Revista Española Infeccion Nosocomial 2019
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Siguiendo el orden expositivo del texto constitucional, hallamos, en primer lugar, un claro
reconocimiento del derecho a la protección de la salud, seguido de un mandato a los
poderes públicos para organizar y tutelar la salud púbica mediante medidas preventivas,
prestaciones, y servicios que resulten necesarios, en el art. 43. Mas adelante, el art. 51
ordena a los mismos poderes públicos organizar la defensa de los consumidores y usuarios,
protegiendo, mediante procedimientos eficaces, la seguridad, la salud, y los legítimos
intereses de los mismos.
Existe pues, por dos veces, un mandato constitucional de proteger la salud de los
ciudadanos, en cuanto a tales, por su propia condición de personas, y, en un plano mas
específico, como consumidores y usuarios de bienes y de servicios.
En el primer caso, para el desarrollo del derecho a la protección de la salud, y quizás con
algo de retraso, mediante la promulgación de la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de
Sanidad, el legislador organizaba y estructura un sistema sanitario, al que denomina
Sistema Nacional de Salud, con el fin de hacer efectivo el derecho a la protección de la
salud de los ciudadanos, reconocido como un principio del orden social y económico del
colectivo social.
En este caso, el constituyente encargó a los poderes vigilar y controlar la calidad de los
productos y servicios, para establecer una base de seguridad, imprescindible para el normal
funcionamiento de la sociedad, y proteger la salud de los ciudadanos, y sus legítimos
intereses económicos.
Por ello, cuando nos acercamos al ámbito de la sanidad, des de la perspectiva de los
consumidores, debemos distinguir entre el ámbito de organización de los servicios
sanitarios, a los que el ciudadano acude como usuario, en demanda de atenciones
encaminadas a la conservación y/o al restablecimiento de la salud, y el ámbito que es
propio del consumo de productos sanitarios de diferentes clases y categorías.
Y teniendo en cuenta que mediante Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de
los Consumidores y Usuarios, el legislador daba cumplimiento al mandato del art.
51 de CE, podemos decir que tampoco fue mas diligente en este ámbito, cuyo marco
normativo se vio influido, sin ningún género de dudas, por el desarrollo de las
negociaciones para la incorporación de España a las Comunidades Europeas, producida en
1986, y a la necesidad de incorporar el acervo comunitario al ordenamiento español, tal
como se recoge en el breve preámbulo de la norma.
Con el tiempo aparecieron otras disposiciones, mediante las que se procedía a trasponer e
incorporar al ordenamiento interno determinadas Directivas comunitarias, entre las que
cabe destacar la Ley 22/1994, de 6 de julio, de responsabilidad civil por los daños causados
por productos defectuosos, que incorpora al ordenamiento español el contenido de
la Directiva 85/374/CEE, de 25 de julio, sobre responsabilidad civil por los daños
ocasionados por productos defectuosos.
Este marco legislativo cambió radicalmente con la promulgación del Real Decreto
Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley
General para la Defensa de Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias (en la
sucesivo, LGDCU), dando cumplimiento al mandato del legislador al Gobierno, contenido
en la disposición final quinta de la Ley 44/2006, de 29 de diciembre, de mejora de la
protección de los consumidores y usuarios, de proceder a la refundición, en un único texto,
de la Ley 26/1984 y las normas de transposición de directivas comunitarias dictadas en
materia de protección de los consumidores y usuarios, incluida la Ley 22/1994, de
responsabilidad por daños causados por productos defectuosos.
Cuando se promulga la Ley General de Sanidad, las normas sobre consumo ya habían
llegado al sector, y había tenido tiempo suficiente para asimilarlas e incorporarlas a las
estructuras organizativas.
Del contenido de la derogada Ley 26/1984, podemos constatar que desde un primer
momento, se configuran dos ámbitos de incidencia, o de actuación, de las normas
protectoras de los consumidores y usuarios de los servicios sanitarios. Por un lado, el de la
organización y actuación de los propios servicios sanitarios, conforme a niveles de pureza,
eficacia y seguridad exigidos, objetivables y comprobables, y, por otro, especialmente
después de la también derogada Ley 22/1994, de responsabilidad civil por los daños
causados por productos defectuosos, el que incluye todo lo referente a los productos que,
para mejor identificación, denominamos productos sanitarios, y que son muchos, desde los
preparados farmacéuticos, a las pinzas, bisturís, clavos, yesos, stens, implantes, jeringas,
gasas, sondas, cánulas, camas, camillas, luces y esterillas, y el largo etcétera que uno pueda
imaginar.
No cabe duda que primero el sistema de prestaciones sanitarias instaurado por la Seguridad
Social a partir de 1963, y, posteriormente, la promulgación de la Ley General de Sanidad en
1986, han dado un vuelco a la configuración del sistema sanitario que ha pasado a ser un
servicio público a disposición de todos los ciudadanos.
A pesar de todo, existe una cierta dificultad para equiparar la sanidad a un producto, a una
cosa que es objeto del tráfico mercantil, y al enfermo con un consumidor que utiliza el
producto para satisfacer sus deseos e intereses. Son muchas las personas que se resisten a
ver al enfermo sólo como un consumidor, y prefieren la denominación de Paciente, que es
la utilizada por la Ley 41/2002, intitulada, justamente, de Autonomía del Paciente, o bien la
de Usuario, en referencia a que utiliza el servicio que ofrece el sistema sanitario1
Dice BERCOVITZ, R.2 que la denominación "usuario" no sirve para nada, sólo para
confundir, criterio que no comparten otros autores, como su hermano Alberto, y
REBOLLO, M. e IZQUIERDO, M. para quienes Usuario es quien hace uso de un servicio
proporcionado por la Administración pública o por los empresarios.
Al final, y a los efectos de la LGDCU nos quedamos con el concepto más amplio de
consumidor que comprende a toda persona que consume bienes y/o utiliza servicios, para
su propia satisfacción personal.
La Ley define ampliamente al Empresario (art. 4) como a toda persona física o jurídica,
privada o pública, que actúe directamente o a través de otra persona en su nombre, o
siguiendo sus instrucciones, con un propósito relacionado con su actividad comercial,
empresarial, oficio o profesión.
Sin embargo, el sólo hecho de la existencia de una infección nosocomial no lleva siempre,
y en todos los casos, aparejada la responsabilidad del centro sanitario, y así nos los podrá de
manifiesto un estudio sosegado de diferentes sentencias dictadas en reclamaciones fundadas
en tales infecciones. Unas veces porque el agente patógeno ya lo llevaba el perjudicado
cuando ingresó en el hospital, otras porque convive con la misma persona, y, finalmente,
puede resultar que no quede probado en juicio el origen de la infección.
A la vista de los resultados que se conocen, resulta que convivimos con una tasa de
infecciones nosocomiales que se mueve entre el 5 y el 7%, admitiendo que es muy difícil
reducir la cifra. Ante esta situación la pregunta (que no tiene respuesta) es si consideramos
que es inevitable la existencia de infecciones nosocomiales, y nos conformamos en
mantener la tasa controlada, evitando que se dispare mas allá del 7%.
Un estudio realizado en 2011 sitúa dicha tasa en el 7,11 % 5. Otra publicación médica de
2008, la establece en el 6,99 % 6, mientras que en 20077, se informaba que Francia había
bajado al 4,97 %.
Se calcula que entre el 5 y el 15% de las personas ingresadas en hospitales sufren una
infección, y que de estas, muere un uno por ciento; que un 60% de las infecciones están
producidas por staphylococcus residentes en la piel, y que se transmiten por contacto8.
En este caso se demandó tanto al cirujano como al centro sanitario, que resultaron absueltos
en ambas instancias. El TS, revocó la sentencia anterior y les condena solidariamente a
ambos.
· STS 21/07/97, 1ª, gangrena por colstridium perfringens. Señala el carácter objetivo de
la Ley 26/1984
· STS, 1ª, 28/12/98, transfusión de sangre a una mujer contaminada de HIV, que provoca en
la misma la adquisición del SIDA, el posterior nacimiento prematuro de un hijo, y la
muerte del mismo. Aplica el art 28 de la anterior LGDCU.
· STS, 1ª, 05/01/07, condena del Servicio Andaluz de Salud por la pérdida de visión en ojo
izquierdo, debido a infección por estafilococo aureus, y absolución de los médicos
demandados.
· SAP Barcelona (confirmada por STS, 1ª, 30/03/16), determina que la actora "padeció una
infección como consecuencia de algún germen patógeno, con un grado de probabilidad
cualificada. La clínica no ha logrado la prueba de que el proceso infeccioso padecido fue
inevitable"
La núm. 269/2018, admite la responsabilidad del centro por cuanto la infección contraída
fue debida a un fallo de los controles de asepsia de obligado cumplimiento.
La núm. 270/2018, condena por infección post colescistectomia causada por enterococus
faecalis y clostridium. Señala que la infección se produce porque en algún momento se
rompe la cadena de asepsia.
En definitiva, la jurisprudencia nos enseña a ser cautos, no dar nada por hecho y estudiar
caso por caso para conocer las causas que han originado la infección antes de plantear
cualquier tipo de reclamación, huyendo así de apriorismos y de suposiciones.
Tenemos, ciertamente, una tasa de infecciones nosocomiales que parece estable, o es muy
difícil de reducir. En definitiva, no podemos olvidar que los centros sanitarios concentran,
en un espacio relativamente pequeño, un gran número de elementos patógenos, y por lo
mismo, se convierten en un foco de infecciones13. Tal es así, que las autoridades encargadas
de la salud pública mantienen un sistema de control y de vigilancia para evitar que la
situación se convierta en un verdadero problema sanitario general.
Posteriormente la STS, 1ª, de 05/02/01, dejó establecido que en las reclamaciones sobre
defectuoso funcionamiento de los servicios, las normas de la LGDCU sólo se aplican sobre
los aspectos funcionales del servicio, i no sobre las actuaciones de los profesionales.
Esta doctrinada ha sido reiterada en numerosas sentencias del STS, 1ª, como la número
333/12, de 18 de mayo de 2012, y la núm. 138/13, de 4 de marzo de 2013, diciendo:
"Según la más reciente jurisprudencia, dada su específica naturaleza, la responsabilidad
fundada en la Ley de Consumidores y Usuarios no afecta a los actos médicos propiamente
dichos, dado que es inherente a los mismos la aplicación de criterios de responsabilidad
fundados en la negligencia por incumplimiento de la lex artis ad hoc. Por consiguiente, la
responsabilidad establecida por la legislación de consumidores únicamente es aplicable en
relación con los aspectos organizativos o de prestación de servicios sanitarios (SSTS de 5
Por consiguiente, en todo lo referente a los aspectos organizativos y/o funcionales de los
servicios sanitarios resulta de aplicación la normativa contenida en la LGDCU, y podemos
decir que es este uno de los puntos donde es mayor, y mas evidente, la influencia de las
normas protectoras de los consumidores en el ámbito sanitario.
Estamos contemplando la eficacia y calidad de los servicios, pero esta vez des del ángulo
de la adecuada organización de la estructura operativa. En supuestos donde el daño que se
ocasiona en los servicios de urgencias, en los quirófanos, o en las salas de hospitalización,
es consecuencia de las ordenes o instrucciones emanadas de los despachos de dirección.
Son escasas la resoluciones judiciales que declaran que la responsabilidad de los perjuicios
es debida a las deficiencias organizativas y estructurales existentes en el centro, y entre las
sentencias dictadas en este ámbito, llama poderosamente la atención, tanto por el iter
procesal seguido, como por la singularidad del planteamiento, la de la Audiencia de
Guipúzcoa el 29 de septiembre de 2014, confirmada íntegramente por el T.S., 1ª, en
sentencia de 16 de noviembre de 201614, que merecen un comentario específico.
16/11/16, sentencia del TS, 1ª, inadmite los recursos de casación interpuestos por
Osakidetza y la aseguradora condenada contra la sentencia de la Audiencia, que, de esta
forma, adquiere firmeza (han transcurrido 18 años desde que tuvieron lugar los hechos
causantes del daño).
Cuando el paciente interrogó sobre posibles riesgos el médico se limitó a contestar que
había realizado cientos de operaciones y que nunca había pasado nada.
Cesar fue operado en el IO el 28/04/98. Sobre las 12 horas pasó a la habitación 111 de la
primera planta.
El edificio del IO constaba de una planta inferior, una planta baja, una planta primera, y una
planta segunda.
A partir de las 15,15 h. el paciente comenzó a mostrar síntomas inusuales de tos, molestias
y nerviosismo.
Antes de las 16,45 h. se avisa al cirujano de guardia localizada quien pidió que se avisara a
la anestesista, igualmente de guardia localizada.
A las 16,45 h, la médico de guardia hizo una segunda visita, viendo que los síntomas del
paciente fueron agravándose, habiéndose aumentado la hinchazón cervical.
Sobre las 18 h. se solicitan dos unidades de hematíes para mejorar la oxigenación del
paciente, alcanzando una saturación del 90%.
Sobre las 19,20 h, se practica laparatomía mediante la que se liberó el aire acumulado en el
abdomen. Se mantiene al paciente en quirófano hasta las 23 h.
Hemos dejado dicho que en la instancia la demanda fue desestimada, pero el tribunal de
apelación, en una extensa y prolija sentencia, revoca la resolución inicial, admite
parcialmente la demanda, y condena a la aseguradora por asistencia sanitaria deficiente y
un sistema de organización ineficaz, lo que explica con los argumentos que siguen.
Se vulnera la "lex artis", ante un sistema de atención diseñado por los responsables del
centro médico, insuficiente para atender situaciones de riesgo vital en las que se exige una
respuesta rápida, que no puede basarse en:
La cualificación de la médico y sus conocimientos eran conocidos por los responsables del
centro. Asimismo, la preparación profesional en los campos citados no era exigida por el
centro para acceder al puesto de trabajo.
- Dos facultativos, que no se encuentran en el centro, sino que han de estar localizables, y
que sólo van a acceder a través de un sistema de llamadas.
Los únicos recursos de que disponía el centro para atender una urgencia vital, eran un
médico, sin preparación suficiente para acometer supuestos de urgencia vital, y dos que no
estaban en el centro, cuya personación conllevaba un tiempo precioso, porque el Protocolo
lo permitía expresamente.
Pero reprocha al centro sanitario que contrate a una médico sin formación suficiente para
atender un servicio de guardia permanente de un hospital con operados de alta complejidad,
y además, que no le ofrezca, ningún tipo de formación.
En el IO se realiza una cirugía especifica e importante, por lo que es medicamente
razonable preveer (con la "probabilidad cualificada" a que se refieren las SSTS
El inadecuado diseño del sistema de guardias propuesto por el centro implica el defectuoso
funcionamiento del servicio sanitario prestado, lo que ha sido causa de la que ha derivado el
daño en el paciente, por lo que existe una relación de causa-efecto generadora de una
responsabilidad atribuible al IO.
Los criterios de imputación de la expresada LGDCU deben proyectarse sobre los aspectos
funcionales del servicio sanitario.
Los médicos y el personal asistencial son responsables por sus actuaciones. Y los directivos
también, por los actos concernientes a la estructuración y dirección de los servicios, esto es,
por la actuación empresarial, y esto sucedió en el caso, muy similar al comentado, resuelto
por la STS, 1ª, de 20/07/09, núm. 580/0915, en que, después de decidir un parto por cesárea,
esta hubo de retrasarse por falta de personal adecuado para llevarla a efecto al haberse
establecido un sistema de guardia de disponibilidad. El retraso determino sufrimiento fetal
agudo en el neonato, con secuelas de encefalopatía hipóxica.
Sin negar que pueda realizar asistencia médica a distancia, ni desconocer los avances de la
telemedicina, que resulta muy útil y eficaz en la asistencia de marineros, y de contingentes
militares desplazados a lugares lejanos, uno se asusta, y coge escalofríos, con la sola lectura
del sistema establecido por la clínica que resultó condenada.
Antes de proceder a su análisis no está de más recordar que normativa comunitaria con
la Directiva del Consejo 85/374/CEE, de 25 de julio de 1985, relativa a la aproximación de
las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros en
materia de responsabilidad por los daños causados por productos defectuosos, inicia la
regulación específica de la denominada responsabilidad civil por producto, con un
planteamiento que supera a l’art. 1902 del Código Civil.
En el art. 137 del D. Leg. Se contiene el concepto legal de producto defectuoso diciendo
que es aquel que no ofrezca la seguridad que cabría legítimamente esperar, teniendo en
cuenta todas las circunstancias, y especialmente su prestación, el uso razonable previsible
del mismo y el momento de su puesta en circulación.
El productor se define en el art. 138, señalando que incluye, además de los definidos en el
art. 5, al fabricante o importador en la UE de un producto determinado, de cualquier
elemento integrado en un producto terminado, o de una materia prima.
Teniendo en cuenta estas premisas, repasamos la sentencia del TJCE de 10/05/01, que se
pronuncia sobre los siguientes hechos:
El Sr. Veedfald debía someterse un trasplante de riñón, el 21/11/90, en el hospital de
Skejby. Tras haber sido extraído el riñón del donante, hermano del Sr. Veedfald, fue
preparado para el trasplante por medio de una irrigación con un líquido de perfusión
destinado a tal fin.
Por ser defectuoso el líquido, durante la irrigación se obstruyó una arteriola del riñón, por
lo que éste resulto inutilizable para cualquier trasplante.
El líquido de irrigación había sido fabricado en los laboratorios de otro hospital, el Arhus
Kommunehospial (hospital municipal de Arhus), y preparado para su utilización en el
hospital de Skejby. La Amtskommne (Administración provincial de Arhus) es propietaria y
gestora de ambos hospitales.
Interpuesta demanda judicial por el Sr. Veedfald, el tribunal danés plantea cinco cuestiones
prejudiciales sobre la interpretación de los arts. 7.a) y c) y 9 de la Directiva 84/374/CEE al
Tribunal de las Comunidades Europeas, que las contesta en la forma siguiente:
El Tribunal señala que esta circunstancia no es determinante porque este caso se caracteriza
porque la misma persona, a la que está destinado el producto, debe acudir a la "esfera de
control" por lo que tal hecho no puede tener incidencia, y concluye que "un producto
defectuoso se pone en circulación cuando se utiliza en el marco de una prestación médica
concreta que consiste en preparar un órgano humano para su trasplante y el daño causado
a éste es consecuencia de dicha preparación".17
El Tribunal señala que se debe reconocer que los productos fabricados para una prestación
médica concreta, que no es pagada directamente por el paciente, sino que se financia con
fondos públicos aportados por los contribuyentes, no puede privar a la fabricación de estos
productos de su carácter económico y profesional.
Por consiguiente, el TJCE estima que las normas sobre responsabilidad por productos
defectuosos incluyen también a las Administraciones públicas y establece que no se aplica
la exoneración de responsabilidad por falta de actividad con fines económicos en el caso
de un producto defectuoso que ha sido fabricado y utilizado en el marco de un prestación
médica concreta totalmente financiada con fondos públicos y por la que el paciente no debe
pagar contraprestación alguna.
Dicho de otra manera, los productos financiados con fondos públicos aportados por los
contribuyentes no priva a la fabricación de su carácter económico y profesional, y no
procede la exoneración de responsabilidad.
Si el daño causado a un órgano humano, que se extrae del cuerpo del donante para ser
trasplantado a otra persona, está incluido en la expresión daños causados por lesiones
corporales con respecto al receptor del órgano.
La cuestión es muy interesante dado que el caso se plantea por la inutilización del riñón,
una vez extraído del cuerpo del donante, y antes de su trasplante al del receptor. Parece que
no estamos ante unos daños corporales, pues el órgano afectado no se halla unido al cuerpo
de ninguna persona, y, por otra parte, tampoco parece que sea lo más correcto calificar
como una cosa a un riñón.
El Tribunal Comunitario no entra sobre este particular señalando que el art. 234 del Tratado
de la CE no le permite aplicar las normas comunitarias al caso concreto, siendo su función
interpretar el Tratado y los actos adoptados por las instituciones de la Comunidad,
correspondiendo al juez nacional determinar, en cada caso, si se trata de daños cubiertos
por la Directiva.
Correspondiendo aplicar las normas nacionales para la reparación del daño moral, sin que
un Estado miembro pueda limitar los tipos de daño material que ha de ser indemnizado
· Finalmente, las cuestiones cuarta y quinta, que se refieren a la delimitación del concepto
de daños en relación a un órgano humano que se extrae del cuerpo de un donante, se
estudian conjuntamente por el TJCE.
Por tanto, termina diciendo el Tribunal, un Estado miembro no puede limitar los tipos de
daño que han de ser indemnizados.
Entiendo que la aportación mas importante de esta sentencia es, por un lado, la aplicación
de las normas sobre productos defectuosos a las Administraciones públicas, y, por otro
también pueden ser calificados como producto defectuoso incluye los productos sanitarios
fabricados o elaborados por los propios hospitales o centros sanitarios, y que se apliquen a
la atención sanitaria de un enfermo, independientemente de si han pasado a un circuito
comercial, o no, y de si ha mediado prestación económica del enfermo, porque el enfermo
es un usuario de los servicios sanitarios, y tiene derecho a que le sean administrados los
productos con las garantías de calidad, eficacia y seguridad que cabe esperar de los mismos.
- Productos farmacéuticos.
En este sentido, podemos iniciar la relación por los productos farmacéuticos, y empezar por
el "Agreal", un producto destinado al tratamiento de los efectos de la menopausia.
En los primeros años del nuevo siglo, en fechas próximas a la mencionada suspensión
muchos grupos de mujeres presentaron reclamaciones contra el laboratorio fabricante del
producto, algunas de las cuales llegaron hasta el TS que dictó sentencias confirmando que
el "Agreal" es un producto sanitario defectuoso por falta de información en el prospecto, y
las condenas a diversas indemnizaciones por daños materiales y morales. Entre estas
sentencias condenatorias se hallan las de 17/06/11, núm. 442/11; de 06/06/12, núm. 362/12,
y, 18/06/13, núm. 406/13.
- Contagio de enfermedades por transfusiones de sangre.
A finales de 1982 se detectó el SIDA en los Estados Unidos, y se inició el estudio de sus
causas. En 1985 se empezaron a realizar pruebas en transfusiones, y, en 1987 se publicó
una orden estableciendo la obligatoriedad de realizar pruebas a los donantes de sangre para
evitar contagios.
STS, 1ª, 11/02/98, condena al INSALUD por transfusión de sangre infectada con el virus
de la SIDA, debido a que el funcionamiento del servicio de transfusiones del hospital no
funcionaba correctamente.
STS, 1ª, 05/10/99, condena por el suministro de un medicamento defectuoso, portador del
virus de la hepatitis C. Aplica el art. 28 de la Ley 26/1884.
STS, 1ª, 04/12/07, núm. 1242/07, condena del laboratorio, la clínica y la aseguradora por la
transfusión de sangre infectada que provoca la adquisición de la hepatitis C.
- Implantes defectuosos.
Otro capítulo estaría formado por otros implante, en el que podríamos incluir el producto
anticonceptivo conocido como DIU, uno de los cuales resultó defectuoso, al quedar
embarazada la mujer que lo portaba, lo que determinó que el TS, 1ª, en sentencia de
24.09.99 condenara solidariamente al suministrador y a la Diputación de Valencia, como
entidad titular del centro donde fue implantado.
También los stents pueden resultar defectuosos, como el caso contemplado en la STS, 1ª,
27/02/12, núm. 45/12, que condena al importador de una prótesis venosa subclavia que se
rompió por fatiga del material.
Bibliografia
BERCOVITZ RODRIGUEZ-CARO, R., coordinador: Comentarios del Texto Refundido de
la LGDCU y otras leyes complementarias, Editorial Aranzadi, 2ª edición, Cizur Menor,
2015.