Bibliodiversidad, Modelo Editorial en Chile

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“BIBLIODIVERSIDAD Y GÉNERO EN AMÉRICA LATINA:

EL VALIOSO MODELO DE LA EDITORIAL CUARTO


PROPIO EN CHILE”
Nancy Tille-Victorica
Armstrong State University, Department of Languages
Literature & Philosophy, 11935 Abercorn Street, Savannah, GA, 31419

Varios estudios sociológicos recientes han analizado la esfera cultural


de la transición política chilena desde su dimensión editorial ya que, con el
retorno a la democracia y en nuestra época de consumo masivo, el paisaje
editorial chileno ha conocido cambios significativos en las últimas décadas.
Estos trabajos se han enfocado principalmente en examinar las funciones
y la realidad actual de las editoriales independientes en su conjunto, así
como en estudiar sus agrupamientos a nivel nacional e internacional.1
Una de las conclusiones principales de estas investigaciones es que la
movilización y los esfuerzos de asociación de los editores independientes
chilenos corresponden a una estrategia de resistencia colectiva necesaria
para la preservación de la diversidad cultural nacional frente al fenómeno
de la globalización editorial. Otros han investigado, desde la perspectiva
de los estudios culturales, varios proyectos editoriales alternativos tales
como el fenómeno cartonero, la auto-publicación, y los libros-objeto.2 Es-
tos estudios subrayan la aparición de varios de estos proyectos como actos
de resistencia bajo dictadura y los identifican hoy en día como defensores
de la bibliodiversidad y promotores de una transformación del consumo
cultural.3 No obstante, no se han examinado en mi experiencia el signifi-
cado y los aportes de la única editorial independiente chilena fundada y
dirigida por y para la mujer bajo dictadura y que sigue publicando hoy en
día de manera exitosa obras generalmente relacionadas con la temática de
género.4 Los lectores que como yo enseñan e investigan literatura, cultura
y género en Latinoamérica seguramente habrán leído y apreciado textos
publicados por la editorial Cuarto Propio ya que ésta, como menciona Jane
Griffin en su estudio reciente del panorama editorial chileno, ha jugado
un papel fundamental en abrir el mercado literario a las mujeres y se ha
convertido en uno de los productores de literatura y de estudios intelec-
tuales más importantes en el periodo de la postransición (Labor 40). Cabe
señalar también que varias universidades chilenas inauguraron sus cen-
tros y programas de estudios de género en los años noventa y que con sus
publicaciones, Cuarto Propio ha contribuido de manera significativa a la
transmisión y difusión de saberes interdisciplinarios de género producidos
por la comunidad académica chilena e internacional.5


C 2017 Southeastern Council on Latin American Studies and Wiley Periodicals, Inc.

DOI: 10.1111/tla.12104 93
The Latin Americanist, March 2017

Fundada y dirigida por Marisol Vera, esta editorial independiente, cuyo


nombre se basa en el famoso ensayo de la escritora y feminista británica
Virginia Woolf, ha facilitado, desde su fundación en 1984, la difusión y cir-
culación de lecturas, ideas y teorías en y desde América Latina, de manera
paralela y contracorriente a la de los modelos editoriales dominantes que
refuerzan visiones hegemónicas, especialmente sobre género, y que son
controlados exclusivamente por el mercado.
Al igual que Lea Fletcher en Argentina, directora de la revista y edi-
torial Feminaria desde su fundación en 1988 hasta su cierre en el 2008, y
la teórica cultural franco-chilena Nelly Richard, fundadora de la Revista
de Crítica Cultural que se publicó entre 1990 y 2008, se puede considerar a
Vera como una importante “mediadora cultural.” En su reflexión sobre las
maneras en que las identidades de género se insertan en el panorama de
las relaciones culturales Norte-Sur, Francine Masiello explica que “tanto
Feminaria como Revista de Crítica Cultural trascienden las fuentes teóricas
procedentes del Norte al llamar la atención sobre una estética marcada por
el género sexual, y al buscar los elementos específicos del arte que se re-
sisten a los efectos de la globalización” (760). Esta voluntad de interrumpir
los modos de representación y de distribución de imágenes hegemónicas
del Otro, especialmente la mujer, ha sido también uno de los objetivos prin-
cipales de Cuarto Propio. En el Congreso Internacional de la Asociación de
Estudios Latinoamericanos en el 2013, Vera describió su proyecto editorial
de la manera siguiente: “En los casi 30 años desde la fundación de Cuarto
Propio, la tarea ha sido y sigue siendo la de abrir brechas, indagando en
los intersticios de un pensamiento hegemónico aparentemente monolítico,
excluyente y restrictivo; proponer otras miradas y nuevos lenguajes para
dar cuenta de la amplitud de este mundo que no cabe en un canon” (187).
Ahora bien, aunque la labor editorial y el alcance de Cuarto Propio, cuyo
catálogo hoy en día comprende alrededor de 500 títulos vivos incluyendo
colecciones de narrativa, poesía, ensayos, artes escénicas y libros infantiles,
difieren bastante de los de las dos revistas antes mencionadas, este trabajo
se ocupará de reflexionar sobre sus aspectos comunes, o sea la función
que tiene Cuarto Propio en fomentar el diálogo y promover la circulación
de ideas, teorías y literaturas, especialmente sobre género, entre varias es-
feras de habla hispana locales y regionales que confían en el valor cultural
de los libros. Se explorarán entonces algunas de las estrategias que no
sólo le permitieron a Cuarto Propio adaptarse a los cambios importantes
que ocurrieron en el mundo editorial y cultural chileno desde 1984, sino
también seguir descubriendo y difundiendo una literatura local dentro un
contexto de dominación de grandes grupos económicos que se enfocan
principalmente en el valor comercial de los libros. Cabe mencionar que
varias editoriales independientes en Chile tales como LOM, Dolmen y
Cuatro Vientos, se han dedicado, al igual que y en asociación con Cuarto
Propio, a promover la bibliodiversidad y a ofrecer a sus lectores expe-
riencias de lecturas alternativas a las de la literatura popular empujada
por los grandes grupos transnacionales.6 No obstante, al permanecer fiel

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a su compromiso inicial de ser una editorial de y para mujeres, así como


a luchar de manera activa durante y después de la dictadura como agente
de la bibliodiversidad defendiendo la pluralidad cultural de las publi-
caciones, el acceso a los libros, y el equilibrio entre el sector editorial y
las políticas estatales a nivel local, regional y global, Marisol Vera y su
equipo en Cuarto Propio, se destacan como importantes líderes culturales
y feministas en Latinoamérica.

Contexto histórico y fundación de Cuarto Propio


A modo de introducción, es importante recordar brevemente el con-
texto social y político en el cual apareció, se desarrolló y sigue existiendo
Cuarto Propio. En La historia del libro en Chile, Bernardo Subercaseaux ex-
plica que mientras el gobierno socialista de Salvador Allende le otorgó
al Estado el papel de “agente cultural” entre 1970 y 1973, nacionalizando
la editorial Zig-Zag (una de las editoriales chilenas más importantes),
renombrándola Quimantú en 1971, y llevando a cabo “una masificación
del libro inédita en el país” en los dos años siguientes (185), la dictadura
militar, encabezada por Augusto Pinochet, estableció el Estado como “cen-
sor cultural” e impuso, después del golpe de 1973, una serie de acciones
represivas y de cambios económicos drásticos que llevaron a una regresión
significativa y durable de la cultura del libro y de la lectura en todo el país
(Griffin Labor 5). Con respeto a la industria del libro, Subercaseaux divide
el periodo de represión dictatorial en tres etapas. Entre 1973 y 1976, el
gobierno militar recurrió a operaciones violentas incluyendo entre otras
el allanamiento y la toma total de control de la editorial estatal Quimantú
en 1973, transformándola en Editora Nacional Gabriela Mistral, la perse-
cución de varios escritores y artistas considerados subversivos, y la requisa
y destrucción de libros juzgados sediciosos en bodegas y bibliotecas pri-
vadas. Desde 1976 hasta junio de 1983, las restricciones se dieron “a través
de controles político-burocráticos” con la instauración de bandos y decre-
tos para reglamentar la censura previa.7 Asimismo en 1976 el gobierno
militar privatizó la editorial estatal e implementó un Impuesto al Valor
Agregado de 20% a la venta de libros en 1976.8 Entre 1973 y 1981, más
de 34 librerías cerraron o cambiaron de dueño en Santiago, mientras que
en Valparaíso 10 de las 15 que existían desaparecieron (210). Finalmente
desde 1983 en adelante y en parte gracias a las nuevas políticas neolib-
erales impuestas por la dictadura y al auge de la cultura de masa, se
inició la internacionalización del sector editorial con las editoriales con-
solidadas que “no sólo no publicaban textos de contenido crítico hacía el
régimen, sino que por principio no editaban géneros que no se atuvieran a
la máxima de la optimización de beneficios” (Mertin y Schwermann 33).9
En este nuevo contexto económico que fomentaba el autofinanciamiento y
limitaba la protección del Estado, la mayoría de las editoriales nacionales
y transnacionales empezaron a recurrir de manera sistemática a criterios
de marketing y de selección que privilegiaban la notoriedad del autor o
el potencial de un libro para entretener a las masas antes que su valor

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literario o artístico para maximizar las ganancias y “con el propósito ex-


plícito de situar al libro entre los productos de consumo masivo” (Suber-
caseaux 214). Como Néstor García Canclini explica, el negocio de produc-
tos denominados culturales, tales como los libros, es problemático ya que
éstos, además de tener un valor de uso y de cambio como cualquier pro-
ducto de consumo masivo, son bienes que encierran un valor simbólico
que predomina sobre su valor utilitario y mercantile (42). En ese sentido,
las editoriales independientes como Cuarto Propio siguen ofreciendo cir-
cuitos independientes dentro del mercado para la producción, circulación
y el reconocimiento del valor símbolico de los bienes culturales.
Es preciso reconocer también que el mundo literario chileno, dirigido
entonces por hombres, no le otorgaba mucha importancia a la literatura
femenina, considerándola una literatura de segunda clase, una situación
prevaleciente en los países latinoamericanos, independientemente del
régimen político vigente. Gisela Norat explica que las obras de las es-
critoras chilenas generalmente no se incluían en el canon literario nacional
y se aseguraba así su exclusión de la literatura principal (135). Mientras
Gabriela Mistral e Isabel Allende podrían considerarse como excepciones
a esta tendencia, Norat añade que en realidad su obra fue reconocida por
el canon porque entra en los parámetros previsibles de la literatura escrita
por mujeres. Además ninguna de las dos escritoras planteó un desafío al
canon de su tiempo (135). Aunque la (auto-)censura impuesta por la dic-
tadura y las nuevas políticas neoliberales limitaron la publicación de obras
en general, el número de publicaciones de obras escritas por mujeres fue
especialmente bajo durante estos años. Esto no significa que las mujeres
no escribieran, sino que había pocas posibilidades de publicar en Chile y
muchas recurrieron a modos alternativos, tales como la auto-publicación
y, en algunos casos, la publicación fuera del país.10 Según Griffin, la auto-
publicación es uno de los únicos espacios donde se pueden encontrar hoy
en día los primeros textos de autores e intelectuales chilenos famosos, in-
cluso escritoras tales como Diamela Eltit, Ana María del Río, Pía Barros y
Carmen Berenguer (Labor 6). Para ejemplificar la escasez de obras escritas
por mujeres que fueron publicadas y el desdén hacía las escritoras chile-
nas en esta época, cabe señalar que en la lista de los supuestos 15 libros
más importantes de la década 1973–83 organizada por la Feria Chilena
del Libro y publicada en todos los diarios de Santiago en mayo de 1983
sólo se nombraron obras escritas por hombres, incluso El día decisivo (1979)
de Augusto Pinochet.11 Estas actitudes frente a la literatura escrita por
mujeres eran en parte un reflejo de los valores tradicionales dictados por
el régimen militar, especialmente en términos de la estructura familiar y
los papeles de género. En efecto, la familia y la maternidad fueron insti-
tuciones de gran importancia simbólica durante la dictadura y el régimen
militar exaltó a la mujer como esposa y madre para normativizar el modelo
tradicional de la familia nuclear (Green 4).
Es en este contexto represivo que Marisol Vera fundó su editorial en
1984 bajo el nombre Editorial de Mujeres Cuarto Propio. Vera, quien

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estudió economía en Chile y Estados Unidos y vivió unos años en Suiza,


se unió, tras regresar a Chile en los años setenta, a la resistencia política
y cultural clandestina que empezó poco después del golpe militar. Este
activismo la llevó a la actividad editorial y a participar, desde 1982 y bajo
el paraguas de una empresa gráfica comercial, a la producción de publica-
ciones clandestinas de análisis político y al Fortín Mapocho, un importante
periódico de oposición en dictadura (Mertin y Schwermann 34). Influenci-
ada en parte por el trabajo del famoso grupo Colectivo de Acciones de Arte
(CADA) activo desde el final de los años setenta, y por las perspectivas
y obras de Diamela Eltit, Carmen Berenguer y de la crítica cultural Nelly
Richard, Vera lanzó su editorial independiente. Según ella, estas artistas e
intelectuales, entre otras, la ayudaron a definir la tarea principal de Cuarto
Propio, o sea “recoger y difundir la obra creativa y de reflexión crítica
desde y hacia la mujer, y por supuesto, de quienes de distintos géneros
estaban construyendo a articular un nuevo mapa de sentidos, desafiando
el (des)orden constituido” (190–91).
Cuarto Propio publicó, bajo dictadura, varias obras poéticas, narrativas
y teóricas que cuestionan y desafían modelos patriarcales de la creación
literaria femenina. En el ámbito de la poesía, se destacan el poemario de
Carmen Berenguer, A media asta (1988), en que la poeta chilena “desarrolla
un lenguaje de protesta que vincula el cuerpo privado con el cuerpo social
agredido” (Castro n. pag.), el provocador primer libro de Marilú Urriola
Piedras rodantes (1988) cuyo título se refiere a “la poesía de la mujer como
‘bola huacha’, rodando, cayendo e ironizando el devenir de su escritura
en respuesta a lo escrito desde la condición de mujer” (C. Rojas n. pag.),
los poemarios La estrella de Arcadia (1988) de Marisol Moreno del Canto
y Más allá del umbral (1988) de Ana Cáceres, así como dos números de la
colección cuadernos Mujer y límites sobre poesía.12 En cuanto a la narra-
tiva, cabe señalar las novelas Vesania (1988) de Cecilia Casanova y Salir
(La Balsa) (1989) de Guadalupe Santa Cruz que propone, según Cecilia
Ojeda, “la construcción de una identidad femenina que no participa de
una lógica jerárquica de oposiciones” (3). Finalmente, las obras teóricas
incluyen entre otras una reedición de Ser política en Chile (1990), uno de
los textos fundamentales del pensamiento feminista chileno y latinoamer-
icano de la socióloga Julieta Kirkwood, esta vez con el subtítulo Los nudos
de la sabiduría feminista para subrayar su carácter teórico, así como Escribir
en los bordes (1990), una selección de varias ponencias sobre más de 20
autoras latinoamericanas presentadas en el Primer Congreso de Literatura
Femenina Latinoamericana, el evento literario más importante realizado
en Chile bajo dictadura en agosto de 1987, que contó con la participación de
destacadas académicas y escritoras de América Latina y Estados Unidos.
En la introducción al volumen de ensayos, Eugenia Brito explica la función
de esta obra de la manera siguiente:

Atravesar la genealogía de sentidos estereotipados que cargan el dis-


curso de la dominación; desficcionalizar las utopías ayer españolas,

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hoy transeúntes desde Europa hasta Estados Unidos, fueron y


siguen siendo tareas propuestas desde este lugar del Cono Sur, por
el conjunto de críticas y escritoras/es que participaron en la organi-
zación y realización de nuestro Congreso. El libro que hoy presen-
tamos emerge consecuentemente con esas tareas, como dispositivo
de lectura del mapa cultural de América Latina, entregando algunas
claves para su desciframiento. Entre ellas, quizás la más importante,
inaugurar un discurso crítico de la literatura femenina latinoamer-
icana, señalando tras la huella visible del texto que se presenta, los
múltiples hilos, las conexiones que existen y llenan de significación
este trabajo crítico. (9)

Es importante señalar que a casi treinta años de este congreso histórico,


críticos literarios y culturales citan a éste como un momento clave de
la literatura chilena postgolpe. Asimismo, para los que estudian literatura
latinoamericana, el volumen publicado por Cuarto Propio se ha convertido
en una obra de referencia y no queda duda que cumplió con su objetivo
principal de inaugurar un discurso crítico sobre literatura y género en
América Latina.
Cabe mencionar también que durante esos primeros años, la editorial
se enfrentó a varias dificultades económicas, lo que incitó Vera a encontrar
modos alternativos de financiamiento para su proyecto editorial. Para
seguir publicando y permanecer independiente, Vera compró la marca de
agenda Click en 1989 y desarrolló la primera agenda temática de Chile
con la ayuda de artistas visuales como Bruna Tuffa, Sebastián Leighton y
Rodrigo Cabezas. Durante quince años, estas agendas se vendieron a más
de cien mil ejemplares, lo que generó los ingresos necesarios para editar
libros durante varios años (May n. pag.).

Transición y panorama editorial actual


Las políticas neoliberales introducidas por el régimen militar e intensi-
ficadas por el gobierno de transición después del regreso a la democracia
en 1990 terminaron por extenderse a todos los sectores de la sociedad.
Este modelo económico que idealiza el libre mercado, eleva la promoción
de una ética individual, y legitima la exaltación del incentivo resultó en
lo que Andrés Solimano llama una “revolución cultural.” Esta revolución
incluyó entre otras cosas la reducción notable de los debates políticos
y sociales (39-40). Para el inicio de los noventa, el país tenía un nuevo
mercado literario en el que jugaron un papel fundamental las grandes
editoriales multinacionales y españolas recientemente asentadas en Chile.
Mertin y Schwermann explican que “la profesionalización, íntimamente
ligada al poder económico de las grandes editoriales, fue en un primer
momento muy bien recibida por los escritores.” Grupos como Planeta por
ejemplo promovieron la llamada Nueva Narrativa Chilena que incluye
las novelas de autores como Arturo Fontaine, Gonzalo Contreras y Luis
Sepúlveda entre otros.13 Muchos escritores “se dejaron convencer por los

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anticipos ofrecidos por estos grupos, mucho más altos que los que podían
pagar las editoriales nacionales como Cuarto Propio, y también por la
promesa, a menudo incumplida, de publicación de los libros en el conti-
nente latinoamericano y en España” (34). Pedro Lemebel y Diamela Eltit
por ejemplo, quienes al principio publicaron con Cuarto Propio y Edi-
ciones del Ornitorrinco respectivamente y a pesar de estar abiertamente
en contra de las nuevas políticas neoliberales introducidas por el régimen
militar, se asociaron al final con Planeta (Griffin Labor 15). Para el 2002, las
siete grandes editoriales multinacionales, a saber Santillana/Alfaguara,
Ediciones B, Random House-Mondadori, Planeta, Océano y Fernández de
Castro, controlaban casi el 80% del mercado editorial chileno. De sus pub-
licaciones, sólo el 20% de los títulos a la venta eran de producción chilena,
menos que durante la dictadura (Mertin y Schwermann 35). Estos gru-
pos se dedicaron también a comprar los catálogos de editoriales locales y
varias obras importantes publicadas por editoriales independientes bajo la
dictadura pasaron a ser propiedad de las multinacionales. En su estudio,
Griffin cita las novelas Lumpérica (1983) de Diamela Eltit y Silendra (1986)
de Elizabeth Subercaseaux, originalmente publicadas por las Ediciones del
Ornitorrinco y compradas por Casa de las Américas y Alfaguara en los
años 2000 (Labor 15).
Con el regreso a la democracia en 1990, se podría haber esperado un
auge del sector de la publicación de libros con la aparición posible de
varias nuevas editoriales. Sin embargo y como explica Paulo Slachevsky,
editor de LOM: “En Chile no se produjo el destape que se manifestó
en otros países que vivieron regímenes dictatoriales; no hubo por tanto
una explosión de curiosidad en casi ningún aspecto, tampoco hubo un
crecimiento explosivo en las publicaciones y lectores al final de la dic-
tadura” (n. pag.). En una entrevista, Vera menciona lo deprimente que
fue para ella la transición ya que muchas de las expectativas que se había
hecho para su editorial y para el mundo cultural no se cumplieron. Es-
peraba por ejemplo que el Estado estableciera una política cultural que
apoyara la lectura y la bibliodiversidad. Explica que, desgraciadamente,
en cuanto a la cultura, “todo se le entregó al mercado” (May n. pag.). Los
años de transición y el nuevo milenio son entonces periodos desafiantes
para las editoriales independientes chilenas. Por un lado se enfrentan a
un público local que, en parte por la censura y los cambios en la edu-
cación nacional impuestos por el régimen militar, se acostumbró a leer
muy poco,14 a un estado que todavía impone 19% de IVA al libro, una de
las tasas más altas del mundo, a unos espacios de venta escasos, y a unas
editoriales multinacionales que negocian superficies de venta para sus
bestsellers y otras publicaciones en librerías, grandes almacenes y super-
mercados y que, como explica Alejandro Herrero-Olaizola, buscan para el
lector contemporáneo “productos que puedan circular en amplios merca-
dos a pesar de su potencial etiquetado como locales o autóctonos, siempre
y cuando estos funcionen dentro de las dinámicas de la promoción del
multiculturalismo global” (291). Además, la situación no ha mejorado en

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los últimos años ya que como deploró la revista cultural chilena Intemperie
en el 2014:

Mientras a comienzos de los noventa los títulos de la llamada Nueva


Narrativa alcanzaban 20 o 30 mil ejemplares de venta, y ocupaban
los primeros lugares de los rankings, hoy día, con un ingreso per
cápita el doble o el triple en el país, es difícil que un libro de la
nueva generación de escritores alcance un décimo de ese tiraje, y las
listas de los más vendidos aparecen hegemonizadas por best sellers
comerciales, muchas veces de origen norteamericano. (n. pag.)

En este contexto la literatura chilena escrita por mujeres entra en la red


de distribución global por los bestsellers de autoras como Isabel Allende y
Marcela Serrano, pero paradojalmente, este modo de operar de las multi-
nacionales no lleva a un intercambio significativo de literatura entre países
latinoamericanos. En su aproximación al funcionamiento de pequeñas ed-
itoriales argentinas, Celina Manzoni nota que no hay un “cruce de fron-
teras” en la distribución de las obras de autores argentinos y las de autores
chilenos. Explica que una grande editorial instalada en Argentina por
ejemplo sólo publica autores argentinos para Argentina mientras que una
filial del mismo sello en Chile hace lo mismo con autores chilenos (785).
Cárcamo-Huechante nota también que, con la excepción de la editorial
Anagrama que empezó desde fines de los años ochenta a publicar a au-
tores chilenos en España, la grandes editoriales multinacionales diseñaron
sus mercados nacionales de manera hegemónica y establecieron fronteras
de circulación que, por lo general, no ponían en circulación a los autores
de los catálogos chilenos fuera de Chile (50).

Agente de la bibliodiversidad
Frente a esta realidad, ¿qué publica Cuarto Propio hoy en día? ¿Cómo
cumple con sus funciones de difundir obras creativas y de reflexión crítica
desde y hacia la mujer y de promover la circulación de ideas, teorías y
literaturas, especialmente sobre género, dentro y fuera de Chile? ¿Qué
mecanismos económicos posibilitan hoy en día el trabajo de la editorial
dado que produce a pequeña escala y en círculos limitados? En primer
lugar, Vera sigue siendo la persona que decide qué libros editar y las pub-
licaciones de Cuarto Propio se dirigen en gran parte a un público selectivo
y fiel que como explica la directora “se compone principalmente de inves-
tigadores, jóvenes estudiantes, escritores, artistas, lectores y lectoras que
comparten el interés de nuestros enfoques” (Castro n. pag.). Es precisa-
mente este público más selecto el que busca incluir el proyecto editorial y
cultural de Cuarto Propio dentro del contexto regional e internacional ya
que esta editorial es uno de los pocos espacios de publicación de obras van-
guardistas en términos de la discusión de género, la homosexualidad, la
poesía, los estudios culturales y el análisis literario en el ámbito intelectual
y académico de habla española en las Américas.

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Como ejemplos de algunos títulos llamativos publicados por Cuarto


Propio desde los años noventa, cabe destacar el estreno literario de Pe-
dro Lemebel, La esquina de mi corazón (1995), que fue “la primera obra
narrativa publicada en Chile desde una perspectiva abiertamente homo-
sexual” (Vera en Castro n. pag.), la publicación de novelas y cuentos es-
critos por nuevas generaciones de escritoras chilenas tales como Nona
Fernández (1971) y María Paz Rodríguez (1981), y la reedición de obras de
varias autoras veteranas chilenas incluyendo a Inés Echeverría (1868–1949)
y Stella Díaz Varín (1926–2006) entre otras que el canon había dejado de
lado y en las cuales es posible “reconocer tanto la excelencia literaria como
la vigencia de un pensamiento crítico” (Vera en Castro n.pag.). Gracias a
su extenso catálogo de novelas, cuentos, crónicas, poemarios y antologías,
escritos en gran parte por mujeres, la editorial sigue contribuyendo a la
producción y difusión de una literatura compleja y novedosa en que se
presentan y unen una aproximación temática al género con varios otros
temas tales como la identidad, la memoria, la historia, el arte y la ciudad.
Paralelamente y para fomentar el pensamiento crítico y los diálogos
sobre la literatura chilena y latinoamericana, la editorial empezó a editar
(y reeditar) estudios literarios y teóricos que resaltan las obras de varias
escritoras contemporáneas y pasadas. Estos estudios no sólo se enfocan
en la creación literaria y artística de mujeres chilenas y latinoamericanas,
sino que son en gran parte trabajos e investigaciones de intelectuales y
académicas latinoamericanas. Algunos ejemplos notables de tales obras
incluyen: La mujer fragmentada: Historias de un signo (1995) de Lucía Guerra,
En tono mayor: Relatos de formación de protagonista femenina en Hispanoamérica
(1996) de María Inés Lagos, Lengua víbora: Producciones de lo femenino en la
escritura de mujeres chilenas (1998) de Raquel Olea, Escritoras Hispanoameri-
canas (2001) de Ana Figueroa, Letras y proclamas: la estética literaria de Diamela
Eltit (2006) de Bernadita Llanos y A partir del trauma: Narración y memoria
en Traba, Peri Rossi y Eltit (2012) de Gloria Medina-Sancho.
Además de estos esfuerzos sostenidos de difusión de la literatura y
la crítica literaria de mujeres latinoamericanas, Cuarto Propio empezó
también a editar en los últimos años una colección de libros que se enfo-
can exclusivamente en los estudios de género y en la crítica feminista en
Latinoamérica. En esta categoría se encuentran entre otros ¿Un nuevo silen-
cio feminista? Transformación de un movimiento social en el Chile postdictadura
(2004) de Marcela Ríos Tobar, Lorena Godoy Catalán y Elizabeth Guerrero
Caviedes, así como Parejas lésbicas: Tramas del sufrimiento y emergencia de
nuevos imaginarios en la subjetividad femenina (2010) de Kena Lorenzini. La
publicación de estos estudios por destacadas intelectuales proporcionan
un enriquecimiento de las reflexiones sobre temas sociales actuales, a veces
polémicos, tales como la violencia de género y el matrimonio homosexual.
Del mismo modo, la publicación de obras teóricas fundamentales en
el ámbito de la crítica cultural latinoamericana, tales como La insubordi-
nación de los signos (1994) de Nelly Richard, Alegorías de la derrota (1999) del
brasileño Idelber Avelar, una reedición de Desencuentro de la modernidad

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en América Latina (2003) de Julio Ramos, Tramas del mercado (2007) de Luis
Cárcamo-Huechante e Inscripciones críticas (2014) de Mabel Moraña, es
un aporte irrefutable a los esfuerzos de diálogos y debates sobre diversos
temas de fuerte gravitación en la escena sociocultural chilena y latinoamer-
icana.
Se fomenta igualmente el diálogo con obras y autores internacionales a
través de la publicación de una variedad de géneros y textos relacionados
con los temas predilectos de la editorial. Algunos ejemplos incluyen las
novelas El columpio del Rey Spencer de la escritora cubana Marta Rojas y la
segunda edición de La Rompiente de la argentina Reina Roffé, el conjunto de
ensayos Marcar diferencias, cruzar fronteras de Jean Franco, las traducciones
de Un cuarto propio de Virginia Woolf y Sentido y sinsentido de la rebeldía de
Julia Kristeva. Finalmente, en los últimos años, la editorial se ha esforzado
en diversificar su catálogo al publicar obras que se dirigen a un público
más amplio en colecciones tales como Artes Escénicas y Audiovisuales,
Camino de la conciencia, e Infantil y Juvenil.
En segundo lugar, en cuanto a la difusión y la distribución de sus pub-
licaciones, Cuarto Propio concentra sus esfuerzos en llegar a sus públicos
objetivo. Algunas de sus estrategias de venta siguen modelos tradicionales
usados por las grandes editoriales internacionales como por ejemplo la
venta directa a través de su propia página web, reseñas en revistas espe-
cializadas y la participación en las ferias del libro de Chile y de otros países.
Otras estrategias sin embargo le permiten a la editorial desarrollar su in-
terés en crear un espacio cultural independiente más amplio y significativo
que fomenta el diálogo, la bibliodiversidad y la lectura. Con frecuencia,
Vera participa en mesas de discusión, asiste a encuentros nacionales e in-
ternacionales como LASA, y recientemente abrió una librería en el centro
de Santiago con el objetivo de visibilizar no sólo la producción de Cuarto
Propio, sino la de otras pequeñas editoriales nacionales y regionales que
aumentan el registro creativo y de reflexión crítica. Finalmente, Cuarto
Propio expandió su catálogo y su función de mediadora cultural en los
últimos 15 años, al generar investigaciones propias “sobre todo acerca
del papel y el estado de las políticas culturales en dictadura y en la tran-
sición democrática” y al unirse a otras editoriales independientes en varios
países de la región para co-editar ciertas obras y distribuir sus publica-
ciones (Vera en Castro n. pag.). Asimismo, tres títulos de Cuarto Propio
fueron seleccionados para ser parte de los 400.000 maletines literarios que
fueron financiados por el gobierno de Michelle Bachelet y entregados en
el 2008 y el 2009 a escolares de familias indigentes, lo que generó fondos y
reconocimiento para la editorial.
En último lugar, es preciso resaltar el papel decisivo que la editorial
ha jugado como socio fundador de la Asociación de Editores de Chile
creada en el año 2000 para impulsar políticas del libro que resguarden el
desarrollo de propuestas independientes, un modelo que según Vera se
usó para organizaciones similares en el continente y luego como eje central
de la Asociación Internacional de Editores Independientes en el mundo

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de habla hispana (Castro n. pag.). En esta capacidad, la editorial participa


en foros de discusión sobre los desafíos de sostener editoriales contracor-
rientes, sobre los problemas que plantea la globalización de la industria
editorial, y sobre la amenaza a la bibliodiversidad que ciertas prácticas
editoriales conllevan. Estas conversaciones son también cruciales a nivel
nacional, donde Cuarto Propio participa de manera activa, exigiendo y
contribuyendo a definir nuevas políticas culturales del Estado.15 En su es-
tudio reciente sobre los productores literarios alternativos en Chile, Griffin
menciona el papel fundamental que los editores independientes del sector
privado han desempeñado presionando al Estado democrático para que
se hiciera cargo de administrar y regular la cultura de manera más formal
en los últimos años. Subraya también a qué punto esta actitud difiere de
lo que ocurrió durante la dictadura cuando la mayoría de los productores
literarios locales, incluso Cuarto Propio, estaban abiertamente opuestos al
control de la producción cultural y de su circulación por parte del Estado
dictatorial (Labor 24). Esto demuestra que las políticas neoliberales intro-
ducidas durante la dictadura e intensificadas durante la transición no han
buscado ni permitido el desarrollo de un mercado más “democrático” para
todas las empresas a pesar de que englobe a todas. Las editoriales inde-
pendientes como Cuarto Propio no pueden, ni quieren permanecer a fuera
del mercado. Sin embargo, necesitan alguna protección que les permita
coexistir (a falta de competir) con las grandes editoriales multinacionales
a las que el mercado claramente da ventaja.
En conclusión, la fundación de Cuarto Propio en 1984 bajo dictadura
fue un valiente acto político de parte de Vera. A pesar de haber tenido que
adaptarse a cambios políticos y económicos importantes a lo largo de los
últimos treinta años, este proyecto sigue contribuyendo con sus numerosas
publicaciones a la sobrevivencia de un espacio cultural primordial para
el diálogo y la circulación de ideas y teorías, especialmente sobre género,
entre varias esferas de habla hispana locales y globales. Asimismo, la
editorial sigue interviniendo de manera significativa en la promoción de
la bibliodiversidad con la difusión de una literatura y una estética marcada
por el género que el mercado no quiere acomodar. El éxito de Cuarto Propio
en el contexto económico y social actual hace de esta editorial un modelo
valioso y de Vera y su equipo unas de las líderes culturales incontestables
de América Latina.

Endnotes
1
Véase “Fundar la Asociación de Editores Independientes de Chile: una
estrategia de resistencia colectiva”(2013) de Constanza Symmes Coll, “Los
editores independientes y la constitución de un capital simbólico transna-
cional: condiciones sociales del ingreso de la diversidad cultural en Chile”
(2013) de Mauricio Bustamante Fajardo y Symmes Coll, y “El mercado
editorial chileno: entre la lógica del bestseller y la bibliodiversidad” (2004)
de Ray-Güde Mertin y Michaela Schwermann.

103
The Latin Americanist, March 2017

2
Véase The Labor of Literature: Democracy and Literary Culture in Modern Chile
(2016) y “Animita Cartonera: The Body and Soul of Literary Production
in Contemporary Chile” (2009) de Jane Griffin, y “La rumba y el rumbo:
Editoriales cartoneras y edición independiente en Latinoamérica” (2009)
de Jaime Vargas Luna.
3
En una entrevista en el 2011, el famoso editor André Schiffrin explicó
el concepto de “bibliodiversidad” y su aparición de la manera siguiente:
“There is an attempt to get the green idea of biodiversity to extend to
ideas – they call it ‘bibliodiversity.’ For instance, in Chile, around forty
independent publishers got together under that label about ten years ago,
and they have managed to preserve the necessary diversity of the edi-
torial output available to readers over there” (Pouliquen n. pag.). Cabe
mencionar también la definición de la editora Susan Hawthorne: “Bib-
liodiversity is the production of local and marginal knowledges out-
side the mainstream. The producers of bibliodiversity inhabit the mar-
gins: socially, politically and often geographically and linguistically”
(21).
4
De las editoriales “disidentes” que publicaron bajo dictadura, sólo Cuarto
Propio, Pehuén Editores y CESOC (Centro de Estudios Sociales) perdu-
raron en la transición a la democracia y siguen publicando hoy en día
(Griffin Labor 10).
5
Ya existían centros de estudios independientes tales como La Casa de
la Mujer La Morada, creada en 1983 por un grupo de mujeres cuyo ob-
jetivo era promover la organización y dar visibilidad a las propuestas
del feminismo, y el Centro de Estudios de la Mujer (CEM), fundado en
1984 por un grupo multidisciplinario de investigadoras en ciencias so-
ciales y económicas. Sin embargo, en 1993 el CIEG (Centro Interdisci-
plinario de Estudios de Género) de la Universidad de Chile fue el primer
centro académico del país dedicado exclusivamente a la investigación y
enseñanza de temas de género.
6
Según la Asociación Internacional de Editores Independientes, una ed-
itorial independiente es una editorial que no recibe fondos ni apoyo de
cualquier tipo de parte de instituciones tales como las agencias guberna-
mentales, los partidos políticos, las organizaciones religiosas, las grandes
corporaciones y las universidades (Hawthorne xi).
7
La censura previa era la censura materializada en la facultad de aprobar
o prohibir determinado material o expresión antes de hacerse público.
El bando militar 107 de 1977 por ejemplo “establece que solo el Jefe de
Zona de Emergencia puede autorizar la fundación, edición y circulación
de nuevas publicaciones” (Subercaseaux 201).
8
Esta tasa sólo ha bajado un 1% en los últimos 40 años. Hoy en día Chile
tiene uno de los IVA al libro más alto del mundo.
9
Después del golpe militar de 1973, el gobierno militar introdujo un nuevo
modelo económico basado en el libre mercado. Este plan económico cono-
cido hoy en día como neoliberalismo consistió en una reducción dramática

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Nancy Tille-Victorica

de los gastos públicos, la privatización de las empresas gubernamentales,


la implementación de nuevas leyes laborales que debilitaron los derechos
de los trabajadores y la desregulación de la economía para atraer las in-
versiones extranjeras (Lynd 28).
10
Durante la dictadura varias editoriales chilenas tuvieron sellos en el
exilio tales como LAR en España, Ediciones Cordillera en Canadá y Casa
Chile en México (Subercaseaux 237).
11
Para una lista completa de los 15 libros y sus autores, véase “Algunas
reflexiones sobre el establishment literario y el público lector” en Historia
del libro en Chile por Bernardo Subercaseaux (254–260).
12
Estos cuadernos incluyen Catalina Laffert y Ana Cáceres: Poesía en Val-
paraíso (1988) y Victoria Aguilera: Hacer de la Noche Día (1988).
13
La Nueva Narrativa Chilena se refiere a la generación que publicó libros
de gran éxito a comienzo de los años noventa.
14
En una encuesta del año 2008, 49% de los participantes indicaron que
nunca leen libros (Griffin Labor 13).
15
Algunas de las iniciativas que fueron implementadas desde 1990 para
apoyar la venta de libros y promover la lectura incluyen: la promulgación
de la Ley 19.227 de Fomento al Libro y la Lectura que formó un Consejo
Fondo Nacional del Libro, el apoyo de la Dirección de Bibliotecas Archivos
y Museos (DIBAM) para las bibliotecas públicas y la administración del
maletín literario, la compra de libros por parte del Ministerio de Educación
y la formación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Según
Subercaseaux sin embargo, el Estado todavía “no ha logrado hilvanar una
política pública sistemática que logre las transformaciones que requiere el
mundo del libro” (303).

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