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Provided by Revistas Científicas Indexadas y Estudiantiles de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá
Artículo de Reflexión
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Resumen1 Abstract
El medioevo ocupa un lugar relegado y de poco interés
dentro del vasto mundo de la enseñanza de la historia.
Es común suponer que la Edad Media (de acuerdo con
el significado de su nombre) fue una época de transi-
ción entre la grandeza cultural de la antigüedad y las
promesas de desarrollo de la modernidad; sin embargo,
fue mucho más que eso. La Edad Media, a través de sus
paisajes, su gente y su cosmovisión, ilustra un hermoso
panorama de fenómenos sociales, culturales e ideológi-
cos que, con el transcurrir del tiempo, se han transfor-
mado, y, en consecuencia, han moldeado nuestra rea-
lidad. A través de una propuesta de enseñanza basada
en la Edad Media y desde una perspectiva de didáctica
crítica, se pretende aterrizar el conocimiento histórico
del medioevo a la realidad cotidiana de un grupo de
alumnos de séptimo grado, en el colegio Gerardo Molina
Ramírez, con apoyo teórico del pensamiento y el sentido
histórico, y haciendo hincapié en el cristianismo como
fuerza de dominación ideológica.
1 Este artículo es producto del trabajo realizado en el marco de las propuestas de enseñanza de la historia en el seminario de
Didáctica de la Historia, que se encuentra a cargo del profesor Wilson Acosta, docente de planta de la Universidad Pedagógica
Nacional; para el semestre 2018-1.
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Introducción
Uno de los objetivos más importantes y difíciles de un licenciado en ciencias sociales
es darle utilidad a las teorías, conceptos y conocimientos disciplinares de los cuales se
apropia a lo largo de su formación académica. Por ende, la enseñanza de la historia
escolar debe trascender la memorización y exposición de hechos, fechas y personajes
históricos, y debe asumir una tarea crítica e indispensable para el desarrollo de com-
petencias intelectuales en los individuos.
Los hechos históricos relacionados con la Edad Media muchas veces son transmitidos
mediante la historia escolar como conocimiento muerto, es decir, como una serie de
acontecimientos pasados alejados de nuestra realidad y sin ninguna clase de aplicación
o utilidad para la vida diaria. Cuando en realidad, los hechos históricos que constituyen
la historia medieval, por más lejanos que estén, siempre se refieren a la realidad y a la
situación presente en la que estos repercuten constantemente. En otras palabras, en
vez de muertos, los conocimientos y saberes históricos están vivos, y, de hecho, son
inmortales. En consecuencia, la historia se debe interpretar como el conocimiento del
eterno presente y el presente como un pasado prolongado (Le Goff, 1991, pp. .27-31).
En este orden de ideas, toda historia es contemporánea y así se debe asumir dentro de
las aulas y en la enseñanza de la historia escolar. Por eso, el docente, con la ayuda de la
historia escolar, está en la exigente labor de responder interrogantes como: qué relación
tienen las sociedades con su pasado, qué lugar tiene la historia en nuestro presente y
para qué nos sirve la historia. Al responder interrogantes de esta magnitud, el estudiante
encamina sus reflexiones y su forma de enfrentar la vida hacia un pensamiento histórico
(en términos psicológicos e intelectuales), y, hacia un sentido histórico (en términos
existenciales y ontológicos).
El “sentido colectivo” de todos los aspectos de la vida cultural, social y política del Medioevo
se ven claramente reflejados en los episodios que se eligieron para reproducir en el salón
de clase con los estudiantes de séptimo grado del colegio Gerardo Molina. Debido a la
popularidad del cine y las demás producciones audiovisuales en la sociedad contempo-
ránea, es un canal muy fácil para llegar a la mente y al corazón de los estudiantes. Estos
recursos les permiten acumular un conjunto de saberes históricos que se prestan para
ser socializados, y, posteriormente, ampliados conceptual y teóricamente en un salón de
clase con la ayuda de fuentes históricas y académicas y bajo la instrucción del docente.
Segundo, se planeó hacer una salida de campo al Museo de Santa Clara, al Museo
Colonial y a la iglesia de San Francisco para emprender la apuesta metodológica y
conceptual que proponen algunos pedagogos e investigadores españoles en cuanto al
conocimiento histórico y el patrimonio cultural en la enseñanza de la historia. Según las
investigaciones realizadas en este campo:
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Uno de los objetivos primordiales de este ejercicio mental es analizar los problemas his-
tóricos en su relación constante con nuestra vida cotidiana. Al reivindicar el pensamiento
histórico se reivindica el aprendizaje colectivo de la especie humana. Más adelante, se
Cristianismo y dominación
ideológica
El cristianismo es una doctrina hegemónica en la civilización occidental debido a su
histórico alcance universal. “No existían ningún pueblo, ninguna fe, ninguna superstición,
tendencia o aspiración humana que no se acoplasen de un modo u otro dentro del marco
de la iglesia católica-romana medieval” (Bühler, 1977, p. 19). ¿Cómo se consolidó el
cristianismo?, ¿cuál es su origen?, ¿cómo se ha transformado a lo largo de los siglos?,
¿qué repercusiones tiene hoy en la vida social y cultural de Colombia? Dar respuesta
a interrogantes de esta magnitud no es un asunto menor; no obstante, es una de las
mayores responsabilidades de los docentes de ciencias sociales y de la enseñanza de la
historia escolar. Reflexionar sobre este tipo de problemáticas con los alumnos de colegio
es indispensable para la formación de sujetos críticos y conscientes de su realidad. De
la misma manera, es importante aterrizar la reflexión histórica a la vida cotidiana de
los estudiantes mediante recursos didácticos y metodológicos que hagan sentir a los
estudiantes como partícipes de la historia y, porque no, como autores de la misma.
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cristianismo es su herencia histórica. Una de las fortalezas del Imperio Romano fue su
capacidad para acoger y sincretizar distintas culturas y creencias de todas las civilizacio-
nes contemporáneas a su reino, y el cristianismo católico-romano no es una excepción.
Si el cristianismo ha tenido la destacada capacidad para moldear la realidad es porque
en su inicio, este también fue moldeado. El cristianismo transformó (no de manera
gratuita) el pensamiento antiguo mediante siglos complejos de debate filosófico. Por
ejemplo, la noción espiritual y metafísica de separar el alma del cuerpo no es otra cosa
que la filosofía idealista de Platón plasmada desde una perspectiva cristiana; el concepto
de infierno o inframundo es original de la mitología griega; el personaje antagónico de
Lucifer o Satanás fue inspirado en el infame Hades, dios del inframundo; la noción de
la resistencia al dolor o a las dificultades, sin quejas ni la exhibición de sentimientos,
y con la esperanza de un mundo mejor después de la muerte, es un planteamiento
ontológico del estoicismo griego, y así sucesivamente. Es por eso, que “el cristianismo,
en su surgimiento y desarrollo, cambia el panorama general del modo de pensar y de hacer
filosofía. En consecuencia, en la lectura de los primeros pensadores cristianos se tiene la
impresión de pasar a un modo cultural totalmente diferente del antiguo-pagano” (Reale y
Antiseri, 2007, p. 186). La transición entre las religiones paganas y la filosofía griega de
la antigüedad y el cristianismo, la patrística y la escolástica del Medioevo fue prolongada
y determinante en el desarrollo del pensamiento occidental.
Es por esto, por lo que se ha entablado el difícil objetivo de liberar el pensamiento tanto
desde una perspectiva ideológica como histórica. El objetivo de emancipar la conciencia y
el pensamiento de las cadenas ideológicas del cristianismo tal vez no se pueda lograr en
una propuesta de enseñanza de la historia medieval de cinco sesiones; no obstante, sí se
puede generar sospecha presentando una visión crítica del cristianismo para incentivar
el juicio crítico de dicho fenómeno.
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La perspectiva sociocultural que propone Sylvia Ayala afirma que en el salón de clase
se puede llegar a un conocimiento histórico suficientemente bien fundamentado, que
posteriormente, permitirá hacer minuciosos análisis de la sociedad en sus distintas
facetas históricas, mediante la búsqueda de los procesos de representación y significado
en cuanto a la reproducción cultural. En palabras de Plá y Latapí:
En este punto es necesario hacer una aclaración teórica. Siempre que se hable de
estudios socioculturales en historia, necesariamente, se debe reconocer el trabajo de
algunos de los grandes teóricos de la historia cultural. Por ejemplo, la obra de Roger
Chartier (1992) (historiador de la escuela historiográfica de Annales) es indispensable
para realizar análisis y reflexiones en cuanto a la historia cultural. Desde esta perspectiva
historiográfica la historia es vista como un conjunto de representaciones colectivas
del mundo social, considerando las representaciones como el resultado final de un
proceso de construcción de significados tanto sociales como culturales. De esta forma,
las prácticas que producen usos simbólicos resultan consolidando la cultura particular
de cualquier sociedad humana (Chartier, 1992).
En este orden de ideas, se busca explorar algunas de las prácticas culturales, económicas,
sociales y religiosas de la Edad Media, para, de esta forma, pintar un retrato de lo que
fue la vida y la cultura medieval. Por medio de distintos recursos dinámicos, se pudo
ahondar en las costumbres, tradiciones y experiencias medievales como lo son: la vida
en el campo, la vida en los castillos, la vida de la nobleza y el clero, la vida caballeresca,
la vida mística y fantasiosa, etc.
Para finalizar sobre este punto particular de la vida y la cultura en la Edad Media, se tomó
un postulado del enfoque sociocultural en didáctica de la historia que propone María
Sánchez Agustí, del Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad
de Valladolid, en el cual ella expone que:
Por último, con el objetivo de sentir la historia más allá de tan solo pensar la historia,
se tomó como categoría analítica el concepto de sentido histórico. Este concepto fue
introducido en los análisis históricos a través de la obra de Friedrich Nietzsche titulada
Humano demasiado humano (2007). En un apartado de esta obra titulado El pecado
original de los filósofos, Nietzsche afirma que:
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Todos los filósofos tienen en su activo esta falta común; partir del hombre
actual y pensar que en virtud del análisis pueden llegar hasta el fin pro-
puesto. Involuntariamente, se representa al hombre como una oeterne
veritas, como elemento fijo en todas las variantes, como medida cierta
de las cosas. Pero todo lo que el filósofo enuncia respecto del hombre,
es un testimonio acerca del hombre mismo en relación a un espacio de
tiempo muy limitado. La falta de sentido histórico es el pecado original de
los filósofos; muchos llegan hasta tomar en su ignorancia, como forma fija
de que es necesario partir, la forma más reciente del hombre, tal como
se ha producido bajo la influencia de religiones determinadas y aun de
tales o cuales sucesos políticos. No quieren comprender que el hombre,
que la propia facultad de conocer, es el resultado de una evolución, sin
que falten algunos que hacen derivar el mundo entero de esta facultad de
conocer. Lo esencial del desenvolvimiento humano ha pasado en tiempos
remotos, muy anteriores a estos cuatro mil años que conocemos; en estos
puede ser que el hombre no haya cambiado mucho. Pero el filósofo ve
“instintos” en el hombre actual, y admite que estos instintos corresponden
a cifras y cálculos inmutables en relación a la humanidad y que pueden
darle una clave para la inteligencia del mundo en general; la teología está
construida sobre este hecho; hablan del hombre de los cuatro mil años
últimos como de un hombre eterno, con el cual tienen desde su principio
relación directa natural todas las cosas del mundo. Pero todo ha evolucio-
nado; no existen hechos eternos ni verdades absolutas. Por eso la filosofía
histórica es para en adelante una necesidad, si la acompaña la virtud de
la modestia (2007, p. 44).
El ejercicio como tal fue enriquecedor en todos los aspectos, tanto desde el amplio acervo
teórico desde el área de la didáctica, como desde el ámbito disciplinar de la historia. Fue
enriquecedor porque supuso el reto de llevarles el conocimiento a un grupo de estu-
diantes y a contagiarles de ese amor por la historia que es el que impulsó la propuesta.
En consecuencia, el ejercicio también ayudó a fomentar objetivos formativos como el
desarrollo de pensamiento histórico, el desarrollo de sentido histórico, el desarrollo
de empatía histórica y la comprensión de las transformaciones, las continuidades y las
rupturas de los fenómenos sociales y culturales en el transcurrir del tiempo, como lo
reflejó el acogimiento de los estudiantes y la aceptación significativa de las actividades.
Por un lado, un grupo de chicas del salón, cuando se les pidió una pequeña exposición
acerca de Juana de Arco y del rol de la mujer en la Edad Media, prepararon una bellísima
producción teatral que ilustraba la Guerra de los Cien Años y el rol de la joven Juana
de Arco en esta guerra prolongada. Cuando a los estudiantes se les enfrentó con arte,
ellos, en efecto, respondieron con arte. Por otro lado, un grupo de estudiantes, bajo
su propia voluntad, trajo una maqueta alusiva a la Edad Media con el fin de apoyar las
actividades que se habían desarrollado a lo largo de estas semanas.
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en la ruta metodológica, se logró inspirar artes tanto escénicas (la producción teatral),
como plásticas (la maqueta de un burgo medieval). Si entendemos el arte como una
manifestación del espíritu y la naturaleza humana, podríamos con facilidad afirmar, que,
con la propuesta y su respectiva ejecución, se logró penetrar con conocimiento histórico
el pensamiento y el espíritu de los alumnos.
Como lo dice Isaac González, en su libro Una didáctica de la historia, el papel del profesor
es fundamental:
Lo descrito aquí es una invitación para pensar la figura del profesor de una manera
distinta, es decir, que él no es el dueño absoluto del conocimiento, sino que este se
construye teniendo en cuenta las capacidades de los alumnos, sus conocimientos previos
y sus intereses. Este planteamiento didáctico se expresó en la actividad de “trae y cuenta”.
Al traer un objeto religioso de sus hogares, los estudiantes traen a colación un conjunto
de saberes históricos que ya forman parte de su identidad y, de esta forma, se puede
entrar en un proceso de negociación cultural partiendo desde el conocimiento histórico.
Con ayuda de estos referentes teóricos se está rompiendo con la figura tradicional de un
profesor, se está renovando la forma de hacer clases y se está invitando a la población
estudiantil a compartir de la experiencia, generando así, un ejercicio de introspección y
de análisis de sí mismos y de la sociedad que los rodea. Por medio de las actividades rea-
lizadas los estudiantes hicieron el ejercicio mental de viajar por el tiempo para entender
la vida y la cultura medieval. Se trasladaron hasta la vida agrícola de los feudos, hasta
la vida de la nobleza en los castillos, hasta la vida fantasiosa de unicornios y dragones
El propósito de este trabajo y del camino emprendido hasta ahora es poder decir que la
experiencia obtenida, tanto para ellos, como para nosotros, fue totalmente distinta a una
típica clase de ciencias sociales; según lo manifestado en las entrevistas que se realizaron
con los alumnos, la propuesta les generó dudas, ganas de conocer más, de indagar, de
no quedarse únicamente con lo que les han brindado. En definitiva, les despertó cierto
interés y cierta voluntad por interiorizar la historia y sentirla de manera empática.
Los frutos de este ejercicio han sido invaluables (en especial para quienes aún no habían
tenido la experiencia de estar en un aula de clase). Muchos pensamientos están en el
aire y aunque se quisiera abordar infinidad de temas de distintas formas, es ahí en
el momento, cuando el docente tiene enfrente al grupo de estudiantes, que se toma
conciencia de la ardua tarea emprendida. De cierta forma, se presentaron muchas
dificultades, pero estas fueron superadas poco a poco con la ayuda del docente a cargo
del área y junto con los estudiantes. En otras palabras, el proceso de aprendizaje, sin
lugar a duda, fue bidireccional. Primero porque ellos tuvieron una visión distinta de
un tema que parecía no tener una trascendencia real en la actualidad, y, segundo,
porque el grupo de trabajo aprendió a optimizar el tiempo, a evaluar si el lenguaje era
lo suficientemente comprensible para ellos, a reflexionar sobre si el planteamiento de
las actividades propuestas era apropiado, y, a su vez, a cuestionar la relevancia de las
actividades para el cumplimiento de los objetivos formativos.
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Referencias textuales
Acosta, W. (2017). El cine como objeto de estudio de la historia: apuestas conceptuales
y metodológicas. Folios, 47 (segunda época), pp. 51-68.
Bühler, J. (1977). Vida y cultura en la Edad Media. México: Fondo de Cultura Económica.
Cuesta, R. (2011). Historia con memoria y didáctica critica. Con-ciencia Social: Anuario
de Didáctica de la Geografía, la Historia y las Ciencias Sociales, 15-30.