Qué Es La Doctrina Social de La Iglesia
Qué Es La Doctrina Social de La Iglesia
Qué Es La Doctrina Social de La Iglesia
En el camino de la salvación de cada persona, la lglesia se preocupa por toda la familia humana y sus
necesidades, incluso en el ámbito material y social. Por ello, desarrolla una brújula, una doctrina social que
forme las conciencias y ayude a vivir según el Evangelio y la propia naturaleza humana.
«Con esta doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad, sino de
exigencia, dirección y formación de las conciencias. (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, n. 81).
“La Iglesia (...) tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una
sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación (Caritas in veritate, n. 9).
De hecho, “no existe unanimidad acerca de la realidad que se designa como «DSI». Juan Pablo II –en la que
es la definición más precisa que ha dado el Magisterio– dice que es «la cuidadosa formulación del resultado
de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto
internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial» (Sollicitudo Rei Socialis 41)”[1].
El único objetivo de la Iglesia es “ayudar al hombre en el camino de salvación”. (Compendio Doctrina Social
de la Iglesia, 69). Esta es su única misión y también la razón por la que la Iglesia tiene el derecho y el deber
de desarrollar una doctrina social que forme las conciencias de los hombres y les ayude a vivir según el
Evangelio y la propia naturaleza humana. Un cristiano coherente dirige todos los aspectos de su vida hacia
Dios, viviendo según su designio salvífico. La Iglesia acompaña a los cristianos en esta tarea.
Esto incluye dimensiones de la vida humana y de la cultura como la economía y el trabajo, pasando por la
comunicación y la política, hasta temas como la comunidad internacional y las relaciones entre las culturas y
los pueblos.
La caridad es una «fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para
renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos.
En esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política: la caridad social nos hace amar el bien
común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo
individualmente, sino también en la dimensión social que las une» (Compendio de la doctrina social de la
Iglesia, n. 207).
“Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad,
enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso
sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la
salvación de las almas, utilizando todos y solo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de
todos según la diversidad de tiempos y de situaciones” (Gaudium et Spes, 76)
“En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas:
ella se ocupa de los aspectos temporales del bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro
fin último. Se esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones
socioeconómicas”. (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2420)
Meditar con san Josemaría
“Esto trae consigo una visión más honda de la Iglesia, como comunidad formada por todos los fieles, de modo
que todos somos solidarios de una misma misión, que cada uno debe realizar según sus circunstancias
personales. Los laicos, gracias a los impulsos del Espíritu Santo, son cada vez más conscientes de ser
Iglesia, de tener una misión específica, sublime y necesaria, puesto que ha sido querida por Dios. Y saben
que esa misión depende de su misma condición de cristianos, no necesariamente de un mandato de la
Jerarquía, aunque es evidente que deberán realizarla en unión con la Jerarquía eclesiástica y según las
enseñanzas del Magisterio”(Conversaciones, 59)
Jamás he preguntado a alguno de los que a mí se han acercado lo que piensa en política: ¡no me interesa! Os
manifiesto, con esta norma de mi conducta, una realidad que está muy metida en la entraña del Opus Dei, al
que con la gracia y la misericordia divinas me he dedicado completamente, para servir a la Iglesia Santa. No
me interesa ese tema, porque los cristianos gozáis de la más plena libertad, con la consecuente personal
responsabilidad, para intervenir como mejor os plazca en cuestiones de índole política, social, cultural,
etcétera, sin más límites que los que marca el Magisterio de la Iglesia (Amigos de Dios, 11)
“Nunca hablo de política. No pienso en el cometido de los cristianos en la tierra como en el brotar de una
corriente político-religiosa —sería una locura—, ni siquiera aunque tenga el buen propósito de infundir el
espíritu de Cristo en todas las actividades de los hombres. Lo que hay que meter en Dios es el corazón de
cada uno, sea quien sea. Procuremos hablar para cada cristiano, para que allí donde está —en circunstancias
que no dependen sólo de su posición en la Iglesia o en la vida civil, sino del resultado de las cambiantes
situaciones históricas—, sepa dar testimonio, con el ejemplo y con la palabra, de la fe que profesa”. (Es Cristo
que pasa, 183).
El Papa Benedicto XVI afirma que la doctrina social de la Iglesia responde a la dinámica de caridad recibida y
ofrecida y resume su función como el “anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad”. (Caritas in
veritate, n. 5)
El Papa Francisco explica la razón por la cuál la Iglesia expresa su parecer en los asuntos que afectan a la
comunidad mundial (Discurso del Santo Padre al cuerpo diplomático, 7 de enero de 2019), diciendo que es la
misión espiritual que Jesucristo dirigió a San Pedro y sus sucesores la que impulsa al Pontífice y a la Santa
Sede “a preocuparse por toda la familia humana y sus necesidades, incluso en el ámbito material y social” y
aclara que “la Santa Sede no busca interferir en la vida de los estados”, sino que observa “las problemáticas
que afectan a la humanidad”, para “ponerse al servicio del bien de todo ser humano” y “trabajar por favorecer
la edificación de sociedades pacíficas y reconciliadas”. Por este motivo, la Iglesia no puede quedar al margen
de las realidades humanas, e interviene con su doctrina para iluminar distintos aspectos de la sociedad.
La Iglesia desde su experiencia por el contacto con la gente y los pueblos, y desde su doctrina de fe apoyada
en una profunda reflexión, es un gran interlocutor, para defender y dar voz a los más débiles, a las naciones
pobres y al planeta amenazado por la crisis ecológica.
Viviendo la caridad —el Amor— se viven todas las virtudes humanas y sobrenaturales del cristiano, que
forman una unidad y que no se pueden reducir a enumeraciones exhaustivas. La caridad exige que se viva la
justicia, la solidaridad, la responsabilidad familiar y social, la pobreza, la alegría, la castidad, la amistad…”
(Conversaciones, 62)
“No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios. Todos hemos de hablar la misma lengua,
la que nos enseña nuestro Padre que está en los cielos: la lengua del diálogo de Jesús con su Padre, la
lengua que se habla con el corazón y con la cabeza, la que empleáis ahora vosotros en vuestra oración. La
lengua de las almas contemplativas, la de los hombres que son espirituales, porque se han dado cuenta de su
filiación divina. Una lengua que se manifiesta en mil mociones de la voluntad, en luces claras del
entendimiento, en afectos del corazón, en decisiones de vida recta, de bien, de contento, de paz” (Es Cristo
que pasa, n. 13)
“La Universidad no debe formar hombres que luego consuman egoístamente los beneficios alcanzados con
sus estudios, debe prepararles para una tarea de generosa ayuda al prójimo, de fraternidad cristiana.
Muchas veces esta solidaridad se queda en manifestaciones orales o escritas, cuando no en algaradas
estériles o dañosas: yo la solidaridad la mido por obras de servicio, y conozco miles de casos de estudiantes
españoles y de otros países, que han renunciado a construirse su pequeño mundo privado, dándose a los
demás mediante un trabajo profesional, que procuran hacer con perfección humana, en obras de enseñanza,
de asistencia, sociales, etc., con un espíritu siempre joven y lleno de alegría” (Conversaciones, n. 75)
“Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún
sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más
nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la
creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente
de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive,
y al progreso de toda la Humanidad” (Es Cristo que pasa, n. 47)
“Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por
aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo” Es Cristo que pasa,
n. 167.
https://opusdei.org/es/article/que-es-doctrina-social-iglesia-preguntas-fe-cristiana/