Homilía Domingo 19 Del Tiempo Ordinario

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Homilía 19 del Tiempo Ordinario

Este domingo el evangelio nos sigue proponiendo que nuestra vida debe estar angustiada por
los tesoros y poderes de este mundo, sino que debe orientarse hacia el Reino es por ello que
Jesús nos recuerda “tú Padre ha tenido a bien darte el Reino” ¿nos sentimos herederos del reino?
O todavía seguimos pensando que lo único que cuenta es lo que vivo y disfruto en este mundo
viviendo como si Dios no existiera.
La vida no depende de lo que tenemos, nos recordaba el evangelio la semana pasada. Esta
semana nos dice que tenemos que estar alertas, que no debemos desmayar ni adormitarnos, que
en cualquier momento puede venir el Señor a buscarnos y ante ello ¿estamos preparados? O nos
hemos acomodado, haciéndonos los despistados, como si el Señor no se fuese a dar cuenta. Una
vez un niño estaba jugando metras con sus amigos y llegó la maestra de religión y les preguntó
¿si hoy fuese el último día de tu vida qué harías? Juan le dijo que él tenía que pedir perdón a sus
padres porque en la mañana les había tratado mal, Pedro le dijo que tenía que abrazar a su mamá
quien se encontraba triste y el haciéndose el duro pasó por su lado como si nada; Ernesto le dijo
que el se tenía que reconciliar con su hermano con quien había peleado; pero había uno,
Santiago, el seguía tratando de meter la metra en el hoyo y la maestra le preguntó: ¿Santiago y tú
que harías? El la miró y le dijo, maestra yo seguiría jugando metra, porque todo lo demás lo he
hecho en el momento que debía.
Esta historia que les he relatado es un vivo ejemplo de lo que significa estar atento, estar
alerta, para que el Señor no, nos encuentre despistado. “estén listos, con la túnica puesta y las
lámparas encendidas” velar, hasta que llegue el momento de salir al encuentro del Señor. Jesús
nos llama la atención a cada momento, para que no caigamos en la tentación de perdernos, allí
esa invitación estar con las lámparas encendidas y la vestidos, significa que nuestra vida se debe
ir preparando constantemente para ese retorno definitivo a la casa del Padre, para ello la oración
debe ser fundamental, no podemos abandonar nuestra relación con Dios, no debemos dejarnos
llevar por la tentación, no podemos abandonar a aquel que nos constituye herederos del Reino.
Estar despierto es otro verbo que encontramos en el evangelio de hoy, Pedro en su carta dice
“estén alertas que el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar” que nos agarre
dormidos, vacilantes en la fe, débiles en la oración; es por ello, que la invitación de Jesús se hace
tan repetitiva: estén alerta, estén preparados, estén vestidos, tengan las lámparas encendidas,
estén en vela… y para ello nos da otro ejemplo “si un padre de familia supiera a qué hora va a
llegar el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa” sin
embargo recordemos que nosotros no sabemos a qué hora va a venir el Señor, es por ello que
debemos estar más atentos que nunca.
Ya nosotros podemos decir que hemos sido alertados, no podemos pensar que nos podemos
excusar, debemos ser consecuentes con lo que se nos ha dicho y estar atentos, estar alertas. En la
vida se suelen suscitar muchas cosas y como dice el refrán popular “camarón que se duerme se lo
lleva la corriente” no podemos quedarnos dormidos recordemos que “al que mucho se le da, se le
exigirá mucho” y a nosotros el Señor nos ha dado mucho, desde la vida hasta el Reino, qué más
podemos pedir. No olvidemos tener nuestras cuentas saldadas, no olvidemos que la
reconciliación es una acción de fe que nos hace reconocer nuestro pecado y que nos lleva a
reconocer la Gracia de Dios, no dejemos pasar por alto la oportunidad de mostrarnos
misericordiosos con los otros, para que cuando venga el Señor nos encuentre con la túnica puesta
y la lámpara encendida, no dejemos que nuestro cuerpo se enfríe por el pecado y la tentación,
luchemos para alcanzar el Reino que Dios ha prometido a cada uno de nosotros.
Que María nuestra Madre del Cielo, nos ayude a siempre estar atenta a las cosas de Dios, que
ella como Madre diligente nos enseñe ese modo de ser y de acercarnos al Señor, para que cuando
vuelva en la majestad de su gloria nos encuentre preparados para tomar posesión del Reino que
el mismo ha preparado para cada uno de nosotros, amén.

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