4-Capitulo 3. El Modelo Familiar...

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Tajer, D. (2020).

El modelo familiar moderno y sus alternativas actuales:


¿normalidad o normalización? En Psicoanálisis para todxs. Por una clínica
pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial. Buenos Aires: Topía
Editorial.

El modelo familiar moderno, sus alternativas actuales y los


nuevos desafíos1
La revolución industrial y la entrada a la modernidad, introdujeron
numerosos cambios en la vida cotidiana de lxs sujetxs, entre los cuales podemos
ubicar la conformación de un nuevo modo de agrupación familiar: la familia
nuclear. Esta familia conformada por solo dos adultxs (varón y mujer) cónyuges y
sus hijxs biológicxs fue un efecto de varios cambios que se produjeron en ese
momento. A modo de síntesis de los mismos, podemos señalar que la migración
del campo a la ciudad y la vida en la misma en unidades habitacionales más
pequeñas produjo un pasaje de la vida en familias extensas a familias más
pequeñas de solo dos generaciones unidas por lazos de alianza y sangre.
Este modo de vida, produjo un cambio en los modos de relación entre
patriarcado2 y vida familiar democratizando la relación entre los varones de un
mismo linaje que dejaron de estar sometidos al gran patriarca del grupo y pasaron
a ser pequeños patriarcas de su flamante familia nuclear. Este modo de vida en
familia ha tenido, como uno de sus efectos, una producción específica e histórica
de formas de la masculinidad y de la femineidad que ya hemos descrito. A fines
del siglo XIX y con este panorama socioafectivo ya consolidado hace su aparición
el psicoanálisis y toma este modo familiar a modo de “la familia”. Escenario
“natural” en el cual se desarrollarán las tramas que tomará como base para la
elaboración de sus contribuciones acerca de la constitución de la psicosexualidad
humana.
La llegada de esta disciplina y su definitiva instauración en el Río de la
Plata, entre las décadas del 40´ y del 50´, encontró a esta familia con un nuevo
ingrediente: la entrada a la misma vía el romance y el amor romántico. Y más

1
Este capítulo tiene como antecedente una presentación con el nombre de “El modelo familiar moderno y sus
alternativas actuales. ¿Normalidad o normalización? en el espacio del Foro de Psicoanálisis y Género de la
Asociación de Psicólogos de Buenos Aires el 29/09/11. Una primera versión del mismo se publicó como
Notas para una práctica psicoanalítica pospatriarcal y posheteronormativa. En “La crisis del Patriarcado”.
Topía Editorial. Cesar Hazaki (comp), 2012, 79-92.
2
Caracterizamos como patriarcado a un sistema de organización de las relaciones de poder entre los géneros
en el cual los varones tiene mayor poder social que las mujeres. Y que a su vez establece tanto un orden
jerárquico entre las generaciones, bajo el dominio de la figura del padre/ patriarca, como un ordenamiento de
las relaciones de poder de los varones entre sí (Connel R.W. 1997).
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recientemente a partir de los 60’/70’ con una expectativa de goce erótico al interior
de la pareja conyugal, lo cual también es una novedad de época.
Mucha agua ha pasado bajo el puente de las constituciones familiares
desde entonces hasta la actualidad que ameritan que, en este y en otros temas
nodales, nos tomemos el serio compromiso de tomar la obra de Freud como un
punto de partida y no de llegada (o dogma) para revisar lo que hoy hay que
recomponer para no ser aliadxs, incluso involuntariamente, de lo más conservador
de nuestra sociedad.
Y esto en psicoanálisis es un trabajo con sus dificultades específicas dado que
este corpus ha vinculado sus construcciones más nodales (edipo, la diferencia
sexual y su relación con la castración simbólica, y la psicosexualidad en general)
con formas históricas contingentes. Lo cual suele motivar que muchos intentos de
reformulación se topen con la angustia que les provoca la pregunta: ¿Qué quedará
del psicoanálisis y de ser psicoanalistas si revisamos incluso esos ejes nodales?
Cabe alertar que no hacerse esta pregunta por temor a la angustia que provoca no
resuelve los desafíos actuales con respecto a los modos de producción de
subjetividad y las formas que adoptan los vínculos afectivos, porque ¡“La nave (de
la familia) ya ha zarpado!
En este sentido, cabe asumir que los psicoanálisis que conocemos hasta hoy,
como toda disciplina humana, tiene la impronta histórica de sus condiciones de
aparición. Y en ese sentido hay que ubicarlo como lugar de trabajo para distinguir
lo que sigue vigente de lo que ha perdido vigencia por estar ligado a los
conocimientos, sentido común y formas de la normalidad de una época.
En los años 70 Juliet Mitchell en su libro “Psicoanálisis y Feminismo….” (1982),
presenta una hipótesis de trabajo que propulsó un viraje en la relación entre el
feminismo y el psicoanálisis en la década del 70. Hasta ese momento, la corriente
principal del feminismo y de las izquierdas en tanto movimientos críticos del siglo
XX, desconfiaban de esta “ciencia burguesa” que reenviaba a los y las
consultantes como resultado de “las curas” a una forma tolerable del malestar en
la cultura, pero de la cultura hegemónica. Esta autora, vira el enfoque al destacar
que se puede tomar al psicoanálisis como lugar de trabajo “para hacer de él un
muy buen dispositivo de análisis de la producción de padecimiento subjetivo de la
sociedad burguesa y patriarcal y no solo como reproductor de la misma”. En
consonancia con este planteo, el desafío actual se ubicaría en ver si podemos
hacer de este corpus un modo de abordaje del sufrimiento humano en la sociedad

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actual pero que no reenvíe hacia un supuesto equilibrio anterior sino que se
proyecte hacia lo post patriarcal, post heteronormativo y post colonial.
Para todo esto estamos partiendo de un planteo muy simple, pero no por eso de
poco valor para los desafíos actuales, que es el hecho que la familia “normal y
deseable del psicoanálisis”, base de la mayoría de los desarrollos teóricos y
herramientas prácticas, en la cual todo sucede es la familia de la modernidad, la
familia nuclear. Y sería muy interesante que nuestras intervenciones se tomaran el
trabajo de ser más creativas que sostenedoras del status quo.
Si nos tomamos el real trabajo de abrir la “cajita feliz” de la familia nuclear nos
encontrarnos con varios elementos de análisis a considerar:
• Que esa familia ha sido (y es) más un ideal social y una construcción
imaginaria que una realidad en la experiencia de vida de muchxs sujetxs.
Lxs cuales han vivido en la misma modernidad en gran parte en familias
extensas o las que hoy denominamos diversas3.
• Que se ha constituido en el modelo /ideal desde el cual se ha medido la
expectativa de felicidad /infelicidad en la modernidad tardía.
• Que a partir de que fue incorporando como base de entrada al matrimonio
al amor romántico4 (recordemos que en forma democrática esto ocurre
solo desde principios del siglo XX) se ha validado como una institución,
que legitima los vínculos amorosos heterosexuales y que ha hecho que el
parentesco funcione o califique solo si adopta las formas reconocidas de
familia. Lo cual nos hace llamar la atención acerca de cómo se asiste a los
momentos importantes de la vida con relaciones fuertes, pero que no
tienen nombre o no están legitimadas por quedar fuera del dispositivo
legitimado (Butler,2008).
• Que la heterosexualidad sobre la cual se basa la familia nuclear es una
heterosexualidad de dominio entre varones públicos y mujeres privadas. Y
por lo tanto no es la única heterosexualidad posible.

3
En una investigación que dirigí y que luego sería publicada en mi libro “Heridos corazones..” refiero lo que
aconteció al relevar los modos familiares de origen de lxs pacientes coronarios y no coronarios entrevistadxs
que en ese momento (1997-99) tenían entre 35 y 55 años. Encontramos que las familias nucleares eran para
lxs entrevistadxs de clase trabajadora una experiencia a lo sumo de una sola generación, pero que formaba
parte del ideal social desde el cual median sus prácticas reales.
4
Ubico esta diferencia porque previa a la entrada al matrimonio por amor, esta institución como vía de
constitución de la familia legitima no tenía aspiraciones de consagración de lo amoroso, sino sólo de lo
patrimonial, de la fuerza de trabajo y de lo reproductivo.
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Hasta ahí un estado al día de lo que han dicho los Estudios de Género en estos
últimos 50 años al respecto, nada nuevo para quienes provienen de este campo,
pero sí de gran novedad para la teoría y la clínica psicoanalítica que aún no ha
revisado suficientemente su corpus a la luz de estos conocimientos. Por lo tanto,
aún es necesario llamar la atención acerca de sus efectos vigentes en la vida
cotidiana y en la práctica clínica. En síntesis, que no sea nuevo a nivel de la
producción intelectual no implica que esté ya incorporado en los dispositivos
clínicos de la actualidad. Y me atrevo a arriesgar que lo novedoso estaría
precisamente ahí: en acercar la llegada de estas reflexiones a la práctica cotidiana
de nuestrxs colegas.
Y entiendo que es un momento con alta viabilidad de lograrlo, dado que existe una
gran cantidad de colegas que se están tomando muy en serio que deben dar
cuenta de los actuales modos de sufrimiento de lxs sujetxs que ya no viven todxs,
y ni aspiran a hacerlo, en configuraciones familiares nucleares, patriarcales y
heteronormadas. Pero lamentablemente, en términos generales, se enfrentan a
estos desafíos desde herramientas teórico - clínicas que consideran a los modos
patriarcales (y modernos) como únicos modos de organización del psiquismo. Y es
ahí donde radica uno de los mayores problemas clínicos en la actualidad: se está
a favor de la diversidad pero con el dogma paterno colándose como modelo de
normalidad por todos lados y fundamentalmente en los momentos fundantes del
psiquismo: la crianza de niñxs. Lo que he caracterizado recientemente como
homofobia sin homófobos, racismo sin racistas, o patriarcado sin machistas.

Hacía un nuevo horizonte: vivir en familia hoy, producción de subjetividad y


sus desafíos clínicos
Para esta tarea, tomo una frase que expresa con mucha claridad lo que quiero
destacar y que es necesario que tomemos como eje norteador del trabajo una y
otra vez:
“el Padre (es) una construcción histórica, solidaria de las formas
tradicionales del dominio masculino que asegura a los padres varones el
monopolio de la función simbólica” (sic). El fin de un padre, el del
patriarcado occidental, es el fin de un mundo, no el fin del mundo. Las
formas de devenir sujeto y el ejercicio de las funciones que participan en el
son históricas y constituyen el lugar de las relaciones de poder entre los
géneros. Y establecerá según este modelo lo esperable y lo no esperable
en la producción de subjetividades ‘normales’” (Tort, 2008).

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Siguiendo esta línea de pensamiento, es necesario hacer revisión de las
herramientas conceptuales de trabajo para que no nos pase el ser desde el
espíritu amigable a los cambios, pero desde lo profesional formar parte de la
“policía psicológica”, guardiana de la moral dominante. O bien, unx analista
políticamente correctx que no modifica teoría y clínica de acuerdo a su praxis.
Lo cual nos puede pasar si frente a los desafíos que implican las nuevas formas
familiares, incluyendo las producidas por sexualidades no heterosexuales o lo que
se denomina campo de la diversidad sexual, no nos ocupamos de implicarnos en
la producción de conocimientos necesarios para identificar y actuar frente a los
nuevos modos de aparición del dolor y de la felicidad e infelicidad humana.
Si optamos por esta última posición, nos daremos cuenta que como punto de
partida nuestras herramientas y teorías estén en muchos aspectos fraguadas
fundamentalmente para trabajar con los malestares y patologías de lxs sujetxs
conformadxs en el patriarcado y la heteronormatividad. Y que aún sin quererlo,
muchas veces estamos actuando como “Lecho de Procusto”: adaptando a lxs
sujetxs al dispositivo más que creando nuevas herramientas.
Es muy importante que tomemos esto como tarea, para que no nos ocurra que por
abstenernos de repensar frente a los nuevos desafíos, nos quedemos siendo lxs
guardianes de lo que en un momento fue vanguardia, y hoy puede convertirse en
reliquia.
De estos planteos se desprenden varios interrogantes y necesidades de
desarrollos específicos, para lo cual es deseable no escencializar lo que son
modos históricos de producción de sujetos deseantes al darles estatus de
invariantes transhistóricas.
En relación a la constitución de los deseos heterosexuales hoy, tenemos el
imperativo ético de identificar que con lo que nos encontramos no es con “la”
heterosexualidad, sino un tipo de heterosexualidad que es la producida en el
marco del patriarcado que implica una producción deseante en relación con la
diferencia desigualada. Incluyo además el pequeño detalle, de que aún estamos
en un régimen heteronormativo, con lo cual ser heterosexual es aún portar la
sexualidad adecuada. Sería muy interesante prestar atención a como pudiera
desarrollarse una heterosexualidad por fuera de la desigualación, la
predeterminación y la hegemonía.
Dicho esto, necesitamos identificar los siguientes ejes de trabajo:
a) Los relativos a la constitución del deseo heterosexual en mujeres, en el
marco de las relaciones patriarcales. Lo cual implica un amor no solo al que

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está del otro lado de la diferencia sexual, sino que incluye, relaciones de
género mediante, el amor al amo social y al que tiene más privilegios, de
los cuales ella no goza. Tal como veremos en el próximo capítulo, parte de
ese desafío esta relacionado con el trabajo psíquico que implica investir el
ser el “género devaluado”. Desear pertenecer al género devaluado le
imprime un trabajo específico al psiquismo de las mujeres que no es
capturado metapsicológicamente por la figura de la resolución edípica
tradicional que refiere que el gran trabajo femenino es el abandono del
primer objeto de amor que es hasta ahora la madre en los modos
generalizados de crianza que hasta ahora conocemos.
b) Los relativos a la constitución del deseo heterosexual en varones en el
marco de las relaciones patriarcales. Que implica un tipo de deseo
conformado en torno a ser el amo social. Con algunas tendencias que vale
la pena analizar no como “naturales” sino como producción histórica de
modos deseantes: la degradación de la vida erótica masculina destacada
por Freud (erótico con la prostituta, tierno con la mujer legitima) (Freud,
1910,12). Y dos aspectos sobre los que nos daba luz Silvia Bleichmar
(2005,2006): la erotización vía la relación entre varones de diferentes
generaciones y la masculinización vía la pasivización al varón mas grande
como parte de constitución de la masculinidad “hetero”. Por lo tanto la
necesidad ética de reformular la relación entre edipo y sexualidad
masculina de dominio mediante la incorporación de la interdicción en lxs
adultxs, fundamentalmente en los varones, del acceso a la sexualidad
infantil como modo de interdicción del abuso sexual infantil.

Lo cual implica dejar de dar a la organización edípica como garantizada de


antemano estructural o psicogenéticamente, sacándola del “relato histórico” de la
crianza en la familia nuclear. Para conferirle su real dimensión estructurante en
tanto triunfo de lo mejor de lo social sobre el egoísmo individual actuando como
interdictor de la imposición de la sexualidad adulta sobre la infantil y por lo tanto
como ordenador de las relaciones intergeneracionales y regulador de la
sexuación.
Lo cual implica entender de un modo más complejo, no escencialista y ligado a las
prácticas de crianza la conformación de los deseos (heterosexuales o diversos) en
sus formas históricas, pero no por eso menos reales que derivaran o no en la

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constitución de las nuevas familias basadas en parejas (hetero o diversas) o
monoparentales.
Y a la vez comenzar a ver cómo podemos pensar la constitución de modalidades
deseantes por fuera del modelo hegemónico heteronormativo, hasta ahora
necesario socialmente para poder garantizar la reproducción biológica de la
especie humana.
Y aquí debemos ubicar uno de los desafíos que los Estudios Queer5 le plantean a
los Estudios de Género6 en el campo de la subjetividad: dejar de pensar la
relación entre lo hetero/homoerótico con discontinuos. Pareciera a esta altura de
los acontecimientos que afirmar que la sexuación ubica a lxs sujetxs claramente y
para siempre de uno u otro lado de estas opciones sexuales no es tan indudable.
Y por su parte, los Estudios de Género deben seguir insistiendo a los Estudios
Queer, que en este viraje no debemos invisibilizar que las subjetividades sexuadas
actuales aún se constituyen en el marco de las asimetrías de poder entre los
géneros.
A modo de síntesis, podemos decir que es necesario que podamos pensar en
simultáneo cómo se constituyen los psiquismos en relación a:
- La diversidad de las prácticas de sexualidad
- Las aún relaciones asimétricas de poder entre los géneros
- Las relaciones entre los géneros que intentar fugar del paradigma patriarcal.
Con el objeto de poder escuchar a las otras formas de femineidades,
masculinidades y diversidades identitarias y sexuadas que están constituyéndose
y que no necesariamente están queriendo reproducir los estándares patriarcales y
heteronormativos. Fundamentalmente para no reenviarlos desde la
“psicopatología” al lugar desde el cual han decidido, enhorabuena, fugar.
En esta propuesta de actualización del psicoanálisis a los desafíos
contemporáneos, hay problemas más complejos que otros.
Uno de los problemas complejos, como fue mencionado con anterioridad, está
constituido por uno de los “núcleos duros” de este campo teórico que es el estatus
de la diferencia sexual en la constitución del psiquismo. Que consiste en sostener
que el reconocimiento de la diferencia sexual, en otras palabras la adquisición de
la representación psíquica de que existen solo dos posiciones en el deseo
(femenina o masculina) apuntaladas en las diferencias biológicas y que cada quien

5
Cuya raíz es el movimiento LGTTBI+ y trabaja académicamente en los estudios sobre la diversidad sexual e
identitaria
6
Que tiene su raíz es el feminismo académico y trabaja sobre la asimetría de poder entre varones y mujeres
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solo se puede ubicar en una de ellas, es la que habilitaría al infante humano al
atravesamiento por la castración simbólica y de este modo, su acceso al lenguaje
y a la ley.
Estas concepciones que continúan como nodales en el corpus son las que
impiden que desde el campo del psicoanálisis se pueda avanzar, por ejemplo, en
identificar cuáles son las realidades a las cuales se enfrentan por ejemplo lxs hijxs
de parejas gays o lesbianas desde sus escenarios concretos y no desde una
psicopatologización a priori de las formas de crianza de parejas y deseos de
parentalidad no basados ni convocados por “esa” diferencia.
Y en este sentido, entiendo que nuestra contribución debe ubicarse en identificar
cuáles son los problemas reales en la clínica que incluya el modo en el cual está
configurado lo metapsicológico de las nuevas configuraciones familiares existentes
hasta el momento.
Es un trabajo necesario de hacer aceptando con honestidad, que como punto de
partida contamos con una caja de herramientas para ayudar con el padecimiento
humano, que ha sido construida desde una perspectiva heteronormativa con una
naturalización del sexo y una escencialización del género. Por lo tanto, sabemos
aún muy poco acerca de cómo diagnosticar para desligar los aspectos de
producción de subjetividad, de los psicopatológicos para el campo de las prácticas
de la diversidad sexual e identitaria y para todos los modelos de lazos familiares
que difieren del modelo de la familia moderna fundamentalmente en lo que refiere
a la crianza. Y esto es parte de nuestro desafío actual.
En esa línea de sentido, otros de los conceptos a revisar son los de función
materna y función paterna. Se ha descripto a la primera como la capacidad de
sostenimiento, amparo y contención por parte de un adultx que permita la
integración psíquica del infante. Y a la segunda, como la que habilite la tolerancia
a la frustración, la singularización y la posibilidad de afrontar las dificultades de la
vida, o en otras palabras, el acceso a la cultura y al orden simbólico.
Claramente estas son funciones que deben ejercer quienes oficien de cuidadorxs
primarixs para propiciar el acompañamiento para la constitución de las instancias
psíquicas necesarias en la primera infancia. Pero que se las siga denominando
como funciones maternas y paternas y que estén divididas por género hace parte
de reflejar un estado histórico de las cosas correlativo a un modo de vida, que ha
sido la crianza en el marco de la familia nuclear durante la modernidad.
Hay muchxs que, advertidxs de estas marcas de época, señalan que estas
funciones son indiferentes al sexo biológico y al género de quien la ejecute. Pero

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considero aún así, que seguir llamándolas de este modo, hace que de alguna
manera se filtre como efecto normalización no intencional una idea/expectativa del
género “verdadero” de quien debe ejecutar esa función. De este modo estoy
diciendo, que más allá de los debates teóricos, me interesa ver el efecto práctico
que estas formulaciones adquieren en los dispositivos clínicos.
En este sentido, valoro el aporte de Leticia Glocer (2016) cuando plantea que
cuando se denomina función paterna a cortar la relación del hijx en tanto falo de la
madre para permitir que ingrese a la cultura, homologando paternidad con función
simbólica, se ubica a la madre en el terreno de la naturaleza, del déficit y del
campo narcisista. Se desconoce de este modo que la madre puede promover la
separación del hijo como deseo propio. Por estas y otras razones, propone llamar
a esta función como tercera. Señalando que seguir denominándola como paterna
es una forma de universalizar lo que es en realidad una operación simbólica atada
a un determinado tipo de sociedad y de ideología.
Del mismo modo, considero que seguir llamando función materna a la capacidad
de apego y sostén, opera de manera análoga. Con lo cual, habría que ponerle otro
nombre, o llamarla directamente: apego y sostén.
Y que estas funciones a su vez, deben ser puestas a jugar con miramientos
fundamentales desde estxs cuidadorxs hacia la infancia que son: la renuncia a la
apropiación del cuerpo del niñx como cuerpo de placer ilimitado, lo cual es
independiente de la identidad de género y la elección sexual del adultx en
cuestión, en virtud de la asimetría de poder y saber que constituye “el caldo
fundamental en el cual se genera la subjetividad” (Bleichmar, 2007)
Considero importante además dejar de hablar de la madre en singular para hablar
de maternidades en plural. Para poder acompañar a las mujeres en sus deseos o
no deseos de maternar en un momento histórico donde afortunadamente se
empieza a “derretir” la soldadura entre ser mujer y mandato de maternidad y en el
cual se puede comenzar a pensar la maternidad no como “algo” que suplirá de
modo sublimatorio la carencia de otra cosa que nunca se tendrá. Para poder
desarmar la idea bloque de que se tienen hijxs solo para suplir lo que no se es ni
se será, para poder empezar a escuchar y conceptualizar que también las mujeres
contemporáneas tienen la posibilidad y el deseo de trascender la propia vida y la
propia obra y dejar a otrxs: vida y enseñanza.
Todo esto en tensión de promover lo necesario para la producción del psiquismo
infantil en la crianza, pero no a costa del malestar en plus materno: la madre y el
niñx. Nunca la madre o el niñx. Y nunca el/la niñx a costa de la madre.

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Por otra parte, hay que abrir también el espectro para escuchar que no solo se
trata de presencia o ausencia de deseo de maternidad. En la actualidad
empezamos a identificar deseos de maternidad de “baja intensidad”. Mujeres que
identifican y lo pueden expresar si son escuchadas, que la maternidad es algo que
puede o no acontecer en sus vidas. Un deseo entre otros deseos posibles. Y a
veces, si se da en cierto marco y si no, prefieren que no ser madres. Es decir, no
de cualquier modo, ni a pesar de todo. Esto nos enfrenta a la necesidad de abrir
en los análisis la posibilidad de indagar sobre cómo se usará o no la capacidad
reproductiva en el lapso que esta acontece. No como destino, sino como
posibilidad. Un espacio para ver qué lugar tendrá o no, esa potencia del cuerpo.
Que pueda ser pensada.
Y también la reflexión acerca de que en las mujeres que “aman y trabajan” la
etapa de mayor “fertilidad” laboral/ intelectual coincide con la etapa de mayor
fertilidad reproductiva. Lo cual posiblemente redunde en que si se quiere
desarrollar ambos caminos, alguno de los dos no se dará posiblemente en el
momento de mayor potencia y fertilidad. Lo cual es importante que pueda ser
pensado y elegido.
Desde un psicoanálisis pospatriarcal, posheteronormativo y poscolonial es
importante revisitar muchos temas para traerlos a los desafíos contemporáneos de
sus coordenadas actuales. En este caso, la maternidad como un deseo entre
otros, como trabajo, como transformación del propio cuerpo. Como un intento de
trasvasar narcisismo para no morir inundada de amor propio.

Nuevas familias, nuevos desafíos


En los últimos años, ha habido nuevas producciones sobre la crianza en familias
que hoy denominamos diversas.
Un primer avance ha sido en relación a las familias ensambladas. Familias
constituidas luego de una primera o segunda unión de algunx de lxs cónyuges o
de ambxs. Panorama que se ha visto favorecido en nuestro país después del
cambio legal que en 1987 permitió el divorcio y la posibilidad de contraer nuevas
nupcias, lo cual hasta ese momento no era posible.
En nuestro medio, Irene Meler (2013), ha hecho una muy importante contribución
en este tema, incorporando la perspectiva de género.
En su trabajo, presenta las complejidades específicas de este tipo de familias,
mostrando también la heterogeneidad al interior de las mismas. Este análisis hace
hincapié en el modo en que la situación de las mujeres se ve favorecida o

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perjudicada en los nuevos arreglos familiares. En ese sentido, identifica que
muchos de los modelos en la práctica real están basados en la sobrecarga de las
mujeres y el desentendimiento de los varones como efecto de las marcas
específicas de las relaciones entre los géneros en el marco del patriarcado,
fundamentalmente en los períodos monoparentales luego del divorcio en el cual
muchas mujeres son las cuidadoras primarias y al mismo tiempo sostenedoras
económicas casi exclusivas del hogar. Luego ya en la consolidación de los nuevos
vínculos, otro de los aspectos identificados es la mayor carga de hostilidad de
varones hacía hijxs no propixs, que de las mujeres en igual condición.
Otro aspecto identificado es el de imposición-transgresión, conformada por una
combinación entre autoritarismo y contravención, derivada de una falta de acuerdo
acerca de las normas que deben regir el hogar. Esto está basado en situaciones
donde el poder está a cargo del varón y la mujer “supuestamente” acata esta
situación, pero hace alianzas clandestinas con lxs hijxs de su primer matrimonio,
desde las que contraría las disposiciones de su actual marido. Esta distinción fina
de detalle que señala Meler, la he observado en otros modelos de familias como
estrategia de no confrontación de las mujeres con varones a los que consideran,
en términos generales o en algunos rasgos, autoritarios o patriarcales. Prefieren, a
modo de estrategia para poder estar en pareja en el aún vigente patriarcado, evitar
el conflicto, fingir que supuestamente acatan normas que no comparten y hacen
alianzas clandestinas, pero más democráticas, también con hijxs comunes.
Lo que puede dar como efecto un modelo de imposición-trasgresión con efectos
clínicos. Pero es importante que sea registrado como estrategias de supervivencia
y marcas psíquicas de la impronta patriarcal al interior de los vínculos
heterosexuales de dominio y no meramente en su vertiente de ruptura del pacto
de transparencia y confianza con quien en realidad no hay paridad para pactar.
Uno de los hallazgos en lo que refiere al parentesco muestra como al estudiar
estas familias se identifica la crisis de la consanguineidad y la alianza y la
valoración de las afinidades, que permite la consecución de un vínculo con un ex
suegrx o cuñadx luego de un divorcio cuando se han creado lazos afectivos a los
cuales se ha decidido no renunciar. Aún cuando valora el avance de los lazos por
afinidad, la autora se pregunta si de seguir avanzando esta tendencia hará que el
futuro vaya hacia la arbitrariedad o el abandono en momentos de mayor necesidad
de amparo como la vejez o si permitirá fundar nuevos lazos de solidaridad genuina
frente a los requerimientos de cuidados que implica la vulnerabilidad humana.

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Llama la atención sobre un tema nodal: la tensión entre las necesidades de lxs
niñxs para quienes las relaciones de apego y la continuidad de los vínculos es de
gran importancia y los deseos de lxs adultxs que valoran la sexualidad pasional y
el éxito individual, lo cual lxs lleva a la disolución y búsqueda de nuevas parejas en
aras de conseguirla cuando ya no existe en el vínculo que tienen. Tema que a mi
entender atraviesa como una de las tensiones contemporáneas más importantes
entre las relaciones de pareja y las relaciones de crianza y parentalidad.
Más recientemente, han comenzado a aparecer trabajos sobre familias
homoparentales, así como trabajos con familias de diferente conformación que
recurren por alguna razón a la reproducción asistida. En este último caso, sea cual
fuera el marco de parentalidad, la intervención médica separa concepción de acto
sexual. Y además, cuando se suma la inclusión de gametas, esperma u óvulo
externos incluye el material biológico y genético de unx donante, todas están
nuevas prácticas ameritan que indaguemos los desarrollos específicos en relación
a sus modos de procesamiento psíquico de cada una de estas situaciones aún
cuando se den combinadas. El modo de procesamiento que se produce en la
persona y/o pareja dispuesta a gestar y luego, en el psiquismo infantil.
Dado que mi trabajo clínico es fundamentalmente con adultxs y adolescentes, me
ha tocado acompañar diferentes situaciones de estas características en quienes
tienen deseo de ahijar. Los efectos en los psiquismos infantiles los he podido
acompañar en el marco de supervisiones clínicas a colegas que trabajan con
niñxs.
En mi propia práctica, he recibido parejas heterosexuales con donación de
esperma y otras de óvulos y mujeres solas y parejas lésbicas con donación de
esperma. Hasta aquí mi experiencia. He escuchado las fantasías acerca de esx
tercerx que aporta su material genético. Fantasías de ajenidad, de extrañeza, de
agradecimiento y de extracción de dividendos de clase, tomando en cuenta que al
igual que en las adopciones, la dirección de la vía es de niñez o material genético
que aportan los sectores más desposeídos a los deseos de parentalidad de los
sectores más acomodados. Pero no solo es apropiación de clase, sino que los
sectores populares que “aportan” hijxs para la adopción y material genético para la
transferencia fundamentalmente de óvulos, aparecen con sus rasgos de clase
racializada en estxs hijxs cuidadxs por los sectores más acomodados. Y confronta
de este modo con la necesidad de investir una cría humana que no se le parece a
quien cría, lo cual implica un trabajo subjetivo específico y una posible
discriminación en las grupalidades escolares altamente segmentadas por clase de

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Tajer, D. (2020). El modelo familiar moderno y sus alternativas actuales:
¿normalidad o normalización? En Psicoanálisis para todxs. Por una clínica
pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial. Buenos Aires: Topía
Editorial.
nuestro país en la actualidad. Lo cual también aparece en las adopciones
internacionales.
Todos estos deseos con su conflictividad específica necesitan ser abordados
clínicamente desde sostener el investir con deseo esa posibilidad desde la
voluntad procreacional de con quién o de qué modo se ha decidido procrear, más
allá del modo. Lo cual permite armar una escena de recepción del/x infante a
advenir (en caso de fertilización) y de recepción amorosa del/a ya existente, en
caso de adopción.
Quiero compartir aquí el trabajo de la colega analista infantil Graciela Woloski
(2016) que plantea un ejemplo en la conformación de una teoría sexual infantil en
una niña concebida por reproducción asistida. Ella nos recuerda que más allá del
modo de concepción, estas teorías siempre tienen como función darse alguna
respuesta frente a la incógnita del deseo inconsciente del otrx. En la situación de
esta niña, aparece una formulación frente a la explicación que le han dado acerca
de su concepción: “antes de estar en la panza de mi mamá estuve en un hornito”.
Valoro también su aporte en el análisis de un niño criado en el marco de una
monoparentalidad homosexual masculina (Woloski, 2011,12), en la cual la autora
analiza el modo en el cual el refugio en una vida de ficción, le sirve al niño de
soporte simbólico para sobrellevar la falta de un apego constante. Esto debido a
que en su historia particular fue criado por un papá con modelo tradicional de
proveedor y los cuidados primarios fueron realizados por el compañero del padre,
que luego de una separación fue privado del contacto con el niño, y esos cuidados
fueron continuados por una empleada doméstica. Este trabajo permite identificar
una situación específica en la cual se incluyen: la elección erótica del progenitor,
su posición genérica (en este caso masculinidad tradicional) que colaboró a que
no haya asumido él mayoritariamente la función de apego y sostén, los avatares
de pareja y su labilidad y también la especificidad de que quien cuida
primariamente, luego de la distancia con el primer cuidador, sea alguien que
cumple esa función mediada por un contrato laboral. Es un trabajo que muestra
algo que quiero transmitir como idea fuerza: la importancia de pensar las prácticas
reales y no detenernos en especulaciones metafísicas.
Otra cuestión que me parece importante poner en consideración es la tensión
entre el valor de lo genético y la voluntad procreacional. Hace unos cuantos años
fui a dar una clase a colegas del área de salud mental de la Sociedad de Medicina
Reproductiva7. En ese espacio me hicieron una pregunta que en nuestro país

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Agradezco a la colega Silvia Jadur por la invitación
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Tajer, D. (2020). El modelo familiar moderno y sus alternativas actuales:
¿normalidad o normalización? En Psicoanálisis para todxs. Por una clínica
pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial. Buenos Aires: Topía
Editorial.
adquiere una dimensión específica: ¿Porqué le damos un valor importante al
análisis genético en el caso de los hijxs o nietxs apropiadxs en la dictadura del 76
y al mismo tiempo hablamos de la voluntad procreacional mas allá de la carga
genética en el caso de la reproducción asistida? En otras palabras: ¿Cuál es la
“verdad”? ¿La genética o la crianza? Frente a esta fuerte interpelación, pudimos
pensar en conjunto que no hay una sola respuesta a esa pregunta y la misma
formulada como dilema elude una realidad atroz que es la apropiación. En este
caso, la genética es solo una herramienta, no una verdad última, que permite
rearmar nuevamente de un modo posible familias que fueron expropiadas de su
voluntad procreacional.
Por su parte, Patricia Porchat (2019) nos plantea la importancia de que el
dispositivo psicoanalítico colabore a darle inteligibilidad a lxs niños de familias
“abyectas”8, las cuales al ser consideradas al margen de la sociedad y sobre las
cuales abundan los prejuicios, son comúnmente encaminadas por la escuela, lxs
médicxs o el trabajo social al dispositivo “psi”. Y también colaborar a que lxs
adultxs que decidieron formar estas familias puedan sostener la resistencia a las
normas dominantes. Para lo cual, hay que estar culturalmente preparado. Y esta
es una de las razones por las cuales muchxs analizandxs traducen esta necesidad
pidiendo terapeutas con perspectiva de género. Y tienen razón aún cuando cause
escozor en muchxs colegas.
Otro aporte de mucho valor que nos trae esta autora es acerca de la necesidad de
colaborar a construir una novela familiar no tradicional para estas familias forjando
su propia historia de minoría. Lo cual es un paso lógico previo a poder trabajar con
la novela familiar de lxs niñxs de esta familia en tanto dispositivo que permite el
desasimiento de la autoridad familiar, tal como nos propuso Freud (1908). Esta
novela familiar no tradicional se arma con las ideas y fantasmas de padre, madre,
genitor, donante, etc. permitiendo que se desarrolle la imaginación personal y
familiar. Es después de armada esta novela familiar no tradicional activada por el
análisis que se puede recorrer el camino para confrontar con la generación
parental y separarse de ella.

A modo de reflexión final


Si entendemos parentesco como un conjunto de prácticas que establecen
relaciones de varios tipos que negocian la reproducción de la vida y las demandas

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Termino utilizado por Judith Butler para hablar de lo rechazado, lo que no se le da carácter de humano

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Tajer, D. (2020). El modelo familiar moderno y sus alternativas actuales:
¿normalidad o normalización? En Psicoanálisis para todxs. Por una clínica
pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial. Buenos Aires: Topía
Editorial.
de la muerte, entonces las practicas de parentesco son aquellas que emergen
para dirigir las formas fundamentales de la dependencia humana, que pueden
incluir el nacimiento, la crianza de niñxs, las relaciones de dependencia y apoyo
emocional, los vínculos de generaciones, la enfermedad, el fallecimiento y la
muerte (por citar algunas) (Butler,2009). Tomo esta cita de Butler que también
toma Porchat, para hacer hincapié en la necesidad de cuidado de lxs demás que
implica el vínculo familiar, dada las dependencias afectivas y la necesidad de
protección y cuidados necesarios en ciertas etapas de la vida: la infancia y la
vejez, pero también en la enfermedad, la discapacidad, la vulnerabilidad y la
tristeza que pueden acontecer a cualquier edad.
Y entiendo que es necesario que utilicemos nuestro mejor saber para poner
palabras que validen subjetivamente los modos actuales en los cuales las
personas están (y estamos) configurando las relaciones familiares en tanto
necesidad de mutua protección frente a la vulnerabilidad humana.

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