La Revolución Gloriosa
La Revolución Gloriosa
La Revolución Gloriosa
CAUSAS:
1. Descontento con el rey Jacobo II: Uno de los principales factores que condujo a la
Revolución Gloriosa fue el descontento generalizado con el rey Jacobo II. Jacobo era
católico en un país predominantemente protestante y promovió políticas religiosas que
generaron desconfianza y hostilidad entre la mayoría de la población. Muchos temían que
su reinado favoreciera el catolicismo y socavara los derechos y privilegios de los
protestantes.
2. Temor a una monarquía absoluta: Durante el reinado de Jacobo II, hubo un claro intento
de establecer una monarquía absoluta, en la que el rey gobernara sin restricciones
parlamentarias. Esto preocupaba a aquellos que defendían la primacía del Parlamento y
los derechos individuales. La lucha por los derechos y la limitación del poder monárquico
era un tema central en la historia política de Inglaterra, y la postura autoritaria de Jacobo II
intensificó estas preocupaciones.
3. Nacimiento de un heredero católico: La situación se volvió aún más tensa cuando Jacobo
II y su esposa, María de Módena, tuvieron un hijo en junio de 1688. Este hecho significaba
que el próximo monarca sería criado como católico, lo que llevó a muchos a temer que
Inglaterra permanecería bajo el dominio católico durante generaciones. Este evento fue un
punto de inflexión en el descontento y aceleró los esfuerzos para encontrar una alternativa
al reinado de Jacobo II.
3. Debilitamiento del apoyo a Jacobo II: A medida que el ejército de Guillermo de Orange
se acercaba a Londres, el apoyo a Jacobo II se desmoronó rápidamente. Muchos de sus
funcionarios y líderes militares clave desertaron o se unieron al bando de Guillermo.
Además, la percepción de que Jacobo II estaba dispuesto a utilizar la fuerza para imponer
su autoridad, como se evidenció en el despido de altos mandos militares protestantes,
alienó aún más a la población.
4. Abdicación de Jacobo II: Ante la falta de apoyo y el avance imparable del ejército de
Guillermo, Jacobo II decidió huir del país. En diciembre de 1688, abandonó Londres y
buscó refugio en Francia bajo la protección de su aliado, el rey Luis XIV. Esta abdicación
no fue violenta y no hubo derramamiento de sangre directo.