Tercer Dia de Ayuno
Tercer Dia de Ayuno
Tercer Dia de Ayuno
Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo,
Inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia Santificación.
Espíritu Santo,
Dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
1. María se turba al oír las palabras del saludo angélico, pero Gabriel le dice: “«No
temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios»” (Lc 1,30). Con gran paz podrá dar
su asentimiento amoroso a la voluntad divina con estas palabras: “«He aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra»” (Lc 1,38).
María será siempre la “virgen fuerte” que no se arredrará delante de ningún peligro y que
un día “estará en pie junto a la Cruz donde agoniza su Hijo y merecerá el titulo de Reina de
los mártires”.
Nadie ha disfrutado de una paz cristiana más profunda que Ella, a quien invocamos con
razón: “Reina de la paz, ruega por nosotros”.
2. San José también recibe la sanación del temor que lo quiere alejar de María
porque “antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu
Santo” (Mt 1,18). “el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David,
no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu
Santo»”. “Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y
tomó consigo a su mujer” (Mt 1,20-24).
José disfrutara siempre de la paz de Cristo y con ella podrá sobreponerse a todas las
dificultades y servir al Señor hasta su muerte.
3. Los pastores
San Lucas nos describe así el anuncio del nacimiento de Jesús a los pastores: “Había
en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la
noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su
luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría,
que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es
el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado
en un pesebre». Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en
quienes él se complace»”. (Lc 2,8-14).
¿Cuál es la reacción de estos pastores? Se liberan del gran temor que los había
sobrecogido y se dicen unos a otros: “«Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha
sucedido y el Señor nos ha manifestado». Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a
José, y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2,15-17). Llenos de paz y alegría salen a contar lo
que han visto (v. 17) y lo hacen con tanto entusiasmo que “y todos los que lo oyeron se
maravillaban de lo que los pastores les decían” (v. 18).
4. Nicodemo
El caso de Nicodemo es muy interesante. Este “fariseo, magistrado judío y miembro del
Sanedrín”, tenía un gran deseo de conocer a Jesús y de dialogar con Él, pero temía a sus
compañeros que no pensaban como él. Encuentra una solución y es la de buscar al Señor de
noche en una ciudad que carecía de alumbrado. Así no seria visto ni criticado. El diálogo que
sostienen Cristo y Nicodemo es maravilloso y nos lo dejo escrito San Juan en el capítulo 3 de
su Evangelio. Este “Maestro de Israel” aprendió del Maestro Divino que “hay que nacer de
nuevo, del agua y del Espíritu”. “Que lo nacido de la carne es carne; y lo nacido del Espíritu
es espíritu”. “Que el Hijo del hombre debía ser levantado para que todo el que crea en Él tenga
vida eterna” y que “tanto amó Dios al mundo hasta darle s su Hijo único”.
Nicodemo salió de este encuentro totalmente cambiado y recibió la sanación del miedo
que tanto lo hacia sufrir. El mismo San Juan nos narrará después cómo Nicodemo sale valiente
en defensa de Jesús cuando los fariseos lo atacan y quieren detenerlo. “Les dice Nicodemo,
que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús: «¿Acaso nuestra Ley juzga
a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?» Ellos le respondieron:
«¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta»” (Jn
7,50-52). La valiente actitud de Nicodemo surtió buen efecto porque “se volvieron cada uno a
su casa” (v. 53). El viernes santo aparece de nuevo Nicodemo en un gran acto de valor cuando
todos han abandonado al Crucificado para darle piadosa sepultura. Lo acompaña otro miedoso
“José de Arimatea que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos” (Jn
19,38). “Fue también Nicodemo, aquel que anteriormente había ido a verle de noche, con una
mezcla de mirra y áloe” (Jn 19,39). “Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas
con los aromas” (Jn 19,40). Conmueve ver el valor de este hombre a quien sanó Jesús una
noche del miedo a quedar mal con sus compañeros y ser despreciado por ellos, y que en la
hora de la derrota total se hace presente para honrar a su Señor y brindar
5. Los Apóstoles
No cabe duda de que los Apóstoles fueron unos grandes miedosos antes de
Pentecostés. Jesús hizo mucho para sanar su miedo durante su vida mortal y termino su obra
cuando los “llenó de su Santo Espíritu” para que pudiesen ser sus testigos en todas partes.
La primera manifestación de su miedo aparece cuando una fuerte tempestad azota la
embarcación en que se movilizan. San Marcos la describe así: “Este día, al atardecer, les dice:
«Pasemos a la otra orilla.» Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban
otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca,
de suerte que ya se anegaba la barca. El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le
despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» El, habiéndose despertado,
increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran
bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» Ellos se llenaron
de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le
obedecen?»” (4,35-41).
Estos viejos marinos se llenan de pavor cuando arrecia el viento, pero Jesús se hace
obedecer del mar y del viento y devuelve la calma al interior de sus discípulos.
Cuando se avecina la Pasión del Señor, los Apóstoles, como era natural, se llenan de
temor y de tristeza. Jesús se dedica a animarlos y consolarlos. Las palabras que brotan de los
labios de Cristo cuando llega el momento de su despedida nos muestra hasta dónde llega la
ternura de su corazón y su compasión por el dolor de sus amigos. Leamos las siguientes con
profunda admiración. “«No se turbe vuestro corazón», porque voy a prepararos un lugar. Y
cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde
esté yo estéis también vosotros” (Jn 14,1-4).
“«No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: me voy y
volveré a vosotros»” (Jn 15,27). “«Como el Padre me amó, yo también os he amado;
permaneced en mi amor”. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como
yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor»”. “«Os he dicho
esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado»” (Jn 15, 9-12).
“«Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo»” (Jn 16,20)
“«Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mi. En el mundo tendréis tribulación.
Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo»” (Jn 16,33).
Llega el prendimiento de Jesús y tras un fugaz acto de valor de Pedro, el miedo se
apodera de todos los discípulos. “Y abandonándole huyeron todos” (Mc 14,50).
Sabemos que el miedo crece y crece cuando se apodera de una persona. Basta ver lo
que sucedió a Pedro, el que aparentemente era más decidido y generoso. Leamos la
descripción de sus negaciones en el Evangelio de su discípulo Marcos. Todas fueron fruto del
temor que lo dominaba entonces. “Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas
del Sumo Sacerdote y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice:
«También tú estabas con Jesús de Nazaret.». Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices»,
y salió afuera, al portal. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Este
es uno de ellos». Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a
decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo». Pero él, se puso a echar
imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!». Inmediatamente
cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho
Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.» Y
rompió a llorar” (14,66-72). Afortunadamente “el Señor se volvió y miró a
Pedro” (Lc 22,61). Todas las miradas de Jesús dan paz y aliento.
6. Otros Casos
La Hemorroisa cuando experimentó la curación y oyó las palabras de
Jesús: “¿Quién me ha tocado?”, ·”Se acerco atemorizada y temblorosa y se
postró ante Él, pero inmediatamente oyó estas palabras: «Hija, tu fe te ha
salvado; vete en paz y quedas curada de tu mal»” (Mc 5,31-34).
Discernimiento:
1. A que le tienes miedo?
2. A quien le tienes miedo?
3. Que escenas de miedo no superas del pasado?
4. Eres una persona muy insegura?
5. Siempre estas ansiosa?
6. Momento de intercesión:
1. Pasos a seguir en la sanación
2. Entrar en adoración y contemplación ( ir al santísimo
3. Ramillete espiritual: Ofrece la eucaristía, el Santo Rosario
de este día, tu ayuno por la liberación interior.
4. Oración de Sanación interior.