Cuarta Parte Praxeologia Las Antinomias
Cuarta Parte Praxeologia Las Antinomias
Cuarta Parte Praxeologia Las Antinomias
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688 Prexcologír. L¿s ¡ntinomi¡s dc l¿ ¿cción diplomáticrrstrerégicr
tivo cartesiaoo ----üna vez escogido un camino, ll€gar hasta el fioal autes dc
volver sobre nucstros pasos- parecerá, s€gl¡n los casos, el col-oo de la obsti-
nación más absurda o la expresión de una sabia decisión.
.1'¿Contioria existiendo el contraste entre la i.odet€rmitracióD estratégica y
Ias regularidadcs táctisas? Etr realidad, me parec€ que la indete¡mínación
estratégica no sc ha visto redrrcida (al rDenos hasta la era atómica), pero
num€ros¡s regula¡idad€s táclicas haD sido puestas en tela de juicio por el
progreso t&nico.\ ¿Qué preceptos, etrtre aquéllos que habían formulado los
teóricos del siglo xx a propósito de los encuetrtros o de las fortiñcaciones,
continuabaD siendo vá¡idos para los ejércitos motorizados de 194G1945? La
respuesta no podía darse sino a través de detallados análisis; auálisis qrc, eo
todo caso, tro hubieran afectado a dos afirmaciones intrasceudetrt8:Lciertos
.preceptos estáq subordimdos a u¡¡ determioado nivel de fuego y d€ movili-
dad, micntras que otros sobreyiyeD al prodigioso desaroüo de los medios
de dcstrucción y traqsporte.
- I-a indetermioación €stratégica subsistc eD el momcDto presente, porquc
es imputable a dos causas irreductibles: las decisiooes a tomar €stán profun-
damente influidas por la situación global y, coosccuentcmetrte, por los elc-
mentos únicos debidos a la con unción de u¡a rrie de factore§. Además, la
decisióu está orientada hacia una finalidad rncDos Dctanrente definida quc la
cont€mplada por el táctico. >
I-a decisióD dc Napoleón de atacar a Rusia, y la misma decisiótr de Hit-
ler, fueron tomadas dcotro de uua coostel,ación especlfica y, a pesar del f¿ctor
constanto represeutado por el t€atro de operaciotrcs, los acootecimicntos, en
lSll como cE 1941, tcnfatr que depcoder tantq o más, de las circunstancias
históricas que del medio gcográfico (relación de fucrzas, pooibilidades inglc-
sas, resistetrcia rusa, ctc.), Cuanto más se inscrta una acción 9n utra coyuntu-
ra global, o más l,a afecta, menos puede referirs€ a aquellos elementos de Ia
coyutrtura quc se repiteo. La decisión de Cburchill de e¡viar uoa divisióo
bliDdada hacia el canal de Suez en el mismo momento de Ia batalla de
Inglat€r¡a, estaba detcrmioad¿ por lo qr¡e, dcot¡o de es8 cotrstclaciótr, no
tcnía precedcBte.
I-a seguada causa, que pasa ¡ror Gr menos Gvidcnte, üeno consecucocias
a¡lo más coEsid€rablcs,jlos prec€ptos tácticos se refiereu a un obietivo quc,
a meuudq oo se presta a discusión)La finalidad del €ncu€ntro cs la de salir
triunfante del enemigo y, co¡s€cu€nteme¡te, la de uo dejarse sorprender, la
de mantcner sus líncas de comunicación, cortar el fretrte coemigo, explotar
el éxito, etc. Estas diversas fó¡mulas prueban que, autr para un iefe el nivel
táctico, el obictivo no cs sicmpro úlico ni cstá unlvocamentc definido. Pcro,
( a medida que oos clcvamos desde cl jefe dc una escuad¡a al Estado Mayor
general, las órdenes se ven más infuidas por consideraciouca po1íticas que por
la pluralidad dc objetivos, ñjados no sólo para los Gncr¡cntros localcs y p¿ra
Prercología. L¡s ¿ntinomi¿s dc l¡ ¡cción diplomátice crtrrtégic¡ 689
las operaciones, sino tambiéa pa¡a toda la campaña y pa¡a la misma gucrra,
cn su totalidad. >
Mucbos obs€rvadores se sentirán inclinados, en primer lugar, a invortir
las afirmacion€s precedentes y a d€cretar la €xistencia de una i¡determina-
ción táctica (puesto que hay quo tcner en cueata tantas circunstancias locales)
y d€ d€terminacióD esaatégica (puesto que hay un solo objetivo: la victo-
ria) r. La histo a del siglo :or basta para rccordarDos que existen bastatrtes
maneras de ganar la guerra" que las distitrtas maneras no son equivalentes
y que la victoria fitral no pertencce sierDpre a aquel que dicta las condicioDes
de la paz.
La coEducta est¡atégicediplomática
rior- no f,uede estar -o la direc¡ión de la polftica cxtc-
más determinada que la conducta estratégica sola.
Admito las dos causas dc iodctcrminación quc vcnimos de iudicar; la refe
rcucia a los elemeotos singulares y rloicos de la cowotura, la pluralidad de
objetivos. Peici admite, o parece admitir arlo, otras más. Eo un primer mo-
mento, eD el que se pasa dc la constatasióD a la afirmación, la paradoia dc las
relaciones internacionales surgé a pleDa luz: las relacio¡¡es interestatales son
relaciones sociales que exigen el recurso, po.rióle y legítimo, a la fitcrza-
Ahora bien, el empleo de la fucrza no es en sl inmo¡al 0a fue¡za al servicio
de la justicia ha sido siemprc considerada como de acucrdo con la moral¡dad).
Pe¡o cada uDo de los actores, si es iu€z, y juez cxclusivo, do la legitimidad
de su causa, debe s€Etirs€ amenazado por los demás y el juego internacional
so coovierG etr utr combate €D Gl qu€ aquél que respeta las reglas corre el
riesgo de ser vfctima d€ su (relativa) moralidad. Por lo tanto, se nos planteaD
dos tipos de itrterrogatrtes: ¿es o tro diabólica cn sf la polftica exterior?
¿Qué medios es legítimo €mpl€ar, dado que los Estados ss muestran celosos
do su independencia? Por otra parte, ¿puede concebirse, puede realizarse
una superación cLe la poUtica cxterior?¿¿Puede someters€ a los Estados a
una ley, la de Ia seguridad colectiva o la del imperio universal? ¿Puede
ponerse fin a lo quo Uamamos atrarquía interDscional" €s decir, a la pre-
t€DsióD por parte de los Estados de hacerse a sl mismos justicia. Eo otras
palabras, la escncia de las relaciones interestatales suscitan dos problemas
praxeológicos, quo Uamaré cl problemo maquiavélico y el ptoblema kantiato I
el de los medios legltimos y el de la paz universal 7
En el primer capítulo de csta parte (XIX), estudio el problcma clásico
eu la literatur¿ sobre todo americana, planteado por la antitromia cotr€
reüsmo e idealismo. En un mundo en el que no reina la ley, ¿qué conducta
cs moral? En el capftulo siguieote me pregunto si la puesta a puoto dc las
aÍmas atómicas modifica la moralidad tradiciotral de la acción diplomático-
cstraté8ica, y si las llamadas doctrinas i&alistas del pacifismo absoluto Do
' I¡ fó¡n¡la ea del gcraal Gi¡¡¡d- I¡s ¡mcric¡¡o¡ ti¿nc¡ una a¡álo8¡, h del
gcncral MacArüur: no hay rustitutivo para la yrcto¡ia.
690 Praxcología. L¿s entinomi¿s dc l¡ ¡cción diplomática cstretégica
f.-IDE^LIsMo Y REALTSMo
691
692 Praxcologíe. L¿s a¡üomi¡s dc l¿ ¡cción diplomáúce cstratÉgice
zones iurldicas o éticas que iovocao, o achían, o deben actuar, segrln cl cálcu-
lo de fuer¿as o la oportuoidad? ¿Qué pariicipación deberi acordar, las nacic
oes o los bombreg dc Estado, a los priDcipios, a las ideas, a la moral, a la
noc€sidad?
Eo marzo dc 1936, por orden del canciller Hitler, las tropas alemanas eD-
traron en la Renaoia. Este acontecimiento co¡stituía, sin duda, una violacióo
del tratado de Versalles, al mismo tiempo que del tratado de L¡ca¡no. Pero
los portavoces det III Reich podían argumentar que e[ desarme de la orilla
izquierda del Rhin era injusto, puesto que Frsncia habÍa fortificado su pro-
pia frootera. La igualdad de derechos', ideología admitida por todos, confe-
ría una apar¡encia de equidad a un acto cootra¡io a las normas existentes.
¿Hubiese d€bido dccidirse, el homb¡e de Eltado o el moralista, que no eran
parte eD el debatc, crl fayor de la legalidad o de lt equidad'! O bien, al cous-
tatar que la reocupación de la orilla izquierda del Rhi¡ comprometía al sis-
tema francés de aliaozas y colocaba a Checoslovaquia y Polooia a merced
del IU Reich, ¿bubiera debido desear una réplica militar co¡ el fio de man-
tetrer csa zooa desmilitarizada, indispensabde para la seguridad de Europa?
El historiador de boy no duda eo res¡rooder a estas preguntas. Sabemos
quc las tropss alemaoas tenlan orden de retirarse en caso de avancc dc las
tropas francesas. La tcntativa de sancionar por la fuerza la violación de una
norma, a pesar de la igualdad de derechos, hubiera estado juslificada porque
quizá hubiera evitado y, en todo caso, retrasado, la guerra dcl 39 y porque
es moralmente legÍtimo legar la igualdad de derechos a aquél que se se¡vi¡ía
de esa misma igualdad para negársela a los demás.
- - Si en 1933, Francia hubiera seguido el consejo que le habla dado el ma-
riral Pilsudski y hubiese empleado la fuerza para derrocar a Hitler apenas
llegado al poder, hubiera violado el principío de la no ¡ntrcmisión en los
dsuntos ¡nternos dc los otros Estqdos y descoriocido el derecho dc Alcmania
a eroger libremente su régimeD y su iefe, y hubiera sido además denunciada
coo indignación por Ia opinión americaoa, por los moralistas y por los idea-
listas, que se hubieran precipitado en soco[o no del oaciooal-socialismo,
sino dc la voluntad popular o de la rorma de la no-¡ntromisión. L¿ violencia
hecha a la nación alcmana hubies€ quedado marcada coa el rllo de la in-
famia y los historiado¡es Do hubierao sabido nunca de qué desgracias hu-
biera salvado a la Humaoidad la desaparición de Hide¡.
Estas ob-rvacio¡es iróaicas sobrc uD pasado que no ha teqido lugar, no
' [¡e conquistadores sig¡¡en tcni¿ndo a pesar de ello trer posibiüdedes: le cxtcr
mi¡¡ción. la deportación, l¡ instalación eo el poder dc una qu¡nl¡ columna' o e
establecimiento áe un Estado satélite. L¡ idca históica ejerce r¡ni cie¡t¡ influ€Dcir
c¡ la conducta de los Estadog, pero no grrantiz¡ la supervivencia.
' Morton A. Keruur y Nicüolas de B. Krrz¡¡¡rc¡: Thc politicd touiation
ol i*matiorul tra¡o, Nucva Yo¡L 1961.
XIX. En busca dc un¡ mor¡l 695
lstadó agresor es, por sí solo, tan fuerte como la coalición de loe Estados
lefensores del derecho, la seguridad colectiva tra€rá coosigo la getreralización
le una grrcrra quizá susceptible de ser limitada o localizada, pero que corre
:l peligro de descmbocar etr utra guerra general y total. Si muchos Estados
;o niegan a asumir las carg¿s que implican las sanciones contra el agresor, la
eguridad colectiva paraliza las alianz¿s defeosivas sin reemplazarlas por uua
úianza universal.)
L¿ crftica de la ilusiótr ¡dealista no cs sólo pragmática, sino que tambié!
:s moral.ila diplomacia ideatista lleva demasiado a menudo al fanatismo,
livide a los Estados etr buenos y malos, en pacíñcos Qteace-loving\ y belico-
los, e imagina una paz deñnitiva con e[ castigo de los primeros y el triutrfo
lc los rtltimos-,Creyeado romper con la polltica de pode¡, exagera las malan-
lanzas de esta última. Lo mismo obedecetr los Estados sus principios y, con
la excusa de castigar a los agresores, llegan hasta el punto lfmite de la guerra
y de [a victoria, que, cuando sus iotereses están en juego o las circunstancias
ies fuerzan a ello, obedecen a la oportunidad del momento. Los Estados Uni-
los llo hao dudado eD eDtrom€terse en los asuntos interr¡os de Colombia "para
provocar o favorecer la c¡eacióu de uri Estado de Paoamá, dispuesto a con-
:ederle una soberanía perpetua sobre la zoDa del Canal- Para obtener equi-
vocadamente una i¡tterveDcióo rusa contra el Japón, r. F- Roos€velt aceptó
las exigeocias de Stalin, aun aqué[as que no podía satisfacerse sino a ex.
pensas del aliado chi¡o (cuyo gobierno, es cierto, uo se mostraba hostil a esas
concesiones).
Z Los Estados empeñados cn una competeuci¿ itrcesante, cuyo obieto es su
propia existeDcia, tro se sooducen todos de la misma maneta en todo mo,
merito, pero tampoco se dividen de uoa vez para siempre en buenos y cD
malvados. Es raro que todas las culpas estéE de un lado, que un campo sea
puro. El primer deber (político, pero tambiéD moral) es el de ver la politica
eDtre las oaciooes tal y como es, con el fio de quc cada Estado, aunque le-
gítimamente preocupado por sus intereses, !o esté totalmetrte ciego a los intc-
¡eses de los demás. Eo este dudoso combate, eD el que los títulos de las partej
no son equivalent€s, pero etr cl que etr ¡ara ocasión u¡a de las partes caresa
de toda culpa, la meior conducta meior en ¡elación a los valo¡es que cl
-la
idealista mismo quiera actualizat- es la que dicta la prudencia. Ser prud€ntc
es actuar en fuocióa do uoa coyuntura siogular y de datos concretos, y no
por cspíritu de sistema ni por obcdiencia pasiva a una oorrna o a una pseudo-
no¡ma; es tambié¡ preferir la limitación de la violeucia al castigo del prc-
tendido culpable o a utra supuesta justicia absoluta; es plaotears€ objetivos
co¡c¡ctos, accesibles, coaformcs co! la hy secular dc las telacioocs iDterna-
ciooalcs y uo obietivos ilimirados y quiá dcsprovistos de sigoiñcado, talcs
como "un mundo €¡ el que la democracia cstarfa segura" o "uo mundo en el
que hubiera desaparecido la poUtica det poder"->
Dos citas, tomadas de G, F. Kenoaa, ¡roneo de relhvc un concepto aoá.
698 Praxeologie. L¡s ¿ntinomi¡s dc l¡ ¡cción diplomátice estretégic:
' Reaütics ol ¿lmcricd¡ Forcign policl, P¡incetoD, 1954, p. 9¿ citáde por Kcnnetl
V. Tnouson, Politicdl ¡calism atd thc c¡üi¡ ol uo¡ll poütics, Princeton, l!)60, p¡i
giDes 6&ó1. K¡¡¡¡¡ h¡ erpresado ider análogas en La d,iplotwcia an¿¡icau (19ü
I95O), Pa¡íq 1952.
' El Pacto Briard-Kellogg h¡cía crimin¡l a la 'guerre de egresiól-, ao a curJ
qrier gucrra- Y lo¡ E¡t¡do¡ no aglrsorclr oo contabeo con que el Pscto lca protcgic¡¡
XIX. En busc¿ de un¡ mor¡l 699
Í€¡a: rebus sic sto tibutE.;l el momento en qr¡e se declare la gr¡er¡a, tdos
Ios tratados entre los behgerantes deiarátr de existir. Ahora bieD, un Estado,
en cuanto cs soberano, tieoe el derechc indiscutiblo (unzwe¡Íelhafr) a declarar
la guerra cuando quiera (rzzz er vril[) y, por lo tanto, al Eismo tiempo pucdc
rompef los tratados. --.'
I ¿Cómo podría ser de otra forma? Ser sob€rano es pod€r determioa¡ pcr sl
mismo la extensióri de su poder, y es decidir por sf mismo la gucrra o la pag.
Cuaodo se platrtea uDa cucstióo ütal, ningio árbitro imparcial existe y ni
siquiera es concebible- "Si cometiésemos la locura de tratar la cuestióo de
Alsacia como si no estuviese ya solucionada (oflene Frug¿) y si la conñásemos
a ün lrbitro, ¿quién puede cre€r seriamenle que éste sería imparcial? Por
ello, es una cuestión de honor para uB Estado el solucio¡a¡ por sf mismo
una cuestión semejante" ¡.
¿ Si la sob€ranía autéotica vienc deEnida por el derecho efectivo a recurrir
a las armas, §dlo es auténticameot€ soberaDo, sólo cs auténticamente uD Es-
tado, el Estado poderoso. "Si el Estado es poder, sólo el Estado que sea real-
meote poderoso respoode a su idea)'. Y Treitschke, en un estilo pcco confor-
me con las maneras de pensar hoy dfa, añade: "De ahf lo que hay de indiscu-
tiblemente risible eo el pequeño Estado. No es la debilidad la que es en sI
risible, sino ¡a debilidad que quiere adoptar el estilo de la potencia." En una
Alemania dividida entre la escuela que matrteofa la lost¿lgia de los pequeños
Estados y aquella que exaltaba [a obra de Bismarck, el historialor toma par-
tido, siD duda, sin reserva por la segunda. Es eu la "gran potencia" dondc so
actualizan los valores más iosignes.
En última iostancia, la justiñcación de la gran pote¡cia es gue sólo ella
pr¡edc maotcuerse en primera fila cn las coofrontacioocs guerreras. Ahora bieo,
sólo la guerra impide a los iodividuos ¡xrderse entetamente ea su actividad
ecooómica privada; sólo la guerra recuerda a los hombrcs su vocación poll-
tica y sólo ella restablece la primacfa de Estado sobre la sociedad. Sólo la
guerra limita el materialismo iDvasor y restablece la preocupación por los va-
lores nobles. "La guerra es politica, rat' é!o7-{r. Siempre se coofirmará Ia
verdad dc quc un pueblo Eo se conüerte en ese pueblo sino a t¡avés de la
guerra" !. "El Estado no cs solame¡te, eo sl, un bieE moral clevado. sioo
t¿mbié¡ la condiciótr para uoa existencia duradera dc los pueblos. Sólo es eE
el Estado donde la evolucióo moral (rrrl¡'cr¡) del bombre llega a su puoto cul-
minante"'. Luego, 'tin guerra no habría EstaCo"s ¿Todos los Eslados quo
conoccmos ban nacido de la guerra- La proteccióB de lo3 ciudadanos por la!
armas contiDúa §endo el primcr deber y el más esencial del Estado) Si la paz
Ibdcm, p. 38.
Ibídcñ" p. 'l3.
Ibi.dcm, p. 60.
Ibidcr4 p. 63.
Ibücnx p. 72.
702 Prexcologíe. L¿s ¡ntinomi¿s dc l¡ ección diplomitie cstnégicz
lbi¿eñ, p. 73.
Ibi¿cn, p. ».
lbidem, p. 73.
lbidem, p. 9.
XIX. En busc¿ de una mor¡l 703
lbidem, p. 100.
Ibidcm, p. 27.
I bideñ, t. II' p. 54¿.
Ibíden, t. II' p. 551.
lbi¿em, t. II, p. 551.
7O1 Przxeología. L¿s antinomi¿s dc l¡ ¡cciób diplomárica asr¡aÉtic¡
Hubiera sido fácil. erogiendo otros textos, hacer rcsaltar aún más el na-
ciotralismo o el ciaismo de H. voo Treitrhke.
Por ejemplo, la idea de los distiritos pueblos esclarecidos todos por uD
rayo dc luz diüna, hubiera podido coostituir la base para una enseñanza dc
la mod€stia o de la tolerancia. Pero, en realidad, el historiador alemán ob,
tiene de ella una lección de orgullo. "Cada pueblo tien€ derecho a creer quo
cs eo él cn el que cicrtas fuerzas de la razón divina eocuentrao su más bella
rcpresentación. Un pueblo no [ega a la conciencia de sf mismo sin sobrees-
timarsc." Treitschke añaje que los alemanes carece¡ de ese orgullo masivo.
En otra pañe recuerda el caso de vcncedores quc, a pesar de su supcrioridad
do cultura, no son Io suocie¡temente numerosos para coovertir a los ind!
genas sornet¡dos. Este es, pof ejemplo, cl caso de los alemaoes eo Lituania
y en l-etonia. No duda eo concluir: 'No quedará oha solución quc la de
XIX. En busc¡ de un¿ mor¿l 705
lbidcm, r- I, p. 127.
Ibil¿ñ, t. ll, D. 534.
Ibi.d,em, 9. 32-
7ú Prercologíe. [-as ¡¡tinomi¡s de l¡ ¡cción diplomática cstretcgice
tatros de los comicnzos del capitalismo y los hombres de hoy dfa. "Loc puri-
tatros querían scr profesiooal€s, nosoÚos estamos obligados a serlo." I-os Da-
cionalistas alemanes queríao la política de poder por sf misma, mietrtras quc
los realistas americanos s€ crceD obligados a constatar su existencia y a
aceptar sus lcycs.
Z Ha sido un teólogo, Rei¡hold Niebub¡, el que pasa por irispirado¡ de la
llamada escuela realisti,,Ahora biea, su crítica de la ñtosofía liberal, opti-
mista, iodividualista, ddla polftica exterior, tiene por origeo y fundan¡eoto
una cierta conc€pcióo de la naturaleza humana.)El hombre está corromp¡do
por el pecado. Es egolsta y violento( Los seres colectivos que co¡stituyeu
los Estados sou peores que los seres iDdividuales:Estos practisan a vec€s lag
virtudes cristiaoas; aquéllos, iamás., La inmoralidad de los Estados, eofren-
tados unos con otros, es lanto mayor cuanto que los ciudadanos pueden tener
el s€otimiento lcgltimo de actuar moralmetrte cuando se consagran al Estado
y porque, a veces, hasla se sacriñcau por é1. Pero, Gomo éste es es€ocialmenle
inmoral ¡, interesado, yiolento, los ciudadatros continúan prisioncros de una
especie do egoísmo tribal, aun eD aqueuos casos en que s¡rveo a la colecti-
vidad- Tomando por término de referencia y por criterio dc valoración ética
a la coaducta dc Cristo, Niebuhr no deja de insistir sobre la a[tinomia radical
eBtre las costumbres cristiaoas y la acción del político y, en particular, del
diplomático.a No hay Estado que haya sido c-¡eado o se mantcnga sin el
cmpleo de la fuerza. Es la corrupción del hombre por cl pecado la que se
pone de manifiesto en cl desarrollo violeoto de la bistoria y ta que los ñ-
lósofos del conÚato, aquéllos que creen en la paz por el derecho y aquéllos
que cotrdenaD todo r€curso a la fuerza, se obstinan en desconocer.
J Sin duda, no serfa imposible de encontrar, bajo la pluma de los doc-
trinarios alemaoes, textos que relacioten guera y pecado y, ba.io la pluma
de teóricos americanos, textos que revalo¡izan la prudencia del hombre do
Estado;Treitschke escribe, efectiv¿mente; "Mietrtras que la especie humana
continúe siendo la quc es, con el pecado y las pasiones, la guerra no podrá
desaparecer de la superficie de la tierra" 2. Po¡ su parte, R. E. Osgood, eo su
libro La Gue¡¡a limitada', llega a declarar inmo¡al toda guerra cuyos ob.
ietivos sean o quieran s€r trasceodeDtes- "Pero la fuerza milita¡ ¡o es sola-
metrto ineñcaz como instrumento para alcaozar obietivos morales trasc€tr-
dentes; €s, igualmeDte, moralmente peligrosa. Es peligrosa, porque la utili-
zacióu dc la fucr¿a coo üsta a objetivos graodiosos de este tipo tiendc a cotr-
vertirse cfl uo ñn por sl mismo, que oo está ya suieto ni a las festriccior¡e§
moralcs ni a las restricciones prácticas, sioo sol,ameote a la intoxicación por
r Hc equi l¡s cu¡lid¡dca quc le a¡üuye: hut lor pouel pridc, conuñpa ,our¿
th¿ oth¿¡, lvpoc¡isf, motal autonomy.
' Ibidcm, t. tl, p.554.
(hicasq
' 1957.
XIX- En busc¡ de r¡n¿ moral 747
Ibid.en, I, p. 50
716 Praxeología. L¿s antinomi¿s dc l¡ acción diplomáúca cstptcgice
(o a las civilizaciones) y que hoy dfa co¡tinrlan arln vivag presntan c€ute-
nares de variedades. I-os etnólogos distinguen más de seiscieDAs, caractcri-
zadas cada ula de ellas por el conjuato original que coEstituyetr sus maoe-
ras de üvir y de peosar. En cada sociedad, la conducta de los individuos
está iufluida por el sistema de valores y de educación, do tal manera q¡¡e el
psiquismo humano parece variar d€ una sociedad a otra, lo que no excluye
que las excitaciones fuodamentales seaD las mismas.
¿Sg encuentra¡r en el origen de estos caracteres especíñcos de las cul-
turas las predisposiciones inscritas en los genes de los individuos? O, por el
cootrario, estos rasgos especlñcos dc las culturas, resultado de m¡iltiples cir-
cuostancias, ¿han dado a los iodividuos una especie de segurda natura¡eza.
no transm¡tida hereditariarneEte, siDo reproducida en cada generación por
ld educación? Que la educacióo contribuye a formar la personalidad, aun
la primaria, de los miembros dr cada grupo, es un hecho que no se presta
a duda. Que esta persooalidad, a lo largo de las edades y todayía hoy dfa,
rcfeja las predisposiciones genéticas d€ la mayoría de los miembros del
grupo, es uB becho que, a mi pareccr, no puedc ni afrmarse ni negarse con
prueb¿s itrdiscutibles.
§i pasámos de las sociedades a¡caicas a las sociedades europeas (fraDco-
ses, alemanes, italiaDos) y luego a las razas dcfiBidas por los aDtropólogos,
y más tarde a los coD.iuotos humaoos, arln más vastos, caracteriz¿dos por
cl color de la piel, ta diversidad se hacr evidente, la influencia de las ci¡-
cuostaocias históricas indiscutible y el papel de las predisposiciorcs genéti-
cas m¡ís misterioso aú¡. Eo una población que cueDta con miüones de indi-
viduos, los distitrtos t¡pos de dones, de temperameEtos, de caracteres (cual-
quiera quo sea la exasta deñnición de cada uno de estos térmiBos) son sin
duda datos ñios, pero no se pres€trtan Decesariam€nte coa la misma frecuen-
ciali Qtro uoa determioada población o una raza- posea uu
-una nacióu
porcenta.ie más o nreDos elevado de determinados doDes, genéticamente tfans-
mitidos, no es incorcebible, pero tampoco está demostrado. De todas for-
mas, [a expresióa de estas predisposiciones genéticas se verá calificada, si no
dete¡minada, por el medio social, sometido a su vez a modificaciones his.
tórica§. >
Es raro tener en cuetrta uua eve¡tualidad semejaote a prop{rsito de los
más vastos co!¡untos, aquellos que están ca¡acterizados po¡ s[ color de la
piel. SupooienCo que la fe en la igualdad de las razas humanas sea superior,
también a ella, a las verdades cientlñcameot€ establecidás, tiene, al menos,
consecuencias preferibles a los excesos de la fe coatra¡ia y se apoya sobro
he.hos rccotrocidos: las realizaciones, en el tranrurso de la historia, de
todas las razas, la dependencia de la existencia individual y colectiva res-
pecto a las condiciones exteriores, La dcsigualdad ext¡ema, aparentementc na-
tuml, que origioa dominación y servidumbre-/Los jóvenes alemancs quo
recorrí¿o triuofatrtes las car¡eteras dc Francia eo junio de l9,l0, pareclaD
XIX. En busca de un¿ moral 717
vaciótr en una sátira contra Duestra especie. ¿Cór¡x) Eo ver, por el coDtrario,
que ahí es donde ¡eside la señal de nuestra grand€za?
¿Quo si, la naturaleza hubiera hechc del hombre uo animal exclusiva-
metrt€ itrdustrioso y sociable, y Dada gu€[€ro, lo que no es probable, hubie¡a
caldq desde el p mer día, al nivel de las bestias, para las cuales la asociación
constituye todo su destioo, y hubi€ra perdido, coo el orgullo de su herofsmo,
su facultad revoluciona a, la más maravillosa de todas y la más fecuada?" 1.
Si dejamos a un lado estas elocuentes retahilas, yemos que la demostra-
ción d€ P¡oudhoo tieue por base un s€ricillo argumento, Todos los .iuristas
intemacionales oponen el derecho a la fu€r¿a, La fietza, diceo, no puede
crear el derecho. Pero el de¡echo, resulbnte de los acu€tdos eDtre los Esta-
dos, tieoe por ollggq a la fuerza, puesto que sin ella los Estados no hubieraD
iamás existiiforProclamar Ia injusticia intrínseca de la fuerza es, pues, d€cre-
tar la injusticía brigioal de todas las ¡ormas jurídicas, inconcebibles sin la
existeDcia de los Estados. O si no, de dos cosas, una: o existe uo derecho a
la fiterza, o [a historia €ntera cs una trama de iniustic¡as.
¿Puede decirse que la fase de la constitución de los Estados, du¡ante la
cual reinaba inevitablem€ote el de¡echo del más fuerte, está ya cerrada?
Proudhon responde que la guerra justa por ambas partes, la guerra polftica
en el Estado puro, sigue sie[do [a única matrera de soluciooar cuatro tipos
de problemas 2: "l), incorporación de u¡a Nación a otra Nación de u¡ Esta-
do a otro Estado, absorción o fusióo de dos sociedades políticas...; 2), re-
constitución de las Dacionalidades... ; 3), incompatibilidad reli8iosa...: 4), equi-
librio interoacional y delimitacióD de los Estados..." Como la religión ya
no. coDstituyo en nuestra época el fuadamento de los Estados, el tercer caso
guerra dos fracciones de uo mismo pueblo dividido por la reli-
-"la y en elentre
gión que la tolerancia es impracticable"- no se pres€nta ya, al
menos baio esta forma (auoque uoa s€cta ideológica puede imponer por Ia
fue¡za sus c¡eencias al resto del pueblo). Por el contrario(la formación de
Ias naciones o de los imperios, la organización de los sistemas cori vistas al
maotenimiento del equilibrio, continúan siendo el objeto de los cooflictos,
de los cuales no todos admiteo una solución pacffica.)
Que no se imagine por ello que Proudhon, o el derecho dc la fuerza segrln
é1, lustifica cualquier clase de conquista, Muy al contrario, Napoleón fuo
vencido, y vencido con rusticia, porque su empresa de conquista era injusta,
contraria al derecho de [a fuerua. "Las guerras de pura ambición emprendidas
por Luis XIV no tuvieron huto, pero aquéllas libradas contra su monarquía,
normalmcnte coostituida, tenía¡¡ que resultar también estériles" r. Y, no sia
cla¡ividencia, opor,e l^ rectificación de lrcnteras (Niza y Saboya), aceptada
por Europa, a la guerra de Argelia: "Sólo A¡geüa ha resultado uoa cotr-
Ibílen" I, p. 39.
Ibídcn,l, p.
Ibídctn l, p. 3».
720 Pr¡xcologi¿. Las ¡ntioomirs dc la ¿tlión diplomátice cstnÉgica
Ideología o üsión a largo plazo de lo que deberfa ser e[ mu¡do de las ¡e-
laciones €ntre los Estados i es posible que una filosofía de este tipo sea indis-
pensable para los Estados Unidos y uecesaria para su acción e¡ el esce¡ario
mundial. ¿ Renrlve los problemas de la decisión? ¿Puede ser aplicada?
La primera afirmació¡ los hombres tiene¡ de¡echo a ser libres-
-todos
puede ser admitida por todos aqu€[os que surriben un conc€pto, por muy
vago que s€a, del derecho latural. Pe¡o oo pcrmite coocebir el contenido dc
interior de los Estados, oum€rosas no[nas son obedecidas sitr §er mantenida§
por la fuerza^fl Estado (o el gobierno) qu€ obedece al ve¡edicto dé un ui-
buoal que le ha condenado, demuestra por ello mismo que el derecho so
impone a veccs sin estar basado en la fuerza.)Pero fenómenos de este tipo
se producen en el ir¡terior de las comuDidades. El P¡esidente de los Estado3
Unidos respeta la decisión del Tribunal Sr.¡premo y el ministro francés la
seotencia del Cons€jo de Estado (a veces)fsería imprudente sacar de ello la
cooclusióo de que los Estados se someteráo a las decisiones d€ una Cor¡o
internaciooal, sin vers€ forzados a ello.',
Por coosiguiente, la última afirmación, quo condena el empleo de la
fuer¿a eD el exterio¡ y que denuncia su esterilidad, a menos que no se en-
cuenhe al servicio de ta tibertal de lrs pueblos, nos parece a la vez equívoca
y optimista. Los comunistas, detrtro de su sistema legal y moral, juzgao
plenamente just¡ficado e[ cmpleo de la fue¡za para promover regfmenes
imitados del suyo. No está demostrado que uoa utilización semejante de l,a
fu€r¿a esté condenada al fracaso. Al me¡os que se considere que sin
duda no correspoode al pensamieDto de Northrop- que la -lo
constitución de
las democracias populares represeDta una forma de liberación, no vemos
cómo podrfa maDtenerr que "la sumisión a los priocipios legales y morales,
democ¡áticameole fuodado" sea indispensable para la eñcacia de la fue¡za,
al rnenos a largo plazo.
Para reconcilia¡ e[ pluralismo moral con la unidad iurídica de la comu-
nidad inte¡nacional, el filósofo americaoo uega finalmente a recomendar la
co€xistencia pacffica de los distintos mundos, cada u¡ro con su sistema moral
o legal. La ley internacional garanlizaría el respeto a las distintas leyes exis-
tentes: "It would guarantee to each ideology and nation of the world pro-
tection of its particular norms in its own living law gecgraphical area" r. Lo
quo Northrop olvida es que [a no utilización de la fuerza pe enece a un
sistema moral-legal, el de los Estados Unidos, y a una filosoffa, la del con-
trato y el consgñlimiento, determinados y no al sistema soviético o a la f¡lo.
sofía marxistalNo es, pues, el respelo a una ley internacional, cuya autori-
dad no ¡econocen, lo que incitará a los hombres del K¡emlin a no utilizar
la fuerza eo el exterior, sino la prudencia. Y la prudencia no les impide todos
los empleos de Ia fuerza, sino solamente la guerra abierta, la violación de las
fronteras por ejércitos regulares. Al mismo tiempo, abandonamos el universo
en el que reina la paz por la ley y eDtramos eo el mundo real en el que la
ausencia de la guerra se debe más al t€mor que a una voluntad común, y en
el que se despliegan los hilos secretos de la subversión. )
I-os Estados constituyen una sociedad de uo tipo úoico, que impone oor-
mas a sus micmbros y que, sir¡ embargo, tolera el recurso a la fuer¿a armada.
Mieotras la soci€dad ioternaciorial conserve este carácter mixto y, en uD
seotido, cor¡tradictorio, la mo¡al de la acción iDternaciooal será t¿mbién squí-
voca.
I Las relaciooes entre los Elados constituyeo una confrontación de vo-
luntades que, s€gún los momentos, será pacífica o saogrienta. Los pueblos
oo pueden, pues, ignorar la mo¡al del combate, que exige de todos los iodi-
viduos, coraie, disciplina, devoción, y de las colectividales, respeto a los com-
promisos e ¡[quietud por e[ propio honor.,¿Por qué han discutido apasiona-
una lógica parcial, bieo sea la del dercctto, bi€o sea la de la fuer¿a. I-a li¡ka
moral que supera a la moral de1 combate y a la moral de la ley, es la qu€
yo llamaría moral de la cordura, que se esfuer¿a Do sólo en coDsidefar cada
caso dentro de sus particularidades concretas, pero también en no desconoccr
ningunb de los argumentos de principio y de oportunidad, y eo no olvidar
ni el equilibrio de fuerzas ni las voluntades de los pueblos. Porque es com-
plejo, el iuicio de la cordura no es nunca iDdiscutible y no satisface pl€-
narnente ni a moralistas ni a los vulgares discípulos de Maquiavelo.
Aquél que quisiera ser ángel, sería uoa fieraf El estadista no d€á¿ o[-
vidar que un ordeo intertracional no se mantiene sino a condición de estar
apoyado por fuerzas capaces,de equilibrar a las fuer¿as de los Estados iosa-
tisfechos o revolucionarios.)Si descuida el cálculo de fuerzas, falta a las
obligaciones de su cargo y, cotrsecuentemeD.te, a la moralidad de su oficio y
de su vocación)Comete uoa falta, a[ mismo tiempo que un eror, puesto
que compromete la seguridad de las personas y de.los valores, cuyo destioo
le ha sido co iado)El egofsmo no cs úgrado, pero se impoae a los Es-
tados, cuya sulrrviveDcia no está garantizada por nadie, Pero aquél quc
quisiere ser la bestia, no sería por ello €l ángel. Et realista, a la mane¡a
de Spengler, qu€ decreta que el hombre es un animal de pfesa y le invita a
conducirse corno tal, ignora una parte de la Daturaleza humaoa. Auo en
las relaciooes entr€ Estados se ha puesto de manifiesto un respeto a las
ideas,la aspiración a determinados valores y el se¡tido de la respoosabilidad
por las obligaciones .adquiridas. Rara vez han actuado las colectiyidades
como si no estuviesen obligadas a nada, unas con respecto a otras.
La moral de la cordura, la rneior a u¡ tiempo en el plano de los h€chos
y en el plano de los valores, tro resuelve las antinomias da la coDdrcta
Gstratégico-diplomática, pero se esfuerza en encontraf para cada caso cl
compromiso más aceptable. Pe¡o si la sucesión de ciudad€s y de imperios
sc prolonga sil té¡mino fioal, ¿son algo más que simples expedieotcs, los
compromisos históricos entre la violencia y las aspiraciones mofales? Etr
la era termo¡uclear, ¿es suficiente con una política que reduzca la f¡ecueq-
cia y el volumen de la violeocia? Proudho¡ proclamaba cl de¡echo a la
fucrza, pero anunciaba tambiétr uoa era de paz,lAhora que la Humanidad
posee los medios para destruirse, ¿tienetr sentido las guerras, si no coodr¡cen
z la paz?;
Capítulo XX
EN BUSCA DE UNA MORAL (2)
726
t
ba pasado siemprc por ser legítima, aun en aquellos casos €n que cs prucba
más de perfidia qu€ de itrgeniosidad. Las guerras enhe 'tivilizados" y "bár-
baroj', cuando la superioridad téc[ica garaotizaba la victoria de los primeros
o el vigor flsico, la de los segundos, guerras irinuírerables entre poblaciones
heterogéneas, oo teEfan siempre la virtud de una confrontación y no consa-
graban ni el luicio de Dios oi el riunfo del más digno. Hace falta alguna
confiaaza retrospectiva en la Providencia histórica para poder añrmar que
los "bárbaros", sallan triunfantes cuando los "civilizados" tenfan rieces¡dad
de s€r regenerados, y que éslos esclavizaban a las poblaciones bá¡baras cuan-
do &tas tenían que ser civilizadas, auaque fuese coDtra su yoluDtad.
No de.ja do s€r cierto, por ello, que eotre Estados pertenecientes a !a
misma zora de civilización las guerras podfan ser consideradas como iustas
o ioiustas, en relación a los distintos beligerantes, segrin et papel jugado por
cada uno de ellos en el desencadenamiento de las hostil¡dades. segrin los
obietivos conternplados por uno y otro bando y según los resukados probables
del triuofo de uoo y otro campo. ¿Tienen todavía seotido, en la era tcrmonu-
clear, y por muy equlvocas qr¡e hayad sido en el pasado, semeiaales dist¡n-
ciones? ¿Podfa alguna vez ser iusta una guerra termonuclear?
Una guerra de este carácter acentu¿rfa la tendeocia, visible desde 19,l{l
1945, a Bo tomar exclusivameote como obietivos a los combatientes. La am-
püación de las zonas bomba¡deadas ha estado provocada y, en parte, iusti-
ficada por dos argumentos: Do es más inmoral quizá sea más eficaz-
-y
destruir las fábricas en las que se fab¡ican las armas que destruir esas mismas
a¡mas- L¡ totalidad del ¡otencial de guerra puede y debe ser eliminada con
el fin de destruir la volu¡tad de ¡esistencia del enemigo: ¡os lugares de tra-
bajo, como los trabajadores, forman parte de este poteocial y deben ser ata-
cados dc acuerdo con las necesidades de la guerra, que el moralista tieno
derecho a rechazar g¡obalmeote, pero cuyas consecuencias no puede rehusar,
si ha aceptado su fundameoto. A este prim€r argum€nto
-la oacióo
pa¡ticipa en la lucha y, por lo tanto, es toda ella objeto legltimo
entera
de las hosti.
lidades- vieoe a añadirse un segundo argumento. Puesto que la voluotad dc
resisteocia es la del pueblo entero, y puesto que ni los gobernantes ni los
ejércitos puederi coDtinuar el combate a parti¡ del momento eD que las masas
haD perdido el valor y Ia confianza, es lógico atacar a los oorombatientes,
auoque el potencial de guerra no sea ffsicamente alcanzado. La moral del
pueblo eoemigo se conüerte a su vez en u¡ blaoco: los llamados por Ios
britáoicos bombardeos de zona, calificados de bombardeos de terror por los
alemaues, son uo resultado lógico de estas coosideraciodes de ¡»icologÍa co-
lcctiva.
EB r€alidad, cste medio ha resultado ineficaz, pcro su coodena érica io cs
por ello menos penosa: ¿en qué punto debc detenerse la exteDsiótr de tog
obietivos? Si el combate es übrado por la nacióo entera, ¿por qué razón
no so podla considerar a toda esa nación, Iegltimametrte, como bl¿oco? La
728 Prexeología. L¡s ¡nri¡omi¡s dc l¿ ¿cción diplomátice cstntegice
práctica do los bomba¡deoe sin discrimitración debe ser condenada más bicn
por motivos dc prudencia. ¿No compromet€ la posguerra más que acclera
l,a victoria? Si los dos campos recurr€n a ella, aumenta el €oste del combate
sin qr¡e oinguno de ellos se asegure una ventaja sustatrcia!. ¿Ocurriría lo
mismo con los bombardeos atómicos o termoDucleares?
Los bombardeos termoouclea¡es, si no fuesen ya ¡.¡na amenaza siDo uoa
r€alidad, podrían ser de distiDtos tipos. En abstracto, yo distinguiÍa los tipos
siguieBtes: l) Rottetdsm: uoa potencia, armada con inge¡ios lermonucleares,
destruiría uoa ciudad o un Estado no poseedor de armas s€mejantes, ya para
castigar a este último por una acción antelior. ya para obtener su capitula-
ción ¡ simultáneamente, para propagar el terror. 2) Represalias limitadas:
un Grande podría intentar detene¡ una agtesión o castigar a r¡n agresor ata-
cando una ciudad en e[ Estado culpable (después o antes de la evacuación
dc su población)- 3) Guerra tradicionali si se supone a los dos Grandes en-
frentados, éstos tendrían lógicamente que atacar el dispositivo termonuclcar
del otro. [ás poblacioDes sufrirían e¡ razón de [a cxtensión de las zo¡as
af€ctadas por las explosiones, pero no s€rían atacadas directameote. 4) E¡e-
cución de und ¿rrnenaza no tomada en serio | \n Pequeño puede inteatar
iugar a la disuasióD, ameoazaodo a un Grande con réplicas termonucleares
en ciertas circurstaocias. Si el Grande no cree eo la elerución de esta ame-
naza, el Pequeño podrá verse forzado a tomar represalias antes o después
del castigo que atraerá sob¡e sí mismo. 5) Tumulto calleierc: púede *t que
los Grandes, una vez desencadenado €l conflicto, pierdan toda medida y
busqueD simplemente hacerso e1 mayor mal posible, tratando cada uno de
ellos de destruir las ciudades del eoemigo con la idea de que las hostilidades
se detengan, no por la negociación de un acuerdo explícito, sino por el ago.
tamieoto do uno u otro beligerante, siendo el vencedor el superviviente o el
Estado capaz de recuperarse más de prisa. 6't Ext¿rminación: si uno de los
Grandes tienc todavía armas y vehículos portadores y el otro ya no los tieae,
el primero puede aprovechar la oportuoidad para cxterminar a su rival, auo-
qt¡e éste se haya rendido sin condiciones.
Algu¡os objetaráD que estas distinciones tro tieneo sentido, puesto que La
potencia explosiya de las a¡mas te¡monucleares es tal que, en cualquier caso,
las destruociones seráD coosiderables. Yo uo creo que esta obiecióD s€a vá-
lida: las destrucciones s€rán, en efecto, considerables, pero vari3ráo grandg-
mente segtin cuáles seao las iotenciotres politico-estratégicas de los beligo.
faDtes.
En 1962, en su discurso de ADn Arbor, el Secreta¡io para la Defen-
sa, Sr, MacNamara, sugirió la posibilidad de hacer la guerra de acuerdo
coD los métodos del pasado, es decir, fundamentalrneBte, coDt¡a las insta-
laciones militarcs. Estas distinciones, por abstractas que par€zcan, Do están
pues desprovistas de signiñcado.
CoBsideremos estos seis tipos y preguDtérDon$ sl y pof qué serfan, en sl,
XX. En busca dc uaa monl (2) '/29
más inmorales que los bombard€os de zona, practicados por los ingles€s y
los ame¡icanos con tatr buena coEciencia, en el transcr¡rso de la rltima guerra.
El "tipo Rotterdam" es consid€rado ordinariamente como moral o iumoral
segliD que el sujeto sea agresor o yictima; en otras palabras, segln sea el
motivo del beligerante que haya tomado la iniciativa. Yo se bien que otros
Eoralistas juzgarán quo ua medio semejante, auD a[ servicio de la justicia,
es en sf malo: el iostrumeoto del t€rror degrada a quieo lo usa al nivel dq
Estado agresor. No se me ocultan los riesgos que implica este medio, pero
oo hay juisio ético posible si hacemos absracción de las circunstancias hisló-
ricas. Todas las acciones de guerra son en nu€stra época destructoras, pot
lo que una acción brutal, que traiese consigo la capitulación rápida de uD
agresor, estarÍa eventualm€nt€ iustificada.
Los dos tipos siguientes limitadas, guerra Eadicional por
ataquo recíproco con dispositivos-represalias
termonucleares- Eo s€rían forzosamentc
más ruinosos pa¡a las sociedades que tas o¡xraciones [evadas a cabo du-
raotg años coo las llamadas a¡mas clásicas. Si nos decidimos a hac.r esag
comparaciones macabras, Do es eüdeate que un juez supremo aceptase como
conforme a la moral la muerte de 20 millones de rusos ent¡e l94l y 1945, y
coadenase, como incompatible con las leyes de los hombres y ds Dios, la
muerte de 5 millones de hombres, víctimas eo uno y otro lado de las repre-
salias limitadas, precio d€ la detención de las hostilidades.
En verdad, el sentimiento, ü¡eflexivo y arraigado, d€ que hay una difa
reucia de traturaleza eDtre las armas nucleares y las armas clfuicas
-senti-
miento qt¡e yo comparto y que juzgo deseable manteoer- tien€, a mi parecer,
úes orfgeDes. En principio, los hombres ¡eaeioDaD ante estas armas sin prece-
deate como han reaccionado aote otras innovaciones, empezando por la pól-
vora (es inmoral dar muerte a distancia: un caballe¡o no ¡ecurrirá nunca a
un arma tan desleal) o por los gases asfixiantes. Eo el pasado, ssta reacción
oo impidió en niDgún momento la difusióo de la llamada arma diabólica,
pero, en estas circuostaocias, la reaccióo m€ pa¡ece saludabl€: la Humanidad
üe¡c co¡ciencia de que la bgmba atómisa y, ¿¡in miís, la termoDuclear platrte¿
problemas políticos y rnorzles c dlirativom¿nr¿ distitrtos a los que plantean
las bombas de T,N.T. La diferencia c¡ralitativa es uE resultado, primero, do
una diferencia cua¡titativa: una tonelada de bombas de T-N.T, laazada
sobre Alemania causó, por térmitro medio, e¡tre 1940 y 1945, la muert€ do
alguaas ¡xrsonas (alred€dor de 02 por toD€lada, si admiümos las cifras apro-
ximadas dc 3m.000 muertos y 1,5 millooes de toneladas). Una bomba atómica
de 20 kilotoges (20.000 tooeladas de T.N.T.) causó en Hirosbima decenas
de miles de mu€fos y una bomba t€rmonuclear de algunos megatooes quc
so abati€ra sobre la Isla de la Cité, causarfa millones de muertos. Por tone-
lada de explosivo, el "rendimiento" so ha multiplicado ya por diez, pero,
como bemos üsto, una bomba termonuclear po§e€ una potencia explosiva
superior s ta d€l total de las bombas utilizadas durantc la última gucrra.
7]a Praxeología. L¡¡ ¡¡tinomi¡s dc l¿ ¡cción diplomática cstr:tegicr
Por muy compatibles que sean en abstracto, estos dos tipos de conclusiones
no d€jan d€ plantear una cuestión ulterior. La iustificación posible de los tres
primeros tipos suponía un empleo limitado de estas atmas moristruosas. Ah(>
ra bien, el escéptico se verá inclinado a poner eo duda la misma posibilidad
de esta limitación. ¿No es inevitable llegar a lÍmites €xtremos, si las bombas
atómicas o termonucleares comie¡zau a explotar?
Convengamos bonradameote eD que, faltos de experieacia, no sabemos
nada de ello. Hay dos argumentos, de seotido contrario, que sotr verosímiles
y que, generalmente, soo los expuestos. Si la guerra comieoza, dicen unos,
los hombres de Estado perderán su sangre fría y se deiarán llevar por la ira
(legar a límites extremos se hace inevitable). Aunque la gue¡la comience,
dicen otros, los estadistas (si no son ellos mismos las víctimas de los primeros
ataques) se esforzarán por detener lo más rápidamente posible la locu¡a
homicida. Ea resumen, el explosivo nuclear hace menos plobable la ascensióD
a límites extremos eu caso de una supr¡€sta actuacióo racional pof parte de
los dirigentes, y la hace más probable si se le§ considera a estos últimos
como incapaces de la llamada accióo racional eo cuaDto los cañones atómicos
comience¡ a tronar. Yo, personalmente, creo más en la persistencia del lemo¡
y, consccuentemetrte, de la cordura, aunque demasiada§ circunstancias de-
terminarán los acontecimientos para que pueda prevers€ con seguridad.
El resultado de estos análisis podría todavla expresarse en los siguientes
¡érminos: como quiera que las armas termonucleares hacen posible la des-
truccióo completa de la ¡ación enemiga y población- ya no es
-territorio
admisiblo el empleo de estas armas, si hacemos referencia a las reglas tra-
dicionales de las relaciones internacionales, a no s€r que la fórmula de Rous-
seau, "s€ hac€ la guerra a los Estados y no a los pueblos", coDserve aun un
mínimo de s€ntido. O, de otra mancra, a condición de que se haga un em-
pleo limitado de esas armas. Taoto si s€ trata del tipo "Rotterdam", del tipo
"represalias limiradas", como del tipo "ataques contra el dispositivo termo-
luclear", el objetivo es el obteoer la capitulacióo del Estado o el dc casti-
garle. pero oo el de aniquilar sus ciudades y sus habitantes. tos tres tipo6
siguientes podrían ser bautizados de venganza, locuro homici¿a o extetrninc-
ci<í¿. El caso de la venganza, posiblemente póstuma, de utr Pequeño que ha
preferido la muerte a la sapilulacióD, ofrece a los filósofos un tema cterno
do meditación: ¿puede, deb€, un Estado, es decir los pocos hombres que
decideo por lodos preferir, siguiendo el eiemplo del comandaate de un fuerte,
una muerte heroica a [a caprtulacióa, si esta muertc es la del mismo pueblo?
La interrogante, a la vez moral y política, se ha desplaz¡do: ¿hasta qué
puDto este €mpleo limitado es posible? ¿Hasta qué punto es concebible que
l¿ amenaza de uu empleo ilimitado de estas armas no traiga algúo día la eje-
cución de dicha amenaza? El problema ya no serÍa: ¿es iustificablc €l em-
pleo de estas armas en cie¡tas circunstaocias y según una determinada estra-
tegia?, sino: ¿no crea ua riergo iatolerable, mo¡almentc culpable, de esa
732 Prexcologír. Lrs a¡ti¡omi¡s dc l¡ ¿ccióa diplomátice csretlgice
ción actual. Este sería un precio considerable a pagar por la guerra. Lo que
es aún más horribl€ es que tal vez tendrlamos que continuar pagando un
precio de este mismo orden, aunque más reducido, dur¿nte 20, 30 ó 40 geoe-
racion€s. Pero, arin en cste caso, bay un largo camino hasta llega¡ a la ani
quilación. Muy bien podúa ocurrir, por eiemplo, que los dirigentes ameri-
canos estuvieran dispuestos, entre otros, a aceptar el riesgo considerable do
qu€ un I por 10O más de nuestros Diños nazcaE coo deformaciooes, si ello
permite evitar el abandono de Europa a la Rusia soviética. O también podrfa
ocurrir que, en ciertas circunsta¡tcias, los rusos estuvieran dispuestos a aceptar
riesgos todavla mayores, si con ello consiguieran eliminar a los Estados
Unidos.
"En €stc momento de la conferencia, una señora de entre el auditorio sc
levantó y exclamó con una voz acusadora:, lYo no quiero vivir en vuestro
mundo, en el que un I por 100 de niños nacerán deñcientes." Mi respr¡esta,
me temo, fue más bien brutal: "No es ,ni mundo', le hice observar, y lo
advertí a continuación que si no quería üvir en un mundo en el ql¡e un I por
l0O de los niños riacerían deficientes, se cnconlraba e¡ una situación bien
desagradable puesto que un 4 po¡ 100 de los niños Dacen deficieDtes acr,¡¿l-
ñenle. Esta anécdota pone de relieve el becho de que la paz tieoe tambiétr
sus tragedias y que Dosotros tendemos en Duestra üda cotidiana a ignorar
este riesgo permanente. Salvo si nuest¡a propia familia, padres o amigos pró-
ximos han sufrido por ello, la mayoría de las gentes igooran simplemente la
cxistencia de este géDéro de riesgos en la atmósfera ea la que vivimos y edu-
camos a nuestras familias.
"Me imagino fácilmente que si Dosotros viviéramos en un mundo en el
quo ningún oiño hubies€ i¿más Dacido deficiente y si se tros diiera que como
consecuencia de cualquier acoDtecimiento ouevo uD 4 por 100 de los niños
nace¡ían con anormalidades serias, considerarfamos ese mundo como iDtole-
rable. No podrÍamos sin duda cree¡ que hubiese gentes dispuestas a engendrar
y cducar hijos si existicra el riesgo de que de cada 25 de ellos uno tuvieso
un defecto congenital serio. Y es, sin embargo, en ese mundo en el quo
vivimos actualmente. No solamente soportamos ese porcentaje de tragedias
relativaÍi€nt€ elevado, sino que no estamos muy lejos de ignorarlo"'.
Bertraod Russell nos conmina a reconocer que vale más capitular que
lib¡ar una guerra termonuclear, que sellaría el destioo de la civilizacióo y
hasta de la misma Humanidad. Pero no distingue clararnenle entre diversos
consejos: el coDs€jo de capilular antes de coner el riesgo de una guerra qu€
reprcsentaria la muerte de la misma Humanidad, el consejo de capitular antes
qüe corret el riesgo de una guerra qrue podría ser la muerte de la Humaddad,
el conse.io de capitular antes que librar ura guera que podría ser la muerte
de la Huma¡idad y, por último, el consejo de capitular aotes qr¡e librur ttr.z
¡ Tomo este terto de un¡ dccl¡r¿ción ¡l Neu York Tímes, en el númem del
28 d¿ dicicnbre de1960.
I E¡ u¡¡ dücusión ultc¡io¡, poblicada por Comme¡¡a¡y (octub¡e, 196l), Si¡ Ct¡r-
les he ¡econoeido él mismo la v¿lidez dc est¡ distinción.
7i6 Praxeología. L¿s ¡ntinomi¡s dc l¿ ¡c¡ión diplomática estratégica
' A menos que se eriia a los Estedos Unidor que capitulen, desde aho¡a, par¡
eliminar este riesgo. Pero asta peticién es utópica. Y no esta¡ía justi6cada desde el
punlo de yista de nuestros valores de ninguna fo¡m¡. Noeolros ¡cepta¡íanoB uD t!¡l
it ñcr.so y cie o por e¡iler el nes6o de uo úal g¡¡¡á mayo¡ áún.
2 Si¡ Cha¡les nos of¡ece o!¡o 'conocimiento cierto' que despierta algtna duda:
"For scientists know, and again with the ce¡tainty oI scien¡ific knowledge, thst rrc
posess every scientific fact we oeed to t¡ansform the physical lile of h¡ll thc wo¡ld.
,And t¡anslo¡m it $iüin thc space oI peoplc now living. I n.ea¡, *e üave all ¡¿ssu¡ccs
to help hall the rvorld livc ar long as we do, and €!t enough- -l.ll rh.t is r¡iEsirS i!
¡he will". H¡ce falta dar a la pelabra 'voluntad" un ¡entido ertremadamente amplio
par¿ que €sta afirmación adquiera no el c¡¡ácter de una ve¡d¡d (que no lo tendr¡
¿fi ni¡gún caso) sino une especie de verosimilitud. Si 6e trate de medios léc¿¡co¡
para prolongar l¿ vid¡ human¡ y par¡ lumentar Ia producción de ¡lime¡toe, l¡ Hu-
ma¡idad los posec siD dud¡. Si se t¡¡t¡ de la posibilidad económicoaoci¡l dc t¡¡¡+
Io¡m¡¡ las condiciones dc la higieae , de ls ümentrcióú de ls mit¡d de le Huma-
nidad, ¡¡c ¡dmi¡a que Sir Ch¡¡les baga alarde dc une certidumbrc que los aabios
que se ocupsn de estos problemas jamás han manifeatado.
Añadamos quc sc trata da un dicur¡o público en cl que le prcocupación por
ooDv.nce¡ tiil¡nf¡ por encime de los cscnipulos del ¡¡bio, ¡ic¡do ¡! invoc¡cióo dc L
ccrtidumbrc cic¡úfca ¡¡d¡ oír que ua procldiEictrlo rctó¡ico, ¡u¡q¡e e¡ qtte c!!q
uo pmcedimicnto peligroro.
XX. En busce de une morrl (2) 737
' I¡ probabilidad de quc este EsIado sea l¡ Unió¡ Soviética r¡o tieDc Deceidrd
de ser explicada por las auperiores cu¡lidade¿ de los U.S.A. Basta coD p¿Dlr¡ e¡ lr
dificulad que tienctr los Esbdor Uoidoo par¡ guardar sus sccrctoa
' No tuvo luSar ninguna erperiencia soviética en la atmósferq dur¡ntc l¡s cor-
ye¡secioncs, pero nadie sabe si no hubo explosiones eubte¡¡i¡e¡s. ¿Cómo saberlo,
pu.sto que son imposibles de detecla¡?
r Dcjemos ¡ u¡ l¡do las ¡elaciones con l.os lo<ompmmctido¡. En cfccto. &ta
¡o¡ f¡vor¿bles a cualquicr acucrdo de des¡¡mc. Si cl ecue¡d.o fuesc ñmado por loo
Dos ninguno de ellos c¡t¡ae¡í¿ heneficio rlguno de la fi¡ma po¡ lo que rasp€ct! ¡
¡u riv¡lidad frcnte a los no-comp¡oúretidos, ya que ambos te¡dría¡ ¡ l¡ ycz cl mé¡ito
dc cllo.
XX. En busca de una moral (2) 739
y los Estados Unidos, o quizá habría que decir entre Europa y Asia. La
Utrión Soviética no ha facilitado a China los medios soviéticos psra disuadir
las provocaciooes americanas- Ha procl,amado de una vez para siempre, me-
diaDte la 6rma de ui tratado de asist€¡cia mutua, qr¡o en caso de guerra
entre la China popular y los Estados Unidos intervend¡ía al lado de aquéll¡
conha éstos. Esta aliaoza basta para "proteger" a Chitra de uua agresión ame-
ric¿oa o, aún, para disuadir a los Estados Uoidos de toda agresióE abierta,
Pero no permito a la China popular tomar la iniciatiya de hostiüdades de g¡ao
envergadr¡ra, ni siquiera contra Quemoy y Matsu- La Unión Soviética, al
guardarse para eua sola el armamcnto atómico, disuade taDto a su aliado
corDo a su eDemigo de soluciooar su disputa po¡ la fuef¿a. PEro, cotr toda
evide¡cia, facilita a China razoDes suplemeDtarias ¡xra acelerar lo miis po-
sible su programa d€ armameDtos nu€leares.
En Europa, los Estados Unidos, como h€mos visto r, han intentado al-
caozar simultáDeamente dos obietivos: guardar para sí la disposición de las
a¡mas nucleares y da¡ a sus aliados Las ventaias que resultarían de la pose-
sión do estas armas. I-os medios empleados con vista a estos dos obi€tivos hao
variado, desde hace diez años, en función de los progresos técnicos.
El pafs que tenfa más motivos para adquirir uo armamento atómico era,
en 1961, no Fraacia, sino Chha. El régimen comunista quiere darle a Cbina
el rango de grau potencia en el escenario muudial. No tie[e casi posibilidades
de alcanzar su obietiyo próximo ---+liminar a los superyivientes del régirnen
oaciooalista en Formosa- mientras no haya eotrado en el Club atómico. I-a
Uuiótr Soüética se ba mostrado aún más reticente respecto a su aiiado prin-
cipal qr¡e los Estados UBidos aDte sus aüados europ€os- Un acuerdo ormado
etrtre Estados Uoidos y la Unión Soviética respecto al cese de la experieocias
nuclea¡es no habrfa impedido a China proseguir su esfuepo, encaminado
a proveerse de un armamento atómico propio. Si hubiese tenido por ñnalidad
la dc prohibir la difu¡ión de las armas atómicas hubiera sido de una débil
eficacia. Todo lo más, hubiera hecbo más lento su movimi€nto. Las grandes
potencias virtualmente es una de etlas- oo se de'jarán maniob¡ar
-y CbiDa
iodeñnidamente por los "duopolistas". Las mismas potencias de seguado orden
se resignarán coD dificultad a p€rmaEecer eu una situacióo cualitativameDta
inferior.
En relacióa a los aliados, el acuerdo sobre el ccse de las experiencias
hubi€ra podido ser eñcaz, peÍo con una condición: que los Dos se hubieran
comprometido, solemtrc o dirretam€nte, a imponer su respeto a los oo-signa-
tarios. Pcro este compromiso, a su vez, era diflcil de aceptar y, aún más di-
flsil, do respetar. I¡ Unión Soviética oo pued€ recotrocer abiertame[te, ni
aur eo el caso de una negociacién secreta con los Estados Uoidos, que temc
la adquisicióu por la China comudsta de uDa capacidad atómica ind€pen-
¡ Nos hemos guardado muy bien de c¡ncluir quc lo3 Esládo3 Unidos hubie¡an
debido ----o no-- fi¡ma¡ el acue¡do sob¡e cl ccse dc erperiencias nuclee¡ee; igr¡el-
mente nos Suardaremos tembién de llegar a l¡ conclusión de que Francia debc ---o no-
continu¡r su progama. Aquí no€ preguntrúo!¡ *bre l, ,ú,t ¡dleza dc los problemas
planleados a los hombres de Estado y trstamos de precisar el carácte¡ de las deci-
eiones que debeo adoptar.
XX. En busca d. ufl mor¿l (2) 713
' ¿Aomcnt¡ lc riesgos u¡a güere 'por locura o iDsensats¿", dc ¡cuerdo co¡ la
crpresión de Si¡ Ch¿¡lcs? Si, en función del principio: cuantos mis hombres hay
cuya salud mentel es ¡ccesaria palá la paa mis amcn¡rada €t!¡í ésts. RcSpccto a
l¡ mag¡itud de csta ¡Ecnrra, l¿ düd¡ esti pcrñilida.
' E¡ 1962, el Preside¡re Kennedy ha condenado brusc¿mcnte el eslue¡zo h¡¡cá
ps¡a co¡stilui¡ un¿ Iuerz¿ nacional, con¡ide¡ándol¡ como cont¡a¡i¡ Ui4mica» d ,¡le¡ét
de la ali¡nz¿ rtlinticá, peIo no ha inte¡tario iiquiera, al pareccr, 'disuadir" d gtneral
Dc Gaulle, a ¡o ser mcdiatrte lrg¡¡ncDtos.
7+1 Prrxcología. L¡¡ ¡ntinomi¡¡ dc l¡ acción diplomátice cstretégica
interpretación que b resta todo mérito moral, pero que le hace meaos inacep
tabl€ en cuanto polític¿. Supotrgamos, realmente, quo Gratr Brelaña docidr
eliminar sus armamentos uucleares y abandoqar el Tratado del Atlántico Norta
Gran Bretaña no estarí¿ por ello abandoqada al capricho dc sus encmigos. Lo
ocutrales o los no-comprometidos han estado a menudo prot€gidos por lo
Grandes eo Gl transcu¡so de la Historia, sin haber contraldo una alianzz er
plícita cotr ellos. En tanto que haya dos Estados poseedores de armamento
termonucleares, ainguno de los dos podrá reinar y todos los miembros de
club tro-atómico pueden susteDtar la ilusión de que su seguridad ao exige e
recurso do la utilización, Di siquiera diplomática, de este arma borrible.
No es sorprendente que, una vez quo la disua§ón se ha convertido en bi
lat€ral, todos los aliados de los EE. UU. se pregunteo si el 'tompromiso aroc
ricano" no les hace correr un peligo mayor que la seguridad qu€ les aporta
O, para formular la misma cuestión de una ma¡era difereote, se plegr¡otan s
no podríao obter¡er la misma seguridad, o c¿si la misma, cootra la aSresió¡
conservando al mismo tiempo una mayor posibilidad de supervivencia en cas
do guerra. I-os europeos sori tanto más favorables a la garantía americaar
cuanto más convencidos estáo de que la disuasión evitará la guerra yI
agresióo. El día que esta convicción desaparezca come¡z¿rán a hacerse pre
guntas.
¿S€ría esta dipl'omacia de Deutralidad la meior para Gratr Bretaña o pa¡r
la Europa coritioeotal? No faltau argurneotos r en el sentido cootrario, qr¡
consisten en darle la vtelta a los argur¡ieDtos p¡ecedeDtes: la ruptura de l¡
alianza acrecienta los peligros de uoa explosión, sin auflreDtar sustaDcialfi¡€nü
ta probabilidad de ¡rrmaoccer fuera del conflicto, si €ste último degenera er
uoa gueEa rotal, Nadie puede medir exactan¡ente las probabilidades de esta
diversas eventualidades, puesto que esas probabilidades varían de asuerdo cor
los progresos dc la técnica militar y de la con¡rntura iEteroacional. En tant(
que Berlítr y Alemania s€ encueotren divididas y qu€ las divisiones americ¿
oas estén estacionadas en Eutopa, uoa se¡uración oñcial entre el Antiguo y e
Nuevo Mundo no modificarf¿ en nada la solidaridad histórica, que s€ mani
festaría en tiempo de guerra mediante la imposibilidad para uno dc ello
de manteners€ neutral, cu¿ndo el ot¡o haya comenz¿do a combatir.
Sea ello como fuere una vez más, es Ia lógica de estas elecciooes li
que nos interesa y no el -y, cout€nido de esas mismas elecciones-, una neutrali
dad de este tipo, iustificada por esas cl,ascs da razolGs, consütuirla una po
lítica dc respoosabilirl,ad, pcro no una polftica de convicción. Seríao moralis
tas dc la co¡üccióD aqr¡ellos que invitascn a los EE. UU, o a la Unión So-
viética a desarmar unilateralmcote, o aquellos que, en Grau Bretaña, invitaseo
a los británicos a preferir la ocupacióa a una guerra atómica o, puesto qr¡e
toda gu€rra eDtre ejércitos regulares en nuestfa época corr€ el riesgo de pro-
vocar el empleo de bombas atómicas, a preferir la ocupación ¿ toda guera.
Aún esta última elección la ocupación a la guerra- se presta
¿ una interp¡etación realista, -preferir
como la que ha dado, por eiemplo, el comaE-
d8Dto S. King Hall. Las sublevacio¡es cont¡a las autoridad€s ooloniales a
través del mutrdo, han demostrado hasta qué punto la desoHiencia civil, la
resisteocia no violenta, el terrorismo y las guerrillas son eñcaces y costosas
para la potencia imperial que, incapaz de restabl€cer el orden, se ve condenada
a gastar para esta obra, ouDca termioada, sumas superiores a las quo le sig-
oiñca la explotación del pueblo subyugado. Basta que un pueblo, aun sin ar-
descubra poco a poco la vanidad de sus conquistas'.
Esta teoría, pot cuanlo se considera realisra, * presta a obi€cion€s doci-
mas esté resuelto a hacerle l,a vida imposible a un conquistador, para que é,ste
sivas ya quc considera ciertos hechos y desprecia otros. En primer lúgar,
supone que la época de los exterminios o de las hecatombes en masa ha pa-
sado def¡itivameute, y que un pueblo que depone las armas Do scrá ni dc-
portado, oi reducido a la esclavitud ni pura y simplemente exterminado. Los
rusos habfan internado a diez mil oficiales polacos en campos: los asesinaron
aates do r€tirars€. Stalin había propuelo a Roosevelt y a Churchill fusilar a
alguoas d€cenas de miles do oñciales de la Wermacht. Los alemanes habfaq
cerrado todas las universidades polacas y prácticar¡eDte suprimido hasta la
e¡s€ñalza secundaria. Las clases cultiyadas de los imperios itrc¿ o azteca se
vbroo diezmadas por los invasores veaidos de España, y las masas indias,
privadas do su cultu¡a tradiciooal, vegetaron durante siglos sia razón de vivi¡,
tratadas como subhomb¡es ¡ror los vencedores, conyertidos en la clase privile-
giada de la sociedad colonial. No hay ninguna rcc€sidad dc recordar l.s
muerto industrial de seis millones de iudfos, para concluir qtl€ el cotto de la
esclavitud, para un pueblo y pora uru cukura, puede ser más elevúo que el
costo de la gueú¿r, qun de una guerra atómica-
En segundo lugar, la eñcacia de la resistencia pasiva, tal y como la ban
pracücado los indios bajo la dirección dcl mahatma Gandhi, cstrí subordioada
al respeto, por parte de l.os hombres de armas, de ciertas r€gla§. En el trans-
cu¡so de la guena, cuando los británicos tomaron la decisió! de emplear sin
reticencias sus rnedios de fi¡crza, movilizaron el pafs para la guerra, a ¡»sar
dcl partido del Coogreso y de ciertas veleidades de resistencia semiacüva. La
ejocución de los iefes nacionalistas en el momento oportuno hubiese no sólo
detenido, sino rcrasado sensiblemente 106 movimieDtos dc liberación nacional
a través del mundo.
teé co. Nadic puedc de[ende¡ ¡llí l¡ rcais del desa¡me üDilst€ral. Adenás h for-
mación ¡ccibida poi los ciudadanos soviéticos les hace inse¡sible a la propaganda
de l¡ no-violencia.
' El dess¡mc unilatcrel equivale a le capitulacióD.gral
Aquel quc ouponc que todo!
loo Estados ¡cguirí¡¡ el ejemplo dado po¡ el paime. Estrdo quc dcsarma.rc, es
un iluso y Do Ec¡ece que sa discut seriamentc con é1.
752 Prexcologá. [-es ¿¡tinomi¡s de l¡ acció¡ diplomátic¡ csrr¡tqic¿
I. ¿ÁRMAR O DESARMAR?
754
XXI. Zn busca d€ un¡ cstrltcgia 755
de Estado puede deñuir el interés naciooal que tiene a su cargo sin incluir en
él el beueñcio de la aus€ncia dc guerra. DesgraciadameDte, aquel de los Dos
qr¡e estuviese consciente en cada rnsta¡íe de la desproporción entre el objeto
y el costo de uDa gr.¡e[a eveEtual, §e sotrdeEaría a sí mismo a batirse en re-
tüada cada vez que existi€ra o pareciese existir un riesgo de estallido, y, por
lo tanto, se condeuala a ¡rerder, uno tras otro, los objetos de todos los coo-
flictos pa¡ciales. Pe¡o si cada uDo do estos objetos es modesto, ¿lo son todo6
eo conjuoto?
La única manera de vencer esta aotinomia ---o bien aceptar riesgos des-
proporcionados al ob.ieto específico, o bien correr el riesgo de perder todos
Ios objetos de litigio particula¡es- es, para los Dos', la de crea¡ unas condi-
ciones tal€s qr¡e Eo tengaB que proferir la ame¡aza termoDuclear o, al me-
oos, qus cada uno de ellos no teDga que blaodirla más que en circuostancias
tan raras y por motivos taB coDsiderables, que el otIo rlo pueda cometer un
eror d€ iuicio oi experimeDte la tentación de seguir ad€lante. ¿Cómo crear
semeiaDtes condicioues? Yo apercibo dos caminos: el del desarme (enteDdido
en el sentido amplio que vamos a precisa¡) y el de una estrategia-diplomacia
que roduzca el papel de la disuasión y refuerce el de la defensa- Estos dos
caminos se eDtr€cruza[ y no es fácil §€gui¡ uDo u oho hasta el ñn.
t No es tot¡lme¡tc er¿cto q¡¡c ee¡ el i¡tcrés de ,odr ¡a especic humam- Quiá lor
chi¡o¡ veí¡¡ co¡ g¡lclo uDa guerre ruso-aoericana.
t O ps¡¡ ¡qucl de los Dos dispuesto a ceder.
75$ Prexcología. L¿s ¡ntinomi¿s dc l¡ ¡cción diplomitie cstraÉgice
ci€no crédito, a décir verdad, durante los perlodos de ¡raz relativa. Desmcn-
tida por una m¡€va puesta eo marcha del monstruo g¡¡err€ro, la esperanza so
vio reauimada coo la puesta a punto ds uD medio de matar más rápidamentc
y a uo mayor número de bombres: la bomba termoouclear, revolución cuali-
tativa por ser taD graDde el aumeEto cuarrtitativo d€ la fuerza explosiva, y quc
ba dado a €ste tema clásico uoa actualidad que no tuvo iamás anterior-
me¡te. F. Eogels sc equivocaba cuando crela que el progreso de la técoica
militar estaba ya casi consumado, y los autores del siglo pasado se equivo-
cabao cuaodo coDtaban coo la ametralladora y con el cañón par¿ imp€dú
las mataDzas, igualmeute que los tcóncos del perloalo entrc ias dos grErTas se
cquivocabao al aounciar, en caso de una segunda guera mundial, el ñnal dc la
civilizacióo: todos estos errores no pruebat todavla que estemos equivocados
cn apostar por que la disuasióo termonuclear evite utla tercera guerra mund¡al.
I-a tesis de la "paz por el temor" admiüe tres versiones diterentes, que no
están si€mpre clarameot€ diferenciadas, pero que so¡r lóg¡ca e históricamente
separables. [¿ tesis e¡tr€ma sela la de la generalización y duracián posibles
do la paz por el temor: la difusió¡ de las a¡mas atómicas o termonucleares
crearía progresivam€nte, eDtre todos los Estados, el mismo tipo de pz quc
reina hoy día eotre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Una segutrda
versióa serfa la de la paz entre los Estados poseedores de armas termoou-
cleares al oegarse éstos a batirs€ entre sf, ni siquiera exclusivamente coo ar-
mas clásicas, por el tcmor de llegar a límites extremos. Por último, una ter-
ccra versióD, la más modesta, se limitaría a plaotear el becho de que la guera
termoquclear no tendrá lugar, al negarse los beligeraotes, aunque dispusieran
de €s¿s armas y por temor a las r€pfesalias, a emplearlas,
De estas t¡es versiooes es la primera la más improbablc, y la úoica tam-
bién que se presenta como uoa doctrioa de paz. Iás otras dos equivalenGs a
hipótesis sobre el posible desarrollo de los acoDtecimieotG a partir de la cc
yuotura actual. I¡dican los objef.ivos de uDa €suategia coosebiblo al mismo
tiempo que formulan hipótesis sobrc €l futuro. ED todo caso, s€ sitúao
d€Dtro dcl marco de la diplomacia+strategia as usual.
La versióo extrema de la paz pü el temor casi no pucdc s€¡ co¡sidcrada
oo serio. Pero ejerce una especie de fascinación sobre utra cicrta catcgorfa
dc esiríritus y poscc r¡na vcrosimilitud falsamcnte lógica, prestáDdose a una
formulación supucstarn€Dto ¡¡cioDal- No es, por lo tanto, totalrD€nta im¡til in-
dicar por qué Do pucde s€r matrteaida.
, Si basta con que dos Estados tetrgao los medios de "atomizarsc" el uno
al otro para que no lrrchen ya, ¿por qué no facilitar tales m€dios a todos los
Estados? L¿ paz etcma qucdala establecida al mismo tiempo.)Los csaépticos
so ven scusados de u¡ sombrío des€o "de salvar la gucrra" humaniándola
(al desatomizarla). El crror del razooamicoto cs doblc: la paz cntre los po-
sccdorcs de aparatos termoDuclearcs ¡o esrá ga¡€;ntir,ada, Pero, au¡rooicodo
(XI. En busca de une estrat€ti¡ 757
ción csta amenaza eu el caso de quo el primer ataque r€alizado por el enemigr
hubiera destruido la mayor parte de truestro dispositivo termonuclear. Perc
al m€nos, supongamos que los responsables de los dos Estados prircipale
y dc los dos dispositivos termooucleares se muestrao tranquilot, reflexivos
no sc abandonan a impulsc, y hasta el último mornento calculan antes de da
las órdenes, cuya consecuencia podría ser la mu€rte de millones de persona§
Supongamos también que, ni de un lado ni de ot¡o, órdeoes s€meja¡t€s pueder
ser dadas a uu nivel inferior de ierarquía y que la cadena de mandos, al igua
que la red de comutricaciones, resistiría la prueba de una crisis internacional
Suposiciooes de este tipo tieoeE menos posibilidades de ser ciertas para cincc
Estados quo no para dos, pa¡a Estado6 menos rigurosameate organizados !
rDenos habituados al manejo de la t&nica moderna, quo no para los dor
duopolistas.
Las observaciooes precedeot€s tienen un sentido y un ob.¡etivo estricta.
mentc limitados. E[tre las dos tesis antinómicas, que tieueo uDa y otra par.
tidarios paz por la generalización de la disuasión termoouclear y los pe.
-lacrearla la ampliación del club atómico- yo no dudo: la primera
ligrA que
es ilu$ria, falsarDente seductora, puesto que tieoe la seducción caracterÍstica
de los soñsmaslE¡ rcs¡¿midas palabras, es la guerra lo que hay que salvar, o.
dicbo de otra manera, la posibilidad d9 un ericuentro de fuerzas armad¿s entre
los Estados, y no la paz eterna que hay que instaurar por l¿ afnenaza cons-
tante del holocausto termoDuclea¡, >
- Quizá convendrfa i¡ aún miís leios y plantear la cuesüóri do si e3 la paz
geoeralizada por el teror un modelo realmente posibl,e de paz eterna (o sim-
plem€Ete duradera).)Morton A. Kaplan, entre los cuatro modelos todavía no
realizados, pero concebibles, de sistemas intemacionales, ha hecho figurar
al que llama el unit veto system, el istema del liberum veto. Igualmeute qu€
uo solo voto contrario paralizaba la dieta polaca, cada actor
-y no sola-
mento cada actor fundamental- tendría no el derecho, sino la cápacidad de
paralizar a cualquier otro actor, amenazándole efectivameote coo la muerte.
Todo Estado tend¡ía la capacidad de disuadir a cualquier otro porque ten-
dría los medios, taoto para ejcrcer represalias mortales sobre el ag¡esor como
para llevar a la muerte a [a humanidad entera. La primera hipótesis exigiría
que los pequeños Estados estuviesen en situación de hac€r invulnerable su
dispositivo termoouclear, es decir, lo más a menudo, dispon€r de él fucra
de su territorio, esconderlo en la tierra o dispersarlo en la profundidad de
los ocános. I-a s€gunda hipótesis
Doomsddy mqchine- sobrepasará durante -la d€ uDa máquiDa apocalíptica, la
largo tiempo, si es que no siem-
pre, a los recursos de los Estados pequeños o medios. Aún los grande-s Es-
tados Eo se decidirán probablemetrte a construir una máquina peligrosa para
todos y qur, eo caso de "fallo técnico', sellarfa el destino d€ la humaoidad
al mismo tiempo el de aquel que la hubie¡a consruido.
El becbo de que los Pequeños hayan sido dejados atrás por lG Grandes no
XXI. E¡ busc: de un¿ €strategia 759
Ll I¿ pz W¡ cl dcsannc
Hcmos examioado, y en to posible disipado, las ilusioues do la paz pot
el ,ernor. Qrjaúfzúos igualment€, ycndo al otro extremo, oxamioar y disi¡nr
las ilu§ones & la paz por el desarme.
762 Prrxcologír. l-:s ¡¡ti¡omi¿s dc l¡ ¡cción diplomátie cstr*cgice
las socicdades industriales vivirátr en paz porque tienen todos los medios para
destruirse eD uDos instantes. El error intelertual, inverso en aparieocia, es
el mismo en el fondo en ambos casos. El doctrinario de la paz por el temor
imagioa ula igualdad entre los Estados gracias a la capacidad dcl más débil
d€ atacar mortakneote al más fuerte. El doctrinario de la paz por el desar-
mo imagina la igualdad gracias a la capacidad del más fuerte de coaccionar
al más débil Ni una ni otra igualdad son accesibles. Ni u¡a ni otra igual.
dad son ni serfao aceptables para los Graodes.
Esas dos doctrinas tienen aúD otro puuto en com¡rn: llevan a co¡cebir uu
sistema intemacional eu el que la paz estaría garantizada automáticameotc,
por decirlo asf, sin la intervencióq de los hombres ni de sus decisiones- Para
que el universo del liberum v¿ro termoEuclear ¡to parezca infer¡al, se ima-
gina ut homo diplomotictts racional, en un número cualquiera de ejempla-
res. Para que el universo de Estados sin armas parezca do seguridad, nos
imaginamos que ciudadanos y Estados están dispuestos a no recurrir ya más
a la fuerza, con el pretexto de que hubiesen ya desguaT¿do o huodido en
la profundidad de los océanos sus armas tradiciooales o moderms, Es il€-
gítimo y absurdo dejar a un lado a los hombres políticos, individuales o
colectivos, ciudadatros o diplomáticos.No exisle ua 't¡rrco" infalible
meoto o desarme- q¡Je garantice a una humanidad violcnta y diyidida una
-arma-
paz defiaitiva)
Si el desarmo general y total no constituye el s€creto do la paz eterna,
como tampoco lo es la generalización del equilibrio por el terror, la poUtica
do armamento§, al igual que el temor a l,a gr¡erra termoDuclear, no dejará
do tener una inffuencia sobre el riesgo de cooñictos y sobre el carácter que
revestirlan éstos. Igual que después de haber disipado la ilusión de la paz
por el temor, hemos mantenido la idea de que el temor a la guerra podría
constituir el comienzo de la seDsatez, igualmente, después de baber disipado
la ilusión do la paz por el desarme, no excluimos quo la política de arma-
B¡ento§ constituya uno de los factores de la paz y de la guerra.
Mieotras subsista uoa pluralidad de sob€ranfas miütares, es impo:iblo do-
cretar que, en sf, La reducción de armaÍreEtos sea favorabl€ o desfavorable
al maoteDimiento de la paz. La limitación do uo tipo de aunamentos (aco-
¡azados) desplaza la competeocia más que la suprime. Si una de las graodes
potencias (Estados Uoidos) reduce eo tiempo de paz su aÍnameDto a un oivel
sin proporción alguna coo su potencial, ell.o colabora a qu€ los Estados
riyahs desconozcao la fuerza que cs capaz de movilizar o la resolución dc
quo hará pn¡€ba en el curso de las hostilidades- Igualmcntel.Ji uno de los
campos oo rearma, o no rearma lo suficientemeute de prisa, mientras que
el bando euemigo se ha laDzado a un vasto progfama de armam€ntos, esta
aceptacióo de la inferioridad es a menudo de un carácter tal como para pre-
cipitar, no para prevenir, el estallido)En [,os sistemas interuacionales de los
que la historia nos ofrece ejemplo, el equilibrio de fuerzas no ba impedido
7& Pireologíe. L:¡ ¿ntinomies dc l¡ ¡cción diplomática estratégic:
' I¡ mís notable ercepción es la del general Gallois, quie¡ por otra partc, p¡e-
¡cndc impcdir todes k6 gue¡¡ag lacilitando ¡ todos los Estados armas ¡tómicr¡ o tc¡mo-
nuclea¡ee. Demuest¡a ests tesis cotr el rrgrmento de la disuasifu propotcional.
XX[. En buse dc una estrategia 769
Eas que los autores americauos quiereD designar por ello el conjunto de
m€didas, unilateral€s o coordetradas, y el coojuDto de acrrcrdos implícitos o
explícitos, a uavés de los cuales los Estados se esfuerzan en reducir el volu-
meD de la violeacia en la era termouuclear y, por lo taoto, fuodame[talmente
auEque no exclusivamente, en evihr la guerra termoDuclear. Pero preveoir
la gue[a termonuclear es disminuir al máximo los riesgos de uoa guerre
termoDucl€ar por anticipado, por mal etrteDdido, por accideote, técnico o hu-
maoo, por asceosióE a límites extremos o por la asnrcia diabólica de una
pequeña poteocia, Los riesgos estáD eD fuoción de la coyuntura global, de
la ¡elación de fuerzas y del sistema de armas disponibl€s por ambas parles.
No es ello todo: las medidas implicadas en el "cootrol de armameDtos" vaD
dirigidas también a reduci¡ el volumen dc la üolencia en el caso de guerra
ümitada, tanto si las armas atómicas tácticas son empleadas, como si uo. Y
apuDtan, eo fn, a limitar sl "volurneu de la üolencia" auu eD la hipótesis
de que iog€nios ballsticos provistos dc cabez¿s termoor¡cleares sean inter-
cambiados; es decir, esencialrneote, en mantenef las comunicaciooes eotfq
los eoemigos coq la i[tcnción d€ poner término a las hostiüdades, taato por
un ¿cuerdo entre ellos como por la capitulacióB de utro de los dos.
Concebido de esta manera, el cont¡ol de ¿rma¡neotos estaría rDe¡or ds-
sigDado coD el término "polftica de amam€otos", "dominio de los armamen-
tos" o "polltica de armameDtos y de desarme". I-a idea directriz es, en
efeclo, la de la solidaridad itrevitable eDtre lo que se hace ea tiempo de paz
y lo que ocuri¡ía en tiempo de gu€rra, entre los preparativoe militares y
la diplomacia, eotre lo que yo hago y lo que hará mi eoemigo, entre las
medidas de defensa nacional y la probabilidad de la guerra (o de una ci€ta
guerra). Esta idea directriz puede deducirse de los dos principios de Clau-
sewitz, que lrcmos recordado en el primer capítulo de esta obra, a saber, la
contiuuidad de las relaciones, pacíficas o bélicas, eDtre los Estados, y las
consectrcncias do la reciprocidad de la acció¡' y del peligro de llegar, de
réplica eu réplica, a lfmit€s extr€mos. Pcro estos dos principios adquieren
un seBtido trágico distinto eo nuestra época al que tenfan e! el pasado, por-
que el yator del tiempo y la capacidad destructora de las armas han sufrido
un cambio cualitativo.- Los Estados han becho siempre la guerra con las
arnas que babfaD acumulado e! tiempo de paz)tero de l9l4 a l9l8 tuvieron
tiempo gara contiouar su movilización después del comieazo de las bostil¡
dadcs, y la iDterveución de los trsutrales hizo inclinarse a La balaozai Mañana,
tanto § las armas son clásicas como si son atómicas, fa¡tará tiempo, Para
eyitar la ascensióD a llmites extremos hace falta que las hostilidades seao
b¡eves: el pefturbador debe crear ua hecho coqsumado, a ño de encoDtrarse
inn€diata¡ricote €n uDa actitud defensiva y de oblig¿r al partido cons€rv"¿-
dor a tomar la ofcosiva o a resignarsc a la pérdida del objetivo).poo los
bablemento (o quo sólo sieEten débilm€ote), pero quc manipulan etr su be-
ne6cio- Cuaodo el Sr. Krutschev s€ obliga ¿ disuadi¡ I la agresióo americana
cootra Cuba m€diant€ la amenaz¿ de utilizar iogeaios balísticos, iuega con
el temor a la gucrra termoouclear. Puesto que, en razóD a la distancia, Do
podrfa llegar en socorro de Cuba, y tendrla que recurrir o bien a represalias
ümitadas (sobre los Estados Unidos o sobre algutro de sus aliados), como a
represalias masivas. Con toda probabilidad no lo hará. Pero si el equilibrio
por el terror estuviese totalmeot€ estabilizado por uo acuerdo bilateral, ex-
plícito y erpllcitameDte afirmado, este géoero de chantaie o de baladronada
estaría fuera de lugar. ¿Desea el Sr. Krutscbev que cada uno de los Grandes
uo pueda ya ar¡reoazat con bacer lo que, en realidad, cs ya incapaz ds
hacer o lo qr¡e ya oo está resuelto a llevar a cabo? Por el momento, es Moscr¡
el que oo desdeña recoger, en uDa u otra ocasión, la doctrina caída ya ea
desuso eD Occidente de las represalias masivas.
I-as obscrvaciotres pfecdentes oo intcotan sugerir que ua acue¡do ruso-
a¡¡ericano sobre la estabilización del te[or o sobre el cese de la carrera
cualitatiya de armamento§ *a impoible. Yo no pienso que sea adecuado
mostrars€ dogmáüco en estas materias. Mi intencióo, más modesta, es la do
demostrar hasra qué puoto la tesis, cierta en sf misma, de la "solida¡idad
de los enemigos contra la guerra termonuclcar" simplifica los datos del
problema, y hasta qué putrto constituye un frágil fundamento para la 'too-
peración eutrc rivales", Ya que éstos Do tieoeo la misma filosofía de la his-
toria, ni prestau la misma ateociótr a las evcntualidades ea sf improbables, y
aomo tampoco oto¡gar¡ la misma importancia a riesgos quiá iriexistetrtes,
pero etr todo caso débi¡es, no tienen ol mismo iDterés en la t nsión ni en l¡
desaparición de ésta, Quiá uDo desee que las muchedumbres se sietrtan
aEgustiadas y el otro que teogao un s€ntimieEto de seguridad. Puede ser que
uao dcsec que el otro sieuta temor y éstc r.lltimo, por el contrario, conffe ea
que ambos no tetrgan temor, por estar ambo§ seguros de las inteociones dcl
ot¡o.
I-as dificultades, técoicas y psicológicas, impedirán, cotr toda p¡obabilidad,
un tratado eB toda la regla r€ferente a la estabitizacióR de la capacidad re-
cíproca do represalias. El equilibrio existirá probablemente, pero la asimetrla
sreada por el secreto en la Unión Soviética y la ausencia de secreto en los
Estados Uaidos, incitará a estos r.lltimos a buscar sustitutivos para el secreto
(au¡nento del nrimero, dispersiótr, moyilidad y protección de los instrumen-
tos de represalias). ED teoría, el equitibrio dcl terror, puede ser estable como
cotrsecuencia de la política de armamentos adoptada uriilateralmeote por cada
u¡o de los §ampos, sis oiogfn acuerdo bilateral. Pero, e¡ ause¡cia de uu
acr¡€rdo, los €D€migos €stán meoos seguros de que este equilibrio sea estable
y, etr todo caso, se sieoteD obligados a no descuidar Dingrlo esfuerzo de
t A s¡lvo dc prrciur csta plomc6¡ o ¡r¡te¡ar¡ dc in!€ryeúción, s contiBuaci6n,
Laciendo crpücar po¡ uD porieroz o6ciel que ec trehbe de un compromiso sim-bólico.
.n8 Praxcología. L¡s ¿¡tinomies de l¡ acciór diploñáúc¡ altr¡ragic¡
inv€stigación, menos para romper esto equilibrio a su favor, que por te[xx
a que en caso de descuido o de disminución del esfuerzo, no sea roto a favor
del cont¡ario.
Probablemente, es la car€ra cualitativa de armamentos la que iospira
más inquietud a los expertos americanos. Pero quizá éstos no hayan €sta-
blccido suficiente distiDción entre las distintas especies de inquietud que
iustifica esta carrera. Dejemos a un ¡ado, desde un principio, los argumento§
obtenidos de los ejemplos pasados: no hay una sola prueba, a pesar d€ ¡os
traba.los de Richardson ¡, de que la carrera d€ arm¿lnentos haya coostituido,
de una maoera directa, la causa de una gran guetra. En 1914, los Estados
europeos no estaban obligados a la guerra Di por el costo ni por la influencia
sobre la economía de los p¡esupuestos de defensa. El aumelto de los gastor
fue provocado en gran parte por uo seotimiento difuso de que los conflictos
entre las coaliciones estabao llegaDdo a un punto de exasperación y de quo
serfan solucionados un dla u otro por las armas. Todo lo más, la rivalidad
naval entre Alemania y G¡an Bretaña pudo ser una dc las causas del acer-
cam¡ento entre €sta última y los franco-rusos, y causa, por lo tanto, d€l
eodurec¡miento de los frentes, eadurecimiento al que puede ser at¡ibuida
una pañe de la responsabitidad del estallido de 1914. En fin, la carrera cua-
l¡tativa de hoy día difiere por su naturaleza de todas las carreras cuaotitativas
de ayer.
Siendo el caso actual único, ¿cuáles son los temores fundamentales qr¡e
suscita? U¡os temen que después de h¡ber gastado milcs de milloDes de dó-
lares suplementarios, Ios dos protagooistas se encuentren finalmente en el
mismo punto, siendo cada uno capaz de iofligir al otro golpes terribl€s, pe¡o
oo de escapar a las represalias de su enemigo, aunque haya sido puesto
medio fuefa de combate. OÍos temen que la carrefa alimetrte y agfave el
clima int€rnacional de sospecha y de inquietud, y que este clima, a su vez,
iocite a uno u otro de los Grandes a actos i¡reflexivos: besser ein End mit
Schrecken als ein Schrecke¡ ohne End (antes un ñnal terrible que un t€rror
sin fin). Otros', por último, temen iSualmente que uno de los participantes
en la carrera consiga, en un momento dado, una ventala de la que intentará
sacar beneficio, como que el progreso técnico lleve a los Grandes a fabricar
armas cada día más terribles hasta llega¡ a la famosa "máquina del juicio
final", o permita a cualquier Estado o a u¡ mismo particular adquirir armas
atómicas. En resumidas palabras, los peligros de la carrera cualitativa de ar-
mamentos son, alternativa o simultáneame.te, económicos, político-psicoló-
gicos y técnico-poliricos.
DeFmos a un lado las posibles consecu€Dcias de orden económico, d€ l,a
carlera de a¡mamenlos. No es que est€mos ciegos atrte el absudo, desde el
I l/ide, ¡¡tpta, capítulo XI, secció¡ 4.
, N¡tu¡almente, €6tas inquiet¡¡des trc se ctcluyeD mutu¡Dente y elguaoc crperi
me¡]a¡ v¡¡ias ¿e catls iDquie¡¡dcs ¡ ¡m ticmpo.
XXI. En busca de una estraregia 779
' §e d¡¡ ad¿m.ís ot¡a! dos razoaes sobre .l ¡ct¡aso dc los soyiéticos (1962) c!
cuerto a iugenios balístico3: el costc excBivo de l,os eno¡mes idgenios quc emple¡D
ta¡to pr!¡ la e¡plo¡¡ción espacial corno para el tranaporte eyentual dc c¡bez¡¿ ¡u-
clearee, y el deeeo de llegar lo antes posible a una nuev¡ geueración dc ingenios.
XXl. En busa dc une csütcgia 781
l,ara hac€r que las armas atómicas y lcrmonucleares seaa meao§ costosas
(aunque dcseen que lo seao cada vcz más). Desde el puDto de vista dc la
te¡ría, algunos do estos progresos cotrlribuyen a Ia estabilidad de la disuasión
recíproca (carburantes sólidos, despegue vefiical), al mr¡lliplicar los instru-
mentos de represalias, cada vez nr€Eos wlnerables. Otros cootribuyen a la
inestabilidad de la disuasión al aumenlar el inceotivo a la iniciativa. Porquo
la distinción no es siempre fácil, en realidad, Gntre los progresos que consoli-
dao y aquéllos que compror¡cten la estabilidad de Ia disuasióu, los taborato-
rios toman por caminos que se abreo aote cllos o, al menos, oo rechazan ni¡r-
guna de las vfas que descubrea.
La única moderación que se imponeo ambos protagonistas, como para
demostrar la sinrazón de la técBica desencadenada y pretendidam€nte raciooal,
concieme a la defensa pasiva. Se gastan milles de millones para reducir el
porc€Eta¡9 de avio¡es qrrc fraoquearían la red de aviones de caza o de ioge-
nios tierra-aire, pero oi siquiera se gastao cientos de millones para preparar
a la población contra la eventualidad que se proclama estar consideraodo,
ni para reducir las pérdidas ¡ror la catástrofe s¡, a ¡,esar de todo, ésta üene
lugar.
Confieso que a p€sar de las llamadas explicaciones racionales que ban sido
propuestas a ello, esta moderacióq me parece irrazo¡¿ble. Es cierto quo de-
iando a la poblacióo de l¿s ciudades y aúo a Ia de los campos sin ninguna
prot€ccióE, los enemigos intercambian por decirlo así, reheses, y ponen do
maoifiesto uno hacia el otro su voluatad de paz, Es tambiéo cierto quc, al
jugar Ia lcy de la reciprocidad, cada uno se pr€cipitaría a imitar a su rival
e inteEtaría €stablecer la igualdad a uo nivel superior. Pero ¿por qué este
útimo argumento serfa establecida a un niyel sup€rior- con-
-la igualdad
vence precisamente efr el puDto e¡ que es menos cierto? Ya qus los Estados
Uaidos, si no el Occidente entero, s€ríao mucho más capaces que la Unión
Soviética de coosagrar a refugios subte¡ráneos y a almacenamiento de ali-
meDtos y de máquinas, miles de millones o dec€nas de miles de millones. Sc
obiet¿ q¡¡c es imposibte proteger a las poblaciones civiles cootra los efcctos
de las explosiooes termonuclea¡es. No es imposible asegurar una cierta pro.
teccióu coDt¡a las lluvias radiactivas eo los campos, y hast¿ en las ciudades,
nr es imposible acreceotar las posibilidades de supewiveocia. L¿ reducción
del porcentaie dc pérdidas, lógicamcnte, importa tanto o más que la reduccióo
del porceota.ie de aviones o de ingenios que atraviesen la red ds defensa
activa. Se gasta sin cuento para reducir este último porcentare, pcro no pata
¡educir el prim€ro. Dudo que a la larga esta paradoia pueda ser defeodida
coo el exclusivo recu¡so al argumeDto de los rehencs-
Si este análisis cs exacto, la carrera de armamentos debería, acelerarso
cn el transcurso de los próximos años y adquirir uaa dimeosión cuantitativa
al mismo aiempo qu€ cualitativa. En efecto, todo esfi¡erzo do defensa pasiva
782 Prrxeologíe. Las ¿¡tinomias d¿ l¿ ¡cción diplomáticz estretigica
calmente difererite del que conocemos, en el que los Estados viviran con
seguridad, sin armas y sin coDflictos, estas ideas soo coovinceotes y, yo dirfa,
casi evidentes. En efecto, se resumeD en las proposiciones sigui€ntes. El
dcsarme o la reducción de armamentos no es eo sí un fin, sioo un medio
con vistas a reducir el riesgo de guerra, sin ac¡ec€ntar por ello el
-medio
peligro de la derrota si la guerra tiene lugar a pesar de todo. Como esta
fórmula es ciefa para los dos campos o para los dos Grandes, uu acuerdo
de limitación de armamentos no tiene posibilidad de ser firmado, sino a con-
dicióD de que no se modifique et equilibrio de fuerzas, y de qu€ no signifique
para uno u otro ventajas especiales. Más aún, como es inconcebible, al menos
en un futuro próximo, que la paz surja de la desapariciós de las armas y dc
la imposibilidad cons€cutiva de combatir, los acuerdos de reducción o de limi-
tación de armamentos, no debetr atenua¡ el temor a Ia guerra termor¡uclear,
que co¡tribuye, provisionalmente, al estado de nqguerra. Finalmetrte, estos
acue¡dos eventuales no difieren por su naturaleza de las decisiones que
toman unilateralmcnte los Estados, co¡ la idea de atenuar el peligro de una
guerra por accidente o por mal entendido, sin privarse de la posibilidad
de emplear la fuerza o la amenaza para cambiar sus obi€livos propios o
para disuadir al enemigo de los suyos.
El argumerito de la escuela del "control de armamento§' -los acu€rdos
de reducción, limitación o inspección no son más que un aspecto de la
política de armamentos y deben ser considerados d€ntro de la coyuEtura
global para poder ser obr€tivamente apreciados- €s, a mis ojos, irefutable,
en función de las exigencias de la política de la responsabilidad. Pero -esta
concesión debe ser h€cha a la otra escuela- no ha conducido hasta el rr¡o-
mento a ninguoa medida de des¿rme y nada anuncia, en 1961, que deba con-
duci¡ a ello.
Como consecuencia de las circunstancias, la ncgociación sobre el cese
de las exp.¡iencias nucleares había adquirido el valor de un sfmbolo- El
míoimo de inspección que exigen los Estados Uaidos sobrepasa el máximo
que la Unión Soviética está dispuesta a consentir. Esta ríltima no quiere ir
más allá de las tres inspecciones por año, sobre el ter¡eno y destiDadas a
establecer la naturaleza de los "fenórienos sospechosos" registrados por los
iostrum€[tos. Los Estados Unidos reclamaron en un principio veint€ y do
que¡fao transigir a nenos de una deoena. El secretariado encargado de la or-
ganización del sistema de inspeccióo deberfa tener, por comúo arnt¡miento,
én 1960, un iefe [eul¡al. En 1961, después del asunto del Congo, los diplo
máticos soviéticos dieron marcha atrás respecto al acuerdo ya iniciado y
propusieron coo obstiDación un s€cretariado de tres persotras (un soviético, un
occidental, un trÉomprometido), lo que equiyaüa, a los ojos de los ame¡i-
canos a iotroducir uo derecho de veto en el sistema de inspección. Cua[-
quiera que sea la interpretación que deba darse a la actitud soüética desdc
1959 a 1961, el hecho escucto lxrmaoece: en última instancia, los hombres
784 Praxeología. La,s a¡tinomi¡s de l¿ acción diplomátice estrategica
del K¡emlin no han estimado que los beneficios de uo "acuerdo eDtre eoe-
migc" sobre ¡a ümitación de La carre¡a de amameotos fuera¡ superiores i
los inconveoientes, desde el purito de yista de su propio i¡terés y a corto
plazo (ioconvenientes de un sist€ma d€ cootrol establecido sobre territorio
ruso o d€ teosióq con su aliado chino), Por su parte, los americanos hao
coosiderado qr¡e un acr¡erdo que no ofreciese uDa garaotía suficiente de ser
respetado, es decir, un acuerdo fundado sob¡e la coofianz¿ en el cotrúario y
oo sobre el rigor de la inspección, sería más peligroso que útil. A no ser
que luego tenga lugar un acoDtec¡miento que modifique la psicología, ya de
los hombres del Kremlin, ya de los di¡igeDt€s americanos, no se ve que
oego€ia€ión, r€fefente a una limitación de armamentos de alcalce restrio-
gido, uo chocaría cootra el mismo géoero de obstáculos. Tampoco se ima-
gina siquiera qué negociación podría ser iniciada, en el momeoto actual, coo
rcsultados betreñciosos,
Consideramos, por eiemplo, el problema de la disuación recíproca. El
obietivo es el de garantü¿r a cada uao de los Grandes respecto a la intcn-
ci& del otro, sitr dar a ninguno de ellos una veotaja en relación a la s¡tua-
cióo actual. Iá hipótcsis, con frecuencia tro formulada, es la de que los dos
campos estáo igualmentc iDteresados en disipar la inquietud y que ambog
han tomado lo sufici€DterDente en serio el riesgo de una guerra por acciden-
te, anticipacióu o maleqt€ndido, como l/¿ra renunciar a las ventaias eveotuales
qür uno y otro podrfaq obteoer eD cielos casos del temor a llcgar a límites
extremos, Esta hipótesis parece todo meoos demostrada. En general, es la
Uoióo Soviética la quc perderla más coo el "final del temor". Hasta los mis-
mos Estados Unidos d€plora¡ía8 a yeces y¿ no estar eE situación dc disuadir al
adversario coo rma Yaga a¡nc[aza.
Adm¡tamos, sin embargo, que los Dos estén de acuerdo en preferir una
disuacióD establo a una disuación inestable. Cada uno sabe que el otro po-
sce un dispositivo termooucl€ar iovulnerable, y ambos sahn tambié! que
este dispositivo adverso está aputrtaDdo a las ciudades y no ld fuerz¿ de ata-
que, y que, por lo tanto, §u rival Do tieo€ ya una mayor iBteocióD agre.
siva que él mismo, Quiá est¿ situacióo existe en uoa cieÍta medid¿, pero
par¿ estar scgruo de quc esta situación cxisüc y de que Bo será modificada,
había que poner a punto uo sistema de iospección tan complejo, tao sutil,
qr¡o un nucvo ma¡atón diplomático comparable al de Gircbra sobre el cesc
do las experieacias nucleares, llevaría probablemeote a[ mismo fracaso.
I-a deteoción de la carrer¿ cualitativa de armameotos es diflcil de con-
c€bir, de negociar y de garantizar, pero de uoa man€ra distitrta como lo cs
cl cese de las experiencias nucleares, La exploración del espacio abre, sio
duda, posibilidades ioédit¿s de orden militar. Es ya corocido que el trabajo
dc los U2
-o aparatos de obs€rvacióD que vuelan a una eoorme altura-
ha sido tomado de auevo ¡ror los satélites bautizados Midas. S€ imaginaráa
o cstán imagiDáod6c otras utilizaciooes de loe satélites. Para consolidar l¿
XXI. En busca dc um cstratcgir 785
disuasión recíproca bair 1a forma técnica que reviste hoy dla, un acuerdo
sobre cooperación en materia espacial, o sobre la prohibición de la utili-
z¿ción militar de los espacios iDtersiderales serfa indispensable. Hoy dfa,
ali¡ no se ha tratado de ello. Y cuando s€ trate será demasiado tarde.
Supongamos que se quiere estabilizar la disuasióo limitando el Búm€ro
de ingenios balísticos por utro y oÚo lado. Yo admiro a los expertos ame-
ricanos que so preguntan seriamente si la cifra meior s€ría de trerientos, de
quinientos o de mil. Estas controversias teóricas tietreo un solo interés:
obligao a los defe¡sores del desarme a recoDocer que el máximo de seguridad
tro coi[cide necesariamente coo el míoimo de armas. Pero como fi¡era de
esta virtud educativa, estas controversias no soo más que juegos iDtelectuales,
sin relación concebible con cualquiera negociación, cualquiera que sea. Es
cierto quo el Estado agresivo, que se propusieÁe destrui los medios de repre-
salias del otro, debería asegurarse una superioridad uumérisa considerablc
(al mcnos de 3 a l, y probableme[te a¡Ír más). Si.el trúm€ro de iDgenios
balísticos a que cada uno ds los Dos teodría derecho fuera demasiado débil,
un fraude limitado bastaría para comprometer el equilibrio. Por el cootrario,
si cada uno de los Grandes tuviera derecho, por tratado, a quiDieotos inge-
nios, solamente un fraude masivo, quc estribase eu unos mil ingeoios por Io
meoos, daría una posibilidad de debilitar de una manera decisiva el disposi-
tivo termoouclear do represalias advcrso. Pero aquél que se imagitra que los
delegados americauos y soviéticos discutiendo gravem€nte si cada Grande
oo pos€erá más que doicientos, trcscietrtós o quir¡ieotos proyectihs, y si cada
uno de ellos habrá de comprometers€ a no construir refugios subterráneos
para su población, a no colocar bombas termonucleares en los satélites,
lermioa, a fuerza de sutilidad por parec€r tan ingenuo como los partidarios
del desarmo a todo precio y a cualquien condición. Este tipo de negociaciones
chocarfa coo obstáculos todavfa mayores que la conferencia sobre e[ ces€ de
experiencias nucleares. Y es, en sl, incom¡atible coE la naturaleza tradicional
del hombre diplomático-
¿QuiéD sabrá. de aquf a varios años, cuántos ingenios balfsticos poseerÁo
Estados UDidos y la Uaióo Soviética? ¿Dónde cstarán establ€cidas las ram-
pas de laozamiento? Si la inspección tuviese por objeto garaotizar el desarme,
todavfa podría acepta¡se, ¡ero si el obietivo es simplemente el de mantener
cl statu quo que a los ojos de los cstadistas tiene grandes probabilidades de
existir desde abora, estos esfuerzos parecerán desmesu¡ados y ridfculos. Exis-
ten más dificultades (probablemeate no invencibles) ea combioar el conoci-
micnto r.cfproco del iostrumeoto de disuasión con el sec¡eto, que al meDos
para uDo d€ los dos, es uu factor de i¡vulnerabilidad.
En resumidas palabras, tras el fracaso de la confercncia sobre el c€se dc
las expericncias tucleares, yo no veo que ninguno de los elemeDtos qu€ af€c-
tan al equiübrio de la disuasión rccíproca, prom€ta coúvertirs€ eD obieto d€
uo acu€rdo D€gociado, garantizado por un sistcma de insp€cción: la inspcc-
7 Pr¿r.ología. L¡¡ ¿r¡tinoñia, d. l¡.cción diplomáia cstnÉgice
acumuladas, otrezca tratrsfcrir uDa ciefa proporcióD, cada mes o cada aío
a uaa iustaocia intemacional, a coudición de que su rival haga lo mismo. I-a
desigualdad de stocks desde el putrto de pañida oo irnpedirfa el desarme por
una "dialéctic¿ dc decisio¡cs unilaterales". Cada u¡o guardarla no disi-
mularía al hacerlo- un stock suficiente para poseer todavla utra -ycapacidad
sEtancial dc represaüas y, por lo tanto, para no encont¡:rrse a merced de su
rival.
Yo ¡o creo que esta dial&tica del d€sarme com¡rarable a la car¡cra do
arnam€ntos y su itrversa, esté a punto de comenzar mañana y de llevar a la
Humanidad a un mundo sin armas. Pero esta es la seguoda reserya quo
qucríamos hacer- la coyuntura presente-y implica uBa combinación de dos
rcciprocidad€s, reciprocidad de armamentos y reciprocidad de desarmo. I-a
prirnera iuega pleoamente en los l,aboratorios; la segunda en la negativa do
coostruir refugios, y ambas determiDaqdo los presupuestos militares de los
dos Grandes.
Si se acrrrda relacionar coo Gl domitrio de los armam€trtos todas las me-
didas tomadas por una y otra pa¡te ¡rara evilar la guerra termoouclear y
que url cooflicto local llegue a llmites extremos, cDtooc€s todos los Estados
practicao el'tontrol de armame¡to§', auoqu€ sea sin saberlo, igual que el
s€ñor JourdaiD bacfa prosa '. Y ello porque la esÚategiadiplomacia de Occi-
dente, igual que la de la Unión Soviética, tiene por objetivo oo bacer una
gu€rra "caliente", no perder [a guerra frfa y no ampliar los conflictos locales-
Sieodo estos los obictivos de la estrategiadiplomacia, la politica de arma-
mentos está det€rmiEada no sólo por la voluDtad de evitar I¿ guerra o &
gatarla si ocurre, pero por la decisióo, más compleia, de reducir cl volumen
de la violencia y, por Io tanto, segl¡D los casos, de impedir lodo recurso a la
fuerza amenaza¡do coo represrlias termofiucleares, así como de cvitar la
extensión de uha guerra gracias a[ equilibrio de la disuasión,
Numerosas consideraciones referentes al control de armamentos son insq.
parables de las cootroversias entre los occidentales sobre la nrei:r polftica de
armamentos. Por ejemplo, uno de los obi€tivos del coutrol d€ armam€Dtos,
uoa de las aplicaciones de la idea de la reducción de la violeocia" .s la
localizació¡ y la limitacióo de los eveon¡ales coDfli€tos armados. Pero esta
limitacióo, en la medida ea que la voluntad de hacerlo se maoifieste por ade-
lantado, acr€cieota el riesgo de conflictos y, por otra parte, el dcsco de
limitación no queda demostrado, dqsde el punto de vista de¡ enemigo, s¡oo
con la adquisición de armas clásicas eo cantidades suficient€s. E! otras pala-
bras, es mediante a la d¡shibución de los galos cotrc las armas clásicas y
armas Grmonrrcleares --decisióa qlrc f¡¡e y debc ser decidida unilatcralmen-
te- como cada campo influyc sobre la probabilidad ya de cooflictos localcs,
ya dc la limitacióo de csos mismos conflictos.
Sin dud¿, todos los obictivos del domiaio dc los armarDeDtos no puedcD
I ll- dcl T.: ¡rereonaje del "Bourgcois gcntilhoruoc", de Molié¡c.
XXl. En buscr dc una estratcgia 789
' mc¡o! q¡c loa crpa¡tor ¡o dcclrrc¡ quc l¡¡ boobú dc lm Ecgatorcs aon
'i¡útilcs-.
^
Capítulo XXII
EN BUSCA DE UNA ESTRATEGIA (2)
792
¡(XII. En busc¡ de una estretcgia (2) 793
, los demás dc que ¡os valores que pereceríaB cotr el régimen y la ciYiliza-
:ión de Occidctrt€, justifican el peligro que crear¡os par¿ decenas dc millooe.r
fe hombres y que la c¡pitu¡aciótr disiparia provisionolrncnte.
a los miembros del partido más que en un sentido muy vago. No quiero decir
con eilo que los miembros del partido seau hostiles al Comité Central d qu€
no s€ sietrtao en diáogo con ellos: yo quiero solarn€ntc decir, por el mo
mento, que los dirigeotos del parüdo escogen a aquellos que después se supon€
que representan a millóoes do hombres, en lugar de que estos rlltimos erojaE
a sus repres€ntantes. En 6n, los bolcbeviques se veo privados de nun¡erosa¡
cxterior, la de escuchar cualquier radio
-la noyelas oalpintar
libertades concretas do viajar
extraDie¡a, l¿ de escribir cuadros en uD estilo espontáBeo-,
tibertades de que gozaban antaño trume¡osos súbditos de déspotas más o
me!¡os i.lt¡strados y que hoy son negadas a los proletarios "liberados" por la
üctoria del socialismo.
Llama¡ democráticos a los llamados reglmenes de democracia popular e!
abusar del sentido de las palabras o, digamos provisionalmente con mayor
prudeocia, es admiti¡ que las mismas palabras ao tienen igual sentido en Oc-
cideDúe que en Orietrte, Pero, ¿es así realmente? Húngaros y polacos han de.
most¡ado con estrépito, en 1956, que continuaban dando "su sentido puro a
las pa.labras de la tribu". En realidad, los bolcheviques, ni erl público ni er
privado, tli oficialmente ni clandestinam€¡te, llegan a considerar como libert"ad
lo que Dosotros tenemos por nclibertad.
Los regímeDes de tipo soviétitco se iustiñcan, en ptimer lugat, por la fór-
mula "pa¡a el pueblo" si no "por el pueblo". El poder absoluto del partido o,
§i se prefiere, el papel dirigente que juega la vaoguardia del proletariado uo es
pres€ntado como la expresión de l¿ ortodoxia democrática, pero sí como una
necesidad histórica. Entre la sociedad heterogétrea r de clases y la sociedad
homogénea del futuro, la dictadura es ejercida por el partido en nombre del
proletariado. Igualmetrte, la oo-constituciooalidad de las sucesiones o de la:
d€cisioDes, la no+lección de los represeotantes oo son exaltadas de niDguna
tnanera como símbolos de una legalidad o de una volutrtad superiores. La
mejor prueba de elto reside eo el tributo readido ¡»r el vicio a la yirtud.
eu la forma de la consütución stalinista de 1936 y de las elecciones-aclamacio-
nes o de los congresos del partido. ¿Puede decirse que estas son concesioses
hechas a la propaganda o a la ideología burguesa? De todis formas, estas
concesiones, si ésta fueaa la finaüdad de las cotrstituciones o de las elecciooes,
p¡obarían, una vez más, que los dirigeDtes soviéticos no dudao del s€trtido
que su pueblo, como los otros pueblos, atribuye a la legitimidad democrá.
tica. Los rusos, menos que los americanos, oo planteatr una equivalencia entr€
la omDipotencia del partitdo y ta libertad: el terror policíaco era terror y nc
realización del humanismo. El realismo socialista, tal y como 1o imponía Jda-
nov, era tiránico y no libertador.
La teo a en la que creen, a mi ¡rarecer, militantes y di¡igeBtes, Ia ver-
2. El objerivo.
Pcro, dirá aúa mi coatradictor, es decir, yo mismo, ¿pueden despreciarsc
las lecciones de la experieocia? ¿Cuántos histor,adores llegan hoy día a com-
partir los furores fratricidas de los espartatros y de ¡os atcnienses, o, aúE más
c€rca do oosotros ya, los de nuestros padres que combatieron a los alemanes
do l9l4 a I9l8? ¿Cuántos historiadores ca¡tao las ürtudes del Imperio Ro-
maoo, ¿ Irsar dc los frrocedimieotos que emplearoD los conquistadores? ¿No
se hablan conciliado los mismos pucblos coDquistados, al cabo de alguoas
generacioncs de paz, con cse su destino, hasta el puoto de guardar a lo largo
de los siglos de barbarie la nostalgia del imperio desvanecido? Guerras a
mucrto cntre uaidad€s cmparentadas d€ntro de uua misma zona de civiliza-
ción o gucrras de conquista: no hay casi ejemplo alguno de qrre los iuicios
de los cspcctadores, miraudo bacia atrás, bayan coirrcidido con las pasioncs
do los actores, ¿Por qué habría de ocurri¡ de uDa manera distiota coE Ducs-
tro combatc y por qué no bab¡lamos losoÚos de teDerlo cn cuenla?
800 Praxeología. Las anüomie¡ de l¿ ección diplomátice cstrategica
de guerra que sigan estos preceptos. Pero, ¿cuál de los dos preced€ntes está
más cerca de la coyuntura actual? Manifiestamente, Dinguna de las dos com-
paraciones nos eDseña tanto corDo el análisis del pres€Dte.
El bloque 5viéüco y el bloquc occidental difiereu dssdc mucho6 puntos
de vista de los imperios, cuya coexistencia ha sido duradera. Los pu€blos d€
la Europa OrieDtal están provisionalm€nte resignados a las iostituciooes eo
las que vivea, pero oo se sieDten atados a euas. La pres€rvacióD oficial de las
soberanfas estatales, la superviveocia de los se[timientos DacioEales y aun na-
cionalistas, impide a tos bombres del Kremlio poler en sus conquistas el
sello de la legitimidad y de la duración. El imperio soviético contin¡ia siendo
precario, está destrozado por contradicciones y maDtenido por la fuerza, que
ni el consentimiento ni la ley hao consolidado o reemplazado. El imperio
amer¡cano Do está tampoco más al abrigo de crisis eventuales. ¿Cuánto tiempo
preferirán los alemanes del O€ste su libertad y su prosperidad a una teutativa
do reunificación? Después de la calda de Berlín Oeste y de la aceptación
oficial del r€parto de Alemani¿ y de Europa, ¿se maEteod¡ían fieles a la co
munidad europea y adántica los ciudadanos de la Repúbüca Federal? ¿Ter-
minarán por ponerse de acuerdo fra¡c¿ses e ingleses tespecto al estatuto po-
lítico y a Ia orgaoización militar que estabücen cl imperio arne¡ic¿no,
Eostálgicos ambos de la grandeza de su poder ya desvanecida?
Pero lo precario de los Dos imperios no constituye más que una de las
causas de la inestabilidad de su coexisteicia. Los dos imperios no perteneceD
a la misma unidad polftica, como era el caso coo sudistas y no¡distas, pero
tampoco so encueEtraa tao alejados uBo del otro como musulmanes y cris-
tiaEos, Cada una de las dos ideologlas es directamente agresiva coo respecto
a la otra. Los hombres sometidos a uno de esos reglm€nes pueden imagioarse
lo que serfa su existcncia si perteneciesen al otro. Eu ña, y sob¡e todo, Ia téc-
nica agrava la dial&tica d€[ temor f€€íproco, porque suprime, por decirlo
asf, espacioy tiempo. ED 1914, como en 1939, los hombres de Estado había¡
dispuesto de varios dlas para tomar las d€cisioDes quc dat€rminarían la paz o
la guerra. Los prcparativos mütares (imposibilidad de movilización parcial
en Rusia) han limitado en los instaotes cruciales la libertad d. elección. Pero
ya oo hace falta más que una media hora para que un ingenio balístico fran-
qucc los miles de kilómetros que se¡»ran Moscú de Washington. Es ea uuos
cuantos minutos quc un hombre ----€l PresidcDte de los Estados Unido§- tcn-
drfa que tomar, en dct€rmiDadas circuostancias, u¡ra decisión que en cualquier
caso resultarfa moDstruosam€nte i¡humana.
Si so funda la imposibilidad de la coexistencia du¡adua co la dialéctica
dcl tcrior, deb€rfamos concluir dc ello lógicamentc, coo BertraBd Russell,
quo cl monopoüo dc las a¡mas estratégicas ofrec¿ la rl¡ica salid¿ a la crisis
p[es€n¡e, El hecho que uoo de los dos G¡andes teDga uaa sociedad abierta y
cl otro uoa sociedad cerrada no constituye más quc una circunstaqcia agra-
vaat!. El dato fundamcotal es que los ingeoios balístico6 y las bombss ter-
80,+ Prrxeología. Lrs anrinomi¿s de l¿ ¿cción diplomática estratégica
propia existencia, por el nivel de vida y por las libertades que deran gara lc
individuos, son agresivas.
¿Eige esta guerra de regímenes una estrategia a lo Catón? La ¡e§puest¿
debo ser Eegativa de una manera categórica. La lórmula de la estraregia de
Cqtón no tiene sentido en la medida en que Occidente intenta desbui no a la
unión Soviética o al imperio sovi¿tico, sino soLamenle a su régimm y hasta
al régimen exclusivamenle, en la medida en que esle último se veo llevado, por
la lógica ideológica, a combatir d todos los regírtenes rebeldes al evangelio
maúista-leqinista. Al evocar un¿ estrategia a lo Catón se sugiere qr¡e para
ganar la batalla política o ideológica contra la UnióD Soviética o el imperio
soviético, Occidento se verá foruado a deskuir radicalmente a este último y
quizá a aquéfla. En realidad, OccideDto tiene por obietivo, en el plano polÍ-
tico, una eliminación no ya de las instituciones soviéticas, sino solameote de
las ideas y de las prácticas que invitan a los hombres del K¡emlin a hacer la
guerra al mundo de los berejes y a cre€rse comprometidos en uua empresa
cuyo ñnal no puede ser otro que la difusión universal de lo que ellos llaman
socialismo. Que los bolcheüques Íenuncien al mono¡rolio de la esperanza,
que dejen de metrtir a los demás y de mentirse a ellos mismos, qr¡e re€oDozcan
a su Estado por lo que es modalidad entre otr¿s de la ciudad mo-
-una
derna- y veremos como Ia competencia pacíñca sustituirá efeclivamente a la
gaerra ffia,la coot¡oversia a la subversióq y el diálogo de argumentos a la
dialéctica de las ideologlas.
Pero, me obietará el defensor de una estrategia a lo Catón, es imposible
la disociación enho la rivalidad de poder y la rivalidad propiamente po1ítica,
puesto que cada una de las dos soo alternativamente medio y fin en relacióu
a la otra. Derrocar por la subversión un régimen favorable a Occidente es
debilitar a uno de los campos y consolidar al otro: en este s€nüdo, la lucha
ideológico-política está al servicio de la rivalidad de poder. Pero el poder ad-
quirido por el bloque soviético aumenta la propagación de sus ideas y la auto.
ridad de su ejemplo. Ciertos países se convertirán al evangelio maxistaJeni
Eista porque Moscú es la capital del Estado militarmente más fue¡te- Todos
los medios son coordeoados por los estrategas soüéticos econó-
micos, diplomáticos, ideológicos- con vistas a un ñn que -Filitares,
es, inseparable-
meqte, el triunfo de un régimea y el del Estado que ha sido su creador. Si este
es el obietivo, si esos son los medios de uoo do los bloques, ¿cómo podría el
otro cons€Dtir en aceptar distinciones sutiles, combatir la preteDsión uoiversa-
lista de la ideología soviética, sin ten€r la decisión, la volutrtad de abatir al
Estado soüético como tal (auEqr¡e, como hombres, deseemos que las libertades
fundamentales seao rqstituidas e todos aquellos, eu cualquier puoto del
mundo, que so hayan visto privados de ellas)? Yo cre{ que estas distinc¡ooes,
contrarias a las pasiones de la lrrcha, no soo por ello menos reresarias, pr¡e,sto
que ellas solas ofrecen a la larga una posibilidad de pacificación, sid gnerra
total, sin el knock out de uno de los pretendiestes.
80ó Prexeologia. L¡s antinomi¡s de I¡ ¡cción diplomátie cstrategic:
lógico debería ser el empate y cuyo posible resultado sea tal vez la muerte
de uno o de los dos.
¿Está desprovisto, por cllo, de sigaiñcado el coocepto de equilibrio global
entre las fuerzas militares o de equilibrio global de fuerzas? Yo no lo c¡eo.
So puede uno hacer una idea aproximada de los medios miütares de que dis-
pone cada bloque para librar un conflicto local o un coonicto getreral, tanto
con armas clásicas como con todas las armas disponibles, Pero esta valoración
de las fuerzas globales de un campo o de otro es todavía más aleatoria que
en el pasado, porque la hipótesis de una guerra comparable a las del pasado,
en la que los beligerantes movilDaríaa todas sus fuerzas y empeñarían poco
a poco todas sus armas, parece improbable (es difícil imagirat uan b¡oken-back
vrar, o *a, la guerra que contiuuarían hacieodo los paÍses asolados por las
bombas termonucleares).
Si este análisis es exacto, nos estáq prohibidas dos clases de previsiooes:
aquéllas que teDdríatr como fundamento la comparación de recursos dispo-
nibles para ambos campos, y aquéllas que invocarían la superioridad de un
tipo de armas o de elementos. I-a proporcionalidad (muy aproximada) etrtre
el número de homb¡es y máquinas, por una parte, y la fuetza militar, del
otro, caracterizaba la primera mitad del siglo )o(. Con el reinado de la in-
dustria nuclear y electróBica esta proporcionalidad deja de parecemos cierta,
ai siquiera de una mane¡a superficial. La movilización tras el comienzo de
Ias hostilidades se haca imposible. Los laboratorios relevao a las fábricas, y
l¿ calidad tril¡nfa sobre 1a cantidad. IJn volumen superior de producto na-
cioual americano habría de ¡r€sar grandemente en La balanza, si los dos
Graudes ¡euuncias€tr a su mutuo pacto de suicidio y empleasen todos sus
medios para preparar su supervivencia en caso do guerra termonuclear.
Las proposiciones generales sobre las ventajas respectivas de la tierra y
del mar, haa perdido su vaüdez a[ mismo tiempo que la ley del primero --de
hombres y de máquinas- ha dejado de aplicarse a los combates de un futuro
preüsible. I-os escritores milita¡es hau especulado gt¡stosamente sob¡e la no-
ciót de armas deci§va.r. ¿Curíl de ellas, infantería, caballería, aitilleía o, luego,
aviación, ejercía en el campo de batalla la inflr¡encia primordiat y cuál deri-
día la üctoria o la derrota? Estas especulaciones no me han conyencido nunca
por completo, porque el arma con la que rmo de los beligera8tes se h¿bía
asegurado una aplastaoúe superioridad, técDica o táctica, parecfa decisiva hasta
el momeoto en que, al ser restablecida la igualdad, el cosjuBto de las armas
volvía a ser decisivo o hasta que otra arma se beoeficiaba de otra innovacióD.
En el pasado, cuando las armas mismas no se transformabatr sioo lenta-
meute, un iostrumento de combate tal como la legión romana o la caballerfa
pesada, reinaba durante siglos en el campo de batalla, En nuestra época lo§
reinados no duran. I-a combinación de carros de asalto y de bombarde¡os
de picado coustitula el arma decisiva en l94O: dos años más tarde la tésDica
812 Pr:xeología. L¡s ¡ntinomias dc i¡ ¡cción diplomátice cstretcgica
dicz años de i¡tcrvalo, lo que nos sorprcnde más es que no haya cmpeorado
aún más. La r€cuperación ecoDómica de la Euroga Occidental ha sobrepa-
sado las esperanzas de los optimistas. I-os Estados iosulares Fü-
-Japón,
piEas, Formosa- son ya más prósperos y más sólidos hoy dla qr¡o hacc
diez años. Aún los Estados sucesores d€ Indochina, Viet-nam del Sur, Cam-
bodge, I:os, cuya supewiveocia parecfa al menos dudosa al dIa siguietrte dc
la Conferencia de Gioebra de 1954, no sc han visto todavía cubiertos por la
oleada comunista (a pesar de que l-aos esté dominado, €o 1961, etr sus tres
cuartas partes por las fuerzas comunistas o casi comunistas del Patb€t Lao y
del comandante Khoug I-ee, que obdece las órdeDes del príncipe neutralista
Souvaona Phouma).
¿Cu¡íles son los hechos quc han teDido lugar eo cl traDscurso del decenio
precedente, que inspiran taBto pesimismo r tantos observadores? Yo percibo
cuatro: /¿r realizaciones ,éc¡icds de la Udán Soviélics y la iguolrción de lqs
capacidades de disuasión: el linal de los cotos cerrados y lo tendencia de
nurrzrosos Estados poco ha ligados a Occid,cnte a proclamot su neur¡alismo;
ta ldsa de crecimien o de b Anión Sov¡élics teófica o efectivdmenle ,nás ele-
vada que en los Estados Unüo4 y de China mayor también que en la India;
y, e¡ lin, el senlimiento, que parece extenderce a tavés del mundo, de que el
viento de la Historia sopla hacio el Este, de que el fututo perretece a lot lla-
mados re§menes de democ¡acio populor. Ea resumidas ¡nlabras, et campo
soviético parece hab€r progrcszdo militarmenle, políticomente, económ¡comenle,
motulrnente-
En el plano militár, la modificación del equiübrio de fucrzas globales
es iadudable.Eo 1950 la superioridad soviética de fuer¿as clásicas c¡a grao-
de, pero la superioridad americana, cuantitativa y cualitativa, en cuaEto a
armas atómicas y a vehículos poladores (bombarderos), así como de bases,
era evidente, En 1960, los Estados Unidos poseea probablemeDte uo §rocf más
importatrte y más variado de armas atómicas y t€rmoor¡cle¿res, disponen dc
bombarderos más Dumcrosos y de bases tambiétr más nurneros¡s y más dis-
pcrs¿s. ¿Tietre la Utrión Soviética, eo cotrtrapartida, uoa ventaja respecto a 106
ingenios balísticos? Hoy dla, en 1962, los cxpertos americanos lo niegan, con
la misma energfa con que alguoos d€ ellos lo ¡rfirmabao ayer. Hay más, afü-
mao quo la superioridad uumérica está del lado americano y que la localiza-
ción de las Íampas de lanzamieoto soviéticas, les permitiría, cu cáso de nc-
cesidad, una esúategia aotidispositivo. Segr¡o otros expertos, los soüéticos
poseerán bombas más ¡roderosas (de alguoas decenas de megatoncs) y motores
de cohetes cuya potencia es suficieot€ para llcvar bombes moostruosas a millG.
Ees de kilór¡€t¡os. FioalmeDte, los Estados Unidos, a causa de su régin¡en, sou
metros capaces de tomar 14 ioiciativa. Para conservar la igualdad en la ca¡nci-
dad de disuasióo, les hace falta s€r capaces dc infigir un castigo igual al cri-
men, es decir, pose€r un aparato termoúuclear que después del ataqu€ oa-
sivo, conserve medios iguales a aqu€llos del aparato adv€rso intacto.
814 Praxeología. Las antinomies dc l¿ ¡ccióo diplomática estretcgice
' El 9 de julio dc 1961, .¡ leñor Krut6chev no¡ d¡b¡ l¡¡ siguicntcs cifras: la
producción indusrrial de la IJRSS cs i¿s¡l al 60 po¡ 100 ric la dc los USA en 1960.
En 1966, produciri un l0ó por 1(x), y cfl l9?0 un 15ó por 100 dc le acmel pmduc-
cirír ¡merican¡. Al conceder una tasa de crccirniento del 2 por 100 a los Est¿dos
U¡idos, cl s€ior Krutschev corcluye que la URSS .obrepasa¡á ¿ los Estados Unido¡
cn 196i1, I con uDa tlsa del 3 por 100. cn 1968, Añ¡dc qoe, 'aprorimedamente lar
misñas cctadístic¡s Fdría¡ i¡dicarse para el dcsortollo dc la agricultura en ambor
paft€s1 Esta últio¡ f¡a¡c dc¡Ducstr. quc sc t¡¡te dc ejarcicioa dc A¡oD¡g¡¡d¡, y ¡o
dc c.álculo¡ de estadístic¡.
818 Prueología. L¿s ¿¡tinomi¿s dc l¡ ar¡ión diplomáticz cstratégica
4. Esrrdegia de paz
Co¡sideremos sisrultáEearD€Dte los objetivos de la €strategia occide¡tal,
tal y como los be esbozado en la s€guEda socción y los datos rcales de la
situación, tal y como acabo dc recordarlos en la tercera. ¿Cuáles deberfau
ser los priocipios de la €strategia occidental, eo fusción de estos dos análisis?
' Supc¡ior ¿ l¡ pobl¡ci6a dc los Est¡do¡ Uoidos desde hoy oiuno (elrcdedor
dc los do6cientos oillonee),la ¡nblación de l¡ Ané¡ic¡ L¡ti¡a se tliplicaró de squl
¡ fi¡alca de ¡ulq ¡l ritoo ¡c¡ua!
§6 Prexmlogía. L¡s ¿¡tinomi¿s de l¡ ¡cción diplomáúce estretcgica
cias etr las que el progreso económico tenderá a consolidar aquellos grupos
que se iuclinan hacia el bloque soviético y, consecuentemeDt€, a ejercer una
acciótr contraria a nuestros objetivos. Puede que ocurra así cada vez que
Occidente se deie coafundir coo las clases conservadoras o reaccionarias,
abandoEando a los comunistas o a los semicomunistas e[ casi total monopo.
lio de los santos y seños "progresiyos".
Como las cosas ha¡ llegado a este pu¡to, se¡ía inútil es¡rrar que el
gobieroo americano prefiriese un régimen antioccideotal, porque acele¡e ol
desarrollo, a un régim€o p¡o-occideotal, que lo paralice. Pero no es impo-
siblc convencer a los estrategas americaoos, en primer lugar y por encima
de todo, de que ningrin régimen ----cualesquiera que sean srls inst¡tuciooes-
debe ser considerado comunista en tanto que el partido depeDdiente ds Mos-
cr1 no s€a dueño del poder. Hay que convenc€rles, después de que hasta un
régimen en e[ que el partido comuoista se encuentre eo el poder, en Africa
o en América Latioa, Do coostituye el equivalente al régimeu impuesto a
un país de la Europa oriental por el eiército rojo. Ea Asia, eo Africa, en
América LatiDa los regímeoes revolucionarios, aunque se consideren ser-
üdores de Moscú, tendrá siempre interés en no romper con Occidente, aun-
que no fuese más que por recibir ayrda de ambos lados. E¡ otros térmi-
nos, en lugar de actuar y, sobre todo, hablar como si nuestra seguridad
estuvieso comprometida cada vez que la "Ruritania" se declara ñel a Mos-
clr, más valdría siguiñcar nuestro ale.iamiento y casi iEdiferencia, y denun-
ciar por adelantado el cha¡taje al comunismo, al que se etrcueotrau gusto-
samento inclioados los gobemantes inc¿paces, €quivocadam€nte conveucidos
de que los americanos se verlan más afectados que ellos mismos ¡ror una
victoria do Moscú. Por el cootrario, deberíamos recordar, cn cada ocasión,
que el equilibrio de no se ve seriamenie afectado en
fuerzas militares
Duest¡a época por las yicisiludes de la guerra fría.
Estos preceptos, aislar al enemigo, Bo reconociendo como tal sino al
partido comuDista, y aceptar cualquier partido o régimen sociaüsta, pre-
ñriendo gobema[tes eficaccs en el interior a aquellos que prodigan las de-
claraciones de ñdelidad; ayudar al desarrollo porque éste es el deber hu-
maDo y, a la larga, el interés político, pero Eo s€otirso decepcionado ni
sorpreodido si la India o el Brasil se hac€n más nacioaalistas y más Deutra-
listas a medida que adquieren utra industria- parecerán a alguoos impreg-
nados de 'tspfritu muuiqués". Sin embargo, ésta sefía utra interpretacióD
radicakD€nte errón€a. Puesto que, aun ciento cincueota kilómet¡os de las
costas de Florida, los Estados Uoidos se niegan a enviar a sus rnan'zes (fusi-
le¡os de mariua) pa¡a derrocar a un régimen que lcs es hostil, más vale
cxtraer las cotrsccuetrcias lógicas dc este negativa a recurrir a la fuerza arma-
da, al mismo ticmpo que de la disociación entre las peripecias de la gucrra
hla y el equiübrio de la disuación.
Estos pr€c€ptos no impideE de oinguna maner¿ hacer a fondo la guerra
828 Praxeologíe. L¡s ¡ntinomi¿s dc l¡ acción diplomátice estratégica
II.-Los Btados Unidos y Ia Unión §oviética no han hecho narla por [avotecer
la adquisición por sus respectiyos eliados de un dbpositivo termonuclc¡¿ La tcsi§
coñ¡in ¡ tod6 los autores americanoq o e c¡si todo6, es le dc que r¡n¡ cet¡atcgia
dc dieu¡sión, p¡¿cticed¡ por cuatro o cinco Estados, implicaría más ri6go que la
eslrategia actual con dos aclor€s.
En las páginas que hemos mrrsrgrado ¡l análisis teóric¡ y prictico de la esha-
regia de disuasión, hemos empleado volunta¡iemenre modeloe simplficados. Hemos
conside¡ado ¡ dos F^t¡doe a.mados de dispositivos termonucleere§ (porque efectiva-
metrte egt€ es el c¡so) y heDo6 s¡¡puBto, a menudo, una si¡uación de simetía: por
cjemplo, consüenndo la ventaja de atacar el primero, por hi¡ítesia igual para crda
uno de [os Dos- No hemos intentado compiicar los rnodelos ni contempla¡ divers¿s
§itúrciones de asimet¡ía, c.oncebibles ent¡e la Unión Soviética y los EE. UU., con el
fin de no s¡li¡nos del ma¡co de esti obr¿. Igualmmte, unr rtz coimp¡cndido cl modo
de razonamieolo, no es imposible an¡liza¡ l¡s coÍsecu€ncias dc eas situ¡cion* de
¡simer¡ia. l,o que si c6 dificil, e3 determiDár po¡ adel¡nlado las situacioncs que
surgirín de l¡ carrera cuelitativa de armamentos 1 de las reacciones de los gobicrnos
ant€ este situsciones.
Por ejemplo, ¡¡n¡ cuestión de importancia decisiva, a mi parecer, e6 h siguicnte:
de aqui a algunos eños, ¿serúo invülnersbles los ilos dispositivos lcrmo¡ucleercq
hasla el punto de que la disuasióo dc una provocacién €xt¡erne (eg decir, de un
:taque didgido cx¡nt¡a el territorio de un Eetado no poseedor de dfupositiros tc¡mo-
nucleare§) deje de ser plausible? ¿Resultarí de ello una €rt€nsiótr de las hostüd¡des
posiblc sin recurrir a las ar¡nss te¡motruclea¡es? ¿O ta mleurnidad de los compro-
mirs y la enlidad del riesgo improbable, combinada con un prcgr¡me de dcfcma
p¡¡iv¡, da¡ín á un Gr¡[de la posüilidad de Irrantizar ¡ sus sliados cortr¡ una
agresión y de convencer ¿[ eoemigo de que eo ciertos casos toma¡ía la iniciativa
,le ¡ecu¡rir a l¿s arr¡us Ermonucle¿res?
No s€ ¡¡ata, pües, €n est¡ nota, de examinar con detslle lo que sería c[ mundo
con N poteÍci¿6 temrotrucleares. Iimitémoenos a recordar, en p¡imer l grr, l¡s ¡azones,
indicadas en la discusir6o de la teoría de la paz por el teoor, por las que Ia am-
pliación del clul¡ ¡tómico traería consigo, a mis oios como a los de l¡ innrens¿
rnayoría de los autores añe¡iernos o ingleseq peligros mayores.
l) Cu¡ndo más boinbss atómicas haya y máe Estados sean ¡roseedoree dc bombaq
m¡yor será la probabilidad tatrto de e¡plosi6n accidental como de u¡a conduct¡
itreflexiva y ¡pasioDad¡ de un jefc de Est¡do.
2) La§ sitüacionca entre Estados de scgundo orden, poscedores de ¡¡mas rt,órnicss,
está¡án, al mehos dura¡l¡e ufl la¡go período, má ce¡canss del ¡nodelo de loe dos
gangsters, que del de la igualdad ehLre el crimer y el casligo. I¿s disput¡s loc¡les
teDdún tendencia a ser más violentas; elgunos Estad6 inrentárán obtener l¡ ca'
pitulacitón de un vecino desa¡mado, o meDos armado, o atácarle por a¡¡ticipaciótr.
3) El problema de la limitación controlada de armamentos se hará má! cofn-
plejo arin de lo que es hoy en dia.
4) [¡s agentes provocadores se encont¡srán en condiciones favorables para ltacer
correr Ia inguietud y para provoca¡ evenlualmente agresiones al propsgar el temor
de que el otro ¡on¡e la inicistiva-
5) Los Pequeños rolve¡án a encontrar la capacidad, que poseíaD en la era pre-
atór¡¡ica y que han perdido hoy día, de poder llevar a l¡ guerra ¡ loe G¡¿Dd6 recsl-
cikant6. Se¡ía difícil dete¡mina¡ en utros cu&ntos minutos cuil sed¡ €l origen real
de la bomba qu€ podríe absti¡se sob¡e el terilorio de u¡ G¡a¡de.
Por otro lado, los sutores ¿merica¡os aliÍrcDtal ciertes ilusiones sobre Ia pro-
babüd¿d dc que Chi¡¡ y Europs Occiden¡al, y otros Est¡dos después, rcnuncien
de6nitiv¡mmte a los a¡mamentos ¡tóInico3. [¡s Esr¡dos t¡l , como son ¡o están
dispuestos a deja¡les a los dos Cr¿¡des el monopolio de las armas consideradas hoy
814 Prexeologñ. L¿s ¿ntinomias dc l¡ ¿cción diplomitie estratégica
dí¡ como decisivaq ni a ver cn cllos los apoderados de l¡ Humanid¿d, que tuvic¡¡n
crlrÍo misión ejercer una tutela sob¡e estos insl¡ur»cntos ¡Donatruosoa.
Ea un modclo abÉtracto, un n¡undo en el que cuslro o cinco Estados dispusieren
¡le uo dispositivo te¡¡¡oDuclear, no s€ría n€cesariamcnte más inestsblc que un m¡¡¡do
en el qrre uo exisren nris que dos dispositivos. Son posibles diversas combinaciones,
según guc esos cinco Estados sean lodos ellos indep€ndientes, u¡ros ¡especto ¡ otro§
o quc se dividan €n dos o lrc6 gru¡»s, Pero de to(las n¡ane¡¡s, le presencia de un
Esrado (o bloque, o coalición, er¡e¡ior a los Dos, que posea también él una capacidad
sustancia¡ de ¡epresalias tcrnonucleares, reduciria la libe¡t¿d de acción de los Gra¡des
¿cluales. [á €lin¡inacióo del ot¡o rm da¡ía a un Grande, ni siquieta sobre el papel,
el dominio del unive¡eo. No debe¡ía enrplear coDtra su rival mis que una pa¡te
d¿, su dispositivo; porque, en caso contt¡rio, ari¡ después de un triuolo eveutuel
§e encon¡rafi¡ ¡ le me¡c€d de un te¡ce¡o conve¡lido en el tertiu gaudets. Ptede
arSum€ntar§( que, desde ahora, la presencia del terce¡o o el Asir ente¡¡-,
¡unque no oea poseedor de arn¡as alómicss, conr¡ibute-China indirectaEente ¡ evitar €l
e¡tallido de une Bue¡¡a total entre los l)os,
IIl. La perspectiva cercrna no es la quc rugiere un ¡uodelo abstracto de cuet¡o
o cinco dispositivos le¡monuclea¡es. De aquí a algunos años, China poseerá proba-
blemente algunas bombas atómicas y aviones capaces de t¡a¡Eport¡rlas. Cran Br€tsñ¡
posee desd€ ahora bombas te¡monucleares y aviones de bombardeo capaces de lrans-
po.larlas (pe¡o'quiá no capaces de franquear la defens¿ soviética ni de ¡ob¡erivir
a ün a!aque), F¡¡nci¡ te¡dri bombas atómicas y Mtages IV hacia l!)65 ¡ quizá,
hacia 1970, bomb¡s termonuclea¡es e ingerios balí¡ticos de alca¡c¿ inte¡medio. [¿
siruacióo previsible de aqui a l9ó5 o a 1970 no se asemei¿rí ¡ un úodelo puro
tle citrco autores dotados de cap¡cidadcs ñás o rnenos €quiyalentes. [¡s Dos c¡Dti-
nusrán siendo los dueños del juego, ¡ G¡an Brelaña, China ¡ I'rancia, ¡rcseerán
fuerzas de ataqúe, en rigo¡, fue¡zas de disuasión recíproca, pero serán inca¡nces de
hacer lrente a uno de 106 Grandes, )a po¡que su disposi¡ivo no pueda sobrcvirir a
rn p¡imer atsquc. ¡a porque la des¡roporcitin sea aernasiado grande eotre las pérdi-
rlas que sufrirán (desrrucción cá¡i total para los dos paises ruropeos), 1 las reprc-
que estaria en situaciórr dc lleva¡ a ca]¡o.
'alias
Yayamos aún rnás lejos. Ni siquiera en el cam de que los paises del Viejo Con-
rinente iun¡asen sus rccllrsr» pa¡¡ producir en conjunto un¡ ft¡crz¡ de dl".r¡asión.
dejarían de €nconlrurse en un estado de i¡rferioridad con relación e los dos Gr¡odes-
a cause de la Btrechez del espacio €uropeo en comparación al esprcio ruso y al
espaci'o ameticano. Une dc las paradojas de huestro tie¡¡po es que Ia proiperidad
no e¡isle ya en una ¡mplia superficie de tie¡ra, sino que es la fucr¿s milir¿¡ la que
conli¡úa exigi&dola, ]a qüe h extengión de territorio es una de l¡s condiciotres de
la capaciCad de poder encajar ataques. Una fuer¿a de disuasión, p¡oducid¡ en común
por loe Seis o. aún m€ior, los Sek y la Cran Bretaña, no sería por ello incñcaz. Mu,y
al cont¡a¡io, haria de Europa un acto¡ principáI. Indirectamente, Europa coltinuaría
este¡do protcgtda por ls fuer¿a áñericana. ¿unque las divisiones ame¡ic¡nrs rm se
cnconl¡as€n ya €lscio¡adas en Al€mañia. I¡ Unión Soriétic¡ no podría comet.r
una agrcsión ñi siq[ier¡ ma¡or, respecto a los Esrsdos U¡idos o ¡ Europa. sin terner
Ia ¡e¿cción del ot¡o Gr¡nde occidental.
En €l inmedi¡to, es p¡obablemente la adquieición por China de un¡ cic¡lr ctpr-
cirlad atómic¡, lo que modificería mis la coyuntu¡e actual. China popular erttaería
de ello, sin dud¡, sob¡e todo cr u¡ inc¡emento de pretigio- (Y, ader¡is l¡
^si¡,chino).,{denác el gobiemo dc Pel¡ín ¡lime¡ta
India no tard¿ría cn s€gur¡ cl ejcmplo
una se¡ie dc agravios p¡ecks: la pre*ncia e elguDos tilómet¡os dc su! colt¡s, cn
Qucmoy y Metsu, de fuer¿¡e ho¡tilee mand¡d¡s por loe :uperviúcotee del regimcn
precedertc, y abrstecideg po¡ uDs potetrcir e¡tr¡Djcr& pr€scncir quc scríe consid€-
rsdr corDo intoler¡ble do¡ c¡alquier Sobi.mo dc un gran Est¡do. El díe en quc
posca algtna capacidad atómica ¿se rcaignari Chi¡a ¡ mantene¡te cn Ia pasividad?
Capítulo XXIII
MAS ALLA DE LA POLTflCA DEL PODER
815
N36 Praxeología. Las ¡ntinomi¡s dc la ¡cción diplomática cstretégic:
l. Los pacifísrnos.
Public¡ció¡ ¡6etomq Be¡lín, 1931- Di¿ ldc¿ ¿cs F¡id.ctts ¡tal dc¡ P¿¡ilisttts¡.
XXIll. M& allá dc le goütic¡ del poder 837
t Pero aquélloe qoc * contid,crat ide.¡listas tietrcD ulr crpecided cts¡ ilini-
uüt dc ¿o rr¡ l¡ ¡eüd¡d.
No ¡o¡ i¡tc¡esa mcdir con eractitud las ycntaia6 y loa inconyc¡tienle+ Drra
¡¡o3 y ot¡lq dcl p¿pel cfectiro pcro limitado rcprcle¡tado po¡ l¡¡ N¡cio¡¿¡ U¡id¡¡
' l. dcl P¡cto.
t Artículo
^rticulo 2.
844 Prexeologia. L¡s antinomies de l¡ ¿cción diplomáticr cstratégice
' Pe¡o recono¿ca¡¡os ffua eslartros hallanrlo del comeDtá¡i,o como ioterpretacióo.
El único come¡t¡rio, r úu6tro juicio, que satisface plenaee¡¡e y ula crpcriencia cu!.
rural que ercede e la crudición.
El comcDta¡io propiaoente crudito, cl que se ümita a lrs loornot'cs es ¡¡¡ modo dc
glosar, sin gloge¡. No hey duda de que para este comeuta¡io eoD menclter mlÁ limits.
cioucs y máe sabercs que los ssberes y limitaciotres d¿ que Dost¡os disponcmos.
XXIII. Mís allá de la política del poder 845
s€ntó un iDforme, Este voto del CoDs€jo no fue coDsiderado como obligato.
rio para todos los miembros de Ia Sociedad, ni siquiera como uoa decisió¡
colectiva. El p¡esideote de la Asambtea decidió que Diogún órgano de la So
ciedad tenfa derecho a tomar uua decisión tal que todos los miembros s{
vies€o obligados a reconocer que uno de ellos había violado el Pacto. Cad€
mierñbro de la Asamblea tuvo libertad para maDifestar su oposicióo a la opi
niéo expresada unáuimem€Ete por los miembros del Consejo. Austri¿, Hun.
gría y Albania, bicieron uso de este derecho. Los otros miembros, coo sr:
sileociq se unieron a los miembros del Conseio. La misma libetad de d€.
cisióa i¡dividual fue acordada a los miembros de [a Sociedad por lo qu(
respecla a las saqcioues, a pesar del artículo 16 (1).
El f¡acaso de la tentativa de obliga¡ a Italia a reuuncia¡ a la cooquist¿
de Etiopía, es fácil d€ s€r constatado €on el retroceso, aunque oo fuese impu.
table a las "lagunas" del Pacto, siro a la repugoancia que manifestaban lar
potencias di¡igentes (Francia y Gran Bretaña, eo aquella época) de recurrir
a medios extremos. Esos medios extremos hubieseo implicado un riesgc
(débil) de guerra. Pero hubiera ocur¡ido de otra matrera si el Pacto Do hubie.
se teDido esa serie de lagunas. Como quiera que la Sociedad de Nacione!
estaba compuesta de Estados que no hablan euajenado su soberanfa militar,
no era posible deteDer a uno de ellos, si estaba resuelto a emplear la fuerza
a ¡neoos que se empleara también la fuer¿a. Los equívocos y las lagunas de)
Pacto, del artículo ll al artículo 16, ¡o pa¡alizaron eu aada la acción de la
Sociedad de NacioB€s frente a la agresión italiaDa en 1935, o la alemana
de 1938 (Austria y Checoslovaquia), o la soviética de 19,() (Finlandia). Alema.
nia no penenecía ya a la Sociedad de Naciofles eo 1938, y la Uniótr Sovié-
tica fue expulsada eu 1940, Um reafi¡mación de las obligaciones del Pacto
¡o hubiera hecho la mcno¡ impresión ni sob¡e Hitler tri sobre Stal.in.
Si los Estados miembros hubi€seo teoido el sinccro deseo de respelar el
Pacto, la prohibicióu de la guerra taDto aotes de la expiración del plazo de
tres meses, como coatra un Estado que acepte la s€ltencia de uo áfbitro, la
decisión de utr tribunal o el informe unánime del Conseir, hubiera sido
suficientc- Pe¡o oi el JapóD tenla la intención de reslrtar la integridad terri
torial de China, ni Italia la independencia de Etiopla, d Alemaoia la de
Austria o la de Checoslovaquia. Ninguno de estos t¡es Estados hubiera coo.
seoüdo someter sus reiviodicacioaes a ua "tributral de equidad". Ninguno
se consideraba obligado por las ¡ecomcudaciones de la Sociedad de Nacio
nes. Ninguno consideraba como definitivo el estatuto territorial existente, )
niogutro le prcstaba uaa dignidad mayor que la de los estatutos d€l pasado
o !a de los estatutos del futuro. Si el párrafo 7 del artículo 15 hubiese sido
modificado, si las recomendaciooes, aún las no-unánimes, del Cons€io hu-
bieseo tenido fuerza de ley, los Estados revisionistas Alemania, Japón-
oo lo hubiesen ac€ptado y hubicseD teoido qu€ ser -Italia,
rcducidos por Ia fuerza,
Ahora bico, los Estados cotrservadores no disponlar dc esta fuerza y ellos
XXIII. Más allá de la poÍtic¡ del poder 817
A partir del morne¡to que las guerras y las represalias soo ioterpretada
como satrciones, motiyadas por actos iücitos, el teórico del derecho puro man
tieno la ilusióD de desarrollar, sin estrellarse contra obstáculos iovencidos, u¡
sistema d9 normas comparables a los sistemas tracionales. Pero esta es, a m
par€cer, uoa ilusióo o, al rnenos, el edificio de normas así coostruido, aunqu.
fuese lógicamente satisfactorio, estaría demasiado alcjado del mundo rea
para qr¡e conserva§e un significado.
En primer lugar, la int€rpretació¡ de las guerras y de las represalias comr
saDciones a actos ilícitos, uo es más qr¡e uoa ficcióE iurldica, quo no es&
conform€ con eL sentido que los hombrqs históricos, goberoantes o soldado§
han atribuido al emple¿ de la fuerza- Los diplomáticos o los guerreros jamá
han pensado en ellos mismos como oficiales de justicia, encargados de l:
ejecución dc las senteDcias proDunciadas por los tribunales. Sin duda, dad¡
la definicióa qr¡e Kelseo da del De¡e¡ho, ao había uo Derccho Intemaciooa
si no existiese una reglameotación de la üoleEcia y una saocióD legal en e
caso do que ciertos hecho§ ---condiciones- se produj€ran. Pero la hipótesi
segi¡ la cual la üolencia eatre los Estados es tarto utr delito como uDa sau
ción, oi es evid€Dte Di está demosúada, y el mismo Kelseu sugiere, a veces
quo prefiere €sta hipótesis a la hipótesis de la legalidad dc cualquier guerrr
por motivos pollücos o científico§,
No es eüo todo. En una teoría pura, hace falta remontarse a una norIlv
fuudamental, que oo se¿ en sí misma uaa regla de der€cho, siEo un postulad(
que ¡iia el coniunto del sistema. Ahora bie!, en materia de D€recho Itrtema
ciooal, Binguna de las normas fundamentales (Grundno¡m) a que podcmor
bacer referencia, es satisfactotia. I-a fórmula pacto sun servondo, es paíicv
lar, lustific"a el r€speto d€ los tratados y de los acuerdoq y es indispemabk
para el orden interoaciooal; pero difícilmente puede co¡siderarse como sr
origeE lógico. Si en lugar de proclamar que los compromisos adoptados deber
§er respetados, se proclama como oorma fundamental que los Estados d€bar
couducirs€ como se ban cooducido hasta ahora, de acuerdo con la costumbre
so sustituye el respeto a los tratados por €l rsspeto a la costumbrc. Pcro si ei
r€speto a los tratados tiene un s€otido demasiado lim¡tado, el rcspeto a l¿
costumbre tieDe un sentido demasiado vago. ¿Qué costumbre deben respe.
tar los Estados? El recurso a la fuer¿a forma parte de la coodr¡cta secular
t "Hay que reconoce¡ que el orden juridico in¡e¡¡¡cio¡al o la comuaidad co¡¡
tituida por é1, no es un Est¡do a eausa de la de.gcentraliz¡ciór avenzada, y cn L
medida ea que la palabra E¡tado no debe ser aplicada sino a órdeaes o e colÉcti.
vidades ju¡ídicr ¡elátie¡mente centrelizádas. Pe¡o su c¿ráctcr de de¡ccho o de co
lcctividad jurídica €s ci€rto etr t¡nto que l¡ grerra y las represalias puedan scr ia
te¡prehdas como actos dc m¡cción prelvfutos po¡ las reglas de D. In¡emacio¡¡I, c¡
decit en aquellos casos en que constitule la sanción de .ctos ilícitos y no pucdcr
§€r rná6 qüe ello". (Hans K¡¿s¡¡: Ieo¡í¿ Ben¿¡a¿ ¿cl Derecho l¡¡er¡acianal. CoTcccií¡
de los Cu¡sos de la Academia de De¡echo Intcmacional. T. )Otr, f93N p. 134.
XXIII. Más zllá de la política del poder 85.1
estado civil, quc a su v€z era crcado por la sumisión de las r¡oluntadcs
iDdividuales a leyes procedentes de uoa voluntad superior. I-as teorías del
ius gen ium, de los siglos xvl al xvn¡, sc han visto iDfluidas simultáneamente
por el coocepto de u¡ derecho natu¡al (universal, divino o racional) y dc uo
estado de naturaleza. En el punto d€cisivo de la legalidad de la guerra para
¡mbas partes, las coosecuencias del estado de Baturaleza han salido triuo.
faotes clarametrt€ por eocima de las exigencias del derecho natura!. La guerra
es justa si const¡tuye la sancióD de uo acto iücito, si aspira a obterier una
satisfacción o una reparacióo, si constituye una defensa co[t¡a una agresión;
pero, justa o nq es legal para todos los beligeraDtes, porque tro exist€ para tros
soberanos, ni tribuoal que diga el derecho ¡¡i fuerza irresistible para impo-
ncrlo.
Sin duda, los filósofos de los siglos xvn.y xuII, Bo cotrcebfao todos dc
igual forma el estado de naturaleza. Si los hombres soo pacíficos, si aspiran
a l¿ sociedad, el derecho válido para el Estado precivil (es decir, para las
relaciones entre sob€raoos) no diferirá fundamentalmente del de¡echo natu¡al
de la tradic¡ón. Pe¡o la ausencia de un estado civil, de t¡ibunales y de policía,
no deja por ello de implicar que los soberanos conseryen, en grari pa¡te, en
su comercio, el derecho de hacerse iusticia. Record€mos la descripción céle-
bre del estado de naturaleza, en el capftulo XIII del üb¡o del I-eviatán:
"Aunquo ni siquiera haya existido nunca tiempo alguno eo que los indi-
viduos particulares se. hayan encont¡ad.o eo una situación de guerra uoorl
contra otros, queda el hecho de que, en todos los tiempos, los reyes y las
personas dotadas de una autoridad soberana s€ han encontrado animados a
causa de su independeocia, por una emulación continua y se ban encootrado
también en el estado y en la situación de los gladiadores: sus arnas estáD
apuntando y sus ojos fijos, unos sobre otros; yo quiero hablar de sus fuertes,
de sus guaroiciones y de sus cañones apostados en las fronteras de sus reinos,
y de sus espías vigilando co¡stantemente a sus vecinos; lo qr¡e es utra actitud
bélica."
Hobbes coDtempo¡iza coD esto cstado de traturaleza entfe los Estados y
concluye su descripción con esta ob6ervación: "Pero, porque gracias a ello
salvaguardarán la industria de sus srlbditos, ¡o resulta¡á de este estado la
miseria que suelo acompañar a la libertad de los itrdividuos partic¡¡lares."
IgualmeDte, Spinoza eo el capítulo III de su Trarado político recoge la
ide¿ de que las ciudad€s I i[depetrdieotcs so! naturalmentc enemigas, igual
que los hombres en estado de oatur¿leza y de que el derecbo de guerra
pertenece a cada ciudad. No censura ni la astucia ni la mala fe ' e¡ las rela-
cioEes entre las ciudades- Ahora bien, no ve ninguna cont¡adicaión entre un
' Yide, P. E. CoRBErr, I-au ord socicty h th¿ ¡elatiotts o/ Sra¿s, N¡rev Yorl,
Hercourt y Brace, 1951, p.43.
XXItl. Más rllá de la poftica del poder 859
nuDciar a esta primera ¡eserva, que ya están haciendo surgir uoa nueva me-
diatrte la distitEciótr etrtre las diferencias que traen consigo uoa regulacióo
jurídica por utr tribuDal o por un á¡bitro, y aquéllas que no la traen. Esa dis-
tinción se ha most¡ado a m€oudo I equívcca. Perc tiene al meoos dos signiñ-
cados políticamente claros. Los Estados no hao coorntido nunca, ni consien-
teD, eo compromete¡s€ iEcondicionalmente a someter a un árbitro o a uD
tribunal cuestiooes que consideran de interés vital. Las disputas que son sr¡s-
ceptibles de provocar la guerra son consideradas como políticas y, por ello,
como tro sujetas a los procedimietrtos legales. T¿mpoco afecta a los Estados ver-
se iocondiciof,almente ligados por el der€cho existente, puesto que en ciertas
circunstancias los tratados y los acuerdos puedetr ser o parec€r iniustos, y
porquo dudao en confiar a .iueces, que, por otro lado, dudan también en asu-
mirla, la carga del iuzgar de acuerdo col ta equidad. Esta cláusula negativa
constituy€ la expresión de uBa voluolad de autonomía; implica un elemcnto
de anarqufa internacional. Que sa le censu¡o o no, de tod¿s formas ha sido y
cs utr elemento coostitutivo de la origiaalidad de las relaciones entre los Es-
tados. Y lleva lógicam€nte a [o que ancandaliza a los espíritus goemétricos: el
cstatuto de la guerra eo deresho intemacional
La guerra no es ilegal a la manera de una revolucióo. Se puede d€ci¡ quo
'el recurso a la guerra no era ni legal ni ilegal; el de¡echo intemacional sufrla
en cierto modo una es¡recie de eclipse desde el momento que se hacfa la elec-
ción etrtre la paz y la guerra" '. O, de otra forma también': "lo que en el
orleo iotemo constituye uua "revolución legal", fuociona eo el derecho inter-
nacional como una es¡recio de pseudoransacción legal que tieqc por efecto,
gracias al principio de la eficacia, cl transmitir la capacidad reprcsentativa ia-
teroacional. El sistema legal iotemo s€ encuentra quebrantado, pero oo el
sistema legal internacional: no hace sino funciooar",
En tanto que la guerra sea l€gal o tolerada, seguirá sieEdo cicrto que "el
derecho internacional consuetudinario diñere del derecho intemo al menos
en esto: prevé su destrucción por la simple fuerza de sus propios sujetos
Gracias al recurso de la tolerancia de la guerra, del lugar deiado a las sotu-
ciooes b,élicas, del tltulo ahibuido a la cotrquista y de la vaüdez de los Eatados
impuestos a los vencidos, puede concebirse un solo Estado que imponga su
¡utoridad legal a todos los demás" '.
I-a paz entre los Estados, etr uD sistema be¡erogéneo, excluye el acucrdo
impllcito do los sobcranos contra los rebeldes y los heréticos, puesto qur los
beréticos de uo bloque soo precisamente los ortodoxos del otro.. Esto exigiría,
puo§, por lo menos u¡a abstención recíproca, pero ésta, a su vez, €stá im-
pcdida por la unificación técnica del muDdo y por la vocacióa unii?rsal do
las idcologfas de tru€stro siglo. I-a coexistencia pacíñc¡ depende de la hi-
pocrela diplomática. La guerra fría traza. la evolucióa real de las rela-
cioEcs iuteroaciooales. ¿Cómo podría s€r de otra,maoera, puesto que el de
rccho iDteroacional, reglarneotación de un tipo dc relacioues socialcs, no
basta para crear el orden cuando la sociedad misma es aoárquica?
¿Hay que concluir por ello que el derecbo inte¡oacional está progresatrdo
o que se encueolra en decadencia? I-as dos tesis han sido dcfendidas por
determiuados autores. Persooalmente, coofieso no percibir progreso alguno,
tatrto si se trata de Ia sociedad transnacio[al, del sistema inlernacional, como
de la conciencia de comunidad humana.
Los medios de transportc y de comunicación soo inñnitamente superiores
a los que batr sido en ningúD momento del pasado. El número do ¡rersonas
quo viajan al exÚaniero es, en Occideqte, considerable. Nunca tantos hom-
bres han visitado tantos pafses extraojeros. Nuoca tantos hombres, sin aban-
donar su patria, han sido capaces de ver, en uoa pequeña o gran pantalla,
las imágenes de tantos palses a los que nuncá i¡án. Pero sería singularmeoto
ilusorio considerar el po¡ceritaie de persooas que han salido de su patria, o
el n¡imero do kilómetros recorridos como media por uDa mercaucla antes
de ser consumida, o las estadísticas de las toneladas-kilómetros del cornercio
mundial, como un criterio váliCo de la sociedad interoacional.
En primer lugar, aun reteniendo elos sigr¡os cxteriores y casi matcriales,
no faltan fenómenos cont¡adictorios oi líneas divcrg€ntes de evolución. La
sociedad transnacional es planetaria como nunca lo ha sido. Pero, por estc
mismo hecho, la ifllensidad del comercio, de las personas y de las mercao-
cías, grande cn el marco de la pequeña Europa, es débil cotre Extremo Orienta
y Europa, por ejemplo. Los intercambios a tr¡vés de las froote¡as, están sr§-
traídos en el universo soüético, d€ la esfera de las personas privadas y sc
ban convertido ea ioternacio¡ales y tro eo transnacionales. Por ello, son
mcnos lib¡es y cstán más subordinadas a los intcreses do los Estados que en
el sigto del liberalismo. Los llamados regímenes de democracia popular
consideran, como acorCe coo sus priocipios, el restringir el derecbo de sus ciu-
dadanos para viajar al extraniero. Las fronteras de los Estados que se con-
sideran proletarios cstán rodeadas de alambres e iluminadas durante la no-
che por proyectores igual que los campos de concetrtracióD-. Hac€ falta
-al
X) II. Más dlá de le políticr del podcr 867
n¡ime¡o cada vcz mayor do circunst¿ncias, pof partr de u¡ núme¡o cada r¡cz
mryor do Estados. No cstoy scguro que nioguna de estas afi¡maciones sca
cierta, pero, aun suponiendo quc lo fuesen todas, lo €sencial no se vería por
ello modificado. No se iuzga a¡ Derecho Internacional por sus períodos do
eucalma y por los problemas s€cundarios. Por lo quc rcslrcta a las crisis, es
decir, a los cooflictos inlemacionales, buscaríamos eu vaoo un sfDtoma de pro-
grcso. Si el obi€tiyo es la paz por la ley, continuamos igual.mente leios de éL
Si el objetivo es rlnicamente cl evitar la guerra, legal para los dos beligc-
rantes, estámos arin más leios de cse obietivo que eu cualquier oÚo monr€nto
desde el ñ¡al dc las Guerras de Religión.
El Derecho loteroacional que se ha colvertido en el sistema plan€tario, 6
esencialrnente el jrs europaeum. Su aplicación estaba limitada, cn principio,
a las nacionos cristiatras y, luego, a las eu¡op€as. A continuación fue cx-
tendida a las llamadas naciones civitizadas y,'luego, a las pacíñcas. Desde cso
rnomento la "soberana igualdad", res€rvada atrtaño a los privilegiados, es decir,
a tos Grandes dc la sociedad intemacional, ¿uyo centro cra Europa, está ox-
pllcitamento acordada a todos los Estados, pequeños y grandes, surgidos de
Ia descomposicióD do los imperios coloaiales. Sle ba constituido cn un deber
para los Estados qr¡o asumen la rcsponsabilidad de "las poblacioocs Do autó-
¡or¡as, el actua¡ coD vistas al bieoestar y al desarrollo de estas últimas". Ya
ha pasado el tiempo en que utr diputado a la Cámara de los C,omunes, podla
declarar, sin vergüeoza y sin moderación, quo Inglaterra Do buscaba otra oosa
que su b€neficio coo el gobicroo de ta.IDdia. I-a ideología del deb€¡ de los
pueblos ricos y civilizados resp€cto a loc pueblos que no ban acccdido a la
civilización moderna, es más que un homeoaie rendido por el ücio a la
virtud. Es la tom¿ dc concicncia dc un becho histórico: l¿ €xte¡sióD planeta-
ria del sistema interestatal.
Pero más allá de €stos hecbos, nada aouncia un prog¡eso en loc bechos
esenciales. Para que se instaure el reinado de la lcy. hac€ falta que los Es-
tados renuocien a hacerse iusticia ellos mismos, que los ciudadanos y loo
SpbcrnaDtes crcan moralrnentc laudable la sumisión de los Estados a uo juez
imparcial. Ahora bien, cl scñor Krutschev ha decla¡ado quo Do dudaría en
opotrerse a uoa decisión tomada por una¡imidad por las Nacioocs Unidag si
ésta fueso cootraria al iDterés de la UnióD Soviética. I-os Est¿dos Unidos, a
pcsar dc su adhcsión a h ideologfa & la pz por cl dcrccho, dudan en dciar
a otros quc Do sean ellos mismos, la discriminación eDtre aquello qu€ d€peod,e
dcl dcrecho iDtcmo y squello otro quc no lo hace asL
Existen m€nc Estados capaccs dc resolver sus disputas por la espada, pero
la mayor parte de aquéllos qüe ya no son capaoes, echan de mcnos la po-
tcncia desaparccida. Casi no cxistió una indignación moral eu Fraocia coDtta
cl bomba¡deo de Port-Said, o contra las operaciones en las proximidades do
Bir:erta (julio de 196l). I-a op¡nión plblica co Gran Brctaña, fue meDos hostil
a Sir AnthoDy Eden y a la cxpcdicióu de Su€z, de lo quo lo fue el "partido
870 Praxeologíe, L¡s ¡ntinomi¿s de la ¡cción diplomática estratégica
' G¡ecnville Clark y Luis B. Sohn, C¡mb¡idge, H¡rva¡d U, P., 1958. El libro apa.
¡cció en las Presses Unirc¡sitairee dc F¡ance e¡ l lt l,o Paiz p¡ l¿ loi munlialc.
XXIII. Más allá dc le polítice del podcr 871
873
874 Praxeologú. L¿s ¿nti¡omies de l¿ acción diplomátic¿ cstr¡rcdca
' La igüaldad de los hombres ¡nte le ley ¡o La e:cluido nuaca las dcsigualdedcr
de hecho, ni siquie¡a las desigualdades de "de¡echo subjctivo" que ¡esulta¡ de l¡ dis
tribució¡ de lar riquezas sobre el pode¡- El tracimiento ao impide a Dadie el ejc¡cer
Ios de¡echos (Fre surgetr de b propiedad de las fib¡ic¡s Groén, pcro aquel que pccc
cat. p¡opicdad por hcrencia o po¡ adguisició¡ legal tic¡¡c, en realidad, 'dc¡ccho¡ ¡uL
jctiros" muy distiltos a los del asal¡¡iado quc bsrre el auelo de las Iactotí¡.s.
XXIV. Más allá de le política dcl podet (2) 881
3- N@iones y lederrción
'2 J. L B¡r¡n¿r: fhe hw ol tatiotLr, S.L ed" Oxford, 1955, pp. 55-56.
Natüraleza, esta ve¿ €n el sentido na!ü¡alista, biológico del término.
3 Pa-Nostra, Etamcn de coaciencílt inte¡¡acion!1l- Parí+ 1936, p. 422.
¡ EsIa "comunidad de cultura" no es nutrca completamente una y homogÉnea. In-
888 Praxeologñ. L¿s e¡ti¡omi¿s dc l¡ ¿cción diplomáticr cstretégica
polftftrs de loc tiempos actual€s cstabatr muy leios de ¡ealizar todas cllas
osta uoión, y desde ahora se bace ya visibb un tipo difereole, cooforrne con
las ideas del sigto: cl Estado federal eo el que las comunidades de cultu¡a
son múltiples y respetadi¡r3, Irero qt¡€ cons€rvan utra voluntad de autonomía
frenie a otr¿s uoidades pouticas.
La personalidad colectiva d€ uoa nacióE, al igual que la personalidad
iudividual, nace y mlrcre con el tiempo, está sometida a mrilüplee circuns-
tancias de ord€u material, físico o biológico, pero solo se añrma mediante
la conciencia, capaz de peosamieoto y elección. Como quiera que participan
a la vez de la Daturaleza y de la razón, estas p€rsoDalidades ¡acionales ex-
prcsau la riqucza de las virtualidad€s hum¡nas, I-a diversidad do culturas no
cs una maldición que baya que exorciza¿ siuo una berencia qr¡€ hay q¡¡c
salvar.
I-a iodividualidad naciotral no es yisible como lo soo los individuos hu-
manos, pero no por ello deia de ser coguorible mcdia¡te la observacióo y
cI análisis. No achia sino por el iot€rmedio dc persottas, pero estas riltimas,
taoto por €llas mismas como por los donrás, actúau cn taDto que int¿r-
prpt€s o gufas de la colectiüdad. Es uoa fórmula aceptable la de que el
Estado sea una institucióo, establecida por los bombres, en la medida co que
cl coDc€pto d! institución cootiEúa sicDdo €qufvoco. Lo quc no es cierto cs
quc el objeto d€ esa iDstinrció! sea exclusivamente el asegurar el ejercicio
regular y traoquilo de las actividadcs.de todos y de cada uno. Ni es cierto
ni deseable que los seres colectivos no tengan uoa ñnalidad propia.
Sin duda, en ¡iltima instancia es !a üda de las personas la que consti-
tuyo la ñnalidad de las ciudades. Pero esta yida no €s solitaria, no se realiza
fuera de las "comunidades oacionales", cada una de las cuales tiende a pro-
mover los valores singulares. Borrar las distinciones entre estas comunidades
scrfa empobrecer a la humaoidad, suponiendo que dicbo obietivo fuese acce-
sible- El icleal dc una humanidad consciente de su solidaridad, uo está c¡ coa-
tradiccióD cou la realidad de una humaoidad dividida en oacioncs, conscientc
de sus particularidades y del valor de éstas.
Es más, este hócho coDstituye tambiéo un ideal. Para todo hombra, con-
tribuir a La realización de los "valores nacionales" es un deber y no utra
scrvidumbrc. Este deber no suprime los debercs respecto a la humanidad
ent€ra. Cada nación da un cootenido propio al ideal, p€ro tro niega (o no
debería negar) las normas, unive¡sales y formales, que son impuestas a cada
bombre e¡ cuatrto tal. Pero ¿cómo podría estar obligado eI individuo res-
pecto a la humanidad entera, sin esta¡lo respecto a la nación que le hae
ser lo que es?
Podrá obietarse que, ¿por qué Ia Dación y no cualquier otro grupo? La
respucsla mc parec€ surgi¡ del análisis de los grupos a los quc perteucce,
por necasidad, cada uno de nosotros. La raíz de la familia es biológica,
pero la unidad de la famitia que se reúne para constituir uu pueblo rro e9
oi estrictarD€EtE racial ni estrict¿rr¡ente territorial; es la unidad de una cul-
tura, de uu conjulto singular de creencias y de conductas. Con el paso de las
sociedades arcaicas a las sociedades históricas sé ha de.sar¡ollado la dialéc-
tica de las comunidades de cultura y de las sociedades políticas, dialéctica
que cootinúa en nuegra época. La violencia ha becho sufgir y caer imperios.
Grupos a¡mados se han apoderado del poder y han mantenido en se¡vidum-
bre a poblaciotres o a clases. Pero, formadas a lo largo de los siglos por l,¡
fuerza y por la saogre vertida, ciertas naciones modernas han vuelto a en-
coDt¡ar el secreto do la unión (nunca pe¡fecu) eatr. la cultura y la política,
e¡tre la historia y la razón. La nació¡ tiene su idioma y su derecho, qtn
ha ¡ecibido a t¡avés de los siglos transcurridos y que expresa en uDa voca-
ción singular, Los ciudadanos quieren vivir juntos, darse a sí mismos sus
propias leyes, pa¡a aportar a la obra huma¡a una coDtribución, que sin ellos
no t€ndría existeDcia. En este seaüdo, la oación, como escribe el r€veroDdo
padre Fessard, tiene una voc¿cióD, mientras que Ia clase no l¿ tiene.
Cualquiera que s€a la deñ¡ición precisa que demos de la clase, los obre-
ros asalariados que trabajan coD sus manos, estáa caracterizados ¡ror encima
de todo, poI una situacióa sem€iaote en cuaoto a empleo y remuneración.
So encuentran en contacto co8 la mater¡a, no ganan su vida dentro oi gfa-
cias a las relaciones humanas, y tienen. ingresos que, dentro de uua misma
nacióo, no son demasiado diferentes, asf como manifestan una cierta se¡ns.
ianza de opiniones o de actitudes (o las distiDtas actitudes se repart€n sc8¡l¡
porc€ntajes determinados), a veces, tienen coociencia de su condición simila¡
y, partieado de esta forma de conciencia, se organizan (o muchos de el¡os
lo hacen) con vistas a def€nder lo que consideran su interés común. Si cste
itrtcrés común es de ordeo ecoaómico, si su organización es sindical o si,
polltica, accpta la unidad nacional, la clase se subo¡dioa por sí misma a la
oación y uo s€ atribuye una vocación si¡o co el scntido eo quc esta última
tenga uDa r. Po{ el coDtrario, la i<ieologla que uiega la razón para afirmar
la clase, se pierde en contradicciones inextricables. ¿Desaparece la nación
o la clase, cuando ésta o el partido que pcrtenece a ella se apodera del poder?
Si desapar€c& la clase, es que no tenla uoa yoc¿ción permancnte más allá
de la modifcación del régimen oconómico. Si es la nación la que d€sapa-
rece, ¿qué ocur¡e coo la comunidad de cultura y de dótrde se deriva la auto-
ridad legítima?
En realidad, e! aquella parte del mutrdo en que la doctrina que proclama
la primacla d€ la claso sob¡o la uación ha salido triuofante, en teorla, sub-
' Cfr. G. Frss¡¡¡: Sob¡c la acrruli¿a¿ hkaí¡ia. Pa¡ís, 196O. Yé¿se po¡ ejc¡¡plo,
cl u IL p. 228.
890 Praxeología. Lrs ¿ntinomi¡s dc l¡ :cción diplomática estretégica
sisten las naciotres cqr su p¡opia vocación de cultura, a pesar de quc estér
privadas de una parte de su autoEomla por la supremacla del pafido bol
cheviquo ruso y del Estado que ha edificado. Las clases, caractcrizadas por
las ssmeiatrz¿s de sus circuostancias, subsisten, a pesar de que estén ya
coosideradas corio no a¡rtagooistas y de que Do tengan el derecho a organi-
zarso eo gupos de presión. En otras palabras, el privilegio po1ítico atribuido
a Las clascs cuyo origEn ¡€side eD el trabaio, por Io tanto en felación a Ia
materia, desaparece con la revoluciór son vistas a la cual so consiguió la
doctrina. Es uria noción auténticamente ideológica eD €l seotido cn que pre-
scnta como verdad eterna una inve¡sión de la ierarqufa de valores, una in-
verción do l,as ¡elaciones eseDciales que no se expücan sino mediante y para
una acción histó¡ica.
Si la ¡ación €s ideal aI mismo tiempo que realidad, si utra bumanidad
privada de las hetereogeoeidades nacionales estala cmpobrccida, los nacio-
nalismos de poder y orgullo de naciones, uegativa a sor¡¡eterse a
una ley o-voluntad
a un tribuoal- uo están por ello justiñcados. En efecto, ahf se
eocueDtra la r¡ltima aDtinomia del destino poütico del hombre. No es más
satisfactorio para la conciencia negar que santificar a las naciones, negarles
el derecho a determiuar por sf mismas su destino, que acordarles el derecho a
hac€¡se iusticia a sí mismas. I-a atrtinomia Eo ha sido resuelta por los juristas
que razonan como si el Eslado no fi¡ese más que utra institución eohe otras,
como si la sociedad humana tuviera la misma sohcrencia que las sociedad€s
nacionales, como si el sistema de normas del d€rocho de gent€s tuvi€ra el
mismo carácter que los sistemas de de¡ccho iotemo, como si la prohibición
do recurrir a la guerra o a la amenaza tuüe¡a, para los Estados, Ia misma
posiüvidad y la misma eficacia que la interdicción de mata¡ o de robar para
üos i¡diüduos. Esta antinomia es real, y ha existido, bajo una u otra forma,
desde la aurora de los tiempos históricos. No es necesaria¡oente etema, pero
todavla no ha sido resuelta, suponiendo que pueda serlo.
[á solución teórica es la de la federacióa, versión civilizada o volun-
taria del imperio. La comunidad de cr¡ltura es prescrvada y sólo renuncia a
aquelloc poderes de los que la unidad superior tiene necesidad para asegurar
la defcnsa y el bieDestar de todos. El ejemplo clásico es el de Suiza- Es la
Confedcración Helvética la quo es "soberana", la que tietre una voluntad de
independencia, la qu€ pose€ un eiército y la que constituya el equivaleDtc a
uDa persona dentro del escenario itrt€rnacional: la übertad iuterior para los
indiüduos y para los grupos dc poder vivir segtt.o su ideal y de adorar sus
dioses, tro está por ello rnenos rigurosamente garantizada. ¿Por qué no po-
drla c¡ear la humanidad enlrra una Confederacióo planetaria a imagen de
la C-oafederación Helyética, e¡cargada de la misión dc resolver los proble-
rnas quc no podrían scrlo sino a un nivel hferior ----conservación de recur-
sos naturales, condiciones de los intercambios, disminución o limitación de
la violeocia o¡Sanizada?
XXIV. Más allá de la políticr dcl poder (2) 891
' Po¡ cl co¡t¡a¡io, l¡ co¡cicnci¡ ¡ecio¡¡l e¡ los Est¡do¡ U¡idoq y quiú cl !a Unióa
Soriétic¡, cs iueeprrable dcl regimm político, EiGDt ¡s quc ningúo Iraacá desce quc
F¡a¡ci¡ sea imcp!¡¡blc dc ningría régimcn políüco.
t E. R. Gooour¡: lh¿ Swict ¿cis¡ lo¡ a yo¡U StaE- New Yo¡lq 1Sl.
XXIV. Más dlá de la política del podcr (2) 891
y que se coDficso ser uDo más entre otros. Qu€ los soviéticos se acepten como
lo que son, y quiá pr¡€da establccerse una competencia auténticarDento pacÍ-
fica. Por el cootrario, la doctrina marxistaleninista, tal y como es €nseñada
c! la Unión Soviética y predicada a trayés del muudo, es esencialmeote
béüca y excluye el cons€Dtimiento de una ley comrin, principio de toda orga-
oización muodial
Si hoy día es imposible uDa orgaDización mundia! ¿es imposible eu sf.
porquo es cootradictoria coo la Daturaleza del bombre, o del hombre social?
Bergsoo lo ha su8erido y Karl Schmitt ba querido d€mostrarlo al establ€r.r
la alteruativa ent¡e amigo y eoemigo como constitutiva de la política. Uno
y otro tienen razóo, a mi parecer, al subrayar la difercncia €seocial eotre l,a
arnpliación de las unidades políticas y la unilicación de la Humanidad. El
a¡gumento banal ----cl d€ la cxtrapolación- equivale a desconocer esa dife-
reDcia. La Federación de la Europa Occidental, d€s€able o no, contribuirá
a, l^ paz o a l¿ tensión ioternacional, pero, d€ todas formas, no modifica
por ello el orden itrtertracional. Por el coutrario, me pare.e imposib¡e deducir
el carácter contradictorio, y, cons€clEntcmcute, la imposibilidad de una or-
ganización mundial, a partir de la alteroativa amigo-enemigo, pl¿nteada
como constitutiva de la poütica.
O bicn, en cfecto, establec€mos eo ls imaginació[ una plur&lidad dc "uDi-
dades soberanas", eo cuyo caso la altemativa amigo-enemlgo, no es más
quo una expresióo de la rivalidad de poder, de las sospechas rccíprocas y de
las voluDtades de autooomla. Cada uno, temeroso de todos los demás, se
sieDte ametrazado por r¡no o pof otro, I-a cotrstitución de ffentcs comunes
u opuestos es €l resultado de ello. Pero, en esta hipótesis, la alternaüya
amigo-enemigo, es utr resultado del "estado de naturaleza" entre las unida-
des, y demuestra por eüo su ¡»rmanencia ineyitable.
O bi€n nos situamos con el pensamieDto denuo de una colectividad cuyos
miembros han ac€ptado, eu principio, someterse a leyes, En esta hipótesis,
subsisten rivalidades eut¡e i¡dividuos o grupos. P€ro estas rivalidades que,
s€gún la norma del régimen ac€ptado, no se resuelveo por la fuerza, oo crean
hostilidades a ultrauza. O, eD todo caso, estas hostilidades !o hac€o im-
posiblo una orgaoizacióo mundial, puesto que no han sido incompatibles con
las organizaciones uacionales.
Queda uEa ¡iltima ilterpráacióo, la menos frágil; la hostilidad sería
n¡tu¡al eDtre los hombr€s y no se doblegarfa a uDa r€g¡am€ltación sino en
e¡ interior de una unidad polltica que se coqstituirla al oponerse y que esta-
ría definida, a su vez, por hostiüdades. Dicho de otra manera, !a dialéctica
histórica no suprimiría nunca el recu¡so a la fuerza, p€ro lo transferiría a
un nivel superior. Si supooemos uoa organización muodial que, por definición,
no t€odrla ya enemigo exterior, ésta so disgregarla de nuevo por el juego dc
cooflictos intemos.
Esta dial&t'ca es la qu€, hemos obs€rvado a través de los libros do
a94 Praxeología. L¡s antinomias de la ¡cción diplomática esrratégica
historia. Los ¡roderes nuevos no han coDseguido vencer las rivalidades entrs
los antiguos poderes sino al corstituirse, o al descubrirse, como enemigos.
Ha sido contra la amenaza de la Unión Soviética que el bloqu€ adántico ha
concebido una voluntad comútr. Ha sido para encubri¡ una parcial indepen-
dencia en relaciótr a los Grandes por lo quo los Estados europeos itrtentan
unirse, Si el coDflicto entre los gigantes desapareciese por un golpe de va-
rita mágica, ¿qué quedaría de Ia "integración europ€a" o del "bloque atlán-
tico"?
Estos mismos ejemplos afirman y niegan a la vez la objeción. Algunos
poderes, es cierto, no existen sino por y para una cierta hostilidad. Las
"¡rrsooas ¡rolítica§', Ias Daciones organizadas en Estados, tienen a vece§
trecesidad do un poder federativo (en el sentido que Locke daba a este último
término) para perseverar en su ser. La autonomía de estas Irrsonas no está
definida sino por la resistencia a las fuerz¿s exteroas. En una humanidad, ea
hipótesis planificada, quizá numerosas unidades políticas tuvi€sen tendencia
a disolverse. Las comunidades de cultura más cerca de los individuos recu-
perarfan su antonomla y las funciones necesarias para la rguridad y para
el bienestar seríau eiercidas a un nivel su¡»rior al del Estado nacional.
Todo el problema es el do saber si esta disasociacióu de las unidades
político-culturales en beneficio de comuridades de cultura meno6 amplias
y do una organización económica-militar universal, significaría la reincor-
poración de la dialectica de las hostilidades y do las alianzas. En teoría, eu
tanto que los gfupos humanos tengan lenguas y cre€ncias difereotes, tendrán
innume¡ables ocasioDes para criticarse y, para desconocerse recíprocamente.
¿Es convelriente designar como hostilidades a estas incomprension€s mutuas?
¿Estarían lo8 grupos humanos más dispuestos a tolerarse mutuamente desdo
el moÍi€nto en que, ni el bienestar ni la seguridad se encontrasen ya en peli-
gro? Si suponemos un monopolio, aceptado por todos, de la fuerza decisiva,
si suponemos las condicioues de explotación de los recursos planetarios fiia-
das do comrln acuerdo ¡ror la comunidad ente¡a, ¿coexistiríari pacíficamente
las dististas culturas?
Me temo que la cuestióD parecerá ociosa, hasta tal punto están aleiadas
las hiñtesis del mundo real en que üvimos. I-as acepto gustosamente. Estas
hilútésis serán caüficadas por unos como absurdas y pof otros como utó-
picas. Pero esto qscepticismo no está por euo enterametrte justificado. La
historia en Ia que Dosotros entramos y que durará en tanto que una catás-
lrofe natural o militar no haya suprimido las adquisiciones de Ia ciencia
y de la técnica y llevado a la Humanidad al estado agrícola y artesanal,
*rá uníversal. No estará disasociad¿ en "historias de ciülizacione§', para
recoger el concepto de Spengler y de Toynbee. Eucubrini al con¡unto do
la especio humana.
Para quo esta historia sea menos violeDta quo la do las nacione,s y Ia de
los im¡rrios, deberán realiza¡r tres condiciones: que las annas termonuclea-
XXIV. Más allá de h política del poder (2) 895
4. Federoción e lmperio.
maEtenido entre 1950 y 1960', la separ¡ción entre los ingresos per cápita y,
aú¡ más, dc los niveles de vida entre la minoría privilegiada y la masa d€ la
Eumanidad, teEderá más bien a ampliarse aúo § ulo u otIo s€ctor de cs¿
mi§a coDsigue unine al grupo de cabeza.
Esta fas€ es la que cstamos viyiendo actuakDente y cuyas caracterlsücar
hao rcconocido poco a poco los especialistas eB el traoscurso de los últimos
treinta años, y Ia que la opinión pública comieDza alrenas a comprender y
cuya duración verosfmil suelen er¡óneaflretrte sobrestimar t¿oto los espa-
cialistas como la opinión. Esta fase es la de la edificación de uoa sociedad'
industrial que iovierte la relación inmemorial eolte e[ oúmero de trabaj4dore§.
empleados eo producir el alimento y enüe los trabaiadores que pueden coo-
¡agrarso ¿ actividades secuodarias o terciarias. Antaño los agricultores repre-
seutabao las tres cuartas pafes o auq las cu¿tro quitrtas partes de La mano
de obra. Hoy ya Bo repres€ntan más de un 5 a un l0 por 100 eo las socieda-
des más avaozadas. Aún las sociedades europeas que, a falta dc espacio,
practicao una agricultura iDtensiva, consiguen o cooseguirátr alimentos si.B
maotenef más que uo l0 por l0O, aprorimadam€nte, de su mano de ob¡a ec
el campo.
l-os problemas ideológico-poliücos quo apasioDatr a la Humanidad y qu€
los sabios itrtenlaq tratar objetivamente, tieneo uo doble origen: son p,osibles
distiotos métodos para pasar de la sociedad agrícola a la sociedad industrial,
igual que son posibles diversos métodos para admioistrar esta misma sociedad
(es decir, para tomar las decisiooes que exigeo la distribución de recursos y
do iogresos). Por ora partc, todas las colcctividades (al menos por cl inter-
medio dc sus gobernaotes) quieren realiza¡ esta mutacióo y se encuentrao
desigualmente adelaotadas co este camino, pero también desigualúeoto dota-
das para esta labor. Rcducido a térmioos económico-ideológicos, el conflicto
eotre los bloques es el dc los dos métodos. En cuaoto a la tensiótr eotre
Occidento y e[ tercer mundo, como quiera que el colooialismo esté ¿ puflto
de ser liquidado, dependc del retraso del terc€r musdo y dc las dudas d?
este rlltimo sobre la ele4ción del método.
Históricamente, los dos métodos Do mer€cen ser cotrsiderados etr un pic
do igualdad- Uno ha servido para la creación, y el otro oo ha servido más quo
para la imitaciótr. Una economía planificada con detalle poi una administra-
cióu autorita¡ia, uo hubies€ nunca roto con las tradicioo€s y oo se hubicsc
platrúeado como objetiyo ionovar, ¡rro uoa v€z que los cooocimieotos cicB-
¡ De 1952 a l9ó0, lae t¡sss dc c¡eciiriento dcl producto rscionll h.D eido dc &7
¿¡ cl J¡pón, de &3 en Alem¡nia fede¡al, dc 5,7 cn U. R. S- S. y en los paíscs del Ertc.
de 4,1 en Fr¿ncia, de 3ó e¡ los Esrados Unidos. Estas tasas son resültado a la vez dcl
incr€mento de la mano de obta y del aumento del valor producido por csda tr¡b.-
jador. En Fra¡cia" cn dondc el volumen de l¡ mano de ob¡¡ no hs eumetrtado ca!i, I¡
tasa de c¡acimiento d.l p.oducto ¡¡cio¡al cs supe¡ior eü poco s la tñ¡ dc cÉeiúianto
de tos ing¡esog p¿¡ cripik.
902 Pr:xeologíe. L¡s antinomie¡ de l¡ acción diplomátice esraÉgica
tíficos csüiD ya adqui¡idos, y una vez que las técDicas soo ya aplicadas por
ciertos países, no es de niogrin modo imposible que la imitación planificada y
sistemática, vaya más de prisa que el préstamc co¡6ado a la iniciativa de los
individuos. Eu la hora actual, las sociedades soviéticas tienen el e.jemplo
de las sociedades iodustriales más avaozadas y la iavestigación cieotífica
puedo ser organizada en ciertos sectores, y los descubrimieotos dependen en
parte también dc los r¡¡edios empleados: nada impide los éxitos espectacula-
r€s de los reglmenes de planificación en aquellos sertores en que se han
concentrado sus recursos, en particular eI recursc más raro, los mejores ce-
rebfos.
Seglln la propaganda soviética, Occidente teme el éxito del socialismo y
lo hace con razón, puesto que este éxito l.aerá coosigo su ruina. Esta pro.
paganda no es más qüe una verdad a mcdias. Occidente teme ciertos éxitos
pero tambiér ciertos fracasos de los llamados países socialistas. Los países
que pasan gracias a la imitación plaaificada a la sociedad industrial, triutrfan
Ille¡or ef! cuaoto al s€ctor i¡dustrial que eD el agfcola. Adquieren los métodos
de poder antes d€ poder conseguir pro¡ragar un confort ni siquiera mediocre.
Eo el mismo discurso en el que celebraba el triunfo del segundo cosmonauta
soüéticq el Sr. Xrutschev, admitía las diñcultades de abastecimiento eD las
ciud¿des. Los cosmooautas llegaráo a la luoa antes que los miembtos de
los "koljos€s" se hayao recoriciüado con la propiedad colcctiva. Ahora bien,
igual que la rata o el boxeador disfruta cada vez más con la lucha si venco
en cada combate, igualrnente un régimen se siente teotado de baccr de la
neccsidad ünud y a declarar su indiferencia a las actividades en las que se
muestra mediocr€, exaltando eB cambio aquéllas en las que pone de relieve
su excelencia. ¡Qué impor¿a el nivel do vida puesto que la bandera con l¡ hoz
y el martillo ha sido la primera en ser plantada eo la luna !
Diga lo que diga el Sr. Krutsch€v, no hay ninguna posibilidad, a menos
qu€ tenga lugar un cambio radical e imprevisible eE cualquier parte, que el
oivel de vida del ciudadano soviético medio (el confort de la vivienda, la
calidad de la alimentación, los medios de traDsporte, las facilidades colectivas)
alcance, de aqul a finales de s;glo, al de su eqüvalente americano. Me refiero
¿l del americano medio de hoy día, por lo qtJe d lottiori, no alcanzará el
oivel más elevado del año 2.000. No se excluye, autrquc no sca probable, que
la producción industrial de la Uoióo Soviétic¿ sobrepas€, de aquf a fin do
siglo, la de los Estados Uoidos, tanto globalmeDt€, como por cabeza dc
población. Pero, también es perfectameate posible que en cuanto a industria
pesada, la Unión Soviética, sea do aqú a 1975 o 1980, superior a los Estados
Unidos. E: evideotc que un régimen absolutista ticne una mayor lib€rtad
en el cmpleo de sus recurso6: puede movilizar, con vistas a la rivalidad de
poder, a más hombres y a más maquiDaria.
Si la imitación planificada do la sociedad iodustrial combinada coo la
negativa de las idcas libcrales y humaaitarias de Oc€idente, pucde llcvar a la
XXIV. Mis allá de la política dcl podcr (2) 901
l&l- p. 54.
Ko¡r¿d. Z l¡.¡¿x1 op. cit.
ESTRATEGIA RACIONAL Y
POLITICA RAZONABLE
907
908 Estrategia raciond y políticl r¡zon¿ble
tramos tambiéo cnfretrtados con el problema de qué decisiones deben scr to-
madas eo la inc€rüdumbre, inc€rtidumbre que no p€rteDece a la espocie, siD
ley bieo cooocida, qu€ puede ser resuelta mediaot€ la teoría de las probabiü-
dades, siDo a la cspecie extremadamente compleja que resulta de las manio-
bras est¡atégicas del enemigo, eDfrentado a su vez coo la misma diñcultad.
Es ahí precisame¡te donde la ci€ocia polÍtica d€berla aportar sus cootribu-
ciooes más importantes. Nada se aos ofrece sitro las técnicas matemáticas aso-
ciadas a la tcorfa de los juegos de estrategia, pero los "po[¡ticólo8os", salvo
cxcepciotres, oo han acordado práclicamento niuguna atención a esta teorfa.
Hasta el presente, la ciencia politica d siquiera ha formalizado los consejos
dados por Maquiavelo, con vistas a descubrir si un sistema cohefeote de re-
glas de comportamieoto puede s€r coostruido sobre esta base" r.
Esle texto que bemos citado tan ampliamelte pooe dc reli€vc la mczcla
do rigor y do confusión, de profundidad y de ingenuidad, caractelstica do
ciertos espkitus cientfficos cuaEdo se enfreEtan con problemas cxterDos a su
disciplina, sobr¡ todo cuaado ss eqfreutan con los problemas polfticos. El
hecbo de que la ciencia politica no §f,,a. ope¡ocional, en el scotido en que la
flsica lo cs, o a¡ln en el sentitdo de quo ciertas partes de la ecooomla lo soo,
es indiscutibls. Queda por saber si la falta es la dc la i¡suñcicncia de saber y
de los mismoo sabios o de la estructura misma del objeto y de la actividad.
Tomemos el ejcmplo de !a CoEsritucióE- La diñcultad Constitución
coovieoc a un pncblo dado?- es cooocida por los pensadores -¿qué desdo hacc
miles de años. No ba sido nunca completameDte vencida por los filósofos o
por los politicólogos, pero cuando los matemáticos o los ffsicos han iDtcDtado
hacerlo no lo han hecbo meior. En abstracto, se det€rmioa si u¡a constitución
es "workablc" (susceptiblc d€ funcioDar) de dos maoeras: o mediantc un
aoálisis formal, abstracto, comparable al análisis de un m€rcado libre o do
una "plauificacióu cou mcrcado libre do bienes do consumo", o bietr por vía
ex¡rrimental. ¿Qué constitucioues han funcionado eo rcalidad? La mayorla
do las veces ambos métodos son empleadoo cotrcurreritemeote. Pcro ni uno
oi otro han dado rcsultados certe¡os. I-a enumeración de las variables dc quc
depende cl funciooamiento do utra constitución Do es ounca cxhau3tiva. I-a3
cxperiencias sotr poco Dumcros:rs, la iEterpretacióo es diflcil, y cada caso
pr€setrta singularidades quo replaDtcan lz validcz de las "lcccioncs de histc
ria" o dc las "etrscñanzas de la cicncia". Aun cuando esta ens€ñaoza fueso
probable (digamos, los pctigros del escrutinio proporcional), siemprc encootra-
remos constifl¡yetrtes quo citeo excepciones a la rcgla con el ñn dc justiñcar
su prcfcrencia, y cuyo origcn es estrictafDente egolsta (un modo dr cscrutiDio
puedc estar dc acuerdo coo cl intcrés de u[ palido y scr contrario al dcl r&
gimen). I-a conducta dc los hombres quo aplicarán la ley coostituciooal no cs
preüsiblc, rtcbido a la inft¡cncia desmcsurada quo uno o unos cuaDtos hom-
890
Estrategia racionJ y politica rezoneblc 909
' 'Chu¡chill urderstood b.tter üen most... thc impo¡latrcc oI the rcputation ol
vttuous bü¡vio¡... A ¡€put¿tio¡ for principled bchavior is highly advantrgeous for e
DatioD. Its ág¡e€EmB arc respected a¡d is olfe¡s more acceptable becausc they can bc
count€d on." lThe political lo¡t¡datio s ol internatíotul J¿¡o, por Morton A. K^plrx y
Nicholás de B- KÁrzEr,¡B^cr, p. 3,I4). Y un poco más adel¿nte, p. 3,I8,'Since the Sovict
Union is both more revolutionary than the Udted States and mo¡e able, politically, to
ta¡.e lhe Beasu¡es necf,ssa¡y !o erploit ¡he cotrsequcDces oI technologicel develoDmen!
ciüer in terms oI hard political bargaining or the *aging of va¡, its atti¡ude towa¡d
the no¡matiye rules is naturally more inst¡umental than that of the Uniled Slates. This
placcs a harsh burden upou lhe U¡ited Stales, fo¡ it must noir bca¡ úost ol lhe costs
a¡d auch ol the bu¡de¡ of meinteini»g desirable normative ¡ules of iDtcmation¡l
law... Thus üc Soviet U¡io¡ mates ever increasiog demands thst üc wcalern publica
rcgatd es jostiñcd becausc one caa¡ot crpcct üc Soviet U¡io¡ to sc¿€pt ¡¡y othcr
position."
' 'Encounter", ¡b¡il 1961, critiquc ol so re cott.rnfm¡or7 dclclsc tlrjikiag.
910 Estreregia racional y politic¡ r¡zon¿ble
r- Homo Lud¿*, c¡soto sobr¿ la luncün social del jutgo. París, Gallimard, l95I
(le prirncra edición hol¡ndega es dcl ¡io 1938).
IbiI- p. l5l.
s' lbíd- p. lS2.
Estrrtegir rrional y politic¡ r¡zon¿blc 911
r
Ruta Norte Ruta Su¡
b, b¡
B
br b,
Or 0 2
A
üt 3 I
y B recibirá lapena más seve¡a (-10). Si coafiesan los dos, ser:ín casti-
gados también los dos, pero un poco mcDos severameDtc (-5) que aqucl
qr¡a m bubiera confesado (-10). El cuadro ¡ es, pues. cl siguieutc:
h@) h
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' La suprcaión del ¡iesgo in6¡ito, detenie¡do el juego o por el aonopolio de l¡s
rnoas Oo quc cs otra lorm¿ de pa¡¡r cl juego).
' Eric Veil, a pro¡isito del libro de M¡¡¡¡cxB I/c¿ tlct St¿o,r¡]oso¡, "Critique-,
julio de 1961, pp. 6ó4ó65... 'La viol¿¡cia pula ¿o ?s ya posíbh f, !i sc eosur!.
cooo tal, ü¡ce cD cotrt¡e de ella ls unióa, y ¡yuda asi a le toma de concienci¿ hiltó¡ica
y a su p¡og¡cao mo¡al No se¡ia paradójico, si¡o c¡ apare¡ci¡, ¡6¡mrr quc cl problear
dc la viote¡ci¡ c¡ le historia Do esllría pl¡Dt.¡do si no hu¡iese sido ya sob¡epu¡do
por el pcnseoicnto que lr pl¡ntea y faltase a esta conciencia elgo nis que el rdor
do coup¡tadc¡t¿ a ¡í ni¡o+ de ¡dmiti¡¡e a ¡í mismr"
Estr¡tcde r¿cionel y polític¡ r¿zo¡¡blc 921
gr¿nt€ dc los debe¡es qr¡c impüca para cada uDo la úd8 en socicdad. Pcro
el dfa eD que Hitler pide a un alemán de conüccióo libcral que corra el
riesgo supremo, la cortradicción e§, es seutido üteral, trágica; hay qr¡o trai-
cioBar a sus ideas o a su patria, contribui¡ a la victoria de un régimco que
detesta o a la humillación de una col€ctividad a la que se siente adicto coo
toda su alma. Pero aún hay más. Si quiere ser lúcido, üeae quc confesaÍse
a sí mismo que alg¡¡nos rasgos del régimen que le son odiosos, no son nc-
cesariameote contrarios a la fortuua temporal de los Estados. A vecrs es
clerto qu€ eJr¿ mundo p€rteoece a los üoletrtos.
DeteDgámonos un instanta sobre este aspecto de la disputa dcl maquia-
veüsmo o de la ¡azón de Estado. Las naciones quo triunfan cn la compc-
tencia iDtemacional, ¿soo las me¡los iustas, las más brutales y hasta las más
primitivas en el ioterior y en el exterior? Es difícil, y serla falso, creo, ree
ponder con uD sí o coo un zo categóricos. La tesis de la contradicción coDs-
taote etrtre lo que es favorable para ta colecüvidad y lo que cstá confo¡r¡p
con la moralidad, es i¡defendible, aun si se deñne equivocadamente lo lril
exclusivamente, baciendo refe¡encia al poder de la colcctividad. Cuando lo§
caodidatos al ejercicio del poder o los detentadores de éste actúan en contra
de las reglas que los súbditos o ciudadaaos consideratr espontáncamcnte
como válidas, debilitan el respcto a la ley o a la moralidad, que es un¿
fuente dc fuerza para Ia colectividad, al mismo tiempo qu¿ aruinatr su
propio crédito. Un pueblo que llega hasta el desprecio de sus leyes y de
sus dueños no es indudablemente uD pueblo fuerte. Pero cuando uD ord€n
se ha hundido y cuaodo bay que levantar uno nuevo, como sobrc una tabla
rasa, aquellos quc pos€en las vinudes menos cristianas tienen la mejor po-
sibitidad d salir triunfaotes r; la capacidad de masdo, la apt¡tud a Ia bru-
talidad y pa¡a la astucia, la confiaoza fanática eo ellos mismos y en su
causa. Los vencedores crecn en el gobiemo por los hombres, no €n el go-
biemo por la ley.
En el exterio¡ no es cierto tampoco que úDicametrte los maquiavélicos,
en el senlido vulgar, estén destioados al éxito, A condición de dar ¿ la
fue¡za un seDtido vago y amplio, P. ,. Proudbon oo estaba totalmente equi-
vocado al sugerir que por térmioo medio los derechos de la fuerza tiendeo
a coincidir con la iusticia o, dc otra forma, que l¿ fuerza no da a cada
¡ación más que aquello a que tietre derecho. La fuerza armada de Francia
permitirá la conquista de Argelia pero no la asimilación de los argelinos;
como quiera que esta asimilación sobrepasaría las fugrzas de Francia, la
' M. B¡uce lackard, rcpresentante b¡itánico .n Rusia tras la c¡ída dc los z¡¡es,
cuent¿ que aposló sobre el éxito de los bolcheviques t¡as habe¡ asistido a ulra cscen¡
:di6cante: Tmtsl.y, gracias a la lue¡za de su palabra y de su personalidad, llevó dc
ouevo a la obedienci¿ ¿ un¡ band¡ de soldados mitad borrachos, Los otmq los menchc.
riques, los socialislas revolucionarios, tenían a s¡r fsvo¡ la mayoría del pueblo ruso.
Pensaban en leyes' en libe¡tadeq en anarquias. Los bolcheviquee rcstablecie¡on le dir-
:iplina en el ejército -v la pena de muerte.
926 Estraregie raciond y polític¿ r¿zonablr
conquista scría tatr vatra como injusta. Pero, contar con la recoociliaciór
final (¿cuándo llega el fin), €s creer en los cuentos de Navidad. La fuert¿
armada ha p€rmitido a través de la historia, hacer o manteoer conquista
que la fi¡erza (socia.l, moral, espiritual) no ju ¡iñcaba. Puede que llegue ur
día etr que la Unión Soviética pague la injusticia que ha cometido ded(
19.15 respe€to a los europeos del Este, de la misma manera que Francir
paga, desde 1954, la injusticia cometid¡ desde hace un siglo con respect(
a los argelinos. No sabemos oad¿ de ello y no tenemos nitrguoa garatrtí¿
de que ra asf.
Uo régimen que reduzca las libefades concretas de los ciudadanos, qur
consagro uo¿ fracción importante de sus recursos nacionales a la polític¿
exte¡ior, posee ventajas evidentes sobre un régimen que deja a los individuor
ta prerrogatividad de determinar el coeficieDte de movilización o de inve¡
sióD. Sin duda, si los que disfrutan de esta prerrogativa fuesen virtuosos
saldrían triunfantes sobre uo régimeri despótico. Lo que éste obtenga por
la coacción, los ciudadanos vi¡tuosos lo cooseguirán por espíritu cívico. Er
el muodo real, la movilizacióo yoluntaria coDtinuará muy a menudo sieod(
iqferior a la qrovilización forzada. El hecho de que los pueblos pierdaa st
imperio cuatrdo pierden la voluntad de reinar, es uoa fórmula tomada de ur
diplomático británico, que oo expresa siuo una parte de verdad: los pueblo!
pierden a menudo la voiuntad de rei¡a¡ cuando descubren la imposibilidac
de guardar su imperio. Pero sigue siendo cierto que, hoy como ayer, la
yoluntad de reioar es iodispensable pará la graodeza temporal y los diri.
gentes de la Unión Soviérica nos dan tra prueba de que existen posibilidader
de trausaccióo con los principios.
Dg esta forma, la esencia de las relaciones ioternacionales sigue siendc
apa¡entemeDte constaote a través de los siglos, y los carcteres concretos d{
la guerra y de la paz están determioados por [as armas disponibles, por
el ca¡ácter do los regímenes enfrentados, por los objetos de los conflictos
Iá paz es menos pacíñca hoy día que hace un siglo, porque la rivalidad
entre los Estados y la competencia de las ideologfas se multiplican eritrc
sí. La grao guerra sería mucho más temible que toda otra en cualquier
época, rlo porque los hombres seau ¡reores, sino porque son más sabios.
¿No existe uinguoa señal de un progreso en el orden e[tre los Estado§,
comparable al que es lícito apercibir en el orden interior de los Estados?'
¿No nos permite el resultado actual de la historia de las guerras dennir dc
una vez cl ordetr int€roaciotral que responderÍa a la vocación de la Huma.
oidad y pr€cisar eo qué condiciones podrían ser realizadas?
Est€ optimismo no deja de ten€r un fundameoto. Entr€ aquellos qu. lo
t No sc trats ni de un progreso regular ni de una seguridad psra el fulu¡o. Erieten
¡ct¡oce¡or. Quie¡o decü gue el Elósofo puede dete¡mina¡ en qué consistiria el orden
¡ocial desc¡do pot la concie¡cia aoral de hoy en dia y que, con rel¡ció¡ a estc idcd
la historia polÍtica adquie¡e un sentido.
!l
para tolerar las düerencias de cultura, igual qr¡e los miembros dc una misma
unidad política tolerau las dife¡eocias eotre las proyi¡cias.
Me cuesta trabajo respooder afirmativametrte a todas estas ioterrogantc§.
Yo no niego dos novedades: la capacidad de mauipulación de las fuer¿as
naturales mediante la producción y mediaDte la destrucción, y el germen de
utra conciencia humaDa a la vez moral (todos los hombr€s son hombres) y
pragmática (está de acuerdo coD el interés de todos los hombres de limiter
los cooflictos entre las fracciones de la Humanidad). ¿Coostituyen estos dos
hechos ouevos la prueba de u¡a uueva fase de la aventu¡a humaoa? No
podemos saberlo, pero d€bemos quererlo y teEemos derecho a espe¡a¡lo.
Pero sabemos tambiéo, recogieodo las previsiones de Bert¡aBd Russel,
que la guerra y la paz €ntre las naciones sotr susceptibles de llevar dis-
tintos resultados. O la Humanidad olvida lo que ha apretrdido y volverá a
la era preindustrial, o sald¡á del perÍodo bélico como coosecuencia de Iá
catástrofe y todos los pueblos no soba€vivirían para conocer las bendiciones
de la fase postbélica. O bien, la HumaBidad contiouará aúfl duraote siglos el
juego trágico a la somb¡a del apocatipsis, siendo la bigiene incapaz de llenar
en alguoos decenios los vacíos abie¡tos en algunos minutos de intercambios
termonucleares. O bien, en ñn, hipótesis prefe¡ible pe¡o no la más posible,
las naciones vencerán poco a poco sus preiuicios y sus egoísmos, los fa!á-
ticos dejarán de eDcarnar en ideologías políticas los sueños de absoluto, y
la ciencia dará a la Humaoidad, consciente ya de sí misma, la posibilidad do
administrar razonablemente los ¡ecursos disponibles en función del nrlmero
de vivos. L¿ organización será universal, las comuuidades de cultu¡a será¡
numerosas y pequeñas. Los Estados de poder, habieado realizado su misión,
decaerán en una Humanidad pacificada.
No sooría él lector demasiado de prisa. I-a Humanidad se eocuentra aún
c¡ su infancia si nos referimos al tiempo que le queda por vivir. "Debc
pensarse hoy dfa, sin hablar de razas extinguidas, que el homo sap¡¿rrs exislo
en [a tierra desde hace sesenta o cien mil años. El estado actual del cosmos
le permite una posteridad de va¡ios milloDes de años. Al limitar a r¡n mi.
llóu do años el lÍmite cuaútitativo de la duración del lenómeno humoto,
puede aprcciarse que hemos vivido uDa décima parte y que .os queda aún
por vivir las otras nueve décimas. De esta forma, la duracióa de la Huma-
nidad cstaría, respecto al individuo, en una relación de 10.000 a l. La Hu-
maqidad de boy día rría, respecto a la Humanidad ya perfeccionada, como
un niño dc l0 años ante el anciano. Mil años dc Humaüidad corres¡ronden
I uo mcs do vida individual. Nosotror, como Humanidad, teoemos diez
años. Dufante nuestros cioco o seis primer$ años, sio padres oi maestro,
hcmos apcnas podido distinguirnos de otros mamíferos; ¡uego bcmos cn-
conhado el arte, la moral, la religióo, el derecho. Sabemos lee¡ y escribir
desde hac¿ menos de un año. Hcmos coostruido el Partenón hace apcoas
tres mescs; hace dos meses ha Dacido Cristo; y hacr menos de quincc
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