad política de ]os discursos esencialistas sobre
17 GARCÍACANCLINI,N.:ibídem.,p.354.
IR GARCÍACANCLINI,N. coord.: Culturasenglobalización,p. 34,Ed.NuevaSociedad.Caracas,
Venezuela. 1996.
19 Acuerdo General de Aranceles y Comercio, substituido, después de Ia Ronda Uruguay, por Ia OMC
(Organización Mundial de Comercio). De acuerdo con García Canclini: «En 1992, Ias productoras
norteamericanas enviaron a Europa programas de entretenimiento y películas por un valor de más de
4 600 millones de dólares. En el mismo período, los europeos exportaron a Estados Unidos 250 millo-
nes de dólares», ver: GARCÍA CANCLINI, N. coord.: Culturas en globalización, p. 34, Ed. Nueva
Sociedad. Caracas, Venezuela. 1996
~o Ibídem, p.23.
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Cultura y Sociedad
Ia identidad latinoamericana. Desde esta perspectiva, Ia identificación
de un espacio culturallatinoamericano pasa por el reconocimiento de
Ias especificidades y Ia interrelación con otras regiones y tradiciones,
construyendo aI mismo tiempo una agenda propia de intereses. «Tanto
el espacio cultural latino americano como el euroamericano y el
interamericano son multiculturales. En ellos ocurren intercambios de
personas, bienes, mensajes y capitales, coproducciones y alianzas, pero
también competencias y disputas que no pueden resolverse con
invocaciones a ninguna determinación biológica o histórica que nos
enlazaría bajo una identidad común. ... Lo latinoamericanono es un
destino revelado por Ia tierra ni por Ia sangre: fue muchas veces un
proyecto frustrado; hoy es una tarea relativamente abierta y
problemáticamente posible». 21
La concepción de este espacio con nuestros proyectos específi-
cos requiere, para García Canclini, una nueva forma de interrelación
entre Estado, mercado y organismos supranacionales (UNESCO, OEA,
Convenio Andrés Bello, SELA, MERCOSUR) y sociedad civil. «Los
órganos estatales y supranacionales pueden operar como un conjunto
de actores que reconoce, más allá deI mercado, los derechos sociales
y culturales, Ias reivindicaciones políticas de mayorías y de minorías.
Pero esta función deI Estado y de los organismos intergubernamentales
no los opone a Ias empresas, porque el Estadp es un lugar de articula-
ción con Ias iniciativas empresariales y con Ias de otros sectores de Ia
sociedad civil. Una de Ias tareas de Ia regulación y el arbitraje que
debe ejercer el Estado es no permitir que Ia sociedad civil se reduzca
aios intereses empresariales, e incluso que los intereses empresaria-
les no se reduzcan a los de los inversores». 22
La discusión sobre Ia conformación de un espacio cultural latino-
americano fue el tema central deI seminario organizado por el Conve-
nio Andrés Bello y Ia Junta de Andalucía en 1998. En el texto
introductorio dellibro resultante dei evento, Manuel Garretón aporta
dos aspectos importantes vinculados aI contexto actual: los impactos
geoeconómicos y geoculturales de Ia globalización, y Ia emergencia
en América Latina de una agenda política centrada cada vez más en
Ia cultura.
En relación con el primer aspecto, considera que Ias nuevas for-
mas de poder asociadas a Ias transformaciones comunicacionales
trastocan todas Ias otras dimensiones de Ia vida social. «EI espacio es
cada vez más comunicación y, por 10 tanto, los modelos de apropia-
ción deI espacio comunicacional son modelos de creatividad, de inno-
vación y de conocimiento. Si esto es así, el espacio globalizado en el
siglo XXI va a ser dominado por quienes propongan modelos de creati-
vidad, o de modernidad, que, a Ia vez, combinen racionalidad científi-
21 GARCÍA CANCLINI, N.: La globalizadón imaginada, p. 43, Ed. Paidos, México, 1999.
22 GARCÍA CANCLINI,N.: "PolíticascuIturales:de IasidentidadesnacionalesaIespaciolatinoame-
ricano", en: GARCÍA CANCLINI, N YC. MONETA: Las industrias eulturales en Ia integraeión
latinoamerieana, p. 47, Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1999.
115
Al1uario de l11tegraciól1 Latil1oamerical1a y Caribeiia
23 GARRETÓN, M. A, coord. : América Latilla: UIl espacio culwral ell el mUlldo globalizado, p. 4,
Convenio Andrés BeBo, Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1999.
14 Ibídem.p.25.
15 Ibídem, p. 27
16 Ibídem, p. 28.
17 Ibídem, p. 333.
116
Cultura y Sociedad
En los autores analizados en esta sección, existe una combinación
de pesimismo respecto a Ia realidad presente y de optimismo respecto
ai futuro. De aquí surge el énfasis en Ias complejas especificidades de
Ias regiones y Ias perspectivas de Ia comunidad de valores como dos
aspectos problemáticos dentro de una perspectiva latinoamericana, pero
capaces de generar sus propios proyectos comunes alternativos.
Por otro lado, R. Ortiz llama Ia atención sobre el hecho de que son
el mercado y los gobiernos quienes están liderando Ias negociaciones
de los acuerdos de libre comercio y por ello hay que tener en cuenta,
no sólo el sentir de Ias mayorías, sino Ia representati vidad que éstas
tengan en sus líderes y jefes de gobierno.
En relación con Ia comunidad de valores, Oregorio Recondo
sistematiza, por su parte, los aspectos que considera característicos
de una identidad regional. Elabora una lista exhaustiva de los produc-
tos culturales que expresan Ia creati vidad latinoamericana.28 Teniendo
en cuenta Ia gama tan amplia que inc1uye productos internacionalmente
reconocidos en el área de Ia literatura, Ia música, Ia poesía, Ias artes
plásticas y Ias ciencias, seleccionamos aquellos que están más estre-
chamente vinculados a nuestro análisis:
· EI «realismo fantástico» de Ia literatura
· La teoría dei deterioro de los términos de intercambio.
· La relación centro-periferia y los comportamientos diferentes dei
capitalismo periférico.
· La teoría de Ia dependencia.
· EI «populismo» como sistema político
· La teología de Ia liberación.
· La escuela estructuralista latinoamericana
· La pedagogía dei oprimido, de Paulo Freire
· La filosofía de Ia liberación, en los términos de Leopoldo Zea y
Enrique Dussel.
La preocupación de Recondo sobre un rescate de los productos de
Ia creatividad regional no está regida por una valoración acrítica. EI
objetivo principal es marcar Ia importancia de Ia contribución de Amé-
rica Latina y el Caribe a Ia cultura universal, como punto de apoyo de
un optimismo con relación ai futuro de Ia integración y de Ia región,
basado en fuertes lazos de identidad y con potencial para generar pro-
yectos que promuevan «el ensanchamiento de Ia conciencia nacional
de pertenencia».29 «Cuando hablamos de los elementos identitarios
afines de nuestros pueblos hacemos referencia ai origen común, aios
vínculos de carácter histórico y geográfico, aios mutuos padecimien-
tos históricos, a Ias afinidades de lengua y religión, a Ia confluencia de
proyectos análogos". 30
28 Cfr. RECONDO, G.: Identidad, Integración y Creación Cultural enAmérica Latina, Capo 11, UNESCO,
Ed. Belgrano, Buenos Aires, Argentina, 1997.
29 Ibídem: Capo 11, p. 362.
30 Ibídem: Capo 11, p. 367.
117
Allllario de lntegración Latinoamericana y Caribena
A estos factores, el autor aõade otros tres de especial importancia
que deben tenerse en cuenta para Ia configuración de los proyectos
de integración: I) Ia identificación «hispánica» con base en Ia lengua
espaõola; 2) los valores asociados aI catolicismo; 3) el mestizaje étni-
co y cultural. Recondo presenta estas características como síntesis
representativa de Ias singularidades culturales latinoamericanas aun-
que Ia definición de Ia identidad esencial de 10 latinoamericano sola-
mente Ia presenta como hipótesis.
Estos autores que hemos considerado coinciden en el análisis de
varias propuestas fundamentales para el debate cultural de
Latinoamérica que son Ias siguientes: I) Ia delimitación de un espacio
cultural propio, 2) Ia sistematización de Ias expresiones propias de Ias
especificidades regionales, 3) Ia combinación original de los aspectos
históricos, étnicos, religiosos y lingüísticos que identifican una comu-
nidad de intereses, una perspectiva de identidad latinoamericana como
elemento inspirador de proyectos de integración y de inserción en un
orden global continuamente abierto.
CONSIDERACIONES FINALES
Lo que ha inspirado nuestro trabajo es Ia conciencia clara que tene-
mos de que Ia identidad culturallatinoamericana es una de Ias claves
fundamentales para que los procesos de integración en los comienzos
deI siglo XXI, no se conviertan en arreglos y beneficios solamente para
Ias elites sino para Ia población en general, con base en un mejor pro-
yecto de desarrolIo.
A pesar deI gran e~tusiasmo que lIevó a Bolívar a Ia lucha por Ia
independencia de Hispanoamérica con relación a Espaõa, aI final de
su vida, eI pesimismo pareció absorberlo cuando meditaba en el fraca-
so de Ia reunión continental de Panamá en 1826 y con templaba Ia
dispersión deI sueõo de Ia gran patria americana en múltiples repúbli-
cas. En 1830, él mismo confesaba: "No existe ya ningún tipo de buena
fe en América como tampoco entre Ias naciones de América. Los
tratados son pedazos de papel; Ias constituciones sólo papel impreso;
Ias elecciones son batallas; Ia libertad es una anarquía; y Ia vida un
tormento",3) Gabriel García Márquez en su libro sobre Bolívar titula-
do "EI General en su laberinto", ha llegado a expresar eI pesimismo de
sus últimos días especialmente en 10 referente aI fracaso de Ia pro-
puesta de unidad latino americana a través de una confederación de
naciones.
Atrás había quedado el proyecto de Francisco de Miranda sobre
los pueblos deI "Continente Colombiano"; Ia misma unión de Venezue-
Ia, Nueva Granada y Quito, lograda por Simón Bolívar en Ia constitu-
ción de Ia "Gran Colombia", se desintegró en 1830; con Ia interven-
ción deI pirata William Walker en Centroamérica y diversos conflictos
31 Bolívar, citadoen: HAYNES, K.:A HistoryofLatill America. Vol. 2. Independence to Present, p. 184,
6" edición, Ed. Houghton Mifflin Company, Boston. New York. USA, 2000.
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Cultura y Sociedad
119
Anuario de Integración Latinoamericana y Caribeiia
Ilegado a partir deI 2002, a Ia realización de los procesos de cambio
mediante una moneda única; otros procesos mundiales no tienen esas
características, tal es el caso de América Latina. Un valioso trabajo
de recopilación y análisis que culminó en agosto de 2000, bajo el aus-
picio deI Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
ha sido publicado en el 200 I con el título: «América Latina a princi-
pios deI siglo XXI: Integración, identidad y globalización»; ahí se dice
de Ia integración que los «procesos no son iguales (como no 10 son Ia
Unión Europea y Ia Comunidad Andina, por ejemplo), pero comparti-
rían una característica importante: en algunos aspectos Ias fronteras
de los nuevos acuerdos de integración regional tienden a reemplazar a
Ias fronteras de Ias naciones que los forman... Lo que estaría ocu-
rriendo no es una simple erosión (o disolución) de Ias viejas fronteras
nacionales, sino más bien su reemplazo parcial por nuevas fronteras
geográficamente más abarcadoras que Ias anteriores».33 Pero ahí mis-
mo se encontró Ia base de una unidad culturallatinoamericana en Ia
conciencia de Ias elites de Ia región, compuestas por los políticos, Ias
empresarios y los líderes de opinión: «Casi ocho de cada 10 miembros
de Ias elites latinoamericanas creen que existe alguna c1ase de identi-
dad culturallatinoamericana común a todos los países de Ias Améri-
cas de habla hispano-portuguesa... La encuesta cuantifica 10 que en
Ias entrevistas abiertas es un consenso unánime: hay una identidad
culturallatinoamericana forjada a 10 largo de cinco siglos».34
A pesar de todo, hay quiénes también se muestran pesimistas o
recelosos con relación a Ias perspectivas futuras de integración de
América Latina. Y no falta razón cuando, por un lado, seguimos vien-
do Ias viejas pretensiones deI panamericanismo de los Estados Unidos
reflejadas en el proyecto hegemonista deI Área deI Libre Comercio de
Ias Américas (ALCA) y más cuando llegó, en enero deI 2001 a Ia
presidencia de Norteamérica un hombre frente aI cual, muchos analistas
dicen extrafiar -irónicamente- el «buen juicio» de Ronald Reagan en
los 80. Pero además, por otro lado, en muchos casos regionales se
reviven Ias antiguas rivalidades nacionales de los países que dejan
fácilmente a un lado Ias posibilidades de una hermandad latinoameri-
cana.
Como se puede ver, en cada punto de análisis hay perspectivas
positivas y también desalentadoras. Sin embargo, ante Ia terrible si-
tuación económica que vive Ia región y ante Ias interminables rivali-
dades políticas de nuestros países, este escrito se sitúa en un optimis-
mo realista a partir de Ia fortaleza de nuestra identidad cultural como
un hecho histórico pero que necesita imaginarse el proyecto próximo.
EI saber qué hemos sido y quiénes somos ahora como latinoamerica-
nos es 10 que nos da Ia posibilidad objetiva de vislumbrar y construir un
120
Cultura y Sociedad
camino con mejor justicia social para los afios venideros. En este sen-
tido, dentro deI negro panorama económico general, con Ias pretensio-
nes hegemonistas de los Estados Unidos que todavía perduran, con Ias
luces y sombras de Ia transición democrática y Ias constantes divisio-
nes entre los países de América Latina, es necesario terminar con
cantos de vida y esperanza, a Ia manera como 10 hacía el poeta nica-
ragüense Rubén Darío, reafirmando que Ia historia que habrá de es-
cribirse sobre Latinoamérica en el siglo XXI está en nuestras manos.
Como bien 10 sintetiza Carlos Fuentes en el epígrafe de nuestro
escrito, América Latina y el Caribe enfrentan los desafíos propios de
Ia enorme riqueza cultural de esta región latinoamericana, «cuya crea-
tividad aún no encuentra equivalencia económica, cuya continuidad
aún no encuentra correspondencia política» 35, pero el camino está
abierto hacia los proyectos alternativos en el marco necesario de Ia
integración y Ia globalización.
JS FUENTES, C.: .:]ntroducción a documento dei Programa de Cultllra de Ia UNESCO, p..l, Paris:
UNESCO. 1997
121