Jackpot, Baby! (Las Vegas Lovestories 1) - Rebecca Baker
Jackpot, Baby! (Las Vegas Lovestories 1) - Rebecca Baker
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Rebecca Baker
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Rebecca Baker
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Índice
¡El bote, baby!
Índice
Capítulo 1 ~ Emma
Capítulo 2 ~ Ethan
Capítulo 3 ~Emma
Capítulo 4 ~ Ethan
Capítulo 5 ~ Emma
Capítulo 6 ~ Emma
Capítulo 7 ~ Ethan
Capítulo 8 ~ Emma
Capítulo 9 ~ Ethan
Capítulo 10 ~ Emma
Capítulo 11 ~ Emma
Capítulo 12 ~ Ethan
Capítulo 13 ~ Emma
Capítulo 14 ~ Emma
Capítulo 15 ~ Ethan
Capítulo 16 ~ Emma
Capítulo 17 ~ Emma
Capítulo 18 ~ Ethan
Capítulo 19 ~ Emma
Capítulo 20 ~ Ethan
Capítulo 21 ~ Emma
Capítulo 22 ~ Ethan
Capítulo 23 ~ Emma
Capítulo 24 ~ Ethan
Capítulo 25 ~ Emma
Capítulo 26 ~ Ethan
Capítulo 27 ~ Ethan
Capítulo 28 ~ Emma
Capítulo 29 ~ Emma
Capítulo 30 ~ Ethan
Capítulo 31 ~ Emma
Capítulo 32 ~ Emma
Capítulo 33 ~ Ethan
Capítulo 34 ~ Emma
Capítulo 35 ~ Ethan
Capítulo 36 ~ Emma
Capítulo 37 ~ Ethan
Capítulo 38 ~ Ethan
Capítulo 39 ~ Emma
Capítulo 40 ~ Ethan
Capítulo 41 ~ Ethan
Capítulo 42 ~ Emma
Capítulo 43 ~ Ethan
Capítulo 44 ~ Emma
Capítulo 45 ~ Ethan
Epílogo ~ Emma y Ethan
Ultílogo
Capítulo 1 ~ Emma
Jueves por la tarde.
«Se acabó», me dice Sophia mientras está de pie frente a mí, completamente inexpresiva,
después de subir los peldaños que están frente a la puerta de mi apartamento.
«¿Qué? Pero ¿qué ha pasado? ¿Habéis discutido? Ayer fue realmente…», comienzo a
preguntar sorprendida, pero entonces me interrumpo a media frase al recordar a mi entrometida
vecina, quien parece pasar la mayor parte del tiempo justo detrás de la puerta de su apartamento
para enterarse de todo y preguntarle a mi madre respecto a mis visitas.
«Vamos, entra Sophia», continúo con voz más tranquila y rodeo los hombros de mi amiga con
el brazo. Juntas entramos a mi apartamento y cierro la puerta a nuestras espaldas.
«¿Está tu madre en casa?», me pregunta Sophia en voz baja, mientras su mirada se desliza a
través del pasillo hacia la pequeña sala de estar, directamente a la derecha de la entrada principal.
«No, hoy trabaja hasta tarde», respondo y Sophia exhala aliviada. No puedo culparla, pues a
mí también me resulta algo extraño vivir con mi madre teniendo ya veintitantos años. Sin
embargo, no quiero que esto se malinterprete. Quiero un montón a mi madre, más que a nadie en
el mundo y siempre estaré agradecida por la manera en que, por su cuenta, me ayudó a mí y a mi
hermana a salir adelante. Pero simplemente hay ocasiones en las que me gustaría tener un poco
más de espacio para mí misma.
Hace casi un año que volví a mudarme con ella después de vivir sola durante varios años en
un pequeño piso en Queens. Mi hermana menor, Katie, quien solía vivir en casa, se mudó a
Inglaterra para estudiar un semestre en el extranjero. Las dos tenemos un acuerdo tácito, pues no
queremos dejar a mamá sola en casa después de todo lo que ha hecho por nosotras;
especialmente después de que papá nos dejara demasiado pronto. Todavía me es difícil hablar
sobre eso. Mamá se siente de la misma manera. Nunca me preguntó por qué, simplemente me
abrazó con lágrimas en los ojos cuando le dije que volvería a casa después de que Katie se
mudara al extranjero.
«¡Siéntate! ¿Quieres tomar algo?», le pregunto a Sophia y le ofrezco un espacio para sentarse
en el sofá de la sala de estar.
«No, gracias», me responde mientras se sienta y desliza la mirada por los múltiples marcos de
fotos que hay colgados en la pared junto al televisor.
«Ahora, dime. ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha hecho Joey?», le pregunto. Me siento a su lado y
coloco una mano en su muslo para consolarla. Me sorprende lo recompuesta que se ve. Los dos
han estado juntos durante mucho tiempo. Claro, yo siempre tuve mi propia opinión respecto a la
relación y nunca estuve totalmente segura de que ambos fueran una buena pareja, sin embargo,
nunca mencioné nada al respecto. Después de todo, es asunto de Sophia y no mío. Y ahora que
toda la relación llegó a su fin, Sophia parece estar manejándolo muy bien.
«Agh, la verdad es que ni yo misma lo sé», suspira Sophia y continúa observando la pared
repleta de cuadros. Entonces comienza a hablar: «De alguna manera, lo nuestro ya no está bien
desde hace mucho tiempo. Es como si nuestra relación se hubiese dormido, como si ya no
hubiese aire entre nosotros», Sophia se vuelve hacia mí y me mira, abatida. «¿Sabes a lo que me
refiero?».
«No estoy segura», admito con honestidad. «¿Quieres decir que realmente no sucedió nada?»,
pregunto cuidadosamente. «¿Quién ha terminado la relación?».
«¡Yo!», exclama Sophia. «¿O quizás fuimos los dos?», se pregunta más a sí misma que a mí,
entonces vuelve a mirar las fotografías en la pared. «Quizás simplemente me he arrepentido. Lo
único que quería era retrasar la boda», dice Sophia con más desilusión que tristeza. Aún me
sorprende lo tranquila y serena que está. Tal vez, después de todo, ella tiene razón y la relación
terminó mucho antes y apenas ahora sale a relucir el cierre.
«¿Te refieres a vuestra boda en Las Vegas? Pero se llevaría a cabo este fin de semana, ¿o
no?», intento ocultar en mi voz la desaprobación que siento hacia este tipo de bodas. Ambos
habían planeado casarse en Las Vegas, en una de esas capillas pequeñas y cursis que aparecen en
las películas baratas, sin la asistencia de familiares o amigos.
Hace algunos meses cuando Sophia me contó sus planes, entusiasmada, inicialmente pensé
que estaba bromeando conmigo. «¡Pero qué idea tan genial! ¿Y después pasaréis vuestra noche
de bodas juntos en el casino?», le pregunté con sarcasmo cuando Sophia terminó de decírmelo
todo. Obviamente se molestó y no tuvimos contacto durante días, lo cual es completamente
inusual entre nosotras. Fue entonces cuando me di cuenta de cuán en serio era todo este asunto
para Sophia. Entonces me disculpé y prometí que de ahora en adelante me mantendría al margen
de su relación con Joey. Si ambos querían casarse así, era asunto suyo. Yo no encontraba
absolutamente nada romántico en ello, sin embargo, no quería poner en riesgo mi amistad con
Sophia. De cualquier manera, Joey no era alguien a quien le gustara estar con amigos. Era un
adicto al televisor y prefería estar en casa. En este aspecto, él y Sophia eran totalmente
diferentes… al menos ante mis ojos. A Sophia y a mí nos encantaba salir los fines de semana,
encontrar algo delicioso para cenar y después ir a algún club neoyorquino para bailar hasta el
amanecer. Afortunadamente, nada de eso ha cambiado hasta ahora. A Joey nunca le ha
importado lo que hace Sophia durante los fines de semana, pues él prefiere quedarse en casa
mirando alguna serie en Netflix.
Pero durante los meses siguientes, la idea de su boda continuó siendo una preocupación para
mí. ¿Por qué en Las Vegas? Eso realmente no suena a algo que Joey haría. Sophia me afirmó en
repetidas ocasiones que fue idea de él, pero yo no podía deshacerme de la idea de que una boda
en Las Vegas era ícono de un matrimonio por conveniencia que tarde o temprano fracasaría, y
hasta el día de hoy sospecho que Joey tan solo estaba buscando la manera más barata y sencilla
de terminar con todo. Tan solo lo había visto un par de veces, pero incluso después de tantos
años de relación con mi amiga, cuando fuimos a cenar los tres juntos a un restaurante él insistió
en que él y Sophia pagaran por separado y ni siquiera dejó propina. Sophia y yo siempre
redondeamos las cuentas generosamente, pues gracias a nuestro pasado como camareras sabemos
de cuánto se depende de las propinas para obtener una buena paga.
«Sí. La boda en Las Vegas. Tan solo quería esperar un poco más para ver cómo se
desarrollaban las cosas», responde Sophia con un poco de vacilación. «Creo que desde que
perdió su trabajo, Joey nunca sale del apartamento. En cambio, está en pijama todo el día sentado
en el sillón. Y al parecer ni siquiera ha buscado un nuevo empleo», me dice Sophia bajando la
mirada.
«Te entiendo», digo y abrazo a mi amiga mientras me muerdo el labio inferior para evitar
hacer comentarios sugestivos respecto a Joey. Eso definitivamente no sería de ayuda para Sophia
en estos momentos.
«Cuando le pregunté al respecto, se volvió loco. Ya no lo reconozco, en lo absoluto. Me dijo
que, si era así, entonces podíamos terminar las cosas de una buena vez», me explica Sophia.
«Emma, todo fue tan rápido. Ni siquiera supe qué decir. Solo dije que estaba bien y no sentí
nada. Absolutamente nada». Sophia me mira a los ojos. «¿Crees que soy un monstruo
desconsiderado y sin corazón al que no le importa nada?».
Coloco mis manos sobre sus hombros y le sonrío. Sophia es un par de años mayor que yo,
pero la gente siempre piensa que mi amiga es más joven. Ella simplemente es maravillosa. Sin
embargo, siempre que lo menciono ella dice que se ve como un patito feo a mi lado. Yo no
comprendo del todo su punto de vista, pero sospecho que se debe a que en su adolescencia utilizó
aparatos ortopédicos para caminar durante muchos años y a menudo los chicos se burlaban de
ella. A mi parecer, Sophia podría estar con cualquier chico de la ciudad que ella quisiera. El
hecho de que se haya quedado con Joey para mí es una señal de desesperación. Tal vez Sophia
pensaba que al haber entrado en los treinta ya es demasiado mayor como para ser amada por
alguien más. No lo sé. Pero ¿quizás eso sea lo normal? Yo tengo veintiocho años y en ocasiones
me pregunto por qué mi última relación estable y duradera fue hace años.
«¡Sophia! Eres una mujer fenomenal», comienzo a decir. «Deja de negarlo. Puedes
preguntárselo a cualquiera. Es verdad», continúo hablando energéticamente mientras sacudo
suavemente los hombros de Sophia. «Eres cualquier cosa menos un monstruo sin corazón, sino
una de las personas más maravillosas que he conocido en toda mi vida».
Nos miramos a los ojos durante unos segundos. Entonces Sophia me sonríe y me da un beso
en la mejilla. «Gracias», me dice mientras continúa sonriendo para sí misma, absorta en sus
pensamientos.
«Oye, ya no vale la pena seguir pensando sobre eso», le advierto. «¿Qué harás ahora? ¿Te
mudarás?», le pregunto a Sophia.
«Él está recogiendo sus cosas y quiere mudarse al campo con un amigo. Quizás encaja mejor
en un sitio así que en la gran ciudad», exclama Sophia y yo me sorprendo al escucharla decir
algo despectivo sobre Joey, por primera vez. Eso me causa curiosidad, pero no quiero
profundizar más en el asunto y prefiero darle tiempo para asimilar las cosas. Quizás algún día
Sophia me cuente más al respecto, con una buena copa de vino.
«¿Y tú qué harás? Vuestra casa es demasiado grande para ti sola, ¿o no?».
«Sí, tienes razón», Sophia me mira con una sonrisa. «¿Quizás podrías considerar vivir
conmigo? Quiero decir, te acercas a los treinta y sigues viviendo con tu madre. Claro, entiendo
que fue terrible lo que ocurrió con tu padre. Pero ¿hace cuánto tiempo fue eso? ¿Quince años?»,
me pregunta, titubeando un poco.
«Las fotos de vosotros cuatro sobre la pared ya tienen un ligero tinte amarillo», continúa
Sophia, señalando con el dedo a las fotografías. «Emma, ¿no crees que tu madre se las puede
arreglar sola, sin ti o sin Katie?», me pregunta con cautela.
Sé que tiene razón en todo lo que dice, sin embargo, la verdad expresada de manera tan
simple y directa se siente como una puñalada en el corazón. Sé que no quiero vivir con mi madre
para siempre y que quiero recuperar mi vida. Pero ¿cómo se tomará las cosas mamá?
«Tengo una propuesta más», dice Sophia y me parece como si de pronto su rostro
resplandeciera. Se ve aliviada por haberme contado la situación con Joey. Quizás tan solo vino
aquí para sugerirme que viviéramos juntas.
«¡Suéltalo!», le digo con alegría. Estoy contenta de que Sophia finalmente cambie de tema y
yo no deba responder inmediatamente a su propuesta.
«Tengo los billetes de avión para Las Vegas y la reserva del hotel. Joey reservó todo a mi
nombre. Creo que existe algún tipo de descuento en las reservas para menores de treinta y cinco
años. No hagas preguntas», me dice Sophia y pone los ojos en blanco. «Como sea, tengo los
billetes en la bandeja de entrada de mi correo electrónico. No los puedo cancelar, no es posible
con la tarifa que Joey eligió. Pero sí puedo cambiar la información de los viajeros», dice Sophia
sonriendo y me mira con elocuencia.
«¿Quieres decir…? ¿Quieres decir que nosotras…?».
«Así es. ¡Disfrutemos juntas de un fin de semana de diversión, aventura y calidez en el
desierto de Nevada! Además, así podrás experimentar cómo es vivir conmigo», Sophia me guiña
un ojo. «¡Será genial! Iremos de compras y jugaremos en grande en el casino», me dice
entusiasmada. Realmente me gustaría jugar en grande en el casino… y ganar en grande. Cuando
pienso en mi trabajo como contable de mi jefe Erik van Heeren, casi se me sube la bilis. El tipo
es un completo gilipollas. Si me ganara el premio gordo en una de esas máquinas tragamonedas,
podría abandonar ese trabajo y tomarme un tiempo para buscar uno nuevo. Eso sería fantástico.
«Pero definitivamente no me darán vacaciones en el trabajo», respondo con el ceño fruncido.
«Especialmente con tan poco tiempo de antelación».
«Vamos Emma, no me dejes sola», me ruega Sophia. «Además, me ayudarías mucho. Joey
seguramente necesita todo el fin de semana para empacar sus cosas y conducir de un lado a otro.
Si vamos a Las Vegas, tendré una excusa para evitar verlo y despejarme la mente. ¿Cuándo fue
la última vez que nos divertimos juntas a lo grande?», me pregunta Sophia, sonriendo de oreja a
oreja, pues probablemente sabe que ya no puedo negarme.
«Vale, vale. Tienes razón. Hagámoslo. ¿Cuándo es el vuelo?», pregunto y me doy cuenta de
lo mucho que me emociona la idea de tener un fin de semana así con mi amiga.
«Mañana a las once de la mañana en el aeropuerto John F. Kennedy», Sophia me abraza con
alegría. Ambas nos dejamos caer sobre el respaldo del sofá y nos reímos a carcajadas.
Capítulo 2 ~ Ethan
Manhattan, el mismo día.
«Lo siento mucho señor, pero el avión no está listo para usarse. No puede despegar hasta
mañana», me explica el jefe del equipo de mantenimiento de mi avión privado, el cual se
encuentra en un hangar del aeropuerto John F. Kennedy.
«¿A qué se refiere con que no puedo volar?», respondo en voz alta, malhumorado. ¿Acaso
este tipo tiene la mínima idea de con quién está hablando? Después de que hace dos días tras el
aterrizaje hubiera algunas inconsistencias durante la revisión rutinaria, llamé a este hombre.
Varios conocidos de negocios me lo recomendaron junto con su equipo de mantenimiento. «Si
alguien puede hacer que tu jet vuelva a funcionar lo más pronto posible es él y sus chicos», fue la
opinión unánime de todos mis amigos.
Y ahora, ni siquiera han pasado veinticuatro horas desde que comenzó su trabajo y el jefe del
equipo me llama por teléfono para informarme que no terminará el trabajo en el tiempo que
acordamos. Incluso cuando le prometí más dinero del que me pidió.
«No pare. Trabaje toda la noche. Quiero volar de vuelta a Los Ángeles mañana». La situación
realmente me hace enfadar.
«Yo…», tartamudea al otro lado de la línea, claramente inquieto. «Desafortunadamente no
hay nada que pueda hacer. Lo siento. Parece que todo el sistema electrónico de la máquina está
fallando. Así que se necesita más que una simple reparación rutinaria. No había manera de prever
esto. Por otro lado…», comienza a explicarme, pero lo interrumpo.
«Suficiente. Ahórrate tus palabras, por favor». No quiero escuchar más detalles técnicos de mi
jet. Lo único que quiero es que funcione, y yo siempre obtengo lo que quiero. Al menos, estoy
acostumbrado a que así sea. Y esta situación realmente me está poniendo los nervios de punta.
«Señor, ¿no lo entiende? La verdad es que debería haberse desplomado desde el cielo dentro
de esta nave durante su último vuelo. Es casi un milagro el que haya aterrizado ileso en Nueva
York. Al menos que…», duda.
«¿Al menos que qué?», grito con impaciencia.
«A menos que alguien haya manipulado la máquina después del aterrizaje. Nunca había visto
algo como esto antes», dice y vuelve a vacilar. «Lo siento, debo preguntarle esto, pues podría
afectar el proceso de reparación: ¿tiene enemigos, señor? ¿Es posible que alguien haya hecho
esto a propósito?», me pregunta el técnico con cautela.
«Pufff… enemigos. Pero qué ridículo. Escúchame bien, pues te diré una cosa: haz tu trabajo y
avísame tan pronto como el jet esté listo para volar».
«Lo entiendo, señor. Pero definitivamente no será mañana. La reparación podría prolongarse
varios días», me explica el técnico, disminuyendo el volumen de su voz a medida que habla.
«Tan solo llámame cuando esté listo», termino la llamada sin decir una palabra más.
«¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!», exploto mientras golpeo en repetidas ocasiones el auricular del
teléfono fijo contra su base. Estoy sentado al borde del escritorio en mi suite de hotel en Nueva
York; cuando recupero el control, miro el teléfono. Parece haber sobrevivido a mi pequeño
arrebato. Sin embargo, lo arrojo con estrépito al otro lado del escritorio y cae descuidadamente
sobre el parqué.
«¿Tiene enemigos?», la pregunta resuena en mi cabeza. Este cuestionamiento me hace pensar
inmediatamente en el alcalde de Los Ángeles, Henry Miller. Si realmente se trata de una
manipulación deliberada de mi jet y hay alguien detrás de todo esto, definitivamente debe ser él.
Él es la razón de mi visita a Nueva York. Nos dejó bastante claro a mí y a mi socio, Jared, que
ya no deseaba que nuestra compañía estuviera presente en la ciudad. Nuestra compañía es una de
las más ricas en todo Los Ángeles y, además de todo el alboroto causado por Hollywood,
ciertamente proporcionamos a la ciudad la mayoría de los ingresos fiscales, sin embargo, eso no
parece importarle al alcalde.
Aunque, visto desde fuera, quizás nuestra empresa pueda ser más cuestionable, especialmente
porque Jared y yo administramos lo que se conoce como venture capital funds, lo cual significa
que utilizamos el dinero de nuestra compañía para invertir en otras empresas. A veces incluso
compramos empresas enteras. Y, la mayoría de las veces, nos adueñamos de lo suficiente como
para tener poder decisión sobre la empresa en cuestión sin necesidad de estar en el primer plano.
Hace algún tiempo nos hicimos de una participación de este tipo en una de las minas de
cobalto más grandes del Congo, justo en medio de África. Por supuesto, ni yo ni Jared hemos
estado jamás en el Congo y no tenemos planes de hacerlo. La cuestión es que todo este proceso
recorre varias estructuras empresariales anidadas de manera intricada. Básicamente, yo no sabía
que Jared y yo éramos los dueños de esta mina hasta que uno de nuestros empleados
recientemente nos hizo saber que esto era parte de un gran paquete corporativo que habíamos
adquirido.
Poco después, el alcalde Miller nos llamó a su oficina y se quejó estrepitosamente respecto a
los negocios dudosos que desenvolvía nuestra compañía allí. En el transcurso de su reelección, el
alcalde Miller está planeando una gran campaña ambiental que debería tomar lugar en poco más
de un año, ya que Los Ángeles es una de las ciudades más contaminadas de los Estados Unidos.
Todo este tiempo me he preguntado qué relación tiene la mina de cobalto en el Congo con todo
esto. Claro, la extracción de cobalto es un negocio altamente contaminante y sucio. Las
condiciones son catastróficas. Sin embargo, el cobalto es indispensable para la fabricación de
móviles y aparatos electrónicos, los cuales son utilizados por todos alrededor del mundo. A pesar
de todo eso, la mina no contamina el centro de Los Ángeles. Así que en ese entonces todo este
asunto me pareció una tomadura de pelo. Tampoco me queda muy claro cómo se enteró el
alcalde de nuestra participación en la mina de cobalto, especialmente justo después de que
nosotros mismos lo descubriéramos. En su momento llegué a sospechar que, de alguna manera,
se apoderó de los documentos de venta, algunos de los cuales están disponibles públicamente.
En cualquier caso, Jared y yo decidimos que deberíamos buscar una nueva ubicación para
nuestra empresa, pues en uno de sus últimos discursos de televisión por una emisora local, el
alcalde anunció un aumento del 400 % en los impuestos para los llamados hedge funds, o fondos
de cobertura. Incluso mencionó el nombre de nuestra compañía como ejemplo. En resumen:
Henry Miller es un completo gilipollas. Un politiquillo al que probablemente le escupían los
niños mayores durante su infancia y ahora quiere aprovecharse del hecho de tener algo de poder.
Por unos momentos me divertí cavilando en la idea de postularme como candidato para la
elección de alcalde de Los Ángeles, pero eso probablemente tan solo haría que el señor Miller se
ofendiera todavía más y apareciera con la siguiente demanda absurda para mi empresa.
La búsqueda de una oficina adecuada aquí en Nueva York es prometedora. En los edificios
hay pisos completos vacíos a la espera de un nuevo propietario. Aun así, después de pasar tan
solo dos días en la ciudad decidí que Nueva York estaba fuera de discusión como nueva
ubicación para la empresa. Hoy es un soleado día de febrero, sin embargo, helado. Si hay algo
que odio más que nada, son los oscuros y fríos meses del invierno.
Con mi móvil en la mano, camino hacia el baño para tomar una larga y cálida ducha después
de un día agotador haciendo turismo por la ciudad. Pero antes de eso, quiero reservar mi vuelo de
regreso a Los Ángeles. No me quedaré ni un día más en este frío invernal tan solo porque mi
avión privado no funciona, por la razón que sea.
Verifico los itinerarios de vuelos de Nueva York a Los Ángeles y selecciono el filtro de
«primera clase». Ya es suficientemente molesto no poder volar en mi jet como para encima tener
que soportar toda la mierda del check-in, los controles de seguridad y esperar en la puerta para
abordar. No pienso reservar una categoría inferior.
«Esto no puede ser verdad», maldigo. En mi aplicación no me aparecen itinerarios de vuelo
sino hasta mañana por la noche. Vuelo directo y en primera clase, pero ¿el vuelo más próximo
con esas características no es hasta mañana? Eso no puede ser verdad.
Estoy a punto de dejar mi móvil sobre la mesita de noche cuando el dispositivo vibra en mi
mano. Por un momento se me pasa por la cabeza que quizás sea el jefe del equipo de
mantenimiento para informarme que el problema se ha resuelto, pero entonces miro la pantalla y
mis labios esbozan una sonrisa.
«Jared. Eres justamente el hombre que necesitaba en estos momentos», saludo a mi amigo y
socio. Nos conocemos desde hace más de quince años y juntos fundamos nuestra compañía.
«Ethan. ¿Cómo va todo en Nueva York? ¿Has encontrado algo bueno para nosotros? ¿O
simplemente deberíamos vender la compañía?», me pregunta. Me sorprende la frecuencia con la
que Jared aborda el tema de vender nuestra empresa, después de que ambos la hayamos
construido y llevado a la cima durante tantos años. ¿Quizás simplemente ya no le apetece hacer
negocios y prefiere pasar todo el día tumbado en la playa con los bolsillos llenos de dinero?
«Nueva York no es para nosotros», respondo y en esta ocasión decido ignorar el tema de la
venta. Ya hablaremos de ello en otro momento. Realmente no he considerado esa posibilidad
todavía.
«Me alegra. La costa este nunca ha sido mi favorita, siendo honesto. ¿Cuándo vuelves?», me
pregunta Jared sin siquiera preguntarme la razón por la que descarté Nueva York.
«Justamente ese es el problema con el que espero puedas ayudarme», le respondo con una
sonrisa en los labios.
«Lo que sea, amigo. ¿Qué puedo hacer por ti?», me pregunta Jared con un tono tranquilo y
casual. ¿Quizás actúa con cierta indiferencia porque se ha tomado una copa?
«Estoy atrapado aquí. Mi jet está en reparación y probablemente tardará unos cuantos días
más. ¿Quizás podrías venir a buscarme en tu avión? ¿Dónde estás ahora mismo?», le pregunto a
Jared.
«Creo que será algo complicado. Acabo de aterrizar en Las Vegas y sigo en el aeropuerto.
Esta noche tengo una reunión con otro socio. Y mañana quería…», se interrumpe.
«¿Qué pasa?», le pregunto con impaciencia.
«Ethan. Mañana quería divertirme un poco aquí. ¿Cuándo fue la última vez que salimos
juntos? Ven a Las Vegas. Después volaremos juntos de vuelta a casa. ¿Qué me dices?», puedo
escuchar que Jared casi da brincos de alegría.
«Esa es una idea completamente descabellada», respondo, pero en el fondo dudo por un
momento. Por supuesto que lo es, no tengo dudas al respecto. Pero, por otro lado, Jared y yo
tenemos suficientes empleados como para cuidar bien de nuestra empresa mientras estamos de
viaje. Entonces, ¿qué razones tengo para negarme?
«¿Eso significa que vendrás?», me pregunta Jared con alegría.
«Pero solo si no tengo que lidiar con la perra de tu asistente. Cada que la veo en la oficina me
pone los nervios de punta y, al mismo tiempo, me excita», le explico.
«Carla es un deleite para los ojos. Realmente deberías dejarla llegar a tu polla. Jamás he
tenido una asistente que esté tan caliente todo el tiempo y que sea tan buena haciendo de todo.
Ayer al mediodía le ordené que se desnudara, se pusiera en cuatro patas sobre mi escritorio y
ladrara como un perro. Entonces la azoté tanto que…».
«Jared, para. Por favor ahórrate los detalles de vuestra relación o lo que sea que haya entre
vosotros», lo interrumpo. «¿Está contigo ahora?».
«Puedes tranquilizarte. Quería un poco de diversión y tiempo para mí mismo así que la dejé
en casa con su novio en Los Ángeles», responde Jared y casi puedo escuchar la sonrisa en su
voz.
«Vale. Entonces iré para allá. Me comunicaré tan pronto como aterrice. Así que mañana por
la noche nos lo pasaremos en grande».
«Oye, Ethan… Y recuerda, lo que pasa en Las Vegas…», comienza Jared.
«Sí, lo sé…», lo interrumpo de nuevo. «Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas»,
digo y tampoco puedo evitar sonreír al pronunciar esta clásica frase. Estoy ansioso por
divertirme en grande con Jared.
Terminamos nuestra conversación y, mientras me pregunto cuál era el verdadero motivo de la
llamada de Jared, reviso los itinerarios de vuelo en mi móvil. Esta vez de Nueva York a Las
Vegas.
Hoy tan solo hay vuelos en segunda clase o asientos prémium en estas aerolíneas baratas.
Estos asientos de supuesta primera clase que simplemente cuentan con más espacio para las
piernas, sin embargo, se trata del mismo pésimo servicio y bocadillos mediocres. Molesto,
observo los itinerarios de mañana y veo que aún hay un asiento en primera clase para un vuelo
desde el aeropuerto JFK a las once de la mañana. ¡Perfecto! Elijo el vuelo.
Después de reservar el billete y relajarme un poco en la ducha, me acuesto en la cama con una
toalla envuelta alrededor de mis caderas.
¿Y ahora qué? Se me pasan por la cabeza las palabras de Jared, diciéndome que azotó a Carla
ayer al mediodía. Tan solo al pensarlo siento la erección en mi polla debajo de la toalla.
De pronto me doy cuenta de qué manera podría pasar la noche y divertirme un poco al mismo
tiempo: ¡Debo descargar esta presión! Sin embargo, no tengo el valor ni la energía para una larga
búsqueda en alguno de los grandes clubs de la ciudad. Ya estuve suficiente tiempo afuera
mientras el viento helado me soplaba directamente en la cara.
Así que hoy por la noche me decido por una variante más tranquila; ni siquiera tengo que salir
de mi habitación del hotel. Cojo mi móvil de la mesita de noche y, con una sonrisa en los labios,
abro la aplicación Escort. La aplicación de entretenimiento para adultos más popular en los
Estados Unidos.
Una sensación de anticipación me inunda el cuerpo y, literalmente, soy consciente de cada
milímetro de mi piel desnuda.
Después de unos minutos de mirar con lujuria los anuncios y ya que mi polla está en su
máxima expresión gracias a las innumerables imágenes, hago mi elección. Utilizo el chat
integrado en la aplicación para enviarle a la joven belleza Roana el nombre de mi hotel y el
número de mi habitación.
Roana confirma nuestra cita y tan solo veinticinco minutos después alguien llama a mi puerta.
«Hola», me saluda Roana dándome un beso en la boca. Reconozco su acento de Europa del
este y, a juzgar por la manera en que me saludó, sé que quizás sea una de las muchas
trabajadoras sexuales que vienen a Estados Unidos tan solo por el negocio.
Se quita el abrigo. Debajo, no lleva nada más que unos diminutos pantalones cortos. Sus
pechos de silicona apuntan hacia enfrente, rígidos, mirándome seductoramente. Pero qué cuerpo.
Las fotografías en su perfil de la aplicación no mentían en lo absoluto. ¿Con cuántos tíos follará
Roana en una noche? De cualquier manera, no tengo ganas de agregarme a la lista y limpiarme el
esperma de la polla después.
«Toma. Esto es para ti», le digo a modo de saludo y dejo 400 dólares sobre el escritorio.
Roana me mira inquisitivamente. «Te la llevarás a la boca. Sin condón. Todo el tiempo que yo te
diga. Y después te tragarás todo lo que tengo para darte», le explico a modo de orden mientras
dejo caer la toalla alrededor de mis caderas y apunto a Roana con mi polla dura.
«Bien. Roana entiende», me responde con muy mal inglés tras hacer una breve pausa.
«Vale, entonces comienza», le digo. Me siento en el sofá junto al escritorio y abro las piernas
para que Roana pueda arrodillarse frente a mí. «Lo más profundo que puedas», le ordeno y dejo
caer la cabeza hacia atrás mientras disfruto de la cálida saliva de su boca mientras Roana engulle
profundamente mi polla.
Capítulo 3 ~Emma
Al día siguiente.
El aeropuerto JFK está muy cerca. Desde el asiento trasero del taxi, miro a través de la
ventana lateral. En unos minutos me dejarán frente la fachada de cristal de la terminal 4.
«Casi llegamos», me dice el amigable conductor, quien lleva un turbante y se ha presentado
con el nombre de Azul. A través de las bocinas puedo escuchar música oriental, hay un aroma a
incienso – un olor ligero, nada intrusivo – y la repisa trasera del coche está decorada con una
mezcla de tela, joyas y perlas. El trayecto en este taxi se siente como un pequeño viaje a la India.
Un sueño maravilloso que casi me hace olvidar mis sentimientos de culpabilidad.
Poco antes de tomar el taxi, le escribí un mensaje por WhatsApp a mi jefe Erik para decirle
que estaba enferma. Jamás me hubiese dado vacaciones, aunque se las pidiera, especialmente con
tan poco tiempo de antelación. Es la primera vez en mi vida laboral que le miento
deliberadamente a mi jefe. En realidad, no me siento muy cómoda con lo que he hecho y me juré
a mí misma que sería la primera y última vez que hacía algo similar.
En lo general, mi jefe ha demostrado ser un gilipollas sexista y parece como si disfrutara
hacer comentarios sugerentes respecto a mi apariencia y ropa todo el tiempo. En una ocasión le
dije que se detuviera y me dejara en paz. «Eres incluso peor que tu antecesora, Melissa. ¿Por
qué estáis tan terriblemente emancipadas vosotras las mujeres? Si sigues así, también te echaré
de patitas a la calle. Justo como hice con ella». Sus insultos todavía me resuenan en la cabeza.
No conozco a esta Melissa, pero él continúa hablando de ella todo el tiempo. Por lo que
entiendo, ella está en algún sitio de Nueva York y ahora vive con un tío extremadamente rico,
por lo que ya no depende de su trabajo con Erik. Él parece estar sufriéndolo bastante y descarga
su frustración conmigo. Estoy muy segura de que Melissa y yo podríamos pasar un buen rato
hablando pestes de Erik y de lo gilipollas que es.
«Llegamos. Puede bajar», me dice mi conductor Azul, arrancándome de mis pensamientos y
abriendo la puerta del taxi desde fuera. El suave aroma a incienso se mezcla de inmediato con el
olor de los tubos de escape de los numerosos taxis estacionados uno de detrás de otro frente a la
terminal del aeropuerto. «Por favor, tenga cuidado con el tráfico y espere en la acera. Le traeré su
equipaje», me dice cortésmente y extiende una mano para mostrarme una ruta segura entre los
taxis.
«Gracias, señor Azul», le digo amistosamente y le regalo una sonrisa. Realmente hay pocos
taxistas como él en la ciudad, o quizás simplemente no he tenido suerte.
«Iré a buscarlo. Espere aquí», me dice corriendo hacia su coche para abrir el maletero. Miro la
pantalla de mi móvil. Son las 9:37 de la mañana. Así que aún tengo tiempo suficiente para tomar
mi vuelo de las 11. Miro alrededor. ¿Sophia ya estará aquí? Sin embargo, no logro ver nada entre
todos los taxistas, los viajeros que suben y bajan de los coches y la gran cantidad de maletas por
todas partes. Anoche acordamos encontrarnos a las nueve y media frente a la entrada de la
terminal. Sophia sabe que normalmente llego un poco tarde, así que tan solo siete minutos de
retraso está bastante bien, considerando mis estándares.
Estoy a punto de desbloquear mi móvil para llamar a Sophia y explicarle justo en dónde me
encuentro, cuando alguien me da un golpecito en la espalda. Me estremezco brevemente, me doy
la vuelta y me encuentro frente al radiante rostro de Sophia. Detrás suyo, el sol resplandece y me
ciega un poco, haciendo parecer a Sophia como una especie de aparición divina. «Qué bueno que
hayas llegado tan solo un poquito tarde esta vez, cariño», me saluda y me da un beso en cada
mejilla.
«¿Dónde está tu equipaje?», me pregunta mirando de izquierda a derecha en busca de mi
maleta.
«Es una buena pregunta», digo y miro en dirección a mi taxi. ¿Dónde está Azul? ¿Se habrá
olvidado de mi equipaje? Siento un incómodo calor creciendo dentro de mí al pensar que quizás
Azul se marchó con mi maleta. Sin embargo, lo encuentro entre la multitud. Está de pie frente a
otro taxi, hablando salvajemente y en voz alta en un idioma extranjero, de forma que no entiendo
el contenido de su conversación.
«Ese es mi conductor», digo señalando en dirección a Azul.
«¿Azul?», llamo en su dirección hacia los dos vehículos, pero no parece escucharme.
«¿Azuuuul?», lo intento de nuevo, ahora más fuerte. Sin embargo, sigo sin tener suerte.
De repente escucho un ruidoso silbido a mi lado; me estremezco, cierro los ojos y me tapo los
oídos instintivamente. Entonces miro a un lado y veo a Sophia, quien se ha metido dos dedos en
la boca debajo de la lengua y ha emitido un silbido ruidosamente penetrante. Su acción surte
efecto. Azul, su interlocutor y una docena de personas más nos miran, conmocionados.
«¿Y el equipaje de mi amiga?», pregunta Sophia en dirección a Azul mientras me apunta con
el dedo. Soy consciente de la manera en que se me colorean las mejillas. Amo a Sophia más que
a nadie y estaría con ella en las buenas y en las malas, de verdad. Pero en ocasiones tener un
poco más de tacto no le vendría mal. ¿O quizás tan solo actúa así por la cancelación de su boda?
En cualquier caso, no me da la impresión de que esté triste. Al contrario, se ve ansiosa por el
fabuloso fin de semana de chicas que nos espera. Eso es genial, pues significa que realmente nos
divertiremos juntas y no habrá ningún inesperado drama emocional.
«Discúlpeme por favor, señorita. Mi cuñado me distrajo un momento», se disculpa Azul
cortésmente y, con una pequeña reverencia, me entrega mi maleta de color rojo brillante.
«¿De verdad?», me pregunta Sophia mientras escudriña con mirada desdeñosa al taxista Azul,
sin embargo, se interrumpe y no hace ningún comentario, y yo lo agradezco enormemente.
«Joder, pero ¿qué pasa aquí? ¿A dónde van todos?», exclama Sophia mientras atravesamos la
puerta giratoria hacia el interior de la terminal y observamos a la enorme multitud de pie frente a
los mostradores del check-in. Sophia mira el reloj frente al tablero de anuncios. «Quizás estamos
algo cortas de tiempo», murmura más para sí misma que para mí. «Vamos, ese es el mostrador
de nuestra aerolínea», Sophia señala a la izquierda, al fondo de la terminal, y acelera el paso.
Tenemos suerte. Los billetes no fueron reservados con una de esas aerolíneas populares y de
bajo costo, sino con Delta Airlines. Así que ahí el check-in es mucho más tranquilo y menos
bullicioso. Solo hay unos cuantos viajeros en fila frente a nosotras, por lo que pasamos al
mostrador rápidamente, facturamos el equipaje y pasamos el control de seguridad con una
rapidez inesperada.
«Muy bien, puerta B62», digo mientras miro la tarjeta de embarque que me entregó el amable
empleado del mostrador.
«La verdad es que aún tenemos mucho tiempo. ¿Quieres ir a por algo de comer o beber?», me
pregunta Sophia.
Miro alrededor y observo los innumerables anuncios publicitarios de las tiendas que nos
rodean. Inconscientemente me muerdo las uñas, pues no sé qué elegir o si realmente me apetece
comer algo. No tengo mucha hambre. Pero ¿realmente se come en el aeropuerto por hambre?
¿No es más bien para matar el tiempo?
«Un café es suficiente para mí», digo finalmente y señalo la máquina de autoservicio que está
al final del pasillo frente a la sala de espera de nuestra puerta. Cuanto más nos acercamos a la
máquina, más intenso se vuelve el aroma a granos de café recién molidos e inmediatamente
siento una sensación de calidez y seguridad dentro de mí. Es asombroso el efecto que causa en
mí el olor a granos de café tostados.
«Vale, de acuerdo. Elige primero», con un movimiento de su brazo, Sophia me indica que
puedo utilizar la máquina de café primero. Después de echar un vistazo rápido a las opciones, me
decido por un capuchino mediano con espuma extra. La máquina emite un pitido para indicarme
que puedo retirar el vaso, así que lo cojo y lo sostengo debajo de mi nariz. Respiro
profundamente y absorbo el olor a café recién hecho y leche espumosa. Inconscientemente cierro
los ojos, me hago a un lado para que Sophia pueda utilizar la máquina y, de repente, choco con
algo.
«Oye, mira por donde caminas», escucho una voz que me arranca de mi agradable trance de
calor y me estremezco, un poco en estado de shock. Me aferro a mi vaso de papel, un poco
arrugado, y entonces un poco de capuchino se abre paso a través de la espuma de leche y cae
sobre el zapato del hombre con el que acabo de tropezar.
«Ah genial, lo que me faltaba…», escucho murmurar al desconocido; entonces nuestras
miradas se encuentran y nos observamos fijamente. Él se queda en silencio y no dice ni una
palabra más. Al mirar sus profundos ojos azules, no puedo pensar en nada más. De pronto el
percance con el café me parece muy distante. No puedo pasar por alto lo increíblemente guapo
que se ve este chico.
Pero entonces el momento se termina. El desconocido asiente en silencio, se despide de mí sin
decir palabra y camina hacia la sala de espera de primera clase. Por un momento pensé que el
desconocido experimentó una sensación similar a la mía. ¿O quizás fue algo más? Se sintió como
una noche en el club cuando miras a un apuesto desconocido e inmediatamente sabes que a él
también le gustas.
«¿Todo bien?», la voz de Sophia me arranca de mis pensamientos. Ya ha terminado de
comprar su café y sostiene un humeante vaso de papel en la mano.
«Sí, solo que… no, todo está bien», susurro con voz un tanto soñadora y miro de nuevo en la
dirección por la que acaba de desaparecer el apuesto desconocido.
El tiempo de espera frente a la puerta de abordaje transcurre sin más incidentes y poco
después de que llaman a nuestra sección para abordar, nos encontramos cómodamente sentadas
en nuestros asientos dentro del avión. Sophia estira las piernas hacia el pasillo y debe moverlas
cada vez que otro pasajero quiere pasar. Yo me muerdo las uñas nerviosamente y no puedo dejar
de pensar en el desconocido y el incidente del café, pues en el fondo albergo la esperanza de que
también esté en este avión y podamos encontrarnos de nuevo. Pero entonces, ¿qué? Realmente
no lo sé. Lo único que sé es que se veía ridículamente sexi con su traje y esa barba de tres días
bien recortada.
«Oye, basta. Te arruinarás las uñas si sigues con eso», Sophia señala mis dedos, que siguen
dentro de mi boca mientras yo estoy absorta en mis pensamientos. Tiene razón.
Lamentablemente, morderme las uñas es un pésimo hábito que tengo y todavía no sé por qué lo
hago.
Después de que el piloto del avión nos saluda y los sobrecargos nos muestran las medidas de
seguridad, decido distraerme de mi mal hábito leyendo alguna de las revistas que hay en el
asiento.
Mientras el avión acelera para despegar, en una de las primeras páginas descubro un artículo
sobre un recorrido en motocicleta de la famosa Ruta 66. El artículo me llamó la atención de
inmediato. Difícilmente existe una sensación de libertad tan pura como la que se experimenta al
conducir una motocicleta. Cuando el viento te sopla directamente en la cara y eres uno mismo
con la naturaleza… simplemente es indescriptible. Pero mi último viaje en moto fue hace
demasiado tiempo. Hace años que me saqué el carné de conducir a escondidas de mi madre.
Probablemente jamás me habría permitirlo hacerlo, especialmente después del accidente de mi
padre. Yo misma tuve un pequeño accidente, hace algún tiempo. Bajo estas lamentables
circunstancias, mi madre se enteró de que conducía una moto y que incluso tenía el carné. Creo
que mamá se sintió aliviada de que la única consecuencia del accidente fuera una cicatriz en mi
muñeca. Cuando pienso en el pasado, me doy cuenta de lo difícil que habrá sido para ella
sacarnos adelante a mi hermana y a mí con un solo sueldo, sin jamás negarnos nuestros deseos.
El avión se sacude bastante al despegar, por lo que las letras del artículo se difuminan frente a
mis ojos. Así que decido posponer la lectura para más tarde. Hojeo sin mucho interés los
artículos restantes y entonces finalmente dejo la revista a un lado y miro a Sophia.
«Así que, ¿qué es lo primero que haremos en Las Vegas?», le pregunto emocionada.
«Uhmm… ¿qué tal si vamos de compras a los outlets y luego a un casino?», me dice y una
sonrisa radiante se dibuja en su rostro.
«De acuerdo». Miro a través de la ventana. El avión se eleva cada vez más alto y finalmente
dejamos atrás la ciudad de Nueva York.
¡Las Vegas, allá vamos!
Capítulo 4 ~ Ethan
«Hemos alcanzado la altitud de crucero, señor. ¿Le apetece una copa de champán?», una
sonriente y amigable azafata me arranca de mis pensamientos mientras miro a través de la
ventana la inmaculada cama de nubes que se extiende alrededor del avión.
«Por supuesto», digo girándome hacia ella para coger la copa. Inmediatamente me doy cuenta
de su atlética y esbelta figura. Al igual que la mayoría de las azafatas, tiene el cabello recogido
en un moño y tiene un pequeño sombrerito sujeto con broches. Seguramente todas las azafatas de
la aerolínea lo llevan. Si fuese un poco más morena y tuviera las tetas más grandes, pensaría que
fue ella quien entró ayer a mi habitación haciéndose llamar Roana para mamármela hasta
correrme y después tragarse todo lo que salió de mí.
Este pensamiento se desvanece tan rápido como llegó. Roana realmente no dejó una
impresión duradera en mí. Fue divertido y yo le pagué por ello. Básicamente, simplemente fue
un trato de negocios. Nada más.
Absorto en mis pensamientos, le agradezco a la azafata por el champán y bebo un trago
mientras me giro para mirar a través de la ventana nuevamente. Mi encuentro frente a la máquina
de café se me pasa por la cabeza fugazmente. A pesar de la torpeza con la que se comportó la
joven, de alguna manera había algo en ella que me gustaba y no podía sacármela de la cabeza.
Algo natural. Realmente no puedo describirlo. Casi siento un poco de arrepentimiento por
haberle hablado de esa manera, instintivamente. ¿Quizás yo también estaba distraído y tropecé
con ella? Estaba tan absorto con los mensajes de WhatsApp que recibí momentos antes del
incidente, que…
«Colocaré sus bocadillos frente al televisor. Puede encontrar más bebidas dentro de su
minibar personal, a la izquierda de su asiento. Si necesita algo, por favor hágamelo saber», la
azafata me susurra con voz amistosa e interrumpe mis pensamientos otra vez. ¿Es posible que los
sobrecargos de vuelo siempre tengan voces tan agudas y artificiales porque saben que
constantemente interrumpen las actividades de los pasajeros?
«Vale, gracias», respondo sin mirarla y entonces cojo una de las revistas que han colocado
frente a mi pantalla, especialmente para mí. Dejo la primera revista después de hojearla
desinteresadamente. Es una simple revista para chicas que habla de las hijas del rey y sus novios
actuales y del pasado; algo que definitivamente no es de mi interés. Mis ojos son atraídos por la
portada de otra revista, justo debajo de la que acabo de dejar. Puedo ver una moto en la primera
página y el título sugiere una especie de reportaje sobre la Ruta 66.
Cojo la revista con la mano derecha mientras dejo caer mi mano izquierda en el pequeño
cuenco de bocadillos, colocado perfectamente al alcance de mi mano. Inmediatamente me llevo
un puñado de bolitas de chocolate a la boca y comienzo a masticar. Después del primer bocado,
me doy cuenta de que algo no está bien…
No puede ser verdad… pero entonces reconozco el sabor en las bolitas de chocolate que tengo
en la boca; no me cabe la menor duda. Es cacahuete recubierto de chocolate. Por instinto, lo
escupo y me enjuago la boca apresuradamente con la botella de agua que hay en el mi minibar
personal.
«¿Puedo ayudarle en algo, señor?», la azafata que me ofreció el vaso de champán está de pie a
mi lado y observa el desastre de en mi cubículo de primera clase, especialmente sobre la hermosa
y costosa alfombra frente a mí. Afortunadamente nada de ese estúpido y chocolatoso maní cayó
sobre mis pantalones o zapatos.
«¡Esto son cacahuetes!», intento responder con toda la compostura que me es posible reunir,
sin embargo, aun siento cómo me hierve la sangre. «Soy alérgico. Lo dije cuando hice la reserva
de mi billete e incluso lo repetí esta mañana en el mostrador del check-in. ¿Por qué me lo han
dado?», siseo con ira mientras señalo el pequeño cuenco repleto de bolitas de chocolate que está
frente a mí.
«Oh, Dios mío. Lo siento muchísimo. De verdad. Yo…», la azafata se lleva una mano al
pecho, sorprendida. En su mirada puedo ver que se encuentra realmente avergonzada por la
situación y no se trata de una simple actuación.
«Estoy bien», intento controlar mi ira y tranquilizar a la azafata. En esta situación,
probablemente sea ella quien resulte más afectada. Decido dejarlo estar. Después de todo, no
tragué nada y tengo la esperanza de que la sensación de asfixia o las manchas que me salen por
todo el cuerpo no aparezcan en esta ocasión. Al menos, así es como normalmente funciona mi
alergia. «Por favor, llévese el cuenco y asegúrese de limpiar esto», con la mayor indiferencia
posible, señalo la alfombra frente a mí.
«Me encargaré de inmediato», la azafata coge el cuenco y camina apresuradamente por el
pasillo, presumiblemente en busca de utensilios de limpieza.
«Pfff… pero qué primera clase», suspiro. La próxima vez quizás sea mejor esperar a que estén
listas las reparaciones de mi avión privado. Antes de correr el riesgo de cabrearme por completo,
abro la revista donde vi el artículo de la moto. Aún la tengo sobre el regazo y salió ilesa del
pequeño accidente.
Abro la revista desde el final y deslizo las páginas entre mis dedos hasta llegar al artículo
correcto. Se me pasa por la cabeza mi propio pasado como motociclista. Conducir una moto es
una sensación fenomenal. Existe cierto tipo de unión especial entre todos los motociclistas. Sin
embargo, al pensar en todas estas sensaciones fantásticas, se me ensombrece el rostro al recordar
la razón por la que dejé el motociclismo…
«Pero qué carajos…», maldigo. Oh, joder, debo haberlo hecho demasiado alto. La azafata,
que recientemente se acercó cuidadosamente utilizando guantes de goma y una esponja y ahora
se encarga de la alfombra, se sobresalta un tanto y hace una mueca.
«¿Todo en orden, señor?», me pregunta, visiblemente consternada.
«Sí, todo bien. ¿Podría dejarme solo, por favor?». No puedo apartar los ojos del artículo con
el que me acabo de topar al cambiar de página.
Se me acelera el corazón y una ola de calor se eleva dentro de mí mientras miro el artículo de
dos páginas que está frente a mí. ¡Justo ahí hay una foto MÍA! ¡En tamaño completo! Además, el
título anuncia:
Lobo con piel de cordero – ¿El dueño de esta empresa es el delincuente ambiental número 1?
Leo rápidamente el artículo, el cual se trata de una investigación bastante pobre realizada por
un periodista de la asociación ambiental que reunió hechos incompletos con especulaciones
descabelladas. Inmediatamente soy consciente de lo que esto significa para mí, para la imagen de
mi empresa y para todos mis clientes.
Cuando llego al final del artículo, me doy cuenta de quién es el responsable de toda esta
difamación obscena. En la última sección se menciona que se debe agradecer al alcalde Henry
Miller que todo este asunto finalmente haya salido a la luz, además de que él se encargará
personalmente de que el operador de la mina de cobalto ya no perturbe más la paz de la ciudad.
«Pero qué gilipollas. Ese pordiosero no deja ni una sola piedra sin remover», enfadado, arrojo
la revista al suelo. Todos los tíos usan sus putos móviles el día entero, pero nadie quiere
encargarse de extraer la materia prima necesaria para fabricarlos. Típico discurso político de
pacotilla. ¡Me dan ganas de vomitar!
Durante el resto del vuelo no puedo hacer nada más que pensar en lo que dirá Jared cuando le
cuente todo en el hotel. ¿O quizás él ya está al tanto? Pero, después de todo, ¿por qué tan solo me
retratan a mí en este artículo y a él no? ¿Quizás no encontraron una fotografía de Jared?
Irónicamente, este vuelo de primera clase no cuenta con teléfono satelital, así que me veo
obligado a esperar hasta el aterrizaje para discutir con Jared todo este asunto. ¡Pero sí que estoy
hasta los huevos! El wifi tampoco está disponible por el momento, lo cual probablemente se deba
a alguna falla técnica. Más razones para utilizar mi avión privado la próxima vez. Jamás creí que
pudiera incrementar mi odio hacia los vuelos comerciales.
Cabreado y completamente tenso, apoyo la cabeza sobre la palma de mi mano mientras miro a
través de la ventana y tamborileo con los dedos en el reposabrazos.
Aproximadamente diez minutos después escucho un anuncio del capitán a través de las
bocinas: «Damas y caballeros, por favor abróchense sus cinturones. En breve comenzaremos con
el descenso hacia la ciudad de Las Vegas».
Al fin. Tan solo debo recoger mi equipaje y dirigirme al hotel. Jared y yo debemos pensar
seriamente en cómo lidiaremos con esta situación. Mi mente ya se encuentra formulando un plan
de venganza, pues sé que tengo posibilidades de hacerlo. Pero ¿realmente eso es lo que quiero?
Capítulo 5 ~ Emma
«Pero qué locura. Sí que hace calor aquí», Sophia jadea y se detiene en las escaleras al salir
del avión. «¿Podrías sostenerlo un momento?», me dice entregándome su bolso, sin esperar mi
respuesta.
«Eh… sí, claro», respondo y cojo su bolso justo a tiempo. Sophia se quita la chaqueta y se
saca la camiseta de manga larga por la cabeza. Mientras tanto, yo disfruto de las vistas y me bajo
la cremallera de la chaqueta. Sin embargo, quiero esperar un poco más antes de desvestirme. No
puedo evitar sentirme culpable porque estamos haciendo que todos los demás pasajeros se
retrasen, pues hay bastantes personas detrás nuestro en medio de las escaleras. Miro alrededor
rápidamente y, allá en el horizonte, alcanzo a distinguir la silueta de una pirámide de vidrio, una
noria e innumerables luces intermitentes. Aquí todo está en constante movimiento. Si Nueva
York es la ciudad que nunca duerme, Las Vegas es la ciudad en donde siempre hay diversión.
«¿Podrían continuar, por favor?», escucho decir a una voz masculina con tono molesto, unas
dos o tres filas detrás de nosotras. Miro a mi alrededor. Detrás nuestro hay un grupo de mujeres
de mediana edad que esperan con impaciencia a que Sophie termine de desvestirse mientras
hablan animadamente del casino donde probarán suerte. Detrás de ellas veo a un hombre calvo
de piel ligeramente morena, quien se vuelve hacia la azafata en busca de ayuda.
«Vamos, Sophia. Debemos seguir avanzando», le digo tirando de la cintura de sus pantalones
para animarla a que siga adelante.
«Vale, vale. Ya he terminado. No entiendo cómo puedes dejarte la chaqueta puesta con este
calor. Especialmente ahora que estamos a punto de meternos en uno de esos transportes
bulliciosos», me dice señalando tres de los autobuses detenidos frente a las escaleras del avión
tras el aterrizaje.
«No está tan mal. Entremos por la parte delantera; seguramente así podremos salir más
rápido». Frente a nosotras hay un autobús con las puertas abiertas de par en par y el motor
encendido. Poco antes de subir, el olor acre proveniente del tubo de escape me inunda la nariz.
«¿Eso crees?», me dice Sophia tosiendo y tapándose la nariz. Sin embargo, cuando subimos
nos recibe una brisa fresca que hace desaparecer el calor opresivo y el desagradable olor. Ahora
nos rodea un ambiente agradable y nos dejamos caer en un par de asientos, aliviadas.
«¿Puedo darte esto ahora?», le pregunto a Sophia entregándole los dos bolsos que tengo sobre
los hombros. Me saco el suéter por la cabeza y me alegro enormemente por llevar debajo una
ligera y corta blusa blanca. Me siento aliviada de no tener que preocuparme por lo que piensan
los demás respecto a mi estilo.
Justo en el momento en que me abro paso a través de la estrecha apertura del cuello de mi
suéter, puedo escuchar el familiar tono de mi móvil sonando desde mi bolso.
«¿Quién te llama?», me pregunta Melissa con curiosidad. Me ayuda a quitarme suéter
sosteniendo mi blusa para que no se levante de más y entonces me entrega mi bolso, en cuyo
interior mi móvil suena cada vez más fuerte provocando que varios pasajeros del bus nos miren
molestos. Incluso me parece escuchar que el hombre calvo murmura con cierto desdén «Estas
mujeres y sus cosas» y, a propósito, su voz es lo suficientemente fuerte como para que podamos
escucharlo.
«No lo sé», respondo a Sophia en voz baja y siento cómo mis mejillas se sonrojan, pues no
puedo soportar que todos los ojos de los pasajeros estén clavados en mí. Apenas he encendido el
móvil hace unos minutos, aproximadamente cuando el avión aterrizó y las señales de seguridad
se apagaron. Quizás tan solo fue una coincidencia.
Cuando finalmente tengo mi móvil en la mano y el dispositivo vibra y suena a todo volumen,
me pregunto cómo es posible que no lo supiera de inmediato. Realmente tan solo existe una
persona que me llamaría. Por un momento veo la palabra MAMÁ escrita en la pantalla, entonces
presiono en el botón verde para coger la llamada y sostengo el móvil junto a mi oído derecho.
«Hola mi amor, ¿ya has aterrizado? ¿Fue un vuelo tranquilo?», me saluda. ¿De verdad?
Suspiro suavemente para que mamá no pueda escucharme al otro lado de la línea.
«Sí, mamá. Todo bien. Estamos sentadas en el autobús ahora mismo», contesto con
obediencia, sintiéndome como si fuese una adolescente. Desde que me mudé con mamá y Katie
se fue a Inglaterra, realmente ha estado pendiente de mí todo el tiempo. Sin embargo, desde
entonces yo me encuentro en un conflicto entre «quiero estar ahí para mamá» y «me trata como
una niña».
Claro, los primeros días y semanas fue bastante agradable no tener que preocuparme por
preparar la cena después del trabajo. También era genial que mamá me preparara ropa limpia
para la cama cada dos semanas. Pero, con el tiempo, de alguna manera comenzó a sentirse como
si ella simplemente buscara un reemplazo para papá, quien desafortunadamente nos dejó
demasiado pronto…
¿Quizás fue un error volver a casa a vivir con ella? A fin de cuentas, yo misma me lo he
buscado. Yo fui quien no quiso que mamá estuviera sola en casa después de la partida de Katie.
¿O quizás mamá piensa que debe cuidar de mí ahora?
«¿Mamá?», carraspeo para aclararme la garganta y entonces continúo hablando con voz suave
y amistosa. «Me parece muy bonito que me cuides así. Pero, por favor, no esperes que continúe
informándote el resto del fin de semana. Sophia y yo queremos sumergirnos en la magia de Las
Vegas, ¿vale?».
«Está bien, mi amor. Ya veo que te he estado molestando de más», responde mi madre, un
tanto ofendida, e inmediatamente me siento culpable.
«No, yo…», intento encontrar las palabras adecuadas y mi corazón late salvajemente.
«No te preocupes, Emma. No quise decirlo así. Sé que puedes cuidarte sola. Lo que pasa es
que, desde el accidente de moto de tu padre, me alivia saber cuándo mis hijas han llegado bien a
su destino. Eso es todo. ¿Me entiendes?», la escucho hablar con voz cálida.
«Te quiero mucho, mamá. Y te entiendo», digo y siento a Sophia tirar de mi manga. Durante
la llamada no me di cuenta de que el bus había comenzado a moverse y, tras un recorrido
bastante corto, ya habíamos llegado a nuestro destino.
«Debo colgar ahora, mamá. Hemos llegado a la terminal del aeropuerto y debemos ir a buscar
nuestro equipaje. Hablamos luego, ¿vale?».
«Por supuesto, Emma. Pasadlo bien. Saluda a Sophia de mi parte». Estoy a punto de finalizar
la llamada cuando escucho la voz de mi madre nuevamente: «¿Emma? ¿Puedo pedirte un
pequeño favor?», me pregunta con cautela.
«Claro. ¿Qué pasa?».
«Se trata de Katie. Hablé con ella antes, mientras estabas en el avión. Ella está bien, pero me
habló de un hombre con sangre real y de lo increíble que lo encuentra…», hace una pequeña
pausa y se despeja la garganta. «¿Podrías preguntarle lo que está sucediendo ahí y pedirle que
por favor tenga cuidado? Hay cierto punto de la vida en donde dejas de escuchar los consejos de
tu madre, especialmente cuando se trata de hombres». Me parece que incluso mamá no puede
evitar sonreír un poco al final de su solicitud.
«Vamos, ahora», me dice Sophia energéticamente. Asiento, me levanto del asiento y la sigo
hasta la salida del autobús con el móvil todavía pegado a la oreja.
«Sí, claro, mamá. Le escribiré en un rato y te diré lo que me cuente». Terminamos nuestra
conversación y mientras guardo el móvil en mi bolso, no puedo evitar sonreír al pensar en Katie
pasando el rato con un príncipe. Definitivamente le preguntaré sobre eso. Me muero por saber lo
que está pasando entre los dos y si podría ser algo serio. Sin embargo, sé que Katie quizás
prefiere disfrutar de su libertad y hacer lo que siente que es correcto. Después de todo, es la
primera vez que no vive en casa con mamá.
«Siempre tiene algo de que hablar…», con una sonrisa, Sophia pone los ojos en blanco y en
su mirada puedo reconocer que estaba escuchando con atención la última parte de mi
conversación con mamá. «Mira, llegamos», me dice señalando con el dedo a mi derecha.
Entonces… sucede. En el mismo segundo que miro en dirección a la cinta de recogida de
maletas, una maleta deportiva negra me pasa rozando la nariz. Grito con sorpresa e
instintivamente retrocedo un par de pasos. Sophia me sostiene y gracias a eso no caigo
completamente de espaldas. En cambio, apoyo la espalda ligeramente contra sus piernas.
«Oh, parece que nos encontramos de nuevo…», escucho decir a una profunda voz masculina,
a quien pertenece la maleta deportiva. Me parece que la he escuchado alguna parte.
Cuando levanto la mirada, no doy crédito. Aquellos ojos azules están fijos en mí. Son los ojos
del hombre a quien derramé capuchino sobre su zapato en el aeropuerto de Nueva York.
«Lo siento, me parece que estamos de suerte», me responde a modo de disculpa, coge mi
mano y me ayuda a ponerme de pie nuevamente. Sus dedos son cálidos y fuertes y nos miramos
a los ojos mutuamente. Pero ¿qué es todo esto? Siento como si este hombre inmediatamente
creara una especie de atracción sobre mí…
«¿Lo siento? ¿Eso es todo lo que vas a decir? ¿Qué te parece si te disculpas de verdad?».
Sophia inmediatamente entra en su elemento y despotrica a mi lado. El momento, tan extraño e
intenso, termina abruptamente y el desconocido suelta mi mano. A pesar de ello, aún puedo
sentir su piel sobre la mía…
Miro a Sophia e intento decirle con la mirada que disminuya la intensidad de su enfado, sin
embargo, ella no parece darse cuenta. «No se te ocurre nada que decir, ¿verdad?», le pregunta
energéticamente.
«Discúlpame», el extraño me mira y me parece ver en la comisura de sus labios el atisbo de
una sonrisita. Ni siquiera mira a Sophia. Este momento dura menos de un segundo, pero aún
puedo sentir lo rojas que están mis mejillas. Un efecto similar a cuando sonó mi móvil en medio
del autobús. Entonces, sin decir palabra, se da la vuelta, coge su maleta y camina en dirección a
la salida.
«Ostras, Sophia. En la próxima, contrólate un poco», le digo. No puedo evitar sentirme
ligeramente enfadada. «El tipo era… algo… algo sexi».
«Cualquiera puede ser sexi. Pero volaba en primera clase y traía puesto un traje Valentino.
Será mejor que te olvides de él», dice Sophia agitando las manos.
«¿Cómo lo sabes?».
«Me di cuenta cuando nos cruzamos con él en la máquina de café en Nueva York. Como
artista de maquillaje, siempre lidio con estrellas y aquellos que aspiran a convertirse en una. No
me creerías de lo que hablan ni cuántas fotografías tienen de la ropa de diseñador que les gustaría
usar. En una de tantas ocasiones, alguien mostró un traje así. Estoy completamente segura. Es un
traje increíblemente costoso. Ese hombre está en una liga completamente diferente, Emma», me
dice, intentando consolarme.
«Qué amable de tu parte…», respondo. Aprecio que Sophia tan solo tenga buenas intenciones,
sin embargo, me pregunto si realmente tiene razón.
Capítulo 6 ~ Emma
«¿Y? ¿Qué te parece?», Sophia corre la cortina de su cabina en el vestidor, sostiene el
dobladillo de su vestido con dos dedos y da una vuelta.
«Ven, sal del vestidor. Aquí hay más luz», le digo. Por supuesto que la luz es mejor aquí
afuera, pero también esto me da más tiempo para pensar cómo decirle a Sophia que realmente no
me gusta nada el vestido. La espalda está demasiado descubierta y es demasiado corto,
especialmente en la parte delantera. Demasiado revelador para mi gusto.
«Te conozco. El otro vestido te ha gustado más, ¿verdad?». Es obvio que Sophia me conoce
bien, así que me sonríe con complicidad.
Yo asiento, aliviada. «Sí, de cierta manera…», hago una pausa para encontrar las palabras
correctas, «lo encuentro más elegante y al estilo de Las Vegas», concluyo mi frase y bebo un
sorbo de la pequeña botella de plástico que he traído conmigo.
«Pero sí que te has vuelto diplomática», se burla Sophia y me guiña un ojo. «Pero tienes
razón. Este vestido grita demasiado desesperadamente que quiero follar», me explica Sophia
secamente, sin preámbulos. Lo dice tan fuerte que estoy segura de que la escuchó la vendedora
que está poniendo las prendas desordenadas en su sitio.
«¡Sophia!», me rio y casi me atraganto con el agua. «Eres un caso».
«Oh, vamos». Se mete de nuevo en el vestidor y corre la cortina ligeramente hacia un lado
asomando la cabeza por la ligera apertura que se forma. El resto de su cuerpo está escondido
detrás de la cortina. «¿Qué tiene de malo decir lo que pienso? Eso también te haría bien a ti.
Sobre todo, cuando se trata de hombres», me dice Sophia con tono serio antes de correr
totalmente la cortina para continuar vistiéndose.
«¿A qué te refieres con eso?». No estoy del todo segura y miro a la cortina cerrada mientras
bebo otro pequeño sorbo de mi botella de agua.
«Bueno, a tu jefe. O al tío del aeropuerto. Fuiste demasiado amable. Toleras más de la
cuenta», al final de su frase, Sophia aparta las cortinas y sale del vestuario con las prendas en el
antebrazo. La vendedora se acerca a nosotras, me sonríe y asiente de manera amistosa, casi como
si estuviera de acuerdo con las palabras de mi amiga. Quizás sabe que estoy a punto de tomar
una decisión y tan solo quiere ser amigable. Sé a lo que se refiere Sophia, sin embargo, mis
pensamientos se atascan en los ojos azules del desconocido en el aeropuerto. Hasta ahora,
nuestros encuentros fugaces parecen haber ocurrido tan solo gracias a contratiempos. Me
pregunto si lo volveré a ver y no puedo evitar pensar que ya lo he visto en alguna otra parte.
¿Acaso es eso posible? Si es así, ¿dónde lo habré visto?
«¿Esto no lo quieres?», le pregunta la vendedora a Sophia mientras señala las prendas que
cuelgan de su antebrazo.
«Me llevaré este», le explica Sophia mientras muestra el vestido que más me gustó. «¿Quizás
podría dejarlo junto a la caja? Mi amiga también quiere echar un vistazo y después pagaremos
juntas», continúa Sophia y me señala.
«Oh, realmente no estoy segura», digo en voz baja y, mirando por el rabillo del ojo, espero
hasta que la vendedora ha desaparecido para decirle susurrando. «La verdad es que voy algo
corta de efectivo en estos momentos».
«¿Tienes alguna tarjeta de crédito contigo?», me pregunta Sophia alegremente. «Así podrás
pagarlo el mes que viene».
Después de pensarlo un poco, me rindo. «Vale, me probaré algo».
Camino a través de la pequeña tienda y paso lentamente frente a los rieles de ropa. Deslizo las
yemas de los dedos sobre las diferentes telas, ligeras y aireadas. Cada una se siente
completamente diferente. Algunas telas se deslizan sobre la pequeña cicatriz en mi muñeca. Me
pregunto cuándo fue la última vez que me compré un vestido de este tipo.
«¡Oye, cariño! Deja de soñar. ¡Busca algo!», escucho la voz de mi amiga desde el otro lado
del riel.
«Eso hago. Tengo que enviar un mensaje. Búscame algo bonito», digo e intento sonar segura
de mí misma para demostrarle a Sophia que puedo decir lo que pienso sin complicaciones.
Incluso a ella.
Guardo botella de agua en mi bolso y me doy cuenta de que me he quedado con la revista del
avión donde está el artículo de la moto. Me encantas las revistas así que quizás esta noche tenga
tiempo de leer un par de ellas. Saco mi móvil, busco el número de Katie y le escribo un mensaje
por WhatsApp:
¿Un príncipe? ¿En serio? ¿Cuándo me invitarás al Palacio de Buckingham?
No puedo evitar sonreír de oreja a oreja cuando envío el mensaje y no puedo esperar por la
respuesta de Katie. Entonces me fijo en un vestido que lleva uno de los maniquís. Negro, sin
decoraciones, la falda no es muy larga pero tampoco muy corta y tiene un poco de escote. Me
gusta.
En la estantería de al lado, elijo el mismo modelo, pero en la talla adecuada. Ya tengo algo
que probarme. Sostengo con orgullo el vestido y camino hacia el vestidor.
Después de ponerme el vestido, me miro dentro de la cabina aún con la cortina cerrada,
girando ligeramente a izquierda y derecha para observarme en todos los ángulos. Las luces al
fondo de los espejos siempre hacen que todo luzca fenomenal. Pero ¿realmente necesito esto?
¿Por $249 dólares?
«¿Y?», escucho la voz de Sophia.
Corro la cortina y salgo de la pequeña cabina en silencio. Sophia se queda boquiabierta.
«Guau, Emma. Estás increíblemente sexi con este vestido», me dice mirándome con admiración
y se lleva las manos a las caderas. «Ojalá yo tuviera ese culo y esas tetas. Vale, los hombres te
perseguirán como unos locos esta noche, ya lo veo venir…».
«Tú y tus cosas…», sonrío, avergonzada y vuelvo a meterme en la cabina, corro la cortina y
comienzo a desvestirme.
«¿Te lo llevarás?»
Me quedo en silencio por un momento. La verdad es que no lo sé. Claro, es precioso, pero
¿cuándo volveré a usarlo? ¿En la oficina, para que Erik me haga más comentarios sugerentes?
El zumbido de mi móvil interrumpe mis pensamientos. Lo saco de mi bolso y veo que Katie
ya ha respondido a mi mensaje, a pesar de la diferencia horaria:
Todo resultó ser una gran estafa. De verdad deberían hacer una película con la historia.
Pero no te preocupes, estoy bien.
Enarco las cejas y me pregunto por qué debe haber pasado mi hermanita, así que rápidamente
le escribo una respuesta:
¿De verdad estás bien? ¿Quieres hablar? Le diré a mamá que todo está bien, de lo contrario
se preocupará por ti. Besos.
La respuesta poco tiempo después y me hace sonreír:
Sí, todo está bien. De todas formas, su amigo está mucho mejor ;-) Gracias por decirle a
mamá la verdad a medias. Tengo que irme. He quedado con él en breves…
Mi hermanita sí que se lo está pasando en grande. Con una sonrisa, me guardo el móvil en el
bolso. Luego corro la cortina y salgo de la cabina del vestidor.
«Vale, lo compraré», le digo a Sophia que espera por mí sentada en el taburete de la esquina.
Ella me mira radiante de alegría. «Pero solo si buscamos unos zapatos cerrados para mí», le digo.
«No todo mundo tiene que darse cuenta de que mi segundo dedo es un poco más largo que el
pulgar y, tristemente, dejé mis zapatos en casa».
«De acuerdo», Sophia se ríe y continúa. «¿Pero de verdad crees que alguien te mirará los pies
si estás usando ese vestido? ¿En serio?».
«Sí», respondo de manera resuelta y ambas caminamos hacia el mostrador para pagar
mientras yo busco mi tarjeta de crédito.
Capítulo 7 ~ Ethan
«¿A su hotel, señor?». En silencio, asiento a uno de los taxistas que se encuentra frente al
aeropuerto. Coloco mi maleta negra frente al maletero para que él pueda colocarla dentro y me
siento en uno de los asientos traseros.
Después de darle al conductor la dirección de mi destino, él asiente, apaga la radio y
comienza a conducir, sin más. Me alegra que no sea uno de esos conductores que constantemente
habla sobre lo grandiosa que es la ciudad, lo difícil que fue su último turno de anoche y que
definitivamente tengo que visitar esto y aquello porque no lo volveré a ver en ningún otro sitio
del mundo.
Este hombre parece ser uno de los pocos ejemplares de taxista agradables, o simplemente ha
reconocido en mi expresión que no me apetece charlar.
Me pareció divertido encontrarme con la misma rubia en la zona de las cintas de equipaje. Es
gracioso el talento que tiene para predisponerse ante incidentes desafortunados mientras. Es
bastante guapa… quizás sería bueno que no pasara tanto tiempo con esa amiga suya, quien
destruyó nuestro mágico encuentro de inmediato.
En la sala de llegadas, me planteé brevemente la idea de esperarlas frente a la salida del área
de seguridad y llevarme a la rubia a tomar un capuchino. Aunque ciertamente no nos libraríamos
de su amiga y ella no era el tipo de persona con el que yo disfruto de pasar el rato.
Cuando pasé junto a uno de los quioscos y vi en la ventana la misma revista que leí en el
avión, mi estado de ánimo se deterioró repentinamente. Claro, vine a Las Vegas para divertirme
con Jared. Pero no me quitaba el artículo de la cabeza. Tenía que aclarar las cosas y olvidarme de
eso antes de invitar a un café a una desconocida en el aeropuerto.
Mientras mi taxi avanza lentamente en dirección al centro de la ciudad y las coloridas luces y
altos rascacielos se vuelven más reconocibles a la distancia, me saco el móvil del bolsillo interior
de la chaqueta y llamo al número de Henry Miller.
«Ethan, pero qué bien que llames. ¿Cómo está todo en Nueva York?», después de que el
timbre de llamada suena apenas una vez, Henry me saluda con un tono de voz exuberantemente
amistoso.
«Ahórrate las formalidades, Henry. Creo que ambos sabemos el motivo de mi llamada»,
respondo.
«Vale, vamos al grano. Ese es el Ethan que conozco», responde Henry y literalmente puedo
verlo de pie frente a mí, con su metro sesenta, cuerpo rellenito y la nariz ligeramente respingona.
Su arrogancia realmente es un mecanismo para ocultar ese complejo de inferioridad que, de
alguna manera, siempre acompaña a los hombres bajitos. «Dime, ¿qué puedo hacer por ti? Tengo
una cita pronto, así que, si no te molesta, agradecería que fueras breve».
Respiro profundamente un par de veces para evitar que me hierva la sangre. Henry es un
maldito bastardo. Realmente no entiendo cómo pudo llegar a ser alcalde.
Bueno, de hecho, sí que lo entiendo. Yo mismo sé que con dinero se puede conseguir casi
cualquier cosa. Como un don Juan de padres adinerados que se encontraron con grandes
yacimientos de petróleo en el siglo pasado, Henry simplemente sobornó a todos los personajes
importantes para conseguir el puesto. Es triste, pero así es como funcionan las cosas en este país.
O sigues las reglas del juego, o estás fuera.
«¿Entonces?», Henry evidentemente se impacienta ya que me tomo un poco más de tiempo en
responder.
«El artículo…», hago una pausa por un momento. «Eso fue un error. Fuiste demasiado lejos.
Te aconsejo que lo retires de todos lados», intento mantener la voz tranquila y firme mientras
miro a través de la ventana del taxi. Tres motoristas nos adelantan y giran a la izquierda hacia el
famoso Strip de Las Vegas. Los tres llevan la misma chaqueta con el mismo emblema. Mi
pasado se me pasa por la cabeza y sonrío con satisfacción al recordarme viviendo exactamente la
misma escena en carne propia.
«No sé de lo que estás hablando, Ethan. Ese artículo es de la asociación ambiental, yo…».
Como siempre, Henry quiere parecer excepcionalmente inteligente y salirse con la suya. Casi
puedo escucharlo reírse de su audacia, así que lo interrumpo.
«Ahórrate todo eso. Si no retiras el artículo, entonces…», vacilo por un momento. «Entonces
tendrás que atenerte a las consecuencias», lo amenazo y, furioso, termino la llamada sin esperar
su respuesta.
¿De dónde sacó toda esa información? Estas preguntas me dan vueltas en la cabeza mientras
el taxista conduce lentamente a través del bulevar de Las Vegas.
«Discúlpeme, señor, pero aquí el tráfico es bastante lento», me dice el conductor, quien
seguramente se dio cuenta a través del espejo retrovisor de mi ligera molestia a causa de la
velocidad reducida.
«No hay problema», continúo mirando por la ventana. Hay una multitud de personas
caminando a izquierda y derecha del bulevar. La mayoría de los transeúntes son pequeños grupos
de personas que van en todas direcciones. Las Vegas me hechiza cada vez que estoy aquí. El
calor, los hoteles y las construcciones absurdas, las brillantes luces neón que relucen a la hora del
almuerzo, las cuales realmente son una verdadera tontería bajo el calor de Nevada. Pero por
encima de todas estas cosas, hay algo que realmente adoro de esta ciudad: la cantidad de mujeres
hermosas. Tan solo en los últimos diez segundos, ya he visto a cinco mujeres de veintitantos
años, cada una con un vestidito que apenas les tapaba el culo. En algunas de ellas, el escote era
tan profundo que no podía apartar la mirada de sus tetas. No pude evitar sonreír al notar que mi
polla se erguía dentro de mis pantalones. Y, aún más gracioso que eso, es que la rubia del
aeropuerto se me vuelve a pasar por la cabeza, a pesar de que no llevaba puesto nada
excepcional. Sin embargo, lucía bastante tentadora con su sencillo top blanco. Quizás me
resultaba así de atractiva porque a ella no podía colocarla bajo la categoría de puta, como a
muchas de estas tías que me rodean, o a Roana.
Cuando llegamos al hotel, el taxista me abre la puerta y le entrega mi equipaje al botones.
Hago el check-in en el mostrador sin complicaciones. Cuando pregunto por el número de
habitación de Jared, la recepcionista me informa que mi amigo me ha dejado un mensaje. En la
pequeña nota escrita a mano se lee:
Tengo una reunión. Estaré de vuelta a las tres e iré a verte. Entonces comenzará la fiesta.
Me pregunto fugazmente por qué Jared no me escribió esto en WhatsApp en lugar de utilizar
este anticuado método. Dejo este innecesario pensamiento de lado y miro el reloj. Tengo
aproximadamente una hora hasta que llegue Jared, así que decido aprovechar este tiempo para
darme una ducha y discutir cuestiones aburridas, pero necesarias, con mi asistente. Hablando con
él por teléfono, la primera pregunta que me vino a la cabeza fue quién pudo haber filtrado la
información presente en el artículo del alcalde. ¿Quizás hay un espía en mi empresa? ¿O tal vez
alguno de los empleados bebió demasiado y habló más de la cuenta con alguna belleza que
realmente trabaja para la asociación ambiental?
Alguien llama a la puerta, así que finalizo la llamada con mi asistente y abro. «Hola, Jared.
Por fin llegas», nos abrazamos cariñosamente.
«Me alegro de que hayas llegado bien. He arreglado todo y podemos ponernos en marcha
ahora mismo, si quieres», me dice Jared mientras arregla simbólicamente la pajarita en el cuello
de su traje.
«Creo que también debería ponerme algo así», digo y me dirijo al armario para sacar mi
pajarita y atármela rápidamente al cuello. «Sin embargo, aún hay algo que debemos discutir…».
«¿Te refieres al artículo?», me pregunta Jared y me alegro de que ya sepa de qué va.
«Justamente. Hablé con Henry antes y se lo dije. Ese gilipollas de mierda. Realmente quiere
acabar con nosotros utilizando sus jueguitos de politiquillo», digo y siento cómo me hierve la
sangre. Miro a Jared e intento evaluar cómo se toma todo este asunto.
«Cálmate, Ethan», Jared parece muy tranquilo. En realidad, el artículo no parece molestarle
mucho. No veo ninguna reacción significativa de su parte. ¿Acaso no le importa en lo absoluto, o
ya tiene un plan para solucionarlo?
«¿Cálmate? A ti te es fácil decirlo. No es tu foto la que sale en la revista…».
«Sí, quizás eso sea verdad. Pero tú tienes las conexiones adecuadas para manejar el asunto
con discreción». Ahora comprendo a Jared y entiendo de dónde viene su templanza.
«Así que realmente dices que deberíamos…», no termino de pronunciar la frase, pero pienso
en la opción que Jared siempre deja sobre la mesa. Esto es justamente lo primero en que pensé en
el avión y lo que tenía en mente cuando amenacé a Henry diciéndole que debería atenerse a las
consecuencias. Pero hace años de eso. En realidad, dejé todo eso atrás y el tema ya me parece
cosa del pasado, al igual que conducir una moto. La verdad es que además de mí, solo Jared
conocía esa parte de mi historia. Y así es como debía ser.
Sin decir palabra, me doy la vuelta y salgo al balcón de mi habitación. Necesito pensarlo. No
es algo que pueda decidir espontáneamente. Al menos, no yo. Miro hacia abajo y veo los
numerosos grupos de personas y las mujeres con poca ropa que caminan debajo de mí por el
bulevar de Las Vegas.
Entonces suena mi móvil. Miro la pantalla y veo un número desconocido. ¿Quién podría ser
ahora? ¿Malas noticias? Mi curiosidad me impulsa a contestar.
«¿Sí?».
«Señor, habla el equipo de mantenimiento», me saluda una voz masculina.
«¿Quién habla?», pregunto, frunciendo el ceño.
«Jim. Estamos reparando su avión. O, al menos, eso intentamos. Tan solo quería decirle que
en estos momentos estamos absolutamente seguros de que alguien ha manipulado los sistemas.
Debemos verificarlo todo. Eso nos tomará unos días más».
Durante unos cuantos segundos, ninguno de los dos dice nada. Siento cómo el odio por aquél
regordete y enano de Henry crece dentro de mí y ahora estoy seguro de que Jared tiene toda la
razón en lo que ha sugerido. «Gracias. Por favor, hagan todo lo que sea necesario y
manténganme informado», respondo brevemente y finalizo la llamada.
Vuelvo a mirar hacia abajo y esta vez reconozco a las dos mujeres del aeropuerto. ¿Es posible
que sean ellas? Ambas tienen bolsas colgadas de los hombros, pues probablemente estaban en
compras en alguno de los centros comerciales. ¿Estarán hospedadas en el mismo hotel? ¿O
quizás es simplemente mi imaginación jugándome una mala pasada?
«No tienes que ser extremista por ahora. Quizás tan solo un poco intimidante», me dice Jared,
arrancándome de mis pensamientos. Está en el balcón conmigo y me coloca una mano en el
hombro; seguramente vino a mí poco después de que finalicé la llamada telefónica.
«Sí, tienes razón. Así lo haremos. Y, ahora, vayamos a divertirnos a lo grande».
«Y a por algunas chicas», Jared me sonríe con picardía y saca su móvil. «Espera, quizás
deberías mandarle un saludo a Carla», Jared me muestra la pantalla de su móvil y prácticamente
me lo restriega en la cara.
«Hombre, para. Dijiste que la dejaste en casa», le digo con disgusto mientras le doy un
puñetazo en el hombro. En la imagen que me muestra, puedo ver a Carla mirando la pantalla con
los ojos muy abiertos y la polla de Jared en la boca. La foto fue tomada desde arriba y, aún desde
ese ángulo, puedo apreciar que Carla no lleva nada puesto.
«Oh, vamos. No seas así ahora. Te prometo que lo hace jodidamente bien», se ríe Jared
mientras se guarda el móvil en el bolsillo.
«Ya, vamos. Veamos qué hay por allá abajo. Quizás encontremos algo entretenido», respondo
y juntos salimos de mi habitación.
Quizás encontremos a alguien como la rubia del aeropuerto. Para mí, esta noche eso sería más
que perfecto.
Capítulo 8 ~ Emma
«¿Estás lista?», llamo a Sophia a través de la puerta cerrada del baño en nuestra habitación del
hotel. Lleva más de diez minutos dentro. Además de un ligero zumbido, no hay ningún otro
ruido.
«Sí, estaré lista en un momento. Solo quiero ponerme las pestañas», me responde con voz
resplandeciente.
Sophia parece tomarse todo esto muy en serio y seguramente hoy querrá bailar en el tubo. La
verdad es que no puedo culparla, pues se supone que esta sería su luna de miel y parece estar
lidiando con la ruptura sorprendentemente bien. Así que, si ella desea celebrar, yo seré la última
en detenerla. En el fondo, también me alegro de que estemos en Las Vegas, pues nadie nos
conoce aquí. En Nueva York siempre tengo la preocupación de encontrarme con alguien del
trabajo en los clubes. Por supuesto, yo sé que la probabilidad es relativamente pequeña en una
ciudad tan grande, sin embargo, no hay nada que yo pueda hacer para dejar de pensar en esa
pequeña posibilidad.
Estoy sentada en el borde de la cama y me miro en el gran espejo que está sobre la pared. Al
observarme, acaricio mi vestido nuevo con las yemas de los dedos y me alegro de que, gracias a
su color negro, esconde perfectamente todas las áreas problemáticas que me acomplejan. Cuando
le comenté esto a Sophia mientras nos dirigíamos a la zapatería, ella arrugó la nariz con desdén y
dijo: «Pero ¿de qué áreas problemáticas hablas? ¿Tú te has mirado en el espejo? ¡Tienes una
figura fenomenal!».
Me pregunto si también debería maquillarme y colocarme pestañas postizas como Sophia,
pero al final decido no hacerlo. No me gusta cuando mi cara está tan recubierta de productos que
siento como si mi piel ya no pudiese transpirar. Así que decido simplemente utilizar un poco de
polvos y dejarme lo demás al natural. Después de todo, hoy no me apetece salir a coquetear, sino
que espero pasar una noche de diversión con Sophia. Aunque… como se está arreglando tanto,
cada vez me queda más claro que probablemente Sophia tenga otros objetivos.
Saco el móvil de mi bolso que dejé junto a mí sobre la cama. Mis ojos observan brevemente
mis zapatos nuevos, con la punta cerrada, tal como yo los quería y, por lo tanto, ocultan
discretamente el problema con mis dedos. La verdad es que fue casi como si los zapatos hubieran
estado esperándome. Cuando entramos en la zapatería, me llamaron inmediatamente la atención.
En menos de cinco minutos ya estábamos caminando de vuelta al hotel. Generalmente, esto se
podría describir como compras fugaces.
Le escribo a mamá un breve mensaje, tan solo para decirle que Katie se encuentra bien y que
no deberíamos preocuparnos. Considero rápidamente la posibilidad de escribirle más, pero
quiero mantenerme firme al acuerdo que hice con Katie. Ya dependerá de ella manejar su
situación y si le contará a mamá más detalles.
«Lista. ¿Nos vamos?», Sophia sale del baño dando brinquitos de buen humor. Vuelvo a meter
mi móvil en mi bolso y levanto la mirada.
«Pero qué locura. Te ves increíble», se me escapa de la boca con toda honestidad. El nuevo
vestido de Sophia, en donde los colores morado y negro se difuminan entre sí, va la perfección
con el maquillaje que se ha hecho. Al parecer, mi amiga realmente ha pensado en cada detalle e
incluso se ha hecho un mechón de cabello color púrpura a cada lado. El color violeta realmente
combina a la perfección con su melena negra y, en conjunto con el vestido y los zapatos, crean
una imagen sensacionalmente hermosa. Con mi cara lavada y sencillo vestido, ahora yo me
siento bastante desarreglada.
«Gracias. Eres un amor», responde Sophia y me da un beso en la mejilla.
Entonces cogemos nuestros bolsos, abandonamos la habitación y cogemos el ascensor hacia el
primer piso. El botón correspondiente en el elevador está etiquetado con la palabra Casino.
Cuando se abren las puertas del ascensor, es como si hubiésemos entrado a otro mundo.
Desde la escalera increíblemente ancha con barandilla de mármol, parte de la luz del día cae
desde la planta baja hasta la habitación sin ventanas y con iluminación artificial exclusivamente.
A pesar de que apenas es pasado el mediodía, inmediatamente me inunda la sensación de estar
dentro de una fiesta que ha comenzado hace mucho tiempo. En todas partes hay luces brillantes e
intermitentes, letras en neón que automáticamente cambian de color rosa a amarillo. Todo este
espectáculo viene acompañado por el traqueteo y los pitidos de las máquinas, la música del club
y los vítores y carcajadas de las personas que se abultan en las máquinas y mesas de juegos.
Al ver a toda esa gente en las máquinas y los pasillos, mi miedo de estar desarreglada
desaparece. Aquí hay de todo. Veo a una mujer con un vestido resplandeciente con lentejuelas
por todas partes; sin embargo, es tan alta y robusta que me parece que incluso podría ser un
trasvesti. Luego, hay un grupo de mujeres jubiladas que baja por las escaleras. Todas llevan
riñoneras y la primera ni siquiera parece haberse quitado las zapatillas después de su caminata
matutina. Aquí hay todo tipo de personalidades. En Las Vegas, todas las clases sociales se unen.
Todo el mundo sueña con tener suerte y volver a casa con el premio gordo y buenos recuerdos.
Nos movemos lentamente en dirección a las máquinas tragamonedas y cuando mis ojos se han
acostumbrado a las luces intermitentes, puedo ver lo enorme que es el casino. Hay numerosas
mesas bajo una enorme cúpula subterránea en medio de la habitación. Algunos pasillos llevan a
esa zona y otras áreas. De verdad parece un laberinto de juegos de azar.
«Vamos, hay una máquina libre por allá, al final de la rotonda», Sophia tira de mi brazo,
emocionada. Miro a mi alrededor y comprendo a lo que se refiere. Un poco más allá, las
máquinas parecen formar un círculo. Del centro de la circunferencia sobresale una enorme
pantalla en donde se puede leer en números de neón el total del premio mayor. Los números se
encuentran en constante movimiento, lo cual parece indicar que el premio gordo aumenta a cada
minuto.
Después de sentarnos en los taburetes frente a la barra de la máquina tragamonedas que tiene
una larga palanca a un costado, una camarera se acerca a nosotras y nos entrega dos vasitos de
agua y un cuenco con cacahuetes.
«No hemos pagado nada».
«No os preocupéis. Aquí las bebidas sin alcohol son gratis. Por cierto, así es en casi todos los
casinos de Las Vegas», amablemente me explica cómo funciona el servicio en esta ciudad. «¿Os
apetece algo más de beber?».
«Un mojito bien grande», responde Sophia inmediatamente, pues cogió el menú que estaba en
la barra de la máquina tragamonedas y ya lo ha leído rápidamente.
«Genial. ¿Y para usted?», me pregunta la camarera y escribe el pedido en su tableta
electrónica.
«Estoy bien, gracias. Solo beberé agua por ahora», respondo, pues quiero revisar la lista de
precios minuciosamente antes de desperdiciar generosas sumas de dinero en un simple cóctel.
«Estáis de suerte, nuestra happy hour acaba de comenzar hace dos minutos. Os daremos dos
mojitos por el precio de uno», nos explica alegremente y se despide de nosotras.
«No debes beberlo si no quieres. Estoy segura de que puedo con los dos yo solita, tengo una
sed impresionante», me dice Sophia, casi sin un ápice de abnegación.
Asiento con la cabeza y la miro mientras cambia un billete de cincuenta dólares para ella y
uno para mí en muchas pequeñas monedas especiales para la máquina tragamonedas. Entonces
vuelve con dos cuencos enormes llenos de pequeñas y brillantes moneditas de oro.
Jugamos unas veinte rondas y nuestros cuencos no parecían disminuir. De vez en cuando, una
de nosotras gana dos o tres monedas. Es un juego astuto, pues te hace sentir la necesidad de
seguir jugando y de vez en cuando experimentas un pequeño logro.
Sophia se acabó los dos mojitos increíblemente rápido y pidió dos más. «Tienes que
aprovechar la happy hour», me dice. A juzgar por su voz, sé que el alcohol ya está surtiendo sus
efectos.
¿Quizás no está sobrellevando la situación con Joey tan bien y lo compensa con alcohol? No
quiero estropear su diversión y jugar a la amiga sincera. Pero, si las cosas continúan igual
mañana, definitivamente sacaré el tema.
Después de muchas más rondas que ya ni siquiera puedo contar, veo que mi cuenco de
monedas finalmente está medio vacío. La gran victoria aún no se ha materializado para nosotras
y tengo la sensación de que volveré a casa con la cuenta bancaria en cero y me pregunto por qué
compré este costoso vestido, en primer lugar.
Sophia vació sus últimos mojitos y ordenó un plato de nachos con salsa Texas junto con su
siguiente ronda.
«Oh, ¿sabes? Me alegro tanto de que estés aquí. No habría sido tan divertido con Joey. Él
siempre quiere hablar de mi trabajo y me aconseja que haga otra cosa, solo porque las cosas no
siempre van bien y en ocasiones no tengo demasiado trabajo como maquilladora. Pero Nueva
York no es Hollywood…», me dice Sophia arrastrando ligeramente la voz. Me sorprende lo bien
parada que está después de cuatro mojitos en apenas poco más de dos horas. Las cosas podrían
haber resultado muy diferentes.
Luego habla de varios temas al mismo tiempo y yo no sé cómo abordarlos, realmente.
¿Quizás ahora es el alcohol el que está hablando? ¿Sophia quiere que haga algún comentario al
respecto, o simplemente está descargando su frustración?
Decido levantarme del taburete e ir al baño para pensar mejor las cosas por un momento.
En este momento la camarera coloca el pedido sobre la mesita frente a la máquina
tragamonedas y nos desea buen provecho. Me parece increíble que, de alguna manera, el
ambiente te hace sentir como si estuvieras en un bar o en un club. La gente, la música, las
luces… Y, al ser así, gastas dinero constantemente. Todo está sumamente bien planeado, pienso
rápidamente mientras me dispongo a caminar en dirección al baño.
Entonces sucede. Sophia se da la vuelta para coger uno de sus mojitos. Entonces se da cuenta
de que en esta ocasión tan solo recibió uno en lugar de dos.
«Oye, espera un minuto…», dice Sophia mientras se levanta del taburete e intenta pedirle a la
camarera que regrese, haciendo un ademán poco natural y entrecortado con la mano. Al hacerlo,
tira al suelo nuestras dos tazas con monedas, su mojito y los nachos con salsa, todo lo que estaba
prolijamente sobre nuestra barra frente a la máquina tragamonedas. Menos mal que yo me
acababa de levantar, de lo contrario todo ese desastre habría terminado sobre mi regazo.
«Oh, puta mierda», maldice Sophia con un chillido y se tambalea un poco hacia un lado.
«Déjalo. Yo me encargo. No pasa nada», intento calmar a Sophia con voz tranquilizadora,
coloco mi mano alrededor de sus hombros y le pido que se siente de nuevo.
Ella se da la vuelta para volver a su taburete, se tambalea un poco y entonces choca con un tío
que lleva una pajarita en el cuello.
«Oye, si quieres meterte conmigo, al menos hazlo bien», le responde el hombre con una
sonrisa y le ofrece una mano. «Me llamo Jared, ¿y tú?», le pregunta mientras coge la mano de
Sophia y le besa el dorso.
«Sophia», responde ella con una risilla infantil.
¿De verdad este tío la está seduciendo? Me asombra la manera en que transcurre la noche y
comienzo a recoger las moneditas del suelo, de las cuales Sophia ya parece haberse olvidado por
completo.
De pronto, una de las camareras del casino se acerca a mí para ayudarme con el desastre.
«No se preocupe, nosotros nos encargaremos y le devolveremos todas sus moneditas. Pero
¿podría dárnoslas por un momento? Debemos lavarlas, de lo contrario podrían estropear las
máquinas si les entra demasiada salsa Texas», me dice una amable camarera. Uno de los
ayudantes rápidamente retira los nachos y la salsa; parece bastante bien entrenado para
situaciones así.
Cuando todo el desastre está limpio, miro a mi alrededor. Este tal Jared sigue de pie frente a
Sophia. Entonces veo que hay una monedita de oro justo a un lado de su zapato. ¿Cómo llegó
hasta ahí? Las demás moneditas estaban tiradas en otra dirección, ¿cierto?
Me encojo de hombros y me estiro para coger la monedita. En ese momento, otra mano en mi
campo de visión también intenta cogerla. Miro hacia un lado y me encuentro con ese par de ojos
azules que vi en el aeropuerto y que desde entonces no he podido quitármelos de la cabeza. Nos
miramos por unos momentos. Su mirada tiene una intensidad fenomenal y creo que puedo ver las
comisuras de sus labios torciéndose en una sonrisilla.
«Discúlpame, yo…», comienzo a excusarme nerviosamente. «¿Es tu moneda?», la voz me
tiembla un poco. En uno de los bordes de la moneda descubro un rasguño y me pregunto si aún
funcionará.
«No, yo no tengo moneditas. Debe ser tuya», el hermoso desconocido recoge la monedita del
suelo y me la entrega.
Nos levantamos y continuamos mirándonos. Sus ojos y su apariencia en general parecen
causar una increíble atracción sobre mí. «Por cierto, soy Ethan y este de aquí es mi amigo Jared»,
me dice y coloca su mano por unos segundos sobre el hombro del tío que se encuentra
enfrascado en una conversación con Sophia. Los dos se ríen y parece que nos ignoran por
completo, pues solo tienen ojos el uno para el otro.
«Me llamo Emma». Nos damos un apretón de manos y me alegro de que no sea tan descarado
como su amigo Jared para besarme el dorso de la mano. Sin embargo, al mismo tiempo siento la
necesidad de no volver a perderlo de vista otra vez.
Cuando Ethan suelta la monedita sobre mi mano, puedo ver cómo sus ojos se posan en la
pequeña cicatriz de mi muñeca. «Ese vestido te queda muy bien, por cierto», me dice con voz
ronca y tranquila. Siento cómo se me pone la piel de gallina.
«¿Quieres tirar la moneda en la máquina conmigo?», le pregunto para disminuir un poco la
tensión entre nosotros. «Después de todo, la encontramos juntos y ese es el menor de todos los
incidentes que nos han ocurrido hoy».
«Sí, vale. Pero entonces estamos a mano. El capuchino se lava con facilidad del zapato, pero,
tu amiga parece siempre tener ese tono tan duro», Ethan sonríe para sí mismo y señala a Jared y
Sophia con un movimiento de cabeza.
Juntos volvemos a la máquina tragamonedas. Inserto la moneda y sujeto la palanca con la
mano. Ethan coloca su mano sobre la mía y siento el firme tacto de su mano sobre la mía; su piel
es cálida y rápidamente deseo que vuelva mi cuenco con las demás moneditas limpias para que
podamos seguir jugando juntos.
«¿A la cuenta de tres?».
«Uno, dos, tres», contamos juntos y tiramos de la palanca hacia abajo. Al mirar la pantalla,
puedo ver que se está formando gradualmente un patrón con pequeños diamantes.
Entonces, de pronto, la pantalla frente a nosotros gira, suena una alarma y escucho una sirena
ensordecedora desde alguna parte. Sobresaltada, miro alrededor y por unos momentos realmente
no llego a entender lo que acaba de suceder.
Entonces miro a la pantalla de nuestra máquina tragamonedas, que ahora se ha vuelto
completamente negra y se puede leer en letras doradas la palabra: «¡Jackpot!».
«Creo que acabamos de ganar algo», me dice Ethan, quien está de pie a mi lado con las manos
en los bolsillos, completamente tranquilo.
¿Cómo puede estar tan tranquilo? Siento que el corazón se me acelera y miro hacia la pantalla
central una vez más. «Premio gordo: $30,023.04».
Miro a todas las máquinas tragamonedas a nuestro alrededor, pero en ninguna se ve una
pantalla especial. De verdad parece que nos hemos ganado el premio gordo. Aturdida, me llevo
el dedo índice a la sien e intento calmarme un poco.
«¡Felicidades!», escucho una voz a mi lado. «Soy el gerente del casino. Acabas de ganar el
premio gordo de la casa», me explica un amable caballero con traje.
«Gracias», es lo único que alcanzo a pronunciar mientras me aferro a la barra para
mantenerme en pie y Sophia se tambalea chillando de un lado a otro y me da un exuberante beso
en la mejilla.
Capítulo 9 ~ Ethan
«¡Joder!». No lo puedo creer. El gerente del casino está con nosotros y estrecha la mano de
Emma. Evidentemente, se encuentra complacido de que una joven tan atractiva haya ganado el
premio gordo de su casino.
«Pero no he ganado sola. Fue un esfuerzo conjunto», escucho la voz de Emma mientras me
apunta con el dedo. El dueño del casino me mira por un momento, asiente y después susurra algo
a su asistente, quien se encuentra a unos pasos detrás de él. Él asiente y se marcha.
«Te dejaré solo con esta dulzura. Las cosas se ven muy prometedoras entre vosotros,
considerando que piensa compartir su premio contigo», me susurra Jared. «Yo iré a la mesa de
póquer con mi conquista. Espero estar de suerte hoy». Jared sonríe con arrogancia, le da una
nalgada a Sophia y ella suelta una risita. Estoy completamente sorprendido de los efectos que
puede tener un poco de alcohol en la gente. En el aeropuerto, mi percepción de Sophia fue que
era una bestia y una feminista y, sin embargo, ahora se deja tocar el culo como si fuese una
colegiala. Este tipo de mujer no es precisamente astuta, y me parece que es justamente el tipo de
mujer que Jared busca en estos momentos. Me parece inevitable que ambos terminen la noche
juntos.
«Ethan, creo que ya viene nuestro premio. El gerente solo debe aclarar en administración que
hemos ganado juntos y debemos llenar un formulario. Oh, Dios mío, no…», dice Emma llena de
emoción, pero entonces se interrumpe a media frase mientras observa que Sophia y Jared se
están marchando. «¿A dónde van esos dos?», me pregunta. Yo también los veo caminando
cogidos del brazo en dirección a una de las mesas de póquer.
«Jared también quiere ganar algo», le sonrío a Emma. «Y me parece que a tu amiga le gusta
su compañía».
«Eso parece… no, oh, Dios, no puedo con la emoción. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?»,
me dice Emma, cambiando rápidamente el tema de su amiga. Se lleva una mano al pecho y
entonces me doy cuenta de cuánto le tiemblan los dedos a causa de la adrenalina y la emoción.
«Vamos, creo que necesitamos un poco de aire fresco», sugiero y me siento aliviado de que
Emma esté de acuerdo. Con lo nerviosa que está, seguramente colapsará si no hago nada al
respecto. No sería la primera persona en desmayarse a causa de la emoción y la adrenalina
después de ganar. Pero yo quiero prolongar nuestra reunión esta noche, así que cojo su mano y le
explico a la otra asistente del gerente que tan solo saldremos a tomar un poco de aire. Ella asiente
y nos sonríe sin decir palabra.
Entonces juntos subimos por las enormes escaleras, atravesamos el vestíbulo de la entrada y
salimos por la puerta giratoria. Afuera, el aire cálido del desierto nos golpea en el rostro. El cielo
ya ha comenzado a oscurecer, sin embargo, aún se siente el abrumador calor que sube desde el
asfalto. Las luces de la ciudad son mucho más intensas que durante el día. Los numerosos coches
y motos que pasan por la calle inundan el aire con un aroma a gasolina que hace que sea
imposible hablar sin perder ligeramente el aliento. Tampoco es posible tener mucha tranquilidad
con todos grupitos de invitados que conversan.
Me parece un tanto cómico que Emma esté tan emocionada por ganar treinta mil dólares. Para
ella debe suponer una cantidad de dinero significativa. Quizás es más de lo que gana en un año.
En mi caso, repostar combustible en mi avión privado es mucho más caro, sin mencionar las
reparaciones que superarán con creces esta cantidad. Y ninguno de estos gastos hace que se me
acelere el pulso. Me parece gracioso cómo alguien puede valorar la misma cantidad de dinero de
manera tan distinta.
Emma está de pie a mi lado, mira a su alrededor y se muerde las uñas nervios. Me parece algo
extraño, así que la observo por el rabillo del ojo hasta que parece darse cuenta de lo que está
haciendo y entonces baja la mano.
«Oh, Dios mío, lo… lo siento, es un estúpido hábito que tengo», me explica.
«No hay problema. Yo no he dicho nada», le sonrío. «¿Te sientes mejor?», pregunto y
examino cuidadosamente sus hermosas y femeninas curvas ocultas bajo su vestido negro. El
corte se adapta perfectamente a su figura y resalta maravillosamente sus pechos y glúteos. La
verdad es que tiene un cuerpo fenomenal y siento un enorme deseo de arrancarle ese vestido y
tocarla por todas partes. Pero ¿será la clase de mujer que me permitiría hacer eso de inmediato?
Quizás no, pero ahora mismo se encuentra en un carrusel emocional. Quizás hoy abra puertas
que normalmente están cerradas.
«¿Mamá?», escucho la voz de un niño cerca de nosotros, aparto los ojos de Emma y miro
alrededor con curiosidad.
«Hola, campeón. ¿Estás bien?», le pregunto colocando mi mano de manera gentil y amistosa
sobre el hombro del pequeño.
«No encuentro a mi mamá», me dice con desesperación y puedo ver en sus ojos la manera en
que se esfuerza por no romper en llanto. Miro brevemente a Emma y nuestros ojos se encuentran.
Ella me mira esbozando una sonrisa cálida y asiente suavemente con la cabeza.
«No te preocupes, amiguito. Te ayudaremos a encontrarla. ¿Dónde fue la última vez que la
viste?».
«Creo que por allá», nos dice señalando al otro lado de la calle.
«Queríamos comprar un helado allí mismo. Entonces corrí y cuando miré atrás, mamá ya no
estaba», nos explica cruzando los brazos frente al pecho.
«¿Te dejan cruzar la calle solo? Este bulevar no es un lugar seguro para niños de tu edad».
«Ya casi tengo ocho años. Además, mamá estaba aquí hace un momento», se defiende el niño.
«Vale, vamos juntos. Quizás tengamos suerte», después de sopesar sus opciones por un
momento, el niño asiente y sin decir palabra nos coge de la mano a Emma y a mí. Cruzamos la
calle juntos. Si alguien nos viera, seguramente pensaría que somos una pequeña familia y este es
nuestro hijo. Sonrío para mí mismo ante esta idea. Cuando llegamos al otro lado de la calle, me
inclino hacia el pequeño.
«¿La ves por alguna parte?».
«No», me responde después de mirar alrededor y caminar algunos pasos de izquierda a
derecha. Es obvio que el niño no puede ver nada, pues hay bastante bullicio en el área y el cielo
está cada vez más oscuro.
«¿Sabes una cosa? Llamaré a la policía, ellos seguramente podrán ayudarnos», sugiero y saco
el móvil del bolsillo interior de mi chaqueta.
«¿Tony?», una aguda voz femenina penetra en mis oídos mientras decido si realmente debo
llamar al 911. «Ahí estás, cariño. Me tenías tan preocupada», la madre coge a su hijo, lo besa y
lo abraza y acaricia su cabello con dulzura.
«Ellos me ayudaron», le dice Tony a su mamá.
«Gracias. Muchas gracias», la madre está aliviada y se enjuga las lágrimas de alegría para
estrechar nuestras manos efusivamente, a manera de agradecimiento. «Vamos, Tony. Vayamos a
por ese helado».
«Quiero uno de color azul», escuchamos decir a Tony mientras ambos se alejan caminando de
la mano y el pequeño le cuenta los sucesos a su madre.
«Ha sido muy bonito que te preocuparas por el niño de esa manera», me dice Emma mientras
me mira a los ojos.
«Mi hermano tiene un pequeño de la misma edad. Pero no lo veo muy a menudo», le explico
brevemente y cambio el tema. «¿Te apetece ir a tomar algo?», le sonrío a Emma y extiendo mi
mano, como si fuera completamente normal volver al casino cogidos de la mano.
«Me encantaría», responde con una sonrisa y acepta mi mano. Su piel es increíblemente
suave.
Poco después de que volvemos al casino y la asistente nos mira, aparece el gerente del casino
con un pequeño maletín de metal en las manos. Me asombra que este casino pague semejante
cantidad de dinero en efectivo, sin embargo, recuerdo que Jared me explicó que en Las Vegas
esto es normal para cifras de hasta cincuenta mil dólares. Tan solo cuando el premio supera esa
cantidad hacen cheques o transferencias bancarias.
«Antes de entregaros vuestro premio, me gustaría pediros que llenéis este formulario, por
favor», nos dice señalando una pequeña hoja de papel.
«¿Qué es eso?», pregunto y miro la pequeña hoja mientras Emma ya está ocupada
completando su pequeño formulario en una de las mesas junto a nosotros.
«Con esto formará parte de nuestro Winners Club. Por supuesto, completamente gratis. Es un
club exclusivo donde integramos a todos los ganadores del premio mayor y los invitamos una
vez al año para saber cómo les fue con sus ganancias», me explica el gerente. «Muchos tienen
dificultades con viejos conocidos y se alegran de tener esta pequeña reunión e intercambio de
experiencias», continúa y probablemente se da cuenta del escepticismo en mi rostro.
«Ethan, todavía no puedo creerlo», dice Emma notablemente emocionada. Le entrega el
formulario completo al asistente y me abraza. Disfruto de esta repentina demostración de afecto
y estoy casi seguro de que esta noche pasaremos una velada inolvidable. No puedo evitar sonreír.
«Me encantan esas sonrisas, permitidme tomaros una fotografía. ¿Cuándo fua la última vez
que hubo dos ganadores tan fotogénicos en el casino?», escucho la voz de un hombre cerca de
nosotros, quien sostiene una enorme cámara profesional en sus manos. «Soy el fotógrafo del
hotel. Todos los ganadores reciben una fotografía gratuita como recuerdo», me explica. «Ahora,
mírenme y digan Cheeeeeeese».
«Muchas gracias. Pueden recoger su foto en recepción», nos explica rápidamente, hace una
pequeña reverencia y se marcha tan rápido como llegó.
«No lo necesito», le explico al gerente y le entrego mi formulario del Winners Club en blanco.
Él me mira asombrado. Está a punto de decir algo, pero me adelanto: «El premio es de ella»,
digo señalando a Emma, quien ahora también escucha nuestra conversación. «Ella es la única
ganadora. Era su moneda. Yo solo estaba aquí por casualidad».
«Vale, en ese caso, enhorabuena por ganar el premio gordo, señorita», me dice el gerente
mientras me da la espalda y le entrega a Emma el maletín con el dinero. «Aquí está su premio.
Que se divierta mucho con él. Y, por supuesto, todas las bebidas que se tome hoy corren por
cuenta de la casa. ¡Puede ordenar lo que le apetezca!», le explica y hace un ademán con la mano
como si fuese el dueño del bar. Luego se aleja de nosotros y abraza a una de sus asistentes, quien
ha estado detrás de nosotros todo el tiempo.
Emma me mira incrédula. Sonríe de oreja a oreja y en sus ojos puedo ver que está a punto de
llorar de felicidad.
«¿De verdad, Ethan? ¿Me darás tu parte del premio?», me pregunta susurrando.
«Sí, de verdad. Y ahora, tranquilízate. Todo está bien. Soy el dueño de unas cuantas empresas.
Digamos que tengo buenos ahorros», intento hablar con la mayor neutralidad posible y no sonar
arrogante.
«Muchas gracias, Ethan», susurra, se acerca a mí y me besa en la boca. Me sorprende lo
rápido que sucede, apenas tengo tiempo de reaccionar. Lo único que puedo pensar es que sus
labios son maravillosamente suaves. Después de un instante en el que simplemente nos sentimos
mutuamente, el beso se vuelve apasionado y salvaje.
Rodeo su cintura con mis manos para hacerle entender que ya no la dejaré ir.
Capítulo 10 ~ Emma
¡Paaaaam!
La puerta de la habitación del hotel de Ethan, en el tercer piso, se cierra con un estrepitoso
golpe a mis espaldas. Ethan, de alguna manera, consiguió abrir la puerta con la tarjeta sin dejar
de besarme apasionadamente; en la boca, en el cuello, en todas partes. En el pasillo del hotel se
me escapó un gemido que no pude contener. Gracias a Dios no había nadie alrededor y tan solo
nos encontramos con una persona en el trayecto hasta la habitación…
Pero las cosas no comenzaron aquí, frente a la puerta. Todo comenzó con el beso después de
que me entregaron el dinero. Fue una reacción espontánea de mi parte que de pronto se convirtió
en un largo y apasionado beso, cada vez más salvaje. Al cabo de un rato, el gerente del hotel
volvió a nosotros, se aclaró la garganta para atraer nuestra atención y, con bastante vergüenza,
nos explicó que algunos de los huéspedes se habían quejado de nuestros besos inapropiados
frente a la máquina tragamonedas.
«¿Pueden continuar en otro sitio, donde no les molesten?», nos pidió y pude ver lo
avergonzado que estaba.
«Sí, claro que sí, ¿o no?», me preguntó Ethan con voz profunda, mirándome fijamente a los
ojos y cogiendo mi mano.
«Sí, sí, claro», le respondí y sentí un cosquilleo recorriéndome el cuerpo.
«Entonces vamos, Emma», me dijo Ethan haciendo un gesto con la cabeza en dirección a los
ascensores, dejando a sus espaldas al gerente del hotel, sin prestarle ninguna atención. Me dio la
impresión de que el hombre estaba aliviado de haber resuelto el asunto de manera tan sencilla.
Cogidos de la mano, nos detuvimos frente a la puerta plateada del ascensor, esperando a que
llegara la cabina. Por el rabillo del ojo miré a Ethan y me pareció ver cierto brillo de lujuria en
sus ojos, además de una sonrisita codiciosa en sus labios.
Mirar a ese hombre tan apuesto y darme cuenta de que él sintiera semejante deseo por mí,
hizo que incrementara mi excitación y expectativa por lo que ocurriría a continuación.
Después de unos segundos, el ascensor emitió un pitido cuando las puertas se abrieron frente
a nosotros. Entramos y Ethan oprimió el botón del piso 3. La tensión entre nosotros era tan
intensa, que me pareció casi como si pudiera palpar la electricidad en el aire.
En el momento en que las puertas del ascensor se cerraron, Ethan me miró y me empujó hasta
colocar mi espalda contra la pared, cogió la muñeca de mi mano izquierda, con la que yo
sostenía el pequeño maletín con mi premio gordo, y con la mano derecha sostuvo firmemente mi
nuca.
El beso fue salvaje y agitado, tal como lo ameritaba esta descabellada situación. Nuestras
lenguas se saboreaban codiciosas, ansiosas de penetrar la boca del otro. El beso salvaje estaba
acompañado por los gemidos que me era imposible contener y el ronroneo gutural de Ethan.
Soltó mi muñeca y deslizó la mano bajo mi vestido. Se movió lentamente con sus cálidas manos
alrededor de mis muslos y entrepierna. Entonces todo sucedió demasiado rápido. Colocó la
palma de su mano sobre mi tanga y presionó suavemente contra mi coño. Ese repentino y sutil
movimiento me hizo estremecer y gemí con excitación.
«¿Acaso no podéis esperar hasta llegar a vuestra habitación?», nos preguntó un hombre mayor
cuando la puerta del ascensor se abrió en el tercer piso. Estábamos tan concentrados el uno en el
otro, que no nos dimos cuenta de que habíamos llegado a nuestro destino.
Nos separamos, sobresaltados. La mano de Ethan salió de mi vestido tan rápido que apenas
me di cuenta. Aún podía sentir la calidez de su mano en mi entrepierna y quería que
continuáramos tan pronto como fuera posible.
«Disculpe, señor. Estamos en camino», dijo Ethan con una sonrisa y salió del elevador,
tirando de mí detrás de él. Al pasar junto al señor, me pareció que se trataba justamente del
mismo hombre que se quejó del ruido de mi móvil en el autobús después de bajar del avión.
«Que tenga una buena noche», le dijo Ethan por encima del hombro y una risilla en la voz. Yo
tampoco pude evitar reír, pues la situación era bastante graciosa. Nos habían pillado besándonos
y nos sentíamos como un par de adolescentes haciendo algo prohibido. Y, además, quien nos vio
fue justamente por el mismo señor que se molestó por los ruidos de mi móvil.
Caminamos juntos a través del pasillo hasta que Ethan se detuvo en seco. «Para. Es aquí», me
susurró y nos miramos directamente a los ojos. Sus ojos azules brillaban y parecía como si
quisiera devorarme completamente, aquí y ahora. Ethan me deseaba, eso lo podía ver claramente,
al igual que la manera en que su lujuria había incrementado desde que entramos en el ascensor.
Como si fuésemos animales salvajes, nos abalanzamos el uno sobre el otro y hasta ahora aún
me pregunto cómo abrió Ethan la puerta de su habitación, sobre la cual yo recargaba la espalda
mientras nos besábamos.
Entro a su habitación caminando de espaldas y coloco el pequeño maletín con mi dinero en el
suelo. Ninguno de los dos se molesta en encender las luces. Gracias a los numerosos letreros
neón que relucían en la calle, tenemos suficiente iluminación para ver lo que está a punto de
ocurrir.
«Joder, Emma. Eres tan caliente», me susurra Ethan mientras cierra con habilidad la puerta
poniéndole el seguro. Finalmente estamos solos, sin nadie que nos interrumpa.
Como si fuese un depredador acechando a su presa, Ethan se me acerca lentamente. Se quita
la chaqueta y la deja caer en el suelo descuidadamente. Se arranca la camisa y los botones salen
disparados en todas direcciones. Pero no parece importarle en lo absoluto. Ethan tiene una figura
impecable y confirma todas mis sospechas: debajo de ese elegante traje se esconde un cuerpo
completamente atlético. Me parece como si cada músculo estuviera perfectamente entrenado y
puedo ver lo bien definido que está su abdomen.
«Mmmmm…», no puedo evitar jadear y ser consciente de lo mojada estoy, pues me excita a
sobremanera que un hombre tan atractivo como él me desee con tanta desesperación.
Con las yemas de los dedos acaricio su estómago, dibujando los músculos de su abdomen
lentamente.
«Más abajo», me dice Ethan con voz firme. Coge mi muñeca y la coloca encima de sus
pantalones. Lo miro directamente a los ojos. Este trato es completamente nuevo para mí, pero de
alguna manera, me gusta. Ethan parece saber exactamente lo que quiere y está preparado para
conseguirlo. Me agrada la idea de obedecerle, siempre y cuando las cosas no se vuelvan
demasiado extrañas.
Por encima de sus pantalones siento su polla dura y estoy completamente sorprendida de lo
grande que es. Ethan deja escapar un gruñido de placer. Entonces comienza a besarme
apasionadamente y nuestras lenguas juguetean juntas, como si se conocieran desde hace mucho
tiempo. Lentamente froto mi mano sobre sus pantalones, moviéndome de arriba abajo, sin dejar
de mirarlo firmemente a los ojos, lo cual parece gustarle.
Entonces él sujeta el dobladillo de mi vestido y lo levanta. Dejo sus pantalones por unos
segundos y estiro las manos por encima de la cabeza para que Ethan pueda sacarme el vestido.
Mientras me desvisto, inmediatamente comienza a abrirme el sujetador. Este cae al suelo sin más
y Ethan coge mis pechos con sus manos, amasándolos con habilidad.
«Oh, sí, ¡tómame!», gimo y no atino a decir cuándo fue la última vez que me sentí tan deseada
por alguien.
«En la cama», me dice con tono autoritario y lo único que se me viene a la mente es
obedecerle. Cuando estamos en la cama, me quito la tanga y la arrojo con el pie, lejos de
nosotros. Veo a Ethan acercándose a mí con esa misma mirada depredadora en los ojos mientras
se desabrocha los pantalones y se baja los calzoncillos.
Su polla está tan dura y es tan grande que por un momento me preocupa que pueda hacerme
daño. «Hazlo con cuidado», le susurro y me doy cuenta de que estoy tan caliente y mojada que
no puedo esperar a que meta su polla dentro de mí.
«Solo si te portas bien», me susurra mirándome con una sonrisita. «Date la vuelta y aguántate
al cabezal de la cama», me explica cómo quiere que lo hagamos. Sigo sus instrucciones y miro
de reojo a través de la ventana frontal. Desde la cama se puede ver el bulevar de Las Vegas. A
pesar de que ya ha anochecido, aún se pueden ver muchas personas felices y exuberantes
reunidas en la calle. Por un momento me pregunto si pueden vernos desde allá abajo. En cierto
modo, este pensamiento me emociona… y entonces el placer estalla dentro de mí.
Ethan se sube a la cama detrás de mí, arrodillándose entre mis piernas. Simultáneamente, con
sutileza me da una nalgada en el culo, el cual yo recibo de buena gana, y con la otra mano
juguetea con mi clítoris un poco.
«Aaahhh…», grito llena de lujuria y me alegro de que no me azotara demasiado fuerte. De
hecho, me gusta mucho la manera en que lo hizo.
Entonces con la mano juguetea con mi coño afeitado, recorriendo mis labios con sus dedos.
Los mueve de adelante a atrás unas cuantas veces. «Mmmmhhhmmm», contengo un gemido. Se
siente tan bien. Ya no aguanto más, quiero sentir a Ethan dentro de mí.
Y sucede más rápido de lo que esperaba. Con la mano abre los labios de mi coño y siento
como su enorme y rígida polla se desliza dentro de mí, lento y profundamente. Gimo con placer
y Ethan también. Cuando estoy segura de que está completamente dentro de mí, empuja un poco
más. Ahora siento la pelvis de Ethan tocando mi trasero y su polla llega al fondo de mi coño.
«Joder, Ethan… es tan grande. Se siente tan bien».
Ethan coge mis caderas y comienza a moverse lentamente dentro y fuera. Al principio muy
lentamente, después cada vez con más fuerza. Me esfuerzo por sujetarme a la cabecera de la
cama y así no chocar contra la pared.
No puedo contenerme más y grito llena de excitación y lujuria.
«Aaaahhh».
«Ooohhh».
Su dura polla estimula mi punto G. Estoy en un estado de éxtasis total. Jamás había tenido
sexo tan fuerte e intenso, estoy segura.
Entonces vuelve a dame una palmada en el culo. Me parece que esta vez lo hace con más
fuerza que antes, pero eso ocasiona que me inunde una oleada de lujuria. Me azota varias veces
mientras me embiste con fuerza y me sorprende la manera en que me gusta que haga algo así,
pues intensifica mi excitación.
Ethan se inclina sobre mí, envuelve mi torso con su cuerpo y coge mis pechos con las manos.
«Eres tan hermosa», me susurra al oído, amasando mis pechos y jugueteando con los dedos en
la aureola de mis pezones.
«Quiero mirarte de frente», gimo mientras me embiste de nuevo y siento como si no pudiera
contener mi excitación mucho más tiempo antes de correrme. Quiero mirarlo a los ojos cuando
eso ocurra.
«Claro», responde Ethan y saca su polla de mi interior. Se sienta sobre los talones y se sujeta
el pene por la base. Me doy la vuelta, recuesto la cabeza sobre la blanca y fresca almohada y
estiro las manos por encima de la cabeza para sujetarme a la cabecera. Abro las piernas y le
sonrío.
Ethan se inclina sobre mí y vuelve a penetrarme lentamente con su polla.
«Ooooaaahhh», gimo y siento que en esta posición logra penetrarme con más profundidad que
antes. «Dios mío, se siente tan bien», grito mientras lo rodeo con las manos para atraerlo hacia
mí.
Ethan se acuesta encima de mí, besándome salvajemente y, con movimientos hábiles, me
embiste con fuerza y firmeza. Cada centímetro de mi cuerpo está cubierto de sudor, al igual que
él.
Una y otra vez Ethan disminuye el ritmo para darme un pequeño respiro. Pero entonces
comienza de nuevo, salvaje, y me pregunto cuánto tiempo puede aguantar.
Segundos después el placer explota dentro de mí. Un destello eléctrico me recorre el cuerpo y
gimo tan fuerte que probablemente todos los huéspedes del piso pueden escucharme. Pero no me
importa. El sexo fue simplemente fenomenal. No solo el sexo; este hombre es fenomenal.
Mientras aún gimo y disfruto de mi clímax, Ethan me embiste profundamente un par de veces
más y se corre dentro de mí con un gemido.
Nos acostamos en la cama uno encima del otro, besándonos y sonriéndonos llenos de
satisfacción. «Eso fue asombroso, Emma», dice Ethan mientras saca su polla de mi interior y se
pone de pie para desaparecer en el baño por un momento.
Cuando regresa, tiene una caja de pañuelos de papel en la mano y se recuesta en la cama a mi
lado. Entonces puedo ver mejor su tatuaje, iluminado tenuemente por las luces de los anuncios
en el exterior. Me parece que es una moto y un emblema con alas.
«Es el emblema de los Bike Vikings», me explica Ethan, pues seguramente se dio cuenta de
que tenía la mirada clavada en la tinta sobre su piel. «Es un grupo de motoristas en Los Ángeles.
Solía ser miembro e incluso el líder, durante un tiempo. Pero fue hace tanto. Todo eso es cosa del
pasado», continúa, mirando el techo.
¿Un grupo de motoristas? Jamás me habría imaginado que Ethan fuera parte de algo así. Se
escuchan bastantes rumores oscuros de estos grupos, especialmente porque dicen que forman
parte del crimen organizado. Pero ¿será ese el caso? ¿O quizás se trata tan solo de un grupo de
sus amigos? Siento que si pregunto al respecto quizás no me guste la respuesta, así que decido
guardarme mis dudas.
«Yo también solía conducir una moto. Al menos hasta mi accidente», le digo mostrándole la
pequeña cicatriz en mi muñeca.
«Tuviste mucha suerte, un accidente de moto como ese puede resultar fatal», responde Ethan
mientras mira más de cerca mi cicatriz. «¿Qué ocurrió?», me pregunta. Yo no puedo evitar
sonreír, pues acabamos de tener sexo y ahora estamos recostados en la cama, desnudos, hablando
casualmente de un pasatiempo en común. Un pasatiempo de nuestro pasado.
«Ah, bueno…», comienzo a explicar, pero de pronto la puerta de nuestra habitación se abre y
se encienden las luces.
«Eh, ¿quién anda ahí?», grita Ethan molesto en dirección a la puerta y se lleva la mano a los
ojos, pues la luz es enceguecedora. Con la otra mano, en una fracción de segundo me cubre con
las mantas, por lo cual estoy enormemente agradecida.
«Perdón, hermanito. Soy yo, Jared», escucho la voz de su amigo, quien está de pie en el
pasillo frente al umbral de la puerta.
«Sé que te interrumpo, pero no sé qué hacer con ella», dice notablemente inquieto. Entonces
escucho una risa familiar en el pasillo y me doy cuenta de que sostiene a Sophia, quien está
recargada en su costado, apenas capaz de mantenerse en pie.
«Ella, simplemente… bueno, se exasperó un poco en la mesa de póquer y nos han echado del
casino», le explica a Ethan, poniendo los ojos en blanco.
Entonces escucho un sollozo. «Oh, Dios… ya no puedo más», dice Jared y entra a la
habitación. Escucho a alguien recargarse en la pared y después desplomarse en el suelo del
pasillo. Seguramente es Sophia.
«Tengo que ayudarla», le digo a Ethan y él asiente en silencio.
«Espera un momento en el baño, Jared. Te avisaré tan pronto Emma esté vestida».
«Gracias», le susurro a Ethan. Le doy un beso, recojo mis cosas y me visto rápidamente.
Entonces salgo al pasillo del hotel y cierro la puerta de la habitación a mis espaldas.
Sophia está sentada junto a la puerta y me mira con los ojos vidriosos. Su maquillaje está un
poco corrido alrededor de sus ojos, por lo que sé que ha estado llorando.
«Oh, cariño, ¿qué pasa?», le pregunto sin esperar respuesta. La ayudo a ponerse de pie.
Me paso el brazo izquierdo de Sophia por los hombros y rodeo sus caderas con la mano
derecha. De esta manera, caminamos juntas hasta el ascensor. Puedo sentir lo inestable que es el
andar de Sophia, pero me alegro de que de alguna manera se las arregle para continuar
avanzando.
Cuando salimos del ascensor en el onceavo piso, Sophia balbucea por lo bajo: «Gracias. Lo
lamento».
«Shhh… no hay nada que lamentar», le digo y la llevo conmigo hasta nuestra habitación. Una
vez ahí, la recuesto en la cama y ella se deja caer, agradecida.
Voy al baño para darme una ducha rápida y deshacerme de los restos del sexo. Al volver, veo
que Sophia se ha quedado dormida y ronca suavemente.
Vale, ¿y ahora qué? No me parece buena idea dejarla sola. ¿Qué pasa si vomita y sigue tan
borracha que se queda rodeada de su propio vómito?
Así que decido quedarme con ella, al menos por un rato, mientras pienso qué hacer a
continuación. Cojo la revista con el artículo de la moto y me siento en la cama. Ahora tengo
tiempo de sobra para leerla.
Mientras hojeo rápidamente la revista en busca del artículo, me parece ver una fotografía de
Ethan entre las páginas. ¿De verdad? ¿O acaso aún estoy aturdida por el sexo?
Lentamente retrocedo algunas páginas y entonces lo veo…
Es él, ahí en toda la página. Mi corazón se acelera cuando comienzo a leer las primeras líneas
del artículo. Me apresuro a leer el resto de los párrafos y me llevo la mano a la boca, en estado de
shock. No puedo creer lo que estoy leyendo.
¿Acaso esto es verdad? ¿En sus negocios hay explotación laboral? Pero, Ethan se veía tan
amable… ¿o quizás realmente es un lobo con piel de cordero?
Sophia jadea por un momento. Dejo la revista a un lado y la miro, para saber qué está
pasando. Pero ella simplemente chasquea la boca, se recuesta de lado y continúa durmiendo
profundamente.
Miro la revista, que ahora está sobre mi mesita de noche, como si fuera una amenaza. ¿Y
ahora?
Decepcionada e insegura, decido terminar mi velada mirando alguna serie en la televisión y
hablar del asunto con Sophia mañana por la mañana. Volver con Ethan ahora para preguntarle al
respecto definitivamente no es una buena idea…
A la mañana siguiente.
En cierto momento debo haberme quedado dormida mientras miraba la tele. Cuando me
despierto, el televisor sigue encendido y el reloj en pantalla muestra las 10.30 a.m.
Se me pasa por la cabeza todo lo sucedido la noche anterior. Miro el pequeño maletín junto a
mi cama y me siento enormemente feliz. Al mismo tiempo, siento una gran preocupación a causa
del inesperado giro respecto a Ethan. ¿En qué estaba pensando al irme a la cama con un
completo desconocido? ¿Acaso ganar el premio gordo me hizo enloquecer?
Dejo mis pensamientos a un lado y miro a Sophia. Continúa profundamente dormida. Miro la
transmisión matutina en el televisor durante aproximadamente una hora hasta que Sophia
comienza a moverse lentamente y se despierta.
«Buenos días Bella durmiente, ¿ya estás sobria?», le pregunto en broma.
«¿Cómo llegué aquí?», me pregunta Sophia, mirando alrededor con asombro mientras se frota
la frente.
«Yo te traje aquí. Apenas podías caminar».
«¿De verdad?», me pregunta, sorprendida. «Bueno, me alegra que me ayudaras. Me daré una
ducha rápida y me cambiaré la ropa. Entonces podemos ir a desayunar y pensar qué hacer
después», me dice y se incorpora de un salto, como si nada hubiera pasado. Sophia puede
procesar perfectamente enormes cantidades de alcohol, así que me sorprende una y otra vez lo
fresca que está a la mañana siguiente de una borrachera.
«Vale. Pero hay algo que tengo que decirte…».
Después de que Sophia se ha duchado y alistado, caminamos juntas hasta el ascensor para
dirigirnos al restaurante donde sirven el desayuno. «¿Todavía está abierto? Casi son las doce en
punto», pregunto, insegura.
«Seguro que habrá algo», me dice. Realmente eso espero, pues puedo escuchar los gruñidos
de mi estómago. Primero pasamos caminando frente a la recepción. Tengo una pequeña nota en
la mano que quiero dejar para Ethan.
«Disculpe, ¿podría darle esta carta al huésped de la habitación 306? Es un caballero, pero
desconozco su nombre».
«Sí, claro… pero, espere… un momento…», me dice la recepcionista mientras escribe en su
ordenador.
«Lo siento mucho. La habitación se está limpiando, el caballero partió hace aproximadamente
una hora», me explica mirándome con cierta lástima.
«¿Podría decirme a dónde se dirige o cuál es su nombre?».
«No. No puedo hacer eso. Lo siento».
«Vamos, Emma. Quizás es mejor que las cosas terminen así, después de todo lo que me has
dicho», me dice Sophia colocando su mano en mi hombro con dulzura. «Ahora, vamos a comer
algo y después pensaremos qué hacer con tus ganancias».
Asiento, sin embargo, me siento triste porque las cosas con Ethan hayan terminado tan
abruptamente. Pero, por supuesto, Sophia tiene tazón. Mis ganancias son mi único consuelo.
Capítulo 11 ~ Emma
Un año después.
Con cuidado, toco con el dedo meñique la superficie del agua que estoy calentando en la
estufa. Unos segundos más y estará a la temperatura adecuada para preparar el biberón de buenas
noches.
Me doy la vuelta, apoyo los codos en la barra y miro alrededor de mi pequeña cocina. Todo
aún me parece tan nuevo y desconocido... debajo de la mesa en la esquina aún tengo dos cajas de
mudanza sin abrir, donde están todos mis utensilios de cocina. Ni yo ni Sophia hemos tenido
oportunidad de organizar todo en el nuevo apartamento.
Hace poco más de una semana, Sophia y yo nos mudamos juntas a este piso de tres
habitaciones en las afueras de Los Ángeles. Nos hubiera encantado encontrar algo más céntrico,
pero eso simplemente no era posible para nosotras.
Al segundo día de nuestro regreso, Sophia inmediatamente comenzó un nuevo empleo como
maquilladora. Estaba maravillada de probar sus habilidades en Hollywood, pues es aquí donde se
ganan cantidades generosas de dinero gracias a la industria del cine y la actuación, y donde
seguramente podrá encontrar buenos trabajos.
Yo me siento agradecida de que Sophia esté aquí conmigo. Siento que en este último año mi
vida se puso de cabeza. Juntas decidimos marcharnos de Nueva York y comenzar desde cero
aquí, en Los Ángeles. De hecho, durante la última semana Sophia logró montar casi todos los
muebles por su cuenta, aunado a su nuevo trabajo, que ya abarcaba la mayor parte de su día.
Fuera de la cocina, en la sala de estar, escucho un balbuceo de alegría. Emily debe haberse
despertado. Rápidamente mezclo un poco de leche en polvo con el agua, ahora tibia, y vierto la
mezcla en el biberón que está junto a la estufa. Es hora de cenar para mi pequeño solecito, quien
vio la luz de este mundo por primera vez hace tres meses. Es una criatura tan maravillosa; no me
imagino mi vida sin ella...
Camino hasta la cuna y la veo ahí, recostada. Cuando Emily me ve, patalea en el aire con sus
piernitas, llena de felicidad. La cuna todavía le viene grande, tiene mucho espacio a su alrededor,
pero ya crecerá. Emily agita las manos y se ríe cuando le enseño la botella.
A pesar de que tiene tres meses, tan solo le doy leche materna dos veces al día. Al principio
quería amamantarla lo más posible, pero me causaba mucho dolor todo el tiempo y estaba a
punto de romper en llanto cada vez que le daba de comer. Así que mi partera en Nueva York me
recomendó dejar de amamantar a Emily gradualmente, reduciendo las veces que le daba el pecho
a una cantidad que fuera buena para las dos. Me siento bien y sin dolor al amamantarla solo una
o dos veces al día, y me parece que Emily también es consciente de este bienestar.
Cojo a mi hija en brazos y me siento en el sillón, frente a la ventana. Desde aquí puedo mirar
hacia la calle y quizás pronto vea a Sophia, que no debería tardar mucho en volver a casa.
Hoy termina su semana de introducción. A partir de mañana le permitirán trabajar tan solo por
la tarde. Me siento realmente feliz de que Sophia lo haya logrado, pues mañana las cosas también
se ponen serias para mí: mi nuevo empleo comienza mañana por la mañana.
Emily succiona con fuerza el biberón y parece disfrutar de su comida enormemente. Acaricio
su cabeza con dulzura y le sonrío. Miro sus ojos azules. Su brillo me recuerda al hombre que, sin
querer, me obsequió con esta sorpresa en Las Vegas...
No he vuelto a saber nada de Ethan desde entonces. ¿Cómo podría, después de todo? A
excepción del artículo de la revista y su nombre, no sé nada más de él. Pero él es el padre de
Emily, de eso no me cabe la menor duda. No había tenido relaciones sexuales desde hacía mucho
tiempo antes de encontrarme con él, y definitivamente no lo hice después de volver de Las
Vegas. Ni siquiera tuve citas con nadie más. Casi inmediatamente después de volver del viaje,
comenzaron las náuseas matutinas. De alguna manera, pasé mi malestar por alto, pues con el
premio gordo en mis manos, estaba llena de confianza en mí misma. Tan solo tenía cabeza para
imaginar todas mis posibilidades, todo lo que podía hacer con mi dinero. No tenía un bebé en
mis planes. Debo admitirlo.
Viendo las cosas con otros ojos, hoy me doy cuenta de que, desafortunadamente, desperdicié
bastante mi premio y ahora tengo incluso menos dinero que antes de ganar. Es increíble lo rápido
que se pueden usar treinta mil dólares. El primer día después de mi regreso, renuncié a mi trabajo
como asistente de contable. Erik me ponía los nervios de punta con sus constantes comentarios
sugerentes. No quería tolerar a ese hombre ni un día más. Con los $30.000 dólares en mi bolsillo,
estaba segura de que podía sobrevivir sin empleo por un tiempo.
A mi madre no le gustó nada la idea cuando se lo conté esa misma noche. «Emma, necesitas
tener un trabajo. Tu premio no durará para siempre. ¿Cómo puedes renunciar a un trabajo seguro,
así sin más?», me dio un sermón y pude notar la decepción en su voz. Eso me dolió. La noche
anterior se había emocionado tanto conmigo por la victoria y ahora quería arruinar mi felicidad.
¿Acaso mamá no se daba cuenta de lo infeliz que me hacía ese trabajo?
Este tema comenzó a crear cierta tensión en nuestra relación. Mamá dejó de realizar las
pequeñas acciones cotidianas que antes solía hacer, como cocinar o lavarme algo. «Ahora que no
trabajas, tienes suficiente tiempo como para hacerte cargo de las actividades de la casa. Yo no
puedo hacer todo», me dijo. Lentamente comencé a sentir como si estuviera viviendo en un piso
compartido con mi madre, en lugar de estar en casa. Y cada vez con más frecuencia, ya no
comíamos juntas.
En el fondo, sentía una mezcla de rabia y tristeza porque mamá no me comprendiera. Cuando
se me ocurrió comprar un iPhone nuevo, ropa o un coche pequeño para las dos, mamá se
enfureció. «Emma, pero ¿qué te pasa?», me gritó y golpeó con los puños en la mesa. Una
lágrima le recorrió el rostro. Se sentía desesperada, yo podía verlo. Realmente yo solo quería
hacernos felices a ambas, especialmente con el coche. Hacía mucho que mamá no tenía su propio
coche y sé que, a lo largo de los años, ella había soñado con el momento en que podría hacer un
pequeño viaje por el campo.
Quería abrazarla y disculparme por pensar así de ella. Me di cuenta de que quizás mamá tenía
la razón desde el principio, cuando renuncié a mi empleo. Después de comprar un coche, no me
quedaría mucho de mi bote.
Poco después de esto comenzaron las náuseas matutinas. La verdad es que no sé por qué les
llaman así. Para mí, el malestar en ocasiones se prolongaba hasta el mediodía; me sentía débil y
sin energía. Al principio pensé que quizás tenía algún tipo de infección intestinal o algo similar.
Sin embargo, cuando se me retrasó la regla por más y más tiempo, comencé a considerar la
posibilidad… En el pasado había tenido periodos irregulares, en el que no me venía la regla en
intervalos de hasta ocho semanas, lo cual, de acuerdo a mi ginecólogo, era un lapso de tiempo
aceptable, antes de preocuparme.
Pero cuando vi las dos franjas dibujarse sobre la primera prueba de embarazo y un poco
después en la segunda prueba de embarazo, ya había la menor duda. Realmente estaba
embarazada. Durante un par de días me rendí al llanto y me negué a admitirlo. Me encerré en mi
habitación y no salí más que para lo indispensable. Mamá notó que no estaba bien y me hizo té y
galletas. Ella aún creía que había pillado alguna enfermedad. «Todo estará bien, Emma», me dijo
acariciando mi frente mientras yo lloraba en la cama, cubierta con las sábanas hasta la barbilla
para que mamá no pudiera ver mi vientre en crecimiento. Por supuesto que en esa etapa aún no
es posible ver nada. Pero desde el día en que me hice las pruebas, me parecía como si mi
estómago creciera todos los días.
Fue Sophia quien finalmente me ayudó a salir de mi mar de lágrimas. Ella sacó mucho tiempo
para mí y pasamos casi todas las tardes juntas hasta que superé mi depresión. Gracias a ella, poco
a poco comencé a aceptar mi embarazo y, paulatinamente, se instaló en mí una alegría
desconocida por convertirme en madre. Incluso entonces, Sophia me dijo que su oferta de
mudarme con ella seguía en pie. «Criaremos a tu bebé juntas», me dijo con una sonrisa y
guiñándome el ojo mientras colocaba con cariño su mano sobre mi hombro. Por mucho que se
exasperara en ocasiones, Sophia también era maravillosa y empática en todo momento. Y, sobre
todo, es una amiga increíblemente confiable. En esos momentos me sentí verdaderamente muy
feliz de que fuera mi amiga.
Dos meses después era inevitable: se lo dije a mi madre. Le conté todo, incluso quién era el
padre del bebé. También le aclaré que no sabíamos nada el uno del otro desde entonces. Mamá
me preguntó por qué quería quedarme con el bebé, pues eso arruinaría mi vida. «Una familia
necesita un padre. ¿Qué no lo recuerdas tú misma? ¿De verdad quieres que se repita lo mismo?».
Esta vez fui yo quien lloró a todo pulmón. Quizás fuera culpa de las hormonas del embarazo,
pero las palabras de mamá me hirieron profundamente. Mamá me sugirió que buscara al padre
para que él pagara la pensión del bebé, pero no me parecía correcto. Yo podía cuidar de mi bebé
por mi cuenta. Además, no estaba sola. Tenía a Sophia ahí para mí. Ya me había ofrecido ayuda
en innumerables ocasiones e incluso había despejado una de las habitaciones en su apartamento.
Ella lo decía en serio.
Después de confesarle todo a mamá, fui corriendo con Sophia para decirle que aceptaba vivir
con ella. Sin embargo, las malas noticias no habían terminado ese día. Me abrió la puerta
cubierta en llanto y me dijo que sus clientes más importantes se habían marchado. Sin ellos, ya
no sabía qué hacer aquí en Nueva York.
Las siguientes semanas estuvieron llenas de incertidumbre. Yo no tenía muy claro qué hacer y
la habitación en casa de mi madre ya no me parecía el sitio adecuado para mí. Así que me mudé
con Sophia y ella nos mantuvo a ambas a flote gracias a los pocos clientes que le quedaban y un
pequeño trabajo extra. Yo hablaba por teléfono con mamá una vez a la semana. Al menos ahora
podíamos hablar con normalidad. Esperaba que en algún momento aceptara a mi bebé y mi
decisión de tenerlo, para así ser una buena abuela. Mamá necesitaba tiempo, yo lo sabía. Pero al
menos no me había rechazado por completo.
Di a luz a Emily en el hospital de la esquina y fue Sophia quien entró a la habitación justo
después del parto. Me abrazó llena de felicidad, besó mi frente y le sonrió a Emily como si fuera
lo más maravilloso que hubiese visto en su vida.
Me dieron el alta dos días después. Al principio me fue bastante difícil encontrar el ritmo
hacia mi nueva vida cotidiana. La mayor parte del tiempo estaba sola, pues Sophia salía a
trabajar. Una vez me reuní con mamá en una cafetería, como solía decir Sophia terreno neutral,
y ella le sonrío y besó a Emily. Eso me dio esperanzas de que algún día las cosas volverían a
estar bien entre nosotras.
Luego vino uno de esos días que se puede describir como «el sol después de la tormenta». Por
lo general, mi estado de ánimo había mejorado lentamente y el camino que ahora debía recorrer
me parecía más claro y seguro. Emily era una bebé maravillosa y fácil de cuidar. Entonces me
contactó una agencia a la que había enviado mi currículum un par de meses atrás, consciente de
que, después de todo, necesitaba volver a trabajar.
Nunca había escuchado hablar de la agencia. Pero cuando el agente me llamó, casi me pongo
a dar brincos de felicidad. Tenía un empleo que se adaptaba perfectamente a mí y a mis
habilidades. El agente continuó explicándomelo todo y al siguiente instante me preguntó cuándo
podía comenzar a trabajar en Los Ángeles.
¿Los Ángeles? Estaba atónita. Entonces me explicó que cuando completé el formulario en
línea probablemente no especifiqué ninguna restricción de ubicación y, por lo tanto, me habían
tomado en cuenta para las vacantes en Los Ángeles. Sin embargo, lo más especial de esta
posición es que podía comenzar en tres semanas, pues el agente tenía autorización de
contratación inmediata, por lo que ni siquiera debía volar a Los Ángeles para una entrevista.
«Prepararé todo de inmediato, si así lo desea», me explicó.
La oferta sonaba demasiado bien como para ser verdad. Le pedí al agente algo de tiempo para
pensarlo, pues quería hablar con Sophia al respecto esa misma noche. Por supuesto que Los
Ángeles estaba lejos, sin embargo, también era la ciudad con la que Sophia siempre había
soñado.
Cuando se lo dije, se entusiasmó de inmediato y me dijo que justamente hacía dos días había
recibido una solicitud para un pequeño contrato en Hollywood. De vez en cuando recibía
solicitudes para realizar uno que otro trabajo ahí, pero realmente jamás había podido aceptarlos.
En estos momentos Sophia estaba segura de poder establecerse ahí, así que estaba lista para dejar
todo atrás.
Así lo acordamos. El hombre de la agencia de trabajos incluso encontró un apartamento para
nosotras en las afueras de la ciudad, que decidimos aceptar inmediatamente después de mirar las
fotografías en internet.
Ahora mismo estoy sentada en ese apartamento y me sorprende lo rápido que sucedió todo.
Casi de inmediato, Sophia consiguió un contrato fenomenal y comenzó a trabajar en su semana
de entrenamiento inmediatamente después de nuestra llegada. Jamás le había ocurrido algo
similar en el pasado. «Estoy segura de que esto funcionará», me dijo ayer por la noche, radiante
de felicidad.
Todo parece perfecto y estoy sumamente emocionada por comenzar mi nuevo trabajo mañana
por la mañana. No sé mucho al respecto, pero conozco el nombre de la empresa, la dirección y la
descripción de mis funciones en general, que por supuesto siempre es muy similar cuando se
trata de contabilidad. ¿Qué podría salir mal?
La ubicación de la empresa es bastante céntrica y, naturalmente, desde que el agente
mencionó «Los Ángeles» comencé a fantasear con la posibilidad de reencontrarme con Ethan en
alguna parte. Pero la ciudad tiene cuatro millones de habitantes. ¿Qué posibilidades hay de que
eso ocurra, realmente?
Incluso si eso llegara a pasar, ¿qué le diría? Hola, por cierto: tenemos una hija. ¿Y cómo has
estado?
Intento dejar ese pensamiento a un lado y coloco a Emily, que está dormida, de vuelta en su
cuna. Después voy al armario para preparar mi ropa de mañana. Realmente quiero causar una
buena impresión en mi primer día.
Capítulo 12 ~ Ethan
A la mañana siguiente.
«Hola, Ethan», me saluda Carla. Se echa la larga y brillante melena roja por encima del
hombro mientras lentamente se lame el labio superior.
«Hola, Carla», intento que mi voz suene lo más neutral posible, la ignoro y asiento con la
cabeza hacia mi asistente, quien tiene su escritorio frente a Carla. Es posible leer la incredulidad
en su rostro y la verdad es que no puedo culparla por ello.
Luego me alejo y las dejo a mis espaldas, entro a mi oficina y, como siempre, cierro la puerta
con llave desde adentro. Sobre mi escritorio de roble, el cual está al centro de mi oficina, dejo la
carpeta de documentos y mi tableta electrónica. Me meto las manos en los bolsillos del pantalón
y miro el centro de la ciudad a través de las enormes ventanas.
Mi mano derecha encuentra un objeto de plástico, pequeño y redondo, en el interior de mi
bolsillo. No lo había visto antes. Saco el objeto y lo reconozco de inmediato. Es una monedita de
la máquina tragamonedas del casino en Las Vegas. Debo haberlo pasado por alto ayer.
Desde hace un tiempo Jared y yo estamos realmente atraídos por los juegos de azar, así que
espontáneamente decidimos hacer un pequeño viaje a Las Vegas. Sin embargo, mi jet tiene una
falla técnica. Otra vez. Este año ha estado más tiempo en el taller que en el aire. Me pregunto
cuánto tiempo será así.
La reparación actual ha tardado más de dos semanas y no puedo entender por qué tardan tanto
en arreglarlo. Por supuesto, todos los mecanismos y sistemas han sido revisados en dos o tres
ocasiones desde entonces. Pero ¿por qué toma tanto tiempo? ¿Acaso Henry está detrás de todo
esto, a pesar de que resolvimos el asunto de ese entonces? ¿O simplemente se trata de un error de
diseño? Me repugna pensar en aquel vuelo de primera clase que tomé la semana pasada para ir a
Seattle. El platillo tailandés que me sirvieron a bordo probablemente contenía trozos de
cacahuete, a pesar de que la azafata me aseguró que era adecuado para personas alérgicas.
Durante mi cita en Seattle comencé a sentir picazón en el rostro, lo cual me hizo escapar de la
sala apresuradamente y abandonar la reunión.
Esa fue una de las razones por las que un viaje espontáneo a Las Vegas me pareció tan
atractivo. Además, Jared y yo teníamos mucho de qué hablar, así que decidimos volar juntos a
Las Vegas en su avión privado y, sin más preámbulos, dejamos a cargo a nuestros asistentes.
Ambos se encargarían de todo el papeleo y de mantener las cosas en orden mientras Jared y yo
nos divertíamos. O, al menos, eso teníamos planeado.
Jared quería ligar con alguna de esas tías típicas de Las Vegas, pero yo realmente no estaba de
humor. Especialmente no después de pasar frente a la misma máquina tragamonedas con la que
gané el bote con Emma el año pasado. La noche de sexo que tuve con ella se me vuelve a pasar
por la cabeza. Por supuesto, para mí toda la situación simplemente se trataba de una noche de
pasión, sin embargo, en el fondo sentía como si comparara cada nueva experiencia sexual con
aquella noche. Este último año he tenido mucho sexo y bastante salvaje, sin embargo, ningún
encuentro se acerca a lo que viví con Emma. Ni siquiera acierto a decir qué tuvo de especial o
por qué esa noche se me grabó tanto en la memoria.
Incluso antes de ayer Jared mencionó aquella descabellada velada, lo cual significa que
también significó algo para él. No estoy seguro de si él también pensó que Emma era sexi, o si
simplemente recuerda el hecho de que arrastró a la amiga borracha hasta mi habitación del hotel
justo cuando Emma y yo estábamos tendidos desnudos en la cama.
O quizás tan solo fue la manera en que todo terminó. Generalmente soy yo quien saca a las
mujeres de la cama. Pero esta vez fue al revés. ¿Quizás fue coincidencia que su amiga estuviera
tan borracha y en ese momento necesitara la ayuda de Emma? Si tan solo fue así, ¿por qué no
volvió a ponerse en contacto conmigo esa noche? Yo era demasiado orgulloso como para correr
detrás de ella y buscarla por todo el hotel. Ese no era mi estilo. Y ya que Jared y yo aún teníamos
algunas citas que atender, nos saltamos el desayuno al día siguiente y volamos directamente de
regreso a Los Ángeles en el avión privado de Jared.
Para terminar con las fantasías en mi cabeza y bajar a Emma del pedestal imaginario en el que
la había puesto, hace dos días busqué a Carla después de beber unos cuantos cocteles en el bar…
Carla sí que sabe hacer una buena mamada, Jared tenía razón, pero yo sabía que eso no
significaba nada. Para mí era simplemente un objeto que quería utilizar para liberar la tensión en
mi cuerpo. Carla probablemente pensó que era una buena oportunidad, pues realmente quería
tener sexo conmigo. En varias ocasiones se me montó mientras yo estaba sentado en el sofá.
Desde entonces le he dicho repetidas veces que lo olvide, pues no sucederá. Tan solo la amenaza
de un castigo hizo que se detuviera… aunque, al mismo tiempo, pareció excitarla aún más. Eso
confirmó mis sospechas de que a Carla realmente le gustan ese tipo de juegos o, por otro lado,
que verdaderamente es una puta.
En el vuelo de regreso, Jared y yo nos sentamos en partes distintas del avión. De lo contrario,
Carla me habría hecho enfadar nuevamente. Le pedí a Jared que estuviera con ella y se
desahogara unas cuantas veces más y después buscara otra asistente. Él sonrió y asintió con la
cabeza, pero no dijo nada más. Supongo que le gustaba la idea de tener las tetas de Carla siempre
disponibles en la recepción.
El movimiento del largo brazo de una grúa justo delante de mi ventana me saca de mis
pensamientos y me regresa al aquí y ahora. Me acerco más a la ventana, miro hacia abajo e
inmediatamente me doy cuenta de qué se trata todo esto.
Hace dos días, en Las Vegas, con poca o nada de antelación decidimos cambiar el nombre de
nuestra empresa. Ahora el nuevo nombre y logotipo se pueden ver dibujados en la grúa. Este es
el segundo cambio de nombre en un año. El primer cambio ocurrió poco después de nuestro
primer viaje a Las Vegas. En esos momentos la razón era el abominable artículo de la revista. Yo
no quería recurrir a medidas extremas, a pesar de que Jared lo había sugerido en varias
ocasiones. A mi asistente finalmente se le ocurrió la idea de simplemente cambiar el nombre e
imagen de la empresa. Nuestros abogados se encargaron de aclarar todos los detalles al respecto.
Me gustó la idea y la implementamos rápidamente, incluso aunque eso implicó que todos los
bolígrafos, libretas, memorias USB, folletos y demás, terminarían en la basura para ser
reemplazados por artículos con el nuevo logo. Todo esto fue un desperdicio de dinero
incomparable, pero, a pesar de todo, resultó más barato que reubicar la sede de la empresa.
A causa del cambio de nombre y la inteligente manera en que se interconectaban nuestros
negocios, el alcalde ya no podía expulsarnos de la ciudad. Al contrario, fuimos nosotros quien le
dimos entender la forma en que se mueven ciertas cosas en la ciudad, pues nosotros éramos, con
diferencia, uno de los contribuyentes más grandes a la economía de Los Ángeles. Además, a
Henry se le ofreció una cantidad de dinero bastante generosa por su silencio, la cual el aceptó de
buena gana y una sonrisa en el rostro en aquella destartalada habitación de motel donde tuvo
lugar el trato. Así es como me gusta que se hagan las cosas. Mantenerme en el segundo plano,
pero sujetar las riendas del asunto en todo momento. Al menos Henry pareció entender que debía
dejarnos en paz de una vez por todas.
El segundo cambio de nombre, que se está llevando a cabo hoy, es a causa de un pequeño
detalle del que me informó un empleado de confianza del departamento de análisis empresarial,
poco antes de mi vuelo a Las Vegas. Una vez más, el alboroto es por causa de la mina de
cobalto. Parece que ahora existe evidencia clara de la presencia de explotación laboral infantil, lo
cual genuinamente me sorprendió. Desde el primer incidente quería deshacerme de aquella mina
lo más rápido posible, aun cuando se trataba de una mina de oro, hablando en términos
meramente económicos. Pero ¿explotación infantil? Yo jamás podría hacer eso y no apoyaría
algo así…
El timbre de mi móvil me sobresalta, arrancándome de mis pensamientos nuevamente.
Vuelvo a mi escritorio y saco mi móvil de entre la carpeta con documentos. Con el ceño
fruncido, veo que me llama Henry Miller. Definitivamente no puede significar nada bueno.
Respiro profundo y, manteniendo la mayor calma posible, acepto la llamada.
«Hola Henry, hace mucho que no sé nada de ti».
«Para con eso, Ethan. Sé lo que estás haciendo allá en el Congo. ¡Y esta vez te he pillado!»,
grita, enfurecido, al otro lado de la línea.
«¿Por qué te importa tanto lo que yo haga en el Congo? Eres el alcalde de Los Ángeles, ¿no
es eso suficiente?».
«La mina afecta la reputación de mi ciudad. Y para mí es importante que Los Ángeles tenga
una buena reputación».
«Ay, cállate, lo único que te importa es tu propio beneficio. ¿Cuánto pides por guardar
silencio esta vez?», le pregunto, perdiendo la compostura y sucumbiendo a mi enfado.
Escucho a Henry sisear suavemente. «¿Crees que simplemente puedes comprarme? Esta vez
te equivocas. Este es tu fin. Te acabaré. Tú y tu compañía tenéis que abandonar la ciudad en tres
semanas. De lo contrario, le contaré al fiscal y a la prensa todo sobre la explotación infantil de tu
mina en el Congo. Realmente me gustaría saber qué dirán al respecto. ¿Quizás la Corte Nacional
de Justicia también esté interesada en el asunto? Un buen amigo mío trabaja ahí y me pareció que
tenía bastante interés en el tema».
«¡Eres un imbécil!».
«Tres semanas. Ni un día más. Ya puedes ir quitando el nuevo nombre de tu empresa de esa
grúa», me dice Henry y finaliza la llamada.
«¡Puto gilipollas!», lo insulto, a pesar de que ya no puede escucharme.
Me hierve la sangre. De pronto, se mezcla con otro sentimiento… el presentimiento de que
algo anda mal aquí. Esta sospecha se intensifica cada vez más y entonces me doy cuenta de que
estoy en lo correcto.
¿Cómo supo sobre la explotación infantil? Yo mismo me enteré poco antes de ir a Las Vegas
y tan solo se lo conté a Jared, en presencia de mi propia asistente. ¿Quizás hay un soplón dentro
de mi empresa? Realmente no se me ocurre ninguna otra explicación para esto.
La conversación ocurrió en mi habitación del hotel. Jared y yo hablamos sobre nuestras
opciones para deshacernos del problema. Carla no estaba presente, pues quería refrescarse un
poco después de mamármela. De cualquier manera, yo no confiaba en ella y me alegraba que no
escuchara mi conversación con Jared. Esa mujer no me gustaba en lo absoluto, pero estaba fuera
de discusión que ella estuviese filtrando la información. Pero entonces, ¿quién lo hacía?
Tan solo tenía una conclusión: era mi propio asistente. Él fue quien sugirió el cambio de
nombre y ahora me siento bastante estúpido por haber implementado su idea tan rápidamente.
Entonces recuerdo que hace algunos meses Carla le contó a Jared que había visto a mi
asistente reuniéndose con el asistente del alcalde en un par de ocasiones. Ya que no había
pruebas para comprobarlo, opté por sopesar sus palabras como acusaciones falsas de una mujer
frustrada que intenta alcanzar sus metas a como dé lugar. Pero ¿qué tal si realmente hay algo de
veracidad en lo todo lo que decía Carla?
Mis pensamientos se aceleran. Ahora, ¿en quién puedo confiar? ¿Debería pedirle a Carla que
vuelva a hablarme de aquellas reuniones? No, si lo hago probablemente quiera algo a cambio y
ya puedo adivinar lo que me pedirá.
Decido continuar por mi cuenta y manejar la situación con total discreción. Prefiero dejar
trabajar a los hombres que Jared contrató hace un año.
Marco un número en mi móvil al que no he llamado en mucho tiempo. Cuando suena el
primer tono, se me pasa por la cabeza que quizás hay micrófonos en mi oficina. Quizás esté
paranoico, pero, después de todo, toda la información de la empresa ya está siendo filtrada…
nada me parece imposible. Así que durante la llamada decido estar en constante movimiento para
que nadie, a excepción de Sven y de mí, sepa a quién estoy llamando o se entere de los detalles
de nuestra conversación.
Con el móvil pegado al oído, salgo de mi oficina y camino hacia la recepción. Atravieso el
pasillo, cruzo la espaciosa área de recepción frente a los ascensores y entro de uno de los pasillos
de las salas de reuniones. Después de múltiples timbres y una espera interminable, Sven
finalmente contesta mi llamada.
«¡Pero mira quién habla!».
«Hola, Sven. Cuánto tiempo».
«¡Siempre es un placer escucharte, jefe!».
Me estremezco un poco al escuchar la palabra jefe. Dejé los Bike Vikings hace muchos años,
sin embargo, muchos aún siguen considerándome su líder, y Sven parece asegurarse de que siga
siendo así.
«Tengo un asuntito del cual debes encargarte lo más pronto posible», le respondo, ignorando
que me haya llamado jefe.
«Oh, claro. Lo que quieras, cuando quieras. Prepararé a los chicos».
Decido no entrar en detalles con Sven. Lo único que debe hacer es cumplir con una tarea. Será
mejor que solo sepa de esta pequeña misión de circunstancias excepcionales.
«Se trata de mi asistente Marc. Un momento», comienzo a explicarle y me aparto el móvil de
la oreja y le envío información a Sven mientras continúo caminando por el pasillo vacío. «Te he
enviado una foto y su dirección. Hizo algo que no es de mi agrado», hago una pausa y camino
unos cuantos metros más. «¿Sabes qué tienes que hacer?».
«Sí, eso creo. Pero ¿el programa completo, o tan solo le pisamos los talones un poquito?».
Nunca lo hemos discutido detalladamente por teléfono. Después de todo, nunca se sabe quién
puede estar escuchando y en qué lugar del país o durante cuánto tiempo está siendo grabada la
conversación.
«Pisarle los talones un poquito suena bien, pero…», giro a la izquierda en el pasillo y de
pronto tropiezo con alguien y mi móvil cae al suelo.
Capítulo 13 ~ Emma
«Vuelvo enseguida», le explico a mi nueva colega de trabajo en el departamento de
contabilidad, cojo mi bolso y salgo al estrecho pasillo sin ventanas. No puedo pasar por alto su
mirada suspicaz. Me parece que otros colegas también me han estado mirando. Incluso uno
sacudió la cabeza con desaprobación y murmuró algo por lo bajo, cubriéndose con la mano.
Siento una sensación de incomodidad en el estómago y comienzan a sudarme las palmas de
las manos. De alguna forma, no me había imaginado que esto ocurriría. De verdad quería causar
una buena impresión en mi primer día de trabajo.
Después de todo, el día había comenzado realmente bien. Emily siempre ha sido
madrugadora, así que a las 5:30 de la mañana ya estaba despierta. Así que tuve mucho tiempo
para jugar con ella y mirar sus dibujos animados favoritos. Mi corazón se regocija cada vez que
Emily se ríe o patalea de felicidad ante los simpáticos movimientos de los personajes de la tele o
sus sonidos. Incluso Sophia se puso el despertador para unirse a nuestra hora de juego.
Creo que Emily realmente no se dio cuenta cuando me marché. Al cerrar la puerta del
apartamento, la escuché reír llena de alegría, pues probablemente Sophia estaba jugando con ella
«¿Dónde está Emily? ¡Aquí está!», mientras se tapaba los ojos.
Llegué temprano a la oficina, pues incluso tuve tiempo de tomar un tren antes de tiempo en la
estación Los Ángeles Metro Rail. Así que llegué veinte minutos antes a la dirección que el agente
me había proporcionado. Al principio estaba algo confundida, pues estaban desmantelando el
logotipo de la empresa en el techo. La recepcionista amablemente me aseguró que no debía
preocuparme al respecto, pues el negocio iba bien y, por cuestiones de mercadotecnia, estaban
cambiando la imagen.
Después de unos minutos llegó mi nueva colega de trabajo, Louisa. La primera hora
transcurrió bastante bien e incluso llegué a pensar que podríamos desarrollar una buena relación
entre nosotras. Quizás me precipité demasiado, pues era nueva en la ciudad y, después de todo,
tan solo tenía a Sophia y a Emily.
Poco después de tomar mi primera taza de té, acompañada de la charla casual de los
empleados en la sala de descanso al final del pasillo, el excelente comienzo de mi día llegó a su
abrupto final: desde entonces, sentí como si mis pechos gotearan, lo cual no me parecía lógico.
Tan solo amamantaba a Emily dos veces al día y esta mañana, poco antes de marcharme, le di de
comer una porción particularmente grande. Después, con el corazón apesadumbrado, la dejé bajo
el cuidado de Sophia en nuestro apartamento.
Me siento aliviada de haberme colocado las almohadillas de lactancia esta mañana, lo cual he
comenzado a hacer por simple hábito durante los últimos meses. Sin las almohadillas, mis
nuevos colegas quizás no moverían la cabeza con desaprobación a mis espaldas, sino que
también tendrían una amplia gama de chismes por contar.
Sin embargo, aun así, me es difícil soportar la presión en los senos. Interrumpo mi sesión de
entrenamiento por segunda vez, pues quiero encontrar un sitio donde pueda sacarme la leche con
la pequeña bomba de mano que siempre llevo en el bolso.
Suspiro profundamente mientras me alejo con pasos lentos de la puerta de mi nueva oficina.
Mis colegas de trabajo quizás piensen que tengo algún problema de retención en la vejiga o que
no quiero trabajar. Dios mío, me siento tan avergonzada.
Aun así, no me había ayudado, en lo absoluto. La primera vez que me saqué leche tan solo
había un poco, probablemente porque me detuve abrupta y apresuradamente, pues quería volver
a la oficina cuanto antes para no llamar la atención. Y ahora pagaba el precio. En esta ocasión,
me exprimiría los pechos adecuadamente, tomándome el tiempo necesario para hacerlo. ¿Quizás
debería decirles a mis colegas de trabajo que tengo una hija? Pero ¿cómo se lo tomarían? En el
momento en que envíe mis documentos junto con mi solicitud de empleo, no se mencionaba
nada al respecto y, por lo tanto, mi agente tampoco lo sabía.
Decido que, al menos por ahora, es mejor guardarme esa información. Presiono el botón del
ascensor para ir al baño en otro piso. El extractor sacaleches hizo un leve zumbido cuando lo usé
anteriormente, y lo último que me falta es que uno de mis colegas de oficina vaya al mismo baño
que yo y después le cuente a todos los demás sus sospechas respecto a lo que está haciendo la
nueva en el cubículo del baño.
Cuando llega el ascensor, entro y deslizo la mirada por encima de los múltiples botones y los
letreritos a su lado. El edificio de oficinas en el que ahora trabajo es utilizado por varias
empresas, por lo que cada botón está señalizado con el nombre de la empresa que está en ese
piso. Con curiosidad, me doy cuenta de que mi empresa no solo tiene alquilados los pisos tres a
seis, como me comentó Louisa, sino también el piso 56, es decir, el piso más alto del rascacielos.
Sin poder evitarlo, presiono el botón con el número 56. Inmediatamente se enciende la luz del
ascensor y este comienza a moverse hacia arriba.
Cuando se detiene y salgo de la cabina, me encuentro en una amplia área de recepción con
dos pasillos, a izquierda y derecha. Este piso está dividido y amueblado de manera
completamente diferente. Sospecho que se trata de un espacio para reuniones o para los
miembros más importantes de la empresa. Miro a mi alrededor y después de unos segundos veo
un pequeño y discreto letrero con las indicaciones hacia el baño de mujeres. El camino es
inesperadamente largo, pero casi al final del pasillo, lo encuentro.
Después de aproximadamente diez minutos he terminado y una ola de relajación me recorre el
cuerpo. La presión en mis pechos ha desaparecido. Quizás este incidente tan solo fue ocasionado
por todos los cambios en mi vida o mis nervios. Pienso en beber dos o tres tés de menta en la
cocina de la sala de descanso y en la posibilidad de dejar de darle el pecho a Emily
completamente durante los siguientes días. Pero inmediatamente me siento culpable, pues en mi
cabeza puedo ver a Sophia sentada con Emily en brazos, dándole su biberón con leche. Me siento
como si fuera una mala madre, pues apenas dejé a mi bebé temprano por la mañana y ya estoy
pensando en el destete.
Dejo estos pensamientos de lado y casi puedo escuchar la voz de Sophia en mi cabeza. «Deja
de pensar así. Juntas saldremos de esto». Me sonrío a mí misma y me siento enormemente
agradecida de que Sophia sea tan empática conmigo. Con rapidez, vuelvo a poner todas las cosas
en mi bolso y salgo del baño de mujeres para volver al trabajo. Mientras camino
apresuradamente a través del largo pasillo, noto un leve repiqueteo en mi bolso. Oh no, espero
que la leche no se haya derramado.
Sin aminorar el paso, abro la cremallera de mi bolso y miro en el interior. Antes de que pueda
reaccionar, la parte superior del extractor sacaleches se me sale del bolso y todas sus partes caen
al suelo. «¡Mierda!», susurro y me arrodillo, dejando mi bolso en el suelo. Con nerviosismo,
intento montar las piezas otra vez.
Frente a mí, el pasillo dobla a la izquierda. Hasta ahora esta área parecía completamente
desierta, pero ahora puedo escuchar una voz masculina acercándose; me parece que es un
hombre que está hablando por teléfono. Al principio la voz se detiene, pero después comienza a
acercarse rápidamente. Se me acelera el corazón. ¿Qué dirá el desconocido si me encuentra aquí?
«¿Sabes lo que tienes que hacer?», escucho preguntar al hombre. ¿Me equivoco, o he
escuchado esa voz antes?
Rápidamente guardo las cosas en mi bolso, me pongo de pie e intento caminar lo más rápido
posible a la izquierda del pasillo. Quizás así parezca que me dirijo a alguna reunión y me he
perdido por el camino. ¿De qué otra manera podría explicar lo que estoy haciendo aquí?
Entonces sucede. Choco con algo duro y al instante me doy cuenta de que he chocado con el
mismo hombre cuya voz escuchaba resonar en el pasillo. Su móvil cae al suelo estrepitosamente.
«Oh Dios, lo siento mucho», me disculpo y después retrocedo tres o cuatro pasos,
cubriéndome la boca en estado de shock.
Al momento siguiente, después de superar mi sorpresa inicial, siento como si el tiempo se
hubiera detenido. Primero miro horrorizada al móvil tirado en el suelo, esperando que esté
entero. Definitivamente no sería bueno que algo así ocurriera durante mi primer día de trabajo.
Entonces mi mirada se desliza por los zapatos y los pantalones de vestir del desconocido. ¿Con
quién me acabo de encontrar? Nuestros ojos se encuentran casi simultáneamente y siento como si
se me helara la sangre…
«¿Ethan…?», pregunto en voz baja después de unos segundos. Me tiemblan las rodillas.
«¿Qué… qué estás haciendo aquí?».
«Emma… Yo trabajo aquí, ¿y tú?», me responde con voz tranquila y firme. Luego mira a su
móvil.
Por un instante me pareció ver cierta sorpresa en su mirada, pero de eso ya no queda nada.
Sus ojos azules brillan de la misma manera que antes, en Las Vegas, y al mirarlo inmediatamente
recuerdo la inolvidable noche que pasamos juntos. Recuerdo la lujuria y el deseo en sus ojos.
Siento como si aún hubiera un poco de eso en su mirada, la cual se clava por un momento en mis
pechos, los cuáles con mucho más grandes de lo que eran hace un año.
Me agacho rápidamente para coger su móvil y se lo entrego. «Toma. Lo siento mucho, yo…»,
comienzo a disculparme, pero Ethan no parece estar escuchándome en lo absoluto. Se hace un
poco a un lado e inspecciona su móvil con seriedad.
Mil pensamientos me inundan la cabeza. Es el padre de Emily, ¿y trabaja aquí, en la misma
empresa? ¿Debería contarle de nuestra hija? ¿Por qué actúa de manera tan distante? ¿Acaso no se
alegra de verme? ¿Quizás un encuentro feliz tan solo era parte de mi imaginación?
Probablemente para él simplemente fui una noche de diversión, ¿verdad?
«¿Sven?», pregunta Ethan a su móvil, arrancándome de mis pensamientos. «Joder», dice
frunciendo el ceño y baja el móvil lentamente.
«¿No puedes volver a llamar a Sven?», le pregunto y casi instantáneamente deseo no haber
abierto la boca. ¿En serio eso es lo primero que se me viene a la cabeza al reencontrarme con el
padre de mi hija? Se me ocurre decirle qué hacer. Soy una idiota. La verdad es que podría darme
una bofetada a mí misma por eso, pero la frase simplemente se me escapó de la boca.
Ethan no dice nada, no cambia de expresión, sin embargo, parece que acepta mi sugerencia y
busca dentro de su lista de contactos. Se lleva el móvil al oído y yo puedo ver cómo me
inspecciona de arriba abajo. Cuando lo hace, siento un inusual hormigueo en el estómago. Su
mirada vuelve a clavarse en mis pechos por unos instantes. Esta vez justo donde está mi gafete
de identificación. No estoy segura de qué está mirando, sin embargo, las mariposas en mi
estómago no me permiten saber qué me gustaría que Ethan viera.
«Eso es importante», me dice secamente mientras levanta la mano en un saludo mudo.
Después se da la vuelta y se despide de mí, con el móvil aún pegado al oído.
El corazón se me cae a los pies y me pregunto cómo es posible que haya creído que él seguiría
pensando que soy genial y especial, como en Las Vegas.
Me quedo de pie como si los pies se me hubieran enraizado al suelo y lo observo marcharse.
No puedo pensar con claridad.
«¿Hola? ¿Puedo hablar con Sven?», son sus últimas palabras antes de doblar al final del
pasillo y desaparecer de mi campo de visión.
Capítulo 14 ~ Emma
«¿Y no te dijo nada más? ¿Cómo si no tuviera nada que ver contigo?». Sophia escuchó mi
historia atentamente mientras sujetaba su taza de té con ambas manos y estaba sentada frente a
mí en el sofá, con las piernas cómodamente cruzadas.
«Así es», le digo bebiendo un pequeño sorbo de mi taza. «Ni siquiera sé cuánto tiempo estuve
ahí de pie antes de volver a la oficina, yo…».
La pantalla en el monitor de bebés se ilumina y entonces me incorporo para observarla por un
momento. ¿Acaso Emily tiene sed de nuevo? Puedo escucharla reír a través del altavoz, lo cual
hace en ocasiones mientras duerme y se mece de un lado a otro sobre la espalda. Falsa alarma.
«Pero cuéntame, ¿cómo ha estado vuestra primera mañana juntas?», le pregunto. Hoy por la
tarde apenas nos vimos durante unos segundos, pues cuando yo volví de la oficina, Sophia debía
marcharse al trabajo. No tuvimos tiempo más que para abrazarnos rápidamente. Emily me dio la
bienvenida con una sonrisa en el rostro y pataleando vigorosamente.
También me sentía feliz de haber pasado bastante desapercibida durante el resto de mi día de
trabajo, a pesar de que no había sido muy sencillo seguirle el paso a Louisa. No por su culpa o
porque las tareas fueran muy complicadas de entender. Pero me sentía confundida y distraída.
Seguía pensando en Ethan, después nuevamente en Emily y Sophia, que estaban solas en casa
por primera vez. Simplemente no podía concentrarme en mi trabajo.
«Louisa, ¿puedo preguntarte algo?», le pregunté cerca del mediodía después de que ella me
elogiara varias veces después de terminar con una tarea relativamente fácil.
«Claro, ¿qué pasa?».
«¿Conoces a algún Ethan que trabaje aquí? Creo que lo vi de lejos en el pasillo…», vacilo por
un momento dejando a un lado los detalles. «Nos conocemos de antes».
Louisa deja de escribir en su teclado, se giró y me miró con los ojos muy abiertos. «Solo hay
un Ethan en la compañía», me dijo en un susurro. «Y si realmente lo conoces, tienes mucha
suerte. Es el dueño de la empresa».
«Guau. No lo sabía», estaba realmente sorprendida por su respuesta y miré a Louisa con las
cejas muy levantadas.
«Y, ¿acaso no conseguiste tu empleo aquí gracias a él?», me pregunta Louisa con sospecha.
«No, te prometo que no. Yo soy de Nueva York y todo lo arreglé con una agencia de empleos.
Conocí a Ethan hace mucho tiempo. Nos habíamos perdido la pista…», mi voz se convierte en
un susurro. Para Louisa el tema estaba terminado, así que después de eso no dijimos nada más al
respecto.
Sophia me da un empujoncito, arrancándome de mis pensamientos. La miro, confundida.
«De verdad eres un caso. Primero me preguntas cómo estuvo mi día y después no me
escuchas», me dice sonriéndome de manera burlona.
«Lo siento mucho», respondo, apenada. «Tengo demasiadas cosas en la cabeza hoy. ¿Podrías
volver a contármelo?».
«Solo he dicho que no tienes de qué preocuparte. Emily y yo tuvimos un día muy divertido y
salimos a caminar con su cochecito. Vi a varios tíos muy guapos. Parece haber muchos más que
en Nueva York. Después te he preguntado si tú también piensas eso», me repite todas sus
palabras y da otro sorbo a su taza de té. Al ver su amplia sonrisa, inmediatamente comprendo a
qué se refiere.
«Obviamente me gusta Ethan. Sigue teniendo ese…», hago una pausa. «No lo sé.
Simplemente provoca algo en mí. De no ser así, no me habría ido a la cama con él tan rápido».
Sophia escucha y me mira con atención. «Pero ¿qué debería hacer ahora? ¿De verdad debería
trabajar para él? Ahora mismo trabajo para la empresa que, en ese entonces, fue quemada en ese
artículo de la revista, ¡y ya ha cambiado de nombre dos veces! La verdad es que no quiero tener
nada que ver con delitos ambientales, aunque… tan solo me ocupo de la contabilidad. ¿Qué
piensas?», llena de confusión y pidiendo su ayuda, miro a Sophia.
Ella piensa por un momento, sopesando sus palabras cuidadosamente. «Antes de responderte,
¿podrías dejar de morderte las uñas? Me pone los pelos de punta».
«Lo siento», bajo la mano rápidamente y la pongo sobre mi regazo. No me había dado cuenta
de que me estaba mordiendo las uñas.
Después de beber otro sorbo de su taza, me dice: «Creo que… en principio, es solo trabajo.
Renunciar tan precipitadamente no sería lo correcto, especialmente porque apenas estamos
comenzando a hacer nuestra vida aquí y las cosas no van tan bien. Aún no tengo pedidos en lista
de espera. Así que tu salario sería de utilidad para llevarnos a flote hasta fin de mes».
«Sí, es cierto». Sus palabras me hacen sentir aliviada y segura de que está bien presentarme
mañana a mi segundo día de trabajo.
«Pero ¿qué hago si vuelvo a cruzarme con Ethan? De hecho, ahora pienso que para él lo
nuestro tan solo fue una noche de diversión. La verdad es que yo también ya me había olvidado
de todo…», me pierdo en mis pensamientos a media frase y miro la pared detrás de Sophia,
donde ayer colgamos los primeros marcos con fotografías.
«¿De verdad?», Sophia no tiene que hacer más preguntas. Nos conocemos demasiado bien y
ella sabe lo mucho que me enfurece esta situación.
«Agh, la verdad es que no lo sé. Esta mañana en el pasillo todo fue tan…», me quedo en
silencio y recuerdo la manera en que podía sentir los ojos de Ethan sobre mí. Pero después se
marchó, pues ese tal Sven era mucho más importante que yo. Tan solo esa acción ya me decía
suficiente, incluso si mi corazón deseaba que fuera diferente…
«Creo que entiendo a lo que te refieres…».
«No sé qué voy a hacer cuando Emily crezca y me pregunte por su padre. ¿Debería contárselo
a Ethan? De ser así, tengo que hacerlo lo más pronto posible». Este pensamiento desencadena el
caos en mi cabeza, nuevamente.
«Yo digo que tienes suficiente tiempo para hacerlo. Por ahora, recupera la calma, disfruta tu
nuevo trabajo e intenta evitar a Ethan. ¿No te parece lo mejor?», Sophia pone una mano sobre mi
hombro de manera conciliadora.
«Sí, creo que tienes razón. Y si las cosas van bien en mi trabajo, quizás podamos volver a
vernos. No quiero marcharme de esta ciudad. Así que… ¿veremos esa película que has elegido
en Netflix?», le digo, pues por ahora quiero dar el tema por terminado y distraerme un poco.
«Sí, por supuesto». Sophia me sonríe y coge el mando con la mano para presionar el botón
Play.
Capítulo 15 ~ Ethan
A la mañana siguiente.
«El receptor no se encuentra disponible por ahora, pero puede enviar un mensaje de texto…»,
se repite la grabación una y otra vez.
«¡Mierda!». Salgo del ascensor en el tercer piso y miro a mi alrededor para asegurarme de que
no hay nadie a la vista. Me alegro por ello, pues hice un esfuerzo extraordinario para ser el
primero aquí y llegar sin alborotos al departamento de contabilidad.
Mientras camino hacia allí, sosteniendo el pequeño sobre de papel en mis manos, el choque
con Emma en el pasillo del piso 56 el día de ayer se me vuelve a pasar por la cabeza. Este año
me parece que se ve aún más hermosa que antes. ¿Cómo es posible que de repente trabaje en mi
empresa? ¿Quizás lo hizo a propósito? Y entonces pienso en la llamada telefónica con Sven. El
encuentro con Emma me tomó tan desprevenido que no supe qué decir o cómo reaccionar.
Estaba demasiado concentrado en el asunto con Sven.
En el camino de regreso a mi oficina, su asistente respondió el teléfono y me dijo que le
informaría a Sven que volví a llamarlo. Esto, al mismo tiempo, me hizo recordar nuestro códex.
Sí, ese bien conocido códex fue justamente el que me ayudó a vivir con los Vikings y finalmente
dejar todo atrás.
El códex es relativamente simple, para que así todos puedan comprenderlo. Debo admitir lo
mucho que me sorprende cuánto se aferran los Vikings a este lema y la manera en que lo utilizan
en su vida diaria. Básicamente, consiste de estas tres frases:
Vikingo hasta la muerte.
Nunca contradigas al jefe.
Un trato es un trato.
Este lema surgió en una época llena de peleas entre pandillas. En ese entonces, uno no podía
estar seguro de si alguien había cambiado de bando o si terminaría gravemente herido. Por lo
tanto, se necesitaba de un acuerdo que no pudiera ser cuestionado ni discutido. Especialmente
cuando se trataba del jefe.
Los Vikings todavía me consideran su jefe, su líder (Vikingo hasta la muerte). Al menos así
parecen ser las cosas para Sven, pues él es quien lidera a los Vikings ahora. Por supuesto, cuando
mi móvil se cayó al suelo consideró nuestra llamada como terminada, así que efectuará el trabajo
tal como se lo describí. Sin nada que agregar o preguntar (Un trato es un trato), pues en los
Vikings cuando se da una orden, esta se ejecuta a como dé lugar. Eso significa que no tendré
noticias de Sven hasta que haya cumplido con la tarea. Tan solo me queda esperar que no se haya
tomado las palabras pisarle los talones de una forma demasiado literal.
Abro la puerta de la enorme sala de contabilidad y miro alrededor. Aquí también reina el
vacío. Atisbo los alrededores y finalmente veo una pequeña placa de identificación sobre el
escritorio de Emma. Pongo el sobre blanco sobe su teclado para que ella lo vea de inmediato.
Tomé la sabia decisión de utilizar uno de los sobres neutros membretados de la empresa, que
también se utilizan en el departamento de Recursos Humanos, para no atraer atención innecesaria
a mi pequeño mensaje.
Organicé toda esta pequeña acción ayer por la tarde, poco después de encontrarme con Emma.
No fue difícil. Después de todo, soy dueño de la empresa y pude ver su gafete de identificación,
colgado de esos hermosos senos que me fue difícil dejar de mirar. Afortunadamente, a pesar de
la fenomenal visión de sus pechos, logré reunir la concentración suficiente para memorizar su
número de empleado.
Recursos Humanos me explicó que ayer fue su primer día de trabajo en el inútil departamento
de contabilidad. Por supuesto que utilizaron esas palabras, pero esa era la mejor manera de
describirlo.
Pasé toda la tarde y parte de la noche pensando por qué Emma estaba trabajando en mi
empresa, de entre todos los empleos disponibles en la ciudad o en los Estados Unidos. ¿Quizás
está trabajando para el alcalde como espía, pues Henry desea finalmente darme un ultimátum?
¿O quizás simplemente me estoy volviendo paranoico?
Después de pensarlo por unos momentos, la idea me pareció genuinamente absurda. Después
de pensar en todas las posibilidades, decido que sería una pena perderle la pista de nuevo, tal
como sucedió hace un año. Así que mientras aún estaba en la oficina, cogí una hoja de papel
blanco de la impresora, la cual uso con muy poca frecuencia, y decidí escribirle una carta a
Emma.
Después me la llevé a casa y la leí una y otra vez mientras me tomaba una copa de vino,
sentado en mi enorme sofá, pensando en cuál era mi plan detrás de todo esto. ¿Realmente debería
hacerlo? Sí, era bastante impulsivo y precipitado. Pero ¿acaso no fueron así las cosas en Las
Vegas? Después de todo, ¿qué había de malo en ello?
La carta contenía una invitación a mi penthouse en Beverly Hills esta noche. No decía nada
más. De ser así, probablemente le resultaría confuso a Emma. La mejor parte vendría después:
Quería que Emma renunciara a su trabajo sin sentido en el departamento de contabilidad y que
trabajara solo para mí. Ella sería mi nueva asistente.
Con eso mataría dos pájaros de un tiro. Por mucho que los Vikings le pisaran los talones a mi
asistente, yo ya no quería que trabajara para mí. Así que, de cualquier manera, debía contratar a
alguien nuevo. Por otro lado, también quería tener a Emma cerca de mí.
Siempre había deseado poder ver sus enormes tetas cuando me complaciera. Emma tiene algo
que me vuelve loco. Tal vez sea su enorme inocencia, combinada con su voluntad por probar de
todo. Eso me gustaba de ella, incluso cuando la conocí. Es completamente diferente a la puta de
Carla, la egoísta mujer con la que Jared continúa acostándose.
Obviamente, mi intención es que de todo esto surja más que una nueva asistente. ¿Qué hay de
malo en una asistente que me atienda más allá de los aspectos laborales? Eso encaja
perfectamente con Emma.
El tercer punto es el ultimátum del alcalde. También pensé en esto, pero prefería guardarme
eso para mí, al menos por ahora… Estoy seguro de que Emma puede ayudarme, incluso si tan
solo juega su papel inconscientemente.
El ascensor llega y se abren sus puertas. Antes de entrar, echo un vistazo rápido a mi
alrededor para asegurarme de que nadie me ha visto caminando por los pasillos.
Excelente. ¡Todo despejado! Entro a la cabina vacía y presiono el botón del piso 56.
Capítulo 16 ~ Emma
«Llegas temprano», me saluda calurosamente la recepcionista.
«Tú también», le respondo amistosamente e intento sonreírle de manera sincera. Continúo
caminando hacia los ascensores y presiono el botón para llamar a la cabina. En la pantalla
superior, veo que uno de los ascensores acaba de llegar al piso 56.
Inmediatamente el encuentro con Ethan se me vuelve a pasar por la cabeza. ¿Quizás ya está
aquí? ¿Debería subir y contárselo todo? ¿De verdad todo, incluyendo el hecho de que tenemos
una hija…?
Dejo mis pensamientos a un lado, me coloco detrás de la oreja un mechón de cabello que me
cubre el rostro y respiro profundo. No, no es buena idea.
Después de ver la película romántica en Netflix, con algunas lágrimas, Sophia y yo volvimos
a discutir el asunto de Ethan. Echar un vistazo a nuestras cuentas bancarias a través de la
aplicación móvil nos facilitó mucho las cosas. Los números nos demostraron lo justas que
íbamos de dinero. Yo creí que habíamos considerado todo con antelación, pero unas cortinas
nuevas aquí, una lámpara allá, una cómoda nueva para el baño… y así, sucesivamente.
Los números me habían dejado muy claro que no tenía otra opción. Este trabajo tenía una
paga razonablemente buena y nos ayudaría a llegar a fin de mes. Si el trabajo de Sophia
continuaba desarrollándose positivamente, incluso podríamos permitirnos un pequeño lujo de
vez en cuando, como, por ejemplo, un masaje.
El ascensor hace un ruido al llegar y las puertas se abren. Entro y presiono el botón del piso 3.
Silenciosamente y con cierta velocidad, la cabina sube y las puertas se abren después de un
trayecto bastante corto.
Salgo, respiro profundamente y camino hacia mi escritorio. Echo un vistazo a mi móvil y veo
que son las 7:14 a.m. Para un trabajo de oficina en Los Ángeles, llego casi dos horas antes.
Lo he hecho a propósito, pues ayer me parece que le causé una impresión bastante confusa a
mi colega Louisa. Decido llegar a la oficina antes que los demás para dar un repaso a las tareas
de ayer. Realmente quiero hacer un buen trabajo. No quiero que nadie piense que estoy aquí
gracias a Ethan. Louisa me miró con bastante sospecha cuando descubrió que él y yo nos
conocíamos. Al menos no quiero que los demás trabajadores se den cuenta de que estoy distraída
y distante.
Abro la puerta de la oficina y, con asombro, descubro que la luz está encendida. Miro a mi
alrededor con los ojos muy abiertos. ¿Acaso ya hay alguien más aquí?
«¿Buenos días?». Nadie responde. Miro alrededor de la enorme recepción y no veo a ninguno
de mis colegas, a pesar de que las luces están encendidas. ¿Quizás alguien se olvidó de apagarlas
anoche? Sin pensar más en el asunto, me encojo de hombros y continúo caminando hacia mi
escritorio. En el camino, repaso mentalmente mi plan del día: trabajar en los documentos durante
una hora y leer los correos electrónicos, escribir mis dudas para Louisa y después ir al baño con
el extractor sacaleches, poco antes de las 8:30 a.m.
Estoy confiada y siento que todo saldrá bien. No puedo evitar sonreír al pensar en que ayer,
mi primer día de trabajo, no pensé en los momentos adecuados para exprimirme los senos y
liberar la presión. Sin embargo, ahora estaba segura de que sería suficiente extraer la leche
temprano por la mañana y después durante mi pausa para el almuerzo. Así, nadie se daría cuenta
de que estaba ausente más tiempo de lo habitual, y nadie…
¿Qué es eso de ahí?
Cuando llego a mi escritorio, mi corazón se detiene por un momento. Hay un sobre blanco
sobre el teclado de mi ordenador. Conozco el membrete. Es un sobre del departamento de
Recursos Humanos. Ayer me entregaron las contraseñas del ordenador y mi gafete de
identificación en un sobre igual.
Se me acelera el pulso cuando dejo mi bolso sobre el escritorio y cojo el sobre. ¿De verdad di
una primera impresión tan mala? ¿Me están despidiendo? Hoy tenía tanto ánimo para dar lo
mejor de mí…
Nerviosa, abro el sobre y desdoblo la carta con dedos temblorosos. Me sorprendo un poco al
ver que está escrita a mano. El mensaje es breve. Lo leo varias veces y al principio no puedo
evitar sospechar que alguien está jugando conmigo. Le doy la vuelta a la carta y descubro la
breve posdata en la parte inferior.
No puedo contener un pequeño grito de emoción y me llevo la mano a la boca, sobresaltada.
Miro alrededor de la oficina nuevamente, pero todavía no hay nadie que haya podido
escucharme.
Leo el mensaje de Ethan una vez más:
Querida Emma,
por favor ven a mi casa hoy a las 19 hrs. Sola.
Encontrarás la dirección al reverso de la carta.
Estoy ansioso por verte,
Ethan.
Primero pienso que quizás es una broma de Louisa. En trabajos anteriores ya me habían
jugado malas pasadas de este tipo, sin embargo, nunca comprendí si era culpa mía o se trataba de
la cultura corporativa y la interacción entre colegas. Nunca lo he entendido bien y jamás he
hecho algo semejante cuando llega alguien nuevo al trabajo.
Pero no me cabe la menor duda. Junto a la dirección de su casa, había un pequeño mensaje
adicional:
P.D. Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas.
Louisa no tiene forma de saber eso. En realidad, nadie sabía lo que sucedió. Nadie más que
Sophia, mi madre y yo. Y ninguna de ellas podría haber hecho esto. Así que la carta realmente es
de Ethan, ¡y me ha invitado a su casa!
Me dejo caer en la silla detrás de mi escritorio y vuelvo a leer la carta. El corazón me late
desbocado; casi puedo sentirlo en la garganta. Pero ¿qué querrá Ethan de mí? ¿De qué quiere
hablar? ¿Y por qué hace énfasis en que vaya sola?
Con nerviosismo comienzo a morderme las uñas de la mano izquierda y siento una creciente
necesidad de subir al piso 56, buscarlo y cuestionarlo de inmediato. Pero eso es una tontería. Es
evidente que Ethan quiere mantener una clara línea entre lo profesional y lo privado, de lo
contrario, podría invitarme a su oficina en cualquier momento. Después de todo, él es el dueño
de la empresa y está al mando. Así que seguramente quiere algo más de mí… ¿o quizás tan solo
me estoy imaginando cosas?
Mis pensamientos se vuelven locos tan solo al pensar en lo que podría suceder. Recuerdo el
pasado, su tacto sobre mi piel y aquella noche juntos. Pienso en la noche en Las Vegas con
demasiada frecuencia. El sexo fue diferente. Mucho más intenso y mucho mejor que con
cualquier otro tío con el que he estado. Ethan es simplemente tan… diferente. Y, bueno, esa
noche no estuvo exenta de sorpresas. Además del premio que gané… definitivamente Emily
tiene sus ojos y, sin lugar a dudas, es su hija. Al menos, cualquier otro hombre está fuera de
discusión, pues antes de Ethan no tuve relaciones sexuales durante mucho tiempo, y, con total
certeza, tampoco lo hice después de Las Vegas.
Emily… ¿debería decírselo? ¿Cómo reaccionará? Quizás realmente sea un padre sumamente
amoroso y entonces Emily nos tendrá a ambos: mamá y papá. No hay nada que desee más para
mi hija que una familia completa, un padre que siempre esté ahí para ella. De la misma manera
en que mi padre siempre estuvo ahí para mí, al menos hasta que dejó este mundo demasiado
pronto tras su accidente en moto. Pero ¿será eso algo que Ethan desee? Después de todo, es un
exitoso hombre de negocios. De pronto, no puedo evitar pensar que la carta quizás tan solo se
trata de sexo.
Siento un nudo en la garganta. Ni siquiera he pensado en mi trabajo. ¿Cómo se supone que
sobreviva la jornada y aprenda cosas nuevas cuando tengo tantas preguntas dándome vueltas en
la cabeza? Me marcharé a casa temprano; ya se me ocurrirá algo para no volver a llamar la
atención de manera negativa.
«Buenos días, ¿Te gusta madrugar?», escucho una voz amistosa cerca de mí y me estremezco.
«Buenos días, Louisa». Después de unos segundos de confusión, veo a mi nueva colega de
trabajo. Con la mayor discreción de la que soy capaz, guardo la carta en mi bolso y, nerviosa,
saco mi móvil, lo desbloqueo y le escribo un breve mensaje a Sophia:
Ethan me escribió una carta. Quiere verme. Necesito hablar contigo. Llegaré temprano a
casa hoy. Besos. Emma.
Sabía que podría haberla llamado, pero también sabía que nuestras conversaciones en este
tipo de temas no duraban dos minutos. Por otro lado, Sophia también tenía a Emily, pues se
supone que ella cuidaría de la pequeña durante las mañanas, y ya no estaba sola en la oficina. Si
me ponía a hablar por teléfono ahora, Louisa podría pensar que tenía muchas conversaciones
privadas durante mi horario laboral, lo cual no daría una buena impresión.
Estoy a punto de poner el móvil otra vez en mi bolso cuando vibra rápidamente y en la
pantalla iluminada puedo ver que Sophia ya me ha respondido:
Vaya. Qué emoción. Estoy aquí para ti. Besos.
Respiro hondo y guardo el móvil.
«¿Te apetece un café antes de comenzar?», me pregunta Louisa alegremente mientras
enciende su ordenador.
«Sí, me encantaría», respondo. Espero poder escucharla con más atención que ayer. «Una
cosa más. Creo que debo marcharme a casa un poco antes. Necesitan comprobar la instalación
eléctrica de mi apartamento», le digo. Me siento culpable por mentirle a Louisa, sin embargo, no
tengo otra manera de excusarme.
«Pfff… estos electricistas. Piensan que estamos en casa todo el tiempo. Me pasó lo mismo la
semana pasada. Claro, no hay problema. Solo asegúrate de terminar tus tareas a tiempo».
Me siento aliviada de deshacerme de este obstáculo y sigo a Louisa hacia la cocina en la sala
de descanso.
«Ahora, cuéntame una vez más cómo es que conoces a Ethan», me dice Louisa en un susurro
conspirador mientras caminamos juntas.
Capítulo 17 ~ Emma
«Pero qué zona tan elegante. Debe tener un novio bastante rico, señorita», me dice por encima
del hombro el taxista, hablando con acento extranjero mientras enciende las luces intermitentes
del coche y sale del bulevar Santa Mónica en dirección a Beverly Hills.
«Sí…», respondo, apenas separando los labios y miro a través de la ventana. A pesar de que
ya anochece, puedo ver las hermosas casas y los enormes coches que dejamos atrás. Cuanto más
nos alejamos del bulevar Santa Mónica, me parece que las casas se vuelven más grandes y
lujosas. ¿Siguen siendo casas? ¿O son mansiones? ¿Cuál es la diferencia exacta, de cualquier
manera?
En ese momento pasamos frente a un enorme portón galvanizado, detrás del cual se puede ver
un camino empedrado hasta una propiedad. Definitivamente esto es una mansión. El camino
hasta la entrada probablemente es más grande que todas las casas en las que he vivido. Juntas.
¡Esto es una locura!
Me pregunto si Ethan vivirá en un penthouse así de majestuoso. Se me vienen a la cabeza las
palabras de Louisa esta mañana, mientras bebíamos café en la cocina. De verdad no se dio por
vencida y moría por saber cómo es que nos conocíamos Ethan y yo.
Aunque me resultó difícil, recurrí a una mentira piadosa, diciendo que nuestros padres solían
conducir en moto juntos y que por eso nos veíamos cuando éramos adolescentes. Esa mentirijilla
fue una idea espontánea, pero, de alguna manera, me sentí terrible por usar a mi amado y
fallecido padre como excusa. Sin embargo, a pesar de lo agradable que se comportó Louisa esta
mañana, no podía contarle que tuve una loca noche de pasión con nuestro jefe. Además de una
hija de la que ni siquiera él sabía.
Al principio Louisa pareció satisfecha con mi explicación, pero después comenzó a
preguntarme si mi padre y el de Ethan continuaban yendo en moto y si yo había estado antes en
casa de Ethan. Louisa me explicó que se rumoraba que vivía en Beverly Hills, en una hermosa
propiedad que le heredaron sus padres.
Entonces le dije que mi padre había fallecido hace mucho tiempo. Louisa se mostró
visiblemente incómoda y, finalmente, cambió de tema. Por supuesto yo no quería hacerla sentir
culpable, pero me alegraba que pudiéramos dejar el tema de lado y no forzarme a mentir de más.
Al contrario de lo que temía, mi jornada laboral transcurrió increíblemente bien. Mis tareas no
fueron particularmente difíciles y comenzaba a ver patrones en los procesos. Louisa me elogió en
varias ocasiones, recalcando lo bien que lo estaba haciendo. Me pillé pensando que me aburriría
de este empleo pronto. Aunque, ¿quizás eso también era algo bueno? Así podría marcharme del
trabajo temprano casi todos los días y reemplazar a Sophia para pasar más tiempo con Emily…
Emily…
Siento una puñalada en el corazón al pensar en mi pequeña princesita. ¿De verdad está bien ir
a casa de Ethan tan tarde? Me preocupa que comience a llamar mamá a Sophia, en lugar de a mí.
Dejo estos pensamientos de lado y recuerdo todo lo que me dijo Sophia después de que le
mostrara la carta. Ella concordaba en que debía ir a casa de Ethan. Después de todo, había estado
pensando en él con mucha frecuencia durante todo este tiempo.
Obviamente, ella tenía razón. Pero para mí las cosas ya no eran tan fáciles. Ahora era mamá y
tenía una enorme responsabilidad con Emily. Quería ser una buena madre y no solo pensar en mí
misma o tan solo preocuparme en si llegaríamos a fin de mes. Quería estar con mi hija.
«Hazlo por Emily. Tú eres quien desea una familia completa. Ahora su padre quiere hablar
contigo. ¿Tienes mucho más que pensar?», me preguntó Sophia después de que yo le explicara
todas mis dudas, mientras me llevaba las manos a las caderas.
Sophia continuaba diciéndome que no debería pensar demasiado en la primera reacción de
Ethan cuando nos encontramos en el pasillo del piso 56. «Todo el mundo reacciona diferente
ante un encuentro inesperado. Quizás estaba en medio de una llamada sumamente importante. Te
ha invitado a su casa. ¿Qué más quieres?».
Sabía que ella tenía razón en lo que decía, y, después de pensarlo un momento, pedí un taxi
para que me llevara en la dirección escrita al reverso de la carta.
«Llegamos, señorita», me avisa el taxista mientras aparca el coche en el carril derecho de la
calle.
Miro a izquierda y derecha y tan solo puedo ver un par de setos de más de dos metros de
altura a cada lado de la calle.
«No veo ninguna casa. ¿Este es el destino correcto?», pregunto, algo insegura.
«Pues, sí. Google Maps dice que hemos llegado», me dice dando golpecitos con el dedo a la
pantalla de su móvil, el cual está sujeto al parabrisas con un soporte especial. «Así que no debe
haber ningún error. Pero, mire, allá adelante hay una cabina de portero», me dice señalando en la
oscuridad. Me toma un momento comprender lo que está intentando mostrarme el taxista. Pero
entonces la veo. ¡Claro! No muy lejos del taxi, hay una pequeña construcción que sobresale de
los setos. ¿De verdad? ¿Ethan en serio tiene a su propio portero? ¿Pero qué tan grande debe ser
su casa entonces?
Le pago al taxista, me despido al salir y camino lentamente hacia la entrada. Antes de poder
comprobar si realmente hay alguien dentro de la pequeña cabina, una voz masculina me da la
bienvenida.
«Buenas noches. ¿Usted es la señorita Emma Smith?».
El camino de entrada y la cabina están iluminados por una agradable luz. Parpadeo un poco al
principio, pero entonces mi vista se acostumbra y puedo ver al hombre, de unos cincuenta años y
vestido con taje azul, que está de pie frente a la cabina del portero.
«Sí, lo soy. ¿Cómo sabe…?», mi voz se tranquiliza cada vez más hasta que mis palabras se
desvanecen en asombro puro, pues no puedo creer lo que ven mis ojos detrás de la puerta de
hierro. Es una vista majestuosa. Una multitud de puntitos de luz iluminan perfectamente el jardín
delantero, cuidadosamente diseñado. Puedo ver muchos árboles y arbustos más pequeños.
Arriba, frente a la entrada de la casa, hay una especie de rotonda, cuyo centro es una elegante
fuente. ¿De verdad vive aquí Ethan? Es una locura. Por supuesto que el dueño de la compañía en
donde trabajo debe tener dinero. Pero ¿tanto? Vale, la verdad es que no conozco al propietario de
ninguna otra empresa. Al menos no hasta ahora. Así que, ¿qué referencias tengo yo para saber
estas cosas?
«El señor de la casa me lo ha informado. Le abriré las puertas. Ya la esperan arriba», me
explica el portero. Puedo escuchar una sonrisa en su voz. Al parecer, es consciente de lo
sorprendida que me encuentro por la propiedad.
«Es bonita, ¿no?», me dice guiñándome un ojo amistosamente antes de presionar un botón en
su mando, el cual hace que ambas puertas del portón comiencen a abrirse lentamente.
«Que se divierta», me dice con una pequeña reverencia y hace un gesto con la mano,
indicándome que puedo continuar mi camino hacia la puerta principal.
Lentamente, subo por las escaleras y continúo mirando de izquierda a derecha, intentando
asimilar lo mejor posible todo lo que ven mis ojos. La cantidad de detalles minuciosamente
diseñados y las flores a lo largo del camino me hacen sospechar que tiene a más de un jardinero
para dar mantenimiento a todo el lugar. Eso me suena un poco absurdo, pero si tiene un portero,
¿por qué no habría de tener más de un jardinero?
El agradable chapoteo del agua en la fuente hace música en mis oídos. Levanto la mirada y
admiro la pequeña fuente que dispara agua hacia el cielo desde el centro del cuenco de piedra, y
la forma en que esta cae en todas direcciones, formando un patrón convexo.
«¿Te gusta?». Miro hacia la entrada, sobresaltada. Ethan.
Allí está, vestido con un traje negro y apoyado casualmente contra el marco de la puerta,
sonriéndome. Entonces se me acerca y me doy cuenta de que el botón superior de su camisa está
desabrochado. El fugaz recuerdo de su torso desnudo se me pasa por la cabeza y siento como si
mis rodillas se debilitaran.
Ethan coge mi mano y me mira a los ojos. Sus ojos azules tienen exactamente el mismo brillo
que los de Emily, y una vez más me doy cuenta por qué, además del premio gordo, caí tan rápido
por él ese día en Las Vegas.
Me besa la mano, lo cual inmediatamente hace que se me ponga la piel de gallina en los
antebrazos. «Me alegro de que estés aquí», me susurra. «Vamos dentro». Con un andar cómodo
y sin soltar mi mano, Ethan me lleva detrás de él a través del marco de la puerta principal.
Lo único que puedo ver es la colosal escalera y los altos techos, que seguramente tienen al
menos diez metros de altura. Entonces caminamos a la derecha, hacia una habitación que, a mi
parecer y juzgando por los muebles, es algo entre una sala de estar y un salón.
Ethan se sienta en el enorme sofá de cuero y con un gesto me indica que también puedo
sentarme a su lado. Al hacerlo, miro por unos segundos la mesa de roble que está frente al sofá y
los maravillosos cuadros en las paredes. Pero después de mi maravilla inicial, tan solo tengo ojos
para Ethan. Estar en su casa causa que se desaten todas las fantasías y pensamientos que he
tenido a lo largo de este año.
Ethan me entrega una copa de champán que estaba sobre una pequeña bandeja plateada, en
una mesita detrás del sofá. Puedo ver que el champán fue servido recientemente, pues las perlas
de espuma todavía ascienden a la superficie. ¿Acaso tiene más empleados? ¿Quién habrá servido
las copas?
«Por nosotros». Ethan levanta su copa y brindamos. Me llevo la copa a los labios
cuidadosamente y finjo como si diera un sorbo al champán. Siento un hormigueo en el estómago
que se intensifica cuando Ethan clava su mirada en mí. Siento como si me mirara de la misma
manera como ese día en la habitación del hotel. ¿O quizás tan solo lo estoy imaginando?
«Emma. Iré directo al grano…», dice Ethan después de beber un sorbo de su champán y dejar
la copa a un lado. «Seguramente te habrás preguntado por qué te he invitado a mi casa…», se
detiene por un momento y me mira. Lo único que puedo hacer es asentir, pues mirarlo, después
de tanto tiempo, simplemente hace que tenga un nudo en la garganta. No tengo idea de lo que
viene a continuación.
«Creo que los dos somos buenos haciendo negocios. Después de todo, ambos nos ganamos el
premio gordo con esa monedita que encontramos juntos». Vuelve a hacer una pausa. ¿Tendrá
una mínima idea del efecto que causan sus palabras en mí?
«El destino te trajo a mi empresa. Y dado que el puesto de mi asistente ahora está vacante, me
gustaría pedirte que lo ocuparas de ahora en adelante».
Es como si me dieran un frío y potente golpe en el estómago. ¿Eso es todo? ¿Es esa la razón
por la que me ha invitado a su casa? ¿Tan solo para invitarme a que juegue a ser su secretaria?
Bajo la mirada, miro el interior de la copa de champán y con el dedo jugueteo alrededor del
borde de cristal.
«Pero eso no es todo. No te preocupes, hay más», me dice. Seguramente se dio cuenta de mi
decepción, y me sonríe. «También necesito a alguien que sea mi acompañante oficial en ciertos
eventos públicos que se llevarán a cabo en el futuro próximo».
Vuelvo a mirarlo, esta vez directamente a los ojos. «No puedo pensar en nadie mejor que tú».
Ethan me sonríe con picardía.
Esa frase hace que casi me dé un infarto. ¿Quiere que aparezcamos como pareja en público?
Trago saliva con fuerza. Si tan solo supiera qué tan próximos estamos a ser pareja… ¿debería
hablarle de Emily? No, ahora no es el momento adecuado, aunque…
«No debes responder ahora. Mejor cuéntame cómo te fue con el premio gordo y qué te trae a
Los Ángeles», la pregunta de Ethan me arranca de mis pensamientos.
«El premio gordo… bueno, el dinero se esfumó más rápido de lo que esperaba», respondo en
voz baja. «Y el trabajo en la empresa tiene buena paga, así que repentinamente decidimos…»,
me interrumpo brevemente, «…decidí mudarme a Los Ángeles».
«¿Decidimos? ¿Te mudaste con alguien?», Ethan arquea una ceja con escepticismo.
«Sí, con mi amiga Sophia. Ella estaba en Las Vegas conmigo».
«Ah, sí. Ahora lo recuerdo. Hablando de dinero, también tengo buenas noticias para ti. Como
es de esperarse, el nuevo puesto y las apariciones públicas tienen muy buena paga. Si estás de
acuerdo, puedes comenzar mañana. Te daré un nuevo contrato».
No estoy segura de tomar su oferta. ¿Acaso confundí mis sentimientos y esto simplemente se
trata de una fachada? ¿Es posible que desee tanto a Ethan, que aún imagino que siente algo por
mí? ¿Solo quiere comprarme para que yo finja ser su pareja en público?
Por otro lado, tener más dinero significa más libertad y tiempo para Emily. Pero ¿qué hay de
ese dudoso artículo del pasado? ¿Es posible que todo eso sea cierto? Incluso si fuese así, ¿eso
cambia la manera en que me siento ahora? Me siento tan decepcionada y avergonzada de ser tan
ingenua. Esto es simplemente una cita de negocios. Pero ¿entonces por qué se tomó las molestias
de escribirme una carta? Podríamos haber hablado de todo esto directamente en su oficina.
Entonces siento la mano de Ethan sobre la mía. En realidad, lo único que hace es retirar la
copa de champán de mi mano, sin embargo, el tacto de su mano sobre mi piel es tan delicado que
me estremezco y dejo que la copa caiga al suelo, paralizada. Milagrosamente, la copa no se
rompe en mil pedazos, sino que tintinea un poco y yace a un lado de la alfombra.
«Discúlpame, yo…», me agacho para coger la copa cuando nuestras manos vuelven a
encontrarse. Miro a un lado y noto que Ethan también se ha agachado para coger la copa del
suelo. Nuestras caras están a tan solo unos centímetros de distancia. Permanecemos así durante
unos segundos. La verdad es que podría mirar sus ojos durante horas.
Entonces sucede. Nos besamos. Tan solo es un beso rápido, pero el encuentro entre nuestros
labios se siente fenomenal. No acierto a decir quién de nosotros dio el primer paso. Quizás fui
yo.
«Por favor, discúlpame».
«No hay nada de qué disculparse, Emma», me dice. Y ahora estoy bastante segura de ver en
sus ojos la misma mirada codiciosa que conocí hace un año. Esto ya no son negocios, es un
genuino y verdadero deseo de más…
Capítulo 18 ~ Ethan
Tan solo mirarla hizo que se me olvidara el propósito de nuestra reunión esta noche. En
realidad, mi plan tan solo era preguntarle si aceptaría el puesto como mi asistente y acompañante
en determinadas ocasiones especiales.
Pero tan pronto como la vi caminar hacia la entrada, me di cuenta de su sexi escote. Me
hubiera encantado meterle la mano de inmediato, pero mantuve la compostura. Sin embargo, mi
polla dentro de mis pantalones tenía otros planes… podía sentirlo. A pesar de todo, yo quería
hacer esto de manera profesional y ocuparme primero de los negocios.
Pero entonces… Emma deja caer la copa de champán y nuestros rostros se encuentran cuando
ambos intentamos recogerla del suelo. Emma me mira como si fuera un pequeño cervatillo
indefenso. Sin embargo, yo sé muy bien lo desenfrenada y salvaje que puede llegar a ser. Es
como si Emma fuera un ser de caparazón blando que esconde un peligroso depredador en el
fondo.
No recuerdo exactamente cómo es que nos besamos. Creo que fue ella quien tomó la
iniciativa y se acercó a mí. La verdad es que no importa. Deseo a Emma y mi polla dentro de mis
pantalones está tan dura como una roca. Es momento de deshacerme de su caparazón blando e
inocente y desatar a la bestia salvaje que tiene dentro. En realidad, mi plan era esperar un poco
por ahora y mañana intentar que sucediera algo en la oficina, durante la tarde cuando todos ya se
hubieran marchado. Pero no podía dejar escapar esta oportunidad, servida exclusivamente para
mí en bandeja de plata.
Mi respuesta ante su disculpa parece inquietar a Emma aún más. Lo único que intentaba hacer
era eliminar sus dudas, pero ya que mis palabras no parecen ayudar, es momento de actuar.
«¡Te deseo! ¡Aquí y ahora!», le digo. Estamos frente a frente y la tensión entre nosotros es
casi palpable. La miro de arriba abajo y no me caben dudas de que se ha puesto más hermosa y
femenina que la última vez que la vi. Sus enormes pechos y las curvas en su cintura me hacen
perder la cordura.
Decidido, me acerco a Emma, coloco una mano sobre su nuca y la otra alrededor de su cintura
y la atraigo hacia mí. Emma permite que la manipule con mis manos, disfrutando del momento.
Nuestros cálidos labios se encuentran de nuevo y en menos de un segundo nuestras lenguas ya se
encuentran jugueteando con dulzura entre sí. Su boca tiene sabor a champán y un toque de fresa.
Un manjar.
Nuestra respiración se vuelve más intensa a medida que nuestros besos aceleran el ritmo,
acercándose a lo salvaje. Puedo escuchar el aliento de Emma acelerarse. Acaricio su espada con
la mano, deslizándome hasta tocar su culo de encantadoras proporciones. Espero unos instantes y
después de doy un pequeño apretón.
Emma se estremece ligeramente, se aparta de mí y me mira. «Tienes un culo fenomenal. Es
una delicia», le digo con una sonrisa. Emma me sonríe de vuelta y me da un golpe en el pecho.
«Eres inimaginable», me dice.
«Quiero follarte desnuda en este sofá», le digo señalando al sofá de cuero negro que está junto
a nosotros. Cojo el dobladillo de su blusa y se la saco por la cabeza.
Emma es maravillosa. Su sujetador se abre con la misma rapidez con que perdió la blusa y
entonces me encuentro frente a sus fenomenales tetas. Las cojo entre mis las manos y comienzo
a masajearlas. Emma gime con dolor. «¿Estás bien?», le pregunto, pues eso simplemente no se
escuchó bien.
«Sí, todo bien. Últimamente he estado algo… sensible», me dice mirando al suelo,
avergonzada.
«Oye, no te preocupes», le digo levantando con dulzura su barbilla entre mis dedos,
obligándola a mirarme nuevamente. «Seré más cuidadoso». Hago una pausa y después agrego:
«Ahora, ¡quítate los pantalones!».
Mientras Emma se quita los pantalones y la tanga, yo también me desvisto completamente y
camino hacia ella. Por unos instantes, la mirada de Emma se detiene sobre mi polla rígida.
Después me mira directamente a los ojos y puedo ver las comisuras de sus labios esbozar una
sonrisita llena de lujuria. El animal salvaje en su interior parece haber despertado, y creo que ni
siquiera ella es consciente de ello.
Coloco mis manos sobre sus hombros y la empujo suavemente hacia atrás, de forma que
Emma quede recostada completamente de espaldas. Tiene las piernas flexionadas y los pies
apoyados en el sofá. Yo también me arrodillo frente a ella y abro sus piernas.
«¿Qué haces, Ethan…?», susurra Emma mientras suspira profundamente.
«Shhhh… ya lo verás», le digo llevándome un dedo índice a los labios, pidiéndole que no
diga nada más.
Inclino la parte superior de mi cuerpo sobre ella. Con las manos, acaricio el interior de sus
muslos y siento la manera en que Emma comienza a temblar, ansiosa. Con la mano derecha
siento su coño bien afeitado e inmediatamente me doy cuenta de lo húmeda que está. Recorro sus
labios un par de veces, de arriba hacia abajo, y Emma reacciona a mi tacto con un gemido más
fuerte. Se tapa la cara con las manos, como si realmente quisiera saborear este momento.
«Aaaahhhh…», Emma gime a todo pulmón cuando siente que saboreo su coño con mis
labios. Utilizo mi lengua para juguetear con habilidad y la penetro con ella lo más profundo que
puedo. Emma comienza a mecerse suavemente y el deseo parece incrementar dentro de ella cada
vez más. Realmente me gusta la vista que tengo frente a mis ojos; me encanta la manera en que
Emma se retuerce de lujuria. Con mi mano sujeto la base de mi polla y aprieto con fuerza, para
que así se acumule más sangre en ella y se vuelva incluso más grande.
Durante unos minutos, realmente saboreo cada centímetro de Emma. Juego con la lengua
alrededor de su clítoris y penetro su coño con los dedos, moviéndolos hacia adelante y hacia
atrás. Emma comienza a jadear salvajemente. No parece estar muy lejos de su clímax, y eso me
gusta. Ahora la tengo justamente donde quería.
Me aparto, me hinco y la miro. Me suelto la polla. Emma me mira con sorpresa y las mejillas
enrojecidas. «¿Qué pasa, Ethan? Ven», jadea, excitada a más no poder. Su deleite me estimula de
una manera indescriptible.
«Quiero follarte más fuerte que nunca», le digo. Emma parece vacilar por un segundo, pero
entonces asiente. Con las mejillas rojas, se ve lista para aceptar cualquier cosa. Sin decir más,
cojo sus tobillos y tiro de ella para traerla al borde del sofá. Envuelvo sus piernas alrededor de mi
torso y meto mi polla profundamente en su chocho mojado.
La embisto con fuerza y gimo en voz alta. Emma hace lo mismo, deja escapar un fuerte grito
de placer. Sostengo sus piernas con fuerza y la penetro con mucha fuerza, de modo que mis bolas
chocan contra su culo a cada embestida. Incremento el ritmo y comienzo a penetrarla duro y
profundo, como nunca antes.
Emma grita a todo pulmón, llena de placer. «Oaahh, Ethan… Mmmmmm», escucho escapar
de su garganta y disfruto lo mucho que le gusta.
Hago una pausa y me inclino hacia ella para besar sus enormes pechos. «Por favor, no…»,
susurra alterada, pues probablemente le preocupa que no haya entendido lo que me ha dicho
antes. «Shhh… tan solo soy duro contigo en los sitios correctos», respondo. Entonces Emma
parece relajarse y disfrutar de mi tacto.
«No pares de follarme», me susurra al oído después de unos momentos. Me vuelve loco que
me diga lo que le gusta, sin ser demasiado exigente.
Vuelvo a mi posición y continúo embistiéndola profunda y firmemente. Acelero el ritmo
incluso más que antes y puedo ver cómo el sudor comienza a escurrirse por nuestros cuerpos.
«Oooooohhh, Dios míoooo…», gime Emma y siento cómo se retuerce debajo de mí. Apenas
es capaz de controlar su lujuria. Pongo una mano sobre su clítoris y lo acaricio suavemente.
El placer en su interior explota, literalmente, y con un último par de fuertes embestidas, yo
tampoco puedo controlarme. Me corro profundamente dentro de ella y entonces caigo encima de
su cuerpo. Por un momento nos quedamos entrelazados, jadeando. Ninguno de los dos se mueve,
pues estamos ocupados tratando de recuperar el aliento.
Después de unos minutos me levanto, la miro y nos sonreímos como dos estudiantes que
acaban de hacer travesuras. Me gusta la silenciosa felicidad en su rostro. No me gusta cuando las
mujeres hablan demasiado después del sexo.
Emma mira el reloj en su móvil y hace una mueca. «¿Te enfadarías conmigo si te digo que
tengo que irme?», me pregunta, evitando mirarme a los ojos.
«No, prefiero que las cosas sean sencillas y sin complicaciones». La verdad es que aprecio
que las cosas sean de esta manera, sin embargo, no puedo evitar preguntarme a dónde tiene que
ir con tanta urgencia a estas horas de la noche. La verdad es que no conozco su situación. Quizás
tan solo tiene una cita con su amiga. ¿O su novio? Bueno, ahora no es el momento adecuado para
preguntarle al respecto. Básicamente, logré más de lo que quería esta noche. Incluso si tiene
novio. Aquí y ahora, Emma tan solo demostró lo que realmente quiere.
Volvemos a vestirnos y llamo a un taxi para Emma. En la puerta de la entrada, volvemos a
mirarnos a los ojos. «Por cierto, tomaré el transcurso de la velada como una aceptación de mi
oferta», le digo con voz decidida y una sonrisa en el rostro.
«Lo has interpretado correctamente».
«Pero ¿estás consciente de que no nos cogeremos de la mano en la oficina?».
«Sí, ya lo he entendido. Sencillo y sin complicaciones».
«Muy bien. Me pondré en contacto contigo mañana temprano. Entonces arreglaremos el
resto». En la entrada de la casa, el portero hace sonar una bocina, anunciando la llegada del taxi
de Emma. Nos damos un beso de despedida, entro a mi mansión y cierro la puerta.
Con una sonrisa en los labios, vuelvo a la sala. En el camino, mi móvil comienza a vibrar
dentro de mi bolsillo. Lo saco y en la pantalla puedo ver la fotografía de mi exasistente Marc.
Frunzo el ceño. Lo único que me faltaba ahora. Pero ¿por qué me llama? ¿Acaso Sven le
habrá contado algo?
«¿Sí?».
«¿Hola? ¿Ethan, es usted, jefe?», lo escucho preguntar con la voz entrecortada.
«Sí, soy yo. ¿Quién más podría ser?», le respondo con irritación y apenas puedo ocultar el
disgusto en mi voz.
«Discúlpeme por molestarlo. Tan solo quería decirle que no podré presentarme a trabajar
mañana. Estoy en el hospital, yo…», se interrumpe y respira con fuerza, profundamente.
«Yo… nosotros… alguien nos tendió una emboscada y nos dieron una paliza. No querían
nuestro dinero. Simplemente parecía que querían golpearnos… pensé que no pasaban esas cosas
en Los Ángeles», dice Marc, reprimiendo un sollozo.
Joder. Ya puedo imaginarme quién está detrás de todo esto. Tal parece que Sven y los Bike
Vikings les han pisado los talones, literalmente. Esos malditos idiotas. ¿Qué se supone que debo
decir ahora?
«¿Sigue ahí, jefe?».
«Sí, aquí estoy», respondo, volviendo a encontrar mi voz. «Lamento mucho lo que sucedió,
Marc». Realmente es una pena. Quería deshacerme de él, pero no quería que lo golpearan y lo
mandaran al hospital. Esto es lo que pasa cuando te involucras con un montón de roqueros
salvajes. Debería haberlo sabido desde el principio.
«Hablaste en plural. ¿Quién más estaba contigo cuando los golpearon?», pregunto, dándome
cuenta de que, a pesar de que le dieron una paliza, él es el chismoso que divulga los secretos de
mi empresa.
«Señor… por favor, créame… quería decírselo desde hace mucho tiempo, pero no sabía
cómo…», Marc comienza a tartamudear y me doy cuenta de lo que está por venir a continuación.
El bastardo estaba a punto de confesarlo todo. ¿Quizás la paliza le sirvió de algo, después de
todo?
«Soy gay. Desde hace mucho. Y tengo novio desde hace más de un año. Es la mano derecha
del alcalde. Pero nunca hablamos del trabajo. Lo juro. Es solo que…», la voz de Marc se
desvanece y solloza, lo cual le causa dolor en alguna parte del cuerpo.
¿Gay? ¿Marc es homosexual? ¿Por qué nunca me lo dijo? Aunque, la verdad es que ¿por qué
debería importarme su orientación sexual? Probablemente hay más gays caminando en
Hollywood que en cualquier otro lugar del mundo. A veces, ser gay es la nueva
heterosexualidad, al menos si le preguntas a los hípsteres.
Pero me parece tan descabellado. ¿Acaso acaba de inventarse todo esto para encubrir lo que
realmente sucede entre los dos? Es la excusa más extraña que jamás he escuchado.
«Vale. Después hablaremos sobre esto, Marc. Por ahora, recupérate. Debo marcharme a una
cena de negocios ahora, lo siento. Que te mejores», me excuso, intentando poner fin a la
conversación.
«Gracias, señor. Un médico acaba de llegar a mi habitación. Buenas noches», se despide y
finalizo la llamada.
«¡Joder!», digo golpeando con furia la cómoda de madera junto a la que estaba de pie en el
pasillo. Sven es un completo imbécil. Ya lo sospechaba, todo gracias a sus estúpidos códex de
pandillas. Nunca lo entendí a fondo. Si lo que dice Marc es cierto, el asistente del alcalde
también estaba ahí cuando sucedió la emboscada. Ni siquiera quiero saber lo que hará el alcalde
cuando se entere.
Estoy seguro de que me echará la culpa a mí, ese gilipollas engreído…
Capítulo 19 ~ Emma
A la mañana siguiente.
Estoy sentada en la mesa de la cocina, absorta en mis pensamientos mientras remuevo mi taza
de té con la cucharita, observando el vórtice que se forma en el interior. Cuando era niña, podía
perderme en ese movimiento circular durante horas. Sin embargo, en esos momentos de mi vida
no tenía tantas preocupaciones como ahora.
Las últimas palabras de Sophia se me vienen a la cabeza. Hace poco más de cinco minutos,
ella salió con Emily a dar un paseo matutino con su cochecito. La pequeña había estado despierta
desde las cuatro de la mañana, está muy cansada y llora mucho. Un paseo al aire libre suele
ayudarla a conciliar el sueño. Me hubiera encantado hacerlo yo misma, pero una mirada rápida al
reloj me indica que debo marcharme pronto a… vale, ¿a dónde debo ir, realmente? ¿Acaso
debería entrar al departamento de contabilidad, como si no hubiera sucedido nada? ¿O debería
subir hasta el piso 56, encontrar la oficina de Ethan, extender las manos y gritar ¡Tacháááánnn,
aquí estoy!?
Me siento bastante estúpida por haberme precipitado tanto ayer. Claro, el sexo fue fenomenal
y disfruté de cada segundo al lado de Ethan. Pero ¿cómo es que permití que me enredara tan
rápido? Su oferta de trabajo era bastante clara. Quería pagarme por ser su asistente y
acompañarlo en ciertos eventos públicos. ¿Quizás lo he complicado todo innecesariamente, al
involucrar el sexo?
Espero que no se haya disgustado por mi repentina partida anoche. Pero Sophia tenía una cita,
pues quería salir a cenar con un nuevo cliente potencial para hablar sobre algunos pedidos
futuros. Por supuesto, en casa de Ethan nunca me preocupé por mirar la hora y silencié mi móvil,
por lo que tan solo me di cuenta de las llamadas perdidas de Sophia ya que estaba de pie frente a
la puerta.
Llegué bastante tarde y Sophia estaba todo menos feliz de llegar tarde a su cita. Así que tan
solo tuvimos tiempo de intercambiar el biberón y el monitor para bebés.
Inmediatamente me atormentó un terrible remordimiento de consciencia y, después de
terminar de ver la última temporada de una serie en Netflix, me acosté en la cama junto a Emily,
cogí su manita y me quedé dormida.
No fue hasta esta mañana que pude contarle a Sophia todo lo que sucedió anoche. Parecía que
ella ya me había perdonado, pues resulta que el cliente potencial nunca se presentó y, después de
dos inútiles horas de espera, el cliente le escribió un breve mensaje diciéndole que no podría
llegar.
«Si las cosas siguen así, realmente debo considerar empacar mis cosas», se quejó Sophia por
la mañana, somnolienta mientras se frotaba los ojos, pues las tres habíamos estado despiertas
desde las cuatro en punto.
Le dije que Ethan me había ofrecido una nueva posición de trabajo con mucho mejor paga, así
que no debía preocuparse por eso. Además, ella acababa de iniciar su propio negocio. Después
de todo, esas cosas toman su tiempo. Al principio Sophia parecía genuinamente complacida, pero
su expresión cambió radicalmente cuando le conté del sexo. Me acusó de dejarme enredar
demasiado fácil. Me dijo que jamás creyó que yo fuera capaz de hacer algo así. Las palabras de
Sophia fueron como una pequeña puñalada en el corazón. Me sentí ofendida. Yo no era así.
Jamás dejaba que un tío cualquiera me convenciera de acostarme con él. Normalmente, me
tomaba mucho tiempo antes de irme a la cama con alguien. Pero, Ethan… él era diferente. Lo
que provocaba en mí era todo menos normal. Había algo entre nosotros. Es como si tuviera un
poder invisible que me hechizaba cada vez que nos veíamos.
«Él es... diferente a todos los hombres con los que he estado. No lo puedo explicar. Pero, me
sentí bien con él desde el primer momento», le dije en voz baja.
«Oye, lo siento. No quise ofenderte. Nadie ha dormido lo suficiente», Sophia me miró de
manera conciliadora mientras me acariciaba el hombro.
«Está bien. Sé a lo que te refieres. No es algo que yo haría, en eso tienes razón. Tan solo es
que…», suspiro.
«Es el padre de tu hija. Sé cuánto deseas una familia. Pero él ni siquiera sabe que Emily
existe», Sophia me interrumpió y completó mi frase. Como si Emily hubiera escuchado su
nombre, se rio estrepitosamente mientras la sostenía en mis brazos. Yo asentí en silencio,
confirmando la suposición de Sophia, y acaricié la barriguita de Emily.
«Ahora, dame a la pequeña. Iremos a dar un paseo», me dijo Sophia extendiendo los brazos
hacia Emily. «Y piensa realmente en lo que quieres: ¿sexo, una familia o un mejor trabajo?
Probablemente sea difícil tenerlo todo. Además, ¿por qué no le has preguntado sobre ese dichoso
artículo? ¿Y por qué se esfumó de esa manera?».
«¿Cómo debería habérselo preguntado?», le dije, formando comillas imaginarias en el aire.
«¿De verdad hay explotación infantil en tus negocios? ¿Tan solo soy una noche de pasión para
ti? Son preguntas bastante extrañas para un reencuentro, ¿no lo crees? Pero si soy su asistente, yo
misma puedo averiguar la situación con la mina, ¿o no? Y, bueno, lo nuestro terminó de manera
bastante tonta, pero el destino nos ha vuelto a unir. ¿No piensas lo mismo?».
Sophia asintió. «Me parece bien que te conviertas en su asistente, pero tienes que ser clara con
lo que quieres de él y lo que él puede exigir de ti. Entiendo todos tus sentimientos por él. Pero no
permitas que te use de más, ¿vale?».
Me despedí de Sophia con un abrazo y le di un profundo beso a Emily, quien ya se mecía de
un lado a otro en su cochecito, preparada para el paseo y, seguramente, para dormir pronto.
Así que ahora estoy aquí. Mi taza de té ya está tibia y reconozco que Sophia tiene razón. Me
muerdo las uñas con nerviosismo. ¿Cómo se supone que deba identificar lo que quiero, si ni
siquiera lo sé con certeza? Con mucha frecuencia, me perdí de grandes oportunidades en la
universidad por sopesar demasiado si realmente era o no el hombre adecuado para mí. En esta
ocasión quiero hacerlo todo diferente y realmente dejarme llevar. Además, Ethan es el padre
biológico de Emily. Incluso si no lo hago por mí, al menos debo intentar hacerlo por ella. ¿O
quizás es demasiado ingenuo pensar así?
Miro el reloj y me doy cuenta de que debo salir en menos de cinco minutos para no llegar
demasiado tarde. Estoy caminando al baño para verificar mi maquillaje cuando comienza a sonar
el teléfono fijo del apartamento.
Con un poco de sorpresa, camino hacia el teléfono y miro el número escrito en la pequeña
pantalla. El código de área me indica que se trata de un número del área metropolitana de Los
Ángeles, ¿Quién podría ser?
«Hola, habla Emma. ¿Quién es?».
«Hola, Emma. Es bueno escucharte otra vez. Habla Ethan», lo escucho decir al otro lado de la
línea.
«Ethan… ¿cómo has conseguido este número?». Estoy sorprendida y al escuchar su voz
inmediatamente siento un hormigueo en el estómago.
«Es una de las ventajas de ser el dueño de la empresa. Acceso ilimitado a los datos personales
de mis empleados. Además, este es el número que proporcionaste cuanto te contrataron». Es
como si su sonrisa viajara a través de la línea telefónica hasta mis ojos.
«Ya veo», respondo, pues no estoy segura de cómo debería comportarme en estos momentos.
Al mismo tiempo, me siento feliz de que se ponga en contacto y cumpla con todo lo que me dijo
ayer.
«Escucha, Emma. A partir de hoy eres mi asistente personal», continúa hablando Ethan con
tono serio. «Ya he informado al departamento de Recursos Humanos. Tu departamento anterior
también lo sabe», me explica y me siento un poco incómoda al imaginar todo lo que pensará
Louisa al respecto. Pero me obligo a dejar estos pensamientos innecesarios de lado.
«Justo ahora tengo una cita, pero después pasaré a buscarte a tu casa», continúa, sin esperar
alguna respuesta de mi parte. «Prepárate para lo que se avecina», lo escucho decir y,
nuevamente, casi puedo ver su sonrisa. Se me debilitan las rodillas. ¿Es una indirecta?
«Estaré lista. ¿Nos vemos más tarde?», le digo, intentando sonar segura de mí misma y finjo
que no me he dado cuenta del doble sentido de sus palabras. Aunque, la verdad, es que me gusta
que haga ese tipo de cosas. ¿Cómo es posible que este hombre logre volverme loca, incluso por
teléfono?
«Genial. Debo marcharme ahora. Hasta pronto». Entonces cuelga.
Por un momento me quedo de pie, inmóvil, pero después me recompongo y me dirijo al baño
para retocar mi maquillaje. Después de la inesperada llamada de Ethan, que mi maquillaje esté
perfecto me parece incluso más apropiado que antes, pues no tengo idea de las sorpresas que me
deparará este día.
Capítulo 20 ~ Ethan
Satisfecho, finalizo la llamada. Mi mano se desliza por el volante de mi todoterreno.
Conduzco por el centro de Los Ángeles unos metros más antes de llegar a mi destino.
La llamada telefónica con Emma fue una manera genial de comenzar el día. Su manera de ser,
juguetona y algo tímida, casi me hace perder la cabeza. Mi polla se pone dura solo con pensar en
que recogeré a Emma en su casa y entonces ella se sentará en el coche conmigo, en el asiento de
cuero color negro del copiloto. En mi cabeza, mis pensamientos se vuelven locos, pues lo único
en lo que puedo pensar es en la posibilidad de estar con Emma una vez más, justo como hice
anoche. Ella disfrutó enormemente que la lamiera y la follara con fuerza. Y yo estaba seguro de
ello. Muchas mujeres en su posición se arrepentían o retractaban. Pero ella era diferente. Emma
literalmente había disfrutado que el sexo se volviera más duro y salvaje… sus mejillas
enrojecidas habían sido confirmación suficiente.
Y ahora ella trabajaba solo para mí. Sería ridículo que no surgiera pronto otra oportunidad
para estar con ella a solas. Pero debía ser cuidadoso y evitar a toda costa que Emma llegara a
pensar que estamos en una relación o algo por el estilo. Seguro, esto será divertido y ella me será
de suma utilidad en mis apariciones públicas. Pero eso debería ser suficiente, de cualquier
manera. En estos momentos de mi vida, enredarme en cualquier otro tipo de relación me
resultaría sumamente complicado.
Dejo mis pensamientos de lado y arrugo la frente al mirar la fachada del aparcamiento. El
letrero Aparcamiento City Hall hace que mi buen humor se esfume de inmediato. Conduzco mi
todoterreno hacia uno de los espacios vacíos del aparcamiento de visitantes, me bajo del coche,
camino unos cuantos pasos hacia el ascensor y presiono el pequeño botón al lado derecho para
llamar a la cabina.
Mientras espero a que el ascensor baje, se me pasa por la cabeza la breve llamada telefónica
de anoche con el alcalde Henry Miller. Me llamó poco después de que hablé con Marc, y me
pareció que se encontraba excepcionalmente tranquilo. Apenas lo reconocí. Por lo general, el
alcalde no perdía la oportunidad de hacerme parecer el idiota más grande de toda la ciudad. Es
un gilipollas engreído.
El alcalde estaba desesperado por hablar conmigo personalmente esta mañana, pues mencionó
cierto incidente que debíamos discutir de inmediato. Yo sabía muy bien a qué incidente se
refería. Seguramente se trataba de nuestros asistentes personales, ambos supuestamente
homosexuales. ¿O quizás quería hablar de su estúpido ultimátum y escuchar cómo iba mi
progreso en la búsqueda de una nueva localización para mi empresa? La verdad es que yo no
estaba haciendo ni una mierda al respecto. Jamás me marcharía de la ciudad solo porque un
enano que ganó las elecciones piensa que tiene el poder absoluto. Lo curioso es que cuando le
pregunté por el motivo de nuestra reunión, Henry no entró en detalles.
De mala gana, después de una breve ponderación, decidí ir a verlo esta mañana. Quizás
tendría oportunidad de descubrir con antelación lo que le diría a la prensa de mí. Y quizá también
tendría la oportunidad de darle un buen puñetazo en la cara. La próxima vez debería poner a
Sven y su cuadrilla de idiotas directamente en los talones del alcalde, pienso mientras entro al
ascensor y este comienza a subir. La idea me hace sonreír al imaginarme a ese pequeño gnomo
suplicando y lloriqueando frente a la pandilla de motoristas, suplicando piedad.
Confundido, sacudo con la cabeza e intento deshacerme del pensamiento. Pero ¿qué pasa
conmigo? ¿Acaso me divierto utilizando a un grupo de matones? ¿Acaso no me parece
suficientemente malo lo que le hicieron a Marc? Además, todavía no sé lo que le hicieron al
asistente personal del alcalde.
El suave pitido del ascensor indica la llegada al piso deseado. Las puertas metálicas se abren y
por un instante me quedo sin palabras al darme cuenta de que Henry Miller está de pie en el
pasillo delante del ascensor, esperándome. Debe haberme visto llegar a través de alguna de las
cámaras de seguridad del edificio. La última vez me presumió, orgulloso, sobre la forma en que
podía controlar todas las cámaras de seguridad remotamente desde su ordenador. Henry Miller
no solo era gordo, sino que también estaba hambriento de poder… era un paranoico sin medida.
Ahora estaba de pie frente a mí mirándome de manera sombría. Tenía las manos en las
caderas y en su chaqueta aún podía distinguir las migas de un croissant, que seguramente intentó
limpiarse sin éxito. Mi asombro inicial da paso a una amplia sonrisa. Henry intenta con todas sus
fuerzas que lo tomen en serio, pero con su estatura de poco menos de un metro sesenta de altura
y su peso de probablemente cien kilos, tiene un aspecto absolutamente ridículo.
«Qué gusto verte reír, Ethan. Si yo estuviera en tu posición, ya habría perdido la sonrisa»,
sisea Henry a modo de saludo.
¡Pero qué gilipollas! Intento recuperar la compostura. «También me alegro de verte, Henry»,
salgo del ascensor esbozando una sonrisa y me pongo delante de él, de modo que Henry debe
echar la cabeza hacia atrás para poder mirarme a la cara.
«Sígueme, por favor», Henry señala al final del pasillo y comienza a caminar con pequeños
pasos acelerados. Después de unos momentos, llegamos a su oficina. La recepción frente a su
oficina está vacía. Por supuesto que esto podría ser a causa de la temprana hora, pues tampoco
me crucé con mucha gente en el ayuntamiento. Sin embargo, en este caso en particular, sé que
hay otra razón por la que su asistente no está presente.
Sin pronunciar palabra, Henry me invita a pasar a su oficina con un ademán de mano y cierra
la puerta. Entonces da unos pequeños golpecitos a la pantalla de su móvil mientras me lo
restriega en la nariz. Me coloca el dispositivo tan cerca que necesito un momento para finalmente
comprender lo que me está mostrando.
«¿Te gusta esto? La foto fue tomada por una enfermera. Tú has hecho esto, ¡admítelo!», me
espeta Henry agresivamente.
«¿Quién se supone que es ese y qué tengo yo que ver con él?», finjo no tener ni idea de lo que
me está hablando, pero me imagino perfectamente quién es el hombre con la cabeza llena de
vendas y varios rasguños en la cara. Evidentemente se trata del asistente personal del alcalde. Sin
embargo, si admitiese que lo conozco, sería como declarar mi culpabilidad ante Henry, y de
todas formas, jamás me creería que lo ocurrido con Sven fue un simple malentendido.
De pronto, Henry comienza a gritarme: «Vamos, no te hagas el inocente. Sé que estás detrás
de todo esto. Mi asistente pasó la noche en la sala de cuidados intensivos del hospital», se
detiene, permitiendo que sus palabras adquieran el debido peso. Está muy cabreado.
Me trago el nudo que tengo en la garganta, pero no digo nada. ¡Mierda! ¿Sala de cuidados
intensivos? Sven es mucho más idiota de lo que creía…
«Sí, no te gusta escuchar eso ¿verdad? Obviamente no fuiste tú mismo, sino tus amigos los
motoristas. Eso ya lo sé. Después de todo, no eres tan estúpido, pero sí que eres bueno
manipulando a los demás», Henry continúa reprendiéndome, gesticulando exageradamente y
moviendo sus cortos brazos en todas direcciones.
La ira me invade. Claro, las cosas se salieron de control, pero ¿en qué demonios está
pensando Henry al hablarme de esta manera?
«Hablando de manipulación: ¿no sabrás por casualidad quién está jugando constantemente
con mi avión privado y por qué me he encontrado con empleados que también forman parte de tu
nómina?», mi voz se hace cada vez más fuerte e intento mantener la compostura. La última parte
de mi declaración es una mentira. Nunca nadie me ha dicho que ha visto caras desconocidas en el
área de servicio de mi aeronave. Las alteraciones en mi avión se hacían de manera bastante
discreta, pero nadie más que Henry podía estar detrás de todo eso.
«Yo… ¿de dónde…?», tartamudeó Henry sorprendido, pero se recuperó rápidamente. «No, te
equivocas, Ethan».
«¡Mentiroso!», le presiono el pecho con un dedo y siento cómo la ira en mi interior me hace
perder el control. «Tu primera reacción me indica que estás involucrado. Así que no vengas a
hablarme de ética y moral, imbécil».
«Quítame tus sucios dedos de cobalto de encima», Henry retrocede un paso. Probablemente es
consciente de que saldría perdiendo en un encuentro físico. La victoria sería definitivamente mía.
En silencio, pero de manera deliberada, le susurro: «¿Sabes una cosa? Competiré contra ti en las
próximas elecciones. Lo anunciaré en una enorme conferencia de prensa. El enano gordo contra
el exitoso empresario. ¿Qué te parece?».
«Recuerda que primero debes desaparecer de la ciudad», me explica Henry con una sonrisa en
el rostro mientras se arregla la chaqueta. «Al fin y al cabo, ¿quién votaría por alguien que explota
chavales en África?», me grita, señalando a la ciudad por la ventana como si conociera
perfectamente a cada una de las personas que votó por él. «Estás arruinado. Tu compañía. Tu
vida profesional», Henry continúa mirándome con una sonrisa aterradora. «Así que puedes
buscarte un trabajo friendo hamburguesas en McDonald’s y rezar porque los clientes no te
escupan en la cara».
«Me importa un carajo tu ultimátum», me acerco un paso a Henry. Él levanta una mano, como
si quisiera protegerse, pero no tengo la intención de darle un puñetazo. Todavía no. Después de
todo, pelear con él no sería justo, a pesar de la breve satisfacción que eso me traería.
En lugar de eso, le daré una probadita de su propia medicina. La idea de la candidatura me
surgió de manera algo espontánea, pero me parecía la única forma de usar su ultimátum en su
contra. ¿Cómo reaccionará la prensa si Henry perdiera públicamente frente a su oponente y fuera
él quien se marchara de la ciudad? No puedo evitar sonreír al pensar en mi plan, pero también sé
que aún queda mucho por hacer y que las cosas pueden salir mal. Pero sé que mis ideas
espontáneas siempre son las mejores. Durante años he confiado en mi intuición e instinto, y eso
es lo que me ha llevado a dónde me encuentro ahora.
«Tengo cosas más importantes que hacer que escuchar toda esta mierda», le digo a Henry
mientras me doy la vuelta para salir de su oficina, sin pronunciar ni una sola palabra más.
Escucho un profundo suspiro a mis espaldas, lo cual me hace creer que Henry se siente aliviado
de no haber recibido ningún golpe. ¿O quizás simplemente no quería que la conversación se
saliera de control?
La verdad es que eso ya no me importa ahora. Henry tendrá lo que se merece y verá quién es
el que está arruinado. Si compito contra él, será para ganar. Si yo decido hacer algo, jamás es
para ser el segundo lugar.
Abro la puerta de la recepción, salgo de su oficina y la cierro estrepitosamente. Mientras
camino de vuelta a mi coche, recuerdo mi llamada telefónica con Emma. Le prometí que pasaría
a recogerla a su casa. La ira en mi estómago se esfuma inmediatamente al pensar en Emma. Un
poco de tiempo con ella es justamente lo que necesito ahora. Necesito liberar esta presión en mi
cuerpo, urgentemente. Vuelvo a sentir cómo mi polla se agranda dentro de mis pantalones. Esta
mujer en serio me hace algo…
Había encontrado la dirección de Emma en la documentación del personal y la había escrito
en una hoja de papel que ahora tenía sobre el asiento del copiloto en mi coche. Una vez más,
ingreso la dirección en el sistema de navegación de mi coche y conduzco fuera del aparcamiento,
hacia mi destino.
Capítulo 21 ~ Emma
¿Lo había dicho en serio? ¿De verdad vendría a buscarme a casa? Estoy de pie frente a la
ventana, me muerdo las uñas y miro hacia la calle. Ni siquiera puedo contar las veces que he
sacado la cabeza por la ventana para mirar a ambos lados de la calle. Pero ¿por qué lo hacía,
realmente? Al fin y al cabo, ni siquiera sé qué tipo de coche conduce Ethan. Además, ¿sabrá mi
dirección? Sinceramente espero que no se trate de una broma pesada y me animo al pensar que
de alguna manera consiguió mi número telefónico fijo. Así que probablemente ahora también
sabe cuál es mi dirección. Si es así, ¿cómo habrá reaccionado al darse cuenta de que vivo en una
zona tan sencilla? Después de todo, su casa es una pasada. ¡Es completamente una locura!
Siento cómo mis piernas se debilitan al pensar que Ethan ha estado buscando mi información
personal. Intento respirar hondo y no perder la cabeza. Quizás simplemente le intereso como su
asistente personal. Nada más ni nada menos…
Pero anoche todo se sintió tan diferente…
¿Qué pasa si ve a Sophia y a Emily? Sophia aún no ha vuelto de su paseo matutino con la
niña. Era de esperarse, pues a Emily le encanta que la saquen a pasear al aire libre, mientras
duerme una larga y plácida siesta. Casi parece como si la pequeña hubiera desarrollado un
séptimo sentido para despertarse al final del recorrido. No importa cuán silencioso seas, poco
después de cerrarse la puerta del apartamento, sus dulces y brillantes ojos azules siempre te
miran con atención, completamente vívidos y despiertos.
Hasta ahora no he podido pensar en una solución al problema. Simplemente espero que
Sophia esté fuera un buen rato y que Ethan venga a buscarme pronto. Justamente en ese
momento asomo la cabeza por la ventana, atisbo a izquierda y derecha y veo que una camioneta
todoterreno, enorme y negra está entrando en mi calle. Conduce brevemente y después se detiene
justo frente a la puerta principal de mi edificio. Se me acelera el corazón.
Entonces se abre la puerta y veo a Ethan salir del coche. Se toma unos segundos para
orientarse y después camina decidido hacia la puerta principal, en donde se encuentran los
múltiples timbres de los apartamentos. ¿Me habrá visto? Mis mejillas se sonrojan al pensar en la
posibilidad. ¿Qué pensará al verme esperando en la ventana? Eso es cosa de adolescentes
desesperados, no de asistentes personales.
Mientras camino hacia el armario para coger mi bolso, escucho el timbre de la puerta. «Hola
Ethan, ahora voy», respondo alegremente en el intercomunicador sin esperar por su saludo. Me
miro fugazmente en el espejo y compruebo que el maquillaje y mi lápiz labial siguen intactos.
Me apresuro a bajar por las escaleras y recuerdo que, por la forma en que lo saludé a través
del intercomunicador, era obvio que sabía que se trataba de él. Qué vergüenza. Si realmente me
vio esperándolo detrás de la ventana, entonces debo haberle causado una extraña primera
impresión. Hombre, ¡qué estúpido de mi parte precipitarme de esa manera! Me trago el nudo que
tengo en la garganta, abro la puerta principal y saludo a Ethan con la mejor sonrisa que soy capaz
de esbozar. «Hola, Ethan. Gracias por venir a buscarme».
«Hola Emma. ¿Lista? ¿Nos vamos?», Ethan me parece un tanto distante y no me mira, pues
está buscando algo en su móvil. Siento una pizca de decepción, pues este tipo de saludo me
recuerda a nuestro reencuentro en el pasillo 56. ¿Por qué Ethan siempre tiene tantas cosas en la
cabeza?
Después de un breve momento de silencio entre nosotros, Ethan se guarda el móvil en el
bolsillo del pantalón y me mira. Tiene el ceño fruncido, pero desaparece en cuanto sus ojos se
encuentran con los míos. Su expresión se ilumina e incluso me parece ver el atisbo de una
sonrisa en sus labios. Sus ojos azules parecen mirar a través de mí y siento un agradable
hormigueo en la boca del estómago.
«Hola», me dice otra vez.
«Hola», respondo y me rio. Ninguno de los dos dice nada más. No es necesario. La
electricidad entre nosotros es casi palpable. Puedo sentir que quiere disculparse por lo
inapropiado del primer saludo. Pero sin decir palabra, coge mi mano. Su tacto hace que las
imágenes de nuestra velada anterior se me pasen por la cabeza y tan solo puedo pensar que esa
misma mano me ha tocado en todas partes. Me lleva detrás suyo, alrededor del coche, me abre la
puerta y espera a que entre para volver a cerrarla. Todo un caballero.
Camina alrededor del coche otra vez hacia el asiento del conductor y me pillo a mí misma
mirando fijamente su firme y fenomenal trasero en esos ajustados pantalones de vestir. Debo
decirme a mí misma: Ahora no, Emma. Concéntrate en el trabajo.
«¿Todo bien?», pregunto cautelosamente cuando Ethan entra al coche. Me ajusto el cinturón
de seguridad y vuelvo a notar su ceño fruncido.
«Todo bien. Mi primera reunión esta mañana fue algo… complicada», me explica Ethan y me
siento aliviada de que su aspecto no tenga nada que ver conmigo o lo que sucedió ayer por la
noche. «Pero ahora todo está bien», me dice mirándome a los ojos y colocando su mano derecha
sobre mi muslo.
Sonrío nerviosa y respiro con dificultad. Me gusta que me toque y él lo sabe muy bien. Puedo
sentir lo rápido que mis intenciones de autocontrol y mis reglas autoimpuestas comienzan a
desvanecerse y me pregunto qué sucederá a continuación.
Entonces Ethan enciende el motor y levanta su mano de mi muslo. Aún puedo sentir el sitio
donde descansaba su mano hace unos segundos. Me siento un poco triste de que no pasara nada
más, así que lo miro rápidamente por el rabillo del ojo. Ethan mueve la palanca de cambios para
comenzar a conducir, me mira y me sonríe en silencio. Él éxito musical del verano pasado suena
en la radio y Ethan vuelve a colocar su mano donde estaba. ¿Me equivoco, o las yemas de sus
dedos están más cerca del interior de mi muslo?
El trayecto a la oficina dura aproximadamente veinte minutos. Ethan conduce con habilidad
utilizando tan solo su mano izquierda. No aparta la mano derecha de mi muslo en ningún
momento. Pero no se queda quieto. Después de acariciarme de manera discreta, claramente se
dirige hacia mi coño y comienza a juguetear con él mientras conducimos hacia el interior del
aparcamiento del edificio donde están las oficinas.
Exhalo fuertemente y un pequeño gemido se me escapa de la boca mientras me muerdo el
labio inferior. Tan solo traigo puestas unas delgadas mallas negras y una tanga de hilo debajo.
Siento sus dedos manoseándome con intensidad por encima de la tela, así que estoy segura de
que él ya se ha dado cuenta.
Ethan conduce con su todoterreno a una zona bastante apartada, la cual está señalizada para
los ejecutivos. Aparca la camioneta SUV, se quita el cinturón de seguridad y se gira en el asiento
para mirarme. «Te deseo», me suspira en el oído y puedo sentir cómo esta frase provoca que se
me ponga la piel de gallina.
No tengo tiempo para responder Yo también te deseo. Pero ni siquiera es necesario hacerlo. El
permitirle tocarme en mi zona íntima a lo largo del trayecto en coche fue suficiente
consentimiento para que Ethan me dé todo lo que deseo.
Después de decir su breve declaración, Ethan se acerca más a mí. Nuestros labios se
encuentran y nos besamos apasionadamente. Después de unos segundos, nuestras lenguas se
entrelazan. En poco tiempo el beso se vuelve salvaje y exigente. Yo estoy tan mojada por la
forma en que manoseó mi coño, que me encantaría sentir su polla dentro de mí ahora mismo.
Con una mano toco la entrepierna de Ethan y a través de sus pantalones de vestir puedo sentir lo
dura y erecta que está su polla. A él también se le escapa un suave gemido ante mi tacto.
Ethan termina nuestro beso. «Vamos atrás. Hay suficiente espacio», me dice señalando con la
cabeza hacia la parte trasera de su coche. Asiento en silencio y soy consciente de la manera en
que mis mejillas se sonrojan a causa de mi creciente lujuria. Sin decir palabra, nos bajamos del
coche por nuestra respectiva puerta, para volver a subir rápidamente por las puertas de atrás.
Cuando cierro la puerta, me doy cuenta de que Ethan tenía razón. De verdad hay mucho espacio
aquí; casi puedo ponerme de pie.
Besándonos salvajemente, nos quitamos la ropa mutuamente, la cual dejamos tirada por todo
el coche. Me acuesto en la fila de asientos traseros y siento un agradable calor en mis espaldas.
Ethan debe haber precalentado los asientos utilizando la calefacción; no se le escapa ni un
detalle. Mientras disfruto del calor en mi piel, Ethan manipula mi cuerpo para colocarme en la
posición que desea. Se arrodilla frente a mí y se lleva mis piernas a los hombros. En el coche no
tenemos suficiente tiempo como para hacer demasiados juegos preliminares, pero no es
necesario. ¿Por qué? Bueno, realmente creo que todo el camino hasta aquí fue eso mismo, pienso
y no puedo evitar sonreír.
«¿Te gusta?», Ethan me mira con complicidad. Puedo ver la codicia y la lujuria en sus ojos
azules.
Quiero responder algo, pero entonces siento su mano en mi clítoris y grito de placer. Se
mueve lenta y cariñosamente, pero la forma en que me ha tocado durante todo el trayecto me ha
dejado tan excitada, que el más mínimo roce es suficiente como para hacerme gemir
ruidosamente. Cuando mis gemidos comienzan a atenuarse, Ethan hunde su polla profundamente
dentro de mí.
«Ooooohhh… ¡sííííííííííí!», jadeando, gimo una vez más y disfruto de lo profundo que me
penetra Ethan.
Lo envuelvo con mis brazos e inhalo su aroma. ¿Cómo es que había vivido tantos años sin
este hombre? El sexo con él es tan … ¡diferente! Realmente único. Siento un deseo y una codicia
absoluta por obtener todo de él, y realmente no me importa que follemos en el asiento trasero de
su todoterreno mientras estamos en el aparcamiento de los ejecutivos de la empresa. La verdad es
que no me importa que todo el mundo se entere de que estoy loca por Ethan.
Me embiste cada vez con más fuerza y nuestros gemidos inundan el interior del coche. Con
cada embestida, Ethan entra más y más profundo dentro de mí y me empuja contra la cobertura
de cuero del asiento, presionando mi cuerpo contra el suave calor que emana desde abajo.
Con su mano libre, Ethan comienza a juguetear alrededor de mi clítoris una vez más y el
placer explota dentro de mí. Grito tan fuerte que me parece inevitable quedarme ronca o sin voz
el resto del día. Pero no me importa. Cuando estoy a punto de llegar a mi clímax, Ethan me
suelta y saca su polla abruptamente.
«Qué… ¿qué pasa… yo…?», pregunto y miro a mi alrededor, insegura.
«Ssshhhh… viene alguien», me susurra Ethan. Ahora yo también veo las luces del otro coche
en el aparcamiento. Contengo la respiración por un momento. Afortunadamente el coche se
detiene en el aparcamiento para empleados. Ethan me besa y amasa mis pechos con mucho
cuidado y cariño. Afortunadamente volví a vaciarlos con el extractor sacaleches poco antes de
salir de casa. Sin embargo, él no parece haber olvidado que soy bastante sensible. Sus manos
masajean mis tetas, no demasiado fuerte y no demasiado suave, y juega con la lengua alrededor
de la aureola de mis pezones. Con el susto del otro coche, creí que mi excitación se estabilizaría,
pero ahora podía sentirla estallar nuevamente. Es como si no me importara con qué parte de mi
cuerpo juega Ethan. Sentirlo tan cerca simplemente me vuelve loca.
Estoy a punto de cerrar los ojos para disfrutar del momento, cuando siento que Ethan aparta
las manos de mis pechos y vuelve a meter su polla profundamente dentro de mi coño húmedo.
En cuestión de segundos acelera el ritmo y con una mano me coge por la nuca, para que no me
aleje de él.
Me embiste cada vez con más fuerza y profundidad. Gimo a gritos y siento un destello
eléctrico de placer extenderse dentro de mi cuerpo. Después de penetrarme un par de veces más,
llego a mi clímax y todo mi cuerpo se estremece. Ethan se corre poco después, liberando un
fuerte y prolongado gemido mientras me abraza. En estos momentos nuestros cuerpos son uno
mismo, y en el fondo deseo que esto nunca termine.
Capítulo 22 ~ Ethan
Me limpio las gotas de sudor de la frente, cojo los pies de Emma y los quito de encima de los
hombros y saco mi polla de su coño. Me dejo caer en el asiento trasero, junto a ella.
«Eres una locura, Emma», respiro pesadamente, inhalando y exhalando con profundidad, y
miro a Emma esbozando una sonrisa. Emma me devuelve la sonrisa, pero no dice nada y, por un
momento, me parece como si las enrojecidas mejillas de Emma se colorearan aún más. Pero ¿por
qué? ¿Por qué razón debería sentirse avergonzada? ¿Por ser una auténtica granada de pasión
durante el sexo? No, eso sería ridículo. «Limpiemos el desastre», le digo. Miro el caos a nuestro
alrededor y busco en la ropa del suelo las prendas de Emma y se las entrego.
«Gracias», me susurra con amabilidad. Los dos volvemos a vestirnos y continuamos
intercambiando miraditas traviesas. ¿Me lo parece o a Emma también le gustaría repetir esto que
acabamos de hacer en el asiento trasero?
Por suerte, ni mi traje ni mi camisa de vestir están arrugados. La ropa de Emma también salió
ilesa de nuestro rapidito en el asiento trasero. Solo su blusa parece un poco arrugada. Sin
embargo, es un detalle imperceptible cuando Emma se pone el chaleco; este cubre las áreas
arrugadas casi a la perfección. Sin embargo, Emma estira la tela en un par de ocasiones,
alisándola con las manos. La observo con una sonrisa en el rostro, pues me parece curiosa la
manera en que intenta en vano deshacerse de las diminutas arrugas en la tela.
«¿Necesitas ayuda con eso?».
«Quizás en otra ocasión. De lo contrario, nunca llegaremos a la oficina», me responde Emma
guiñándome un ojo.
Aún no puedo comprender del todo a Emma. En un momento parece tímida y sus mejillas se
sonrojan de vergüenza, y al siguiente instante responde a mis comentarios descarados con
confianza y seguridad, haciendo que me quede sin palabras. Sospecho que todo esto es bastante
nuevo para Emma. Incluso en Las Vegas pude sentir lo sincera y transparente que era conmigo.
No me parece que Emma sea el tipo de mujer que suele tener un rapidito en el asiento trasero de
un todoterreno dentro del aparcamiento de la empresa en donde trabaja. Pero ¿por qué lo ha
hecho hoy? ¿Por qué conmigo? ¿Quizás espera que esto llegue a otra parte? La verdad es que
desde el inicio yo quería evitar eso a toda costa, pero ahora la idea no me sonaba tan terrible…
Mi mirada se queda clavada en sus enormes tetas y me pregunto si no se las habrá operado.
Había todo tipo de señales a favor de mi teoría: sus tetas eran mucho más grandes que cuando la
conocí en Las Vegas. De eso estoy completamente seguro. Y me ha estado diciendo que está
bastante sensible en esa área. Sin embargo, no he visto ninguna cicatriz ni nada que me sugiera
una operación de pechos. Bueno, ¿quedan cicatrices después de tal cirugía? La verdad es que no
lo sé. Si lo pienso el tiempo suficiente, me parece absurdo. ¿Qué clase de cirugía estética sería si
además de tetas grandes te deja cicatrices por todo el pecho?
Hablaré del tema con Emma en cuanto se me presente la oportunidad. Aunque todavía no sé
cómo pienso hacerlo. Oye, ¿te operaste las tetas?
Suena tan torpe, que quizás podría funcionar. Pero algo que me hace sospechar es su
sensación de placer. Recuerdo cuando, hace unos años, estuve con una escort que tenía tetas de
silicona. La mujer me dijo que no sentía absolutamente nada cuando amasaba sus almohadillas
de silicona. Pero ese no era el caso de Emma. Ella parecía sentir a la perfección cada milímetro
de mi tacto. ¿Quizás la tecnología en operación de tetas ha mejorado radicalmente? Además, sus
pezones parecían exudar, casi imperceptiblemente, cierto líquido que desconozco.
Pero creo que ya he tenido suficientes conversaciones incómodas por el día de hoy. La
reunión con Henry fue bastante agresiva. Y ahora decido preguntarle a la mujer con la que acabo
de follar si se ha operado los pechos… no, no me parece una buena idea. Especialmente porque
aún hay ciertos temas desagradables esperándome a lo largo del día. Miro mi móvil y veo que
debemos marcharnos. Tengo una reunión con Jared dentro de diez minutos, pues es muy
importante que nos tomemos el tiempo de analizar juntos toda la mierda que ha estado
sucediendo en la empresa.
«¿Estás lista? ¿Vamos al ascensor?», le pregunto y ella me responde con un amistoso y breve
asentimiento de cabeza. Salimos del todoterreno y caminamos en dirección al ascensor. Emma
echa un vistazo rápido al aparcamiento. Exhala, audiblemente aliviada, pues seguramente ya ha
confirmado que no hay nadie en las cercanías que nos pudiera haber visto.
«No te preocupes, el ascensor de aquí solo lo usamos Jared y yo, y unas cuantas personas
especiales más. Todos los demás empleados deben usar el aparcamiento subterráneo y rodear el
edificio», le explico. Emma parece aliviada. «Necesitan un chip como este», levanto el llavero y
le muestro el sencillo chip negro que utilizo para llamar al ascensor. «Si te portas bien, puedes
conseguir uno también», le digo guiñándole un ojo. Después de unos instantes, el ascensor está
frente a nosotros, las puertas metálicas se abren y entramos a la cabina. Emma presiona el botón
del piso 56 y yo sostengo el chip frente al escáner. Se escucha un suave pitido y se enciende una
pequeña luz junto al texto viaje preferencial. Esto asegura que el ascensor no se detenga en
ningún lado y nos lleve directamente hasta el piso 56. Las puertas se cierran y la cabina
comienza a subir suavemente.
Miro a la pared, pensando en mi reunión con Jared. Arrugo la frente. Tenemos treinta minutos
para hablar respecto al ultimátum del alcalde Henry, el trabajo infantil en la mina de cobalto y mi
espontánea candidatura. Espero que Jared haya comenzado el día con el pie derecho y, con
suerte, haya pasado la noche con Carla. Lo valoro enormemente como socio de negocios, pero
últimamente ha estado de un humor insoportable y eso no es de gran ayuda para atender nuestros
problemas.
«Es un buen día», dice Emma de repente y coge mi mano. La miro y veo su hermoso rostro,
donde una honesta sonrisa se le dibuja en los labios. Fue una buena decisión que Emma se
convirtiera en mi nueva asistente y reemplazara a Marc, en todos los sentidos. Escucharla decir
esa pequeña frase hizo que inmediatamente me sintiera feliz.
Le doy un beso y saboreo sus labios maravillosamente suaves. La agradable tensión entre
nosotros vuelve a emerger entre nosotros. Por unos instantes pienso en la posibilidad de
presionar el botón de ALTO y tomar a Emma de nuevo, aquí y ahora. Sin embargo, el ascensor
cuenta con cámaras de seguridad, que no puedo desactivar desde el interior. Por supuesto, nadie
mira los videos al detalle y el guardia de seguridad probablemente esté durmiendo frente a las
pantallas ahora mismo, sin embargo, si alguien pilla la cinta del director ejecutivo follando con
su nueva asistente personal… bueno, me suena a un video bastante popular y caliente en
YouTube.
Además, a pesar de lo mucho que me gustaría pasar más tiempo con Emma, necesito tratar
temas urgentes con Jared y desarrollar un plan.
Después de unos momentos, suelto la mano de Emma y nos sonreímos.
«Sin besos en la oficina, ¿de acuerdo?», le pregunto retóricamente, pues mi tono de voz daba
a entender que se trataba de un arreglo predeterminado.
«Por supuesto, jefe», Emma permanece tranquila a pesar del tono en mi voz, y yo me siento
feliz de que reaccione de manera tan prudente.
Las puertas del ascensor de abren y juntos salimos caminando codo a codo en dirección a las
oficinas ejecutivas. Siento el impulso de coger su mano, o tocarla, pero debo mantener la
compostura. Abro la puerta de la recepción, la cual se encuentra frente a mi oficina y la de Jared.
En esta sala de recepción hay dos escritorios que son los sitios de trabajo de nuestros asistentes.
«Buenos días, cariño», el saludo de Carla me parece doloroso. Inmediatamente noto la gruesa
capa de oscuro lápiz labial rojo que le cubre los labios. Grotesco. Carla deja a un lado su lima de
uñas, se ajusta la minifalda y nos mira a Emma y a mí desde su silla. «¿Y quién es esa que está
junto a ti?», pregunta dirigiéndole a Emma una mirada breve y hostil.
«Te presento a mi nueva asistente, Emma. Ella reemplazará a Marc», sin esperar la respuesta
de Carla, miro a Emma.
«Emma, este es tu espacio de trabajo. La mujer en el escritorio frente a ti se llama Carla. Es la
asistente de Jared», le explico, y me abstengo de hacer comentarios despectivos sobre Carla.
«Siéntete cómoda y acostúmbrate al espacio. Debo reunirme con Jared para discutir algunas
cosas. Más tarde aclararemos todos los detalles». Casi por costumbre, siento el impulso de
despedirme de Emma con un beso en la boca. Sin embargo, me doy cuenta justo en el momento
en que me dispongo a inclinarme sobre ella, retrocedo y camino hacia la puerta de la oficina de
Jared. Emma reaccionó perfectamente y simuló un pequeño ataque de tos cuando me acerqué de
más a ella.
Antes de entrar a la oficina de Jared, miro la recepción por encima del hombro. Veo a Emma
intentar estrechar la mano de Carla. Ella, por supuesto, la ignora y continúa mirándola con
hostilidad. Definitivamente será divertido mirarlas interactuar. Debo admitir que me divierte que
Carla piense que tiene una oportunidad conmigo tan solo porque me la chupó una vez.
Si continúa actuando así, también tendré que hablar con Jared al respecto. Carla simplemente
es una perra y, en definitiva, ya tenemos suficiente gente así en la compañía. Si Jared quiere
follar con su asistente por mí perfecto, pero al menos que se busque a una tía que no sea tóxica.
Llamo a la puerta de Jared para anunciar mi llegada, abro y entro a su oficina.
Capítulo 23 ~ Emma
«Hola, soy Emma», le digo amistosamente, intentando ignorar la manera extraña y despectiva
con la que me miró Carla cuando entramos Ethan y yo a la recepción.
Mi mano permanece en el aire durante un tiempo inusualmente largo. Mi apretón de manos no
es correspondido. En cambio, Carla me mira con veneno en los ojos y después vuelve a
concentrarse en los documentos de su escritorio.
Bueno, sí que seremos buenas colegas. Lentamente aparto mi mano y me sacudo un poco las
mallas. Me pongo de pie detrás de mi escritorio y miro a Carla sin comprender su
comportamiento.
Miro fugazmente a Ethan, quien está de pie frente a la puerta de la oficina de Jared. En ese
momento la abre, entra y cierra la puerta. ¿Acaso yo esperaba algo más? ¿Deseaba que viniera
mi salvador a rescatarme? La verdad es que no lo sé.
En el fondo, anhelo volver a trabajar con Louisa en el tercer piso. Claro, durante mi primer
día de trabajo estuve bastante distraída y eso le causó una impresión confusa de mí. Pero, de
alguna manera, sentía como si hubiéramos desarrollado una buena relación y que nuestras breves
charlas en la cocina mientras tomábamos café se habían vuelto cada vez más casuales. Pero
ahora ya no hay marcha atrás. Ethan ya ha informado a Recursos Humanos sobre mi traslado.
Louisa probablemente ya lo sabe y seguramente se siente decepcionada. Tal vez recuerda muy
bien que apenas ayer dije que de ninguna manera estaba en esta empresa porque conocía a Ethan.
Seguramente ya no me creería ni una sola palabra.
«¿Siempre te quedas de pie detrás de su escritorio tanto tiempo? ¿Crees que tu trabajo se hará
solo?», me grita Carla, mirándome con el ceño fruncido.
«Oye, pero ¿qué te he hecho? Ni siquiera nos conocemos», intento tragarme mi estupor y la
creciente ira en mi estómago ante el comportamiento de Carla.
«¿Por qué estás aquí y dónde está Marc?», Carla ignora mis preguntas, se pone de pie para
que estemos frente a frente y se lleva las manos a las caderas. Puedo imaginar que este tal Marc
es mi antecesor, a quien se supone que ahora yo debía reemplazar.
«Yo… Ethan me ofreció el trabajo. No sé nada más…», intento explicarle con honestidad,
pero Carla me interrumpe a media frase.
«¿Ethan? ¿Lo llamas por su nombre de pila desde el primer día? ¿Se la chupaste o algo así?»,
me grita Carla y parece que está a punto de trepar por su escritorio para abalanzarse sobre mi
garganta.
«No… eh…», me quedo sin habla y busco desesperadamente las palabras adecuadas.
«No eres muy elocuente, querida. ¿Y así quieres ser asistente personal del director ejecutivo?
Pfff…», Carla hace un ademán despectivo, vuelve a sentarse y se concentra en sus documentos.
¿Acaso son celos? Por supuesto, es algo extraño que el jefe llegue al mismo tiempo que su
nueva asistente durante el primer día, pero bien podríamos habernos encontrado en el pasillo.
¿Qué se estará imaginando esta tía?
Siento crecer mi enfado y miro a Carla más de cerca. No me parece la típica asistente
ejecutiva. Sus labios están cubiertos de labial rojo, está vestida con un profundo escote y, cuando
se pone de pie, incluso es posible ver el piercing en su ombligo. Con malicia pienso que
seguramente no son medias eso que trae puesto debajo de su corta minifalda, sino ese tipo de
lencería de tirantes que se detiene en los muslos y se ajusta a las bragas.
«¿Necesitas algo?», Carla continúa provocándome, levanta la vista de sus documentos, pone
los ojos en blanco y exhala fuertemente. Como si yo no hubiera comprendido lo enfadada que
está.
Reúno todo el coraje que puedo, rodeo mi escritorio y me detengo frente a su silla. Siento mi
corazón palpitándome en el cuello. Pero sé que no puedo permitir que me trate así. Tengo que
decir algo. Si soy sumisa ahora, todos mis días de trabajo serán así de ahora en adelante. Apenas
llevo diez minutos aquí y ya me siento cansada de ser denigrada a asistente de pacotilla.
¿Qué pasaría si decido cambiar de opinión? ¿Qué pasaría si le digo a Ethan que me gustaría
ser su compañía, pero que no quiero ser su asistente? ¿Ethan lo permitiría?
«Escúchame bien, Carla», digo finalmente, con voz firme. Carla no levanta la mirada,
ignorando mi presencia. «No tengo ni idea de por qué actúas así. No estoy de humor para tolerar
esta actitud de tía engreída o cualquier otro tipo de discusión contigo. Así que, si no quieres o no
puedes ser educada conmigo, mejor cierra la boca», cuando termino de hablar, Carla levanta la
mirada de sus documentos. Nos miramos a los ojos en silencio durante unos segundos. Puedo
sentir la hostilidad en su mirada y en ese momento me parece más que evidente: Carla está celosa
de mí. Probablemente le gusta Ethan desde hace mucho tiempo. Que su asistente personal fuera
un tío era perfecto. Ella tenía vía libre, pero ahora yo estaba en su camino.
Entonces Carla volvió a bajar la mirada y sentí como si hubiera ganado el duelo entre
nosotras. Al menos una pequeña victoria para mí. De mejor humor, regreso a mi escritorio, me
siento en la silla, enciendo el ordenador e intento iniciar sesión con la contraseña del
departamento de contabilidad. Veré si funciona.
Mientras escribo en el teclado, detrás del monitor escucho la voz de Carla, susurrando en un
tono desagradable y distorsionado. «Ni pienses que has ganado».
Trago saliva. ¿Pero qué está tramando esta tía? ¿De qué es capaz? ¿Es posible que trabajar
con Ethan no sea tan maravilloso como imaginé esta mañana, sino una pesadilla?
Tensa y con el corazón latiendo desbocado, hago clic de un lado a otro en la pantalla. Abro mi
correo electrónico y no encuentro ningún mensaje nuevo. Por supuesto que no. ¿Quién me
escribiría, después de todo? ¿Acaso esperaba un correo electrónico con felicitaciones por parte
de Louisa?
Ya que Ethan no me dio ninguna tarea específica y quiero pasar lo más desapercibida posible,
abro el navegador de internet y me paseo por diversos sitios. ¿Acaso así será mi vida cotidiana
desde ahora?
Después de mirar páginas de compras en línea durante casi media hora, llego a la conclusión
de que debo hablar con Ethan respecto a este trabajo.
Escucho a alguien llamar suavemente en la puerta del pasillo. «Adelante», dice Carla. La
puerta se abre y entonces entra un joven de pelo corto con algunos rasguños en la cara y un
oscuro moretón en el ojo. Sobresaltada, contengo la respiración y me cubro la boca con una
mano. Pero ¿qué le ha pasado a este pobre tío?
«¿Marc? Dios mío, ¡mírate! ¿Qué ha pasado?», pregunta Carla consternada. Se pone de pie de
un salto y camina hacia el tío que ocupaba mi puesto hasta hace poco.
Capítulo 24 ~ Ethan
Al mismo tiempo, en la oficina de Jared.
«Vale. Sí, lo entiendo. No hay problema, lo solucionaré. Es un hecho», escucho decir a Jared
en su móvil después de entrar a su oficina y cerrar la puerta.
Está sentado en la silla giratoria detrás de su escritorio, de espaldas a la puerta y mirando la
pared repleta de fotografías y premios. Aparentemente no ha notado mi presencia.
Me pregunto con quién estará hablando. Por lo general, somos nosotros quienes escuchamos
las frases ‘lo solucionaré’ o ‘lo entiendo’ por parte de nuestros empleados. Generalmente
nosotros no pronunciamos estas frases. Dado que somos los propietarios de la empresa, nosotros
estamos a cargo de todo. Pero en estos momentos Jared parece estar enfrascado en una
conversación con alguien a quien le debe un favor, o quizás más de uno. Eso explicaría por qué
últimamente no se comporta a la altura necesaria. En algún momento tendré que hablar con él,
eso me queda claro. Pero hoy no es el día. Hoy ya tenemos suficientes temas que discutir y muy
poco tiempo.
Me despejo la garganta rápidamente. Jared gira en su silla y me mira. Su móvil continúa entre
su oreja derecha y su mano. Casi parece un poco sobresaltado al verme ahí de pie, frente a su
escritorio. ¿Acaso ha olvidado nuestra reunión?
Señalo silenciosamente a la puerta, en un ademán que significa algo como: ‘¿Vuelvo más
tarde?’ Jared sabe cuánto odio que me quede mal con nuestras citas, así que él niega con la
cabeza y señala a su móvil, haciéndome entender que tan solo debo esperar unos minutos.
«¡Vale! Hablemos de eso la próxima vez. Tengo una cita ahora. ¡Hasta pronto!». De cierta
forma, me parece que su despedida suena abrupta y tensa, y, una vez más, me pregunto con
quién estará hablando.
«¿Hay algún problema?», intento sonar lo más neutral posible.
«Tonterías. Ya sabes…», Jared evade mi pregunta, pues es evidente que no quiere entrar en
más detalles. Eso me desconcierta un poco. Su respuesta me hace sospechar… ¿me estará
ocultando algo?
«Siendo honesto, no. No sé. Pero dime qué tipo de tonterías».
«Oh…», le quita importancia al asunto con un ademán de mano. «Ya sabes, lo que pasa
cuando prestas el avión privado a un amigo. Fue inspeccionado en la aduana y encontraron una
cantidad significativa de marihuana. Ahora el gilipollas dice que no es suya, que estaba en el jet
desde antes. Y, ahora, ¿adivina quién debe solucionar toda la mierda porque el jet está a su
nombre?».
«¡Mierda!». Obviamente es una situación molesta, pero, al mismo tiempo, debo admitir que
me alivia saber que Jared no me está ocultando nada. Hemos compartido demasiados secretos e
información confidencial entre nosotros. Entonces me pasa por la cabeza la traición de Marc y
toda la mierda con los Bike Vikings. «Pero ¿todo está en orden? ¿O necesitas ayuda?».
«Gracias, eso es muy amable de tu parte. Pero lo tengo todo bajo control».
«Vale. Hay un par de cosas que debemos aclarar urgentemente. Casi parece que atraemos la
desgracia en estos momentos, joder».
«Te escucho».
«El alcalde nos ha dado un ultimátum. Debemos marcharnos de la ciudad en menos de tres
semanas».
«Ostias… ¿por qué?», me pregunta Jared, estupefacto.
«Debe haber escuchado respecto al trabajo infantil en la mina de cobalto en el Congo. Justo lo
que mencionó nuestro analista justo antes de nuestro vuelo a Las vegas», le explico.
«Y de dónde… ¿cómo se enteró?», me pregunta Jared con cierta vacilación.
«Probablemente Marc sea el responsable. Es gay y tiene algo con el asistente del alcalde.
Debe habérselo contado todo».
«Pero qué puta mierda», maldice Jared. «¿Y ahora? Quiero decir, ¿qué pasará con Marc? ¿Y
cómo estás tan seguro de que fue él?».
«Solo hay cuatro personas que lo saben: el analista, nosotros dos y Marc», le explico.
«¿Qué hay de Carla?».
«No, ella estaba en el baño cuando hablamos del tema, ella estaba… refrescándose», explico.
«Más bien quieres decir que se estaba limpiando el semen de la cara, ¿o no, mujeriego?
¿Finalmente follaste con ella?», me pregunta Jared, esbozando una sonrisita maliciosa.
«Dejemos eso por ahora. Tenemos cosas importantes que discutir, ¿vale?». Literalmente
puedo ver la decepción en el rostro de Jared. No había nada de lo que le gustara hablar más que
de sexo, mujeres y fiesta. Pero todo eso tenía que esperar por ahora.
«Entonces, ¿qué hacemos ahora? ¿Tienes alguna idea?», las manos de Jared sugieren que no
tiene ni la más remota idea de qué podemos hacer, así que dar solución a este problema recae en
mí nuevamente.
«Si nos quedamos, el alcalde compartirá la información con la prensa. Cambiar el nombre de
la empresa no nos ayudará esta vez», intento resumir los hechos brevemente. «De cualquier
manera, debemos solucionar el asunto del trabajo infantil para tener algo que mostrar. ¿Aún
tienes el contacto del director de estación de la mina en el Congo?».
«Sí, claro. ¿Qué necesitas?».
«Quiero asegurarme de que no contrate a nadie menor de dieciocho años. Debe recopilar y
fotografiar las identificaciones de todos. Cualquier persona menor de dieciocho años ya no puede
trabajar para nosotros», le explico a Jared.
«Vale, ¿pero estás consciente de que despedirá a más de la mitad de los trabajadores?».
«Si lo sabes con tanta exactitud, me pregunto por qué nunca has hecho nada al respecto.
Joder, Jared: son niños». Me sentía cabreado. ¿En qué carajos estaba pensando Jared?
«Vale, vale. No hace falta que te alteres de esa manera, Ethan», me dice, levantando las
manos para tranquilizarme. «Yo solo tenía buenas intenciones: mano de obra barata y ganancia
máxima para nosotros. ¿Qué hay de malo en eso? Así es la vida: siempre hay un ganador y un
perdedor».
La posición de Jared me sorprende. Resisto el impulso de darle un puñetazo en la cara.
Hacerlo no me llevará a ningún lado. Tenemos que resolver esto juntos, y no puedo tener
conflictos con todo el mundo a la vez. Quizás Jared aún sigue algo distraído, por la razón que
sea. Pero hemos visto y vivido mucha mierda juntos. Así que esto debemos solucionarlo juntos.
«Encárgate de resolverlo, por favor, ¿lo harás?», le digo con seriedad. «Cuando la conmoción
de todo esto haya disminuido, podemos ver cómo están las cosas por ahí. Me encantaría
deshacerme de la mina, pero eso no es posible en tres semanas», explico.
«Por supuesto», dice Jared y escribe algo en una hoja de papel. «Pero ¿cómo es que esto
resuelve el problema del ultimátum?».
Me alegro de que Jared haga esa pregunta, pues es una señal de que el viejo Jared aún sigue
ahí, en algún sitio detrás de su extraño y confuso comportamiento.
«Eso nos lleva a mi siguiente punto. Esta mañana tuve una cita con Henry Miller», comienzo
a decir. Decido guardarme el asunto con los Bike Vikings para mí.
«Vale… ¿qué quería?».
«Oh, simplemente se hizo el importante de nuevo, me acusó de un montón de mierda sin
sentido y me recordó el ultimátum. Así que he decidido postularme como candidato de la
oposición en las próximas elecciones».
«Has de-decidido… ¿qué?», Jared me mira estupefacto y resopla. Por un momento,
simplemente se queda sin habla. «¿Qué pasará con todo eso, entonces?», me dice moviendo las
manos en círculos, presumiblemente refiriéndose a toda la empresa.
«¿No lo entiendes? Esa es la solución. Simplemente se trata de hacer público que me
postularé como candidato. ¿Qué tan mal crees que se verá el alcalde cuando todos sepan que
pretende expulsar a su oposición de la ciudad?», confiado de mí mismo me pongo cómodo en el
sillón de cuero de la oficina de Jared.
«Vale, ahora lo entiendo: ¿quieres usar su ultimátum en contra de él mismo? ¿Quieres hacer
creer a la prensa que Henry quiere deshacerse de ti porque representas una amenaza en las
elecciones?».
«Así es, lo tienes. Bingo», chasqueo con los dedos y aplaudo con las manos, como si Jared
hubiera descifrado un complicado acertijo. «Sin embargo, eso implica que deberás asumir más
responsabilidad dentro de la empresa tan pronto como se haga pública mi candidatura».
«¡Vaya! Será una temporada movidita», sorprendido, Jared se pone de pie y se dirige a la
pequeña cómoda donde tiene las bebidas alcohólicas. Coge una botella de whisky y se sirve un
trago. «¿Quieres uno?», me pregunta, mostrándome su vaso.
«No. Es un poco temprano, ¿no crees?». A Jared no le importa eso. Bebe su trago de golpe y
deja el vaso vacío en su escritorio, junto al teclado del ordenador.
«Creo que tu idea es buena. Pero pensemos en ello más tarde, después de una relajante velada
en Las Vegas. Debemos refrescarnos, follar mucho y después ponernos manos a la obra. Quizás
se nos ocurra algo mejor mañana. ¿Estás conmigo?», me pregunta Jared, cogiendo su vaso y
dirigiéndose nuevamente al minibar para coger la botella de whisky.
«No creo que eso nos ayude a pensar», respondo. Hace algunas semanas, habría concordado
con Jared sin pensarlo dos veces. Ninguno de los dos tenía suficiente de salir de farra en Las
Vegas y disfrutar de las tías hermosas del lugar. Pero, por muy extraño que pareciera, en estos
momentos no me apetecía desaparecer de la ciudad para divertirme en otro sitio. Para mi propio
asombro, me doy cuenta de que Emma se escabulle en mis pensamientos. Recuerdo a Emma
recostada en los asientos traseros de mi todoterreno, desnuda y gimiendo de placer.
«Quiero resolver el asunto hoy mismo. Por favor, asegúrate de que terminen con el trabajo
infantil, ¿vale?».
«Vale. Lo haré», responde Jared y se sirve otro gran trago. Siento la ira y la confusión
incrementarse en mi interior. Pero ¿qué carajos le sucede a Jared?
«Entonces, nos vemos luego», me despido, le doy la espalda y camino hacia la puerta. No me
apetece nada ver cómo se emborracha a primera hora de la mañana. Al mismo tiempo, me siento
asombrado de mi propio comportamiento.
¿Cuándo fue la última vez que rechacé un trago de whisky con Jared?
Cuando entro a la recepción, mi corazón da un vuelco. Carla está de pie y abraza a un hombre
que tiene la cabeza y las manos repletas de vendas. Se trata de Marc. El tío que me traicionó con
el alcalde y recibió una golpiza de Sven y los Bike Vikings por orden mía.
Capítulo 25 ~ Emma
«Dios mío, ¡Marc! ¿Pero qué ha pasado? ¿Quién te ha hecho esto?», le pregunta Carla al
recién llegado después de liberarlo de su abrazo. Yo me quedo detrás de mi ordenador, porque,
de cualquier manera, no sé qué decir en esta situación.
En ese momento veo que Ethan sale de la oficina de Jared. Aparentemente, su reunión fue
más rápida de lo esperado. Sin decir palabra, cierra la puerta, se detiene en seco y estudia a Marc
cuidadosamente. Frunce el ceño. ¿Pero que habrá pasado entre ellos dos?
Marc y Carla también han notado el regreso de Ethan. Carla deja ir a Marc y, lentamente,
retrocede un par de pasos.
«¿Qué te trae por aquí, Marc?», la voz de Ethan adquiere un tono serio. A diferencia de Carla,
la apariencia de Marc no parece sorprenderlo mucho. ¿Acaso él ya sabía lo que le pasó?
«So… solo quería traer esto personalmente», Marc sostiene un trozo de papel en la mano y
cojea en dirección al escritorio de Carla. El papel se le desliza por los dedos. Con un quejido
intenta agacharse, pero no lo logra.
«Vale», le dice Ethan dándole una palmadita en el hombro y agachándose para recoger el
papelito él mismo. Se lo devuelve a Marc.
«Muchas gracias, señor. Y por favor, discúlpeme por no haber dicho nada sobre Allan, yo…»,
comienza a explicar Marc.
«¿Allan? ¿Es el asistente del alcalde? ¿Tu novio?», pregunta Ethan. Marc asiente en silencio.
«Hablemos de eso en otra ocasión, ¿te parece? Como puedes ver, ya hay alguien más en el
puesto. Primero recupérate. Cuando te sientas mejor, puedes venir otra vez», le dice Ethan con
frialdad.
Por un lado, me parece curioso que Ethan le ayudara a su exasistente a recoger el trozo de
papel. Eso fue muy amable de su parte. Pero, por otra parte, me pregunto por qué lo trata de
manera tan despectiva. ¿Por qué le quitó el empleo a su asistente y me lo dio a mí, cuando él
parecía haber sufrido un accidente?
Ahora más que nunca, me siento fuera de lugar en mi nuevo rol de asistente. No me parece
correcto reemplazar a Marc. Y, para colmo, ahora también debo trabajar al lado de Carla.
«Es mi certificación de incapacidad médica», Marc le devuelve el papel a Ethan, quien lo
mira por un segundo y lo coloca sobre el escritorio de Carla. «Haz un registro de eso», le dice
Ethan a Carla sin mirarla.
«¿No debería hacer eso su propia asistente?», responde Carla con sarcasmo.
«¡Suficiente!», Ethan reprende a Carla bruscamente. «Haz lo que te he dicho. No he pedido tu
opinión». Me estremezco. Es la primera vez que escucho a Ethan hablarle a alguien en ese tono
de voz. ¿No le cae bien Carla? ¿O es su tono de trabajo normal?
«Eso no es todo, señor», comienza a decir Marc. «Quiero que sepa que de verdad nunca
compartí nada relacionado a mi trabajo con Allan…», Ethan lo interrumpe y mira a Marc
severamente.
«No quiero escuchar nada al respecto», se da la vuelta rápidamente y veo su mano libre
apretarse en un puño. Por un instante, me preocupa que le dé un puñetazo a Marc y le haga un
moretón en el otro ojo. Pero parece que Ethan recupera la compostura y continúa hablando con
un tono de voz evidentemente tenso: «Sal del aquí. Recupérate. Ya veremos cómo proseguir
después de eso», Ethan señala a la puerta, indicándole a Marc que ya puede marcharse.
Marc lo mira por unos momentos y seguramente llega a la conclusión de que no tiene sentido
seguir hablando por ahora. Así que asiente en silencio, da las gracias y finalmente se da la vuelta
para salir de la recepción.
Cuando la puerta se cierra, hay incómodos segundos de silencio en la recepción. Ni Ethan, ni
Carla ni yo pronunciamos palabra. Mi corazón late con tanta fuerza que casi puedo escucharlo
golpeando contra mi pecho. ¿Dónde me he metido?
Entonces Ethan se da la vuelta y camina hacia su oficina, sin mirarnos ni a Carla o a mí.
«¿Ethan? ¿Podemos hablar un momento?», pregunto con timidez, reuniendo todo mi coraje.
Tan solo debo hablar con él. No creo poder trabajar aquí, reemplazando a su exasistente. Pero
¿qué me dirá al respecto?
«Ahora no, Emma», me responde con brusquedad. Entonces me mira. «Tengo varias citas que
atender. Quizás después», al decir estas últimas palabras, me mira directamente a los ojos. Al
hacerlo, su rostro se ilumina y su voz se suaviza ligeramente, volviéndose un poco más amistosa.
Asiento en silencio y Ethan desaparece en el interior de su oficina, cerrando la puerta a sus
espaldas.
«Oh, ¿tu enamorado no tiene tiempo para ti? Búscate a alguien más con quien ir a lloriquear»,
me dice Carla desde su silla.
«¿Qué quieres de mí? ¡Ni siquiera te he hablado!», mis mejillas se sonrojan y mi corazón se
acelera de nuevo. Al mismo tiempo, puedo sentir la presión y picazón en mis pechos, lo cuál
debe ser una señal de que es momento de utilizar el extractor sacaleches. Debo ir a algún sitio
para hacerlo.
Miro el reloj y, para mi sorpresa, aún es bastante temprano. Tenía la sensación de que el día
estaba mucho más avanzado. ¿Quizás era consecuencia de todo el estrés y emoción matutina?
Sin decir nada más, cojo mi bolso, dispuesta a desaparecer hacia el baño más cercano. Me
alegro de haber utilizado ya el baño del piso 56 para estos propósitos, pues no debo pedirle
indicaciones a Carla. Me levanto y camino hacia la puerta.
«¿A dónde vas ahora?», me pregunta Carla.
«Al baño. No sabía que debía pedirte permiso».
«Toma», me dice Carla lanzándome un paquetito de pañuelos desechables. Por instinto, lo
atrapo en el aire. «Para que te seques las lágrimas», agrega y me sonríe maliciosamente.
«¿Qué pasa contigo?», pongo los ojos en blanco tan pronto como he salido de la recepción.
¡Pero qué día tan agradable!
Los momentos sacándome la leche fueron un agradable respiro. Sin embargo, después de
terminar con toda la operación, vuelvo a la oficina. Apenas pongo un pie dentro y las burlas de
Carla continúan sin cesar. De verdad parece disfrutar de sus jueguitos conmigo. ¿Cómo es
posible que alguien sea tan cruel?
Miro el reloj en la pantalla de mi ordenador. El tiempo simplemente no parece transcurrir.
Probablemente solo me parece así porque no tengo trabajo y quiero mantenerme en silencio para
no darle más razones a Carla para molestarme.
Tan solo su descanso para el almuerzo y mi regreso al baño para extraerme la leche durante la
tarde me da un pequeño respiro. A Ethan lo veo todo el tiempo, a pesar de que apenas cruzamos
las miradas. En realidad, tan solo se aparece cuando recibe a algún visitante que, de acuerdo a su
calendario, tiene una cita agendada con él.
Alrededor de las cuatro de la tarde, Carla ha terminado su jornada. Sin una palabra,
desaparece como si yo no existiera. Respiro hondo mientras cierra la puerta de la recepción a sus
espaldas y cuando finalmente desaparece de mi vista, siento como si todo mi cuerpo se relajara,
finalmente.
Poco después desaparezco en el baño con mi bolso y el extractor sacaleches. Me apresuro a
realizar todo el proceso y cuando vuelvo a la oficina unos minutos después, me preocupa que
Ethan ya se haya marchado también.
Sin embargo, puedo escuchar voces detrás de la puerta cerrada. Seguramente está con un
visitante. Eso me tranquiliza. ¿Aún tendré oportunidad de hablar con él hoy? Me decido a
esperar una hora o dos para decirle que este trabajo, en la misma oficina que Carla, es una
pesadilla y, además, no quiero que despida a Marc. Momentos antes, Sophia me envió un breve
mensaje. Su nuevo cliente se ha retrasado. Otra vez. Es una pena para ella, pero al menos tengo
tiempo para hablar con Ethan tan pronto como termine con sus citas.
Cerca de media hora después, se abre la puerta de la oficina de Ethan y el visitante se marcha.
De acuerdo a su agenda, esa fue la última cita del día. Así que quizás ahora sea el momento
adecuado. Pero ¿qué tal si sigue de mal humor, como esta mañana?
«¿Emma?», escucho la suave voz de Ethan llamándome. Se me pone la piel de gallina.
«¿Podrías venir y cerrar la puerta?».
Capítulo 26 ~ Ethan
Emma entra lentamente a mi oficina a través de la puerta entreabierta. No puedo evitarlo:
instantáneamente me siento más relajado. Le sonrío cuando la miro de pie, vestida con su
chaleco, blusa y mallas. Me encantaría arrancarle la ropa ahora mismo. Está tan guapa como por
la mañana, justo después de nuestro rapidito en el aparcamiento. No es de extrañarse que no
pudiera concentrarme demasiado durante mi última cita.
«¿Podrías venir y cerrar la puerta?», le digo con voz firme. Sin decir palabra, Emma sigue mis
instrucciones, se gira para mirarme y se queda de pie frente a la puerta. Siento mi polla contra la
tela del interior de mis pantalones de vestir y me pregunto si lo que desea en estos momentos es
jugar al cervatillo tímido primero para después convertirse en un felino salvaje.
«Ethan, yo…», balbucea Emma y mira al suelo.
«¿Qué pasa, Emma?», siento que se trata de otra cosa, sin embargo, no estoy seguro de qué y
mi excitación no me permite pensar con claridad. Por supuesto me interesa saber qué abruma a
Emma, pero ahora mismo no puedo pensar en nada más que en mi deseo de su hermoso cuerpo
femenino.
«El trabajo… ni siquiera sé cómo decirlo, pero…».
«Tienes razón», la interrumpo y arrugo la frente. «Ni siquiera te he entrenado hoy. El día
estuvo tan ajetreado y lleno de citas que ni siquiera me he tomado el tiempo de discutir los
detalles contigo. ¿Te ha ayudado Carla, o será mejor ponernos al día mañana?».
«Pfff… como si Carla me hubiera ayudado en algo. Simplemente me complica la vida allá
afuera, en la recepción, o en donde sea que tiene oportunidad», me explica Emma y señala con el
dedo la puerta detrás de ella.
«Oh, olvídate de Carla. Esa tía no tiene un gramo de materia gris. No vale la pena preocuparse
por ella», me pongo de pie, rodeo mi escritorio y camino hacia Emma. Sin decir palabra, cojo su
mano y comienzo a acariciarla. Emma no se resiste, así que lentamente la rodeo y me pongo de
pie a sus espaldas.
«Lo importante es que estás cerca de mi», le susurro al oído y le deslizo un mechón de cabello
detrás de la oreja. «Y que estás aquí ahora», lentamente, beso su cuello.
«Ethan, no sé si esto es una buena idea, yo…», comienza a decir Emma. Pero su voz me dice
que le gusta lo que hago con ella.
«No te preocupes. Carla se ha ido y Jared tiene una cita fuera de la oficina. No hay nadie que
nos moleste», le susurro al oído. «Y he pasado todo el día pensando en que deberíamos continuar
con lo que dejamos pendiente en el todoterreno».
Nuestras miradas se encuentran. Puedo ver en sus ojos que no ha terminado de discutir el
tema de Carla. No tiene que ser así, y está bien. Sin embargo, también parece haber un acuerdo
tácito entre nosotros para olvidarnos del tema, al menos por ahora.
Me acerco a su rostro lentamente. Veo a Emma cerrar los ojos con lentitud, esperando mi
beso. Nuestros labios se encuentran, con dulzura y suavidad en un inicio. Nuestras lenguas
juegan entre sí de una manera que resulta casi familiar. Con una mano, cojo su nuca y con la otra
su espalda, atrayéndola más a mí. Quiero tocar cada milímetro de su cuerpo. Emma seguramente
siente lo dura que está mi polla.
Y Emma parece entender las señales. Puedo escuchar sus gemidos reprimidos mientras nos
besamos cada vez más apasionadamente. Ella baja la mano hasta colocarla encima de mis
pantalones, justo en el sitio donde mi polla se apretuja violentamente contra la tela. Ahí está de
nuevo: esa salvaje bestia sexual. La he despertado nuevamente.
Termino nuestro beso y la miro fijamente a los ojos. En ellos, puedo ver la lujuria pura.
«Desvístete. Y acuéstate en el escritorio», le ordeno.
Emma me mira arqueando las cejas. «¿En serio? Está lleno de documentos, y el teclado de tu
ordenador, y…». Al parecer, Emma no se da cuenta de que yo digo las cosas muy en serio.
Camino hacia mi escritorio y con un hábil movimiento de brazo limpio la superficie: los
documentos, el teclado de mi ordenador y dos tazas de café vacías de mi cita anterior. Todo cae
al suelo estrepitosamente. Gracias a la alfombra que cubre el suelo de mi oficina, las tazas
permanecen intactas, aunque la verdad en estos momentos no me habría importado que se
rompieran en mil trocitos.
A lo largo de mi día lleno de reuniones, discusiones y citas, me sentí consumido por Emma.
No podía pensar en nada más. Y ahora está aquí conmigo, y la deseo. Unos cuantos documentos
sobre el escritorio no se interpondrán en mi camino.
«¿Mejor?», miro a Emma y le sonrío.
«¡Mejor!», responde y yo comienzo a desvestirme. Emma parece haber sobrellevado bien mi
reacción, pues ella también comienza a desvestirse.
Mi ropa está tirada descuidadamente en el suelo al otro lado del escritorio, donde no hay
documentos ni tazas. Entonces me acerco a Emma. Está ahí de pie, quitándose la tanga y puedo
ver su perfectamente afeitado coño, cuyos labios brillan ligeramente. Emma está a punto de
abrirse el sujetador cuando llego a su lado.
«No te preocupes, yo me encargo de esto», le digo. Beso su cuello y comienzo a manipular el
broche del sujetador.
«¿Seguro?», me pregunta Emma y suspira fuertemente, pues es evidente que disfruta de mis
labios alrededor de su cuello y omóplatos.
«Claro. Listo», respondo en el mismo instante en que el broche del sujetador se abre y yo lo
tiro al otro lado de la oficina. Me gusta la idea de no ir demasiado rápido.
Ahora Emma está desnuda frente a mí, exhibiendo toda su belleza. Escudriño su cuerpo y no
puedo evitarlo: la cojo con fuerza con ambas manos y comienzo a masajear sus pechos, los
cuales sobresalen de su cuerpo, perfectamente redondos. Rara vez he visto un par de tetas tan
hermosas.
«¡Auch!», grita Emma. Hace una mueca de dolor y retrocede un poco.
«¡Lo siento!», me apresuro a decir y levanto las manos a manera de disculpa. «Los he visto y
me he olvidado».
«Está bien. Yo…», Emma parece sentirse un poco avergonzada al respecto.
«Seré más cuidadoso aquí y seré más bestia en otros sitios», le digo, guiñándole un ojo.
«Trato hecho», responde Emma con picardía. Se ve visiblemente aliviada de que podamos
continuar.
«Y ahora, ¡sube al escritorio!».
Ella me obedece de inmediato. Me parece que le gustan este tipo de juegos, lo puedo ver y
sentir. Cuando Emma pasa caminando a mi lado, le doy una firme nalgada.
Sorprendida, Emma se da la vuelta para mirarme. No dice ni una palabra, simplemente me
sonríe de manera tentadora. Esta mujer cada vez me vuelve más loco.
Sin romper el contacto visual, se sienta en el escritorio, frente a mí. Me acerco a ella y abro
sus piernas para ponerme de pie entre ellas. Emma no opone resistencia alguna. Mi polla dura
toca su clítoris y los labios húmedos de su coño. Me encantaría penetrarla profundamente, ahora
mismo, pero me doy cuenta de que sería demasiado descarado.
Nos besamos de nuevo y acaricio suavemente sus pechos. Los masajeo con un poco más de
fuerza y la respiración acelerada de Emma y sus gemidos me indican cuánto le gusta. Disfruta de
mis manos jugueteando con sus pezones. Parece que he encontrado el punto ideal entre el dolor y
el placer.
Con la mano me deslizo por sus hermosas caderas, recorro el interior de sus muslos hasta
sentir sus labios húmedos. Está completamente mojada y recibe mi tacto con un fuerte gemido.
«Quiero follarte. En el escritorio», le susurro, pues sé que no puedo esperar más. Me parece
una locura, pero la manera en que Emma me revela su lujuria hace que me ponga tan caliente que
siento como si estuviera a punto de correrme, aquí y ahora, de pie frente a ella en el escritorio.
«Entonces fóllame, Ethan», jadea Emma y me mira. Sus mejillas están enrojecidas y
lentamente se deja caer hacia atrás para descansar su torso desnudo sobre el escritorio. Cojo sus
piernas y las separo un poco más. Luego ajusto mi posición ligeramente e meto mi polla
profundamente en su chocho.
«Mmmmmmm», gimo y Emma se une con un grito de lujuria. Levanta las manos por encima
de la cabeza y se sujeta al borde del escritorio. Ella sabe lo que viene, pues recuerda bastante
bien nuestra noche en Las Vegas. En ese entonces, Emma se aferró a la cabecera de la cama…
no puedo evitar recordar esa noche juntos en la habitación del hotel.
Comienzo a mover las caderas hacia delante y hacia atrás y en cuestión de segundos
incremento el ritmo. Embisto a Emma más y más fuerte y puedo sentir cómo la penetro cada vez
con más profundidad. Ahora Emma no solo gime suavemente, sino que grita ruidosamente, llena
de placer con cada embestida. Apenas puedo contenerme. No puedo tener suficiente de esta
mujer, una completa granada en el sexo. Emma yace sobre mi escritorio y sus tetas se mueven
eróticamente de un lado a otro, su cabello cuelga del borde del escritorio y yo sostengo sus
muslos para poder penetrarla con más fuerza y profundidad.
Pierdo la noción del tiempo. Suelto sus piernas y uso las manos para juguetear con sus labios
y clítoris, a la vez que la embisto con firmeza, Emma gime aún más fuerte que antes. Se corre
con un prolongado «Aaaaaaaahhh» al mismo tiempo que yo llego a mi clímax, y entonces
nuestro acto termina con un final explosivo.
Levanto a Emma, y me la llevo conmigo hasta el sofá que está en la otra punta de la oficina.
Me acuesto y nos cubro a ambos con la manta tibia que siempre está bajo el sofá. Emma está en
mis brazos y me sorprendo a mí mismo pensando en que me gustaría pasar toda la noche así con
ella.
Ninguno de los dos dice nada. No es necesario. Hay una magia maravillosa en el silencio, así
que ninguna palabra haría este momento más perfecto.
Después de un tiempo, me doy cuenta de que mi oficina se vuelve cada vez más oscura. Miro
a través de la ventana y me doy cuenta de que ya ha anochecido. Realmente no sé cuándo fue la
última vez que perdí la noción del tiempo en el sexo o estando con una mujer.
Emma también parece darse cuenta de que afuera el cielo se oscurece cada vez más.
«Debo marcharme, mi amiga me espera…», comienza y se incorpora apresuradamente a mi
lado.
«Sí, sé a lo que te refieres. Yo también me he olvidado de la hora». Me levanto, recojo mi
ropa y miro la pantalla de mi móvil. Son cerca de las siete de la tarde. Es absolutamente una
locura. ¿Cuánto tiempo hemos estado aquí, juntos? Me parece un poco gracioso la manera en que
Emma dice que su amiga la espera. Suena casi como si fueran un viejo matrimonio.
«¿Qué opinas de que te lleve a casa?», le pregunto mientras me pongo los pantalones de
vestir.
«No, no te preocupes. Estaré bien sola», me dice Emma mientras busca su ropa.
«Tu amiga no estará celosa de mí, ¿verdad?», bromeo con descaro.
«Oh, tonterías. Es solo que… es mejor si no llegamos y nos marchamos juntos siempre. ¿Qué
dirán los demás de la empresa?», me dice con cierta vacilación, lo cual me hace pensar que me
oculta algo. Pero ¿qué?
Entonces suena mi móvil. Miro la pantalla y veo que se trata de un recordatorio para una cita.
Me encontraré con Jared en una hora. Esta noche quedamos en tomar un par de copas para
discutir los detalles de mi candidatura. Además, me interesa saber cuánto ha avanzado en
eliminar la mano de obra infantil en la mina de cobalto.
«Vale, en otra ocasión», respondo. Emma parece aliviada de haberse salido con la suya.
Si no tuviera esta cita con Jared, quizás la seguiría. Con todo lo que está sucediendo alrededor
de la empresa, debo estar completamente seguro y eliminar cualquier pequeña posibilidad de que
Emma esté colaborando con Marc.
Capítulo 27 ~ Ethan
Unos días después.
Estoy sentado en mi oficina y miro a través de la ventana durante el pequeño descanso que
tengo entre dos citas. Es un cálido y despejado día de primavera en Los Ángeles. Aun así, tengo
la cabeza en otra parte y yo muerdo la punta de mi bolígrafo nervioso.
Pero ¿qué pasa conmigo? ¿Cuándo fue la última vez que hice esto? Debe haber sido durante
mis días de estudiante. Incluso Jared notó algo diferente en mí. «Debe ser por tu nueva asistente.
Cuéntame, ¿follas con ella?», me preguntó directamente.
Sí, follo con mi asistente. Y realmente disfruto hacerlo. En el pasado me habría jactado de ello
frente a Jared. Pero en esta ocasión es diferente. Ni siquiera podía esperar a los descansos y me
sentía encantado de que durante los últimos días Jared salía temprano de la oficina, e incluso se
había llevado a Carla a un par de citas.
Eso dejaba el área completamente despejada para Emma y para mí. Ella había dejado a su
tímido cervatillo permanentemente y, ayer por la tarde, incluso entró a mi oficina poco después
de que todos se marcharon.
Ya lo habíamos probado todo en mi oficina: el escritorio, el sofá e incluso la alfombra. Emma
me montaba como si fuese un animal salvaje y yo realmente disfrutaba mirar sus tetas
moviéndose de arriba abajo.
Excitado, siento lo dura que se me pone la polla. Es asombroso: no puedo pensar en nada que
no sea Emma. Me gustaría tenerla cerca todo el tiempo. Además, el tiempo de charla después del
sexo se ha vuelto cada vez más prolongado. Ella es la primera mujer en mucho tiempo a la que
disfruto contarle mis cosas, y también la primera que me gusta escuchar cuando habla de sí
misma.
Me sentí aliviado cuando Emma me contó sobre Sophia y su hija. Sophia tenía una hija que se
llamaba Emily y, justamente por eso, Emma siempre debía volver a casa a una hora determinada.
Al principio Emma estaba un poco avergonzada y creyó que me parecería extraño, por eso se
negó a que la llevara a casa hace unos días. Me sentí aliviado cuando me lo explicó todo y me
pareció muy considerado de parte de Emma estar al lado de su amiga durante estos momentos
difíciles.
Entonces recuerdo mi cita con Jared, la cual terminó hace unos pocos minutos. Jared se sentía
preocupado por el ultimátum. Me insiste en llamar a Sven y los Bike Vikings para resolver el
problema. Pero después del desastre con Marc y su novio, la verdad es que no me apetece nada
hacerlo.
No, esta vez lo solucionaré de otra manera. Sin violencia, pero con inteligencia. Durante los
últimos días he pensado mucho en mi candidatura y he decidido seguir adelante con mi plan, a
pesar de que Jared no está del todo de acuerdo. La verdad es que no comprendo sus razones del
todo. Dice que si lo hago me quedaré sin tiempo para concentrarme en la empresa y nuestros
proyectos. Tonterías. Jared es quien ha estado ausente desde hace semanas y las cosas todavía
funcionan.
Pero eso ya no importa. Mañana es la rueda de prensa en el edificio. Invité a todo tipo de
asistentes, incluido el alcalde a quien le hablé de un gran anuncio. Henry aceptó mi invitación
con una sonrisa. Seguramente piensa que anunciaré el traslado de la empresa, ya que el plazo de
su ultimátum termina en tres días. Pero ese idiota se puede ir preparando para algo
completamente diferente.
Y para que todo salga a la perfección, solo hace falta un pequeño detalle…
Con mi móvil llamo a Emma y le pido que venga a mi oficina.
«Emma, por favor cierra la puerta y siéntate», saludo a Emma de manera amistosa y señalo la
silla frente a mi escritorio.
«No se la chupes demasiado, perra», escucho la voz de Carla a espaldas de Emma, quien está
a punto de cerrar la puerta.
«Espera», le pido a Emma que no cierre la puerta, me pongo de pie rápidamente y me
dispongo a visitar el escritorio de Carla en la recepción. La ira crece dentro mí y ya no quiero
contener más mi enfado hacia Carla.
«Ethan, te juro que no he…», susurra Emma. Pero no la escucho. Sé qué ella no ha dicho
nada. Ella no tiene la culpa de que Carla sea un ser pútrido. Aparto a Emma de la puerta con
delicadeza, apenas tocando sus caderas con una de mis manos, y camino hacia la recepción.
La mirada de Carla se encuentra con la mía y puedo ver que está realmente sorprendida de
verme caminando hacia ella. Después de unos segundos, Carla recupera la compostura. «¿Qué
pasa, dulzura?», me pregunta sonriéndome con descaro, como si Emma no existiera en lo
absoluto.
«Carla. Eres la perra más grande que he conocido», bramo mientras continúo caminando
hacia ella. «Si no cierras la boca de ahora en adelante, no respondo, ¿lo entiendes?», le digo y mi
dedo índice se detiene a unos pocos centímetros de su cara. Carla se queda sentada en silencio,
su silla está prácticamente contra la pared pues ella retrocedió mientras yo me acercaba a su
escritorio como una tormenta.
«Ethan, yo no he… Ella fue quien…», Carla intenta comprobar su inocencia y señala con el
dedo a Emma, quien está de pie en silencio frente a la puerta de mi oficina.
«Ni una palabra más», la hago callar. «No vuelvas a dirigirme la palabra, ¿me escuchas?
Alégrate de que Jared es el único con poder de decisión sobre tu trabajo, pero créeme que hablaré
con él al respecto. ¡De verdad! Y ahora, haz tu trabajo y déjanos en paz», le doy la espalda y
camino hacia Emma, haciéndole un gesto para que entre a mi oficina. La sigo y cierro la puerta a
mis espaldas. Sin decir palabra, Emma se sienta en la silla que le ofrecí antes, frente a mi
escritorio.
«Te ves realmente adorable con este vestido hoy», lentamente, la relajación se extiende a
través de mi cuerpo nuevamente. Desde atrás, también se ve fenomenal. Me siento junto a ella en
la otra silla frente a mi escritorio y coloco mi mano sobre su muslo.
«Ethan, eso fue muy amable de tu parte. Pero ¿realmente tenías que ser tan borde con ella?»,
me dice Emma, un tanto insegura.
«¿Qué quieres decir?», pregunto confundido. «Ella es borde contigo todo el tiempo, ¿y ahora
la proteges?».
«No lo sé. Quizás simplemente es mi remordimiento de consciencia, porque en realidad sí que
ocurren ciertas cosas en tu oficina…», con un ademán, Emma señala a la totalidad de mi oficina,
como si quisiera hacerme consciente de la escena completa. Si tan solo supiera que eso es lo
único en lo que pienso últimamente.
«Pero ahora que lo recuerdo, aún no me la has chupado», con una sonrisa traviesa, me llevo
una mano a los pantalones y finjo desabrochármelos.
«Ethan, Carla está sentada justo detrás de la puerta, yo…», responde Emma horrorizada,
mirándome con los ojos abiertos como platos.
«Vale, tranquila. Solo era una broma», le digo guiñándole un ojo, sin poder pasar por alto el
hecho de que Emma realmente no se negó a mi solicitud de hacerme una mamada. ¿Quizás
deberíamos dar un paseo en coche otra vez? Pero tristemente eso tendrá que esperar. De hecho,
ahora mismo quiero hablar con Emma sobre la rueda de prensa que se llevará a cabo mañana.
«Mañana tendremos una conferencia de prensa. Quiero hacerte una solicitud al respecto. Algo
de lo que hablamos antes de iniciar nuestro acuerdo», comienzo.
«¿Quieres que sea tu acompañante?».
Me sentí feliz de que Emma recordara que hablamos sobre eso, pues eso hacía las cosas más
fáciles para mí.
«Así es. Pero no solo eso. No solo quiero que me acompañes, sino que deseo presentarte
oficialmente como mi mujer, mi compañera», no digo nada más y miro a Emma en silencio, para
así observar el efecto de mis palabras sobre ella. ¿Y si realmente lo fuera?
La expresión de Emma me parece indescifrable. ¿En qué estará pensando? Finalmente dice
algo: «¿Te refieres a cogernos de la mano y todo eso?».
«Sí, así es. Solo para la rueda de prensa y tan solo si surge la ocasión. De lo contrario, tan solo
te señalaré al otro lado de la habitación y debes saludar amablemente a las cámaras. ¿Qué
opinas?».
«Creo que puedo hacerlo». Tristemente, la reacción de Emma no me permite saber con
exactitud qué es lo que piensa. «Pero ¿invitarías a tu mujer a cenar después?», me pregunta con
una sonrisita en el rostro.
«Me encantaría», le sonrío y le doy un beso en los labios, el cual ella recibe gustosa usando la
lengua.
Capítulo 28 ~ Emma
A la mañana siguiente.
«Realmente no lo puedo creer, Emma», me reprende Sophia. Estamos en una pequeña calle
lateral cerca del edificio de la empresa. Sophia sostiene a Emily en brazos mientras la bebé
balbucea felizmente, pateando y manoteando en todas direcciones.
«Lo sé. Dame a la pequeña», le digo y estiro los brazos hacia mi hija.
«No decir nada es una cosa, pero decirle a Ethan que Emily es mi hija… joder, Emma. Esto
solo complica más las cosas», Sophia no puede creerlo y creo que tiene derecho a estar enfadada
a causa de mis acciones.
Sostengo a Emily en brazos y miro sus ojos azules, los cuales me recuerdan siempre a su
padre. Siento un nudo en la garganta y las lágrimas se acumulan en los ojos cuando me doy
cuenta de que he negado a mi propia hija. Pero ¿qué clase de madre soy?
«Oye, dulzura. No llores», Sophia me abraza.
«Tienes razón. No debería haber hecho eso. Pero me pareció que Ethan sospechaba un poco
porque no le permití llevarme a casa», me limpio las lágrimas de las mejillas con el dorso de la
mano. Emily me mira con una sonrisa resplandeciente y se ríe con alegría para sí misma. Para
ella, el mundo está perfectamente bien mientras se encuentre conmigo o con Sophia.
Emily mira una y otra vez a mi pecho y me queda claro lo que quiere. Probablemente es la
única manera en que los bebés pueden expresar que necesitan más cercanía. Yo de verdad quiero
dejar de amamantarla lentamente, pero Emily parece tener otros planes. Ya que aún es temprano
por la mañana y estamos de pie en un callejón, deslizo mi top ligeramente hacia abajo y permito
que Emily coma un poco. La miro en silencio por unos minutos. Realmente me agrada sentirla
tan cerca de mí. Acaricio su mejilla y no puedo evitar sonreír. Su boca hace ruidos mientras ella
bebe y la leche se le escurre por las comisuras de los labios.
Entonces vuelvo a mirar a Sophia, quien atisba alrededor asegurándose de que el área está
despejada y no haya nadie que nos moleste. «No sabía qué hacer. La puerta de la oficina que da a
la recepción estaba abierta. Y ahí estaba esta tal Carla. Incluso cuando Ethan reprendió a Carla
por mí, no quería admitir nada frente a Ethan mientras ella escuchaba», digo y bajo la mirada.
«¿Qué tal si después de contarle todo no quiere volver a verme?», la pregunta es más para mí
misma que para Sophia.
«En algún momento tendrás que decírselo».
Respiro profundamente e intento tranquilizarme. Tan solo pensar en esa conversación me
afecta a tal punto que empiezo a llorar. Sophia tiene razón. Yo también lo sé. No puedo dejar las
cosas así, pues no terminará bien.
«Por cierto, gracias por estar aquí conmigo, Sophia. La rueda de prensa tomará bastante
tiempo. Después de eso, quizás haya algún tipo de jornada laboral a puertas abiertas para la
prensa. Así que no sé cuánto tiempo estaré ahí. Es bueno saber que tú y Emily están cerca en
caso de que la pequeña necesite algo».
«No hay problema». Sophia suena evidentemente abrumada.
Intento animarla. «Oye, no te hagas ideas. No es tu culpa que la nevera se haya estropeado y
hayamos tenido que tirar todos los suministros de leche. Ese viejo cachivache no tenía ninguna
señal de advertencia».
«Lo sé…», Sophia suena distante y literalmente puedo ver la forma en que se reprocha a sí
misma.
«Hoy buscaré una solución de una manera u otra. Y aclararé las cosas con Ethan lo antes
posible. No quiero que haya secretos entre nosotros», hago una pausa y miro a Emily de nuevo,
quien ya ha comido suficiente y simplemente succiona suavemente mi teta. Sonrío y le permito
divertirse por unos momentos antes de volver a entregársela a Sophia nuevamente. «Tal vez
tenga suerte y pronto despidan a Carla. Entonces, podré…».
«¿Acaso estás hablando de mí? Pero qué sorpresa», de pronto, escucho la voz de Carla a mis
espaldas y me giro, sobresaltada. Se me detiene el corazón. ¿Carla? ¡¿Aquí?! ¡¿Ahora?! Emily
sigue enganchada a mi pecho.
Carla me mira sin decir palabra. Durante unos segundos ninguna de las tres dice nada. Tan
solo Emily balbucea dulcemente en mi pecho mientras sigue tomando su leche. El calor se eleva
por mi rostro y siento mis mejillas ardiendo cuando me doy cuenta de que ahora Carla lo sabe.
Puedo ver las comisuras de sus labios esbozando una sonrisita maliciosa. «¿Qué crees que
dirá Ethan sobre esto?», me pregunta Carla, engreída a más no poder, mientras mira a Emily.
Después de unos momentos se da la vuelta y continúa su camino hasta la oficina.
Siento el impulso de gritarle algo, pero ¿qué? Me resisto. Después de todo, ya he negado a mi
preciosa hija a Ethan en una ocasión. No pienso volverlo a hacer. Me siento tan orgullosa de ella
y feliz de tenerla a mi lado. Ciertamente no lo negaré frente a Carla. Sin mencionar que sería
absurdo, pues acaba de pillarme amamantando.
En estos momentos Emily parece finalmente haber terminado de comer y suelta mi teta, que
escondo rápidamente detrás de mi blusa y sujetador.
«Mierda Emma, ¿esa era la tal Carla de la que me has hablado?», me susurra Sophia al oído
mientras ambas miramos a Carla marcharse. Unos segundos después, ella desaparece al doblar la
esquina al final del callejón. Yo asiento en silencio. «Pero ¿qué hacía aquí, de cualquier
manera?», me pregunta Sophia con tono conspirador, sin apartar la mirada del final del callejón.
Me encojo de hombros. La verdad es que no lo sé. Quizás sea su camino habitual para llegar a
la oficina. Este es el callejón frente a la parte trasera del edificio, pero las razones de Carla me
dan igual. No quiero jugar a la detective y descubrir por qué estaba aquí justamente cuando yo
amamantaba a Emily. Quizás solo fue una estúpida coincidencia. Lo único en que puedo pensar
es en Ethan.
Tengo que contarle todo lo antes posible, si es que quiero una oportunidad con él. Siento
como si alguien me hubiera puesto piedras dentro de una mochila invisible que cargo a mis
espaldas. No tengo idea de cómo reaccionará Ethan cuando le diga que tengo una hija… y no
solo eso, que TENEMOS una hija y encima le mentí al respecto.
¿Volverá a dirigirme la palabra después de eso? ¿O me gritará de la misma manera que gritó a
Carla, para después echarme de la oficina? Si es así, ¿qué haré después? Por ahora las cosas no
van nada bien en el trabajo de Sophia y realmente nos es útil el dinero que gano con mi nuevo
puesto. Se me acelera la respiración y siento cómo comienzo a sudar.
«Sophia, ¿puedes llevarte a Emily?», con cuidado, le entrego a mi pequeño rayito de sol y le
doy un beso de despedida. «Realmente debo aclarar las cosas con Ethan ahora mismo, antes de
que sea demasiado tarde», comienzo a marcharme con paso acelerado.
«Buena suerte, y dime si hay algo en lo que pueda ayudar», dice Sophia a mis espaldas.
Capítulo 29 ~ Emma
Corro por la calle a toda velocidad. No intento alcanzar a Carla, simplemente quiero hablar
con Ethan. De cualquier manera, quizás eso ya no sirva de nada. A juzgar por lo poco que
conozco a Carla, ella tomará y saboreará cada oportunidad de hacerme pasar por una prostituta
barata frente a otras personas en el vestíbulo o en el ascensor. No sería la primera vez que me
insulte con esa palabrota.
No, yo tengo otra idea. De pronto me queda claro por qué Carla caminaba por el callejón.
Debe haber utilizado la entrada trasera al aparcamiento. Carla no puede utilizar el ascensor como
Ethan y yo. Al menos, eso es lo que me explicó Ethan. Los recuerdos de nuestros encuentros
salvajes se me pasan por la cabeza. Puedo recordarnos haciéndolo en la parte trasera de su coche
todoterreno en el aparcamiento subterráneo.
En lugar de la excitación que suelo sentir al pensar en esto, se me acelera el corazón. ¿Alguna
vez volveremos a tener algo así? ¿Cómo reaccionará Ethan cuando no sea yo quien le cuente
todo, sino Carla? ¿Tendré oportunidad de explicarle todo? El tiempo con Ethan es tan especial y
disfruto de cada segundo que pasamos juntos. La verdad es que hay mucho más en juego que
solo sexo en el asiento trasero de un coche de lujo.
Llego al final del callejón, entro al aparcamiento y rebusco en mi bolso. Hace unos días, el
pequeño chip negro apareció encima de mi escritorio junto con una nota: Porque fuiste una niña
buena. El mismo Ethan me dijo en una ocasión que quizás me daría mi propio chip para utilizar
el ascensor. Yo me sentía muy feliz al respecto e interpreté su obsequio como una muestra de
aprecio hacia mí. Sin embargo, no lo utilizaba con frecuencia, pues cogía el metro de Los
Ángeles para ir al trabajo y terminaba utilizando la entrada principal, de cualquier manera. Así
que era más bien una especie de acto simbólico, pero yo estaba feliz de que Ethan me quisiera
más cerca de él.
Sin embargo, en estos momentos no puedo encontrar el chip, así que continúo rebuscando en
mi bolso mientras me hago camino hacia el ascensor. Debe estar aquí, en alguna parte. Si no lo
encuentro ahora, todo estará perdido. Tan solo puedo llamar al ascensor con este chip, y solo con
este ascensor puedo subir hasta el piso 56 sin detenerme. Esta es mi única oportunidad para
llegar a la oficina antes que Carla.
De pronto, me encuentro frente a un obstáculo que realmente no debería estar ahí y me
detengo, sobresaltada. Retrocedo un par de pasos y levanto la mirada, sorprendida. Hay un grupo
de hombres de pie y debo haber chocado contra ellos por descuido.
«Oye, tenga más cuidado…», resopla el hombre con el que he chocado. Afortunadamente, fue
capaz de aferrarse a uno de sus compañeros para no caer al suelo. Se da la vuelta y me mira. Es
Jared.
«¿Emma? ¿Qué estás haciendo aquí?», me pregunta, visiblemente sorprendido. Casi parece
como si se sintiera incómodo de reconocerme. Jared mira a mis espaldas para comprobar si vine
hasta aquí sola.
«Jared, discúlpame, estaba absorta en mis pensamientos y caminaba en dirección al ascensor,
yo…», el resto de mis palabras se me atora en la garganta cuando me doy cuenta de con quién
está de pie, aquí en el aparcamiento subterráneo. Junto a él está el alcalde titular Henry Miller.
Nunca lo he visto personalmente, pero su imagen aparece por toda la ciudad. Realmente parece
haber entendido que Ethan quiere competir contra él y ya se ha encargado de promocionarse.
Pero ¿por qué está Jared con él? ¿Especialmente aquí, en un oscuro rincón del aparcamiento
subterráneo? Miro al señor Miller y nuestras miradas se encuentran. Su boca esboza una sonrisa
de autosuficiencia. Extiende su mano regordeta y me saluda.
«Debes ser la asistente de Ethan. Es un placer conocerte. Jared me ha hablado mucho sobre
ti», puedo escuchar la falsa amabilidad en su voz. Acepto su apretón de manos y no digo palabra.
Por mera cordialidad, estrecho su mano fría y me alegro cuando me suelta de nuevo.
Jared no dice nada. Simplemente continúa mirando a su alrededor. Aparentemente, él desea
tanto como yo que este pequeño encuentro termine cuanto antes.
Entonces mi mirada se posa en la persona junto a Henry Miller. Un hombre a mediados de sus
treinta está a su lado, sentado en una silla de ruedas. Su rosto está cubierto de arañazos y
moretones. Pero ¿qué le habrá pasado? Recuerdo el encuentro con mi predecesor, quién se
apareció en el mismo estado en la recepción del piso 56 hace unos días.
«Este es mi asistente», me explica el señor Miller cuando se da cuenta que tengo la mirada
clavada en él. «Seguramente te preguntarás por qué está en una silla de ruedas y se ve en tan mal
estado».
Miro al señor Miller a los ojos por unos instantes, asiento sin decir palabra y vuelvo a mirar a
su asistente, cuya mirada vidriosa está clavada en el vacío. Parece que ni siquiera está presenta
mentalmente.
«Bueno, quizás esto no sea agradable para ti, Emma. Lo que pasa es que tu jefe forma parte
de… no… tu jefe es el líder de una pandilla de motoristas llamada Bike Vikings. Y esta pandilla
le ha hecho mucho daño a mi asistente. Los médicos dicen que es un verdadero milagro que esté
aquí ahora mismo», con una sonrisa, el señor Miller mira a Jared, cuyo rostro permanece
inexpresivo. Su asistente tan solo suspira suavemente.
Pero ¿qué está pasando aquí? He escuchado esa historia antes. Fue en la habitación del hotel
en Las Vegas, cuando vi por primera vez el tatuaje en el brazo de Ethan. Me aseguró que todo
eso estaba en el pasado. ¿Acaso fue una mentira?
Mi mirada se posa en el asistente del alcalde, quien realmente no parece estar nada bien.
Sospecho que tan solo está despierto gracias a una mezcla de medicamentos, por lo que estaría
mucho mejor en el hospital. Pero su jefe parece tener otros planes para él. Pero ¿cuáles? ¿Y qué
tiene que ver Jared con todo esto?
Mis pensamientos se aceleran y me dan vueltas en la cabeza con la velocidad de un rayo. No
puedo pensar con claridad y recuerdo que quería llegar a la oficina antes que Carla pudiera
decirle a Ethan que soy la madre de un bebé.
Se me revuelve el estómago cuando pienso en que estuve fingiendo frente al líder de una
pandilla de motoristas y ahora parezco una mentirosa frente a él. ¿Conoceré también a los
miembros de la pandilla? La idea me parece absurda, sin embargo, me hace sentir mareada.
«Fue un placer conocerlo, señor Miller», digo secamente. «Con su permiso, debo marcharme
ahora. Mi jefe me espera».
«Por supuesto, jovencita», el señor Miller hace un gesto extravagante y condescendiente,
como si me expresara su permiso para seguir mi camino. Miro por una fracción de segundo a
Jared, pero él evita mi mirada.
«Buen día», digo finalmente para despedirme de todos y camino con paso acelerado hacia el
ascensor.
«Saluda a tu jefe de mi parte», dice el señor Miller a mis espaldas. No respondo. Estoy
bastante segura de que no ha dicho eso en serio y el alcalde se divierte al hacerme sentir más
incómoda e insegura respecto a sus declaraciones sobre Ethan.
Finalmente encuentro el chip y lo sostengo frente al lector del ascensor. Unos segundos
después, la pantalla numérica encima de las puertas me muestra que la cabina se dirige
rápidamente hacia mí.
Mientras espero e intento en vano recuperar la respiración, me pregunto cuáles son las
palabras correctas para confrontar a Ethan. ¿Realmente debería preguntarle respecto a su pasado
en la pandilla? Si lo hiciera, ¿Ethan me diría la verdad?
¿Realmente somos tan cercanos como he asumido hasta ahora? De cualquier manera, ¿qué
clase de persona es Ethan? Pensé que esta pandilla tan solo era un grupo de amigos que
compartían su pasión por las motos. Pero, por supuesto, en Los Ángeles también hay muchas
pandillas de este tipo que son violentas. Hace un tiempo se podía escuchar hablar mucho de ellas.
¿De verdad me acosté con el líder de una pandilla así? ¿Y este líder es el padre de mi hija?
Comienzo a sudar por los nervios y, una vez más, me pregunto si no es demasiado tarde y
Carla ya se lo ha contado todo.
Capítulo 30 ~ Ethan
En realidad, hoy tan solo debería pensar en la rueda de prensa. Todo esto es demasiado
importante. Hay mucho en juego y, después de todo, es mi oportunidad para conservar mi
empresa en Los Ángeles.
Pero en lugar de concentrarme en eso, estoy sentado detrás del escritorio de mi oficina y juego
con un bolígrafo que está frente a mí. Recuerdo el beso entre Emma y yo anoche, justo aquí en
mi oficina. A pesar de que solo fue un beso, siento que de alguna manera cambió todo.
¿Qué tiene esta mujer que no puedo sacármela de la cabeza? Ella es la razón por la que estoy
sentado en mi oficina, en primer lugar. Con el tiempo, he aprendido a qué hora comienza Emma
su jornada laboral por las mañanas. Esperaba tenerla para mí al menos por unos minutos esta
mañana, antes de todo el ajetreo y el bullicio por la rueda de prensa.
Pero, por alguna razón, es más tarde de lo habitual y Emma no está aquí. ¿Quizás ha
cambiado de opinión? ¿No quiere fingir ser mi mujer? La mayoría de las mujeres se sentirían
horrorizadas y profundamente ofendidas ante esta sugerencia, pero Emma es diferente. Ella es
tan maravillosamente sencilla… es un verdadero placer estar con ella.
Decido esperar unos minutos antes de llamar a su teléfono fijo para saber dónde se encuentra.
Es difícil para mí, pues no hay nada que odie más que esperar, pero tampoco quiero parecer un
marido-falso celoso que llama su mujer-falsa por teléfono todo el tiempo.
Pero ¿lo nuestro es realmente falso?
Mi móvil vibra sobre mi escritorio e instintivamente lo cojo para mirar quién me ha enviado
un mensaje. Tristemente no se trata de Emma. Pero ¿cómo podría hacerlo? Al fin y al cabo,
todavía no le he dado mi número de teléfono, simplemente porque no me pareció necesario. El
mensaje es de Marc. Me trago mis remordimientos de conciencia y abro su mensaje.
Gracias por los días de descanso. Ya me siento mejor. Mi novio también fue dado de alta del
hospital hoy. Eres un buen jefe, de verdad. Marc.
Vuelvo a dejar mi móvil sobre el escritorio. ¿Un buen jefe? Además de mis remordimientos
de conciencia, aún siento resentimiento hacia Marc. ¿Por qué no simplemente admite que
compartió información de la empresa con su novio? ¿Quizás realmente no fue él? Nada de esto
tiene sentido. Si de verdad fue Marc, ¿a qué viene este mensaje?
Me siento abrumado y no comprendo la situación del todo. ¿Debería aprovechar su mensaje
para hablar con él de nuevo y así poder aclararlo todo? Mientras pienso en una respuesta
adecuada, escucho abrirse la puerta de la recepción. Cuando llegué aquí, deliberadamente dejé
abierta la puerta de mi oficina para poder escuchar si Emma entraba a la recepción.
Y así es: Emma entra a la oficina y mira a su alrededor frenéticamente. Desde lejos puedo ver
que no tiene aliento.
«Emma. Me da gusto que estés aquí. Pasa», le digo amistosamente, dejo mi móvil a un lado y
con un ademán de mano le indico que se acerque a mi oficina.
Emma vacila por un momento, vuelve a mirar a su alrededor e inspecciona cada rincón de la
oficina. Pero ¿qué le pasa esta mañana?
«Buenos días, Ethan. ¿Carla ya está aquí?», me pregunta con prisa, inhalando y exhalando
bruscamente, como si hubiera llegado corriendo desde el ascensor.
¿Desde cuándo le interesa Carla? Arrugo la frente. «No, no la he visto hoy. ¿Qué pasa?», le
pregunto preocupado, coloco los codos sobre el escritorio, junto las manos y miro a Emma.
«Es… Ethan, yo…», Emma tartamudea confusa y, evidentemente, busca las palabras
correctas.
«Para, tranquila. ¿Qué pasa?», me siento realmente preocupado. Me pongo de pie y rodeo mi
escritorio para abrazarla. Pero Emma retrocede y extiende los brazos frente a ella, como si
quisiera mantener su distancia conmigo.
«Yo… nosotros… tenemos que hablar de un par de cosas», jadea Emma.
«Vale», respondo perplejo y me pregunto de qué debemos hablar. «Vamos a sentarnos»,
señalo las dos sillas frente a mi escritorio en las que nos sentamos ayer. Miro a Emma. Ella es
simplemente hermosa, incluso ahora que está tan agitada y algunos cabellos sobresalen de su
moño como si estuvieran electrificados.
«Acabo de encontrarme con Jared en el aparcamiento subterráneo…», dice Emma mientras su
respiración comienza a tranquilizarse lentamente. «Estaba con el alcalde Henry Miller y su
asistente, en muy mal estado», Emma comienza a decir y me mira a los ojos.
«¿Qué?», pregunto, horrorizado.
«Los tres estaban discutiendo algo y accidentalmente me crucé con ellos. Y el señor Miller
dijo que tú… ¿Ethan? ¿Me escuchas?». Las palabras de Emma fueron como un puñetazo directo
al estómago. Me incorporo de la silla de un salto y sostengo mi móvil en la mano, rápidamente
buscando el contacto de Jared dentro del directorio de mi móvil.
«Un segundo, Emma», mis pensamientos corren desbocados. Lentamente todo comienza a
tener sentido. Jared, ese pedazo de mierda…
«Ethan, yo…», suplica Emma, pues es evidente que quiere decirme algo con urgencia. Le
coloco un dedo en los labios y le pido que guarde silencio. El timbre de llamada suena un par de
veces y Jared finalmente responde al teléfono.
«Por favor ven a mi oficina. Ahora», le digo sin siquiera saludarlo y cuelgo inmediatamente.
Decir más hubiera requerido de un enorme esfuerzo de mi parte. Si Emma realmente vio a Jared
con el alcalde, él sabrá muy bien la razón de mi llamada. Poco a poco lo comprendo todo. Marc
nunca le dijo nada al alcalde sobre mí. Probablemente me ha dicho la verdad todo el tiempo y, en
efecto, se siente culpable por tener una relación amorosa con el asistente de mi adversario.
¡Joder, cómo pude ser tan estúpido!
«Ethan, ¿estás ahí?», la suave voz de Emma me trae de vuelta al presente.
«Sí, Emma», hago mis pensamientos de lado y vuelvo a sentarme a su lado. «Gracias por
decírmelo», intento tranquilizarme y coloco mi mano sobre su muslo. Pero Emma
inmediatamente se hace a un lado. «¿Qué pasa, Emma? ¿Sucedió algo?». Lentamente comienzo
a perder la paciencia. ¿Por qué actúa de manera tan diferente esta mañana? ¿Quizás ha cambiado
de opinión?
«No sé cómo decirlo», balbucea Emma, con la mirada clavada en el suelo. Durante unos
segundos hay un silencio absoluto entre nosotros. Levanto su barbilla con los dedos y la miro a
los ojos. Puedo ver lo abrumada que se siente y que incluso lucha contra las lágrimas en estos
momentos.
«Dime, Emma. ¿Qué pasa?», le susurro suavemente.
«No lo sé…y eso es justamente lo que me asusta».
¿A qué se refiere con eso? ¿No puede simplemente decirme qué sucede? En ese momento se
abre la puerta de mi oficina desde afuera.
«¿Ethan?», escucho la voz de Jared. Él también echa un vistazo alrededor y entra a mi oficina
de manera resuelta, como si estuviéramos a punto de brindar después de ganar alguna de las
estúpidas apuestas que solíamos hacer.
Jared mira a Emma por unos instantes, quien continúa con la mirada clavada en el suelo, y
luego me mira a mí. «Lo que sea que te haya dicho», comienza mientras señala a Emma con el
dedo.
Una ira, hasta ahora desconocida, se extiende dentro de mí. De pronto, me llena todo el
cuerpo y se esparce a cada uno de mis músculos. Camino hacia Jared con pasos agigantados. No
quiero escuchar sus estúpidas explicaciones. No quiero saber nada de él. Nunca más. Él es quien
infiltró toda la información al alcalde. Me traicionó. Traicionó a nuestra empresa. ¿Por qué?
«Ethan, yo…», dice Jared levantando las manos a modo de disculpa, visiblemente
sorprendido de que me acerque a él con pasos bruscos y sin decir palabra.
«Mentiroso de mierda», me detengo frente a él y nos miramos directamente a los ojos.
«Ethan, puedo explicarlo. Es…», comienza Jared, pero estoy seguro de que tan solo saldrán
mentiras de su boca. Me muevo a la velocidad de un rayo. Jared ni siquiera ve mi puño venir y
cae rendido en el suelo.
Escucho a Emma jadear detrás de mí, horrorizada, pero no dice palabra. Tengo la mirada
clavada en Jared, quien está en estado de shock en el suelo. Se incorpora lentamente y mantiene
cierta distancia de mí, para que así no pueda volver a golpearlo. Cuando está completamente de
pie, se frota la barbilla y me mira con odio. «¡Pagarás por esto, imbécil!», susurra, se da la vuelta
y abandona mi oficina.
Lo observo marcharse durante unos segundos. Cuando se cierra la puerta de mi oficina a sus
espaldas, me siento un poco más tranquilo y me giro para mirar a Emma.
Entonces me doy cuenta de que hay lágrimas corriendo por sus mejillas. «¡Lo ves! Es
justamente por ese tipo de reacción que tengo miedo de contártelo todo», solloza.
Capítulo 31 ~ Emma
Siento como si se me congelara la sangre dentro de las venas. Estoy absolutamente
sorprendida de la manera brutal y desenfrenada en que puede reaccionar Ethan. Ni siquiera
escuchó a Jared, simplemente le dio un puñetazo en la cara, sin explicación alguna.
Claro, puedo imaginar que Ethan pensará que no puede haber nada bueno de una reunión
secreta entre Jared y el alcalde. Pero ¿eso justifica que sea tan violento?
Miro a Ethan con incredulidad. Se da la vuelta para mirarme y pudo atisbar el asomo de una
sonrisa en su rostro. Parce que disfruta causándole dolor físico a otras personas. ¿Quién es este
hombre? ¿Nos conocemos, después de todo? ¿O quizás todo lo que siento por él es simplemente
producto de mi imaginación? Me limpio las lágrimas y la nariz con un pañuelo que saqué de mi
bolso.
«¡Emma! No lo entiendes», me dice Ethan con voz más suave. Como si nada hubiera
sucedido, se sienta a mi lado y coge mi mano. ¿Cómo reaccionará Ethan cuando se entere de que
tenemos una hija? ¿También será violento con las mujeres? Siento mi corazón palpitándome
salvajemente contra el pecho. No puedo imaginar que sea así, ni siquiera puedo pensarlo. Pero
por la manera en que reprendió a Carla… no necesito nada más. Estoy se acuerdo en que Carla
se lo merecía, pues es estúpida a más no poder. Aun así, no sé dónde traza la línea Ethan.
Me lleno de coraje, me despejo la garganta y levanto la mirada para ver a Ethan directamente
a los ojos. Sus ojos azules brillan. Pero esta vez no siento ningún tipo de magia. En cambio, tan
solo me inunda el miedo por lo que estoy a punto de descubrir.
«Henry Miller me dijo que eres el líder de una pandilla de motoristas y que tú eres el
responsable de que su asistente esté en silla de ruedas. ¿Es verdad? ¿Es tu culpa que tu
exasistente se vea en tan mal estado?», pregunto, secándome las lágrimas de las mejillas.
«Henry es un gilipollas. Todo fue diferente, Emma. Es complicado, yo…», en ese momento,
su móvil comienza a vibrar frenéticamente sobre el escritorio. Aparentemente, Ethan está
recibiendo una avalancha de noticias. Se interrumpe a mitad de la frase y frunce el ceño al mirar
la pantalla de su móvil, el cual gira sobre su propio eje a causa de las vibraciones.
«Pero entonces es verdad, ¿estás detrás de todo esto?», pregunto con la voz tensa. No me
importa si Ethan piensa que todo esto es muy complicado. Para mí es muy sencillo: tiene algo
que ver con todo esto, sí o no. Y, de hecho, mis sospechas parecen confirmarse. Al menos Ethan
no ha negado nada. Eso es todo lo que necesito escuchar.
«Debo marcharme», digo e intento ponerme de pie.
«Espera, Emma. Por favor, déjame explicarte», me dice cogiéndome por el antebrazo y yo me
congelo ante su tacto. No puedo decir qué sentimiento es más fuerte. El miedo a que me sujete
así, o la esperanza de que realmente tenga una buena explicación para todo esto. «No es lo que
piensas. Yo no soy…», su móvil comienza a vibrar salvajemente una vez más.
«Maldita sea, ¿de qué se trata esto?», Ethan está molesto. Coge su móvil e ingresa el código
de acceso para ver quién lo bombardea con mensajes.
Ethan me suelta el antebrazo en silencio y durante unos momentos con el dedo se desplaza de
arriba abajo sobre la pantalla de su móvil. En un par de ocasiones me mira por encima del
dispositivo, incrédulo, tan solo para apartar la mirada rápidamente. No puedo explicar qué ha
sucedido, peor las noticias que acaba de recibir Ethan parecen haber cambiado radicalmente su
actitud hacia mí.
«¿Qué querías decir?», le pregunto en voz baja e intento reanudar la conversación, con la
esperanza de que pueda dar una buena explicación.
«Creo que tú deberías darme una explicación primero, Emma», me dice con voz fría. Su
mirada se clava en mí y se me pone la piel de gallina cuando veo el enfado en sus ojos.
«¿A q-qué te refieres?», le pregunto con incertidumbre.
«¡Me refiero a esto!», Ethan habla más fuerte con cada palabra que pronuncia y me muestra la
pantalla de su móvil, muy cerca de mi cara. Necesito un momento para comprender lo que estoy
viendo. Ethan me muestra su conversación de WhatsApp con Carla. Al parecer Carla le envió
una serie de fotografías. Las fotos fueron tomadas recientemente y me retratan junto con Sophia
y Emily en el callejón trasero al edificio de la empresa.
Se me acelera el pulso y me da vueltas la cabeza. No puedo pensar con claridad y una
sensación de impotencia y pánico se apodera de mí. Ahora Ethan lo sabe. Sabe que tengo una
hija y que le mentí. ¿Cuándo tomó esas fotos Carla? ¿Y cómo es que no me di cuenta?
«Ethan, por favor, déjame explicarte», le digo en voz baja, reprimiendo las lágrimas de enfado
y frustración.
«¿Qué quieres explicarme?», me dice con tono brusco. «¿Qué tienes un hijo? ¿Qué me
mentiste?». Involuntariamente, su tono de voz hace que me estremezca. Hago una mueca y me
cubro la cara con los brazos, como si quisiera protegerme.
«¿Sigues casada? ¿O quizás tienes más hijos?», continúa gritándome Ethan. Me parece que
realmente está cabreado y quiere convencerse a sí mismo de lo mal que está toda esta situación.
«Vamos, admítelo. Admite que todo esto solo fue un juego para ti».
«Es nuestra hija. La pequeña se llama Emily y tiene tus ojos azules. Es el resultado de nuestra
noche en Las Vegas. No tengo más hijos y no tengo marido», digo con voz clara y miro a Ethan
a los ojos. Sin embargo, no puedo contener las lágrimas mientras le confieso esto. Ruedan sin
control por mis mejillas. Ni siquiera yo misma sé cómo reuní el coraje para decírselo tan
directamente en estos momentos, y de verdad no sé por qué no lo hice mucho antes. Pero me
alegro de haberlo hecho finalmente.
Ethan se queda sin palabras. Me mira por un par de segundos. Parece sopesar su próximo
movimiento cuidadosamente. No sé lo que sucederá ahora, pero sé que es demasiado tarde como
para escapar. Sería una tontería intentar huir de él. Ethan igualmente me encontraría, y entonces
haría conmigo lo que sea que está pensando en hacerme…
«Por favor, vete», me dice en voz baja, pero firme, mientras señala a la puerta. «No quiero
volver a verte». Me sorprende el tono tranquilo y sereno con el que habla de repente. Sin
embargo, de alguna manera, me parece peor que un ataque de ira. Es como si hubiéramos
terminado de hablar de una vez por todas.
Camino hacia la puerta en silencio y me limpio las lágrimas de la cara. Cuando tengo el pomo
de la puerta en la mano, vuelvo a mirar atrás y observo al hombre que, hasta hace unos
momentos, adoraba como a nadie.
Pero ¿qué sucedió? ¿Cómo es que llegué a involucrarme con el líder de una pandilla de
motoristas que golpea a cualquiera que se interponga en su camino? ¿Cómo pude estar tan
equivocada con él?
Su silencio incómodo después de mi confesión me hace sentir un vacío en el estómago. ¿Qué
hago si le ordena a su pandilla que venga a por mí? Siento como si tuviera que disculparme para
evitar que nos haga daño a mí o a mi hija. Si eso sucediera, jamás me lo perdonaría.
«Ethan, solo déjame decirte que yo realmente nunca…», comienzo a decir con la voz
quebrada.
«¡Suficiente! Déjame en paz y vete», me interrumpe Ethan con tono severo, sin levantar la
vista de su móvil. Suspiro y me doy cuenta de que ya no sirve de nada intentarlo. Abro la puerta
y salgo a la recepción.
«Oh, ¿tus tetas lecheras ya recibieron su merecido?», escucho la voz de Carla desde su
escritorio y la miro. Está ahí sentada con una terrible sonrisa en el rostro y me guiña un ojo
maliciosamente, como diciendo ¿Qué no te lo he advertido?
¿Cómo puede ser una mujer tan malévola y perversa? Nunca antes había conocido a alguien
como Carla. Me froto los ojos rápidamente. Entonces puedo ver los restos de mi maquillaje en
las palmas de mis manos. Debo verme horrible, así que decido que ya he tenido suficiente por
hoy y prefiero no tener esta discusión.
Sin una palabra, me dirijo hacia la puerta que da al pasillo. Lo único que quiero es alejarme de
aquí y, al mismo tiempo, sé que nunca volveré a entrar a este lugar.
«¡Así es! Ve con tu bebé», grita Carla a mis espaldas. Simplemente no sabe cuándo detenerse.
Me doy la vuelta por un segundo y me dejo llevar por mis impulsos: le levanto el dedo del
medio. Eso es todo lo que puedo hacer en estos momentos para expresar mi enojo. Si intentara
decir algo, seguramente me echaría a llorar de nuevo.
«Oh, qué tierno. Casi parece una polla», sonríe Carla con malicia. «Hablando de pollas: ya
que no estás aquí, Ethan estará complacido de que yo pueda volver a chupársela. ¿Nunca te contó
cuánto le gustó cuando se lo hice?».
Me trago el nudo en mi garganta, camino a la puerta y salgo de este lugar horrible. Esto es
más de lo que puedo tolerar. ¿Ethan estuvo con Carla mientras él y yo…? ¿Así que todo fue un
juego para él? ¿Cuál es la verdad de todo esto?
Corro hacia el ascensor. Solo quiero marcharme de aquí… lo más lejos posible.
Capítulo 32 ~ Emma
Al día siguiente.
«Vamos, Emma. Entra. De lo contrario te empaparás», me llama Sophia a través de la cortina
de lluvia. Ella está sentada en el asiento trasero del taxi, y tiene razón. Aun así, siento como si las
gotas de lluvia en mi cara me ayudaran a lavarme de algo que quiero dejar atrás. Dejo que mi
mirada se deslice por los múltiples taxis neoyorquinos que esperan frente al edificio del
aeropuerto, listos para llevar a los pasajeros hacia la ciudad de las posibilidades infinitas.
Nueva York. Esta es mi ciudad. A pesar del clima desagradable y las nubes oscuras en el
cielo, se siente como si finalmente estuviera de vuelta a casa después de una larga odisea. El
llanto de Emily me saca de mis pensamientos. La pequeña está cubierta con una capucha y la
sostengo cerca de mí para que no se moje con la lluvia, sin embargo, no parece gustarle mucho
estar entre mis brazos.
«Emma, vamos», me pide Sophia de nuevo. Esta vez no espero más y, con Emily en brazos,
entro al asiento trasero del taxi. Nuestro conductor termina de guardar el equipaje en el maletero
y también sube al coche. Le indico la dirección de nuestro destino y él rápidamente la ingresa en
su sistema de navegación y comienza el viaje.
No parece importarle en lo absoluto que tengamos un bebé en el asiento trasero y que el coche
no tenga asiento para niños. Probablemente porque en el camino del aeropuerto JFK a Queens
tan solo recorremos calles de tránsito lento. O quizás simplemente no le importa, pues transportar
pasajeros de un lado a otro es lo que garantiza su paga. Probablemente ni siquiera se preocupa
por nosotras.
Pero ¿qué pasa conmigo? Desde nuestra apresurada partida de Los Ángeles esta mañana, me
parece que, de cierta forma, he perdido mi fe en la humanidad. ¿Y todo por culpa de Ethan?
Acaricio la cabecita de Emily y miro sus ojos azules que me recuerdan al último encuentro con
su padre y los acontecimientos que surgieron a continuación. Desabrocho su pequeño abrigo con
cuidado, para que no comience a sudar dentro del taxi.
«Emma, deja de hacerte ideas. Todo estará bien», me afirma Sophia, mirándome con amor y
colocando su mano sobre mi muslo a modo de consuelo. Desde ayer al mediodía, Sophia ha
estado repitiendo esa frase en un bucle interminable. Por supuesto que lo hace con buenas
intenciones. Pero ¿cómo se supone que todo estará bien? ¿Cómo? Soy madre soltera, el padre de
mi hija es el líder de una brutal pandilla de motoristas, un hombre que disfruta golpeando a la
gente y que se enredó con dos secretarias a la vez.
Como dicen popularmente: a lavarse la boca y seguir adelante. Pero, de alguna manera, eso no
funciona conmigo ahora. Lo único que quiero hacer es excavar un hoyo en la tierra y esconderme
ahí durante mucho tiempo, o quizás no salir nunca más. Creo que Emily y su adorable sonrisa
son lo único que me impiden que lo haga.
Así que, al salir de la oficina de Ethan, elaboré un plan para irme de la ciudad lo antes posible.
Tenía claro que jamás volvería a esa oficina. Él no lo dijo directamente, pero su reacción fue más
que clara. Simplemente ya no quería tener nada que ver conmigo. Y en cuanto a la situación con
Emily… la verdad es que no puedo culparlo.
Por otro lado, me siento feliz de que ahora nos separen unos cuantos estados y decenas de
miles de kilómetros. Aquí en Nueva York Ethan ya no puede hacerme nada, en caso de que se le
ocurra llamar a su pandilla de motoristas para que me hagan algo similar a su asistente o al
asistente del alcalde.
Sophia me dijo ayer que esa idea era completamente descabellada e injustificada. ¿Por qué un
hombre con el que me he ido a la cama – en varias ocasiones – me pondría de pronto en su lista
expiatoria? Yo tenía claro que quizás estaba exagerando. Pero ¿qué más podía hacer? ¿Debería
negar mis propios pensamientos? ¿Qué tal si al final la situación se torna tan mala como
imagino? ¿O si me quita a Emily? Jamás permitiré que eso suceda.
Así que durante todo el día le pedí a Sophia que las tres abandonáramos la ciudad lo antes
posible. En general, Sophia siempre estaba abierta a las posibilidades, pues todavía no lograba
establecerse entre las estrellas hollywoodenses de su trabajo, incluso después de algunas
campañas publicitarias intensivas.
Ayer por la tarde finalmente me rendí, recogí algunas cosas para Emily y las guardé en mi
maleta. Sophia finalmente me preguntó a dónde deberíamos ir. Encontró mi idea completamente
descabellada y no estaba de acuerdo en lo absoluto. No quería dejar todo aquí cuando ya tuvimos
que dejar todo atrás hace poco tiempo. Por supuesto, Sophia tenía razón en lo que decía y yo
podía entenderla bastante bien. Yo misma no estaba del todo segura. Mis pensamientos
imaginarios de terror volvieron a cruzarme la cabeza y lloré al pensar en lo que podría suceder.
Sophia sugirió que llamara a Ethan para explicarle todo. Tuvimos esta discusión durante todo el
día, tan solo para llegar a la misma conclusión una y otra vez: no se pueden discutir los
sentimientos en una conversación a distancia.
«No me dejó explicárselo en la oficina, Sophia. De verdad ya no quiere escuchar más al
respecto. Me echó. ¿No te parece lo suficientemente claro?», le pregunté a Sophia con tono
suplicante.
«Vale, está bien. Lo acepto. No creo que Ethan vaya a hacerte daño, pero no quiero ser yo
quien reciba la culpa si las cosas van de otra manera», me dijo Sophia después de pensar por
unos minutos.
La abracé y me alegré enormemente de tenerla a mi lado. «Pero ¿a dónde?», me preguntó
Sophia de nuevo.
«A Nueva York. Nuestra ciudad. Ese es nuestro hogar», el pensamiento llegó
espontáneamente, pero tan pronto como lo externé, sentí una creciente calidez y confianza dentro
de mí. Había extrañado esa sensación desde que llegué a Los Ángeles. También sabía que mamá
se sorprendería al verme de pie frente a su puerta, ya que no habíamos tenido una separación
especialmente feliz. Pero es mi madre. Y yo estaba segura de que ella estaría ahí para mí siempre
que las cosas se pusieran difíciles.
Miro a través de la ventana lateral y observo las gotas de lluvia serpenteando en el cristal a
causa del viento.
«¿De verdad le avisaste a tu madre de que vendríamos?», me pregunta Sophia y yo niego en
silencio con la cabeza. «Vale, será una reunión emocionante», agrega. Sé que tiene razón.
Debería haber llamado a mi madre, o al menos enviarle un mensaje. Ayer dejé ese pensamiento
de lado, pues teníamos mucho que hacer después de tomar la decisión tan repentinamente y
reservar nuestros billetes de avión. ¿Qué deberíamos llevar con nosotras? ¿Deberíamos dejar con
alguien la llave de nuestro apartamento? ¿Cuánto tiempo estaremos fuera? ¿Quién recibirá
nuestra correspondencia?
Encontramos una solución a corto plazo para todas estas preguntas y no lo pensamos más.
Hoy por la mañana, antes de abordar, volví a pensar en mi madre. Ya había escrito el mensaje y
quería enviarlo, pero borré el texto nuevamente.
¿Qué tal si llamaba a mamá y ella intentaba persuadirme para quedarme en Los Ángeles? Ella
no conocía la gravedad de la situación y yo no quería tener que justificarle mi decisión poco
tiempo antes de mi vuelo. Claro, no hablar con ella en ese momento tan solo pospuso nuestra
charla, la cual evidentemente tendríamos tan pronto estuviera en casa con ella. Pero al menos
entonces ya habría dejado a Los Ángeles atrás.
«Llegamos, señoritas. ¿Cuál de las dos pagará?», nos dice el taxista desde el asiento
delantero. Miro a través de la ventana lluviosa y reconozco la entrada de mi casa, frente a la que
acaba de detenerse el taxi.
«Yo», respondo, saldo la cuenta y agrego la propina de siempre. Luego salimos del coche.
Para no empaparnos completamente, Sophia, Emily y yo nos encogemos bajo el estrecho techito
frente a la entrada de la casa mientras el taxista descarga nuestro equipaje. Se despide con un
breve ademán de mano, entra al coche y se marcha rápidamente.
Suspiro, me doy la vuelta y miro el timbre. Por un momento dudo antes de llamar. Emily se
ríe felizmente y mira a su alrededor con curiosidad, como si reconociera la zona. No puedo creer
que sea así, pero ¿quién sabe cómo funciona realmente la cabecita de los bebés?
La puerta se abre sin palabra alguna del intercomunicador. Definitivamente es mamá; es uno
de sus hábitos de los que siempre he intentado disuadirla. No abrir sin antes preguntar quién es.
Sin embargo, hoy me siento feliz de que haya conservado su mala costumbre, pues eso me ahorra
largas explicaciones a través del intercomunicador. Subimos por las escaleras. La puerta del
apartamento está cerrada. Mamá seguramente está detrás y mira a través de la mirilla, pues
después de unos segundos, algunos crujidos y retumbos, la puerta se abre casi con timidez.
«¿Emma? ¿Eres tú?», pregunta mamá incrédula mientras me mira con los ojos abiertos como
platos.
«Hola, mamá», la saludo, camino hacia ella para abrazarla y rompo en llanto.
«Está bien, niña. Primero entrad», me dice con calma y señala al interior de la casa con la
mano. «Vale, ¿cómo está mi pequeña? Le hiciste falta a la abuela, ¿lo sabías?», dice mamá con
voz brillante y me quita a Emily de los brazos. Me limpio las lágrimas y me sorprende lo
afectuosa que es con Emily, ya que la pequeña fue una de las razones por las que me mudé con
Sophia antes de marcharnos de Nueva York. Sin embargo, ahora no parece ser el momento
adecuado para preguntar de dónde viene este repentino cambio de opinión. Emily chilla de la risa
y disfruta de los brazos de su abuela. Así que todo está bien para mí. Mamá mece a la pequeña de
un lado a otro mientras Sophia y yo nos quitamos los abrigos y dejamos nuestras maletas a un
lado en el pasillo.
«¿Qué os trae por aquí?», nos pregunta mamá, mirándonos a mí y a Sophia.
«Es el padre de Emily. Él es…», vacilo y no me atrevo a decirlo. «No sé lo que es. Pero
simplemente quise escapar de Los Ángeles y tan solo pude pensar en venir aquí», le explico en
voz baja, frágil, bajando la mirada.
Mamá se queda callada por unos momentos. «Siempre eres bienvenida aquí, Emma. Y tu
amiga también, por supuesto», responde y nos mira nuevamente a ambas. «Podéis quedaros aquí
todo el tiempo que queráis. Estaréis un poco apretadas en la habitación de Emma, pero seguro
que podemos resolverlo», nos dice.
«Gracias mamá, eres genial», le digo con alivio y la abrazo.
«Gracias, es muy amable de su parte, señora», dice Sophia.
«Vale, vale. No quiero fingir que soy una anciana llena de sabiduría. Al menos no en estos
momentos, pues puedo ver que no te encuentras bien, Emma. Pero dime, ¿qué vas a hacer ahora?
Un niño necesita a su padre. O al menos su pensión. Ya sabes lo difícil que fue cuando papá nos
dejó a nosotras. Su amor duró para siempre, pero el dinero escaseó desde entonces. ¿De verdad
quieres vivir así?».
«¿Podemos hablar de eso en otro momento?», respondo apenas en un susurro. Sé que mamá
estaba en contra de mi embarazo. Pero ahora sostiene a Emily en brazos, juega con ella y le
obsequia la sonrisa más hermosa. ¿Qué puede haber de malo en ello? Sé que le debo varias
respuestas a mamá. Pero no ahora. No hoy. Estoy demasiado agotada para hacerlo. Y tengo
miedo de que mis respuestas no sean suficiente para ella.
Por supuesto que yo también quería una familia completa, perfecta. Al principio creí que
había encontrado la solución al irme a vivir con Sophia. Ella se ocupaba realmente bien de Emily
y verdaderamente era la mejor amiga que alguien pudiera desear. Pero seguramente era
demasiado pedirle ayuda con la pequeña a largo plazo. La verdad es que quizás Sophia extrañaba
su independencia, pues ahora tan solo podía trabajar en ciertos momentos del día.
Casi por casualidad me encontré con Ethan, el padre biológico de Emily, y las cosas entre
nosotros resultaron mucho mejor de lo que jamás había soñado. Pero entonces mi vida de
ensueño estalló de un momento a otro, como si fuese una pompa de jabón.
¿Quizás soy yo quien causa dificultades en la vida de todos los que me rodean? Se me
humedecen los ojos y permito que las lágrimas escurran libremente por mis mejillas. Me quedo
en silencio y mi barbilla comienza a temblar.
«Vamos, Emma. Te mostraré dónde puedes pasar la noche. Pero no te asustes, está un poco
diferente», me explica mamá, cogiéndome de la mano y llevándome a la habitación donde solía
vivir.
Capítulo 33 ~ Ethan
Estoy sentado en el sofá de cuero negro de la sala, pasando la mano por la fría superficie.
Absorto en mis pensamientos, observo los cuadros colgados en las paredes de la habitación.
Las pinturas fueron seleccionadas por mis padres, quienes solían ser los dueños de esta
propiedad. Mi padre era un fanático del arte y le hubiera encantado tapizar cada rincón de la
mansión con obras de artistas reconocidos. Fue gracias a mi madre que no lo hizo. Tan solo le
permitió decorar esta sala para desahogar su pasión, así que tuvo oportunidad de mezclar un poco
de todo en las paredes: arte clásico, obras medievales y arte abstracto y contemporáneo.
La mezcla de estilos me parece inusual, pero, de alguna manera, le da a la habitación cierto
encanto. Aunque… la verdad es que siempre me ha dado igual. El arte no me interesa. Desde que
mis padres me heredaron la casa, me había hecho a la idea de rediseñar la mansión a mi gusto.
Pero ¿qué había pasado desde entonces? Absolutamente nada. No he cambiado ni un solo
mueble de esta enorme casa, ni repintado ni una sola pared, ni amueblado ni una sola habitación.
A excepción de una cosa: el único mueble que adquirí yo mismo es este sofá negro, en el que
estoy sentado ahora mismo.
Simplemente no había tenido tiempo de hacerlo, ya que siempre pasaba el día entero en la
empresa y no me apetecía tener reuniones con los diseñadores por la noche. Lo intenté en un par
de ocasiones y llamé a un par de diseñadores de interiores. Literalmente desbordaban entusiasmo
y sus diseños eran extremadamente pomposos y ostentosos. Entonces llegué a la conclusión de
que cada uno tenía la intención de colocar la máxima cantidad posible de muebles elegantes, así
que descarté la idea y decidí rediseñar la casa yo mismo, en cuanto tuviera tiempo.
Ese momento nunca llegó. Hasta ahora, aparte del tiempo que pasaba durmiendo, apenas
pasaba en casa un par de horas, por lo que rediseñarla no habría tenido sentido alguno.
Pero todo era diferente desde ayer. Básicamente todo cambió desde que Emma me dijo que
tiene una hija. Más bien, que tenemos una hija.
La imagen reaparece en mi mente. Emma sentada en la silla frente a mi escritorio en la
oficina, asustada y con lágrimas en los ojos, susurrando: Es nuestra hija. La pequeña se llama
Emily y tiene tus ojos azules. Es el resultado de nuestra noche en Las Vegas.
Al principio tan solo me sentí estupefacto. Ni siquiera sabía qué decir. Miles de pensamientos
se me pasaron por la cabeza simultáneamente. Desde la idea de que todo estaba planeado, hasta
¡Está mintiendo! ¡No puedes creerle! y ¿Cómo es posible? ¿Cómo es que nunca mencionó nada
al respecto?
Tenía que darme un tiempo a solas conmigo mismo para entender lo que eso significaba para
mí y cómo quería lidiar con la situación, así que le pedí a Emma que se marchara de la oficina.
Además, aún seguía cabreado por el hecho de que Jared fuera el soplón dentro de la empresa.
Mi mejor amigo deliberadamente puso a nuestra empresa entre la espada y la pared. Fue él quien
filtró toda la información respecto al trabajo infantil con el alcalde. Fue por su culpa que nos
dieron el ultimátum.
Realmente fueron demasiadas cosas al mismo tiempo: mi mejor amigo y socio comercial
resultó ser una rata traidora y mi asistente me dijo que teníamos una hija juntos.
Me hundí en una especie de trance. En ese momento todo me daba igual. Encendí mi
ordenador y, aún ahora, no acierto a decir qué hice durante todo ese tiempo. Después de un rato
me di cuenta de lo que realmente era importante: tenía que volver a hablar con Emma. Si era
cierto que teníamos una hija, eso lo cambiaba todo.
Todo lo demás carecía de importancia para mí. Simplemente ya no me interesaba nada más.
Me puse de pie y caminé a la recepción para pedirle a Emma que entrara a mi oficina
nuevamente. Pero tan solo me encontré con Carla, quien me sonrió con lujuria y se lamió los
labios vulgarmente.
«¿Qué puedo hacer por ti, Ethan? Haré cualquier cosa que me pidas», susurró mientras yo
continuaba buscando a Emma. Carla se chupó el dedo índice, introduciéndolo completamente en
su boca. Era realmente sorprendente lo fácil que era esa mujer. Hace no mucho tiempo acepté su
sugerencia, pero en esos momentos la simple idea me repugnaba.
«¿Dónde está Emma?», pregunté.
«¿Quién? Ahhh… tu asistente. Se fue hace una hora cuando salió de tu oficina llorando. No
me parece que vaya a volver», me explicó Carla con calma mientras examinaba sus coloridas y
largas uñas.
¿Hace una hora? ¿Cómo era posible? No podía creer que estuve tanto tiempo sentado solo en
mi oficina. Me pareció como si tan solo hubieran pasado unos minutos. Revisé el reloj en mi
muñeca y comprobé que, extrañamente, Carla estaba diciendo la verdad. Eran cerca de las once
de la mañana y la rueda de prensa estaba a punto de comenzar. Le pedí a Carla que cancelara el
evento y los posteriores. No quería ver a nadie, tan solo quería irme a casa.
«¿Seguro? Casi todos los representantes de la prensa están aquí. No creo que sea una buena
idea, después de todo…», objetó Carla.
Pero la interrumpí. Nada de esto era de su incumbencia y no quería saber lo que pensaba al
respecto. No era su trabajo aconsejarme.
«Vale. Pero el anuncio no será bien recibido», Carla no pudo evitar expresar su disgusto al
respecto, pero después cogió el teléfono, tal como se lo indiqué, y se puso a trabajar.
Probablemente Carla tenía razón. Pero no me importaba en lo absoluto. La única intención de mi
candidatura era salvar a la empresa y eludir el ultimátum. Además, ninguno de los eventos se
había hecho público. Se trataba de una estúpida rueda de prensa y no se anunció de antemano de
qué se trataba exactamente. ¿Tendrían razones para molestarse los miembros de la prensa,
después de todo? Realmente no era algo en lo que quisiera preocuparme en esos momentos.
Nada de eso tenía sentido para mí.
Había dirigido mi empresa junto con un traidor que se afilió al alcalde. Ya no me importaba lo
que sucediera con la compañía. ¿Debería irse a la ruina? El dinero no era un problema para mí.
Había dejado más que suficiente en el banco desde hacía mucho tiempo. Así que no me quedaría
en bancarrota por esto.
Me sorprendió lo rápido que cambiaban mis pensamientos. Hasta el día de ayer, la empresa lo
era todo para mí. Con el dinero siempre había podido comprarme todo lo que quería: diversión,
mujeres y coches deportivos.
Con Emma, todo parecía diferente por primera vez en mucho tiempo. Siempre sentí como si
existiera algo especial entre nosotros, pero nunca quise admitirlo. ¿Acaso es que no podía o
quería verlo?
¿De verdad teníamos una hija juntos? Simplemente tenía que hablar con ella. Después de
considerar las cosas cuidadosamente ayer en mi casa, me quedó claro lo que tenía que hacer. Mi
estupefacción inicial dio paso a la ira, pues Emma no me había dicho nada al respecto. ¿Cómo
pudo hacerme esto? Incluso si ella no quería que criáramos a la niña juntos, ¿acaso yo no tenía
derecho a saber que era padre? ¿O quizás pensó que la echaría y no querría saber más de ella
nunca más? Hace muchos años yo quería tener hijos, pero debido a mis obligaciones
profesionales, rechacé mis deseos y en algún momento lo olvidé. Tal vez por eso me sentía tan
enfadado: porque de pronto un deseo largamente sepultado en el pasado se había vuelto realidad.
Y con una mujer que no había podido sacarme de la cabeza en mucho tiempo.
O quizás ella no confiaba en mí. Después de lo que hice con Jared y sus suposiciones respecto
a la pandilla de motoristas, le di suficientes razones como para no hacerlo. Podía explicárselo
todo, pero ¿me creería?
La vibración en mi móvil me arranca de mis pensamientos y vuelto a percibir los contornos de
los muebles en mi sala de estar. Me saco el móvil del bolsillo y veo que Carla me llama. Rechazo
la llamada. No me apetece hablar con ella por teléfono. No me importa de qué se trata,
simplemente no quiero saberlo.
Capítulo 34 ~ Emma
«Rápido. Por el amor de Dios. Por favor, conduzca», le grito nerviosa al taxista. En lugar de
conducir al hospital lo más rápido posible, simplemente se queda sentado, mirándonos
alternativamente a Emily y mí. La pequeña está en mis brazos y la intento calmar mientras tengo
una profunda expresión de terror en el rostro.
«Sí, señora. Conduzco. El hospital no está lejos», me dice obedientemente con un acento de
Europa del este, enciende el motor y comienza a conducir.
Miro preocupada a Emily, cuyos gritos parecen inundar totalmente el interior del taxi. Su
carita está cubierta de pecas rojas. Pero no son las pecas lo que me preocupan. Estas manchas
normalmente aparecen de manera pasajera cuando Emily llora mucho, lo cual ha sucedido rara
vez en el pasado. Pero en estos momentos Emily se pone completamente colorada y después su
rostro se llena de estos pequeños puntitos rojos.
«Ssshhhhh… tranquila mi pequeña. No falta mucho para ver al médico», susurro, más para mí
misma que para Emily, mientras acaricio su carita con dulzura. Miro por la ventana e intento
reconocer lo que pasa detrás del cristal, además de la lluvia torrencial. Sin embargo, realmente
puedo ver nada debido a la oscuridad. Miro nerviosa el reloj analógico que está en el tablero del
coche, a un lado del taxímetro. El reloj indica que son casi las nueve de la noche. Emily ya
debería estar dormida desde hace dos horas, aproximadamente. Al principio creí que su falta de
sueño era el desfase natural entre Los Ángeles y Nueva York. Pero rápidamente descarté la idea,
pues la pequeña tosía cada vez más fuerte a pesar de su nana de buenas noches y mis caricias
para hacerla dormir.
Tosía como un perro viejo. Era un sonido que jamás había escuchado provenir de Emily. Y
después de escucharla toser por lo que me pareció una eternidad, me sentí cada vez más insegura.
¿Cómo saber qué pasaba si Emily jamás había tosido así? ¿Cuánto tiempo había pasado lejos de
ella? ¿Cuántas noches fue Sophia quien la llevó a la cama? Sentí como si tuviera un enorme peso
en el estómago. Me sentía mal. Miserablemente mal. ¿Qué clase de madre era?
Miro a Emily, quien me observa distraída. Sus ojos azules están vidriosos, se ha calmado un
poco y tan solo lloriquea para sí misma suavemente. Continúo acariciando su mejilla y le doy
besitos en la frente con intervalos regulares. El último ataque de tos fue hace unos minutos y
espero que haya sido el último. Pero ¿qué debería decirles a los médicos? ¿Pensarán que estoy
loca? ¿Otra madre que se preocupa demasiado por su bebé?
De pronto, como de la nada, me sacudo de un lado a otro violentamente. Confundida, miro
hacia adelante y veo que el conductor gira frenéticamente el volante, evitando a un repartidor en
bicicleta que ha aparecido de repente frente a nosotros.
«Kurwa mać», maldice el taxista mientras se esfuerza por no perder el control del coche. Al
principio me pareció que el coche estaba girando sobre su propio eje, pero de alguna manera el
conductor logró detener el vehículo.
Respiro hondo y escucho al taxista suspirar con alivio. Pero la tranquilidad dura muy poco.
Emily se ha recuperado de la conmoción del momento y ahora grita más fuerte que nunca. Y la
terrible tos de perro ha vuelto. La pequeña apenas puede respirar. Toser y llorar prácticamente se
fusionan. La miro asustada y me ciega una luz intermitente. ¿Qué es eso?
Con molestia en los ojos, levanto la mirada y a través de las ventanas lluviosas miro las luces
de un coche que se aproxima. Debemos estar detenidos en el carril opuesto. No alcanzo a
comprender nada más. No puedo siquiera decir nada. El coche se dirige a nosotros a una gran
velocidad y estoy totalmente petrificada. Instintivamente, sujeto a Emily contra mi pecho y me
preparo para experimentar lo peor. No puedo soltarla bajo ninguna circunstancia. Eso sería fatal.
Toda la situación empeora a causa de los estridentes sollozos de Emily. Ella no puede ver el
coche aproximarse y ya ha sufrido bastante por hoy. Pero ¿las cosas están a punto de empeorar?
Cierro los ojos con fuerza y abrazo a Emily con fuerza, a pesar de que eso la hace llorar aún más
fuerte. Entiendo su incomodidad, pero tan solo quiero protegerla. ¿Por qué no la puse en su
asiento especial para el coche? Lo sé muy bien. Quería estar cerca de ella. Ahí para ella. Pero…
La ruidosa bocina del coche me resuena en los oídos. Aguanto la respiración y me preparo
para el impacto. Si el coche no se detiene a tiempo, golpeará contra la puerta detrás de la que
Emily y yo estamos sentadas. Pase lo que pase, no quiero verlo.
Entonces mi cabeza se mueve violentamente en dirección al reposacabezas del asiento. No
esperaba el impacto en esa dirección, pero al abrir los ojos me doy cuenta de que mi taxista actúo
justo a tiempo y pisó el acelerador. Sobresaltada, miro alrededor y veo el contorno de la limusina
negra que pasa a toda velocidad a nuestro lado. Se detiene apenas a unos metros de nosotros.
«Gracias», le susurro suavemente al conductor del taxi. Si no hubiera sido por él, entonces…
ni siquiera quiero pensar en lo que habría pasado.
Infinitamente aliviada, rebosante de amor beso a Emily en la frente, la coloco en su asiento
especial junto a mí y le ajusto el cinturón. Como resultado, Emily llora aún más fuerte y su tos
no se detiene, pero no quiero correr este riesgo nuevamente. Me inclino sobre su silla para estar
lo más cerca posible de ella, y sinceramente espero que Sophia y mamá vuelvan lo antes posible,
tal como prometieron.
Se sentían tan impotentes como yo cuando Emily no podía tranquilizarse. Después de un
montón de consejos bien intencionados de mi madre, perdí la paciencia. Estaba de pie en la
pequeña cocina, con una creciente desesperación en mi interior, escuchando a mamá decirme que
no tenía control sobre mi hija o mi vida. Por supuesto que no lo dijo así, directamente, pero
después de todos estos años sabía exactamente a lo que se refería cuando decía «Oh, niña» en ese
tono.
Sophia evaluó la situación adecuadamente y se llevó a mi madre con ella para ir de compras.
Sophia era una amiga encantadora y sabía exactamente cuándo necesitaba espacio para mí o
consejos sobre cómo manejar mi vida.
En realidad, había pensado que ir de compras era una palabra clave para «dejemos a Emma en
paz». Pero ambas se habían marchado hacía más de una hora. Quizás mamá realmente había
aprovechado el tiempo para conocer a Sophia más a profundidad. No lo sabía, pero cuanto más
tiempo pasaba, y cuanto más tosía Emily, más inquieta me sentía. ¿Qué tal si Emily había pillado
algún tipo de infección?
De pronto, me pareció que Emily no podía respirar. La saqué de su sillita rápidamente y le di
palmaditas en la espalda, sintiéndome impotente. De repente me di cuenta de que no podía
resolver esto por mí misma. Necesitaba ayuda de un médico. Alguien que supiera exactamente
qué hacer. No sería de utilidad esperar a que mamá y Sophia regresaran. Además, no sabía
cuánto tiempo tardarían en el trayecto de vuelta y podía ver que ambas habían olvidado sus
móviles, pues estos descansaban sobre la pequeña cómoda del pasillo.
Así que estaba por mi cuenta. Después de todo, yo era la madre de Emily y nadie más. Esta
pequeña y maravillosa criatura había crecido en mi vientre; yo la había dado a luz y yo había
elegido su nombre. Era el momento de finalmente asumir completamente la responsabilidad de
mi hija.
Sin más preámbulos, me llené de valor y llamé a un taxista mientras paseaba a Emily en
brazos de un lado a otro en el apartamento, intentando encontrar la manera de tranquilizarme.
Unos minutos después escuché abajo la típica bocina de los taxis neoyorquinos. Dejé una nota
escrita a mano para mamá y Sophia y bajé a toda velocidad por las escaleras, con Emily en
brazos. En el trayecto, pensé que con suerte el coche del taxista tendría un asiento especial para
bebé.
A Emily no pareció gustarle bajar por las escaleras. Lloraba cada vez más fuerte y la tos
empeoraba. Yo ya no sabía qué más hacer ni cuánto duraría esto. Me sentía en una lucha
constante contra mis lágrimas de impotencia, y la verdad es que con todas mis fuerzas deseé
saber qué hacer.
«Llegamos», me dice el taxista y detiene mi tren de pensamientos. Aliviada, suelto las correas
del asiento de bebé de Emily, la levanto y cojo a mi pequeña de manera protectora entre mis
brazos. Salgo del coche e inmediatamente reconozco las grandes letras blancas neón del hospital,
las cuales, en estos momentos, me hacen sentir enormemente aliviada. Estoy segura de que aquí
sabrán qué sucede con Emily.
Mi móvil comienza a sonar, así que le pago al taxista y después lo saco de mi bolso,
utilizando mi mano libre. ¿Un mensaje de Sophia? ¿Quizás mamá y ella también vendrán al
hospital?
Sin embargo, la pantalla me muestra que se trata de nuestra línea telefónica en Los Ángeles.
Al parecer, no hemos pagado la factura del mes y acaban de cortarnos la línea.
Ni siquiera puedo pensar en eso ahora mismo, así que vuelvo a guardarme el móvil en el
bolso mientras Emily continúa llorando y yo camino hacia la entrada del hospital, con los ojos
humedecidos.
Capítulo 35 ~ Ethan
Estoy en mi oficina y mis dedos se mueven rápidamente sobre el teclado de mi ordenador. A
pesar de haber tomado una decisión, me sentí extraño al aparcar el coche en el espacio del
aparcamiento donde Emma y yo recientemente hicimos el amor, en el asiento trasero de mi
todoterreno.
La experiencia fue demasiado intensa como para olvidarla. Especialmente ahora que parece
que a Emma se la ha tragado la tierra, pienso en ella más a menudo. Siempre pienso en la
posibilidad de ir a su casa. Pero ¿qué debería decirle al verla sosteniendo a NUESTRA hija en
brazos? ¿Qué le diría al verla de pie frente a mí? Al pensarlo, soy consciente de los sentimientos
encontrados que me inundan: por un lado, durante años no había nada que deseara más que una
pequeña familia. Pero, por el otro, tengo respeto por mi primer encuentro con mi hija y su madre.
¿Cuál es la situación entre nosotros? ¿Emma realmente quiere que yo sea el padre de la pequeña?
Sospecho que ese no es el caso, de lo contrario, Emma me habría dicho algo al respecto desde
hace mucho tiempo.
Mientras pienso en eso, interrumpo la redacción de un correo electrónico y tamborileo
nerviosamente con los dedos sobre mi escritorio de madera, mordiéndome el labio inferior.
¡Joder! El simple hecho de ignorar la situación no favorece a Emma, en lo absoluto. Pero ¿qué
debería hacer, entonces? No puedo simplemente renunciar a las dos. Las cosas no pueden
terminar así…
La pantalla se vuelve negra, pues he hecho una pausa demasiado prolongada. Muevo el ratón
y la pantalla se ilumina nuevamente. El pequeño reloj en la esquina inferior derecha indica que
son las seis menos cuarto de la tarde.
Cuando llegué a la oficina hace una hora, la verdad es que no sabía qué esperar. Me alegraba
de no haberme cruzado con nadie en el camino a la oficina. Al abrir la puerta de la recepción,
esperaba encontrarme con Carla, colocándose lápiz labial o haciendo alguna otra cosa que a las
chicas les gusta hacer. Pero me equivoqué al respecto. La antesala estaba vacía y oscura. Por un
instante me quedé de pie en la oscuridad, esperando a que mis ojos se acostumbraran al cambio
de iluminación. Miré a la izquierda y gracias a la pequeña rendija entre la puerta de la oficina de
Jared y el suelo, me di cuenta de que tampoco había luz ahí. Así que llegué a la conclusión de
que él tampoco estaba presente.
Respiré hondo, encendí la luz y entré a mi oficina. No estaba de humor para tener más
discusiones con Jared. La decepción por lo que había hecho era demasiado profunda. En el
pasado, me habría abalanzado sobre él a golpes, utilizando mis mejores técnicas de combate,
pero eso ya no importaba ahora. Cualquier cosa que Jared planeara hacer con esta empresa, podía
ejecutarla de inmediato. Por alguna razón, durante las últimas horas me había dado cuenta de que
hay mucho más en la vida que esta compañía.
Leo fugazmente el contenido del correo electrónico que acabo de escribir. Agrego las últimas
frases y detalles y muevo el ratón hasta el botón de Enviar. Inhalo y exhalo profundamente,
permitiendo que el contenido viaje por mi cabeza. Sí, todo está perfecto. Con determinación y un
clic, envío el mensaje y me dejo caer sobre el respaldo de la silla en mi oficina, aliviado.
El correo electrónico contiene una oferta de venta mía para Jared. Ofrezco venderle todas mis
acciones de la empresa a un precio ridículo. Estoy plenamente consciente de ello y, al mismo
tiempo, me importa un comino. Miro alrededor de la oficina y dejo que mis ojos se paseen por
los muebles demasiado caros con los que he desperdiciado demasiado mi vida, encerrado entre
las cuatro paredes de esta oficina. ¿Y para qué? ¿Tan solo para que mi socio me traicione?
Aprieto los dientes y me resulta difícil controlar mi furia y decepción hacia Jared. Realmente
nunca habría esperado esto de él. Al mismo tiempo, me divierte pensar qué hará el alcalde Henry
Miller respecto a su ultimátum cuando se entere de que Jared es el único propietario. ¿Echará a
su soplón fuera de la ciudad, tan solo para conservar su imagen? Esa podría ser una pelea de
cerdos espectacular que miraré encantado de la vida, relajado y en paz, al margen de la situación.
Preferiría no disfrutar de ese momento solo, sino junto a Emma y…
¡Emma!
Después de enviar el correo electrónico, una especie de peso muerto parece caerme encima y
me doy cuenta de que hay un par de cosas que debo explicarle con urgencia. Emma no merece
nada más que la verdad, pues es una persona maravillosa. Tengo que contarle lo que sucedió con
Jared, Marc y su novio. Mi estómago se revuelve al pensar en cómo estará manejando toda la
situación por su cuenta. ¿Me volverá a mirar a los ojos después de esto? La verdad es que no
puedo decirlo con certeza, especialmente juzgando por la manera en que abandonó mi oficina.
Pero ¿qué más puedo hacer? ¿Qué más puedo perder si por lo menos lo intento? En este
momento me doy cuenta de que Emma y yo estamos conectados para siempre gracias a Emily.
Incluso si Emma encuentra los detalles demasiado sorprendentes, intentaré explicarle todo por el
bien de Emily.
Entonces pienso en algo. No tengo el número de su teléfono móvil, sin embargo, en los
documentos que envió al departamento de Recursos Humanos en el momento de su contratación,
había un teléfono fijo registrado. La llamé ahí en una ocasión, antes de que comenzara a trabajar
como mi asistente el primer día. ¿Cómo pude olvidarme de ese detalle?
Después de una búsqueda rápida en mi ordenador, encuentro el documento correcto. Lo abro
y miro el número que se muestra en el campo de Contacto. Durante unos segundos me quedo
pasmado mirando la combinación de números; siento cómo se me aceleran los latidos del
corazón.
¿Qué debería decir al llamarle? ¿Lamento mucho haber golpeado al traidor? ¿Te pido
disculpas por mi pasado como motorista? No, nada de eso tiene sentido. Decido simplemente
decirle cómo me siento en realidad. Si aún hay cierta esperanza entre nosotros, Emma querrá
escuchar mis explicaciones.
Siento que la posibilidad de que eso ocurra es insignificante. Pero me prometí a mí mismo al
menos intentarlo, así que, sin más preámbulos, digito la combinación de números en la pantalla
de mi móvil. Llamo y selecciono la opción de altavoz para poder caminar alrededor de mi oficina
mientras hablo por teléfono. Eso se sentía bien. El movimiento me ayudaba a controlar mi
nerviosismo.
Sin embargo, no ocurre nada. Poco después de activar el altavoz, en lugar del clásico timbre
de llamada simplemente puedo escuchar una voz robotizada:
No hay conexión en esta línea.
Con algunos segundos de pausa, la voz monótona repite el anuncio una y otra vez. Mientras
tanto, miro entre mi móvil y la pantalla de mi ordenador una y otra vez, atónito. ¿Quizás he
cometido un error al escribir los números? Después de comprobarlo varias veces, me doy cuenta
de que ese no es el caso.
¿Cómo es posible? Estoy seguro de que llamé exactamente a este mismo número en esa
ocasión. ¿Quizás Emma ha cancelado su línea telefónica? ¿Seguirá viviendo en Los Ángeles?
¿Es posible que haya huido tan precipitadamente de la ciudad?
Siento cómo una oscuridad espesa y pesada se extiende dentro de mí al pensar en que quizás
nunca más la vuelva a ver. Sin embargo, antes de permitir que ese sentimiento se apodere de mí
por completo, escribo rápidamente su dirección en una pequeña hoja de papel y salgo corriendo
de mi oficina, en dirección al aparcamiento subterráneo.
Capítulo 36 ~ Emma
«Gracias por venir», abrazo a mamá y después a Sophia, dándoles un beso en la mejilla a cada
una. Estamos de pie en el pasillo del hospital y yo me limpio las lágrimas de las mejillas, llena de
desesperación e impotencia.
Hace unos momentos, tuve que dejar a Emily en manos de una enfermera. Me aseguró que
solo tomaría unos momentos, pero que no podía estar presente durante la radiografía. Yo ya no
entendía nada en lo absoluto. ¿Rayos-X? ¿Por qué le hacían una radiografía a mi hijita?
El simpático pediatra, quien nos recibió en el hospital minutos después de nuestra llegada,
trató a Emily con mucho cuidado y cariño. A juzgar por su apariencia, él mismo debía tener
nietos de la edad de mi pequeña. Me pareció que el doctor tenía un efecto increíblemente
tranquilizador en Emily, lo cual me asombró a sobremanera, pues ella solía retroceder en la
presencia de hombres, instintivamente se aferraba a mí y comenzaba a llorar con incomodidad.
Quizás Emily ya había llorado suficiente por hoy y simplemente ya no tenía fuerzas para
hacerlo. La pequeña todavía tenía manchas rojas en la cara, pero podía ver en sus ojos cierta
curiosidad por las palabras lentas y amistosas del pediatra.
«Tengo una suposición», me dijo después de escuchar el corazón de Emily y observar sus
ojos, garganta y oídos. Emily se tomó todo ese proceso con mucha calma y yo me sentí orgullosa
de mi hijita. Ella estaba manejando la situación incluso mejor que yo, pensé mientras me
limpiaba la nariz con un pañuelo.
«¿Es su primer hijo?», me preguntó el pediatra con voz tranquila, como si me hubiera leído el
pensamiento. Yo asentí en silencio.
«No se culpe. No es su culpa. Y es normal que se sienta preocupada», me dijo. Yo me sentí
enormemente agradecida por las palabras tranquilizadoras del doctor. Me sentí un poco mejor,
pero la verdad es que no podía deshacerme completamente de la sensación de culpabilidad.
«¿Qué le ocurre?», pregunté.
El pediatra palpó la parte superior del cuerpo de Emily unas cuantas veces más, luego asintió
y me miró. «Puede volver a vestir a la pequeña», hizo una pausa antes de continuar. Sentí un
hormigueo nervioso en el estómago. ¿Por qué estaba tan indeciso el doctor?
«Antes de decir algo, quiero estar completamente seguro. Así que me gustaría que le hicieran
una radiografía a Emily. Por favor, vaya al ascensor y luego…», comenzó a explicarme, pero yo
no escuché el resto. ¿Rayos-X? ¿Qué tenía mi hija y por qué no podía simplemente decírmelo el
doctor? El sudor salió disparado por mis poros. ¿Qué tanto empeoraría la situación?
«¿Hola? ¿Me ha escuchado?», me preguntó el doctor, agitando la palma de su mano frente a
mi cara. Agité la cabeza, como si me quitara los pensamientos de encima.
«No, lo siento. Yo…», se me quebró la voz y mi barbilla comenzó a temblar. No pude seguir
hablando, así que lentamente volví a vestir a Emily.
«Vale. No se preocupe. No es nada grave. Tan solo quiero asegurarme. Tan pronto esté lista la
radiografía, la enfermera me llamará e iré directamente con usted. ¡Lo prometo!», me dice el
pediatra en voz baja, colocando su mano en mi hombro de manera consoladora.
«Gracias», susurré, limpiándome los ojos húmedos.
Pero la tranquilidad duró poco tiempo. No me había dado cuenta de que tendría que entregar a
mi hija para la radiografía. Después de varios minutos de discusión le entregué a Emily a una
enfermera, con el corazón apesadumbrado.
La enfermera cogió a Emily en sus brazos y desapareció con ella detrás de la pesada puerta de
acero en la que se podía leer en enormes letras: Rayos X – sin acceso.
Me quedé pasmada mirando la puerta hasta que alguien tocó mi hombro desde atrás. Me di la
vuelta y, para mi sorpresa y alivio, se trataba de mamá y Sophia.
«¿Dónde está Emily?», me pregunta Sophia.
«Le están haciendo una radiografía», respondo. Mi madre se tapa la boca en silencio y me
mira con los ojos muy abiertos. Puedo ver que también están humedecidos. No lo había notado
cuando nos saludamos. Nos quedamos en silencio, mirándonos mutuamente. Ninguna dice nada,
pues realmente no hay nada que decir. Después nos abrazamos y siento que es el primer abrazo
realmente profundo y sincero que recibo de mamá en mucho tiempo. Todo el mundo está
familiarizado con los abrazos fugaces para saludar o despedirse. Pero este abrazo era diferente,
es un abrazo genuino. La incertidumbre respecto a la condición de Emily nos conecta y yo podía
sentirlo.
«Estoy aquí para ti, mi amor. Pase lo que pase», me susurra mamá al oído y en su voz puedo
escuchar que ella también está llorando mientras su rostro descansa contra mi hombro.
«Gracias, mamá».
Entonces retrocede unos pasos y puedo ver las lágrimas cubriéndole las mejillas. ¿Cuándo fue
la última vez que vi a mamá así? ¿Había sucedido en alguna ocasión? Probablemente la última
vez que sucedió fue cuando papá falleció, pero eso fue hace demasiado tiempo.
«Cometí un error», comienza a decir, sujetando mis manos entre las suyas y mirándome a los
ojos. «Sé lo difícil que fue para vosotras, mis hijas, crecer sin un padre. Yo de verdad quería que
tu hija no sufriera lo mismo, así descuidé nuestra relación hasta que nos perdimos. Por favor,
perdóname Emma».
«Por supuesto, mamá», sollozo y volvemos a abrazarnos. Esta vez no por tristeza, sino
aliviadas por solucionar los malentendidos entre nosotras. Realmente no esperaba esta disculpa
de mamá. Todavía recuerdo muy bien la forma en que mamá y Katie continuaron peleando poco
después de la partida de mi hermana. Si a mamá no le gustaba algo, inmediatamente se resentía.
Así que escuchar estas palabras de su boca realmente significaba mucho para mí.
«No quisiera interrumpir, pero tengo a alguien a quien definitivamente le gustaría verla,
señorita», escucho una voz masculina a mis espaldas. Me doy la vuelta y veo que el pediatra está
frente a mí, con Emily en brazos. La pequeña todavía se ve desgastada, pero obviamente está
sana y salva después de los rayos X. De hecho, comienza a reír dulcemente cuando me ve, así
que inmediatamente la cojo en brazos y le beso la frente, aliviada.
«¿Y? ¿Qué tiene?», pregunta Sophia en mi nombre, pues yo todavía estoy muy ocupada en el
reencuentro con mi bebé.
«¿Y usted es…?», pregunta el pediatra con vacilación, alternando la mirada entre mí, Sophia
y mamá.
«Esta es mi mejor amiga y mi madre. Está bien. Pueden escuchar lo que sea que vaya a
decirme. No tenemos secretos entre nosotras», digo y miro a Sophia y mamá al pronunciar la
última parte de mi frase, y ellas confirman mi declaración con un asentimiento de cabeza y una
sonrisa.
«Vale, si ese es el caso…», continúa el pediatra. «La pequeña Emily tiene algo que se le
conoce como tos de crup. La radiografía sirvió para descartar alguna desalineación congénita de
las vértebras cervicales. Pero ese no es el caso, afortunadamente», explica el pediatra, mirando a
cada una de nosotras a los ojos.
«Vale, ¿y eso qué significa?», pregunto nuevamente y siento una sensación de hormigueo
nervioso extendiéndose dentro de mí. «¿Se puede hacer algo al respecto? ¿Es tratable?».
El pediatra me sonríe. «La medicina es que la pequeña reciba mucho aire fresco. El resto de la
enfermedad desaparecerá por sí sola», me explica y le da un toquecito amistoso en la nariz a
Emily. La pequeña chilla de la risa y parece realmente haberse encariñado con el pediatra.
«Por supuesto», dice mamá y se da una palmadita en la frente. «¿Cómo pude olvidarlo? Creo
que he envejecido demasiado rápido. Tú y Katie solían tener lo mismo cuando eran pequeñas.
Papá y yo…», se detiene por un momento y se traga el nudo que se le forma en la garganta, pero
después continúa sin detenerse. «Papá y yo solíamos dormir contigo con la ventana abierta y
después de un par de meses la tos nunca más volvió».
Alterno la mirada entre mi madre y el pediatra. «Su madre tiene razón. Eso es justo lo que
necesita», dice asintiendo con la cabeza y confirmando cada palabra que pronunció mamá. «Con
su permiso, debo ir con mi próximo paciente». Con esas palabras, el pediatra se despide de
nosotras y vuelve a desaparecer en la dirección de la sala de emergencias, justo donde me
encontré con él la primera vez.
«Niña, déjame abrazarte», me dice extendiendo los brazos y sonriendo de oreja a oreja.
Entonces nos abrazamos las cuatro, incluida Emily.
«Sería ridículo si no pudiéramos manejar esto entre las tres», dice Sophia cuando terminamos
de abrazarnos. Mi madre asiente. Una agradable sensación de calidez y seguridad me inunda
desde hace tiempo. Siento como si no tuviera que hacerlo todo yo sola. Miro a Emily y le doy un
beso en su suave mejilla. Incluso si sus ojos azules me van a recordar a su padre para siempre y
lo que sucedió en Los Ángeles, no estoy sola y puedo hacer esto.
Capítulo 37 ~ Ethan
«¡Joder!», maldigo al llegar a mi oficina. Tiro mi chaqueta descuidadamente sobre una de las
dos sillas frente a mi escritorio. Simultáneamente, camino hacia la ventana y miro la calle,
observando los coches que vienen y van, cuyos conductores comienzan a encender las luces para
poder ver bien al conducir a través del crepúsculo.
Desde aquí, en el piso 56, los coches parecen pequeños e insignificantes. Como si fueran
juguetes, se abren paso lentamente por las calles. A veces, estas vistas me recuerdan a cuando era
un niño, cuando jugaba con mi tren en miniatura, encerrado en la sala de juegos durante horas.
Sin embargo, hoy tan solo puedo pensar en Emma. Acabo de regresar de su apartamento.
Toda la acción, en medio de la hora pico, me costó un total de tres horas. Este suele ser el
momento en el que evito a toda costa conducir por las calles bulliciosas, casi de la misma manera
en que el diablo evita al agua bendita. Pero la verdad es que hoy ni siquiera pensé en eso. Estaba
tan absorto en mis pensamientos, encontrando las palabras adecuadas para explicarle todo a
Emma, que perdí completamente la noción del tiempo. Cuando finalmente me quedé atascado en
el tráfico, ya no había marcha atrás.
En ese momento, tenía esperanzas de volver a ver a Emma en algún punto. Sentía que por esa
pequeña posibilidad valía la pena mi esfuerzo. Pero ¿qué pasaba conmigo? Normalmente me
daba igual si una mujer salía corriendo de mi oficina llorando y no respondía a mis llamadas. No
puedo explicar qué es diferente en esta ocasión. Sin embargo, esta nueva sensación envuelve
todo mi cuerpo.
Cuando llegué al edificio residencial de Emma, llamé al timbre correspondiente y esperé
pacientemente a que me abrieran. Pero no sucedió nada. Llamé de nuevo y rápidamente el suave
sonido del timbre se convirtió en una tormenta de campaneos. Sí, ahora sabía que ella tenía una
hija. Nuestra hija. Y yo no había venido hasta ahí para rendirme tan fácilmente.
Pero después de lo que me pareció el quincuagésimo intento y no sucedió nada, simplemente
toqué todos los botones del tablero de timbres, lleno de frustración. Alguien contestaría y me
dejaría entrar. Tuve suerte y la puerta emitió un sonido vibratorio. La empujé y me apresuré a
subir por las escaleras para llamar directamente a la puerta del apartamento de Emma. No sabía
en qué piso vivía, pero por la posición de su timbre supuse que debía estar en algún sitio entre el
tercer y el sexto piso.
Una y otra vez, alguien asomaba la cabeza por la puerta de su apartamento y miraba al pasillo
con curiosidad. No era de extrañarse, pues había llamado al timbre de absolutamente todos los
apartamentos. Si era necesario y había ocasión, me disculpaba y decía que había sido un error.
No todos aceptaban mis disculpas, algunos volvían a entrar a sus departamentos, malhumorados,
y cerraban la puerta a sus espaldas.
Finalmente llegué a la puerta de Emma, pues podía leer su apellido junto al timbre. Me
detuve, respiré hondo y estaba a punto de llamar una vez más cuando escuché una voz detrás de
mí: «¡No están aquí!».
Me di la vuelta y miré de frente a una mujer de mediana edad, con bata, rulos en el pelo y una
gruesa mascarilla facial en el rostro. La señora seguramente escuchó el ataque de timbres y
estaba detrás de su puerta, atisbando por la mirilla, esperando para ver si sucedía algo
interesante.
«Eh… ¿cómo lo sabe?», le pregunté, visiblemente confundido, tratando de ignorar su
apariencia lo mejor posible.
«Las dos jovencitas me dieron la llave y se marcharon a Nueva York con la bebé. Se supone
que debo cuidar de sus plantas. No me pareció que volverían pronto», me explicó la mujer,
mirándome de arriba abajo varias veces. Su sonrisa se volvía cada vez más amplia.
«¿Y tú, galán? ¿Quién eres?», susurró. Apenas pude evitar reírme. Era bastante cómica la
manera en que intentaba coquetear conmigo. La mujer era al menos veinte años mayor que yo…
aunque, la mascarilla facial no me permitía juzgar con precisión.
A excepción de la mujer, toda la situación era bastante extraña. En efecto, Emma se había
marchado de la ciudad abruptamente, sin planes de volver pronto. Sentí un peso enorme en el
corazón. Poco a poco me di cuenta de que el asunto con los Bike Vikings, Jared y mi asistente
estaban abrumándola mucho más de lo que yo pensaba. Maldición. ¿Quizás era demasiado tarde?
No, no podía rendirme tan fácil.
«¿Dulzura?», me llamó la mujer de nuevo, inclinando la cabeza ligeramente. Seguramente se
dio cuenta de que estaba absorto en mis pensamientos, así que se me ocurrió una idea.
«¿Sabe algo más? ¿Cuándo salió el vuelo? ¿En dónde viven las… tres?», pregunté, intentando
averiguar todo lo que me fuera posible.
Sin embargo, la mujer levantó las manos como si se disculpara. «No sé nada de eso con
certeza. No hice preguntas. Pero ¿sabes? Ahora me alegro de que quizás no vuelvan con su hija.
Es una pequeña adorable, te lo puedo asegurar. Pero las paredes son tan delgadas y el arrendador
no hace nada al respecto. Ya tengo suficiente con ocuparme de sus múltiples plantas…».
«Vale. Gracias, debo marcharme», interrumpí el torrente de palabras de la mujer y bajé las
escaleras inmediatamente. Vaya, pero qué vecina. Seguro que no fue fácil para Emma vivir aquí.
Pero al menos se ocupaba de las plantas mientras Emma estaba fuera. Entonces recordé que
existe una diferencia horaria de tres horas entre Nueva York y Los Ángeles, así que eso
significaba que Emma estuvo en su apartamento cerca de las nueve de la noche. Por lo tanto, no
tenía sentido llamar a los hoteles para buscar su nombre en la lista de huéspedes.
«Ethan, ¿eres tú?», pregunta una voz detrás de mí, con cierta vacilación. Interrumpo el hilo de
mis pensamientos y me doy la vuelta para ver quién es, pues aún continuaba mirando a través de
la ventana.
«¿Qué?», pregunto evidentemente fastidiado y me encuentro mirando a Carla de frente.
«¿Qué quieres?», pregunto al no recibir respuesta de su parte.
«Tan solo quería…», tartamudea Carla. «No es nada. Lamento molestarte», dice en voz baja y
vuelve a cerrar la puerta.
Pero ¿qué fue eso? Ese no es el estilo de Carla, en lo absoluto. Por lo general, la tía irrumpe
en mi oficina, hinchada de confianza en sí misma. Pero me parece bien finalmente poder
deshacerme de ella rápidamente.
Entonces recuerdo la razón por la que volví a la oficina, después de mi infructuosa visita al
apartamento de Emma. Este debería ser mi último día aquí. Jared aún no ha respondido a mi
oferta, pero quiero sacar todas mis pertenencias de los cajones. No son muchas, pero se han
acumulado en mi oficina con el paso del tiempo. En el camino aquí, me aseguré de que Jared y
yo no nos encontráramos accidentalmente. En su calendario pude ver que tiene una cita fuera del
edificio, justo a esta hora. Así que es el momento ideal para organizar mis cosas en paz.
Camino hacia el escritorio y mientras rebusco en el primer cajón, sin prestar mucha atención,
me pregunto cuál podría ser mi siguiente movimiento para encontrarme con Emma y mi hijita,
una vez más.
En ese momento, cojo una fotografía con las manos. Ni siquiera sabía que aún conservaba la
imagen. Con el paso del tiempo, probablemente había quedado sepultada debajo de los folders de
papel y documentos del cajón. La fotografía me retrata con Emma, hace poco más de un año.
Estamos en el casino de Las Vegas. Emma sostiene en una mano el maletín con el bote y en la
otra…
Me acerco tanto que casi puedo tocar la fotografía con la punta de la nariz. ¿Acaso es el
formulario que debíamos llenar tras ganar el premio gordo? En la hoja del formulario puedo
alcanzar a leer el título de Winner’s Club, ese estúpido grupo de autoayuda. Desde mi punto de
vista, este era simplemente un pretexto del casino para incitar a todos los ganadores a jugar de
nuevo, con intervalos regulares. Entonces se me ocurre que jamás le pregunté a Emma si alguna
vez había asistido a un evento así.
Me golpeo la frente con la palma de la mano. Eso es. Si el casino puede enviar una invitación
a Emma, es evidente que también tienen su dirección. Al menos, recuerdo que en ese momento
debíamos proporcionar una dirección dentro del formulario. Y en ese entonces Emma aún vivía
en Nueva York. No sabía si llamar al casino ayudaría, pues después de todo Emma se había
mudado a Los Ángeles, pero al menos era un rayito de esperanza. El gerente del casino
seguramente me ayudaría, pues me recordaría como el hombre que rechazó su parte del premio
gordo. O al menos, tenía la esperanza de que así fuera.
De repente, me doy cuenta de que ya he tomado mi decisión desde hace mucho tiempo:
intentaré encontrar a Emma. Y no me importa si tengo que cruzar el continente entero para
hacerlo. Si obtengo su dirección en Nueva York, al menos tendré un sitio específico en el que
buscar primero.
Con el móvil, busco el número telefónico del casino y estoy a punto hacer la llamada cuando
escucho a alguien llamando a mi puerta. Al principio intento ignorar los golpes, pues tengo más
cosas importantes que hacer que enredarme en los sucios juegos de Carla.
Cuando estoy a punto de oprimir el botón de llamada, la puerta de mi oficina se abre. Pero
¿quién es? Ni siquiera dije adelante, así que una oleada de ira me pasa por la cabeza.
Sin embargo, no es Carla quien aparece detrás de la puerta. Quien entra a mi oficina es Jared
y me mira sin comprender.
Mierda, pero ¿qué está haciendo aquí? ¿Y cómo sabe que estoy aquí…? Claro, es obvio:
¡Carla!
Capítulo 38 ~ Ethan
«¿Qué quieres?», pregunto con brusquedad, pues no tengo ningún deseo de ocultar mi fastidio
ante su visita inesperada. «¿Has leído mi correo electrónico?».
«Sí, lo he leído, Ethan. Lo siento mucho, por todo. He venido aquí para explicártelo, yo…»,
balbucea Jared.
«¿Qué quieres explicar? ¿Que eres un absoluto gilipollas y un traidor o que me diste una
puñalada por la espalda destruyendo todo lo que levantamos juntos?». Ya no puedo contener mi
ira. Rodeo mi escritorio y lo único que quiero hacer es abalanzarme sobre Jared. Si es lo
suficientemente estúpido como para aparecerse por aquí, entonces…
«No. Dame una oportunidad, ¡por favor!», me suplica Jared y se cubre el rostro con las
manos, protegiéndose.
«Tienes sesenta segundos», respondo y miro mi reloj, para verificar la posición del segundero.
Entonces me pongo de pie unos dos metros frente a Jared y cruzo los brazos encima de mi pecho.
«Empieza. Se te acaba el tiempo».
«Mierda, Ethan. ¿De verdad es así como deben terminar las cosas?».
«¿De verdad es así como quieres usar tu tiempo? Cincuenta segundos…».
«Vale, está bien. La cagué», responde suavemente y respira profundo, como si le fuera difícil
admitir todo. ¿Qué esperaba, de cualquier manera? «Desde Las Vegas, hace cerca de dos
años…», hace una pausa y mira al suelo, casi avergonzado. «Siento que ya no tengo los pies en
la tierra desde entonces. Ahí es donde probé la cocaína por primera vez y…», se interrumpe.
«Mierda, Jared. ¿Hiciste qué?», digo horrorizado y lo miro. Aparto la mirada del reloj y ahora
lo escucho completamente hechizado.
«Simplemente pasó. Yo tampoco lo recuerdo con exactitud. De cualquier manera…», se
interrumpe y tan solo ahora me doy cuenta de lo demacrado que se ve su rostro. ¿Cómo no me di
cuenta de todo lo que estaba pasando con Jared? «Cuando pruebas esas cosas una vez, quieres
volver a hacerlo. Ya no puedo dejar la cocaína. ¿Lo entiendes?», me pregunta Jared y me mira.
«Entender sería decir demasiado, pero creo que sé a lo que te refieres. Pero dime, ¿qué tiene
que ver esto con tu traición?».
«Además de las drogas, me enredé en juegos de azar. La coca es una mierda sumamente cara.
Entonces creí que, si tú y esa tal Emma podían ganar treinta mil dólares, entonces yo también
podía hacerlo… Lo he intentado en demasiadas ocasiones, y siempre he fallado».
En este punto, Jared se escucha totalmente desesperado. No lo reconozco, en lo absoluto.
Siento que no me corresponde decir nada en estos momentos. Es de las primeras conversaciones
honestas que hemos tenido desde hace mucho. Espero a que Jared se recupere un poco y
continúe con su explicación.
«Estoy en la ruina, Ethan. Y entonces apareció Henry Miller con una oferta. Me ofreció una
suma de dinero absurdamente enorme a cambio de compartir cierta información confidencial.
Todo mi cuerpo gritaba por cocaína. No podía pensar con claridad. No pude negarme… ¡por
favor, perdóname!», solloza Jared.
Estoy atónito. Estaba preparado para escuchar cualquier cosa cuando lo vi entrar por la puerta,
pero nada como esto. ¿Cómo pude haber pasado por alto esta situación, después de conocernos
desde hace tantos años? Al menos las drogas explican la falta de concentración que he notado
últimamente. Y también explica su necesidad de ir a Las Vegas continuamente.
«Joder, Jared. Realmente nos has llevado a la mierda», contesto, dándole un puñetazo
amistoso en el hombro. «¿Por qué nunca dijiste nada? Somos amigos desde hace mucho tiempo».
«No quise agobiarte con todo esto. Creí que… oh, mierda. Ni siquiera yo mismo sabía lo que
estaba pasando. La coca te pone tan mal. En cierto punto ya no es posible pensar con claridad.
Tan solo ves colores brillantes, revoloteando y…».
«¿Estás drogado ahora mismo?», le pregunto a Jared, interrumpiendo su fantasía.
«No. Hoy tuve una cita con un terapeuta. Carla fue muy amable, me llamó para decirme que
podría encontrarte aquí. Le pedí que lo hiciera. El consultorio de terapia está a tan solo unas
manzanas de distancia de aquí, así que interrumpí la consulta para venir a hablar contigo lo antes
posible. Después de leer tu correo electrónico, me di cuenta de que decías las cosas en serio».
Me alivia saber que Jared está asistiendo a terapia y, aparentemente, se ha dado cuenta de sus
errores. Por supuesto, aún me encuentro sumamente enfadado por lo que hizo. Pero, al mismo
tiempo, siento lástima por él. ¿Debería tirar todo por la borda después de su confesión? Eso no
sería justo para Jared.
«Oh, hombre, Jared. Hemos pasado por muchas cosas juntos… la próxima no dudes en
decírmelo, y juntos resolveremos la mierda juntos, ¿vale?».
«¿E-eso significa que me darás otra oportunidad?», me pregunta Jared vacilante y yo asiento
en silencio. «Gracias, amigo. Eso significa mucho para mí», responde, aliviado.
«No sé qué deberíamos hacer con nuestra empresa. El ultimátum está llegando y…»,
comienzo a decir, pero entonces se me ocurre una idea. «¡Oye! Probablemente vuele a Nueva
York mañana. Emma está ahí y necesito hablar con ella», explico mientras Jared inclina la
cabeza y sonríe. «¿Qué tal si vienes conmigo y echas un vistazo a los edificios de oficinas
disponibles, mientras tanto?». No estoy seguro de que Jared esté suficientemente en forma como
para ejecutar esta tarea, pero al menos estará lejos de Henry Miller mientras yo no estoy en Los
Ángeles, de forma que el alcalde no podrá manipularlo en mi ausencia. Y, quién sabe, quizás
incluso me sea de ayuda para explicarle todo a Emma. Pero decido guardarme esta última parte
del plan para mí, al menos por ahora.
«Tienes que contarme qué ha pasado con Emma. No suele ser tu estilo ir detrás de las
mujeres, ¿o sí?», me dice Jared con una sonrisa de complicidad.
«Te lo contaré todo por el camino, ¿qué me dices? ¿Estás conmigo?», le pregunto,
extendiéndole una mano.
Jared no vacila ni un segundo. «Trato hecho», me dice. Nos estrechamos las manos y nos
miramos a los ojos. Por supuesto, sé que se han roto muchas promesas, sin embargo, aún siento
el viejo espíritu que siempre ha existido entre nosotros.
«Pero ¿acaso no fuiste a Nueva York el año pasado y lo descartaste como nueva ubicación?»,
me pregunta Jared.
«Así es», admito. «Pero algunas cosas tan solo pueden apreciarse al mirarlas dos veces», digo
y hago una pequeña pausa. Jared asiente en silencio. «Debo hacer una llamada. ¿Podrías preparar
tu avión privado para volar mañana?», le pregunto a Jared.
Él traga saliva con fuerza. «Ese jet ya no existe. Pertenece al banco… lo hipotequé para pedir
un préstamo y, bueno…», comienza a responder dócilmente.
«Vale, está bien. Entonces haz la maleta. Yo me encargaré del resto y te lo haré saber»,
respondo e intento ocultar mi conmoción al darme cuenta de lo mal que están las cosas con
Jared.
Como es de esperarse, mi avión continúa en reparación, así que no tengo más remedio que
reservar dos vuelos en primera clase… una de las cosas que más detesto.
Jared se despide de mí y sale de mi oficina, visiblemente aliviado. Cuando cierra la puerta,
finalmente llamo al casino en Las Vegas y, afortunadamente, me comunican con el gerente
relativamente rápido. Tengo suerte: me recuerda. Después de esperar unos momentos, me
proporciona la dirección que les dio Emma.
Tristemente, no había ningún número telefónico registrado. Eso habría facilitado mucho las
cosas. Después de terminar la llamada, miro sin parpadear la dirección que acabo de escribir. El
corazón me late desbocado. ¿De verdad podré encontrar a Emma ahí?
Vuelvo a coger mi móvil para reservar un par de billetes de Los Ángeles a Nueva York, lo
más rápido posible.
Capítulo 39 ~ Emma
Al día siguiente.
Parpadeo y noto que los ratos de sol que atraviesan la pequeña ventana me hacen cosquillas
en la nariz. Adormilada, me froto los ojos y, por unos instantes, me siento desorientada.
Pero entonces lo recuerdo todo. Estoy acostada en mi antigua habitación de la infancia, la cual
mi madre rediseñó un poco. Incluso de niña disfrutaba despertarme con los rayos del sol en el
rostro durante los fines de semana, después de un largo y plácido sueño…
¡Un momento! Me incorporo, sobresaltada. Eso significa que es casi mediodía, pues el sol no
atraviesa mi ventana durante las mañanas a causa de las múltiples casas circundantes.
¿Realmente dormí durante tanto tiempo? ¿Y dónde está Emily?
Preocupada, miro de un lado a otro y veo que está durmiendo profundamente, cubierta con su
mantita en el sitio improvisado que le preparé para dormir a mi lado. Me siento aliviada. Miro mi
móvil, que está junto a mí en la mesita de noche. Son las 11:57 de la mañana.
No había dormido tanto desde que nació Emily. Y ella tampoco había dormido toda la
mañana. Acaricio su suave mejilla y admiro lo preciosa que es mi hijita mientras duerme. Sus
pequeños cabellitos completamente alborotados.
Anoche no volvimos a casa hasta pasadas las diez de la noche, y no fue hasta la medianoche
que Emily finalmente se quedó dormida, tranquilamente. Tomando en cuenta la hora y lo
ajetreado que fue ayer para la pequeña, realmente no ha dormido mucho tiempo. Incluso en días
normales duerme de doce a catorce horas cada noche.
Me siento aliviada de que esté bien de salud y, de acuerdo a las palabras del amable pediatra,
la tos desaparecerá por sí sola con el tiempo. Son muy buenas noticias. Incluso cuando las
noches son agotadoras a causa de sus ataques de tos, sé que saldremos adelante sin dificultades.
Entonces pienso en Ethan. Sería bueno tener al padre de Emily cerca. Me hundo en una
fantasía, imaginando con ingenuidad a Ethan cargando a la pequeña durante la noche, esperando
pacientemente a que la tos desaparezca y entonces ella se queda dormida en sus brazos.
Mi corazón late con fuerza ante mis fantasías, pero sé que son tonterías. De verdad me
encantaría formar una pequeña familia con el Ethan que yo conozco y Emily. Pero, tristemente,
sus acciones me revelaron quién era realmente. Yo no quería tener nada que ver con ese Ethan.
¿De verdad quería que el padre de mi hija fuera el líder de una pandilla de matones que recorre la
ciudad venciendo a sus oponentes a golpes?
Tengo muchos sentimientos encontrados. Realmente disfruté el tiempo que pasé con él, sé que
me enamoré y me doy cuenta de que quizás aún lo estoy. La idea de no volver a verlo nunca más
me parece increíblemente deprimente, a pesar de todo lo que he descubierto sobre él.
Me siento algo avergonzada de no poder olvidarme de él. ¿Quizás soy demasiado ingenua y
aún me asombra el hecho de que un tío rico y exitoso haya querido tener sexo conmigo? ¡No! No
es eso, y nunca lo fue. Jamás me importó su dinero ni su ostentosa mansión. Nunca me importó
que él fuera el dueño de la empresa. Lo único que siempre quise fue una cosa: ¡a él!
Emily deja escapar un dulce y tierno suspiro mientras duerme. El sonido me dibuja una
sonrisa en el rostro y miro a mi alrededor. Emily no se ha movido ni un centímetro y parece
seguir profundamente dormida. Sonrío con felicidad y la miro enamorada.
Me deslizo junto a ella silenciosamente para no despertarla y permitirle dormir todo el tiempo
que necesite. ¿Mamá y Sophia ya estarán despiertas?
Cierro la puerta con cuidado e inmediatamente puedo escuchar los suaves murmullos que
provienen de la cocina. Camino descalza por el suelo de madera hasta la cocina. Me encuentro
con mamá y Sophia, quienes están sentadas en la mesa. Ambas sostienen una taza de té
humeante frente a ellas. Cuando me miran asomarme por la puerta, interrumpen su conversación.
«Hola, Emma. ¿Cómo estás? ¿Has dormido bien?», me pregunta mamá.
«Hola, cariño», me saluda también Sophia.
«Sí, gracias. Todo bien. Emily sigue dormida. Yo…», de nuevo, vuelvo a pensar en Ethan.
¿Por qué no puedo sacármelo de la cabeza, de una vez por todas?
«Es Ethan, ¿verdad? ¿Aún piensas en él?», me pregunta Sophia y bebe un sorbo de su taza.
Yo asiento en silencio.
«Es normal, mi vida», dice mamá y se pone de pie para acercarse a mí y abrazarme con
dulzura. «Quizás siempre sea así. Yo siempre pienso en papá cuanto te miro a ti o a Katie. Las
dos tenéis sus ojos. Y siempre será así. Simplemente aprenderás a vivir con eso».
Me trago el nudo que tengo en la garganta. El pensamiento me aterroriza. Emily también tiene
los ojos de su padre. ¿Será siempre así? ¿Pensaré en Ethan cada vez que mire a mi pequeña? ¿Es
una carga con la que tengo que aprender a lidiar?
«Estamos aquí para ti, Emma. Las dos. Ya te lo hemos prometido», agrega y mirando a
Sophia, quien asiente a modo de confirmación.
«Es increíblemente amable de vuestra parte. Muchas gracias», respondo en voz baja y le doy
un beso en la mejilla a mamá. La idea de no estar sola me hace sentir más valiente. Aun así,
Emily crecerá sin un padre. Yo misma he vivido sin un padre, así que sé muy bien que Emily
siempre sentirá un vacío, incluso si las tres nos encargamos de cuidarla.
«Me daré una ducha. ¿Podéis estar atentas por si Emily se despierta?».
«Claro, Emma. Tómate tu tiempo. Aquí estaremos», responde Sophia.
«Gracias», les digo y nuevamente siento un nudo en la garganta. Me siento increíblemente
agradecida de que ambas estén siempre para mí y, al mismo tiempo, me siento triste por la
manera en que resultaron las cosas con Ethan. Y después las complicaciones con la tos y el taxi
en la noche. Siento como si todo el bullicio y ajetreo de la noche anterior volviera a inundarme la
cabeza. Quizás una ducha caliente me ayude a despejarme.
Salgo de la cocina y por el rabillo del ojo veo un sobre dorado sobre la pequeña cómoda del
pasillo, que es justamente el sitio en donde mamá deja la correspondencia. Me detengo y
examino el brillante sobre de más cerca. Me sorprendo al descubrir que realmente está dirigido a
mí. La dirección del emisor indica que es algún sitio en Las Vegas. ¿Quién me enviaría una carta
desde Las Vegas?
La noche en Las Vegas, que fue hace ya mucho tiempo, se me vuelve a pasar por la cabeza.
Esa fue la noche en que comenzó todo. Ahora, gran parte de todo eso es cosa del pasado: mi
premio gordo – el Jackpot – se ha esfumado. Ethan, también. Solo Emily sigue aquí conmigo.
Ella es el verdadero premio gordo, pienso. Es un pensamiento cursi y ridículo, pero de cierta
forma, es verdad. No puedo evitar sonreír y abro el sobre.
Mi madre nunca ha abierto mi correspondencia, aun cuando tan solo se trata de publicidad,
como seguramente es el caso en esta ocasión.
Cuando saco la carta del sobre y leo las líneas rápidamente, se me acelera el corazón. No es
publicidad. Casi lo olvido. Es la invitación al evento del Winner’s club. El evento se llevará a
cabo mañana mismo en el hotel de Las Vegas en donde nos hospedamos Sophia y yo en aquella
ocasión.
¿Cómo es posible? ¿Por qué recibo la invitación con tan poco tiempo de anticipación? Miro la
fecha en el timbre postal y veo que realmente la carta fue enviada hace un tiempo. Mamá debe
haberla dejado de lado junto con toda la correspondencia que ya comenzaba a acumularse en la
cómoda.
Leo la carta una vez más, entusiasmada. Todo es gratis para mí y para un acompañante de mi
elección. Incluso los billetes de avión corren por cuenta del casino. En la segunda página hay dos
códigos QR, los cuales son una especie de billete electrónico. Podemos seleccionar libremente
cualquiera de los tres vuelos indicados. ¡Es una completa locura!
Pero no todo puede ser tan perfecto: todos los vuelos salen hoy. Uno incluso ya ha partido
esta mañana. El siguiente es en menos de una hora y el último en tres.
Con la carta en la mano, corro de vuelta a la cocina y les cuento a mamá y a Sophia de lo que
se trata.
«¿La expresión en tu rostro me dice que te gustaría ir?», me pregunta Sophia con
escepticismo.
«Quizás las cosas puedan terminar ahí, porque ahí es justamente donde comenzó», respondo.
Sophia piensa un momento, como si meditara profundamente mis palabras y luego abre la boca
como si quisiera decir algo. En lugar de hacerlo, simplemente inclina la cabeza y asiente. Me
parece que Sophia entiende justamente a lo que me refiero.
«Si realmente piensas que eso te ayudará a superarlo todo, entonces hazlo. Yo cuidaré de
Emily», dice mi mamá.
«Realmente son la mejor familia que podría desear», digo y las abrazo a las dos, radiante de
energía, y les beso las mejillas a mamá y Sophia.
«Vale, vamos a hacer la maleta», dice Sophia mientras mira el reloj. «¿En qué vuelo te
quieres ir?».
«El último de la lista. Así tenemos una hora para hacer la maleta y puedo despedirme de
Emily con calma. Quiero decirle que volveré pasado mañana y que la abuela cuidará de ella»,
respondo e intento no sentirme culpable.
Capítulo 40 ~ Ethan
Ethan
«Debo avisarle a mamá que nos iremos pronto. ¿Vosotros dos, estáis bien?», pregunta Emma
mientras está de pie frente al espejo en la habitación del hotel, arreglándose su vestido mientras
me mira.
«No te preocupes, estamos excelente», respondo con una sonrisa y continúo sujetando el
biberón con leche para que Emily continúe comiendo cómodamente. «¿Verdad, Emily?», le
pregunto con una sonrisa, pero obviamente no obtengo respuesta, pues Emily está ocupada
bebiendo. Y eso está completamente bien.
Es tan hermoso ver a la pequeña descubrir el mundo todos los días. Siempre me sorprende lo
mucho que ha crecido. Creo que pronto ya ni siquiera necesitará el biberón, pero disfruto
demasiado cuando se acuesta en mi regazo y vacía su biberón con grandes tragos.
«Auch», con su pequeña manita, toca el vendaje en mi hombro, con un poco de fuerza.
Emma se da la vuelta, asustada. «¿Todo bien?».
«Sí. Emily ha tocado mi vendaje. Todavía tengo la piel un poco sensible».
«¿Es normal?», pregunta Emma preocupada y se me acerca. «Ya hace dos semanas que te han
quitado el tatuaje».
«Al parecer, sí», me encojo de hombros. «El médico dijo que sería así durante otras dos o tres
semanas. Usó un método completamente nuevo, es un poco más doloroso, pero hará que el
tatuaje desaparezca sin dejar rastro. Mi piel se recuperará por completo, así que vale la pena».
«Nadie lo verá esta noche, de todos modos. A menos que quieras asistir al evento sin chaqueta
y camisa. La verdad es que no me molestaría», me sonríe Emma con descaro y picardía.
«Ya veo… ¿así que quieres que aparezca en el Winner’s Club como si fuera un estríper?»,
respondo con una sonrisa.
Pronunciar el nombre Winner’s Club aún me resulta extraño. Pero después de que la empresa
se enteró de todo, el hotel aquí en Las Vegas tuvo que actuar de inmediato para no perder su
buena reputación. Así que el gerente del hotel anunció el evento del Winner’s Club y, a cuenta
propia e invitó a todas las personas afectadas por la estafa.
Consideramos brevemente la posibilidad de que todo esto fuera una trampa, otra vez. Pero
tanto la policía como mis contactos en la prensa nos aseguraron que en esta ocasión no lo era.
Por lo tanto, Emma y yo aceptamos la invitación y volamos desde el aeropuerto JFK a Las
Vegas, junto con Emily, la madre de Emma y Sophia. Esta vez no tuve ninguna queja respecto al
servicio a bordo en primera clase. La verdad es que esto ya no me parece tan importante. Prefiero
jugar con Emily en el vuelo. Me alegro de haber vendido mi avión poco después de la última
reparación. Un avión privado era un lujo demasiado ostentoso. Estuvo bien por un tiempo.
También fue conveniente en otras ocasiones, pero eso ya no me importaba.
«Las otras mujeres seguramente también se alegrarán de admirar tu abdomen», se burla de mí
Emma.
«Las otras mujeres no me interesan», susurro acercándome a ella y le doy un beso. «Tan solo
me importa lo que esta mujer de tetas grandes piensa de mí», respondo con descaro.
«Eres un bobo», dice Emma riendo y me da un golpecito en el hombro.
«Auch. ¿No te he dicho que me duele?».
«Ay, lo siento mucho…», responde Emma y se lleva una mano a la boca.
«Está bien, pero esta noche me las pagarás», le susurro con picardía y voz ronca.
«¿Lo prometes?», pregunta cortante.
«¡Lo prometo!».
«¿Sven se ha puesto en contacto alguna vez?», pregunta Emma, cambiando el tema.
«No he escuchado nada de él desde el video en el que me borran el tatuaje. Creo que es una
buena señal. También le escribí diciéndole que no quería tener nada que ver con él. Me parece
que todo ha quedado en el pasado, de todas formas, ya no vivimos en Los Ángeles».
En ese momento, Emily suelta el biberón y extiende sus manitas hacia mi cara. Simplemente
estoy enamorado de la pequeña.
«¿Ya terminaste, dulzura? Mami y papi tienen que ir a una fiesta. Así que te llevaremos a la
habitación de la abuela, ¿vale?», le digo a Emily.
«Si la sujetas por un momento, me pondré una camisa limpia para no ir a la fiesta con
manchas de leche», digo entregándole a Emily a Emma. Entonces veo sus uñas con esmalte.
«¿No te gusta?», me pregunta vacilante, mientras me muestra sus dedos.
«Claro que me gusta. Se ven bien. Solo que nunca te había visto con las uñas pintadas».
Emma
Después de que terminamos de peinarnos y de jugar un poco con Emily en la enorme cama,
finalmente nos marchamos.
Creo que ambos hubiéramos preferido pasar el tiempo en la habitación del hotel con Emily,
pero ya habíamos prometido al gerente del hotel que iríamos al evento. Se sintió muy aliviado al
respecto, pues nuestro caso fue bastante anunciado por la prensa. Ethan opinaba que el nuevo
gerente del casino era un hombre honrado y sincero y, por lo tanto, quería cumplir con su
palabra.
Mi madre recibió a Emily con una enorme sonrisa radiante. Había pasado toda la tarde en el
casino y estaba cansada del ajetreo. Estaba feliz de pasar una tarde tranquila con su pequeña
nieta.
Mientras Ethan y yo caminábamos al gran salón, cogidos de la mano, me miro las uñas con
esmalte una vez más y me pregunto cuándo fue la última vez que me las mordí. De alguna
manera, no me parece necesario desde que Ethan y yo nos mudamos a una enorme casa en los
Hamptons, junto a mi madre.
«¿Lista?», me pregunta Ethan guiñándome un ojo en el momento en que varios fotógrafos de
la prensa se acercan a nosotros, atacándonos con los destellos de sus cámaras. Ethan coge mi
mano con fuerza como diciéndome: estoy contigo.
Después del ajetreo y el bullicio inicial, la velada transcurre de manera tranquila. El gerente
del hotel dio un pequeño discurso en el que aclaraba que el Winner’s Club no es un grupo de
autoayuda, tal como se predicó en ese entonces. En lugar de ello, es un evento con fiestas y
fichas gratis para los exganadores, y quería repetir la tradición todos los años.
«Es una buena estrategia de negocios de su parte. Los ganadores seguramente terminarán
usando su propio dinero al agotarse las fichas gratis. Ese hombre sabe muy bien lo que hace», me
susurra Ethan al oído.
«Hola, tortolitos. Creo que no os hago falta aquí. Iré a la mesa de póquer con las fichas gratis.
Tal vez apostaré todo en la primera ronda», escucho la voz de Sophia a mis espaldas. Cuando me
giro y la miro, ella se encoge de hombros, aburrida.
Estoy muy feliz de que esté aquí con nosotros, pero espero que no gaste todo su dinero. Desde
que dejamos nuestro apartamento en Los Ángeles y volvimos a mudarnos a Nueva York, las
cosas no han mejorado. Sus antiguos clientes estaban felices de que Sophia estuviera de vuelta,
pero apenas podía seguir a flote gracias a ellos. Así que lo único que podía esperar es que no se
gastara esos pequeños ahorros y ganancias jugando al póquer.
De verdad disfruto vivir con Ethan, Emily y mamá bajo el mismo techo, y Sophia viene a
visitarnos casi todos los fines de semana. Sin embargo, en ocasiones tengo la sensación de que
poco a poco se desarrollan en su interior una especie de celos ocultos, pues ella aún no ha podido
encontrar al hombre adecuado.
Ethan
FIN.
Ultílogo
No encontrarás ningún método anticonceptivo en este libro. ¿Por qué? La historia se
desarrolla dentro de una fantasía, por lo que esta debería brindarte tiempo para olvidarte de
preocupaciones y disfrutar de tu placer por la lectura.
En este mundo, todos los multimillonarios tienen un abdomen perfecto y son increíblemente
buenos en la cama. Tampoco hay enfermedades de transmisión sexual, ni embarazos no
deseados.
Rebecca en Facebook
https://www.facebook.com/Rebecca.Baker.Espana
Querido lector:
Espero que hayas disfrutado de esta historia. Si es así, me hará muy feliz recibir una reseña tuya en Amazon.
Como escritora independiente, no cuento con los recursos de las grandes editoriales, así que de esta manera
podrías apoyarme enormemente.
¿Quieres leer otra de mis novelas románticas? Adjunto encontrarás un extracto de prueba de mi novela «Del odio
al amor - Deseos prohibidos» - donde Annie juega el papel principal. ¡Que te diviertas!
Extracto: « Del odio al amor - Deseos prohibidos»
https://www.amazon.es/dp/B0992QFMM7
Mi mejor amiga Susan acaba de dejar atrás un divorcio complicado. Frustrada, me arrastra con ella a una fiesta de
disfraces. Allí descubro a este tipo increíblemente sexi disfrazado de superhéroe. Todo sucede como era de
esperar: ¡Terminamos en la cama!
A la mañana siguiente me espera un nuevo trabajo. ¡Esto me lleva a la oficina de Dillan Williams! Dillan luce
jodidamente sexi. Él es el mejor abogado de divorcios de toda Nueva York y tiene una cuenta bancaria
considerablemente abultada.
Pero aquí hay una trampa: ¡Dillan es precisamente el abogado que destrozó a Susan hasta el último milímetro
durante su divorcio! ¡Este hombre no tiene ni un gramo de moral o consideración!
En realidad, debería odiar a este tipo… ¡de verdad! Pero ¿por qué tiene una pequeña cicatriz, al igual que el
misterioso extraño de la fiesta de disfraces?
Después de mi disgusto inicial, Dillan me hace una oferta a la que no puedo renunciar…
Pero entonces Susan se entera y me confronta… Estoy a punto de confesarle todo a Dillan, ¡mis días están
contados!
Capítulo 1 – Annie